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EL SILENCIO DE DIOS

La molestia corporal es de lo primero que se experimenta, en la espalda, en las rodillas... Lo


que más duele en la vida en una postura no honesta en lo cotidiano. Eso a veces se trasluce
en la meditación. Todo ha de ser justo en la vida .Justo el mirar, justo el estar en la relación
fraterna. Lo que más duele es no estar bien en la vida, no vivir justamente.

La fuerza de la meditación. Capacidad para trascender el parloteo, la dispersión. En el


silencio se puede ser uno mismo sin atractivos. Se desvanecen las falsas identificaciones: lo
que sentimos, lo que soñamos... El silencio es un sencillo espejo. En un lienzo de una
iglesia oriental está pintado un mono en el árbol y en el río se refleja la luna y el mono se
estira para coger su reflejo. Debajo hay una inscripción: la verdadera luna se toma no
mirando su reflejo sino mirando la verdadera luna. Nosotros no somos ningún reflejo. Lo
que a veces aparece en el silencio son reflejos pero nuestro ser está detrás. En el silencio se
aprende a no confundirse con lo que allí se refleja. Todo nos puede llevar a nuestro
verdadero ser, a veces es suficiente una sencilla nube para oscurecer; en referencia al
cosmos de nuestro ser cuando un sencillo anhelo nos deja a oscuras. Hay que trascender,
buscar lo que está detrás y no cegarse por la nube.

El silencio es un gran generador de la sabiduría profunda. Nuestra era es la de la


información pero no del conocimiento y menos de la sabiduría. El silencio puede llevarnos
a esa sabiduría interior, nos puede volver luminosos. El silencio dentro de su austeridad nos
puede llevar al mundo de la sabiduría interior.

La capacidad receptiva que nos ofrece el silencio. Venga lo que venga.

Otro efecto es la pacificación. Hay sobredosis de ocupaciones y malestar que engendra


tensión. Cuando el silencio va recubriendo la existencia se recobra la pacificación. La paz
no está en los logros sino en lo que se es.

Se recobra una capacidad de presencia: estar donde estamos. Casi siempre estamos en otro
sitio, estamos familiarizados con la ausencia y no con la presencia. Una leyenda
medieval cuenta que Jesús atravesaba con sus discípulos una región y les salió al paso un
hombre que le invitó a su boda. Jesús le dijo: ¿quieres que haga un milagro como en Caná?
¡No, no! No tendrás que hacer ningún milagro porque todo está a punto. Jesús se le quedaba
mirando y le dice: creo que no voy a ir. Por fin le dice: mira iré si tú estás presente. Y relata
él: yo recibí muchos el día de la boda pero nadie estaba presente, ni yo estaba presente allí.

Basta estar presente para descubrir a Dios, si no le descubrimos es que algo se interpone.
Basta una atención silenciosa. Añadir otra cosa es innecesario y puede crear confusiones.

Todo esto no llega de repente. El silencio es lo natural de la vida y lo natural es bastante


lento.

Qué difícil es comunicar, expresar... la verdad, la profundidad del silencio. Es que todas
las palabras requieren siempre una experiencia, pero así y todo, nosotros buscamos el
comunicarnos, el expresarnos, el trasmitirnos lo que es una de las vivencias más ricas
del ser humano.

El silencio no tiene límites, el silencio abraza toda la creación, abraza toda la tierra,
abraza todo el ser humano, por eso hay mil diversidad de silencios, por eso hay mil
tonalidades de este misterioso contenido que habita en nuestro corazón.

Existe el silencio de la naturaleza, el silencio del campo, el silencio de los valles. Es un


silencio que invita a otro silencio, es un silencio que puede sugerir, que puede
llamarnos, que puede reclamar de nosotros un silencio más rico, más íntimo, más
profundo: el silencio de nuestro corazón. Pero no sería suficiente el silencio de esta
tierra, de este cosmos, de la montaña, si ese silencio no solicitara el silencio de nuestro
interior.

Junto a ese silencio de la naturaleza, escucha el silencio de tu cuerpo, atiende al silencio


de tu cuerpo, busca el silencio de tu cuerpo.

También hay diversidad de silencios corporales. Por lo menos hay dos dimensiones de
este silencio, existe el silencio que podríamos llamar el silencio de muerte, es el
silencio de un cadáver, nada se mueve, nada se escucha, nada se oye, pero es una
silencio mortal.

Existe también el silencio de la vida, es el silencio del cuerpo, en el que nada, ninguna
tensión, ninguna contracción, ninguna agitación estorba y entorpece en ese fluir de la
vida, que atraviesa y que recorre y que peregrina todo nuestro cuerpo. Este es un
maravilloso silencio, un silencio al que tenemos derecho, un silencio que es nuestra
salud, un silencio que es nuestra alegría, es el silencio de esta porción, muy amada, muy
querida de nosotros mismos, es el silencio en el que habita todo nuestro ser, en el
que puede habitar todo nuestro ser. Pero no muchas veces nuestro cuerpo esté en
silencio.
Nuestro cuerpo lleva en si mismo alojados miles de ruidos, miles de contracciones,
miles de disgustos, mil contratiempos, mil contrariedades, mil tensiones, mil
turbaciones, mil temores, las amenazas, los miedos, todo eso va alojado en nuestro
cuerpo, y en nuestro cuerpo se percibe; se perciben las tensiones de nuestro semblante,
las tensiones de nuestros gestos, las tensiones en nuestro andar, las tensiones hasta en
nuestra mirada, nuestro cuerpo refleja siempre sus disgustos, refleja siempre la verdad.

Nosotros podemos mentir, nosotros a veces disimulamos, nosotros a veces ocultamos la


verdad, la intimidad de nuestro corazón, pero nuestro cuerpo no miente nunca, nuestro
cuerpo siempre dice la verdad, nuestro cuerpo siempre expresa lo que le habita, por eso
expresa la contrariedad, el disgusto, el malestar, la desazón, el azoramiento, el
abatimiento, la angustia, hasta la muerte. Todo se ve en nuestro cuerpo, basta mirar el
cuerpo, el gesto, el semblante de una persona para advertir el nivel de comunicación a
que podemos llegar.

