JUAN VILLORO,
La narrativa de Wim Wenders
WY zntess x covano que cuando et en lly de
nn hotel y alguien le pregunta «es usted el sefior
Equis», siente la entacién de responder que sf para verse
involucrado en una trama, «Necesitamos historias para
soportar el peso del mundo»; esta frase slo puede venir
de quien concibe la realidad como wn vasto pretexto na-
rrativo. En El amigo americano (1977), la historia surge
como una enfermedad incurable: dos conspiradores con-
vencen al protagonista de que esta enfermo de muerte y
le ofrecen una recompensa a cambio de cometer un c:
men. La pelicula estd hasada en la novela de Patricia Hig
smith y reflejael sentido de la fatalidad de la escritora te-
xang; la anéedota es una forma del engaio.
De los directores de la posguerra alemana, Wenders es
el mis interesado en la cultura de masas que los enemigos
dejaron en las trincheras junto eon las envoleuras de sus
chocolates Hersheys. Los signos mis obvios de esta devo-
cidn son el rock y sus ubicuos heraldos (las rocolas), los
anuncios de neda, el viaje como forma de conocimiento
(que en Alemania parece concluir con la Hustracién y los
Wanderjahre de Goethe) y como exploracién de un terri-
torio extenso, virgen, dificil deconcebiren lasobrepoblada
Europa. Sin embargo, hay algo més profundo en su lec-
turadel estilo norteamericano: el sentidodelaexterioridad.
‘Comparada con la narrativa europea, la norteamericana
dela generacidn perdida al realismo sucio de Raymond
Carver— esta saturada de objetos; el narrador ve con la li-
cenciosaatencidn de una cimara y la psicologfa de los per-
sonajes se deriva de su conducta, es mis un efecto de lal
tura, delas posibles interpretaciones que se den alosdidlo-
gosy alaaccidn, quede las disquisicionesdelautor. A con-
trapelo de la novela alemana, que se coneibe como forma
de conocimiento y discusién de las ideas, las historias de
Fitzgerald, Malamud, Hemingway, Capote y Updike ofre-
cen una elocuente superficie, donde el entorno decide por
los personajes: los héroes son narrados por las cosas que
Aunque Faulkner y Bellow comprometen asus perso-
najes con el flujo de la conciencia y la introspeccién in-
teligente, el nervio dominame de la narrativa norteame-
ricana sla exterioridad, fo que cuenta el que mira, Las bis-
«queddas mas arriesgadas de Gore Vidal, Thomas Pynchon,
William Burroughs 0 Philip Roth se apoyan precisamen:
MARZO-ABRIL 197
teenel desplazamiento del punto de vista: lahistoria llega
através de testigos «raros» (un transexuado, una concien
cia tlevisiva, un cerebro narcotizado, un seno); de modo
paraddjico, los rebeldes de la narrativa norteamericana se
‘oponen a sus predecesores enfatizando algunas de sus
‘marcas eandnicas: Ia visualidad, el sonido, el montaje.
En buena medida, la historia de la novelade los Estados
Unidos es la historia de su confrontacién con el cine. In-
cluso quienes lo detestan suelen prefigurarlo en sus pagi
nas; en El guardidn en el centeno, JD. Salinger narracon el
ritmo, el sentido del dislogo, y aun las tomas de un guié
cinematogeiico; sin embargo, fiel su protagonista, Hol-
den Caulfield, que odia las peliculas, Salinger se ha negado
a vender sus derechos a Hollywood. Por su parte, Tom
Wolfe ha puesto tanto énfasis en los juegos tipogrificos,
en lavisualidad que sdlo existe en la pigina y que no puede
serllevadaala pantalla, que sus triples paréntesis y sus infi-
nitos puntos suspensivos son un polémico homenaje al cx
ne, una forma de recordar las limitaciones del arte que no
alcanz6 a tener musa pero que se convirtié en la fibrica de
sueiios del siglo xx.
Elcine y laliteraturadelos Estados Unidos se han tren-
zado en llazesde lucha libre, y no hay réferi quelossepare.
