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Serie del Recienvenido dirigida por Ricarpo Pistia a Serie de Recenvenid propone al eto grandes obras die ratur argentina dels timas dcadae del siglo xx, seleccionadas ¥ prlogadas por Ricard Pgla Los libros que conforman a serie han sido elegidos de acuerdo ala presencia —y Ia actualidad— aque estas obras tienen en a iteratura del presente. En un sentido sts bos han antcpado—o promovido— temas formas que tienen un ugar dstaado ena narratvacontemporinea. Sim prerecién venidos fos italos dela coleccin extn cn dilogo yen Sincronia con ls propuestas mis novedows dela terra acta ezequiel martinez estrada cuentos completos FONDO DE CULTURA ECONOMICA México - Ancinernsa - Brasil Estapos Ustpos be Awtnic owata - CHILE - Eseasa reMALA Pe = VEwEzora Sabado de Gloria Hicfa més de dos semanas que Julio Nievas solictara su licencia anual de treinta dias habiles. No se la habian acordado a causa de haber cambiado totalmente y de manera imprevista las auto- ridades de la reparticin dos dias atcés —el jueves—. La tenfa concedida, verbalmente, pero por un jefe —muy metitorio— «que habia sido destituido y arrestado, descubriéndosele demoras dolosas en el despacho de asuntos sumariales. Fl lkimo golpe de Estado derroeé al gobierno que ya todos consideraban constiucional, que como se recordaré habia sido ‘mpueseo por el capitin Cruth seis meses antes a raz de otra revo lucién que no tuvo éxito ala larga. Nada se sabia ain de la suerte ue corterian varios jefes superiors y la situacién resultaba mu- ‘cho menos clara para el personal subalterno. Julio Nievas era un cempleado muy antiguo, cumplidor de sus deberes, y no habia hecho carrera. Tenia como jefe inmediato, al menos hasta dejar ayerlaoficina,a un compatero de tareas, primo de un capitén de artilleria y nose atrevié a recordarle su asunto, Peto hoy era in- dispensable que lo hiciera. En la cas, la mujer le preguntaba cada vex que llegaba de la oficina c6mo iba el trimite de su licencia, Se interesaba como sel asunto comprometiera el honor de la fa- milia. No pens6 ni por un instante que pudieran dejalo cesante «1 su marido, No lo pensaba porque tenia la conviecién de que era tun infliz que a nadie molestaba. Més bien suponia que estuviera ‘muy bien colocado en la nueva plana mayor, pues lo urgia a que conminase a sus jfes a otorgarle la licencia, ala que tenia legitimo tho, Un poco de enegia, no dejatse atopela i agachar el ‘como un pavote,y todo era ficil. Naturalmente, no habia IMBLin obsticulo. lio y su mujer, Ema, cnfan una nena, Nelly, de nucve aos, SM studiaba danzascisica y se hallaba un poco debilucha. El alte de mar le sentara bien —era la opinién de lata, Julia, en- {Wslasea por los ballets— y Ema tenia algunos pesos que la tia le He sin sabelo el marido, para reforear los gastos en la playa, 9 Mecesidad de hacer la vida de miserabes empleados. Se anti- at ‘un mes de vacaciones en el hotel y en los paseos, después "fo. Irfan eambién al Casino, Ayer, viernes, pudo averiguar Te Se Ta licencia estaba concedida —confirmada—y que solo Teagitl firma de seretario de Asuntos Reglamentaros, Un em- Plead como usted —le habia dicho—, antiguo y que esctibe ver ee erece toda clase de atenciones. Conozco sus antecedentes y «Yo su proncari, Maan, sibado, al terminar su horri, Puede marcharse no mis sino hay contraorden. Julio aventaré a manera de protesta de buena voluntad: Le parece que el nuevo director no interpretard mi ausen- 8 Como falta de espa de cooperacién? contestacén fue tjante, yen otro tono inesperado: Cree usted, Nievas, que st trabajo es tan importante? Fl MAYOF nj sabe que usted existe. “Sa mafiana del gran dia —sibado—, Ema tenia preparado todo. Sip y la hija se habia levantado temprano para empaque- tat les temas ropas. Cuatro valijas —dos prestadas por la tla Julia y «res paquetes. La nifia estaba en estado eufSrico y se Ponfa en punta de pie extendiendo los brazos, como un ave ma #78 Ue planea un descenso sobre el escenario. El padre tomaba OM PER sel cafl con leche — “No te olvides de que el tren sale ala una y media y que tie- 6S des sacar los boletos. Quedaste que te despedirfas de tia Julia me hes ido, Al menos, despdete por teléfono, aunque no es la forma correcta. Nos ha prestado las valias. Tampoco te olvides dleavisar que corten el rléfono y de dar cambio de domicilio en «cuanto termines la operacién en el Banco. Hacia mucho calor esa mafiana. Julio sorbié el diltimo trago del desayuno. —Ayer sali tarde y estaba muy cansado. Iré ahora, antes de —Tia Julia me prometié un regalo —interrumpié Nelly y puso una earta de silfide. —Salgo en seguida. Hasta luego. —Julioatrapé dela percha el sombrero, sin detenerse. Oy6, todavia: —Imagino que no te dejaris postergar en la licencia como en los ascensos. No estaria de més otra gestin en la Mutualista por si consiguen pensin en la Colonia de Vacaciones. Seria bonito ‘que legiramos al balneario y no encontriramos hotel —;Cémo no vamos a encontrar! Bueno, hasta luego. —Papico,zno olvidas nada? —Si te hubieras apurado un poco, habrias conseguido pa- sajes oficiales. No tuvo tiempo de ira despedirse de lata, porque los colee- tivos pasaban repletos y se le hubiera hecho tarde. Era obligato- rio firmar ol reloj de entrada y slida y le quedaban los minuos contados para llegar ala oficina. Legs. Sobre las mesas habian amontonado los expedientes en pilas compactas. Cuando Julio revisé los ejones encontré una cantidad Inesperada. ;Cémo habia ocusrido eso? Pregunté al ordenanza: —,Qué son estos papeles? —El director general visitard las oicina. —Quiere decir que han sacado expedientes del archivo que los han traido de otra parte para fingir que hay mucho crabaj —No sé, don Julio. Wino el jefe? —Desde las siete esté en su despacho. El cra el primero en llegar al salén de redaccién, compagi- Jn y proyectos preliminares de resoluciones. Igual asombro experimentaron los demas compaiicros al legats pero ninguno ex- ‘res6 sorpres y, sin hacer comentarios, cada cual ocupé su sitio y comenz6 la tare. El jefe le encargé la direccién de un trabajo importante. Ha- bia que hacer censo y eatastro del personal por nombre, esta- 4 civil, domicilio, edad, salud, familia, prontwaro, antgiedad, condiucta, aptitudes, y fchas complementarias dl servicio mili- tar, afliacién politica, parentesco en la milici, etcétera Ya se habian publicado diecséis tomos del reglamento pro- visorio del personal efectivo, adseripro, interino, reemplazance, aspirante y concurrente que tenia que completar con el estatuto, cl escalain y el anexo de ingresos, promociones, remociones y climinaciones. sas tareas encomendadas a personal técnico que llevaban a ‘cabo muy lentamente por las difcultades de todo género que ha- bia en la consulta de antecedentesy en la documentacién policial y del personal civil que era menester consulta, muchas veces por ‘medio de volantes que iban pasando de mano en mano hasta que daban en su destino sies que no se traspapelaban o extraviahan antes. El propésito de las nuevas aucoridades era reemplazar a todo ese personal, aunque al principio los nuevos empleados no ‘uviesen la prctica y a percia de los anteriores pues era preferi- be que se demorara un poco més el eabajo a condicién de que se hhciera por elementos adictos la iltima revolucién. Con motivo de los recientes trastornos la orden quedé en suspenso, ‘Su esctitorio permanecia en el mismo sitio, pero la oficina te- nia un aspecto desconocido cuando Hlegé Nievas. El dia anterior ‘comenz6 el amontonamiento de muebles y papeles. Los emplea- dos estaban ya en sus puestos desde un cuareo de hora antes de Jas nueve, algunos en mangas de camisa,escribiendo apresurada- 01 mente © con evidente propésito de demostrar su buena voluntad y laboriosidad. Ademés habia personal nuevo, levado de otras ‘oficinas para cooperar y poner al dia los expedientes atrasados. El director general dio