aD
partidarios de una educaci6n universal, incluso
las ninas.
los clientes Hegaban y se iban segun iba transcu-
rriendo la tarde. La mayorfa hablaba dari. el idioma,
que Parvana conocta mejor. Ella entendia bastante si
uutiluzaban el pastiin, pero no todo. Sus padres domina-
ban tambien el inglés. Su padre habia ido a unauniver-
sidad en Inglaterra. Eso fue hace mucho tiempo.
HI mercado era un lugar muy concurrido. Las hom-
bres hacian Ia compra para sus familias y los comercian-
tes vocesban sus mercancias y servicios. Algunos, como
el vendedor de té, tenian su propio tenderete. Puesto que
no podia moverse de su sitio, empleaba a algunos chicos,
‘quecorrian de un lado para otro por ellaberinto del mer-
cado llevando té a los vendedores que tampoco podian,
‘abandonar sus puestos.
sso pod:
Te habria gustado pasear por
calles sinuosas tan bien como conocfa las cuatro pare-
des de su casa,
Su padre se volvié para mirarla.
—Preferiria verte en el patio de una escuele.
Se dio de nuevo la vuelta para llamar la atencion de
los viandantes.
iScescribe!
tosala vental
Parvana fruncié el cefto, Sino estaba en la escuela
no era por su culpa! Tambien ella habria preferido eso
2
hacerlo yo—susurré Parvana.
{Se leet 1Pastiin y darit ;Preciosos objc~«a estar ineémodamente sentada en la manta, hacién-
dose polvo la espalda y el trasero. Echaba de menos
a sus amigas, su uniforme azul y blanco, y aprender
‘cosas nuevas todos los dias.
La historia era su asignatura favorita, en especial
la historia de Afganistén. Todo el mundo habia pasa-
do por su pais. Los persas habian llegado hacia 4 mil
aiios. También Alejandro Magno, y luego los griegos,
Jos arabes, los turcos, los ingleses y, por iltimo, los so-
vigticos. Uno de esos conquistadores, Tamerlin, que
procedia de Samarkanda, decapitabe a sus enemigos
y amontonaba las cabezas en grandes pilas, como me~
Jones en un puesto de fruta, Toda aquella gente ha-
bia llegado al hermoso pais de Parvana para intentar
apoderarse de él, ;pero los afganos los hebian echado
apatadas!
Y ahora su pais estaba gobernado por Tas miliclas
talibanas, Eran aiganos y tenian ideas muy definidas
acerva de cGmo deban funcionar las cosas. Al princl-
pio, cuando tomaron la capital, Kabul, y prohibieron
alas ninas acudir al colegio, Parvana fo se Jo tomo
demasiado mal, Paltaba poco para un examen de erit-
‘mética queno habia preparado, y volvia atener probie-
‘mas por hablar en clase. La profesora iba a enviar una
nota a su madre, pero os talibanes so adelantaron.
Por qué lloras? —le habia preguntado a Noort,
quien perecia no poder contener las kagrimas—. A mi
‘me parece estupendo que nos den unas vacaciones.
B
Parvana estaba segura de que los talibanes las
dejarian volver a la escuela al cabo de unos cuantos
dias. Para entonces, su profesora habria olvidado por
completo la nota acusadora que queria escribir a su
madre.
—iEres una estipida! —hab{a gritado Nooria—,
Weéjame en paz!
Una de las dificultades que se tienen cuando se vive
con toda la familia en una habitacién, es que resul-
ta absolutamente imposible estar solo. Fuera donde
fuera Parvana, alli estaba Nooria, Y fuera donde fuera,
‘Nooria, alli estaba Parvana,
Sus padres pertenecian a antiguas y respetables
familias afganas. Gracias a su educacion, ganaban
buenos sueldos. Habian tenido una casa grande con
jardin, dos criados, television, refrigerador y un coche.
‘Nooria tenia su propia habitacion. Parvana compartia
una con su hermana pequena, Maryam. fista no para-
ba de parlotear, pero a Parvana le parecia maravillo-
sa, A veces era estupendo estar lejos de Nooria.
La casa habia sido destruida por una bomba. Desde
entonces, su familia se habia mudado varias veces,
siempre a un lugar mas pequefio. Cada vez que su ho-
gar era atacado perdian mas cosas. Se volvian mas
pobres con cada bomba que caia. Ahora vivian todos
juntos en una habitacion diminuta,
Afganistan levaba en guerra mas de veinte afios, el
doble de la edad de Parvana.
uAl principio fueron los soviéticos los que invadieron
clpais con sus grandes tanques ylosquecnviaron avio-
nes de guerra para bombardear pueblos y campos.
arvana habia nacido un mes antes de que los in-
vvasores comenzaran aretirarse.
—#ras una nifia tan horrenda que os soviéticos no
soportaban estar en cl mismo sitio que tii —Nooria
Aisfrutabe repitiéndolo—. Se marcharon horroriza-
dos, atravesando la frontera tan répido como sus tan-
ques se lo permitieron.
