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INTERSEXUALIDAD
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2.- El caso materia de comentario
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del sexo femenino. Su vestimenta es de mujer, lo mismo que su comportamiento,
sus vivencias, sus inclinaciones, sus hábitos y ademanes. Es decir, que en la
ambigüedad sexual propia del seudohermafroditismo, sus preferencias son
definidamente femeninas. Así siente, así vive. O, mejor diríamos, pretende vivir sin
ser víctima de la angustia y la discriminación que sufre a raíz de la discordancia
entre su sexo legal y su sexo psicológico.
El drama existencial del actor se inicia en la escuela y se prolonga y acentúa
en la etapa de sus estudios universitarios. Su situación es incomprendida en el
seno familiar y es materia de constante discriminación social, lo que repercute
grave y negativamente en su vida de relación y en sus posibilidades de encontrar
trabajo. Los potenciales empleadores ni comprenden ni admiten la para ellos
inexplicable discordancia entre la determinación del sexo masculino del recurrente
en su documentación oficial y su aspecto y comportamiento netamente femenino, a
partir de la voz y el vestido.
El demandante se halla atrapado por la indefinición de su identidad Está
sumido en la ambigüedad sexual. Se sexo legal es masculino, sus sentimientos son
femeninos. Sus órganos genitales exteriores y los elementos sexuales secundarios
la reflejan de modo por demás evidente. Por ello testimonia que
independientemente de la incapacidad psíquica para actuar como varón, “el
proceso de atrofia de los genitales masculinos es progresiva e irreversible”. Todo
ello, anota, a pesar de que “ha sido sometido a un experimento endocrrinólogo, en
el cual, sin su conocimiento, se le aplicaron bombas de testosterona, con
resultados realmente negativos, hasta tal punto que le originó el desarrollo de un
hirsutismo del que carecía, al tiempo de acentuar trastornos hormonales”.
La angustia existencial del demandante se intensifica al comprobar que, al
lado de su sexo oficial o legal, en contraste con un incipiente y ambiguo desarrollo
de los genitales exteriores masculinos, posee un rostro, unas manos, una voz y
unos caracteres sexuales secundarios propios del sexo femenino. El demandante
no puede solicitar un cambio o adecuación sexual a otro sexo, pues no es un
transexual, sino lo que reclama, siendo un seudohermafrodita, es la definición o
determinación de su auténtica identidad que no es otra que la de su propia
vivencia, es decir, de la femenina.
Todo ello genera una permanente discriminación.que lo aísla, lo priva del
goce de la vida.
4.-Materia de la demanda
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jurisprudencia”, que en la sentencia, previa evaluación de la prueba ofrecida y
actuada, se otorgue la autorización para “la práctica de las intervenciones
quirúrgicas necesarias tendentes a compatibilizar, en la medida de los posible, sus
ambiguos órganos genitales con los del sexo femenino y la consecuente
rectificación de los datos consignados en su partida de nacimiento y documento de
identidad, declarándose su pertenencia al sexo femenino” y, por consiguiente,
sustituyéndose el nombre de pila (prenombres), que es propio de un varón por los
prenombres que propone y que, contrariamente, evidencia su sexo femenino.
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una aceptable vida de relación, ejerciendo a plenitud los derechos constitucionales
a la libertad, a la identidad, a la salud, a la igualdad, al trabajo y al estudio..
Cabe señalar que el juzgador -hasta donde ello es posible para un hombre
de derecho- domina la temática de la sexualidad por lo que, con lucidez que debe
ponderarse, tiene plena conciencia de las radicales diferencias entre un transexual
y un seusohermafrodita. Ello denota una calidad personal y un nivel cultural poco
común dentro de la magistratura del área subcontinental en la que nos ha tocado
vivir.
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Cabe señalar que el amparista fue atendido y evaluado por un reconocido
médico urólogo, especialista en la materia, con sede en Valparaíso. Este
prestigiosos galeno concluye en su informe que “la solución definitiva para este
paciente se logra efectuando una genitoplastía feminisante”. Según este acreditado
especialista, luego de someterse a la intervención antes indicada, el paciente
“conseguirá una rehabilitación completa”.
Como si fuera poco lo hasta aquí acotado sobre la prueba actuada, el juez,
con sentido de ejemplar responsabilidad y a mayor abundamiento, solicitó la
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opinión del Comité del rubro, interdisciplinariamente integrado, con la presencia
de psicólogos, biólogos, juristas y filósofos, todos ellos versados en Bioética. Este
selecto grupo humano realizó, como se anota en el expediente, “una prolija y
sintética valoración de las constancias de la causa”.
