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El agua, es uno de los más antiguos agentes físicos utilizados de forma terapéutica,
las aguas mineromedicinales y del mar han formado parte de la terapéutica en todos los
tiempos y lugares. Los baños en el Ganges o en los lagos sagrados que rodean los templos
indios, las abluciones ordenadas en el Corán, los baños purificadores indicados en la ley de
Moisés y el Talmud, son solo ejemplos.
Según Hipócrates (460-375 a.C.) “…el médico debe estudiar el uso del agua a título
de agentes terapéutico y recomendarla en algunas enfermedades, sobre todo cuando sea
preciso combatir el exceso de calor que las fiebres de todas clases provocan en el cuerpo
humano…” Este eminente científico griego, utilizaba baños de agua con sales para tratar
inflamaciones crónicas de la piel, empleó el agua del mar tanto fría como caliente, hizo un
esbozo de lo que se llama en la actualidad baños de contraste. Mostró cómo con
aplicaciones de agua de mar, se detenía la evolución perniciosa de las úlceras cutáneas.
Según su experiencia, los baños fríos con ejercicio físico calientan más el cuerpo que los
baños calientes, ya que tras estos últimos, el cuerpo se enfría.
Tres siglos más tarde los romanos superaron a los griegos y entre ambos crearon
espectaculares termas capaces de albergar hasta 3 000 personas, son ejemplos las de
Peloponeso, Pérgamo y Rodas. Las ruinas de algunas de estas colosales construcciones
han llegado hasta estos días, y brindan solo una idea de la medicina natural de aquellos
tiempos. Los romanos utilizaron el agua profusamente, tanto con fines recreativos como
curativos. Tenían cuatro tipos de baños con distinta temperatura.
– Frigidario (baño frío, solo recreativo).
– Tepidaria (agua templada en ambiente cálido).
– Caldario (baño caliente).
– Sudatorio (habitación caliente y húmeda).
En tiempos prebíblicos, el Mar Muerto adquirió fama como centro en la terapéutica para
las enfermedades de la piel. En Japón se utilizan aguas de determinados manantiales,
desde hace más de 1 000 años, para tratar problemas dermatológicos.
Cura balnearia
Aguas cloruradas
Se trata da aguas mineromedicinales con una mineralización global superior a 1 g/L
con un predominio de cloruros superior a 20 %. Se consideran aguas cloruradas débiles
cuando contienen menos de 10 g/L. Se denominan aguas cloruradas de mediana
mineralización cuando contienen entre 10 y 50 g/L. Se les llama aguas cloruradas de
fuerte mineralización cuando contienen más de 50 g/L.
Administradas por vía oral, estimulan la secreción y motilidad gástrica e intestinal,
lo que facilita la salida de la bilis al intestino. En el caso de las aguas cloruradas de débil
mineralización, producen estimulación de la secreción de ácido clorhídrico y de la
motilidad gástrica. Tienen una acción beneficiosa sobre la vesícula biliar, pues aumenta la
secreción de bilis, además de que la fluidifica. Sin embargo, hay que tener en cuenta que
si son de fuerte mineralización sus acciones son contrarias.
Una vez absorbidas activan el metabolismo en general y se comportan como
estimulantes del organismo. Por su mineralización, cuando se utilizan por vía tópica,
pueden ejercer efectos sobre la piel. Las hipertónicas actúan como antiflogísticas,
antiinflamatorias y desinfectantes. Estimulan la cicatrización y mejoran las afecciones
óseas. Son favorables en procesos respiratorios y cutáneos. Cuando son clorurada-sódicas,
ejercen acciones estimulantes de las funciones metabólicas y orgánicas, mejoran el
trofismo celular, los procesos de reparación hística y cicatrizal, así como favorecen la
circulación hemática y linfática, provocan engrosamiento de la capa de Malpighi y edema
reticular, como se observa engrosamiento de la fibra nerviosa. Cuando son cloruradas
bromo yódicas, tienen propiedades antisépticas y acción simpático-tónica debido a la
presencia de yodo. Estimulan las secreciones de las mucosas con descamación por efecto
osmótico. Producen una intensa y duradera congestión del sistema vascular de la
submucosa debido a irritación directa de los componentes salinos.
Las aguas madres, obtenidas por la evaporación de las cloruradas, tienen un
ascenso porcentual de magnesio, bromuro y potasio, lo que les confiere propiedades
sedantes más acusadas, en detrimento de las estimulantes.
En cuanto a los efectos secundarios de las aguas cloruradas, en general, tienen una
buena tolerancia, pero en tratamientos intensos, es posible que se produzca malestar
general, cefalea, estado febril, incremento de dolencias, e irritación de mucosas. Todos
estos efectos suelen desaparecer con la reducción de la intensidad del tratamiento,
incluso se puede suspender el tratamiento durante unos días.
Aguas sulfatadas
Son aguas con una mineralización mínima de 1 g/L, con predominio del anión
sulfato.Tienen como características que son superficiales, inodoras, de sabor amargo, y
pueden ser sulfatadas-sódicas, sulfatadas-magnésicas o sulfatadas-cálcicas.
