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XVI LOS RECUERDOS ENCUBRIDORES * 1899 tenido repetidas ocasiones de ocuparme de los recuerdos fragmentarios de los primeros aiios infantiles, conservados en la memoria individual. Tales recuerdos poscen, como ya en otro lugar hemos indicado, una gran impor- tancia patégena. Pero, aparte de esto, el tema de los recuerdos infantiles ofrece siempre interés psicol6gico por hacerse en ellos visible una diferencia fundamental entre la conducta psiquica del nifio y la del adulto. Es indudable que los suce- 505 de nuestros primeros afios infantiles dejan en nuestra alma huellas indelebles, pero cuando preguntamos a nuestra memoria cudles son las impresiones cuyos efectos han de perdurar en nosotros hasta el término de nuestra vida, permanece ‘muda o nos ofrece tan s6lo un niumero relativamente pequefto de recuerdos aisla- dos, de valor muy dudoso con frecuencia y a veces problematico. La reproduccién mnémica de la vida, en una concatenacion coherente de recuerdos, no comienza sino a partir de los Scis 0 los siete afios, y en algunos casos hasta después de los diez. Mas de aqui en adelante se establece también una relacion constante entre la importancia psiquica de un suceso y su adherencia a la memoria. Conservamos en ella todo lo que parece importante por sus efectos inmediatos o cercanos Olvidamos, en cambio, lo que suponemos nimio. $i nos es posible recordar a tra- vvés de mucho tiempo determinado suceso, vemos en esta adherencia a nuestra memoria una prueba de que dicho suceso nos caus6, en su época, profunda im- presién. El haber olvidado algo importante nos asombra ain mas que recordar ‘algo aparentemente nimio**. Esta relacion, existente para el hombre normal, entre la importancia psi quica y la adherencia a la memoria, desaparece en ciertos estados animicos patologicos. Asi, cl histérico presenta una singular amnesia, total o parcial, én lo que respecta a aquellos sucesos que han provocado su enfermedad, los cuales. por esta misma causacion, ¢ independientemente de su propio contenido, han ad. Quirido, sin embargo, para él maxima importancia, En la analogia de esta amnesia patologica con la amnesia normal, que recae sobre nuestros afios infantiles, quisiéramos ver un significativo indicio de las intimas relaciones cxistentes entre el contenido psiquico de la neurosis y nuestra vida infantil. Estamos tan acostumbrados a esie olvido de nuestras impresiones infan- tiles, que no solemos advertir el problema que detras de él se esconde, y nos inclinamos a atribuirlo al estado rudimentario de la actividad psiquica del nino En realidad, un nivio normalmente desarroliado nos muestra ya a los tres 0 cuatro afios una fespetable cantidad de rendimientos psiquicos muy complicados. tanto en sus comparaciones y deducciones como en la expresién de sus sentimien- tos, no existiendo razén visible alguna para que estos actos psiquicos, plenamente equivalentes a los posteriores, hayan de sucumbir a la amnesia E N mis tratamientos psicoanaliticos (de histerias, neurosis obsesivas, etc.), he Uber decrimerirgen, 20 slemin el original, _** Freud uno antcs habia y pulbicndo wu trabaye ble tr Ng" TNS38 woe Hh mez a dso ens rt), teaducdo a! ingles como «Screen memoria». en sPsicopatologia Se lw Vda cotianae. (NI a) myo oS KRECUERDOS ENCUBRIDORES ™ El estudio de los problemas psicologicos enlazados a los primeros recuerdos _afantiles exige como premisa indispensable la reunion de material suficiente, Jcterminandose por medio de una amplia informacién qué recuerdos de esta sdad puede comunicar un nimero considerable de adultos normales. C. y V. Hen- = mniciaron esta labor en 1895, difundiendo un interrogatorio por ellos férmulado. Los interesantisimos resultados de esta informacién, a la que