En el informe se considera apropiado el diagnóstico del caso como el de un
sujeto afectado por un “síndrome de Reifenstein, pseudohermafrodita”. El Comité
estima también que la decisisón del recurrente es libre, informada y que nace de
una convicción, vivida y sufrida, que surge de un estado de indefinición en cuanto
a su plena identidad.
En el dictamen se anota, -y tal vez aquí aparezca el origen del agravamiento
del problema del accionante- que el diagnóstico “de la malformación genética no
fue preciso ni explicitado con claridad y sencillez a los padres” ni tampoco llegó a
conocimiento del niño en el momento apropiado”. Esta situación, como se puede
apreciar de todo lo hasta aquí expuesto, generó un grave conflicto y hondas
repercusiones existenciales en el menor. De otro lado, se señala que a los dos
años, ya cumplido el proceso de identificación psicosocial del menor con el sexo
femenino, se le practicó una intervención quirúrgica de carácter correctivo,
contrariando la identidad puesta de manifiesto. Luego de esta operación, el menor
fue sometido, a los seis años, cuando ya tenía conductas femeninas, a una segunda
intervención. Estas sucesivas intervenciones, como es fácil imaginar, agravaron el
conflicto de identidad y generaron hondas repercusiones psicológicas.
Desde una perspectiva bioética, luego del análisis del caso, se considera que
se “apoya la decisión del cirujano de mejorar la situación real del paciente”. A
través de una intervención quirúrgica se logrará, se expresa, “el restablecimiento
de un defecto, de un equilibrio alterado”, lo que beneficiará al paciente. Acceder a
la petición formulada supone, en aplicación de un principio de justicia, “asegurar
el respeto a la dignidad humana y el proyecto personal de vida del paciente, amén
de asegurar la vigencia de los caracteres humanos en especial referencia a la
identidad y a la salud psicofísica”. Amparar la solicitud del recurrente permitirá,
así mismo, que recobre su identidad sexual “para tratar de aliviar el imponderable
sufrimiento personal-familiar que le acarreó su compleja e infrecuente
malformación congénita”.
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médica y de un consiguiente trámite administrativo. Similar posición se adopta en
Arizona (1967). Otros Estados, tales como Louisiana (1968) y California (1977)
cuentan con legislación sobre el particular. En Nueva York, en cambio, se practica
mediante una específica reglamentación (1971). En algunas provincias
canadienses, sobre la base de una previa legislación se permite, generalmente, la
adecuación sexual y el consiguiente cambio de los prenombres. En Sudáfrica es
suficiente una disposición administrativa luego de haberse producido una
intervención quirúrgica.
Otras soluciones de índole administrativa son las adoptadas por Austria y
Dinamarca. En Suiza, en cambio, se deja librada la solución al criterio
jurisprudencial en prudente aplicación del artículo 1º de su Código civil, que
faculta al juez, ante un vacío de la ley, a decidir según las reglas que él hubiera
prescrito de ser legislador. Este sería el caso de países como Argentina y Perú
donde, al no existir legislación al respecto, el juez está obligado a administrar
justicia en ausencia o en defecto de la ley. Para ello debe acudir a las otras fuentes
del Derecho, especialmente a sus principios generales, y a sus propias vivencias
axiológicas actuando como si fuera legislador. Sobre este aspecto de la función
judicial Carlos Cossio ha dejado páginas muy valiosas dignas de releerse con
frecuencia.
No obstante lo genéricamente expresado en precedencia, el juzgador cita en
adicional sustento de su fallo permisivo en cuanto a una definición o determinación
del sexo del recurrente, el artículo 19º, inciso 4º, de la ley 17.132 que regula en la
Argentina el ejercicio de las profesiones médicas. Este dispositivo incluye entre
sus prohibiciones el de realizar intervenciones quirúrgicas que modifiquen el sexo
del paciente, salvo que sean efectuadas con posterioridad a una autorización
judicial.
Personalmente estimamos que la autorización judicial se requeriría tan sólo
en un caso de adecuación sexual (lcomunmente lamado “cambio de sexo”)
tratándose de situaciones de transexualismo. Consideramos que no sería
imprescindible solicitar dicha autorización cuando de lo que se trata no es de una
adecuación de sexo sino de una definición o determinación de un sexo genital que
es incipiente o ambiguo. El juzgador conoce y aprecia esta posición, por lo que
manifiesta que en el caso de autos la sentencia “adquiere en tal supuesto al menos
el carácter declarativo de certeza de reconocimiento de un derecho
constitucional”. Pero, como sagazmente observa, “por lo demás, de todos modos
la intervención judicial será necesaria con miras a la obtención de una rectificación
de la partida de nacimiento o eventualmente de una nueva inscripción en el
Registro de las Personas”. Compartimos, a plenitud, la posición del juzgador.
