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Estereotipos tadura de la conformidad. En este sentido, la expresién «el suefio americano» sélo puede entenderse en el sentido de «América adorme- ciday, La homosexualidad no fue uno de los puntos fundamentales en los «libertarios» afios sesentg. Se hablaba de experimentacién sexual, pero rara vez se reivindicaba la homosexuali- Gad. Fue necesario Stonewall, en 1969, para poner el tema de los derechos gays en la agen- ¢a politica, y desde entonces ha existido una Jarga pugna por el reconocimiento y por llegar a la igualdad. Es cierto que se ha ganado visi- bilidad, que los homosexuales se han converti- do en fuerza electoral y que algunas empresas los tienen en cuenta como grupo importante de consumidores. Por otra parte, Ia homosexuali- dad sigue criminalizada de diversos modos en varios estados y Ia emisién de algo tan inocen- te como un episodio de la serie televisiva Ellen* en que la protagonista sale del armario fue intoletable para los defensores de los valo- res farniliares. La legada del sida, que diezm6 brutalmente: las comunidades homosexuales més importantes del pais, fue un duro golpe al movimiento, tanto en lo que respecta a la legi- timidad que se le concedia como a su fuerza real. Pero a finales de los ochenta se habia cre- ado un nuevo activismo que habia aprendido de la crisis y que reclamaba sus derechos, si cabe con més fuerza que nunca, encarnado en grupos como Act Up*. ESTEREOTIPOS Si puede decirse que percibimos el mundo a través de categorias, el estereotipo puede con- siderarse una version perezosa y desdibujada de las categorias. El estereotipo es, en princi- pio, una simplificacién de la experiencia, y por lo tanto contribuye a facilitar la represen- tacién de conceptos en textos populares, que por naturaleza rehuyen la complejidad y la novedad. Pero el proceso nunca es tan inocen- te como podria desprenderse de estas afirma- ciones. En principio, el proceso de simplifica- cién conlleva también una carga de ideologi- zacién que, dado que hablamos de un concep- to, Ia homosexualidad, que no cuenta con el beneplacito de las ideologias hegeménices, se utiliza en contra de la misma, asocidndola con la abyeccién, con la marginalidad, con lo monstruoso. Los estereotipos homosexuales son importantes porque preceden a la expe- riencia que la sociedad tiene de nosotros y en gran medida la determinan. Su presencia en Jos medios de comunicacién los convierten en un asunto politico. Si la lesbiana es siempre 274 marimacho y el homosexual no puede sino ser un hombre amanerado que se suicida en cuan- to tiene ocasién, las representaciones de la homosexualidad seran tan previsibles que resulta imposible tomar esos personajes como remotamente parecidos a seres reales. Hay dos posiciones a tener en cuenta al discutir los estereotipos como problema. La primera pro- pone que hay estereotipos buenos y estereoti- pos malos, es decir, clichés que nos represen- tan de manera mas 0 menos positiva a los ojos de la sociedad y clichés que nos demonizan. E] movimiento gay debe protestar con energia contra los segundos y guardar silencio frente a los primeros. Asi, el Pepelu* televisivo enfati- za caracteristicas negativas de la homosexuali- dad (debilidad, infantilismo, afeminamiento*, actitudes Ioriqueantes) y, por lo tanto, puede influir negativamente en las ideas que la gente se hace sobre la homosexualidad en general, Algo similar se dijo de Ja Sharon Stone de Instinto basico* y de los personajes de obras como Los chicos de la banda* o peliculas come Vicios pequefios*. Una segunda posi- cin, sin embargo, alega que los estereotipos siempre son negativos porque enfatizan visio- nes ‘trilladas de la homosexualidad, siempre falsas y que siempre pueden resultar opresi- vas. Se trata de una actitud problematica, por- que en gran medida los estereotipos son inevi- tables en la cultura popular. Es cierto que a veces por pereza se niega complejidad al per- sonaje, centrandose en sus aspectos mas mani- dos; pero la cultura de masas siempre se.ha basado en estereotipos que se convierten en convenciones. Hay autores gays que incluso preferirian la representacién a través de este- reotipos al silencio: después de todo, el estere- otipo enfatiza una diferencia que es apropia- ble. Entre ellos se cuenta Harvey Fierstein*: orgulloso de ciertos aspectos de la cultura gay como, precisamente, e] afeminamiento*, Fierstein defiende que el estereotipo que se pretende negativo puede llegar a ser leido positivamente a través de una apropiacién* activa. En todos los personajes citados mas arriba como ejemplos de clichés antihomose- xuales se puede encontrar un aspecto positivo, y todos ellos han resultado populares entre los espectadores heterosexuales. La mera presen- cia hace la homosexualidad algo cotidiano, normal, aunque sea a través de estereotipos cuyo efecto inmediato no sea precisamente la naturalizacion de la homosexualidad. Es difi- cil decidir a priori cuales son las «buenas» representaciones de la homosexualidad y cus- 275 les son las «malas», precisamente porque los homosexuales no son un grupo monolitico y puede haber divergencias sobre la imagen que se pretende legitimar: mientras algunos prefie- ren la normalizacién, otros gustan de enfatizar la diferencia, y la imagen de, por ejemplo, una lesbianapeligrosa como la Catherine Tremmell interpretada por Sharon Stone puede llevar a una identificacién positiva por parte de algunas espectadoras. ESTETICISMO Corriente artistica que defiende «el arte por el arte», es decir, la idea de que la estética del objeto artistico es un fin en si mismo y no necesita de un punto de referencia moral, social 0 religioso. De hecho, el propio arte ‘toma el puesto de la religién en tanto que moti- vo estructurador de la existencia. El momento Algido de lo que no es sino una filosofia del arte, especialmente de la literatura, se produce a finales del siglo xix, y en nuestra lengua incluye a una serie de autores que Ilamariamos modernistas*, como Rubén Dario. La relacién del movimiento esteticista con la homosexuali- dad parece en principio de mera yuxtaposicién: cierto numero de practicantes prominentes del esteticismo eran también dandis* y/u homose- xuales, entre ellos Walter Pater*, Wilde* y Lorrain*,. Huysmans, Verlaine*, Cocteau*, Rimbaud” y Symonds*. Por otra parte, dadas las ideas que conforman la literatura esteticista no resulta sorprendente que las identidades homosexuales que estos autores exhiben sean fluidas, inestables y, en la época, dificilmente politizables. Autores como Ulrichs, por ejem- plo, crefan en la escritura como modo de cam- biar las condiciones sociales de opresién; Wilde, como sabemos, no. La conexién entre esteticismo y discurso homosexual se ha teori- zado a partir de postulados postestructuralistas, que trasladan al lenguaje cotidiano caracteristi- cas que los esteticistas atribufan al lenguaje artistico, especialmente en lo que respecta al énfasis en el significante. A partir de aqui, los estudios sobre la homosexualidad* proponen que el esteticismo esta en el origen de uno de los aspectos mas especificos de la cultura homosexual: la mirada camp* que continua~ mente cuestiona, generalmente a través de la burla, las relaciones entre significado, signifi- cante y referente. Ademas, el esteticismo puede considerarse una vertiente extrema del movimiento decadentista*. La diferencia esta en el énfasis: mientras que los decadentistas centran su atencién en el referente, quiz4 como Esto es mi cuerpo posible experiencia, el esteticismo se preocupa por el lenguaje y postula una belleza en el mismo que no guarda relacién con Ia experien- cia del mundo real. De hecho, el apartamiento del mundo fue lo que hizo olvidar a Wilde que &te puede ser hostil y que, si bien desde el punto de vista filos6fico las leyes de los hom- bres carecen de importancia, la experiencia nos ensefia a enfrentarnos a ellas como algo muy peligroso. La ley es una convencién; las cérce- Tes, una realidad. ESTO ES MI CUERPO (1997) Libro de poemas de Juan Antonio Gonzalez Iglesias. La idea de «poesia gay» sugiere demasiado a menudo un- homoerotismo al esti- lo cldsico como el que encontramos en Luis Cermuda* o Luis Antonio de Villena*. La mira- da se recrea en la lozania de los cuerpos, a menudo de cualidades efébicas, y a partir de esta delectacién se construyen reflexiones sobre el paso del tiempo, lo inalcanzable del objeto del deseo y otros tépicos de la literatura voyeuristica. Gonzalez Iglesias rechaza en este volumen el paradigma voyeurista para elaborar una poesia arraigada en un concepto amplio de «cultura gay»*, Por una parte, se trata de un libro que reconoce abiertamente la tradicién homosexual representada en la poesia helénica y especialmente en las Odas de Pindaro asi como en la poesia de Walt Whitman*, de la cual encontramos aspectos comunes tanto en la entonacién como en la constante afirmacion de si, en la acumulacién de imagenes y en la apo- logia de la camaraderia*. Como en la poesia homoerética tradicional, algunos de sus textos se basan en la fascinacién por el cuerpo del atleta. Pero aqui se pone en primer plano la rea- lidad de los gimnasios. El cambio es importan- te: la belleza ideal no es magica, no aparece en un dmbito separado del mundo, sino que se construye en ambientes identificados como gays. Esta nocién del cuerpo como algo que lejos de ser evanescente y lejano resulta male- able y concreto aparece de manera recurrente en varios textos. Otro de los temas es el del ligne, que aparece como una experiencia fasci- nante que abre el camino. a las posibilidades del deseo. El ligue se presenta como una acti- vidad que puéde conducir a cierto tipo de ple- nitud, rechazando asi el cliché que asigna al Tigue un cardcter compulsivo que s6lo lleva ala infelicidad. La experiencia de encontrar una mirada junto al mar o entre las estanterias del Fnac es la espera de cierto tipo de paraiso. En esto es facil encontra paralelismos entre la poe- Foucault clésico gay, Maurice*, cuyo valor literario y politico siempre ha dividido a los criticos y Tecientemente sdlo despierta indiferencia. En sus aiios de madurez se convirtié en un comen- tarista radiofénico cuyas opiniones influian en la vida de la gente y a lo largo de su vida se relacioné con gente como Edward Carpenter* y el poeta griego Cavafis*. A pesar de estas credenciales, mantuvo su homosexualidad en secreto hasta su muerte. Ni siquiera accedié a publicar Maurice en vida, y el resultado es que Jo que en los afios veinte podria haber sido una novela importante, aparecié en los setenta casi como una curiosidad del pasado. Pero son quiz4 estos hechos, junto a sus dotes como observador, lo