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Tiempo de subjetividad
Manuel Cruz (compilador)
Manuel CTuz
eompilado r

Decae la subjetividad, se ha afirmado, pero, en tanto esté en , Paidós


Paidós
entredicho, es también tiempo de ésta. Hablar de tiempo de
subjetividad, como se propone aquí, es situarse en un terri-
torio entrecruzado por muchos senderos. Desde el lugar
Básica
Básica
Tiempo de
cogido, lo que se divisa es una filigrana ·de rutas, una trama
de caminos por recorrer, que pronto abandona su inicial
apariencia de abanico de opciones entre las que escoger,
subjetividad
para mostrar su auténtica condición de red teórica (o at-
mósfera intelectual) en cuyo interior se encuentra atrapado
el hombre contemporáneo.
A lo largo del texto, esta percepción mutará en convenci-
miento, modesto pero firme. El convencimiento de que, más
allá de críticas y dificultades, la categoría de subjetividad
representa, como reza el título de la tercera parte, una difi-
cultad necesaria, un ámbito teórico fecundo a la hora de
intentar arrojar algún tipo de luz sobre lo que nos ocurre.
El origen del presente volumen encuentra en los traba-
jos de investigación que una parte de los colaboradores del
mismo (Antonio Aguilera, Fina Birulés, Román G. Cuar-
tango, Santiago López Petit y el compilador, Manuel Cruz)
viene desarrollando en el Departamento de Historia de la
Filosofía de la Universidad de Barcelona. Además de ellos,
participan en el libro José María González, Carlos Moya,
José Luis Pardo, Nicolás Sánchez Durá, Antonio Valdecan-
tos, Gerard Vilar y Antoni Vicens.

ISBN 84-493-0265-X
32086

9 788449 302657
1 1
Tiempo de subjetividad

Df
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Paidós Básica Manuel Cruz
(compilador)
últimos títulos publicados:

37. S. J. Taylor y R. Bogdan- Introducción a los métodos cualitativos de investigación


38. H. M. Feinstein - La formación de William James
39.
40.
H. Gardner- Arte, mente y cerebro
W. H. Newton-Smith - La racionalidad de la ciencia Tiempo de subjetividad
41. C. Lévi-Strauss -Antropología estructural
42. L. Festinger y D. Katz - Los métodos de investigación en las ciencias sociales
43. R. Arrillaga Torrens -La naturaleza del conocer
44. M. Mead - Experiencias personales y científicas de una antropóloga
45. C. Lévi-Strauss - Tristes trópicos
46. G. Deleuze - Lógica del sentido
47. R. Wuthnow y otros -Análisis cultural
48. G. Deleuze- El pliegue. Leibniz y el barroco
49. R. Rorty, J. B. Schneewind y Q. Skinner- La filosofía en la historia
50. J. Le Goff - Pensar la historia
51. J. Le Goff- El orden de la memoria
52. S. Toulmin y J. Goodfield- El descubrimiento del tiempo
53. P. Bourdieu - La ontología política de Martin Heidegger
54. R. Rorty - Contingencia, ironía y solidaridad
55. M. Cruz - Filosofía de la historia
56. M. Blanchot- El espacio literario
57. T. Todorov - Crítica de la crítica
58. H. White- El contenido de la forma
59. F. Rella -El silencio y las palabras
60. T. Todorov- Las morales de la historia
61. R. Koselleck- Futuro pasado
62. A. Gehlen - Antropología filosófica
63. R. Rorty - Objetividad, relativismo y verdad
64. R. Rorty - Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos
65. D. Gilmore - Hacerse hombre
66. C. Geertz - .Conocimiento local
67. A. Schütz- La construcción significativa del mundo social
68. G. E. Lenski- Poder y privilegio
69. M. Hammersley y P. Atkinson- Etnografía. Métodos de investigación
70. C. Salís - Razones e intereses
71. H. T. Engelhardt - Los fundamentos de la bioética !)II'AilTAMENTO Dli
72. E. Rabossi (comp.)- Filosofía de la mente y ciencia cognitiva v Ck!Kh:lisl
73. J. Derrida- Dar (el) tiempo. l. La moneda falsa
74. R. Nozick- La naturaleza de la racionalidad
75. B. Morris - Introducción al estudio antropológico de la religión
76. D. Dennett- La conciencia explicada. Una teoría interdiscipl(nar
77. J. L. Nancy- La experiencia de la libertad
78. C. Geertz- Tras los hechos
79. R. R. Aramayo, J. Muguerza y A. Valdecantos - El individuo y la historia
80. M. Augé- El sentido de los otros
82. T. Luckmann - Teoría de la acción social
86. M. Cruz (comp.) - Tiempo de subjetividad
87. C. Taylor - Fuentes del yo
SUMARIO

INTRODUCCióN: Ese extraño problema que nos constituye


Manuel Cruz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Primera parte
GENEALOGÍAS DE LO MISMO

l. El individuo y la sociedad
José María González ................................... . 19
2. La persona y la cultura
Nicolás Sánchez Durá ................................. . 39
3. La identidad y la práctica
Gerard Vilar ......................................... . 65
4. El yo y lo psíquico
Antoni Vicens ........................................ . 85
S. La conciencia y el pensamiento
Román G. Cuartango .................................. . 101

Segunda parte
DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD

6. El sujeto escindido
Antonio Aguilera ...................................... . 121
Cubierta de Mario Eskenazi 7. El sujeto inevitable
José Luis Pardo ........................................ . 133
1.a edición, 1996 8. El sujeto enunciado
Carlos Moya .......................................... . 155
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizaci6n escrita de los titulares del <<Copyright», bajo las 9. El sujeto imposible
sanciones establecidas en las leyes, la reproducci6n total o parcial de esta obra por cualquier método o Santiago López Petit ................................... . 185
procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distríbuci6n de ejemplares
de ella mediante alquiler o préstamo públicos. 10. El sujeto construido
Antonio Valdecantos ................................... . 199
© de todas las ediciones en castellano,
Ediciones Paid6s Ibérica, S.A.,
Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona Tercera parte
y Editorial Paid6s, SAICF, UNA DIFICULTAD NECESARIA
Defensa, 599 - Buenos Aires.
11. Del sujeto a la subjetividad
ISBN: 84-493-0265-X Fina Birulés .......................................... . 223
Dep6sito legal: B-15.848-1996
NOTAS BIOGRÁFICAS ......................................... 235
Impreso en Novagr.Hik, S.L.,
Puigcerda, 127 - 08019 Barcelona

Impreso en España - Printed in Spain


INTRODUCCIÓN

ESE EXTRAÑO PROBLEMA QUE NOS CONSTITUYE

Manuel Cruz

Este libro no es otra cosa que el desarrollo teórico de un conven-


cimiento. El convencimiento latía ya, discretamente explícito, en los
trabajos que componían aquel otro Individuo, Modernidad, Histo-
ria, 1 del que en cierto modo el presente texto es continuación. Allí
se insistía en el lugar estratégico que ocupa la reflexión metahistó-
rica en el conjunto del pensamiento contemporáneo, se subrayaba
el hecho de que el discurso histórico tiene frontera con diversos dis-
cursos acerca de lo humano (la filosofía política, la ética, la histo-
riografía ...) y de que es precisamente esta específica ubicación la que
le proporciona una perspectiva privilegiada para abordar las tareas
que hoy le son propias. Pienso -y me gusta pensarlo- que lo que
aquí se aborda constituye algo más que la mera prolongación de
aquella problemática: se pretende más bien un paso en la dirección
de cumplir adecuadamente aquel programa. No era la elegida, por
supuesto, la única opción. 2 Pero se nos aparecía como cargada de
razones (de buenas razones, como acostumbran a decir los filósofos
analíticos) y, en cualquier caso, era la más veraz, la que reflejaba
más adecuadamente la naturaleza del debate en el que se encuentra
instalado nuestro equipo de investigación (Aguilera, Birulés, G. Cuar-
tango y López Petit, de entre los colaboradores del libro, forman parte
de él), y del que convendrá que se diga algo antes de empezar.
Algunos recordarán la afirmación: si esencia y apariencia coin-
cidieran, no haría falta la ciencia. La función de la ciencia, y acaso
del conocimiento en general, sería, según esto, la desocultación, el
desvelamiento o cuando menos el acuerdo entre esas dos dimensio-
nes de lo real que a menudo parecen actuar de acuerdo a lógicas

l. M. Cruz (comp.), Individuo, Modernidad, Historia, Madrid, Tecnos, 1993.


2. Otra forma, del todo heterogénea respecto a ésta, pero ciertamente enrique-
cedora, al tiempo que ilustrativa de la variedad de perspectivas que intervienen en
esta polémica, es la presentada por James 'D. Faubion en su reciente compilación
Rethinking the Subject, Boulder-San Francisco-Oxford, Westview Press, 1995.
10 TIEMPO DE SUBJETIVIDAD ESE EXTRAÑO PROBLEMA QUE NOS CONSTITUYE 11

.. El éxito consistiría entonces en conseguir ponerlo todo dio una pista para empezar a responder a las preguntas anteriores
a la vista. El Ideal del saber sería la visibilidad. El tópico ha dado al señalar que la dialéctica entre la revelación y el ocultamiento es"
lugar a una abundante literatura filosófica que alcanza hasta estos algo inherente a la vida social. Y Richard Sennett, más recientemente,
días. La discusión sobre las filosofías de la sospecha -¿es de fiar ha afirmado que el grado de teatralidad de una sociedad da la me-
lo que se ?os se reavivó en la década pasada (Vattimo dida de la vitalidad de su esfera pública. Para Sennett, uno de los
se encargo de atizar el fuego) y dista de estar concluida. Pero inclu- autores que de modo más abierto ha defendido esta posición, la tea-
?.o una formulación tan esquemática no consigue ocultar la comple- tralidad constituye un elemento indispensable para una vida social
del Porque Marx, cuando hablaba de la desaparición sana.
final de la ciencia, estaba pensando en la ciencia de la historia. La Este último adjetivo no debería entenderse únicamente en senti-
esencia que vendría oculta para nosotros sería la que gobierna el do funcional, sino también gnoseológico. Con términos menos es-
d.esarrollo sociedad, el corazón secreto del dispositivo que pecializados: la obsesión por ponerlo todo a la vista no conduce ne-
nge el de lo colectivo. Ahora bien, este esquema, cabe cesariamente a conocernos mejor. Ni a nosotros mismos, ni a los
preguntarse, ¿vale Igualmente para cualquier otra dimensión de lo demás. La obsesión es, por su propia naturaleza, obscena. Se adver-
real? Supongamos esa otra realidad que son los individuos. ·Se tra- tirá que para que este punto de vista parezca plausible se-requiere
duciría para ellos el ideal de visibilidad por un ideal de autent1cidad? una determinada concepción realista del mundo y de sus elemen-
Aunque los términos inviten a ello, no habría que deslizarse de- tos. Cuando se parte de la convicción -obvia sólo en el lenguaje-
ma?iado deprisa los territorios de la ética, siempre tan resba- de que las cosas son lo que son, y de que hay lo que hay, al conoci-
ladizos. Verdad, ciertamente, es un término ambiguo, que admite di- miento no le resta más recorrido que el que conduce a levantar acta
ferentes parejas, según el ámbito del que se trate. Lo otro de la verdad del estado de cosas, a completar el inventario de los objetos existen-
puede ser tanto e.l error como la falsedad o la mentira. Todo depende tes. Cumplimentada esa tarea, el conocimiento deja de ser necesa-
de que sea de carácter científico, lógico o lingüísti- rio o, tal vez mejor, no le queda a qué aplicarse. Desaparece porque
. co. ¿Y que tipo de discurso, yendo a lo nuestro, sé precisa para conocer se ha realizado. Cuando lo real triunfa, el conocimiento, apenas su
a los homb.res? no de ser una forma desplazada de pre- pálida sombra, abandona la escena.
guntarse SI los Individuos disponen de una esencia susceptible de Los defensores de la teatralidad, por el contrario, consideran que
ser tras las apariencias a 1?-enudo engañosas o mendaces. no hay esencia susceptible de ser finalmente desvelada, lo que en
. . :n la respuesta negativa -la positiva podemos an- el caso de los individuos significa que no cabe hablar de identidad
ticipar sin demasiada dificultad dónde nos lleva: es un camino explo- personal que deba terminar por mostrarse aplicando correctamen-
rado-. En tal caso ¿qué significaría el «no»?, ¿que no hay esencia te el conocimiento. Complemento obligado de esto es una diferente
o que no es detectable?, ¿o existe un tercer significado, escamotea- consideración de lo que antes se juzgaba como mera apariencia en-
do tras los usos más o menos esclerotizados de las palabras ?3 Pues- gañosa, oscura mediación cuya única tarea era la de ocultar el obje-
to que la perspectiva filosófica es la hegemónica en el presente vo- to. Tiene sentido, claro está, continuar hablando de interioridad o
vez de utilidad ahora compensar un poco ese de cualquier otra categoría semejante (intimidad, privacidad...), pero
dominio Introduciendo los enfoques propios de saberes de diferen- hay que evitar identificarlas con la identidad supuestamente esen-
te naturaleza (a fin de cuentas, han sido autores procedentes de otras cial. A fin de cuentas, cuando alguien afirma su identidad lo hace
disciplinas quienes en mayor medida han contribuido en los últi- al mismo tiempo para sí y frente a los otros. No basta con la propia
mos tiempos a reactivar el interés hacia estos temas).4 Simmel nos convicción de creerse diferente: aquellos otros deben sancionar (re-
conocer) la diferencia. 5 Ambas dimensiones se requieren recíproca-·
3. Manfred Frank ha emprendido una vigorosa discusión filosófica con los que mente. El individuo está obligado a mantener su identidad tanto en
llama «detr.actores la individualidad» (para él, posmodernos y desconstructivis-
tas) en su hbro La pzedra de toque de la individualidad, Barcelona, Herder, 1995.
4. Como .muestra podría citarse el caso de Anthony Giddens y de sus dos libros S. Véase Frédéric de Buzon, «l:individu et le sujet», en Elisabeth Guibert-
Consecuenczas de la modernidad, Madrid, Alianza, 1993, y Modernidad e identidad Sledziewski y Jean-Louis Vieillard-Baron (comps.), Penser le sujet aujourd'hui. Ca-.
del yo, Barcelona, Península, 1995. lloque de Cerisy-la-Salle 1986, París, Meridiens Klincksieck, 1988.
12 TIEMPO DE SUBJETIVIDAD ESE EXTRAÑO PROBLEMA QUE NOS CONSTITUYE 13

la dimensión vertical de su biografía («en su tránsito por los diver- sino producido (o, desde un ángulo diferente, se percibiría que el re-
sos estadios, a menudo contrarios, de su vida», Habermas), como quisito simmeliano «el saber con quien se trata es la primera condi-
en la dimensión horizontal, es decir, en la simultánea reacción fren- ción para tener trato con alguien» es un requisito fuerte). No hay
te a,diversas estructuras de expectativas. Está obligado, entiéndase, esencia a desvelar, sino identidad a construir.
para asegurar la continuidad y consistencia en el cambio de sus cir- Como casi siempre, el problema consiste en aceptar esto para uno
cunstancias personales y a través de sus variables posiciones en el mismo. Curiosamente, no nos representa esfuerzo alguno conside-
espacio social. 6 La identidad es, pues, un imperativo de lo que hay. rar a los otros como constructos, artificios, invenciones, mientras
Aquello que nos permite hablar en primera persona en cualesquie- que se diría que alguna convicción central referida al propio yo se
ra situaciones y momentos. arruina cuando parte del sentido de la identidad escapa a nuestro
Por consiguiente, la reivindicación de un individuo interior por control. ¿Qué valor posee, entonces, lo que uno cree saber de sí? Des-
completo, plegado sobre sí mismo y autosuficiente deja sin pensar de una perspectiva sociológica su valor es escaso o, más exactamen-
todo un dominio de relaciones absolutamente constituyentes del su- te, relativo, sintomal, 8 pero tampoco cabe prescindir de él. Porque
jeto. Nuestras relaciones en público (Goffman tiene escrito un inte- si la identidad es el correlato sociológico del yo, no hay identidad
resante libro con este título) representan el modo en que queremos sin yo que la sostenga. No se trata de defender ninguna forma de
ser vistos y, por tanto, considerados. Podrá decirse que esa aparien- eclecticismo, moderado equilibrio o justo término medio. Entre otras
cia no siempre es verdadera, que el individuo puede proponerse apa- razones porque esas dos dimensiones fundantes de la realidad del
recer distinto a como es. Ciertamente es ésta una prerrogativa de sujeto son, ellas también, históricas y, en cuanto tales, han ido va-
todo sujeto, pero que no lo coloca al margen de la identidad sino riando en su naturaleza y en sus relaciones recíprocas hasta llegar
que la determina específicamente (i.e., no le hace perder su condi- a la situación actual en la que tal vez lo característico sea la ten-
ción de sujeto si en efecto su conducta responde a un propósito). sión, el encono, la dificultad para hacer coexistir ambas esferas.
Quien dice mentiras sigue siendo sujeto, sólo que mentiroso. 7 De ahí que al empezar a reconstruir el debate que ha originado
Pero lo que en cualquier caso interesa destacar de esto es que este libro se prefiriera posponer la introducción de la categoría de
esa imagen puesta en circulación por el sujeto genera sus propios autenticidad. Servirse de ella implicaba dar demasiadas cosas por
efectos, pone en marcha un proceso de asignación de identidad re- supuestas, admitir sin crítica ese nuevo sentido común dominante,
lativamente autónomo. Así, puede llegar a ocurrir que terminemos de corte rousseauniano, que establece que el yo es el fundador de
por ser lo que los demás creen de nosotros, incluso a pesar de nues- la verdad y considera el espacio público como el ámbito de la mera
tra opinión al respecto. No habría nada de paradójico en este resul- convención. La autenticidad despacha a solas con el yo: su conteni-
tado. Se estaría evidenciando con él que la verdad no es algo dado do consiste en la exposición en privado de nuestros sentimientos.
Lionel Trilling (Sincerity and Autenticity) ha propuesto distinguir esta
categoría de la de sinceridad. Sinceridad sería la exhibición en pú-
6. «La forma en que construyes tu identidad se basa en la forma en que constru- blico de lo que se siente en privado: una virtud ligada a la honesti-
yes tu deseo y concibes la muerte: el deseo de ser reconocido, el ansia de obtener
visibilidad, la que Edward Said llamaría afiliación. Es el anhelo de pertenecer, una dad, la lealtad, la verdad a uno mismo, pero entendido como un ser
necesidad profunda y visceral [...] al hablar de identidad tenemos que empezar por externo, como un individuo que juega varios roles en la sociedad.
estudiar las diversas formas en que los seres humanos han construido su deseo de Ahora vemos por qué los territorios de la ética son siempre tan
reconocimiento, asociación y protección a lo largo del tiempo y el espacio, y siem- resbaladizos: porque dependen de una determinada imagen de la rea-
pre en unas circunstancias que ellos no han elegido», Cornel West, «The Black Intel-
lectual» (Cultural Critique, otoño de 1985), citado por Kevin Power, «Problemas de
identidad» en F. Jarauta (comp.), Otra mirada sobre la época, Murcia, Colegio oficial 8. Aunque hay otras perspectivas en las que un juicio ponderado
de Aparejadores y Arquitectos Técnicos-Librería Yerba-Cajamurcia, 1994, pág. 279. chos más matices. Harold A. Goolishian y Harlene Anderson en su trabaJO «Narrati-
7. Siendo irrelevante a estos efectos que la razón la lleve Wittgenstein o Searle. va y self» (en Dora Fried Schnitman, Nuevos Paradigmas, Cultura y Subjetividad, Bue-
Como es sabido éste ha puntualizado (en su Expression and Meaning) que el error nos Aires-Barcelona-México, Paidós, 1994, págs. 293-296), al analizar lo que llaman
wittgensteiniano de las Investigaciones filosóficas en relación a la mentira consiste «algunos dilemas posmodernos de la psicoterapia», han mostrado la importancia
en considerarla un juego autónomo del lenguaje, cuando en realidad constituye una que tiene para la psicología y la psicoterapia atender a esos modos concretos en que
violación de las reglas semánticas del juego del discurso acerca de lo real. nos narramos a nosotros mismos, a los otros, y en que somos narrados por ellos.
14 TIEMPO DE SUBJETIVIDAD ESE EXTRAÑO PROBLEMA QUE NOS CONSTITUYE 15

