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JUL/2018

El mal viaje

Por. Julián

Sentado va, con la cara contra el viento.

Mientras atraviesa el espacio, el aire golpea su rostro. Pero esos ojos rojos y sus labios

secos no se deben al aire árido y sucio de la ciudad, no, esa sonrisa lo delata. Va en silencio,

ni el ruido de los autos, ni el de las sirenas lo distraen. Va recorriendo también sus

pensamientos. Ya se ha ido el humo, solo queda esa nube de ideas, densa y lenta, la que

queda después de los pipes con los amigos.

Él quería quedarse un rato más, pero no pudo. Sabe que la cosa “esta cabrona” pero igual,

le gusta el parque, la calle. Además ¿Dónde más?

Sentado va, con la cara contra el viento. Sigue su camino, ya saben, el tiempo pasa lento.

Le da sed, pero ahora no es un buen momento. Ya tomará algo al llegar.

Estaba en el parque porque en su casa no puede, que huele feo – le dicen. En la escuela

tampoco lo ha podido hacer, están de vacaciones y no quiere tener ningún problema ahora

que aumentaron la vigilancia. Prefiere salir a caminar, a pasear, a pesar de los riesgos a

los que se expone.

Sentado va, el viento ya no golpea su cara. Sabe que ha llegado, pero se queda sentado.

Ya no se escuchan los autos ni las sirenas. Mientras espera, en su lugar, su sonrisa lo

delata. Va en silencio, solo se escuchan unas puertas abrir y cerrarse mientras una voz lo

saca de sus pensamientos. Muy bien joven, hemos llegado por favor acompáñeme – le dice

un oficial de policía – mientras lo jala de su lugar.


Él quería quedarse un rato más, pero no lo dejaron, se lo llevaron. Sabe que la cosa “esta

cabrona” pero igual, le gusta el parque, la calle: echar la caminera. Además, en su casa no

lo dejan. Como dicen, consumir es un privilegio para los que tienen departamento. En el

camino pensó ¿Sería diferente si fuera legal? ¿O más bien si no fuera inmoral?

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