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2/9/2018 El principio de oportunidad como instrumento de política criminal del Estado para la resolución del conflicto penal – Derecho

Derecho Penal O…

DOCTRINA \ PROCESAL PENAL


31.10.2009

El principio de oportunidad como instrumento de polí ca criminal del


Estado para la resolución del conflicto penal
Por Enrique Aníbal Maglione

I. Introducción.

El presente trabajo ene por objeto hacer un análisis sobre el principio de oportunidad como instrumento idóneo y
base para un nuevo sistema penal capaz de resolver los conflictos de la crisis externa de la jus cia penal en un
sistema judicial endémico y abarrotado.

La actual crisis social y la compleja situación socioeconómica ha generado en la Argen na un aumento en la


conflic vidad social agravándose la actual situación delic va, que sólo puede ser rever da con una polí ca criminal
integral sustentada en polí cas ac vas de prevención, reformas de legislación y construcción de cárceles dignas
donde sea posible la resocialización del autor de un hecho delic vo.

Se hace necesario entonces establecer una polí ca criminal con medios idóneos para resolver los problemas de
fondo, buscando la eficiencia del sistema judicial a través de la selección de los hechos más importantes y graves
socialmente que enda a un desconges onamiento relevante y concreto de la colapsada jus cia penal. En tal sen do,
hay que empezar a pensar en forma racional y responsable frente a la selec vidad de los hechos delic vos, es posible
la descriminalización de ciertos hechos punibles de bagatela, cuando existan otros métodos de reacción social más
eficaces o se torne innecesario un proceso penal o la aplicación de una pena.

Estos obje vos se complementan y cons tuyen sin lugar a dudas un método de control social indispensable para la
actuación de un sistema penal más eficaz y eficiente.

En este orden de cosas, es el principio de oportunidad el que establece reglas claras para prescindir de la acusación
penal, frente a casos en los cuales ordinariamente debía acusarse por un presunto hecho delic vo. Este criterio está
ligado a una concepción u litaria y realista sobre la legi mación y el fundamento, el fin y el límite de la aplicación de
las penas.

Cons tuye un intento de conducir la selección en forma racional, con criterios propios de polí ca criminal, y sobre
todo con la posibilidad de ejercer un control y exigir responsabilidad a quienes lo aplican.

Comenzaré haciendo un análisis sobre la actual situación de crisis que padece el sistema judicial penal en la
Argen na, el principio de legalidad, sobre el que se basa nuestro ordenamiento jurídico, sus falencias y sus diferencias
sustanciales con el principio de oportunidad.

Por otra parte, se analizan las supuestas an nomias entre el principio de legalidad y el principio de oportunidad,
haciéndose al mismo empo un enunciado sobre las estrategias de una polí ca criminal idónea de producir un
cambio posi vo en el sistema judicial y rescatar la úl ma ra o del derecho penal.

Por úl mo, enuncio las bases para procurar un sistema penal más justo que responda directamente y de manera
eficaz al reclamo social, sin perder de vista la especial atención que se debe tener en las personas involucradas en el
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conflicto.

II.-Situación actual. Principio de Legalidad. Antecedentes y crí ca.

Conforme nos enseñaba Vélez Mariconde la regla de la legalidad o indiscrecionalidad opuesta a la de oportunidad
deviene del principio de oficiosidad, es decir aquel que obliga a los órganos públicos del Estado a proceder de oficio,
por inicia va propia, a promover la acción penal pública en las formas establecidas por la ley, sin necesidad de
ninguna excitación extraña, excepto los casos de acciones dependientes de instancia privada. Según esta regla el
Estado ene el deber de ejercer a través de sus órganos, la acción pública de acuerdo con la ley penal, siempre que
aparezca come do un hecho delictuoso, sin que puedan inspirarse en criterios polí cos de conveniencia o de u lidad
social.

Este principio es de carácter absoluto toda vez que impide a los agentes del sistema a disponer de una solución del
caso diferente a lo establecido en la ley y la eventual absolución o condena. Se carece de toda facultad de
discrecionalidad, “se es esclavos de la ley”, como bien lo refería Vélez Mariconde, en el sen do de que enen el deber
de provocar o solicitar la actuación correcta de aquélla.

Esta regla impera durante el momento de la promoción y durante todo el proceso penal. En primer lugar existe una
necesidad de la promoción, es decir que en el momento de llegar a tomar conocimiento de la existencia de un hecho
presuntamente delic vo de acción pública, se ene el deber de promover la acción en la forma y condiciones
establecidas en la ley, sin posibilidad alguna de detenerla por criterio polí co.