En cambio, en la Europa de losafios sesenta, el nuevo cine
traté de renunciar a su habitual servidumbre al texto. Wim,
Wenders escapaa esa constante y quizé por ello se hacon-
vertido en fendmeno pop y autor de culto de los eirculos
donde no predominan los eriticos cinematograficos, En
una época marcada por el vanguardismo y el cine de autor,
Wenders nunca se alejé del soporte narrativo. Si Godard
criticé al cine tradicional como un medio vicario, un re-
medo de otras artes («teatro filmado»), si Pasolini buscé
una sintaxis especifica de las imagenes, capaz de articular-
Jasen un «cine de poesia», y si Bresson concibié un cine
sin actores ni guidn preestablecido, donde las personas (0
«modelos») interpretaran ante la camara, no lo que son a
diario, puesentonces la pelicula eareceria de sentido, sino
Jo que slo pueden ser en esa circunstancia, tan limitrofe
como el confesionario o el psicoanilisis, Wenders salié a
escena como un Samuel Fuller o un Nicholas Ray desfasa-
do, alguien que repudiaba por partida doble la excesiva
introspeccién de la literatura alemana y el cine ajeno ala
literaturaEn sus inicios, el propio Wenders se consideraba més
cerca de la pintura o de la critica que del cine. Aunque se
‘mantuvo al margen de las modas en las filmotecas curo-
peas de los afios sesenta, se zambullé con impaciente
eclecticismo en las novedades de ta cultura de masas (el
rock, el deporte, la novela negra).
Una vez resuelta, toda contradiccién se convierte en
un alarde formal. Después de Las alas del deseo, Parts, Te
suas, Alicia en las ciudades y Hasta el fin del mundo, resulta
dificil ecuperarlostanteos del primer Wenders, laambiva-
Tencia central que determiné su estilo: la cultura pop vista
con unaatencién distanciada, la profundidad fuera de sitio
de quien es extrafio a lo que mira.
cEs posible renovar una tradicin ajena? La rendicién,
el descrédito de los valores propios, la hora cero de la pos.
guerra alemana gjustficaban la adopeién de gestos cand-
hicos de otra cultura? En las calles devastadas por la me-
tralla, Wim Wenders caminaba con los bolsillos repletos
demonedasraras, dispuesto aencontrar unarocola Wurlit-
zer y a encenderia en la noche y la niebla.
a estrafalaria saga del Oeste escrita por Karl May ha
sido vista en Alemania como un caso disfrutable de infan-
tilismo estético. Por sus gustos mas genuinos, Wenders pa-
recla a punto de convertirse en otro falso americano, el
turista de la contracultura que filma Ee el cantino en la Sel-
va Negra. Su primer largometraje: Verano en la ciudad
(1969), esta dedicado a los Kinks y su titulo de trabajo fue
51% Anniversary, en homenaje a jimi Hendrix; sin embar-
go, mas que una pelicula musical, es una exploracidn sobre
el vacio urbano que obliga alos solitarios a rodearse de «i
guinas para maar el tiempo» (entre elas, las rocolas).
En 1971, Wenders se apoyé en un autor que compartia
suheterodoxa disposicién a mezclar lo culto y lo popular,
el austriaco Peter Handke. Desde su titulo: El miedo del
portero al penalty, sc apropia con irrevereneia de un tema
filos6fico, Estealarde adquiere mayor relievesisetomacn
cuenta que, a pesar de Brecht, Tucholsky, Lichtenberg y
Kleist, la literatura alemana ha sido poco afecta a llevar
temas de la metafisica alas tabernas y a los callejones. El
propio Handke concibe el arte con tna solemnidad que
parece patentada en el clasicismo de Weimar; sin embar-
0, El miedo del portevo al penalty pone en juego el desa-
sosiego de los fildsofos con las pasiones de los estadios de
futbol. La palabra alemana angst (cuya pilida traduccién
es Eds se refiere a la angustia existencial. Para 1970,
cuando se publied la novela, varias generaciones de euro-
peos habian asimilado las cuartillas de Heidegger, Sartre
y Merleau-Ponty sobre la libertad de eleccién y el hom-
bre escindido de su época. La originalidad dé Handke
radicaen situar el vertigo existencial en un portero de fut-
bok ai siquiera Camus, que habia sufride los rigores del
dreachica, registré In angustia terminal bajo los tres palos.
