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La institución

y las
instituciones
ESTUDIOS PSICO ANALÍTICOS
• J. Bleger • E. Enriqiuez
F. Fomari • P. Fustier
.. Roussillon • J. P. Vidal

1
H Grupos e Instituciones H

PAIDOS
Título original: L'institution et les institutions.
Etudes psychanalytiques
Dunod, París
© Bordas, París, 1987
ISBN 2-04-018744-8

Traducción de Marta Vasallo y Ramón Alcalde (cap. 1)

Cubierta de Gustavo Macri


Impresión de tapa: Talleres Gráficos J C
Carlos María Ramírez 2409, Buenos Aires

la. edición, 1989

Impreso en la Argentina - Printed in Argentina


Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723

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Editorial Paidós SAICF
Defensa 599, Buenos Aires

Ediciones Paidós Ibérica S.A.


Mariano Cubí 92, Barcelona
Editorial Paidós Mexicana S.A.
Guanajuato 202, México

ISBN 950-12-4626-4
ÍNDICE

Prefacio 11
1. REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS
INSTITUCIONES, Rene Kaes 15
I. Pensar la institución, en el campo del psicoanálisis.... 15
1. Pensar en la institución: algunas dificultades, especialmente
narcisistas, 15. 2. La cuestión de la institución en el campo del
psicoanálisis, 20.

II. Formaciones intermediarias y espacios comunes de la


realidad psíquica 32
1. El grupo como comunidad de cumplimiento del deseo y de la
defensa, 38. 2. "El trueque de una parte de felicidad posible a
cambio de una parte de seguridad"; renuncia pulsional y adveni-
miento de la comunidad civilizada, 41. 3. La permanencia, la afilia-
ción y el sostén del sujeto singular en el estar-jimtos: el contrato
narcisista, 45. 4. Las trampas de la institución: el pacto de nega-
ción, "el pasar en silencio" y la protección contra lo negativo, 50.
5. La estructura psíquica inconsciente de la institución, 53.

in. Sufrimiento y psicopatología en las instituciones 54


1. Sufrimiento de/en las instituciones, 54. 2. Sufrimiento de lo inex-
tricable y patología institucional, 58. 3. El sufrimiento asociado con
una perturbación de la fundación y de la función instituyente, 60.4.
El sufrimiento asociado con las trabas a la realización de la tarea
primaria, 61. 5. El sufrimiento asociado con la instauración y el
mantenimiento del espacio psíquico, 63.

2. EL GRUPO COMO INSTITUCIÓN Y EL GRUPO EN


LAS INSTITUCIONES, José Bleger 68
LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIO-


NES, Eugene Enriquez 84
El análisis de las instituciones revela su carácter paradójico, 84.

I. Las instituciones: sistemas culturales, simbólicos e


imaginarios 89
1. Sistemas culturales, 89. 2. Sistemas simbólicos, 90. 3. Sistemas
imaginarios, 91.

II. Las características de las instituciones terapéuticas.... 92


1. Encuentro con lo arbitrario, 93. 2. El exceso de prohibiciones,
95. 3. El déficit de prohibiciones, 97. 4. El laberinto de las prohibi-
ciones, 98.

III. El equipo terapéutico 100


1. Seres marginales, 101. 2. Personas preocupadas por sus proble-
mas psíquicos, 102. 3. Seres en proceso de cambio, 104.

IV. El funcionamiento institucional 105


1. La ideología igualitaria, 106. 2. El fantasma de los primeros
fundadores, 107. 3. La autonomización de la vida fantasmática,
108. 4. Efectos de la clausura del sistema, 109. 5. La utilización de
los pacientes por quienes los asisten, 110. 6. La institución someti-
da al proceso de contagio de la locura, 113.

V. El rostro amable de la muerte 115


1. La pulsión de vida al servicio de la muerte, 115. 2. El trabajo de
la pulsión de muerte en el origen de procesos vivientes, 116.

4. PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIO-


NES, Franco Fornari 120
I. Reflexiones sobre la contribución de Freud 121
IL Reflexiones sobre la contribución de Bion 127
III. Reflexiones sobre la contribución de Jaques 133
IV. Psicoanálisis de la familia como institución social 137
V. La angustia genética en relación con la formación de
las castas (o las clases sociales) 145
VI. La angustia genética en el análisis de tres sueños de
una mujer embarazada 150
Conclusiones 155
ÍNDICE 9

LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS


INSTITUCIONES. A PROPOSITO DE LA INFANCIA
INADAPTADA, Paul Fustier 160
I. La infraestructura imaginaria de las instituciones 160
II. Hitos para una historia imaginaria de la institución-
Infancia Inadaptada 162
1. La historia de los orígenes y la imago materna, 162. 2. La cienti-
ficidad y la defensa contra la seducción, 165. 3. La corriente poste-
rior a 1968, 167.

III. El componente fantasmático, escena primitiva des-


plazada, seducción 169
IV. Los desorganizadores institucionales y sus tratamien-
tos 172
1. El marco y las prohibiciones edípicas, 172. 2. Los elementos beta
de origen institucional y el guión de la "irrupción del burdel", 174.
3. El sistema de reciclaje de segundo grado, 176. 4. El "container
radioactivo", 176.

V. Dispositivos institucionales de segundo y primer gra-


dos 180
1. Dispositivos de segundo grado, 180. 2. Dispositivo de primer
grado, 182.

VL Resumen 186

ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES. LA


LIBERACIÓN Y EL INTERSTICIO, Rene Roussillon.... 188
La dialéctica del proceso y su resto, 188.

L La "liberación" o la "remisión" 191


n. Los espacios intersticiales 197
1. La reanudación, 199. 2. El depósito, 199. 3. La cripta, 200.

III. El intersticio en las instituciones asistenciales 201


IV. El juego en el intersticio o el problema de la interven-
ción "interna" 203
1. Cuestiones metodológicas previas, 203. 2. La práctica intersti-
cial, 205. 3. El marco y el tacto, 209.
10 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

7. EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALÍTICO"


DE LA INSTITUCIÓN. LA INSTITUCIÓN O LA NO-
VELA FAMILIAR DE LOS ANALISTAS, Jean-Pierre
Vidal 213
I. La familia como modelo u origen en el psicoanálisis
de la institución 213
1. "Contribución al análisis de la escuela como institución", 214. 2.
"Para un psicoanálisis de las instituciones", 216.

II. La institución como "asunto de famüia" 223


1. De la institución "madre mala" a la institución "abierta", 224. 2.
De la prohibición del incesto, al complejo de Edipo como "organi-
zador" de los grupos de "familiares", 225. 3. G. Mendel o "la nove-
la institucional" de lo "psicofamiliar", 231.

III. De los atolladeros del familiarismo al objeto de la


intervención 234

Bibliografía 237

índice analítico 251


CAPITULO 6

ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES.