que hace de sus textos ejemplos clave de la mentalidad del armario*. Los per- sonajes femeninos atrapados por la conven- cién, la histeria sexual, la represién de los sen- timientos que atempera los arrebatos de la pasién y la necesidad de escapar de las brumas britinicas para explorar la propia identidad sexual son temas recurrentes en sus novelas. Forster crece durante un periodo en que el dis- curso social sobre la homosexualidad en Gran Bretafia estaba dominado por el juicio de Oscar Wilde*; la homosexualidad fue ilegal hasta 1967. Ademas, segin la excelente biografia de P.N. Furbank, el escritor no tuvo relaciones sexuales significativas hasta 1919, cuando contaba con cuarenta afios. Fue en Alejandria y con-un conductor de tranvia: Como muchos homosexuales del periodo, Forster creia que la orientacién sexual podia servir para tender puentes entre clases sociales y culturas; la desi- gualdad de los amantes podia resultar mutua- mente enriquecedora. Es una idea que veremos reflejada (de forma indirecta) en su obra. Con todo, puede sorprendernos que, siempre segiin Furbank, Forster nunca. se avergonzara de su orientacion sexual: siempre tuvo una actitud muy favorable hacia la misma y en ocasiones manifesté su impaciencia e incluso rabia ante la pérdida de tiempo y energias que habia sig- nificado la prohibicién social. La imagen que tenemos de él es la de un hombre que queria vivir su vida tranquilamente, sin una mentali- dad revolucionaria pero perfectamente cons- ciente de la estupidez de las leyes y las actitu- des. Dejé de publicar en 1928, y desde enton- ces se dedicO a trabajar en revisiones de su Maurice y en una serie de relatos homoeréticos que no se verfan publicados hasta 1972 en la coleccién La vida futura (Alianza Editorial, 1976, trad. José Luis Lépez Mujioz), entre los cuales encontramos El otro barco, Arthur 294 Snatchfold y La vida futura, que da titulo ala coleccién. En otras novelas hay elementos homoeréticos que los personajes no parecen advertir pero que el autor sefiala a veces de modo sutil. Quizé el ejemplo més interesante sea Where Angels Fear to Tread (1905), novela breve en la que la relacién del protagonista con la joven Caroline Abbott adquiere tintes espiri- tuales frente a una amistad* claramente erdtica con el joven italiano Gino Carelli, responsable indirecto de la muerte de su propia hermana, Las relaciones intensas entre hombres, uno de los cuales siempre se describe como una figu- ra sensual que procede de un entorno social 0 cultural marginal, aparecen también en Pasaje a la India (1924) y The Longest Journey (1907). Otro de los temas recurrentes en su obra es el de la busqueda de la realizacién sexual en culturas lejanas, algo que sucede en Una habitacién con vistas (1908), Where Angels Fear to Tread y Pasaje a la India. En la primera y la dltima, ei uso de una joven sexual- mente inocente como protagonista puede leer se como ejemplo de Estrategia Albertine*. FOUCAULT, Michel (1926-1984) Pensador francés. Tras un periodo a finales de los ochenta en que estaba de moda poner de vuelta y media sus propuestas, el trabajo de Michel Foucault* mostré su relevancia en el campo de los estudios sobre la homosexuali- dad* a partir de la utilizacién que de él hicie- ron autores como Judith Butler, Eve Kosofsky Sedgwick y Jonathan Dollimore. Su muerte de sida* en 1984 vino acompafiada de los habi- tuales rumores homofébicos, sustanciados en una biografia* sensacionalista (pero al parecer bastante fiel a los hechos) de James Miller: La pasién de Michel Foucault*. En ella se mues- tra la fascinacién del filésofo por los clubs sadomasoquistas* y cémo continué frecuen- tandolos después de saber que era seropositivo. Esto y su resistencia a identificarse piblica- menté como «gay» (aunque su homosexuali- dad no era un secreto, su relacién de més de veinte afios con su amante Daniel Defert era bien conocida y concedié varias entrevistas a publicaciones gays) le granjeé una buena dosis de criticas en los puritanos ochenta. La polé. mica le habia acompatiado desde el principio de su carrera, cuando la publicacién en 1961 de Historia de la locura en la edad clésica le expuso a acusaciones de falta de rigor y de par- cialidad en la seleccién de sus fuentes. Sin embargo, en éste y otros trabajos empieza a delinearse una teoria de las relaciones sociales 295 que llegaré a tener gran influencia en el modo en gue concebimos la existencia. Uno de los conceptos clave en su trabajo, y uno de los peor entendidos, es el concepto de «Poder». Los cri- ticos gays consideraron derrotista, tras una lec- tura demasiado apresurada, la idea de que jamés se puede vencer al Poder. Pero como indica en un trabajo reciente Leslie Halperin (Saint Foucault), hay otra lectura positiva y liberadora que lo convierte en el precursor de la teoria queer* y que justifica su desconfian- za hacia e] modelo gay*: el individuo debe enfrentarse al poder estratégicamente, es decir, evitando contraponer un sistema verdadero a las mentiras de los opresores; la lucha por la verdad s6lo produce opresion; en este sentido, cualquier identidad social sélo puede conside- rarse realmente libertaria a través de una cons- tante reinvencién, a través de la busqueda de nuevas soluciones retoricas para nuevos pro- blemas. Cualquier intento de fijar una identi- dad social esta abocado al fracaso, ya que no puede sino producir una nueva estructura opre- siva. Otra acusacién contra el trabajo de Foucault fue su énfasis en la retérica (més evi- dente en libros como La argueologia del saber y Las palabras y las cosas) frente a la accién. Sus criticos insisten en que su nocion de dis- curso ‘leva a un escepticismo terminal en que nada importa. Si la vida de un fildsofo puede contribuir a entender su filosofia, la trayectoria de Foucault. constituye un ejemplo que cuestio- na esta visién: tras unos afios atrapado en las intrigas de rigor para conseguir un puesto decente en la universidad francesa, se ocupé de diversas causas politicas y participé activa- mente en los disturbios del Mayo del 68. Es cierto que Foucault no fue uno de esos activis- tas monocordes que son conocidos como parti- darios de una sola ideologia, pero su lucha con- tra el racismo evidencia que su teoria no le lleva a la pasividad. Su trabajo sobre forinacio- nes discursivas y'los mecanismos de poder en la sociedad es revolucionario: una de las toni- cas del mismo es su resistencia a cualquier tipo de esencialismo. La aplicacién de los resulta- dos de sus trabajos anteriores al campo del dis- curso sobre el sexo en su inacabada Historia de Ja sexualidad constituye el resumen de una carrera que sin duda podria haber ofrecido nue- vas maneras de conocer nuestro mundo. El sexo en Historia de la sexualidad es una for- macién discursiva, no una esencia, ni una cate- goria médica. Es algo de lo que la sociedad habla continuamente y la influencia del discur- so sobre la sexualidad afecta a las costumbres, Foucault las leyes ¢ incluso la arquitectura. Foucault cuestiona la visién tradicional del victorianis- mo como un periodo de silencio sobre el sexo: de hecho la represién continuada y explicita no es més que una manera de hablar de sexo. Es quiza la obsesién victoriana (0, en general, decimonénica) por considerar el sexo como tema médico, psicolégico 0 sociolégico lo que da lugar a la creacién, hacia 1870, de nuevas categorias basadas en Ia orientacién sexual. Mientras que la sodomia* era una prictica pecaminosa, «el homosexual» es una nueva especie descubierta/creada por’ la medicina. Esta idea de que «el homosexual no existia antes de finales del siglo xix» ha sido califica- da de perogrullada por quienes no saben o no quieren entender un complejo razonamiento conceptual («es evidente que sf, insisten, «los griegos, por ejemplo»). Y, sin embargo, Foucault es mucho més preciso que todo eso: el paradigma de las relaciones chomosexua- les» tal como se conceptualizaban en la Grecia* clésica tenfa una base social distinta, unos rituales muy concretos y unos valores que poco tenfan que ver con el homosexual de la medicina decimonénica o con los gays de las postrimerias del siglo xx. Dado que las reali- dades s6lo existen en términos discursivos y que un acto sélo tiene significado cuando entra en un sistema de relaciones lingiiisticas, se trata de formaciones 0 conceptos que poco tie- nen en comin. Ideas como ésta desinflaban el optimismo de los activistas gays de finales de los setenta, pero fueron aprovechadas diez afios mis tarde por la generacién queer. La retérica de Foucault es a veces deudora de los aspectos més desafortunados del estilo de los pensado- res franceses de la época, basado en la creacién de neologismos y con una tendencia a la oscu- ridad no siempre justificable. Con todo, y a diferencia de algunos de sus contemporéneos, Foucault siempre trata de decir algo, lo cual en Jos tiempos que corren no es poco. FRANCIA Si Alemania* ha sido la cuna del activismo* Italia* Ia utopia sofiada, la cultura francesa de los dos tiltimos siglos ha generado algunas de las imagenes mas influyentes en la construc- cidn de las homosexualidades contemporneas. Por si esto no fuera suficiente, mas que paises como Gran Bretafia*, la cultura francdfona cuenta con un gran niimero de escritores ce1 trales en el canon literario cuya homosexuali- dad ha Tlegado a expresarse en sus escritos: autores como André Gide*, Colette*, Marcel Gay sido una pieza fundamental de las estrategias de seduccién, y su obra trata de responder a nuevos modelos de atraer la mirada en las pos- trimerias del siglo xx. Su trabajo reciente en moda masculina acentia el erotismo del cuer- po del hombre, que ya no es una mera percha para trajes conservadores, sino algo que va a ser mirado. Su trabajo para el cine se caracteri- za por la imaginacién desbordante, que se expresa a la perfeccién en sus trabajos para el cine fantastico como La ciudad de los nifios perdidos (1995) 0 El quinto elemento (1997).