Cuando uno se da cuenta del semblante tenso, del semblante contraído, uno sabe muy
bien que la comunicación, el encuentro, la relación, pues va a quedar en las capas más
superficiales. Mientras el cuerpo no esté abierto, mientras el cuerpo no esté...
permeable, no sea poroso, nuestra comunicación, nuestro encuentro, no va a ser de
profundidad a profundidad, no va a ser un encuentro de interioridades, sino que va a ser
un encuentro, posiblemente bastante hosco, y se van a encontrar nuestras
superficialidades, todos nuestros choques, toda nuestra relación rota es síntoma de que
nuestro encuentro ha sido en las zonas más superficiales, en las zonas más epidérmicas
de nuestra vida. Por eso es tan importante silenciar nuestro cuerpo, que todos los
miembros de nuestro cuerpo estén sosegados, estén vacíos, estén abiertos, que todo
nuestro ser sea poroso.

En el silencio, nuestro mismo cuerpo se vuelve... digamos, un poco trasparente y


transmite y devuelve a los otros la luz también que habita en el corazón, que llena de
vida y llena de presencia nuestro cuerpo. Pero esta porción es la porción más... visible,
es la porción más exterior de nuestra vida, la dimensión corporal.

Hay otras porciones que también requieren la urgencia de un silencio, otras porciones
de nuestra existencia necesitan del silencio, la porción de nuestra mente, por ejemplo,
nuestra razón que busca siempre los porqué de las cosas, nuestra razón que siempre está
inquieta y busca reflexionarlo y razonarlo todo, y busca la utilidad y los porqué de
todas las cuestiones.

Dar silencio a la mente, dar silencio a la razón, pues que el hombre racional pero... no
es todo, iba a decir que ni lo más importante. Razonamos las cosas pero después no las
vivimos, reflexionamos las cosas pero después no somos dóciles a nuestra misma
razón, la razón no es la vida del hombre, la razón no es la totalidad del hombre, por eso
es tan importante sosegar la razón, dar calma a la razón, dar calma a nuestros
raciocinios, a nuestro discurrir, a nuestro correr. Algo de esto significa discurrir,
reflexionar las cosas, es como correr en torno de algo, es como agitarse en torno de
algo. Es bueno dar calma a nuestro pensar, es muy importante dar equilibrio y dar
sosiego a nuestro raciocinio, es muy importante dejar que el silencio cunda, que el
silencio invada esta zona que es incansable, en segregar pensamientos, en segregar
razones y raciocinios. Quizás después nuestra mente sea más pulcra, más lúcida, quizás
después nuestra mente acierte mejor, quizás después nuestra mente no se encasille y no
encarcele las cosas en sus conceptos y en sus ideas.

Además de la porción mental existe en el hombre, lo que podríamos llamar la porción


de nuestra voluntad, la porción de nuestros deseos. Esa voluntad se despierta y se
enciende y va como aprisionando las cosas, algunas de las veces podemos darnos
cuenta que lo que vamos viendo lo vamos deseando y deseamos las cosas más distintas,
a veces más opuestas, a veces más dispares. Dar descanso también, dar silencio a
nuestros deseos, casi casi no hay que desear nada, porque siempre que deseamos algo,
nos podemos alejar, siempre que deseamos algo nos podemos separar de nosotros
mismos.

El silencio de nuestra voluntad puede ser el camino también para el encuentro con
nosotros mismos. El silencio de nuestra voluntad puede ser el cauce en el que se
inaugura la aproximación a nuestro corazón.

También es importante dar silencio a otra porción, a otro componente de nuestra vida,
de nuestra existencia, como es el silencio que merece nuestros sentimientos, nuestra
sensibilidad, siempre a punto de explosionarse, siempre a punto de expandirse, siempre
a punto de sentir las cosas.

Nuestros sentimientos son infinitamente variables. Te levantas con un humor grato y


feliz y dichoso y a media mañana o antes pues un sentimiento de temor, un sentimiento
de angustia se puede apoderar de nosotros. En un día podemos vivir inmensidad de
emociones, inmensidad de sentimientos, a veces los sentimientos nos conducen, a veces
los sentimientos nos agitan y nos llevan y nos pueden y nos vencen y nos encadenan,
por eso es tan urgente, tan importante, el sosegar nuestra sensibilidad, el dar calma, el
dar sosiego a estos sentimientos, es como dejarlos un poco en paz.

También es importante el dar sosiego, el dar silencio, el dejar que se silencie nuestra
imaginación, nuestra imaginación que... trabaja incansablemente también. No hemos
pensado una cosa, no hemos escuchado una cosa, ya la imaginación nos presenta con
vivos colores, a veces con grande precisión la imagen de las cosas que... que cuya idea
se ha despertado en nuestra mente. Es incansable, digo, la imaginación hace horas
extraordinarias de trabajo, sería muy ventajoso para nuestra imaginación el darle
descanso, el darle sosiego, el darle calma. Posiblemente nos volveríamos mucho más
creativos, posiblemente nuestra imaginación después del silencio se sentiría más ágil,
más libre, más intuitiva, mucho más creadora.

En tu trabajo de silencio, deja que éste se extienda a todas estas porciones de tu vida,
deja que el silencio vaya invadiendo todo lo que tú eres, todo lo que tú piensas, todo lo
que tú sientes, todo lo que tú te imaginas, también todo lo que deseas. Más allá de todo
esto todavía quedan porciones de tu vida.

¿Quién no ha tenido experiencia de una intuición?


Es otro de los valores, es otra de las porciones también de la vida del hombre. La
intuición se despierta, si te das cuenta, siempre que el silencio ha cubierto... todas las
demás porciones de nuestra vida.

Cuando uno tiene una intuición, cuando la intuición se dispara es porque nuestra razón,
nuestros sentimientos se han sosegado, entonces ella como que se activa, ella como que
se pone en funcionamiento, pero ella no funciona, ella no está en actividad mientras
estas otras actividades nuestras, no le dejen el camino expedito, no le dejen el camino
abierto, entonces sí, cuando nosotros nos silenciamos, nuestro cuerpo también se queda
sereno y en paz y nuestra mente se queda también tranquila y pacificada. Entonces es
cuando la intuición puede empezar a despertarse, a veces es como una luz, es... como
una llamarada; pero es lo bastante para que nosotros veamos algo con... inmensa
claridad, es lo que vulgarmente decimos "caer en la cuenta", caemos en la cuenta de
repente, en ese momento ni hemos pensado, ni hemos imaginado, sino que tan solo
hemos visto algo con claridad.