orden —fue la primera de sus innumera- bles érdenes— de que al tmino de una semana debian quedar resucltos todos ls asuntos, de manera especial los sumarios. Ha- bia centenares,acaso millares demorados con exceso. Hasta en- ‘oneesiban despachandose parsimoniosamente,estudidndoselos 2 conciencia. Mejor dicho, sin dar imporcancia al tiempo. Asi se acumularon y muchos estaban en trimite desde un afo ates. El jefe, inmediato responsable, tenia su sentencia a corto plazo si ro consegufa liquidarios todos. Consciente de su situacién com- prometida, cambié su modo de ser de la noche ala mafana. De amable que erase convirtié en éspero; de tolerance, en exigente; de cortés, en grosero. Se empefiaba en dar a entender que a to- dos correspondia por igual la responsabilidad, alos empleados viejos ya los que recién actuaban con él. Esa mafiana, sibado, 0, como ya se llamaba, Sébado de Gloria, pasara el jefe seccional para darles instrucciones, en recortida por todos los despachos, Es posible que lo acompatiara el subdirector general y su co tiva correspondiente. No entendlia el jefe absolutamente nada de quel galimatias de papeles, pero demostré en seguida que esta- ba disconforme con la manera de trabajar de los uncionarios del gobierno depuesto. Esa mafiana daria sus instrucciones termi- nantes y se susurraba que habra traslados y exoneraciones en la plana superior que alcanzarian hasta los empleados més infimos, Julio se senté a su esritorio, que encontré cubierto de ex- pedientes. Era imposible que pudiera despachar esa pila en tres hhoras ni en tres dias ni en tres meses. Trataria de explicarle al jefe que esos no eran asuntos de su jurisdiccién y que se procu- raba perjudicarlo desconsideradamente, aumentindole su propio trabajo con el de otros. Ademas, que tenia su licencia acordada bajo palabra y que no estaba dispuesto a postrgarl, ni la mujer se lo iba a consentir. Era cuestién de pensar cémo plantearia el caso a su jefe. Al sentarse, Julio encontré su lapicera y este era un sintoma de buena suerte; pero no hallé por ninguna parte eltin- tero, que sola guardar en el cajn del escrtorio. Quizds habrian forzado el macble. {Con qué objeto? :Buscarian, de noche, cual- quiet indicio de culpabilidad, cualquicrrastro que orientara alos ‘nuevos funcionarios para iniciar un proceso que hiciera saltar a ‘medio mundo? De noche trajeron las mesas y los expedientes y ‘era indiscurible que actuaba un euerpo de espias, sin que neces tara gran perspicacia para descubrieos. Acaso no los habria entre los empleados de otras oficinas que mandaron como refuerzo? El ‘intero no estaba ahi. Para procurarse otro hubiera necesitado, en ese estado de cosas, una hora, Dados los hechos y las cicuns- tancias tampoco era oportuno en ese momento denunciar que le faltaba. Harian un sumario, y,en definitiva, los que hubiesen vi Jentado la cerradura de su cajén lo negarian a pie juntillas, pues sin duda tenian llves maesteas para violentar los armas, los mucbles y los escrtorios. Tenfa que buscar por ahi, en las mesas de otros, un tintero. ‘Antes quiso Julio Nievas tomar un poco de aliento y se pas6 la mano por la cabeza, que transpiraba copiosamente, Era menes- ter orientate, rellexionas, no cometcr ninguna falea ni incutre ‘en apresuramiento que complicara las cosas o le hiciera perder tiempo. No podiaen realidad malgastar un minuto. Mié las pi- las de expedientes que tenia ante si. Como necesitaba habla al jefe y pedirle permiso para hacer algunas diligencias (no sencilla, aunque lo parecieran), le hablarfa al mismo tiempo de la impo- sibilidad de dejar su trabajo al dia. Era posible sino habia cam- biado de la noche a la mariana como le parecié al entrar y se lo dlijeron los compatiros, que lo dejaa tse aunque los otros reven- ‘taran para liquidar los papeles. Era bastante amigo del jefe como para permitirse planteadle el caso con franqueza. En Gikima ins- tancia le dirfa que se trataba de un empecinamiento de su