respondieron siento veintitrés personas, fueron publicados luego (1897) por sus iniciadores en L'Anné psychologique (tomo HII, «Enguéte sur les premiers souvenirs de l'en- ‘ance»). Por nuestra parte, no proponiéndonos tratar aqui este tema en su tota- dad, nos limitaremos a hacer resaltar aquellos puntos a los que hemos de enla- zar nuestro estudio de los recuerdos calificados por nosotros de «encubridores». La época en la que se sitia el contenido de los recuerdos infantiles mas tem pranos es, por Io general, la que se extiende entre los dos y los cuatro afios (as sucede en ochenta y ocho casos de los reunidos por C. y V. Henri). Hay, sin em- bargo, individuos cuya memoria alcanza mas atras, incluso hasta poco tiempo después de cumplir su primer afio, y otros, en cambio, que no poseen recuerdo, alguno anterior a los seis, los siete © los ocho afios. Noe sabe atin de qué dependen les diferencias. Unicamente se observa —dicen los Henri— que una persona Suyo recuerdo mas temprano corresponde a una edad minima (por ejemplo, al primer afto de su vida) dispone también de otros diversos recuerdos inconexos de los afios siguientes, y que la reproduccion de su vida en una cadena mnémica continua se inicia en ella antes que en otras personas cuyo primer recuerdo per- {enece a épocas posteriores. Asi, pues, lo que se adelanta o retrasa en los distintos rndividuos no es tan solo ei momento del primer recuerdo, sino toda la funcion manémica. ‘La cuestién de cudl puede ser el contenido de estos primeros recuerdos infan- tiles presenta especialisimo interés. La psicologia de los adultos nos haria esperar que del material de sucesos vividos serian seleccionadas aquellas impresiones gue provocaron un intenso afecto o cuya importancia qued6 impuesta a poco por susconsecuencias. Algunasde las observaciones de los Henri parecen confirmar Sta hipdtesis, pues presentan como contenidos mas frecuentes de los recuerdos infantiles, bien ocasiones de miedo, vergiienza o dolor fisico, bien acontecimien- tos importantes: enfermedades, muertes, incendios, el nacimiento de un hermano, ctcétera, Nosinclinariamosasiasuponer que las normas de la seleccién mnémica son idénticas en el alma del nifio y en la del adulto. Por su parte, los recuerdos infantiles conservados habran de indicarnos las impresiones que cautivaron el interés del nifio, a diferencia del de un adulto, y de este modo nos explicaremos, por ejemplo, que una persona recuerde la rotura de unas mufiecas con las que jugaba a los dos afios y haya olvidado totalmente, en cambio, graves y tristes sucesos, de los que pudo darse cuenta en aquella misma época. Habra, pues, de extrafiarnos, por contradecir la hipotesis antes formulada, oir que los recuerdos infantiles més tempranos de algunas personas tienen por contenido impresiones cotidianas ¢ indiferentes que no pudieron provocar afecto inguno en el nifio, no obstante lo cual quedaron impresas en su memoria con todo detalle, no habiendo sido retenidos, en cambio, otros sucesos importantes de Ja misma época, ni siquiera aquellos que, segin testimonio de los padres, causaron gran impresién al niflo. Cuentan ast los Henri de un profesor de Filologia, cuyo primer recuerdo, situado entre los tres y los cuatro afios, le presentaba la imagen de una mesa dispuesta para la comida, y en ella, un plato con hielo. Por aquel mismo m SIGMUND FREUD. OBRAS COMPLETAS tiempo ocurrié la muerte de su abuela, que, segiin manifiestan los. padres del sujeto, conmovid mucho al nifio. Pero cl profesor de Filologia no, sabe-ya nada de esta desgracia, y sélo recuerda de aquella época un plato:con hielo, puesto encima de una mesa. ‘Otro individuo refiere como primer recuerdo infantil el de haber tconcha- do una ramita de un Arbol durante un paseo. Cree poder indicar todavia