Tienen acción colagoga, estimulan la producción de bilis más fluida, además de
acción colerética, facilitan la secreción de la bilis al intestino. Las aguas sulfatadas de baja
mineralización, sobre todo las alcalinas, son protectoras de la célula hepática.
Se indican en pacientes con estreñimiento crónico, en enfermedades crónicas del
hígado y las vías biliares, además en la obesidad.
Producen un efecto miorrelajante y espasmolítico de la musculatura bronquial.
También estimulan la descamación epitelial mucosa y cambios de las células inflamatorias,
con el consiguiente efecto eutrófico.
Aguas sulfuradas
Son aguas mineromedicinales que contienen azufre en una cantidad superior a 1
g/L, debido a las formas de ácido sulfhídrico y ácidos polisulfhídricos que posee, se trata
de azufre bivalente. Contienen materia orgánica como algas y sulfobacterias, y suelen
tener otros aniones y cationes predominantes, dando lugar a aguas sulfurado-sódicas,
sulfurado-cálcicas, sulfurado-cloruradas y sulfurado-arsenicales. El olor es el característico
a sulfhídrico (huevos podridos), son untuosas por el contenido en materia orgánica, y el
color es amarillo- verdoso o azulado según el grado de oxidación del azufre.
Sus usos principales son en los procesos reumáticos, enfermedades del aparato
cardiovascular, del sistema nervioso, procesos dermatológicos, otorrinolaringológicos y
respiratorios crónicos. Poseen, a nivel hepático, una acción antitóxica, al igual que una
acción antianafiláctica y antialérgica. Producen estimulación metabólica y una acción
trófica. En el estómago provocan una ligera acción antiácida y un efecto colerético. Sobre
la piel tienen acción queratolítica.
Efectos biológicos deseados con la aplicación de las aguas
mineromedicinales
Indicaciones en dermatología
Con elevado porcentaje de éxito, las aguas mineromedicinales se emplean en el
eccema y la psoriasis, además de la ictiosis, liquen plano, prurito, quemaduras y en
cicatrización de heridas. El tratamiento termal es seguro, efectivo y agradable para el
paciente, además de no tener efectos secundarios durante ni después del tratamiento.
Los efectos terapéuticos de la aplicación tópica de aguas mineromedicinales o barros, son
debidos a la interacción local entre los constituyentes del agua mineral y la estructura de
la superficie cutánea.
La piel, que constituye la puerta de entrada, tanto para los componentes del agua
como para los estímulos físicos que aporta, responde a las aplicaciones de agua mineral,
interaccionando con el agua y sus constituyentes y, mediante mecanismos reflejos,
metabólicos e inmunológicos, genera respuestas locales y generales, además, pone en
marcha reacciones neurofisiológicas y humorales.
Las aguas y peloides sulfurados, y los clorurados bromoyódicos, son los más
utilizados en las afecciones cutáneas.También, las aguas oligometálicas, ricas en calcio,
sílice y en determinados oligoelementos, como el selenio, magnesio, zinc, entre otras, han
demostrado ser muy efectivas. En cada baño de la totalidad de la superficie corporal, de
20 min de duración, atraviesan la capa córnea 20 mL del agua de baño al organismo, sin
que se produzcan marcadas diferencias entre las distintas sustancias que pueda llevar
incorporadas.
Indicaciones en afecciones cardiovasculares
En el caso de las afecciones cardiovasculares, se preconiza el uso de las aguas
carbogaseosas y las aguas radiactivas. Un factor que contribuye a los efectos
cardiovasculares es el aumento del retorno venoso que produce la inmersión.
En el caso de las aguas carbogaseosas, se suman los efectos vasodilatador local y
bradicardizante. Sin embargo, hay que tener cuidado con la cantidad de aire enriquecido
en CO2, que respira el paciente, ya que se puede presentar una taquipnea, con
taquicardia y aumento de las resistencias periféricas. Por esto, se evita la cercanía entre la
cabeza del paciente y la superficie del agua. El baño puede ser total o parcial. En el caso de
aplicar baños totales, la duración será de 10 a 20 min y a temperaturas de alrededor de 32
a 34 °C para las aguas carbogaseosas y algo más elevadas (38 a 39 °C) para las aguas
radiactivas.
Aplicaciones en geriatría
Mediante la crenoterapia con aguas mineromedicinales se logran importantes
beneficios, como los efectos estimulantes mediante la reactivación de la capacidad física y
psíquica que, en su conjunto, producen un incremento de la capacidad de autoestima de
las personas mayores, al alcanzar un estado de bienestar y satisfacción personal al
encontrar una nueva respuesta terapéutica a sus polipatologías. Los mejores resultados se
han obtenido en trastornos psicofuncionales y en distonías neurovegetativas, así como en
procesos crónicos.
Contraindicaciones para la utilización de la crenoterapia