mujer, [Alfin yal cabo el jefe tenia en parte la culpa sino habia progre- sado en su carrera administrativaen los ikimos diez afos,y ese cra el motivo para que su mujer lo juzgara un infelz a quien sc le negaba lo que a otros se les eoncedia. Se lo iba a decir todo por- que era en parte la verdad, aunque no pudiera decisclo en estos ‘momentos eriticos en que se esperaba la visita del jefe seccional y su superior estaba dado a los diablos. Era una verdad que le can- taria alguna ver, hoy 0 mafana, cuando todo se tranguilizaa. [Ahora solamente le peti, erogaria, que le ders media hora de ppermiso para atender diligencias en el Banco. Con ese enjambre de colaboradores, los expedientes volarian como el viento. Ade- mas, no era justo que se le hubieran adjudicado a él expedientes de otros 0 de otras oficinas como si no tuviera suficiente con los suyos. Se queds, pues, pensativo, dando vucleas en su cabeza a las mismas ideas y con un estado de confusién que lo dbilitaba y lo derrotaba como una enfermedad instantinea. Todo el mundo trabajaba vertiginosamente, excepto aquellos ‘empleados vies que atendian las consultas de los nuevos, quie- nes sin ningtin espircu de compaferismo aumentaban las dificul tades en vez de poner un poco de buena voluntad para resolverls ‘Cuando dos de ellos ban por el mismo camino que quedaba libre ‘entre los excrtorios y las pilas de expedientes tenfan que hacer un csferzo para paar: otras veces decidian dar vueltas y enconcrat cada cual su camino como en un laberineo, porque para caminar hhabia que resolver anes el rompecabezas de los escrtoros y las sillas. Las sila de los empleados estaban ean cecanas pore res- paldo que para hablarse los que estaban de espaldas bastaba que se echaran un poco hacia atris y entonces sus mejilas quedaban ‘an juntas que podian hablarse sin que nadie los oyera: De esa ‘manera les era ficil mantener didlogos y pasarse consignas que los empleados viejos no aleanzaban a oir por mucho que se es- forzaban. En fin, habia un gran malestar, una agitacién sofocada «en todos. Trabajaban intensamente, pero se advertia en tal exa- ls sgerada diligencia que estaban irvtadisimos. Paricularmente los ‘empleados viejos, que vieron invadidas las ofcinas por contin- genes dle incapaces empefiados en agravar as cosas como si no fueran bastante molestas de por si. Habia dos bandos y la hucha a muerte estaba entablada silenciosamente, cada cual en la tran- quilidad de su tarea, Cuando el juez de instruccién administra- tivo Hamase a alguno a declarar, serfa el momento de revelarlo todo y de acumular denuncia sobre denuncia. Unos explicarian ‘que l ayuda ficticia solo habia servido para entorpecer el trabajo de los demas, sin insinuar con ello que hubicra fata de orden y previsin; otros expondrian el caos en que la oficina se encontra- boa, la falta de buena voluntad en los empleados viejs y algunas irregularidades que ban anotando en libretas que casi todos ellos Ievaban consigo y extrafan sigilosamente para hacer anotaciones fartvas. Bs posible ambien que los nuevos empleadosestuviesen documentando cualquier anomalla, cualquier respuesta errénea ‘como prucha del empefio de hacer fracasar la revolucién. Los ‘nuevos tenfan las mejores cartas que jugar para quedar a floce y cxigirjustici, como reveladores de irregularidades que hasta en- tonces —hasta l legada de ellos— habian pasado inadvertias. Los vejossentfan, intuian esa guerra porque las preguntas a veces rn se referian directamenee alos asuntos que debian resolver, sino que se especializaban en pequefios errores de procedimiento, en ‘omisiones, en trimitesinoficiosos, en mala compaginacién de los expedient. Es posible, ademés, que se eratara de pesquisas que Hevaban la consigna de registrar fallas mais que de esolver suma~ ios. Eso era muy posible, sobre todo sis tiene en cuenta que en ‘muchisimas ocasiones las pregunas eran infanciles, 0 tan inten cionadas que demostraban en los nuevos un conocimiento