Consejo de Derechos Humanos sobre la pena de muerte
Costa de Marfil
Buenas Señor/a Presidente/a:
Representando a Costa de Marfil y garantizando que desde nuestra independencia en
1960 no se ha realizado ninguna ejecución, nos mostramos abolicionistas por la falta de dignidad así como de derechos que supone la pena de muerte. De esta manera afirmamos que basándonos en la Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada por esta entidad — Naciones Unidas—, es una cuestión central el derecho a la vida de las personas. Históricamente presentamos desde nuestra Independencia una absoluta radicalidad respecto al tema que será legislado en nuestra Constitución del 2000 (Art.2), la ola democratizada puede ser parte de esa ausencia y esa búsqueda de derechos humanos palpables en la realidad socio-política. Vemos crucial el contar con un verdadero apoyo internacional respecto al tema ya que siguen existiendo Estados que realizan esta práctica. Y lo argumentamos en primer lugar por el derecho a al vida que tienen las personas firmado en la DUDH y sin olvidar los diversos pactos que persiguen este derecho —Pacto Internacional de Derechos civiles y políticos y Convención sobre los derechos del niño (Art. 6 y 37). Destacar nuestra brusquedad de aliados de nuestro continente como Liberia, Malí, Sudáfrica y Burkina Faso que también son abolicionistas y la cohesión entre nuestros Estados podría crear una coalición para intentar acabar con las prácticas llevadas a cabo en Egipto y Chad. No puede ser posible que el 20 % de las ejecuciones por pena de muerte al año sean de Egipto. Desde nuestra situación respecto a este debemos acabar con esta situación. Para ello buscamos una justicia íntegra, medidas reales de legislación y estabilidad. Costa de Marfil es un país que lucha por la abolición de la pena de muerte, y su independencia así como su búsqueda por reales derechos humanos y verdadera democracia internacional, garantiza que en su justa medida de estado soberano buscará aliados para negociar con los demás Estados no abolicionistas. No podemos consentir en el Siglo XXI prácticas que vayan en contra de la dignidad de la persona.