Por otra parte, rige la irretratabilidad, vale decir que una vez promovida la acción penal su ejercicio no puede
suspenderse, interrumpirse ni hacerse cesar, salvo supuesto previsto expresamente en la ley procesal. En este
sen do, el Ministerio Público no puede transar o negociar el proceso con el imputado, ni renunciar a la acción penal,
ni desis r de la instancia, sino que debe imperiosamente seguir a rajatabla con los pasos procesales preestablecidos
en la manda legal, ejerciendo un poder puramente formal excitando la jurisdicción.

Este principio tuvo su origen con la Inquisición estableciendo como su principal fundamento la persecución penal
pública y la averiguación de la verdad histórica o real, por lo tanto no es sino un resabio del sistema inquisi vo escrito
heredado de la conquista española, que ha sido de aplicación y es el vigente aun en la mayoría de los países
la noamericanos. Es el mismo que se aplicaba en la Europa con nental durante la Edad Media, pero que hace más de
doscientos años, como es el caso de España, que no ene aplicación alguna, habiendo caído en desuso. y
reemplazado por el sistema acusatorio.

Este sistema que se viene aplicando desde hace más de cinco siglos, más que un sistema procesal para administrar
jus cia, ha llegado a cons tuir como dice Binder, “un modo par cular de situarse ante la realidad y considerarla”. Es
así que consecuentemente ha devenido en un sistema burocrá co, despersonalizado y arbitrario, que posee en sus
raíces una mentalidad excesivamente formalista y celosa de formas rituales, que presuntamente son las fórmulas
mágicas para solucionar los conflictos.

Por su parte, el principio de legalidad encuentra su sustento filosófico en la filoso a especula va de Immanuel Kant y
Georg Wilhelm Friedrich Hegel, a través de la teoría absoluta de la pena, en cuanto en forma impera va y categórica
todo hecho en apariencia delic vo debía traducirse, necesaria y obligatoriamente, en una acusación y en un proceso
penal.

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El fundamento de la teoría absoluta de la pena reside en retribución del daño ocasionado, el sen do de la retribución
es el de compensar un mal como forma de reparar la lesión jurídica y ex nguir la culpabilidad del autor, para
reingresar en la sociedad.

Para Kant, la pena es una necesidad é ca, un impera vo categórico emergente de la idea de jus cia y el sen do de la
misma es la retribución de la culpabilidad y con la aplicación de una compensación justa se agota el contenido de la
misma. Esta sanción se impone al delincuente porque ha quebrantado una norma, considerar cualquier otro fin
puni vo atentaría contra la dignidad de la persona y la reduciría a la condición de un objeto.

Por su parte Hegel, concibe al delito como la negación del derecho y la pena, como la negación de la negación, como
anulación del delito y como reestablecimiento del derecho, “la vulneración que afecta al delincuente no es sólo justa
en sí, sino que también es un derecho impuesto en el delincuente m
ismo, esto es, en su voluntad existente, en su acción” (HEGEL, Georg Wilhelm Friedrich, Filoso a del Derecho, Ed.
Claridad, pág. 108). Como ser racional, el delincuente es honrado con la pena, que es mantenida como con nente de
su derecho par cular. Este honor no llega a él si el concepto y la norma de su pena no se toman de su mismo acto.

La superación del delito es el cas go, es la vulneración de la vulneración, y el delito ene una extensión determinada
cualita va y cuan ta vamente.

Hegel sos ene que: “La definición de la determinación de la pena, debe ser tomada de la concepción general de la
existencia psicológica de la conciencia, ésta demostraría que el sen miento universal y de los individuos sobre el
delito es y ha sido que debe ser penado y que al delincuente le debe acaecer lo mismo que él ha efectuado”( idem
ob.citada).

En esta concepción absoluta el sen do de la pena no ene la persecución de alguna finalidad de u lidad social, sino
que su sen do radica en que la culpabilidad del autor sea compensada mediante la imposición de un mal penal, vale
decir que se agota todo el fin de la pena en la retribución misma.

