Está en la página 1de 4

Filosofía 2- Autores representantes de la corriente crítica y su vinculación

con la educación.
Introducción
El concepto de corriente crítica se emplea en la filosofía para referirse a la doctrina desarrollada
por la llamada Escuela de Frankfurt, un movimiento que tuvo su base en el Instituto de
Investigación Social de la Universidad de Fráncfort del Meno.
Este instituto, cercano al marxismo, se creó en 1923. Un grupo de pensadores partió de la teoría
marxista tradicional y, tras realizarle una serie de críticas, desarrolló un nuevo cuerpo teórico,
calificado por algunos autores como neomarxista.
La corriente crítica, en este sentido, entendía que el contexto económico, político y social vigente
por aquellos años resultaba diferente al planteado por el marxismo. Por eso se propuso
reinterpretar la teoría original, subrayando que el conocimiento se constituye en la realidad y no
mediante la reproducción de conceptos.

Representantes de la corriente crítica


La corriente crítica principalmente representada por Max Horkheimer, Theodor Adorno, Jurgen
Habermas y Herbert Marcuse postuló, cada uno desde un ámbito de análisis teórico-filosófico, lo
que se puede considerar como una verdadera “ruptura epistemológica” con la ciencia tradicional
que gobernaba los hábitos intelectuales/académicos de Europa en los años 20 y 30 del siglo
pasado.
Los aportes teóricos de esta corriente de pensamiento, también conocida como la “Escuela de
Frankfurt” hincan sus raíces en categorías y conceptualizaciones de naturaleza marxista pero
sustantivándolas y renovando el análisis e interpretación de fenómenos que atraviesan
cardinalmente la sociedad contemporánea.
Horkheimer centró su crítica al positivismo sosteniendo la tesis de que éste limita la inteligencia a
funciones que resultan necesarias para la organización de un material ya organizado de acuerdo
con el molde de la cultura comercial. Según este autor, la razón instrumental crea mitos, o se
convierte en mitos, que son peligrosos porque ofrecen un aspecto de liberación. Este
instrumentalismo es en último término, una forma de subjetivismo, por eso las actitudes
especulativas en el sentido del positivismo, bajo la forma de un racionalismo tecnológico,
devienen en irracionalismo destructivo.
Habermas se ocupó de proponer una concepción vasta de una “Teoría de la acción comunicativa”
de inéditas proyecciones universales y de inobjetables rasgos renovadores dentro de los estudios
de la socio-antropología del lenguaje y la teoría de la dominación capitalista. Sin dudas, es
Habermas el que lleva la idea de la emancipación del sujeto más allá del marxismo clásico o
tradicional que apoya su pertinencia de legalidad en la idea de una racionalidad humanizadora
proveniente del mundo del trabajo y la producción. Este autor, sitúa la centralidad de su idea
emancipadora en la acción comunicativa. Es decir, sostiene que las interacciones humanas no
pueden quedar reducidas únicamente al mundo del trabajo o de la producción porque el hombre
se configura desde otros ámbitos que él denomina “interacciones comunicativas” desde las cuales
los hombres crean y transmiten valores y son capaces de desplegar una racionalidad práctica en
su vida cotidiana. Para Habermas la acción comunicativa es necesariamente condición de
posibilidad o el punto de partida de un nuevo proyecto de emancipación humana dado que la
identidad de los individuos sólo puede ser pensada a partir de las interacciones comunicativas y
no únicamente desde las interacciones laborales.
Adorno, por su parte, hizo más énfasis en los estudios sobre la ideología y el arte, los
mecanismos de reproducción de los intereses clasistas que comporta la estética como
cosmovisión artística de una racionalidad teórico-instrumental profundamente burocrática que
anula y envilece al sujeto creador de la obra de arte.
Por otra parte, Marcuse intentó explicar que el concepto de dominación del hombre por el hombre
era, desde el punto de vista lógico, anterior al concepto de represión sostenido por Sigmund
Freud. Sostuvo que “la división del trabajo y el reparto de la abundancia y de la escasez suponía
una racionalización que permitiera la aplicación de una sobrerepresión o represión sobrante de un
grupo sobre otro. Esto permitió que la dominación del hombre por el hombre se convirtiera en una
realidad institucionalizada que reflejaba una racionalidad que aparecía ahora como necesaria
para dicha sociedad.” Según este autor, la sociedad capitalista, postindustrial ha terminado por
crear un nuevo tipo de hombre: el hombre unidimensional; es decir, en palabras del propio
Marcuse “una ausencia de libertad, cómoda, suave, razonable y democrática, en la que se
desvanece todo contraste o conflicto entre lo dado y lo posible”. Uno de los rasgos característicos
del hombre unidimensional hace creer de que se goza de una igualdad perfecta, tal ilusión es
reforzada por los medios de comunicación que son los encargados de promover un estilo de vida
acorde con las pautas de la racionalidad productiva de la lógica capitalista.