pro- Fundo de la técnica de resolver sumarios, de proyectar informes y de aplicar los reglamentos. Claro que eran también empleados viejos, aunque de otras oficinas, y que los procedimientos y el ‘manejo de los servicios de esa Divisin General del Ministerio los conocfan tan bien como ellos, o mejor. Hubieran podido, en fin, erabajar sin consulta tanto, con lo que hacian perder tiempo 1 los demas, aparte de ponerlos nerviosos. Solia ocurrir que cuando empleados nuevos se levantaban para preguntar a otros acerca de cémo resolver ls asuntos, eran despedidos con poca consideracién. Todo se hacfa, sin embargo. cn tono apacibe y en vor baja. Para los empleadosviejs eran un cstorbo: mis molestaban que ayudaban. Mejor dicho, era im- posible trabajar asi ensefiando a empleados duchos que fingian ignorancia como si carecieran de la mas elemental idea de la for ma en que debian despacharse los sumarios. Pero los pobres tam- poco tenian la culpa, pues ls levaron como refuerzo desde otras oficinas y de pronto se encontraron en ese desgraciado trance. Trataban por todos los medios de disimular su inepritud —muy comprensible— y los vies sospecharon que habian formado una logi Secreta empefiada en salvar sus puestosatribuyéndo- lesa ellos cualquier ertor o ircegularidad. Habla que precaver se entonces. Los empleados vigjos estaban desunidos; es decis, no pensaron que los invasores pudieran plantearles una cuestién de comperencia ni que se unieran para cierta forma de sabotaje, ‘Tampoco era cierto que hicieran voluncariamente el sabotaje, que se hubieran confabulado para hundie las empleados viejs. Al fin y al cabo los jefes que permanecian en sus puesto estaban en sx favor. Tada eso resultaba impremeditadamente, sin querer, por presi de las circunstancias. Lo cierto es que cada cual tra- taba de slvarsu empleo, Deahi que ya el dia anterior, el primero de ese hacinamiento, se hubieran puesto molestos, pertinaces y hasta insolentes. Cuando no encontraban faciltada su averigua- cin, proferian en voz baja palabras mortificantes y hasta insultos disimulados. La més terrible arma que descubrieron, cada cual ‘porsi, sin haberse pasado la consign, era amenazar alos emplea- dos viejos con que, si no podian salir adelante con la nueva tarea y los nuevos métodos de trabajo, no tendrian més remedio que Ivar la denuncia al jucz instructor administrativo. Porque era inconcebible que esa oficina tuviera paralizados los asuntos por ‘mas de un afo y que el personal hubicse permanecido impasible. Lo que quiere decir que de no haber ocurrido la dlkima revolu- cin las cosas seguirfan como antes. No atribufan al jefe toda la responsabilidad, sino al mismo personal falto del mas elemental sentido del deber y del sacrifcio. Tales eran las opiniones que circulaban secretamente y que algunos, alargando la oreja pu- dlieron capear. Julio mité el reloj de pared: eran las nueve y vente, Hasta las dice no podta iniciar sus gestiones en el Banco. Tampoco, en cin- ctucnea minutos, podria despachar ni el més simple de los asun- tos, pues ademis de hacer el borrador cada empleado tenfa que pasarlo €l mismo a méquina, con cinco copias a carbénico (era ‘1 nuevo sistema), visarlo y ponero en la mesa del subencargado, que tevisaba antes que el encargado y el subjefe los proyectos de ‘esolucién que visaba el jefe. Sus preocupaciones eran muy graves para que se afligiera con los rumores que algunos se complacfan ‘en propalar, No tenia tiempo para iniciar ninguna tatea y, por ‘otra parte le faltaba el tinero. —zQuerrin que dejemos esto al dia? le pregunté a Julio clempleado més proximo. sin levantar la vista del expedient =YV yo que tengo que irme hoy con licencia —respondis Julio. Habia sesenta y dos empleados sumatiantesen esa ofcina de no ms de cien metros cuadrados de superficie. En cada escritorio ‘tabajaban hasta cuatro auxillares y estaban los muebles tan jun- ‘os que era dificil levantarse y caminar. Las mesas de despacho, las