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PREFACIO| ‘Tal vee no podamos hablar, en Ia actualidad, de una cr de tas cen sims humana, pezo si, en todo eas0, de un periodo de confusién. Entre fi- Ci pat siglo 2ux y princpios del x, naceron toda wns See ‘de nuevas es ot ende el psicoandlsis a ln cibernética; todo un coal te de pers: prectivas —o, si se ptfiee, de nuevos puntos de vista — fue preparado Ira abordar fos atiguos problemas. Actualmente, ett nuevas ciencias © va Spantos de vista inéditos chocan, intentan comunteste 2 llegar 3 cos ar téonicas de colaboracion feunda, y forpemenss oe) de descu- fir posibilidades de sintesis. Se hubla de plus sciplinaridad, sin darse a poe que la pluridsciplinaridad, si no descanse en une cxftica previa “ieee postulados y de los métodos de las dsciplinas ae Se quieren unit, wk lace a aumentar el desorden en vez de creat un, Wes orden, Tio cota atmésfera de confusién, de uniones de felicidad efimera, 0 de timmonios seguidos de desilusiones, entre clencas y persfesh tt veces miavumente complementarias, y a menudo también contradictorias, que ct cicritya el clima de nuestra época, Deverens ha trabajado, desbrozando, vetend, entre las disciplinas que domineba, puertss y ven (cuidando srtmapre de no abt Ins puertas que diesen al vaco de pintar falsas ven- sfempisMgoncde no fuese posible introduc las verdaders?) desprendiendo were sus experiencia, de sus mélsiples investigncions® (desde Tas realiza- tnt Tos sedang rmoi del, Vietnam hasta las salads sobre los mohave es eoPretados Unidos y con los neurdticos que ee ban ‘tumbado en su di- ‘tin de psicoanalista), una en ‘el pensamiento cientifico actual el sentido de intercultural, propone ahora el término «metacultural», En este punto el psiquiatra se une a una de las conclusiones de Ja antropologia aplicada norteamericana: que para cambiar una cultura, en la via del «progreso» econmico 0 social, no es necesario conocer a fondo (lo que es por otra parte imposible) la cultura de la socie- dad del pueblo donde se trabaja, sino que Jo necesatio s conocer Ja teor‘a zeneral de Ja Cultura, De la misma manera, Devereux pide a los psiquiatras que partan de la cultura en tanto que experiencia vivida, en tanto que for ma como los individuos viven su cultura; poco importa que la cultura de estos individuos presente tal o cual item, lo importante radica en que los neuréticos y los psicéticos reinterpreten o desculturalicen ftems culturales cn relacién con sus conflictos o sus delitios personales. Sin embargo, esta uniformidad de la Cultura (més alld de las estructuras 6 los modos de intet-organizacién de los ftems, variables de una etnia a fotra) en tanto que separada de la Naturaleza, y en tanto que mundo de instituciones vividas por los individuos, va a la par, para nuestro autor, ccon Ja uniformidad de Ia naturaleza humana, De esta forma Iegemos, més allé de la etnopsiquiatrfa y su préctica terapéutica, a una segunda esfera de la pludisciplinaridad, més importante todavia desde el punto de vista tebrico, y que por consiguiente debe retenemos més: a la de las relaciones entre el psicoanilisis, Ia etnologia y Ja historia. También aqut, el investiga- dor corre el riesgo de caer en trampas, en particular en las del cultusalismo. El esfuerzo de Devereux —al introducitse en 1a via trazada por G. Ré- hheim— consistind en denunciarlas y evitarlas; ya que, para él, todo hom- bre, cualquiera que sea sv etaia, «funciona en tanto que creador, criatura, manipulador y mediador de cultura, en todo lugar y de Ja misma forma». Devereux es discipulo de Freud, En verdad, no accpta lo que acertada: ‘mente ha sido llamado «la novela de Freud», es decir, Totere y tabi, Junto con Réheim cree que el etnélogo (0 el historiador) que practica el psico- andlisis debe sustituir el punto de vista flogénico por el punto de vista ‘ontogénico. Sin embargo, dicho