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Captruto 3
EL MUNDO ROMANO
Como sefialébamos en el capitulo anterior, las distintas partes del mundo helenfstico termina-
ron en manos de los romanos. ;Pero quiénes fueron estos legionarios romanos que llegaron a sus
territories? ; De dénde provenian? {Cul era su pasado? {Cémo habian logrado llegar hasta alli?
Estos eran los interrogantes que se hacfan los cultos helenos ~como Polibio-, yes la misma pregunta
que seguimos haciéndonos hoy.
Los origenes del mundo romano
La penfnsula itélica ocupa una posicién geogréfica privilegiada y la zona del Lacio (donde se
establecié Roma) permitié a sus primeros ocupantes, desde tiempos muy antiguos, un fluido contac~
to con pueblos de diverso origen racial y cultural. A comienzos del primer milenio otros pueblos de
+a°2 indoeuropea (latinos y umbrio-sabélicos) ingresaron a la penfnsula desde varios puntos del con-
tinente europeo y en la mayorfa de los casos desplazaron a las poblaciones nativas, asenténdose en
las mejores tierras de pastoreo y de labranza o en las costas de los mares Tirreno y Adridtico. Los
+fos, a consecuencia de la pendiente hacia el Tirreno, como en el caso del Tiber, permiten una fécil
‘comunicacién de las altas regiones de la Toscana con la llanura del Lacio, en la cual segtin la tradi-
cin , hacia mediados del siglo VIII a.C., fue fundada Roma, la “ciudad del rio”, en su etimologia de
rafz etrusca.
A su vez ~desde el siglo VIII a.C.-, los helenos colonizaron el sur de la peninsula y parte de la
isla de Sicilia, que pas6 a conocerse como la Magna Grecia, mientras que en el norte de la lanura
del Lacio se desarrollé la civilizacién errusca, que tuvo gran influencia sobre los romanos.
La fundacién de Roma
Segiin una conocida leyenda, Roma fue fundada por dos gemelos: Rémulo y Remo, descendien-
tes lejanos del héroe troyano Eneas, en el afio 753 a. C. (ver documento 1). Pero, las investigaciones
realizadas en las ttimas décadas nos permiten comprobar que surgi6 progresivamente por la forma-
cién y uni6n de pequefias aldeas defensivas (de origen latino) destinadas a contener el avance de los
etruscos hacia el sur. La conformacién definitiva de la ciudad fue el resultado de un lento proceso de
integracién de aldeas que comenz6 con los primeros asentamientos de la Roma quadrata y continué
con el agrupamiento de los poblados de las siete colinas en torno a una liga conocida como el
Septimontium.
Durante los sigios VII y VI. C., los etruscos se expandieron hacia Cumas, en el sur, y ocupa-
ron la estratégica regién, que se destacaba por ser la via de salida de la sal, convirtiéndoia en una
uurbs (ciudad). Su influencia se evidencié en la aceptacién de la triada de dioses y la asimilaci6n de
clementos de uso sencillos como la toga palmata y la silla curul, simbolos del poder de los magistra-
dos romanos. Se les debe “la aparicién del nombre de Roma. Romacs la ciudad del Rumon; es decir,
del rio, El segundo hecho es que los reyes etruscos fueron los edificadores de la ciudad: ellos deseca-
—
NA,54 FLORENCIO HUBENAK
ron las partes bajas para hacerlas habitables, abrieron caminos, constrayeron una muralla y levanta-
‘on en honor de hipiter un templo en el Capitolio, escogido por ellos mismos como centro religioso
de la ciudad. El tercer hecho es que organizaron politicamente las poblaciones del Septimontiums.°!
Asimismo “los augurios (por el vuelo de los pdjaros y las visceras palpitantes) las formas, Formulas
y formalidades primitivas del culto, las fasces de los lictores y la costumbre del triunfo, con exhibi,
cj6n del enemigo vencido y prisionero... todo esto es herencia etrusca. También las dotes arquitec-
t6nicas de los romanos, su aficién a la construccién de vias, canales y fortalezas, el arco de medio
Punto y la b6veda atonelada, proceden de los etruscos”?,
El territorio que se convirtié en Roma fue poblado, originariamente, por clanes de pastores,
conducidos por un rey-sacerdote, elegido por los patres (jefes de los clanes), quienes le otorzaban el
imperium (poder militar de base mégico-teligiosa) que Jipiter —la divinidad suprema~ otorgaba a
sus “representantes” para “administrar la tierra”.
Tos descendientes de los paires fundadores (patricii) conformaron (como los isoi en Grecia) la
elite dirigente de la Roma primigenia, mientras que el resto de la poblaci6n (plebs) trabajé pars ellos.
(Bin ie tadici6n, en el 509 a. C,,los patricios provocaron una rebeliSnintema contra la monarguia
(en manos etruscas) sustentada por el orden plebeyo, que provocs la instalacién de un nuevo sistema
Politico: la reptlica (res-publica) 0 “la cosa de todos":
Pero ahora, antes de explicar su organizacién politica, nos interesa cudl fue la mentalidad de
808 romanos.
‘La cosmovisién del romano
A diferencia de los griegos, 10s romanos se preocuparon poco por tratar de explicar el cosmos;
su interés radicaba fundamentalmente en tratar de actuar en él (“hacer politica”). Fueron eminente,
mente précticos, mas que preocuparse por “explicar” o “admirarse” ante un panteén de divinidades
basicamente Ia “trfada capitolina” integrada por Jipier, Juno y Minerva. Recelosos de acontecimienios
fue no podian prever ni evitar, intentaban “negociar” mediante un pacto (alianza) sus relaciones con
12s doses (amigos y enemigos) para inclinarls a favor de su “causa” y lograr as la anielada pax
deorum (paz de los dioses). Ello no desmerece la importancia que otorgaban a sus dioses, come ia
Tarte igerén cuando afirma: “No hemos vencido a los hispanos por nuestro niimero, nia los ga
los con la fuerza, ni a los cartagineses con la astucia, ni a los griegos con las técnicas, sino cots in
escryPulosa observancia de la pietas, de la religio y de la sabiduria teoldgica, propia de los soma,
nos"3,
Foro la mayoria de los romanos se preocupaban cada vez menos por las creencias, ya que no
entendian la religion como una cuestién de fe, sino como el cumplimiento estricto de los ros ads,
Gionales (una adhesin externa y formal) de la voluntad. La “religidn oficial” tenfa por funcidn sola,
Tree jimantener el orden establecido mediante el cumplimiento de ceremonias sin las cuales el equ.