El mal de la pena está jus ficado por el mal del delito, es concebida como un mal que debe sufrir el delincuente para
compensar el mal causado con su comportamiento, pensamiento que reconoce como antecedente a la Ley del Talión.
La pena niega o aniquila al delito reestableciendo al derecho, haciendo una abstracción a si resulta necesaria o
beneficiosa para la sociedad, no ene finalidad preven va, ni in midatoria, ni correc va, serán pues estos efectos
concomitantes favorables en su aplicación, pero que no enen nada que ver con su naturaleza.

En síntesis la teoría absoluta de la pena radica en que el fin de la pena es restablecer el orden alterado por el delito,
para ello se exige la realización de un comportamiento contrario a la norma (delito) y la existencia de la culpabilidad
en el autor del mismo. El sistema se basa en el libre albedrío siendo culpable aquél sujeto que pudiendo mo varse en
el respeto de la norma optó por delinquir, al que le corresponde una pena como forma de restablecimiento de esa
lesión jurídica, la que será proporcional a la gravedad del hecho realizado y al grado de culpabilidad del autor.

Situación actual y crí cas.

En la realidad, en su aplicación concreta este principio demuestra ser una declaración ideal que no se cumple y que
no ene ninguna posibilidad de ser cumplida, su funcionamiento se presenta como estructuralmente incapaz de
inves gar y eventualmente de sancionar todos los delitos de que toma conocimiento.

En cuanto a la selección de los casos, surge a las claras que la misma se hace de manera arbitraria en consecuencia,
toda vez que de los casos que llegan a conocimiento de los órganos que lo integran sólo algunos son inves gados en

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su plenitud, mientras que otros son abandonados, y terminan siendo irresueltos o bien prescribiendo su acción.

Tengamos en cuenta que ningún sistema penal está capacitado para responder y atender a todos los hechos delic vos
que se producen en una sociedad, ni las fuerzas de seguridad, ni los órganos jurisdiccionales, ni los establecimientos
carcelarios o de detención serían suficiente, si todos tendrían que ser inves gados, juzgados y sentenciados.

Es así que también en toda sociedad existe un margen importante de hechos delic vos a los cuales el sistema no da
ninguna respuesta, no solo a los hechos que no son denunciados sino también aquellos que denunciados jamás
puede el sistema penal dar una respuesta favorable.

Por úl mo, no debemos desconocer que el sistema penal se aplica más enfá camente sobre determinados grupos
sociales y su persecución es más eficiente sobre los denominados delitos comunes, empero carece de eficiencia y
eficacia sobre aquellos delitos come dos no convencionales ya sean por abuso de poder económico o abuso de poder
público.

Existe un proceso de selección donde sin darnos cuenta, todos somos cómplices silenciosos, que escapa a los
controles jurídicos y polí cos y carece absolutamente de transparencia, porque en general no se reconoce, se oculta y
en algunos casos se niega o se ignora.

III. Principio de Oportunidad. Fundamento y Antecedentes. Experiencias provinciales.

El principio de oportunidad, ene su sustento filosófico en las teorías u litaristas de James Mill, Jeremy Bentham y
John Stuart Mill, basadas en la idea de que los sistemas morales y jurídicos están viciados por prejuicios irracionales, y
que una moral y un derecho naturales, racionales, harán cesar las an nomias entre la convivencia y el interés, entre el
placer y la moral, entre el provecho de cada uno y el bien de todos.

Para esta teoría el obje vo que toda ley debe tener es llevar felicidad a toda la comunidad y eliminar lo que enda a
sustraerla. Jeremy Bentham decía: “…La finalidad del derecho es aumentar la felicidad…; y por lo tanto, en primer
lugar, excluir, tan completamente como sea posible, cualquier cosa que enda a deteriorar esa felicidad; en otras
palabras, excluir lo que es pernicioso…Pero la pena es un mal. Pero toda pena es perniciosa. Sobre la base del
principio de u lidad, si ella debe ser del todo admi da, sólo debe serlo en la medida en que ella promete evitar un
mal mayor…”.(An Introduc on to the Principles of Morals and Legisla on, Bentham, Jeremy)

Para Bentham, la ley penal debe excluir el daño, porque “todo cas go es un daño, todo cas go es en sí mismo un
mal”.

Siguiendo esta concepción u litarista el cas go es admi do en la medida que excluya otro mal mayor y la pena en
consecuencias es un dolor e infligir un dolor solo es jus ficado cuando se demuestre que resultará más beneficioso
que no inflingirlo.

