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Empecemos con una hipétesis que a algunos de ustedes les puede parecer algo curio sa, Las teorias sobre el desarrollo humano, debido al cardcter de la cultura, no son simples esfuerzos para comprender y codificar la naturaleza del desarrollo humano, sino que, por su propia esencia, también crean los mismos procesos que intentan ex- plicar, confiriéndoles realidad y haciéndolos conscientes a la comunidad. En este sen- tido, una teoria del desarrollo humano constituye los conceptos y, en cierto grado, los ahechos» que trata, al igual que una teoria de la propiedad constituye conceptos tales como prépietario, violacién de la propiedad y herencia. Por la mera formulaciéon de tuna teoria de la propiedad damos una realidad social a sus conceptos constituyentes, ‘con la suficiente entidad como para crear también, de hecho, una realidad practica. ‘Metemos en la cércel a aquellos que, por sus acciones, muestran desconocer estas rea- lidades practicas, y categorizamos a las personas que participan en ellas como pro- pietarios, herederos, etc. En mi opinién, el significado y el uso de términos como ju- ventud —-como la crisis de la adolescencia, fases del desarrollo, etc.— una vez cre~ ‘dos, requieren ser explicados. No quiere decir que quienes se ocupan del desarrollo hhumano no contrasten sus ideas y conceptos con pruebas empiricas por medio de la ‘observacién, intervencién y experimentacién. Claramente lo hacen. Freud, Piaget y ‘Vygotsky fueron titanes en ello. Es mis bien que las «teorias del desarrolion, debido ‘ala naturaleza de la cultura humana, también se convierten en prescriptivas y cand- nicas una vez que son aceptadas, independientemente de lo descriptivas y sujetas a comprobacion que fueran en su origen. Explicaré lo que quiero decir. Una teoria del desarrollo humano, por la misma na- turaleza de nuestra especie, no puede ser exclusivamente una teoria sobre la naturale~ + «Concepts of the Child: Froud, Piaget and Vygotsky», Articulo riginal. Reproducido con permiso | dat avton Veresn om eaeellna de M* Vieloria Sebati. an 32 Jerome Bruner 2a, La plasticidad del genome humano es tal, que no existe una forma dinica en la que cl ser humano se desarrolle y que sca independiente de las oportunidades de realiza- cién proporcionadas por la cultura en la que dicho ser humano nace y crece. Como sabemos por los trabajos realizados en primatologia y antropologia desde hace dos dé- cadas, el punto critico en la evolucién del primate que produjo la especie Homo tuvo Jugar en el momento en que la cultura adquirié un papel fundamental en la transmi- in de instrucciones sobre la adaptacién, en ver de estar inscritas exclusivamente en €l cédigo genético. No quiere esto decir que el hombre no deperda de stu genoma, lo cual implicaria claramente una concepcién megalomaniac de la cultura. Mas bien, Io que supone es que existe una gran variedad de ajustes realizados gracias a la plastici- dad del genoma humano, y que las culturas prescriben/proporcionan vias de desarro- lio entre estas posibilidades. El problema no es «Naturaleza versus Cultura», sino que se trata, como Peter Medawar ha sefialado en alguna ocasién, de que cada una con- tribuya un cien por cien a la varianza. Decir que una teoria del desarrollo es «inde- pendiente de la cultura» es hacer una afirmacin absurda. El lenguaje mismo con el {que se hace esta afirmacion muestra este Ambar cultural. Es inevitable, pues, que cualquier teoria concreta del desarrollo sea, necesariamen- te, tanto una teoria natural como una aciencia de lo artificial», como Herbert Simon Jo ha denominado. Al proponer una «trayectoria» conereta de crecimiento como «normal», especifica algo canénico y prescriptivo sobre dicho crecimiento. Estas especificaciones se dejan casi siempre implicitas, Pero si uno lee a los tedricos del desarrollo con el mismo es- piritu con el que un antropélogo lee, por ejemplo, los mitos de la cuitura que esta es- tudiando, estas especificaciones pueden hacerse explicitas o, al menos, notoriamente implicitas. Me voy a ocupar inicialmente