° ‘Ambos ejemplos muestran a Gaultier como artista posmoderno: en su trabajo se utilizan formas tradicionales (uniformes* militares, trajes de marineros*) como cita, que se enmar- ca en un nuevo contexto. Sus camisetas de marinero, por ejemplo, tienen algo de atrezzo, un elemento que remite a las representaciones cinematogréficas de los marineros y a la ico nografia gay mas que a los auténticos marine- ros. La mezcla de estilos (desde modelos que nos recuerdan el futuro de Barbarella hasta ropas influenciadas por la moda del siglo xvi, pasando por lo eclesidstico) no es meramente formal, sino que contiene.un elemento perfor- mativo que hace que se adapte como un guan- te al lenguaje cinematografico. En peliculas como Kika (1993) y BI cocinero, el ladrén, su mujer y su amanté (1989) da muestras de un exceso que contribuye a las atmésferas histéri- cas de Pedro Almodévar* y Peter Greenaway respectivamente. Otro aspecto de su trabajo también tiene que ver con el mundo del espec- taculo: su contribucién en la creacién de la imagen de cantantes como Prince y Madonna*. GAY La identidad gay permite la expresién politica de la homosexualidad*. Esto tiene efectos positivos y negativos. «Gay» es la homosexua- lidad en primera persona; una manera de con- vertir la diferencia en objeto, observarla y acti- varla, El origen de la palabra gay con el signi- ficado de homosexualidad no esté del todo claro. Hay teorfas* que encuentran los origenes de este uso en la lengua provenzal, con una evolucién en la que siempre ha habido conno- taciones que remitian a lo sexual. Pero el senti- do que tiene en su uso actual proviene sin duda del inglés. En los Estados Unidos* y en Gran Bretafia* empieza a utilizarse como expresién de argot a finales del siglo x1x, aunque la pri- mera evidencia de que se trataba de una expre- sién que habia pasado al lenguaje popular se encuentra, segiin algunos especialistas, en la 314 cancién de Cole Porter* «Farming» (1941), en la que un toro se define como «muy impresio- nante pero gay». Sin embargo, es facil encon- trar ejemplos més tempranos y casi tan claros, Evidentemente, el término habia sido utilizado por autores que intentaban codificar* signifi- cados homosexuales en sus textos. Gertrude Stein* lo utiliza hasta la saciedad en su historia de 1922 Miss Furr & Miss Skeene, en la que constituye la clave de la historia. A partir de los afios treinta se convierte en el término que los homosexuales utilizan con més frecuencia para referirse a si mismos. Ademas, de manera menos oscura, en 1939 aparece en la pelicula La fiera de mi nia, de Howard Hawks, en un contexto que casi ni deja Jugar a dudas: el per- sonaje interpretado por Cary Grant se ve obli- gado ponerse una estrafalaria negligé y es sorprendido por la autoritaria tia Elizabeth; cuando ésta le pregunta por qué va vestido asi, su respuesta es: «;Porque de repente me he vuelto “gay”!» (por supuesto la version dobla- da perdia el chiste). Por si quedaban dudas, Grant pasaba a hacer una referencia a cierta parada de autobis de la zona de Times Square (Nueva York), conocida como un lugar de ligue para homosexuales. Para finales de’ los aos ‘treinta se habia firmado el acta de defuncién de una «inocencia» semantica en lo que los con- servadores denominaban «una palabra la mar de bonita echada a perder». La generalizacién de este significado no puede considerarse meramente como un problema lingiiistico: se trata de un significante que aparece cuando-un nuevo tipo de identidad sexual, basada en una subcultura, empieza a cobrar fuerza, especial- mente tras la Segunda Guerra Mundial. Antes habia, alli como aqui, mariquitas, sarasas y tipos de la acera de enfrente. Con gay asistimos aun cambio de perspectiva. Para muchos fue un triunfo, para otros no fue motivo de cele- bracién (ya que el nuevo término creaba su propio modelo de identidad, un nuevo sistema de presién para que los homosexuales salieran del armario; y no todos quieren hacer politica de su identidad sexual). Su uso puede.verse como parte de una estrategia de apropiacion*, secreta al principio, que culminé en los distur- bios de Stonewall*. Ni el uso de la palabra ni, por supuesto, la nueva identidad, aparecieron de repente: en ambos casos habia identidades larvadas que sélo necesitaban un empujén para salir a la vida ptiblica. La identidad* gay se convierte asi en simbolo de esta nueva manera de ser homosexual, en significante que se refiere a la salida del armario* en tanto que 315 comunidad a partir de la afirmacién de la homosexualidad de cada individuo. Desde este momento, gay y homosexual se utilizan en gran medida como términos equivalentes. En un texto clave como Epistemologia del arma- rio*, Eve Kosofsky Sedgwick reafirma esta ‘equivalencia y explica su preferencia por gay frente a homosexual, pues esta ultima repre- senta una historia opresiva a la que hay que enfrentarse y de la que hay que desentenderse como algo que nos define. Homosexual es la denominacién que nos dieron nuestros opreso- res, mientras que gay es una palabra con la que muchos homosexuales, sobre todo hombres, pero también mujeres, se sienten cémodos; es una palabra que han activado (que han hecho suya) y han cargado de un significado positivo. Por ello, se impone una utilizacién retroactiva para denominar todo intento de expresar y arti- cular una identidad. Aun admitiendo las razo- nes de Sedgwick, no podemos abandonar la idea de que, con todo rigor, gay es un término anacrénico antes de los afios treinta, ¢ incluso después se ha utilizado generalmente asociado a cierto tipo de identidad homosexual, cons- ciente y orgullosa, que, aunque histéricamente constituya un hito en nuestra tradicién, no podemos proponerla como la Unica. Utilizar ‘gay con el sentido de «una de las (posibles) identidades* homosexuales contemporaneas» nos lleva, qué duda cabe, a limitar su alcance, pero también a situar la palabra con mas fir~ tmeza en un contexto histérico que permite un avance hacia nuevos modelos; ademas, permi- te ser critico con un tipo de identidad urbana que, a pesar de sus logros, o quiza precisamen- te por ellos, ha tratado de presentarse como un absoluto hasta convertirse a su vez en fuente de opresion para otros hombres, y especialmente otras mujeres, cuya orientacién sexual si se ve representada pero que no entran en un modo de vida demasiado ligado a la supuesta benevo- lencia de las estructuras capitalistas*. De hecho, a finales de los ochenta, quiza demasia- do tarde para que Sedgwick tomase nota del cambio, el término gay evolucioné hacia posi- ciones integracionistas, Jo cual forzé a quienes no se veian representados por esta tendencia a buscar nuevos modos de autocalificarse como queer* y antigay*, que no son més que estrate- gias que tratan de corregir el anquilosamiento a que el movimiento parecfa verse abocado después de los dificiles ochenta, en los que el sida” y la homofobia socavaron la moral y las filas de homosexuales. En Ultimo término, hay que decir que la etiqueta de gay sigue siendo Goy club una de las tarjetas de presentacién mas acepta- bles socialmente que han producido los homo- sexuales de cualquier época. Dejando de lado lo que podamos pensar del integracionismo, lo cierto es que la identidad gay es la mejor mane- ra de conseguir la igualdad, y seria una tonteria no utilizarla por problemas de definicién. La palabra gay puede convertirse en un término consensuado que se utilice como referencia para movimientos literarios o intelectuales; una vez se acepte plenamente en todas partes, serd el momento de descartarla y buscar modos mas radicales (y-flexibles) de autoidentificacién. En Espatia, la palabra gay llega sin una carga histérica demasiado compleja y como sinéni- mo desproblematizado de homosexual, térmi- no que suena un poco a especie zooldgica. Tenemos el ligero escollo de la ortografia: los celosos guardianes del Ienguaje, al que hay que mantener libre de extranjerismos, prefieren escribir gai. Se trata de una ortografia que s6lo tiene un auténtico sentido etimoldgico ‘en Galicia y en Catalufia, pero incluso en estos casos la adaptacion es problematica desde el punto de vista politico. En cuanto al resto de la peninsula, tan erréneo es importar un término fielmente como importarlo cambiando una letra: la apropiacion no se produce de manera tan sencilla. Seria otro cantar si hubiera apare- cido una alternativa autéctona que representa- se la historia y los intereses de los homosexua- les espafioles. Pero al importar la palabra se importa también un concepto, yuna i no con- seguira ocultar el hecho de que, durante dema- siados afios, nos ha faltado una construccién activa de las identidades homosexuales en tér- minos discursivos. Quizé la soluci6n esté en un uso mAs generalizado de nuestro entiende*. El uso continuado (y, a riesgo de sonar algo esta~ linista, afiadiré «sistematico») de esta expre- sién Tlegaria a constituir un equivalente ideal con sentido en nuestro pais, tal que la tradue- cidn exacta del inglés s/he is gay seria, simple- mente, entiende. Pero dado que la experiencia muestra que es casi imposible que los gays espafioles llegar a un acuerdo consensuado sobre cualquier tema, es posible que tengamos que conformarnos con la mera imitacién. GAY CLUB (1980) Pelicula espafiola dirigida por Ramén Fernandez. Gay club fue una pelicula oportuna que vio poca gente, algo desafortunado, ya que buscaba un publico popular que no habria podido conectar facilmente con tratamientos més complejos del tema. A principios de los 363 entre rejas su espiritu permanece libre. Recientemente, Hermosillo ha adoptado la nacionalidad canadiense. HETEROSEXUALIDAD OBLIGATORIA Concepto propuesto por Adrienne Rich* en su ensayo Heterosexuilidad obligatoria y existen- cia lesbiana (1971) y que se refiere a las pre- siones a menudo imposibles de vencer a que las mujeres estén sometidas para llevar estilos de vida heterosexuales y, lo que es atin més importante, tratar de conformar su deseo a las estructuras heterosexuales. Judith Butler parte de este concepto en su Gender Trouble* para describir la «matriz heterosexual» como un sis- tema de relaciones que otorga posiciones a cada individuo segin su sexo. La matriz hete- rosexual preexiste en nuestra cultura al deseo del individuo y contribuye de manera decisiva a fijar roles, identidades y modalidades ‘de deseo. Se trata de una estructura central en nuestra cultura, de gran rendimiento simbdli- co, Cuando el deseo del individuo o su posi- cionamiento identitario no coincide con los dictados de las estructuras heterosexistas, es necesario vencer toda una serie de presiones. Si el individuo en cuestin no esta suficiente- mente motivado para realizar ese esfuerzo, per- manecera en los limites de las estructuras hete- rosexistas, al menos «por defecto». Si realiza este esfuerzo, puede conseguir una mayor rea- lizacién como individuo, pero queda situado al margen de las estructuras mayoritarias. Es més, ja matriz heterosexual define a priori cualquier tipo de diferencia como una «otredad» y en tér- minos marginales. Asi, aunque el disidente no se vea como alguien marginal, el poder ideolé- gico del heterosexismo hace que sea percibido asi por el resto de la sociedad: se le asigna una posicién que no elige. En este sentido, la hete- tosexualidad es «obligatorian, ya que nuestro sistema cultural la impone como un modelo del que uno no puede escapar sin pagar un alto pre- cio. Dado