Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2
Créditos
Moderadora y Traductora:
Nelly Vanessa
Correctoras
CamilaPosada Kath
Naif Gerald
3
Clau Fatima85
Moderadora de Corrección:
Fatima85
Diseño:
Gigi
Índice
SINOPSIS 5 OCHO 63
PRÓLOGO 6 NUEVE 69
UNO 8 DIEZ 78
DOS 16 ONCE 84
TRES 21 DOCE 87
CUATRO 31 TRECE 90
4
CINCO 36 CATORCE 101
SIETE 51
SINOPSIS
D esde que su madre murió mientras cumplía condena por un
asesinato que no cometió, Bell se ha centrado en una cosa:
venganza. Sabe que Jonathon Gable, jefe de la poderosa familia
Gable y de una corporación bancaria internacional, tendió una
trampa a su madre. Ahora está decidida a destruirlo.
Bell necesita acceso a la casa y a las oficinas de Gable, por lo que se
presenta como camarera para seducir e irse a la cama y entrar en la vida
del hijo rebelde de Jonathon, Lander. Él no es un típico Gable, pasando más
tiempo en los bares de Harlem que en los elegantes salones de cocteles de
Upper East Side. Tiene una atracción al peligro, una vulnerabilidad que Bell
no es tímida de explotar. Debería ser fácil descubrir los secretos que necesita
para destruir a su familia y limpiar el nombre de su madre.
Pero resulta que Lander es mucho más complicado de lo que jamás
hubiera imaginado. Es seductor, inteligente, misterioso, además de que su
química sexual está fuera de las listas. A pesar de que Bell sabe que es el
enemigo, no puede evitar sentirse afectada, tanto física como 5
emocionalmente, por el hombre que juró sería solo un objetivo. Cuando
descubra la verdad, está segura que tanto sus corazones, como su plan,
serán aplastados... hasta que empieza a comprender que Lander podría
estar ocultando sus propios secretos, más oscuros de lo que jamás hubiera
imaginado.
PRÓLOGO
L a oficial de la correccional me entrega la caja sin ceremonia, en
esta habitación lúgubre, sobrecargada de luces que dan a todo
un antinatural brillo amarillo. Espero un momento para que la
oficial, una mujer con rostro suave y ojos duros, me ofrezca
condolencias u oraciones por la mujer por la que estoy de luto, pero las
palabras no llegan. No hay reverencia aquí, solo eficiencia.
Así que dirijo mi mirada a la caja... Es tan ligera que puedo sostenerla
con una mano sin dañar mi muñeca. No está bien. Este paquete es
demasiado pequeño para lo que representa.
Bajo los ojos vigilantes de la oficial, la abro tentativamente, consciente
de la brillante estrella dorada que anuncia con orgullo la autoridad que ésta
persona ejerce sobre este lugar, sobre mí, y sobre la mujer cuyos últimos
años de vida han sido descuidadamente tirados en una caja.
Sobre el contenido hay una foto mía de cuando tenía cinco años, quizá 6
seis... Hace mucho tiempo. La imagen me muestra en Disney World vestida
de Cenicienta, una tiara de plástico se balancea sobre mi masa de cabello
negro ondulado. Mi madre está a mi lado, haciendo una reverencia hacia mí
como si realmente tuviera el poder de gobernar un reino.
En aquel entonces, pensaba que cualquier niña podía llegar a ser
Cenicienta. Pensé que alguien, tal vez un príncipe, tal vez un jefe, tal vez
solo un amigo, alguien, miraría más allá de mis humildes comienzos y se
daría cuenta de que realmente era una princesa.
Bajo la foto se encuentran algunas novelas de bolsillo: Cumbres
Borrascosas, El Conde de Montecristo1… Mi madre no solía ser una gran
lectora. No en los buenos tiempos. Pero entonces tenía otras cosas de qué
ocuparse: yo, por ejemplo. Y luego estaba su trabajo y sus ocasionales peleas
con hombres que mentían dulcemente y amaban viciosamente. Cosas que
se fueron. Así que, en este lugar, descubrió los libros intelectuales, libros
que no debía entender o siquiera tenerles interés… Pero lo hizo.
Miro a través de las páginas con dobleces mientras las luces
fluorescentes zumban por encima de mi cabeza. Tantos pasajes fueron
rodeados con tinta tenue… palabras sobre justicia y venganza. Todas en
español, el idioma de mis ancestros.
1 En español.
Pero hay un libro en inglés aquí: The Myths and Legends of Ancient
Greece y Rome de E. M. Berens.2 Sirviendo como marcador entre las leyendas
está la foto de un hombre. Un hombre muerto. Asesinado en su propia casa,
aunque en la foto parece feliz, guapo incluso, sin preocupaciones. Está
colocada entre las páginas que describen a la deidad Marte. He oído
historias sobre Marte antes. Por lo que puedo decir, era solo otro Dios con
complejos.
Pero entonces mis ojos se detienen en un nombre que no me es familiar.
Bellona, la compañera de Marte. El libro dice que Bellona guía el carro de
guerra de Marte, que está blindada y es hábil con su arma, dice que Bellona
“aparece en el campo de batalla, inspirada con madurez”.
Inspirada con madurez.
Parece una extraña elección de palabras. He vivido con rabia durante
tanto tiempo. A veces me ha consumido, he estado perdida en ella,
ocasionalmente, inmovilizada por ella. Cuando luché, me enfrenté a los
enemigos equivocados en malos campos de batalla, y aquéllas habían sido
guerras inspiradas en nada más que la desesperación. Pero ahora…
Ahora, las cosas son diferentes. Conozco los rostros de mis enemigos.
Sé dónde viven.
Y tal vez, tal vez, tal vez, esta chica Bellona estuviera en algo. Tal vez 7
ahora que mi rabia tiene dirección, también tenga suficiente poder para
inspirar. Tal vez ya no tenga que ser desgarrada por mi propia ira.
Tal vez, eso pueda detenerse finalmente.
Tal vez, ahora, pueda usar esa ira para desgarrar a los demás.
Creo que podría ser mejor.
Inspiración y destrucción... Tiene un anillo sobre ellas.
Paso mis dedos sobre el nombre una vez. Y luego otra. Me da una
extraña sensación de esperanza, algo que no he sentido desde que dejé de
vestirme como princesa.
La oficial pierde la paciencia y aclara su garganta para llamar mi
atención, sacándome de mis pensamientos y trayéndome de nuevo a la
habitación débilmente iluminada.
—Tiene que firmar por sus efectos —dice.
La miro fijamente por un momento y considero dejárselo a ella. Pero
simplemente no merece mi tiempo. Así que solo asiento y tomo la pluma
colocada delante de mí. Mi firma es un garabato, sin lectura. Podría decir
cualquier cosa.
Podría decir… Bellona.
2
Mitos y Leyendas de la Antigua Grecia y Roma de E.M. Berens.
UNO
Cuatro años después.
6 Best Western: Formato de hotel más popular de la cadena Best Western International.
—No tan enojado como tú, Bell.
De inmediato retrocedo.
—No sé de qué estás hablando. Yo estoy…
—Puedo escuchar la ira raspando la parte inferior de cada palabra
alegre que sale de tu boca —me interrumpe—. Estás absolutamente
envuelta en ira. ¿Y sabes qué? —Pone algunos billetes abajo, más que
suficiente para cubrir la bebida que consumió—. La usas bien.
Mi corazón late en mis oídos cuando vuelve a salir.
¿Y si lo sabe?
Dios mío, ¿y si sabe que quiero destruirlo?
15
DOS
C uando Lander llega durante la tercera noche, no se molesta con
el juego del nombre.
Le sirvo el whisky sin que tenga que pedirlo. Mi minivestido
negro está detallado con lo que la vendedora eufemísticamente llamó
revestimiento de cuero vegano en la parte delantera y trasera y es
considerablemente más descarado de lo que estoy acostumbrada. De hecho,
ahora estoy realmente sintiendo incertidumbre, él no es tan fácil de leer
como imaginé.
¿Me habré delatado? ¿Cómo?
Las preguntas y preocupaciones me mantuvieron despierta toda la
noche pasada, por lo que me vi obligada a sustituir con recuerdos los
sueños: Recuerdos de mi madre riéndose mientras me sostenía en sus
brazos, recuerdos de ella deleitándose con mi amor de cuento de hadas y
princesas. 16
Mientras el reloj pasa de la medianoche, el tono y sintonía de los
recuerdos cambió. Imágenes de mi madre jadeando mientras ese hombre,
Nick Foley, la empujaba hacia un abrazo sorpresivo cuando no sabía que
estaba cerca. Recuerdos de la primera vez que vi a Nick besando la parte de
atrás del cuello de mi madre mientras intentaba meterla en la cama que
compartía con su esposa. Era tan pequeña, apenas entendía lo que estaba
viendo.
Y para cuando el reloj llegó a las tres, los recuerdos fueron más oscuros.
Mi madre histérica, sangre empapando su camisa, luego más tarde,
recuerdos de mi madre gritando mientras se la llevaban lejos.
Los recuerdos me enfermaron. A las cuatro de la mañana estaba de
rodillas deseando orar, pero incapaz de llegar al nombre de un Dios que
escuchara.
Si Lander conoce mi juego, le habré fallado a mi madre de nuevo, esta
vez en apenas el espacio de una semana.
Así que ahora estoy ante él mientras bebe su whisky, esperando que
muestre su mano.
La mirada de Lander viaja casualmente por la habitación. Esta noche
hay más mujeres en el bar de lo habitual. Algunas son realmente lindas.
Pero no muestra un interés especial por ninguna de ellas. Simplemente
sorbe su bebida y me devuelve la mirada, estudiándome de la manera en
que lo he estado estudiando yo.
Cuando baja la copa rompe el silencio.
—¿Por qué trabajas aquí? —pregunta.
—Necesito un empleo.
—Hay otros trabajos.
—Sin duda. —Estoy de acuerdo mientras saco un trapo y seco unas
gotas de licor de la barra—. Pero este es el que tengo.
El derrame se fue, pero sigo moviendo el trapo hacia adelante y hacia
atrás con movimientos lentos y deliberados, haciéndolo más como un
ejercicio meditativo que cualquier otra cosa. En algún lugar al otro lado de
la habitación una chica estalla en risas histéricas.
—Podría sacarte de aquí —dice Lander en voz baja—, ayudarte a
encontrar algo mejor.
El alivio me golpea con la fuerza de una bala.
No sabe nada.
Y me desea. Estoy segura de eso ahora.
—¿Te estás ofreciendo a salvarme, Lander? —pregunto mientras suelto
el trapo detrás de la barra.
17
Ríe entre dientes. Es un sonido más suave que la última vez que se rió
en mi presencia, un poco más cargado.
—No soy del tipo salvador.
—No, supongo que no.
Sigue estudiándome, la bebida delante de él aparentemente olvidada.
—¿Te gustaría venir a casa conmigo, Bell?
Ahora es mi turno de sonreír. Miro a la izquierda y a la derecha,
asegurándome de que no haya nadie lo suficientemente cerca para oír.
Entonces suavemente pongo mi mano sobre la suya y me inclino para que
mis labios estén contra su oreja y susurro.
—No.
7 Hilaire-Germain-Edgar de Gas, más conocido como Edgar Degas, fue un pintor y escultor
francés. Considerado uno de los fundadores del Impresionismo.
Una pared está llena de libros, la otra de ventanas. En la esquina hay
un pequeño bar, caras botellas que parecen tan decorativas como
pecaminosas.
—Tienes vistas a Central Park. —Me acerco a la pared de cristal y miro
fijamente la luz tenue del paisaje. Puedo sentir sus ojos en mí... Es casi
como si me estuviera tocando.
Este hombre es mi enemigo.
—Si viviera tu vida, iría a todas las fiestas de lujo —digo a la ligera—.
Apuesto a que te invitan a todo tipo de asuntos de alfombras rojas. Apuesto
que podrías estar llevando esmoquin cada noche de la semana si quisieras.
—Ningún hombre quiere estar en un esmoquin cada noche. —Hace una
pausa, se inclina en sus talones—. Me gustaría adivinar tu nombre ahora.
—¿Oh? —Le doy una sonrisa brillante y juguetona—. ¿Crees que
puedes?
—Sí —dice en voz baja—. Creo que puedo, Bellona.
Mi aliento se atora. Siento un nudo en mi estómago. Por supuesto, no
es mi nombre de nacimiento, no sabe ese. Pero tampoco es información que
le haya dado.
—¿Cómo lo supiste?
23
—Te lo diré mañana... en la mañana. —Viene a mi lado, se estira,
empuja mi cabello detrás de mis hombros—. Esta noche quiero saber si eres
como tu homónimo. ¿Eres una diosa de la guerra?
—No soy una diosa —digo en voz baja.
—Y, sin embargo, apuesto a que te mantendrás en el campo de batalla.
—Sus dedos se deslizan por mi cuello. Espero que se incline para un beso
de nuevo, pero no lo hace. En lugar de eso, deja que sus dedos vayan al
escote de mi vestido, recorriéndolo ligeramente, observándome. Cuando sus
dedos se mueven más abajo, sobre mi vestido, sobre la curva de mi pecho,
me aparto—. No, no pelees —susurra, tomando su otra mano y volviendo mi
rostro hacia él—. Mantén tus ojos en mí. Quiero que me veas mirándote.
Quiero que me mires a los ojos cuando te toque.
Una parte de mí quiere decir que no. No había planeado este nivel de
intimidad. No sé cómo manejarlo.
Pero esta es la forma que he elegido. Es un camino que puede llevarme
a mi venganza. Y sin venganza no tengo nada. Toda mi vida no sería nada.
Sus dedos siguen acariciando, arriba y abajo de mis pechos. Siento que
mis pezones se endurecen. La tela de mi vestido es lo suficientemente gruesa
para ocultarlos y, sin embargo, cuando me mira, estoy segura que lo sabe.
Está en su sonrisa, en el brillo travieso de sus ojos.
Sus manos se mueven más abajo, sobre mi estómago, bajando hasta el
dobladillo de mi vestido, luego justo debajo de él, forzando su mano entre
mis piernas mientras apoyo mi espalda contra la ventana, repentinamente
necesito apoyo. El cristal está tan limpio que parece que estoy apoyada en
el aire, como si estuviera a punto de caer.
A lo mejor lo hago.
Lentamente levanta la mano, subiendo mi vestido otra vez. La
sensación de su palma contra el interior de mi pierna me hace retorcerme,
pero según sus instrucciones, mantengo mis ojos en los de él, observándolo
mirarme.
—¿Sabes qué voy a hacer ahora, Bellona?
Asiento.
—Dime.
—Vas a llevar la mano... a mi tanga.
—Y cuando toque tu tanga, ¿estará húmeda?
Mi corazón late a un ritmo incómodo.
—Sí —susurro.
Su mano sube, toca mis bragas, moviéndose hacia adelante y hacia
atrás. Es una franja delgada de tela, no es ninguna protección en absoluto, 24
en realidad.
—Ah —dice con una sonrisa—, una mujer honesta.
La ironía debería hacerme reír. Pero eso de alguna manera no está bien
aquí, y me ha hecho sentirme incómoda de todas formas.
—¿Qué quieres que haga ahora?
¡Alejarte! El pensamiento salta a mi mente. Necesito recuperar el
aliento, necesito un momento para recordarme por qué estoy haciendo esto
y por qué no lo haré. Me estoy involucrando demasiado, estoy perdiendo el
control.
Pero no puedo decir eso, no sin dar todo.
—¿Qué quieres, Bell? —pregunta de nuevo, con su mano todavía
moviéndose, atrayéndome, haciendo que mi cuerpo reaccione de maneras
que mi mente nunca quiso.
—Quiero... —balbuceo mientras su mano libre se mueve hacia mi
espalda, luego baja, me acaricia, me explora, descubriendo lugares que me
hacen temblar—. Quiero que me toques —digo—. Te quiero dentro de mí.
Sonríe y entonces, lenta, suavemente, desliza su mano debajo del
satén. Su dedo encuentra mi clítoris.
Y me estremezco.
Cierro los ojos. Intento centrarme en el sentimiento, no en el hombre.
—No, no —dice, entrelazando una mano en mi cabello, tirando
ligeramente mientras la otra mano continúa sus caricias—. Mírame.
Abro los ojos justo cuando uno de sus dedos se empuja dentro de mí.
Mis caderas se mecen reflexivamente. Me acerco y agarro su camisa, pero
mis ojos permanecen en los suyos.
—¿Te sientes bien, Bellona?
—Sí.
Sonríe, empujando otro dedo. Gimo, todo mi cuerpo responde a él. Sus
dedos se mantienen moviéndose, empujando dentro mientras su pulgar
encuentra mi clítoris de nuevo. Es abrumador. Si pudiera fingir que alguien
más me está haciendo esto, tal vez estaría bien.
Pero no puedo hacer eso, no mientras sostiene mi mirada.
Sus dedos se mueven más profundamente y mi pulso salta de nuevo.