Detrás de todo este silencio, que a veces nos puede asombrar, nos puede estremecer,
detrás de ese silencio siempre puede ocurrir algo, por lo menos puede ocurrir esto que
nuestra intuición se encienda, funcione y se haga luz, nos alumbre.

Todavía quedan más, el hombre todavía es mucho más. En el hombre hay dimensiones
mucho más íntimas y mucho más profundas, en el hombre existe la presencia de una
trascendencia que está más allá de todos nuestros sentimientos y de toda nuestra razón.
Quizás cuando todo este silencio cubra nuestro corazón, quizás cuando estas capas...
que están más en la epidermis y que están más en la superficie, posiblemente entonces,
precisamente entonces, se encienda, se haga luz, se haga presencia, para nosotros, esas
capas hondas de nuestra naturaleza y de nuestro ser.

Por eso el trabajo del silencio, la actividad del silencio es tan urgente y es tan necesaria,
es tan imprescindible para acercarse a uno mismo. El silencio siempre nos lleva a
nosotros mismos. A veces vamos como yéndonos de nosotros, como escapándonos de
nosotros, como... huyendo de nuestro profundo corazón, cuando nos dejamos llevar de
estos componentes más exteriores, de estos componentes que están un poco a flor de
piel, uno se va de si mismo, a veces, en esas respuestas a los estímulos, de nuestra
epidermis, de nuestra exterioridad.

El silencio es para conducirte a ti mismo, el silencio es para ir hasta ti mismo.

Haz silencio y vete a ti mismo.

Por eso el silencio es... algo que hay que vivir cada día.

Quizás te preguntes que es lo que vas a encontrar en el silencio. En el silencio te vas a


encontrar a ti mismo, casi se podría decir que el silencio eres tú mismo.
Cuenta Cervantes que... en la novela, que un día llegó el caballero a la
Venta y cuando salió la ama y saludó al caballero, éste le preguntó:
- ¿y qué hay para comer? -
y la ventera, con todo el salero, le dijo:
- Lo que traiga mi Señor-.

¿Qué es lo que hay en el silencio?

En el silencio hay... lo que hay en tu corazón. En el silencio hay lo que hay en tu vida,
no hay otra cosa.

Quizás te sorprenda... al iniciar... este camino, que de repente cuando trabajas y buscas
descansar, atender en el silencio, aparecen mil informaciones que van contigo y que
pensabas estaban olvidadas o pensabas no te herían, ni te afectaban y de repente
aparecen recuerdos, aparecen situaciones, aparecen muchos pensamientos. Todo eso no
es extraño a ti, todo eso va contigo y todo eso está bien que aparezca, porque eso es lo
que has de vivir, eso es lo que has de asimilar.

En la vida hay muchas cosas que no hemos vivido bien, en la vida hay muchas cosas
que hemos querido... olvidar y en cuanto hacemos silencio las cosas se nos presentan
como pidiéndonos cuenta, las cosas se nos presentan como diciendo: "aquí estamos, a
ver que haces con nosotras".

Son recuerdos a veces dolorosos, son episodios que no hemos admitido, son episodios
ante los cuales nos hemos resistido a coger y nuevamente se nos hacen presentes en la
primera oportunidad. Su oportunidad es el silencio, porque otras veces no les dejamos
aparecer, el silencio es un momento en el que no existen grandes estímulos, mejor
dicho no existen los estímulos, de alguna manera en el silencio se neutralizan los
estímulos y por eso también se neutralizan, se anulan, nuestras respuestas, y es por eso
que en el silencio aparece lo que va... como... dormido, como... aletargado en nosotros.
En la vida nos distraemos, nos escapamos detrás de esos estímulos, mejor detrás de
nuestras respuestas a los estímulos, pero en el silencio no hay escapatoria, en el silencio
uno no puede marcharse, en el silencio todo se nos hace presente, todo está ahí. Y se
nos hace presente para que lo vivamos, para que lo aceptemos, para que nos hagamos
cargo de ello.

Por eso si en estas horas, en estos momentos en los que una situación de amargura, de
desazón, de azoramiento se nos hace presente y lo tenemos, podemos levantarnos y
buscar distraernos. Frecuentemente los hombres hacemos esto, cuando hay una
preocupación decimos pues: "vamos a distraernos, vamos a dar un paseo, nos vamos a
tomar un café"; pero aquel problema no queda resuelto, aquel problema queda orillado,
queda como aparcado y en la primera oportunidad, otra vez, se nos hace presente. Te
sientas, haces silencio y si no haces esta práctica, pues vas a acostarte o estás esperando
el autobús, estás un momento silencioso y posiblemente otra vez, te vuelve, y te vuelve
a reclamar que le atiendas.
El silencio, por eso, es profundamente curativo, es profundamente pacificador, porque
esas situaciones sin resolver, esas situaciones, que van como alojadas, que van como...
metidas en nuestra propia historia y en nuestra propia vida, se nos hacen presentes con
el afán de que nosotros las vivamos, de que nosotros las aceptemos, de que nosotros nos
hagamos cargo de ellas. Por eso no es justo, no es solución el escapar del silencio. Uno
no puede escapar de si mismo, y está bien eso, está bien que sea así. Por eso, cuando
llegue la hora del silencio, cuando llegue la hora en la que alguna situación de tu vida
se te haga presente, busca el vivirla, busca el asimilarla, busca el aceptarla, todo se
supera cuando se acepta, todo se supera cuando en el silencio se mira, se ve, se digiere
y se pacifica. El silencio así nos salva, en el silencio se redime todo, en el silencio se
cura todo, en el silencio nace todo. Deja en el silencio que todo se asiente, deja en el
silencio que todo se vaya posando.

Cuando hace mal tiempo, cuando el tiempo está revuelto, cuando hay tormenta,
miramos al cielo y decimos: “pues, no acaba de asentar” cuando el tiempo asienta, la
atmósfera está limpia, el cielo está despejado, y como que todo se llena de vida.

Cuando una mujer está en estado y va al médico y el ginecólogo le dice: “pues ya se ha


asentado” la mujer escucha eso con profunda alegría, se queda tan a gusto, porque todo
se ha asentado.

Cuando un adolescente, está agitado, está lleno de alteración, pasa el tiempo y la gente
dice: “parece que ha sentado la cabeza” y como que se le ve... lleno de equilibrio, lleno
de mayor serenidad, lleno de vida.