Ubtio siempre inestable, siempre amenazado, entre lo humano y lo divino, se habria roto. Los roma- es
designaban con el nombre de pietas la actitud que consistia en observar escrupulosamente no cole
'os ritos, sino las relaciones existentes entre los seres en el interior mismo del universo”!
ja religiosidad del romano se sustentaba, mas que en la citada triada, en el cultoy el ritual de la
familia (la base del culto del Estado)*. En el seno del hogar, el pater familiae (como el jefe del genes
Brie¥0) Conocedor de los rtos ancestrales (en especial el culto al fuego sagrado), asegurabs el espe.
fg que se debia a los antepasados. Fue a partir de los romanos que la civilizacién occidental consice.
16 al padre (el pater familiae) como el fundamento de la familia y de la sociedad,
‘Come en Grecia, el elemento unificador (Ia amalgama de la comunidad politica) era la gens y
UBS loses de ésta (los penates) eran los prosectores dela familia y quienes aseguraban la perpesaidh
de la raza. Por otro lado, el culto privado de la gens se relacionaba con la tierra la tiered ee pa
, Reynold. Gonzague do, La formacién de Europe IV. Imperio romano, Maid, Pegaso, 1950, p21
3 Nelt. Valentin, Historia Universal, Buenos Aires, Sudamericana, 1942.1 p. 133.
1 Siceén. Har, Resp. 9,19, cit en Girding Andrea. £1 hombre romano, Madrid, Alianza 1991, p11
4 Grimal, Pier, La eivlizacion romana, Barcelona, Juventud, 1965, p. 88,
5 Barrow, R., Las romanos, México, FCE, 1970, p. 17.HISTORIA INTEGRAL DE OCCIDENTE. 55
dres, la terra patrum (patria). Cada romano afirmaba: “aqut estd mi patria, puesto que aqui estén los
restos de los antepasados de mi familia”®,
En cuanto al hombre, los romanos eran eminentemente précticos’: los hombres de la res (la cosa).
Por ello la narracién de sus actos era la res gestae (cosas hechas). Crefan que la virtud (virtus) por
‘excelencia era la hombrfa (vir) o virilidad, entendida como un valor concreto que se manifestaba en
los actos diarios mediante la pietas y la fides. Como precisa el romanista francés Pierre Grimal: “Hay,
pues, una pieras hacia los dioses, pero también hacia los miembros de los diversos grupos a los cua-
les se ha pertenecido, hacia la ciudad misma, y mas alld de ella, finalmente, hacia todos los seres
bumanos...Una de las manifestaciones més primitivas de la pietas era el respeto de los compromi-
0s, la fides"®.
La esencia de la actividad del romano descansaba en el respeto a las “viejas costumbres” (las
‘mores maiorum), que no eran otra cosa que la tradici6n de los patres 0 antepasados que el ya citado
historiador inglés Reginald Barrow sintetiza de manera magistral: “El respeto por los valores, eter-
10s, por la voluntad de los dioses (pietas) y su expresiGn como justicia objetiva en las cosas practices
de la vida humana; el respeto por la personalidad humana y Ia relaciones humanas (humanitas), tan-
to en la familia como en el estado 0 entre los amigos, que se fundaba en el reconocimiento de la
personalidad de cada individuo y cuyo resultado era la conservacién de la libertad (libertas); el res-
peto por la tradicién (mores maiorum) que se aferra a lo que se ha ido trasmitiendo de generaci6n en
generacién, puesto que contiene una sabidurfe acumulada que un hombre solo o una sola época no
pueden proporcionar; respeto por la autoridad (autorictas), no como obediencia a un poder superior,
sino como reconocitniento del juicio de hombres cuya experiencia y cuyos conocimientos merecen
respeto; respeto por la palabra empefiada (fides) y la intencién expresada, Ia fe de los romanos gra-
cias a la cual ‘conservaban la amistad de sus amigos y de los que confiaron en ellos’, y ‘la cosa més
sagrada de la vida’. El respeto por estas cosas implicaba una formacién (disciplina) que se obtiene
en el hogar, en la vida publica, en la vida en general, la formacién que proviene de uno mismo
(Geveritas). Una formaci6n de esta clase crea un sentido de responsabilidad (gravitas) que hace con-
ceder la importancia debida a las cosas importantes, de tal manera que, una vez que el hombre ha
puesto la mano en el arado, ni mira hacia atrés ni titubea, manteniéndose firme en su propdsito
(constantia)”.
En sintesis, se trataba de la mentalidad propia del soldado-agricultor (ver documentos 2 y 3),
que es la “mentalidad del campesino y del soldado; no Ia del campesino ni la del soldado por separa-
do, sino Ia del soldado-campesino y, en general, esto es asf hasta en las épocas posteriores, cuando
podia no ser campesino ni soldado. El destino del campesino es el trabajo ‘inaplazable’ porque las
estaciones no esperan al hombre. Sin embargo, con s6lo su trabajo no logrard nada. Puede hacer pla-
nes y preparativos, labrar y sembrar, pero tiene que esperar pacientemente la ayuda de fuerzas que
no comprende y menos atin domina. Si puede hacer que le sean favorables, lo hard, pero con fre-
cuencia sélo alcanza a cooperar; se entrega a ellas para que Io utilicen como instrumento, logrando
asi su propésito. Las contingencias del tiempo y las plagas pueden malograr sus esperanzas, pero
tiene que aceptar el pacto y tener paciencia. La rutina es la ley de su vida; las épocas de siembra,
germinaci6n y recoleccién se suceden en un orden establecido. Su vida es la vida misma de la Tierra.
Si como ciudadano se siente atrafdo al fin por la actividad politica, serd en defensa de sus tierras o de
sus mercados o del trabajo de sus hijos. Para el campesino el conocimiento nacido de la experiencia
vale mas que la teorfa especulativa. Sus virtudes son la honradez y la frugalidad, la prevision y la
paciencia, el esfuerzo, la tenacidad y el valor, Ia independencia, la sencillez y 1a humildad frente a
todo lo que es mas poderoso. Estas son también las virtudes del soldado. También él ha de conocer el
valor de la rutina, que forma parte de la disciplina, ya que tiene que responder casi instintivamente a
cualquier llamada repentina. Debe bastarse a sf mismo. El vigor y la tenacidad del campesino son
necesarios al soldado; su habilidad préctica contribuye a hacer de él lo que el soldado romano debe
ser: albaiiil, zapador, abridor de caminos y constructor de balates. Ha de trazar un campamento o una
Fustel de Coulanges, Numa, La Ciudad antigua, México, Porria, 1971, p. 98.