Es ridículo que me haga reaccionar así simplemente tocándome. Es
humillante. Trato de concentrar mi mente, me retiro del borde...
Y no puedo hacerlo.
—Creo que estás a punto de venirte para mí. ¿Es cierto?
Estiro la mano, tomo su camisa en mi puño, tiro tan fuerte que algunos
de los botones se abren. El gesto es violento, enojado, contrarrestado solo 25
por la suavidad de mi susurro cuando digo:
—Sí...
Sus dedos aumentan su ritmo, y mi espalda se arquea, empujando mis
pechos hacia él. No hay control ahora. Ni siquiera hay pensamiento. Solo la
sensación de su tacto. Mis ojos están pegados a los suyos y veo que sonríe
mientras el orgasmo me abruma.
Después de interminables minutos, me suelta, retrocede, observa
mientras estoy allí, presionada contra el cristal, mi falda alrededor de mi
cintura, mis bragas torcidas. Me cuesta recuperar el aliento, pero sé que es
mejor que apartar la mirada.
Sin romper el contacto visual, comienza a abrir los botones restantes
de su camisa. Y esta vez mis ojos no se quedan quietos en absoluto. Viajan
hasta su pecho y su estómago. He estado con hombres fuertes antes, pero
no uno que se parezca a este, con cada músculo finamente cincelado. Es
como si hubiera sido diseñado por un escultor griego. Cuando deja caer su
camisa al suelo, camino hacia adelante, mi brazo extendido, dejando que mi
mano toque su pecho, su piel es tan cálida, casi demasiado caliente...
Y por primera vez, me doy cuenta que su corazón está latiendo tan
rápido como el mío.
Me toma la muñeca y tira de mi mano.
—Me gustaría que te quitaras el vestido.
Las palabras me traen de regreso, me recuerdan dónde estoy y con
quién estoy. Hay otros hombres hermosos en el mundo, pero solo uno es mi
adversario.
Y ese es al que voy a desnudar.
Estaba temblando antes, pero ahora estoy prácticamente
estremeciéndome mientras desabrocho mi vestido, me lo quito, y salgo de
él.
—Y ahora el resto —dice. Su voz es cortés, y sin embargo no es una
petición. Realmente no. Sostiene la confianza y autoridad de una orden.
Cuidadosamente desengancho mi sujetador.
—Ojos en mí —dice suavemente—. Quiero que recuerdes a quién te
estás mostrando.
Mi corazón se detiene bruscamente. ¿Lo sabe? Pero al estudiar su
expresión me doy cuenta que no lo hace. Simplemente no quiere que me
deslice en la fantasía, de la manera que había planeado. Pero no tiene por
qué preocuparse. Estoy encontrando imposible pensar en algo que no esté
sucediendo en esta habitación.
Dejo que mi sujetador caiga al suelo.
—Eres hermosa —murmura.
26
No reconozco el elogio y en su lugar engancho mis dedos en el borde de
mi tanga y tiro de ella hasta mis tobillos. Me obligo a mirar su rostro
mientras lo hago, forzándome a mantener mis brazos a mis lados. Resistir
el impulso de cubrirme es difícil.
Resistir el impulso de tocarlo es imposible.
Una vez más doy un paso adelante, de nuevo pongo mi mano sobre su
pecho, y esta vez no me detiene mientras mido su latido con mi palma. Este
hombre piensa que puede controlarme. Piensa que puede dominarme. Este
hombre…
Mi mano se convierte en una garra, y mis uñas cavan en la tierna piel.
Lo veo estremecerse mientras paso mis uñas por sus pectorales, sus
abdominales, sus oblicuos, nunca rompiendo la carne, pero dejando mi
marca, recordándole que toda su fuerza duramente ganada no puede
protegerlo de la seducción de una depredadora.
Sonrío casi disculpándome y luego llevo mi boca a su pecho, cubriendo
mi camino de agresión meticulosamente con un rastro de besos. Tengo que
doblarme para hacerlo y eventualmente estoy de rodillas, mis dedos en la
pequeña hebilla plateada de su cinturón.
Mis ojos están en los suyos, sus ojos en los míos...
Bajo la cabeza un poco y me muerdo el labio sugestivamente mientras
desabrocho su cinturón, el botón superior de sus pantalones y muevo la
cremallera hacia abajo hasta que su erección está cubierta por nada más
que el suave algodón de sus Calvin Klein.
—¿Eso es para mí? —pregunto.
—Solo si guardas las garras.
Me río ligeramente y empiezo a bajar sus bóxers y vaqueros. Tirando
los vaqueros a un lado, algo en el bolsillo impacta contra el suelo liso de
roble con un golpe débil, agregando un audible signo de exclamación al acto.
Mis ojos ya no están en los suyos. No pueden estarlo. Lo que está
delante de mí también es... impresionante.
Me inclino hacia adelante, dejando que mi lengua baile sobre su cresta.
Esto tampoco era parte del plan, pero algo sobre él… Solo quiero probarlo,
aunque solo sea un poco.
Sus manos se mueven a mi cabello mientras continúo mi exploración,
jugando con mi lengua, mi mano, incluso con el calor de mi aliento...
Y esta vez es su gemido el que perturba el silencio.
Lo tomo completamente en mi boca, sintiéndolo endurecerse aún más.
Siento sus manos en mi cabello, oigo la forma en que su respiración se
vuelve superficial, saboreo la sal de su piel, siento el poder que tengo sobre
él.
27
En un instante me está poniendo en pie, y por un momento espero que
me eche al sofá y se meta en mí con la violencia que esperaría de un hombre
como Lander Gable.
Pero solo sonríe y luego me toma, acunándome en sus brazos mientras
me lleva por el pasillo, más allá de los bonitos desnudos y del arte abstracto,
a su dormitorio, donde me deja sobre una cama baja cubierta por una colcha
tan blanca y suave que me hace pensar en una nube.
Como una princesa.
Puedo sentir mi fuerza desvanecerse.
Es aterrador.
Se inclina sobre mí, besa los contornos de mis pechos, deja salir su
lengua contra la aspereza de mi pezón endurecido antes de besar mi
estómago, mi cadera...
Cierro los ojos mientras siento su lengua contra mi sexo. Mi cabeza se
lanza de lado a lado mientras juega conmigo, sacando mi pasión como si
fuera tan fácil como tirar de una cuerda.
En las batallas de pasión hay tantas tácticas que se pueden usar para
dominar a tu oponente: fuerza, agresión y dominio, y luego están actos
igualmente eficaces de rendición, atención, romance, devoción.
Parece que Lander los domina todos.
Mientras sigue haciendo pequeños círculos alrededor de mi clítoris con
su lengua, agarro el edredón debajo de mí, y me retuerzo bajo él... Es casi
demasiado.
—Mírame, Bell. Mira quién te hace esto.
Mis ojos se mueven hacia abajo, y sí, puedo verlo, saboreándome,
observándome.
Y cuando añade sus dedos a la ecuación, una vez más empujándolos
dentro de mí mientras su lengua sigue jugando, solo me toma un momento
explotar de nuevo.
Se aleja y se levanta de nuevo, para cernirse sobre mí. Me besa la
mejilla mientras tira de mi cabello.
—Bellona —susurra—, una guerrera tan hermosa.
Lo miro, casi aturdida, cuando se acerca a su mesita de noche y saca
un condón.
Se lo quito, siento la envoltura de aluminio entre mis dedos. Sé lo que
significa.
Significa que realmente voy a hacer esto. Nunca podré decir que acabo
de ser arrastrada en el momento. Que esto es deliberado e intencionado.
Abro el paquete y lo tomo en mi mano mientras lentamente paso el 28
condón por la punta de su pene, rodándolo gradualmente sobre cada
centímetro, dejando que mis dedos resbalen a lo largo de su longitud
mientras me retiro.
No hay nada que nos detenga ahora.
Se mueve de nuevo encima de mí, dirigiendo mi rostro hacia el suyo.
Siento su erección presionando contra mí, pero no se mueve, solo se cierne
allí, esperando, con un brillo extraño en los ojos.
Trato de reposicionarme, de forzarlo dentro de mí, pero agarra mis
brazos y me sostiene contra la cama mientras giro mis caderas, desesperada
por la satisfacción.
—¿Qué sucede? —pregunta, con una melodía provocadora en su voz—
. ¿Qué necesitas?
Mis mejillas se vuelven de color rosa brillante mientras absorbo la
pregunta, mientras me acerco a la respuesta que requiere.
—Por favor —susurro, pero solo me mira, exigiendo más
silenciosamente—. Quiero… —empiezo de nuevo con una voz que oscila
entre suplicar y suspirar—. Quiero... quiero... —Levanto mi barbilla, casi
desafiante, mientras agrego—. Necesito que me penetres.
Y en un instante está dentro de mí, llenándome, haciéndome gritar, con
los brazos firmemente sujetos contra la cama mientras mis caderas pegan
contra las suyas. Mi cuerpo ganó la batalla que ha estado librando contra
mi mente, dominando mis pensamientos y mi lógica con olas de placer
intenso e ilícito.
Puedo sentir que estoy a punto de venirme otra vez. No, mi mente no
puede darle sentido a eso en absoluto, pero mi cuerpo se tensa, dándole la
bienvenida a la intensidad creciendo...
Y luego Lander retrocede para que ahora solo la punta de su erección
esté dentro de mí. Una vez más trato de girar mis caderas, pero me detiene.
Está jugando conmigo, me hace sentir dolor mientras sale y después se
empuja adentro apenas un poco más. Quiero desviar la mirada, negar que
este deseo es real, pero no lo hago. Lo veo mientras mi propia respiración se
agita. De nuevo se retira antes de empujarse un poco más. La luz en sus
ojos es traviesa, juguetona.
—Por favor —digo de nuevo, mi cuerpo ahora grita por la liberación—.
Por favor... más.
Hace una pausa por solo un latido, y luego con intensa fuerza se
empuja profundamente dentro de mí, una y otra vez, prendiéndole fuego a
todo mi universo.
Enemigo.
Me suelta los brazos y clavo las uñas en sus hombros, las paso por su
espalda, tratando de recuperar algo de mi ira, solo un poco de resolución. 29
Este hombre es mi enemigo.
—Así que eres una guerrera —dice suavemente, y en un instante se
aleja. Antes que pueda protestar, me gira de lado mientras se sienta, de
rodillas, a horcajadas sobre mi muslo izquierdo y levanta mi pierna derecha
sobre su hombro. Con concentrado poder me penetra de nuevo, girando sus
caderas para que cada terminación nerviosa dentro de mí sienta el impacto.
Su nombre brota de mis labios y rápidamente cubro mi boca con mi mano
como si pudiera de alguna manera devolverlo—. Mírame —me recuerda—.
Mírame.
La petición tiene una nota de vulnerabilidad, sin embargo, cuando me
encuentro con sus ojos sé que él tiene el control. El control de mi cuerpo y,
en este momento, de mi mente. En este momento, lo es todo.
Este hombre. Mi enemigo.
Toco su pecho, siento la fina capa de sudor, y lo observo mientras me
mira... mientras me lleva de vuelta al borde.
Susurra mi nombre mientras grito de nuevo, esta vez a Dios, mientras
todo mi cuerpo da espasmos, respondiendo a él mientras sujeta mi pierna
con una mano, mientras toca mi rostro, sosteniendo mi mirada mientras
llega al clímax, mientras dice de nuevo ese nombre...
Bellona.
En un momento se desploma a mi lado. Ambos miramos hacia al techo,
sin aliento, su olor en mi piel, el mío en la suya. En este momento todo está
mezclado de esa manera, todo está al revés y de cabeza... y, sin embargo,
este momento, al revés y de cabeza se siente inquietantemente bien.
Me acerco y tomo su mano.
—Por favor —susurro—. Llámame Bell.
30
CUATRO
S egundos se convierten en minutos mientras nos acostamos uno
al lado del otro, abrazados en el silencio. Lo vi mirarme mientras
me tocaba, cuando me penetró, cuando me vine para él...
Y ahora no puedo encontrar sus ojos.
Se vuelve de lado, me quita el cabello del rostro mientras estudio el
techo.
—¿Qué estás pensando, guerrera?
—Estoy... estoy pensando que este es un lugar muy bonito. —
Normalmente puedo entregar mis mentiras con convicción, pero no ahora,
no mientras mi cuerpo sigue temblando, mi mente sigue reviviendo la forma
en que me besó, la forma en que se movió dentro de mí.
Sonríe, sabiendo que no estoy diciendo la verdad y no me importa. Sus
ojos vagan por la habitación, como si intentaran ver sus muebles de madera 31
oscura, la chimenea, las pocas piezas de ropa de diseñador que han sido
casualmente dejadas en el suelo por primera vez.
—Se ajusta a mis necesidades —dice.
Retengo una risa. Si necesita todas estas cosas, debe ser el hombre
más necesitado en la tierra.
—¿En qué trabajas, Lander?
Sé la respuesta demasiado bien.
—Trabajo para un banco.
—Ah, ¿tienes todo esto con tu sueldo de cajero?
La manera en que deslizó su mano por mi muslo interno, la forma en que
sus dedos me acariciaron, juguetearon conmigo hasta que grité.
—Soy el vicepresidente —explica con una sonrisa.
—Vaya, trabajaste tu camino de ascenso a la joven edad de... ¿supongo
que estás cerca de los treinta?
Cuando encontró ese punto en mi cuello, la forma en que jugó con él con
su lengua, alertándome de sensibilidades que incluso no sabía que tenía.
—Treinta y dos, y no —dice con calma—. Mi padre es el director general,
mi hermano el gerente. Me dieron lo que tengo. No me gané nada.
La admisión es inesperada y me sacude de mi juego. Miro su rostro,
buscando presunción o arrepentimiento, pero tampoco existe.
—¿Te molesta? —pregunto—. ¿Tener todo tan fácil?
—No —dice, su mano se desliza sobre mi estómago, acariciando mi
piel—. He añadido mis propias complicaciones a mi vida —continúa—. Al
final nada será fácil en absoluto.
—Al final —repito, tratando de ignorar el lento movimiento circular de
su palma—. Eso suena tan definitivo.
—Los finales generalmente lo son.
—Debemos beber por eso. —Me siento y sostengo el cobertor sobre mis
pechos. Si alguna vez hubo momento para la modestia, no es este. Pero
ahora me siento tímida, desconcertada por lo que puede desencadenar—.
Bebamos por los finales felices —digo, manteniendo mi voz casual, coqueta.
Sus ojos brillan en la oscuridad mientras me examina.
—No creo en los finales felices.
—Entonces, ¿en qué crees? —Me aparto un poco más, tomo una de las
camisas de vestir que veo arrugada al lado de la cama, y tiro de ella—. ¿Por
qué brindaremos?
Suspira, pero su sonrisa se perturba cuando salgo de la cama. 32
—Si tenemos que brindar por algo, brindemos por la justicia.
De nuevo me golpea una ola de incertidumbre. Eso salió del campo
izquierdo. ¿Sospechará?
—No creo que lo entienda —digo despacio—. ¿Cómo pasamos de los
finales a la justicia?
—Me preguntaste en qué creía —dice—. Creo que muchas de las cosas
por las que luchamos en esta vida o bien son inalcanzables, son ilusiones o
cuestión de suerte. Como la seguridad, la felicidad, o incluso... el buen
amor. Pero la justicia... creo que podemos tener eso. Creo que, si trabajamos
para eso, si hacemos de la justicia una ambición, entonces es alcanzable.
Es la filosofía con la que vivo.
—Pero... eres banquero.
Lander estalla en una risa tan rica y cálida que no puedo evitar unirme.
—Supongo que no estaba pensando en términos profesionales —
admite—. Estaba pensando más en las líneas de... de la justicia social,
supongo.
—Ah. —Estudio mi anillo—. Creo que lo entiendo. La justicia es...
bueno, es una buena meta. Muy noble. Tal vez incluso alcanzable para
algunos, pero no estoy segura de que lo sea para todos. Es... elusiva a veces,
creo.
—¿Incluso para la diosa de la guerra?
—Las batallas nunca son fáciles, ni siquiera para los dioses romanos.
—Abotono la camisa rápidamente, mis ojos ahora están en el suelo—. Pero
de todas formas no estoy deseando justicia ahora mismo —mentí—. Todo lo
que deseo es una bebida.
Sonríe. Es una sonrisa de conocimiento. Es desconcertante.
—Si es importante para ti, nos traeré bebidas. —Comienza a levantarse,
pero estiro una mano para detenerlo.
Me inclino y toco mis labios con los suyos.
—Quédate donde estás —susurro mientras me alejo—. Esta noche, en
este momento, quiero servirte.
No responde; no está obligado a hacerlo. Sonrío burlonamente y salgo
de la habitación.
