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Donde Esta Dios Papa PDF
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La edad exacta no la recuerdo, pero sé que mis dos hijos eran muy jóvenes
cuando me preguntaron por primera vez si existía Dios. Es una duda que yo
nunca tuve de niño. Crecí en el seno de una familia religiosa. Me eduqué en
un colegio católico. La existencia de Dios era algo que se daba por hecho,
sobre lo que no se vacilaba. Por supuesto yo creía en un dios: el de la época y
el país en el que nací. No tuve la opción de no creer, de la misma forma que
siguen sin tenerla la mayoría de los niños en el mundo. Para mis hijos, sin
embargo, sí había una alternativa; que Dios no existiera era una posibilidad. Al
oírles hacerme preguntas, al oírles dudar, me pareció que tenían mucha suerte
porque nadie fuera a imponerles sus creencias.
A todas sus interrogantes respecto a la existencia o no de Dios, he tratado
siempre de contestar de forma honesta, sin endulzar mis respuestas. También
he intentado dejarles claro que, aunque mi punto de vista tiene una base racio-
nal, al fin y al cabo no es sino eso: un punto de vista; una interpretación; una
forma de ver las cosas entre las varias posibles. En todo momento he querido
que supieran que la mayoría de la humanidad no opina lo mismo que su padre
y que hay miles de millones de personas en el mundo que sí creen en uno o
varios dioses.
Mientras estoy escribiendo estas líneas, ellos aún no tienen edad para
comprender muchas de las ideas de las que voy a hablar aquí, pero espero que,
cuando llegue el momento en que puedan entenderlas, estas páginas les gus-
ten. Incluso, tal vez, lleguen a ayudarles en sus vidas.
Ése fue el origen de este libro. Al principio, quise exponer sobre el papel
de forma ordenada, para mí mismo, lo que opinaba sobre los dioses y las reli-
giones con el fin de poder explicárselo mejor a ellos, de poder responder con
sentido a sus dudas. Después, conforme los párrafos iban surgiendo, pensé
que, en unos años, ellos mismos podrían ojearlos. Finalmente, me di cuenta
de que ciertos adolescentes, y también algunos padres, podrían estar intere-
sados en leer lo que yo estaba escribiendo. Me pareció que debía de haber
muchos que se estarían encontrando en mi misma situación: la de querer res-
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SOBRE DIOSES
Estoy resaltando en letra negrita los verbos pensar y creer para subrayar hasta
qué punto las considero cosas diferentes. En muchas ocasiones, pensar,
reflexionar sobre algo, no nos lleva a saber con certeza y a estar seguros, sino
a seguir dudando.
Sin embargo, creer fervientemente, tener fe, sí que resuelve las dudas.
Y, además, es más cómodo. Es la fe la que mueve montañas; la duda sólo las
forma. Ahora bien, por muy apasionadamente que se crea en algo, ello no
significa necesariamente que lo creído sea cierto. Más bien al contrario: cual-
quier certeza nace de haber dudado antes. «La razón sin fe está vacía», decía
santo Tomás de Aquino. «La fe sin razón está ciega», le podríamos objetar.
Porque en realidad la fe no da respuestas, sólo detiene las preguntas.
Las personas con convicciones religiosas creen que un dios creó al hom-
bre a su imagen y semejanza de la nada, siguiendo un plan divino.
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