LA LIBERACIÓN Y EL INTERSTICIO

Rene Roussillon

LA DIALÉCTICA DEL PROCESO Y DE SU RESTO

La psique se constituye y se hace compleja en un movimien-


to de reanudación, en una Aufhebung de la experiencia vivida.
Pero como recuerda J. Guillaumin (1979), esta reanudación
nunca es total; deja un resto que resulta de una doble limitación.
Por una parte, la elaboración mental nunca puede simbolizar lo
integral de la experiencia vivida. Por otra, en un movimiento de
limitación surgido de las condiciones mismas de la elaboración^,
la simbolización rechaza, por su existencia misma, las huellas
originarias de la experiencia vivida. Sin embargo, desde que se
constituye, el resto se dialectiza con el proceso del que surgió; la
psique extrae de él una nueva exigencia de trabajo. En 1920, en
Más allá del principio de placer, S. Freud evoca a través de la
metáfora de los organismos unicelulares ante los desechos de su
propio funcionamiento biológico, tres destinos de esta dialéctica.
En primer lugar el desecho, el resto, puede operar un retorno
destructor al seno de la elaboración mental de la que ha surgido;
la envenena, cosa que los delirios paranoides tratan de figurar. A
partir de allí el proceso se ve atacado y destruido por lo que se le
escapa, y aparece entonces como desecho tóxico. Se desarrolla
así una "verdadera cultura de pulsión de muerte", que M. Klein
trató de teorizar en la noción de ataque envidioso primario.
El segundo destino que evoca Freud es el del cambio de

* Hay que asimilar esta ley del funcionamiento psíquico con el "teorema
de la prueba" de K. GSdel.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 189

baño. En este modo de tratamiento, el resto siempre es desecho


potencialmente envenenador, pero por clivaje, exteriorización y
localización en un continente, el proceso se ve protegido de los
regresos destructores del resto, se "purifica" a medida que se
desarrolla.
El tercer destino que Freud evoca es el de la organización.
Las células pueden reagruparse y organizarse de manera tal que
lo que es desecho de una puede ser "bueno" para otra. Así las
células se ven llevadas a solidarizarse, a especializarse, a dife-
renciarse. S. Freud va a formular explícitamente este punto en
1925 en "el problema económico del masoquismo". En el seno
del aparato psíquico individual, lo que es "malo" para una de las
instancias psíquicas puede ser "bueno" para otra. El masoquismo
así evocado aparece entonces como el guardián de la vida
psíquica y su organización, abre la posibilidad de una verdadera
conflictualización, es la primera forma de complejización tal
como se configura en el momento de la organización anal de la
pulsión.
Pero a partir de 1921, deslizándose de la organización celular
a la organización grupal e institucional, S. Freud ya había
mostrado cómo las instituciones y los grupos tenían la misma
exigencia de estructuración. Asi el tratamiento del resto, la
dialéctica de lo que se organiza, de lo que escapa a ese proceso,
no se efectúa solamente en la intimidad de la vida psíquica indi-
vidual; es también una exigencia de la elaboración grupal de la
vida colectiva e institucional. Como lo vamos a demostrar, las
instituciones no alcanzan un grado de consenso y de organiza-
ción suficiente como para estructurar lo que sería el equivalente
grupal de un masoquismo que custodia la vida psíquica; los otros
dos destinos que describe Freud se encuentran también allí.
Los trabajos ulteriores de los psicoanalistas^ que se interesa-
ron en la vida institucional y en sus regulaciones grupales desa-
rrollaron y afinaron los análisis freudianos de 1921. Permiten
reformular de manera más completa el problema del tratamiento
institucional y grupal de la dialéctica de la simbolización del
resto.
De acuerdo con la hipótesis de E. Jaques (1955), al retomar y

2 Sobre estos trabajos, véase R. Roussillon (1977).


190 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

desarrollar ciertos enunciados de Freud (1921), los hombres


ponen en marcha en las instituciones mecanismos de defensa
contra las angustias inherentes a la vida individual y grupal. Este
procedimiento psíquico está en el origen del investimiento de las
estructuras sociales e institucionales. Asegura así un soporte
extemo a la identidad, que viene a duplicar, reforzar o problema-
tizar el soporte interno^. Si los procesos de organización y
estructuración son puestos en marcha, ¿en qué se convierte en la
institución y en los procesos de lo que R. Kaes (1976¿) propone
denominar el aparato psíquico grupal, lo que está latente de
estructuración y sentido, lo que permanece informe, no formula-
do, "en transición" en la psique? ¿qué es de los residuos de la
estructuración que habíamos descripto antes?
Lo no mentalizado, lo informe, también está en busca de
lugares donde "depositarse", de espacios donde "reservarse",
donde quedar en latencia. Lo que no se puede oficializar en la
estructura institucional, hacerse reconocer, encontrar una forma
colectivamente aceptable, debe encontrar un modo de existencia
individual y grupal, que debe ser suficientemente protegido para
no ser destruido, u obligado a un enquistamiento que haría difícil
su elaboración ulterior, y destruiría su valor potencial, pero al
mismo tiempo suficientemente expresado como para que siga
siendo posible cierta "reanudación" oficial ulterior. Al lado de la
institución estructurada, se organizan funcionamientos institu-
cionales atípleos (¿atópicos, utópicos?) —intersticiales— donde
se localiza lo que no puede inscribirse en otra parte. Esos proce-
sos grupales pueden venir a duplicar procesos estructurados, que
toman a éstos como apoyo o contraapoyo o, por el contrario,
insinuarse entre los espacios-tiempos institucionales estructura-
dos.
Dos destinos particulares del modo de tratamiento grupal e
institucional de los "residuos" del proceso de estructuración esti-
mularon especialmente nuestra reflexión, porque tocan de cerca
las prácticas de los psicólogos clínicos en las instituciones asis-
tenciales: la "liberación" y el "intersticio".

3 Fue R. Kaes (1976¿>) el primero en formular de modo sistemático la


hipótesis de un doble soporte del psiquismo.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 191

I. LA "LIBERACIÓN" O LA "REMISIÓN" ^

Algunas instituciones asistenciales de reeducación son capa-


ces de organizar en su seno un espacio para "tratar" o "contener"
lo que no ha podido ser elaborado en otro lugar de la vida insti-
tucional.
Se trata a veces de un espacio definido como tal, de una
reunión llamada "institucional", de "pabellón" o de "equipo". En
otros casos puede tratarse de una reunión prevista para un uso
particular, diferente, pero que en la práctica funciona como tal.
Así sucede en los hospitales psiquiátricos, por ejemplo, con las
reuniones llamadas "de servicio" o "de información", y que
reúnen a todos los que lo desean para tratar "problemas materia-
les" del servicio. Rápidamente, la tarea oficialmente asignada a
la reunión resulta "desbordada" desde adentro por procesos
psíquicos guípales. Bajo la cobertura, por ejemplo, de hablar de
un mejoramiento de la cantina, puede aparecer una fantasía de
envenenamiento que a los asistentes del servicio les cuesta
mantener en el marco de la definición de la reunión.
En otros establecimientos de reeducación de la Infancia
Inadaptada se dan las reuniones denominadas "de síntesis" o "de
casos", que supuestamente culminan en decisiones o reflexiones
acerca de un niño o de un paciente, y se ven desbordadas desde
adentro por procesos grupales inconscientes, "derivados" así de
su función inicial.
Estos son los efectos habituales de la vida grupal y social: el
encuentro humano no se puede encerrar íntegramente en una
racionalidad programada. Pero puede suceder que esos "desbor-
des", esas "desviaciones", cobren en la vida institucional otra
dimensión: es el caso de las "reuniones de liberación", cuyo
ciclo de vida vamos a describir rápidamente.

