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Casa Publicadora Brasilera

Comentarios de la Lección de Escuela Sabática

I Trimestre de 2017
El Espíritu Santo y la espiritualidad

Lección 9
(25 de febrero al 4 de marzo de 2017)

El Espíritu Santo y la iglesia


Dr. Érico Tadeo Xavier 1

El Espíritu nos une a Cristo

La obra del Espíritu Santo es cristocéntrica. El objetivo del trabajo del Espíritu es
exaltar la Persona de Cristo. No llama la atención a sí mismo, sino que la dirige hacia
el Señor Jesucristo.

“El Espíritu Santo se da como agente regenerador, para hacer efectiva la salvación
obrada por la muerte de nuestro Redentor. El Espíritu Santo está tratando constan-
temente de llamar la atención de los hombres a la gran ofrenda hecha en la cruz del
Calvario, de exponer al mundo el amor de Dios, y abrir al alma arrepentida las cosas
preciosas de las Escrituras”. 2

“La unidad cristiana es una fuerza poderosa. Proclama con voz vigorosa que quienes
la manifiestan son hijos de Dios. Ejerce una influencia irresistible sobre el mundo,
revelando que el hombre dentro de sus características humanas, puede ser partici-
pante de la naturaleza divina, habiendo escapado a la corrupción que está en el
mundo por concupiscencia. Debemos ser uno con nuestros semejantes y con Cristo,
y, en Cristo, uno con Dios. Entonces se podrá decir de nosotros: ‘En él estáis cum-
plidos’ (Colosenses 2:10)”. 3

Entonces, la obra del Espíritu en un nivel individual nos conduce a una comunidad
específica de fe: la iglesia. Cuando experimentamos la salvación únicamente por la
fe en Cristo Jesús y somos tocados por el amor de Dios, surge la agradable “comu-
nión del Espíritu Santo” (2 Corintios 13:13). Como seguidores de Cristo, debemos
manifestar el deseo de “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efe-
sios 4:3).

1 Licenciado en Teología pastoral, con maestría en Ciencias de la religión, doctorado en Ministerio, y posdoc-
torado en Teología Sistemática. Actualmente se desempeña como pastor en Rio Grande do Sul y profesor
visitante de Teología en el Seminario Adventista de Teología sede San Pablo.
2 Elena G. de White, Los hechos de los apóstoles, p. 43.
3 White, Signs of the Times, 7 de febrero de 1900; citado en My Life Today [Meditaciones matinales 1952], p.

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El Espíritu nos une a través del bautismo

Uno de los actos del Espíritu es el de conducirnos a la convicción de pecado. Jesús


dijo: “Cuando Él venga convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan
16:8), y esto puede suceder sólo en el momento en el que nuestro corazón sea “to-
cado” o conmovido ante la realidad de que nuestra vida ha sido profundamente pe-
caminosa.

En muchas ocasiones el pecador arrepentido experimenta dolor, tristeza, lágrimas y


culpa. La Biblia dice que las personas que estaban presentes en la festividad de
Pentecostés pasaron por esa experiencia. El texto de Hechos 2:37 enfatiza esto al
afirmar que ellos “se dolieron de corazón”. El verbo en griego utilizado significa “per-
forar”, y la idea es que ellos quedaron sumamente angustiados, sufrieron, su con-
ciencia quedó perturbada. La verdadera tristeza produce culpa y dolor, pero esa
culpa y dolor produce cambio para vida y salvación (2 Corintios 7:9-11).

Las tres mil personas que se unieron a Cristo a través del bautismo en Pentecostés
(Hechos 2:38) vivieron esa experiencia. Aquí la iglesia (el cuerpo de Cristo) tuvo sus
comienzos.

El Espíritu une a la iglesia por la Palabra de Dios

El Espíritu Santo no presentaría sus propias ideas o nociones, sino sólo que Jesús
había enseñado. El Maestro dijo: “Él… tomará de lo mío, y os lo comunicará” (Juan
16:14).

Siendo Él el Espíritu de la verdad, daría especialmente testimonio de Jesús, que es


la Verdad (Juan 14:6).

Sólo a través de la Palabra del Espíritu en nuestro corazón, es que podemos llegar a
un verdadero y vivificante conocimiento de Jesucristo.

El Espíritu Santo jamás conduciría de modo contrario a la Palabra de Dios. “Aun la


obra del Espíritu Santo sobre el corazón ha de ser probada por la Palabra de Dios. El
Espíritu que inspiró las Escrituras siempre conduce a las Escrituras”. 4

El Espíritu une a la iglesia en la fe y la doctrina

El bautismo del Espíritu deriva en la fe en Cristo. Sólo la fe que controla los pensa-
mientos y los actos es apta para la recepción del Espíritu. Y los que se rinden a la
influencia del Espíritu Santo serán conducidos a lo que Pablo llama “obediencia por
la fe”.

La fe, la salvación y la obediencia son inseparables en el plan de Dios. La fe, según


la Biblia, no es una mera teoría, sino el conocimiento de la verdad llevado a cabo. La
fe que resulta en recibir al Espíritu Santo es la fe en Jesús, porque el Espíritu es el
Don de Cristo.

