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Villa la Angostura los primeros


tiempos: A las buenas, o a los tiros
Yayo de Mendieta
4-5 minutos

Los primeros años del Paraje Correntoso, hoy más conocido


como Villa la Angostura, no resultaron nada fáciles para los
pioneros que, a falta de abogados y Juzgados, resolvían sus
diferencias de manera mucho más expeditiva. Algunos añoran
aquellos tiempos…

A principios del siglo pasado no era nada sencillo radicarse en la


naciente Colonia Agrícola Ganadera Nahuel Huapi donde el paraje
Correntoso apenas contaba con algunas familias dispersas en
torno al Nahuel Huapi y el lago Correntoso.

Primo Capraro, pionero y uno de los fundadores de Villa la


Angostura, recordaba algunas de las situaciones complicadas que
le tocaba vivir con bandoleros extranjeros, en su gran mayoría
chilenos, que azotaban la región casi a diario.

“Un día llegamos al boliche, o casa de negocio y almacén de


ramos generales donde nos convidaron a cenar y pernoctar. En la
casa había bastantes clientes desagradables, ebrios y armados, y
entre ellos un norteamericano alto, rubio corpulento y con voz
cavernosa: Martín Sheffield. Minero que sabía hacer saltar, de un
disparo, un botón de los zapatos, quitar un pito de la boca o el
sombrero con su revólver a quien él se le antojaba burlar. Broma
medio pesada, pues la boca, el pie y la cabeza están demasiado

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cerca del pito, botón o sombrero que llevaba puesto”, decía.

Martin Sheffield, buscador de oro, se radicó en el Nahuel Huapi y


era famosos por su puntería.

No es menor el dato que por aquellos años era legal portar armas,
basta la lectura de una norma otrora vigente que establecía que “la
Policía no podrá prohibir o restringir el derecho de llevar armas; en
consecuencia, ninguna persona será registrada con el objeto de
averiguar si lleva armas consigo, pero no podrá llevarla a la vista”.

El inmigrante italiano, que se radicó por iniciativa de Federico


Baratta en el lote Pastoril Nº 8 , recuerda también que se
encontraba viviendo “en un lugar salvaje y hostilizado por la
voracidad de una Compañía que se ha adueñado de centenares de
leguas de campo y de bosques riquísimos”.

Fue así como un día descubrió a una cuadrilla de hachadores


dispuesta a cortar los árboles de su lote, donde hoy se encuentra
construido el Hotel Correntoso.Capraro se apresura por llegar a su
modesta vivienda –ver foto- y regresa con cartuchos de dinamita
asegurando a los gritos que “al primer hachazo los hago volar a
todos”.

En otra oportunidad descubre que están construyendo un cerco de


postes dentro de su propiedad, los desentierra y espera con

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paciencia a la cuadrilla apoltronado con una carabina. Al acercarse
disparó varias veces de manera intimidatoria y “rápidamente
desistieron y no regresaron más”.Hay que reconocer que Primo
Capraro tenía una personalidad muy particular.

Basta recordar la anécdota ocurrida sobre fines de diciembre de


1904 cuando en el paraje Correntoso se realizaba una yerra. Los
presentes lo desafían a montar un potro salvaje, que apenas,
podían sujetar los peones.

Sin dudar, se sube de un salto sobre el potro, pero a su vez “le


sueltan la yeguada campo afuera y el italiano corcovea también en
la fuga no esperada. No se les despegó a las yeguas de tozudo
que era – quizás porque el animal lo sentía como un Rodas que lo
aplastaba – y la tropilla se volvió convencida que el gigante la
arriaba. El jinete retornó como un centauro peninsular, entonces
consagrado en héroe entre el gauchaje.

Los primeros policías no solo debían afrontar a los pobladores


armados, sino también los ataques de los bandoleros chilenos que
cruzaban seguido la cordillera.

Autor: Yayo de Mendieta – extraído del diario La Angostura Digital

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