Después de que se fueron, los mismos hombres que
Jos habian estado combatiendo decidicron que querian
seguir disparéndole a algo: asique se mataron los unos
‘a los otros. Durante esa époce, cayeron muchas bom-
‘bas en Kabul, Murié mucha gente.
Las bombas siempre habfan formado parte de la
vida de Parvana, Cada dia, cada noche, cafan proyec~
tiles del cielo y 1a casa de alguien explotabs.
La gente corria, Primero en una direccién, luego
en otra, siempre intentando encontrar un lugar don-
de no pudieran ser alcanzados. Cuando era pequetia,
a Parvana la llevaban en brazos. Luego creci6 y tuvo
que arreglarselas sola.
‘Ahora, le mayor parte del pais estaba controlada
por los talibanes. La palabra taliban significa “estu-
diante religioso” pero su padre le habia explicado que
lareligiOn trataba de ensefiar a las personas a ser me-
jores, aser mas bondadosas.
6
—iLes talibanes no estén haciendo de Afganistan
un lugar mejor para vivir! —decia,
‘Aungue todavia caian bombas en Kabul, no lo ha-
cian con tanta frecuencia como antes. El norte del pais
atin estaba en guerra, y era alli donde se producia la
‘mayor parte de las muertes en aquellos momentos.
Otros cuantos clientes llegaron y se fueron, y supa-
dre le propuso dar por terminado el trabajo,
Pervana sc puso de pic, de un salto, y cay6 al suelo.
Sc le habia dormido un pic. Lo masajeé y volvié a in-
teatarlo. Esta voz consigui mantenerse erguida.
Recogio primero todos los objetos que tenian para
vender: platos, almohadas, adornos de la casa que
habjan sobrevivido a los bombardeos. Como muchos
afganos, vendian lo que podfan. Su madre y Nora
andaban permanentemente rebuscando entre las per-
tenencias familiares para ver de qué podian prescindir.
Habia tanta gente vendiendo cosas en Kabul, que a
Parvana le extrafaba que atin quedara alguien que
quisiera comprarlas,
Su padre guand6 sus lapices y el papel de escribir en.
Jabolsa que llevaba al hombro. Apoyado en su muleta
y tomado del brazo de Parvana, se levanté lentamen-
te, Esta sacudié el polvo de la manta y la dobl6. Em-
prendicron el camino.
En distancias cortas, su padre podia arreglirselas
solo con su muleta. En recorridos mas largos, necesi-
taba apoyarse en ella.—Tienes el tamafio justo—decta.
—2Y qué pasar cuando erezca?
—iPues que creceré contigo!
‘Su padre tenfa antes una plerna artificial, pero la
habia vendido. No tenia la inteneién de hacerlo. Las
piernas ortopédicas se hacen a la medida, y la que
sieve para una persona no tiene por qué secvirle ne-
cesariamente a otra, Pero un cliente la vio en la man-
1a, se olvid6 de los otros objetos que habia a la venta, y
se empefié en comprarla. Le ofrecié tanto dinero, que su
padre finalmente cedio.
‘Ahora habia un montén de piernas ortopédicasa la
venta en el mercado. Desde que los talibanes habian
decretado que las mujeres tenfan que permanecer en
sus casas, muchos maridos se las habfan quitado a sus
esposas.
—No puedes ira ninguna parte. :Para qué la nece-
sitas? —preguntaban.
Por todo Kabul habfa edificios bombardeados. En
vez de tener casas y negocios, los barrios sélo tenfan
ladrilles y polvo.
En otro tempo, Kabul habfa sido hermoso. Noorla
recordaba las aceras, los semaforos que cambiaban
de color, lassalidas nocturnas a restaurantes y alcine
simplemente, amirar los escaparates de ropa y libros,
de las tiendas elegantes.
La ciudad habia estado en ruinas durante la ma-
yor parte de la vida de Parvana y le resultaba dificil
7
imaginarla de otro modo. Le dolia escuchar historias
sobre el antiguo Kabul, antes de los bombardeos. No
queria pensar en nada de loque las bombasle habian
arrebatado, incluyendo la salud de su padre y su pre-
closa casa. La ponia furlosa, y como no podia hacer
nada con su rabla, se entristecta,
Abandonaron la zona mas populosa del mercado
y doblaron por una calle lateral hacia su bloque de
apartamentos. Parvana gulaba a su padre con culda-
do a través de los profundos créteres y socavones que
habia en el camino.
—2Cémo se las arreglan las mujeces con burkes
para andar por estas calles? —pregunté Parvana—.
2Cémo hacen para ver por donde van?
—Tropievan muchas veces —contest6 su padre.
Tk
Miré hacia su montaiia favorita. Se alzaba majes-
tuosa al final de su calle.
—zCémo se llama esa montafia? —habia pregun-
tado al poco de haberse mudado al nuevo barrio.
—Bs el monte Parvana.
No es cierto —habia exclamado con desdén su
hermana Nooria.