Mis pies descalzos tocan ligeramente el suelo de madera fría, por el
pasillo, hacia el salón donde está el bar. Tomo el coñac. Una bebida fuerte,
rica y sabrosa. Selecciono dos tragos de brandy y de otro licor, y luego, los
pongo en un vaso, tocando suavemente el granate en mi anillo. La piedra se
aparta, revelando una caja de pastillas en miniatura que forman la base del
propio anillo.
Un pastillero lleno de polvo blanco. 33
Me sorprendió lo fácil que fue encontrar un anillo y lo asequibles que
son, como si los anillos de veneno fueran solo artículos de novedad, como si
su nombre no significara nada.
Y nadie espera actos siniestros de una mujer que usa joyas muy
antiguas.
Sonrío mientras el sedante se disuelve en la bebida.
Cuando vuelvo a entrar en el dormitorio, me está esperando,
observándome... Pero no ve nada. Realmente no.
Paso por encima de un par de pantalones desechados.
—No debes ser tan descuidado acerca de donde dejas tu ropa, Lander.
—Palabras descaradas de una mujer cuyas ropas están esparcidas por
toda la habitación.
—¿Y de quién es la culpa? —Me siento a su lado, lo beso, dándole uno
de los vasos—. Por la justicia —digo, levantando el otro.
Asiente, uniéndose a mi brindis.
Mientras toma un largo sorbo, una nueva sensación de calma se
apodera de mí. Mis ojos vagan por la habitación. A la derecha hay otro
desnudo caro, y a la izquierda se han dejado descuidadamente relojes de
miles de dólares en su tocador.
—Cuando era niña, los edificios con portero eran como castillos para
mí. —Echo el cabello sobre mi hombro, fijando mi mirada en las ventanas
de piso a techo—. No lo son, por supuesto, pero la gente que vive en lugares
como este... Son un poco como la realeza, ¿no? Todo el mundo se inclina
ante ellos, anhela su atención. Son tratados como reyes y reinas, príncipes
y princesas.
—Sí —dice Lander secamente—. Mi madre fue tratada como la princesa
viuda de Gales.
No sé lo que quiso decir, aparte de que está haciendo alarde de su
educación y me molesta. Leí todas las obras de Shakespeare favoritas de
Lander, aprendí tenis y ajedrez, estudié finanzas y arte, todo hacia el objetivo
de entender y manipular el mundo de los Gable. Debo por lo menos entender
las referencias de este hombre.
Lander toma otro sorbo y bosteza.
—¿Dónde creciste? —pregunta.
—En Brighton Beach —miento. Pero es la respuesta perfecta para
alguien como él. Implica que no vengo de la riqueza, pero tampoco de un
lugar de pobreza abyecta. Necesito parecer una forastera para mantener el
interés de Lander, simplemente no tanto como realmente soy.
Con nuestras espaldas apoyadas en las almohadas, bebemos y 34
charlamos por unos minutos más acerca de cosas inocuas: el cambio de
condiciones de Brooklyn, el clima, la música que nos gusta, y luego,
mientras me acurruco cerca de él, bosteza otra vez.
—Lo siento —dice mientras pone su vaso vacío en la mesilla de noche—
. No sé por qué estoy tan cansado.
—Te desgasté, nene —le digo, volviendo a mis viejos patrones de habla.
No importa; no recordará esto de todos modos. Acomodo las almohadas
y luego pongo mi mano sobre su pecho. Suave pero firmemente lo empujo
de vuelta para que estemos acostados otra vez, su cuerpo relajado en el
firme colchón.
—Me sorprendiste esta noche. Eres un buen amante y un luchador.
—Sí —dice, pero la s se extiende, haciendo que la palabra suene como
el siseo de una serpiente.
—¿Aprendiste esos movimientos en Oxford? —Le pregunto, y sonríe,
murmura algo ininteligible—. ¿Te acostaste con muchas chicas en Merry Ol
England? —pregunto, mi voz atada de veneno y sarcasmo. Suelto mi cabello
derramándolo hacia adelante de nuevo mientras sus ojos se cierran a la
mitad—. ¿Las chicas se alinearon para ti? ¿Insistes en que te miren cuando
se quitan la ropa? ¿Les hiciste admitir que estaban mojadas por ti? —Mis
uñas pasan ligeramente a lo largo de su garganta—. Probablemente no
pienses que soy especial en absoluto, ¿verdad?
Pero ahora Lander está dormido.
Sonrío, me inclino y le susurro al oído:
—Pero soy especial, Lander. Soy especial porque sé quién eres. Eres el
tipo que está al lado de tu padre y hermano incluso cuando eso significa
destruir a cualquier otra familia. Incluso cuando significa alejar a una
madre de su hija y encerrarla por un crimen que no cometió. Soy especial
porque lo sé. Y soy especial porque soy la chica que va a enseñarte a ti y a
toda tu puta familia lo que es el karma. ¿Crees que me emocioné durante el
sexo?
Lo ruedo y me levanto.
—Espera a conocer mi venganza.
35
CINCO
A hora que Lander está fuera por el resto de la noche, estoy libre
para explorar. Me siento en su oficina, delante de su
computadora, esperando que arranque. El teclado está frío al
tacto... Justo como estaba el cristal contra mi piel cuando
Lander me presionó contra la ventana.
Sacudo la cabeza con ferocidad y vuelvo mi atención al ordenador.
El equipo solicita una contraseña antes de abrir su escritorio.
Mierda.
Intento algunos números, su cumpleaños, la fecha de su graduación
universitaria. Pero no funcionan y no puedo arriesgarme a intentar algo
más. Apago la máquina. No noté un ordenador portátil en el lugar, e incluso
si hubiera uno, ¿cuáles eran las posibilidades de que no estuviera también
protegido por contraseña?
36
Me levanto, camino hacia un archivador. Pero en su mayoría está lleno
de cosas como facturas de cable y agua. Asumo que todas las cosas
importantes son archivadas electrónicamente. Hay algunas cuentas de
celular que podrían ser útiles. Utilizo mi teléfono para tomar fotos de cada
página, prometiendo tratar de descifrarlas más tarde.
Empiezo a abrir cajones. En el primero encuentro un cuaderno. En el
interior se encuentran notas de reuniones bancarias, garabateadas sobre
las nuevas regulaciones de la FDIC, probablemente nada que no sea
información pública. Suspiro y miro de nuevo al cajón abierto... Y es cuando
lo veo: un libro que parece sospechosamente como un diario.
Me parece poco probable que Lander sea el tipo de hombre que le
contaría sus secretos a un diario, pero nunca se sabe. Pongo el cuaderno
financiero sobre el escritorio y recojo el libro. Pero cuando lo abro, no
encuentro palabras, encuentro imágenes, dibujos que parecen haber sido
hechos rápidamente, pero en realidad son bastante buenos.
Son caricaturas. El primero es de una mujer con un busto
perversamente grande y signos de dólar en sus ojos. Lleva un bolso Chanel
del que se asoma lo que parece un pequeño Shih Tzu, o algo así, con un
collar de diamantes. Las palabras Dogged Girl8 están escritas audazmente
debajo de la imagen.
Recuerdo la primera vez que vi a Sean White, todos esos años atrás. La
noche se había desvanecido desde el principio. Un poco antes de las ocho de
la noche, mi madre me había dicho que íbamos a encontrar a Nick Foley en
Brooklyn Heights.
Al parecer, Nick le había mandado un mensaje de texto a mi madre con
ese teléfono nuevo y elegante que acababa de recibir. Nos había pedido que
fuéramos, dijo que iba a llevarnos a ver una película. Era la primera vez que
ofrecía tal cosa, y mi madre estaba emocionada. Su amante la estaba
reconociendo. La había elegido por encima de su esposa. Al menos eso es lo
que me había dicho que significaba. Me miró a los ojos y me explicó que el
amor lo conquistaba todo. Me dijo que nuestras vidas estaban a punto de
cambiar. No más destartalados apartamentos con barras en las ventanas, no
más Ramen para la cena, no más preocupaciones sobre las pandillas en la
escuela.
—Nick va a cuidar de nosotros, mija13 —dijo—. Nos va a querer.
Era confuso de escuchar. Por un lado, quería desesperadamente que mi
madre fuera una Cenicienta en la vida real... Pero entonces, el príncipe de
Cenicienta no estaba casado con otra persona.
Entramos en el deteriorado Toyota de mi madre, y hacia las ocho y media
estábamos estacionadas frente a la casa de Nick. Mi madre me dijo que
esperara en el auto.
Se sentía... incorrecto. Incluso a los diez años comprendí que mi madre
había cometido un pecado, y los pecados no podían ser recompensados con 39
riquezas. No era así como funcionaban los cuentos de hadas.
Así que me enfurruñé en el auto cuando mi madre fue a la puerta
principal de la casa de cinco millones de dólares en Brooklyn Heights de Nick.
Conecté mi reproductor de CD portátil y subí el volumen a un nivel rompedor-
de-tímpanos mientras mi madre llamaba al timbre y luego, al cabo de un
momento, intentaba abrir la puerta, que le dio paso.
Viendo a mi madre entrar en esa casa, todo lo que podía pensar era que
no se merecía su buena fortuna. No merecía pasear en la puesta del sol con
este hombre... y todavía... Sería bueno vivir en esa casa, ¿justo aquí, en esta
bonita calle con todos estos árboles graciosamente arqueados? En mi
dormitorio de casa siempre podía oír a la gente fuera gritando, borrachos,
amenazantes. En la calle donde vivía con mi madre siempre había algo que
temer.
¿Pero aquí? ¿En esta calle en la parte más bonita de Brooklyn? Todo se
sentía seguro.
Eso es lo que estaba pensando mientras me sentaba sola en el auto,
admirando la forma en que las hojas brillaban bajo las luces de la calle,
escuchando a Madonna cantar sobre el poder igualador de la música.
13
En español.
No vi a mi madre salir corriendo de la casa. No la vi hasta que se volvió
para sentarse en el asiento de conductor, con un celular presionado en la
oreja. El auto estaba oscuro, nuestras luces interiores se habían roto hace
mucho tiempo, pero cuando me quité los auriculares pude oír el pánico en la
voz de mi madre. Y vi que había alguna especie de mancha en su camisa y
algo oscuro y mojado en sus manos.
—¡Sí! ¡Lo encontré! ¡Por favor venga! ¡Dios mío! ¡Por favor venga! ¡Hay
tanta sangre! Su corazón... No puedo sentir los latidos de su corazón
¡Auxilio14!
Auxilio: Ayuda.
En minutos la noche estaba viva con sirenas y luces intermitentes. Pronto
los vecinos de Nick estaban en la acera, los policías estaban por todas
partes...
Y mi madre estaba arrodillada junto a uno de esos árboles bonitos y
vomitando en la tierra. Algunos policías intentaron hablar con ella, pero era
apenas coherente.
Fue entonces cuando apareció el Detective White. Se paró sobre mi
madre, aparentemente impasible y desinteresado.
Me arrodillé al lado de mi madre y le sostuve la mano mientras el
Detective White hacía sus preguntas. 40
—¿Eres ilegal? —preguntó.
La pregunta fue suficiente para asustar a mi madre y dejarla en silencio,
sus sollozos atrapados en su garganta mientras sacudía la cabeza. Se las
arregló para asegurarle que había nacido aquí, en Estados Unidos, pero había
sido criada en México. Entonces trató de llevar al Detective White de vuelta al
punto.
—¿Encontraron al agresor en la casa? —preguntó. ¿Había visto al Sr.
Foley, en el suelo, cubierto de toda esa sangre? ¿En serio? ¿Muerto? ¿Quién
pudo haber hecho eso? ¿Ese hombre, ese hombre a quien amaba? Ese hombre
que fue amable y gentil... E importante. Un vicepresidente senior del HGVB
Bank. ¡Este tipo de cosas no les pasaban a hombres así! ¡No podía pasarles!
—¿Estaba acostándose con él? —preguntó el detective White.
Mi madre se limitó a mirar fijamente al detective, con la boca abierta.
Luego me miró, la vergüenza cubrió su rostro.
—Oye, no te preocupes, lo entiendo —continuó el detective White—. Ya
estabas de rodillas frotando sus suelos, así que, cuando se acercó a ti, con su
cosa en tu rostro, pensaste, “Qué diablos, voy a limpiar sus tuberías mientras
estoy aquí abajo”.
Mi madre se levantó, me empujó con ella.
14
En español.
—Mija —dijo bruscamente—, vuelve al auto.
Pero fue demasiado tarde. Otra oficial se acercó. Una mujer esta vez.
—¿Esta es la chica? —preguntó antes de arrodillarse y tomar mi mano,
separándome suavemente de mi madre—. Vas a estar bien, cariño —dijo.
Y ahí fue cuando el mundo comenzó a girar. El Detective White de repente
le puso esposas a mi madre mientras le leía sus derechos Miranda. No fue
duro con la forma en que la manejó. No había indicios de que hubiera estado
interrogándola unos segundos antes... No ahora que el otro policía estaba a
una distancia en la que podía escuchar. Ahora era el cuadro del
profesionalismo.
La oficial me condujo aún más lejos en la calle, protegiéndome de la vista
de mi madre siendo transportada. Así no tendría que ver eso.
Pero lo oí.
Escuché a mi mamá gritando mi nombre.
Más tarde, mi madre le contaría a la policía cómo Nick la había invitado,
le había pedido que fuera. Pero Sean White testificó que nunca pudieron
encontrar el teléfono de Nick Foley y que cuando tomó el teléfono de mi madre
la memoria ya había sido limpiada.
Mi madre sostuvo que Nick había planeado dejar a su esposa por ella,
pero Sean White insistió en que toda la evidencia apuntaba al hecho contrario, 41
que mi madre había estado acechando a Nick aunque la había rechazado.
Hubo personas que dijeron que escucharon lo que ahora piensan que
podría haber sido un disparo mucho antes que mi madre llegara a la casa de
Nick Foley, pero Sean White “probó” que esos testigos no eran creíbles.
Aunque pudo encontrar dos, que fueron los que juraron oír un disparo pocos
minutos antes de que mi madre llamara a la policía.
Había rumores de que Nick Foley había tenido una reciente pelea con el
CEO de HGVB, Edmund Gable, pero Sean White aplastó esos rumores antes
que el caso llegara a juicio. Dijo que una investigación demostraba que Nick
Foley era increíblemente cercando a Edmund. ¡Lo admiraba! De hecho, ¡Nick
quería a toda la familia Gable! Tanto Lander como su hermano hicieron
declaraciones apoyando eso.
Al final, mi madre fue enviada a prisión mientras pasaba el resto de mi
infancia en una serie de hogares de acogida.
Tres meses después, Sean White renunció a la fuerza y aceptó la oferta
de Edmund Gable para dirigir las oficinas de Seguridad de las sucursales de
HGVB Bank en Nueva York.
Pero ese detalle no quedó en los papeles.
A veces, cuando duermo, todavía puedo oír a mi mamá gritando. Suenan
como los gritos de una mujer moribunda. Al final, eso es exactamente lo que
fueron. La muerte de su amante, los cargos, el juicio, la condena, la pérdida
de su hija... Todas esas cosas la llevaron a suicidarse. Nunca se me ocurrió
que haría algo así, pero debería haberlo pensado mejor. Le fallé de muchas
maneras.
43
SEIS
L e toma exactamente trece horas llamarme desde que lo dejé a las
cuatro de la mañana, lo que hace que sean exactamente las
cinco de la tarde. En ese momento estoy al otro lado del parque,
en Upper West Side, preparando la etapa dos.
Anoche guardé su número en mi agenda de contactos, pero cuando
contesto, espero que se identifique a sí mismo de todas formas.
—¿Cómo conseguiste mi número?
No es una pregunta real. Sé jodidamente bien que el administrador de
Ivan’s se lo dio. También le dio mi nombre a Lander. Tomó un poco de
intenso interrogatorio que confesara... Pero puedo ser sorprendentemente
intimidante cuando lo necesito.
—Tu jefe me lo dio —confirma Lander—. O supongo que debería decir,
tu antiguo jefe.
44
—Sí. Renuncié esta mañana. —Mantengo mi tono claro, incluso alegre.
Aunque no coincide exactamente con el melancólico vestido negro de punto
estirado que llevo: cuello alto, dobladillo justo por debajo de la rodilla, un
cinturón extra grande envuelto firmemente alrededor de mi cintura, y el tipo
de mangas que dan la apariencia de hombreras. Es sobrio y se siente como
devolverse a los años ochenta. No puedo decir que me encanta la apariencia,
pero sé que a mi próximo jefe sí... Y a juzgar por algunas de las miradas
lascivas que estoy consiguiendo, a muchos otros hombres también.
—Eso me han dicho —dice Lander. Incluso ahora, su voz suena
atontada. Hay algo reconfortante al respecto.
Puedo imaginar lo que sería despertar con esa voz, acurrucada en sus
brazos.
No es para nada en lo que debería pensar.
—También te escabulliste de mí —continúa.
—Estabas muerto para el mundo. No quería despertarte.
—Sí, no soy así normalmente —reflexiona—. Por lo general tengo un
sueño ligero.