4 White, The General Conference Daily Bulletin, 13 de abril de 1891; citado en Mensajes selectos, tomo 1, p. 49.

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Elena G. de White escribió: “Los que ven a Cristo en su verdadero carácter, y le
reciben en el corazón, tienen vida eterna. Por el Espíritu es como Cristo mora en
nosotros; y el Espíritu de Dios, recibido en el corazón por la fe, es el principio de la
vida eterna”. 5

Hechos 2:42 declara: “Y perseveraban firmes en la doctrina de los apóstoles”. Una


iglesia llena del Espíritu Santo no sigue doctrinas de hombres ni tradiciones huma-
nas, sino que toma en serio a la Palabra de Dios, apegándose a las verdades eter-
nas. Algunos corren tras “nuevas” doctrinas y experiencias extrañas a la revelación
divina. La sierva de Dios declaró: “No es una evidencia concluyente de que un hom-
bre sea cristiano el que manifieste éxtasis espiritual en circunstancias extraordina-
rias. La santidad no es arrobamiento”. 6 Alguien dijo: “Un avivamiento sin doctrina
apostólica es agitación humana, es fuego sin calor, es un disparo sin una bala, es
trueno sin lluvia, es árbol sin raíz y sin fruto, es un esfuerzo inútil”.

El Espíritu une a la iglesia en la misión y el servicio

Lucas presentó al Pentecostés como el inicio de la misión mundial de la iglesia, con-


siderando el hecho de que iglesia y misión son partes inseparables en la mentalidad
del Espíritu. Por eso, la implementación del programa de Hechos 1:8 dependía del
Pentecostés. Los que testificaron los efectos del derramamiento del Espíritu y escu-
charon el evangelio predicado por Pedro, representaban a “todas las naciones bajo
el cielo” (Hechos 2:5). Y la lista incluía un vasto panorama de las naciones del Medi-
terráneo oriental (Hechos 2:9-11). El carácter misiológico de Hechos de puede fácil-
mente percibir por la importancia que Lucas le otorga al Pentecostés, al mismo co-
mienzo del libro escrito por él, y no al final de su primera obra. No sería una exage-
ración decir que, debido a la posición del Pentecostés en el libro de Hechos, Lucas le
atribuyó un valor e importancia semejantes al nacimiento de Cristo en su evangelio, o
incluso algo parecido al relato de la creación al comienzo del Génesis.

En tal sentido, apoyamos la siguiente afirmación de Simón Kistemaker: “Luego de la


obra de la Creación divina y de la Encarnación del Hijo de Dios, el descenso del
Espíritu Santo en el Pentecostés es el tercer mayor acto divino”. 7 Esta afirmación
ratifica una comprensión adecuada del evento.

El Espíritu vino sobre la iglesia de Jerusalén para prepararla y capacitarla para su


misión, habilitándola para los siguientes pasos. El Espíritu del Cristo resucitado con-
tinuó liderando su iglesia hacia fuera de los límites de Jerusalén, y de su cultura
ancestral judaica, en dirección a otros pueblos, lugares y culturas, hasta los confines
de la tierra.

“Y el Señor agregaba cada día a la iglesia a los que iban siendo salvos” (Hechos
2:47). Ese es el testimonio de vida que lleva a la iglesia a crecer. El testimonio de la
iglesia primitiva no se basaba en sólo palabras, sino en actos de vida. La iglesia era

5 White, El Deseado de todas las gentes, p. 352.


6 White, Los hechos de los apóstoles, p. 42.
7 Simon Kistemaker, New Testament Commentary: Exposition on the Acts of the Apostles. (Grand Rapids:

Baker Book House, 1990).


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bien alimentada y, por eso, producía frutos. Donde hay crecimiento cualitativo, Dios
otorga el crecimiento cuantitativo. El libro de Hechos nos presenta un cuadro impre-
sionante del crecimiento de la iglesia apostólica: el primer grupo estaba conformado
por ciento veinte personas (Hechos 1:15); luego, fueron bautizados más de tres mil
en un solo día (2:41); a continuación, el número ascendió hasta los cinco mil (4:4);
luego, una “multitud” se unió a la iglesia (5:14); más adelante, la cantidad de discípu-
los se multiplicó (6:7); entonces, la iglesia se esparció más allá de Jerusalén.

Una iglesia llena del Espíritu Santo está comprometida con la Palabra y con la mi-
sión. Es una iglesia que atrae a multitudes a Cristo. La iglesia actual podría experi-
mentar el mismo poder y contemplar los mismos resultados. El Dios del pasado es
hoy el mismo Dios.

Lo que sucedió en Pentecostés no puede quedar sólo en las páginas de la Historia.


El poderoso derramamiento del Espíritu, con sus extraordinarios resultados, puede
repetirse. Los maravillosos relatos de Hechos 2:423-47 pueden ser experimentados
por nuestra iglesia actual.

Un niño estaba junto a su padre en su oficina. Pero el padre necesitaba ajustar unos
cálculos y necesitaba mucho silencio y concentración para lograr su cometido. En-
tonces decidió darle al niño un rompecabezas para que pudiera entretenerse durante
bastante tiempo, de modo tal que él tuviera tiempo suficiente para concentrarse en
las cuentas sin ser interrumpido por el niño. No habían pasado cinco minutos cuando
el niño se presentó con el rompecabezas resuelto.

–¿Cómo lograste armarlo tan rápido? –preguntó el padre.

–Papá, es que del otro lado del rompecabezas había una figura de un hombre que fui
siguiendo hasta armar el rompecabezas.

Detrás de la dirección de la iglesia también está la figura de un Hombre que sirve de


Modelo a los que están dirigiendo la iglesia de Dios en la tierra. Este Hombre es
Jesucristo. Fue a través de Él y de la conducción y el poder del Espíritu Santo que el
pueblo de Israel fue dirigido en el pasado. Por medio de Él, la iglesia avanzó podero-
samente en sus comienzos. Y mediante Él la iglesia será dirigida en la actualidad.

Érico Tadeo Xavier


Pastor - Profesor de Teología
Seminario Adventista Latinoamericano de Teología
Sede UNASP - Brasil

Traducción: Rolando Chuquimia


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