El juez de la causa se pronuncia sobre el caso analizado y lo hace aceptando
como pertinente y adecuada la acción de amparo que la Constitución de la Nación
Argentina establece en su artículo 43º. Ello, en ausencia de un específico
dispositivo legal. Es sabido que el artículo 43º de la referida Constitución faculta a
toda persona a interponer dicha acción, expedita y rápida, “siempre que no exista
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otro medio judicial más idóneo”. Ella se podrá interponer “contra cualquier forma
de discriminación”. En estos precisos enfoques, sustentados por dispositivos
constitucionales, coincidente jurisprudencia, se encuadra y justifica la utilización
de la acción de amparo. Así lo comprende el juzgador quien, además, acude en
apoyo de esta opción a postulados de la doctrina constitucional del mayor nivel
como son los provenientes de maestros del prestigio internacional de Bidart
Campos, Morello o Fernández Segado, entre otros. Morello, para citar a sólo uno
de ellos, considera -como se transcribe en la sentencia- que la acción de amparo
“como acción-procedimiento o vía de tutela esencial que juega como alternativa
principal y no subsidiaria”. A los planteamientos doctrinarios se suma una vasta y
rica jurisprudencia sustentatoria de la adopción de la acción de amparo en el caso
de autos. La Corte Suprema de Justicia de la República Argentina, en reiterados
fallos, ha dispuesto que -en términos de la propia sentencia comentada- siempre
que apareciera de modo claro y manifiesto el daño grave e irreparable que se
causaría manteniendo el examen de una cuestión a los procedimientos ordinarios,
administrativos o judiciales, correspondía que los jueces restablecieran de
inmediato el derecho restringido por la vía del amparo.
La acción de amparo, como se desprende de dicha abundante jurisprudencia
y en concordancia con la Constitución nacional, constituye la vía idónea para la
preservación del derecho a la vida, a la libertad, a la identidad, a la salud. Por lo
demás, esta es la función jurídica del amparo y, en estos mismos alcances, es
considerado por el derecho comparado.
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b.- La libertad.- En lo que concierne al derecho a la definición o
determinación de la identidad sexual, la fundamentación de la sentencia es sólida y
clarividente. En materia de indefinición sexual, luego de todas las pruebas
actuadas, se concluye que debe respetarse el derecho a la libre decisión personal y
al consiguiente libre desarrollo de la personalidad. Es decir, a proyectar la vida de
acuerdo a sus propias y más íntimas decisiones. No existe duda, como se
desprende de los informes interdisciplinarios evacuados y de la propia entrevista
personal, que el demandante decidió someterse a una intervención quirúrgica para
definir su características genitales externas, hasta donde ello fuera posible, para
adecuarlos a los de una mujer. Este, por lo demás, es el sexo vivido y sentido por
el recurrente, no obstante que su sexo cromosómico sea masculino, lo que ha
resultado irrelevante al padecer del “síndrome de Reifenstein” al que se ha aludido
en su lugar. De ahí que los expertos consideren la necesidad de someterlo, en
concordancia con su libre decisión, a una “genitoplastía feminisante”..
Los ordenamientos jurídicos contemporáneos, sin excepción, reconocen el
derecho a la libertad, que es el núcleo existencial de la persona, la misma que se
fenomenaliza a través de acciones y omisiones.
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identidad. La dignidad del ser humano radica, precisamente, en que siendo todos
los seres humanos iguales, no existen dos personas idénticas. Cada uno es quién
es, singular, único, irrepetible. Ello es posible en tanto el ser humano es libre de
proyectar y realizar su vida. La identidad es un derecho indesligable de los
derechos a la vida y a la libertad. Ellos constituyen el trípode sustentatorio de la
propia dignidad. La dignidad sufre grave e irreparable menoscabo si se lesiona
alguno de tales cardinales derechos. La identidad es, por ello, una exigencia
existencial, un derecho natural, más allá de su reconocimiento por el derecho
positivo.
El derecho a la identidad es reconocido a nivel de la más avanzada y lúcida
jurisprudencia comparada y por un sector especializado de la doctrina. Además, ha
ingresado a los ordenamientos jurídicos positivos. Así lo acreditan, explícitamente,
las Constituciones de Portugal, del Perú (1993) y, recientemente, la de la ciudad de
Buenos Aires (art. 12º) e, implícitamente, todas aquellas que se inspiran o
incorporan las convenciones o pactos regionales que tutelan los derechos
humanos. A falta de disposición expresa que la tutele, el derecho a la identidad
está protegido por las cláusulas generales o abiertas (o en blanco) que obligan al
juez a tutelar todo derecho que fluya de la dignidad del ser humano. Es el caso,
entre otros, del artículo 2º de la Constitución italiana de 1947 o del artículo 3º de
la del Perú de 1993, para citar sólo dos emblemáticos casos.