—No deberias mentirle ala nia —dijo su mare,
‘Toda la familia habia salido de paseo antes de la
egada de los talibanes. Su madre y Nooria Hevaban
panuelos ligeros en el pelo. EI sol de Kabul les daba en
In cara.
ia razin, Parvana las habia visto caerse.
a—Son las personas las que ponen nombre a Jas,
montatias. Yo soy una persona y bautizo a ésta con el
de Parvana —dijo su padre,
Su madre se habfa dado por vencida, riendo. Su
padre también se echo a refr, al igual que Parvana y
Ja pequeiia Maryam, que ni siquiera sabia el motivo.
Hasta la gruriona de Nooria se les uni. Elsonidode la
risa familiar ascendi6 por el monte Parvana y su eco
regres6 hasta la calle.
‘Ahora Parvene yu padre subian lentamente las es
caleras deledificio. Vivian en el tercer piso de un bloque
de apartamentos que habia sido alcanzado durante un
ataque de proyectiles, quedando en parte reducido a
escombros,
Las escaleras. que escendian en zigzag por la parte
exterior, también habjan sido dafiadas por les bom:
bas, y en algunos lugares habjan desaparecido por
completo. Bn oiros, s6lo quedaba Ia barandilla.
Nunca te apoyes le repetia su padre una y otra
vera Parvana.
Para su padre era més facil subir que bajar, pero.
un asi, les llevaba mucho tiempo hacerlo,
Finalmente, aleanzaron la puerta de su hogar, y
entraron.
ra
Somadrey Nora etn or ves haciendo laim-
pieza. Su padre bes6 a Aliy a Maryam, y fuedirecto al
cuarto de baiio para quitarse el polvo del pic. la cara
y las manos. Después se tendié a deseansar sobre el
toshak.
Parvana dejé los bultos en el suelo, y empezé aqui-
tarse el chador.
—Necesitamos agua —dijo Nooria.
—Puedo antes sentarme un rato? le pregunts
Parvana a su madre.
—Descansarais mejor cuando hayas terminado tus
tareas. Ve ahora. El dep6sito esté casi vacio.
aarvana rezong6. Tendrfa que hacer cinco viajes
hasta el grifo del agua. Seis, porque a su madre no le
gustaba vera cubeta vi
Silo hubicras hecho ayer cuando mami te lo pi-
4di6, no tendrias que cargar tanto hoy —dijo Noorla
‘cuando Parvana pas6 a su lado para recoger la cubeta.
Noor le sonrié con supertoridad de hermana ma-
‘yor mientras se echaba el pelo hacia atrés, sobre los
hombres. A Parvana le habria gustado darle una pa-
tada. Noocia tenia un pelo precioso, largo y volumino-
50. HI de Parvana era fino y lacio. Le habria gustado
tenerlo comoe! desu hermana, y Nooria lo sabia.
Parvana gruié durante todo el camino, mientras,
bajaba las escaleras y se dirigia al grifo de su barrio.
HI viaje de vuelta a casa con la cubeta llena resulté to-
ava peor: especialmente cuando tuvo que subir los
tres pisos. Aunque estar enfadada con Nooria le daba
fueraas: asf que Parvana siguid granendo.
—Nooria nunca va a buscar agua, ni mamé tam:
poco. Ni Maryam. jElla no hace nada!
Parvana sabia que estaba diciendo tonterias, pero
‘gual sigui6rezongando, Maryam séloteniacinco anos
y no podia cargar una cubeta vacia escaleras abajo, y
‘menos atin subir con una lena. Y su madre y Nooria
tenfan que ponerse los burkas cada vez.que salian: no
podian llevar una carga de agua por esas escaleras t0-
tas vestidas asi. Ademis, era peligroso que las mujeres
salieran ala calle sin un hombre.
2
Parvana sabia que a ella le tocaba acarrear el agua
porque no habia nadie més en la familia que pudiera
hacerlo. A veces, eso le dolia. Otras, se sentia orgullo-
sa. Aunque habia una cosa que tenia bien clara: no
importaba lo que pensara. Estuviera de buen o de mal
humor, habfa que ir a buscar agua, y tenfa que hacer-
loella,
Finalmente, cuando se llenaron el tanque y la cube-
ta, Parvana pudo quitarse las sandalias. colgar el cha-
dor y descansar. Se sent6 en el suelo al lado de Maryam
yy se qued6 mirando cémo dibujaba su hermana.
-Lo haces muy bien. Un dia venders tus dibu-
Jos por un montén de dinero. Seremos muy ricos, vi-
viremos en un palacio y tu levaras vestidos de seda
azul.
Verde —dijo Maryam.
Verde —eedié Parvana.
—fn lugar de estar aht sentada podrias ayudarnos.
Su madre y Noorla estaban limpiando otra vez el
—ilo limpiaron hace tres dias!
—2Vas a ayudarnos 0 no?
