si de mujeres se trata, pues nuera y suegra suelen ir cada una con su bravata, intentando no recibir de la otra una alpargata, y se encienda esa fogata tan difícil de extinguir, por querer las dos salir como la flor en la mata, para los halagos recibir aunque esté dando la lata.
Son como el perro y el gato
guardándose las espaldas, aunque a veces son guirnaldas entre manojos de esparto, escondidas en el cuarto como inexpresivas baldas, señal que adornan las faldas entre críticas y espanto, que a su vez produce un llanto más si lo crees, va y te escalda.
Es muy cruda esta experiencia
para aquel que la ha sufrido, pues se encuentra compungido al ver tanta virulencia, en esta fugaz convivencia entre quienes el destino ha querido, que anden juntos un camino buscando una coherencia, intentando con paciencia el llegar a un feliz destino, y sin cargos de conciencia.