7 Ver Barrow, R., op. cit, especialmente cap. VI
® Grimal,P., op. cit. p. 90.
® Barrow, R. idem, pp. 219/20,56 FLORENCIOHUBENAK
fortificaci6n, medir un terreno o tender un sistema de drenaje. Puede vivir en el campo porque eso es
To que ha hecho toda su vida. El soldado también sabe de ese elemento imprevisto eapaz de trastor-
nar el mejor de los planes; tiene conciencia de fuerzas invisibles y atribuye ‘suerte’ a un general vic-
torioso a quien algtin poder ~el destino o la fortuna— utiliza como instrumento, Es leal con las perso-
nas, los lugares y los amigos. Si asume una actitud politica violenta seré con el fin de conseguir,
cuando las guerras terminen, tierra para labrar y una casa donde vivir, y con una lealtad atin mayor
recompensa al general que defiende su casa. Ha visto muchos hombres y muchos lugares, y con la
debida cautela imitaré lo que le parezca itil; pero para él su hogar y sus campos nativos forman ‘el
rineén més risuefio de la Tierra’ y no deseard verlos cambiar”!°, No casualmente Marte era a la vez
dios de los campos y de los soldados.
Los fundamentos politicos e institucionales de la Res-publica
Este sentido “ordenador” y su preocupaci6n por “las cosas” les llev6 a preocuparse por el “arte
de gobernar” (politica) y de establecer las normas més adecuadas para ello (derecho) Bien afirma un
autor que “débese a los romanos la existencia de una doctrina del Derecho, no como teoria abstracta,
sino por generalizacién de la préctica: un arte, lo mismo, por cierto, que la politica”! (ver documen-
10 4), Por ello analizaremos con mayor detencién su ordenamiento institucional que, unido a sus an-
‘ecedentes griegos, fue la base de la estructura politica (y constitucional) de Occidente construida
sobre un “gobierno mixto” o de “equilibrio de poderes”.
Los romanos organizaron la res-publica como un sistema politico aristocrético, en que prima-
ban las magistraturas colegiadas (de dos o més titulares) y anuales. La institucién més importante y
prestigiosa fue, indudablemente, el Senado o consejo de ancianos (senex), integrado originariamente
por trescientos “padres fundadores”. Era convocado y presidido por el magistrado principal: el cén-
sul. Entre sus atribuciones més importantes cabe mencionar el manejo de la politica exterior y la
garantia de la seguridad interior.
La poblaci6n (populus) se reunfa en asambleas (Comitia). A través de la historia de Roma se
desarrollaron tres tipos de asamblea 0 comicios:
— Curiados: formados por los descendientes de las primitivas treinta curias que nucleaban a
las trescientas gens originarias. A ellos correspondifa el dictado de la lex Curiata de imperii
que, tras las elecciones, conferia legitimidad a los elegidos
— Centuriados: organizados segtin la divisién en seis “clases” (ordo, 6rdenes) que conforma-
ba el censo quinquenal. Elegian a los magistrados superiores y promulgaban las leyes de
éstos (edictos) y las disposiciones del Senado (Senarus Consultum),
— Tribuios: surgidos a partir del acuerdo entre patricios y plebeyos; con el tiempo asumieron
Ja mayorfa de las funciones legislativas que ejercfan los Centuriados.
La “administracién publica” de Roma se fue modelando progresivamente y recién a partir del
193 a. C. se conforms definitivamente un cursus honorwn (carrera de honores 0 escala jerérquica de
Jas magistraturas) integrado por:
— Questores: a cargo de la custodia de los fondos piiblicos e impuestos.
— Ediles: cuya tarea consistia en velar por la seguridad en los mercados, en la via piblica,
templos y puentes de la ciudad.
— Pretores: con la funcién de administrar justicia. Para ello publicaban -a principios de su
anualidad- los edictos o lineamientos juridicos a seguir.
— Cénsules: eran los magistrados supremos ~con imperium que también y ejercian el comando
de las legiones romanas en campaiia,
Barrow, R., opt. pp. 12/4. Ver ademés Di Pietro, Alfredo, “lstissima tellus", en: Justitia, septiembre-diciem-
bre de 1965 y Hubefidk, Florencio, “Terra et urbs: la busqueda de la mentalidad del ciudadano de la Roma republicana”,
en Res Gestae, julio-diciembre de 1987.
1 Negro Pavén, Dalmacio, La tradicién liberal y el estado, Madeid, Unién Editorial,1995, p. 56.‘arte
aun
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nen-
san-
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HISTORIA INTEGRAL DE OCCIDENTE 57
Existfan ademas magistraturas extraordinarias como la censura y la dictadura. Los censores
eran los responsables del censo o listado de la poblacién, que servfa como base para la divisién so-
cial y politica de la época. Los dictadores eran magistrados convocados en casos de peligro extremo
para velar por la “seguridad del estado”. Se les elegfa para una misién concreta y duraban solo seis
meses en su cargo, Durante su mandato se suspendian todas las “‘prerrogativas constitucionales”,
implicando que posefan la “suma del poder pablico”.
La expansi6n y consolidacién de Roma
Los primeros cinco siglos de la Res publica transcurrieron entre la expansi6n de la urbe hasta
‘ocupar toda la cuenca del Mediterréneo (al que llamaron Mare Nostrum) y la consolidacién del régi-
‘men politico-institucional interno.
Desde la rebelién fechada en el 509 a. C., los romanos se defendieron y expandieron, alternati-
vamente, # causa de los enfrentamientos continuados con el resto de los pueblos latinos y los monta-
iieses de su entorno, Estos, una vez vencidos, fueron “reagrupados” por Roma, en su nuevo cardcter
de ciudad hegeménica de la region del Lacio,
Como sefialéramos anteriormente, al comienzo las magistraturas (y el poder politico-social)
fueron monopolizadas por los patricios a consecuencia de su victoria sobre los etruscos, mientras
gue los plebeyos carecfan de derechos “politicos” (no asf civiles y comerciales) y eran convocados
para luchar en las guerras externas.