Este bien en la fórmula de Bentham es la prevención o la reducción del crimen, sea por disuasión o por la reforma
operada en el vic mario. La pena en consecuencia no ene un fin exclusivo de retribuir la culpabilidad del agente o
recomponer el orden jurídico alterado por el hecho delictuoso, sino que ene un fin u litario de integración social, ya
que aplicar la pena a una gran can dad de integrantes de la sociedad lo que provocaría decisivamente sería la
desintegración de la misma.

Para el u litarismo el cas go está moralmente jus ficado si se dan ciertas condiciones: a) la pena debe ser un medio
eficaz para impedir que ocurran otros males sociales; b) la pena debe ser un medio necesario, vale decir que no exista

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otra forma menos perjudicial para evitar otros males sociales mayores; c) el perjuicio resultante para el des natario y
por ser éste un miembro de la sociedad, debe ser menor que los perjuicios que la sociedad sufriría si la pena se
aplicara.

El principio de oportunidad puede definirse siguiendo a Cafferata Nores como “la atribución que enen los órganos
encargados de la promoción de la persecución penal, fundada en razones diversas de polí ca criminal y procesal, de
no iniciar la acción, o de suspender provisionalmente la acción iniciada, o de limitarla en su extensión obje va y
subje va, o de hacerla cesar defini vamente antes de la sentencia, aún cuando concurran las condiciones ordinarias
para perseguir y cas gar” (CAFFERATA NORES, José, “El principio de oportunidad”, Cues ones actuales sobre el
proceso penal, Ed. Del Puerto, Bs. As., 1997, pág. 16).

La esencia, como se podrá apreciar de la definición transcripta, de la dis nción entre legalidad y oportunidad radica
en la facultad reconocida al funcionario público tular de la pretensión p
enal de adoptar decisiones discrecionales en cuanto a su ejercicio y persecución.

El principio de oportunidad, en realidad, no siempre se compadece con el principio de la legalidad, el discurso


jurídico, rector de la persecución penal y las diversas maneras de seleccionar los casos a tratar y el tratamiento que
reciben lo hacen a través del principio de oportunidad.

La razón de esta discordancia como lo sos ene Maier, “es siempre el aparato estatal, en la sociedad de masas que
experimentamos, no ene capacidad, por los recursos humanos y materiales de que dispone, para procesar todos los
casos penales que se producen en su seno”.

Se advierte en consecuencia una realidad a la cual no podemos soslayar y es la propia existencia de una colisión de
intereses tan marcada que prevalecen unos sobre otros que superan a los valores jurídicos y sociales declamados.

Así el principio de oportunidad determina pautas para prescindir de la acusación penal, frente a casos que habitual y
ordinariamente debía acusarse por un presunto hecho delic vo, cons tuyendo una forma de selección racional, con
criterios realistas de polí ca criminal y sobre todo con la posibilidad de ejercer un control y exigir responsabilidad en
quienes lo aplican.

Entre sus obje vos fundamentales podemos mencionar, en primer lugar la descriminalización de hechos punibles,
cuando existan otros mecanismos de reacción social más eficaces o parezca innecesario el proceso y la pena, evitando
de esta manera la aplicación del poder penal.

En segundo término, busca la eficiencia del sistema frente a hechos más relevantes y de mayor gravedad social,
desconges onando el sistema judicial de la tan saturada jus cia penal. Ambos obje vos se complementan y
cons tuyen sin lugar a dudas un método de control social indispensable para la actuación del sistema penal.

Experiencias Provinciales.

Nuestro ordenamiento jurídico se rige por el principio de la legalidad siendo éste el principio rector en el Derecho
Argen no, aunque sin perjuicio a ello, e influenciado tal vez por la mayoría de la doctrina nacional, se están
manifestando ciertas excepciones al mismo, con la incorporación de criterios de oportunidad. Es así que algunas
provincias de la República han empezado a dejar sentadas las bases para estos procesos de cambios en su legislación
procesal.

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La Provincia de Mendoza a través de la sanción de la Ley 6730 que aprueba el Código Procesal Penal de la Provincia
ha establecido criterios de oportunidad, como por ejemplo, la facultad que se le otorga al Ministerio Público Fiscal de
solicitar que se suspenda, total o parcialmente la persecución penal o se limite con respecto a alguna o algunas
infracciones o personas con arreglo a determinados casos previstos por la Ley.