lidad. La privacidad como ámbito privilegiado de lo real, donde ha- padeciendo lo público (privatización, opacidad, patrimonialización...).
bita como virtud-reina la autenticidad, es, como se acaba de seña- Nada por casualidad se ha recordado últimamente aquella otra idea
lar, el resultado de la evolución histórica de las sociedades occiden- de Simmel: el progreso -de la civilización consiste en que «Van ha-
tales. Un rostro más de lo público, si se prefiere, pero que oculta su ciéndose más públicos los asuntos de la generalidad y más secretos
propia La verdad de los hombres no es un pequeño teso- los de los individuos». Por eso el sentido de todas estas recomenda-
ro escondido en el sagrario de la intimidad de cada cual. Es más ciones en ningún caso apunta a reintroducir una imagen del sujeto
bien una apuesta abierta que se resuelve sobre el tapete de la vida como un refugiado -cuando no un resistente-.
social: un particular modo de exponerse -aceptando el doble senti- En el fondo, la vieja dicotomía marxiana planteada al comienzo
do de palabra: mostrarse y como correr un riesgo-. El jue- reconfortaba al individuo, atribuyéndole una soberanía absoluta so-
go, tiene sus reglas o, cambiando de imagen, la vida bre su verdad esencial, y a la sociedad, prometiéndole una obvia
s?c1al mucho de representación teatral, 9 pero es que la since- transparencia en el futuro. Hoy, más bien, tendemos a pensar esas
ndad no tiene por qué equivaler a impudor, a absoluta desnudez ante relaciones como una tarea, no como el cumplimiento de una prome-
la mirada ajena. Sinceridad es una determinada calidad de compro- sa. Importa menos, a la hora de definir al sujeto, su capacidad (in-
miso con la realidad. · · discutida) de dominio y de transformación del mundo que la distan-
Lo que equivale a decir que los hombres deciden de la calidad cia que él toma respecto a esta misma capacidad, a los apartados
de su.s no siendo de recibo la consideración, sumaria y y a los discursos que la ponen en obra. Lo cual no significa en modo
de pnnc1p1o, segun la cual el entero ámbito de la apariencia carece alguno negar el mundo social en el que surge, sino constituirlo en
de valor. Puede carecer, por supuesto, pero la responsabilidad de esa el espacio desde el que reivindicar el derecho del sujeto a ser actor,
será entonces de los propios sujetos. Detengámonos aquí, su voluntad de protagonizar la propia existencia. Por decirlo a la
JUsto ante la (responsabilidad) sobre la que nuestro equi- manera de Giddens: «Vivimos en un tiempo en que la misma expe-
po trabaJar en un futuro inmediato. Y añadamos alguna riencia privada de tener una identidad personal que descubrir, un
cons1derac1on acerca de la oportunidad de lo dicho. Tal vez resulte destino personal que cumplir, se ha convertido en una fuerza políti-
más todos una determinada dosis de respeto, ca de grandes proporciones». 10
y convenc1on en las relaciones interpersonales. Acaso, es- Poco más a añadir: el resto está expuesto en el texto. Si acaso
peCialmente en estos tiempos, haya que proteger la intimidad de tan- tan sólo señalar que sería deseable que, en buena medida, nuestra
tos abusos como es objeto. Casi tantos, por lo demás, como viene perspectiva empezara a transparentarse a partir del índice mismo.
Que el libro fuera legible, por así decirlo, desde su misma estructu-
ra. Se verá que lo hemos dividido en dos partes. En la primera se
9. Cuá.nto tenga de teatralidad es, sin duda, la cuestión por dilucidar. H. Arendt ha procurado mostrar cómo ese ámbito que hoy denominamos sub-
se ha servido del c.omentario etimológico acerca del término «persona» para propo-
ner su punto de VIsta al respecto. Repara la autora de La condición humana en el jetividad representa algo así como el espacio en el que diversos dis-
dato de que la máscara que en la antigüedad cubría el rostro del actor tenía en el cursos vierten sus determinaciones para configurar esa categoría
lugar de boca un gran agujero por donde la voz individual y no disfrazada del más amplia que denominamos sujeto. Con otros términos: nuestro
actor podm resonar: para destacar que es a esta resonancia a la que la palabra «per- supuesto es el de que, cuando los sociólogos (aquí se hará especial
sona» hace per-sonare (resonar a través) es el verbo del cual persona (más-
el sustantivo. La conclusión es que la máscara romana ilustra con mucha
referencia a la tradición que culmina con Norbert Elias) hablan de
preciswn la forma que a.Parecemos en la sociedad. El conjunto de roles por el individuo y piensan sus rasgos característicos, los éticos a lo largo
somos equivale a la máscara a través de la cual resuena, se mani- de su reflexión moderna y contemporánea (hasta llegar a Ch. Taylor)
fiesta, «algo smgular e indefinible y que, sin embargo, se puede identificar con una se sirven de la noción de identidad moral, los antropólogos reflexio-
absoluta». Conviene subrayar el sentido de la propuesta: lo que a Arendt más
nan sobre las condiciones necesarias para reconocerle a alguien la
le Importa es que los p.apeles o máscaras que el mundo nos impone («que hemos
de Y SI queremos participar por poco que sea en el juego del mun- condición de persona, determinados filósofos contemporáneos (como
do») son Intercambiables, y en esa misma medida, exteriores a nosotros. No se ha- D. Henrich o Tugendhat) se refieren a la conciencia, o cuando los
encadenadas para siempre a nuestro fuero interno. Véase H. Arendt, «El gran
JOC del rnón» (Saber, n. 13, primavera de 1987), pág. 33.
10. Anthony Giddens, Modernidad e identidad del yo, ed. cit.
,J6 TIEMPO DE SUBJETIVIDAD

psicoanalistas tematizan el yo -por decir únicamente los casos aquí PRIMERA PARTE
tratados-, están prefigurando, anunciando las determinaciones del
concepto que nos importa.
Eso, obviamente, no significa que hoy dispongamos de una ima- GENEALOGÍAS DE LO MISMO
gen unívoca o coherente del sujeto: significa tan sólo que las diver-
sas determinaciones con las que lo entendemos tienen ese variado
origen discursivo. Pero la realidad -la realidad teórica, se entiende-
es que al pensamiento actual le resulta posible hablar de diferentes
imágenes de lo subjetivo, tipificables en cierto modo por los cinco
adjetivos que hemos propuesto en la segunda parte. Así, el sujeto
escindido hace referencia a la imagen inspirada fundamentalmente
por el discurso crítico de inspiración benjaminiana y adorniana, el
inevitable se sirve de la crítica originada en Nietzsche a la idea de
yo, el enunciado aborda el planteamiento derivado de la filosofía ana-
lítica, el imposible se sitúa en una perspectiva inequívocamente po-
lítica, mientras que, por último, el construido, alude a todos esos en-
foques, limítrofes con -cuando no adentrados en- la sociología,
que ven a los sujetos como el resultado de la eficacia de dispositi-
vos colectivos suprapersonales o anónimos.
Hay algo, ciertamente, de aporético en alguno de estos desarro-
llos. En ellos mismos, en ciertos casos, y en su coexistencia· con los
demás por descontado. Pero este carácter forma parte de la natura-
leza de la discusión en cuanto tal. El énfasis con el que a lo largo
del volumen unos niegan lo que otros afirman es un indicio, peque-
ño pero significativo, de que el debate propuesto constituye para los
hombres de hoy un genuino espacio de intensidad teórica. No proce-
de arrogarse atribuciones conclusivas respecto a lo que los propios
autores han expuesto en forma inobjetable. Lo único que cabe legí-
timamente añadir es que la riqueza de las exposiciones nos ratifica
en la apuesta -que es como decir en el sentido del proyecto-. El
título de la tercera parte bien pudiera considerarse como la última
palabra del libro y la primera de lo que nos queda por pensar. Des-
de un convencimiento, ahora ya lo podemos decir, que se ha hecho
crecer, el convencimiento de que, con independencia de críticas y
dificultades, la categoría de sujeto y/o la de subjetividad represen-
ta, como está dicho, una dificultad necesaria, un ámbito teórico in-
soslayable a la hora de intentar arrojar algún tipo de luz sobre lo
que nos ocurre.
CAPÍTULO 1

EL INDIVIDUO Y LA SOCIEDAD

José María González

l. DOS TRADICIONES SOCIOLóGICAS

Resulta ya un tópico para muchos sociólogos la afirmación de


que una de las contraposiciones vertebradoras de toda la teoría so-
ciológica desde sus orígenes consiste en el dualismo entre indivi-
duo y sociedad. Así, por ejemplo, Theodor W Adorno y Max Hork-
heimer establecieron hace ya tiempo que las relaciones entre
individuo y sociedad representan el tema central de la ciencia so-
cial y que la fecundidad de las diferentes teorías sociológicas se mide
por su capacidad para penetrar en tales relaciones. 1 Y sin embar-
go, a pesar de la larga historia de la 1:1tilización de estos conceptos,
todavía hoy seguimos en desacuerdo acerca de su contenido, pues
\ «individuo» y «Sociedad» continúan siendo términos bastante equí-
vocos, especialmente cuando nos referimos a la relación entre ambos.
Ciertamente la oposición entre individuo y sociedad dentro de
la sociología puede verse, al igual que lo hace entre nosotros Carlos
( Moya, como una herencia del dualismo sujeto-objeto propio de la
epistemología moderna. Al preguntarnos por la razón de ser de la
sociedad podemos afirmar la primacía .del objeto sobre el sujeto del
conocimiento o viceversa. La sociedad puede ser concebida como
una realidad sustancial que engloba a los momentos individuales
o como un mero producto de la agrupación de individuos sobre quie-
nes recae el acento de realidad. 2
Pero no se trata sólo de un problema del conocimiento sino que
las distintas posturas en la contraposición individuo-sociedad seña-
lan a tradiciones opuestas de análisis social con premisas y conse-
cuencias políticas también opuestas. La tradición que hace hincapié
en el individuo se remonta a los orígenes de la sociología en el pensa-

l. Véase T. W. Horkheimer, La sociedad. Lecciones de sociología, Bue-


nos Aires, Proteo, 1971, pág. 45.
2. Véase C. Moya, Teoría sociológica. Una introducción crítica, Madrid, Taurus,
1971, págs. 61-62.
20 GENEALOGÍAS DE LO MISMO EL INDIVIDUO Y LA SOCIEDAD 21

miento ilustrado, mientras que la tradición que subraya la preemi- la sociedad fue positiva desde otro punto de vista: mediante la vi-
nencia de la sociedad hunde sus raíces en el pensamiento conserva- sión del individuo como producto social, Comte introdujo una pers-
dor posterior a la revolución francesa. 3 pectiva que habría de mostrar toda su validez en la soCiología pos-
Entre el individuo y la sociedad, la sociología se mueve como un terior.5
intento siempre renovado -y de creer a Adorno siempre frustrante- Por su parte, J ohn Stuart Mill, bien enraizado en la tradición in-
de mediació:il. Los conceptos de acción, interacción, rol, relación so- dividualista inglesa que conduce desde Hobbes a Locke, desde Hume
cial, grupo, institución, masa, estructura y sistema son los escalo- a Bentham y Adam Smith, se abrió camino en la lucha por un Esta-
nes a través de los cuales s.e trata de mediar lo que, en principio, do más liberal, basado en los derechos del individuo. El individua-
nunca debió estar separado. Pues no en vano ya Hegel había afir- lismo, calificado por Macpherson como posesivo, es el núcleo con-
mado la unidad de lo individual y lo universal, intentando superar ceptual que vertebra todas las concepciones filosóficas, políticas y
el dualismo de Kant, quien asignaba un lugar muy escaso a la me- económicas en Inglaterra desde el siglo XVII:
diación societaria, en beneficio de la subjetividad abstracta de la
persona moral en su singularidad. Pero volvamos al campo de la cien- . [...] el individuo, que es esencialmente el propietario de su propia
cia social. El problema ya se planteó en el momento fundacional de persona o de sus capacidades, sin que deba nada por ello a la socie-
la sociología como ciencia unida al surgimiento del positivismo: dad. El individuo no se veía como un todo moral; tampoco como par-
te de un todo social más amplio, sino como el propietario de sí mis-
Pese a la condenación de la metafísica, la incipiente teoría socio- mo. La relación de propiedad, que se había convertido cada vez para
lógica sería incapaz de superar la antítesis ontológica «colectivismo- más y más hombres en la relación críticamente importante que de-
individualismo». La oposición entre Comte y Stuart Mili-cuando la terminaba su verdadera libertad y su verdadera perspectiva de reali-
sociología apenas es más que una pretensión, un puro esbozo meto- zar todas sus potencialidades, se encontraba en la naturaleza del in-
dológico- expresará claramente este conflicto filosófico tradicional. 4 dividuo. El individuo, se pensaba, es libre en la medida en que es el
propietario de su propia persona y de sus capacidades. La esencia hu-
mana es la libertad de la dependencia de las voluntades ajenas, y la
Uno de los postulados fundamentales de la nueva «Física social» libertad es función de la posesión. La sociedad se convierte en un hato
postulada por Auguste Comte consistía en la prima- de individuos libres e iguales relacionados entre sí como propietarios
cía del todo sobre las partes que lo componen. Según este principio, de sus propias capacidades y de lo que han adquirido mediante el ejer-
resulta imposible comprender y explicar un fenómeno social particu- cicio de éstas. La sociedad consiste en relaciones de intercambio en-
lar sin situarlo en el contexto social global al que pertenece. Como tre propietarios. 6
consecuencia, el individuo debe subordinarse a la sociedad, a la hu-
manidad, concebida ésta como la totalidad real y categoría funda- Este individualismo determina también las teorizaciones acer-
mental que preside y organiza el sistema de las ciencias positivas. ca de la lógica de las ciencias sociales, dando origen a lo que más
Según afirman Adorno y Horkheimer, la sociología no siguió en tarde se llamaría «individualismo metodológico». Las raíces de este
sus comienzos un impulso progresista sino que, por el contrario, se punto de vista se encuentran ciertamente en Hobbes, pero su for-
situó en la corriente de las tendencias restauradoras que siguieron mulación más exacta habría que buscarla en A System of Logic de
a la revolución francesa, legitimando la supremacía de la sociedad J ohn Stuart Mill, donde puede leerse que las leyes de los fenóme-
sobre el individuo, la sumisión de la libertad individual al orden so- nos de la sociedad no son ni pueden ser otra cosa que las leyes de
cial. Y sin embargo, la subordinación comtiana del individuo a las acciones y pasiones de los seres humanos individuales unidos
en el estado social. 7
3. Un análisis más detenido de la importancia de estas dos tradiciones -la Ilus-
tración y el pensamiento conservador- en el caso más concreto del desarrollo de S. Acerca de las relaciones entre individuo y sociedad en la obra de Comte pue-
la sociología del conocimiento puede verse en el capítulo 7 del libro de E. Lamo de de verse el libro de Adorno y Horkheimer ya citado, especialmente págs. 51-53.
Espinosa 1J. M. González García 1 C. Torres Alberto, La sociología del conocimiento 6. C. B. Macpherson, La teoría política del individualismo posesivo, Barcelona,
y de la ciencia, Madrid, Alianza, 1994, págs. 147-173. Fontanella, 1979, págs. 16-17.
4. C. Moya, op. cit., pág. 63. 7. Véase J. Stuart Mili, A System of Logic, Londres, 9.a ed., 1875, vol. II, pág. 469.
22 GENEALOGÍAS DE LO MISMO EL INDIVIDUO Y LA SOCIEDAD 23

Por su parte, Herbert Spencer, en su sistema de filosofía social bien un producto de la sociedad que el autor de la misma. Pero an-
basado en la ley de la evolución o, como él la llamó, la ley del pro- tes de entrar en la exposición de Durkheim conviene retroceder en
greso, también adoptaba una posición de defensa del individuo frente el tiempo hasta la obra de Marx.
a la sociedad y al Estado. La tesis de Spencer acerca de la aplicabi- Frente a todo individualismo, Karl Marx tuvo conciencia de que
lidad universal de la ley de la evolución le obligó a sostener que el la sociedad es una realidad que penetra en el individuo y lo configu-
movimiento evolutivo tiende desde las sociedades militares al desa- ra, determinando su existencia e incluso su esencia. Pues, como afir-
rrollo del Estado de tipo industrial. Las tendencias de este tipo de mó en la tesis sexta sobre Feuerbach, «la esencia humana no es algo
Estado a intervenir y a imponer reglas sobre las fábricas, la sani- abstracto e inmanente a cada individuo. Es, en realidad, el conjunto
dad, la pobreza o la educación, le indujeron a expresar su temor por de las relaciones sociales». Si, por un lado, el individuo es el fru-
la «nueva esclavitud» y a atacar cualquier tendencia del Estado o to de las relaciones sociales, por otro, la sociedad es el producto de
de alguno de sus órganos a considerarse como absoluto. Considera- la acción recíproca entre los hombres:
ba que si la gran superstición política del pasado fue el derecho di-
vino de los reyes, la gran superstición política del presente consiste El carácter social es, pues, el carácter general de todo el movimien-
en lo que él denominó «el derecho divino de los parlamentos». De to; así como es la sociedad misma la que produce al hombre en cuan-
esta forma, para Spencer, si la tarea del liberalismo en el pasado to hombre, así también es producida por él. 10
consistió en limitar los poderes de los reyes, la función del libera-
lismo futuro será la de limitar los poderes de los padamentos en aras Según comenta Carlos Moya, en Marx la idea de una causación
de la defensa de la libertad y la iniciativa individuales. 8 Su ideal lineal del individuo a la sociedad o de la sociedad al individuo es
consistía en una sociedad industrial en la que el individuo lo fuera to- sustituida por el planteamiento de relaciones dialécticas de inter-
do y el Estado nada, en contraposición con el tipo de sociedad ante- dependencia entre ambos. La praxis, la acción de un sujeto en una
rior de tipo militar, ya caducada en el proceso evolutivo y en la que situación socialmente determinada es la nueva categoría que viene
el individuo estaba completamente subordinado a la colectividad. a superar la falsa disyuntiva entre individualismo y colectivismo. 11
Este acento en el individuo condujo a Spencer al desarrollo de Esta afirmación de la dialéctica individuo-sociedad pervive en
una «sociología sin sociedad», ya que esta última no tiene ninguna el pensamiento de Marx a lo largo de toda su trayectoria intelectual.
entidad propia y no consiste más que en la mera suma de los distin- Así, en el prólogo de 1857 a la Contribución a la crítica de la econo-
tos modos de cooperación de los individuos, como acertadamente mía política podemos leer su crítica a las robinsonadas individua-
criticó Durkheim: listas de los economistas clásicos que imaginaban a un productor
(cazador, pescador, ... ) solo y aislado de la sociedad: el individuo del
A pesar de las analogías biológicas sobre las que tanto insistió, siglo XVIII no es un ser surgido sin más de la naturaleza, sino que
Spencer no ve en las sociedades una realidad propiamente dicha, que se configura como un producto de la historia de la sociedad bur-
existe por sí misma y en virtud de causas específicas y necesarias, guesa, productd, por un lado, de la disolución de las formas de so-
que, por consiguiente, se impone al hombre por su naturaleza propia ciedad feudales y, por otro, de las nuevas fuerzas productivas desa-
y a la cual está obligado a adaptarse para vivir, así como al medio rrolladas desde el siglo XVI. Según afirma Marx, en la sociedad de
físico, sino un arreglo instituido por los individuos a fin de extender
libre competencia el individuo aparece como desprendido de los la-
la vida individual en duración y en amplitud. 9
zos naturales con sus semejantes, lazos que en épocas anteriores de
la historia hacen de él un engranaje de un conglomerado humano
Fue precisamente en la polémica con el pensamiento de Spencer
determinado y delimitado.· Incluso el proceso de individualización
como Durkheim desarrolló su concepción de que el individuo es más
está determinado socialmente: en la historia se pasa paulatinamen-
8. Véase H. Spencer, The Man Versus the State, Londres, 1884, especialmente págs.
78 y 107. 10. K. Marx, Manuscritos de economía y filosofía, Madrid, Alianza, 4.a ed., 1972,
9. É. Durkheim, De la división del trabajo social, Buenos Aires, Schapire, 1973, pág. 145.
págs. 290-291. 11. Véase C. Moya, op. cit., págs. 68-69.
24 G E N E AL O GÍ A S D E LO MI S M O
EL INDIVIDUO Y LA SOCIEDAD 25

