Daños y prejuicios
La xenofobia viene marchando. Cuando hay crisis la culpa la tiene el extranjero.
Cuando hay colonización, el loco es el otro. La mentalidad que se cree con
superioridad para decidir quién recibe salud, educación o techo es una heredera
directa de la que criminalizó durante siglos las sexualidades originarias aplicándoles
un filtro similar a lxs migrantes de hoy: la desviación. En diálogo con SOY, Florencia
Tola y Mariana Gómez, antropólogas e investigadoras del Conicet, trazan varias líneas
de investigación que permiten concebir las sexualidades originarias como migrantes,
mutantes, creativas y libres de fronteras estigmatizadoras.
No es nada nuevo. Dudas, certezas, documentos, testimonios del pasado y datos del
presente contribuyen a teorías que se proponen hoy descolonizar las sexualidades
originarias, silenciadas por el manto religioso de la conquista. Algunas investigaciones
sostienen que anteriormente las tribus nativas reconocían entre tres y cinco géneros
diferentes: mujer, hombre, hombre-mujer, mujer-hombre y transexual. “Dos Espíritus”
es la denominación que en el norte de América se utiliza para referirse a personas que
convivían o conviven con ambos géneros en un solo cuerpo, y las familias que
descubrían que un pariente poseía estas características se sentían afortunadas por
considerarlas un regalo divino, dotadas de una inteligencia y sensibilidad muy
desarrolladas que implicaba una gran capacidad para el arte y la compasión, según
explican las investigaciones publicadas en Indian Country Today. En la misma región
lxs recién nacidxs eran vestidos con ropas neutrales y cada persona elegía su propio
género durante el desarrollo de su vida, sin determinaciones impuestas ni
asignaciones predeterminadas. Otras fuentes también cuentan que algunas fiestas
sexuales entre los Mayas incluían sin miramientos a lo que hoy se entiende por
homosexualidad, y que los Aztecas adoraban a la diosa Xochiquétzal, que con el
nombre de Xochipilli en su aspecto masculino protegía a la homosexualidad y a la
prostitución masculina. En Ecuador también se respetaba la bisexualidad, como en el
caso de la cultura Valdivia, que dejó plasmada en sus cerámicas las relaciones entre
personas del mismo sexo que concretaban sus comunidades a diario. Y aunque es
cierto que no todos los grupos indígenas aceptaban libremente las prácticas
homosexuales, también es cierto que los documentos que recogen esa supuesta
intolerancia hacia las relaciones no heterosexuales están fechados con posterioridad a
la conquista europea y, además, escritos en idioma español, lo que habilita pensar que
la estigmatización proviene del dominio europeo-cristiano sobre las comunidades
nativas y no de parte de ellas mismas.
El pasado pisado
Florencia Tola: Según se lee en algunas fuentes de Paraguay o del Chaco brasileño,
antiguamente entre los antepasados de los Caduveo existían personas que se
llamaban Cudinas, que hoy en día podríamos decir que eran travestis u
homosexuales, como han sido llamadas por los antropólogos del siglo XX. Las fuentes
dicen que se vestían de mujeres, que realizaban las tareas de trabajo femeninas,
hacían pis sentadas y también simulaban la menstruación.
Mariana Gómez: En torno a las sexualidades indígenas en la zona del Chaco, los
primeros antropólogos que llegaron a esa zona en la década del treinta, como el suizo
Alfred Métraux, hablaban de mucha libertad sexual, sobre todo entre las mujeres.
Métraux hizo trabajo de campo con tobas del oeste y menciona un término para
referirse a los homosexuales: Yauat, para hablar de un hombre afeminado o
“mujerizado”.
F. T.: Las Cudinas y otros datos que uno observa te permiten hablar como de un
gradiente entre dos polos, en donde no se es ni plenamente hombre ni plenamente
mujer cuando se nace, sino que el género es un proceso permanente de
transformación, de hacerse. Entonces uno no necesariamente nace con un género ni
con sus atributos, sino que es algo que se tiene que ir modelando permanentemente a
través del cuerpo. Y en ese hacerse intervienen humanos, y también entidades no
humanas.