—Bueno, bebiste mucho. —No es realmente cierto. Probablemente
tomó tres bebidas durante cuatro horas, pero esa es mi explicación y me
apegaré a ella.
Me detengo en frente del edificio donde mi entrevista tendrá lugar. El
portero mira pasando de mí, tan estoico como un guardia del Palacio de
Buckingham.
—Odio colgarte, pero tengo que irme.
—¿Cuándo voy a verte de nuevo?
—Pronto.
—Cuando es…
Pero cuelgo antes que pueda terminar su pregunta. Con una ensayada
sonrisa, le doy mi nombre al portero, así como los nombres de las personas
que estoy aquí para ver. Asiente con brusquedad y llama a uno de los chicos
de seguridad, que procede a guiarme por los pasillos y corredores hasta el
ascensor correcto.
—¿Estás aquí para el trabajo de asistente personal? —pregunta el
guardia—. Pareces más una jugadora de Wall Street para mí.
—No, no es lo mío. Manejo vidas, no dinero.
—Vidas, no dinero.
—Me gusta eso. —El guardia me muestra una sonrisa coqueta y
estúpidamente esperanzada.
Devuelvo la sonrisa con una que no ofrece ningún estímulo, pero no 45
llega tan lejos como para disuadirlo completamente.
No me molesta su interés. Un día podría incluso alentarlo si se adapta
a mis propósitos. Pero ahora tengo cosas más importantes por las que
preocuparme.
Cuando finalmente llego al ascensor, y luego al piso correcto, no me
lleva mucho tiempo encontrar el Penthouse 1400. Presiono el pequeño
timbre al lado de la puerta y balanceo mis hombros hacia atrás,
asegurándome de que mi postura sea perfecta.
En cuestión de segundos la puerta es abierta por un hombre de unos
treinta años, hombros anchos, corte de cabello profesional y rubio arenoso.
Sus ojos azul pálido vagan sobre mí sin disculpas antes de llegar a mi rostro.
—Debes ser Bellona Dantès.
Sonrío cálidamente al hermano de Lander.
—Todo el mundo me llama Bell.
Una vez dentro de la sala de estar, Travis Gable me hace señas para
que tome asiento en una muy elegante, pero incómoda silla. Toda la
habitación es blanca y negra, los muebles angulares y modernos al punto
de ser acartonados.
—Bellona... No he oído ese nombre antes —dice mientras se sienta
frente a mí, cruzando su tobillo por encima de su rodilla—. ¿Es italiano?
—Más o menos. Me pusieron así por la diosa romana de la guerra.
—En serio —dice secamente—. ¿Estás buscando pelea?
—No, solo un trabajo.
Su boca se curva por primera vez.
—Buena respuesta. —Me examina de nuevo. Su frente se arruga
ligeramente. Tal vez piensa que parezco familiar. Pero hace más de diez años
que no nos vemos. Apenas tenía once y él tenía... ¿Qué? ¿Veintiocho? Las
cartas se han barajado y reorganizado tantas veces desde entonces...
Nunca hará la conexión.
—Y vas por Bell —dice, saboreando el apodo—. Me gusta.
—¿Está la señora Gable aquí? Entiendo que es para la que estaría
trabajando.
—Está en un spa. —Pone su teléfono en la mesa de café de cristal que
está entre nosotros, junto a una pantalla de coral blanco—. Una vez asumí
que las asistentes personales eran solo para las celebridades. Pero mi
esposa, Jessica, es desorganizada, frenética y un poco demasiado aficionada
a sus Martinis secos y pastillas recetadas.
—Una combinación arriesgada.
Se encoge de hombros como indiferente por el bienestar de su esposa. 46
—Necesita ayuda para dirigir su propia vida. Por eso estás aquí. Pero
que me condenen si gasto una fortuna en una asistente solo para evitar que
el mundo descubra que es una idiota. Si voy a contratarte, se espera que
nos sirvas a los dos.
Servir.
Es una interesante elección de palabra. Mi sentimiento es que ha sido
elegida cuidadosamente.
—¿Hablas español? —pregunta.
—Fluidamente.
—Bien. De vez en cuando, necesitaré que organices y mantengas un
registro de ciertas citas fuera de horario para mí o que entregues mensajes.
A veces te usaré como traductora cuando me reúna con inversionistas de
habla hispana. Este trabajo de AP requiere... Finura y organización, una
ética de trabajo fuerte, y, si no te importa que lo diga: humildad. Necesito a
alguien que esté preparada para hacerlo todo.
Por lo que quiere decir que debo hacer todas las cosas que una
asistente ejecutiva tiene que ser capaz de manejar por su cuenta, a menos
que algunas de esas reuniones deban mantenerse fuera del registro y
alejarse de los ojos regulares. En cuyo caso: usa a su asistente personal.
—Por supuesto, señor Gable —digo tranquilamente—. Como estoy
segura que ha visto en mi currículum, he trabajado en este tipo de posición
antes.
—Bien, bien, comprobé esa referencia... Trabajaste para Stephan
George, el magnate de las propiedades inmobiliarias. —Desabrocha su
chaqueta, pasando su brazo a través de la parte superior del sofá—. O al
menos se estaba acercando a estatus de magnate, por lo que entiendo. Es
una vergüenza lo que le pasó.
Asentí solemnemente, dejando que mi sonrisa se deslizara.
—Fue completamente injusto. Era inocente de todos esos cargos.
Es la respuesta correcta. Travis y Jessica han pasado por más de diez
asistentes personales en la última década. Solo tres han durado más de tres
días, y todos trabajaron previamente para empleadores que tenían algunos
tratos de dudosa legalidad, lo que probablemente significa que a Travis le
gusta contratar a personas que cree no tienen ética, para estar inmersas en
sus más sórdidos tratos.
El mismo pensamiento hace bailar mi corazón.
—Por supuesto, por supuesto —dice Travis—. Dime, ¿dónde está el
buen señor George ahora?
—Dicen que está en algún lugar de Latinoamérica, pero en realidad, es 47
lo solo lo que la gente piensa.
—Si lo supieras, ¿me lo dirías?
—Me gusta el Sr. George —digo con cautela—. Y soy muy leal con mis
empleadores, incluso después que mis servicios no son necesarios por más
tiempo... Por razones que están más allá del control de todos.
Travis hunde sus dedos. Podría pasar por un súper villano de James
Bond con esa postura.
—George se fue hace casi un año —continúa Travis—. ¿Tu currículum
dice que has estado sirviendo tragos desde entonces en algún lugar llamado
Ivan’s?
—Es uno de los bares de Micah Romenov.
La sorpresa se registra en su rostro. Romenov es conocido por tener
algunos tratos ilegales, aunque nunca ha roto nada. Es uno de esos
criminales que tiene mística, el tipo que personas que Travis Gable
encontraría inspiradora en lugar de repelente. Lo más importante, todo el
mundo sabe que, si estás trabajando para Romenov en cualquier puesto,
incluso en el nivel más bajo, tienes que ser buena mantener la boca cerrada,
tener ojo ciego, y, de una manera extraña, ser completamente digna de
confianza. Nadie roba o traiciona a Romenov.
Lo que me hace una empleada muy valiosa.
—Era amigo del señor George y me hizo un favor. Solo necesitaba un
ingreso extra mientras buscaba trabajo en mi campo.
Estoy momentáneamente sorprendida por el sonido de la línea fija, pero
Travis no muestra ninguna señal de registrar el sonido.
—Me gustas —dice.
—Me alegra oír eso, señor Gable. —El teléfono suena y el súbito silencio
hace hincapié en la intimidad de esta reunión, que tiene lugar en un ático,
no en un despacho... Y su esposa no está en ninguna parte.
—Lloyd, el último asistente personal de Jessica, era bueno en su
trabajo... O al menos pensábamos que lo era, los dos pensábamos que lo era
—destaca Travis, como si quisiera resaltar la responsabilidad compartida
por la contratación del último asistente—. Resulta que tenía un problema
con las drogas. No puedo tener eso. La gente dice cosas que no debe cuando
están bajo esa influencia. Ya tengo que vigilar a mi esposa, así que no quiero
tener que preocuparme por algún asistente también. ¿Eres una gran
bebedora, Bell? ¿Abusas de alguna sustancia?
—No uso drogas y siempre me detengo después de mi segunda copa.
—Eso es bueno. Muy bien. —Presiona los dedos en sus labios. Me
estudia un poco más—. Y me gusta tu traje —agrega finalmente—. Te queda.
—Trato de vestirme para impresionar. 48
Hay un sonido cuando la puerta principal se abre y se cierra, luego el
leve clic de tacones en el piso de madera de la sala.
Travis nunca me quita los ojos.
—Te voy a dar una oportunidad. En su mayoría estarás aquí con
Jessica, pero recuerda, si soy el que te doy una tarea, soy al que vas a
informar del resultado. No lo comentarás con mi esposa ni con nadie.
¿Entiendes?
—Entiendo. —Bajo la cabeza sumisamente—. Estoy verdaderamente
agradecida por esta oportunidad.
Cuando responde con una sonrisa me levanto, manteniendo los ojos en
el suelo pulido.
—¿Cuándo empiezo?
—El lunes. Te quiero aquí a las ocho.
Asiento y me vuelvo para irme, y casi choco con una mujer de cabello
rubio y fresa arreglado en un moño bajo. Su vestido es de brocado ceñido a
la cintura, de larga falda. Sé que está llegando a los treinta, pero tiene esa
calidad eterna que los ricos a veces consiguen cuando compran su
sofisticación y elegancia de Ralph Lauren y de Dior. Se parece un poco al
tipo de muñeca que coleccionas y nunca sacas de la caja por temor a
disminuir su valor... Excepto por sus ojos inyectados de sangre, que están
concentrados en Travis.
—Hola, cariño —dice, mirando a través de mí, tratando de atrapar la
mirada de Travis. Pero está ocupado con su teléfono. Ni siquiera la
reconoce... Similar a cómo no me está reconociendo directamente ella a mí.
—Acabo de hablar con Lander —dice ella, ahora tirando de sus dedos
nerviosamente—. Estará aquí en unos minutos para dejar la pieza para la
subasta de caridad.
Hay una extraña dinámica entre estos dos, pero realmente no puedo
detenerme en ello ahora. El descubrimiento de mi último movimiento de
carrera por parte de Lander tiene que ser cuidadosamente controlado. Lo
que significa que no puedo estar aquí cuando llegue.
—Me iré, entonces —digo rápidamente, volviéndome a Travis—. Estaré
aquí el lunes a las ocho en punto. Si necesita que trabaje durante el fin de
semana, solo llámeme.
Me muevo para irme, pero Jessica agarra mi brazo. Su agarre es
sorprendentemente fuerte.
—No lo entiendo —dice, su voz mucho más débil que su agarre—. ¿Le
ofreciste el trabajo de AP?
—Sí. —Travis suspira mientras comienza a moverse por los mensajes 49
de correo electrónico en su teléfono—. Lo hice.
—Me dijiste que me permitirías entrevistar a mis propios asistentes.
—No estabas aquí. Yo sí. —Sus dedos marcan un mensaje en la
pantalla.
—¡Ni siquiera me dijiste que habías programado una! —Me mira, y su
apretón se endurece—. Siéntate. La entrevista no ha terminado.
—No seas grosera, Jessica —dice él, pero está distraído y claramente
desinteresado en el conflicto al que su esposa quiere atraerlo.
¿Exactamente cuánto tiempo constituyen los pocos minutos antes que
Lander llegue?
—Sé que estará contenta con mi desempeño —digo, tratando de mover
mi brazo más lejos con suavidad—. Si no, entenderé completamente si siente
la necesidad de despedirme. Cuando regrese el lunes podremos tocar el
tema.
—¡No puedo despedirte ya que ni siquiera tienes el trabajo todavía! —
Su voz está aumentando, pero suena más en pánico que enojada.
Travis suspira, vuelve a poner el teléfono en su bolsillo.
—Acabo de darle el trabajo. Y nadie la despedirá... No a menos que
decida que es necesario.
—Por el amor de dios, ¡es mi asistente, T!
Tan pronto como las palabras escapan de los labios de Jessica, los
presiona hasta que no puedo ver sus labios en absoluto, como si escondiera
el instrumento de su impetuosidad.
Por primera vez me doy cuenta de las nubes oscuras que se pueden ver
fuera de las ventanas del ático. Es casi como si Travis las hubiera
convocado.
—Nada es tuyo. —La voz de Travis es sorprendentemente tranquila,
casi casual—. Ni esta casa, ni la limusina, ni la ropa o las joyas o incluso
tus amigos, que solo quieren salir contigo porque te casaste con mi familia.
Es mi riqueza lo que paga todo. Es mi nombre lo que te elevó. No te di nada,
Jessica. Sin mí, no eres nada. Todo en tu vida está en arrendamiento. La
chica está contratada. Ese asunto está resuelto.
La mano de Jessica cae de mi brazo. Y por un breve momento estoy
demasiado sorprendida para moverme. En mi vecindario no es raro
encontrar hombres que de vez en cuando les lanzan puñetazos a sus
esposas y novias, pero esta es la primera vez que veo a un hombre apuñalar
a una mujer con palabras.
Debido a que Jessica está definitivamente muriendo, aquí, delante de
mí, está sangrando. Travis usó insultos para cortar y abrir cada arteria.
Muevo mi peso torpemente de un pie a otro, mis ojos rebotan entre
Travis y Jessica antes de quedarse en la segunda. 50
—Tengo muchas ganas de trabajar con usted, señora Gable —digo
suavemente, como si mis débiles palabras pudieran servir como gasa y
curita. Luego me vuelvo hacia Travis y agrego—: Y para usted, señor Gable.
Antes que alguno de ellos me demore más, salgo de la habitación y me
apresuro hacia la puerta. Ojalá atribuyan mi prisa a un deseo de escapar
de una situación incómoda.
—¡Bell!
Me vuelvo para ver a Travis de pie en el pasillo.
—Recuerda, este trabajo se paga muy bien. Valdrá la pena.
¿De verdad? ¿Merece la pena verlo humillar a su esposa para su
diversión? Pero entonces, habrá otras recompensas, me recuerdo.
Recompensas que no tienen nada que ver con dinero.
Sí, valdrá la pena.
—No me decepciones, Bell.
—Oh, señor Gable —digo con solemnidad—. Puedo ser muchas cosas,
pero nunca seré una decepción.
Y hablo en serio. Para Travis no voy a ser una decepción en absoluto.
¿Para él? Seré un desastre.
SIETE
L a última vez que vi a Jessica no tenía más de diecinueve años
y yo ni siquiera estaba en la escuela media todavía, ni de cerca
en el radar de Jessica. Jessica no había sido tan... tensa en ese
entonces. Su voz, ahora tan débil, era rica y robusta mientras
lamentaba el destino de Nick Foley desde el estrado de testigos.
Y Jessica había sido la testigo perfecta. Una chica de cara dulce, de
buena familia, ¿de qué podría sacar provecho testificando contra mi madre?
Nada. Eso es lo que todo el mundo pensó.
Pero no es interesante que solo seis meses después de la sentencia de
mi madre, Jessica estuviera comprometida con un hombre con el que nadie
incluso sabía que estaba saliendo: Travis Gable, un hombre que conocía a
Nick Foley bastante bien.
51
15
Éxtasis.
por un extraño... por ti... Todo lo que tienes que hacer es conseguirme una
dosis.
Se había retirado un poco, tratando de captar mi atención... Pero me
quedé mirando el suelo. No encontré su mirada.
—¿Es la primera vez que haces esto, nena? ¿Te estás vendiendo por
drogas?
Dudé un momento antes de asentir.
—Pero lo estás haciendo ahora, así que debes estar en algo serio —dijo—
. Y cuando hayamos terminado, te sentirás incluso peor que ahora, porque
entonces no serás más que una puta barata.
Finalmente me obligué a mirarlo a los ojos.
—¿Has estado con putas antes? —pregunté.
—Sí, con unas cuantas.
—¿Te importa cómo se sintieron después?
—No tanto.
Tomé una respiración profunda y expresé la única pregunta que
importaba:
—Te dije lo que voy a dejar que me hagas. Te dije lo que haría por ti.
¿Pero de verdad te importa cómo me sienta después?
54
Extendió la mano, acarició mi mejilla con su pulgar. Si había una duda
en su voz antes, la lascivia en su sonrisa selló el asunto.
—No. No me importa en absoluto.
Es todo lo que necesitaba oír. En cuestión de minutos me estaba
siguiendo por la calle, a un callejón y luego a otro. Ignoró a los otros peatones,
a los borrachos rezagados tratando de ir a casa. Cada pocos pasos que
rozaba, tocaba mi trasero, pasaba sus dedos por mi sujetador mientras
sonreía y calentaba mis manos en sus bolsillos.
—Pronto nene —le prometí—. Pronto.
En cuestión de minutos estábamos en el lugar correcto, escondidos en
un callejón oscuro entre dos edificios mirando al distribuidor de la esquina.