te de una situación de subordinación del individuo a los grupos Los hechos sociales son «externos» al individuo en dos sentidos
familiares y tribales a una situación de progresiva independencia. conexos. En primer lugar, todo hombre nace dentro de una socie-
Sólo con la sociedad burguesa aparece un tipo de individuo para dad en marcha que tiene sus propias organizaciones y estructuras
el que las diferentes formas de relaciones sociales se convierten en condicionantes de la personalidad individual: «Al nacer el fiel halló
un simple medio para lograr sus aspiraciones personales. La idea de completamente elaboradas las creencias y las prácticas de su vida
un individuo aislado sólo fue posible en determinadas circunstan- religiosa; si existían antes que él, quiere decir que existen fuera de
cias históricas. El hombre, concluye Marx, es, en el sentido más li- él». 14 En segundo lugar, los hechos sociales son «externos» al indi-
teral del término, un zoon politikon: no es sólo un animal social, sino viduo en el sentido de que éste sólo es un elemento dentro de la to-
también un animal que sólo puede individualizarse en la sociedad. talidad de relaciones que constituyen una sociedad. Ningún indivi-
Pero esta síntesis individuo-sociedad, en la que el individuo apa- duo singular crea estas relaciones: el sistema de signos que utilizo
rece como el producto de las relaciones sociales y la sociedad como para expresar mi pensamiento, el sistema monetario que empleo para
el producto de la actividad humana, se disociaría en el pensamien- pagar mis cuentas, los instrumentos de crédito que uso en mis rela-
to sociológico posterior en dos perspectivas complementarias: la ciones comerciales·, las prácticas respetadas en mi profesión, etc.,
perspectiva de lo social constituido que se traduce en la definición etc., funcionan independientemente del uso que hago de ellos.
de la sociología como ciencia del hecho social en Durkheim y la con- De esta manera, para Durkheim, ninguna teoría o análisis que
cepción de lo social constituyente que se traduce, a su vez, en la de- empiece por el individuo' puede conseguir una explicación de las pro-
finición de la sociología como ciencia de la acción social en Weber. piedades específicas de los fenómenos sociales, ya que los hechos
Hecho social y acción social, perspectiva objetiva y subjetiva, han sociales no son el simple desarrollo de los hechos psíquicos, sino
de ser vistas como dos concepciones mutuamente complementarias que los segundos, en gran parte, sólo son una prolongación de los
y no excluyentes. primeros en el interior de la conciencia. Esto supone tanto un re-
Así pues, en primer lugar, Émile Durkheim define la sociología chazo del individualismo de Spencer como de las explicaciones psi-
como la «ciencia de las instituciones, de su génesis y su funciona- cologistas de Gabriel Tarde, al mismo tiempo que la fundamenta-
miento». Pero al denominar como instituciones a toda creencia y todo ción de la sociología como ciencia sobre nuevas bases.
modo de conducta establecidos por la sociedad, las identifica con los El segundo criterio que aplica Durkheim para especificar los he-
hechos sociales, es decir con los «modos de actuar, de pensar y de sen- chos sociales es la presencia de una obligación o coerción moral.
tir exteriores al individuo, y que poseen 'un poder de coerción en vir- Pero la obligación moral para este autor siempre tiene dos aspec-
tud del cual se le imponen». 12 Los hechos sociales son, pues, como tos: junto al aspecto de obligación o de deber propiamente dicho,
afirma explícitamente Durkheim, el dominio propio de la sociología. incluye también el de ser un bien deseable que suscita o puede sus-
El intento durkheimiano de definir la especificidad de lo social citar la adhesión por parte del individuo. De esta manera se hace
se basa en los famosos criterios de exterioridad y coerción a los que necesario completar la delimitación del hecho social frente a las in-
habría que añadir el hecho de la difusión generalizada en el seno terpretaciones deformadoras y así lo hace Durkheim en varias oca-
de un grupo. La definición completa reza así: siones. Por ejemplo, en una nota a pie de página de Las formas ele-
mentales de la vida religiosa, escribe:
Llamamos hecho social a todo modo de hacer, fijo o no, que puede
ejercer sobre el individuo una imposición exterior; o también, que es Porque hemos hecho de la coerción el signo exterior en el que pue-
general en la extensión de una sociedad dada, al mismo tiempo que den reconocerse más fácilmente los hechos sociales y distinguirse de
posee existencia propia, independiente de sus manifestaciones indivi- los hechos de la psicología individual, se ha creído que, para noso-
duales.13 tros, la coerción física era lo esencial de la vida social. En realidad,
jamás hemos visto en ella más que la expresión material y aparente
12. É. Durkheim, Las reglas del método sociológico, Buenos Aires, Schapire, 1972,
pág. 33. 14. Ibídem, pág. 32.
13. Ibídem, pág. 43. Los subrayados son de Durkheim.
26 GENEALOGÍAS DE LO MISMO
EL INDIVIDUO Y LA SOCIEDAD 27
de un hecho interior y profundo que, él sí, es absolutamente ideal:
Economía y sociedad se abre con la definición weberiana de la
es la autoridad moral. 15
sociología como ciencia de la acción social, la cual, a su vez, se basa
en el sentido otorgado por el actor humano:
Y también en el prólogo a la segunda edición de Las reglas del
método sociológico se ve obligado a clarificar el doble sentido de
Debe entenderse por sociología: una ciencia que pretende enten-
la autoridad moral como coerción y adhesión, señalando que las ins-
der, interpretándola, la acción social para de esa manera explicarla
tituciones, al mismo tiempo que se nos imponen hacen que nos ajus- causalmente en su desarrollo y efectos. Por acción debe entenderse
temos a ellas, nos obligan y nos adherimos a ellas voluntariamente. una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interno,
La sociedad exige una conformidad moral y lógica por parte de los ya en un omitir o permitir) siempre que el sujeto o los sujetos de la
individuos, recubriendo los aspectos coercitivos como si fueran de- acción enlacen a ella un sentido subjetivo. La acción social, por tanto,
seados por parte de los propios individuos. es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos
A través de su concepción de los hechos sociales, Durkheim con- está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su de-
cibe a la sociedad como una realidad sui ge'neris, exterior a los indi- sarrollo. 18
viduos y que se impone sobre ellos. Ciertamente, reconoce que «en
la vida social no hay nada que no esté en las conciencias individua- No toda acción de un individuo es social para Max Weber. Se tra-
les» o que «las cosas sociales son un producto de la actividad hu- ta, en primer lugar, de una acción humana intencional en el sentido
mana», pero esta actividad de los individuos se halla determinada de excluir los procesos meramente biológicos o fisiológicos e inclu-
por nuestra pertenencia a la sociedad, de manera que incluso los so los procesos meramente reactivos, es decir, aquellos en los que
sentimientos más íntimos serían diferentes si viviéramos en otra so- no interviene la mente, un contenido mental, para la ejecución del
ciedad. En este sentido concluye lo siguiente: acto. También se excluyen las acciones totalmente irracionales por-
que la caracterización positiva que Weber establece es que tengan
Creemos que ya es suficiente para contestar a los que creen pro- sentido. Sin embargo, él mismo reconoce que los son muy
bar que todo es individual en la vida social porque la sociedad sólo elásticos. Además de tener sentido, la acción debe estar referida a
esté formada por individuos. Indudablemente ella no tiene otro subs- los demás, excluyéndose, por tanto, toda acción «privada».
trato; pero, puesto que los individuos forman una sociedad, se produ-
Por otro lado, tampoco todo tipo de contacto entre individuos
cen fenómenos nuevos que tienen por causa la asociación, y que, al
reaccionar sobre las conciencias individuales, las forman en gran par-
constituye, en los términos de Weber, una acción social. Un choque
te. He aquí el porqué, aunque la sociedad no es nada sin los indivi- entre dos ciclistas -el clásico ejemplo weberiano- sería un sim-
duos, cada uno de ellos es más bien un producto de la sociedad que ple suceso de igual carácter que un fenómeno de la naturaleza. En
el autor de la misma. 16 ""' cambio, aparecería ya una acción social en el intento de evitar el en-
contronazo o bien en la riña o consideraciones amistosas subsiguien-
De esta manera, el enfoque metodológico de la sociología durk- tes al choque. Weber también menciona el caso de interacción de
heimiana permanece al nivel de lo colectivo, dándonos una visión multitudes. Aquí el comportamiento del individuo es influido cau-
válida de la sociedad, pero sólo desde una perspectiva, sólo desde salmente por el de otros, pero no se trata de una acción orientada
una vertiente: la que podemos llamar lo social constituido. Nos que- hacia otros al nivel de sentido y, por tanto, en la terminología de We-
da por ver la otra vertiente: la que podemos denominar lo social cons- ber, no es una acción social.
tituyente, la acción social tal como es definida por Max WeberY No voy a entrar en la conocida descripción weberiana de los cua-
tro tipos de orientación de la acción social. Lo que me interesa es
15. É. Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa, Buenos Aires, Scha-
recalcar que con los presupuestos de los que parte Weber se entien-
pire, 1968, pág. 246, nota 6. de fácilmente que las diversas formas sociales de que puede hablar
16. É. Durkheim, De la división del trabajo social, ed. cit., pág. 297, nota 15. la sociología, tales como la familia, el Estado, la nación o un grupo
17. Véase el artículo de J. M.a Rodríguez Paniagua «Lo social y la acción social»,
en la Revista de la Facultad de Derecho. Universidad Complutense, 52, 1978, págs. 17-36.
18. M. Weber, Economía y sociedad, México, FCE, 2.a ed., 1964, vol I, pág. 5.
28 GENEALOGÍAS DE LO MISMO EL INDIVIDUO Y LA SOCIEDAD 29

profesional, etc., no sólo no tienen ninguna entidad independiente cosmopolita del mundo», será sucedido en el siglo XIX por otro in-
o hipostasiada, sino que se reducen «Únicamente al desarrollo, en dividualismo cualitativo o de una nueva distinción, desarrollado en
una forma determinada, de la acción social de unos cuantos indivi- dos registros diferentes: el teórico, cuya más alta expresión sería el
duos, bien sea real o construida como posible». 19 Para la sociología héroe romántico, y el práctico, que derivará en la división social del
comprensiva de Weber, la explicación de esas mismas formaciones trabajo entre individuos de personalidad y capacidades diferentes.
no puede llevarse a cabo sino a partir de la comprensión de la con- Si una del individualismo acentúa lo común a todos los
ducta de los individuos participantes. El análisis funcional, que re- hombres, la otra pone el acento en lo diferente. Estas dos formas
laciona a los individuos con la totalidad en la que se integran, pue- del individualismo se amalgaman en la configuración de los princi-
de tener importancia pero ha de subordinarse al estudio comprensivo pios de la economía del siglo XIX, ya que la teoría de la libertad
de la conducta de los seres individuales. y la igualdad sería el fundamento de la libre competencia, y la de
La opción por el individuo frente a la sociedad conduce a Weber las personalidades diferenciadas lo sería de la división del trabajo.
a una sociología comprensiva en la que el análisis de la acción indi- La distinción entre individualismo formal e individualismo cua-
vidual se convierte en objeto central. El propio Weber lo expresa cla- litativo -o individualismo de la igualdad e individualismo de la
ramente al afirmar que la meta de la comprensión de la conducta diferencia- es también un punto central en las reflexiones de Sim-
del individuo es también exclusivamente el fundamento por el que mel sobre Goethe. Según Simmel, tanto la vida como la obra de Goe-
la sociología comprensiva considera al individuo humano y su ac- the son la mejor expresión de la evolución de las ideas sobre el indi-
tuación como la unidad elemental, como su átomo. viduo en las últimas décadas del siglo XVIII y en las primeras del
Esta apuesta por el individuo se mantiene también en Georg Sim- XIX. La actitud de Goethe ante el desarrollo de las formas del indi-
mel, colega y amigo de Max Weber. Y según he intentado demostrar vidualismo, cuyas formulaciones más claras tuvieron lugar en el di-
en otro sitio, 20 en ambos juegan un papel importante algunas de las latado período de su vida, no es unilateral. En su obra podemos en-
ideas desarrolladas por Goethe, el gran clásico de la literatura ale- contrar diversas formulaciones cercanas al individualismo de la
mana. Aquí me voy a referir sólo brevemente a un aspecto del pen- libertad y de la igualdad, según las cuales lo importante es el proce-
samiento de Simmel sobre el desarrollo del individualismo occiden- so de la vida, su formación y desarrollo, su trayectoria en derredor
tal. En diversos artículos y libros distingue Simmel entre dos tipos de centros entre sí aislados y libres, pero homogéneos e iguales. Sin
de individualismo que parecen sucederse en la historia. 21 Al indivi- embargo, la parte más sustanciosa de sus afirmaciones -y el pro-
dualismo de la distinción, propio del hombre renacentista que in- pio desarrollo de su vida- hay que enmarcarlas dentro del indivi-
tenta imponer su ambición o su idea de sí mismo como ser único dualismo cualitativo, donde lo importante es el contenido: cada in-
y diferente de los demás, sucedió a lo largo de todo el siglo XVIII dividuo es fundamentalmente distinto y por ello debe el hombre vivir
otro concepto de la individualidad cuya motivación más íntima no desde dentro, debe el artista actuar desde dentro, pues, sea cual sea
era la distinción sino la igualdad y la libertad frente a la opresión su postura, nunca podrá sacar a luz más que su propia indivi-
de las instituciones sociales. Este individualismo ilustrado de la li- dualidad.
bertad y de la igualdad, que tiene su correlato en una «concepción La obra y la vida de Goethe tienen para Simmel un carácter sim-
bólico. Su evolución del romanticismo al clasicismo puede ser con-
siderada como símbolo de la evolución operada entre la primera
19. Ibídem, pág. 12. variante del individualismo cualitativo y la segunda. El paso del indi-
20. Véase mi libro Las huellas de Fausto. La herencia de Goethe en la sociología
de Max Weber, Madrid, Tecnos, 1992. vidualismo del héroe romántico, tal y como se nos muestra en el Wer-
21. La distinción entre un individualismo formal y otro cualitativo parece con- ther o en los Años de aprendizaje de Guillermo Meister (Lehrjahre),
vertirse en un leit-motiv fundamental de G. Simmel, ya que con diversas variantes, al individualismo clásico de las personalidades formadas y acriso-
aparece en varios de sus libros: Grundfragen der Soziologie. Individuum und Ge- ladas en la especialización y división del trabajo, propuesto como
sellschaft, Berlín/Leipzig, 1917, Sociología. Estudios sobre las formas de socializa-
ción, Madrid, Revista de Occidente, 1927, publicado originariamente en Leipzig en
modelo en los Años de andanzas de Guillermo Meister (Wanderjahre)
1908; en El individuo y la libertad, Barcelona, Península, 1986, y en el capítulo V y también en el Fausto, refleja y simboliza asimismo la transición
de su Goethe, Buenos Aires, Nova, 1949. de la época entre estas dos variantes del individualismo cualitativo.
30 GENEALOGÍAS DE LO MISMO EL INDIVIDUO Y LA SOCIEDAD 31

En la sociología posterior ha habido diversos intentos de reali- jetividad y sus objetos. Pero, por lo mismo, ambas concepciones sólo
zar una síntesis entre los enfoques de Durkheim y Weber. Entre es- son correctas juntas. Un énfasis excesivamente weberiano en la sub-
tos intentos destaca la labor teórica de Peter L. Berger y Thomas jetividad conduciría a una distorsión idealista del fenómeno social,
Luckmann en su libro conjunto La construcción social de la reali- en la que han caído bastantes de los desarrollos actuales de la so-
dad. En esta obra se intenta explícitamente una síntesis entre las ciología encuadrados en la corriente amplia del individualismo me-
consignas de Durkheim («La regla primera y fundamental es: consi- todológico. Y por el contrario, un énfasis excesivamente durkheimia-
derar los hechos sociales como cosas») y de Max Weber («Tanto para no sobre la objetividad nos conduciría únicamente a una reificación
la sociología en su sentido actual, como para la historia, el objeto sociológica, una desastrosa distorsión a la que muchos sociólogos
de conocimiento es el complejo de significado subjetivo de la ac- funcionalistas en las décadas de los sesenta y setenta de nuestro si-
ción»). Para Berger y Luckmann, glo han tendido. 23

estas dos aseveraciones no se contradicen. La sociedad, efectivamen-


te, posee una facticidad objetiva. Y la sociedad, efectivamente, está 2. LA SOCIEDAD DE LOS INDIVIDUOS: NORBERT ELIAS
construida por una subjetividad que expresa un significado subjeti-
vo. Y, de paso sea dicho, Durkheim sabía esto último, así como Weber Ciertamente el sociólogo que más ha reflexionado en los últimos
sabía lo primero. Es justamente el carácter dual de la sociedad en tér- cincuenta años acerca del problema de las relaciones entre indivi-
minos de facticidad objetiva y de significado subjetivo lo que consti- duo y sociedad es Norbert Elias. Es un tema que se encuentra pre-
tuye su realidad «sui generis» por utilizar otro término clave de Durk- sente en toda su extensa obra que se configura en torno a su libro
heim. La cuestión central para la teoría sociológica puede, pues, central: El proceso de la civilización. Este libro permaneció poco me-
expresarse así: ¿Cómo es posible que los significados subjetivos se nos que desconocido durante casi treinta años, desde su primera pu-
vuelvan facticidades objetivas? O en términos apropiados a las posi- blicación en una editorial de Basilea en 1939 hasta su redescubri-
ciones teóricas aludidas: ¿Cómo es posible que la actividad humana
miento y publicación en la editorial Suhrkamp de Francfort del Meno
(Handeln) produzca un ·mundo de cosas (choses)? 22
como libro de bolsillo en dos volúmenes en 1976. El éxito inmediato
de esta reedición en Alemania y después en otros muchos países
A la investigación de este problema fundamental mediante la pos-
pudo hacer olvidar a Elias los sinsabores de la escasa o casi nula
tulación de una dialéctica en las relaciones individuo-sociedad se recepción de la edición ·de 1939 y servir de premio a la soledad del
dedicará el resto de esta obra que, dicho sea de paso, ha resultado corredor de fondo. Como dice Hermann Korte, uno de los biógrafos
muy importante para la redefinición contemporánea de la sociolo- y mejores especialistas en la obra de Elias, una larga vida también
gía del conocimiento. tiene sus ventajas para ser testigo del éxito retrasado de un libro
Así pues, resulta necesario afirmar que la sociedad es un pro- que se ha convertido hoy en uno de los clásicos contemporáneos del
ducto de la actividad de los individuos. Pero hay que afirmar tam- pensamiento sociológico. 24
bién que el hombre es un producto de la sociedad. Esta compren- . Según Elias existen tres tipos de controles básicos que pueden
sión dialéctica permite una síntesis de los enfoques de Weber y señalarnos el grado de desarrollo y complejidad de una sociedad:
Durkheim, sin que se pierda la intención básica de ninguno de ellos. el control de los hombres sobre la naturaleza a través del desarrollo
La comprensión weberiana de la realidad social como constituida de la ciencia y la tecnología; el control sobre las relaciones de los
por una significación humana y la concepción durkheimiana de la hombres entre sí mediante la organización social tanto a nivel na-
misma realidad social como poseyendo un carácter de coseidad con-
tra el individuo, son ambas correctas. Abordan, respectivamente, la 23. Véase P. L. Berger, Para una teoría sociológica de la religión, Barcelona, Kai-
fundación subjetiva y la facticidad objetiva del fenómeno social, rós, 1971, págs. 14-15.
apuntando simultáneamente hacia la relación dialéctica entre la sub- 24. Véase H. Korte, Über Norbert Elias. Das Werden eines Menschenwissenschaft-
lers, Francfort del Meno, Suhrkamp, 1988, cap. I. Véase también el capítulo «Nor-
bert Elias: literatura y sociología en el proceso de la civilización», en el libro de E.
22. P. L. Berger/T. Luckmann, La construcción social de la realidad, Buenos Aires, Lamo de Espinosa/ J. M. González García/ C. Torres, La sociología del conocimiento
Amorrortu, 2.a ed., 1972, pág. 35. y de la ciencia, ya citado.
32 GENEALOGÍAS DE LO MISMO EL INDIVIDUO Y LA SOCIEDAD 33

cional como internacional; y el nivel de autocontrol que cada uno individual, pues los modelos de autorregulación de los propios im-
de los individuos ha llegado a alcanzar sobre sí mismo y que corres- pulsos que el individuo debe interiorizar poseen un doble compo-
ponde al proceso de la civilización. Este último, a pesar de no tener nente social y generacional.
a largo plazo un carácter planificado, unilineal o irreversible, es sus- Norbert Elias vuelve una y otra vez al problema de las relacio-
ceptible de ser analizado como si tuviera una estructura interna que, nes entre individuo y sociedad como objeto de la sociología y reali-
a partir de la Edad Media, ha adoptado en Europa la dirección de za una amplia crítica tanto de las posiciones de Max Weber y de Émi-
un «proceso civilizador» con diversos rasgos nacionales caracte- le Durkheim como de las teorías de Talcott Parsons. «Ego» y
rísticos. «Siste1na» no son dos datos que existen con independencia el uno
Todos los demás libros tienen su engarce con este corpus teóri- del otro, sino que tienen un carácter de proceso que no es soslaya-
co. Desde La sociedad cortesana en que analiza el papel de la corte ble por el análisis sociológico. Además, resulta necesario romper las
real en Francia como agente civilizador en los siglos XVII y XVIII, barreras entre psicología, sociología e historia para obtener una vi-
hasta uno de sus últimos libros -Studien über die Deutschen, don- sión más global sobre la génesis y el desarrollo de la individualidad
de estudia la especificidad del «caso alemán» en las relaciones en- moderna a lo largo de un proceso de varios siglos. No en vano dio
tre civilización y violencia junto con la quiebra del proceso civiliza- Elias el subtítulo de «Investigaciones sociogenéticas y psicogenéti-
dor que supuso el nazismo- toda la magna obra de Elias puede ser cas» a su gran obra El proceso de la civilización, en cuya introduc-
considerada como variaciones sobre el tema de su primer gran libro: ción de 1968 podemos leer:
El proceso de la civilización. Esto es cierto de una manera especial
respecto a la obra que más nos interesa en el presente contexto. De Las investigaciones que siguen no son comprensibles si comparti-
hecho, el primer capítulo de La sociedad de los individuos25 fue pro- mos estas ideas [de Parsons] y permitimos que se nos oculte lo que
de hecho es observable en el comportamiento de los seres humanos,
yectado como parte integrante de El proceso de la civilización, ya no son comprensibles cuando se pierde de vista el hecho de que con-
que aquí surge una y otra vez el problema de las relaciones entre ceptos como «individuo» y «sociedad» no se remiten a dos objetos con
individuo y sociedad a lo largo de las diversas generaciones que cons- existencia separada, sino a aspectos distintos, pero inseparables de
tituyen el hilo de la historia. Los sentimientos de vergüenza y desa- los mismos seres humanos y que ambos aspectos, los seres humanos
grado tienen un importante componente histórico y parecen cami- en general, en situación de normalidad, sólo pueden comprenderse
nar en una dirección dada. Los hombres que nacen en una etapa pos- inmersos en un cambio estructural. Ambos conceptos tienen el carác-
terior entran en una fase más tardía del proceso de civilización de ter de procesos y no es posible en absoluto hacer abstracción de este
los impulsos, se encuentran con otras formas de construir sus sen- carácter de proceso en una construcción teórica que se remita a los
timientos de vergüenza y desagrado y tienen que elaborar de forma seres humanos. Por el contrario, resulta imprescindible incluir este
diferente todo el proceso social de conformación de su conciencia carácter procesal en la teoría sociológica y en las otras que se refie-
ran a los seres humanos. Como se muestra en las investigaciones que
siguen, el problema de las relaciones entre estructuras individuales
25. Véase N. Elias, La sociedad de los individuos, Barcelona, Península, 1990. Los y estructuras sociales comienza a aclararse en la medida en que se
tres artículos que componen este libro d,an prueba de la continuidad en las preocu- investigan ambas como algo mutable, como algo que está en flujo
paciones de Elias a lo largo de cincuenta años por el problema de las relaciones continuo. 26
entre individuo y sociedad. El primer artículo («La sociedad de los individuos») fue
escrito en torno a 1939 y estaba al principio pensado como un capítulo de El proce-
so de la civilización y si desapareció de aquí fue debido a la ya excesiva extensión Estas palabras resultan al mismo tiempo una clave hermenéuti-
de esta obra. El segundo artículo («Problemas de la autoconciencia y de la concep- ca para la interpretación de la obra de Norbert Elias y todo un pro-
ción del ser humano») es fruto de diversas etapas y resume su visión del problema grama teórico de análisis de los procesos y los cambios de las es-
durante las décadas de los cuarenta y cincuenta. Y el tercero y último («Cambios tructuras de la personalidad y de sus relaciones con los cambios de
en el equilibrio entre el nosotros y el yo») fue escrito en 1987 como expresión de
sus reflexiones más recientes. Las relaciones entre individuo y sociedad configuran las estructuras sociales e históricas. Elias pone en cuestión el con-
también un apartado importante de su Sociología fundamental (Barcelona, Gedisa,
1982), así como de la introducción de 1968 a la nueva edición de El proceso de la 26. N. Elias, El proceso de la civilización. Investigaciones socio genéticas y psico-
civilización. genéticas, Madrid, FCE, 1993, págs. 15-16.
34 GENEALOGÍAS DE LO MISMO EL INDIVIDUO Y LA SOCIEDAD 35

cepto de individuo utilizado por la sociología y que es fundamental para la concepción de Elias del proceso civilizato-
parece referirse a un ser estático, sin historia, a un «adulto sin rela- rio como un proceso de transformaciones a largo plazo de las es-
ciones con nadie, centrado en sí mismo, completamente solo, que ade- tructuras sociales y de la personalidad. La sociedad no consiste en
más, nunca fue niño». 27 Es necesario sustituir la imagen de ser hu- un mero amontonamiento de n1ónadas individuales ciegas, ni el in-
mano que utilizamos en las ciencias sociales, pasando de la idea del dividuo es conceptuable como una contraposición entre su «interio-
hamo sociologicus aislado al concepto de homines sociologiae, en ridad» y la «exterioridad», entre un núcleo interno valioso y una se-
plural, que señala una perspectiva teórica distinta y superadora de rie de coacciones impuestas desde fuera por la sociedad. Aquí hace
una concepción de individuo como un ser aislado y de la sociedad intervenir Elias en la argumentación a Goethe y a Rilke para expo-
como un montón de individuos. O, dicho en otra expresión que Elias ner su propio punto de vista. Por un lado, traspone a los seres hu-
utiliza en diferentes contextos, se trata de pasar del hamo clausus manos la idea expresada repetidamente por Goethe en relación con
como objeto de la sociología a los homines aperti, interdependien- la naturaleza (y también con el individuo): la separación entre nú-
tes, vinculados unos a otros y que, en su interdependencia, constitu- cleo y corteza es falsa y conduce a una mala comprensión de la na-
yen conjuntamente grupos o sociedades de tipo diverso: turaleza, de los hombres y de la relación entre individuo y sociedad.
Este punto de vista es mantenido constantemente por Elias y así,
En lugar de la imagen del ser humano como una «personalidad en la Introducción de 1968 a El proceso de la civilización, podemos
cerrada»(... ) aparece la imagen del ser humano como una «personali- leer:
dad abierta» que, en sus relaciones con los otros seres humanos, po-
see un grado superior o inferior de autonomía relativa, .pero que nun- Y mientras sigamos considerando a los hombres como unos con-
ca tiene una autonomía total y absoluta, y que, de hecho, desde el tenedores cerrados por naturaleza, con una cáscara interna y con un
principio hasta el final de su vida, se remite y se orienta a otros seres núcleo escondido en su interior, seguiremos sin entender cómo es po-
humanos y depende de ellos. 28 sible un proceso civilizatorio que abarca a muchas generaciones de
seres humanos, en cuyo curso cambia la estructura de la personali-
A pesar de la aparente obviedad de este cambio necesario en el dad de los hombres, sin que cambie su naturaleza. 31
enfoque de la sociología, se trata de una reorientación difícil ya que
la idea de la sociedad como algo «externo», separado de la propia Por otra parte, la referencia a Rilke sirve para ejemplificar de
«interioridad» por una muralla invisible está muy arraigada en el manera gráfica una concepción muy extendida de las relaciones en-
pensamiento de las sociedades occidentales, caracterizadas por su tre el individuo y la sociedad, según la cual ésta es concebida como
alto nivel de individualización y de reflexión intelectual. Tal vez sólo la cárcel que atenaza la libertad individual, como la prisión exte-
a partir de un ejercicio de autodistanciamiento como propone Elias rior del verdadero yo del hombre, como el atentado del tejido social
podamos llegar a superar la idea y el sentimiento de que existe un sobre la «Verdad interior» de la persona o como la responsable de
muro que separa la propia «interioridad» frente al mundo que está la atrofia del sujeto individual que no ha podido actuar de acuerdo
«ahí fuera». 29 Me parece importante recalcar que en este contexto con sus aptitudes ni llegar a ser lo que era capaz de llegar a ser. Esta
recurre Norbert Elias a la literatura para ilustrar su punto de vista, visión de las cosas, tal como la refleja el poema de Rilke citado por
pues no en vano -como he intentado demostrar en otra parte-30 Elias, sien1pre olvida la otra cara de la moneda, según la cual la so-
la relación entre literatura y sociología en este autor juega un papel ciedad es también la constructora del individuo y que esta doble
muy especial e importante. autoconcepción del yo como un interior en el que uno es su verda-
La crítica a la imagen moderna de hombre como hamo clausus dero yo, su yo puro, y un disfraz exterior en sus relaciones con los

