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ESTRÉS DOCENTE

Estrés docente: un hecho que a casi nadie


parece importar
25 enero, 2016
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8 minutos de lectura

Mel ElicesMelElicesAgudo
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Desgraciadamente, cada vez más docentes sienten en su trabajo ese malestar
personal, esa sensación de no servir para nada, de que su esfuerzo no es
reconocido como debería serlo, y que en muchas ocasiones se le exige hacer
cosas que no son ni mucho menos de su competencia. Además, muchos de
ellos tienen que soportar y aguantar escenarios de presiones y reuniones con
familias poco respetuosas y maleducadas. Vamos que no creen que el estrés
docente exista.

Contenidos [esconder]
 1 Estrés docente: ¿dónde, cuándo?
 2 ¿Quién se encarga del bienestar docente?
o 2.1 Muchos alumnos para un único profesor
o 2.2 Lo que se aprende en la universidad, está lejos de ser práctico
o 2.3 Seamos sinceros; no todos los alumnos tienen ganas de aprender
o 2.4 Sí, hay familias que insultan a los docentes. Y no sólo en una ocasión
o 2.5 Los futbolistas son más importantes que los profesores
 3 ¿Los docentes pueden hacer algo para no sufrir estrés?
 4 Dar más importancia la formación del profesorado
 5 Y en cuanto a la sociedad…

Estrés docente: ¿dónde, cuándo?


Igualmente, se puede dar el caso de que algunos de ellos no tengan buenas
relaciones con los demás compañeros del centro y que se sientan desplazados
del grupo. Si al tiempo que dedica el docente a estar en clase, le sumamos el
que invierte en corregir exámenes, trabajos, actividades y preparar las clases
de toda la semana, podríamos decir perfectamente, que es un trabajo que
genera un estrés elevado. Y sí, así es, pero a la mayoría de las personas parece
no importarle.

Me parece a mí que todavía se cree en el rol de los maestros de las


civilizaciones clásicas: ese rol que definía al docente como un “semidios”,
que todo lo sabía, que sabía darle explicaciones a casi todas las cosas, y uno
de los seres más sabios e inteligentes del lugar. Así pues, se defendía que los
profesores podían con todo y que en ningún momento podrían necesitar
ayuda de vez en cuando. Esa creencia era absurda hace décadas y lo sigue
siendo ahora.

Los docentes son personas de carne hueso (oh, qué gran sorpresa), que
sienten y padecen. Y que en más casos de los que les gustarían, sufren un
malestar que posiblemente no sepan explicar. Ese malestar, no provoca
únicamente estrés (que ya es suficiente), sino que puede desembocar en
fatigas, excesivo cansancio, dolores musculares, dolor de huesos, de cabeza,
problemas al conciliar el sueño, en la alimentación, en sus relaciones
personales e incluso en una depresión laboral.
¿Quién se encarga del bienestar docente?
Estas situaciones, como os podéis imaginar no han suscitado demasiada
importancia en los medios. Ni siquiera en los centros educativos. Son muy
pocos colegios o institutos los que hacen algo para evitar lo anteriormente
citado. La mayoría de programas, de actividades, de reuniones son en
referencia a los alumnos, y eso está bien. ¿Pero quién “cuida” a los docentes?
¿Quién se encarga de su bienestar en el trabajo?

Sí, la respuesta más sencilla es que ellos mismos. Pero es que ellos mismos,
en muchas ocasiones se sienten tan agotados y menospreciados que no tienen
ni ánimos para motivarse por sí solos. Muchos, por ejemplo, no han
desarrollado habilidades para enfrentarse a estos conflictos, o no están
preparados para una situación concreta. Algunos, se implican demasiado con
los alumnos y les termina afectando también a ellos.

Desgraciadamente, más personas de las que me gustaría, se estarán


preguntando: “estrés docente, ¿es eso posible?”. Parece ser que algún sector
de la sociedad española, todavía no se ha dado cuenta que el personal
educativo es uno de los peores reconocidos y tratadas desde hace algunos
años. ¿Qué puede provocar entonces ese estrés docente y ese malestar? A mí
se me ocurren un montón de cosas a exponer:

Muchos alumnos para un único profesor

pues sí, en muchas ocasiones, hay aulas compuestas por 30 alumnos para un
único docente. ¿Es eso normal? No, por supuesto que no. Habitualmente, el
maestro o profesor se encuentra sólo en clase. Tiene que enfrentarse a
estudiantes diferentes, con distintas habilidades y capacidades, con ritmos de
aprendizaje muy dispares, y con un sin fin de intereses.

Cada día, tiene que adaptar sus clases, tiene que centrarse en todos los
alumnos y dejar a un lado esa atención personalizada e individualizada que
muchos centros dicen tener y muchos padres quieren que se de. ¿Pero cómo
se va a llevar a cabo ese deseo? Para llegar a esa cumbre, haría falta por lo
menos tener a tres docentes por aula todos y cada uno de los días. ¿Estarían
dispuestas las autoridades a eso? No, me temo que no.