Esta circunstancia fortaleci6 el poder de los plebeyos y acentué sus presiones para lograr
el acceso al gobierno y a las gens. En el 451 a. C. obtuvieron la sanciGn del primer cédigo de
leyes escritas (las X11 tablas) y dos afios més tarde lograron la creaci6n del tribunado de la ple-
be como magistratura extraordinaria para defender sus intereses, a través del veto a las leyes
gue les eran contrarias. Su poder se consolid6 cuando las decisiones de los Comicios Tributos
se convirtieron en obligatorias. La paridad en el ejercicio de las magistraturas se conquisté en el
367 a. C. y, finalmente, la Lex Oguinia (300 a. C.), que autorizaba a los plebeyos a integrar los
colegios sacerdotales, significé la igualdad absoluta de derechos entre ambos érdenes. Ya no
habfa mas patricios ni plebeyos.
Después de las Hamadas guerras latinas ¢ itdlicas (498 a. C., 431 a. C.) y el enfrentamiento
contra Veyes ~importante ciudad del sur de Etruria (406 a. C. 396 a. C.)- Roma se expandié mas de
2000 km? A consecuencia de la invasién de los galos (390 a. C.), el dictador Marco Camilo realiz6
‘una reforma militar que moderniz6 las legiones, a las que dividi6 en centurias, decurias y manipulos,
Jogrando una gran movilidad en el campo de batalla, que terminé desplazando a la hasta entonces
invencible falange maced6nica.
Con la victoria en las guerras sammnitas (343 a. C. -283 a. C.) yen la de Tarento (282 a. C.-272
8. C.)~donde lucharon contra Pirro, rey del Epiro y sus treinta mil soldados y veinte elefantes- Roma
terminé la conquista de toda la peninsula itdlica.
Hacia fines del siglo II-como bien lo explica el historiador ruso Mijail Rostovtzeff- la urbe era
l centro politico “con la constitucién normal de una ciudad-Estado, un extenso territorio disemina-
do por toda Italia y un cuerpo de ciudadanos distribuido por todo el territorio. Alrededor de Roma
habla otras ciudades-Estado ligadas a aquélla por tratados que variaban en diferentes casos... Aunque
Constitufan una sola unidad en todos los asuntos de politica extranjera, las partes componentes de la
liga no estaban unidas por un comtin lazo de sangre y las constituciones individuales de las comuni-
Gades aliadas a Roma eran asombrosamente diversas",
Producida la ocupacién de toda la peninsula itélica, los romanos comenzaron a mirar mds all
del mar (Mediterréneo), donde se asomaba con brfo la floreciente Karthago (Cartago), colonia feni-
cia en el norte del Africa. Romanos y cartagineses se enfrentaron en varias ocasiones en las llamadas
guerras piinicas (264 a. C. - 241 a. C., 218 a. C. - 202.2. C., 149 a. C. - 146 a. C.), y con la derrota
de éstos, Ia urbe vio abrirse ante sf “su porvenir imperial",
1p Rostovzeff, Miguel, Roma, De los origenes a laiitima crisis, Bs. As., EUDEBA, 1968, pp. 68/71
3 De phoinike o fenicio.
Reynold, Gonzague de, op.cit. IV, p. 53,58 FLORENCIO HUBENAK
Como afirmaba el historiador griego Polibio ~autor de una historia de Roma entendida como
Historia universal— los romanos eran campesinos en armas que luchaban en defensa de sus valores,
sus dioses y sus tierras. Los cartagineses, en cambio, eran una tropa mercenaria que segufa a sus
jefes tan sdlo por el botin.
Después de la derrota romana en la batalla de Cannas (216 a. C.) atin hoy estudiada como clé-
sico de Ia estrategia militar, los romanos, temerosos por su supervivencia, otorgaron el mando mili-
tar al joven Publio Cornelio Escipién (“el africano”), quien condujo la guerra al Africa y obtuvo una
resonante victoria en Zama (202 a. C.), hiriendo de muerte el poder cartaginés. La obra fue conclui-
da en el 146 a. C., por el cnsul Paulo Escipién Emiliano, quien destruy6 la ciudad de Karthago
hasta sus cimientos.
Terminado el peligro cartaginés, el Senado romano decidi6 saldar cuentas con el rey Filipo V
de Macedonia, el gran aliado del caudillo cartaginés Hannibal. Las batallas de Cinoscéfaios (197 a.
CC.) y Pydna (168 a. C.) fueron rotundas victorias que acabaron con la “libertad” de las poleis griegas
y permitieron a Roma crear la provincia de Grecia, modelo de administracién y romanizacién de los
territorios ocupados.
Al finalizar las guerras fue necesario organizar adecuadamente el gobierno de los territorios
‘ocupados, convertidos en provincias (pro-vinci = para vencedores), y la eficiente (y pragmiética) eli-
te dirigente romana fue expandiendo Roma urbe et orbi (ciudad y mundo poblado antes ectimene),
al estructurar de hecho (como en el caso helenfstico) un conjunto de ciudades organizadas segtin el
modelo implementado por la ciudad capital (cabecera).