Se trata de una reunión denominada "de síntesis" en el seno de un

^ Es difícil en francés encontrar un término único para delimitar la natura-


leza y función de ese espacio: es tan pronto "depósito", tan pronto "tacho de
basura", tan pronto "reserva" o "liberación" o, por último, "remisión". Hay
que asimilar estas nociones por una parte al "waste-disposal" del que habla
D.W. Winnicott en Jeu et réalité, y por otra, al concepto de "pecho-letrina"
que propone D. Meltzer.
192 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

instituto médico-pedagógico (IMP). Su objetivo oficial es poner en


común las informaciones necesarias referidas a los niños (comporta-
mientos registrados, resultados escolares, encuentros con los padres,
cociente intelectual, etc.)- En el lenguaje de los miembros de la insti-
tución, esta reunión se ha convertido en "la reunión": aunque haya
otras, es frecuente la participación de todos deseada. Pero en esa
reunión "no pasa nada", la gente "se aburre", "no se llega a decir lo
que hay para decir", "la palabra no sirve para nada". La apatía sucede
a los períodos de tensión agresiva durante los cuales cada detalle, cada
afirmación está sujeta a sospecha, a infinitas controversias. Este tipo
de relación es relativamente rara en el seno del establecimiento que
parece "funcionar bastante bien", en una delimitación de tareas
bastante rígida, a pesar de todo.
Como "la reunión" resultó improductiva en más de una ocasión,
termina por deducirse un acuerdo para suprimirla. En efecto, su clima
alternativamente agresivo y apático pesaba mucho, sobre todo en los
educadores y pedagogos, grupos que por su cantidad predominaban en
el establecimiento. En los quince días que siguieron a esa supresión,
asciende brutalmente la tasa de actos delictivos y violentos: los chicos
rompen los vidrios, se fugan en serie, incendian una cabana, se agre-
den mutuamente. Varios educadores incurren ellos mismos en conduc-
tas violentas para con los niños: trompadas, gestos o palabras "sádi-
cos", etc.
La emoción es tan intensa que se decide celebrar una "reunión"
"para hablar de lo que pasa". Esa reunión no tiene ningún resultado,
su clima es agresivo y paranoide. Sin embargo, como esta reunión se
reitera semana a semana, los actos violentos remiten y recobran su
porcentaje habitual. Bajo diferentes formas, este ciclo se reproduce
durante años, hasta el punto de convertirse en un verdadero rasgo
cultural de la mencionada institución.
Pude seguir durante años una reunión "de pabellón" en un servicio
psiquiátrico de ciclo idéntico, con la diferencia de que los períodos de
supresión de la reunión acarreaban actos autoagresivos o vivencias de
"muerte psíquica" en el servicio. En otros casos, la "reunión" no es
suprimida, pero obedece a una proporción de presencia cuyo efecto
institucional es idéntico o muy parecido. La estructura existe siempre,
pero es investida de modos diferentes según los momentos de la vida
institucional.

En estos casos nos encontramos frente a un funcionamiento


que concierne a la economía global del aparato psíquico grupal e
institucional, y su capacidad de organizar y mantener en su seno
un espacio de "liberación", ya no solamente frente a un simple
"efecto de grupo" regional. Hay que dar cuenta teóricamente de
esta peculiaridad.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES ^93

En el IMP que acabamos de describir, el aparato psíquico


grupal e institucional oscila entre la delimitación en su seno de
un "espacio sacrificado" para contener los "residuos" no simbo-
lizados de las relaciones interindividuales e intergrupaless y la
desdiferenciación de los procesos estructurados.
En la medida en que los "residuos" no simbolizados pueden
ser localizados en una "liberación", el resto del funcionamiento
institucional resulta relativamente preservado. Pero cuando esa
localización es excesivamente problematizada, cuando su rivali-
dad envidiosa desborda las capacidades de negociación intra e
intergrupales, el conjunto de la vida institucional se ve invadido
por una violencia actuada e interpretativa, envenenado desde
adentro por los residuos no mentalizados de su propio funciona-
miento. Para dar cuenta del fracaso grupal para mantener una
"remisión" hay que dar intervención a varios factores.
La necesidad de un lugar para elaborar o contener a su
propio nivel los problemas que genera el contacto cotidiano con
los niños difíciles, o los que surgen del trabajo en común, no es
reconocida. La reunión de "síntesis" conserva una definición
fluctuante, sin garantía de su función, sin acuerdo de tratamiento
ni ideológico, ni elaborador de lo que allí sucede*. El contenido
de la "remisión" no es reciclado, no recibe estatuto institucional;
su función latente es descalificada por sus miembros, que no
llegan a deducir su valor potencial, ni a crear un sistema de
sentido que vuelva aceptable su existencia.
Además, por fluctuante que sea, la función oficial de la
reunión de síntesis es útil por sí misma. En una institución donde
las relaciones con los niños y sus familias son necesariamente

5 Ese espacio aparece entonces como un espacio-signo, un "fragmento"


de espacio-tiempo, portador de un "fragmento de sentido" para formar un
espacio-símbolo (o signo), forma primera de im proceso de simbolización. El
espacio sacrificado pierde su valor propio para convertirse en portador de una
función grupal inhallable en otra parte, encontrada-creada en el aparato
psíquico grupal.
* La problemática del reciclaje, o del tratamiento reiterado de residuos a
través de la ideología, debe asociarse con el papel de "otorgamiento de senti-
do" que opera la madre (el Otro); en el mejor de los casos se empaienia con la
fimción alfa (o fimción de ensueño maternal) que describe W.Bion, o con la
función mitopoética que describe R.Kaes (1976a y b).
194 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

fragmentarias debido a la dimensión del establecimiento, se


necesita un lugar donde pueda circular la información que
concierne a esas relaciones.
De modo que la reunión de síntesis es "sacrificada" en la
función que le es propia, para convertirse en un lugar de funcio-
namiento "liberación" que no llega a hacerse reconocer en su
nivel de necesidad psíquica. La constitución de un espacio
"remisión" en el seno de la institución, plantea al "aparato
psíquico grupal e institucional" dos problemas conectados pero
diferentes.
Por una parte está el problema de la constitución de un
acuerdo referido a la existencia y la elección de un espacio-tiem-
po; por otra, el problema de la constitución de un acuerdo en el
modo de tratamiento e integración de lo que allí se desarrolla.
En cada uno de esos niveles ha de efectuarse una negociación
inter e intragrupal. Esa es la función de la ideología, o de los
proyectos pedagógicos o terapéuticos''. Cuando no se puede
constituir ninguna ideología común (o sector ideológico común),
ningún "proyecto asistencial", el tratamiento de los residuos o de
una parte de ellos se ve bloqueada, quedan sin mentalizar; enton-
ces marcan sus efectos en lo real.
De manera que la primera tarea del aparato psíquico grupal
consiste en constituir un sistema de articulación significante que
permita el reconocimiento de la necesidad de un espacio de
tratamiento y elaboración de los residuos y efectos de su propio
proceso de constitución. Cuando ese reconocimiento no tiene
lugar, puede constituirse un funcionamiento institucional "proté-
tico", mediante el "sacrificio" de la función de uno de los espa-
cios institucionales ya estructurados. Habría que hacer una
investigación sobre la elección del espacio a sacrificar así: el
carácter más o menos central de ese espacio, más o menos
"vital" para la organización institucional, la estructuración fluc-
tuante o firme de ese espacio.
La segunda pregunta se refiere a la constitución de un

7 A esos proyectos se les devuelve un rol triple:


• puesta en forma de la ilusión o el sueño de la institución,
• "objeto" común de los equipos,
• ideal al que referirse.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 195

funcionamiento institucional ambivalente respecto del residuo.


"Malo" para localizar, dado que no está simbolizado, conflictivo,
"bueno" para conservar, en tanto potencialmente pasible de
simbolización y creador de sentido. La presencia a uno u otro
nivel del aparato psíquico grupal de un elemento de "conserva-
ción", es decir, la reanudación metafórica del propio funciona-
miento institucional, su representación, es lo que regula el valor
atribuido al residuo».
Veamos dos ejemplos rápidos de metáforas del residuo que
incluyen un elemento de conservación y contienen en germen el
reconocimiento de su valor intrapsíquico. Extraemos los dos
ejemplos de mi práctica de intervención "analítica" en una insti-
tución en "crisis" (véase R. Roussillon, 1978).