Con Josef Bloch, el guardameta que trabaja de mecini-
coy llevaapellido de ildsofo, Handke logra unimpecable
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antihéroe de la posguerra europea. La trama ocurre fuera
dela cancha y s6lo al final, a la manera de Roquentin en
La ndusea, Bloch encuentra en la técnica de tirar penales
tuna clave para las arbitrarias reglas del mundo,
Exiliado en el drea de los 16.50, el guardameta es el so-
litario de la contienda. El piblico sélo se fijaen él cuando
lo atacan. ¢Cmo es el portero cuando su equipo avanza?
Nadie lo sabe. En cambio, ante el tio penal todos lo mi-
ran, pero entonces tiene muy poco que hacer: sisemueve,
cs presa del tirador; su tinica ventaja es la quietud, aguar-
dar aque el otro falle ydispare el balén a sus manos. Josef
Bloch tiene que alejarse mucho de la meta para entender
esta verdad, |
‘Wenders calca la historia de Handke; Bloch va de una
ciudad otra, sin mdsinterés que ofrcancionesen las roco-
las y leer los resultados del futbol en el periédico. Como
el protagonista de El extranjero, comete un crimen inmo-
tivado, Sin embargo, el héroe de Camus al menos tiene |
tuna excusa panica: ue el sob»; cegado por el resplandor,
sedesconoceasi mismo y ala del gatillo. En cambio, Hand-
ke describe la muerte con un distanciamiento digno de
Ernst Jiinger: «inesperadamente le puso las manos en la
garganta, Al momento comenzé a apretar tan fuerte que
‘ella ni por un instante se le ocurrié tomarselo en broma
(..) Finalmente escuchd un sonido parecido aun eryjido,
Le parecié como el ruido que hace una piedra al golpear
deprontolapartedeabajo de un coche en un camino vec-
malllenode baches. Enel suelo delindleo habiancaido go-
tas de saliva»
Narrada por Wenders, aescena es atin més fra. Lamu.
jer yace en un sofay el hombre parece darle un masaje: en
Ja siguiente toma, Josef Bloch est en el piso; al fondo,
cuelga la mano inerte de la mujer.
En una época de renovaciones formales, Wenders sur-
ge como el menos audaz de los directores alemanes. El
‘miedo del portero al penalty es una transposicién demasia
do fiel dela novela. Quien haya leido a Handke extrafiard
la prosa que otorga relieve a escenas que, por si mismas,
carecen de otra fuerza que la de ser cotidianas..
Conciente delaimposibilidad de filmar un estilo litera-
rio, en su siguiente pelicula, La letra escarlata, Wenders
traté de superar laservidumbreal texto con una atmésfera
paranoica, alucinada, La mayor extravagancia de la pelt
cla es la musica, omnipresente, ampulosa, que logra un
letal efecto de contraste: el drama de los pioneros purita-
nos de los Estados Unidos es acompafiado por un estr-
dente organillo que hace pensar en un parque de beisbol
co en el hilo musica! de un supermercado. La penosa pista
sonora obliga a recordar que desde Verano en ia ciudad,
Wendersha sido un extraordinario manipulador dela po-
tencia visual del sack y de otros ritmos contemporincos
(lamnisica de Madredeus en Historia de Lisboa); para él, lo
antiguo funciona mejor como ruina que como reereacién
ade época», y acaso este repudio de la fidelidad ehistérica»
osnLosesexplique que el mismo cineasta que otorgé una renovada
texturaal desierto con el slide en la guitarra de Ry Cooder
se haya embarcado en las aberraciones sonoras de La letra
escarlata
Wenders filmé la novela de Hawthorne entre 1972 y
1973, Hasta ese momento, e cineastaal quenadalleintere-
satanto como una historia, es incapaz de narrar por cuen-
ta propia. El joven Wenders parece tener un respeto exce-
sivo por la imaginacién ajena. De 1977 1982, esterespeto
lecostar4 cinco aflos de agonia: la filmacién y lacirugia en
la moviola de Hammett, su fallida recreacién de la vida
~y de una posible teama— del autor de Cosecha roja. «Los
gingsters y los dioses no hablan, mueven la cabeza, y todo
se cumple», ha escrito Roland Barthes. Hammett encara
tun universo convencional, de iconos precisos, que sdlo
puede ser tratado con la reverencia del mitdgrafo o la sub:
versién del artista parddico. Wenders no es Jo uno ni lo
otro. Sutalentoestribaen sacar de contexto los arquetipos
de la cultura pop, en desarreglarlos para otorgarles una
nueva légica. Incluso en un desastre narrative como Lejos,
tan cerca hay hallazgos de este tipo; Ia mejor escena pro-
viene de un desplazamiento dela iconografia contempor’
nea: el emblemitico Peter Falk aparece con todo y su in
permeable ante las edmaras de un sistema de seguridad;
con Ia presencia del actor, el cireuito cerrado se transfor-
‘macn unirreal episodio de Columbo. Lo mismo puede de-
cirse de los gestos de western en Pards, Texas, 0 de las citas
alas peliculasde Nicholas Ray en Reldmpago sobreel agua.