Críticas al Marxismo
En el apartado anterior, pudo vislumbrarse que los frankfurtianos critican diversos aspectos de las
predicciones de Marx. En primer lugar: al considerar que el proletariado ya no podía ser una clase
revolucionaria que transformara la sociedad alienante capitalista porque dicho sistema había
conseguido aburguesarlo, integrarlo en el sistema de consumo creciente. En segundo lugar, los
de la escuela creían que el colapso del capitalismo del que habló Marx, no se produciría porque
las crisis económicas podrían evitarse mediante la intervención política y económica. En tercer
lugar, Marx creía que una sociedad justa haría a los seres humanos más libres. Horkheimer, por
el contrario, manifiesta que a mayor libertad, menor justicia y viceversa. A mayor libertad, mayor
peligro de abuso y totalitarismo. A mayor justicia, más represión y vuelta al totalitarismo.

Corriente tradicional y corriente crítica


Los frankfurtianos entienden por corriente tradicional aquella que considera que la ciencia es un
saber objetivo y neutral, guiado por la búsqueda desinteresada de la verdad. Tal es la posición del
positivismo. Sin embargo, según los de la escuela, la posición positivista es una ideología al
servicio del poder establecido y legitima las distintas formas de dominación del ser humano. La
razón positivista, la teoría tradicional es considerada una razón instrumental que se centra en los
medios y no en los fines, convirtiendo al ser humano en un medio.
La corriente crítica, por el contrario, considera que la razón ha de ser crítica frente a todo tipo de
ideología manipuladora y alienante, que pretendiendo dominar la naturaleza ha terminado
dominando al ser humano, tal y como se observa en el surgimiento de los totalitarismos. El
objetivo de la teoría crítica es fundamentalmente emancipador: la razón debe liberar al ser
humano, no esclavizarlo. Su meta es una sociedad más justa y para ello es necesario aunar
teoría y praxis. El análisis de la sociedad requiere una perspectiva interdisciplinar.