maquinas de escribir las sllas se apretaban sin resquicio, La ‘noche anterior habian hecho todo ese arreglo absurdo. Contra las paredes habia largos armatios con puertas de vidsio donde se sguardaban expedientes bajo llave —los muy importantes, en la caja de hierro— y, en estantes verticals, los biblioratosy libros de consulta: eédigos, decretos, boletines oficiales, reglamenca- ciones, antecedents, etc. Cada empleado guardaba, ademés, sus cxpedientes en trimie en los cajones de su escrtoro, bajo llave, un duplicado de as cuales tenia ef jefe. En un dngulo estaba el cscrtorio del encargado principal, una mesita con el telefono, ro- dado y eubierto todo por expedientes. Julio revisé sus expedientes y ademas los que hall6 sobre su «scrtori, Todos eran para despachar. Ninguno estaba archivado ‘como supuso y las fechas de entrada eran muy atrasadas, Posble- ‘mente los encontraron escondidos por el jefe en alin rincén de la despensa, donde los ordenanzas preparaban el café y guarda- ban los ttle de limpieza, Esta era una mala costumbre muy an- tigua: se iban acumulando all los papeles, hasta que cambiaban las auoridades, yenconces se sacaban a despacho, resolvindolos conforme a la nueva orientacién de los directores. Haba siem- pre escaso personal para la tarea, los superiores eran novicios que recesitaban ser asesorados, ponerse al cortiente de los asuntos, aprender las modalidades del despacho, y casi nunca lograban enterarse de lo que tenian que hacer cuando ya los reemplazaban, ‘mandindolos a otras dependencias o echandolos a la calle —era lo. mas cortiente—. La mayorfa de los empleados sumariantes eran nuevos ¢ incompetent, traclos de oras oficinas, a menudo por recomendactones y con carta blanca para no hacer nada, bajo pretexto de estar adquiriendo conocimientos. Julio era la Fuente de consulta para casi todos ellos, aunque los habia tan orgullosos que preferian pasarse dias enteros frente a los armarios de ante- cedentes, consultando libros y legajos. Como empleado antiguo Y capar, le encomendaban los asuntos més dificiles y delicados; aquellos en quclaresalucin se ditaba en desacuerdo con os con- randos. Sistema del doble efecto réculier, decian. —Es imposible despachar todo esto en un dia —se oy6. Nien una semana —contesté otra vor, suavemente, Alguien, mas lejos, imité el bufido de un gato al que le psa 1a cola. El encargado general hizo como sino oyera denes, el despacho no se pucde de- enc rae al que le caian gotas de gomina mporar eran un ovens Scie all El ordenanza ent, pant t ee pening sco ara dex pn Opt —Avisele al encargado peineiPal. ‘ebimo 10 nos avisa? El encargado oyé. in interrumpitla clasifiacin de un —Anabsjarfuere ios in de capes que le ear 8 un gran cana de mim Hes wedar al da e orden del jefe sat aod mils al pst en I cand Ji i perenne ate del raj dela ee ed a Ja vor de su mujer rel de su hija, reco renlindhe wwe no olvidara nada. Reconocié que por cortedad decareter et insist a tiempo evel despacho de su licencia, y ceeds enema ae UR OMEN deus = ‘cara adusta y previno por sefias que el di- fret onenanacon 80 cepemclyncmmeseeeit Le hablar al jf, sempre suo 0 Si rele para an pneatn Paes los tes empleadosaue dejaron cesances el jueves, el dia mismo de la revolucion, n° pare falta ye demorarse demasiado en los servicios Ys et tercero, iberse re~ trrado quince minutos ances dea orasin permiso del superior. de i menses: dca dase ni de oa candi, to campren, dem media confianza que habia tenido con ef jefe durame bs pete cin sae etn xo ca ais lay elo fe gle de aa, que cra una ‘oficina jurisdicciooal Una vemana antes, a pale anterior esas dificultades no habrian implicado ningin es jlemas tovdo era sencillo y ahora ube podido estar conversando y to- wt ‘mando su pocllo de café, en espera de que legaran las diez para dlcitle al jefe que tenia algunas cosas que hacer en la calle, que ‘no volveria y que, como la licencia estaba verbalmente concedida aungue faltaa la firma