Lo que se aprende en la universidad, está lejos de ser práctico

Es cierto, los que estudian magisterio no aprenden a tratar las dificultades de


aprendizaje, por ejemplo. Y tampoco las necesidades específicas de los
alumnos. En muchos casos, los docentes se encuentran con estudiantes de
altas capacidades y no saben qué hacer. No por falta de capacidad ni de
habilidades, sino simplemente porque no les han enseñado. Pueden tener
apuntes, pueden saberse la teoría de memoria. ¿Pero qué pasa en la práctica?
Y se sienten perdidos.

Seamos sinceros; no todos los alumnos tienen ganas de aprender

Pues sí, es de sobra conocido, que muchos alumnos presentan falta de interés
y poca motivación. Que se sienten desanimados y que no tienen ganas de
aprender cosas nuevas. El docente, se esforzará en crear un innovador y
atractivo proceso de enseñanza-aprendizaje, para llamar la atención de los
estudiantes, pero hay veces que las expectativas no se cumplen y no se ha
generado el clima ni la actitud que ellos esperaban.

Sí, hay familias que insultan a los docentes. Y no sólo en una ocasión

Desgraciadamente, hay familias que culpan a los maestros de todo lo que le


pase a sus hijos. Se crea un escenario de críticas, de malas palabras, de
acusaciones y de ofensas hacia el profesor. Hay padres, que están lejos de
ser personas civilidades y con buena comunicación. Y algunos de ellos,
pueden llegar a insultos e incluso a acosar al profesor.

Los futbolistas son más importantes que los profesores

Ya se puede dar el caso de que un profesor haya hecho algún logro


importante, que seguramente no será reconocido por las demás personas ni
por los medios de educación. Hay muchos docentes que cada día se esfuerzan
y dan lo mejor de sí mismos para los alumnos. Pero claro, da más audiencia
que Cristiano Ronaldo haya dejado a su novia. Y la sociedad empatiza más
con eso que con el estrés docente.
¿Los docentes pueden hacer algo para no sufrir estrés?
¿Hay algo que se puede hacer al respecto? Evidentemente, sí. Los expertos
dicen, que practicar deporte en cualquier situación de estrés es beneficioso,
ya que reduce el riesgo de ansiedad. Evidentemente, los docentes necesitan
tiempo para ellos mismos, y en muchas ocasiones, ese tiempo de ocio o de
estar con sus familias y amigos, lo dedican a corregir exámenes, trabajos,
actividades o a preparar las clases, y eso les genera más sensación de
malestar.

No se debería dar casos en que los maestros dejaran de hacer cosas que les
gustan por exceso de trabajo (ojo, ni los maestros ni ningún
trabajador). También, es muy importante que el docente fomente su
autoestima y que potencie las actitudes positivas que tenga a lo largo del día.
Que sea consciente de los obstáculos que ha superado y de que su esfuerzo
ha merecido la pena. Y que por supuesto, en situaciones límites que no sepa
cómo actuar (porque… ¡oh, madre mía!, el profesor no lo sabe todo), pida
ayuda a los pedagogos, directores y demás personal educativo del centro.
Quizás, de esta forma el estrés docente esté algo más regulado.

Dar más importancia la formación del profesorado


Como es obvio, desde el propio centro también se pueden plantear diversas
actividades para reducir el estrés docente en las aulas, como por ejemplo
diferentes cursos de formación, reuniones mensuales para que los maestros
hablen de sus experiencias, de sus dudas, de sus inquietudes, fomentar la
comunicación y la relación entre el personal educativo creando grupos de
trabajo y de colaboración entre ellos, apoyándose en las situaciones y casos
en las que sean posible.

Quizás, empezando por eso, los docentes se sentirían valorados por el lugar
del trabajo, y estarían más motivados en las clases. Pero, ya sabemos que en
gran parte de los colegios, institutos y universidades, realizar esos
programas, les parece una pérdida de tiempo, y en muchas ocasiones, los
propios docentes se ven obligados a buscar ayuda externa para no verse
superados.

Y en cuanto a la sociedad…
Aunque a la gente le cueste creerlo, la docencia es una de profesionales que
más estrés produce. Muchos psicólogos dicen que el número de maestros que
pasan por sus consultas está ascendiendo a un ritmo vertiginoso. Algunos de
ellos, afirman haber pasado por depresiones provocadas por el exceso de
trabajo y el poco reconocimiento y estima que se les tiene. Pero obviamente,
muchas personas escuchan hablar de estrés docente y se echan a reír.

Lo que es cierto, es que como la mayor parte de la sociedad sigue sin darse
cuenta de lo que realmente llegan a hacer los profesores, como no son
conscientes de su implicación con los alumnos, me temo que este problema
tardará en solucionarse y que estará presente durante varios años más.
Además, como viene siendo habitual, estas situaciones pasarán
desapercibidas por la mayor parte de las personas. Pero, ¿no son los docentes
superhéroes camuflados? Pues no, señores míos, está claro que no lo son.

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