Corriente crítica y su vinculación con la educación


La corriente crítica ha dejado su saber como legado, demostrándose hoy en día que sus aportes
están sumamente vigentes. De esta manera, volver a considerar a grandes filósofos y a sus
implicancias educativas como referencia, no es volver al pasado ni a sus prácticas, es significar la
escuela con miradas de futuro.
Teniendo en cuenta que esta corriente se basa en objetivos emancipadores partiendo de la base
que la razón ha de ser crítica, puede decirse, que una sociedad que no cuenta con un
presupuesto importante y significativo de pensadores críticos no se transforma, no se moderniza,
no se reconstruye conforme a los retos que le va colocando al frente cada tiempo, por lo tanto el
pensamiento crítico es fundamental en el desarrollo de las sociedades, en la construcción y
transformación permanente de sus referentes de sentido. El pensamiento crítico es esencialmente
el recurso intelectual de la cultura con que cuenta una sociedad para que se produzcan las
rupturas de sus paradigmas y puedan, en su lugar, irrumpir unos nuevos. En este sentido,
Rebellato fue uno de los principales exponentes del pensamiento crítico como punto de partida
para lograr la transformación social e individual de las personas. El autor, planteó la emergencia
de un nuevo paradigma, alternativo al imperante en la era de la Globalización. Algo semejante
manifiesta Fomm cuando expresa la necesidad de un profundo cambio humano, constituyéndose
como la condición para que sobreviva la especie humana. De acuerdo a Fromm, por primera vez
en la historia, la supervivencia física de la especie humana depende de un cambio radical del
corazón humano. Destaca la importancia de la formación de un Hombre Nuevo y de una
Sociedad Nueva, que viva más en la condición del ser que del tener y que busque alternativas al
catastrófico desarrollo socio-económico del mundo, que enferma al hombre y lo debilita.
Rebellato nos invita a reflexionar sobre la necesidad de construir un paradigma emancipatorio, el
cual requiere de procesos de democracia participativa, basada en la creatividad, la imaginación,
la inteligencia y el compromiso, haciendo posible la articulación de redes, organizaciones,
experiencias y luchas, trascendiendo los espacios locales para proyectarse a nivel planetario y
mundial. En este sentido la escuela puede proponer cambios, teniendo como punto de partida el
desarrollo del pensamiento crítico y la emancipación de los educandos (objetivos de la corriente
crítica), que derive en una toma de conciencia sobre la realidad, no para adaptarse a ella, sino
para interactuar en ella de manera autónoma.
De este modo resultará la inserción crítica de los alumnos en la realidad, no para adaptarse, sino
para transformarla tal como expresara Freire (1970), quien por su parte, concibe a la educación
como práctica de la libertad, la que antepone la exigencia de la superación de la contradicción
educador-educando. A través de esta relación tendrá lugar una adecuada educación liberadora,
la que le permitirá a los educandos transformarse en seres conscientes y activos, capaces de
reflexionar, criticar, discernir, argumentar, capaces de encontrar los recursos lingüísticos
adecuados para poner en palabras lo que sienten y piensan.
Aquí radica el gran desafío que como docentes tenemos, ser verdaderos intelectuales
transformadores de la educación, teniendo la capacidad de determinar las condiciones de
trabajo, de elaborar un currículo adaptado a los intereses de los alumnos concretos a los que
enseñamos, brindándoles, de este modo, las herramientas necesarias que les permitan buscar
conscientemente su lugar en la sociedad. Se trata, en definitiva de intervenir propiciando la
enseñanza pero dejándonos enriquecer junto al educando de ella.

Reflexiones personales
Hoy más que nunca se hace sumamente necesario reflexionar sobre el ejercicio de nuestro rol
como docentes, teniendo en cuenta la realidad social actual, en donde los vínculos sociales se
han vuelto más frágiles, resquebrajando el concepto de comunidad y acentuando el
individualismo y la competencia, en el marco de una economía fuertemente global e
informacional. En este contexto, la escuela del siglo XXI puede ayudarnos a encontrar la ruta,
superando los obstáculos, para construir la sociedad nueva imaginada por la corriente crítica.
En este sentido, reflexionamos con Edgar Morín (1999) sobre el grano de arena que podemos
aportar los educadores con respecto a enfrentar las incertidumbres que sacuden a las sociedades
de este tiempo. Pensemos que los hombres de la sociedad actual navegamos en océanos de
incertidumbres con archipiélagos de certezas, por lo que los docentes podemos contribuir a
desarrollar la duda en la certeza, así como promover adaptaciones a las nuevas situaciones
producidas en el mismo individuo y su sociedad, con creatividad y conciencia. De este modo, se
hace ineludible promover la comprensión de los individuos entre sí y de las sociedades, se hace
necesaria una comprensión empática hacia los demás y el respeto a las ideas diferentes en el
plano de lo ético. Es así como la educación puede contribuir a desarrollar la autocrítica y reflexión
de los educandos para derivar progresivamente en la comprensión en todos sus ámbitos.
Dada la complejidad de los fenómenos mundiales y la incertidumbre de un futuro desconocido, es
importante reconocer el papel de la escuela, en cuanto a la enseñanza y desarrollo de un espíritu
crítico, que cuestione con el arma de la razón, las visiones simplificadoras y complejas de la
realidad.

Bibliografía
 ADORNO, Theodore, Educación para la emancipación, Ed. Morata Madrid 1998.
 FREIRE, Paulo. Pedagogía del Oprimido. 1970.
 FROMM, E., Marx y su concepto del hombre, Ed. F.C.E. 1987
 HORKHEIMER, M., “La función social de la filosofía” (1940), en Teoría Crítica. Bs. As. Ed.
Amorrortu. 1990.
 HABERMAS, Jürgen, El discurso filosófico de la modernidad, Bs. As., Taurus, 1989.
 MARX, K., “Manuscritos económico-filosóficos” de 1844. Primer manuscrito. El trabajo
enajenado.
 MORIN, Edgar. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO. 1999.
 REBELLATO, 1999. La globalización y su impacto educativo-cultural. El nuevo horizonte
posible.

También podría gustarte