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Pabellon #6 CMoreno
Pabellon #6 CMoreno
Martín Adán,
El etanol ganó a la insulina
Si regresaras
qué habría de decirte...
Luis Hernández
La canción de Charlie
la obra que será eterna, la de poesía; la poesía sin poética; la poesía sin musa; poesía
monstruosa, como es la poesía. No puede haber inteligencia - ¡ay, cuán tarde lo
averiguo!- sino en el deseo y en el desencanto. Todo goce es estupidez, furia y
frenesí. Poesía es goce. El que se propone salvarse debe asirse bien a su grito.
"- [...] A los dieciséis años escribí La casa de cartón, y mi vida dio un vuelco completo.
"- ¿Por qué dio un vuelco completo?
"- Todos parecieron olvidar que era un adolescente, como cualquier otro, y
comenzaron a tratarme como un fuera de serie. Luego concentrado en los estudios,
no me di tiempo para otras cosas, hasta que abandoné la universidad, y me dedique
a vagabundear en el mundo de la farándula, e ir de cantina en cantina".
Martín Adán tenía suficiente trabajo con vivir cotidianamente. Penosa actividad para
él, llegar de la mañana a la noche cada día. Respirar, alimentarse, ir de un lado a
otro, eran tareas penosas que cumplía con desgano. En el momento que tomaba la
pluma y escribía alguno de sus prodigiosos versos, era otro: una vox que
circunstancialmente estaba alojada en un cuerpo. Una vox que nos enorgullece, que
justifica la existencia de la especie humana. Esta es la paradoja y esta es la leyenda.
(Marco Martos, sobre el “Aloysius Acker” de Martín Adán)
Hay indicación de administración de autohemoterapia (autotransfusión, hoy en desuso,
que se creía reforzaba las defensas del organismo) entre los años 37 a 40, terapia que al
parecer fracasó. Se aplicará insulinoterapia, como nuevo recurso contra su dipsomanía,
desde el 25 de noviembre de 1940 hasta el 11 de febrero de 1941. En este tratamiento se
administra casi a diario cantidades progresivamente mayores de insulina al paciente; se
le conduce con ello a un coma controlado de hasta dos horas. “Es una terapia muy
dolorosa, luego de la cual el paciente se halla agotado y va recuperándose
progresivamente...”
"- Sí, Rafael. Aquí le pedí a Ricardo una copia y he ido juntándolas. Hablé con
Luis Fabio Xammar que ahora es director de cultura; los leyó y dijo: 'este va a ser el
premio de poesía'. Los presentó y el jurado por unanimidad votó por usted; y ahora
tiene usted veinticinco mil soles que aquí se los traigo.
"Se los entregó y Martín dijo:
"- Lástima que usted no beba, pues Fernando. Pero yo me voy al judío, al
portal y me voy a tomar veinticinco mil cervezas a su nombre.
"Esa fue la reacción".
En agosto se recupera y consigue permiso del Médico Jefe de pabellón para salir
diariamente a sus estudios universitarios. En setiembre vuelve a presentarse
embriagado. Sin permisos, en cama, "se le ve bastante tranquilo y entretenido con la
lectura y escritura"; más adelante veremos que pudo estar escribiendo los sonetos de
Travesía de extramares. En los tres últimos meses de 1944 "logra convencer al Médico
Jefe del Servicio [Max Arnillas Arana] para renovar sus salidas", "los primeros días no
deja nada que decir, pero después poco a poco va bebiendo hasta que un buen día se
presenta en estado inecuánime". Ingresa; es sometido a un tratamiento de
desintoxicación, que tiene algo de correctivo; permanece sin salidas un tiempo; luego
vuelve a obtenerlas; hasta que regresa embriagado nuevamente y el ciclo se repite.
De mayo-junio de 1948 hay noticia de que sale con permiso a la calle y que "en
varias oportunidades ha regresado embriagado, habiendo necesidad de desintoxicarlo".
Luego las noticias son sumarias, cubren algunos bimestres o trimestres, durante todo
1948 y hasta septiembre de 1949; por ellas sabemos que se encuentra bien, "sale a la
calle, bebiendo algunas veces con exceso", lee y escribe. El 17 de septiembre de 1949
sale de licencia y al parecer no regresa, pues no hay más información..