—Ese es —susurré—. Tiene las cosas buenas. Hace que cada célula de
mi cuerpo cobre vida. Juro que cuando estoy en eso puedo volar. —Le tomé la
mano, presioné los billetes en su palma—. Cuando estés dentro de mí
volaremos juntos. Seré como una supernova... solo para ti... Lo que quieras.
Sus ojos se iluminaron. Su mano se deslizó sobre mi cadera.
—Voy a joderte bien.
Y con eso se volvió y se acercó al distribuidor. Lo vi mientras sacaba el
dinero. Lo vi mientras hacía su petición.
Vi como el distribuidor sacó un par de esposas. Miré cómo Lloyd era
presionado contra una pared y le leían sus derechos. Escuché mientras
gritaba en protesta, mientras trataba de explicar... pero fue demasiado
tarde... yo ya estaba lejos, caminando rápidamente por el callejón, lejos de la
escena, ya limpiando el maquillaje que creó la ilusión de círculos oscuros bajo
mis ojos mientras susurraba para mí misma:
—Apuesto a que te importa ahora, imbécil.
Necesitaba escapar tranquilamente... Pero era difícil no reírse. Cualquier
idiota con medio cerebro habría sospechado ante que ese tipo fuera un
distribuidor. Pero Lloyd no tenía medio cerebro. Solo una erección y un deseo
de tomar a mujeres débiles.
Desafortunadamente para él, yo no soy débil.
Y, por supuesto, era solo cuestión de tiempo que la policía encontrara la
metanfetamina que había plantado en su bolsillo, la cual hizo que sus
protestas fueran aún más inútiles.
Fue una victoria menor, pero todavía un poco dulce.
Algunos podrían pensar que lo que hice fue cruel. Algunos podrían 55
verlo como justicia vigilante.
Pero mis motivaciones eran más simples que esas y mucho más
mundanas.
La verdad es que lo necesitaba fuera de mi camino.
62
OCHO
S olo han transcurrido cuarenta minutos desde que volvimos a
vestirnos, ya que Lander trató de convencerme de ir
directamente a algún pequeño restaurante chic en Upper East
Side. Pero tuve que rechazarlo, aunque solo fuera por unas
pocas horas.
Después de lo que pasó, necesitaba un poco de tiempo para reubicar
mi cabeza. Así que después de confirmar que su hermano y su esposa
estaban fuera por la noche, y que Lander tendría que esperar hasta el
domingo para verlos, sugerí que nos reuniéramos para una cena tardía, a
las nueve en West Village. Le dije que tenía algunos recados que necesitaba
hacer en la zona y que me podría dejar en frente de un Duane Reade. Entré
y me tomé mi tiempo seleccionando algunas barras crujientes para comprar,
leyendo sobre las listas de ingredientes como si esperara encontrar algo
ligeramente interesante. Cuando retrocedí, me aseguré de que su limusina
no estuviera en ninguna parte antes de dirigirme al metro. 63
Ahora, mientras estaba sentada en el metro, mirando hacia delante sin
ver nada, me pregunto... ¿Qué demonios me poseyó?
Paso mi mano sobre mi falda, dando gracias secretamente a los Dioses
por los tejidos sintéticos que no se arrugan. No quiero anunciar mi... Mi
nivel de actividad durante la última parte del día.
Y, sin embargo, no es exactamente un secreto, ¿verdad? El chofer de la
limusina me vio. Me vio correrme. Y no es un auto que nunca vaya a ver de
nuevo. Ese fue el chofer de Lander. Ahora, cada vez que ese hombre abra la
puerta para él, me imaginará desnuda, en su regazo, en medio del más
poderoso orgasmo de mi vida...
Y va a abrir la puerta para mí también, porque estoy lejos de terminar
con Lander.
El metro alcanza mi parada y me apresuro, esperando que nadie
alrededor note el rosa de mis mejillas o se detengan a imaginar lo que podría
significar.
Por supuesto, el mismo pensamiento es ridículo. Esto es Harlem. Y no
una parte muy agradable, por cierto.
La gente aquí tiene otras cosas de qué preocuparse.
Pero, aun así, es difícil no ser consciente de uno mismo mientras
caminas por la estación del metro, muy abajo. El sexo en la limusina no era
parte del plan. Por supuesto, había iniciado las cosas como un medio de
distraerlo de su línea de preguntas, pero se había convertido en mucho más
que eso. Perdí el control y el plan que había puesto en marcha es, al menos,
parcialmente dependiente de que siempre esté en completo control.
Y no son solo los eventos los que tengo que manipular. Lo que
realmente necesito es el control completo de cómo estas personas, Lander,
Travis, Jessica, todos... me miran. Atrás quedaron los días en que era solo
una víctima infeliz en la historia de otra persona. Hace tres años empecé a
escribir una nueva vida. Me escribí como el personaje principal en una
historia de venganza y retribución. Los otros personajes me verán de la
manera que quiero, porque soy la que sostiene la pluma. ¡Esta es mi
narración, maldita sea! Decido cómo va la historia, pongo el ritmo, y elijo
cómo y cuándo acabará todo.
Pero cada vez que Lander me toca... Es casi como si tomara el control
de la pluma. Como si estuviera escribiendo la historia conmigo.
Y cuando lo hace, me ve a mí. No al personaje, sino a la autora detrás
del papel. Y tan emocionante como es, no puedo permitir que suceda de
nuevo.
Estúpida, pienso al llegar a las escaleras. Mis tacones chasquean
contra los escalones de concreto, añadiendo un compás que me acompaña
junto con las palabras mientras éstas golpean mi cabeza una y otra vez. 64
Estúpida, estúpida, estúpida. Fui ilusa cuando era niña, demasiado inocente
para ver lo que estaban haciendo a mi madre, y ahora que conozco la verdad,
todavía soy tan estúpida, dejándome seducir por algo tan primitivo e
inconsequente como el deseo físico.
Cuando llego a la acera y al aire libre, me detengo un momento, exhalo,
tratando de expulsar a los demonios de la duda.
Así que cometí algunos errores. Pero, aun así, estoy en el buen camino.
Al final eso es todo lo que importa. Cualquier sentimiento que pudiera o no
tener por Lander... Bueno, se desvanecerá.
¿Pero mi éxito? Eso es algo que podré saborear por el resto de mi vida.
Tomo otra respiración profunda, comienzo a caminar, encontrando mi
ritmo de nuevo.
—Por la justicia —dije mientras le entregué el cargado coñac.
Y justicia es exactamente lo que voy a conseguir.
La puesta de sol es bonita hoy. Los tonos rosados hacen que las calles
de mi barrio parezcan engañosamente seguras. Pero hay unas pocas
indicaciones de un peligro al acecho: la agrupación ocasional de vidrio donde
estuvo un auto una vez estacionado, la sutil pobreza del mercado local, los
ojos movedizos de los muchachos que se reúnen en la esquina, sus bolsillos
llenos de peligro y vicio.
Estoy un poco fuera de lugar en este momento, con mi costoso vestido
y tacones de gatita sexi, pero nadie me molesta. Me conocen por aquí, e
incluso aquellos que aún no, reconocen mi caminar confiado, fuerte.
Cualquiera que haya visto un espectáculo de la naturaleza sabe que los
depredadores buscan víctimas débiles, fáciles de cazar. Apuntarán al animal
herido que apesta a miedo.
Esa no soy yo.
¿Tienes miedo, Bell?
Sacudo la cabeza, alejando el recuerdo mientras camino.
—No dejes que ese hombre se meta bajo tu piel, cariño —grita una voz
grave.
Detengo mis pasos y me vuelvo para ver a una mujer sin hogar sentada
en el pavimento, con un lápiz morado en una mano y un libro para colorear
en la otra. Al lado de ella hay varios crayones rotos y trozos de lápices de
color.
—¿De qué está hablando? —pregunto con cautela.
—Conozco tu historia —dice. Las rayas grises en su masa de cabello
castaño rizado la hacen ver más salvaje que descuidada—. Te enamoraste
del hombre equivocado.
Me río, repentinamente aliviada de que esta mujer no sepa nada de mí, 65
y avergonzada de que por un por un momento, me preocupó que pudiera
hacerlo.
—No estoy enamorada de nadie —digo suavemente.
—Chica, ¡sigue diciéndote eso! —La mujer se ríe entre dientes,
volviendo su atención hacia su libro de colorear—. Una vez me enamoré del
hombre equivocado. No, hice eso dos o tres veces... ¿Sabes qué? Todos son
malos. Esos hombres son solo un puñado de hijos de puta con cuernos si
me lo preguntas.
Otra vez me eché a reír. Pero la mujer mantiene los ojos en su libro
para colorear, su pluma se mueve rápidamente sobre la página.
Echando un vistazo a su trabajo me sorprende ver lo meticulosa que es
al permanecer dentro de las líneas. La imagen es de una madre y su hija
caminando de la mano a través de un parque. Coloreó el paisaje en tonos
verde, amarillo y lavanda, haciendo que la escena ya pacífica parezca alegre
y viva.
Una vez vi el mundo de esa manera, cuando era lo suficientemente
joven como para sostener la mano de mi madre.
—Pero no todas las criaturas de Dios son malas —continúa la mujer—
. Anoche llegó un mapache. Caminó hasta mí, me dio un saludo honesto, y
luego siguió caminando. Como un verdadero caballero.
—Debe tener cuidado con esas cosas —advierto—. Algunos tienen la
rabia.
—Sí, bueno, al menos un mapache rabioso tiene una excusa para ser
malo. ¿Cuál es la excusa de los hombres? ¿Todos tienen la rabia también?
—No, solo son hombres. —La estudio por un momento—. ¿Cuál es su
nombre?
—Mary —dice mientras selecciona otro color de su colección.
—¿Tienes hambre, Mary?
Levanta la mirada de nuevo, sus amplios ojos marrones responden por
ella. Meto la mano en mi bolsa y le doy las barras crujientes.
—Espero que te guste los arándanos crujientes.
Pone sus colores abajo mientras rompe la envoltura de uno de los
paquetes.
—Las chispas de chocolate son mejores. —Toma un bocado, con sus
ojos todavía en mí—. No dejes que te lastime, ¿de acuerdo, cariño?
—Oh, no se preocupe. Nadie va a lastimarme, nunca más —le digo
mientras cierro mi bolso de nuevo, volviéndome para caminar la última
cuadra a casa.
Tengo todo bajo control. 66
Intento convencerme de mis propias palabras mientras camino hacia
mi edificio, pero cuando miro las barras de la ventana del primer piso mi
confianza vacila. Puedo manejar la vida en una zona pobre, pero maldita
sea, odio esas barras.
Me asustan mucho más que los traficantes de droga en la esquina.
Puedo escapar de hombres como esos, pero tienes que ser Houdini para
escapar de una jaula.
Aprieto los dientes y pongo mi llave en la cerradura de la entrada
principal, llegando rápidamente al vestíbulo. Pongo otra llave en uno de los
pequeños buzones de metal a la izquierda. La caja es tan pequeña que el
cartero no tiene más opción que arrugar el correo antes de meterlo, como si
la gente en mi edificio ni siquiera tuviera derecho a recibir tarjetas de
cumpleaños que no tengan la apariencia de basura desechada. Pero hoy
todo es basura, excepto el sobre dirigido a la mujer cuyo nombre ya no
utilizo. Lo meto en mi bolso y voy por la estrecha escalera hacia mi
apartamento.
Cuando consigo entrar cierro la puerta con llave antes de poner una
cadena gruesa.
Mi estudio es sencillo. Hay una pequeña mesita de noche junto a mi
colchón, donde una foto de mi madre y yo en Disney World reside regiamente
en su marco de plástico barato. Mi escritorio está completamente lleno, con
copias de periódicos y artículos de revistas sobre HGVB Bank y sobre
Edmund Gable y los Chicos Gable-2, como el Esquire se refiere a Lander y
Travis. EL REY DE LOS INVERSORES FINANCIEROS, se lee en otro título
audazmente impreso bajo una foto de Travis.
Y luego están los viejos artículos, artículos sobre Nick Foley. Un VP del
banco HGVB asesinado a sangre fría por su criada. Una historia sórdida de
infidelidad, de amantes hundidos, de perversión, de todo lo que los medios
aman... Excepto tal vez la verdad.
Pero los artículos parecen tan confiados en sus informes. Según uno,
esta mujer, esta asesina, esta criada, había sido rechazada por su amante,
el rico y respetable Nick Foley. Verán, en un momento de debilidad, el Sr.
Foley había caído en la centenaria tradición de acostarse con el servicio.
Pero cuando su esposa encontró culpable al señor Foley, trató de romper
con ella. Claramente eso era de esperar. Pero en este relato, la criada no lo
tomó bien. Esta criada había esperado que el Sr. Foley dejara a su esposa.
No entendió.
No entendió su lugar.
Ninguno de los periódicos realmente decía eso, no con esas palabras.
Pero el sentimiento está ahí, entre líneas. La tonta sirvienta pensó que tener
sexo con su empleador la hacía especial. Realmente creyó que un importante
vicepresidente dejaría a su rubia esposa debutante por una pequeña ama 67
de casa mexicana, una mujer que limpiaba su retrete para ganar dinero para
comestibles, comida para alimentarse a sí misma y a su hija bastarda.
Estaba delirante… Pero más que eso... era peligrosa. Solo unos meses antes,
una niñera haitiana, que podía o no haber sufrido trastorno de estrés
postraumático, había sido capturada tratando de secuestrar a los niños a
su cargo. Y meses antes, un chofer chino de limusina había sido expuesto
como parte de un círculo del crimen organizado, avisando a sus socios
ladrones cada vez que encontraba un cliente importante, diciéndoles qué
casas específicas estarían desocupadas por un tiempo y cuáles eran buenos
objetivos.
Entonces, ¿esta historia sobre la doncella? Se ajustaba a esa narrativa.
El enemigo vive entre nosotros, disfrazado de siervos leales.
Tienen que ser detenidos, y rápidamente.
Es el tipo de narrativa que puede influir en un jurado, el tipo de historia
del coco que asusta a la gente, ignorando cosas como falta de pruebas y el
debido proceso.
Por supuesto, la mayor parte de la información que tengo ahora no fue
discutida durante el juicio. Ni siquiera salió a la luz. Y sé por experiencia,
dolorosa y frustrante, que las autoridades no tienen interés en revisar
ninguna nueva información ahora. Tuvieron su culpable, sus titulares, sus
promociones. Cualquier nuevo giro sería un inconveniente en este momento.
Muy bien. Toco los periódicos en mi escritorio. Toda esta información
en manos de un burócrata sería inútil.
¿Pero en manos de un vigía? Es invaluable.
En la tenue luz de mi casa, sonrío para mis adentros y me estiro a mi
bolso, saco mi teléfono, y veo las fotos que tomé en la casa de Lander. Los
dibujos me llaman la atención primero. Estudio el del chico que está a punto
de morder la mano del hombre que le entrega dinero. Bite, Torture, Ruin. ¿Se
supone que es Lander? Es muy difícil decirlo. Pero sería interesante si lo
fuera. Sería realmente interesante si es así como se ve a sí mismo.
Lander dejó el país justo después del juicio de mi madre, a Oxford, para
agregarlo a su elitista cartera de logros, mientras que en casa de su padre
se destruyeron vidas y su madre murió.
Sí, eso es correcto. La madre de Lander murió de cáncer mientras su
padre estaba en medio de divorciarse de ella.
Lander ni siquiera se molestó en volver a verla hasta que llegó el
momento del funeral. Y tan pronto como se graduó, se metió perfectamente
en la organización de su padre y tomó una posición en HGVB. Estaban lado
a lado en el campo de golf en cualquier momento. Por lo que puedo decir,
Lander nunca se molestó en visitar a su madre en su tumba. Solo se
benefició del padre rico, el de nombre prestigioso y con la capacidad de
dispensar fondos fiduciarios. Ese es el tipo de hombre que es Lander, no 68
importa lo que mi cuerpo esté tratando de decirme ahora.
Mi mente vuelve a anoche, a la forma en que Lander me besó el cuello,
que me atrajo contra él, la forma en que entró en mí lenta y suavemente,
solo aumentando la intensidad una vez que estuvo seguro que mis ojos
estaban sobre los suyos, una vez se sintió seguro de nuestra conexión. Nadie
me había mirado así. Nadie había logrado nunca ese equilibrio entre
dulzura, poder y pasión antes.
Pero fue una ilusión. Nada suave dura mucho tiempo en este mundo.
Quizás Nick fue gentil cuando besó a mi madre, mira el bien que les
hizo.
Una vez más mi mente viaja de regreso... De nuevo a esa cama, de
nuevo a la línea de besos que se habían movido de mi pecho, hasta mi
estómago, abajo, más abajo, entre mis piernas, el calor de su lengua
mientras jugaba conmigo, el sonido de su voz cuando se levantó de nuevo,
tiró suavemente de mi cabello, y susurró mi nombre: Bellona, una guerrera
tan hermosa.