En una de las instituciones que mencionamos, los formados se


quejan de que los formadorcs excluyeron de su promoción a uno de
ellos. Durante la primera sesión de análisis esta exclusión traumática
es evocada en una metáfora. Dicen que hay "un cadáver en el placard"
y añaden: "Está embalsamado". La metáfora del "cadáver embalsama-
do" señala a la vez la presencia de un residuo, de un acontecimiento
insuficiemenle elaborado, y al mismo tiempo el hecho de que ese resi-
duo fue conservado tal cual (está "en el placard" y "embalsamado").
En otra institución' el problema consistía en la existencia de una
reunión institucional, que se mantuvo a lo largo de los años (a diferen-
cia de la del IMP a la que nos referimos recién), pero donde "somos
como un matrimonio de edad que ya no tiene nada que decirse". La
intervención después de una primera fase de "transferencia paradóji-
ca" que había permitido elaborar una parte de la posición ideológica
del equipo pedagógico, moviliza una serie de representaciones meta-
fóricas de la oralidad, en el seno de la cual se evoca la existencia de
una "heladera". Esa "heladera" figura el lugar psíquico donde "se
enfrían" durante las ausencias los "restos" y las "reservas", para
"conservarlos" o "volver a servirlos" ulteriormente, cuando la situa-
ción se preste a ello.
En los dos casos mencionados, la intervención, apoyándose en las
metáforas de la conservación de residuos, logró relanzar el proceso
elaborador "congelado".

* Al mismo tiempo que estabiliza y funda el rol de continente de la


reimión misma.
' Intervención coanimada con P. Fustier en el seno del CRI (Centro de
Investigación sobre la Inadaptación), Universidad de Lyon II.
196 LA INSTrruCION Y LAS INSTITUCIONES

Si, tal como acabamos de describir, el espacio de tratamiento


de los residuos suele ser una reunión, puede suceder que se
encarne más precisamente en una determinada persona de la
institución. En sus formas primordiales, ese mecanismo está
presente en el fenómeno del "chivo emisario"'» o "víctima
sacrificial" que describe R. Girard (1972) y que para ese autor
constituye el movimiento fundador de la institucionalización. E.
Jaques (1955) describe un ejemplo institucionalizado de ese
fenómeno, el "segundo" de la marina inglesa que se encama en
el siguiente principio cultural: "El segundo debe recibir toda la
mierda y tiene que estar preparado para ser mierda".
H. Scaglia (1976), en un artículo dedicado al rol del observa-
dor en los grupos analíticos, muestra que éste es el lugar de
depósito, el "pecho-letrina" en la terminología de D. Meltzer, de
lo que no puede ser simbolizado en el seno del aparato psíquico
grupal en un momento dado. Estos mecanismos desbordan
ampliamente los mecanismos regionales que describen estos tres
autores. Son muchas las instituciones que poseen una persona
liberación o un rol liberación: los "jefes" de los talleres indus-
triales, el "cabo" en el ejército, el "enfermero jefe" de los servi-
cios asistenciales, el "supervisor general" de los bachilleratos,
etc. En la mayoría de los casos se trata de una persona o un rol
"tapón", cercano a las instancias jerárquicas superiores, pero
suficientemente diferenciado de ellas, mediante criterios cultura-
les o institucionales, como para que no resulte "contaminada" la
relación con esas instancias jerárquicas.
En las instituciones asistenciales o de reeducación, ese lugar
es otorgado a veces a los psicólogos", a poco que su práctica se
preste a ello. Un factor que favorece la elección "institucional"

10 Para que se institucionalice un fenómeno de chivo emisario y se


constituya como tal, los mecanismos de proyección del grupo tienen que
engranar con los procesos introyectivos del chivo emisario mismo.
" Hay que buscar un buen "analizador" de esta situación del lado del
lugar (ofícina, sala de terapia) y de la situación arquitectónica que se reserva a
los psicólogos. Esta función suele ser poco agradable para el psicólogo, salvo
que la erotice masoquísticamente, y sin embargo, si las proyecciones no son
excesivamente desbordantes o aniquiladoras para su fimcionamiento psíquico,
puede proporcionarle la base de una práctica de escucha e intervención en el
seno de la institución.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 197

tiene que ver con la posición "fuera de jerarquía" que muchos


psicólogos ocupan de hecho, al mismo tiempo que culturalmente
están cerca del personal jerárquico; pero también con su presen-
cia en el seno de ciertos lugares institucionales que ellos eligen y
que al mismo tiempo en muchos casos les son impuestos: propo-
nemos llamar a esos lugares los "espacios intersticiales".

II. LOS ESPACIOS INTERSTICIALES

Encarado en términos de espacio, el intersticio designa los


lugares institucionales que son comunes a todos, lugares de paso
(corredores, cafetería, secretaría, patio, salas de enfermos, de
profesores, umbrales de las puertas de las oficinas). Son lugares
de paso, aun cuando uno se detenga en ellos, lugares de encuen-
tro, tiempos que se insinúan entre dos actividades institucionales
definidas, estructuradas y vividas como tales. Puede suceder que
esos lugares estén fuera de las paredes de la institución —"el
café de la esquina", el restaurante donde se encuentran todos o
algunos de los miembros de la institución, "anexo", como se lo
llama a menudo—.
Definido en términos de tiempo, el intersticio es el tiempo
que separa la duración del trabajo considerada en términos jurí-
dico-económicos ("cuarenta horas de trabajo", por ejemplo) del
tiempo que efectivamente transcurre efectuando un trabajo vivi-
do subjetivamente como tal, ocupado en actividades estructura-
das en el seno de la institución. Este tiempo puede ir de unos
minutos a varias horas, según las instituciones y su grado de
rigidez organizativa.
El intersticio se beneficia de una suerte de estatuto particular,
interno (aunque a veces situado en el exterior como el "anexo"),
pero vivido como una extraterritorialidad; pertenece a todos,
aunque no necesariamente todos se sientan allí como en su casa.
De acuerdo con un método que se asimila al estudio de los
"tipos ideales" de M. Weber, vamos a empezar por deducir algunas
funciones del intersticio, a partir de una situación establecida y
relativamente estandarizada, como es la situación de cura analítica.
Como señala D.Anzieu (1979), en la situación de cura psico-
analítica siempre hay un espacio particular, un tiempo particular,
198 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

que aunque anexo '2 a la cura propiamente dicha y aunque surja


de las condiciones materiales concretas de su desarrollo, puede
ser sede en uno u otro momento del proceso de fenómenos
psíquicos esenciales a la comprensión misma de lo que allí se
juega.
Este espacio —sala de espera, trecho del pasillo hasta la
habitación donde tienen lugar las sesiones, parte de esa habita-
ción hasta el diván o el sillón, rellano ante la puerta o la escale-
ra, etc.— es en efecto sede de funcionamientos psíquicos pecu-
liares, más o menos presentes, más o menos esenciales según los
tipos o los tiempos del proceso psicoanalítico".
Desde el punto de vista económico, el intersticio, como el
compartimiento estanco de los submarinos, es el espacio-tiempo
donde se efectúan de manera espontánea las remisiones a nivel
psíquico y las regulaciones de la tensión energética que ellas
suponen.
Desde un punto de vista tópico, el intersticio, como la inter-
dermis celular, mira con una de sus caras al exterior, y con la
otra al mundo interior. Como el espacio de paso, el intersticio es
el espacio-tiempo que obtura y regula los tránsitos del "medio
extemo" al "medio interno", tiene su riqueza, pero puede repro-
ducir también sus avatares.
Las funciones dinámicas del intersticio son sin duda múlti-
ples, y están lejos de haber sido descriptas; vamos a detenemos
en tres de ellas.
El intersticio es un lugar de precipitación (en el sentido
químico del término) fantasmática; sea que se produzca durante
el tiempo de espera en que el analista ya está allí (en el lugar, en
los ruidos, en los objetos), aunque personalmente, físicamente
ausente (tal vez con otro/a...), o durante el tiempo de paso en
que puede haber un contacto (estrecharse las manos, mirarse, la
expresión del rostro), en que la distancia física se modifica; o,