Asimismo establece en su ar culo 27 que “…si el Tribunal admite la solicitud para aplicar un criterio de oportunidad,
se produce la suspensión de la persecución penal con respecto al autor o par cipe en cuyo beneficio se dispuso. Si la
decisión se funda en la insignificancia, sus efectos se ex enden a todos los que reúna las mismas condiciones”.

Por úl mo determina (art. 28) con un sen do de amplia flexibilidad procesal que los criterios de oportunidad pueden
solicitarse durante la sustanciación del proceso o con anterioridad a su inicio.

La Provincia de Buenos Aires en su nuevo Código de Procedimiento Penal ha legislado los criterios de oportunidad
como excepción al principio rector cual es la legalidad, donde se le otorgan amplias facultadas el Procurador Fiscal
para conducir toda la inves gación desde su inicio, con la posibilidad de detener persecuciones sin interés estatal, lo
cual es un gran avance procesal.

El funcionario del Ministerio Público Fiscal es el que determina, cuando resulte viable renunciar a la promoción de la
acción o suspender su ejercicio, conforme la inves gación penal preparatoria realizada, que encuentra su sustento
legal en los ar culos 37 y 38 de la Ley Provincial N° 12.061. Asimismo, la nueva norma le confiere un rol más
protagónico a la víc ma dentro del proceso, convir éndola en la figura central y principal del conflicto social,
determinando sus derechos y facultades a efectos de ser tenida en cuenta al momento de ser ejercida la acción penal
y en los acuerdos que eventualmente puedan arribarse entre ésta y el imputado, al arrepen miento ac vo de éste
úl mo o a la reparación del daño causado.

Por otra parte, la Provincia de Neuquén en su anteproyecto de Código Procesal Penal de la Provincia en su Ar culo 6°
establece que “La acción penal pública se ejercerá exclusivamente por el Ministerio Fiscal, el que deberá iniciarla de
oficio …. Su ejercicio no podrá suspenderse, interrumpirse ni hacerse cesar excepto en los casos expresamente
previstos por la ley”. Deja de esta manera abierta la posibilidad de apartarse de la exhaus vidad del principio de
legalidad, a criterio del Procurador Fiscal y solo en los casos previstos en la Ley.

En Chubut también se está en un proceso de cambio en que el que algunos estamos propiciando la incorporación de
mecanismos o criterios de oportunidad el proceso penal. En el año 1999 se ha sancionado sobre un proyecto
elaborado por el Dr. Julio B.J. Maier el nuevo Código Procesal Penal de la Provincia a través de la Ley N° 4.566, que
aún no ha entrado en vigencia.

Luego de haberse hecho todo un proceso de capacitación a los operadores del sistema penal, Policía Provincial y
Funcionarios Judiciales, que estuvo a cargo del Dr. Alberto M. Binder, ante la necesidad de poner en marcha este
novel cuerpo legal por una parte y por otra, los al bajos del grado de sensación de inseguridad que vive la sociedad
chubutense, han llevado a decidir al Parlamento Provincial a sancionar Ley N° 4.938 que crea una Comisión Especial
Asesora y Redactora para los procesos de reformulación de la Legislación Procesal para los fueros Penal y Civil y
Comercial (en anteproyecto este úl mo), en este seno desde el Poder Ejecu vo se impulsa la incorporación de nuevos
criterios de oportunidad en el proceso penal.

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IV. Principio de Legalidad versus Principio de Oportunidad. Estrategias de Polí ca Criminal para rescatar la úl ma ra o
del Derecho Penal.

En primer lugar debemos desmi ficar estas falsas an nomias entre legalidad y oportunidad y deslindar entre un
ins tuto procesal y un modelo de polí co criminal con dis ntas estrategias. Bajo la lógica de la regla – excepción se
presenta a priori el principio de oportunidad como excepción al principio de legalidad, empero debemos acotar que
esto no es así toda vez que estamos en presencia de dos principios, como se ha expresado, absolutamente diferentes
frente a la selec vidad de los casos penales.

Por otra parte, aunque de manera diferente, una vez seleccionado el hecho delic vo a perseguir penalmente, impera
en materia procesal el principio de exhaus vidad u obligatoriedad, vale decir que existe la obligación de los
funcionarios de ejercer la acción pública.

En el ámbito polí co criminal, se nos presenta el binomio de selec vidad y estrategia de selec vidad. Por una parte
tenemos la selección de los sistemas puni vos que están dados en función de las conductas que presentan los
internos dentro de un establecimiento carcelario, y por otra, la selección en sistemas concretos, cómo hacemos con
esa selec vidad y qué estrategia adoptamos.