el lugar ‘en que esto sucedié, Iba con varias personas, y una de ellas-le ayudd a cortar la ramita. Los Henri suponen muy raros tales casos. Por mi parte, he tenido ocacién de hallarlos con bastante frecuencia, si bien, por lo general, en enfermos neuré- ticos. Uno de los informadores de ios Henri arriega una explicacién, que nos parece acertadisima, de estas imagenes mnémicas, incomprensibles por su ni- micdad. Supone que en estos casos la escena de referencia no se ha conservado sino incompletamente en el recuerdo, pareciendo asi indiferente; pero que en los elementos olvidados se hallaria, quizé, contenido todo aquello que la hizo digna de ser recordada. Mi experiencia esté de completo acuerdo con esta explicacién. Unicamente nos pareceria més exacto decir que los elementos no aparentes en el recuerdo han sido «omitidos» en lugar de «olvidados». En el tratamiento sicoanalitico me ha sido posible descubrir muchas veces los fragmentos restantes del suceso infantil, demostrindose asi que la impresién, de la cual subsistia tan s6lo un torso en la memoria *, confirmaba. una vez completada, la hip6tesis de la conservacién mnémica de lo importante. De todos modos, no. nos explicamos ain de la singular seleccién llevada a cabo por la memoria entre los elementos de lun suceso, pues hemos de preguntarnos todavia por qué es rechazado precisa- mente lo importante y conservado, en cambio, lo indiferente. Para alcanzar tal explicacién hemos de penetrar més profundamente en el mecanismo de estos procesos. Senos impone entonecs la idea de queen la constitucién de los recuerdos de este orden particular hay dos fuerzas psiquicas, una de las cuales se basa en la importancia de! suceso para querer recordarlo, mientras que la otra —una resis- tencia— se opone a tal propdsito. Estas dos fuerzas opuestas no se destruyen, ni Mega tampoco a suceder que uno de los motives venza al otro —con pérdidas por su parte o sin ellas—, sino que se origina un efecto de transaccién, andloga- mente a la produccién de una resultante en el paralclogramo de las fuerzas. La transaccién consiste aqui en que la imagen mnémica no es suministrada por el suceso de referencia —en este punto vence la resistencia—, pero si, en cambio, por un elemento psiquico intimamente enlazado a él por asociacién, circunstancia, ‘en la.que se muestra de nuevo el poderio del primer principio, que tiende a fjar las impresiones importantes por medio de la produccién de imagenes mnémicas reproducibles.. Asi, pues, el conflicto se resuelve constituyéndose en lugar de le imagen mnémica, originalmente justificada, una distinta, producto de un despla- zamiento asociativo. Peto como los elementos importantes de la impresién son precisamente los que han despertado la resistencia, no pueden entrar a formar parte del recuerdo sustitutivo, el cual presentaré asi un aspecto nimio, resultan- donos incomprensible, porque quisiéramos atribuir su conservacion en la me- ‘moria.a su propio contenido, debiendo atribuirla realmente @ la relacién de dicho contenido con otro distinto, rechazado. + Ceocitadopor Freud aneiormenie en «Fstdion sess ta isterias vor pag 183 de ete volume. Note wom Los RECUERDOS ENCUBRIDORES H Entre los muchos casos posibles de sustituciom de un contenido psiquico por otfo, comprobables en diversas constelaciones:psicol6gicas, este que’ se Ezkarrolla en 10s recuerdos infantiles, que consiste en la sustitucién’ de los Gementos importantes de un suceso’ por los mds insignificantes del. mismo, uno de los mas sencillos. Constituye un desplazamiento por contighiidad aso- Giativa, o, atendiendo ala totalidad del proceso, en una:represién, seguida de tuna sustitucién por algo contiguo (local y-temporalmente). Ya en otro lugar ftuvimos ocasién de exponer un caso muy. andlogo. de