Los años que cubren la década de 1950 son años de crisis y carencias del poeta,
en los que éste casi no escribe. Hacia 1950 su estado de abandono y sus penurias
económicas se hacen patéticos. Adán vive en unas habitaciones que se ha reservado en
su casa del centro de Lima, el resto está alquilado; suele encontrársele en los bares de
los alrededores. Varias crónicas de la época tratan de él en tono compasivo y morboso.
Un informe de la cuenta corriente de Adán en el Banco de Crédito de 1955 parece
mostrarlo sin recursos, En este mismo año, es probable un internamiento por algunos
meses en una clínica de reposo particular. Ciertos documentos y sobres de la clínica que
el poeta usa por los reversos o para guardar sus papeles inducen a esta sospecha. Es la
clínica en la que se "enclaustrará" desde principios de la década de 1960 por casi veinte
años.
Ante todo yo soy gramático, yo soy trabajador de la palabra más que de la emoción,
usted sabe que soy gongorino y que Góngora trabajaba más con la orfebrería de la
palabra que con el sentimiento; toda su emoción era construir las palabras como el
joyero construye sus gemas. (Martín Adán. en torno al proyecto de Travesía de
extramares)
Hacia fines de 1959, un joven crítico, Mario Vargas Llosa, desde una importante
revista, examina la nueva edición de La casa de cartón, al tiempo que declara su
escepticismo del Adán de entonces:
"Hace más de veinte años, el medio intelectual limeño vio en Martín Adán una brillante
promesa literaria y le acordó un reconocimiento y una admiración que, se esperaba,
aquel adolescente dotado justificaría después con su obra. Las generaciones
posteriores, un poco por inercia, un poco por respeto a lo establecido, han seguido
ponderando a Martín Adán y conservándole ese puesto prominente que alcanzó en su
juventud, aun cuando sólo conocieron de él un puñado de poemas ecolálicos, Travesía
de extramares. El resto de su obra tenía sólo una existencia mítica: La casa de cartón,
publicada en una edición reducida, era inhallable; el legendario Aloysius Acker había
sido despedazado por el poeta; su ensayo sobre De lo barroco en el Perú dormía,
disperso, en las páginas clandestinas de una revista. El prestigio de esa obra inasible,
es, a diferencia de ésta, real; ha llevado a su autor, sin duda ante su desconcierto, a la
Academia de la Lengua. En la literatura peruana son frecuentes estos fenómenos. Los
reconocimientos suelen ser apuestas a favor del genio de un autor; no una apreciación
de su trabajo. Todos hemos creído en el talento de Martín Adán; veinte años hemos
esperado confiados en que ese talento se decidiera a demostrarnos que teníamos razón.
"Ahora ya parece improbable que Martín Adán cumpla la parte que le
correspondió en el pacto que selló con la literatura peruana, que concluya esa obra
que apenas iniciada le ganó el elogio y la fe de sus contemporáneos. Se sabe que no
escribe; nada indica que volverá a escribir. En todo caso, convendría, sin renegar del
aprecio que le hemos concedido, revisar nuevamente lo que constituye su obra real, es
decir, lo único que puede servirnos de testimonio objetivo para juzgarlo. La nueva
edición de La casa de cartón [...]".
" Mi primer amor tenía doce años y las uñas negras. Mi alma rusa de entonces, en
aquel pueblecito de once mil almas y cura publicista, amparó la soledad de la
muchacha más fea con un amor grave, social, sombrío, que era como una penumbra
de sesión de congreso internacional obrero. Mi amor era vasto, oscuro, lento, con
barbas, anteojos y carteras, con incidentes súbitos, con doce idiomas, con acecho de
la policía, con problemas de muchos lados. Ella me decía, al ponerse en sexo: Eres un
socialista. Y su almita de educanda de monjas europeas se abría como un
devocionario íntimo por la parte que trata del pecado mortal. (...)