Al respecto, tenemos en principio una estrategia retórica que responde al hecho de violencia o de conflic vidad q
ue socava las libertades públicas, que es muy común su u lización en estos empos, y que solo responde a un
conflicto social de coyuntura obteniendo respuestas retóricas, oportunas pero igualmente de coyuntura que no
resuelven la cues ón de fondo.

En otro orden, tenemos un programa puni vo desorbitado con un principio de legalidad como sustento moral. La
estrategia sería elegir los delitos más importantes y aplicar el principio de legalidad como proceso de reducción del
sistema puni vo.

El principio de oportunidad se presenta como estrategia frente a estos problemas de sistemas judiciales débiles y
abarrotados, y como una alterna va a resolverlos.

En la actualidad existe, principalmente en nuestro país una profunda crisis externa del sistema penal, donde se ha
producido un importante quiebre de los dis ntos niveles de factores de conflic vidad. La ley per se es un
ordenamiento simple de la vida social, por lo tanto la resolución de los problemas de esta crisis debe venir
acompañada no solo de un cambio de legislación sino también de mentalidad frente a estos conflictos. Esta profunda
crisis de la razón jurídica, de la legalidad, se ha transformado en una conflic vidad social, donde parece haberse roto
el tejido social, y lo que es peor, parece haberse quebrado la voluntad general del contrato social, que como sostenía
Rousseau, debe estar basado en la voluntad general del cuerpo social.

Otras de las estrategias de una polí ca criminal, es la Conciliación de la mediación. El Estado debe prever muchos
ámbitos para resolver los conflictos, formas más civilizadas con el obje vo de reestablecer el orden social. Los nuevos
métodos de resolución de conflictos a través de la Mediación, son un muy importante aditamento a una polí ca que
enda a solucionar la crisis externa de la jus cia penal, toda vez que los dis ntos niveles de conflic vidad se irán
resolviendo como medidas preven vas antes de llegar a la comisión de un hecho ilícito. Varias provincias han
sancionado leyes de mediación como métodos de resolución de conflictos y con el objeto de evitar que los mismos
lleguen al conges onado sistema judicial, empero, el ins tuto es muy nuevo y aún no está instalado en la cultura
social.

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Por otra parte, la jus cia civil ha sido la mayor responsable y potenciadora de conflictos, con sus procedimientos
inaccesibles para la sociedad, su len tud y la falta de dinámica ha provocado la conflic vidad que deriva directamente
en la Jus cia Penal, que a su vez ene una sobrecarga endémica, es la úl ma ra o. En consecuencia y precisamente
por esa sobrecarga se torna de imposible cumplimiento de resolución de los conflictos y termina convir éndose pues
en la principal ra o.

Es por ello que se hace necesario producir cambios de procedimientos en la jus cia civil como estrategia de una
polí ca criminal, que tengan que ver con la eliminación de los formalismos y formulismos, inasequibles a los
beneficiarios del sistema, el ciudadano común, e introducir en el sistema mecanismos ágiles, como la oralidad, la
inmediatez del juez, los juicios monitorios, y demás factores y circunstancias que hagan a una jus cia más eficaz y
eficiente que redunde en beneficio de la sociedad, debiendo tener presente siempre aquellas célebres frases de
Séneca: “No hay peor injus cia que la jus cia que llega tarde”, para no terminar lamentándonos por las injus cias que
padecemos a diario.

El principio de oportunidad ende a darle respuesta esta crisis externa de la Jus cia Penal como factor limitador de la
persecución penal, como herramienta de polí ca criminal del Estado que ene la posibilidad de contribuir de manera
efec va y concreta a la solución de los actuales problemas que aquejan a la Jus cia Penal.

Tiene la posibilidad también de rescatar la úl ma ra o del Derecho Penal y de esta manera reducir el grado de
conflic vidad de la sociedad, reestableciendo en el marco del derecho el orden social.

V. Conclusiones Generales.

Es posible un sistema judicial más eficaz y más eficiente, en la medida que se analicen, se merituen y se ataquen de
bruces a las causas que llevaron a la Jus cia Penal a esta situación endémica, frágil, débil y por tanto ineficiente,
habiéndose desnaturalizado su verdadera esencia dentro de la sociedad, convir éndola en la principal ra o, toda vez
que debe ser como dice Pedro J. Frías “el orden del orden social”.