—Lo siento, Lander —digo mientras abro el cajón superior de mi
escritorio y acaricio ligeramente el arma que escondí ahí—. Pero incluso las
guerreras más bellas son asesinas.
NUEVE
E l vestido que elegí para la entrevista estaba basado en los gustos
estéticos de los años 80 de Travis, tipo Addicted to Love16.
No hay nada más patético que las personas que piensan
que “retro” y “moderno” son conceptos de moda intercambiables.
Pero ese atuendo no es para Lander. Para él, me puse un par de
vaqueros ajustados, una camiseta blanca ceñida con una chaqueta
recortada de cuero marrón de segunda mano y unas cuantas cadenas largas
de plata que conseguí en el mercado de Hell’s Kitchen.
Es curioso, pero la ropa que sé que impresionará a Lander, es la que
realmente me gusta usar.
Una pequeña voz en mi cabeza me dice que tenga cuidado con eso, que
cualquier cosa en común con el enemigo es una señal de advertencia, no
una conveniencia.
69
Había querido venir a recogerme, o tal vez solo quería descubrir dónde
vivía. Se me ocurrió una excusa para que no pudiera llegar hasta mi puerta,
pero no me molesté con que fuera una buena excusa. No importaba si me
creía o no. Solo importaba que me deseara lo suficiente como para ignorar
el hecho que no me creyera. Los hombres son increíblemente fáciles de esa
manera.
Cuando llego al restaurante, un popular lugar italiano, su elección, ya
está allí, esperando en una mesa en un atuendo que casi parece diseñado
para complementar el mío: vaqueros azul oscuro y un suéter de algodón
color crema, con las mangas largas empujadas hacia sus antebrazos, cinco
botones en el cuello, el último en la parte superior, abierto. Bastante casual
y, extrañamente, muy sexy. Está dibujando algo en un trozo de papel, pero
cuando me ve del otro lado de la habitación, lo dobla y lo guarda en el bolsillo
de su chaqueta, que cuelga sobre el respaldo de su silla. El bolígrafo lo deja
ocioso sobre la mesa.
—¿Hiciste todos tus mandados? —pregunta mientras me siento, su
tono algo desconcertado.
—Prácticamente. —Tomo asiento frente a él, sin dar nada más.
16 Canción interpretada por Robert Palmer, que fue lanzada por primera vez 1985. El
atuendo de las acompañantes en el videoclip musical es semejante al vestido que lleva la
protagonista.
Un mesero llega con dos cocteles.
—Espero que no te importe —dice Lander—. Pensé que te gustaría
probar su especialidad.
Examino los dos cocteles. Su bebida, que parece ser bourbon en las
rocas, luce considerablemente más simple que la mía, que es... algo
mezclado con varias otras cosas y adornado con un lazo.
—Te gusta añadir adornos interesantes a tus bebidas alcohólicas,
¿cierto? —pregunta, su voz casual, aunque inmediatamente pienso en mi
anillo de granate.
—¿Por qué dices eso? —pregunto, igualando su tono.
—Eres barman. A todos los camareros les gustan los intrincados
cocteles.
¿Está jugando conmigo? No puedo decirlo. Levanto mi copa y sonrío.
—Bueno, vamos a ver si esto termina siendo un poco interesante para
mí.
Chocamos nuestros vasos. Mi bebida sabe a bourbon y a pomelo y es
amarga. Un poco de comodidad, una pequeña tarta, un poco amarga... No
es un mal equilibrio para tratar de atacar en la vida. Por otro lado, hace
largo tiempo que dejé de empeñarme en encontrar el equilibrio.
70
—¿Te das cuenta que esta es nuestra primera cita?
Sonrío, asintiendo.
—Es muy... tradicional, ¿no?
—Lo tradicional hubiera sido empezar por las citas y después seguido
con lo demás.
—Quiero decir que cenar juntos es normal, y hasta ahora nada entre
nosotros ha sido... normal. No eres normal.
—¿No lo crees? —Recoge su menú, estudiando las opciones. Algunas
mesas con un grupo de voces ligeramente borrachas se lanzan a una
interpretación de Feliz Cumpleaños.
—He estado en tu ático —digo, tomando otro trago de mi bebida—. He
estado... en tu limusina.
Eso hace que sus ojos se levanten rápidamente hacia los míos, su
sonrisa haciéndose un poco más traviesa.
—Sé cómo vives —continúo—. Sé que la ropa que utilizas es costosa
como el infierno... y sé que no tienes que ir a un bar de mala muerte en
Harlem para conseguir bebidas baratas. Está totalmente fuera de tu camino
y te lleva fuera de tu elemento. Sin embargo, vas ahí regularmente. Eso no
es normal.
Lander vacila un momento antes de bajar el menú.
—Me gusta... me gusta la claridad de la gente que frecuenta Ivan’s.
—¿En serio? La mayoría de las personas en ese bar están demasiado
borrachas para tener claridad sobre algo.
—Eso no es lo que quiero decir… —Se toma un momento, sorteando
sus ideas, y comienza de nuevo—. Esa chica con el cabello de arco iris, me
tomó unos quince segundos darme cuenta que tiene un problema con las
drogas.
—Guau —digo mientras veo los aperitivos en el menú—. Eres un
verdadero Sherlock Holmes.
—Ese es mi punto. —Toma la pluma y empieza a dibujar en la parte de
atrás de una servilleta de papel—. No tuve que averiguarlo. Si estuviera
anunciando su adicción con un letrero de neón no podría haber sido más
claro. —Desde mi posición, puedo ver que está dibujando a alguien con una
chaqueta de motociclista—. Ese hombre con el que tuve la pelea, no se gusta
mucho a sí mismo, así que utiliza la violencia y la intimidación para darse
un poco de autoestima. El tipo al que le di los doscientos dólares, es un
alcohólico sin familia y sin casa y con un montón de problemas de dinero.
—Lander, literalmente te contó todo eso. Se paró a tu lado y dijo…
—Sé lo que dijo, estaba escuchando. —Su pluma sigue moviéndose. Es
casi como si no se diera cuenta que es quien la está moviendo. Es como un 71
tic, excepto que en este caso su tic está creando algo bastante interesante—
. Por eso es que me gusta tanto Ivan’s. Todo lo que tengo que hacer es
observar y escuchar para saber lo que la gente hace allí. Sé cuáles son sus
problemas. —El motorista que dibujó tiene su puño levantado mientras le
grita a un enemigo invisible—. La gente con la que trabajo, las personas que
viven en mi pedazo de Manhattan, tienen un montón de los mismos
problemas. Pero puede tomar meses antes que te des cuenta que tu
secretaria tiene una adicción al Valium. Los alcohólicos se disfrazan de
conocedores de vino porque tienen suficiente dinero para flotar a su adicción
responsablemente y otros que no ganan lo suficiente para soportar su forma
de vida son respaldados por tarjetas de crédito. Nunca sabes los problemas
de alguien.
—¿Y los acosadores? —pregunto. El mesero se acerca a nuestra mesa,
pero Lander lo ahuyenta.
—Hay muchos de esos, y todos lucen y se visten como yo. Todos
compramos en las mismas tiendas, tenemos trabajos similares... Puede ser
increíblemente difícil distinguirlos de todos los demás, y muchos son tan
sutiles en su agresión que no sabes que eres un objetivo hasta que eres
parte de su recuento. —Estudia su dibujo por un momento, su frente
arrugándose como si estuviera en medio de la resolución de un
rompecabezas.
—Me paso todo el día, todos los días —dice, algo distraído—, tratando
de quitar las capas, tratando de mirar detrás de la cortina, tratando de
averiguar quiénes son las personas con las que realmente estoy lidiando,
intentando averiguar lo que realmente quieren y lo que realmente necesitan.
Es un juego... y no soy malo en ello. —Cuidadosamente escribe la palabra
Cries bajo la imagen—. Pero me canso —continúa—. Así que voy a bares
donde la gente no está escondida detrás de las cortinas fingiendo estar en
Oz. Voy a lugares donde los clientes bailan por todas partes con el cabello
de arco iris o gruñen detrás de tupidas barbas. —Escribe la palabra in—.
Voy a lugares donde sé exactamente quién y con qué estoy tratando en todo
momento. —Sonríe para sí mismo mientras termina el título de su arte con
la palabra Rebuke. Gritos en Represión—. En Ivan's, es así. —
Repentinamente levanta la vista de su dibujo y encuentra mis ojos antes de
añadir—. Siempre he sabido con quién estoy lidiando en Ivan’s... excepto
cuando se trata de ti.
Mi boca se levanta en una sonrisa ladeada.
—Soy la única en Ivan’s a quien no puedes descifrar, así que también
soy la única que llevaste a casa. Dices que no te gustan las complicaciones,
pero… —Levanto mi bebida, tomo otro trago—. Creo que la dama protesta
demasiado.
Lander se ríe y ahora llama la atención del mesero, dejándole saber que 72
está bien que se acerque.
—¿Eres fan de Shakespeare?
—Conozco algunas de sus obras.
El mesero toma nuestras órdenes. Para él, escoge el aperitivo infantil y
fettuccine como entrada. Después ordena para mí, una ensalada de
guisantes primavera y branzino, antes de rematar con una botella bastante
costosa de vino para compartir.
—¿Entonces eres artista? —pregunto y tomo otro largo trago de mi
coctel.
—Garabateo —dice rápidamente. Brevemente levanta el dibujo,
dándome solo unos segundos para examinarlo antes de doblarlo y meterlo
en su bolsillo. Es como si de repente estuviera avergonzado de tenerlo a la
vista, como si hubiera pensado que no me daría cuenta de lo que estaba
haciendo.
Es una especie de tic, pienso para mí. Cuando reflexiona sobre las cosas
que dibuja... es un poco extraño, por otro lado, al menos es útil para mí.
Significa que esos dibujos que vi en su casa son un reflejo de algo... más
profundo.
—Tienes razón, ¿sabes? —dice, como si tratara de apartar mi atención
del dibujo—. Elegí llevar a casa a la chica más complicada del bar. Por
ejemplo, después de hablar contigo durante cinco minutos, sentí que
estabas bien educada... la mayoría de las mujeres así no trabajan en bares
como ese.
—La mayoría de los hombres así, no los frecuentan —contrarresto.
Nuestra conversación es puesta en espera momentáneamente mientras
el mesero regresa y vierte una pequeña cantidad de vino tinto en el vaso de
Lander. Lo hace girar casi con impaciencia antes de probarlo y dar su
aprobación.
Cuando mi vaso está lleno, me tomo un momento para admirar el color,
tan oscuro que es delicioso. Usaría este color si lo encontrara en un vestido.
Lander tiene razón: Los ricos disfrazan sus pecados muy bien. Sus vicios
son realmente bonitos... hasta que se vuelven feos.
—Cuando renunciaste, no hiciste lo esperado —continúa Lander
cuando el mesero se retira de nuevo—. No buscaste empleo en un bar
diferente y mejor. No, te encuentro en las calles del Upper East Side luciendo
como si acabaras de salir de las páginas de una guía de estilo de vanguardia.
Ese es un cambio bastante dramático.
—Supongo que soy una mujer renacentista.
—Y luego cuando te pedí que vinieras conmigo, dijiste que sí, pero
estuviste en conflicto. Hubo momentos en que pensé... la forma en que me
mirabas a veces... 73
—¿Hizo que tu corazón se derritiera? —digo en broma.
—Me hizo creer que querías odiarme.
Dudo un momento, tomando otro trago.
—No quiero odiarte —miento.
—¿Quién eres, Bellona?
Una guerrera. Es lo que quiero decir. Pero en vez de eso, me encojo de
hombros con timidez.
—Si soy misteriosa, Lander, ciertamente no lo soy más que tú. He...
estado contigo dos veces, estoy a punto de compartir una cena contigo
ahora, y ni siquiera conozco tu apellido aún.
Se sorprende por un momento y luego se ríe, genuinamente. Realmente
no había notado que me había ocultado ese dato.
—Supongo que tampoco he sido muy comunicativo, ¿cierto? —Sonríe y
dice casualmente—: Mi apellido es Gable.
—Gable —repito, luego abro mis ojos con practicada sorpresa—.
¿Gable? No estas relacionado con Travis Gable, ¿cierto?
—Sí —dice con cautela—. Es mi hermano.
El mesero regresa con una cesta de pan mientras me preparo para
lanzar mi actuación.
—Lander, tu hermano es con quien me acabo de entrevistar. Travis y
Jessica Gable. ¡Voy a ser la asistente personal de Jessica!
Lander me mira por un momento, su rostro no tiene ninguna emoción.
No puedo leerlo en absoluto.
—En serio —presiono—. Quiero decir, ¿cuáles son las probabilidades?
No puedo creer que...
—No.
Dice la palabra tan bajo que no estoy segura de haberlo escuchado
correctamente. El restaurante está lleno de risas y charla.
—¿Dijiste…?
—NO.
Los aperitivos llegan, pero ninguno alcanzamos nuestros cubiertos
mientras la comida es colocada delante de nosotros.
—No... ¿Qué?
—No puedes trabajar para mi hermano.
—De hecho, puedo hacerlo. —Me detengo antes de decidir lanzar una
sonrisa despreocupada como si no se hubiera sobrepasado—. Aunque
técnicamente estoy trabajando para Jessica. —Recojo mi tenedor y apuñalo
mi ensalada—. Solo haré cosas para tu hermano cuando... bueno, cuando 74
me necesite. Todavía no puedo creer que el tipo sea tu hermano. Estás
seguro que estamos hablando del mismo...
—No hagas esto.
—Lander, era asistente personal antes de empezar a trabajar en Ivan's.
El asunto del bar realmente era más como algo mientras encontraba
cualquier otra cosa. Este trabajo de AP es perfecto. Y la paga…
—¡Escúchame! —dice de golpe, deteniéndome. La gente de la mesa de
al lado envía una rápida mirada curiosa antes de volver su atención a sus
comidas.
—Bell, tienes que entender —continúa Lander—. Mi hermano… —Hace
una pausa mientras busca la palabra correcta antes de terminar con—: Mi
hermano es un idiota.
Rompo en un ataque de risitas, dando una muestra de ligereza
mientras mentalmente analizo su reacción y comentarios. La rivalidad de
hermanos entre Lander y Travis no es exactamente un secreto, pero
aparentemente es una rivalidad amistosa. De hecho, mis estudios y
observaciones me habían llevado a creer que los dos hermanos, de hecho,
se habían vuelto más cercanos a lo largo de los últimos años. Estoy bastante
segura que eso es lo que todos creen. Pero parece que ese no es el caso. Así
que, ¿tal vez el amor fraternal es simplemente para aparentar?
Dejo que mi risa se apague y tomo otro bocado de ensalada.
—No es una broma —presiona Lander.
—Puedo lidiar con tu hermano. Siempre he sabido manejar a los
hombres.
—No dije que fuera un hombre. Dije que es un idiota.
—¿Hay diferencia? —digo secamente antes de poder detenerme, luego
sonrío burlonamente para quitar el impacto.
—Bell, por favor, no hagas esto.
Me siento y estudio su rostro. Está completamente serio, pero no parece
enojado... más bien preocupado ¿Realmente podría estar preocupado por
mí?
—Necesito que confíes en mí —digo. Y en cierto modo es así.
Necesito que confíe en mí, para poder traicionarlo.
Miro hacia mis manos agarrando el tenedor y el cuchillo.
Esta es la primera vez que has pensado en lo que estás haciendo en
términos de traición.
Es la silenciosa voz susurrada en mi cabeza, moviéndome hacia algo
que lleva una peligrosa semejanza con la culpa.
—Puedo manejarme —continúo—. Pero si hay algo que deba saber
sobre tu hermano, deberías decírmelo ahora. No me pidas que me aleje de
75
un trabajo muy lucrativo solo porque hay una rivalidad de hermanos. Dime
por qué tu hermano es un idiota. ¿Qué hizo exactamente?
Lander muerde el interior de su mejilla por un momento. Es la primera
vez que lo veo lucir incómodo.
—Es un mujeriego.
—Mm-hmm, también lo era Bill Clinton. Eso no detuvo a Janet Reno...
—Mira, a eso me refiero. ¿Cómo es esa una referencia que simplemente
puedes sacar de la nada? ¿Quién diablos eres?
—Bueno, era barman, una que seguía un poco la política, pero estoy a
punto de ser la asistente personal de tu hermano, al menos lo seré si no
puedes darme una objeción que no apeste completamente a mierda. Dame
algo específico, Lander.
—Se acuesta con sus asistentes, Bell.
—¿De verdad? Tu cuñada me dijo que su último asistente era un tipo,
así que, si esa es la forma en que Travis va, creo estoy cubierta.
—Bien, probablemente no se acostó con el último...
—¿Probablemente?
—Definitivamente no con el último, pero... Bell... —Otra vez muerde su
mejilla, y sus ojos se mueven sin rumbo fijo alrededor de la habitación—.