12 La apertura del umbral de audibilidad del analista a ciertos procesos


previamente periféricos es una constante de los "progresos" del análisis.
13 La necesidad, en el caso de los procesos transicionales, de encamarse
en lugares concretos o en objetos precisos (como el objeto transicional) de
manera al menos transitoria, resulta de la paradoja misma de la transicionali-
dad. Sobre este punto, véase especialmente G.Bateson (1977), Vers une
écologie de l'esprit, 1, págs. 24 y 59.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 199

por Último, inmediatamente después de la o las fórmulas rituales


que puntúan la sesión: la precipitación fantasmática se vuelve
entonces "espíritu de la escalera". Esa capacidad de fomento
fantasmático propia del lugar es el efecto de los reacomodamien-
tos recíprocos de las representaciones de la ausencia (y del modo
de ausencia) y de las representaciones de la presencia (y del
modo de presencia), pero surge también de la ambigüedad, de la
paradoja propia del intersticio: ¿Empezó la sesión? ¿Cuándo
empieza? ¿Cuando el paciente se tiende en el diván? ¿O desde
que él y el terapueta se presentan?
Esta ambigüedad es ampliamente utilizada en la compren-
sión de la sesión misma, sobre todo en los momentos inmediatos
al "espíritu de la escalera", o los comportamientos "de final de
sesión": pacientes que entregan algo esencial sólo en el momen-
to de irse, en el umbral, jugando su último cartucho para retener
un objeto que se escabulle, para depositar un secreto, ponerlo en
reserva, o "dejarle el paquete" a un analista que "no puede pero",
tomado de sorpresa, castrado de toda posibilidad de interven-
ción, condenado a contener lo que se temía que rechazara. Los
comportamientos y los funcionamientos psíquicos así actualiza-
dos son múltiples: remiten a tres dimensiones diferentes, pero
que coexisten.

1. La reanudación

Lo que se dice o hace en el intersticio tiene un sentido explí-


cito latente, se dice o hace para ser retomado ulteriormente e
integrado en las cadenas asociativas. La acción o el fantasma
permiten que se experimente y viva una potencialidad psíquica
que va a servir como experiencia que apuntala el proceso analíti-
co, en el momento de la reanudación asociativa en el seno de la
sesión. Es una forma de actualización transferencia!.

2. El depósito

Lo que se dice o hace en el intersticio queda reservado,


depositado, para ser conservado, helado, inmovilizado. Según la
proporción de angustia, el intersticio es entonces el lugar del
secreto o del enquistamiento.
200 U INSTITUCIÓN Y U S INSTITUCIONES

3. La cripta

Esto supone un estricto clivaje entre el tiempo de la sesión


propiamente dicha y el tiempo que no corresponde a ella. Lo que
se dice o hace en el intersticio es colocado en la cripta, sin posi-
bilidad de reanudación; se le asigna residencia en el intersticio y
se le prohibe habitar las cadenas asociativas.
Estas funciones diferentes pueden conmutarse unas por otras.
Un determinado elemento en depósito se enquistará si aumenta
la angustia, o será retomado y volcado a cuenta de la cura, si por
el contrario los clivajes disminuyen. Estas funciones son las del
espacio transicional, cuyo intersticio reproduce las formas de
elaboración y los avatares'-».
Lo que no llega a inscribirse en el marco de la sesión propia-
mente dicha, lo que permanece potencial en el aparato psíquico,
encuentra en el intersticio un lugar periférico donde localizarse,
protegiendo así al analizante (y a veces al analista) de pasar al
acto exterior al espacio analítico, radicalmente sustraído al
proceso; o bien encuentra en este anexo del marco una puerta de
entrada al análisis.
La intervención o la interpretación de lo que se dice o hace
en el intersticio plantea problemas particulares que todo analista
es llevado a encarar tarde o temprano. Aunque a veces es indis-
pensable, el analizante experimenta con frecuencia la interpreta-
ción como persecutoria, como destructora de la transición, sobre
todo cuando por su forma o fondo no logra respetar la ambigüe-
dad organizadora de los funcionamientos psíquicos intersticiales,
cuando desenmascara con excesiva crudeza un proceso o una
negación que todavía había que mantener "en secreto", había que
respetar.

14 Para ser más rigurosos, debiéramos hablar de procesos "potencial-


mente transicionales", pero la verdadera transicionalidad es sólo uno de sus
destinos posibles.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 201

III. EL INTERSTICIO EN LAS INSTITUCIONES ASISTENCIALES

Las funciones del intersticio que acabamos de deducir


cobran, debido a las características propias de las instituciones
asistenciales, formas particulares que no deben hacemos olvidar
su fondo común. También es fundamental la ambigüedad del
estatuto de los procesos que en ellas se desarrollan.
¿El intersticio es un lugar de trabajo o un espacio privado? is
El valor regulador del intersticio institucional pende de la
irresotubilidad de esa pregunta. En efecto, el modo de trata-
miento grupal e interindividual de esta paradoja fundamental
regula la capacidad de utilización de los intersticios y el valor
que pueden cobrar en la regulación psíquica de las relaciones
interindividuales e intergrupales. El análisis de los procesos
grupales intersticiales no es separable de los procesos grupales
de la institución estructurada, sea que el intersticio y la institu-
ción estructurada se encuentren en una relación de mutuo sopor-
te o, a la inversa, en una relación de clivaje.
Cuando predomina el funcionamiento de soporte mutuo,
aparece en el intersticio la función del vocero, es decir, aquel o
aquella a quien se le dice lo que no se puede decir en otra parte,
en los espacios oficiales, para que los transmita sin demasiado
riesgo, gracias a una distancia que se debe a la existencia de
intermediarios o a la ambigüedad del estatuto del espacio inters-
ticial. En efecto, la ambigüedad del intersticio permite acomoda-
mientos de la distancia subjetiva con el otro, que hacen posible
pedirle a uno u otro que "tanteen el terreno" referido a un
problema dado. Evita así los perjuicios narcisistas, reales o
fantaseados, de una palabra que asumiría el riesgo de hacerse
escuchar y de recibir un rechazo o una negativa. Así, la palabra
puede ser ensayada con el fin de asegurar los soportes necesarios
para una eventual reanudación en el seno de los espacios oficia-
les. Esos comportamientos garantizan una función de vínculo,
que establece puentes, conforta narcisistamente, permite acornó-
la Esta ambigüedad fundamental permite comprender el hecho de obser-
vación corriente de que, en el seno del intersticio, los miembros de la institu-
ción pueden pasar sin vivencia de ruptura, ni sentimiento de incongruencia,
de la narración de sus ocios de fm de semana, por ejemplo, a la discusión de
los problemas del servicio.
202 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

