Está en la página 1de 6

Juan Camilo Urueña Martínez

Teoría 1
Sesión 5 – Horacio: una poética perceptiva

El decorum y sus manifestaciones en el Ars Poetica

No son pocos los obstáculos con los que tropieza el lector del Ars Poetica. Desde la
sustitución de su verdadero título hasta los extensos debates en torno a su estructura
discursiva, el Ars Poetica de Horacio se presenta como objeto de estudio rico en
posibilidades interpretativas. La Epístola a los Pisones1, título original de la pieza, hace
parte de un conjunto de escritos que Horacio cultivó en su etapa de madurez, los
cuales responden a un todo unitario. Tal como observa Fernando Navarro Antolín
(2002), aunque

la producción poética de Horacio se suele dividir en dos grandes grupos: los


poemas líricos (Carmina y Epodi) y los poemas no líricos o hexamétricos
(Sermones y Epistulae, incluyendo en estas últimas el Ars Poetica), (…) esta
clasificación tradicional está mediatizada por la transmisión medieval y no
responde exactamente al criterio del propio Horacio. (…) Mientras la transmisión
manuscrita y los comentaristas dividieron las composiciones en dos libros de
Sermones (hoy llamados Saturae) y otros tantos de Epistulae, el propio Horacio
jamás tituló Saturae a sus Sermones ni parecía distinguirlos de las Epistulae.
(XVII)
Por esta razón, no pocos especialistas han insistido en la convergencia de los
Sermones y las Epistulae en una misma corriente de pensamiento. Desde este punto de
vista, la diferencia tendría lugar, exclusivamente, en la forma externa: epístola o
diálogo filosófico (Bobes, Baamonde, Cueto, Frechilla y Marful, 1995, p.178). Además
de la clasificación genérica, otro de los debates sugeridos en el estudio del AP2 es el de
la estructura que sostiene la composición. Navarro Antolín, por ejemplo, afirma que la
epístola se compone de tres grandes partes: 1) Sobre la composición de la poesía,

1
Varios autores coinciden en afirmar que el título de Ars Poetica se documenta por primera vez en la Institutio
Oratoria de Quintiliano.
2
En adelante, utilizaremos la abreviación AP para referirnos al Ars Poetica

1
tanto en el contenido como en la forma; 2) Sobre los grandes géneros de la poesía:
reglas e historia y 3) Sobre el poeta y la crítica poética.
Otros autores, sin embargo, muestran que solo a partir de las investigaciones de
Norden (1905) y Jensen (1918) pudo hablarse de una estructura tripartita del AP que
tenía por modelo la poética de Neoptólemo. Poiema, poiesis (ars) y poietes (artifex)
(Bobes, et al.) eran las tres partes de este conjunto. Contrasta, en todo caso, la opinión
de García Berrio, quien asegura que AP es una obra de creación y no un tratado
teórico sistemático, y que su mayor logro consiste en el «tono dialogístico de cuño
retórico».
Aunque aceptamos lo dicho por Berrio, consideramos que hay motivos para
creer que AP se sostiene en un principio constitutivo, el cual se manifiesta de varias
maneras a lo largo de la epístola. Se trata de la noción de decorum, que puede
entenderse, según diferentes usos, como equilibrio, conveniencia o proporción.
Partiendo de este concepto, nuestro objetivo será exponer sus distintas
manifestaciones en AP, a la vez que señalamos algunos préstamos, diferencias y
aportes de la epístola horaciana con respecto a las teorías poéticas de Platón y
Aristóteles.
Para empezar, es necesario señalar que ya desde el inicio del AP el decorum se
expresa en términos de unidad y coherencia. La criatura descrita por Horacio en sus
primeros versos es monstruosa porque sus partes no corresponden a un todo simple,
único:

Creed, Pisones, que sería muy semejante a este cuadro [aquél representa un
“amasijo de miembros dispares”]
un libro cuyas fantásticas imágenes fueran concebidas a la manera
de los sueños de un enfermo, de modo que ni pies ni cabeza
correspondan a una única forma. (v. 6-9)