27. N. Elias, Sociología fundamental, ed. cit., pág. 140. 1 31. N. Elias, El proceso de la civilización, ed. cit., pág. 43. También aquí, en esta
28. N. Elias, El proceso de la civilización, ed. cit., pág. 44. introducción escrita treinta años más tarde que el artículo «La sociedad de los indi-
29. Véase N. Elias, Sociología fundamental, ed. cit., págs. 146-147. viduos», se mantiene la referencia a Goethe. En este artículo, Elias transcribe, ade-
30. Véase el artículo «Norbert Elias: literatura y sociología en el proceso de la más, una parte de los versos goethianos que corresponden a los pequeños poemas
civilización», ya citado. Epirrhema («Epirrema») y Allerdings («En verdad» o «También»).
36 GENEALOGÍAS DE LO MISMO EL INDIVIDUO Y LA SOCIEDAD 37

demás, está también mediada socialmente y aparece sólo en deter- filosófica y sociológica del hamo clausus, al que ya me he referido.
minadas etapas del proceso de una civilización. 32 más arriba. Frente a otras teorías del proceso de cambio del noso-
En este sentido resulta necesario desvelar los engaños produci- tros al yo, lo novedoso en Elias consiste en la conexión, balance y
dos por las expresiones metafóricas interioridad/exterioridad y re- equilibrio entre ambos. Este cambio histórico del nosotros al yo no
conocer que, como afirma Elias, la expresión «la interioridad del es «natural» sino que está condicionado por el proceso de la civili-
ser humano» es una metáfora cómoda y muy utilizada, pero que in- zación. Y la pregunta que cabe plantearse hoy consiste en si el desa-
duce a errores. De la misma manera, hablar metafóricamente de la rrollo de la humanidad que parece caminar hacia formas globales
imbricación o de la interpenetración entre individuo y sociedad tam- de convivencia por encima de las fronteras nacionales puede alcan-
bién resulta confundente porque parece suponer la existencia de dos zar un nivel en el que predomine entre los seres humanos un per-
cosas y que se imbrican o se interpenetran a posteriori. fecto equilibrio entre el nosotros y el yo.
Posiblemente las dos afirmaciones más importantes de Elias so- El «nosotros» ha tenido históricamente y aún tiene en la actuali-
bre el tema que nos ocupa sean las referidas al carácter de proceso dad una multiplicidad de capas desde los círculos familiares más
de la identidad individual y de las relaciones individuo-sociedad, así estrechos a los círculos de amigos, pueblos, ciudades, naciones, agru-
como sus reflexiones sobre el equilibrio entre identidad individual paciones posnacionales de varios Estados y la humanidad en su con-
e identidad colectiva. Por motivos de espacio sólo puedo dedicar unas junto. La identificación con cada uno de estos planos tiene una car-
cuantas frases a este carácter procesual de cambio y equilibrio, re- ga emocional diferente y el compromiso emocional del individuo va
mitiendo al lector interesado al artículo de Elias «Cambios en el equi- decreciendo conforme aumenta el tamaño o el carácter abstracto del
librio entre el yo y el nosotros».33 nosotros. Pero cuanto mayor sea el nivel de integración del «noso-
Debido en parte a los cincuenta largos años que como sociólogo tros» mayor será también el crecimiento del individualismo y del
ha invertido en el análisis de las relaciones entre individuo y socie- valor otorgado al individuo. Parece que caminamos hacia un incre-
dad, Elias es consciente del cambio de dichas relaciones en el pasa- mento todavía mayor de la subjetividad en una sociedad cada vez
do, en el presente e infiere que seguirán cambiando en el futuro, pues más cosmopolita en la que el «nosotros» objeto de identificación se
nos dirigimos hacia una época en que serán cada vez menos los Es- hace cada vez más abstracto y tiende a abarcar a toda la humani-
tados nacionales concretos quienes determinen la identidad de los dad. En este proceso también surgen problemas y Elias es consciente
individuos, sino que la tendencia se encamina hacia el hecho de que de ellos. Me voy a referir sólo a dos. El primero hace referencia a
serán una agrupación de Estados o la Humanidad en su conjunto la menor carga emocional y mayor necesidad de argumentación ra-
quienes provean los motivos de formación de la identidad tanto in- ' cional en los procesos de identificación con un «nosotros» cada vez
dividual como colectiva. Es claro que esta tendencia no es inexora- más amplio. Es mucho más difícil una identificación emocional con
ble y se pueden producir no sólo estancamientos sino también re- .la Humanidad en su conjunto que con un Estado-nación que hamo-
gresiones hacia estadios anteriores. delado en los últimos siglos la conciencia colectiva y definido
Elias parte de una tesis que relaciona la identidad individual con diante los enfrentamientos armados con otros Estados nacionales
la colectiva: no hay ninguna identidad del yo sin una correspondiente los límites del «nosotros» frente al «ellos». En este sentido afirma
identidad del nosotros, sin una colectividad cori la que se identifi- Elias lo siguiente'!,
. que el individuo. E históricamente el balance entre identidad del yo
e identidad del nosotros ha cambiado desde la edad media en la di- La función del plano de integración superior, la humanidad, como
rección de una creciente importancia del yo y una decreciente im- unidad referencial de la identidad del nosotros es quizá cada vez más
portancia del nosotros. hasta el punto de generar la ficción literaria, importante. Pero no es una exageración decir que para la mayoría de
la gente el papel de la humanidad como marco de referencia de la iden-
tidad del nosotros es prácticamente nulo. 34
32. Elias transcribe completo el poema de Rilke «Sólo soy uno de tus más hu-
mildes», perteneciente a «El Libro de la Peregrinación», Libro Segundo de El libro
de Horas. Véase La sociedad de los individuos, ed. cit., págs. 47 y 151.
33. Véase N. Elias, La sociedad de los individuos, ed. cit., págs. 177-270. 34. N. Elias, La sociedad de los individuos, ed. cit., pág. 233.
38 GENEALOGÍAS DE LO MISMO

De hecho, en todo paso del proceso de integración hacia una con-


cepción más amplia del nosotros se producen problemas debido al
desajuste entre la pérdida del sentimiento de lo colectivo otorgado
por el nivel previo y er hecho de que el nivel más elevado todavía CAPÍTULO 2
no otorga sentido. Esto es típico en toda fase de transición ya que
· las identidades grupales no son fácilmente intercambiables y el pro- LA PERSONA Y LA CULTURA
ceso de identificación con el nuevo nivel de lo colectivo es largo y
Soberbia, racionalidad y sujeto en el discurso
requiere menor fuerza emocional y mayor racionalidad. En el caso
antropológico clásico
concreto de la construcción europea, Elias argumenta colateralmente
que, a pesar de ser los vínculos emocionales que ligan al individuo Nicolás Sánchez Durá *
con su propio Estado una mezcla ambivalente de amor y odio, tie-
nen mucha fuerza y siguen vigentes mientras que los vínculos emo-
cionales hacia una comunidad europea de naciones son muy débi- I
les o prácticamente inexistentes. Es necesario vencer esa fuerza de
inercia que puede conducir y de hecho ha conducido en el pasado Si inspeccionamos el concepto intuitivo, o relativamente
a una petrificación de las conductas humanas en torno al Estado no de la experiencia», que un partícipe de nuestra cultura tiene de
nacional. Y también es imprescindible, al mismo tiempo, tomar con- qué sea una persona, puede decirse que la entiende, de tomar la des-
ciencia de que el hamo clausus es una ficción y de la interdepen- cripción de Geertz, «como un universo limitado, único y más o
dencia entre la identidad del yo y la identidad del nosotros: nos integrado motivacional y cognitivamente, como un .centro dina-
mico de conciencia, emoción, juicio y acción organizado en un
Pero en el caso de los Estados nacionales europeos las dificulta- conjunto característico y opuesto por tanto a con-
des de la unión en un nivel de integración superior seguirán cerradas juntos semejantes como a su background social y natural». Sin em-
a la reflexión y, en especial, al estudio científico mientras los indivi- bargo, sin discrepar de tal descripción, para lo que es mi propósit?
duos se consideren a sí mismos como «yos» carentes de un nosotros desarrollar creo conveniente incluir algo que en ella no aparece, SI-
y, por consiguiente, no comprendan el importante papel que desem- quiera sea nuestra noción de persona sólo c?ntiene notas
peñan en el sentir y la conducta individuo el equilibrio entre el psicológicas, sino también una carga asi,
yo y el nosotros y, por ende, la identidad del nosotros y el ideal del mos «integrado cognitivamente» o «centro dinamico de conciencia
nosotros. 35 y juicio», creo que cabe añadir que una persona se como un
ser racional, es decir: como un sujeto que conoce y actua elaboran-
Norbert Elias reflexionó durante toda su vida en torno a la pro- do y ofreciendo razones que le dan derecho a decir que conoce.algo,
blemática relación entre individuo y sociedad desde distintos pun- o a justificar y reconstruir coherentemente el curso de acciones
tos de vista, incluyendo el de la soledad de los moribundos en nues- frente a sí mismo y los otros, de forma que se le considere moral-
tros días, tema al que dedicó uno de sus libros. 36 Sólo la muerte en mente responsable de lo que dice y hace.
1990 pudo poner punto final a sus reflexiones cuando contaba 93
años de edad. Es de desear que la sociología y la filosofía contem- * La investigación conducente a este artículo ha sido financiada por la DGICYT
poránea sean capaces de recoger la antorcha de su pensamiento y como parte del proyecto PB93-0683. Agradezc? a J. B. J . Marrades, C. Moya
llevarla un poco más lejos. y V. Sanfélix todas las precisiones y sugerencias que me hicieron tras la lectura de
un borrador. .
1. Por «concepto cercano de la experiencia» hay que entender un concepto
alguien puede utilizar sin mayor dificultad para describir lo que él Y sus pares ven,
35. Ibídem, pág. 256. sienten o piensan, y que a la vez comprende sin dificult.ad es
36. N. Elias, Über die Einsamkeit der Sterbenden in unseren 'Tagen, Francfort del otro quien lo utiliza para describirlo a él y entre
Meno, Suhrkamp, 1982. Hay traducción española con el título La soledad de los mo- ceptos «lejanos» y «cercanos» de la expenencia, es una distmciOn de g_;ado Y co
ribundos, México, FCE, 1987. textual. Véase C. Geertz, Conocimiento local, Paidós, Barcelona, 1994, pags. 75 Y 77.
40 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA PERSONA Y LA CULTURA 41

Sin embargo, la nota de la racionalidad no ha aparecido por ensal- conllevan, no está ligada tan sólo ni a la información empírica de
mo como elemento constitutivo de nuestra noción preteórica y teóri- detalle, ni a la elegancia conceptual o aparato teórico que los mismos
ca de persona o sujeto. Asociada la racionalidad al carácter «civiliza- comportan. Supone todo ello y algo más: «Un contrato narrativo muy
do» de los sujetos, la pertinencia de aquella nota y de este predicado, minuciosamente redactado y respetado entre el escritor y el lector.
tiene su ámbito de elaboración en el seno del discurso antropológico Los presupuestos sociales, literarios y culturales comunes al autor
en un periodo de tiempo tan dilatado cual es el que abarca desde la y su público están tan profundamente arraigados e institucionali-
taxonomías y maneras de exclusión, según el pensamiento griego, de zados que signos casi imperceptibles son capaces de transmitir men-
lo que se consideran formas defectivas que no llegan a la dignidad ple- sajes importantes». 4
na de lo humano -aun aceptando la homogeneidad biológica de la es- Mi propósito es, pues, fijarme en ciertos textos del discurso an-
pecie-, 2 hasta la polémica sobre el relativismo o universalismo de clásico, y ver cómo algunos fundadores de discurso, en
los criterios de racionalidad tal y como se mostró en el debate, ince- el sentido de proporcionar las reglas de composición de textos ulte-
sante a partir de los años sesenta, entre los universalistas de estirpe riores, han tenido el efecto de ir recortando y modulando la imagen
neo-frazeriana y los, por éstos, llamados relativistas como, por ejem- -en el sentido de Wittgenstein- 5 que de sí mismos en cuanto per-
plo, Peter Winch (y, al fondo, la larga sombra del mismo Wittgenstein). sonas o sujetos han tenido, y en gran medida todavía tienen, los des-
Ahora bien, el término «discurso antropológico» es impreciso por tinatarios directos e indirectos de los textos antropológicos. Y ello
cuanto cubre textos de muy diferente cariz. Desde luego, hoy pode- para mostrar cómo en el contrato narrativo del texto antropológico
mos llamar «discurso antropológico» a partes relevantes, pongamos clásico una de las cláusulas clave ha sido el considerar al otro -al
por caso, de lo que se conviene en llamar biología aristotélica. Pue- objeto de la descripción-, o bien como irracional o, cuando menos,
de hablarse, entonces, de antropología filosófica, porque indepen- no racional en el grado en que se supone lo somos, o tenemos todas
dientemente de que los textos se encuentren en el Sobre la repro- las condiciones·para serlo, nosotros; o bien, si se piensa que es un
ducción de los animales, o en la Política (como es el caso de la teoría peculiar civilizado, lo es a costa de que antes se haya absuelto su,
de la servidumbre natural), desde hoy lo que allí se lee es relevante prima facie, apariencia desconcertante al proyectarse sobre él un
para ver cómo se procede a clasificar lo humano o, en general, cómo ideal civilizatorio que se ha fraguado «aquí» y que se pretende di-
se concibe la naturaleza de lo humano. Pero, por otra parte, por «dis- fundir y defender, también aquí, tomando al otro como espejo don-
curso antropológico», también se entiende, hoy casi canónicamen- de reflejar tal ideal. En este último caso ocurre como con el famoso
te, los textos que hacen descripciones -de vocación empírica- et- camello del cual Nietzsche habla en Verdad y mentira en sentido ex-
nográficas: tanto los que identificamos de tal manera a partir de la tramoral: no hay motivo para la sorpresa si tras definir un mamífe-
aparición de la antropología como disciplina académica que osten- ro de una determinada manera después al ver un camello digo «mira
ta el nombre de «antropología social y cultural», como aquellos otros un mamífero». En ambos casos lo que se pierde es la comprensión,
remotos en el tiempo que, gros so modo, mantienen aires de. familia en el sentido de captación de lo diferente, de otras maneras de ex-
con los que hoy se conciben como la inscripción resultante del tra- presar el valor humano. Como tal propósito ha sido sobradamente
bajo de campo que exige el desplazamiento físico del escritor a lu- tematizada en el caso de los textos y afirmaciones de los grandes
gares distantes. Éstos son textos de autor que, hablando de hombres autores que la tradición antropológica reciente ha calificado con el
concretos de comunidades culturales particulares, tienen como su- término de etnocéntricos y respecto de la cual calificación hay con-
puesto de su escritura el «haber estado allí». Supuesto fundamen- senso -es el caso de Aristóteles, de Ginés de Sepúlveda o del evolu-
tal cuando se trata de conseguir una verosimilitud narrativa que haga cionismo de Frazer, por citar tres casos relevantes de diversa índole
aceptar el relato de lo más extraño como algo creíble por aquellos
que, «estando aquí», se supone que verían lo mismo que el etnógra- 4. Véase C. Geertz, «Diapositivas antropológicas», en Todorov (comp.), Cruce de
fo caso de haber estado también ellos «allÍ». 3 Como Geertz ha se- culturas y mestizaje cultural, Júcar, Madrid, pág. 103.
S. «Una imagen muy arraigada en nosotros puede compararse naturalmente a
la superstición, pero también se puede decir que siempre se tiene que llegar a un
2. Mario Vegetti, Los orígenes de la racionalidad científica, Península, Barcelo- terreno firme, aunque sea una imagen y que por tanto una imagen que está en
na, 1981.
fondo de todo pensar debe ser respetada y no se la debe tratar como una supersti-
3. Véase C. Geertz, El antropólogo como autor, Paidós, Barcelona, 1989. ción» (Wittgenstein, Observaciones, Siglo XXI, México, 1981, pág. 146).
42 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA PERSONA Y LA CULTURA 43

y contexto sobre los que a estas alturas no cabe mucha discusión- niente de evangelización. En segundo lugar, y como expresión de la
me ceñiré a dos autores que se han tenido como ejemplos de relati- segunda opción, me referiré a Montaigne que, si bien no estuvo «allí»,
vismo y particularismo y, por tanto, como el contrapunto edificante dispone su texto según esa convención retórica que exige un texto que
de una ceguera pertinaz por parte de nuestra cultura respecto de debe estar autorizado observacionalmente, como veremos más ade-
otras. Me sitúo así en la posición más incomoda, pero necesaria para lante. Me centraré en este caso en su texto «Los Caníbales», capítu-
defender mi punto de vista. lo 31 del libro 1.0 de los Ensayos. Al final trazaré alguna conexión
En primer lugar, y como ejemplo de la primera opción señalada con textos y polémicas de nuestro inmediato pasado todavía presente.
en el párrafo anterior, examinaré a Bartolomé de Las Casas cuyos
textos cumplen sobradamente la condición enunciativa del «haber
estado allÍ» 6 y de haber sido ampliamente debatidos, desde puntos II
de vista tanto negativos como positivos, «aquí».7 Me centraré en la
Apologética Historia Sumaria, que Pagden8 considera la primera En el caso de Las Casas no obstan sus múltiples actividades po-
obra extensa de etnología comparativa escrita en una lengua euro- líticas en defensa de los indios 9 -esa «inocentísima gente», «ove-
pea, y en el Argumentum apologiae que condensa su polémica con jas mansas», «más humildes, más pacientes, más pacíficas y quie-
las tesis de Ginés de Sepúlveda con motivo de la Junta de Valladolid, tas, sin rencillas ni bollicios, no rijosos, no querulosos, sin rencores,
donde se discutió la naturaleza de los indios al hilo de la cuestión sin odios, etc. »- 10 frente a «los lobos rapaces» de los españoles,
sobre la legitimidad de las guerras de conquista y el modo conve- para defender la tesis que he enunciado. Ciertamente, Las Casas se
distancia del concepto de «bárbaro», tal y como había sido acuñado
en ciertos sectores de la tradición griega, 11 especialmente Aristóte-
6. Las Casas recurre a menudo a formulas retóricas, cuya función es verosimili-
zar Y autorizar sus descripciones y argumentaciones, que hacen referencia al «ha- les. Concepto en la base tanto de la teoría de este último sobre la
ber estado allí» como, por ejemplo: «Todo esto lo expondré... no haciéndome eco... sino obediencia que naturalmente deben de prestar unos hombres infe-
de la propia verdad y de aquello que yo vi con mis ojos, palpé con mis manos y escu- riores a otros superiores -pues el bárbaro y el esclavo natural son
ché con avidez con mis propios oídos, durante los muchos años que viví entre aque- la misma cosa-, 12 como del uso que se hizo de esta teoría al defen-
llas gentes». En este caso la fórmula es doblemente autorizadora porque aúna tanto
la autoridad del testimonio observacional cuanto la pertinencia y relevancia de este
der no sólo el derecho de conquista, sino también el de esclavizar
tipo de testimonio, utilizando para ellos las palabras de San Juan Evangeiista al prin- en beneficio propio las poblaciones amerindias recién descubiertas.
cipio de la P Epístola. En última instancia, pues, es una remisión oblicua a la auto- Ya fuera esclavizándolas tout court o sometiéndolas a la tutela la-
ridad de la tradición la que presta su autoridad al testimonio observacional. Argu- boral, cultural y apostólica de las encomiendas -institución que Co-
... 24, 10_9: Para el texto del Argumentum apologiae y de la Apologética lón introdujo por primera vez en La Española en 1499- que debía
Htstona Sumana, utihzo el volumen 9 y 8, respectivamente, de Fray Bartolomé de
Las Casas. Obras Completas, edición de Ángel Losada, Alianza Editorial, Madrid, 1988. civilizarlos siquiera fuera por imitación de las formas de vida de
En el caso del Argumentum el número que aparece antes de la paginación corres- los encomendadores cristianos (el caso ejemplar es desde luego, en
ponde a .la foliación del manuscrito latino de París que sirve como paginación de este punto, Ginés de Sepúlveda, pero también todos los teólogos, ca- .
referencia.
nonistas y juristas que siguiendo la idea del teólogo escocés J ohn
7. Obviamente, mi propósito escapa al estéril y larguísimo debate sobre la bon-
o el sectarismo perverso anti-español de Las Casas, según Mair de aplicar la teoría aristotélica a las poblaciones recién des-
tipo los de Menendez Pelayo o Ramón Menénd_ez Pidal. Pero mi interpreta-
cwn se opone a un consenso bastante extendido. Para Angel Losada, editor reciente 9. Un buen resumen de ellas se puede encontrar en I. Pérez Fernández, «Barto-
de las Obras Completas y estudioso de Las Casas, éste es «enemigo cerrado de toda lomé de Las Casas» en Laureano Robles (comp.), Filosofía Iberoamericana en la épo-
superioridad de culturas ... [y] a su juicio, los pueblos precolombinos estaban tanto ca del Encuentro, Trotta, Madrid, 1992.
? más civilizados que la propia Europa». Lo que no se comprende entonces, y para 10. Brevísima Relación de la Destrucción de Las Indias, Cátedra, Madrid, 1982,
el no :parece !ener mayores consecuencias ni precisar explicación, es que afirme a pág. 71.
renglon segmdo que tanto Las Casas como Sepúlveda «eran partidarios de la obli- 11. Digo «ciertos sectores», porque no todo el pensamiento griego utilizó el con-
gatoriedad de la predicación del cristianismo en Indias, así como del paso de estas cepto de bárbaro de la misma manera. Con frecuencia se olvida que entre la sofísti-
regiones a la de los Reyes de España». Véase «Introducción» al Argu- ca, por ejemplo, se alzaron voces contrarias al sentido etnocéntrico de «bárbaro».
mentum apologtae, op. cit., vol. 9, págs. 11-12 y 21. 12. «Por eso dicen los poetas: justo es que los helenos manden sobre los bárba-
8. A. Pagden, La Caída del Hombre Natural, Alianza Editorial Madrid 1988 pág. ros, entiendo que bárbaro y esclavo son lo mismo por naturaleza». Aristóteles, Polí-
169. ' ' ' tica, 1252b (utilizo la edición de M. García Valdés en Gredas, Madrid, 1988).
44 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA PERSONA Y LA CULTURA 45