damientos contrafóbicos, evita un sentimiento de soledad dema-


siado doloroso.
Claro que hay que incluir en el funcionamiento de soporte
mutuo, de "reanudación", las discusiones directamente referidas
a la "última reunión" o a la "última consulta", que pueden
permitir volcar el exceso que no pudo encontrar lugar y/o elabo-
rar lo vivido.
Estos funcionamientos implican la presencia de "receptores",
"escuchas", "obturadores" o "voceros", implican que en un
proceso de apoyo recíproco todos, o uno, o determinadas perso-
nas acepten ser utilizadas así. Si las angustias paranoides o
esquizoides aumentan demasiado, bajo la presión de pacientes
que amenazan las defensas grupales o la de una coyuntura social
y/o institucional difícil, el intersticio se endurece, aparece un
clivaje que implica comportamientos igualmente característicos.
El intersticio se hace cripta, se privatiza, las posibilidades de
reanudación son amenazadas o desaparecen; el eventual vocero
se convierte en "soplón"; las cosas se dicen para no ser dichas en
otro lugar. La cripta echa sus cerrojos, se convierte en espacio
secreto, se desliza por entero al ámbito de lo privado'*. Puede
convertirse en inoportuno "hablar del trabajo", de buen tono
criticar a fulano o mengano, o excluir a algunos de las conversa-
ciones —esto varía según las costumbres culturales específicas
de los grupos sociales en cuestión—i''.
El sentido de lo que pasa en una reunión o en otro lugar de
la institución estructurada puede aparecer con claridad siempre
que esté garantizado que no va a ser "utilizado" afuera. Su
hermetismo se convierte en una garantía contra la locura. La
cripta es también el espacio donde se constituyen las estrate-
gias grupales, donde se anudan y disuelven las alianzas, donde
se ejercen las muchas veces ocultas relaciones de poder. Enton-
ces la vida institucional es doble, en parte "oficial" y en parte
"oculta".
El intersticio es por último el lugar donde los rumores
—generalmente organizados por las angustias paranoides y

16 Pueden aparecer "pasajes al acto" sexuales o agresivos.


1'' A la inversa, el intersticio puede no existir más como tal debido a la
desaparición del espacio privado.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 203

esquizoides— nacen, cobran forma y amplitud, pueden desarro-


llarse chocando con la menor cantidad de topes posible.
Diferenciar como lo estamos haciendo las funciones del
intersticio, sus diferentes regímenes de funcionamiento, no
significa que pensemos que en la práctica esos funcionamientos
se excluyen mutuamente. Las diferentes funciones del intersticio
están siempre potencialmente presentes. El predominio de una u
otra de estas funciones depende en parte de los demás sistemas
de regulación institucional de los que son solidarias, de la
proporción de angustia no elaborada, y de las peculiaridades
correspondientes a las condiciones mismas del funcionamiento
del intersticio.
Al interrogarse sobre el fundamento fantasmático de las
instituciones, S. Freud en 1921 logra deducir, más allá del marco
formal y apuntalándolo, la naturaleza identificatoria de la cohe-
sión grupal. A la inversa, asigna una función desorganizadora a
la envidia. Cuando el intersticio pierde su función transicional,
podemos adelantar la hipótesis de una ruptura de la red de iden-
tificación interindividual —donde el otro es siempre también el
mismo—. A veces, los miembros de un subgrupo, soldados en
una comunidad de rechazo (según la expresión de M.Fain) ponen
en común un proceso de exclusión; a veces la envidia ya está
suficientemente contrabalanceada por un proceso de interidenti-
ficación aceptado. A partir de allí, el postulado narcisista subya-
cente a las interrelaciones tiende a cobrar la forma siguiente o
alguna de sus derivadas. "Yo ya no soy como los demás". La
ruptura de este elemento de especularidad, necesaria para la
aceptación de la conflictiva interna, transforma a ésta en conflic-
to interindividual, incluso en "crisis" intergrupal; después genera
clivaje y efectos paranoides.

IV. EL JUEGO EN EL INTERSTICIO O EL PROBLEMA DE LA


INTERVENCIÓN "INTERNA"

1. Cuestiones metodológicas previas

Los funcionamientos institucionales descansan sobre podero-


sos factores sociales, ideológicos, grupales, culturales. La
204 LA INSTITUCIÓN Y U S INSTITUCIONES

coyuntura social, sus fluctuaciones económicas e ideológicas,


afectan profundamente la vida institucional, cuyo telón de fondo
constituyen. Aprehendida en términos de la vida concreta de la
institución, la coyuntura social aparece siempre mediatizada
por/en los procesos de la vida grupal e intergrupal. También en
términos de procesos grupales se manifiestan las fluctuaciones
de la coyuntura institucional singular, es decir, el efecto grupal,
en un momento dado, de las particularidades personales de este o
aquel instituyente o este o aquel instituido. En la institución, ni
la coyuntura social ni la coyuntura individual aparecen indepen-
dientemente de sus efectos sobre la vida grupal, sobre el aparato
psíquico grupal e institucional. Estos determinantes macroscópi-
cos y microscópicos condicionan en parte las variaciones de las
redes de representación que circulan en el aparato psíquico
grupal, las fluctuaciones de la cantidad de excitaciones y angus-
tias a elaborar, pero no son aprehensibles en tanto tales; se dan
siempre a partir de su reanudación —o de la carencia de proce-
sos de reanudación— en el seno del "aparato psíquico grupal e
institucional". En todo caso, es el postulado de fundamento de
una aproximación psicodinámica de la vida institucional. Es
también esa hipótesis la que funda las posibilidades de interven-
ción psicológica en el seno de la institución. La causalidad exter-
na no puede ser aprehendida sino a partir del juego de las contra-
dicciones internas.
¿Cómo pensar a partir de allí el problema de esta interven-
ción, de su dispositivo? Salvo que se considere como un demiur-
go capaz de contener y elaborar solo e independientemente de
todo marco —a menudo contra todo marco— el conjunto de la
vida institucional, el interviniente está condenado a utilizar los
sistemas de regulación ya existentes, al menos potencialmente,
para llevar la intervención al seno de los lugares cuyo funciona-
miento va en el sentido de los sistemas de regulación espontánea
del aparato psíquico grupal e institucional. Anteriormente trata-
mos de describir dos de estos sistemas de regulación: la remisión
y el intersticio.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 205

2. La práctica intersticial

El primero de estos sistemas, evocado en la metáfora de la


remisión o en la de la liberación, se actualiza en el seno del
dispositivo de organización global, en el reacomodamiento de
un espacio de "tratamiento de los residuos", "de un espacio de
reciclaje". Advertimos en el camino el conjunto de problemas
que implica el reacomodamiento de ese espacio-tiempo. El
problema de la práctica y la conducta de esas reuniones es de
naturaleza muy compleja; su campo superaría nítidamente los
límites que fijamos al presente trabajo. El modelo de la inter-
vención analítica en grupos grandes debiera ser aquí el más
fecundo, aun cuando su introducción en el seno de las institu-
ciones asistenciales ya constituidas, que poseen una historia,
ideologías estructuradas, un marco singular, exige acomoda-
mientos particulares i«.
El prototipo del "trabajo de reciclaje" habría que buscarlo sin
duda del lado de lo que W. Bion, y en su huella R. Kaes (1976a),
denominaron la función alfa (o la función de ensueño maternal),
tal como las dejan entrever el análisis transicional y sus reglas
(D. Anzieu, 1979) aplicadas a los grupos.
El segundo dispositivo de intervención reguladora que se
desprende de nuestro análisis precedente es el intersticio, y en él
nos vamos a detener con cuidado. El problema de una "práctica
intersticial" es delicado.
Muchos psicólogos clínicos consideran que su trabajo de
psicólogos se limita a las actividades que se definen estrictamen-
te como tales, es decir, las que llamé la institución estructurada.
A partir de allí adoptan en el intersticio una actitud no profesio-
nal. Para ellos el intersticio no sería el sitio de una práctica, sino
un tiempo de pausa.
Otros, a quienes experiencias anteriores (en que se vieron
entrampados o trabados en su actividad por las relaciones que
habían entablado durante los tiempos intersticiales) los volvieron
prudentes, adoptan la actitud sistemática de remitir toda discu-
sión que cuestione las relaciones de trabajo a las reuniones insti-
la Sobre algunos de estos puntos véase "L'intervcntion analytique en
institution", R. Roussillon (1978).
206 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