que la mujer siempre ha sido relega- da a una posicién mas vulnerable que el hom- bre en la matriz heterosexual, son ellas quienes sufren sus consecuencias de manera ms rigu- rosa. La obligatoriedad de la heterosexualidad. no deja a las mujeres escapatoria: su tinico fin es servir al hombre (fisica, material y emocio- nalmente) y perpetuar la especie. A Io largo de la historia*, Ja legislacién*, la moral y 1a eco- nomfa han incapacitado a la mujer para ser independiente. Pero, ademés, la practica supre- sidn de imagenes lesbianas hace que no parez- ca existir alternativa a la heterosexualidad; las Heterosexualidad mujeres carecen asi de modelos que les permi- tan encauzar sus relaciones con otras mujeres con el fin de crear un frente de resistencia con- tra el patriarcado. La visién de Rich es algo «victimistan (pero, al fin y al cabo, tarde 0 temprano se acaba por acusar de victimista a cualquiera que trate de explicar que ciertas minorias lo tienen muy dificil) y no acierta a explicar el elemento matriarcal que en térmi- nos reales da poder a las mujeres de muchas culturas. Nuestra cultura mediterranea* seria un:ejemplo. Por otra parte, una versién més amplia del témino describe bastante bien el estado de cosas al indicar la fuerte conspira- cién de silencio segan la cual se asume que todo el mundo es heterosexual. Declararse homosexual es siempre, incluso en contextos donde puede esperarse tolerancia, dar un paso que rompe la placidez basada en la falsa idea de que todo el mundo es igual. La ideologia de la heterosexualidad obligatoria reduce asi el niimero de personas que quiere declararse homosexuales, ya que hace que la frontera a cruzar aparezca como més radical de lo que es, forzando estructuras que ponen al homosexual en una situacién de debilidad, como el escén- dalo* o la confesién* HETEROSEXUALIDAD La aparicion de la palabra heterosexualidad en los ensayos cientificos sobre sexualidad es posterior a la de la homosexualidad. Significa esto que la heterosexualidad no existia antes de ese momento? Dudoso, pero retéricamente posible. No tenemos por qué dar por sentado que la palabra tenia un efecto retroactivo y que toda practica sin nombre 0 categoria que tuvie~ se lugar antes de su aparicién era, necesaria- mente, una manifestacién de una esencia trans- historica denominada «heterosexualidad». Es mucho suponer, y sin embargo aqui estamos, suponiéndolo, sin ni siquiera notar que esta- mos desafiando cualquier postulado légico, cientifico o metafisico. Ahora bien, si la hete- rosexualidad no existia, zqué habia? Y sobre todo, Zen qué consiste exactamente este nuevo tipo, el heterosexual? Cudles son sus habitos? {Cémo ha llegado a ser lo que es? {Se trata de algo genético o es que tiene algo distinto en el cerebelo al resto de los mortales? ZEsté su identidad construida socialmente? La aparici- cidn de la palabra hererosexualidad con el sig- nificado de «elaciones sexuales entre perso- nas de sexo distinto» (a principios de siglo todavia se empleaba con el significado inicial de bisexualidad*) termina con una conspira~ Highsmith cién de silencio. A partir de entonces es posi- ble llamar a las cosas por su nombre. El pro- blema es que es necesaria mucha voluntad para hacer coincidir nuestra experiencia del mundo con las pretensiones del término. Kinsey* no fue el primero en sugerir que hablar simple- mente de homosexualidad y heterosexualidad es empezar el debate desde presupuestos erré- neos. La heterosexualidad exclusiva existe, pero no de un modo tan monolitico como ei término parece sugerir. De esta manera, la heterosexualidad se convierte en objeto de and- lisis y, en consecuencia, se problematiza. De hecho, el término ha resultado especialmente Util a los activistas gays, que pueden dar un nombre a ciertos mecanismos de opresién poniendo de manifiesto su cardcter construido. Segun William Stewart, autor del Cassell’s Queer Companion, es una palabra que deberia utilizarse mas a menudo: en cuanto una pelicu- la introduce cualquier tratamiento positivo de la homosexualidad, la prensa la margina califi- candola de «pelicula gay», como si se tratase de un género; {significa eso que el resto de las peliculas deben etiquetarse como «heterose- xuales»? La palabra deberia repetirse hasta la saciedad para que quienes dan por sentado que se trata de /o normal se dieran cuenta de hasta qué punto la heterosexualidad es algo aftadido a casi cada texto artistico o mediatico, a casi ‘cualquier estructura social. De hecho, el pro- blema del término es exactamente e] mismo que el de homosexualidad: su ‘ambicién. Ambos tratan de describir, a partir de un solo criterio, una realidad que es siempre mucho més compleja y cambiante de lo que se parece admitir, Segin el psicoanilisis*, por ejemplo (aunque pocos psicoanalistas la describirian en estos términos), la heterosexualidad es en rea- lidad el resultado de fijar socialmente (es decir, de imponer convenciones) una libido esencial- mente omnisexual. En The Invention of Heterosexuality, Jonathan Ned Katz traza la evolucién del concepto como respuesta a la medicalizacién de la homosexualidad. HIGHSMITH, Patricia (1921-1995) Escritora estadounidense. Aunque la orienta- cién sexual de Patricia Highsmith es todavia tema de especulacién a falta de una biografia* definitiva, su obra cuenta con suficientes ele- Tentos como para justificar su lugar en la cul- tura gay. Cualesquiera que hayan sido sus pre- ferencias, no cabe duda de que a esta gran dama de la novela de suspense psicolégico no le hacia mucha gracia la institucién matrimo- 364 nial, No sdlo permanecié soltera durante toda su vida, enclaustrada en su casa de Ginebra durante sus lltimos afios, sino que sus retratos de parejas casadas contienen mas veneno que un pozo Heno de cobras. El deseo o el amor rara vez son sentimientos que se articulen en las relaciones de pareja. A Highsmith le gusta describir a matrimonios maduros en los que la convivencia ha dado lugar, de manera lenta pero casi Idgica, a un odio soterrado en el que crece la semilla del homicidio. La pareja hete- rosexual se presenta como un infierno metafi- sico (véase Mar de fondo. El cuchillo). La escritora se encarniza especialmente con las mujeres. Una de sus colecciones publicadas en Espafia se denomina precisamente Pequetos cuentos’ misdginos e incluye breves relatos de mujeres, a menudo, maduras y heterosexuales, siempre:dificiles, sidicas y dominantes. Peto muchos “olvidan que Highsmith es. también autora dé tina de’las més importantes novelas ésbicas de los afios cincuenta, publicada en Espafia como Carol (puede encontrarse en una edicién de Anagrama, Barcelona, 1991; su titulo original es The Price of Salt, aparecié en 1952 y fue reeditada como Carol en los afios ochenta). En el momento de su publicacién era uno de los escasisimos ejemplos de novela que representaba una relacién Iésbica desde un punto de vista positivo: las protagonistes no son carne de psiquiatra o individuos enfermos, ni se vuelven locas, ni se presentan como temi- bles camioneras. Una joven artista, Therese Belivet, conoce a una adinerada mujer madura, Carol Aird, que vive separada de su marido. La relacion se desarrolla lentamente a través de la amistad antes de llegar a incluir sexo. El punto culminante se produce cuando descubrimos que el marido de Carol ha contratado a un detective para seguirla y utilizar la prueba de este romance para arrebatarle a su hija. Carol tiene que elegir entre ésta y su nueva amante, y en una decisién radical para la época, opta por Therese. La novela claramente valora la rela- cién entre las mujeres frente a las maquinacio- nes y la bajeza del marido chantajista. Como sucedié con Mary Renault* en su novela sobre lesbianas, Carol se publicd bajo seudénimo (Claire Morgan). A partir de ese momento, Highsmith se concentra en la narrativa policfa~ ca, aunque vuelve a dar importancia al lesbia- nismo en su ultima novela, Small g: A Summer Idyll, que trata de ja relacién homosexual entre dos hombres. Al. igual que escritoras como Renault o Yourcenar*, Highsmith recurre en numerosas ocasiones a la homosexualidad Prisiones temporada. En Espafia eran buenos momentos para el teatro de tema y las obras en torno ala situacién de la mujer se multiplicaban en el marco del debate sobre el voto. La reaccién de la critica y-los intelectuales fue positiva. Manuel Machado (poeta modernista que habia incidido en representaciones de la mujer como peligro y que en aquella época escribia con su hermano Antonio una serie de elegantes obras de comedido feminismo) hizo las siguientes declaraciones sobre el texto: «Toca Eduardo Bourdet en su comedia ~y lo toca con suprema habilidad y maestria que aleja toda sospecha de grosera complacencia o de intencién malsana— el escabroso tema de la homosexualidad feme- nina en relacién con el amor del hombre, y nos muestra en escenas admirables la lamentable irteducibilidad de la mujer, “prisionera” de esa desviacién sexual al amor real y verdadero». Como vemos, el comentarista aprueba el carécter moralista y antilésbico de la obra y la aplaude por tratar de la relacién safica «en relacién con el amor del hombre». En Nueva York la homofobia del texto no sirvié para apa- ciguar el moralismo de la critica y las autori- dades: las representaciones fueron interrumpi- das tras tres meses de éxito, y la actriz que interpretaba a la lesbiana, encarcelada. El énfa- sis de los criticos era distinto: la obra habia mostrado al mundo que existfa un tipo de mujer determinada, conocimiento que podia resultar peligroso, ya que mas que desanimar podria favorecer el crecimiento del vicio. Mientras que la critica espafiola y francesa lefa la obra siguiendo su narrativa, los americanos se concentraban en la mera representacién, que siempre guarda cierto grado de fascinacion. Decidir cual de las dos actitudes resulta més cercana a la verdad constituye un debate recu- rrente en los estudios sobre la homosexualidad que desembocé en las campafias por imagenes positivas*. La obra representaba de modo sen- sacionalista a la lesbian como una amenaza. Lejos de los esfuerzos por llegar a la actitud de comprensién que tenfan los cientificos* ¢ inte- lectuales de la época, La prisionera convierte a la lesbiana en especticulo y la construye como un peligro a la domesticidad. La protagonista es Irene, una joven no demasiado equilibrada e hija de un diplomético que es seducida por una peligrosa lesbiana, madame D’Aiguines. El personaje de la lesbiana agresiva nunca apare- ce en escena, pero su marido la describe en el segundo acto durante una visita a Jacques, un apuesto joven que piensa casarse con Irene: «Debemos evitarlas, créeme [se refiere a las 590 que son como