“No”, pensd Parvana, pero se levant6. Su madre y
Nooria siempre estaban limpiando algo. Como no po-
dian trabajar, ni ir al colegio, no tenian mucho més
‘que hacer,
Ios talibanes han dicho que nos tenemos que
quedar en casa, pero eso no significa que tengamos
23que vivir en medio de la suciedad le gustaba decir
a su madre,
Parvana detestaba tanta limpieza. Derrochaban el
agua queella tenia que ira buscar. Lo peoreracuando
Nooria se lavaba el pelo.
arvana oje6 la peaueita habitacién. Todos los mue-
bles que recordaba de sus otras casas habian sido des-
truidos por las bombas, o robados por saqueadores. El
Ginlco que les quedaba era uno alto de madera que ye
estaba entla habitacion cuando la alquilaron. Contenia
Jas escasas pertenencias que habjan conseguido sal-
var: Pegados a la pared habia dos tashaks. Ese era todo
el mobiliario, Antes tenian hermosas alfombras afga-
nas. Parvana recordaba céme recorria los intrincados
dibujoscon losdedos cuando era més pequeita. Ahora
as haratas sobre el suelo de cemento.
cruzar la habitacién contando diez
pasosen unadireccién, y doceen la otra, Normalmente
se hacia cargo de barrer la estera con su pequenia es-
coba. Conocia cada uno de sus centimetros.
Al fondo del cuarto estaba el baio. Bra una habita-
cin mindscula con una tarima como inodoro. jNada
que ver con el moderno de tipo accidental que tenfan,
antes! Guardaban all la cocinita de gas porque habia,
un pequefio agujero en Io alto de Ia pared por donde
circulaba sire fresco. También estaba alli el depésito
del agua —un tambor de metalen el que cabian cinco
cubetas— y, a su lado, el lavabo.
4
Fn la parte del edificio que todavia se mantenia en
pic, vivian otras personas. Pervana las veia cuando iba
‘buscar agua o se dirigia con su padre al mercado.
—Tenemas que mantener la distancia —decta st.
padre—. Los talibanesaniman a la gentea queespie a
sus vecinos. Es més seguro no relacionarse con nadie.
Es més seguro”, pensaba Parvana. “pero también.
‘mas triste". Quiza, justo al lado, habia otra chica de su
edad, pero nunca llegaria a descubrirlo. Su padre te-
nfa sus libros, Maryam jugaba con Alt, Noorka tenfa a
‘su madre; pero Parvana no tenia a nadie.
‘Su madre y Nooria habian limpiado cada una de las,
replsas del mueble, y ahora estaban colocandolo todo
otra ver,
—Ahi tienes un montén de cosas para que tu pa-
ére las venda en el mercado, Ponlas junto @ la puerta
—ordend su madre.
La vibrante tela roja atrajo In atenci6n de Parvana,
JMi shalwar kamees bueno! {No podemos venderlo!
Yo decido lo que vendemos, no tt. Ya no sirve
para nada, a menos que tengas pensado ir a alguna
fiesta y no te hayas melestado en decicmelo.
arvana sabia que no tenfa sentido discutir: Desde
quela habian obligadoa dejar el trabajo, el carscter de
‘su madre habia ido empeorando cada dia.
Parvana puso la prenda con las demas cosas, junto
a la puerta, Recorrié los intrincados bordados con los
cedos, Habfa sido un regalo de Bid de parte de su tia,
asque vivia en Mavar-LSharif, una ciudad del norte de
Alganistén. Esperaba que ésta se enfadara con suma-
dre por haberlo vendido.
—2Y por qué no vendemos también las ropas boni-
tas de Nooria? Ella no va o ninguna parte,
—Tas nevesitaré cuando se case.
Nooria miré a Parvana con aires de superioridad.
Como insulto aiadido, agité la cabeza para lucir su
larga melena,
—Compadezco a quien se case contigo —le dijo
Parvana—. Se llevaré por esposa a una presumida.
—Ya esté bien —intervino su madre.
Parvana estaba furiosa. Su madre siempre se po!
de parte de Nooria. Parvana odiaba a Nooria y tam-
bién habria odiado a su madre si no lo fuera.
Su furia se esfumé cuando la vio tomar el paquete
con la ropa de Hossain para volver a ponerlo en la re-
pisa superior. Siempre se ponfa triste cuando tocaba la
ropa de Hossain,
Nooria no siempre habfa sido la mayor. Hossain
fue el hermano mayor. 10 habia matado una mina
cuando tenia catorce afios. Sus padres nunca habla-
ban deél. Recordarloles resultaba demasiado doloro-
so, Nooria le habia contado algunas cosas a Parvana
en una de las pocas ocasionesen las que hablaban.
Hossain se reia mucho y siempre intentaba conven-
cer a Nooria de que jugaran juntos, aunque ella fuera
una chica.
26
—No te hagas la princesa —le decia—. iJugar un
poco de futbol te sentara bien!
Segtin contaba Nooria, a veces cedia ¥ jugaba. Y
Hossein siempre le lanzaba le pelota de modo que ella
uileca pararla y devolvérsela
—fi te tomaba mucho en brazos y jugaba contigo
—e dijo Nooria a Parvana—. Al parecer; le azrada-
boas. jlmaginate!
ors historias que contaba Nooria, Parvana tenia
Ja impresion de que también alla le habria agradado
Hossain
‘Alvverla congoja en elrostro de su madre, Parvana
se olvidé de su enfado y ayudé en silencio a preparar
lacena,
La familia comia alestilo afgano, sentada alrededor
dde-un manic de plastico extendido en el suelo. La co-
‘ida siempre los animaba, y se relajaban después de
comer.