Mi segundo amor tenía quince años de edad. Una llorona con la dentadura perdida,
con trenzas de cáñamo, con pecas en todo el cuerpo, sin familia, sin ideas, demasiado
futura, excesivamente femenina... Fui rival de un muñeco de trapo y celuloide que no
hacía sino reirse de mí con una bocaza pilluela y estúpida. Tuve que entender un
sinfín de cosas perfectamente ininteligibles. Tuve que decir un sinfín de cosas
perfectamente indecibles. Tuve que salir bien en los exámenes, con veinte - nota
sospechosa, vergonzona, ridícula: una gallina delante de un huevo-. Tuve que verla a
ella mimar a sus muñecas. Tuve que oirla llorar por mí. Tuve que chupar caramelos
de todos los colores y sabores. Mi segundo amor me abandonó como en un tango:
Un malevo...
Mi tercer amor tenía los ojos lindos, y las piernas muy coquetas, casi cocotas. Hubo
que leer a Fray Luis de León y a Carolina Ivernizzio. Peregrina muchacha... no sé por
qué se enamoró de mí. Me consolé de su decisión irrevocable de ser amiga mía
después de haber sido casi mi amante, con las doce faltas de ortografía de su última
carta.
Mi cuarto amor fue Catita.
Mi quinto amor fue una muchacha sucia con quien pequé casi en la noche, casi en
el mar. El recuerdo de ella huele como ella olía, a sombra de cinema, a perro mojado,
a ropa interior, a repostería, a pan caliente, olores superpuestos y, en sí mismos,
individualmente, casi desagradables, como las capas de las tortas, jenjibre,
merengue, etcétera. La suma de olores hacía de ella una verdadera tentación de
seminarista. Sucia, sucia, sucia... Mi primer pecado mortal. "
Quienes han escrito biográficamente sobre el Adán de aquellos años suelen aludir a
ese problema de “bohemia”. Recordemos que Adán no publicó durante los años que van
de 1932 a 1935 (excepto un poema en 1932 y otro en noviembre de 1935). Esto es
insólito en quien había revelado profusión en su creación y sus publicaciones de 1927 a
1931. Son varias las fuentes que coinciden en señalar el comienzo de su bohemia ya
desde el principio de la década de 1930.
Aloysius Acker.
Me basta andar contigo
en un mismo suelo,
en un mismo paso.
Me basta correr a comer contigo
con el mismo hambre, en el mismo plato.
hasta acariciar al niño
y sentirme con el otro extraño.
El otro nos odia.
El otro no tiene hermano.
El otro es el que se embriaga el sábado.
El otro es el canta misa.
El otro es un muchacho.
El otro es una vieja.
El otro eres tú y soy yo, si nos separamos.
¡Aloysius Acker ha nacido!
¡En todo instante está naciendo!
Aloysius Acker (poemario desaparecido al parecer destruido por el poeta y del que
solo quedan fragmentos disperos)
¡Guitarra, de no cejar!...
¡Guitarra, de no acordarte!...
¡Maldición de malquerido!...
¡Mansedumbre de cadáver!...
—¡Yo no fui! ¡Fue el que lloraba
yo, cuando no era nadie
yo, y la guitarra era
yo, sangre y sombra, la madre!
¡Con el lucero y el llanto,
lágrimas y luminares
de higos y de guitarras,
pendientes y entrañables!...
¡Oh, cómo truena y penetra
la campana del callarme!
¡Oh, qué badajo yo mismo
contra mi alma y hueso y carne!
La campana Catalina 1936
Hacia 1931 compone Aloysius Acker, poema de tono elegíaco; insatisfecho por el
resultado, destruye el Aloysius que sólo nos ha llegado en fragmentos. En esa misma
época, Adán participa del resurgimiento de las formas métricas tradicionales que brotan
en el ambiente poético castellano. La creación en sonetos perfectos produce, a
principios de la década de 1930, una versión primitiva de Travesía de extramares
(Sonetos a Chopin), poemas que tratan la imagen del creador, la creación artística y la
vida como una travesía marítima; pero que no llegarán a su forma final sino entre 1945
y 1950. Sus composiciones en metro llegan a su madurez al manifestar la sensibilidad
moderna -que significa en él una percepción honda de la condición humana- dentro de
una rigurosa expresión en verso. Sus poemas en torno a la contemplación de la rosa (La
rosa de la espinela publicado en 1939 y Sonetos a la rosa de 1938, 1941 y 1942) son
fruto maduro de entonces.