sustitucién,:descubierto ‘encl andlisis de una paranoia '™. Tratabase entonces de una paciente que oia fen sus alucinaciones voces que le recitaban pasajes enteros de la Heiterethei, de 0. Ludwing, elegidos precisamente entre los mas diferentes y menos sus~ ceptibles de una relacion con sus propias circunstancia. El andlisis demostro haber sido otros distintos pasajes de la misma obra los que habjan despertado en a paciente sentimientos muy penosos. El afecto penoso: motivaba la repulsa de ‘ales pasajes, mas por otro lado no era posible reprimir los motivos que imponian la continuacion de estos pensamientos, y de este modo-surgid la transaccion, ‘consistente en emerger en Ja memoria con intensidad y claridad patoldgicas los pasajes indiferentes. El proceso aqui descubierto —conflicto; represién y sustitu- Cién transaceional— retorna en todos los sintomas psiconeuraticos, 'dindonos laclave de la formacion de los mismos. No carece, pues, de importancia su descu- brimiento también en la vida psiquica de los individuos normales. Fl hecho de recaer para el hombre normal precisamente sobre los recuerdos infantiles consti- fuye una prueba més de la intima relacién entre la vida animica del nifio y el ma terial psiquico de la neurosis; relacién tan repetidamente acentuada por nosotros. ‘Los importantisimos procesos de la defensa normal y; patologica y los des- plazamientos a los cuales conducen no han sido todavia estudiados, que yo sepa, por los psiclogos, no habiéndose determinado ‘aun los estratos de la actividad Psiquica en los que se desarrollan ni las condiciones bajo las cuales se desenvuel- ven, La causa-de esta omision-es, quiza,que nuestra: vida psiquica, en cuanto es Dbicto de nuestra pereepeién interna consciente, no deja transparentar indicio algunos de estos procesos, sea en-aquellos casos que calificamos de «errores men- tales», sea en ciertas operaciones tendentes a un efecto comico. La afirmacion de ‘que una intensidad psiquica puede desplazarse desde una representacién, 1a cual queda despojada do ella, @ otra distinta, que toma entonces a su.cargo el papel psicolégico que venia desempefando: Ja primera, nos resulta tan extraiia como. Siertos rasgos de'la mitologia griega; por ejemplo, cuando los dioses conceden a un hombre el don de la belleza, transfigurandole y como revistiéndole con una ‘nueva enyoltura, corporal. Mis investigaciones sobre los recuerdos infantiles indiferentes me han en- seftado también que su génesis puede seguir ai otros caminos, y que su aparente inocencia suele encubrir sentidos insospechados. No'quiero limitarme en este punto a una mera afirmacién, sino que he de exponer ampliamente el mas instruc- fivo de los ejemplos por mi reunidos, que inspirara ademas una mayor'confianza por corresponder @ un sujeto-nada muy poco neurético. ‘Tratase de un hombre de treinta y ocho aiios'*, y de formacién universitaria, Veit aNocvas Sbciyaciones sobre las neu- Strachey hn crido yer enact y con raz6n. un trozo ropricons be densan pay 299 del présente volunenl” autobiopco levemente deformade, / Not WJ.) Te freud’ en 169: tenia 43. aon sry ember. me SIGMUND FREUD, O8RAS COMPLETAS que, a pesar de ejercer una profesién completamente ajena a nuestra disciplina, se interesa por las cuestiones psicolégicas desde que conseguimos curarle de una Pequefia fobia, con ayuda del psicoandlisis. Habiendo leido la investigacion de C.y Y. Henri, me comunicé la siguiente exposicién de sus recuerdos infantiles, ‘que ya habjan desempefiado cierto papel en el andlisis: ‘«Conservo numerosos recuerdos infantiles muy tempranos, cuyas fechas puedo indicar-con gran seguridad, pues af cumplir los tres aftos abandonamos lugar de mi nacimiento para establecernos en una ciudad. Los recuerdos ‘9 que me refiero se desarrollan todos’en