Ojalá simplemente pudieras tomar mi palabra en esto.
—No puedo —digo secamente. Hace un gesto de dolor ante mi negativa,
haciéndome suavizarme un poco—. Mira, voy a tomar el trabajo... Pero te
prometo que si tu hermano se sobrepasa o hace algo abiertamente... no ético,
o inmoral, te lo diré.
Sus ojos se regresan a mí.
Acabo de ofrecerme a espiar a su hermano por él. Lo sabe, lo sé. Ahora
todo lo que queda es que tome mi palabra en esto. O no.
Y su decisión me dirá mucho sobre la relación de Lander con la
dinámica familiar Gable.
El ruido del restaurante, que parecía mantenido a raya en el fondo
durante toda nuestra conversación, ahora envuelve nuestra mesa,
retumbando en mis oídos, haciendo que me pregunte cómo siquiera fuimos
capaces de escucharnos hace un momento.
Los segundos pasan, luego un minuto, y mientras el mesero quita
nuestros platos, detrás de nosotros el celular de alguien suena con las notas
de Vivaldi...
Y luego Lander asiente, y justo así, el ruido del restaurante se 76
desvanece de nuevo, y mis oídos, mis ojos y mi... bueno, mi todo... se
sintonizan con él.
—Todavía desearía que simplemente te alejaras de esto. Pero si insistes,
entonces sí, debes decirme cualquier cosa... cualquier cosa que mi hermano
haga con la que te sientas incómoda o te vuelva... recelosa. —Ahora está
escogiendo sus palabras con tanto cuidado. Me hace sonreír—. Quiero que
estés bien, y si me dices lo que está pasando puedo asegurarme de eso.
Me muevo en mi asiento mientras platos nuevos son traídos a nuestra
mesa.
—Está bien, prometo decirte si las cosas se ponen extrañas, o incluso
si creo que están a punto de hacerlo. Pero también tienes que hacer algo por
mí.
Levanta sus cejas, cavando en su fettuccine.
—Quiero que este trabajo funcione, Lander. —Bajo mi voz una octava,
enfatizando mi seriedad—. Suponiendo que todo básicamente esté en su
punto, por supuesto. Pero me preocupa... si tu hermano sabe que somos...
Bueno, que nos conocemos como lo hacemos, entonces podría hacerme las
cosas difíciles.
Lander toma otro trago de vino en lugar de contestar.
—Solo... no quiero que él o su esposa piensen en mí como la mujer con
la que su hermano se está acostando.
—Bell —dice Lander, el nombre deslizándose suavemente de sus
labios—. No es así.
En realidad, es exactamente así, pero guardo el pensamiento para mí y
desestimo su preocupación con un movimiento de mi mano.
—No quiero que piensen en mí como la mujer con quien está saliendo
el hermano de Travis. No quiero ningún tipo de tratamiento especial más de
lo que quiero que me miren como si fuera una pequeña puta interesada.
—¡Bell!
—Solo permíteme establecer una relación con mis nuevos empleadores
por mis méritos. Si el trabajo va bien y esto… —Hago un gesto entre nosotros
con un rápido giro de mi tenedor—. Si esto también va bien, entonces
podremos hacer como que nos conocimos y empezamos a salir mucho
después de tomar el trabajo. Pero si el trabajo termina o esto —de nuevo
muevo mi tenedor—, termina, entonces... quiero decir, ¿por qué estropear
las cosas revelando todo demasiado pronto? ¿Por qué no simplemente dejar
que todo siga su curso natural antes de empezar a fusionar cosas, como el
trabajo y la familia, demasiado pronto?
—He estado fusionando trabajo y familia toda mi vida —señala.
—Bueno, yo no, y no quiero empezar ahora. ¿Estás de acuerdo con eso?
¿Estás de acuerdo con mentir a tu hermano y a su esposa? Esa es la 77
verdadera pregunta. Lo miro con calma mientras escucho mi corazón
golpear contra mi pecho. ¿Cuál es la respuesta, Lander?
—Sí, creo que podemos mantenerlo en secreto por el momento.
Tengo que llenar mi boca con el pescado para evitar sonreír de oreja a
oreja.
Travis no confía en su esposa. Lander no confía en Travis. Y acaba de
darme lo que necesito para asegurarme que Travis tampoco confíe en
Lander, si alguna vez lo hizo.
Esa es la trifecta17 de la disfunción familiar.
Hará que lo que tengo que hacer sea mucho más fácil.
83
ONCE
N o usé mi anillo esta noche, lo que fue descuidado. Lo que hace
entrar furtivamente en su oficina aún más precario. Por
supuesto, mi concentración debe estar en la recopilación de
información que pueda utilizar contra los Gable...
Pero lo que realmente quiero ver es el dibujo.
Como antes, Lander dejó su ropa en el suelo, y en silencio agradezco a
Dios por sus malos hábitos. Saco el dibujo del motociclista, Cries in
Rebuke... Un título tan extraño, y pareció tan deliberado en la forma en que
lo eligió, tomándose un minuto para escribir cada palabra; Cries, y un
minuto después, in, y un minuto después de eso, Rebuke. Sí, mi Lander es
extraño. Pero realmente no me importa el dibujo del motociclista, así que
cuidadosamente lo pongo en el bolsillo del abrigo y saco el que hizo de mí.
En él, estoy tumbada de costado en el suelo, con una pierna cubriendo la
otra para ocultar mi desnudez de la cintura hacia abajo. Me cubrió el pecho 84
con un tipo de adorno, con un sujetador de joyería o un top de bikini. Parece
un poco retro, como el que podría haber usado una exótica bailarina en las
primeras décadas del siglo XX. En mi cabeza está un tocado encaramado
atrás en mi cráneo, de la manera en que usarías una tiara. Excepto que este
tocado parece casi asiático en sus detalles curvos... casi como algo que sería
llevado por una princesa del Lejano Oriente... O tal vez algo que usaría una
Diosa.
Me resulta extrañamente familiar, la pose, el disfraz... Tal vez lo copió
de una famosa pintura, una que he visto pero no puedo recordar
completamente. Tal vez... ¿Quizás algo que se relacione con su interés en la
historia? Eso tendría sentido, ya que estoy vestida de época. Pero es más
que eso: este dibujo hace saltar mis alarmas. Si lo modeló según alguna
pintura de significado histórico, entonces es probablemente en relación a la
Primera o la Segunda Guerra Mundial. Esos son los períodos de la historia
que más fascinan a Lander, y por lo tanto, los períodos que he pasado más
tiempo estudiando en los últimos años. Aunque cómo esta imagen podría
tener algo que ver con la guerra escapa de mi comprensión. Especialmente
cuando reparo en las palabras escritas bajo el dibujo:
Kind, Witty Heroine18.
Eso es lo que escribió. Así es como tituló su dibujo de mí.
19Conocida en español como Una cara con Ángel, es una película romántica tipo musical
estadounidense de 1957, protagonizada por Audrey Hepburn y Fred Astaire.
ciudad. El color es lo que los modistas llamarían terroso, y lo que yo llamaría
marrón rojizo. La chaqueta cubre el frente, y la desgastada camisa sin
mangas que tendrá que estar bajo ella, y se pinza en la cintura para acabar
ensanchándose en las caderas. La falda se ajusta lo suficiente y el dobladillo
llega a mi rodilla. Tanto Audrey como Jessica lo aprobarían. Estoy segura
que Travis también lo apreciará.
Me visto, aplico mi maquillaje, y luego miro fijamente al espejo de
cuerpo entero. Limpié el cristal hace menos de una semana, pero ya hay
una capa delgada de polvo en él y algunas manchas que me dan un reflejo
un poco nebuloso y una calidad deformada. Sin embargo, puedo ver las
recompensas de mis esfuerzos. Sujeté mi cabello en un moño apretado, bajo,
no muy diferente a cómo Jessica lleva el suyo. Los tacones son de estilo
Mary Jane.
Balanceando levemente la cabeza, me estudio un poco más.
—¿Esta soy yo? —pregunto en voz alta. Por un segundo siento la
puñalada de ansiedad. He interpretado muchos papeles... ¿En qué punto
desaparece mi verdadero yo? Miro nuevamente hacia mis uñas con
manicura. No hay una sola astilla allí.
—No importa —susurro.
Y es verdad. ¿A quién diablos le importa quién era o quién soy debajo de
todo el esmalte y los trajes? ¿A quién le importa quién voy a ser cuando todo 88
esto termine? Mi propia vida no ha significado mucho desde hace algún
tiempo. No significó mucho para las familias de acogida con las que me
quedé, no le importó a la gente que encerró a mi madre, nunca significó
nada para mi padre, quienquiera que sea, y en cierto momento dejó de tener
significado para mí también. Lo que me motiva a salir de la cama todos los
días es la venganza. Aprendí todo por mi cuneta por el bien de la venganza.
Estudié moda, a Shakespeare, tenis, finanzas y política, el comercio, arte y
derecho.
Por el bien de la venganza. Si no fuera por la venganza, ni siquiera me
habría molestado en hacerme la manicura. No me molestaría en comer.
Podría haberme suicidado, pero incluso eso parecería un esfuerzo inútil. Sin
venganza, mi muerte sería tan insignificante como mi vida. Lo que plantea
la pregunta...
¿Qué sucederá cuando termine?
Siempre está ahí, enrollada como una serpiente en el fondo de mi
mente, esperando inyectar su veneno en mis pensamientos. ¿Qué pasará
después de ganar? Sin venganza y con venganza, sin guerra, ¿qué quedará
de mí?
¿Te sientes como si estuvieras ganando cuando hay sangre en tus
manos?
Cierro los ojos y respiro profundamente.
—No importa —digo de nuevo. Porque no lo hace. Es por eso que no
necesitaba que Lander utilizase condón. Dudo que tenga algo pero, en este
momento, mi salud futura no es importante. Si detengo... mi existencia...
Después de mi victoria... Bueno, estará bien. Habré cumplido mi propósito.
Soy un soldado, y mi objetivo no es preservar mi propia vida. Mi objetivo es
simplemente ganar. Eso es.
Abro los ojos a tiempo para ver otra cucaracha. Levanto mi pie y la piso,
aplastándola debajo de mi tacón.
No importa quién soy debajo de todo, no realmente.
Todo lo que importa es que soy despiadada.
89
TRECE
C uando Jessica abre la puerta lleva un vestido pálido verde-
aguamarina que cuelga rígido de su espalda. No es apretado...
De hecho, en alguien más podría parecer anticuado. Pero Jessica
lo lleva bien. Mi madre solía llamar a las mujeres así “perchas humanas”.
Sus figuras están diseñadas para hacer que la ropa se vea bien, pero son
todo seda y espejos. Les quitas la ropa y no hay nada para que un hombre
hunda los dientes en algo suave o femenino. Según mi madre, las mujeres
desnudas flacas-como-palos tienen el atractivo sexual de una muñeca de
papel.
Mi madre nunca mencionó que la esposa de Nick Foley era muy flaca.
No tenía que hacerlo, sabía en quién estaba pensando.
Jessica no sonríe mientras está de pie en la puerta, bloqueando mi
entrada. Pero no parece enojada tampoco. Solo se ve un poco... dispersa.
—¿Llegas temprano? 90
—Solo diez minutos. —Compruebo mi reloj para confirmarlo—. ¿Está
bien?
Agita su mano en el aire. No puedo decir si está haciendo un gesto de
desprecio o practicando su saludo de princesa.
Luego, desde la parte trasera del ático, oigo la risa de niños. Es
sorprendente. No es que haya olvidado que Travis y Jessica tienen hijos, es
solo que son tan horribles que es el tipo de cosas que no quiero recordar.
Mientras los ecos de las risas vienen por el pasillo, me encuentro
apartando el sonido.
—Oh, mis hijos no estuvieron aquí durante tu entrevista, ¿verdad? —
La voz de Jessica suena tan hueca que tiene la calidad de un eco—. Vamos
a que los conozcas. —Gira y me lleva al ático.
En la sala de estar, sentada en el sillón, hay una mujer de unos
cuarenta con piel oliva y una masa de cabello grueso y rizado castaño rojizo.
Es posiblemente puertorriqueña. De pie cerca de ella hay un niño de siete
años y una niña que no tiene ni tres. El muchacho está lanzando un balón
a los brazos de su hermana que espera a unos cuatro metros de distancia.
Cada vez, ella cierra los brazos un segundo tarde, dejando que el balón caiga
al suelo, pero en cada ocasión, está encantada por su propio fracaso,
chillando de risa mientras su hermano recupera la pelota y vuelve a
intentarlo.
Me mira con ojos azules claros. Son los ojos de su padre, excepto que
en esta niña los ojos no parecen fríos en absoluto. Sino que brillan.
Es la imagen de la inocencia.
Cuando destruya a los padres de esta niña, destruiré su mundo.
La idea hace que me duela el corazón. Miro mis manos y por un
momento me imagino como Lady Macbeth, tratando de limpiar sangre
imaginaria de ellas... Y fallando.
¿Te sientes como si estuvieras ganando cuando hay sangre en tus
manos?
¿Es así como Lander me ve también? ¿Como Lady Macbeth? ¿O me ve
como una musa? ¿Una obra de arte?
Jessica me distrae de mis pensamientos inclinándose y abriendo los
brazos.
—¡Dale a mamá un abrazo, querida!
La niña no duda, arrojándose a los brazos de su madre, casi tirándola
hacia atrás, pero se congela, las comisuras de su boca caen, su rostro se
oscurece al ver la sonrisa forzada de su madre.
Así que parece que algunas capas de la inocencia de la niña ya han sido
despegadas. Pronto será tan cruda y amarga como el resto de nosotros. 91
No es un pensamiento agradable, pero entonces, al final, la inocencia
no es más que una vulnerabilidad. Los inocentes son traicionados más
frecuentemente.
—Kamila —dice Jessica mientras se voltea hacia la mujer
puertorriqueña—, no olvides que Mercedes tiene gimnasia hoy, y Braden
tiene fútbol después de la escuela.
—Clases de natación —murmura la mujer a quien se dirigió como
Kamila mientras toma la mano de Mercedes.
Jessica la mira, desconcertada.
—Dijiste que Mercedes tiene clases de gimnasia —explica Braden. No
estoy segura de haber escuchado a un niño de siete años sonando tan
condescendiente—. Y hoy tengo karate, no fútbol.
—Oh. —Jessica camina hacia el sofá y se sienta en el mismo borde del
cojín. Mira la ventana como si buscara la luz de la mañana por respuestas.
—¿Qué día es, Kamila?
—Es lunes, señora Gable —dice la niñera pacientemente.
—Oh.
No se habla otra palabra mientras Kamila dirige a los niños fuera del
ático, llevando a Braden a la escuela y a Mercedes a las actividades que
planeó para ella. Si Jessica alguna vez pensó en presentarme realmente a
sus hijos, claramente se olvidó de eso.
—Debe ser duro —digo, haciendo que mi voz se llene de simpatía.
—¿Qué? —pregunta Jessica. Todavía mirando por la ventana, tal vez al
cielo, quizá a nada.
—Criar a dos hijos cuando tu marido trabaja tanto.
—Oh, en absoluto. —Levanta su mano, girando su muñeca un par de
veces—. Lo difícil es que no se te permita criarlos.
—¿No te esté permitido?
Jessica todavía tiene su mano abajo, de modo que ahora su muñeca
está doblada hacia atrás, su anillo de diamantes no puede reflejar la luz
natural del sol.
—Hay cosas que necesito que hagas —dice, ignorando la pregunta—.
Recados que tendrás que hacer para mí. Necesito que me muestres respeto
en público y delante de los niños, y por favor...
Se vuelve hacia mí, con los ojos desenfocados y brumosos.
—Si te acuestas con mi esposo, mantenlo para ti misma.
No respondo de inmediato, permitiendo que la habitación caiga en
silencio mientras ambas tomamos inventario del momento: Cuánta 92
hostilidad hay en la habitación, cuánta comprensión.
—No voy a acostarme con su marido —digo en voz baja.
Jessica sonríe de nuevo, mirando fijamente a mi lado como si no
estuviera allí.
—Por supuesto. Verás, ha sido una buena frase de ensayo para el
futuro.
No contesto. En vez de eso, observo cómo Jessica se balancea mientras
se sienta en el sofá. No sé en lo que está, pero sé que está mal de la cabeza.
Está flotando, vulnerable... Hizo débil a su mente y a su voluntad, lo que
significa que puede ser fácilmente manipulada.
Es perfecto.
Suspiro fuerte para que me oiga y tomo asiento a su lado.
—¿Por qué estás casada con él? —pregunto—. ¿Por qué no te vas?
Es duro de preguntar, pero lo que he visto de su matrimonio ha sido
tan horriblemente espantoso que no preguntar sería casi insensible... Y no
quiero que Jessica me vea como insensible. Quiero que me vea como alguien
que lo siente por ella. Y lo que es más importante, quiero que me vea como
alguien que está a su lado.
—Es una larga historia —contesta.