su mujer]. No sabemos nada del tema, Ni por asomo. Es misterioso - ;Terrible! Bajo el manto de la amistad una mujer puede entrar en Ja paz del hogar, cuando y como quie- ra ~a cualquier hora del dia~ puede envenenar y apropiarse de todo antes de que el hombre ‘cuyo hogar destruye pueda saber qué esté suce- diendo. Cuando por fin se da cuenta, es dema- siado tarde jSe ha quedado solo! Solo frente al pacto secreto de dos seres humanos entre los que existe gran comprensién porque estin vivos, porque son del mismo sexo. ;Porque proceden de un planeta-diferente al suyo!». Aqui vemos con claridad la retorica de la representacién miségina y homofébica de las lesbianas: las asociaciones al vampirismo* son claras, y el miedo paranoico del hombre tam- bién: A pesar de la advertencia de su amigo, Jacques decide casarse con Irene, suponemos que con el fin de «convertirla» (y de:paso afir- mar su identidad masculina). Fracasa. Tras un largo viaje, Ia pareja regresa a Paris, donde Irene vuelve a sentir la llamada de la misterio- sa madame D’Auguinés. (Y a ella acude! Con toda la descalificacién de que hace gala la obra, el planteamiento del instinto Iésbico ‘como algo superior a las fuerzas de la hetero sexualidad resulta interesante y sin duda pudo tener un profundo sentido para las muchas les- bianas que rara vez se habian visto en los esce- narios. Los simbolos empleados tuvieron impacto en el piiblico: en un momento se utili- za un ramito de violetas* como simbolo del amor séfico, y las ventas de esta flor cayeron radicalmente en Paris tras el estreno de la obra PRISIONES Las cérceles han sido uno de los entomos* en que la imaginacién homosexual ha desarrolla- do sus tramas en el siglo xx (aunque ya en Esplendor y miseria de las cortesanas, de Balzac, podemos encontrar un ejemplo tem- prano), algo que no puede sorprender a nadie. La siruacién legal hacia que la prisién fuera una amenaza continua (recordemos los casos de Oscar Wilde*, Jean Genet* 0 Antonio de Hoyos*) y las manifestaciones dé la identidad sexual eran castigadas con severidad. Muchos homosexuales conocian la prisién o conocian a alguien que habia estado alli. El encierro forzo- so aparece en algunos textos, como Arturo, [a estrella mas brillante, de Reinaldo Arenas*, todo un alegato contra un sistema injusto y opresivo. Pero, ademés, la cércel constituye un espacio que propicia la homosexualidad situa- cional*, en ocasiones ejercida de manera brutal 591 y articulada segin relaciones de poder. Un mundo exclusivamente masculino en el que sus habitantes, a menudo delincuentes rudos y viri- les, no tienen mucho que hacer se convierte en estimulo de la-imaginacion de los escritores. La fantasia se dispara y en ocasiones encontramos una mirada voyeurista. Dado que nadie niega que las condiciones de la vida carcelaria produ- cen una caida de las murallas de la virilidad, los autores gustan de situarse dentro de las celdas y fantasear sobre lo que podria suceder. Con ello se sugiere que las identidades (hetero)sexuales no son tan rigidas como se nos hace creer y que siempre hay un potencial de homosexualidad que sélo necesita las condiciones propicias para manifestarse. Uno de los principales responsa- bles de esta erotizacién de Ja vida carcelaria es Jean Genet, que en su film Un chant d’amour* © en novelas como Milagro de la rosa nos pre- senta a presos que se enamoran como adoles- centes y convierte a los delincuentes en meté- foras de una seductora transgresién. La brutali- dad de sus personajes se convierte en un atrac- tivo a veces fatal. Otro modo de utilizar la vida en la prisién es el moralismo: escritores no necesariamente homosexuales y a menudo homofdbicos toman el entorno carcelario para presentar la homosexualidad en su estado més negativo. La cércel es un lugar sérdido porque en ella viven los homosexuales, y los homose- xuales son tan degenerados que slo merecen la cércel. Algo asi sucede en una novela como E/ sexto (1961), de José Maria Arguedas. Por supuesto, el propésito del texto no es homofé- bico. Se trata de un texto en el que el autor intenta hacer critica social. La cdrcel represen- ta un microcosmos del pais. El hecho de que la homosexualidad se sitie del lado de las cosas que llevan al pais a la decadencia es, por supuesto, preocupante, aunque no es mas que una consecuencia del valor que se adjudica a esta orientacién desde instancias de poder. Otro ejemplo de tratamiento de la homosexualidad carcelaria como escdndalo puede encontrarse en la truculenta pelicula Fortune and Men's Eyes (1971), de Harvey Hart, basada en la obra de teatro de Frank Herbert, en la que las buenas intenciones del texto original quedan reempla- zadas por una espectacularizacién de la violen- cia y un intento de mostrar a los homosexuales como degenerados. El apando (1969), de José Revueltas, presenta una visién similar de la cdr- cel como espacio embrutecedor y la homose- xualidad como metéfora de ese embrutecimien- to. El concepto de «homosexualidad situacio- nal» es un arma de doble filo. Por una parte Prisiones sirve de coartada: trata de establecer una dife- rencia entre «homosexuales de verdad» y los que sdlo atraviesan una fase debida a las cir- cunstancias, Tal distincién es algo peregrina, Entre otras cosas porque presupone una verdad en el sexo que no existe. Toda sexualidad es una fase y toda sexualidad es situacional. Nadie habla de «heterosexualidad situacional», cuan- do es algo més corriente: consiste en crear la situacién que hace que algunos ejerzan exclusi- vamente de heterosexuales cuando les gustaria por.lo menos experimentar otras direcciones de a libido. Pero, por otra parte, la «sexualidad situacionaly puede presentarse de manera sub- versiva, dando a entender precisamente que la orientacién sexual siempre es reversible y que puede conducir a relaciones pasionales més alla del acto sexual a regafiadientes «porque no hay otra cosa». Dos ejemplos excelentes ilustran con limitaciones esta idea. Cast the First Stone (1953) es una novela de Chester Himes inspira- da en episodios autobiograficos*, segun afirma el autor, Al referirse a este texto, la critica ha hablado de «relaciones interraciales» y «novela social». Pocos apuntan que el aspecto mis ori- ginal del mismo es el tratamiento de la sexuali- dad del protagonista Jim, condenado a veinte afios de prisién. Al llegar, no se sorprende demasiado de las actividades sexuales que alli tienen lugar, y pronto comprende que él mismo se vera abocado a ello. Su reaccién destaca por la ausencia de homofobia 0 panico homose- xval*, Pronto conoce a Duke Dido, que al con- trario que Jim es un «homosexual de verdad». Se establece una amistad entre ellos que termi- nan pasién. Aunque el final introduce algunos lugeres comunes de las obras sobre homose- xualidad de la época (suicidio e infelicidad), hhasta que llega ese momento la novela desarro- lla de manera fascinante una historia. de amor entre dos hombres y llegamos a olvidar que uno de ellos es «heterosexual». Algo muy similar sucede en una novela anterior de trama muy parecida, Hombres sin mujer* (1937), de Carlos Montenegro. Pero Montenegro es, si cabe, ms radical que Himes: su Pascasio no renuncia al amor en el tltimo momento, y su suicidio bien puede leerse como una afirma- cién del mismo. La transformacién es aqui total. Es verdad que la novela utiliza cierta ima- gineria homofébica al referirse al sexo en pri- sién, pero esta lectura, sin més, pecaria de sim- plista: de alguna manera, hay algo inevitable en. el amor del negro hacia el muchacho que triun- fa por encima de los otros elementos. En otros muchos ‘textos se utiliza el mundo carcelario Proust para enmarcar la homosexualidad. El més famoso de ellos es El beso de la mujer arafia* (1976), en el que Molina, encarcelado por un delito sexual, se equipara a Valentin, encarcela- do por. motives politicos; ambos Ilegarin a comprenderse y su relacién se consumara con el acto sexual. El expreso de medianoche (1978), pelicula de Alan Parker basada en el libro que narra la experiencia real de Billy Hayes, suprimfa el romance homosexual que narra él autor, aunque el bellisimo Brad Davis no parece ofenderse cuando su amigo trata de meterle mano en Ja ducha. Por altimo, cabe citar un ejemplo en que Ja vida carcelaria es marco de relaciones lésbicas, aunque con inten- ciones similares a las apuntadas en el caso de Jos hombres homosexuales: la pelicula Caged (1950), dirigida por John Cromley, en que la matrona marimacho* Evelyn Harper causa terror entre las presidiarias PROUST, Marcel (1871-1922) Escritor francés. En la monumental En busca del tiempo perdido*, la homosexualidad es cotilleo* y la heterosexualidad, pasidn. En la vida de Marcel Proust parece haber sido cierto lo contrario. Si bien participé en la vida social burguesa del Paris* finisecular e incluso flirted con sefioritas casaderas, sus grandes amores los vivid al margen del gran mundo y Jas sacu- didas emocionales ante la pérdida de sus seres queridos permanecen enterradas, apenas insi- nuadas, entre miles de paginas de informacion publica trivial. Proust nacié en el mejor de los mundos posibles, en el seno de una familia adi- nerada, hijo de un médico y de una mujer inte- ligente que le mimé con su amor desde Ja mas tiema infancia. A los nueve afios contrajo asma, enfermedad que nunca le abandonaria y que, junto con otras enfermedades ocasionales de cardcter neurético, determinaria, una exis- tencia casi en completo aislamiento durante los tiltimos afios de su vida, Aunque termind varias carreras (derecho y filosofia, y consiguié el titulo de notario atinque nunca ejercid) dedicd su vida a sus intereses personales: la literatura, la boténica y la historia. En 1895 recoge sus escritos en la coleccién Les plaisirs et les jours, una coleccién de ensayos, poemas y relatos. Realiza en este momento su primer tra- bajo importante: Jean Santeuil, una narracion autobiogréfica* que dejé inacabada cuando Hevaba mas de mil paginas escritas y que no se publicé hasta 1952. El problema de esta obra tal como nos ha llegado es suidebilidad estruc- tural: es una coleccién de vifietas y episodios 592 variados en los que no se encuentra impetu narrativo y que no parecen conducir a ninguna parte. Es un documento indispensable sobre el Joven Proust como escritor en ciernes, pero las grandes experiencias formativas de su vida estaban ain por llegar, En esta época, Proust era un dandi* que habia encontrado su inspira- cién en fos escritos de Ruskin (que tradujo), en Ja figura de Robert de Montesquiou* y en la filosofia esteticista. Jean Lorrain*, que lo conocié en aquellos afios, le consideraba poco més que un jovenzuelo vano, de estilo preten- cioso, un aficionado