En un momento dado, ya lo sabia Barvana, se pro-
duciria una seftal secreta entre su mare y Nooria, y
Jas dos se pondrian en ple. al mismo tempo, para co-
‘menzar a recoger. Parvena no tenia ni idea de cémo
To hacfan,
Las vigilaba en espera de algtin gesto, pero nunca
habia sido capas de ver nada.
Alfestaba adormiladoen el regazo desu madre.con
tun pedazo de pan en la mano. De vez en cuando se
daba cuenta de que se estaba quedando dormido, y
7reaccionaba como si no le gustara la idea de perderse
algo. Intentaba levantarse, pero su madre lo sujetaba
con fuerza. Después de luchar un rato, se daba por
vencido y volvia « quedarse dormido.
Su padre, que parecia més descansado después de
tuna breve siesta, se habia puesto su mejor shalwar
‘kameee blanco. Llevaba la larga barba cuidadosamente
peinada, A Parvana le parecia que estaba muy guapo.
Al principio, cuando los talibanes habfan ordenado
quetodos loshombressedejaran crecer la barba, a Par-
vana le habia costado acostumbrarse a su cara, Nunca
antes la habia llevado, También a él le habia costado
habituarse alla. Al principio le plcaba mucho.
Ahora les estaba contando relatos sacados de 1a
historia. Habia sido prolesor de esa asignatura antes
de que bombardearan su colegio. Parvena habia cre-
cdo oyendo sus relatos y por eso se le haba dado tan
bien la asignatura.
—Corria 1880 y los briténicos intentaban apode-
rarse de nuestro pafs. ¢Queriamos los afganos que lo
consiguieran? —le pregunt6 a Maryam.
—iNo! —replicé Maryam
—Claro que no. Todo el mundo viene a Afganistan
para intentar apoderarse de nuestro pais, pero los afga-
nos los echamos « patadas. Somos el pueblo més acoze-
ory hospitalario delatierra. Paranosotros, in invitado
‘es como un rey. Recuerden eso, chicas. Cuando un invi-
tado llegue asu casa, debe tenerlo mejor delo mejor.
28
0 una invitada —dijo Parvana.
Elpadre le dirigié una sonrisa.
—O una invitada. Los afganos hacemos todo lo que
esta en nuestras manos para que nuestros huéspedes
se sientan cémodos. Pero si alguien llega a nuestra
casao a nuestro pais y se comporta como nuestro ene-
migo, entonces defendemos nuestro hogar.
—Padre, sigue contando la historia —le urgié Par-
vane. Ya la habia ofdo antes, muchas veces, pero de-
seaba escucharla de nuevo.
Su padre sonri
Habra que ensefiar aestanifa a tener un pocode
paciencia —le dijo a su madre.
arvana no necesitaba mirarla pare saber que pro-
bablemente estaria pensando que, ademiisde ésa, ten-
drfan que ensefiarle muchas otras cosas
—Muy bien —accedié—. Sigamos con la historia,
Bra 1880. En el polvo que rodea « la ciudad de Kan-
daher, los afganos se enfrentaban a los ingleses. Era
una batalla terrible. Muchos habjan muerto. Los bri-
tanicos Iban ganando y los afganos estaban a punto
de rendirse. Tenfan lamoral baja y ya no les quedaban
fuerzas para seguir luchando. La rendicién y la cap-
tura empezaban a parecerles una salida atractiva. Al
‘menos podrian descansar y tal vez salvar la vida.
"De repente, una joven, més pequeiia que Nooria,
salié corriendo de una de las casas del pueblo. Lleg6
hasta la primera linea de fuego y se encaré con las
29tropas afganas. Se arrancé el velo de la cabezay con el
ardiente sol azotandole la cara y la cabera descubier-
tas, areng6a las tropas: “;Podemos ganar esta batalla!
les grlto—. 1No plerdan la esperanza! iAnimo! iV
‘mos alla”. Agitando su velo en el aire como un estan-
darte de guerra, guid a los soldados en su asalto final
contra les britanicos. Losingleses no tuvieron nila me-
nor oportunidad. Los afganos ganaron la betalla.
“La moraleja de esta historia, hijas mias —dijo mi-
rando primero a una, y luego a la otra—, es que Afga-
nisién siempre ha sido el hogar de las mujeres més
valientes del mundo. Todas ustedes son herederas del
arrojo de Malali.
—iPodemos ganar esta batalla! —aullo Maryam,
agitando el brazo como si sostuviera una bandera. Su
madre puso asalvolatetera.
—2¥ cémo vamos « ser velientes? —interrog6
Noorla—. Ni siqulera podemos salir la calle. 2C6mo
podemos guiar a los hombres al combate? Ya he visto
demasiada guerra. No quiero ver més.
—Hay muchos tipos de batallas —ijo con vo2 que-
a su padre.
