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Planteamiento del problema

Situación problemática

Si bien en el Perú en los últimos quince años el índice de desnutrición crónica

infantil (DCI) ha disminuido alrededor de 17 puntos porcentuales, el promedio nacional

esconde la realidad de las comunidades rurales. En la actualidad, la desnutrición

perjudica al 14.4% de los niños y niñas menores de cinco años (ENDES, 2015). Sin

embargo, la población desnutrida se concentra en el área rural, donde los afectados son

más de la cuarta parte (27.7%), y cuyo indicador triplica la proporción del ámbito

urbano (9.2%). Este es un claro suceso de la desigualdad social que existe en nuestro

país.

La desnutrición crónica, definida como el retraso en la talla para la edad, es uno de

los mayores problemas de salud pública que afecta en esencia a los niños de los países

en desarrollo. Asimismo, es uno de los principales causantes de la muerte prematura, así

como de la prolongación de la pobreza, pues muchos de los niños que contraen DCI

tienen menores habilidades cognitivas, que ocasionan que tanto en la etapa escolar

como en la vida adulta no tengan un buen rendimiento y no sean productivos para las

tareas que les son asignadas. Esto en muchos casos lleva a que tengan que aceptar bajos

salarios, que resultan ser insuficientes para sostener a sus familias. De esta manera, se

pone en manifiesto la relación que hay entre vivir en localidades pobres con contraer

desnutrición y, posiblemente, prolongarla a las siguientes generaciones (Sen, 1999)

Hasta hace unos años, cuando se discutía la manera de poder combatir la


desnutrición, se pensaba en seguida en proporcionar una mayor cantidad de alimentos a
las familias pobres,
porque se consideraba que esta era la solución al problema, y no se vislumbraba que sus

causas en realidad son multidimensionales. Uno de estos determinantes de la DCI que


no han sido abordadas en nuestro país es el de los servicios de agua potable y

saneamiento. De acuerdo a la literatura, estos servicios son componentes fundamentales

para mejorar la salud de la población, así pues tienen un efecto en el descenso del índice

de desnutrición. En caso contrario, de no contar con saneamiento, agua e higiene, se

conduce al deterioro del estado nutricional.

Por un lado, los niños que sufren de malas condiciones de saneamiento se enfrentan a

riesgos que implican la absorción de agentes patógenos del suelo y que llevan a padecer

la desnutrición crónica. Por el otro, la ausencia de una fuente de agua potable cerca de

donde vive la población también tiene un efecto nefasto para el estado nutricional de las

personas; a menudo, esta situación lleva a las familias a tener que elegir por una fuente

de agua no apta para el consumo humano. Es conveniente resaltar que las regiones de

nuestro país en donde se presentan las mayores tasas de desnutrición crónica

(Huancavelica, Huánuco, Ucayali y Loreto) son coincidentemente los lugares donde se

tiene los niveles más bajos de acceso a los servicios de agua potable y saneamiento

básico (ENDES, 2015).

A pesar de que el agua es un componente fundamental para una vida digna y saludable,

más de 1.000 millones de personas carecen de acceso a fuentes de agua mejoradas y

para el 2025, 1.800 millones de personas vivirán en países o regiones con limitaciones

severas en el acceso al líquido. Un acceso restringido al agua en cantidad y calidad

adecuadas disminuye la capacidad de producción de alimentos, de energía y de

productos industriales y atenta contra las condiciones de higiene imprescindibles para

reducir el impacto de enfermedes. (Social Watch Informe, 2008, p.70)

El Perú es uno de los 20 países más ricos del mundo en agua. Sin embargo, este

recurso se encuentra distribuido de manera heterogénea en el territorio y no se ubica

necesariamente en los lugares donde existe una mayor demanda. Parafraseando al


científico Albert Einstein en su teoría de la relatividad, “…lo importante no es la masa

sino la distribución de la masa…” en efecto, queremos decir que somos un país rico en

recursos hídricos, pero está mal distribuido, en consecuencia, se puede apreciar que las

ciudades se han creado de forma inversamente proporcional al recurso hídrico. Así, en

nuestro país, la costa peruana concentra más del 60% de la población, pero solo cuenta

con 2,2% del total de agua que se produce según la autoridad nacional del agua (ANA).

Los distintos indicadores de cobertura, calidad, eficiencia en la gestión y financieros

continúan mostrando una situación preocupante. En el área urbana, existen más de 3.5

millones de personas que no acceden a servicios de agua potable, mientras que en las

zonas rurales esta cifra alcanza los 3 millones. Sin embargo, el acceso real de la

población es mucho más limitado que lo que las cifras de cobertura revelan. Así, en el

área urbana, casi una cuarta parte de la población tiene agua menos de doce horas al día

mientras que en las comunidades rurales la situación es aún más crítica. En éstas, no

solo existen problemas de continuidad del servicio sino que el agua en la mayoría de

ocasiones no es tratada. Ello refleja un notorio contraste entre la zona urbana y

periurbana, donde los pueblos jóvenes y pequeños asentamientos humanos no gozan del

servicio de agua, ni desagüe, como el resto de zonas de Lima que sí.

Estos ciudadanos son abastecidos de agua a través de camiones cisterna que les

venden el recurso a un costo elevado, pagando hasta 2 veces más, en comparación con

las personas que tienen conexión domiciliaria. Así algunas personas pagan a la

municipalidad o a una compañía privada por la distribución de agua hasta sus viviendas.

Otros que carecen de esta infraestructura pagan el costo del agua de otra manera,

comprando el recurso en fuentes comunitarias, en estaciones de abastecimiento de agua,

en tiendas de agua envasada y otras fuentes. Los costos cuantificados según el tiempo

impactan a las personas con limitados recursos monetarios que a menudo restan tiempo
a sus labores cotidianas para poder caminar hasta una fuente de agua y obtener agua

limpia. El tiempo dedicado a acarrear agua representa un costo para la salud,

productividad, y en muchos casos, oportunidades educacionales, una carga que es

absorbida principalmente por mujeres y niñas.