cubiertas, defendieron tal posición a partir de 1512).13 Así que no es se gobiernan de acuerdo con las leyes o el derecho, no cultivan la
mi intención negar la afirmación lascasiana de que «todo el linaje amistad, no tienen estado ni ciudad organizada políticamente; es
de los hombres es uno», sino ver que sobre esa afirmación de la uni- más, carecen de príncipe, leyes e instituciones. Éstos no contraen
dad del género, y desde el criterio de quién participa y quién no de matrimonio conformándose a ciertos ritos; finalmente no tienen nin-
la verdadera religión, se dibuja una jerarquía donde no se puede ser guna forma de comercio civilizado: no venden ni compran, no dan
verdadera y cumplidamente racional si no se participa de un modo ni toman en arriendo, no hacen contratos, depósitos, préstamos,
de vida plenamente civilizado que corresponde a la religión verda- como datos. Finalmente, no está en uso entre ellos ninguno de los
dera: el cristianismo católico y romano. Para ello procederé exami- contratos del derecho de gentes a que se refiere el Digesto. Es más,
nando los cuatro sentidos de «bárbaro» que establece en discusión andan desperdigados de un lado para otro, habitando montes y bos-
con la teoría de Aristóteles. Sin embargo, por motivos de la argu- ques, contentándose con sus mujeres sólo como lo hacen los anima-
mentación, lo haré alterando el orden habitual en que se expone el les tanto domésticos como salvajes».l 8 Estos bárbaros son aquellos,
asunto, que es el orden que el mismo Las Casas establece. según Las Casas, a los que se refiere Aristóteles en el libro 1.0 de
La primera clase de bárbaro «en sentido impropio y amplio de la Política y que no hay que confundir con aquellos otros a los que
la palabra, significa todo hombre cruel, inhumano, feroz, inexora- se refiere en el libro 3.0 , a los que después me referiré. Estos bárba-
ble y alejado de la humana razón, ya por impulso de la ira o de la .. ros simpliciter son los esclavos por naturaleza, aquellos a los que
naturaleza, de manera que, echadas a un lado la templanza, manse- se refería Homero en la Ilíada como malos hombres o más que hom-
dumbre y moderación humanas, se hace duro, áspero, pendenciero, bres, pero en todo caso «sin tribu, sin ley, sin hogar». 19 Su conduc-
intolerable y cruel y se precipita hacia crímenes que sólo perpetra- ta moral y su capacidad racional es más cercana a los animales que
rían las bestias feroces habitantes de las selvas». 14 En la Apologéti- a los hombres. Ahora bien, estos bárbaros que son como errores de
ca Historia Sumaria se dice que, en este primer sentido, bárbaro «sig- la naturaleza, o monstruos, no pueden constituir en ningún caso la
nifica una extrañez y exorbitancia o novedad que discorda de la mayoría de las gentes que pueblan la tierra. Si se admitiera tal po-
naturaleza y razón común de los hombres». 15 Y así Bartolomé afir- sibilidad ello contradiría principios ontológicos y teológicos que Las
ma que, en este sentido, tan bárbaros han sido los griegos, los lati- Casas piensa como bien asentados, inmutables y ciertos. Por un lado,
nos y los escitas (estos últimos, juntos con los persas, paradigma del el principio de que los efectos son proporcionados a sus causas y,
bárbaro para Aristóteles), como los españoles cuando cometen las por otro, el que la naturaleza produce de ordinario lo mejor y más
barbaridades que él se encargó de reseñar minuciosamente por es- perfecto pues ésta, la naturaleza, no es más que expresión de la in-
crito. Ya que, en este sentido, «bárbaro» se aplica propiamente a los teligencia suprema de un Dios bueno y omnipotente que quiere lo
individuos -«todo hombre, etc...-, y no a las culturas o a los pue- mejor. Así, que es de todo punto irreverente pensar que esas nuevas
blos. Nada hay pues de extraño -ni tiene mayores consecuencias e ingentes poblaciones recién descubiertas puedan ser considera-
antropológicas, morales y políticas- en que algunos indios, pocos das menos que humanas porque, de ser ello cierto, equivaldría a con-
o muchos, sean considerados bárbaros en este sentido. siderar la naturaleza defectiva y a su creador un chapucero demiur-
Sin embargo, hay otra clase de bárbaros 16 «en el sentido abso- go. Por tanto, esta clase de bárbaros no puede sino tener una pobre
luto, estricto y propio» («His barbaris, simpliciter, stricte, ac propie realización fáctica y tales seres, ser escasos. Por tanto, este tipo de
barbaris»). 17 Esta clase la constituyen «aquellos hombres que, por barbarie no puede predicarse de «toda una raza, nación, región o
su carácter impío y pésimo o por la aridez de la región en la que provincia... [suponiéndose] ... que en su mayor parte carezca del co-
viven, son crueles, feroces, estólidos, incultos, ajenos a la razón; no nocimiento natural y habilidad suficientes para regirse y gobernar-
se a sí misma». 20
No obstante, hay otra clase de bárbaros -según la taxonomía
13. Véase Pagden, op. cit., págs. 51 y sigs.
14. Argumentum ... 14, pág. 83.
15. Apologética Historia ... , pág. 1576. 18. Argumentum ... 16, pág. 89.
16. Ésta es la que Las Casas llama la tercera clase de bárbaros. 19. Política, 1253a.
17. Argumentum ... 20, pág. 99. 20. Argumentum ... 20, pág. 97.
46 GENEALOGÍAS DE LO MISMO
LA PERSONA Y LA CULTURA 47
de Las Casas, la segunda- que corresponde, según el parecer del
sunt propie barbari sed ex accidenti»). 27 En cualquier caso, no por
dominico, a aquellos bárbaros de los que habla Aristóteles en el li-
0 ser bárbaro por accidente no se es un bárbaro al que le
bro 3. de la Política cuando, al inspeccionar las clases de Teyes y
es decir: defectivo respecto a nosotros. Así que, en este ultimo :entl-
reinos, pone en segundo lugar el tipo de régimen político de los bár-
do -que no es idéntico al de «extrañeza», dos se Inclu-
baros. A éstos no hay que confundirlos con aquellos que son siervos
naturales de los cuales se habla en el libro 1.0 • 21 Estos últimos son, yan en esta segunda clase- sí que cabe una Jerarquia en la
por irracionales, incapaces de vida política alguna y por tanto des- ción. Sobre todo, si se tiene en cuenta algo en lo
provistos de cualquier virtud, mientras que aquéllos son capaces de citado, pero no explícitamente dich? y sólo n;anifiesto e? cuanto,sin-
vivir políticamente según formas de vida civil que se basan en sus toma. Me refiero a que Las Casas afirma aqui algo extrano para oidos
propias costumbres y leyes, lo cual resulta en que sus reyes son de- modernos, y algo falso. Lo cierto es que Beda no
fendidos por los ciudadanos mismos, y no como los propiamente ti- sino en latín; y lo extraño es que, afirmando que. el Ingles
ranos, que por medio de mercenarios, se defienden de sus ciudada- corresponde a la lengua materna de los ingleses, diga que el Idioma
nos, los cuales rehúsan obedecer voluntariamente. Hay en este punto, escrito (litterale sermone) que corresponde a nuestra lengua mater-
sin embargo, una ambigüedad en su análisis que no es habitualmente na es el latín. Ambas cosas se explican28 si se tiene en cuenta que
señalada. En efecto, por una parte, «es llamado bárbaro aquel que, Las Casas participa de la opinión de!endida por Santo
por la diferencia del idioma, no entiende a otro que le habla». 22 Des- Tomás de Aquino entre otros, de que la sctentta solo puede
de este punto de vista, en la Apologética Historia dice que «no hay se, glosarse y razonarse en el lenguaje escrito que propio, dife-
hombre ni nación alguna que no sea de la otra cualquiera bárbara rente del habla común que sirve para el trato cotidiano y la cohe-
y bárbaro». 23 Así las cosas, parece entonces que todas las culturas sión entre los hombres, y que sólo proporciona un
o etnias estén en la misma situación unas respecto de las otras y tosco y rudimentario tanto de la naturaleza física como
no quepa aquí establecer jerarquía alguna, pues bárbaro en este sen- Ello explica y hace comprensible, a su vez, que cuando mas
tido quiere decir tan sólo «extraño». 24 Pero, por otra parte, en el te en el texto del Argumentum esté defendiendo el alcance
mismo epígrafe referido a esta segunda clase de barbarie, y tanto nio de los indios, cite a Paulo Jovio Obispo de Nocera, en su Htsto-
en el Argumentum como en la Apologética Historia, se establece otro riae Sui Temporis, y conecte sin mediación el de
criterio que no es equivalente al recién mentado y sí jerarquiza unas la idolatría con el aprendizaje de «nuestra escntura»: no
culturas frente a otras: «a la segunda clase de bárbaros pertenecen le resultó nada difícil el convertir aquel pueblo, de por SI Ingenioso
aquellos que carecen del idioma escrito, correspondiente a su idio- y dócil, una vez que abandonó su supersticiosa idolatría, al_culto
ma materno (idioma escrito como es entre nosotros el latín) y así de Cristo. Así, con gusto y admiración aprenden nuestra esc::Itura,
no saben escribir en él lo que piensan. Por este motivo son conside- después de haber abandonado los jeroglíficos co_n los que. so han es-
rados incultos y carentes de letras y enseñanza». 25 Por esta razón, cribir sus anales, legando a la posteridad en diversas pinturas la
nos dice, Beda el Venerable escribió en inglés sobre todas las artes memoria de sus reyes». 29 Lo cual nos lleva a la cuarta clase de
liberales: para que su pueblo no fuera considerado bárbaro. Este tipo bárbaros.
de bárbaros no lo son en sentido absoluto (simpliciter) sino «secun- Una cuarta manera de ser bárbaro que «comprehende todos aque-
dum quid ... según alguna parte o calidad que les falta para no ser llos que carecen de verdadera religió.n? fe cristiana ... , todos in-
6
bárbaros»,2 es decir: son bárbaros por accidente («hoc est, non fieles, por muy sabios y prudentes filosofas que La razon es
porque no hay alguna nación (sacando la de los cnstlanos) _que no
21. No voy a detenerme en la justeza o no de las interpretaciones que Las Casas tenga y padezca muchos y muy grandes defectos, y en
¡·
hace de Aristóteles. Tal asunto desborda el espacio y mi propósito principal aunque.
está, ciertamente, relacionado con él. sus leyes, costumbres, vivienda y policías, las cuales n_o
22. Argumentum ... 15, pág. 87. dan, ni apuran y reforman en su vivir a manera de regimiento, sino
23. Apologética Historia ... , pág. 1577.
24. Ibídem, pág. 1578.
25. Argumentum ... 14, v. pág. 87. 27. Argumentum ... 15, pág. 86. . , 183
26. Apologética Historia ... , pág. 1577. 28. Este aspecto es puesto de manifiesto por Pagden, op. c1t., pags. 182- ·
29. Argumentum ... 25, págs. 109-111.
48 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA PERSONA Y LA CULTURA 49

entrando en la Iglesia; rescibiendo nuestra sancta y católica fe, por- que los indios no deben ser conquistados y sometidos a guerra y lue-
que sola ella es la ley sin mancilla que .... limpia las heces de toda go evangelizados. Ahí están no sólo las afirmaciones en estos tex-
mala costumbre, desterrando la idolatría y ritos supersticiosos, de tos, sino elprólijo De unico vocationis modo omnium gentium ad
donde todas las otras suciedades, vicios e máculas privada y públi- veram religionem. Pero ese afán evangelizador no evita, antes al con-
camente proceden». 30 El texto recién citado es suficientemente ex- trario más bien se sostiene en, que considere los testimonios de la
plícito, pero cobra mayor fuerza y sentido si tenemos en cuenta su tarea evangelizadora de los primeros tiempos de la Iglesia como la
contexto. prueba de «la brutalidad e irracionalidad, vicios y costumbres pra-
En primer lugar, hay que señalar que tanto en el Argumentum vas »34 de las gentes antes de su conversión a la verdadera religión.
apologiae como en la Apologética Historia, las distinciones sobre las A estas gentes son analogadas las poblaciones de las Indias, aun-
cuatro clases de barbarie argumental contra los esclavistas que, bien es cierto, no tiene recato en afirmar que «nosotros mis-
que quieren fundamentar su posición en Aristóteles- vienen inme- mos en nuestros antecesores fuimos muy peores, así en la irracio-
diatamente precedidas de sendos textos, el capítulo CCLXIII en la nalidad y confusa policía, como en vicios y costumbres brutales por
Apologética y la primera parte (Respuesta de Las Casas a Sepúlve- toda la redondez desta nuestra España». 35 Pero de nuevo: si nos pre-
da) para el Argumentum, donde se afirma que los indios son tan sus- guntamos quiénes son esos «nuestros antecesores» debemos remi-
ceptibles de ser evangelizados como cualquier otro pueblo. Así, en tirnos al momento en que nos cuenta cuando Santiago Apóstol «vino
el Argumentum, después de la afirmación de que los indios no es- a España, y como en gente fiera y barbarísima, como dice Trago Pom-
tán faltos de razón de forma que sean semejantes a los animales y peyo, y J ustino... que los llama pueblo bárbaro y fiero, viendo que
merecedores de ser llamados «bárbaros, inhumanos, salvajes y bru- hacía poco fructo, tornóse a Hierusalem». 36
tos», se contrapone a ese parecer que daba su «mansedumbre y su Así que no es extraño que después de su analítica del uso que
modestia ... [los indios] están, sumamente dispuestos y preparados del término bárbaro hace Aristóteles como base de su teoría de la
a abandonar la idolatría y a recibir, provincia por provincia y po- servidumbre natural, nos encontremos con lo que desde su prólogo
blado por poblado, la palabra de Dios y la predicación de la ver- se nos sugería: que fuera de la verdadera religión tanto los hombres
dad».31 La misma disposición, que es una yuxtaposición sin media- como a las comunidades políticas son racionalmente defectivos. Esa
ción alguna entre ambos tipos de afirmación, rige para el texto de es la razón por la que, al final de su argumentación sobre los bárba-
la Apologética Historia. Pero lo significativo del caso es que, en su ros y contra la esclavitud, se cite como argumento de autoridad a
argumentación, Las Casas recorre todo tipo de ejemplos de la «an- Lactancia, en las Divinas Instituciones, cuando afirma que «no hay
tigua gentilidad» que ponen de manifiesto cómo, es el caso de Ju- que admirarse de que la religión de los bárbaros concuerde con sus
das Tadeo, «mitigaba con el santo dogma a estas gentes fieras e in- costumbres» o que no es de extrañar que «manaran todas las mal-
dómitas, de naturaleza parecida a las bestias, y las sometía al dades de esta gente, entre la cual los mismos vicios son religiosos,
dominio de la fe». 32 Ciertamente, el empeño de Las Casas.es mos- por lo que no sólo no se evitan, sino que se cultivan». 37 Y ésta es
trar que «ninguna nación, por embriagada y absorta o zambullida también la razón de que, citando a San Agustín en De civitate Dei,
que esté en vicios y sea de corruptísimas costumbres, ni es de la par- se afirme que «donde no hay verdadera justicia, por mucha que sea,
ticipación del Evangelio segregada ni de su conversión a la verdade- o parezca justicia, como es en los que carecen de cristiana fe, ni hay
ra religión y culto divino, y después de gozar de la divina división Derecho, ni justicia, y muy poco se puede llamar verdadera repúbli-
imposibilitada, ni a alguno le es lícito ni permitido que de pecados ca».38 No es extraño, pues, que justo a renglón seguido, y citando a
de algunas tenga asco, y piense que esté de la divina misericordia San Jerónimo en la Epístola ad Heliodorum episcopum, se afirme
olvidada». 33 Y ciertamente, también, Las Casas repite una y otra vez
34. Cit. ad loe.
30. Apologética Historia ... , pág. 1583. 35. Ibídem, pág. 1575.
31. Argumentum ... 14, v. págs. 81-83. 36. Ibídem, pág. 1574.
32. Apologética Historia ... , pág. 1574. 37. Apologética Historia ... , págs. 1583-1584.
33. Ibídem, pág. 1574. 38. Ibídem, pág. 1584.
50 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA PERSONA Y LA CULTURA 51

que «los que carecen de la verdadera fe, no del todo hombres, sino En La Razón en la Historia, Hegel afirma que los autóctonos de
bestias ·son y llamarse pueden». 39 América eran tan perezosos que un eclesiástico tenía que tocar la
Y es que, en segundo lugar, que no pueda haber una verdadera, campa.na a media noche para recordarles a los indios que debían
plena y virtuosa comunidad política si ésta no es una comunidad cumphr sus deberes conyugales. Que esos pueblos hayan práctica-
cristiana, deja a estos bárbaros secundum quid en una situación no mente desaparecido se debe a la inferioridad, no sólo de fuerza físi-
por accide:qtal menos precaria. De hecho, cuando en la Apologética ca, e incluso de estatura, sino también de cultura. Prácticamente des-
Historia Las Casas se pregunta de dónde provienen las inclinacio- provistos de inteligencia, su resistencia a la educación era casi
nes feroces e del bárbaro simpliciter, responde que, o bien absoluta. Por eso las organizaciones eclesiásticas los trataron en
de su vivir en un medio natural y climático adverso que los hace cuanto partícipes del «estado natural de incultura y barbarie»: en
«bajos de entendimiento y con inclinaciones perversas», o bien «por consecuencia: imponiéndose a ellos con autoridad espiritual e im-
la mala y envejecida y depravada costumbre en algunas tierras, de poniéndoles trabajos tanto para despertar como para satisfacer sus
donde proviene que usando muncho tiempo malas obras, no yéndo- necesidades. Como vivían como niños, día a día, inconscientes, pri-
les a la mano, hacen hábito, y así van a parar a ser cuasi irraciona- de toda reflexión y de toda intención superior, «eligieron el
les y brutales, que no sean ya regibles por ley, o que si alguna tuvie- meJor método para elevar su condición y asumieron, respecto de
ran les sea insufrible». 40 En este sentido, un poco más adelante ellos, la posición de los !?adres frente a sus hijos».4 3 Si volvemos
llega a decir que estos bárbaros simpliciter «por la mala costum- ahora la mirada hacia el Africa negra para caracterizar ese estado
bre, la razón que tenían, que era suficiente, depravaron y ofusca- natural de incultura y barbarie, nos encontramos con una justifica-
ron»,41 de forma que ya no fue posible entre ellos ni la ley ni la co- ción histórica de la esclavitud. «Los negros», así globalmente los lla-
munidad política. Ahora bien, hay que recordar que todo el empeño ma y así nos dice Hegel, dada su identificación inmediata con la na-
que tenía Las Casas en interpretar a Aristóteles como distinguien- turaleza, se hallan en .un estado en el que «su conciencia no ha
do entre los bárbaros de los que habla en el libro 1.0 y el 3.0 de la la contemplación de una objetividad sólida, como por
Política, radicaba en que estos últimos, en cuanto capaces de vida eJemplo Dios, la ley, a la cual pueda adherir la voluntad del hom-
política, demostraban su capacidad de juicio racional y las buenas bre, y por la cual pueda llegar a la intuición de su propia esen-
disposiciones de su voluntad. Si ahora se mantiene que sin la verda-
dera religión, no hay ni justicia, ni derecho, ni verdadera vida políti-
ca, que las costumbres depravadas están en consonancia con la ido-
en L. (comp.), La Ética en la Conquista de América. CSIC, Madrid, 1984, págs.
latría donde el mismo vicio es considerado religioso y, por otra parte,
embarg.o, oportunas dos constataciones. La primera es que,
se retiene el principio de que las malas costumbres incluso destru- SI bien es Cierto el VIraJe pohtico, desde el punto de vista conceptual que desarrollo
yen una razón, en principio suficiente, hasta el punto de llevar a los las cosas quedan como estaban. Pues, si es cierto que a partir de ese momento se
depravados a ser casi irracionales y brutales, aparte de no disponer les reconoce a los indios la libertad de rehusar el dominio de los reyes de Castilla
del instrumento esencial del conocimiento stricto sensu (la escritu- Y no por ello ser acreedores de guerra justa, no es menos cierto que tal libertad se
les reconoce «después de cristianos... mientras ellos permanecieran en la fe y en la
ra), hay que pensar que la barbarie secundum quid no es poca cosa observancia de la justicia». Así que la libertad, ahora reconocida, para desarrollar
cuando se trata de establecer una jerarquía de lo humano según el una suerte de pacto constitucional con la corona, tiene como condición previa no
criterio de su mayor o menor racionalidad. 42 sólo la conversión general-eso sí, pacífica- de los señores naturales de las Indias
Y de sus súbditos, sino la «previa enfeudación, plena y formal, de esos mismos rei-
nos Y súbditos respeto a la Santa Sede» (art. cit., op. cit., pág. 260). La segunda es
39. Cit. ad loe. que, como pone de manifiesto el propio Vidal Abril, Las Casas mantuvo, desde ese
40. Ibídem, pág. 1581. momento hasta su muerte, la vieja posición (i.e. una vez cristianos se devenía ente-
41. Ibídem, pág. 1582. ramente sujetos a la Iglesia y a la Corona) y la nueva. Su propósito era táctico más
42. Podría objetárseme pasar por alto el hecho de que Las Casas radicalizó sus que crítica doctrinal: la eficacia evangelizadora. Todo lo que dice Vidal Abril sobre
puntos de vista en el curso del debate de la Junta de Valladolid. En concreto, el ob- el «sacroimperialismo» de Las Casas y su coexistencia posterior con la posición ex-
viar el giro que supone la duodécima réplica tal y como quedaron publicadas sus presada en la duodécima réplica refuerza mi interpretación.
últimas doce réplicas en 1552-1553, véase Vidal Abril-Castelló, «La bipolarización 43. Hegel, Die Vernunft in der Geschichte. Utilizo la edición de Kostas Papaioan-
Sepúlveda-Las Casas y sus consecuencias: la revolución de la duodécima réplica», nou, La Raison dans l'Histoire, París, Plon, 1965, pág. 234. '"'"(llOMII'
•MIVII!UIDAD NACIONAl DI "'
52 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA PERSONA Y LA CULTURA 53