del prosecetatio de la divsin, se la co- ‘unicaran a Mar del Plata cuando salierafirmada. Ahora, una semana més ard, mejor dicho dos dias despues de la revolucién, todo era por completo distinto y ahi estaba él —un infeliz, lo sencia brutalmente— sin saber qué diablos hacer. Se levant6, Ins- ‘ancdneamente todos los compafieres interrumpieron su trabajo y lo miraron como si se tratara de una actitud comprometedora para ellos. Algunas de los empleados nuevos Ilevaron sus manos al bolsllo donde guardaban sus ibretas de apuntes y las pusieron sobre los escrtotios isimuladamente Julio los miré con gesto de ‘extraiera y desafio, Las varias decenas de empleados dela oficina {antes habia doce) estaban pendientes de lo que iba a hacer. En verdad eta extrafio que, en plena tarea, alguien se levantara y se «quedata mirindolos asi, como si estuviera por dirigiles la pala- bra, Hasta el subencargado, que tenia su despacho en un rincén, formando ochava, y que desaparecia bajo las plas de expedientes ddespachados que cubrian ademas de su escrtoro las sills y los armatios préximos, estiré la eabera para mirarlo, Julio se fue di- rectamente a dy le dijo con pocas palabras que ibaa ver al jefe —Estd ocupado ahora —e respondié—, Adem, ya sabe: cde minutos y el director general interino con su comiti- va llegard para dar instrucciones directa al personal subalterno. —Vuelvo en seguida. Nada més que dos palabras —Usted sabe lo que hace y no quiero que venga a complicar- me la vida. Usted es responsable de sus actos. Si el subjefe ime. ‘ino (un mayor retirado con malas pulgas, le advierto) pregunta dénde esté usted, que lo defienda el nuncio apostslico. Julio se volvis a su lugar entre un suspiro y un movimiento general de caras y ojos. No habia llegado a su excttorio cuando ‘ritaron su nombre desde otro rineén, porque lo llamaban por ° teléfono. Como pd, zigragueando, volviendo hacia atris y ha- ciendo rodeos, llegé al aparato. Era su mujer, quien hacia dice ‘minutos estaba forcejeando con la telefonista para que le dicra comunicacién, Le pareca que los servicios estaban pésimamente atendids y que tod el personal habia declarado un sabotaje des- vergonzado, :¥ qué hacia él que no denunciaba al jefe esa situax iin? £O era que también tenfa miedo de hablare? Le recordaba con detalles precisos algunas instrucciones sobre lo que tenia que hhaceresa matana le explic6 que lata Julia habia hablado desedn- doles buen viaje y que estaba encantada de la fiesta escolar en que la nena habia licido sus maravllosas condiciones de bailarina, Sobre todo insistia en el medio pasaj; en que cenfa que apurarse «en sacar los bolets. En fin, lo eximia de la obligacién de comprar los zapatitos, pues ella tenia que hacer una escapada al centro, En todo caso, si no volvia a hablarle ya quedaban de acuerdo en encontrarse en Constitucién a las doce y cuarenta, veinte minu- tos antes de salir el répido a Mar del Plata. Ella iria en auto con las valijas; que no se ocupara de eso, y que podia estar tranquilo, Julio escuché sin ganas de contestar mas que “si” 0 "ya sé Sintié todo el peso de su destino en aquellas palabras que le llegaban como desde otro mundo y lo golpeaban inexorable- ‘mente en el oido, en la cara y en el alma. Eran las mismas cosas de siempre, el mismo tono afectuoso y Ijano, la misma senciller para enfocar las situaciones desesperadas, Pero en exe momento sintié una amargura infinita en todo el cuerpo y como sis le re- velara instanténeamente la causa secreta de su fala de suerte para ascender y de su abatimiento de vejex prematura, Hasta sintié repugnancia por la pobre hijta de nueve afios que, tan inocente- ‘mente como la misma madre en otros asuntos gravisimos, habia decidido con invencible vocacién dedicarse a las danzas clisicas, acta cinco affos que concurria al Conservatotio Terpsicore, del ‘municipio, y en verdad era una maravilla eémo danzaba a veces

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