mi lugar’natal, y corresponden, por tanto, al segundo y tercer afio-de mi vida. Son en su mayoria escenas muy breves, pero claramente retenidas con todos los detalles de la percepciOn sensorial, Contrastando ast con los recuerdos de épocas posteriores, carentes en mi de todo- ‘elemento visual. A partir de mis tres aiios se hacen mis recuerdos mas raros © imprecisos, mostrando lagunas que comprenden a veces mas de un aio. Solo desde los seis.o los siete afios comienzan a adquirir continuidad. Los recuerdos correspondientes a la época anterior a nuestro cambio de residencia pueden divi- ddirse en tres grupos. Incluyo en el primero aquellas escenas que mis padres me hhan referido posteriormente, y de cuya imagen mnémica no puedo decir si exis- tia en mi desde un principio o se constituyd Iuego de tales relatos. Observaré, de todos modos, que existen también otros suces0s, cuyo relato me ha sido hecho repetidas veces por mis padres, ya los cuales no corresponde, sin embargo, €= im imagen mnémica ninguna. El'segundo grupo tiene; a mi juicio, mas valor Las eseenas que lo constituyen no me han sido —que yo sepa relatadas, y para muchas de ellas no eabe tal posibilidad, puesto que no he vuelto a vera las Personas que en ellas actuaron. Del tercer grupo me ocuparé mas tarde. Por lo que Tespecta al contenido de estas escenas, y consiguientemente al motivo de su Conservacién en la memoria, no care2co de cierta orientacion. No puedo de todos modos afirmar que los recuerdos conservados correspondan ai los aconte- Cimientos més importantes de aquella época o a los que hoy juzgaria tales. Del nacimiento de una hermana mia, dos afios y medio menor que yo, no tengo lt menor idea; nuestra partida de mi ciudad natal, mi primer conocimiento de! ferrocarril y el largo viaje en coche hasta la estacion no-han dejado huella algun fen ii memoria, En cambio, retuve dos detalles nimios del viaje en ferrocarril, de fos cuales ya tuvimos ocasiOn de hablar en el anélisis de mi fobia.'Una herids en la cara, que provoce una abundante hemorragia ¢ hizo precisos varios puntos desutura, hubiera debidocausarme maxima impresion. Todavia hoy puede adver~ tirse en mi rostro la cicatriz correspondiente, pero no conservo recuerdo algun (ue se refiera directa o indirectamente a este suceso. Quiz acaeciese antes de cumplir yo 10 dos afos. ‘>Las imagenes y escenas-de estos dos. grupos no me causan extrafleza. Son ciertamente recuerdos aplazados, en la mayoria de los cuales ha quedado ex- cluido Io esencial. Pero en algunos, tales elementos importantes se hallan por lo ‘menos indieados, y otros me resultan faciles de completar con’el auxilio de cier- {os indivios, logrando asi enlazar los distintos fragmentos mnémicos, y mos- tnindoseme claramente el interés:infantil que recomend6 a la memoria tales ‘escenas. Muy otra cosa sucede con el contenido del tercer grupo. Tratase aqui ‘de un material —una escena de alguna extension y varias pequeflas imagenes ‘del que yo no sé qué pensar, La escena me parece indiferente ¢ incomprensible Su fjacion. Permitame usted que se la deseriba: Veo una pradera cuadrangular, bos RECUERDOS ENCUBRIDORES M5 ‘algo pendiente, verde y muy densa. Entre la hierba resaltan muchas flores ama~ ‘las, de la especie llamada vulgarmente «diente de leon». En lo alto de la pradera, taza casa campestre, a la puerta de la cual conversan apaciblemente dos mujeres: ‘una campesina, con su pafiuelo a la cabeza, y una nifiera. En-la pradera juegan ‘tes nifios: yo mismo, representando dos 0 tres afios; un primo mio, un aflomayor ‘que yo, y su hermana, casi de mi misma edad. Cogemos las flores amarillas, y ‘Enemos ya un ramito cada uno. Elmés bonito es el de la nifia; pero mi primo y yo ‘0s arrojamos sobre ellasyy se loarrebatamos. La chiquilla echa