A partir de la conquista de gran parte del espacio mediterréneo, la politica de los romanos para
con las zonas conquistadas (provincias) determiné la designacin de pro-cdnsules (gobernadores) y
la presencia de legiones romanas para velar por la seguridad de los colonos (ex legionarios retirados)
y los funcionarios romanos establecidos en las provincias. “Para Roma la solucién més facil de este
problema (integrar los pueblos vencidos) consistfa en aceptar las cosas como estaban, sin hacer nin-
giin cambio; por eso se considers que esos paises sc hallaban todavia sujetos a la ley militar y se
enviaban anualmente allf magistrados militares. Desde este punto de vista, el territorio era, de acuer-
do con la ley piblica romana, la ‘provincia’ o ‘esfera de actividad’ del magistrado romano, cuyos
edictos definfan la relaci6n de los habitantes con el poder central de Roma. Esta tom6, simplemente,
el lugar de Cartago: el gobernador y el ejército eran romanos, mientras los nativos cultivaben sus
tierras y criaban sus ganados, pagando una parte de sus beneficios al poder soberano, representado
por el pretor y su ayudante financiero, el cuestor”!>
Una de ias razones més importantes de la eficacia del sistema consistié en que “la administra-
ign provincial romana era supervisora; la principal tarea de los procénsules y legados era mantener
Ja paz expulsando a los enemigos extranjeros y apaciguando los mayores tumultos...E1 gobernador
romano y sus satélites eran seres remotos en quienes el provinciano corriente, en todos los niveles de
la sociedad, apenas tenfa necesidad de ponerse en contacto. Mientras pagara los impuestos y no co-
metiera ningtin delito, el miembro comiin de una tribu, campesino o persona de recursos, s6lo estaba
sometido a la autoridad inmediata de su comunidad local, organizada de acuerdo con tradiciones
étnicas y culturales”!®,
Recordemos que el hombre romano era “fundador de ciudades” y, como sefialéramos en otra
oportunidad “se asomé mas allé de las siete colinas...con especial paciencia -la del agricultor que
sabe aguardar Ia hora de la cosecha~ y con particular denuedo -el del que sabe que la labor obtiene
su victoria sobre todo con el sudor del rostro— ir plantando la semilla de la Romanitas. Fundaré nuevas
ciudades, conservaré aquellas que merecen ser conservadas y eliminaré aquellas que se opongan a sa
espiritu”!?,
Con esta vasta expansiOn se inicié el proceso de romanizacién y las grandes construcciones de
caminos y acueductos actuaron como vias de penetracién de la misma,
15 Rostovtzetf, M., op. cit, P. 68.
"6 Toynbee, Amold, “El crisol del cristianismo”, en: Histora de las civilizaciones. Madrid, Alianz2-Labor, 989, t.
IV, p. 187.
17 Dj Pieto, Alfredo, en: Del Acebo. La ciudad, Bs. As., FADES, 1984.somo,
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HISTORIA INTEGRAL DE OCCIDENTE, 59
El proceso de helenizacién y romanizacién
La ocupacién de la tierra (prioritaria en un pueblo de soldados-agricultores) fue el primer paso
de la conquista; ésta fue convertida en ager publicus (tierra piiblica) y repartida entre los legionarios
veteranos, convertidos en los “misioneros” de la Romanidad (Romanitas), en la medida que “civili-
zaban” a los pueblos ocupados, mediante la difusién del latin (convertido en lengua oficial) y la
cosmovisi6n romana. Como destaca un autor “...el ejército, allf donde sus efectivos eran numero-
0s, constitu‘a el principal instrumento oficial de romanizacién, en la medida en que ‘reciclaba’ cam-
pesinos después de darles a conocer Ia cultura dominante”™
Asf como “uno de los legados més duraderos del gobierno de Roma fueron sus ciudades” y
por I6gica, la tarea fue ms fécil en las ciudades, cuyas elites dirigentes estaban prestas a adquirir los
valores, adelantos arquitect6nicos, arte y costumbres romanas por prestigio e interés (“los provincia
les se romanizaban esponténeamente"), también la difusi6n se produjo en los campos, con el apoyo
de esas mismas elites. “Los campesinos entraban en contacto con las influencias romans por medio
de los impuestos, el reclutamiento forz0s0, el dinero, los cultos, los mercados rurales, los puestos de
advanas y los soldados y funcionarios civiles itinerantes. Pero, en general, siguieron fieles a sus len-
gues vernéculas y a sus costumbres nativas’
Cabe observar que “en general la romanizacién eché rafces profundas y perdurs vinicamente en
los sitios donde una elite local abraz6 con entusiasmo la cultura romana...”2!, como a su vez fue
relativamente escasa (o tardfa) en el norte y en las restantes zonas limitrofes.
‘Como observa el historiador suizo Gonzague de Reynold, “si Roma favorece en todas partes a la
clase poseedora, si mantiene o establece por doquiera un régimen aristocritico, lo hace precisamente para
crear en toda Italia un partido pro-romano ligado a la metrpoli por intereses directos, y con cuya lealtad
poder contar. Este método seré aplicado en todo el imperio, y gracias a él muchas minorias escogidas se
salvardn a la hora de la disolucin la civilizacin podra ser trasmitida a través de ella, y Europa edificada
sobre ellas como sobre otros tantos pilotes. Salvar las elites, fue un principio romano”
La ocupacién que los romanos hicieron de Grecia y luego del resto del “mundo helenistico”, modi-
fe6 las caracteristicas de la “romanizacién' a causa de una importante labor de “helenizacién cultural”,
basada en el traslado de una importante cantidad de intelectuales griegos que pasaron al servicio de la lite
de Ia ciudad de Roma. Tal, por ejemplo, el caso de Polibio. Estos intelectuales, convertidos en maestros
(pedagogos), influyeron helenizando la primigenia cultura romana. As‘ se hizo realidad la expresi6n poé-
tica de Horacio cuando escribi6: “Grecia, la cautiva, toms a su salvaje vencedor cautivo, ¢ introdujo las
ares en el ristico Lacio”®. Roma como bien sefiala Grimal~ fue “la tiltima ciudad helenistica’™*.
Esta paideia griega fue sumamente importante. “De Cumas, por ejemplo, aprendieron los ro-
‘manos el alfabeto. Durante largo tiempo los préstamos tomados a la cultura griega no crearon, al
parecer, dificultad alguna. Pero, hacia la mitad del siglo IIa. C. los influjos ~en religién y en filoso-
fia, en el teatro y en la historiograffa— se habfan hecho tan preponderantes que algunos romanos, como
Cat6n el Viejo, protestaron larga y fuertemente”?5,
El crecimiento acelerado de la helenizacién dividi6 a los romanos en dos grupos claramente
diferenciados los seguidores de Marco Porcio Catén, defensor de un tradicionalismo representado
por Ia defensa de las mores maiorem del “soldado-agricultor” en contra de la invasiGn de las “nuevas
ideas” imperialistas y racionalistas provenientes del helenismo y defendidas por los Escipiones, agru-
pados en un verdadero “cfrculo” intelectual (ver documento 5). “Catén no podfa vencer; la ciudad-
estado romana desaparecta. La riqueza del mundo y las ideas asidticas respecto al empleo de la ri-
queza iban penetrando en Roma”®,
°S Gamnsey, Peter Saller, Richaré, Economia, sociedad y cultura, Baxeelona, Cetea, 1991, p. 227
°° Balsdon,JP.V.D., Los romanos, Madrid, Gredos, 1966. p. 209.