cia». 44 El negro, es por tanto, el hombre inconsciente de sí y no po- clavista. Como he repetido, su análisis de los diferentes sentidos de
demos encontrar nada en él que concuerde con lo humano. Impro- «bárbaro» tiene como objeto enfrentarse a los esclavistas y a las gue-
piamente, podemos hablar de «religión de los negros», pero ésta no rras de conquista que, de ser estimadas justas, pasaban a ser consi-
va más allá de sus dos momentos: la magia -donde el hombre opues- deradas guerras de captura. Pero creo que queda apresado en bue-
to a la naturaleza se representa como dominándola al investirla de na medida por el esquema conceptual que critica. En el fondo, hay
su fuerza- y el fetichismo -donde se da una representación de la pautas comunes respecto de Aristóteles y Hegel. Como Hegel, co-
fuerza de los hombres exterior a la conciencia y a la cual se le pres- necta la defectiva racionalidad -y ya hemos dicho que la que reco-
ta la figura sensible de un objeto. Pero, estrictamente, no cabe aquí noce a los indios no es poca cosa- con la carencia de verdadera re-
hablar de verdadera religión, porque ésta comienza cuando el hom- ligión. Partiendo de Aristóteles, y con Hegel también, piensa que sólo
bre «reconoce un ser supremo, que es en sí y para sí, totalmente ob- hay posibilidad de una verdadera vida moral en el seno de una for-
jetivo, absoluta esencia determinante, poder superior por relación ma política verdadera, que para él no puede ser sino cristiana. Y,
al cual el hombre es algo más débil y más bajo». 45 Todo ello redun- sobre todo, -mantiene el supuesto de que está en el interés del otro
da en que no puede encontrarse mayor desprecio por el hombre mis- el adecuarse a formas culturales que le son extrañas si es que quie-
mo que entre los negros que viven en estado de naturaleza. Este des- re ser plenamente racional. Estrictamente, tanto Las Casas como He-
precio ético y jurídico es lo que constituye su principal característica, gel no apelan explícitamente a una integración del otro en nuestra
cuyo gobierno es siempre tiránico. Entre ellos mismos reina la es- propia cultura, sino a una integración del otro en la historia univer-
sal: historia de la salvación en el caso de Las Casas, e historia secu-
clavitud y ésta es la relación sobre la que se basa su derecho. Es por
lar en el caso de Hegel. Si bien -y precisamente en esta falacia ra-
ello que la esclavitud (ahora la que ejercen los europeos y america-
dica su etnocentrismo- la universalidad aquí no es sino una
nos sobre ellos) «en la medida en que tiene lugar en el interior del
extensión de la propia particularidad. En los tres discursos, aunque
Estado... , es en sí misma un momento del progreso con respecto a
con diversas consecuencias, el otro es defectivo respecto a nosotros
la pura existencia aislada y sensible, un momento de la educación,
porque no accede a una racionalidad plena. Sin embargo, bien es
una suerte de anticipación en la vida ética y cultural superior. La
en el de Aristóteles el esclavo por naturaleza lo es para
esclavitud es una injusticia en sí y por sí, porque la esencia del hom- Siempre debido a su peculiar constitución, es decir: su esencial in-
bre es la libertad. Pero para llegar a la libertad, el hombre debe de capacidad de ser plenamente racional al carecer de facultad delibe-
adquirir primero la madurez necesaria. La eliminación gradual de rativa.48 En el caso de Bartolomé, y también en el de Hegel, esa
la esclavitud es, por esta razón, más oportuna y más justa que su irracionalidad es por accidente y puede ser superada. Hegel, hemos
abolición brutal... La esclavitud no debe existir... pero el «debe» ex- visto, decía que la mejor actitud a tomar era la de «los padres frente
presa algo subjetivo, y es como tal, no histórico. Lo que falta toda- a los hijos» y tal posición conviene perfectamente a Las Casas. Pues,
vía al «debe», es la sustancialidad ética de un Estado... No se puede desde el esquema de la Política del que parte, se puede no ser plena-
pretender de manera absoluta que el hombre, por el solo hecho de mente hombre en la forma en la que lo es el niño, que tiene facultad
que sea un hombre, sea considerado como esencialmente libre». 46 deliberativa tan sólo en potencia requiriendo así, temporalmente, la
Es sorprendente hasta qué punto resuena en estas páginas de He- tutela del adulto hasta llegar al pleno uso de razón. Pero hay que
gel el Aristóteles de la PolíticaY Si me he extendido, no siendo éste pagar un precio: dejar de ser idólatra y las formas de vida que ello
el tema preciso que había enunciado, es porque creo clarificador conlleva o integrarse al proceso histórico de nuestra cultura. Dos
comparar en algunos respectos la posición de Bartolomé con estos maneras diferentes de decir una misma cosa: que deben de renun-
dos solemnes etnocentristas. Ciertamente, Bartolomé no es un es-
48. En Aristóteles, la diferencia entre el hombre libre y el esclavo por naturale-
za, el bárbaro, no es de grado sino específica: el esclavo no es plenamente racional
44. Ibídem, págs. 250-251. porque carece de facultad deliberativa y por tanto, al ser incapaz de arbitrar me-
45. Ibídem, págs. 252-253. dios para conseguir fines, carece de proairesis o de elección libre. Ese arbitraje es
46. Ibídem, págs. 260-261. el que proporciona el hombre libre que se convierte en señor suyo. Véase Políiica,
47. Desde un punto de vista interior al sistema de Hegel, no es sorprendente. 1260a y 1255b.
54 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA PERSONA Y LA CULTURA 55

ciar a ser como son si es que quieren ser verdaderamente libres y al cual puso por nombre Francia Antártica». 51 Esta voluntad de ve-
moralmente responsables, es decir, sujetos de pleno derecho. El caso rismo observacional se refuerza a lo largo del corto relato en varias
es que en Las Casas hay algo sorprendente: en los primeros párra- ocasiones. Así, cuando dice haber departido con «comerciantes y ma-
fos del Argumentum, 49 hay una explícita demanda de reconocer la rineros» conocedores de aquellas tierras, de forma «que a sus in-
diversidad y particularidad de los diferentes etnias y pueblos de las formes me atengo sin confrontarlos con los informes de los cosmó-
Indias; ese empeño descriptivo es el que se lleva a cabo en la Apolo- grafos».52 O cuando desliza en su relato que aquellos hombres en
gética Historia. Sin embargo, cuando se trata de los indios en cuan- lugar de pan comen una sustancia blanca como el cilandro azuca-
to bárbaros en el 4.0 sentido, el reduccionismo es absoluto. Y así, rado: «yo lo he probado y tiene el gusto dulce y algo desabrido». Al
su porvenir no puede ser sino repetición de nuestro pasado. 50 final de su texto incluso nos sorprende contándonos que tuvo oca-
sión de hablar con uno de los tres hombres de esas tierras que visi-
taron Ruán cuando el rey Carlos IX vivía en la ciudad. ¡Hélas!, el
III propio Montaigne nos dice que tuvo no pocos problemas con la tra-
ducción y que sacó escaso provecho del encuentro.
Si Las Casas recorrió La Española, Cuba, Venezuela, Colombia, Desde el principio el propósito de Montaigne es nítidamente
Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala enunciado: criticar «las opiniones comunes» recibidas respecto al
y México, cruzando diez veces el Atlántico, Montaigne, sin embargo concepto de bárbaro y enjuiciar el asunto «por el camino de la ra-
no se movió ni muchas veces, ni excesivamente lejos, de su Périgord zón». Y su posición, que el ensayo tratará de argumentar, claramen-
natal. Desde luego conoció París, como también Italia, viajando a te establecida: «Creo que nada hay de bárbaro ni salvaje en esas na-
través de Suiza y Alemania, y poco más. No por ello, sin embargo, ciones ... lo que ocurre es que cada cual llama barbarie a lo que es
deja de disponer su relato -Los Caníbales- según el di.spositivo re- ajeno a sus costumbres». Montaigne, en buen escéptico a lo Sexto
Empírico, establece la razón epistemológica de que así procedan
tórico del «haber estado allí». Si no de él mismo, su relato, nos dice,
aquellos dogmáticos que, por cierto, hacen lo que todos hacen, pero
procede a partir del testimonio «de un hombre que había vivido diez
no son conscientes de ello: como el criterio que usamos para distin-
o doce años en ese otro mundo, que ha sido descubierto en nuestro
guir «la verdad y la razón» son las opiniones y usos del país en que
siglo, en el lugar en que Villegaignon tocó tierra [Brasil, en 1557]
vivimos, 53 según ese criterio dictaminan, pero no relativamente a
ese criterio sino de manera absoluta, «la perfecta religión, el gobier-
49. «Además, su error e ignorancia [por los esclavistas y partidarios de la con- no más cumplido, el más irreprochable uso de todas las cosas».
quista] se ponen muy de manifiesto, ya que sientan definiciones sobre asuntos que Y así desde, según él, la pura observación sensorial no sesgada
atañen a una infinita multitud de hombres y a muy vastas regiones de extensísimas por las interpretaciones que acompañan los datos en los informes
provincias, al no conocer bien éstos tales cosas, incurren en suma desvergüenza y de los hombres cultos -datos que por lo demás se «adulteran» para
temeridad cuando afirman que aquellas tienen gravísimos defectos, ya naturales ya
morales, y al condenar en masa a tantos miles de hombres, cuando la realidad es
apoyar sus interpretaciones- y ateniéndose a su informante, «sen-
que la mayoría de ellos eran libres de tales defectos>>. Argumentum, 11, v. pág. 77.
50. Todorov, en Les morales de l'histoire, París, Grasset, 1991, págs. 63-64, afirma 51. Montaigne, Oeuvres Completes, edición de Robert Barral, París, Seuil, 1967.
que el igualitarismo de Las Casas; y su convicción de la superioridad de la religión pág. 98. Salvo indicación contraria, siempre me referiré a «Des Cannibales>>, Essais,
cristiana, le llevan a atribuir a los indios las características de los cristianos idea- I, 31. Como en la edición de referencia el texto sólo ocupa, al estar dispuesto en dos
les y a un asimilacionismo inconsciente. Así, tanto el asimilacionismo generoso, como columnas por página, las págs. 98-103, con el fin de aligerar las citas a pie de página
el etnocentrismo de Sepúlveda, concluyen en la ignorancia respecto a cómo son los en este caso no citaré la paginación. Utilizo la primera traducción al castellano de
indios. Con esta última afirmación estoy en gran medida de acuerdo. Pero, según los Ensayos de Constantino Román y Salamero en Garnier, París, 1898. Su traduc-
el objeto de este trabajo, me parece relevante señalar una diferencia importante res- ción conserva un sabor arcaizante que conviene al francés de Montaigne.
pecto de Todorov: los indios, por decirlo aristotélicamente, son cristianos ideales 52. Pues se supone que estos últimos no han estado «allí».
en potencia, pero no en acto; por lo tanto debe de mediar la acción evangelizadora 53. Ése es el décimo tropo «según las formas de pensar, costumbres, leyes, creen-
que es, a la vez, civilizadora. Lo cual reafirma mi aserto principal: que considerados cias míticas y opiniones dogmáticas», «justamente el que más referencia hace a lo
por relación a lo que les falta, son defectivos respecto de nosotros en cuanto a su ético», dice Sexto Empírico, Esbozos Pirrónicos, libro I, 145. Utilizo la edición de
racionalidad. A. Gallego Cao y T. Muñoz Diego, Madrid, Gredas, 1993.
56 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA PERSONA Y LA CULTURA 57

cilio y rudo, condición muy adecuada para ser verídico [el] testimo- to; desgarrar por medio de suplicios y tormentos un cuerpo todavía
nio», nos dice que ese nuevo mundo: «Es un pueblo, diría yo a Platón, lleno de vida, asarlo lentamente, y echarlo luego a los perros o a los
en el cual no existe ninguna clase de tráfico, ningún conocimiento cerdos; esto, no sólo lo hemos leído, sino que lo hemos visto recien-
de las letras, ningún conocimiento de la ciencia de los nin- temente, y no es que se tratara de antiguos enemigos, sino de veci-
gún nombre de magistrado ni de otra suerte, que se aplique a nin- nos y conciudadanos, con la agravante circunstancia de que para la
guna superioridad política; tampoco hay ricos: ni pobres, ni comisión de tal horror sirvieron ·de pretexto la piedad y la religión.
tos, ni sucesiones, ni particiones, ni más profesiones que las odiosas, Esto es más bárbaro que asar el cuerpo de un hombre y comérselo
ni más relaciones de parentesco que las comunes; las gentes van des- después de muerto». Es conveniente, aunque quizá no necesario por
nudas, no tienen agricultura ni metales, no beben vino ni cultivan sabido, recordar en este punto que Montaigne vivió las sangrientas
los cereales. Las palabras mismas que significan la traición, el disi- guerras de religión en toda su crueldad descarnada. Sólo dieciséis
mulo y la avaricia, la envidia, la detracción, el perdón, les son des- años antes de su nacimiento (1533), Lutero había hecho públicas sus
conocidas. ¡Cuán distante hallaría Platón la república que imaginó noventa y cinco tesis sobre las indulgencias; tres años más tarde fue
de la perfección de estos pueblos!». excomulgado, y si a la edad de doce años veinticuatro pueblos de
El lector debe recordar ahora la descripción del bárbaro en el la Provenza habían sido arrasados y sus habitantes masacrados por
tercer sentido de Las Casas -aquella que él dice corresponde a la herejía, cuando Montaigne tenía quince vio la sangrienta represión
que hace Aristóteles del siervo por naturaleza- ver cóm? ésta que sucedió a la rebelión de Burdeos frente a Enrique II. Casi con
Montaigne contiene bastantes elementos de aquella. La
cuarenta años, y después de su famoso retiro, tiene lugar la noche
es que Montaigne piensa que no hay nada de censurable en la mis-
de San Bartolomé, donde cerca de cuatro mil hugonotes son asesi-
ma mientras que el dominico afirma -teniendo en cuenta las re-
nados en masa en París, y después la ininterrumpida sangría entre
que he puesto de que esa caracterización no co-
católicos y reformados bajo los reinados de Carlos IX y Enrique III,
rresponde al indio y, por lo tanto, no es bárbaro simpliciter. sino
hasta la coronación de Enrique de Navarra como Enrique IV en las
secundum quid. Esa voluntad tolerante, que reposa en asunciones
postrimerías del siglo.
ontológicas diferentes, se nos anuncia prácticamente desde el título
elegido por Montaigne para su ensayo -«los caníbales»- que se si- Parece, pues, que Montaigne elabore un discurso tolerante y tan
túa así en la posición más difícil, al ser el canibalismo uno de los respetuoso con las particularidades del otro que está dispuesto in-
crímenes nefandos, causa de guerra justa contra quienes lo come- cluso a comprender, no sólo en el sentido de percibir o captar la par-
ten, y tópico recurrente para calificar de bárbaras a las poblacio- ticularidad sino también en el sentido de acuerdo en la opinión o
nes, ya sea en tanto bestiales, cuasi irracionales o irracionales por unidad de sentimiento («Creo que es más bárbaro, etc... »), lo que
accidente, desde Aristóteles, Colón, Sepúlveda, Las Casas, Hegel y parece más inadmisible según nuestras costumbres y usos. Y todo
tantos otros. 54 Y así haciendo un tour de force verdaderamente in- el ensayo de Los Caníbales tiene esa apariencia. Sin embargo, las
tempestivo para la época, afirma: «No dejo de reconocer la barba- cosas no son exactamente como parecen. Pues ya dije antes, que
rie y el horror que supone comerse al enemigo... [sin Creo estos caníbales y todos aquellos a los que los dogmáticos, según
que es más bárbaro comerse a un hombre vivo que comérselo muer- Montaigne, llaman bárbaros descalificadoramente, sólo son absuel-
tos por éste en la medida en que proyecta sobre ellos un ideal de
vida extraño a ellos, que tiene el resultado de borrar su peculiari-
54. Por cierto, que la acusación de canibalismo para descalificar absolutamente dad y n1antener su desconocimiento. 55 Todo el ensayo tiene, como
al otro es casi una regularidad empírica transcultural. Puesto que estamos en el con- trasfondo que se muestra de múltiples maneras, las guerras de re-
texto de las Indias, sirva el ejemplo que brinda la carta de Colón a Santángel, de
15 de febrero de 1493, donde da cuenta del descubrimiento. Allí los caribes son des-
critos como caníbales, pero a partir del testimonio de los arawacos enfrentados con 55. Reconozco mi deuda respecto de este enfoque con Todorov, op. cit., págs. 65
aquéllos: «Así que mostruos no he hallado ni noticia, salvo de una isla que es Ca- y ss., y Nosotros y los Otros, Madrid, Siglo XXI, 1991, págs. 53 y ss. Un análisis por-
rib... que es poblada de una iente que tienen en todas las islas por muy feroces, los menorizado de Los Caníbales, también deudor de Todorov, es el de C. Aguilar Jimé-
cualles comen carne umana». Colón, Textos y documentos completos, C. Varela (comp.), nez y V. Vilana Taix, «Montaigne: la etnografía como instrumento moralizante», Stu-
Madrid, Alianza, 1982, pág. 146. dium, n. 0 5, 1993, págs. 273-300.
58 GENEALOGÍAS DE LO MISMO
LA PERSONA Y LA CULTURA 59
ligión y dinásticas. Cuando se trata de describir a los caníbales re-
relación al ensayo «De los coches». 56 «Esas naciones me parecen so-
sulta que «sus guerras son completamente nobles y generosas»; «no
lamente bárbaras ... [se nos dice en Los Caníbales] ... porque perma-
luchan por la conquista de nuevos territorios»; «el botín del triunfo necen todavía en los confines de la ingenuidad primitiva... a veces
consiste únicamente en la gloria y superioridad de haberlos [a los lamento que no hayan tenido noticia de tales pueblos, los hombres
enemigos] sobrepasado en valor y virtud»; «a los prisioneros no les que hubieran podido juzgarlos mejor que nosotros [y menciona como
exigen otro rescate que la confesión y el reconocimiento de haber Platón y a ... pues se me figura que lo que por
sido vencidos», etc. Y en cuanto a los sacerdotes, si no aciertan en expenencia vemos en esas naciones sobrepasa... las pinturas con que
sus adivinaciones y predicciones «se los corta y tritura en mil peda- la poesía ha embellecido la edad de oro de la humanidad... ». Apare-
zos», porque -y aquí, a renglón seguido, Montaigne reflexiona en cen aquí varios elementos que presiden las referencias explícitas que
abstracto- «a esos que nos vienen engañando con las seguridades Montaigne hace a las conquistas, esta vez no de los portugueses, sino
de una facultad extraordinaria, cuyo fundamento reside fuera de los de los españoles, en De los Coches ... Volvemos a encontrar en él una
límites de nuestro conocimiento, ¿por qué no castigarlos en razón pauta sólo la mitad del mismo está referido a los reyes
de que no mantienen el efecto de sus promesas, al par que por lo de las Indias, porque la primera mitad consiste en la condena críti-
temerario de sus imposturas?». ca de nuestros gobernantes al ser contrastados con aquéllos. Pero
Y, así, de volver al texto donde Montaigne se dirigía retóricamente el caso es que América sirve para avalar dos tesis independientes:
a Platón, vemos que la caracterización que hace de los indios res- que la humanidad sigue el modelo de desarrollo de los individuos
ponde, de nuevo, a una suerte de inversión simple donde resulta que (infancia, juventud y madurez), de forma que todas las sociedades
los indios carecen, lista y llanamente, de aquello que poseen los con- pasan por diferentes etapas como éstos, y que la Edad de Oro, que
temporáneos de Montaigne y que constituye la cultura en la que vive Montaigne refiere explícitamente a la literatura clásica, se sitúa cerca
-a la cual él critica- pero que, a la vez, entiende no como una cul- de los orígenes para después degradarse en artificio y decadencia.
tura posible sino como la cultura en absoluto. De forma que no es Afirma Todorov que se podrían conciliar ambas tesis si intercalára-
qUe los indiostengan otra, sino que no tienen ninguna en absolu- mos entre la infancia de los indios y la que Montaigne piensa como
to. Pero que no tengan cultura en absoluto, afirmación que para nuestra propia decadencia, «la joven madurez de los griegos», ver-
Bartolomé sería desastrosa -aunque no crea que sea ése efecti- dadera Edad de Oro de la cual los indios están más cerca que noso-
vamente el caso- porque a pesar de su crítica conserva asuncio- tros, aunque de ellos tengan cosas que aprender en cuanto que no
nes aristotélicas, para Montaigne sólo quiere decir que los indios participan de la misma. 57 En Los Caníbales, esa apología de lo clá-
están desprovistos de todo artificio decadente, conservando de tal sico se muestra de múltiples maneras. Una de ellas ya ha apareci-
suerte la fuerza y espontaneidad prístina de la naturaleza: «Así do: el lamento de que a los indios no los hayan conocido hombres
son salvajes esos pueblos como los frutos a los que aplicamos igual más capaces que nosotros en la tarea de la comprensión, como Li-
nombre por germinar y desarrollarse espontáneamente... [pero cq.rgo o Platón; otra cuando, describiendo las canciones de los caní-
deberíamos llamar salvajes] ... a los que por medio de nuestro ar- bales, asegura que su poesía «no sólo no tiene nada de bárbara, sino
tificio hemos modificado y apartado del orden al que pertenecían; que se asemeja a las de Anacreonte. El idioma de aquellos pueblos
en los primeros se guardan vigorosas y vivas las propiedades y es dulce y agradable, y las palabras terminan de un modo semejan-
virtudes naturales, que son las verdaderas y útiles ... El arte no ven- te a las de la lengua griega»; en fin, en la profusión de citas de Virgi-
ce a la madre naturaleza, grande y poderosa ... así es que por todas lio, Horado, Propercio, Séneca, Claudiano... que funcionan a lo
partes donde su belleza resplandece, la naturaleza deshonra nues- go del texto como reservorio axiológico desde donde establecer los
tras invenciones frívolas y vanas». He aquí, pues, «el buen salvaje» juicios morales. Me gustaría partir de este aspecto del modelo bio-
en todo su esplendor. lógico evolutivo para concluir.
No permite la ocasión mayor abundamiento. Sí querría, sin em-
bargo, destacar otro aspecto del asunto que en el ensayo que comen-
tamos sólo se muestra como síntoma, pero que Todorov discute en 56. Ensayos, IV, 6.
57. Véase Todorov, Les morales de l'histoire, op. cit., pág. 67.
60 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA PERSONA Y LA CULTURA 61