acorrer, llorando, pradera arriba, y al llegar a la casita, la campesina le da para consolarla un ‘gan pedazo de pan de centeno. Al advertirlo mi primo y yo tiramos las flores y co- ‘remos hacia la casa, pidiendo también pan. La campesina nos lo.da, cortando {Gs rebanadas con un largo cuchillo. El resabor de-este pan en mi recuerdo es ‘verdaderamente. delicioso, y con ello. termina la escena, ‘niQué es lo. que en este suceso justifica el esfuerzo de retencion que me ha ‘ebligado a realizar? No acierto a explicirmelo, siéndome imposible precisar ‘aqué circunstancia debe su intensa acentuacién psiquica: a nuestro mal comporta~ ‘miento con la nifia, a haberme gustado mucho el color amarillo. del diente de ie6n, que hoy no encuentro nada bello, o a que después de corretear por la pradera ‘me supo el pan mejor que de costumbre, hasta el punto de llegar a constituir una mpresion indeleble. No encuentro tampoco relacién alguna de esta escena con el interés infantil, facilmente visible, que enlaza entre si las demas escenas ‘afantiles. Tengo, en general, la impresién de que hay en ella algo falso, El ama- rillo de las flores resalta demasiado del conjunto, y el buen sabor del pan me pare~ ‘ce también exagerado, como en na alucinacién,. Al pensar.en estos detalles recuerdo unos cuadros de una exposicién humoristica, en los cuales aparecian pldsticamente sobrepuestos cierios elementos, y, como es natural, siempre los mas fnconvenientes; por ejemplo, el trasero de las figuras femeninas. {Puede usted ‘mostrarme un camino que conduzca a la explicacién o interpretacion'de este superfiuo recuerdo infantil?» Me parecié juicioso preguntar a mi comunicante desde cuindo le tal recuerdo; esio es, si retornaba periédicamente a su memoria desde la infancia © se habia emergido en ella posteriormente, provocado por algiin motivo que recordase, Esta pregunta constituy6 toda mi aportacién a la solucién del proble- ma planteado, pues lo demas lo hall6 por si mismo el interesado, que no era ingin principiante en, este orden de: trabajos. “He aqui su respuesta: «No habia pensado aiin en lo.queme dice. Pero después de su pregunta se me impone la certeza de que este recuerdo infantil no me ocupé para nada en mi nifiez. Me figuro también la ocasién que provocd su despertar ‘conelde otros muchosrecuerdos de mis primeros afios, Cumplidos yalos diecisiete, volvi durante.unas vacaciones por vez primera ami lugar naial, alojéndome en casa de una familia con la cual manteniamos relaciones de amistad desde aquellos primeros tiempos. Sé muy bien qué plenitud de emociones me invadieron fen esta temporada, Mas para contestar a su pregunta debo relatarle toda una parte de mi vida. En la epoca de mi nacimiento gozaban mis padres de una regular posicién econémica. Pero.al cumplir yo Jos tres atios el ramo industrial al que mi padre se dedicabaexperiment6 una tremenda crisis, que dio al traste con nuestra fortuna familiar, obligéndonos a trasladarnos a la ciudad. Vinieron luego largos afios dificiles, en los que nada hubo digno de ser retenido. En la ciudad no me sentia yo.a gusto. La afioranza de los hermosos bosques de mi lugar, @ los cuales me « SPOMUND) FREUD. —~ORRAS COMPLETAS me eseapaba en cuanto aprendi a andar, segin testimonia uno de mis recuerdos de entonces, no me ha abandonade nufica. Como ya dije antes, la primera vez que volvi & ellos fue-a los dietisiete afios, invitado a pasar mis vacaciones en casa de una familia amiga, que después’ de nuestra partida habia hecho fortuna. Tuve, pues, ocasi6n dé comparar el bienestar que en ella réinaba com la estrechez de nuestra vida en ta ciudad, Pero ademas he de confesarle otra circunstancia {que me produjo vivas emociones. Mis huéspedes tenian una hija de quince afios, de la que me enamoré en el acto. Fue éste'mi