—Me está pagando, literalmente, para escuchar.
Jessica se ríe suavemente, sacudiendo la cabeza. Todavía se balancea
ligeramente y no puedo evitar preguntarme qué se supone que debo hacer
si se desmaya.
—En serio, sin embargo, quiero escuchar —presiono—. No me importa
lo que diga su esposo, solicité el trabajo para ser su asistente, y en lo que a
mí respecta, eso es lo que soy. Me gusta.
—¿Por qué? —Una vez más trata de mirarme, pero sus pupilas están
tan dilatadas que es difícil imaginar que puede ver mucho de algo.
¿Por qué a alguien le gustaría esta mujer? Sentiría piedad de ella, tal
vez... El tipo de compasión que sentirías por una mujer en una película de
terror, la que es demasiado estúpida para salir de la casa embrujada.
—La admiro. —Es lo que me arreglo para decir—. Esposa, madre de
dos, filántropa, ícono de moda...
—¿Ícono de moda? —La voz de Jessica muestra la primera señal de
animación real que he escuchado de ella esa mañana.
—Sí —le digo con una sonrisa—. Antes de venir a mi entrevista hice mi
investigación. Vi sus facciones en las páginas de sociales. Siempre se ve
perfecta. —Dejo caer la cabeza como si estuviera desinflada—. Nunca me he
podido ver tan pulida y compuesta como usted. Y no tengo la mitad en mi
plato de lo que usted tiene. 93
Jessica me mira, su frente perdiendo la batalla con el Botox para
arrugarse.
—No eres como las otras asistentes a las que Travis contrata —dice. Y
luego se levanta y se tambalea por el pasillo.
No estoy segura de si debo seguirla, pero lo hago. Me lleva a lo que
parece una oficina en casa. Hay un escritorio y un ordenador portátil y una
gran pila de correo, sin clasificar, sin abrir.
—Tengo que lidiar con eso —dice, señalando los sobres—. No puedo.
Sale de la habitación, dejándome para averiguar lo que significa “lidiar
con eso”.
Me siento en el escritorio, pero es la computadora a la que le presto
atención antes que al correo con la esperanza de poder encontrar algo
interesante. Cuando miro los correos electrónicos y el historial de
navegación de Jessica, es inmediatamente evidente que le gustan los foros.
Comentó en foros sobre pérdida de peso y cuidado de la piel, acerca de
cirugías plásticas y spas, siempre bajo un alias u otro, pero su cuenta de
correo electrónico tiene un récord en cuanto a la gente que le ha respondido.
Voy de puntillas a la puerta y miro hacia el pasillo.
—¿Señora Gable? —digo en voz baja. No hay respuesta.
Tranquilamente camino por el pasillo, mirando dentro de cada habitación
hasta encontrarla de nuevo en el sofá en la sala de estar, sentada, pero con
la cabeza inclinada hacia un lado, roncando suavemente. En realidad, es
más un chillido que un ronquido, un poco como un ratón, lo que es
apropiado teniendo en cuenta lo tímida que es con su marido.
—¿Señora Gable? —susurro. Pero está completamente muerta para el
mundo.
Así que vuelvo a la oficina...
Y abro una nueva cuenta de correo electrónico para Jessica.
Es increíblemente fácil de hacer. Tengo toda su información delante de
mí. Incluso puedo responder y luego borrar el correo electrónico que se envía
a su cuenta existente para verificar que realmente es Jessica creando la
nueva cuenta.
Una vez que hago eso, uso su nueva dirección de correo electrónico
para registrarla en algunos nuevos foros que tratan de relaciones abusivas
y otra que se ocupa de autodefensa. Incluso escribo un comentario rápido
en un abrumado foro de padres, solo para redondear las cosas. Mientras
continúe trabajando para Jessica, podré desviar ciertos correos electrónicos
de su cuenta real a esta nueva. Responderé a los remitentes y les pediré que
actualicen su libreta de direcciones. Por supuesto, eso no funcionará para
sus amigos, suponiendo que tenga alguno, pero hay un montón de mensajes
de correo electrónico en su cuenta real que fueron enviados por
organizaciones sin fines de lucro solicitando contribuciones. Jessica no 94
notará si algunas de esas organizaciones dejan de llenar su bandeja de
entrada. De esa manera, todo se verá legítimo.
Y cuando llegue el momento de enviar y recibir correos electrónicos
incriminatorios... Bien, esos pasarán a esta nueva dirección también.
Me tomo un momento para borrar el historial de navegación de la
pasada hora... Pero por supuesto, una vez que haces algo en Internet, no
puedes borrarlo enteramente. Eso es bueno, porque por ahora solo quiero
ocultar mi actividad de Jessica y de Travis. Cuando la policía eventualmente
mire su computadora... Bueno, encontrarán lo que quiero que encuentren.
Satisfecha con el trabajo que he hecho hasta ahora, recojo los sobres y
empiezo a revisar el correo.
Una hora más tarde, encuentro a Jessica en la sala de estar despierta
de nuevo, pero ahora está mirando por la ventana, con un vaso de vino
blanco ante ella. No son ni las diez de la mañana.
—Revisé el correo —digo, sentándome de nuevo a su lado—. Ingresé las
invitaciones en su calendario. Si lo desea, podemos revisarlas ahora y
decidir qué debe quedarse allí y cuál debe ser eliminada. Y, por supuesto, la
confirmaré.
No dice nada.
La miro directamente, usando mi mejor tono de voz.
—También le enviaron varias solicitudes de donación. Podríamos
revisar esas también. Y el ballet quisiera saber si puede organizar otra
subasta silenciosa para ellos. Enviaron un correo electrónico hace unos
días. Quería que repasara los correos electrónicos también, ¿no?
Se encoge de hombros, todavía sin mirarme.
Me detengo un momento, pongo mis manos en mi regazo y me inclino
hacia ella.
—Entrevista conmigo.
Con eso se vuelve, su expresión es de pregunta.
—Adelante. Si voy a ser su asistente, debería ser la que me entreviste.
Si no le gusto me iré y podrá decirle a su esposo que vine y renuncié por mi
propia cuenta.
—Si no me gustas... Tú... ¿Solo te irás?
—Si quiere, sí. No me gusta estar en un lugar donde no me quieran, y
no me gusta hacer que la gente se sienta incómoda.
Sacude la cabeza, insegura de cómo responder.
Enderezo la postura, encontrando sus ojos.
—Entrevísteme.
Las comisuras de su boca se levantan, lentamente al principio, y luego
95
se mueven en una amplia sonrisa.
—¿A qué escuela fuiste, Bell?
Así es como empieza, y sigue así durante unos veinte minutos. Jessica
hace todas las preguntas que se supone que uno debe preguntar durante
una entrevista, y le doy todas las respuestas que sé que la complacerán. No
es creativa, y sus vicios todavía están bombeando a través de sus venas, por
lo que es incapaz de llegar a alguna pregunta que sea inteligente o
impredecible. Tengo una mentira bien practicada para darle a cambio de
cada una.
Pero puedo decir que Jessica piensa que me está poniendo a través del
escurridor. Cuando hace preguntas como: ¿Cuáles son las áreas en las que
crees que necesitas mejorar? Su rostro resplandece con entusiasmo
autocomplaciente. Le encanta cuando pretendo pensar seriamente en la
respuesta, cuando me muerdo nerviosamente el labio.
A Jessica le encanta sentir que controla algo... Incluso si es solo la
situación laboral de una asistente.
Y la gente no suele soltar la única cosa sobre la que tiene control.
Tienden a mantenerla tan cerca.
Nadie va a pedirme que renuncie. Mi posición inferior le da su
propósito, la justifica.
Cuando terminamos, Jessica me da un gesto de satisfacción y lleva la
copa de vino a sus labios.
—¿Tienes preguntas para mí?
Respiro hondo y miro mis manos.
—¿Cómo eran las otras asistentes?
—Eran... bien… —Duda, y luego toma otro largo sorbo antes de
continuar—. Probablemente no debería decir esto... Pero todas eran un
poco... oscuras. No pude averiguar por qué mi marido las contrató.
Su rostro se oscurece, su aspecto mejorado resbala rápidamente
mientras bebe lo último de su vino. Los medicamentos que sea que está
tomando, no están haciendo un gran trabajo en manejar sus cambios de
humor.
—Por supuesto, solo hemos tenido tres en diez años —continúa, su voz
un poco más alta, un poco más estridente—. Tres que duraron más de un
par de días. Hemos tenido muchas que duraron menos que eso.
—¿Por qué?
—¡Maldita sea si lo sé! —Jessica se levanta y camina hacia la ventana,
mirando hacia el horizonte—. Atravesamos todo este largo proceso de
entrevistas para encontrar una asistente personal para mí que le guste, y
luego, en algún momento durante sus primeros días en el trabajo, las llama 96
a su oficina para hacer algún tipo de recado ¡y nunca vuelven!
Me río nerviosamente y cruzo y descruzo mis piernas.
—¿Qué pasa con ellas?
—Tal vez no pueden soportarlo. Tal vez se asustan. Tal vez les corta la
cabeza y arroja sus cuerpos al Hudson. No. Lo. Sé. Todo lo que sé es que mi
tiempo se desperdicia, y luego tenemos que entrevistar a decenas de
personas de nuevo para que él pueda... para que pueda…
—¿Cortar la cabeza de otra persona?
La boca de Jessica se contrae en las esquinas.
—Vaya, su marido es un Enrique VIII regular.
Y ahora viene la risa, todavía nerviosa, un poco triste, pero la hice reír.
—Nuestro último asistente duró menos de un mes —dice una vez que
se recupera—. Eso no es habitual. Siempre son unos pocos días o años. Pero
Lloyd duró unas semanas. Por supuesto, en ese caso sé lo que sucedió.
Hubo un... incidente. Las otras dos que estuvieron con nosotros por un
tiempo no se metieron en problemas, y no es como si nos hubieran robado
o algo...
—Eso es bueno.
—Y ciertamente cumplieron sus deberes a satisfacción, pero… —Su voz
se desvanece cuando intenta explicar y luego se acomoda agitando la mano
en el aire con desdén—. No lo sé. Solo sé que de repente parecían malvadas.
Odiaba tenerlas en mi casa. Pero tú... eres diferente. No parece gustarte...
agradarte...
—¿Gustarme lo malvado?
De nuevo Jessica se ríe, pero esta vez la risa se desvanece rápidamente
y pone una mano en su cabeza y la otra en la pared para estabilizarse.
—Oh, querida, estoy un poco loca.
Me levanto rápidamente y la llevo al sofá. Jessica me agradece
suavemente y luego mira por la ventana de nuevo.
—Estoy tomando una nueva... medicación. Puede que me haya
equivocado de dosis.
—Les pasa a los mejores.
Jessica me muestra una sonrisa pequeña y agradecida.
—Eres muy... dulce.
Suprimo una sonrisa. Claramente Jessica es una horrible juez de
carácter.
—Como dije, me gusta. Siento que haya tenido tantos problemas con 97
sus otras asistentes. —Pongo una mano cuidadosa en el hombro de
Jessica—. Espero que se sienta de manera diferente acerca de mí. Quiero
decir... Bien, nunca voy a ser nada cercano o igual a usted en nada.
Me detengo, dando lugar a Jessica para interponer el esperado Ahora,
ahora, no seas tonta, pero no llega. En lo que respecta a Jessica, la
desigualdad entre las dos es un hecho.
—Todavía espero que podamos ser amigas, de alguna manera —
continúo—. Cuando quiera hablar... Bueno, soy una gran oyente. Parece
que necesita a alguien en su rincón. Alguien que la escuche.
Los ojos de Jessica hacen un poco de agua. No dice nada, pero está
claro que está absorbiendo lo que estoy diciendo. Está sobrecogida.
—Entonces dígame, ¿cómo conoció al señor Gable? —pregunto—. ¿Fue
romántico entonces? ¿La tomó en sus brazos?
Jessica dobla las manos en su regazo y mira su anillo.
—Fue más bien al revés. Años atrás, cuando pensé que no podía haber
nada mejor que ser la señora de Travis Gable, de verdad... me puse en su
camino. Hice cualquier cosa y todo lo que me pidió. Yo... Me probé a mí
misma. Demostré ser digna para ser una Gable. —Jessica ríe suavemente y
sacude la cabeza—. Realmente lo hice. Soy digna de todo esto. Tengo todo
lo que merezco.
Estoy en silencio mientras mis ojos vagan por la habitación. En la pared
hay un Warhol. En la mesa de café hay un florero de cristal de Waterford.
La alfombra es algo obscenamente caro, estoy segura. Me vuelvo al perfil de
Jessica.
Su piel es perfecta, producto de tratamientos faciales regulares,
peelings químicos y micro dermoabrasiones mensuales. ¿Es este realmente
el precio que Jessica cree que merece pagar por enviar a mi madre a su
muerte?
Alargo la mano y tomo la de Jessica en la mía.
—Está equivocada, señora Gable. Usted merece mucho más que esto.
El labio de Jessica comienza a temblar mientras sus dedos se unen a
los míos.
—¿Crees eso?
—Sí —respondo, sonriendo.
La triste mujer me mira a los ojos maravillada.
—No voy a acostarme con su marido —continúo—. Pero parece que voy
a estar trabajando mucho con él, y voy a tratar de ayudarlo a ver las cosas
de manera diferente. Le prometo, señora Gable, que haré todo lo que pueda
para cambiar su vida.
98
—Eres tan agradable. —Suspira—. Ya nadie es amable conmigo...
Excepto Mercedes, y superará eso en un tiempo, igual que Braden. ¡Oh! —
Estira la mano y cubre su boca como si se sorprendiera de su propio
comportamiento—. Estoy siendo tan inapropiada. Lo siento, no soy... No soy
así por la mañana.
¿De verdad? ¿No es de su naturaleza estar hecha un lio a las diez de la
mañana?
—Está hablando, señora Gable. Está hablando con alguien que quiere
escuchar.
Jessica exhala, el tipo de exhalación que sugiere que una persona ha
estado conteniendo la respiración por un muy, muy largo tiempo.
—Gracias, muchas gracias, Bell.
—Oh, confíe en mí, es un placer, señora Gable.
20
Cries in Rebuke – Insecure Biker.
Regreso el dibujo a su lugar y abro el cajón donde guarda su cuaderno
de bocetos. Lo encuentro encima de algunos papeles de seguro para varias
obras de arte, una pluma que probablemente vale más de quinientos
dólares, su pasaporte y su tarjeta de seguro social, un número que
memoricé hace más de un año.
Abro el cuaderno y empiezo con la imagen de la mujer con los signos
de dólar en sus ojos y el perro con collar de diamantes, Chica Obstinada.
Casi me río. No puedo creer que no lo viera antes.
C.H.I.C.A.O.B.S.T.I.N.A.D.A.
Cambias esas letras y obtienes C.A.Z.A.F.O.R.T.U.N.A.S21.
Anagramas.
Doy vuelta hacia la imagen de los políticos dibujados para parecer
marionetas. Se titula C.O.N.J.U.R.O.D.E.C.O.N.F.I.A.N.Z.A.
Al menos eso es lo que escribió. Toma un rato, pero finalmente resuelvo
G.U.I.A.R.L.A.S.C.U.E.R.D.A.S22.
Vertiginosamente, doy vuelta hacia la página con el dibujo de la mujer
llorando, aferrándose a la pierna del pantalón del hombre con la corona.
U.N.C.A.N.A.L.L.A.S.I.E.N.T.E.V.O.M.I.T.I.V.O.E.L.S.U.F.R.I.M.I.E.N.T.O.
Ésta no es tan fácil. Me siento encorvada sobre el escritorio, escribiendo 106
diferentes posibilidades. ¿Tal vez una de las palabras es anguila? ¿Banco?
¿Radical? Pasan tres minutos, luego cinco. Tengo PRINCESA, pero no estoy
segura que sea correcta. Aun así, con el tipo llevando la corona y todo, ¿tal
vez es el rey y la mujer llorando es una princesa? Pero no puedo sacar la
palabra rey de este anagrama.
Princesa de… ¿Podría ser una princesa de algo? ¿De qué?
Ahora estoy un poco frustrada. Lander dibuja estas imágenes y crea
estos anagramas cuando está trabajando en algo en su cabeza, cuando está
pensando las cosas... y siento que, de todos los dibujos, este me ofrecerá el
vistazo al interior su mente que realmente necesito. Podría hacer esto más
tarde, pero ahora que estoy en mitad de ello, quiero terminar de resolver
este rompecabezas, ahora. Siento que estoy al borde de algo aquí.
Mi mente pasa por todas las cosas que sé sobre Lander. Que es mucho.
Tal vez demasiado para que sea útil. Miro a la mujer de nuevo, al hombre.
No puedo ver el rostro de ninguna de las personas, pero la mujer tiene su
cabello en una trenza francesa que baja por su espalda. Ya no muchas
mujeres llevan el cabello así...
Pero la madre de Lander sí. He visto fotos.
108
109
110