El silencio es para que todo se asiente, para que las cosas que están... fuera de su lugar,
se vayan encajando. Cuando todo se asienta todo se vuelve equilibrio, cuando todo se
asienta todo se vuelve serenidad.

Ya ves lo que pasa con un vaso de agua revuelta, coges un vaso de agua revuelta le
dejas un rato y se va posando y se va volviendo trasparente, se va volviendo limpia.

En el silencio, verás como también todo lo que en un momento de agitación... se nos


presenta, irás comprobando como se va asentando, como todo se vuelve transparente.

Después de una tormenta, después de una lluvia aparecen las montañas en el horizonte
y nacen miles de fuentes. Cuando en el silencio toda esa agitación, toda esa turbación se
va posando, se va asentando, verás como aparece un paisaje interior lleno de armonía,
lleno de esperanza, lleno de silencio, pero también en ese lleno, en esa llanura de
silencio existe una llanura de paz, y aparecen las fuentes, aparece el manantial que está
en lo hondo de tu corazón, la atmósfera queda limpia cuando llueve y el horizonte
parece más despejado.

Tras del silencio, tu corazón también estará más despejado, tras el silencio tu corazón
también será un manantial, tras el silencio recobrarás la vida, recobrarás la plenitud de
tu ser. En el silencio vas a aprender también una cosa que puede ser de mucho interés
para ti. El hombre suele vivir... vivimos los hombres cargados de dependencias, del
mundo, del cosmos, de la creación, de los otros... en el silencio vas a aprender que
sobretodo dependes de ese soplo. En el silencio vas a aprender que en ti hay cuanto
necesitas, que no careces de nada, que no tienes que buscar nada lejos de ti, que no
tienes por que buscar nada que esté fuera de ti. En el silencio se te revela que todo está
en tu corazón, que todo está ahí, al otro lado de tu piel, muy cerca de ti.

Siempre que buscamos algo fuera de nosotros, nos alejamos, nos distanciamos y nos
separamos de esa presencia, que en el fondo nos basta para vivir, que es lo primero, que
es lo más imprescindible, que es ese soplo de la vida. Si deseas algo que está más lejos,
puedes distanciarte del soplo, de la vida, de la presencia, de lo que te inunda, de lo que
te llena, de lo que te abastece.

Si te separas de ti entonces te destruyes, si te separas de ti, entonces creas una división,


en el silencio todo se puede reintegrar, todo se puede unificar, en el silencio todo se
puede armonizar, en el silencio vas a aprender que no te recibes de nadie, ni de las
opiniones de los otros, ni del reconocimiento de los otros incluso... casi, casi... iba a
decir que no te recibes del amor de los otros. Es posible que te suene a una exageración,
pero atiende a tu vida, atiende en el silencio a este soplo y verás que te recibes, que
sobretodo te recibes de él, no de lo que los demás piensen, de lo que los demás hablen,
de lo que los demás valoren, sino que te recibes de ese soplo, de esa presencia, de ese
viento, de ese Dios.

En el silencio aprendes que te recibes de ti mismo, en el silencio aprendes una


autonomía que te da libertad, en el silencio vas a vivirte lleno de seguridad, sin ninguna
dependencia, no vives a expensas de nadie, no tienes porque vivir en dependencia de
nada. Te recibes de una fuente, de una presencia, de un soplo, de un viento que no te
falta. En el silencio te recibes de ti mismo.

¡Comprueba esto! ¡Verifícalo día tras día! y verás como florece en ti la libertad, verás
como renace en ti la autonomía, verás como renace en ti la firmeza, la armonía, la
seguridad, verás como renace en ti una paz que no tiene fin.

La tierra está llena de vida. Los bosques, las plantas, los animales, los peces del mar,
los pájaros del cielo, la vida está acompañando este universo, y todos estarán asistidos
por la vida, los árboles, los vegetales, las plantas, los peces, todos los animales. Todos
están asistidos y acompañados por una vida que no les deja, por una vida que no fenece,
por una vida que no acaba.

La vida nunca ha abandonado este cosmos. La vida nunca se ha desinteresado de este


Universo. La vida siempre se eterniza.

En el silencio uno se abre a esta vida, porque se abre esta presencia íntima. En el
silencio ábrete a la vida!. La vida lo ha alumbrado todo, no hay más que recibirlo, no
hay más que estar atento, no hay más que darse cuenta, la vida brota en el cosmos, día a
día, la vida brota en esta tierra, cada día, en cada estación, la vida se siente, la vida no
se piensa. A veces nosotros, no hacemos más que pensar en la vida, pero pensar en la
vida no es vivirla, la vida es para sentirla, la vida es para tocarla, la vida es para dejarse
atravesar por ella, la vida no se mete en unos conceptos; meter en unos conceptos la
vida es casi encarcelarla, es como infartarla, es como limitarla. A la vida hay que
dejarla suelta, a la vida hay que dejarla libre, la vida queda libre en el silencio, la vida
queda en holgura y en libertad cuando uno verdaderamente hace silencio, entonces la
vida se expande, se expansiona más allá de nuestras previsiones, más allá de nuestra
esperanza. Pero nosotros seguimos empeñados en pensarla, en reflexionarla, en
encarcelarla, es un modo de aprisionar la vida, es un modo de recortar la vida, es un
modo... casi, casi... de infartar la vida.

No somos nosotros los que guiamos a la vida. A veces nosotros, en este empeño, que
preside muchos de nuestros movimientos quisiéramos reconducir la vida, reconducir el
amor. En el silencio vas a aprender que la vida no se conduce, nos conduce la vida, nos
guía la vida, como no podemos conducir el amor, no podemos maniobrar sobre el amor,
es mejor dejarse guiar, es mejor dejarse conducir, dejarse llevar, ser dóciles al amor, es
mejor también dejarse conducir y dejarse llevar por la misma vida, es mejor dejarse
guiar por el silencio, es mejor dejarse llevar por él, es bueno ser dóciles al silencio.

Ser dóciles al silencio es como ser discípulos del silencio, ser discípulos del silencio
significa... ser libres para vivir.

En el silencio dejar que la vida vaya manando, dejar que la vida crezca, que la vida se
desarrolle, que la vida disfrute de libertad, en el silencio se borran todos los recortes
que pueden aprisionarla, en el silencio se crea la atmósfera libre y propicia para la vida.