En sus momentos mis logrados, Wenders desorganiza fil
mes previos ylosintegraa sussingulares visiones. Cuando
no transgeede la realidad que admira, como en La letra es
carlata 0 en Hammett, sus personajes son siluetas frlas,
edioses que no hablan.
La pasién y Ia dificultad para encontrar historias levé
a Wenders a una singular pelicula de transicién, La situa-
cidn de las cosas (1981), que trata de un director devorado
porauentomo,incapazdecompetarun filme. En Ports
al, un grupo de actores aguarda las indicaciones de un
et ue Use HIG epee es Tele Reet
ler egotle W elers aust STS peticls ole pote
varalossuyosal extravio. De modo perverso, esas su pe-
licula. La situacién de las cosas anticipa Historia de Lisboa,
no sélo porque comparten escenarios, sino porque lacin-
Scrererl ater cartiites aielgsler ater
tuna trama, una suerte de taller cuyo principal mérito con-
sisteen preservar las dudas y las disyuntivas, en no decidir
deltodo,en no disponerde unahistoria «resuelta». Loque
vemos es una versién en la que atin hay accidentes. Este
afin desesperado, por momentosirritamte, deconservarla
espontaneidad narrativa, también anima los documenta-
les Relémpago sobre el agua, que retrata la muerte de Ni-
cholas Ray, y Tokio-Ga, bitacora de viaje al Japén de
Ozu,
‘A partir de Alicia en las ciudades (1973-1974), Wenders
encontré su modo personal de contar historias. La pelfcu-
lateata, justamente, de la derrota de un escritor. Contra
tado por una revista de viajes, Felix Winter recorre los Es-
tados Unidos, pero en lugar de un reportaje entrega una
caja lena de fotografias. Hla Hegado a un punto en el que
esincapaz, no s6lo de contar historias, sino de ofr su pro-
pio mondlogo interior. Se dispone a volver a Alemania,
donde nada importante parece reclamarlo, cuando recibe
Ja encomienda de cuidar a una nifia alemana en Nueva
York. La madre de la nifa desaparece, Winter decide re-
gresarla a casa y so le otorga a su vida primero un singin
de molestias y luego un sentido repentino. Alicia ignora
todo de su familia, mezela verdades con mentiras, da pis-
tas falsas, se presenta como una dificil pagina en blanco:
tiene muchas formas de ser narrada. Alicia se resiste como
‘un material fascinante y caprichoso, hasta que por fin un
destino le resulta posible. Como el protagonista de Paris,
‘Texas, Winter triunfa restituyendoa otra persona su ver-
dadera historia
Rara vezun cineasta ofrece los borradores que descart6
en pos de su historia. Como Antonioni en Mak alld de las
ubes (y quiz ésta fue unade las razones por las que trabax
jaron juntos), Wenders es un maestro de las tramas suel-
tas, descartadas, las sombras narrativas que produjeron
los cuerposen la pantalla. En Historiade Lishoa (1994) esta
biisqueda se refuerza con la critica al cine degeadado por
lapublicidad y latelevisién. La Aldea Global esun mauso-
leo porque sus imagenes son previsibles, inmodificables,
instantineamente péstumas. Para el coleccionista de tra-
‘mas inconclusas, el cine vale precisamente por sus derro-
‘as, porlaimposibilidad deencontrarlaaventura final, de-
finitiva.