Que la obra literaria pueda ser concebida como un todo unitario depende, como
muestra el pasaje anterior, de que la imagen responda a un criterio de verosimilitud.
Las imágenes monstruosas, en este sentido, no se desaprueban por pertenecer al
plano de lo ficticio, sino por resultar poco creíbles en la ejecución dramática. Hay que
recordar aquí los límites que imponían las condiciones escénicas (Bobes et al., p. 186).
2
Por otro lado, el decorum también se manifiesta en términos de proporciones
entre metro y género:

Un tema cómico no exige la narración con versos trágicos


Asimismo, la cena de Tiestes se indigna si es narrada
con versos informales y casi dignos del zueco.
Que cada cosa ocupe el lugar apropiado y conveniente. (v. 89-93)

También lo enunciado debe guardar la proporción respecto a la caracterización


de los personajes, según edad o condición social:

Si las palabras del personaje no concuerdan con su fortuna,


los romanos soltarán la carcajada, nobles y plebeyos.
Ha de mediar gran diferencia si habla un dios o un héroe,
si un anciano longevo o un joven fogoso aún en la flor
de su edad, si una matrona autoritaria o una servicial nodriza. (v. 112-116)

Resulta inevitable, en estos dos aspectos, relacionar el AP con la Poética, si se


recuerda que, según Aristóteles, los sentimientos de piedad y temor no pueden
producirse en el espectador si el actor trágico no posee un carácter noble, en el
sentido de moralmente virtuoso. Con todo, aunque en este caso la influencia de
Aristóteles es difícil de negar, vale la pena señalar con Bobes et al. (1995) que la
relación entre el AP de Horacio y la Poética de Aristóteles no fue directa y que «en el
Renacimiento la Epístola horaciana fue sometida a un proceso de aristotelización por
los autores de paráfrasis que en ese momento proliferaron» (p.181).
Otra manifestación del decorum en el AP se puede rastrear en un conjunto de
dualidades que, por lo general, se resuelven en una actitud ecléctica del poeta. ¿Cómo
se percibe el decorum en estas dualidades? Se manifiesta en forma de equilibrio entre
los términos de las oposiciones.
La primera dualidad puede formularse como ingenium vs. ars. Esta disyuntiva
tiene un antecedente en el Ion platónico. Como observan Ruíz, Íñigo y Gracía (1985)
«El interés del Ion reside fundamentalmente en haber planteado el tema de la
inspiración poética que ya Demócrito había mencionado» (p. 246). En efecto, la
tensión entre la inspiración poética o el genio, entendido como cualidad innata, y el
3
cultivo o aprendizaje del arte poético era motivo común en la historia y teoría literaria
de los antiguos griegos. Horacio, frente a tal oposición, mantiene una postura
ambigua, ya que unas veces pondera el ars y otras veces exalta el ingenium. En el
siguiente pasaje, sin embargo, es el equilibrio entre ambos términos lo que resuelve la
tensión:
¿Hace loable a un poema la inspiración o la técnica?
He ahí la cuestión. Yo no veo de qué pueda ser capaz el trabajo
sin una rica vena o el talento en bruto: así, cada uno
reclama la ayuda del otro y se coaligan amigablemente. (v. 408-411)

El decorum en forma de equilibrio se presenta de nuevo en otra dualidad, esta


vez entre prodesse y delectare. Acerca de si la poesía debía ser útil o simplemente
deleitar al espectador, Horacio dirá que:
Se llevó todos los votos el que combinó lo útil con lo agradable,
deleitando y enseñando al lector al mismo tiempo.
Éste es el libro que da dinero a los Sosios, éste el que surca mares
y el que da fama imperecedera y vida eterna al escritor. (v. 343-345)