2 Gamsey, P~ Saller,R., op. it, p. 225.
2 taem., p. 208
2 Reynold, Gonzague de, op-cit, 1. 1V, p. 43.
2% Horacio, Epistola I
2 Grima, Pierre El helenismo y el auge de Rome, Madrid, Siglo XXI, 1972
25 Finley, Moshe, Los griegos en la antistiedad, Barcelona, Labor, i973, p. 189.
% Barrow, R., op. cit, p69.60 FLORENCIO HUBENAK
A partir del triunfo de la posicién helenistica “la romanizacién fue equivalente a helenizacin™”.
Como bien sefiala e] historiador francés Paul Veyne: “La Roma republicana, ese pueblo que habia
tenido la cultura de otro pueblo, Grecia, no habia sentido que esta cultura fuera extranjera, sino que
incluso la sentian como civilizacién sin més, asimismo, en el Imperio e incluso fuera de sus fronte-
tas, la civilizaci6n greco-romana era la civilizacién misma; uno no se romanizaba o se helenizaba,
sino que se civilizaba™,
Este proceso de inculturacién griega en el espftitu romano (que generara una tnica cosmovisién)
fue denominado por los romanos humanitas, y el pensador Marco Tulio Cicerén fue uno de sus méxi-
mos exponentes. La carta a su hermano goberador es una clara demostracién de estos valores. “El
deber de un jefe ~le dice-, es hacer que los que gobiernan sean tan felices como puedan: debe mos-
trarse leno de humanitas y no ser altanero ni cruel; con més raz6n si se tiene en cuenta que no esta
gobernando un pueblo barbaro ¢ inhumano, sino a unos griegos; que su humanidad les devuelva la
+humanitas o civilizacién de la cual ellos fueron los pioneros y que todos le deben. {EI nuevo gober-
nador no dedicé los afios de su juventud al estudio de la humanitas o la cultura? Su provincia viviré
en concordia si en cada ciudad Ia clase més elevada, la de los optimates, detenta el poder (Cicer6n,
Q. Fr. I, 1, 24-5,27-8)", No es muy distinto el retrato de gobernador que hace un siglo después
‘Técito en la biografia de su suegro (ver documento 6).
Obviamente estos valores “helenizados” fueron la base educativa solamente de una elite, pero
sta marc6 la cultura occidental, y como sefiala Barrow “...hay que recordar que los romanos $e en
contraron frente a la tarea de diseminar los conocimientos existentes, més bien que a la de ampliar-
los. Habjan emprendido la obra de civilizar el Occidente, y, para los pueblos que estaban educando,
¢sos conocimientos eran suficientes, y més que suficientes, a medida que estos pucblos se mezcla
‘ban més y mds con los bérbaros que penetraban en las provincias occidentales”®
La crisis de la Republica
La expansién produjo el enriquecimiento de un nuevo orden social: los equites (caballeros) que
se dedicaron al gran comercio mediterréneo, como también la ruina de los pequefios y medianos agri-
Cultores, que perdieron sus campos, tras sus largos servicios en las filas de las legiones militares ro-
‘manas. Ello provocé la despoblacién de los campos y los campesinos fueron reemplazados por mano
de obra esclava, més barata. Los desocupados emigraron a Roma en biisqueda de las raciones de
trigo que le permitieron mitigar el hambre. Asf lo describia Varr6n: “No hay apenas un padre de fa-
milia que, dejando 1a hoz y el arado, no se dedique a agitar las manos aplaudiendo en el teatro y en el
circo, aquellas manos que en otro tiempo estaban ocupadas en los campos y en las vifias””
De este modo, en medio de las consecuencias de las guerras, aparecfa la “cuestién social” vin-
culada a un proletariado pardsito que recorrfa las calles de Roma en busca de diversién y sustento.
Habfa que alimentarlo y divertirlo, a la vez que se descubria que era bueno para las elecciones. Esta
fue la mentada Roma del “pan y circo” que, a su vez, produjo la corrupeién y decadencia de las elites
dirigentes (ver documento 7)
Hubo algunos intentos de solucionar esta problematica, fundamentalmente a través de una serie
de medidas politicas y econémicas, como la reforma institucional tendiente a una mayor participa.
ci6n “popular” y la agraria destinada a recuperar aquellas “manos que aplaudian en el teatro” para el
trabajo productivo, intentando reconstruir el campesinado medio.
Los hermanos Tiberio y Cayo Graco fueron los més destacados entre quienes pretendieron al-
canzar dicho fin. Las presiones de ambos en torno al reparto de tierras chocaron con una fuerte opo-
sicién “senatorial”, que culmin6 con la muerte de Tiberio (133 a. C.) y de Cayo (121 a. C.), a manos
de sus enemigos. “Hasta entonces, la politica doméstica de Roma habia sido llevada de modo cons.
titucional durante unos 230 afios: la sangre de Tiberio (Graco) fue la primera vertida en la arena po-
Utica romana en este perfodo de casi un cuarto de milenio, Este asesinato de un funcionario public
2 Toynbee, A., op. cit, p. 225.
* Veyne, Paul, “Humanitas, 1s romanos y los demés", en: Giardina, Andrea, hombre romano, Madrid, Alianca,
1991. p18.
® Veyne, P. op. cit. p. 416.
Barrow, R., op. cit, p. 141.jn?
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HISTORIA INTEGRAL DE OCCIDENTE 61
romano por miembros del cuerpo gobernante del Estado, conden6 al organismo politico de Roma a
un siglo de revolucién erénica y de guerra civil intermitente">!,
La imposibilidad de terminar con las Iuchas sociales Ilev6 a las guerras civiles, cuando la fuer-
za militar fue empleada a favor de las partes en que se dividia la elite romana,
En una primera ocasién se enfrentaron el “populista” Cayo Mario con el “aristocrético” Lucio
Cornelio Sila (100 a. C.~78 a. C.). Mario habia logrado ~para detener Ia presi6n germana— una re-
forma militar que le permitia contrarrestar la merma de efectivos militares (tras la ruina de los cam-
ppesinos) con una leva voluntaria de libertos y propietarios que pelearfan por el botin que obtuviera
su comandante en cada guerra exterior. Esta medida sepult6 la tradicional mentalidad del “soldado-
agriculcor”. Sila, en cambio, combatié por restaurar las antiguas prerrogativas del Senado en desme-
dro de las conquistas de la plebe, implementando como mecanismo de solucién una dictadura perpe-
tua, que logré le fuera concedida.