esto, el complejo de Edipo tiene un valor ‘universal, estd unido a la existencia de Ja propia Culture, considerada como forma del comportamiento caracterfstico del Homo sapiens. Es falso, pot tanto, considerarlo como un producto de la familia burguesa vienesa, no generalizable a otras sociedades. Contra Malinowski y contra los cultura- Iistas que quieren relativizar los complejos, es preciso defender con enet- gfa Ia tesis de 1a unidad psiquica de 1a humanidad; pues de lo contratio, el psicoanalista no podrfa proponer una interpretacién vilida de la cultura Tal vez Freud Hlegé a su teorfa de In neurosis a partir de la sociedad en 2B que vivia (le Viena imperial); sin embargo, las conchusiones que sacé de sux anslisis son aplicables de forma universal, y esta universalidad se basa, precisamente, en esta doble universalidad de Ix que scabamos de hablar, Iw de In Cultura y Ie de Ja naturaleza humana, hasta el punto que si se le. ‘yuntase un inventario exhaustivo de todos los tipos conocides de compor- ‘niniento cultural, esta lista coincidiria punto por punto con la lista igual- ‘mente completa de las pulsiones, deseos o fantasmas, obtenida por el psico- aalista (117), Sin embargo, tan sélo el etnélogo estudia la Cultura, y no hay més culturas que as presentes. La Historia nos permite remontar hacia las culturas pasadas, a menudo totalmente muettas, pero que —-dado que son cultures — presentan las mismas caracteristcas y obedecen a las mismas leyes generales que las de la Culture (con mayiiscula). Desd® este momento es posible psicoanalizar los textos histéricos que son los testimonios presen- tes de las civilizaciones desaparecidas. Es curioso notar que hasta ahora los picoenulistes apenas se han dedicado a este trabajo. Libros como el del doctor Laforgue sobre Talleyrand son més bien raros. Y los que han de- judo sitio a Ja historia en sus obras, al igual que Fromm, han vinculado es- trechamente el marxismo al freudismo, como si el freudismo por st solo fuese incapaz de dar cuenta de lo diacrénico. Sin duda, algunos estudiosos hhan reclamado esta generalizacién del andlisis con respecto al campo de la historia; recuerdo una llamada hecha en este sentido por una revista ame- rican de psicoandlisis, no obstante me parece que la Hamada no fue ofda, parte de algunos articulos sobre las mitologias azteca o maya. Debemos, pues, alegrarnos de que Devereux, que cs un admirable helenista, haya empeaado descle hace algunos afios la exploracién de la civilizacidn griega arctica; por otra parte, los primeros trabajos que ha publicado en este campo son garantia de la fecundidad de sus investigaciones (139) Dicho esto, debemos precisar algunos de los mds importantes puntos dle Ia obra de Devereux en su interpretacién psicoanalitica de los datos de Ii einologia o de la historia, De Ia ensefianza de Freud, los culturalistas ban recogido sobre todo la importancia de los primeros afios del pura Ia formacién de la personalidad del adulto. A partir de ahi, se dedica- rom, en particular, a describir ampliamente la primera educacién, el destete 1 Ia discipline anal; no debemos lamentamos por ello, pues la antigua etno- logta s6lo se interesaba por los adultos y, gracias ‘a la escuela llamada cultura y personalidad», poseemos en la actualided un conjunto de datos, Teapecto i algunas etnias, del mayor interés. No obstante — y aqui es don. dle we separa Devereux de Réheim — si nos limitamos a obsetvar minucio- sumente toclos los cuididos procligados sl nifio, permaneceremos en el pe- Hlodo preedtpico, mienitns gue — como demostré Freud — el perfodo 14 edipico es el crucial, y es el que debe ccupar el lugar central junto con la pubertad que Je sigue. Con mayor motivo, tampoco encontraremos en De- vereux la distincién de Kardiner entre instituciones primarias c institucio- nes secundarias; pues, lo importante no es tal 0 cual rasgo cultural (varia- ble segén las etnias y en una misma etnie segsin los sectores de Ia pobla- in), que nos obliga a permanecer en lo tribal, sino el ethos de la cultura. La edueacién del nifio depende de este ethos y no de las téenicas particula- res utilizadas por sus padres; las minucias de los culturalistas, dice Deve- reux en una frase contundente, son «los drboles que ocultan el bos- ‘quer (103). ‘Puesto que el complejo de Edipo es central, tanto para el etndlogo como para el historiador, debemos detenernos algo en él, ya que la obra de De- vereux nos da perspectivas muy personales de este complejo. En primer lugar, en su critica a Malinowski, la idea del «Edipo invertidov. Después de haber sefialado que !a critica de Malinowski no destruye Ia universalidad del complejo de Edipo, sino que tan sélo muestra que el tridngulo edipico no tiene por qué ser necesaciamente el padre, la madre y el nifio biolégico, pues el padre puede estar reemplazado en una sociedad matrilineal por el hermano de la madre, aijade que, pata los indios de las lanuras, la lucha de niifio contra la madre frustradora determina en los adultos la hostilidad de los machos contra las hembras; al contrario, la hostilidad contra los hombres esté institucionalizada y ‘consiste en competiciones para lograt trofeos y honores; sin duda la hostilidad esté arraigada, en el origen, en el odio hacia el padre, pero este odio le est subordinado; la hostilidad esté dirigida contra la madze, y si el complejo de Edipo existe, existe bajo una forma invertida (103). Aqut radica un primer punto que merece nuestra atencidn: aunque el complejo de Edipo es universal, ya que siempre y en todo lugar lo encontramos, puede revestir diferentes formas. El segundo punto, todavia més significativo, radica en la anterioridad de las actitudes contta-edipicas de los padres en relacién a las actitudes edipicas del nifio, cuyo desencadenamiento provocan, En este volumen encontraremos una observaci6n anéloga tespecto a las pulsiones canibalistices infantiles (cap- tulo V), las cuales son postetiores a las pulsiones canibalisticas de los pa- dies, y en particular de la madre. El complejo de Edipo no puede com- prenderse partiendo tan sélo de Ja libido infantil. Es preciso situarlo en Ia ialéctica de les relaciones padreshijos, y creemos que esto es de una importancia capital, Llegados a este punto aprehendemos mejor cudles son los lazos entre Ja antropologia (tanto si es einolégica como histérica) y el psicoandlisis, Se basan en Ia doble uniformidad de la Cultura y Ja naturaleza humana. Sin embargo, tengamos cuidado, pues el término naturaleza humana puede 15 set ambiguo si a continuacién no afiadimos: en la medida que no es nues- tra naturaleza animal. Por esta razén, Devereux emplea a menudo, para evitar toda confusién, Ja exptesién Homo sapiens. El psicoandlisis no ut Jiza los datos fisiolégicos 0 zool6gicos, aprehende al hombre en su. especi ficidad humana ya que, si el complejo de Edipo es central, es la expresién del advenimicnto del hombre en tanto que ser de cultura; pues el animal ignora el incesto. Con este advenimiento de la Cultura, manifestaciones pulsionales biolégicas, como el hambre o Ja sexualidad, que son rigidas ¢ instintivas, son reemplazadas por comportamientos més flexibles, adap- tados al contexto de la situacién y del fin perseguido. Por lo cual, los niios anormales, cualesquiera que sean sus etnias de origen, se parecen mds entre si, dado que regresan a io bioldgico, que los nifios normales. Bajo otro aspecto, encontramos aqui ideas en el fondo parecidas —- aunque de con- cepeién independiente— a las de LéviStrauss en sus Structures éémen- taires de la parenté, El complejo de Edipo es la placa cambiante que nos permite pasar de la naturaleza a la cultura y que por consiguiente explica ‘por qué, en vez de oponerse, encontramos los mismos items culeurales, tan to si