No es que Dios evite al hombre, no es que


Dios nos dé la espalda a nosotros. Dios
está escondido, como ... despertando en
nosotros un deseo profundo por Él.

Dios está en lo más oculto, en lo más


hondo, en lo más íntimo del ser humano.

El hombre es como una tierra, el hombre


es como la tierra, el hombre es de tierra y
en las capas superficiales, nunca se...
percibe, nunca se... averigua, nunca se da
uno cuenta de lo que puede haber en las
capas más hondas y más profundas. En las
capas más hondas está el manantial, están
las fuentes, en las capas más hondas puede
haber tesoros, en las capas más profundas
de la tierra hay tesoros, está la mina, están
las minas. En las capas más profundas de nuestra tierra también hay manantial, en las
capas más profundas de nuestro ser también hay un tesoro, también hay oro escondido,
tu Dios es un Dios escondido, tu manantial, tu vida está escondida, en lo hondo, en lo
profundo de tu ser.
Dejarse seducir no es fruto de nuestro razonamiento, no es reflexionar, no es dar vueltas
entorno de una cosa, entorno de una idea, entorno de un pensamiento, no es divagar, no
es cavilar, no es asunto de la razón. Dejarse seducir es asunto íntimo, es asunto de la
interioridad, es asunto del corazón, es dejarse arrastrar por lo profundo, es dejarse
arrastrar por lo más bello, es dejarse arrastrar por el corazón. Es una función del ser, no
es una función de la cabeza, no es función del cerebro, no es función de la razón, del
razonamiento, es fruto del silencio. Por eso en las horas de silencio, en el tiempo de
silencio, el contacto con la palabra, el contacto con la presencia de Dios en la palabra,
puede ser decisivo y puede ser fundamental.

El profeta Jeremías nos confiesa, nos dice, como él se ha sentido, como se sintió
seducido por Dios, él lo expresaba de esta manera:"Tú me has seducido y yo me he
dejado seducir" (Jr 20,7). El silencio conduce a una auténtica seducción. Cuando algo
nos seduce, nos arrastra. Cuando algo nos seduce, nos lleva, nos conduce. Dejarse
seducir no es... una... oportunidad, o una gracia de nuestra razón. Muchas cosas nos
convencen, muchas cosas... nos reflexionamos y despiertan una profunda convicción en
nosotros, pero no nos arrastran, no nos conducen, no nos lleva.

El silencio es un modo, es una manera de hacerse presente, de hacérsenos presente y


sólo cuando algo se hace presente nos puede arrastrar, sólo cuando algo se hace
presente nos puede seducir, sólo cuando algo se hace presente nos puede llevar.

El silencio es atención, el silencio es presencia, el silencio se vuelve evidencia.

Para que algo nos pueda seducir es imprescindible el silencio, para que algo nos pueda
seducir es imprescindible no dejarse... agarrar, no dejarse prender por ninguna cosa,
para dejarse seducir es imprescindible el permanecer como... como indefensos. En el
silencio uno se queda indefenso, en el silencio uno no razona, en el silencio uno no
piensa, en el silencio uno vive, no es imprescindible el pensar para vivir. La vida no se
piensa, la vida se vive, la vida se disfruta, la vida se goza.

A veces el hombre, en este afán de dar preferencia a la razón, todo lo quiere razonar,
todo lo quiere... encarcelar en sus pensamientos, encancelar en sus ideas y en sus
conceptos. Nuestros pensamientos lo que hacen es interferir las cosas, interferir el
encuentro con las cosas. Cuando algo se interfiere entre nuestros ojos, entre nuestra
mirada y las cosas, entonces no acertamos a ver con lucidez, con pulcritud, con
claridad. Cuando nuestros pensamientos interfieren también entre las cosas, entre los
objetos y nosotros, nuestro contacto con los objetos no es preciso, no es pulcro, no está
lleno de luz. Cuando algo es evidente no hay que pensarlo, cuando algo está presente no
hay que razonarlo, cuando algo está presente es evidente, sólo hay que acogerlo,
mirarlo, vivirlo y disfrutarlo.

En el silencio todas las interferencias se deben de caer, deben de borrarse, deben de


orillarse.

El silencio es para dejar lúcida, dejar transparente nuestro corazón, nuestra conciencia,
nuestra vida.
En el silencio es para que todo se haga evidencia. En el silencio es para... el silencio es
para que Dios, de alguna manera, se haga evidente.

Una cosa nos seduce cuando nos llena. Hay palabras que nos llenan, hay palabras que
nos dejan indiferentes, hay palabras que no hacen más que rozar nuestros oídos, pero
hay palabras que llegan a lo profundo, que llegan a lo hondo de nuestro corazón. Estas
palabras son las que nos pueden seducir, estas palabras son las que nos pueden
arrastrar, las palabras que llegan a lo más íntimo de nuestro corazón, dejarse arrastrar
por lo profundo, no por lo superficial, no por lo exterior, no por lo que está en la
periferia, dejarse llevar por lo íntimo, es lo que pasa al iceberg, esa inmensa montaña de
hielo. Esa inmensa montaña de hielo se mueve en el océano, no por el viento, no por la
tormenta que está en la superficie, le lleva, le conduce las corrientes profundas del mar,
las corrientes hondas del océano, as¡ debe ser el hombre, el hombre debe ser como un
iceberg, un iceberg al que no conducen, al que no llevan los vientos de la superficie
sino que, al que conducen, al que arrastran las profundidades, la fuerza de lo íntimo, la
fuerza de la vida, la fuerza que está en lo hondo del ser.

Cuando una palabra nos toca, cuando una palabra... resuena en nosotros, en la práctica
del silencio lo que hay que hacer es dejarla resonar, escucharla muchas veces,
escucharla siempre, dejarla que suene, que eternamente suene dentro de nosotros, sin
pensarla, sin razonarla, sencillamente escuchándola. Que no te distraigan tus
pensamientos, que tus reflexiones no aprisionen esa palabra, deja en libertad la palabra,
déjala sonar.

Los sonidos llegan a nosotros y mueren en nuestros oídos, pero permanecen en nuestro
corazón. Cuando uno escucha un sonido, el sonido se pierde y muere en la exterioridad,
pero el sonido puede resonar, seguirnos resonando profundamente dentro, ha muerto
fuera y el sonido queda dentro.