M. G.: No te podría decir que esas costumbres constituyen una identidad. No hay
muchas investigaciones sobre géneros y sexualidades indígenas aún. En el caso de
los mapuches es diferente, ellos tenían la figura del Machi, y las o los machis podían
ser hombres o mujeres. Pasaban por procesos de transición, se travestían y los
espíritus que ingresaban o encarnaban en la persona podían ser tanto de hombres
como de mujeres.
Aficción a la fusión
F. T.: Por ejemplo, la apariencia corporal de un bebé puede tener que ver con la
intervención o la fusión o mezcla con el espíritu de un jaguar, de un jacaré, de un
muerto, de un ñandú. Para los tobas la apariencia es algo que incluso puede ser
modificada por intenciones de otros. No hay que pensar en términos de exterior-
interior, el cuerpo como el límite de la persona, sino pensarlo más como cosas fluidas
que circulan entre unos y otros, que se transforman y dan lugar a la apariencia, a la
sexualidad, al género, al comportamiento de la persona.
M. G.: Las Muxe en Méjico eran un tercer género instituido socialmente. En las familias
que tenían siete hijos, si el séptimo hijo nacía varón lo feminizaban desde chiquito y lo
preparaban para que se quedara a cuidar a los padres cuando fueran ancianos. Eso
implicaba toda una travestización desde pequeñas. Eso era algo prehispánico, y eran
completamente aceptadas.
F. T.: Las Cudinas, del norte argentino, tenían esposos de los cuales eran muy celosas
y los abrazaban permanentemente, cosa no muy común en esas comunidades, que no
son muy corporales para expresar sus emociones. Hace poco, una persona toba me
confirmó algo que ya contaban las crónicas de la conquista del Chaco y que se refiere
a la existencia y vida cotidiana de las cudinas. En la casa de su abuelo vivía una
persona que se vestía de mujer, hacía las tareas femeninas, además iba a buscar
sangre de una presa para poder simular su menstruación.
¿Y había exclusión, segregación o algún maltrato hacia las Muxe o hacia las Cudinas?
Mi cuerpo y yo
¿Fluidos andróginos?
F. T.: Por ejemplo, en esas comunidades la palabra que sirve para designar el esperma
es masculina y femenina. La sangre de la mujer ayuda a la transformación y a crear
del cuerpo del bebé. Si observás los fluidos y analizás el funcionamiento de los fluidos
cuando dos cuerpos se conectan con la sexualidad, te das cuenta del carácter
andrógino que tienen: no son masculinos o femeninos ante dos cuerpos cerrados en sí
mismos.
Las relaciones entre hombres, el travestismo y la transexualidad aparecen con
frecuencia en estas investigaciones y relatos. ¿Qué pasaba con las relaciones
amorosas y sexuales entre mujeres?
M. G.: Las mujeres tobas practicaban el aborto, usaban plantas contraceptivas. Las
más grandes cuentan que era una práctica común: hacían un brebaje con plantas del
monte, palo santo y cáscara de quebracho. También había mujeres que sabían dar
unos golpes que lo provocaban. La gente cambiaba de pareja, tenía hijos con
diferentes hombres. Hoy en día tiene toda una carga moral extra. Si las mujeres
antiguamente estaban embarazadas y eran abandonadas, podían hacer eso.
F. T.: Algunas de las crónicas cuentan que lo hacían las jóvenes tobas solteras, las que
tendrían amantes premaritales. Cuando esas jovencitas quedaban embarazadas de
sus amantes y estos hombres no reconocían sus bebés porque estaban casados, no
había problema con el aborto. No estaba mal visto. Era una común en estos pueblos
antes de la inserción plena en el Estado Nación.