que nada puede tomar en serio, Su vida sexual en este periodo es objeto de especulacién. Mantuvo fuertes amistades* con hombres de su mismo circulo social, pero la _homosexualidad era un gran tabi (quiza debido a su frecuencia), y si estas relaciones llegaron a tener un aspecto sexual, éste qued6 oculto. Tuvo, eso si, relaciones discretas con sirvientes. La primera gran sacudida emocio- nal de su vida viene con la muerte de su padre (en 1903) y, sobre todo, de su madre dos afios después. La desaparicion de ésta le deja des- ‘trozado, pero también le da la oportunidad de explorar su sexualidad sin la pesada carga de una discrecién excesiva. En 1907 conoce al amor de su vida, Alfred Agostinelli, que se convertiria en su chéfer. Fue una pasién inten- sa que fue registrada en cartas y escritos, Quiza el mayor homengje a este complejo amor sea el tratamiento paranoico del personaje de Albertine* en En busca del tiempo perdido: bajo este nombre se encuentra Agostinelli, con toda su ambigiiedad, su sadismo y, en ultimo término, también su vulnerabilidad. El joven chéfer muere en un accidente de aviacién y el escritor experimenta un dolor insoportable. Se recluye en sus aposentos y se dedica a escribir su obra maestra, el primer volumen de la cual, Por el camino.de Swann, aparecerA en 1913. No se le conocen més relaciones estables. En esta época invierte en el negocio de uno de sus amigos intimos, Albert Le Cuizat: se trata de un local que adorna con el mobiliario que le dejé su madre y que se convertira en uno de los prostibulos homosexuales. més famosos de Paris, Cuizat aparecerd como el propietario del burdel Jupien en El tiempo recobrado. Marcel Proust muere el 18 de noviembre de 1922, cuando se encuentra en el proceso de correc- cién de Albertine desaparece. Al evaluar su figura nos.encontramos con un hombre de sen- sibilidad extrema que se esforzé denodada- mente por describir sus intuiciones y senti- mientos de manera detallista, hasta Hegar a Ja Puig violento’ que porta un létigo y amenaza al Director. Asi, los tres hombres pueden verse como facetas de amantes que reaccionan de maneras distintas a un amor prohibido: desdén, lagrimas, violencia; quizd, como se ha sugeri- do, se trate de las tres caras del Director. La obra esté imbuida de imagineria procedente de didlogos de Platén*. Si aceptamos esta idea, los caballos bien podrian representar el deseo desbocado (un deseo que en este fildsofo es siempre pederdstico*). Més adelante, en el cuadro segundo hay una referencia al mito de. las dos mitades, segim la cual el amor es con- secuencia de que los seres humanos estén ori- ginalmente divididos y cada uno busca su otra mitad, Este cuadro gira en torno a una conver- sacién entre dos figuras alegéricas: «La Figura de Cascabeles» y «La Figura de los Pampa- nos». Es una conversacién de amor en la que hay un elemento importante de performativi- dad en lo que respecta a la identidad de los de ellos adopta una actitud agresiva, el otro opta por la sumisién. La imagineria que expre- sa su amor, de nuevo incide en el dolor y la vio- lencia, y de nuevo las manifestaciones de amor se plantean de manera conflictiva. A pesar del caracter simbélico de ambos, hay que indicar que se trata de hombres, y por lo tanto, sea cual fuere el sentido de sus palabras, se expresan a través de una relacién homoerotica. El cuadro tercero nos devuelve al director y los hombres del primero. Es aqui donde uno de ellos incide en’ su actitud de negacién de la vida (y nega- cién del cuerpo), manifestada en el cuadro pri- ‘mero: «Pero el ano es el castigo del hombre: El ano es el fracaso del hombre, es su vergiienza y su muerte». El hombre I aspira aqui a una belleza idealizada a la que no tenga que legar- se por el cuerpo, tema que de nuevo remite a las restricciones que pesan sobre la expresion de la homosexualidad. En esta escena vuelve a aparecer Julieta, por quien se pelean el Caballo Blanco y el Caballo Negro (de nuevo una refe~ rencia al Fedro platénico). En Julieta hay una referencia al teatro isabelino* y se insinta la practica segtin la cual los muchachos represen- taban papeles femeninos. La escena se cierra con otra referencia a la mascara y el tema de la identidad y el deseo homoerético en relacién con ambas cuando el Director y Julieta ven Ile- gar una serie de trajes que repiten como ecos los motivos amorosos de otros personajes de la ‘obra. El traje de Arlequin y el hombre I con- cluyen Jlamando a Enrique. El cuadro cuarto se ha perdido, quizd en un acto de censura* 598 homofébica. En el cuadro quinto aparece la figura del desnudo, que esta siendo estudiado en la universidad por un enfermero, mientras se. oyen los ecos de una revolucién de estudiantes: piden la muerte del Director. Al parecer, estan escandalizados ante el atrevimiento del Director, que ha mostrado en su «teatro bajo la arena» el amor homosexual. Los estudiantes irrumpen en el teatro, El cuadro sexto vuelve a presentar-al Director de escena, que esta vez recurre a'un Prestidigitador para resolver su problema, que se relaciona con la expresion de una verdad que resulta dificil de tolerar para el publico: «Para expresar lo que pasa todos los dias en todas las grandes ciudades y en los campos por medio de un ejemplo que, admiti- do por todos a pesar de su originalidad, ocurtié solo una vez. Pude haber elegido el Edipo o el Otelo. En cambio, si hubiera levantado el telén con la verdad original se habrian manchado de sangre las butacas desde las primeras escenas». Vuelve a aparecer el «traje de arlequin», que Mama a Enrique. La obra se cierra como empe- 26: un criado entra'en escena y anuncia deses- perado que el piblico espera. Esta apresurada lectura destaca los nédulos de lectura gay de la obra. En ningtin caso sugerimos que sea una lectura univoca, slo creemos que existe y es facilmente identificable, sobre todo si tenemos en cuenta las recientes teorizaciones que deli- mitan la homosexualidad como categoria cul- tural amplia, flexible en su definicién, a través de sus metéforas. Si, con honrosas excepciones como Angel Sahuquillo en su magistral traba- jo Garcia Lorca y la cultura de la homosexua- lidad, la ignorancia de los criticos les ha impe- dido seguir la-construccién de un deseo negado en la obra, no es extremado pedir mas atencién a estos aspectos. Las lecturas, como cualquier acto, han de ser responsables; silenciar la pre- sencia de la homosexualidad en un texto como El piiblico es un acto de irresponsabilidad que incide en el oprobio que rodea esta categoria. PUIG, Manuel (1932-1990) Escritor argentino. Gracias a su obra El beso de la mujer araita* (1976), de éxito internacional tanto en los escenarios como en el cine o en la versién original narrativa, Manuel Puig es.uno de los autores en Jengua castellana de mayor popularidad en el mundo. Como otros muchos en el entorno hispanico, se resistié a la etique- ta de «homosexual». Fue Jaime Manrique Ardila* quien, tres afios después de su muerte, escribié un inteligente articulo en la revista estadounidense Christopher Street hablando de 599 su relacién con Puig y de eémo éste no tuvo reparos en manifestar sus gustos sexuales en la vida cotidiana; pero la revelacién més impor- tante del articulo consistia en algo que muchos sospechaban pero que oficialmente se negé: Puig murié por complicaciones derivadas del sida*, Una de. las mayores influencias eri la maduracién de Manuel Puig como individuo y como escritor es Hollywood", La atmésfera provinciana de su lugar de nacimiento, General Villegas, un pueblo perdido de nombre pinto- resco, le aburria y le parecia opresiva, Mas tarde el escritor declararia que en el pueblo no habia «nada», y al menos en dos de sus nove- las presenta lugares que reflejan la atmésfera del lugar (La traicién de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas {1969]). Durante su infan- cia son las peliculas (la leyenda afirma que iba al cine* cinco veces por semana) lo que le salva de esta sordidez, convirtiéndose en fuen- te inagotable de emociones, comportamientos y placer estético. Durante afios intenté conver- tirse en director de cine, y de hecho escribid guiones (ei mas popular de los que llegaron a rodarse es su adaptacién de E! lugar sin limi- tes", dirigida por Arturo Ripstein) y dirigid algunas peliculas en Buenos Aires tras estudiar durante afios en el Centro Sperimentale di Cinematografia, en Roma. Nunca lleg6 a triun- far en este terreno, Nacié en el momento y el lugar equivocados: los principiantes no inte- grados en ei mercado popular americano gene- ralmente se vefan guiados en aquel momento hacia un modelo cinematografico vanguardista gue poco tenfa en comin con las preferencias personales de Puig. El futuro escritor adoraba los viejos melodramas hollywoodienses, con sus divas*, sus tramas melodramaticas desme- suradas, en las que el sacrificio es virtud y el amor desdichado pero eterno; adoraba los ves- tidos deslumbrantes, los personajes que sufren, el lujo y la sofisticacién. Claro que el escritor no se limita a reproducir estos elementos en su obra. Puig da un paso atrés, y se dedica a observar y analizar el modo en que esta clase de discursos afecta a gentes cuyas vidas estén vacias, a quienes soportan los rigores de la vida provinciana o quienes habitan en sérdidas pri- siones*, reales o metaforicas. Sus personajes son victimas y beneficiarios de las imagenes de la cultura popular, que, como Rita Hayworth en Gilda, son a la vez fascinantes y traidoras. Asi, lo camp* no es simplemente objeto de consumo, sino consumidor voraz de vidas que carecen de otro asidero, cauce para un deseo que los personajes no saben explicar(se) de Puppenjunge, Der otro modo. Cuando tras numerosos intentos se da cuenta de que’su.carrera como cineasta no tiene visos de despegar, se dedica a diversos trabajos. En 1955 habia abandonado Argen- tina, a la que regresa en alguna ocasién; pero, descontento con el giro reaccionario que obser- vaba en la politica de su pais, vuelve a mar- charse. Asi, en un largo periplo comparable al de alguna de sus adoradas herofnas, se estable~ ce brevemente en Roma, en Londres, en Paris*, en Estocolmo (donde trabaja fregando platos) y finalmente en Nueva York*, donde escribira El beso de la mujer araita. Su primera novela, La traicion de Rita Hayworth, tiene como pro- tagonista a Tot6, un joven ambiguo que siente los rigores de un sistema patriarcal. El afemi- namiento* de este personaje supuso la censu- ta* de la novela én Argentina, aunque con el éxito internacional tras la publicacién de la tra- duccién francesa tuvieron que retractarse a regafiadientes. La siguiente novela, Boquitas pintadas, es una venenosa vifieta acerca de la vida en una ciudad de