tucionales formalmente instituidas. O se abstienen de toda


presencia en el intersticio.
Por último, hay quienes hacen del intersticio uno de los luga-
res esenciales de su práctica. Allí se encuentran con pacientes y
colegas, y se ofrecen como escucha disponible a quien quiera
aprovecharlos.
Las prácticas intersticiales suelen resolverse en el seno de la
paradoja que las constituye, para lo cual hay poderosos motivos.
El intersticio se da como un tiempo de extraterritorialidad donde
todos ceden a la tentación de "bajar la guardia", abandonan la
vigilancia profesional: a ello invita el carácter amistoso, de
convivencia, de las actividades que allí se desarrollan. La idea de
una pausa, de un momento de relajación, da fuerza a la ilusión
de poder hacer a un lado la personalidad y la distancia profesio-
nal para mostrarse "al natural", despojado de todo estatuto
profesional. En el intersticio puede reinar una impresión de
intercambio mutuo, fraternal, liberado de las tensiones inter-
transferenciales vinculadas con el trabajo en común. Esta reci-
procidad suele utilizarse para compensar las tensiones narcisistas
vinculadas con las diferencias jerárquicas y de estatuto, al modo
de un compartimiento estanco energético. Cuando el intersticio
funciona como espacio o tiempo de transición, estos procesos
son incluso necesarios para moderar los efectos de idealización
(o de fecalización) inducidos por las posiciones de estatus, y
remitir así los efectos de intertransferencia a su fuente institucio-
nal, gracias a una especie de prueba de realidad extraprofesional.
Así se diferencian función y persona.
Pero en esta coyuntura transicional las diferencias estatutarias
no desaparecen nunca por completo; más bien resultan puestas a
un lado, situadas en la periferia de la relación, que apuntalan en
silencio. El fondo del intersticio, lo que lo define como intersti-
cio, está mudo, latente. El intersticio está entonces en una rela-
ción de mutuo soporte con la institución estructurada: se aceptan
las diferencias institucionales, pero sus aristas resultan más tole-
rables en la medida de las limitaciones que les son impuestas.
Dicho de otro modo, el intersticio permite que se restablezcan
identificaciones "personalizadas", que por el contrario permiten
captar de otro modo las identidades profesionales. Esta función es
particularmente importante en las instituciones de asistencia
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 207

psíquica, en la medida en que en ellas los deslizamientos ideali-


zantes de la función son especialmente activos. Ese funciona-
miento del intersticio no encuentra reparo en ser respetado, y con
él todo su cortejo de paradojas y necesarias ilusiones.
Pero puede suceder que el mutuo soporte entre el intersticio
y la institución estructurada fracase; que su función de transición
reguladora se desdibuje, se endurezca; que los procesos de
enquistamiento se vuelvan dominantes. Las instituciones asisten-
ciales y de reeducación, debido a las peculiaridades de sus insti-
tuyentes, están especialmente sometidas a tensiones difíciles de
gestionar y organizar. Sucede que se convierten en el campo de
una verdadera "cultura de pulsión de muerte", bajo la reiterada
presión de las intertransferencias psicóticas o antisociales, que
pueden tener el impacto de verdaderos traumatismos grupales.
La violencia, "interpretativa" o actuada, suele ser el destino coti-
diano de muchas instituciones asistenciales. La envidia de algu-
nos asistentes, exacerbados por los procesos arcaicos que su
función lleva a tratar de contener, los hace sabotear la empresa
terapéutica de otros que a su vez se vengan. Pueden prevalecer
las fuerzas de inercia, alimentadas por la compulsión a la repeti-
ción de los pacientes; dado que todo cambio real reactiva angus-
tias profundas, difíciles de elaborar y que tienden a tomar la
forma de la angustia catastróficaí'. El intersticio ya no puede
desempeñar una función reguladora; por el contrario, se convier-
te en el lugar o el tiempo donde la envidia se exacerba, donde se
estructuran las comunidades de rechazo.
Entonces se le plantea al psicólogo clínico —a cualquier
practicante que quiera colaborar en la regulación de la crisis— el
problema de la actitud a adoptar cuando asiste o es interpelado
por lo que sucede en los tiempos intersticiales. Puede optar por
conservar una absoluta neutralidad respecto de los "campos" que
se dibujan, de las negaciones y clivajes que se organizan, o bien
optar por intervenir para remitir lo que se intercambia a los
"continentes" oficiales. En muchos casos descubrirá que la
neutralidad o sus intentos de restituir lo intercambiado son vivi-
dos como una retirada defensiva, como un modo de "proteger-

•' A menudo el interviniente en una institución en crisis se ve enfrentado


a un panorama así (véase R. Roussillon, 1978).
208 U INSTITUCIÓN Y U S INSTITUCIONES

se", de ponerse "fuera del alcance", o bien como una "objetiva


complicidad". Se habrá perdido entonces una buena oportunidad
para ayudar "en caliente" a la retransicionalización y a la regula-
ción de los procesos institucionales. Aun cuando no adopte esta
actitud de reserva, aun cuando llegue a comprender lo que está
en juego en tiempos de crisis, se sigue planteando el problema
de las condiciones de su intervención 20.
La experiencia muestra la escasa utilidad y rigor de la inter-
pretación pura y simple; rara vez se la acepta bien; suele ser
imposible de entender para los interesados, a veces es persecuto-
ria. La interpretación formulada como tal debe estar reservada a
un marco terapéutico estructurado: el proceso es inseparable
del marco, y también la intervención en ese proceso es insepa-
rable de sus condiciones estructurales. La intervención en el
seno del intersticio debe tomar la forma de cierta implicación
personal, su paradoja reside en que no será "profesional" sino
bajo la condición de no formularse como tal. La práctica en el
seno del intersticio no podría definirse como una práctica profe-
sional, aunque sea una práctica de profesional. Siendo así, otro
elemento de la doble coacción, sin embargo, tiene que ser una
práctica, es decir, se dirige, como toda intervención terapéutica,
a restablecer cierto desapego, cierta distancia respecto de lo dado
como "real", a permitir que lo que se juega pueda captarse como
representación. De modo que hay que tratar de asir la especifici-
dad de este tipo de intervención más en sus formas que en su
fondo, en lo que trata de transmitir o de producir. El principio
general parece ser que su forma respeta la paradoja, la ambigüe-
dad, constitutiva del lugar y su valor.