No obstante, el tema del placer producido por la poesía se trata ya desde la


primera parte de la epístola:
No basta que sean hermosos los poemas: sean placenteros
y arrebaten el alma del oyente adonde quieran.
Como el rostro humano responde a la risa con la risa,
así a las lágrimas con lágrimas. Si quieres que yo llore, empieza
por sentir dolor tú mismo; entonces, Télefo o Peleo, me
conmoverán tus infortunios. (v. 99-105)

Sobre la solución conciliadora de Horacio entre los términos de la oposición


enseñanza vs. deleite, vale la pena sacar a colación lo dicho por Bobes et al. (1995).
Según los autores, aunque Horacio recoge en la actitud de síntesis toda la tradición
poética-retórica favorable al equilibrio, también se nutre de algunas obras teóricas
que inclinaron la balanza hacia el lado de la finalidad placentera. De allí que García
Berrio (1977) opine que los versos de Horacio dedicados al “arrebato del alma” abran
la poética «al ámbito no estrictamente intelectual sino actuativo, sentimental» (P.115).
En efecto, encontramos que Horacio, a diferencia de Platón, quien subordinaba
casi por completo la poesía a una finalidad didáctica; y de Aristóteles, quien a pesar de
dedicar parte de su poética al análisis de la catarsis sigue pensando la dualidad desde

4
un deleite moral, pone el acento en el contagio sentimental no limitado a la piedad y el
temor, sino abierto a un amplio espectro de emociones humanas, que son producto no
de la virtuosidad moral de los actores, como sucedía en Aristóteles, sino del arte del
poeta en lo que respecta a la elección, distribución y adecuación de las palabras. La
persuasión, en este sentido, se deja en manos del gesto, la actitud y la palabra
convenientes.
Para finalizar, podemos concluir afirmando que la noción del decorum es, sin
duda, un leitmotive en el AP de Horacio, y que como tal tiene diferentes
manifestaciones a lo largo de la epístola según exprese unidad, equilibrio o
proporción. Hay, sin embargo, algunos aspectos importantes del AP que quedan por
fuera del análisis realizado en este trabajo, pero que pueden ser discutidos y
ampliados en la sesión del seminario. Tal es el caso del carácter dinámico y vital que
Horacio atribuye a la lengua, situado en una perspectiva teórica que comprende la
palabra en estrecha relación con los procesos vitales y cíclicos de la naturaleza. La
lengua, en este sentido, es finita y efímera, como la vida natural y las obras humanas;
susceptible de modificaciones en la medida que responde a la autoridad del uso en un
marco temporal delimitado.
La conciencia de la lengua como proceso sujeto a modificaciones es tan
importante en Horacio como la noción del decorum y puede, incluso, que ambos
conceptos se encuentren en estrecha relación. Horacio percibía que algunos poetas de
su época abandonaban progresivamente el legado de los antiguos griegos, en lo
concerniente al cuidado y pulimiento de la forma. De allí que sus modelos preferidos
en la mimesis poética fuesen los motivos anclados en la tradición helenística. Sin
embargo, era capaz de comprender que la forma se veía afectada seriamente por la
modificación del público que accedía a la representación. Es de considerar, en este
sentido, que gran parte de su epístola esté dedicada a los cambios sucedidos en la
representación trágica, desde la inserción de nuevos vocablos hasta la modificación de
la música y el número de actores. Por lo tanto, la unidad, proporción y equilibrio
horacianos, expresados todos en la noción del decorum deben comprenderse como
nociones dinámicas sujetas a la transformación de procesos vitales y culturales.

5
Referencias:

 Bobes, Baamonde, Cueto Frechilla & Marful. Historia de la teoría literaria I


La Antigüedad Grecolatina. Gredos, S.A: Madrid, 1995.
 Horacio. Epístolas. Arte Poética. Trad. Antolín Fernando. CSIC: Madrid,
2002.
 Velásquez, Oscar. “Analizando las intenciones profundas del Ars poetica de
Horacio”. Onomazein 3 (1998): 231-240

También podría gustarte