El acceso adecuado a servicios de agua y alcantarillado seguros y eficientes permite

una reducción de la morbilidad y mortalidad asociada a las enfermedades transmitidas

por el agua como el cólera, fiebre tifoidea, hepatitis B, entre otros, siempre que venga

acompañado de mejores prácticas de aseo personal. Esto último es particularmente

importante, ya que si bien la expansión del servicio de agua permite una mayor

disponibilidad de agua, es más difícil cambiar los hábitos y prácticas personales, los

cuales son los que finalmente evitan la transmisión de enfermedades. En contraposición,

las inversiones físicas en saneamiento son más efectivas, puesto que impiden que las

heces se acumulen y queden expuestas en espacios públicos (Bosch et al. 1999)

Frente a este problema de brechas de cobertura e infraestructura del sector, nos

encontramos con tres causas que lo originan: la primera es que tenemos un modelo de

gestión municipal colapsado, con un tamaño de escala de las empresas inadecuado (en

algunos casos se observan hasta 5 empresas por región), tenemos capital humano poco

capacitado, con remuneraciones por debajo del mercado y alto ratio de rotación y

sumado a ello nos encontramos con una fuerte resistencia social al incremento de tarifas

que son generadas para costear de alguna manera u otra la ampliación de proyectos de

inversión en el sector. En segundo lugar tenemos un financiamiento de inversiones

insuficiente, la demanda supera la oferta de financiamiento y sumado a ello hay una

escasa participación privada en el sector agua y saneamiento. Por último, tenemos que

hay una elevada insostenibilidad de las inversiones ya que ellos están vistos desde un

enfoque de obra, mas no de un servicio público como tal. Se ofrecen soluciones


tecnológicas inadecuadas para la realidad económica y social, existe una falta de

recursos presupuestales para operación y mantenimiento y para agravar aún más la

situación nos topamos con que gran parte de los expedientes técnicos son de mala

calidad. Todo ello nos deja con una gran conclusión “…para superar los nuevos desafíos

globales se requieren políticas innovadoras que hagan más con menos, y propicien el

surgimiento de mecanismos de coordinación y consulta en todos los niveles…” (OCDE,

2012)

Pese al desempeño de la economía peruana en los últimos años, la falta de

infraestructura física y el déficit en la calidad de la actualmente existente continúan

siendo temas desafiantes. Si bien, el año pasado, la inversión pública en agua y

saneamiento representó un 11.6% de la inversión pública total, convirtiéndose en el

tercer sector prioritario, luego de los de transporte y educación, la cobertura de este

servicio es del 86%, por debajo del promedio de América Latina (97%).

Como se ha mencionado, no se ha dado variaciones significativas en la asignación de

recursos al sector agua y saneamiento, lo cual no evidencia la priorización que tendría el

gobernó central en la reducción de las brechas de acceso. Considerando, además, que la

meta del gobierno es la total cobertura para el 2021, queda en duda que la estrategia

tomada por el gobierno central sea lo suficientemente agresiva para poder cerrar las

brechas asociadas al acceso a agua.

Formulación del Problema

Problema General.

¿En qué medida las brechas de cobertura en agua y saneamiento impacta en la

desnutrición crónica infantil?

Problemas Específicos.
 ¿De qué manera el acceso al agua impacta en la desnutrición crónica infantil?

 ¿En qué medida la cobertura de saneamiento se relaciona con la desnutrición

crónica infantil?

 ¿De qué manera la calidad del agua contribuye al incremento de la desnutrición

crónica infantil?

 ¿De qué manera el vivir en zonas rurales a comparación de zonas urbanas

impacta en la DCI?

Justificación del problema

Justificación teórica

Este trabajo de investigación se justifica en primer lugar, por el interés en abordar un

problema tan importante como lo es la gran brecha de acceso al agua y saneamiento que

se observa en el territorio peruano el cual contribuye además a un impacto negativo

hacia los índices de desnutrición crónica infantil el cual es motivo de nuestra

preocupación desde hace mucho tiempo. En ese sentido, nuestro trabajo se justifica,

debido a la constatación de insuficiencias y limitaciones en el análisis del tema, que

constituye nuestro objeto de estudio. Es decir, en nuestras indagaciones se ha podido

establecer que existen muy pocos trabajos que aborden el tema de las brechas de acceso

al agua y saneamiento, y si lo abordan se hacen de manera bastante parcial y no de

manera integral tocando el impacto que este tiene sobre la DCI.

Finalmente, nuestro trabajo se justifica debido al aporte que consideramos hacemos a

la reflexión teórica y por lo tanto a la comprensión del problema de las brechas de

acceso al agua y saneamiento y su impacto sobre la desnutrición crónica infantil en el

Perú, y de manera general, sostenemos que nuestro aporte pretende contribuir

igualmente al debate y al enriquecimiento de las ciencias económico-sociales.


Objetivos de la Investigación

Objetivo General

 Establecer en qué medida las brechas de cobertura en agua y saneamiento impactan

en la desnutrición crónica infantil

Objetivos Específicos

 Determinar el impacto del acceso al agua sobre la desnutrición crónica infantil.

 Determinar el impacto del acceso al saneamiento sobre la desnutrición crónica

infantil.

 Analizar la manera en que la calidad del agua contribuye al incremento de la

desnutrición crónica infantil.

 Comprobar que el vivir en zonas rurales a comparación de zonas urbanas impacta en

mayor medida sobre la desnutrición crónica infantil.

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