—Inciunida la de recoger los platosdelacena—apun-
t6 su maitre.
Parvana puso tal cara, que su padre se echo a refr.
Maryam intenté imitarla, lo que hizo que su madre y
Nooria se rieran. Alf se despert6 y al ver & todos riendo
también seles unid,
30
Toda le familia se estaba riendo, cuando cuatro
soldados talibanes irrumpieron en la habitaci6n.
All fue el primero en reacclonar. Bl ruldo gue hizo
Ja puerta al chocar contra la pared lo asust6, y dio un
zrito.
La madre se pusoen pie de un salto y, en un instante,
Aly Maryam estaban bajo sus piernas, chillando, ea
tun rincon del cuarto.
‘Nooria se cubrié por completo con su chailor y se
encogié hasta hacerse una bola. A veces, los soldados
raptaban a las j6venes. Se las llevaban de sus casas y
su familia nunca volvia a saber de ellas.
Parvana no podia moverse. Se quedé sentada, co-
‘mo petrificada, en el extremo de la mesa. Los soldados
cran gigantescos y sus grandes turbantes les hacian
parecer atin mas altos.
Dos de ellos agarraron a su padre. Los otros dos
soldados empezaron a registrar el apartamento, arro-
jando de una patada los restos de la cena que estaban
sobre la estera,
iDéjenlo en paz! —grité la madre—. No he he-
cho nada malo!
—2Por qué te fuiste a estudiar a Inglaterra? —Ie
eritaban los soldades al padre—. Afganistan no nece-
sita tus ideas extranjeras!
Le arrastraron hacia la puerta,
—Lo que Afganistan necesita es a mas bandidos
analfabetas como ustedes —contesté el padre,
aUno de los soldados lo golped en la care, La sangre
que le brotaba de la nariz chorreaba sobre su shalwxar
kamece blance.
La madre se abalanz6 sobre los soldados golpedn-
dolos con los puiios. Agarr6 del brazo a su marido ¢
intent6 que lo soltaran.
Uno dels soldados levanté el rifle y e dio en la ca-
beza...a madre cayé desplomada al suelo. Los soldados
Je pegaron varias veces més. Maryam y Ali gritaban
con cada golpe que recibia en Ia espalda, Pero ver a su
madre en el suelo hizo actuar @ Parvana. Cuando los
soldads se llevaban a rastras a su padre, ella le eché
Jos brazos por la cintura. Y mientras los soldados la
obligaban a soltarlo, oy quesu padre le decia:
Cuida de los demés, mi Malali.
luego se lo levaron,
Parvana vio, impotente, cémo dos soldados arras-
traban a su padre escaleras abajo, y cémo su precioso
shalwar kameez s¢ hacia jirones contra el éspero ce-
mento. L1uego dieron la vuelta ala esquina y los peraié
de vista.
En la habitacion, los otros dos militares desgarra-
ban los toshaks con sus cuchillos, y sacaban y tiraban
las cosas que habia en el armario.
iLos libros de su padre! En la parte beja del mueble
habia un compartimiento secreto que habian cons-
truido para ocultar los pocos libros que no habian
quedado destruidos en los bombardeos. Algunes, en
22
inglés, eran de historia y literatura, Habfa que tener-
los bien escondidos porque los talibanes quemaban los
‘que no les gustaban.
iNo podia permitir que descubrieran los libros de st
padre! Los soldados habian empezado por la parte de
arriba del armario y seguian hacia abajo. Ropa, sdba-
nas, cacharros, todo terminaba en el suelo.
Cada vez estaban mas cerca de la repisa inferior. la
que tenia el falso fondo. Parvana vio horrorizada que
los soldados se agachaban para sacar las cosas.
—iFuera de mi casa! —grit6.
Se abalanz6 sobre ellos con tal fuerza que todos
cayeron al suelo. Les dio con los pufios hasta que le
apertaron de un golpe. Oyé, mas que sintié, la tun-
da de los bastones en su espalda. Se protegié la cabeza
con los braros hasta que los soldados dejaron de pe-
garle y se marcharon.
La madre se levanté y rodeé con sus brazos a Ali
‘Noorla seguia hecha un ovillo, aterrorizada, Maryam
se acercé a ayudar a Parvana.
Al sentir el roce de las manos de su hermana, res-
pingé creyendo que se trataba delos soldados. Maryam
se puso a acariciarle el pelo hasta que Parvana se dio
cuenta de quién era. Se senté, Le dolia todo. Maryam y
ella se abrazaron, temblando.
No tenia ni idea de cuanto tiempo permanecieron
asi, Siguicron cn el mismo sitio hasta mucho después,
cuando Ali dej6 de aullar y se durmié.
3Lsmadreio scosssconeuidadenel nico sittin
que quedaba en el suclo. Maryam se hebia quedado
tambien dormida y Ia llevaron al lado de su hermano.
—Limpiemos esto—dijo la madre.
Lentamente, pusieron la habitacion en orden. A
Parvana le dolian la espalda y las picrnas. Su madre
tambien se movia despacio, toda encogida.
Nooria y su madre volvieron @ guardar las cosas en
el armario. Parvana tom6 la escoba y barrié el arroz
desperdigado. Secaron el té derramado con un trapo.
Los toshaks desgarrados tenian arreglo, pero eso podia
esperar hasta maiana.
as
Cuando Ia habitacién volvi6 a tener su aspecto
normal, la familia, excepto el padre, extendié colchas
ymantas enel suelo, y se acost6,
Parvana no podia dormir. Ofa que Nooria y suma-
dre tampoco paraban de dar vueltas. Imaginaba, con
cada ruido, que volvia su padre o los talibanes. Cada
sonido la hacia concebir espcranzas y temores al mis-
mo tiempo.
Echaba de menos les ronquidos de su padre. Eran
suaves y agradables. Durante los peores bombardeos
de Kabal cambiaron varias veces de casa intentando
encontrar un lugar seguro. Parvana se despertaba en
plena nochey norecordaba donde estaba. Sin embar-
‘20, en cuanto los ofa. sabfa que estaba a salvo.
Esta noche no habia ronquidos.
@Dénde estaria su padre? Tendrfa un sitio blando
donde dormir? ¢Pasaria frio? ¢Estaria hambriento?
20 asustado?
Parvana nunca habia estado en una prisién, pero
tenia familiares que habian sido detenidos. Una de sus,
tias habia sido arrestada, junto con cicntos de estu-
diantes, por protestar contra la ocupacién soviética.
‘Todos los gobternos afganos metfan en la carcel a sus
enemigos.
—No eres de verdad afgano si no conocesa alguien
que haya estado en la cércel—decia su madre en oca-
siones.
Nadie le habia contado como era una cércel.
36—Bres demasiado joven para saber esas cosas
—le repetian las personas mayores, Tenia que ima-
indrselo,
ia fria, decidi6 Parvana, y oscura.
—iMamé, enciende la luz! —dijo incorporindose.
De repente, habia tenido una idea.
—ialla, Parvanal Despertaras a Ali
—Enciende la luz —susureé—. Si lo sueltan, papa
necesitaré una luz en la ventana que lo guiede vuelta
casa,
—2C6mo va a caminar? Ha dejado aqui su muleta.
Duérmete, Parvana. No estas ayudando nada.
Parvana volvi6 a echarse, pero nose durmis.
Latinica ventana quehabia en el cuarto era pequetia,
yyestaba en lo alto de una de las paredes. Los talibanes
Ihabfan ordenado que se pintaran todas las ventanas de
negro para que nadie pudiera vera las mujeres que ha-
biaen case.
—Novoiros no lo haremos —habia dicho su pa-
dre—, La ventana esta muy alta y es tan pequefia que
‘s imposible que puedan mirer por ella
Hasta emtonces no les habfa pasado nada por no
pinterta,
Durante breves periodos, en dias claros, el sol en-
traba por alliformando un delgado chorro deluz, Alt
y Maryam se sentaban bajo aquel rayo. La madre y
Nooria se ponian junto a ellos y, por unos instan-
tes, el sol les calentabe los brazos y la cara, Luego,
37
la tierra continuaba su giro y el rayo de sol volvia a
desaparecer.
Parvana mantenia la mirada clavade en el punto
donde creia que estaba la ventana. La noche era tan
oscura, que no alcanzaba a distinguirla en la pared.
Permanecié vigilante toda la noche hasta quela luz del
alba alejé la oscuridad y la mafiana se asomé por all,
Con la primera luz, la madre, Nooria y Parvana de-
Jaron de fingir que estaban dormidas. En silencio, para
no despertar a los més pequciis, sc levantaron y se
vistieron
Desayunaron un poco de nant que habia quedado
de la cena. Nooria comenz6 a calentar el agua para
el t@ en la pequefia cocina de gas del bao, pero su
madre la detavo.
—Queda agua hervida de anoche. Beberemos ésa
No podemos esperar « que hierva e! té. Parvana y yo
vamos a sacar a papa de la carcel.
Lo expresé como si dijera “Parvema y yo vamos al
mercado a comprar duraznos”.
‘AParvana se Ie cay el nan de la boca sobre el man-
tel de plistice. Pero no discutid.
‘Quiz pueda ver por fin como es una carcel por
dentro”, pensé.
La prision estaba muy lejos de su casa,
A los autobuses no podian subir las mujeres que
no fueran acompafiadas de un hombre, Tendrian
que caminar durante todoel dia. 2¥ si su padre estaba
38detenido en otro sitio? 2¥ silos talibanes las paraban
en la calle? Se suponia que su madre no podia salir de
casa sin un hombre, o sin una nota de su mariéo.
—Nooria, escribe una nota para mama,
—No te molestes, Noorie. No pienso andar por mi
propia cludad con un papel prendido en mi burka como
si fuera una niifa de una guarderia. {Tengo un titulo
universitario!
—Kscribela de todos modos —le susurré Parvana
‘a Nooria, mientras su madre estaba en el bafio—. La
evaré yo en la manga.