La palabra muere también al sonar en nuestros oídos, pero el sonido, la sonoridad de la


palabra, que es como la sonoridad de la vida, permanece en lo hondo y en lo profundo
del corazón. En el silencio deja que la palabra suene, hacer silencio puede ser escuchar
incesantemente esa palabra, escuchar el murmullo, escuchar su rumor dentro de
nosotros. Esa palabra que no está lejos, esa palabra que no viene de fuera incluso, esa
palabra que ya está dentro y por eso cuando suena en nuestros oídos, resuena en lo
profundo del corazón.

La palabra de Dios no está lejos, no está al otro lado del mar, no hay que hacer un viaje
buscándola, la palabra de Dios está en tu corazón, está en tus labios, está en tu boca,
está en lo más íntimo de ti.

En el silencio uno se expone a la fuerza de la palabra, en el silencio uno se deja


conducir por ella.

Una sencilla palabra, una humilde palabra, puede ser lo bastante para conducir la vida
entera. Una palabra cuando va madurando en el corazón, cuando va creciendo, puede
arrastrar toda nuestra existencia, una palabra puede ser lo bastante para llenar nuestro
corazón, una palabra escuchada en el silencio, una palabra... que se hace también
silencio, una palabra que en el silencio se hace vida, una palabra que en silencio nos
transporta, nos lleva, nos fecunda, y nos llena de su energía, una palabra que en el
silencio se vuelve plenitud, una palabra que en el silencio te vuelve: tú mismo.

El silencio puede hacer nuevas todas las palabras. A veces las palabras son rutinarias,
excesivamente escuchadas, excesivamente oídas, quizás nunca escuchadas en silencio,
quizás nunca recibidas en el silencio, porque el silencio tiene este poder, tiene esta
fuerza, el silencio puede devolver y llenar de vida las palabras y as¡ las palabras
entonces nos conducen y nos llenan a nosotros también de vida.

En el silencio dejar... que en ese resonar la palabra, haya como una especie de
acunamiento, el silencio es para acunar, la palabra que... nos llega, que nos alcanza, que
nos toca, que resuena.

La palabra necesita siempre del silencio, la palabra no se puede escuchar, no puede ser
fecunda, no puede llegarnos sino es en el silencio, el silencio que a veces es como un
vacío, el silencio que a veces es como un auténtico vaciamiento, pero sólo en ese vacío,
sólo en esa especie de vaciamiento puede resonar la palabra, no se puede hablar si no es
con la boca vacía, no se puede cantar con la boca llena, no se puede escuchar sino es
con el corazón en silencio, no se puede acoger sino es con el corazón vacío.

En nuestro corazón, en el hondo de nuestro corazón, existe una palabra, en el hondo de


nuestro corazón esa palabra necesita del silencio para volver a sonar.

Hay una leyenda... una leyenda árabe...


"El enamorado no hacía más que... decirle, gritarle casi a su
enamorada:
- ¿Dónde estás? -decía el enamorado-
- ¿Dime dónde estás? si estás en el mar, yo... me haré un pez e iré junto
a ti.
Y la enamorada guardaba silencio.
Y él seguía diciendo: -¿Dime dónde estás? porqué si estás en el monte,
si estás en la montaña yo me haré una liebre y correré junto a ti.
Y la enamorada seguía guardando silencio.
Y él volvía a decir: -¿Dime dónde estás? porqué si estás en un árbol,
yo... yo me haré un pájaro e iré volando junto a ti.
Y de repente... en ese espacio de silencio, en lo hondo de su corazón,
escuchó una voz:
- No sigas, no sigas, estoy dentro de ti.”
La palabra está dentro también de ti, sólo necesitas el silencio. En tu silencio esta
palabra volverá a renacer, en el silencio esta palabra hará tu vida, en el silencio esta
palabra te conducirá, en el silencio esta palabra será tu seducción. Yo creo que tenía
razón, que tiene razón Jeremías, cuando le dice a Dios: “Me has seducido y yo me dejé
seducir". Un silencio en el que tú te sientas... tú te puedas sentir seducido, arrastrado y
conducido por lo absoluto, por lo más maravilloso que hay en tu corazón. No para que
te seduzca lo que está fuera, sino para que te seduzca la vida que te habita, para que te
seduzca la vida que está dentro, un silencio para que ames la vida... que te inunda y te
llena, un silencio para que seas tú mismo.

Cuando María, después de haber recibido el anuncio de que concebiría en su seno... a


Jesús, fue a visitar a su prima Isabel; se nos
dice que... (lo confesó Isabel) que en su seno
había dado saltos de alegría la criatura que
llevaba allí, Juan Bautista.

A veces las palabras pueden remover todo lo


que hay en nosotros.

Una palabra cuando nos toca, cuando nos


hiere, cuando somos vulnerables a ella,
realmente remueve todo lo que hay en lo
hondo de nuestro corazón. Todo lo que bulle
dentro, puede despertarse cuando una
palabra nos toca.

Algo de esto creo que le pasó a Isabel. La


presencia de su prima, de María, hizo que en
ella se despertara y se removiera su
profundidad, ese sentir que daba saltos de
alegría, el niño que llevaba dentro, es una
manera de decirnos que todo su corazón, toda su profundidad se había removido.

En el silencio existe la ocasión, existe la oportunidad... de que nosotros des-pensemos


todo lo que hemos ido añadiendo a las palabras, todo lo que hemos ido razonando,
imaginando, sintiendo y pensando en torno de ellas.

Cuando pensamos demasiado las palabras, cuando les damos demasiadas vueltas, las
palabras como que las manchamos, las palabras como que se salpican de algo que les
entorpece para llegar con verdad y llegar con nitidez, con toda pulcritud a nuestro
corazón.

En el silencio, las palabras puedan quedar en su propia desnudez, sobretodo cuando es


una palabra como... como esta palabra que llamamos y que decimos, que confesamos
como palabra de Dios, que nos puede alcanzar en toda su profundidad y en toda su
autenticidad.

El silencio devuelve a las palabras su inocencia y de alguna manera les devuelve como
una especie de... diríamos de... virginidad. Todas esas manchas, todas esas salpicaduras
de nuestros raciocinios, de nuestras cavilaciones, se silencian, las abandonan y se queda
la palabra en su pura desnudez, sin nada que le entorpezca para penetrar y para
transportar a nuestro corazón la presencia, la verdad, lo auténtico, lo que en el fondo
ellas nos quieren y nos pueden comunicar.