IV Boas con el evolucionismo clásico o la crítica de E. E. Evans-Prit-


chard a Lévy-Bruhl-, ésa polémica se dio en la forma de un debate
Cuando comparamos a Las Casas con Aristóteles y Hegel, vimos sobre si cabía hablar de un relativismo de las razones. Es decir, bajo
que sus compromisos ontológicos permitían, a de la forma de si los criterios de racionalidad eran o no universales y
teles pero a semejanza de Hegel, pensar en la perfectlbrhdad hrsto- tenía sentido en absoluto hablar de «SUS criterios de racionalidad»
rica de las poblaciones amerindias. A través de una evangelización y «nuestros criterios de racionalidad». Gran parte de esa polémica
«suave», y no basada en la guerra de conquista, se esperaba la evo- se dio en torno a las posiciones de Peter Winch cuando publicó, en
lución de aquellas sociedades a un estadio superior. 58 Montaigne, 1964, Comprender una sociedad primitiva. 60 Allí, Winch argumen-
usa también, como hemos visto, un esquema evolucionista. Lo que taba que bien podemos hablar de una noción de racionalidad for-
ocurre es que Las Casas es un evolucionista progresista, Y Montaigne, malmente universal, en el sentido de que toda comunidad lingüísti-
podríamos decir, un evolucionista regresivo. Desde luego las socie- ca, por el mero hecho de serlo, debe tener rasgos del uso que hacen
dades han pasado todas por diferentes estadios evolutivos aunque del lenguaje sus miembros, que sean análogos a aquellos rasgos de
nosotros hayamos ido a peor, separándonos de la pureza del origen, nuestro uso del lenguaje que están conectados con nuestras aplica-
y que de lo que se trate sea de recuperar el tieinpo perdido. Pero ciones del término «racional». Ahora bien, Winch extiende la metá-
en cualquier caso, lo que me parece relevante señalar es que todo fora de «juego de lenguaje» y la noción afín de «seguir una regla»
esquema evolutivo es universalista, si bien de un in- -acuñadas por Wittgenstein para dar cuenta de la naturaleza del
satisfactorio. Al final se alcanza, o se desea alcanzar como rdea re- lenguaje- a todas las acciones humanas que tienen sentido o ca-
gulativa, un estadio que en cualquiera de los casos se concibe como rácter simbólico. De forma que el lenguaje verbal no es sino una es-
óptimo. Sin embargo, ese universalismo es etnocéntrico porque, en pecie de un género más amplio -la acción significativa- aunque,
un caso, el otro es defectivo respecto de un optimum que todavía no metodológicamente, esta especie sirva como paradigma para enten-
ha alcanzado y que, explícitamente, queda postulado como aquello der la acción humana. Por tanto, en consonancia con este entendi-
que caracteriza a quien lo postula. Mientras que, en el otro caso, hay miento del lenguaje que se considera como plexo de prácticas regla-
un etnocentrismo «doble»: el sujeto de la enunciación etnográfica das inmerso en un contexto más amplio de prácticas, captar los
se sitúa exclusivamente desde el punto de vista que supuestamente criterios de racionalidad, no sólo formales, sino propios de una co-
encarnan los otros, 59 pero los otros son, a la vez, la encarnación de munidad extraña, dependerá de la captación del sentido de un con-
unos valores culturales que les son extraños, que los desfiguran, Y junto de reglas de conducta en las que concuerdan los miembros
que pertenecen a nuestra tradición, aunque nosotros no los satisfa- de una determinada cultura. Pero ese sentido no puede ser simple- ·
gamos de hecho y por ello debamos evolucionar regresivamente para mente dilucidado en términos de la coherencia lógica -según nues-
llegar a cumplir tal ideal. Esa pauta evolucionista, con su carga con- tros criterios- de las reglas de acuerdo con las cuales se llevan a
comitante, ha pervivido en el discurso antropológico por largo tiem- cabo, en esa sociedad, sus prácticas. Y ello porque se llega a un punto
po. No sólo, por cierto, en la escuela evolucionista clásica de Tylor, donde no se puede decidir lo que es coherente o no, lo que es racio-
Margan y Frazer. nal o no, en ese contexto de reglas, sin preguntarse acerca del senti-
Cuando en la segunda mitad de este siglo se reactivó la polémi- do que tiene la vida humana para los miembros de tal sociedad. Tal
ca entre relativismo y universalismo -que ya había tenido otros ava- sentido sólo puede dilucidarse si tenemos en cuenta la diversidad
tares como, por ejemplo, el enfrentamiento del particularismo de de juegos de lenguaje que se efectúan en una sociedad, porque ese
sentido dependerá en definitiva de si los hombres de tal comu-
58. Para una selección de textos lascasianos donde se hacen explícitas sus posi-
ciones evolucionistas véase Bestard y Contreras, Bárbaros, paganos, salvajes y pri-
mitivos, Barcelona, Barcanova, 1987, págs. 145 y sigs. 60. Parte de ella se condensa en B. R. Wilson (comp.) Rationality, Oxford, Black-
59. Este aspecto está conectado con lo que Todorov llama «globalismo axiológi- well, 1970; R. Finnegan y R. Horton (comp.), Modes of Thought, Londres, Farber and
co». No sólo cada rasgo particular (valor, firmeza, valentía ...) conserva el mismo va- Farber, 1973; S. C. Brown, Philosophical Disputes in the social Sciences, Brighton,
lor y sentido en todos los contextos, sino que el juicio de valor se extiende a toda Harvester, 1979; M. Hollis y S. Lukes, Rationality and Relativism, Oxford, Blackwell,
la sociedad: o todo es bueno o todo es malo. Ibídem. 1982.
62 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA PERSONA Y LA CULTURA 63

nidad perciben una unidad en esa diversidad y de la naturaleza y taigne- habían constituido su urdimbre. Obviamente, las hebras son
forma compleja de esa unidad. En definitiva, dependerá de sus con- más, la urdimbre más tupida, y las polémicas y sus fragores, tam-
cepciones acerca de lo que es bueno y es malo para la vida, de cómo bién diversos. Pero ése es otro cuento que el editor, con buen senti-
conciban la vida. 61 do, no va a permitir que se inicie aquí. Desde luego, no ha sido mi
No cabe aquí, ni es estrictamente pertinente, desarrollar esa po- intención hacer un juicio moral retrospectivo sobre tales autores a
lémica. Pero lo significativo es que ante las posiciones de Winch -y partir de la idea regulativa de la antropología moderna -y como
no hay que olvidar que Wittgenstein ya había alzado su voz contra tal siempre lejos de ser cumplida efectivamente- de captar la sin-
el evolucionismo de Frazer en sus Observaciones sobre la Rama gularidad del otro. Pues sus prejuicios, los de Las Casas y Montaig-
Dorada- se alzaron con fuerza, en aquel momento, posiciones neo- ne, eran parte de su «imagen del mundo», esa imagen del mundo
frazerianas acerca de las creencias mágicas y religiosas que, aun- que es condición de la formulación de enunciados empíricos (en el
que decían no ser evolucionistas, hacían declaraciones de un tinte sentido de Wittgenstein). Además, ciertamente, ellos contribuyeron,
inequívocamente evolucionista. Fue el caso de Jarvie: «Los enuncia- en gran medida, a transformar la que ambos habían heredado. Ocu-
dos inconsistentes no pueden posiblemente ser verdaderos al mis- rre, sin embargo, que la imagen del mundo no puede ser completa-
mo tiempo respecto de ningún mundo; los enunciados verdaderos mente puesta en duda toda y a la vez. Como bien explica Wittgens-
son verdaderos respecto de este mundo; los enunciados falsos son tein en Sobre la Certeza, esa imposibilidad no es fáctica, sino lógica.
falsos respecto de este mundo. El que los azandas no tengan nocio- Pero ocurre también, que el discurso etnológico, como un nuevo gé-
nes explícitas que se correspondan con éstas, el que muestren poco nero de discurso, se trabó en aquel contexto y a partir de aquellos
interés por ellas, etc., es simplemente un hecho empírico. Estas ideas textos, quedando largamente preso, casi hasta ayer mismo, de varios
son grandes descubrimientos en la historia de la humanidad. Son de sus supuestos. Mi intención, como dije, ha sido poner de mani-
aceptadas en una amplia diversidad de culturas, desde la antigua fiesto cómo un determinado discurso ha contribuido, más o menos
Grecia y la judía hasta las europeas y americanas modernas ... Están directamente, a fraguar la idea de sujeto según la cual se han auto-
en el núcleo de lo que antes he llamado criterio universal de racio- comprendido, más o menos homogéneamente, los partícipes de nues-
nalidad. La difusión no es perfecta, y, por tanto, no se las encuentra tra cultura. Discurso antropológico, por cierto, que no sólo ha esta-
todavía en todas partes, pero del mismo modo que la industrializa- do reservado para los destinatarios de los discursos «serios» -por
ción, se las encontrará un día». 62 El final del texto de Jarvie es ex- eso dije al principio «noción teórica» de persona-, sino que tam-
plícito y hasta chocante: todos llegarán, ésta es una cuestión empí- bién ha configurado la noción de «sentido común» 63 respecto a tal
rica, a ser plenamente racionales de la misma manera que llegarán asunto en nuestra cultura -y por eso dije, también al principio, «no-
a ser plenamente industrializados. Como en Las Casas, el futuro de ción preteórica».
los que en algún momento son defectivos, respecto de nosotros, no
puede ser sino repetición de nuestro pasado: Judea, Grecia, Euro-
pa, y me imagino que, cuando dice «sociedades americanas moder-
nas», hay que entender Norteamérica.
En el fragor de esa polémica, el discurso antropológico comenzó
a desanudar hebras que desde su arranque -que hemos querido
mostrar a partir de los textos paradigmáticos de Las Casas y Mon-

61. P. Winch, Comprender una sociedad primitiva, Barcelona, Paidós, 1994, págs. 63. Utilizo aquí «Sentido común» en el sentido que utiliza Geertz tal término en
57 y ss. Problema relativamente diferente es el cómo de esa captación. Véase mi «Mi- «el sentido común como sistema cultural» en Conocimiento Local, op. cit. Como Geertz
radas fulgurantes y traductores caritativos», en J. Marrades Millet y N. Sánchez Durá muestra, en toda cultura hay un tipo de saber, el sentido común, que si no sustanti-
(comps.) Mirar con cuidado. Filosofía y Escepticismo, Valencia, Pretextos, 1994. vamente, formalmente sí tiene rasgos comunes. En concreto Geertz señala como ta-
62. J. C. Jarvie, «Comprensión y explicación en sociología y en antropología so- les características formales que se expresan en el lenguaje ordinario: 1) La «natura-
cial», en R. Borger y F. Cioffi, La explicación en las ciencias de la conducta, Madrid, lidad»; 2) el pragmatismo; 3) la literalidad o simpleza y 4) el ser a-metódico y accesible.
Alianza Universidad, 1982, págs. 176-177. sin más.
CAPÍTULO 3

LA IDENTIDAD Y LA PRÁCTICA

Concepciones del sujeto en la filosofía práctica


moderna y contemporánea

Gerard Vilar

Entre otras posibles y legítimas interpretaciones, el pensamien-


to filosófico de cuando menos los últimos cuatrocientos años pue-
de leerse de modo ambivalente como pensamiento del sujeto o con-
tra el sujeto, pensamiento de la grandeza del sujeto o de su miseria,
sujeto de su exaltación o de su irrealidad, de su poder o de sus lími-
tes. Pero en cualquier caso como pensamiento acerca del sujeto o-·
en torno al mismo. Sin la noción de sujeto bien puede decirse que
no habría aquello que denominamos pensamiento moderno. El por-
qué de esa centralidad de la noción de sujeto y cómo se ha articula-
do dicha noción en las distintas corrientes del pensamiento filosó-
fico son dos complejas cuestiones. De la primera de ellas no podemos
ocuparnos aquí, aunque se puede dejar apuntado que es inevitable
una doble explicación basada en razones externas, esto es, históri-
cas y sociológicas, y razones internas a la filosofía, propias de la ló-
gica conceptual y su contrastación con la experiencia. De un lado,
resulta evidente que el ego cogito cartesiano, los ciudadanos egoís-
tas hobbesianos, los hombres dotados de conciencia moral lutera-
na, el hombre de gusto de Gradan o el genio creador de Scaligero
son todas formas filosóficas sublimadas de ese individuo inoderno
que surge en el Renacimiento con la cultura urbana, la seculariza-
ción, los viajes, la ciencia moderna, la economía capitalista, la Re-
forma protestante y tantos otros fenómenos complejos de los que
los filósofos intentan tomar nota y explicar en sus distintos aspec-
tos más generales. En este sentido se puede sostener, pues, que la
categoría de sujeto es expresión del individualismo moderno en sus
distintos aspectos y problemas. De otro lado, sin embargo, el
brimiento de la conciencia, el inconsciente o el lenguaje no son me-
ros fenómenos sociológiCos, sino fenómenos de la lógica de las pre-
guntas y respuestas, análisis y redescripciones en que también
66 GENEALOGÍAS DE LO MISMO
LA IDENTIDAD Y LA PRÁCTICA 67
consiste esa conversación eterna que es la historia del pensamien-
to. La articulación de esa historia externa con la historia interna no la Iglesia. Este mundo en el que Roma es saqueada por Carlos V y
es fácil, pero, afortunadamente, tampoco es nuestro problema aquí. de la Guerra de los Treinta Años, el mundo de la Reforma y la Con-
Nuestro tema tiene que ver con la segunda de las cuestiones que plan- trarreforma, de redefinición de los poderes del Príncipe y de forma-
teábamos, la de la historia de la articulación conceptual de la no- ción del Estado moderno, es un mundo en el que el individuo ha per-
,ción de sujeto, y específicamente en la filosofía práctica. dido las certezas y se halla confrontado a su propia subjetividad,
1 La noción de sujeto, es cierto, domina la filosofía moder- en el que tiene que reconsiderar el lugar que ocupa, su relación con
"na y contemporánea, pero ello es más cierto aún si cabe en la filoso- el todo, con la comunidad. Su pregunta fundamental, que ya no po-
fía práctica -así como la estética. Pues las ideas de un sujeto mo- dremos eludir de hecho las generaciones posteriores, fue: ¿Por qué
ral autónomo y responsable y de un ciudadano libre son los temas hemos de ser morales, si ya no hay sanción divina ni garantías para
del pensamiento ético y político de esta época. Sólo que no lo han el juicio ni la acción? La categoría de esta
sido de la misma manera. Así, el periodo comprendido entre el fin ca, será, entonces, la de autonomía, es decir, la capacidad del Indi-
del Renacimiento y el presente se puede dividir en tres grandes eta- viduo de pensar y decidir por sí mismo en asuntos prácticos. Tam-
pas: I) La etapa de constitución de la categoría normativa de sujeto bién en el mundo antiguo tuvo la autonomía una importancia central,
y de los conceptos con que éste se piensa (libertad, autonomía, res- pero puesto que jamás se pensó en los individuos como unidades
ponsabilidad, interés, conciencia moral, igualdad, derechos, senti- desgajables de la totalidad de la polis o la comunidad, la autonomía
mientos, etc.). Esta gran etapa cubre el periodo que va del Renaci- era pensada más bien hacia el interior de los individuos, como auto-
miento a la Ilustración, digamos de Montaigne a Kant y Fichte. II) gobierno y automodelación de la naturaleza interior de cada uno y,
La segunda etapa es la del descentramiento del sujeto, de crítica de por tanto, como libertad frente a las pasiones y los deseos.
la moral y la política centrada en la noción de sujeto autónomo y dernos como independencia de la comunidad, de las constnccio-
autotransparente. Este periodo comprende las tentativas de socavar nes impone vida en sociedad y, por .como
el sujeto (a menudo en nombre de un sujeto todavía no existente) a la naturaleza exterior para elegir la propia vida, el propio camino
desde Hegel y Marx hasta Adorno, Foucault y Derrida. III) La últi- a la felicidad.
ma y más reciente etapa es la de la reconstrucción y rehabilitación Pero la naturaleza de esta subjetividad moral es pensada de muy
de la subjetividad normativa, una etapa que se inicia en los años distintas maneras y elaborada conceptualmente con estrategias in-
sesenta y en la que destacan ·nombres como los de Rawls o Haber- telectuales extrañas entre sí. En unas pocas páginas sólo puede in-
mas o, con otras estrategias teóricas, Rorty y Taylor. tentarse un esbozo bastante grosero de lo que debería exponerse y
En las próximas páginas realizaremos un recorrido con botas de argumentarse con mucha más precisión. Un esbozo de· esta natura-
siete leguas por estas etapas, prestando especial atención a las dos leza sin embargo, debe distinguir, si más no, tres líneas diferentes,
primeras, pues los desarrollos más recientes son objeto de tratamien- no excluyentes, de abordaje de la c?nstitución de
to más detallado en la segunda parte de esta obra colectiva. la subjetividad normativa, a saber: 1) la via de la constitucion na-
rrativa al modo de Montaigne; 2) la vía del individualismo posesivo
de Hobbes y Locke; y, por último, 3) la vía del universalismo de la
l. LA CONSTITUCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD NORMATIVA conciencia de Rousseau y Kant.

La primera etapa de la filosofía práctica moderna se nos apare- 1) En la obra de Montaigne (1533-.1592), en sus y en su
ce como muy coherente en lo que se refiere al denominador común Diario de viaje, encontramos el paradigma de la constitucion
de la defensa de la subjetividad moral, política y jurídica. Esta sub- tiva de la subjetividad. Aunque era un católico creyente, Montmgne
jetividad nace con el debilitamiento de las estructuras políticas y creía que en realidad la moralidad no podía provenir y fundamen-
sociales medievales y, muy especialmente, de aquella cosmovisión tarse en una fuente de autoridad exterior al hombre mismo. Sus co-
religiosa que dominó el mundo durante mil años. Los modernos ha- nocimientos de la filosofía práctica clásica y sus experiencias de la
bitantes de la ciudad creen cada vez menos en un orden moral y po- vida pública y mundana (fue miembro del parlamento y alcalde. de
lítico inmutable del mundo garantizado por Dios y sancionado por Burdeos) le llevaron a la convicción de que ningún modelo de
buena ni ningún sistema de creencias podía satisfacer las neces1da-
68 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA IDENTIDAD Y LA PRÁCTICA 69

