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Teoría 1
Sesión 5 – Horacio: una poética perceptiva
No son pocos los obstáculos con los que tropieza el lector del Ars Poetica. Desde la
sustitución de su verdadero título hasta los extensos debates en torno a su estructura
discursiva, el Ars Poetica de Horacio se presenta como objeto de estudio rico en
posibilidades interpretativas. La Epístola a los Pisones1, título original de la pieza, hace
parte de un conjunto de escritos que Horacio cultivó en su etapa de madurez, los
cuales responden a un todo unitario. Tal como observa Fernando Navarro Antolín
(2002), aunque
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Varios autores coinciden en afirmar que el título de Ars Poetica se documenta por primera vez en la Institutio
Oratoria de Quintiliano.
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En adelante, utilizaremos la abreviación AP para referirnos al Ars Poetica
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tanto en el contenido como en la forma; 2) Sobre los grandes géneros de la poesía:
reglas e historia y 3) Sobre el poeta y la crítica poética.
Otros autores, sin embargo, muestran que solo a partir de las investigaciones de
Norden (1905) y Jensen (1918) pudo hablarse de una estructura tripartita del AP que
tenía por modelo la poética de Neoptólemo. Poiema, poiesis (ars) y poietes (artifex)
(Bobes, et al.) eran las tres partes de este conjunto. Contrasta, en todo caso, la opinión
de García Berrio, quien asegura que AP es una obra de creación y no un tratado
teórico sistemático, y que su mayor logro consiste en el «tono dialogístico de cuño
retórico».
Aunque aceptamos lo dicho por Berrio, consideramos que hay motivos para
creer que AP se sostiene en un principio constitutivo, el cual se manifiesta de varias
maneras a lo largo de la epístola. Se trata de la noción de decorum, que puede
entenderse, según diferentes usos, como equilibrio, conveniencia o proporción.
Partiendo de este concepto, nuestro objetivo será exponer sus distintas
manifestaciones en AP, a la vez que señalamos algunos préstamos, diferencias y
aportes de la epístola horaciana con respecto a las teorías poéticas de Platón y
Aristóteles.
Para empezar, es necesario señalar que ya desde el inicio del AP el decorum se
expresa en términos de unidad y coherencia. La criatura descrita por Horacio en sus
primeros versos es monstruosa porque sus partes no corresponden a un todo simple,
único:
Creed, Pisones, que sería muy semejante a este cuadro [aquél representa un
“amasijo de miembros dispares”]
un libro cuyas fantásticas imágenes fueran concebidas a la manera
de los sueños de un enfermo, de modo que ni pies ni cabeza
correspondan a una única forma. (v. 6-9)
Que la obra literaria pueda ser concebida como un todo unitario depende, como
muestra el pasaje anterior, de que la imagen responda a un criterio de verosimilitud.
Las imágenes monstruosas, en este sentido, no se desaprueban por pertenecer al
plano de lo ficticio, sino por resultar poco creíbles en la ejecución dramática. Hay que
recordar aquí los límites que imponían las condiciones escénicas (Bobes et al., p. 186).
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Por otro lado, el decorum también se manifiesta en términos de proporciones
entre metro y género:
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un deleite moral, pone el acento en el contagio sentimental no limitado a la piedad y el
temor, sino abierto a un amplio espectro de emociones humanas, que son producto no
de la virtuosidad moral de los actores, como sucedía en Aristóteles, sino del arte del
poeta en lo que respecta a la elección, distribución y adecuación de las palabras. La
persuasión, en este sentido, se deja en manos del gesto, la actitud y la palabra
convenientes.
Para finalizar, podemos concluir afirmando que la noción del decorum es, sin
duda, un leitmotive en el AP de Horacio, y que como tal tiene diferentes
manifestaciones a lo largo de la epístola según exprese unidad, equilibrio o
proporción. Hay, sin embargo, algunos aspectos importantes del AP que quedan por
fuera del análisis realizado en este trabajo, pero que pueden ser discutidos y
ampliados en la sesión del seminario. Tal es el caso del carácter dinámico y vital que
Horacio atribuye a la lengua, situado en una perspectiva teórica que comprende la
palabra en estrecha relación con los procesos vitales y cíclicos de la naturaleza. La
lengua, en este sentido, es finita y efímera, como la vida natural y las obras humanas;
susceptible de modificaciones en la medida que responde a la autoridad del uso en un
marco temporal delimitado.
La conciencia de la lengua como proceso sujeto a modificaciones es tan
importante en Horacio como la noción del decorum y puede, incluso, que ambos
conceptos se encuentren en estrecha relación. Horacio percibía que algunos poetas de
su época abandonaban progresivamente el legado de los antiguos griegos, en lo
concerniente al cuidado y pulimiento de la forma. De allí que sus modelos preferidos
en la mimesis poética fuesen los motivos anclados en la tradición helenística. Sin
embargo, era capaz de comprender que la forma se veía afectada seriamente por la
modificación del público que accedía a la representación. Es de considerar, en este
sentido, que gran parte de su epístola esté dedicada a los cambios sucedidos en la
representación trágica, desde la inserción de nuevos vocablos hasta la modificación de
la música y el número de actores. Por lo tanto, la unidad, proporción y equilibrio
horacianos, expresados todos en la noción del decorum deben comprenderse como
nociones dinámicas sujetas a la transformación de procesos vitales y culturales.
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Referencias: