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El animacionismo k’iche’ era tan universal que es difícil interpretar las condiciones
ecológicas, a partir de sus creencias totémicas; por ejemplo, el famoso pasaje del
Popol Wuj (Sam Colop, 2011:17-20) donde a todos los objetos domésticos se les
dota de vida y voz para hablar: tazones, jarras, piedras de moler, perros y
guajolotes (hembras de pavo americano). Cuando tratan de escapar, los árboles y
las cuevas de la tierra, ya vivos, los detienen. Sin embargo, ciertas relaciones
totémicas eran claramente de primordial importancia para los k’iche’, tal y como lo
indica la complejidad de sus interrelaciones y la frecuencia con que son
mencionadas en las fuentes. Puede asumirse que tales relaciones dicen algo acerca
de lo que los k’iche’ pensaban que era más importante en su ambiente.
Los k’iche’ parecen haber jerarquizado la fauna totémica por su tamaño y tipo, son
los mamíferos en el rango superior, seguidos de las aves y luego los animales más
pequeños, tales como los insectos y las plantas. Consecuentemente, los tres
ancestros k’iche’ jerarquizados, B’alam Ki’tze’, B’alam Aq’ab’ y Majukutaj, estaban
totémicamente relacionados al jaguar (mamífero), el águila (ave) y las avispas
(insectos); respectivamente (Villacorta, 1962:296). Las sociedades de la fauna con
los semidioses revelan el mismo patrón. Los gemelos-héroes (Junajpu,
Xb’alamq’eh) estaban asociados a los grandes mamíferos, tales como el venado, el
coyote, el pecarí y el pizote. Los animales más pequeños, las aves y las plantas,
estaban asociados a personajes menores: el cangrejo con Kab’raqan, los
murciélagos con los mensajeros de la muerte, las avispas con los cuatrocientos
muchachos de Sipakna, el árbol de morro (calabaza) con Jun Junajpu, el árbol de
tz’ite’ con el distante Ixpiyakok (Villacorta, 1962:47ff). Los espíritus diminutos
(saqik’oxol), señores de los muertos y la gente de clases bajas de la sociedad k’iche’
estaban asociados con la tierra y sus tótems eran animales de bajo rango, tales
como cangrejos y culebras (Villacorta, 1962:16, 72; Recinos, 1950:65; 1957:44). Los
desafortunados medio hermanos (Jun B’atz’ y Jun Chowen) de los gemelos héroes,
junto con la clase intermedia de los artesanos (ajtoltekat), estaban relacionados
totémicamente con los saraguates (Alouatta palliata, Alouatta pigra), pero no había
monos en el área k’iche’; y así fueron asociados totémicamente con la madre y los
árboles de bajo rango (Villacorta, 1962:130)
Ciertos tótems vegetales -hongos, anís, cortezas, ramas de árbol, copal, cañas,
granos de tz’ite’, calabazas- estaban fuertemente asociados a la tierra y su fertilidad
(Recinos, 1953:202-203; Villacorta, 1934:216, 1962:37-39). El maíz, por supuesto, era
un tótem de la tierra, casi personificado su crecimiento verde y amarillo (Villacorta,
1962:217-218; Totonicapán, n.d: 7v). Sin embargo, era un tótem anónimo, puesto
que era el hombre mismo. Como correspondía, el maíz estaba asociado a seres más
poderosos, tales como Ixmukane, Ixtoj, Ixq’anil, Ixkakaw, Ixtziya’ (Villacorta,
1962:21, 37; Sam Colop, 2011:60) que los asociados a otros tótems vegetales. Las
piedras de obsidiana también estaban vinculadas totémicamente a la tierra, quizá a
través de una asociación metafórica con los hongos (Carmack, n.d.; Villacorta,
1934:216).
Los k’iche’ extendían estas relaciones totémicas básicas hasta incluir asociaciones
astrales. Los más importantes cuerpos astrales y sus vínculos totémicos eran: el sol
(q’ij), luz y calor, grandes mamíferos; la luna (ik’), oscuridad y frío, pequeños
mamíferos; Venus (ik’oq’ij), la lluvia, pájaros (especialmente el quetzal); pléyades
(motz), lluvia, insectos; el relámpago (kaqulja), vegetación terrestre, piedras y
hongos (Totonicapán, n.d.: 7v; Villacorta, 1962: (passim). Había otras asociaciones
astrales, pero las mencionadas son las enfatizadas en las fuentes nativas.
Aunque los k’iche’ aparentemente no se preocuparon por los ciclos del tiempo,
tanto como otros grupos mayas, hay fuertes vinculaciones calendáricas con las
relaciones ecológicas descritas antes. El calendario solar era casi un modelo de
cómo veían los k’iche’ las relaciones entre la agricultura y otras características del
ambiente. El calendario sagrado (cholq’ij, palabra de origen chontal, Carmack,
2001:116-117) se componía de veinte nombres de días permutados con trece
numerales, formando un ciclo de 260 días. Tomaban cuenta mayor variedad de
factores ambientales que el calendario solar, pero en forma más indirecta. Sin duda
ello obedece a que la versión k’iche’ del calendario de 260 días, estaba
estrechamente vinculada a calendarios equivalentes de otras regiones de
Guatemala y Mesoamérica. Reflejaba las condiciones ecológicas menos
directamente que el calendario solar, aunque, como se verá; presenta huellas de
importante influencia ecológica del área central.
Los nombres de los veinte días k’iche’ eran (Ximénez, 1929:101-102; Lehmann,
1911; Brinton, 1983): Imox (envidia, un pez), Ik’ (luna, chile), Aq’ab’al (noche,
casa), K’at (red para llevar maíz, lagartija), Kan (serpiente, el q’anti’), Keme
(mordida, muerte); Kej (venado), Q’anil (conejo, maíz amarillo), Toj (tormenta de
truenos, paja), Tz’i’ (perro), B’atz’ (mico, hilo), E (diente), Aj (maíz tierno, caña),
B’alam (jaguar), Tz’ikin (pájaro), Ajmaq (tecolote), No’j (resina, clima), Tijax
(cuchillo de pedernal, desgarradura), Kawoq (lluvia y trueno), Ajpu (jefe,
cazador). Estos veinte nombres de días se combinaban con los trece numerales
para formar los 260 días del calendario sagrado k’iche’.
Ciertos factores ecológicos parecen estar asociados con por lo menos quince de los
veinte nombres. De éstos, seis se relacionan con animales (serpiente, venado, perro,
conejo, mico, jaguar), dos con aves (pájaro, tecolote), cuatro con vegetales (red de
maíz, maíz amarillo, maíz tierno, chile), y tres con el clima (tormenta de truenos,
clima, lluvia y truenos). Un nombre de día se encuentra metafóricamente asociado
a los animales (Kej) y otro al clima (Toj). El énfasis ecológico que estas
asociaciones representan, pueden ser muy generales, pero corresponden bien a la
visión etnoecológica k’iche’, reconstruida con otras clases de datos.
Correspondencia
Asociación
Mes gregoriana
Mes ecológica
No. (Sam Colop, (Carmack,
(Carmack, 2001) (Carmack,
2006) orden de Sam
orden de Sam Colop)
Colop)
Primer anciano,
1 Takaxepwal Nabe mam 10-29 de marzo
malo para la siembra
Segundo anciano,
2 Q’iba pop Ukab mam 30 marzo-18 abril
ídem
3 Saq Nabe likin k’a Lodoso y suave 19 abril-8 mayo
4 Ch’ab Ukab likin k’a Ídem, primer corte 9-28 mayo
Arrojar, poner el
5 Jun bix q’ij Nabe pach 29 mayo-17 junio
hacha
6 Nabe mam Ukab pach Ídem 18 junio-7 julio
7 Ukab pach Tz’isi laq’am Retoños 8-27 julio
8 Nabe likin k’a Tz’ikin q’ij Pájaros 28 julio-16 agosto
17 agosto-6
9 Ukab likin k’a Kaq’am Nubes rojas
septiembre
10 Nabe pach Botam 7-26 septiembre
Seco, quema, flores 27 septiembre-16
11 Ukab pach Nabe sij
blancas octubre
Ídem, siembra en las 17 octubre-5
12 Tz’isi laqam Ukab sij
montañas noviembre
13 Tz’ikin Q’ij Rox sij Ídem 6-25 noviembre
26 noviembre-15
14 Kaq’am Che’ Árboles, frío
diciembre
16 diciembre-4
15 Nabe sij Tekexe puwal Sembrar milpas
enero
Cuarenta días de
16 Ukab sij Tz’iba pop 5-24 enero
lluvia, insectos
Flores blancas, 25 enero-13
17 Rox sij Saq
lluvia, insectos febrero
Sembrar, suelo 14 febrero-5
18 Che’ Ch’ab
cenagoso marzo
Cinco días
Batam Tz’api q’ij 6-10 marzo
desafortunados
Bibliografía:
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1962 Popol Vuh: exégesis crestomática del manuscrito quiché. Ministerio
de Educación Pública, Guatemala.
un calendario adivinatorio de 260 días. Está hecho de dos ciclos más cortos, uno
que consiste en una secuencia sin fin de trece números de días y otro ciclo de una
que combina el número 1 con el nombre k’iche’ Kej, la lista de los días sucesivos
procede así:
volviendo a 1 Kej después de 260 días. Los contadores de los días contemporáneos,
suelen llamar a esta secuencia de días como “el calendario de la tierra”, poniéndola
de esta manera aparte de los intervalos astronómicos tales como el año solar.
Andrés Xiloj, entre otros, insiste que el periodo de la concepción humana es la base
para esta duración y 260 días es sin duda cercano a la figura promedio para el
guatemalteco es tal que se cosecha idealmente 260 días después de haber sido
plantado (véase B. Tedlock 1985; 1992: cap. 8). Los antiguos astrónomos mayas
medían los ritmos de los ciclos lunares, planetarios y solares contra aquellos del
k’iche’ para esos días, Toj y Q’anil, son los mismos en los que Ixkik’ invoca (en ese
de seis lunas y ese es el número de lunas que pasan antes que el padre de Ixkik’
descubre su embarazo.
de 1722 (Berendt s.f.). Un determinado periodo sinódico de Venus (que dura 584
días) se divide en cuatro etapas, en las cuales Venus aparece como estrella de la
mañana al comienzo de la primera etapa y permanece visible por toda ella (236
días u ocho lunas sinódicas). Durante la segunda etapa (90 días) Venus pasa por
sus últimos 27 días (una luna sideral) como estrella de la mañana, desaparece por
50 días y corre por sus primeros 13 días como la estrella del atardecer. Permanece
visible como la estrella del atardecer por todo el tercer periodo (250 días) y
permanece fuera de vista por todo el cuarto periodo (8 días) después del cual
repiten 29 veces, dando 580 días con un residuo de 4; esto significa que un nuevo
de días que en el ciclo previo. Y porque 20 es divisible dentro de 4 (20 / 4 = 5), solo
Códice de Dresde los días escogidos (acá se dan sus nombres k’iche’) fueron
por cinco periodos completos a fin de mostrar todos los nombres de días posibles,
las fechas de inicio para las cuatro etapas de cada periodo de Venus se calculan a
continuación:
Venus completan ocho idealizados años de 365 días cada uno y llegan a pocas
mientras al mismo tiempo llegando muy cerca de repetir su relación con las
estrellas fijas y las estaciones del año solar. Para volver a la aparición como estrella
En el Popol Wuj, los nombres divinos Jun y Wuqub Junajpu y Jun y Wuqub
de los cinco periodos trazados anteriormente. Andrés Xiloj hizo notar que
convencional de indicar todos los trece días que llevan ese nombre. La razón es que
cuando uno investiga el nombre de un solo día a través de todas sus ocurrencias en
cualquier ciclo de 260 días, los números que acompañan caen en la secuencia 1, 8,
2, 9, 3, 10, 4, 11, 5, 12, 6, 13 y 7. Esto significa que si los nombres divinos en cuestión
aquí se refieren a eventos astronómicos, estos debieran ser eventos cuyos nombres
de día permanezcan constantes pero cuyos números de día son variables, lo cual
sin duda es el caso. El juego de pelota que juegan Jun y Wuqub Junajpu en su
un día que lleva el nombre de ellos, su muerte por sacrificio en la corte de Jun y
Así como hay cinco tipos de periodos de Venus, así también se recurre cinco veces
en su historia, la más obvia de estas, las cinco casas de prueba o castigo donde los
gemelos pasan las noches en Xibalba. También cinco en número son las cabezas
broma.
cual requeriría una periodicidad de 260 días o incluso un múltiplo del mismo. La
260) días se refleja en el hecho que la tabla de Marte en el Códice Dresde está
variabilidad de Marte de un periodo al siguiente, usando este día uno como punto
k’iche’), el cual resulta que es seguido, 63 días después, por 1 Chuwen (1 Batz’ en
k’iche’). Aparecería entonces que la tabla de Marte usada por los k’iche’ib debe
fueron las “bestias de Marte” del Códice Dresde, las cuales tienen hocicos de
reptiles y piernas de pecaríes, sino los monos de la narrativa del Popol Wuj. Esta
contemporáneo, en el cual el hermano de los dioses del sol y Venus, habiendo sido
Tedlock (1993)
Entre todos los periodos astronómicos que tienen lugar en el Popol Wuj, el
invariable año solar maya de 365 días es el último. En un año cualquiera todos los
nombres de los 20 días se repiten 18 veces, dando 360 días con un restante de 5;
esto significa que el próximo año solar siempre comenzará con un nombre de día
que viene 5 días después en el ciclo de 20 que el nombre que comenzó el año
previo. Y dado que 20 es divisible entre 5 (20 / 5 = 4), solo 4 de los 20 nombres de
días espaciados en pares entre el ciclo de nombres, pueden comenzar un año solar.
Para los k’iche’ib, estos nombres de día de año nuevo fueron y son los mismos que
en el Códice Dresde; sus nombres k’iche’ son Kej, E, No’j e Iq’, seguidos por Kej
nuevamente, Sobre el número del día de año nuevo, los 13 números se repiten 28
veces en cualquier año, dando 364 días y un restante de 1, el cual significa que
cualquier año solar siempre comenzará con el número de día que viene un lugar
con un año que lleva el nombre 1 Kej, el cálculo de años sucesivos procede de la
siguiente manera:
Dos de los nombres de estos días, E e Iq’ también tienen un potencial para
trabajo es traer el año nuevo, hace una aparición personal. En la segunda, después
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Thompson, J. Eric S.
Society.
Península
vol. IV, núm. 1
primavera de 2009
Sebastian Matteo
Université Libre de Bruxelles
Introducción
* Versión original de los textos: Simposio Horizontes de lo Sagrado: lecturas del mundo maya, efec-
tuado en el marco del 2o Congreso de la Red Europea de Estudios Amerindios, Congreso Ritual Amé-
rica. Configuraciones y recomposición de dispositivos y comportamientos rituales del Nuevo Mundo, ayer y
hoy, organizado por la Société des Américanistes de Belgique, en la Universidad Católica de Lovaina-la-
Nueva, del 2 al 5 de abril de 2008. Puesto que se trata de un número monográfico, el conjunto se envió
a dos especialistas, lo que explica la coincidencia de fechas de dictamen de todos los textos (N. del E.).
** Algunas figuras correspondientes a este artículo pueden ser encontradas en las páginas a color
que se encuentran entre las páginas 32 y 33 (N. del E.).
Uno de los factores que agudizan la complejidad del tema del nahualismo es
su propia denominación, que se relaciona con dos fenómenos diferenciados (al
menos desde los trabajos de Foster, 1944): tonalismo y nahualismo. Ambos se
vieron supuestamente confundidos ya desde la época colonial y hasta nuestros
días. Según se ha estudiado para la espiritualidad del mundo nahua, el tonalli
sería pues ese alter ego (compañero animal) del que hemos hablado, mientras que
el nahualli propiamente dicho sería el especialista ritual que tiene la capacidad de
transformarse, a menudo en animal. Sin embargo, la división radical entre estos
dos conceptos (basada casualmente en su supuesta vigencia en época prehispá-
nica, cuando el fenómeno es más difícil de estudiar) no es sostenida por todos
los autores, ya que algunos (v.g. Wagley, 1949; Navarrete, 2000; Martínez, 2007,
entre otros), prefieren ver el nahualismo como un fenómeno no paralelo sino
desarrollado en el marco más amplio del fenómeno del tonalismo.
Así, como sostendremos más adelante, puede que el animal en el que el nahua-
lli se transforma no sea otro que su propio tonalli (compañero animal), por lo que
el nahualli no haría más que revestirse de —o adoptar la forma de— su tonalli
(o de uno de ellos, si posee varios), es decir, de una parte de su propia naturaleza
humana, exteriorizándola. La razón de tal “confusión” puede entonces que no
esté relacionada tanto con la incomprensión por parte de los sacerdotes españoles
como con la base común para ambos fenómenos (Navarrete, op. cit.: 159).
Lo anterior es evidenciado en varios ámbitos, como por ejemplo el lingüístico:
la raíz maya way ‘dormir, soñar’, ha dado origen en diferentes lenguas mayas a
varios campos semánticos interrelacionados que llegan casi a contradecirse, produ-
ciendo formas relativas tanto al concepto de tonalli como al de nahualli (figura 1).
tener
dormir soñar conjurar > transformar(se)
> > visiones >
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la instrumentalización del way según las escenas de los vasos pintados
El tema del nahualismo hizo su aparición hace casi 20 años en el área de estudio
de las sociedades mayas prehispánicas. David Stuart y Stephen Houston descifra-
ron en 1989 la expresión jeroglífica ligada al nahualismo (WAY, wa-WAY, WAY-
ya, way), aunque se ha de señalar que el alemán Nikolai Grube llegó a idénticas
conclusiones al mismo tiempo. Desde entonces sólo un artículo ha sido publi-
cado con el fin de comprender mejor el fenómeno clásico del nahualismo maya.
Por tanto, definir el nahualismo es algo complicado, y los autores que han
intentado definirlo “han encontrado una ambigüedad irresoluble en el término”
(Navarrete, op. cit.: 156). En efecto, si es cierto que puede ser definido de
manera precisa para un grupo determinado, dar una definición compleja y justa
para todos los diferentes grupos mesoamericanos, ni tan siquiera sólo mayas,
resulta imposible. Demos la palabra a Pedro Pitarch, que ha hecho un vasto
estudio de la cuestión entre los tzeltales:
[…] los lab […] son parte de una extensa familia mesoamericana de “almas” conocidas,
entre otros nombres, como naguales, poder espiritual, co-esencia, espíritu compañero,
animal compañero, alma animal, por no mencionar su nombre indígena, que a menudo
varía no sólo de una lengua a otra, sino de un pueblo a otro. Se trata, no obstante, de
una familia de límites muy imprecisos. Pese a los intentos […] por establecer criterios
suficientemente elementales e inclusivos para que sirvan de aplicación general, por lo
común los datos etnográficos relativos a estos seres parecen oponer una tenaz resistencia
a ser divididos, agrupados, reducidos, en suma, a ser formalizados […]. Sin embargo,
en todas estas entidades se advierte un “aire de familia […]” (Pitarch, 1996b: 116-7).
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sebastian matteo y asier rodríguez manjavacas
Veamos en primer lugar algunos ejemplos artísticos que ilustren wayob’ (plu-
ral de way). Los vasos de este corpus muestran representaciones de criaturas
fantásticas, casi siempre acompañadas de una banda jeroglífica en la que se
inserta un glifo característico, el glifo T539, WAY, leído way. Analicemos pri-
mero la iconografía de estos wayob’, como ya fue bien estudiada por Grube y
Nahm (1994) y Calvin (1997). El alter ego, tal como aparece en las cerámicas,
muestra una iconografía particular, bastante uniforme (Matteo, 2005), en los
diferentes estilos cerámicos (figura 2):
20
la instrumentalización del way según las escenas de los vasos pintados
Así que el término way no se referiría a un “compañero animal”, sino más bien
a un “hechizo, brujería”; pero creemos que la interpretación de way como alter
ego aún es válida. Incluso sería lícito utilizar simplemente la palabra way, ya que
engloba ambas realidades. Un way es un animal compañero que ciertas personas
(llamadas huay en yucateco o äh way en lacandón) pueden utilizar para hacer
daño. En Yucatán, el que se transforma en animal recibe el nombre de éste como
calificativo: uay pek (perro), uay chamac (zorro), uay ceh (venado). Algunos de
estos animales están al servicio del hmen (el chamán, el curador), recibiendo el
nombre de alak (Villa Rojas, 1971: 378-379). Un huay es una persona conside-
rada capaz de transformarse por la noche en animal, a menudo en perro, caballo,
buey o cuervo. Si bien el huay es temido, no lo es tanto porque pueda hacer daño
a otros adultos, sino porque se supone que por la noche entra en los cementerios
y se alimenta de cadáveres (Sosa, 1985: 245).
21
sebastian matteo y asier rodríguez manjavacas
Pero, sin duda, la particularidad más destacable de este conjunto es que con-
tiene algunos ejemplos en los que los wayob’ interactúan con seres humanos; un
rasgo absolutamente ausente en el corpus del tipo 1 (u-way X). Por encima de
otros rasgos, el hecho de que todos porten penachos de plumas, aparentemente
de quetzal, subraya su innegable parentesco, aludiendo quizás al rango de los
individuos disfrazados. Los temas ilustrados en este conjunto iconográfico son
restringidos y fácilmente clasificables, reduciéndose la aparición de estos seres a
básicamente tres contextos:
Es difícil saber si nos encontramos ante verdaderos wayob’ o ante hombres disfra-
zados de ellos. Pensamos que los antiguos mayas pudieron disfrazarse de wayob’
en ocasión de ciertos ritos y festividades, y que los vasos que hemos agrupado
podrían ilustrar esta práctica. Llama la atención el gran contraste existente entre
las representaciones de wayob’ relativamente realistas, del tipo 1 (figura 2), donde
el animal aparece en actitud más propia de su naturaleza (aunque reúna en su
cuerpo elementos de diferentes especies animales y/o vegetales y muestre acceso-
rios o vestimenta propia de seres humanos), con otras representaciones del tipo 2,
en las que el animal camina, baila o adopta posturas completamente humanas, y
donde incluso su volumen exagerado y su gesto forzado sugieren que dentro hay
un ser humano, como se evidencia en el primer individuo de K4960 (figura 4),
que parece haberse descubierto la cabeza. Este último personaje nos permite revisar
con otros ojos los famosos wayob’ de los vasos del tipo Altar de Sacrificios: K791,
792, 793 y el propio vaso de Altar de Sacrificios (National Geographic, 1975).
Por ejemplo, sin salir del mismo K791 (figura 5), se aprecia una gran dife-
rencia entre los wayob’ 2 y 4 (leídos naab/ha hix, “Lake-Jaguar”, y tan bihil kimi,
“death on the path”, según Grube y Nahm, 1994), por un lado, y los wayob’ 3 y
9 (leídos k’util hix, “… jaguar”, y sak ox ok, “three white dogs”, ibid.) por otro.
Mientras 2 y 4 son representaciones bastante realistas de un ave de presa y de un
jaguar, 3 y 9 son individuos humanos que visten pantalones (el 3 incluso guantes)
hechos con piel del animal y llevan casquetes en forma de la cabeza del animal
en cuestión: un jaguar y un perro blanco respectivamente. Este último ejemplo,
de humano disfrazado, contrasta considerablemente con otra representación de
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la instrumentalización del way según las escenas de los vasos pintados
ese mismo way, Sak Ox Ok, en la posición número 12 del vaso K927 (figura 2),
donde aparece completamente zoomorfo.
Pero, volviendo a nuestro tipo 2, donde los wayob’ interactúan con los huma-
nos y entre sí, ¿qué información nos aportan los textos jeroglíficos de dichos
vasos? Sólo tres de ellos presentan algún texto interesante (y/o legible) desde la
perspectiva de nuestra presentación. Se trata de los vasos K3026, 533 y 1439.
Con respecto al primero (figura 6), que no hemos clasificado en ninguna de las
tres temáticas principales, Asier Rodríguez propone la siguiente lectura:
figura 7b. K533 (© Justin Kerr), detalle. figura 8b. K1439 (© Justin Kerr), detalle.
23
sebastian matteo y asier rodríguez manjavacas
Otros dos vasos, originarios de Ik’-Motul de San José, presentan una iconogra-
fía y un texto destacables. Pertenecieron a la misma persona, el rey de Ik’-Motul,
Yajawte’ K’inich:
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la instrumentalización del way según las escenas de los vasos pintados
4. Sacrificios y estelas
De los tres temas que trata el corpus de tipo 2 que hemos establecido, llama
la atención el último, por el interesante paralelismo que presentan las cuatro
cerámicas: K718, 928, 8351 y 8719. En cada una de ellas puede apreciarse que
el elemento central de la escena consiste en la asociación de un sacrificio con la
inauguración de una estela.
El acto de inauguración queda patente por el vendado de la estela (y su pos-
terior impregnación con sangre, en este caso del sacrificado), que se desprende
de una de las expresiones glíficas más comunes para registrar la inauguración de
estelas: k’ahlaj tuun, “es atada/vendada la piedra”. El vaso K8351 (figura 10)
muestra claramente, por un lado, seres humanos suspendidos en el aire, con
fondo oscuro, quizá aludiendo a lo nocturno, y vestidos con atributos que los
asocian a (¿sus compañeros?) animales. Estos humanos no visten bufandas sacri-
ficiales, pero sí muñequeras y tobilleras del mismo material, rociadas con sangre.
Por otra parte, muestran wayob’ (los mismos que algunos humanos están sos-
teniendo en sus manos), varios de los cuales pueden identificarse, como el naab/
ha hix, “Lake-Jaguar”, o el …hix, “(Waterlily)-Jaguar” (Grube y Nahm 1994).
Se hallan relacionados con un sacrificio realizado frente una estela y parecen diri-
girse a ella. El individuo de la derecha, que sostiene una guacamaya roja, incluso
extiende un objeto punzante —quizás un excéntrico— que lleva en la mano
derecha, hacia el vientre ensangrentado de la víctima del sacrificio, que yace sobre
el altar, frente a la estela. El vendado de la estela está impregnado con la sangre del
sacrificado, al que puede se le haya extraído el corazón.
La escena del vaso K8719 (figura 11) complementa esta idea: vemos a la dere-
cha un gobernante sentado en un trono de piel de jaguar, con cetro K’awiil en la
mano y presidiendo una escena de sacrificio. La víctima, de rodillas sobre el altar,
ha sido decapitada: se puede ver su cabeza depositada sobre la estela adyacente,
impregnando de sangre el atado de la misma. Desde la izquierda avanzan hacia
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sebastian matteo y asier rodríguez manjavacas
5. Interpretación
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la instrumentalización del way según las escenas de los vasos pintados
con mayor poder, sirviéndose de ellos como instrumento. ¿Acaso los reyes del
Clásico poseían esta misma facultad? Pensamos que su estatus y el interés mos-
trado por representar este aspecto de sus vidas en la cerámica permiten considerar
esta posibilidad. “Al igual que las deidades mayas, los dioses del linaje tienen un
papel dual. Por esta razón, algunos de sus 13 espíritus son naguales malignos que
ejercen un control social sobre los compañeros animales inferiores de la montaña
sagrada” (Holland, 1990: 114).
Dado que el way del Clásico está asociado a la dinastía, y no al individuo, los
ritos en los que interviene implicarían al linaje. Este aspecto lo acercaría más al
onen lacandón (Roeling, 2007: 100), que se transmite mediante el patrilinaje, como
el apellido. La presencia de los wayob’ (o de nobles disfrazados de ellos) en ritos
realizados con motivo de la inauguración de una estela refuerza el propio acto, ya
que supone el recurso a una comunidad a la vez sobrenatural (los wayob’) y natural
(los antepasados). Los wayob’ materializan el linaje, ese flujo vital que pasa de gene-
ración en generación y, a pesar de que el caso lacandón es el que mejor lo ilustra,
entre otros grupos étnicos el linaje juega también un gran papel:
Como cualquier otro lab, los rayos son transmitidos generalmente de un abuelo a
un nieto (es decir, miembros de generaciones alternas que se llaman recíprocamente
mam). Pero al pasar al niño que va a nacer, el lab rayo también se vuelve un recién
nacido. Crecerá entonces en forma paralela al niño humano en la sociedad de los rayos
gente (Pitarch, 1998: 4).
The Tzotzils believe that when a person comes into the world, a companion animal (wayi-
jel) is born in the sacred mountain of his patrilineage at exactly the same time (Holland,
1964: 303).
Hemos visto a los wayob’ asociados a la inauguración de estelas. Pero más que
a éstas en sí, los wayob’, parecen asociados a la sangre, el terror, la enfermedad,
el daño y el sacrificio de cautivos, con toda la carga de elementos maléficos que
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sebastian matteo y asier rodríguez manjavacas
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la instrumentalización del way según las escenas de los vasos pintados
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la instrumentalización del way según las escenas de los vasos pintados
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Península
vol. IV, núm. 1
primavera de 2009
IMÁGENES
“La instrumentalización del way según las escenas de los vasos pintados”
Sebastian Matteo y Asier Rodríguez Manjavacas
ii
la instrumentalización del way según las escenas de los vasos pintados
v
mª luisa vázquez de ágredos pascual
vi
el color y lo funerario entre los mayas. ritual, magia y cotidianeidad
vii
mª luisa vázquez de ágredos pascual
viii