Resulta necesario entonces recuperar el principio de subsidiariedad del derecho penal y que vuelva a ser la úl ma
ra o del control social en una comunidad, a través de la sanción una legislación procesal que contemple mecanismos
de resolución de conflictos socialmente más razonables.

El reclamo social de nuestra sociedad fundamentalmente está orientado a la Jus cia, y en par cular a la Jus cia Penal
a la hora de impar r jus cia, aunque no es menos cierto que los demás poderes del Estado deben acompañar y tener
el mismo compromiso social a la hora de administrar su recursos y de legislar respec vamente.

Es necesario establecer una nueva polí ca criminal en la Argen na a través de la cual el Estado pueda dar garan as
de una de sus obligaciones insus tuibles como es la seguridad, y pueda también erradicar la violencia estatal a través
de decisiones que enen que ver con aumentos de penas, elevación de la edad puni va, tolerancia cero, etc., que en
defini va no atacan el solución de un conflicto sino, en mi criterio, todo lo contrario genera más violencia, más
conflic vidad.

Es posible un cambio de rumbo en la legislación y en la cultura inquisi va de la sociedad, con la supresión del
procedimiento inquisi vo, con la adopción de polí cas ac vas tendientes a implementar un nuevo sistema orientado
a establecer criterios de selec vidad razonable y de oportunidad frente a determinados casos penales, debiendo

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tenerse en cuenta las estrategias mencionadas como medios idóneos para la seguridad pública del ciudadano y del
respeto a sus derechos y garan as cons tucionales.

Claro está que no es una tarea sencilla, toda vez que el cambio hacia una nueva polí ca criminal debe radicar
fundamentalmente en el cambio de mentalidad de toda una comunidad, que ha sido formada, a través de los
dis ntos procesos históricos del país con una cultura inquisi va, los funcionarios judiciales, polí cos, legisladores,
magistrados, abogados, docentes universitarios, toda la dirigencia académica, empresarial y produc va de la
Argen na, hemos sido formado con esa cultura, con esa idiosincrasia, es por ello que el desa o es mayor.

Por otra parte, estoy convencido que así como en 1853 fueron las provincias las que contribuyeron a la fundación de
un Estado jurídicamente organizado, son ahora las mismas las que enen esa responsabilidad a través de sus
facultades no delegadas a la Nación como la de legislar la norma adje va, de producir cambios fundamentales que
contribuyan a la paz social y al bienestar general.

Finalmente la implementación de mecanismos orientados por el principio de oportunidad, en cuanto a la selección de


casos penales y la disponibilidad de la acción o bien a la simplificación o supresión de procesos, no solo será un factor
muy importante en la contribución de la paz social con la reducción de la conflic vidad, sino también será una forma
de racionalizar y op mizar los recursos humanos y económicos con los que cuenta la administración de jus cia.

Bibliogra a.

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2/9/2018 El principio de oportunidad como instrumento de política criminal del Estado para la resolución del conflicto penal – Derecho Penal O…

– REVISTA DE LA ASOCIACIÓN DE CIENCIAS PENALES DE COSTA RICA, Julio 1993, Año 5, N° 7, –“El Principio de
Oportunidad en el Ejercicio de la Acción Penal”, por Daniel González Alvarez, Magistrado de Casación Penal.

– REVISTA “La Semana Jurídica” – LexisNexis – Chile, 2000, 27 de Noviembre al 3 de Diciembre, “Principio de legalidad
y selección de casos en el nuevo Código Procesal Penal”, por Mauricio Duce, Abogado, Master en Ciencias Jurídicas
Universidad de Stanford, Profesor e Inves gador de la Escuela de Derecho de la Universidad Diegos Portales, Chile.

– VAZQUEZ ROSSI, Jorge E., Derecho Procesal Penal, Tomo II, Ed. Ed. Rubinzal – Culzoni Editores

– VELEZ MARICONDE, Alfredo, Derecho Procesal Penal II, Ed. Marcos Lerner.

Notas:

[*] El autor es abogado, Especialista en Derecho Penal, Mediador. Trabajo presentado en el año 2001 en la Maestría
de Ciencias Penales de la Universidad Nacional de la Patagonia, San Juan Bosco, Trelew – Chubut, publicado en la
Revista “El Reporter” de la Escuela de Capacitación del Poder Judicial de la Provincia del Chubut, Año 4 – Nº 14 –
Diciembre de 2004.

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