Noorta estuvo de acuerdo. Su letra parecta mas la
de un adulto que la de Parvana Escribié répidamente
“Doy permiso a mi mujer para que salga”, Le firmé
con el nombre de su padre.
—No creo que sirva de mucho —susurré Nooria
mientrasle pasaba le nota a Parvana—.La mayoriade
los talibanes no sabe leer.
arvana no le contest6. Dobl6 el papel apresura-
damente y sc lo guardé en la amplia embocadurade
la manga.
De pronto, Nooria hizo algo poco habitual. Abraz6
‘osu hermana.
—Vuelvan —murmuré.
Pervana no queria ir, pero sabia que quedarse senta-
a en casa esperando que volvieran resultaria atin peor.
—Deprise, Parvana —la apuré sa madre—.Tu pa~
re espera.
39
Parvana se calz6 las sandalias y se enrollé el chador
ala cabeza. Salié por la puerta con su madre.
‘Ayudarla a bajar las escaleras era un poco como
ayudar a su padre; el ruedo del burka hacia dilfcil ver
por donde se pisaba.
‘Su madre titubed, Parvana penso que habia cam-
biado de opinion. No obstante, hizo de tripas coraz6n,
enderez6 la espalda y se lanz6 a les calles de Kebul.
arvana corrié detras de ella. Tenia que correr para
seguir el ritmo de los largos y rapidos pasos de su ma-
dre, porque no queria quedarse atrés. Habfa unas po-
cas mujeres por la calle y todas vestian el obligatorio
burka, que las volvia idénticas. Si Parvana le perdi la
pista, quiza nunca mas volveria a encontraria.
De vezen cuando, su madre se detenfa junto a un
hombre, una mujer, un pequeiio grupo de hombres o,
incluso, ante un niio que mendigaba, y les mostraba
una foto del padre. No decfa nada, se limitaba a ense-
ar el retrato.
arvana contenia la respiracién cada vez que ella
lo hacia. Las fotografias eran ilegales. Cualquiera de
esas personas podfa entregarlas a los soldados.
Pero todo el mudo miraba la foto y luego acguba
con la cabeza. Habjan detenido a mucha gente. Mu-
chos habian desaparecido, Sabian lo que preguntaba
sin necesidad de que dijera nada.
La cércel de Puli-Charkhi quedaba muy lejos de
la casa. Cuando por fin vieron Ia inmensa fortaleza,
40tenfan las picrnas doloridas, les ardian los pies y, lo
peor de todo, Parvana estaba totalmente aterrorizada,
La prisiOn era siniestra y desagraduble, hizo que
se sintiera atin mas pequena.
Sabia que Malali no habria tendo miedo, Malali
hhabria reunido un ejército y lo habria lanzado contra
Ja prisién. Malali se habria relamido ante semejante
desaffo. Sus plernas no habrian temblado como las de
Parvana,
Sisumadreestaba asustada, no lo demostraba. Fue
derecho alla puerta y les dijo a los guardi
—Vengo a buscar a mi mario.
Los guardias la ignoraron,
—IVengo a buscar a mi marido! —repitis,
Sacé la foto del padre y la sostuvo delante de la cara
de los guardianes.
—Lo detuvieron anoche. jNo ha cometido ningtin
delito y exijo quelo dejen en libertad!
Empezaron a licgar otros guardias. Parvana dio un
pequen tirdn al burka de su madre, pero ella no le hizo
caso.
—iVengo a buscar a mi marido! —repetfa una y
otra vex, cada ver més alto.
arvana tiré con mas fuerza de los holgados plie-
gues del buria,
“Mantente firme, mi pequenta Malali”, Escucho.
en su interior, la voz de su padre. De pronto, se sintié
tranquila.
a1
iVengoa buscar a mi padre! —exclamo.
Su madre la mir6 a través de la rejilla que le ocul-
taba los ojos. Estir6 el brazo y toms a Parvana de la
{Vengo a buscara mimando! —volvi6 a decit.
Unay otra vez, Parvana y su madre proclamaron a
voces Is mision que las habia levado alli. legaron mas
hombres y se quedaron miréndolas.
llencio! —ordeno uno—. {No deberian estar
aqui! iLargo! jVuelvan a casa!
Unode los soldados tomé la foto del padre de Parva-
nay lahizo trizas. Otro empez6 a pegarle a su madre
con un palo.
—iSuelten a mi marido! —seguia diciendo.
Otro soldado se sum6 ala paliza. Y tambien le pego
aParvana.
‘Aunque no la habia golpeado muy fuerte, cayo al
suclo, cubriendo con su cuerpo los trozos de la foto-
grafla rota. Veloz como el relampago, los escondio
bajo su chador.
‘Su madre también estaba en el suelo y los palos de
los soldados caian sobre su espalda.
arvana se puso en piede un salto.
—iBasta! iBasta val iNes vamos! iYa nos vamos!
‘Tom6 del brazo a uno de los atacantes. Ese la quit
deencima comos! fuera una mo:
—cQuién eres tii para decirme loque tengo que ha-
cer? —iljo, pero bajéel bastén.
a