En el silencio, estas palabras, no sufren las interferencias de nuestros deseos, no sufren


las interferencias de nuestras reflexiones, en el silencio estas palabras llegan pulcras y
nítidas.

Os decía, que como una palabra virgen que puede tocar también la virginidad del
corazón, quiere decir que puede tocar la pureza, la veracidad, lo más auténtico, lo más
autóctono que es tu propio interior, donde nada está dañado, donde todavía nada se ha
deteriorado, donde todavía la verdad es verdad, donde todavía el silencio es puro
silencio. En el puro silencio es donde esta palabra puede resonar en toda su amplitud y
en toda su verdad y trasmitirnos lo auténtico y a la vez despertar lo auténtico.

Que bien, que bien lo expresa Isabel cuando dice que en su seno dio saltos de alegría su
hijo. Que bien cuando en el silencio algo que va dentro también da saltos, también
empieza a despertarse, también empieza a bullir, el silencio es como un seno, el silencio
es una profundidad, el silencio es como una hora de alumbramiento. En el silencio nada
nos pasa inadvertido, en el silencio nada es sin importancia, en el silencio se vuelve
sonora la vida, en el silencio se hace sonoro el corazón, en el silencio da saltos de
alegría la vida, en el silencio dan saltos de alegría los mejores sentimientos, los mejores
deseos, no los deseos de nuestra superficie, no los sentimientos de nuestra epidermis, de
nuestra sensibilidad exterior, epidérmica, sino los sentimientos inocentes, los
sentimientos autóctonos, los sentimientos verdaderos.

Deja que en el silencio esta sonoridad del ser se acerque a tu corazón, se despierte
dentro y de saltos de alegría tu vida.

En el silencio despoja la palabra de lo que tus pensamientos y tus reflexiones han ido
sobreañadiendo y le han ido, de alguna manera, estorbando para que toque tu raíz, para
que toque tu corazón, para que te diga la verdad, para que se haga presente la verdad
que transporta, la verdad que quiere verter en tu interior.

En el silencio devuelve la inocencia a la palabra, en el silencio deja que la palabra sea


sólo palabra.

Son estas palabras de Jesús, una invitación a la interioridad, una invitación a entrar
dentro de la casa.

El hombre es una casa, pero es una casa que no está deshabitada, es una casa que está
habitada. Los cristianos confesamos esto muchas veces, cuando llega la hora de la
comunión, confesamos diciendo que somos casa y le decimos a Dios que no somos
dignos de que entre en nuestra casa.

Ten en cuenta esto, tú eres una casa, pero una casa que está habitada, una casa que está
llena de vida, una casa que está inundada de una presencia. No se sabe porqué y el caso
es que cuando una casa está deshabitada es una casa que... pronto se deteriora, pronto se
derrumba. Está bien en advertir que somos una casa y una casa habitada.

El silencio es para entrar dentro de esta casa, el silencio es para tomar conciencia de
esta casa, uno puede estar eternamente asomado a la ventana sin enterarse de lo que hay
en la casa, uno puede estar eternamente en el exterior sin darse cuenta de que en su
corazón, en las capas más profundas de su ser existe una vida y existe una presencia.

Una de las primeras revelaciones del silencio, es el advertir que uno no está sólo, es el
darse cuenta de que está lleno de otro, es el darse cuenta de que en nosotros existe otro,
de que en nosotros está Él, de que en nosotros está Dios, en definitiva.

Me gustaría en este breve momento explicar como practicar el silencio. Es muy


importante tomar en cuenta el cuerpo, este cuerpo que es nuestra casa, es muy
importante adquirir el compromiso con el cuerpo. Muchas veces quizás... lo hemos
desatendido, o le hemos dado una importancia en otra dirección, tomar en cuenta el
cuerpo para advertir que es un cuerpo habitado, es un cuerpo inundado de energía, es un
cuerpo inundado de una presencia y es muy importante a la hora de practicar este
silencio encontrar una postura que refleje, que exprese, precisamente esta presencia.

Cuando alguien nos da una taza de café, podemos advertir si en esa manera de darnos el
café, en ese gesto se nos entrega su corazón, se nos entrega su bondad o es un gesto
mecánico, es un gesto de indiferencia, es un gesto con el que busca dejarnos de buen
humor y por eso es tan importante que el gesto de estar sentados, el gesto de estar en
silencio refleje también la condición de nuestro interior.

A través del cuerpo nosotros expresamos nuestra manera de estar por dentro, nuestro
cuerpo refleja pues... si hay tensiones, nuestro cuerpo refleja si hay armonía, nuestro
cuerpo refleja si hay agitación, nuestro cuerpo refleja si hay serenidad, nuestro cuerpo
refleja si hay turbación, todo se expresa a través de nuestro cuerpo, a través de esta casa
que somos.

El cuerpo no miente nunca y por eso expresa estos estados íntimos, con una grande
fidelidad, con una grande veracidad.

Un gesto que te puede ayudar para practicar el silencio, pues es el gesto de estar
sentado, con la columna vertebral en vertical, bien sentado, sentado sobre esta tierra,
sobre este suelo, pero con la cabeza hacia el cielo, y buscando la inmovilidad, no como
un gesto de pasividad, la inmovilidad nunca es pasividad, la inmovilidad es un
movimiento que se expresa de esa manera, esa forma de quietud, pero nunca la
inmovilidad es pasividad porque si realmente estuviéramos pasivos cuando estamos
sentados pues estaríamos apoltronados como... como un saco de arena que se cae,
nuestra postura sentados, con la columna vertebral erguida, quiere decir, vertical,
expresa presencia, expresa atención y expresa ese estado interior con el cual queremos
nosotros encontrarnos profundamente, y toda tu atención debe de descansar, puede
descansar en el gesto, en el primer gesto que hizo Dios con el hombre.
Lo primero que Dios hizo con el hombre fue soplar sobre él, tomó arcilla, tomó barro,
formó el cuerpo y después Dios sopló sobre ese cuerpo y desde aquel momento el
cuerpo se llenó de vida, y por eso la atención a eso que hizo en primer lugar Dios pues
puede ser un gesto, una atención, a algo muy fundamental.

Por otra parte es la atención a algo que está dentro de nosotros, no es la atención a lo
que está fuera, sino la atención a algo íntimo, algo nuestro.