de este aspecto constituyente de la teoria del desa- rrollo de nuestros tres grandes titanes —Freud, Piaget y Vygotsky. Pero necesito un punto de partida para ilustrar esta empresa. Una buena forma de empezar, en lugar de buscar ese punto de partida, es exami- nar el papel histérico de las teorias de la mente y del pensamiento humano en nuestra cultura. Tres historiadores famosos nos proporcionan buenos ejemplos sobre ello: Cra- ne Brinton con respecto a John Locke, Eticure Gibson con respecto al conflicto entre Razén y Reyelacién en el Renacimiento, y J. B. Bury en su estudio elésico sobre la evolucién de la idea del Progreso. Brinton sefiala que el poder revolucionario de John Lockt no radicaba simplemente en la extensién de los principios del determinismo de Newton en la descripcién de la mente, comenzando con las sensaciones primarias y secundarias como basicas, sino mas bien en proponer que cualquiera podia aprender irectamente de la experiencia y sin la intervencién de una autoridad superior. Argumentando que no hay nada en la mente excepto lo que llega a través de los sentidos, instauré al mismo tiempo la base de una democracia de la experiencia y del ensamiento. Fueron pucstas en tela de juicio, o incluso completamente desechadas, teorias contrarias a ésta como la del derecho divino y la de privilegios especiales. No s sorprendente que exista una continua preocupacién que va de Hobbes a Locke, y de éste a Hume, durante el periodo en el que la democracia mercantilista estaba en ascenso en Inglaterra, aunque seria siempre dificil precisar si es una cuestién de cau- sa-efecto. Ademés, la historia tiene una forma de legitimizar sucesos previos para dar- Concenciones de a i les un estatus causal retrospectivamente. En cualquier caso, John Locke no s6lo pro- puso una teorla del conocimiento sino también un ideal y una practica del saber que ucgo pudo cultivarlos la sociedad. Lo mismo sucede con el conflicto entre Razén y Revelacién. La concepcién Pa- tristica de un Tertuliano, por ejemplo, en la que el conocimiento de la verdad se de- iva de una relacin privilegiada con la divinidad, accesible sélo a aquellos que han ordenados sacerdotes, la pusieron en peligro principios como el de razon sufi- ciente 0 el de duda cartesiano. Las nuevas doctrinas crearon nuevas realidades, inclu- so nuevos estatus y nuevas instituciones. No es probable, por ejemplo, que la idea de Ja Universidad hubiera surgido sin ellos, y menos atin sus ladrillos, cementos o las ins- tituciones que las forman, , Relacionado con todo esto estaria el concepto del Progreso. Bury resume la doc- trina antigua griega segin la cual el futuro del hombre seria un continuo declinar des- Ue la Edad de Oro de los Dioses a la decadencia de la Edad de Latén. Fue Francis Bacon, en su Novum Organon, quien propone la nueva idea de progreso, de lo que cl hombre puede indagar en la verdad y actuar sobre ella mediante su propia obser- vacién. El futuro esté, pues, abierto y el progreso no sélo esta asegurado sino es ine- itable, Ast, Jonathan Edwards, habiendo leido en las Actas de la Royal Society sobre {a teorfa de Newton que la luz blanca era una mezcla espectral, predicaba a sus fieles de Northampton, Massachusets, en ef siglo xvil, que el Hombre habia resuelto ya los -misterios de Dios y podia aspirar a otros descubrimientos. Ademés, la idea era tan poderosa que un distinguido postgraduado del M.1.T. me reconocié en el jardin de tun pub del siglo xvit, que aquel dia era el décimo aniversario de su pérdida de fe en la inevitabilidad del progreso. jLa idea de Bacon habia sido poderosa! La vida de éste estudiante habia eambiado hace s6lo diez afios por el declive de la idea del progreso de Bacon, Igual declive habia sufrido su gran institucién de investigacién, y 1o mismo vocurtiria con la vida de aquellos que viniesen detras. Pero las consecuencias no per- manecerian por siglos. Ahora todos estos temas —el aprendizaje por la propia experiencia, el poder de la dad de la razén, el progreso— son susceptibles en alguna medida, aunque

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