Hacia 1932 ingresa a una etapa improductiva de probable crisis personal de la que
saldrá con un trabajo crítico ambicioso y descomunal, De lo barroco en el Perú, con el
que obtiene el grado de Doctor en Letras en 1938. Este ensayo de apreciación de la
literatura peruana es de una gran elaboración; el esfuerzo es evidente en un trabajo
bibliográfico erudito de la misma época; y, en especial, en una prosa barroca ejercitada
incesantemente. De lo barroco, reelaborado durante el primer lustro del decenio de
1940, da paso a la recreación de Travesía de extramares, que gana la densidad de la
prosa de ese ensayo hasta hacerse hermético a la manera de Góngora. Consagra al
escritor al obtener por él el Premio Nacional de Poesía de 1946.
En su apartamiento del mundo volverá a las formas del antiguo Aloysius, retomando su
verso libre, su tono elegíaco y la depuración de su expresión hasta hacerla fluida y
directa para expresar una trágica reflexión en torno a lo humano. Este ejercicio del verso
libre se hará manifiesto en Escrito a ciegas, La mano desasida y La piedra absoluta
cuyas primeras versiones aparecen a principios del decenio de 1960. La mano desasida,
un sólo poema de 200 páginas, es el eje de esta escritura desgarrada y directa. Desde
1966 volverá al soneto, esta vez en versos de catorce, ya alejado de su estilo barroco de
mediados de siglo pero siempre revelando la desolada condición humana: Mi Darío y
Diario de poeta. Desde 1973, aproximadamente, dejó de escribir.
En 1971, cuando el Instituto Nacional de Cultura del Perú preparaba una edición de
la
poesía de Martín Adán,José Miguel Oviedo recibió una carta del mismo Martín Adán,
donde sobre el poema se decía: “Seré breve: insisto en la exclusión de ‘Aloysius
Acker’, que es un poema simbolista y hechizo que apenas entendería yo mismo si lo
recordara y que no sé cómo ni por qué ha ido a parar a la Biblioteca Nacional”.
A Martín Adán le preguntaron una vez – una vez más – sobre la relación entre su vida
y su poesía y afirmó: "Ninguna. La vida se me impone, la poesía la elijo". Tenemos al
poeta en 1981 intentando – una vez más – desligar al público de su vida y concentrarlos
en su poesía: "escribo despierto con plena lucidez, atento a la gramática".
La biografía de un poeta suele ser una labor arriesgada. Las relaciones que se suelen
establecer entre la vida del escritor y sus temas llevan a malentender una y otra. La
crítica en torno a Adán ha sido, con frecuencia, paradigma de esta confusión: la leyenda
ha servido para ilustrar y explicar sus poemas; y su creación, recíprocamente, ha servido
a una biografía conjetural. Hay distintas razones para explicar estos usos: la excelencia
irrecusable de su creación desde la juventud, la proximidad del poeta -un Martín Adán
de bares y calles de la década de 1950-, su hostilidad a los extraños y la oposición del
propio poeta a que se inmiscuyeran en su vida.
"-Es -dijo con énfasis Mariátegui- el nombre del novelista. Rafael de la Fuente, no se
armoniza con su obra realmente notable; me suena algo así como Lucila Godoy, como
Cayetano Rapagnetta... Ve usted, estos dos personajes, entre centenares de otros,
presintiendo el gran destino que les esperaba, reemplazaron sus inexpresivos
apelativos por otros simples, musicales. Hoy se llaman Gabriela Mistral, Gabriel
D'Annunzio. Hay que cambiar pues el suyo de cualquier modo.
"¿........?
"-En tal caso, representando al simio podríamos emplear la palabra Martín... Casi
todos los monos que conozco se denominan Martín.
"Perfectamente -continuó el maestro- y como hay tantísimos apelativos
humanos, para representar a nuestro género tomaremos el del primero que habitó la
tierra: Adán.
Fin