provincias que se enmar- ca en una trama folletinesca y pone de ma fiesto los conflictos de clase que subyacen en las tramas clasicas. La novela social y el melo- drama camp se funden a la perfeccién, tanto en la forma como en el contenido. The Buenos Aires Affair (1973) y Pubis angelical (1979) se cuentan entre lo més interesante del resto de su produccién, y ambas contienen elementos rele- vantes en lo que respecta a la heterodoxia sexual. En Ia primera, el pridpico Leo, que s6lo es capaz de mantener Ia ereccién y sentir pla cer cuando inflige dolor a su compafiero/a sexual, liga con un hombre en la calle: la iden- tidad sexual se borra ante ese acto. En Pubis angelical, que tiene lugar en un futuro-no- muy-lejano, Ana se rebela contra el orden patriarcal de una dictadura heterosexual. PUPPENJUNGE, DER (1926) Novela alemana de John Henry Mackay*. Traducible como «El chapero», y con el subti- tulo «Historia de un amor sin nombre en la calle Friederich», constituye un importante compendio de la novela gay en Weimar. La narracién sigue la historia de dos jévenes que legan a Berlin* el mismo dia en busca de una nueva vida, lejos de la atmésfera provinciana. Gunther, de quince afios, ha escapado de casa con unos pocos marcos en el bolsillo; es un chico ignorante, casi analfabeto, que tendré que sortear los peligros de la gran ciudad. Hermann, un joven veinteafiero, llega para tra- bajar como oficinista. Pronto el vulnerable 613 plenitud pero en el que, obligada @ un «final feliz», la autora se ve forzada a casar a su pro- tagonista de manera nada plausible con un hombre; Renault se rebelaba contra el hecho de que la heterosexualidad tuviera que ser consi- derada sisteméticamente como un final feliz. En 1953 da un giro a su obra, y en el resto de su produccién apareceran hombres homose~ xuales. No siempre serdn: los_protagonistas, pero las novelas de madurez de Renault, en general ambientadas en la Antigiedad clasica, presentan un mundo donde las relaciones homosexuales se presentan sin melodrama o escindalo moral. Resulta significative que fuera necesario un giro hacia el mundo heléni- co* para que Renault pudiera por fin presentar una visién serena de la homosexualidad sin despertar la suspicacia (y la incomodidad) de los editores. Por ello, quizé la mas problemati- ca es también una de las més populares, E7 auriga (1953), que tiene lugar durante la Segunda Guerra Mundial (es decir en un pasa- do reciente), en la que un joven herido en Dunquerque ha de enfrentarse a su propia homosexualidad y descubre el amor en la figu- rade un antiguo compafiero de colegio. Pero el enfrentamiento de los protagonistas a la opre- sign presente en su mundo hace que el relato adquiera un tono triste y melancélico. A partir de este. momento, en sus novelas sobre Alejandro y en otras como El toro del mar 0 El tiltimo vino (1956), Renault presenta un entor- no clésico en el que hay una fluidez entre homosexualidad y heterosexualidad: Sin caer en el mero preciosismo nostélgico, sus novelas histéricas integran la erudicién de la autora en sus tramas y compaginan el rigor con persona- jes psicolégicamente complejos y cretbles. REPIDE, Pedro de (1882-1948) Poeta espafiol. Pedro de Répide Comaro perte- nece a una familia de notables (nieto, por ejem- plo, de la ultima reina de Chipre), a la que indigné al convertirse en un defensor a ultranza de la Repiiblica espafiola. Fue criado entre al- godones y desde muy joven asiste a los salones literarios madrilefios. Su medio de subsisten- cia es el periodismo, aunque pronto consigue publicar su obra. Su novela corta La enamora- da indiscreta (1905) resulta premiada y a par- tir de entonces publica en colecciones y revis- tas como La novela semanal, La novela de hoy, Los contempordneos y La esfera. Crea unos cuadros costumbristas que siempre tie- nen como fondo Madrid y que le sitdan junto a los maximos exponentes del género. Sus Representacion poemas hoy son poco conocidos y casi inen- contrables, aunque Pedro J. de la Pefia le dedi- ca unas paginas en su antologia El feismo modernista (Madrid, Hiperién, 1989). Asi des- cribe De la Pefia su lirica: «Su estilo"como poeta se emparenta, a veces, con el desgarra~ do, chulesco, brillante y frivolo de Manuel Machado. En otras ocasiones, su refinamiento y audacia le acercan al més selecto Rubén Dario —sin reiterarse en tépicos modernistas indianos 0 de otros retéricos de ultramar-o al conténido Cansinos-Asséns. Por iltimo, hay una veta en su obra que es de un clasicismo que revitaliza lo mejor del xvi hispanico». Tiene su formacion como poeta en Paris, y se Je adscribe a los circulos del modernismo* tar- dio. Los escasos testimonios de esta época nos lo presentan como un espafiol castizo y estrambético que reclamaba su derecho al trono de Chipre a gritos por los cafés. También aparece como un homosexual quizd vergon- zante: en La novela de un literato habla a Cansinos-Asséns de un encuentro en el que insinua que ama a una nifia adolescente. En cualquier caso, se trata de una afirmacién que habria que matizar: adoptaba una indumenta- tia de dandi* y unos habitos que hoy en dia no habrian engafiado a nadie. Amante de la noche y de los paseos, parece haber pasado desaper- cibido a sus contempordneos, aunque Gémez de la Serna elige su figura para unos de sus Rerratos. Su republicanismo parece haber sido una pose, una actitud estética o un gesto de rebeldia, ms que algo motivado por sus preo- ‘cupaciones sociales. Con la legada de la gue- tra civil huye a Latinoamérica y se establece por poco tiempo en Venezuela hasta el fin de la contienda. A su regreso a Espafia escribe unas Memorias que prometen ser interesantisi- mas y que De la Pefia califica de «rareza bibliografica». Muere casi en la miseria, olvi- dado por todos e incapaz de ganarse la vida con sus contribuciones periodisticas. REPRESENTACION HOMOSEXUAL El problema de la representacién homosexual es un tema delicado que ha generado diversos debates en que la moral, la politica y el activis- mo*. tratan de Ilevarse el gato al agua. Tradicionalmente, era imposible producir Tepresentaciones que pudiesen ser sospechosas de construir la homosexualidad como algo que no fuera enfermedad o degeneracién. Cuando el personaje homosexual tenia cierta dignidad se le hacia suicidarse al final de la pelicula, la novela o la obra teatral, para castigar brutal- Representaci6n mente toda posible identificacién por parte del espectador. No s6lo eso, sino que se le hacia morir convencido de que en realidad la homo- sexualidad no puede vivirse plenamente de manera digna. Por lo demés, el homosexual era en general un degenerado, reconocible incluso por sus rasgos fisicos, asi como por a ropa o los modales, que se comportaba de manera cuestionable, a veces sadica. El modelo patol6- gico* habia perpetrado un monstruo bajo los auspicios de la moral homofébica; y las tramas ficticias le daban vida. La consolidacién del movimiento gay produce. inmediatamente un interés por el valor que tienen estas imagenes, sobre todo en la cultura popular. Las aparicio- nes de homosexuales en textos de gran difusin contribuyen a crear una versién concreta del homosexual que puede influir en el modo en que la gente se enfrenta a los homosexuales en el mundo real. Mientras sdlo veiamos a los homosexuales como asesinos 0 suicidas, como mariquitas oprimidos, est claro que nadie que- tia identificarse con ellos; no ofrecian modelos a seguir y fortalecian la homofobia. Un cambio era necesario, pero ,cdmo? Ni Ja politica de imagenes positivas* ni la simple «igualdad» solucionan nada porque tanto en este campo ‘como en otros el efecto de la representacién es impredecible: si bien las intenciones con que se produce son importantes, la reaccién del espec- tador depende de factores que no pueden fijar- se. El hecho de que la representacién de la Hiomosexualidad tenga que incluir por. necesi- dad lo sexual no hace mds que dificultarla: la representacién del sexo, incluso el heterose- xual, ha estado tradicionalmente sometida a censura* y nuestra cultura sigue manteniendo una actitud ambigua p claramente hipécrita. Asi, hay que superar dos obstaculos: el del sexo y el de la orientacin. Cuando se habla de poli- tica de la representacién de los negros, por ejemplo, resulta sencillo huir del cliché. Los rasgos fisicos del personaje resultan reconoci- bles y son el tinico obstaculo con el que uno se enfrenta. Si se incide en la representacion de negros como apocades 0 delincuentes sin pre- sentar un contrapunto «normalizado» hay un acuerdo en que se trata de una representacion racista y es posible tomar medidas. La homose- xualidad se trata, en primer lugar, de un con- cepto cultural mucho més inestable, pero ade- més no todos estén de acuerdo con que su pre- sentacién tenga que ser politicamente positiva. La delimitacién del homosexual se ha realiza- do a partir de criterios homofdbicos, con lo cual nos encontramos en una trampa: los tasgos 614 que en la imaginacién popular hacen al homo- sexual visible* (dejando de lado el mero acto sexual), como el afeminamiento* o la promis- cuidad, se han construido para patologizar* a los individuos de esta orientacién. La utiliza- cién de estereotipos* atrapa al homosexual en modelos tradicionales que estén denotados negativamente, Pero ni siquiera entre los homo- sexuales hay acuerdo al respecto. Autores como Harvey Fierstein* han declarado que el estereotipo solo es negativo si se activa de manera negativa: es cuestién de perspectiva. Una vez se rompe la relacién entre afemina- miento* y degeneracién, no hay nada de malo en vestir © actuar como uno quiera. El autor pone en prictica esta idea en sus interpretacio- nes (Mrs Doubifire o.Independence Day) y en obras teatrales como Torch Song Trilogy* (1982), que se han ganado la reputacién de cincorreccién politica» en ciertos circulos. Al suprimir por completo los estereotipos, como intentan hacer algunos activistas, se condena a muchos homosexuales a un silencio que desca- lifica el. modo concreto en que expresan su orientacién sexual. La representacién del homosexual como «ciudadano de bien» (por -ejemplo en la pelicula Su otro amor [1982}) simplemente representa la posicién de los inte- gracionistas* que proponen anular los rasgos que hacen a los homosexuales distintos. En consecuencia, {cual es la solucién? Cualquier intento.de.proponer una solucién tinica nos lle- varia a un estalinismo de la imagen que no puede ser defendible. Cuando algunos homose- xuales empiezan a llamar homofébicos a otros porque, como sucedié con Filadelfia* (1993), dan una imagen de color de rosa de los gays, hay algo que no funciona. Hay que tener en cuenta en primer lugar que Ja imagen es plural y que ensefiar a leer de manera.positiva es mas importante que «representar» imagenes positi- vas que no tengan que ver con la realidad. Al final el engafio resulta contraproducente. Este cambio de lecturas se ha de realizar no sdlo en los personajes, sino también en la trama. Pero sobre todo debe ir acompafiado de un intento por cambiar mentalidades fuera del ambito de la cultura popular: tanto en la prensa como.en Jas aulas, en los programas de los partidos poli- ticos, en los noticiarios o en las palabras de los expertos médicos o de los intelectuales. RETANA, Alvaro (1890-1970) Escritor y letrista espafiol nacido en Filipinas. Uno de los misterios més intrigantes en los salones literarios de los afios veinte era la Sind es Frauen? colectivos de gays y lesbianas del Estado espa- ol desde su surgimiento. Las banderas con los colores del arco iris aparecieron por las calles de las grandes ciudades desde principios de los afios noventa, cuando La Radical Gai empez6 a pasearlas por las manifestaciones madrile- fias. Sin embargo, ademds de simbolo de rei- vindicacién dotado de contenido politico, la bandera pronto empezé a utilizarse como reclamo comercial. Fue asi como, en pocos afios, I2 adoptaron no sélo el movimiento de gays y lesbianas, sino también todos los nego- ios dirigidos a una clientela que empezaba a saber que sus colores eran una invitacién al consumo. A pesar de la disidencia al respecto, se trata de algo que los gays han elegido para aparecer ante el mundo. Las banderitas de colores estén ahora en todos los comercios gays y a veces dan una visién de la homose- xualidad un poco «chiripitifldutican; la sospe- cha de que se trata de una estrategia de merca~ do*- resulta insoslayable, pero siempre es mejor que nada. El hecho de que la comunidad de lesbianas y gays se esté definiendo desde el punto de visia de una comunidad de consumo (y no tanto de solidaridad o de lucha) indica hasta qué punto es azarosa la vida de los sim- bolos, y cémo pueden éstos reciclarse. El esta- blecimiento de otros simbolos indica en qué medida pueden algunos construirse segtin cri- terios excluyentes, en funcién de un arquetipo de fisico (del que los «osos» quedan aparta- dos), dé un modelo de sexualidad socialmente inocuo (del que los feather no forman parte), 0 de una concepeién del género restrictiva (donde no encajan ni las lesbianas butch*, ni Jas maricas mas escandalosas). IR.L./A.M] SIND ES FRAUEN? (1901) Novela breve alemana de Aimée Duc. El titulo puede traducirse como «Son mujeres?» Apologia del lesbianismo que parte del traba- jo de Magnus Hirschfeld* y Richard von Krafft-Ebbing*. El texto sigue las experien- cias de un grupo de jévenes educadas, en Ginebra y dedica parte de su atencién a un romance entre dos de ellas. El resto, estudian- tes universitarias, también ponen su carrera profesional y su desarrollo personal como individuos por encima de los discutibles pla- ceres de la vida familiar. La novela se pone explicitamente de parte de las mujeres que buscan Ja independencia, y en un pasaje reve- lador a cargo de una de las protagonistas que ha estudiado medicina se asegura que lo con- 666 siderado como «histeria femenina» 2 menudo es tan sélo el reflejo de la presin a que la mujer esta sometida por parte del hombre, y se diagnostica que la solucién est en. la educa cidn. Todas reconocen que su comportamien- to, 2 la luz de las teorias* recientes, slo puede significar que padecen de «inversién congéni- ta»; etiqueta que aceptan sin problemas. SITUACIONAL, Homosexualidad Con la expresin «homosexualidad situacio- nab» los sociélogos etiquetan los comporta- mientos homosexuales que surgen como con- secuencia de circunstancias excepcionales. Las prisiones* 0 los internados* obligan a individuos del mismo sexo a convivir sin posi- blidades de relaciones. heterosexuales; las demandas hormonales, en el primer caso, o el aburrimiento, en el segundo, pueden conducir a amistades particulares* o a relaciones homo- sexuales de cardcter transitorio. Expresado de este modo, se trata de un concepto impregna- do de soterrada homofobia. Se sugiere que ni los adolescentes ni los presos (ni los marine- ros", ni los cowboys*, ni quienes estén en el ejército* o pertenecen a drdenes monésticas del clero*, por poner otros ejemplos que no completan: Ja lista de posibilidades) son «homosexuales de verdad». Se trata o bien de fases pasajeras o bien de'algo ‘que se lleva a cabo como descarga fisiolégics. La distincién es problemética porque sugiere que los com- portamientos homosexuales deben «perdonar- sen, para lo cual se adopta un marco tedrico que separe la paja del grano. La homosexuali- dad, se dice, es més que un simple acto sexual y se encuentra firmemente arraigada en las profundidades del espiritu del individuo; es algo que hay que patologizar* o castigar, mientras que la homosexualidad situacional es mero pecado venial. Sin embargo, es posible una lectura de los datos sobre la incidencia de Ja homosexualidad situacional que puede indi- car algo distinto. Los estudios sobre la homo- sexualidad* rechazan el valor absoluto. del concepto de «homosexual» esencial, del «homosexual de verdad», para hablar de homosexualidad: deseo, atraccién, identifica cién* y homosocializacién*. Desde este marco de andlisis, la frecuencia con que se da Ja homosexualidad, sea cual sea su causa, s6lo es muestra de la universalidad de la misma. Asi, las «condiciones especiales», podemos aducir, no-fuerzan a nadie a realizar actos repugnantes (aunque la homofobia* o el pani- co homosexual* pueden hacerlos probleméti- 667 cos), sino que descubren una serie de posibili- dades que siempre estan latentes y que s6lo la presién social hard abandonar o invitard a eti- quetar como una «fase». Lo que, por otra parte, sf es «situacional» con gran frecuencia es, por supuesto, la heterosexualidad, a menu- do fruto de presiones y amenazas. SMITH, Bessie (1894-1937) Cantante estadounidense. En la introduccién a su libro Bessie Smith (Absolute Press, Bath, 1997), la poeta Jackie Kay habla de su expe- riencia como lesbiana negra y de cémo duran- te su adolescencia lleg6 a ver reflejados sus problemas en la voz de Bessie Smith. La fuer- za de su voz, su desbordante personalidad y su actitud ante los hombres convirtieron a Bessie en un mito para las mujeres que deben arrastrar Jas dificultades que provoca su condicién femenina. Kay menciona un disco en particu- lar, Any Woman's Blues, y comenta: «Bessie Smith cantaba para las mujeres. Eran las muje- res las que cantaban sus penas'y las letras eran sobre las cien maneras en que un hombre puede engafiarte. Podria decirse que aprendi la leccién. Cualquier mujer podia entender los blues». En efecto, la musica de Bessie Smith pone de manifiesto tanto el dolor que infligen los hombres como la necesidad de solidaridad entre mujeres. Aunque hay una presién para crear parejas, es la mujer la que leva la peor parte. Y, en un ejemplo de vida imitando al arte, la experiencia de Bessie Smith se hizo eco de esta idea. Nace en la miseria, en una ciudad del racista sur de. los Estados Unidos. Desde nifia tiene que trabajar para llevar dinero a casa, y su energia la convierte en la cabeza de familia. Empieza a cantar en la adolescencia y en 1912 se une a una croupe de comediantes que viajaba por las ciudades del sur. En esta época conoce a Ma Rainey*, bajo cuya tutela permanecié durante afios y que, si no le ensefié a. cantar, sf al menos fue para ella un modelo en el vestir y en la credcion de su personalidad escénica; también en lo que respecta a la iden- tidad sexual. Rainey era predominantemente lesbiana y no sentia el menor rastro de culpa- bilidad al respecto. Sus preferencias eran pre- gonadas en sus niimeros y eni las letras de las canciones. En este sentido, Bessie seria mas recatada, pero a lo largo de su vida tuvo fre- cuentes relaciones sexuales ¢ incluso romances Jargos con mujeres. A principios de los afios yeinte, Bessie Smith se habla convertide en todo un fenémeno: no sdlo en la cantante de blues mas popular de la época dorada del géne- Smith ro, sino también en una bailarina y una perso- nalidad publica. Era rica y generosa con su dinero; las fotografias del periodo nos mues- tran a una mujer grande, casi gorda, que irradia plenitud. Se cas6, y su marido fallecié un afio después. Pero entonces conocié a Jack Gee, fue durante los afios de su matrimonio el azote de la cantante: celoso, colérico, violento siempre. Kay sugiere que Bessie se casé con Gee para alcanzar cierta estabilidad: é] la libraria de la bebida y de las mujeres. No fue asi. Afortuna- daniente, Bessie tenia su camioneta, en la que la compafifa hacfa vida comin cuando iban de gira. El sur era el lugar donde encontraben a un piiblico mas entregado, pero también el lugar donde podian encontrar (y encontraron) conti- nuos problemas con los Segregacionistas. Los afios veinte son el periodo algido del Ku-Klux- Klan, y la compafifa debia permanecer unida para evitar dificultades. Entre sus miembros se desarrollaron vinculos de lealtad y solidaridad. Bessie tenia relaciones con las coristas y a menudo con muchachos que conocia en el camino, pero Gee era siempre una amenaza. A menudo aparecia por sorpresa, aterrorizando a todos los miembros de la compaiiia y dispues- to a ejercer sus derechos como marido de la estrella. De entre todas las relaciones de Bessie, la més importante desde el punto de vista sentimental fue con Ruby Walker, sobrina de Gee. Ruby fue su amiga, complice, secreta- tia y-hermana. La relacién entre ambas no fue sexual, pero la cantante se mostraba celosa cuando la joven Mevaba hombres a casa: era como si Bessie quisiera protegerla de una pro- miscuidad que probablemente no le parecia del todo buena. Ruby era la confidente de la estre- lla y estaba al tanto de todas sus aventuras. En 1933 Bessie graba su primer disco, Crazy Blues. E) éxito no tenia precedentes. Sus gra- baciones a partir de ese momento sistematica- mente supéraron en ventas a las de otras artis- tas como Alberta Hunter*, Ida Cox, Ethel Waters o Victoria Spivey; a veces se trataba de canciones escritas por éstas, pero nada podia contra el magnetismo de la voz de Bessie Smith y de su personal estilo. Las ciento sese1 ta grabaciones de Bessie Smith son un auténti- co tesoro que nos llega desde los primeros tiempos del vinilo: en cada una de ellas escu- chamos ese portentoso chorro de voz en.el que se proyectan las penas de su vida, Los hombres son todos memos o cabrones, la vida es siem- pre una puta. La melancolia de los blues de Bessie Smith es la de la situacién desesperada en que estaba la mujer sexualmente libre, inca-

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