Cuando coordind el niimero 400de Cahiers Cinema,
Wenders escogié como tema unitario los guiones fracasa
dos, el cine concebido y escrito pero no filmado. En su ad
mirable prélogo al cine conjecural, afirma: «escribir es la
angustia. Un guién, un articulo, una charla: siempre eso
mismo, Las palabras, inevitablemente, llegan demasiado
tarde; tal parece ser su naturaleza. La paradoja: el cine co
‘mienza siempre con palabras, son las palabras las que de-
cidensilasimagenes tendrin derecho anacer. Las palabras
son el limite que wna pelicula debe superar para que las
imagenes puedan exist»
Este es el niicleo de la estética de Wenders: encontrar
palabras que se disuelvan en imagenes, dar con un pretex-
to narrativo suficientemente poderoso para desaparecer 3
riitad del camino y ceder su sitio a una historia inespera-
da, Un hombre mudo aparece en el desierto con una foto-
¢graffa del lugar donde nacié, un lote sin nadie con un nom-
bre improbable: Paris, Texas. Un Angel capaz de oir los
pensamientos de la gente descubre en una trapecistael cie
lo inferior de los humanos. Una nifia perdida en Nueva
‘York encuentra al guia dspero y definitivo que le encon-
trardunacasaen Alemania. Asfocurren algunas delasme-
2jores historias de nuestro tiempo. Wenders se sive de un
‘elemento disruptor —el mudo vuelve a hablar, el Angel es
hechizado por la mujer, la nifa obliga a su guardian a se-
guir la ruta que él buseaba en secreto— para acceder a una
historia que sélo se revelar§ con nitidez avanzada la pe-
licula, Paris, Texas, Lasalasdel deseo y Alicia en lascindades
parten de un exteavio para llegar a un destino, aun tiempo
sorpresivo y congruente, que sucede con la rara delibera-
cidn del azar y del deseo.
Historias halladas a mitad del eamino, las de Wenders
requiieren del fuego de la iniciacién: los personajes deben
merecer st suerte. En Parts, Texas, el protagonista recupe-
rast identidad y logra un aeto de reparacién —devolverle
el hijo a la mujer que amé— pero sélo a costa de quedar
fuera de lahistoria, Este precio es avin mis ato en Las alas
deldleseo (1986-1987): renunciar ala inmortalidad para ob-
tener el reducido paraiso de los hombres, En Alicia en las
cindades, el adulto y Ia nifia se acompafian en su forzosa
travesfa por Alemania pero la meta es una bifurcacién:
cuando se detenga el tren que avanza en la iltima toma,
empezar’ la vida separada de los protagonistas.
‘Wenders discute las infinitas posibilidades de narrar y
le otorga un extremo valor literario alas imagenes. Hasta
el fin del mundo (19901991) es una intensa y desmedida
parabola sobre la bisqueda de una historia que leva a los
ms variados confines del planeta y que transcurre antes
de que un satélite caiga ala cuando el accidente se
prodiice, la protagonista esti en Australia y en su asom-
brada supervivencia descubre que la vida terrestre no ha
terminado y que todos los aparatos se han descompuesto.
En ese péramo sin clectricidad, no hay otras fuentes que
elcerebro y los ojos para procucir imagenes: los persona-
jes aprenden, recwerdan, que el suefio y Ia lectura son es-
pacios donde las imagenes ocurren en ausencia,
‘Hastael fin del mundo roca el punto decisivo de la mira-
da como un atributo del cerebro. No necesitamos de la
medidsfera y su Iluvia de iconos para recibir estimmulos vi-
suales; para ello bastan las historias conversadas o lefdas.
Los libros no contienen imagenes pero las producen con
a lectura; son inmensos depésitos de visualidad latente.
Hasta fin del muidollevaauna posteridad sin tenologia
donde las historias dependen de los mésativicos recurso:
‘pocas veces el cine ha rendido mayor tributo ala literatu-
ra, El homenaje debia venir de quien concibe las narracio-
nes como terapias parala existencia, Al renunciar asulen-
uaje inefable, los angeles adquieren el privilegio de con-
Vertirse en seres narrables. La primera toma de Paris, Te:
-xas resume este procedimiento: un hombre que ha perdi-
do la vox avanza en busca de la historia que lo alivie. Esta
es la moral profunda de Wim Wenders: escindidos de los
demis y de nosotros, necesitamos quellas pasiones se orgi-
nicen en el mundo conereto de los desiertos, los vasos, Jas
tazas, los autos numerosos. Quien tenga el temple de ex-
traviarse y metezca sus heridas, conocers la tinica forma
de curarse del destino: ser narrado, formar parte de una
historia. @
possn.oses