Mis tarde una nueva lucha enfrent6 a Cneo Pompeyo con Cayo Julio César (78 a. C. - 44a.
C.), Pompeyo, nuevo del “orden senatorial” busc6, en medio de las intrigas de la época, rescatar los
antiguos valores republicanos y una renovacién que acercara a los romanos a soluciones de tipo
personalista, de claro origen helenfstico. Entretanto, Marco Tulio Cicerén, el ya citado tedrico poli-
tico, predicaba en sus escritos puiblicos de aquellos afios (como la Repiiblica, las Leyes, y los discur-
sos Pro Marcelo o las Catilinarias) la necesidad de una concordia ordinum (armonia de los 6rdenes
ecuestre y senatorial) con el fin de alcanzar la tan ansiada estabilidad social. (ver documento 8) y un
poder consular que anticipaba el Principado de Augusto.
Alrededor del afio 60 a. C. los tres politicos mas encumbrados de cada uno de los “érdenes”
firmaron un acuerdo para garantizar la gobernabilidad de la Repiblica, conocido como el “primer
ttiuavirato”. Pompeyo (del orden senatorial), Craso (del orden ecuestre) y César (de los “populis-
tas”), lograron la concordia, por via de un acuerdo, en el cual se asignaron cargos pablicos y campa-
fias militares que les permitieran el encumbramiento politico. De este modo Julio César logré con-
4quistar las Galias (59 a. C. ~ 49 a, C.) y un contingente militar que le fuera adicto para la toma del,
poder en Roma, Su labor allf fue narrada por él mismo en su célebre Comentarios de la guerra de las
Galias
El historiador aleman Jules Koch destaca la importancia de este acontecimiento en estos térmi-
nos: “Nunca fue romanizado tan répidamente un pafs (incorporando un territorio dos veces mayor
que la propia peninsula itélica)... En la historia universal la adquisiciGn de las Galias revisti6 impor-
tancia singular por constituir un dique que impedia la invasién del Imperio romano por los germanos,
capaces entonces de derribar de un golpe la cultura cldsica romana, pero no de asimilarla”?.
Cuando en el afio 49 a. C. el Senado designé a Pompeyo “cénsul sin colega”, para defender sus
ideales ~e intereses- republicanos, César reaccioné “‘cruzando” el r{o Rubicén y ocupando Roma
por la fuerza militar. Ya en el poder intent6 imponer su solucién a la crisis: la monarquia helenistica.
Cinco afios después, con motivo de su intento de proclamacién como rex, un grupo de republicanos
liderados por Casio y Bruro, lo asesinaron los idus de marzo (15 de marzo del 44 a. C.), a los pies de
la estatua de Pompeyo, en el Senado romano.
La iltima “guerra civil” enfrento a Marco Antonio ~jefe de la caballeria de César con Cayo
Julio César Octaviano. Ambos representaban mentalidades diferentes. Marco Antonio planeaba co-
ronarse rey (particularmente luego de su relacién con Cleopatra VII, reina de Egipto); Octaviano, en
cambio, buscaba afirmar una estructura politica que le permitiera dominar Roma, pero a partir del
resguardo de los valotes y tradiciones ancestrales de los romanos.
Elssiglo de Augusto: culto al Estado y plan politico
‘Luego de su victoria naval en Actium (31 a. C.), Octaviano se dedicé a reorganizar los cuerpos
de la Repablica romana al acentuar, segiin el esquema de César, la participacién del “circulo de los
provinciales” e implement6 su propia solucién: el Principado 0 el gobierno del primer ciudadano,
or el cual conservaba el sistema republicano de las magistraturas, pero transformédndolas en vitali-
3! Toynbee, A., op. cit, p. 68.
8 Koch, J, Historia de Roma, Barcelona, Labor, 1950, p. 149,62 FLORENCIO HUBERAK
ccias y unipersonales. EI sistema era una “monarqufa de hecho”, pero con una cubierta republicana: la
Res-publica restituta, Se trataba de una res-publica ditigida por una autoridad militar (el imperator).
El mismo aclaraba su objetivo: “asf me sea Iicito poner sus bases a la cosa piblica, sana y salva y
recoger de esta empresa el fruto a que aspiro, es decir, ser llamado creador del estado ptimo y levar-
me conmigo al morir la esperanza de que permanecerdn radicados en forma estable los fundamentos
estatales que yo habré echado"™, Asf, en el 27 a. C. devolvi6 al Senado todos los poderes recibidos,
afirmando que habfa acabado con la anarqufa que devorara a Roma durante un siglo y permitido el
libre juego de las instituciones. El Senado, temeroso de un regreso a las guerras civiles, se negé a
acepiar su renuncia y le otorgé el titulo de Augustus que significa elegido de los dioses, con plenos
poderes para nombrar la mitad del Senado y proponer los funcionarios pOblicos que éste designaba,
El mismo Augusto refiere este hecho en sus memorias expresando: “En mis consulados VI y VIL, des-
pués de haber apagado las llamas de la guerra civil y de haberme encargado de la direcci6n de los
asuntos por consentimiento universal, transfert la Reptblica de mi propio poder a la voluntad del Se-
nado y del pueblo de Roma. Por este servicio recibf por decreto del Senado el nombre de Augusto”.
En el aspecto préctico Ilev6 a cabo una importante tarea de reconstrucci6n urbana, que se eviden-
‘ci6 en el aspecto arquitect6nico con la construccién de una serie de nuevas carreteras, acueductos y
puentes en todo el Imperio y en las grandes reformas edilicias realizadas en la propia Roma con él
tesoro egipcio. Por algo Suetonio dijo de él que “recibi6 la ciudad de ladrillos y la dejé de mérmol"35.