Con la identidad ocurre lo mismo que sucede con el derecho a la intimidad
personal y familiar, apenas reconocido por algunas contadas Constituciones y
códigos civiles, no obstante lo cual, por fluir de la propia dignidad de la persona,
es amparada a nivel jurisprudencial, Es revelador el caso italiano donde la
jurisprudencia, desde las primeras décadas de este siglo, protege el derecho a la
intimidad (riservatezza) no obstante que no está reconocido explícitamente ni por
la Constitución de 1947 ni por el Código civil de 1942. En Italia acontece lo
mismo tratándose del derecho a la identidad, que es tutelado por la jurisprudencia
desde la década de los años setenta a pesar de no existir norma expresa que lo
contenga.
El juzgador demuestra, a través de las páginas de su fallo, encontrarse
actualizado en el tema, por lo que maneja con soltura y precisión los conceptos
que permiten, a la altura de nuestro tiempo, poseer una visión clara y precisa de
los alcances de la identidad personal.
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De conformidad con lo establecido, y sobre la base de lo preceptuado en el
art. 16º de la Constitución de la Nación Argentina, en la sentencia se explicita que
el “estado de ambigüedad que sufre el amparado por las dificultades especialmente
derivadas de la discordancia entre su documentación -infiel representación de su
persona- y su verdad existencial, entre la registración de su estado civil y la
mismidad de su ser -con su patrimonio ideal, su imagen, pensamientos, opiniones,
creencias, actitudes y comportamientos cotidianos- importa no sólo un tratamiento
degradante, sino una actitud discriminatoria por los caracteres físicos e inscripción
documental del sexo, que en aras de tal principio de igualdad en donde el derecho
concretiza la noción de justicia, debe disponerse la cesación del hecho lesivo y el
cumplimiento de todos los actos idóneos para el restablecimiento de la verdad
personal”.
La abundante prueba actuada demuestra, a plenitud, cómo la indefinición
sexual del demandante ha significado, desde su niñez, una constante marginación
que se acentuó en su época de estudiante universitario y en lo atinente a sus
posibilidades de insertarse en la sociedad a través del trabajo. Esta marginación,
por lo demás, se hizo extensiva al plexo de sus relaciones sociales. En esta
situación de rechazo, a partir de su familia, la igualdad resultó siendo un mito.
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inmediata y directa, la situación del recurrente, por lo demás acreditada por la
abundante prueba que obra en autos. La entrevista permitió al ilustrado juzgador
verificar, en la realidad, un caso de probado seudohermafroditismo así como la
gravedad de sus consecuencias en lo que concierne a la identidad, a la salud y a al
libre desarrollo de la personalidad del recurrente. Las vivencias experimentadas
por el juez a raíz de la referida entrevista personal lo llevó a considerar la
viabilidad de las peticiones planteadas.
Es por ello que el juez sostiene que su evaluación personal resulta
absolutamente coincidente con aquellas practicadas por los profesionales y con los
dictámenes periciales obrantes en la causa, muy particularmente con lo expresado
en la pericia psicológica oficial y con las consideraciones del Comité de Bioética
13.- El fallo
De conformidad con todo lo brillantemente expuesto en los considerandos,
el juez falla haciendo lugar a la acción de amparo interpuesta. Para ello, ordena la
anulación parcial y absoluta de la partida de nacimiento del recurrente por
contener un error esencial en cuanto a la identidad sexual de la persona siendo, por
consiguiente, también erróneo el nombre (prenombres) asignados a una persona
del sexo masculino. Por estas consideraciones ordena una nueva inscripción del
nacimiento con nuevos prenombres y constancia de pertenecer al sexo femenino.
Del mismo modo, ordena las rectificaciones con relación al título universitario en
trámite y al de educación secundaria, así como del documento nacional de
identidad. Se autoriza la intervención quirúrgica y todas las demás intervenciones
médicas que resultaren convenientes al efecto de lograr corregir el disconformismo
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genital congénito y compatibilizar, en la medida de lo posible, sus ambiguos
órganos genitales con los del sexo femenino.
La sentencia, como se ha podido apreciar de su ajustada glosa y de los
precedentes comentarios, por su preciso, profundo, exhaustivo y documentado
tratamiento de la materia referente al seudohermafroditismo, es digna de estudiarse
con atención y de tenerse presente como un insoslayable y valioso antecedente
para casos análogos, incluyendo, en lo que fuere pertinente, a las situaciones de
transexualismo. Por lo expuesto, nuestro juicio sobre la calificada sentencia, es
encomiástico.
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