procedemos desde el interior —a través del psicoandlisis —, como si procedemos desde el exterior — a través de la observacién de los compor- tamientos culturales o a través de Ia Iectura de los texios histéticos. No obstante, pongémonos en guardia. Acabamos de hablar del «inte- riot» y del «exterior». ¢Podemos tomar sitmulténeamente estos dos cami- nos? La investigacién pluridisciplinar, como hemos dejado entrever al prin- cipio de estas paginas de introduccidn, postula una légica previa; incluso podrfamos decir una ética, en 1a medida que las reglas de la Iigica son tam- bign, para el investigador, las normas de su honestidad intelectual. De esta forma, nos vemos conducidos, para concluir, a examinar esta parte de la ‘obta de Devereux que ereemos la menos conocida, al menos para el lector francés, y que de buena gana designaria con el término de epistemologia de la pluridisciplinaridad (92, 134, 144, 148). Se tiene tendencia a considerar que la pluridisciplinaridad obedece siem- pte al mismo esquema, cualesguiera que sean Jas ciencias relacionadas, y ‘que siempre consiste en realizar un discurso coherente con los trozos toma- clos a las diversas disciplinas. Lo cual a veces es cierto, pero no siempre. En el caso de Ja etnopsiquiairia, Ia adicionalidad — si se me permite este bar- batismo — es posible, pues la neurosis y la psicosis desnaturalizan los {tems de la cultura y sélo pueden ser comprendidos si se les sitia en sus cuadros catturales. Lo que Devereux Hama desérdenes tipo son las enfermedades paicolégicas propias a tal o cual tipo de sociedad. Por ejemplo, en la Gesell- schaft, el hombre al encontrarse aislado corre el riesgo sobre todo de vol- verse esquizofrénico; en la Gemeinschaft, en la que esté obligudo a Ia socia- 16 bilidad, corre el riesgo, por el contrario, de volverse histético. Por ello, Jos datos de la etnologta y los de la psiquiatsia pueden —e incluso deben — adicionarse para constituir un solo discurso. Sin embargo, no ocutre 10 mismo con las relaciones entre el psicoanilisis y la antropologia cultural; estas dos ciencias son complementarias, pero no pueden adicionarse; entre Ja comprensién etnolégica y Ia comprensién psicoanalitica del comporta- miento humano (92, ete.) se produce una relacién de indeterminacién del tipo de la de Heisenberg-Bohr; en Francia, y para otros campos, el llorado G. Garvitch habia llegado a andlogas conclusiones. El procedimiento de observacién cambia los acontecimientos observados, Otros esquemas de plu- ridisciplinatided, al igual que la adicionalidad y Ja complementatiedad, son todavia posibles; hemos dado un ejemplo de ello a propésito de la psiquia- tifa social: transformar los datos de cada ciencia en variables» de una si tuaciéa total y establecer el sistema de variaciones en este todo, es decir, pasar de un discurso coherente de palabras a un modelo mateméico, EI reconocimiento de Ja implicacién del observador en el interior del sujeto observado es manifiesto desde Marx y Mannheim, y desde la funda- cidn de una sociologia del conocimiento, Sin embargo, esta sociologia del ‘conccimiento, al poner en primer plano fos intereses en cierta manera ma- teriales de Ia clase 0 de la nacién a las que pertenecia el observador, per manecia en el preconsciente, mientras que Devereux, psicoanalista, descen- deta hasta el inconsciente. El sabio se quiere objetivo y el no poder alcanzar |a objetividad le deja ansioso; en una resolucién dramétice, trata de supri- inirse pata set teemplazado por méquinas; pero sélo se produce desplaza- miento cuando el focus de la separacién entre el sujeto y el objeto est situado después, en la interpretacién de los datos aportados por la mé guina, en lugar de situatlo antes, en Ia observacién empirica. Personalmen- te, todavia itfa més lejos, pues no se experimenta con lo real a través de los instrumentos, se expetimenta a través de la teorfa