20 Es probable que se requieran algunas características extrínsecas para


que esa intervención tenga posibilidades de ser eficaz: la experiencia parece
indicar que el practicante tiene que tener un tiempo suficiente de presencia en
la institución, que tiene que haber conseguido un territorio reconocido en la
institución, que sus cualidades personales y actitudes concretas dejen la
impresión de que es un "continente" suficientemente bueno y fiable, y por
último que no se haya ubicado excesivamente en una posición jerárquica, ni
en las luchas por el poder.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 209

3. El marco y el tacto

Al leer el texto de S. Freud consagrado al psicoanálisis


silvestre, J.L Donnet (1973) hace aparecer el vínculo entre el
marco y el tacto. El marco sería lo que permite prescindir de
tacto 21. A partir de allí cabe preguntarse si a la inversa, cuan-
do no hay marco formal instaurado o sostenible, el tacto no
sería lo que en rigor permite prescindir del marco. Es algo más
que un juego de palabras. La observación de las "crisis" insti-
tucionales pone en evidencia la casi desaparición del tacto en
los intercambios interpersonales. Cierto que se puede ver en
ello un efecto del fracaso de los "continentes", pero también
hay que detectar un efecto de la ruptura de la red identificato-
ria. Ya S. Ferenczi había señalado en su correspondencia con
S. Freud el vínculo entre tacto e identificación, cuando le
proponía considerar que la matriz del tacto residía en la capa-
cidad de "sentir con" el otro. En el intercambio interpersonal,
el tacto aparece desde allí como lo que atestigua, o hace sensi-
ble, la realidad vivida de esa forma de identificación. En las
situaciones desmarcadas o "críticas", el ayudar a mantener
vivas todas o parte de las identificaciones permite conservar
cierto "continente" sustituto o, al menos, no agravar los proce-
sos de desapego. Cuanta más implicación personal se le exige
al terapeuta, más hay que subrayar el imperativo de respeto a
la envoltura narcisista del otro. En cierto sentido se trata de
una condición previa formal.
La noción de una implicación o de un compromiso personal
por parte del practicante en los momentos de crisis intersticiales
—noción que propongo como una de las maneras de respetar la
paradoja del intersticio— debe asociarse con lo que D. Anzieu
(1979) llama la interpretación "en primera persona", de la que
hace uno de los principales instrumentos del análisis transicional
en psicoanálisis individual y grupal. Cuando los afectos son
descalificados, cuando los double-binds invaden los intercam-
bios, la experiencia muestra que la verbalización y la designa-
ción de los afectos experimentados puede proporcionar un puntal

21 Fórmula que seguramente habría que matizar cada vez que en el centro
del proceso psicoanalítico aparezcan importantes heridas narcisistas.
210 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

y un continente a los procesos psíquicos, un soporte que contri-


buya al fracaso de los procesos de disolución.
Las situaciones de crisis intersticiales suelen confrontar al
practicante con situaciones que movilizan grandes cantidades de
excitación, difíciles de contener en una palabra que sólo fuera
intento de verbalización o desprendimiento. A menudo es más
esencial que la intervención contribuya a hacer experimentar un
límite, una representación-cosa del puntal refractivo. A menudo
es necesario recurrir a un modo de intervención psicodramática^^
que a través de la actuación trate de llevar el acto a su punto de
simbolización. Para que estas interacciones de forma psicodra-
mática, que suponen que haya varios practicantes decididos a
ensayar esa actuación, sean eficaces, denen que efectuarse en
una interaccción donde la índole lúdica del intercambio sea
sensible (o se vuelva sensible poco a poco), pero implícita, no
resoluble. El practicante es llevado muchas veces a intervenir
mediante un acto que cobra valor de símbolo al operar en el
momento mismo en que se concreta lo que inhibe o bloquea el
juego. A título indicativo, veamos un ejemplo de intervención
que tiene lugar habiendo cobrado valor simbólico al volver a
problematizar un rasgo cultural de un grupo de educadoras. En
este ejemplo, la presencia de los instituyentes en el intersticio
"hace arder" la ambigüedad de los procesos de identificación.
Se trata de una institución que recibe niños psicóticos. Las enfer-
meras y educadoras habían lomado la costumbre de consumir su café
de 12,30 a 14, reteniendo a los niños "enu-e las patas". Se instauraba
un double-bind en que los niños no podían alejarse y al mismo tiempo
eran rechazados continuamente, y excluidos de la relación entre las
asistentes. El grupo de asistencia vivía con los niños una relación de
simbiosis, pero esa relación era simultáneamente negada. Se había
instaurado un círculo vicioso: los niños agredían a las asistentes, que a
su vez los rechazaban cada vez con más fuerza.
Esc juego se materializa físicamente. Las enfermeras y educadoras
se sentaban en círculo cerrado, impidiendo de hecho a los niños que se
introdujeran en el círculo. Cansada de la agresión constante, y sensi-
ble al riesgo que se manifestaba en algunos casos, la psicóloga presen-

22 P. Dubor (1979) elaboró por su parte el término de "gestión grupal" en


el tratamiento de los psicóticos, para definir ese tipo de interacción "contene-
dora".
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 211

te aceptó un día romper el círculo cerrado, recibió junto a ella a un


niño y se ocupó de él, rompiendo así material y psíquicamente la
isomorfia grupal. Al mismo tiempo que seguía ocupándose del niño,
ella tuvo que asumir y explicar su actitud a las demás asistentes que la
interpelaban, sin comprender que "no se pueda beber tranquilamente
el café", y que ella acogiera a un niño tan agresivo. Obligada a una
doble identificación contradictoria, tuvo que tratar de mostrar cómo el
comportamiento agresivo del niño cobraba para ella el valor de un
llamado. Esta escena tuvo lugar en varias oportunidades a lo largo de
varias semanas. Entonces se entabló una discusión informal, que
también se repitió prolongándose de una semana a otra, sobre el modo
de comprender lo que sustentaba el comportamiento manifiesto de los
niños, cosa que nunca se había hecho eficazmente en oportunidad de
las reuniones de síntesis oficial del equipo. En ellas, la palabra de los
psicólogos, aparentemente escuchada, era descalificada de hecho,
considerada como un tic profesional intelectual sin implicaciones en
la práctica concreta.

Un análisis pormenorizado de esta secuencia de interacción


desbordaría los límites de mi propósito actual; me limito a desta-
car un solo punto.
La metacomunicación (es decir, la comunicación que toma
como objeto lo que sustenta la comunicación, las premisas,
imagos y teorías del hombre y el mundo que sustentan la acción)
sólo se hizo posible y eficaz después de un acto efectivo, cuya
índole atestiguaba que una experiencia subjetivamente excluida
de la cultura grupal podía integrarse en ella sin caos ni destruc-
ción. El acto "simbólico" instaura de hecho una ruptura en el
aparato psíquico grupal isomórfico y la comunidad de rechazo
en torno de la cual se había construido. Sólo subsecuentemente y
a partir de lo problematizado por/en esa brecha, se puede encarar
una reanudación explícita, metacomunicativa, que no sea tomada
de entrada en la repetición del rechazo y que no quede en "letra
muerta". Si cabe pensar que la reanudación de lo que acaba de
actualizarse se puede llevar a cabo en las reuniones formales
previstas para ese fin, me parece que también hay que estar
dispuesto, como esa psicóloga, a realizarlo "en caliente", en el
momento mismo en que se hacen sentir con más fuerza sus
apuestas intrasubjetivas.
Para concluir estas reflexiones sobre las prácticas intersticia-
les, quisiera señalar otra de sus paradojas. El valor de ruptura de
212 U INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

la intervención sólo puede manifestarse a posteriori. En otras


palabras, son efectos los que atestiguan a posteriori lo bien
fundado de su forma. Así que es inevitable el riesgo en el
momento de discutir la intervención; aceptarla es aceptar la
precariedad de la transición, de ese equilibrio inestable y relati-
vamente imprevisible que sella la puesta en acción de las pulsio-
nes de vida.

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