primer amor, bastante intenso, pero mantenido’en el més absoluto secreto. La muchacha marché a fos pocos dias avun establecimiento de ensefianza, cuyas vacaciones terminaban antes que las imias, y'esta separacion, después ‘de tan breve Conocimiento, contribuyd a avivar mi pasi6n. Durante largos pasos solitarios por los bellos bosques de mi infancia, vueltos ahora a encontrar, me complacia en imaginar dichosas fantasias, que rectficaban mi pasado: Si los negocios de mi padre no hubieran declinado, hubigramos seguido viviendo en aquel Tugar, yo me habria ¢riado tan sano y robusto como los hermanos de li muchacha, habria continuado las actividades industriales de mi padre y hubiera podido, por fin, casarme con mi adorada. ‘Naturalmente, no dudaba ni un instante que en las citcunstancias creadas por mi fantasia la hubiera amado tambien con el mismo apasionamiento. Lo singular ¢s queal verla ahora alguna vez, pues ha contraido matrimonio aqui, me es abso- Jutamente indiferente, y, sin embargo, recuerdo muy bien que durante mucho tiempo después no podia ver nada de un color amarillo, parecido al del traje que llevaba en nuestra primera entrevista, ‘sin emocioriarme profundamente.» Esta tiltima observacion me parece andloga a la que antes hizo usted sobre el diente de le6n, afirmando que ya io le gustaba esta flor. {No sospecha usted la ‘existencia de una relaci6n entre el color amarillo del vestido de la muchacha y la exagerada intensidad con que resaltd este color en las flores de su fecuerdo infantil? «Quizi.; pero no es un mismo color. El vestide de la muchacha era de un amarillo més oscuro. Sin embargo, puedo suministrarle una representacion intermedia que acaso sea itil. He visto después en los Alpes que algunas flores, de colores elaros en los valles, toman en las alturas matices més oscuros. Si no me engafio mucho, se encuentra con gran frecuencia en la montaia una flor muy parecida al diente de le6n, pero'de un color més oscuro, que cortesponde exactamente el del traje de mi amada de entonces. Pero déjeme continuar. Debo relatarle ain otro suceso, proximo al anterior, que despert6 también mis recuer- dos infantiles: Tes afios después de mi primer retorno @ los lugares de mi infancia fui a pasar las vacaciones a casa ‘de mi tia, en la que encontré de nuevo a mis primeros camaradas infantiles; esto es, @ aquellos primos mios que aparecen en laescena euyo recuerdo nos ocupa. Esta familia habia abandonado al mismo tiem- po que nosotros nuestra primera residencia, y habia logrado rehacer su fortuna en una lejana ciudad.» met GY Se Volvi6 usted a enamorar esta vez dé su prima, forjando nuevas fanta- sias?, 2 » «No. Habia ingresado ya en la Universidad, y me hallaba entrégado por com- pletoa mis estudios, sin que me quedara ‘tiempo para pensar en mi prima. Asi, ‘pues, que yo sepa, ii imaginaciOn permaneci6 quieta. Pero creo que mi padre ymi-tio habian formado el proyecto de hacerme sustituir mis estudios abstractos por otros mas précticos: establecerme después en la ciudad donde mi tio residia LOS IWR OU EE ROS EWCCUR Ra OVOMRAS MT ycasarme con mi prima al que renunciaron, quizé, al verme tan absor- ido por mi propios planes. Sin embargo, yo debia adivinar algo de él, y cuando aI termina mivearrera universitaria” past por un periodo’ dificil, teniendo que juchar mucho tiempo para conseguir un puesto que me permitiera hacer frente a las necesidades de la vida, debi de pensar muchas veces que mi padre hubiera querido compensarme:con aquel proyecto matrimonial del trastorno originiado en mi vida por sus pérdidas cconémicas.» Si con esta’ época de lucha por el! pan cotidiano eoincidié: sw’ primer con- tacto con las cimas alpinas, tendremos ya un punto de apoyo pata situar en ella ta reviviscencia del recuerdo” infantil que nos ocupa. ‘cExacto. Las excursiones’por la’ montafia fueron entonces:el nico” placer que podia permitirme. Pero no comprendo bien la relacion que usted persigue.