“La ingenieria romana también alcanz6 algunos notables triunfos. Se abastecié a la ciudad con agua
desde catorce acueductos, que Ilevaban el agua por conductos de piedra sobre y bajo la tierra. Se
construyeron inmensos embalses y desagties y el alcantarillado se acondicion6 sorprendentemente
bien. La construcci6n romana refleja él empefio romano en la organizacién, riqueza y éxito material
en general”,
‘Asimismo respecto a la expansién “...en la Europa septentrional, las campafias de Julio César
en la Galia (58-50 a. C.) habfan afladido la regi6n del norte de Francia ... Augusto completé el pro-
ceso anexando los territorios alpinos y balcénicos hasta el Danubio y el mar Negro (19. C.)... Des-
ppués de la época de gran expansién quedaba por organizar el gobierno general y la defensa de e505
territorios”
Pero indudablemente el regreso a la Roma tradicional, eminentemente agraria y sobre funda-
‘mentos religiosos relacionados con el culto a los antepasados, fue su tarea mds destacada, ya que
pretendi6 devolverle la raz6n de su existencia y los valores del soldado-agricultor. Para lograrlo con-
Virti6 el culto privado en un culto piblico, mediante el cual todo ciudadano debia reverenciar la ima-
gen de su emperador, que representaba al estado romano, o sea, que cada romano al encender incien-
so ante la Ilama que ardia eternamente frente a la imagen del emperador, estaba rindiendo culto ala
Roma eterna (ver documento 9) de ta cual 1 formaba parte. Ello sin perjuicio de “‘helenizar” a las
divinidades* y aceptar de este modo (y de manera definitiva) las creencias, los valores y las costum-
bres griegas (paideia) como parte de ia Romanitas.
Este culto a la Roma eterna, simbolizado en la persona del mandatario de turno, culminé con la
apotheosis de Augusto; celebrado en vida como el restaurador de la grandeza romana. De él dijo
Virgilio: “Este es el hombre, éste es el siempre prometido Augusto, el vastago celestial, fundador del
tiempo final”. De este modo “...volvi6 por tanto a encontrar su pasado, actualizandolo y por decir-
loasi, abriéndolo hacia el siglo de la esperanza que prometfan los ordculos, que la especulacién etrusca
consideraba anunciado por el cometa del affo 44 y que instauraban oficialmente 1os Juegos Seculares
del 17",
Para propagar esta labor politico-cultural Augusto se rode6 de una serie de poetas y escritores
de primera linea, los cuales, nucleados por su amigo Mecenas, colaboraron en cantar las grandezas
% suetonio, Los Doce Césares. Augusto, 28-2
34 Res Gestce Divi Augusti, 34.
38 Suetonio, op. ct.
3 Hayes-Cole-Baldwin, Historia General de fa Civilicacién Occidental, Madrid, Rialp, 1967, 1, p. 73.
37 Toynbee, A., op. cit, IV, p. 187/8,
38 Cfr. Bavet, Jean, La religiGn romana, Historia politica y psicoldgica, Madrid, Cristiandad, 1984, p. 200.
» Eneida, V1.
4 Bayet, J. op. cit, p. 199.va: la
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vay
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ac analaaaanmaRaNasass
HISTORIA INTEGRAL DE OCCIDENTE 63
de Roma y el regreso a la naturaleza, en el esquema tradicional que Augusto habia reimplantado.
Entre ellos sobresalieron -y caracterizan el siglo de Augusto~ Varrén, autor de un célebre tratado
De Agricultura, Virgilio, compositor de las Bucélicas y las Gedrgicas, donde alababa la vida campe-
sina y pastoril, y fundamentalmente la Eneida, poema épico en que describfa la grandeza de los ori-
genes de Roma relacionéndola con el héroe troyano Eneas (ver documento 10). Partiendo de esta
leyenda el historiador Tito Livio eseribié Ad urbe condita't, el primer texto de historia oficial roma-
na, Sobresalieron ademés Ovidio, quien escribié el Arte de amar y los Fastos y Horacio, que fue el
autor de una serie de Odas (ver documento 11), inclusive una dedicada al propio Augusto.
A partir de este “...los romanos ilustrados reconocieron de forma progresiva la superioridad de
lacultura griega, a la vez que familias aristocréticas de Roma y Grecia forjaban vinculos de interés
mutuo. El objetivo y el logro de Augusto consistieron en fomentar Ia dependencia mutua de romanos
y griegos y, de esta manera, afianzar el imperio y ampliar su base. En esta tarea le ayudaron hombres
Ge letras de las partes del imperio donde se hablaba griego”"
La cultura se desarrollé con mayor brillo en las grandes “villas senatoriales” del interior y en
plena crisis de decadencia; “...cuando las ciudades amenazadas por los invasores debieron encerrar-
se en estrechas murallas, los dominios rurales continuaron durante largo tiempo abrigando los teso-
ros més preciosos de la Romanidad™?.
Desde esa época queds establecido en todas las fronteras del extenso imperio el orden romano,
orden indestructible y por el cual velaban todos los romanos con verdadero celo, pues todos ellos
formaban parte de la Romanidad asf establecida. Y a partir de entonces desde la “Roma eterna” urbi
et orbi (de la ciudad al mundo), el imperator romano aseguraba a todo el Imperio las ventajas del
orden romano y Ia libertad que dentro de este orden reinaba, Plinio el viejo destacaba la “inconmen-
surable majestad de la paz romana™ y el judio helenizado Fil6n escribi6 que “ ...ha helenizado a
los barbaros en las regiones donde era necesario hacerlo, y ha agrandado Grecia con muchas nuevas
Grecias”
Todavia medio siglo més tarde Elio Aristides cantaba las loas a la Roma imperial‘ (ver docu-
mento 12). Roma era la patria de todos (communis patria).
El brillo del “siglo de Augusto” casi desaparecié con éste y un contemporéneo nos narra la re~
acci6n que produjo su muerte: “...e1 temor que sinti6 entonces la gente, la trepidacién del Senado, la
consternacién del pueblo, el espanto de la ciudad, el limite sutil al que habiamos legado entre la
seguridad y la ruina, no tengo tiempo, dada la premura, de expresarlo, y tampoco lo puede expresar
el que lo tiene”,
Mientras en Roma Octaviano (el Augusto) ratificaba el orden romano en todo el Imperio y pro-
clamaba la pax augusiea, en Palestinat® -territorio ocupado por los romanos—nacta Jestis de Nazareth.
Pero ésta es otra historia,
Apéndice documental
Documento 1
“EI hermano de Numitor habia sufrido ya su castigo, y todo aquel pueblo de pastores estaba bajo la égi-
da de tos dos jefes gemelos; ambos estén de acuerdo en reimic a aquellos campesinos y levantar las murals
de una ciudad. La dada esté en quién de los dos levantafa esas murallas. "No hay necesidad de ciseuir -