Atender al soplo es como atender, es como estar presentes, es como estar atentos al que
nos llena de la vida y es bueno detener nuestra atención en lo que es fundamental, es
bueno detener nuestra atención a lo que es bello, es bueno detener nuestra atención a lo
que es vital, y vital es ese soplo, es lo más cotidiano, es lo más ordinario, es lo más de
cada momento, pero precisamente por eso, porque es lo más cotidiano, porque es lo
más ordinario, lo más familiar por así decir, pues necesitamos nosotros descubrir ahí lo
más extraordinario y lo más maravilloso, llenarse de asombro porque uno respira,
llenarse de asombro porque Dios nos respira, en realidad no somos nosotros los que
respiramos, pues nosotros podemos hacer poquísimo, nosotros no podemos maniobrar
sobre la respiración, nosotros no podemos... manipularla, tan sólo podemos hacer una
cosa, mejor tan sólo debemos de hacer una cosa y es recibirla, acogerla, sosegadamente,
confiadamente, serenamente, estar atentos a la respiración, estar atentos al soplo, es
como estar atentos a Dios, sin ninguna imagen, no hay que imaginar la respiración, no
hay que imaginar a Dios, a Dios no se le puede imaginar, y no tenemos porque
imaginar la respiración, este soplo, este soplo hay que sentirlo, no hay que pensarlo,
hay que sentirlo, sentir la respiración es como sentir la vida, sentir la respiración es
como sentir a Dios, sentir la respiración es como sentir a lo absoluto.

Pueden ocurrir muchas cosas, cuando practicas este silencio, cuando dedicas tu
atención, cuando te detienes y te paras en la respiración. Puede ocurrir que en seguida
te vayas a... otro sitio, que enseguida te sientas reclamado por mil recuerdos, por mil
pensamientos, por mil informaciones, pero si quieres practicar el silencio, si quieres
aprender silencio debes de volver otra vez, enseguida, en cuanto lo adviertes, en cuanto
te das cuenta que te has ido, volver otra vez a tu soplo, al soplo de Dios, al soplo que
está ahí, al soplo que nace ahí, al soplo que sin tú hacer nada está brotando de tu
corazón, de tu ser, de tu profundidad.

Job le llega a decir a Dios, se llega a expresar ante Él, después de comprobar su propio
soplo, su propia respiración, le dice a Dios:

"Si tú retiraras el soplo, todo volvería a ser polvo"

toda la creación respira, respiran las plantas, los árboles, las flores, respira hasta la
misma tierra. La tierra tiene necesidad del aire para ser fértil, el labrador sabe muy bien
esto, el labrador abre la tierra, para que se airee, para que se llene de esa vida que se
transporta, que nos trae siempre el viento, el soplo, el hombre también necesita de este
soplo, todo volvería a ser polvo, la creación entera volvería a ser polvo y el hombre
también volvería a ser polvo si Dios retirara este aliento, si Dios retirara esta
respiración.
Comprueba en este tiempo de silencio, comprueba que Dios enteramente se dedica a ti,
hay uno que se ocupa de ti, hay uno que está ocupándose de ti, uno siempre se ocupa de
ti, a veces el hombre sufre, se entristece, porque nadie se dedica a él.

En el silencio vas a aprender esto, en el silencio te vas a dar cuenta de esto, Uno
siempre se dedica a ti, Dios siempre está contigo, Dios nunca retira su aliento de ti, te
pueden faltar las cosas, te pueden abandonar los amigos, pero hay Uno que nunca te
abandona y es el soplo, este soplo siempre te acompaña, este soplo siempre te da la
energía, este soplo siempre te llena de vida.

Quizás un día también aprendas tú a dar la vida a los otros, si viendo como este se
ocupa de ti, si viendo como el soplo se dedica y se entrega a ti, quizás tú también vayas
aprendiendo a ocuparte de los demás, a los demás también les damos la vida cuando
nos ocupamos de ellos, a los demás también les llenamos de una presencia cuando les
ofrecemos nuestra atención, y en este ir y venir del soplo, aprende a abandonarte.

Primero recibes la fuerza, recibes la energía en el momento de la inspiración, pero


después en la expiración entrega y ofrece, y abandona, abandónalo todo en la confianza
de que todo te va a volver, de que todo vas a volver a recuperarlo. La expiración es
como la muerte, pero siempre más allá de la expiración, siempre después de expirar
compruebas que otra vez renace en ti la vida, otra vez compruebas que el soplo retorna
hacia ti, es un modo de aprender que nada se acaba, es un modo de aprender que la vida
sigue, que en la vida está presente la muerte, pero que es como otra cara, es como otro
semblante. Expiración, inspiración todo renace tras de la inspiración, todo revive más
allá de esa inspiración, todo revive en tu corazón, nada se destruye, nada se acaba, nada
termina.

Si Dios retirara su soplo todo volvería a ser polvo, pero vas comprobando que Dios
nunca retira su soplo de este mundo, nunca nos ha abandonado el viento, el aire, el
soplo, la respiración, puedes salir a la vida y respirar, puedes salir al campo, a la
montaña, y respirar, puedes salir a la calle y recibir en tu semblante el frescor del
viento, que es el frescor de la vida.

Si Dios retirara su soplo todo volvería a ser polvo, pero apréndelo, aprende que Dios ha
decidido no retirar el soplo de tu cuerpo, de tu casa, de tu corazón, el soplo siempre va
contigo.

Tú mismo eres un soplo, tú mismo estás lleno de ese soplo, tú mismo estás inundado de
respiración y de vida.

Creo que es una de las palabras que pueden resonar en un grande silencio, dándonos,
concediéndonos, entregándonos, una grande alegría y una grande confianza en la vida.
Escúchalas también en tu corazón, escucha en lo más íntimo de tu ser, estas palabras,
alguien que puede decirte de verdad y siempre:"Yo estoy contigo".

En la vida nadie está desasistido, en la vida nadie está desamparado, a veces los humanos
sufrimos, nos desanimamos, nos entregamos a... la tristeza y al desaliento porque pensamos
que nadie se interesa por nosotros, pero es una suerte, es una gran suerte, una grande
alegría, el poder escuchar dentro, en el silencio alguien que dice:"Yo estoy contigo".

La vida te asiste siempre.

Hay alguien que siempre te asiste y te acompaña, como acompaña al cosmos entero.

La vida acompaña a esta tierra. La tierra está llena de vida.

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