del instrumento; y esta teorfa es una construccién de Ia mente humana (148). Por su parte, De- vereux muestra la importancia de todos los mecanismos de compensaciéa (hasta 1a ansiedad primordial del investigador), algunos conscientes, otros inconscientes, como los mecanismos de defense, las omisiones en la des- ctipciéa de una cultura, la proyeccién de los fantasmas del observador en el objeto observado, etc. Ha sacado a luz el proceso de Ia contra-transfe- rencia, tanto en Ia etnologia como en el psicoanilisis, tanto en le desctip- cién de Jas culturas como en las conclusiones de la’ psicologfa profunda Limitindonos a nuestro propio campo, el de la etnologia, es evidente que titos, como los de la circuncisién, o costumbres, como la del abandono de Jos viejos, recuerdan peligros 0 deseos reprimidos de la primera infancia, del etnégrafo de campo, ofreciéndole el espectéculo de un material que él 7 mismo ha rechazado en el inconsciente. Es imposible sefialar aqui todas las fuentes de distorsién que Devereux acosa incanseblemente, A modo de ejemplo citaremos tinicamente el proceso de sublimacién versus mecanis: mos de defensa: cuanto més las tendencias neuréticas del observador ties dan a distorsionar la realidad, més pénico sentird ante los hechos que secoja ¥y mis tendencia tendré a recurrir a la légice formal 0 a las teorlas rigidas, on el fin de quitar a estos hechos su fuerza traumatizante, escondiéndolos bajo un caparazén de conceptos féciles. De esta manera, encontramos otto ‘emodelo» de pluridisciplinaridad, que se sitéa en un lugar anterior al de Ja ciencia en construccién: en la epistemologta, donde ademés la etnologia y el psicoanélisis se complementan en tanto que se cortigen mutus- ‘mente (148). 5 Pues, lo que acabamos de decir, sobre la implicacién del observador en Jo observado, Jo alcanzamos a través de los métodos del psicoandlisis, al aplicar estos métodos a un mejor conocimiento del observador, para juzgar cl grado de validez de sus observaciones. Pero reciprocamente, la etnologia también puede corregir los peligros de un psicoandlisis demasiado apresu- rado 0 ingenuamente «imperilistay: en cada cultura la sociedad concede tun cietto status al antropélogo que se acerca a ella, el de hermano por alianza, el de pariente de las bromas, el de distribuidot de regalos; el antzo pblogo dificilmente escapa a ello y esta incapacidad es comparable a la del tnalista cuando el analizado lo utiliza para que represente el papel com- plementario que desea en el interior de la pareja terapeuta-paciente, Por Tunto, quien entonces s6lo vea al antropélogo, verd el conjunto de la cultu- sm que estudia vinicamente a través de la perspective que le asigna el grupo fen su estructura social, y por consiguiente, si quiere sacar de su observa- ‘ci6n en un solo sector de la cultura, éste en el que la comunidad indigena fo ha colocado, una interpretacién psicoanalitica de la sociedad global, se trtiesga @ cometer graves exrores, Devereux presenta el ejemplo de Réheim ‘que dio dos interpretaciones diferentes de dos culturas, no porque esas ccilturas fuesen en efecto diferentes, sino porque los indigenas de una y otra Je habfan atribuido, en sus comunidades, un status social diferen- te (148). Gracias a esta complementaridad, el investigador puede superar, n0 cibstant, Ja subjetividad inherente a toda observacién e incluso puede con- vertir Jn adistorsién» que hace suftir a Io real, en la medida en que se da cuenta de ella en tanto que etndlogo y en tanto que andlista, en el «ca inino real hacia una objetivided auténtica y no ficticia». Si las resistencias, ly contractransferencias, los mecanismos de defensa contra la intrusién de Jos fantasmas provocades por el espectéculo de las costumbres de los ind fenas son una fuente de error cuando cl observador no ha tomada con 18

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