>» Va usted a verlo. El elemento mas intenso de su escena infantil es ¢1 buen sabor del pan: {No observa usted’ que esta representacion, de la que emana tina sensacion casi alucinante, corresponde a la idea, fantaseada por usted, de que si hubiera permanecido en su lugar natal'se hubiese casado con aquella ‘muchacha y hubiera llevado una vida’serena? Esta vida queda simbélicamente fepresentada por ef buen sabor del pan, no amargado por la dura lucha para Conseguirlo. El color amarillo de tas flores es también unaialusién a ta'misma muchacha, Pero ademas tenemos en la escena infantil elementos que no pueden ‘eferirse sino a la segunda fantasia, o sea, al matrimonio.con su prima. Arrojar las flores para cambiarlas por un pedazo de pan me parece una clara alusién al pro- yecto paterno de hacerle renunciar a sus estudios abstractos para sustituirlos por una actividad mas prictica que le permitiera ganarse el pan. ‘«Resulta asi que las dos series defantasia de cémo hubiera podido lograr ‘una vida menos trabajosa se habrian fundido en un solo producto, suministrado tuna el color «amarillo» y el pan ade mi lugar», y'la otra, el acto de arrojar las flores y los personajes.» ‘Asi ¢8; las dos fantasias han sido proyectadas'una sobre otra, forméndose con ellas un recuerdo infantil. Las flores alpinas constituyen un indicio de la Zpoca en que fue fabricado este recuetdo. Puedo asegurarle, que la invencién inconsciente'de tales productos no es nada rara. “Pero entonces no’ sé trata de un recuerdo infantil, sino de una fantasia retrotraida a la infancia, Sin embargo, tengo la sensaci6n de que la eseenarecor- dada es perfectamente auténtica. {Como compaginar ambas cosas?» Para los datos de nuestra memoria no existe garantia alguna. No obstante, quiero aceptar ia autenticidad de la escena. Resultaré entonces que entre infinitas Sscenas andlogas o distintas de su vida, la ha elegido usted por prestarse su con- tenido —indiferente en si— a la representacién de las dos fantasias importantes. ‘Atalesrecuerdos, queadquieren un valor por representarenlamemoriaimpresiones ‘Ypensamientos de épocas posteriores, cuyo contenido se halla enlazadoal suyo por Jelaciones simbélieas, les damos el nombre’ de recuerdos encubridores. Su extra- heza ante cl frecuente retomno de esta escena a su memoria se desvanecerd ya al ‘comprobar que esta destinada a ilustrar los azares mas importantes de su vida ya fa influencia de los dos impulsos instintivos mas poderosos: el hambre y el'amor. "«El hambre queda, en efecto, bien representada; pero {y el amor?» ‘A mijuicio, por el color amarillo de las flores. De todos modos, he de confe- sacle que la simbolizacién del amor en esta escena infantil resulta mucho més vaga que en los demas casos por mi observados. we STGM UND FREUD: —~OBRAS COMPLETAS «Nada de eso..Caigo ahora en que precisamente la parte principal de la escena no ¢s sino ial simbolizacién. Piense usted que el acto de quitar las flores ‘una muchacha es, en definitiva, desfloraria. (Qué contraste entre el atrevimien- ‘to de esta fantasia y mi timidez en la primera ocasién amorosa, y mi indiferencia en iasegundal> Puedo asegurarle que tales osadas,fantasias constituyen un.complemento regular de la timidez.juvenil. ‘«Pero entonces lo. que ha venido a transformarse en un-recuerdo infantil no ha sido una fantasia consciente, sino una fantasia inconsciente.» Pensamientos inconscientes que continéian los. conscientes. Piensa usted: Si me hubiera casado con ésta o con aquélla, y de estos pensamientos surge ¢l impulso a representarse este casamiento, ’

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