des de guía de los hombres de su tiempo; ni siquiera la doctrina cris- tejida en el curso de los acontecimientos diarios, como un «objeto
tiana, después del cisma protestante, podía ofrecer estándares a una informe» que a duras penas puede meter en ese «cuerpo etéreo de
mayoría de las personas. Montaigne sugirió que en este mundo aso- la palabra» (II, v, 64). No estamos, por consiguiente, ante un equiva-
lado por guerras continuas, por conflictos doctrinales y de intere- lente del sujeto gnoseológico cartesiano, firme fundamento del ra-
ses, cada cual debe encontrar su camino personal en la vida ensa- zonamiento idéntico siempre a sí mismo y capaz de dar con las ideas
yando la conciliación de las ideas y las realidades con unas buenas claras y distintas. La identidad narrativa montaigniana es una iden-
dosis de escepticismo y estoicismo. Montaigne nos ofreció además . tidad fluidificada en el tiempo, en los acontecimientos, en las rela-
su propio ejemplo personal en su obra, en la que los esfuerzos del ciones con los otros seres humanos y, no en último lugar, en la cons-
pensador por realizar el ideal clásico de una vida consciente en el titución de un texto que es una colección de ensayos, de tientos, de
mundo moderno dieron como resultado un monumento literario y pruebas, en el que se integra la voz del pasado a través de las cons-
filosófico. tantes citas del libro de los libros, de los poetas, y de los demás es-
«Píntome a mí mismo», nos advierte Montaigne en el proemio critores del mundo antiguo. «No pinto el ser», escribe en el ensayo
de sus Essais, «yo mismo soy la materia de mi Éste es un sobre el arrepentimiento, «pinto el paso: no el paso de una edad a
arduo trabajo que le lleva a convertirse en centro de gravedad de otra o, como dice el pueblo, de siete años en siete años, sino día a
su propia vida: «Desde hace varios años que soy el único objetivo día, minuto a minuto. He de adaptar mi historia al momento. Podré
de mis pensamientos, que no analizo y estudio más que mi propia cambiar dentro de poco no sólo de fortuna sino también de inten-
persona; y si estudio otra cosa, es para aplicarla al pronto sobre mí, ción. Es un registro de diversos y cambiantes hechos y de ideas in-
o mejor dicho, aplicármela a mí... No hay descripción de tanta difi- decisas cuando no contrarias; ya sea porque soy otro yo mismo, ya
cultad como la de uno mismo, ni ciertamente de tanta utilidad» (II, porque considere los temas por otras circunstancias y en otros as-
vi, 63 s.). «El mundo mira siempre hacia fuera; repliego yo la vista pectos» (III, ii, 26 s. ).
hacia mi interior, fíjola y ocúpola allí. Cada cual mira de frente; yo El proyecto de Montaigne, puede entenderse, pues, como el de
miro dentro de mí: sólo he de habérmelas conmigo, analízome sin una autoposesión discursiva. Este yo fluido en un mundo permanen-
cesar, contrólome y pruébome» (II, xvii, 408). Pero haríamos muy temente mutable sólo puede atraparse en el tejido -el texto- de
mal en juzgar como mero viaje al interior esa concentración del es- la propia narración. El yo y su narración devienen entonces una uni-
critor filosófico en sí mismo. No tiene nada de ensimismamiento o dad indisoluble: «No he hecho mi libro más de lo que mi libro me
repliegue romántico al modo del «alma bella» goethiana o novalia- ha hecho; libro consustancial a su autor, mediante tarea propia, parte
na. «Mi oficio y mi arte es vivir» (id.) escribe. Así en su libro, a tra- de mi vida; no mediante una tarea y una meta tercera y ajena como
vés, de su yo, encontramos un fresco imponente y original de su épo- todos los demás libros» (III, xviii, 416). La tarea narrativa se ha con-
de sus costumbres y sus temores -así como también de los vertido así en la tarea de la identidad del sujeto Montaigne: «Todos
tiempos pasados. El hombre Montaigne vive en «un siglo desborda- me reconocen en mi libro y a mi libro en mí» (III, v, 112). Cada cual
do» (III, ix, 195), y es consciente plenamente de que su logorrea se es, por consiguiente, su propio texto. Pero, ¿puede haber entonces
debe al estado de turbulencias y descomposición de su época dos textos iguales? ¿Si somos diferentes puede haber una moral para
-«¿cuándo escribimos tanto como desde que vivimos en estos dis- todos, y un orden político justo para todos? Desde luego, Montaigne
turbios?» (id.)-. Como un sabio antiguo busca con todo su autono- hace el voto renacentista de fe en la humanitas: «Cada hombre en-
mía: «quiero ser maestro de mí mismo, en todos los sentidos» (III, cierra la forma entera de la condición humana» (III, ii, 26). Pero el
v, 68). En este proyecto de poseerse a sí mismo en este tiempo des- problema filosófico de la universalidad queda en Montaigne com-
bordado la elaboración de sus ensayos ocupa un lugar fundamen- pletamente abierto. No parece que haya lugar en ese autor para una
tal. Pero ¿qué clase de subjetividad es la que se constituye en la na- razón práctica en sentido fuerte, sino sólo para un buen juicio,
rración y la reflexión escrita día a día en los Essais y en el Diario una prudencia sólo articulable racionalmente de n1odo narrativo.
de viaje? Se trata de una subjetividad fluida, de una subjetividad Kierkegaard continuará de modo consecuente, en otro contexto
cultural e histórico, esta exploración de la subjetividad típicamente
l. M. de Montaigne, Ensayos, Madrid, Cátedra, 1992, vol. I, pág. 35. moderna que, con mayor frecuencia, visitarán como es lógico los es-
Ll\ IDENTIDAD Y LA PRÁCTICA 71
70 GENEALOGÍAS DE LO MISMO

reses. En lo que sigue vamos a limitarnos a la figura de Hobbes como


critores y en la que encontramos obras cumbres de la literatura como paradigma de este planteamiento de la filosofía práctica.
Vida y poesía de Goethe, la Recherche proustiana o las novelas auto- Para Thomas Hobbes, los seres humanos son frágiles criaturas
biográficas de Bernhard. Por lo demás, este modo de comprensión dotadas de diversas y notables capacidades para sentir, conocer y
de la subjetividad práctica no es incompatible con otros modos de desenvolverse en el mundo pero castigadas por la precariedad de
entender filosóficamente la identidad práctica del sujeto moderno. la existencia, atenazadas por la inseguridad que caracteriza a las
Aun cuando Descartes sea el fundador de la moderna filosofía del cosas humanas y sometidas a la perpetua insatisfacción que tiene
sujeto y de la conciencia, en su obra entretejió la narración de sus su origen en la búsqueda de lo que se llama la felicidad, esto es, un
andanzas y sus propios descubrimientos filosófios con su argumen- estado en el que todos estos rasgos negativos de la vida humana es-
tación objetiva acerca de la conciencia como fundamento último del tén conjurados o dominados. «La felicidad», escribe Hobbes, «es un
saber, y ello de un modo acaso nunca más igualado posteriormente. continuo progreso del deseo desde un objeto a otro, donde la obten-
Pensemos, asimismo, que J. S. Mili en su Autobiografía o Rousseau ción del anterior no es sino camino hacia el siguiente. La causa de
en sus Confesiones y en Las ensoñaciones del paseante solitario prac- ello está en que el objeto del deseo humano no es sólo disfrutar una
tican, más allá de las obvias diferencias, el mismo tipo de ensayo vez y por un solo instante, sino asegurar para siempre el camino de
que fundara Montaigne. Esta compatibilidad probablemente haya su deseo futuro. »3 Esta lógica del deseo permanentemente insatis-
venido favorecida por el hecho de que ningún yo puede ser auténti- fecho y de la preocupación por el momento siguiente es el primer
camente centrado y fijado narrativamente y, por tanto, aquellos que principio determinante de la vida humana. «Por ese mismo sitúo en
han padecido alguna forma de «ansiedad cartesiana» por pensar el primer lugar, como inclinación general de toda la humanidad, un
sujeto como un centro, algo firme y estable, han tenido que buscar deseo perpetuo e insaciable de poder tras poder, que sólo cesa con
necesariamente otras vías de constitución de la identidad. la muerte» (id.). Los seres humanos son, pues, máquinas de desear
que persiguen el poder de asegurarse la satisfacción de sus deseos
2) El individualismo posesivo2 constituye la segunda gran línea inacabables. Estos deseos, además, no son en sí mismos buenos o
de enfoque de la constitución de la subjetividad normativa en la era malos. Hobbes no cree en el fondo en un orden ético inmutable del
moderna aunque, sin lugar a dudas, haya sido de mayor importan- mundo o que en el alma humana estén las semillas del bien y del
cia que la anterior. El individualismo posesivo tiene como madre mal en un sentido absoluto o incondicionado. «Sea cual sea el obje-
a la moderna sociedad capitalista y como padres filosóficos a pen- to del apetito o deseo de cualquier hombre, esto es lo que él, por
sadores del mundo anglosajón como Hobbes, Adam Smith y Locke. su parte, llama bueno, y al objeto de su odio y aversión, malo... Pues
Sus nietos fueron los utilitaristas. Y los tataranietos del individua- las palabras bueno y malo y despreciable son siempre usadas en re-
lismo posesivo son los neoliberales contemporáneos como Hayeck lación con la persona que las usa, no habiendo nada simple y abso-
o Nozick o los nuevos defensores de la teoría del egoísmo racional lutamente tal, ni regla alguna común del bien y del mal que pueda
como D. Gauthier. Algunos de estos autores tienen entre ellos muy tomarse de la naturaleza de los objetos mismos» (cap. VI, 159). En
poco en común, incluso como entre Hobbes y Mili, sólo la intuición otro pasaje afirma Hobbes con contundencia: «Bueno y malo son
básica del individualismo posesivo, a saber: pensar el sujeto nor- nombres que significan nuestros apetitos, y aversiones, que son di-
mativo fundamentalmente como átomo social que se posee a sí mis- ferentes en los diferentes caracteres, costumbres y doctrinas de los
mo, un sujeto de necesidades, deseos e intereses dotado de la capa- hombres» (cap. XV, 253).
Este carácter natural del ser humano lleva espontáneamente a
cidad racional de calcular, y negociar con otros, siempre que ello
la guerra de todos contra todos. Es el famoso estado de naturaleza
sea necesario, la satisfacción de dichas necesidades, deseos o inte-
en el que no hay lugar para la seguridad, y por ello no es posible
ni la agricultura, ni el comercio ni la industria. Y tampoco la cien-
2. La expresión, conceptualmente bastante precisa y restringida, está tomada de cia, ni las artes ni las letras. Sino, según la célebre descripción
la famosa obra de C. B. Macpherson, La teoría política del individualismo posesivo.
De Hobbes a Locke, Barcelona, Fontanella, 1979. Aquí se emplea en un sentido muy 3. T. Hobbes, Leviatán, Madrid, Editora Nacional, 1977, pág. 199 (cap. XI).
laxo.
72 GENEALOGÍAS DE LO MISMO
LA IDENTIDAD Y LA PRÁCTICA 73
hobbesiana, «lo que es peor que todo, miedo continuo y peligro de
muerte violenta; y para el hombre una vida solitaria, pobre, desa- nar, la Reforma protestante y su exaltación de la interioridad moral
gradable, brutal y corta» (cap. XIII, 225). Sin embargo, la Naturale- de cada individuo no es ajena a esta corriente. La intuición filosófi-
za, al disponer en los seres humanos de la capacidad del cálculo ra- ca común a estos autores es la creencia de que existen unas estruc-
cional les ha dado el instrumento para poder superar este estado turas de conciencia específicamente morales comunes a todos los
al que ella misma por otro lado parece que le condene. La razón le seres humanos que permiten la adopción de un punto de vista espe-
muestra al hombre el camino del pacto social, la cesión de una par- cíficamente moral y posibilitan la autonomía de los indivÍduos en-
te de su poder a un hombre, un soberano, o una asamblea de hom- tendida como autodeterminación bajo leyes racionales. Esta in-
bres que pueda reducir todas sus voluntades a una sola, y al que tuición es una expresión fuerte de lo que se podría denominar
se somete a cambio de paz y seguridad común. Así, con la institu- individualismo ético. En su sentido más amplio el individualismo
ción voluntaria de un Estado resulta posible un orden civil del que ético es el punto de vista según el cual sólo existen sujetos éticos
todos obtienen ventaja pero al que todo súbdito debe temer en caso individuales y ninguna entidad colectiva tiene relevancia ética en
de no observancia del mismo. Este Leviatán o Dios Mortal al que de- tanto que sujeto agente o paciente con independencia o por encima
?emos nuestra paz y defensa tiene, pues, un fundamento en el que de los sujetos que la integran. El individualismo ético recoge cinco
JuegaQ- tres elementos principales: por un lado, el deseo de autocon- ideas normativas fundamentales:
servación de los hombres; por otro, su capacidad de calcular cuáles
son los medios más adecuados para satisfacer el máximo posible a) La idea de dignidad del ser humano individual o alguna va-
sus deseos; y, por último, el temor al poder común que los mantiene riante de ella como la de integridad o cualquier otra. Esto es, el prin-
contenidos dentro del orden civil de la república bajo la amenaza cipio moral que afirma el supremo e intrínseco valor del ser huma-
de la pérdida de sus ventajas o de la vida misma. no individual en su singularidad. Esta idea es de naturaleza ética
Podemos, por consiguiente, afirmar que en Hobbes la noción de y tiene el rango lógico de un axioma moral o religioso básico. Los
autonomía se halla más· bien reducida a la de autoconservación a orígenes de esa idea se encuentran fundamentalmente en la religión
la para. satisfacer del modo más eficiente los propios judea-cristiana, pero su elaboración discursiva no se inició hasta el
necesidades e Intereses. Y aunque en esta tradición de pensamiento Renacimiento con Occam, Pico della Mirando la, Manetti, etc. Su for-
acerca del sujeto desde el punto de vista normativo se ha apelado mulación definitiva la encontramos ya hace doscientos años en auto-
a menudo a la presencia, junto a la razón calculadora, de alguna for- res como Rousseau, Kant o Paine.
ma de «sentido moral» o de «sentimientos morales» para comple- b) La idea de autodesarrollo individual, que a pesar de estar pre-
la de la naturaleza de lo moral y político, la in- sente en el ideal renacentista del uomo universale e singolare, no será
tuicion central es siempre la misma: autonomía es la capacidad para hasta el romanticismo alemán que adquirirá verdadera carta de na-
actuar por uno mismo sin más interferencias o subordinación que turaleza. Los románticos como Herder o Humboldt entienden al ser
aquella que resulta imprescindible. Con razón se ha hablado de que humano como un haz de posibilidades, de capacidades y dotes que
este enfoque da lugar a una comprensión «desasida» o «atomizada» cada cual actualiza en el curso de su vida como expresión de su per-
de la identidad normativa, en la que ninguna noción de comunidad sonalidad original individual hasta convertirse en un todo comple-
tiene la sociedad es un instrumento inevitable y ventajoso to y consistente. A lo largo del siglo XIX esta idea será recogida tan-
de la existencia de los individuos. to por el liberalismo (Mill) como por la izquierda socialista (Marx)
o anarquista (Bakunin).
3) La tercera y última de las grandes líneas en las que ha sido e) La idea de autodeterminación o autodirección, libertad inte-
pensado el sujeto normativo moderno en su etapa constitutiva es rior y exterior. En esta idea se resume aquel estado, exactamente
la que se podría denominar la del universalismo de la conciencia contrario al estado de esclavitud, en el cual uno o una es señor o
específicamente moral o ética. Sus representantes más significados, señora de sus pensamientos y actos, de modo que éstos no vienen
aparte de pensadores políticos destacados como Paine, acaso sean determinados por agentes o causas fuera de control del individuo
Rousseau, Kant, Fichte o W. von Humboldt. Como se puede adivi- (por ejemplo, la Iglesia, el poder político, el padre, las propias pa-
siones, etc.). Un individuo es autónomo en el plano social (la autono-
LA IDENTIDAD Y LA PRÁCTICA 75
74 GENEALOGÍAS DE LO MISMO
Rawls, un Lévinas y, actualmente, hasta un Derrida, siguen en este
mía respecto a la naturaleza es un tema aparte) en la medida que, empeño, puesto que, desde el punto de vista no:mativo, .la idea
enfrentado a ciertas presiones y normas las somete a una evalua- individuo autónomo parece para nosotros algo Irrenunciable. Mas
ción consciente y crítica, se forma intenciones y toma decisiones tarde volveremos sobre ello. Pero ahora vamos a tomar la filosofía
prácticas como resultado de su reflexión independiente y racional. kantiana como el ejemplo más relevante del modo cómo en plena
Esta idea, de fuerte raigambre clásica y negada durante el medievo Ilustración se alza una poderosa formulación conceptual del indivi-
cristiano, es conocida en el mundo moderno a partir de la Reforma dualismo ético como un monumento de la cultura.
protestante y no comenzó a tener una auténtica vigencia social has- El significado de la llamada «revolución copernicana» llevada
ta el siglo XVIII. a cabo por la filosofía crítica kantiana resulta mucho más
d) La idea de privacidad, de una esfera de intimidad separada rente a la luz de los motivos de la filosofía práctica que de su filoso-
de la esfera de lo público e inviolable. Es esta otra idea enteramente fía teorética. Colocando al hombre dotado de una razón activa o pro-
moderna, a pesar de contar con algunos precedentes en el período ductiva en el centro de su filosofía Kant cumplía con el principio
helenístico (epicureísmo) y en el cristianismo (la ascética, San Agus- normativo básico de la Ilustración de un individuo liberado de las
tín). Esta idea defiende la existencia de una esfera o zona en la cual tutelas de cualquier autoridad exterior, a la vez que, alejándose del
el individuo se encuentra solo (o solo con Dios), o en la cual los de- empirismo y el individualismo posesivo, salvaba !a tesis de una
más deberían dejarlo solo, y donde es capaz de hacer y pensar lo cionalidad general con las que mantener las nociones no metahsi-
que quiera sin dar cuenta de ello a nadie (salvo acaso a Dios), lo que cas de verdad, bien, justicia, belleza, etc. La Crítica de la razón pura
implica en principio la admisión de una multiplicidad de formas de y los Prolegómenos contienen un análisis y exposición de las estruc-
vida, la posibilidad de perseguir la felicidad a su propia manera turas a priori de toda conciencia humana -lo que Kan: llama «ra-
(Mill). Esta idea de separación de lo público y lo privado va acompa- zón pura»- en tanto que funciones lógicas que que la
ñada de la idea de una separación de las cuestiones de justicia, que experiencia sea para nosotros como es. Las formas a pnon de la sen-
serían asuntos generales que nos conciernen a todos, respecto a los sibilidad, las categorías y principios del entendimiento, las ideas de
asuntos relacionados con la vida buena o la felicidad individual y la razón, etc., son universales lógicos de toda mente humana que or-
las formas de vida, asuntos éstos que conciernen a cada uno perso- ganizan toda experiencia posible para cualquier ser Sir;t em-
nalmente. Sobre los primeros se podrían conseguir acuerdos gene- bargo, Kant admite que existen distintas formas de
rales válidos, pero no sobre los segundos. experiencia científica, la experiencia moral y la expenencia estetl-
e) La idea de la automodelación (o cuidado de sí en terminolo- ca. Kant sostiene que resultan de distintas «facultades del ánimo»:
gía foucaultiana) y su centralidad que se refiere a la intensidad de la facultad de conocer, la facultad de desear y la facultad de sentir
las relaciones de uno consigo mismo, a las formas en que uno se toma placer y dolor. Y aunque estas facultades y formas distintas de ex-
a sí mismo como objeto de conocimiento y campo de acción con el periencia tengan una raíz humana común la crítica .de estas facul-
fin de conocerse, transformarse, corregirse, purificarse, construir tades da lugar a distintas formas de razón. Kant sostiene que se tra-
la propia salvación, modelarse, elegirse, etc. El cuidado de sí y las ta de una misma razón que sólo se distingue por el uso, pero la
tecnologías del yo son viejas como la cultura occidental, pero en la unidad última de la misma quedó como un desiderátum en su fi-
cultura moderna han tenido sólo una importancia relativa: a dife- losofía.
rencia de la cultura antigua, la cultura moderna ha puesto mayor Desde el punto de vista de la constitución del sujet?
énfasis en las tecnologías «externas» dirigidas a satisfacer ilimita- a nosotros nos interesa, pues, ante todo lo que Kant llamo razon prac-
damente los deseos del yo. tica. Aunque Kant pretendía analizar la estructura universal de la
conciencia moral, apenas se refirió o utilizó este último término, que
Estas cinco ideas son las fuentes normativas de las que se ali- le debía parecer demasiado cargado de significados Y P,O-
menta el individualismo ético en el plano de las nociones o del sa- pulares, y en su lugar utilizó preferentemente la
ber filosófico. Luego, claro es, cada pensador ha articulado a su ma- práctica», al1nenos en sus principales obras de fll?sofia
nera estas nociones en el plano conceptual con fórmulas diversas. En torno a dicha categoría filosófica, Kant desgrano toda una sene
En buena medida, la filosofía moral contemporánea, digamos un
76 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA IDENTIDAD Y LA PRÁCTICA 77

de conceptos mediante los que abordó el análisis de aquella estruc- que se orienta a mi felicidad, por ejemplo cuando sigo mis apetitos
tura a priori: voluntad, libertad, deber, inclinación, ley moral, fin o me busco los medios adecuados para satisfacer mis múltiples in-
en sí, imperativo categórico, interés, y muchos otros. El análisis de tereses personales, o puede ser, por contra, expresión de un querer
la «fisiología» de la razón práctica pretende ser semejante al del aná- universal, esto es, que tiene la forma de lo que todos podrían que-
lisis de la razón teorética. Si en ésta se partía del hecho de las cien- rer, de una ley universal, como es el caso de las acciones morales.
cias modernas y se preguntaba cómo eran posibles los juicios de la El respeto de las promesas, la condena de la mentira, la corrupción
física y de las matemáticas, en aquélla partía de la moralidad exis- o la violencia contra los débiles responden a esta forma universal
tente y se preguntaba cómo son posibles los juicios morales. Para el de la voluntad en la que se expresa, dice Kant, la ley moral. La mo-
propio Kant era evidente que la moralidad es un hecho bastante más ralidad, por consiguiente, puede constatarse en la naturaleza de las
discutible que el hecho de la ciencia, pero lejos de arredrarse ante máximas de conducta: si son máximas pragmáticas o técnicas tie-
las dificultades Kant sostuvo que la razón práctica no sólo no es me- nen la forma de imperativos hipotéticos condicionados al éxito de
ramente pura -el famoso «enigma de la crítica» (CRP, 14)-,4 sino la acción; si son máximas propiamente morales tienen la forma de
que constituye un sistema de conocimientos a priori por puros con- un imperativo categórico que vale por sí mismo en general, y no de-
ceptos, esto es, una metafísica que todo hombre tiene en sí mismo pende del resultado de la acción ni de mis intereses o los de un de-
«aunque por lo común de un modo oscuro» (MC, 21). Para demos- terminado colectivo. La primera forma del imperativo categórico re-
trar la realidad de estos conocimientos prácticos a priori, Kant in- sume esta primera piedra angular de la descripción kantiana: «obra
voca no tanto el saber moral común cuanto un «Faktum» de la ra- según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se
zón: la conciencia de la ley m9ral (CRP, 52, 67, 73, etc.). Este hecho torne ley universal» (FMC, 72; CRP, 50).
de la razón en forma de conciencia de las propias estructuras de la La segunda categoría del análisis kantiano del punto de vista mo-
razón es sin duda un débil fundamento, puesto que no es un hecho ral tiene que ver con la consideración de todo otro ser racional como
empírico, pero Kant construye a partir de él un potente análisis de un ser libre e igual a uno mismo. La razón práctica nos obliga, sos-
lo que actualmente llamamos el «punto de vista moral». Aunque es tiene Kant, a tratar la humanidad en cada persona, esto es, a tratar-
cierto que en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres la como un sujeto moral y por tanto, a reconocerla en su dignidad
Kant procede por pasos desde el saber moral común hasta la críti- como un fin en sí. Al considerar instrumental o técnicamente a otros
ca de la razón práctica, el fundamento del conocimiento moral se individuos los trato meramente como medios para mis fines. Pero
,basa según Kant en ese hecho de la razón, pues de otro modo no se- el principio de universalidad que caracteriza a la razón práctica no
ría un saber a priori y, por tanto, no sería incondicionado y necesa- permite tal trato meramente instrumental del otro: las personas no
rio, característica·s que como buen ilustrado el filósofo de Konigs- tienen valor de uso o valor de cambio para nosotros, sino que tie-
berg consideraba irrenunciables. nen un valor interno, un valor en sí mismas en tanto que personas.
La estructura de conciencia moral o punto de vista moral que Desde el punto de vista moral, pues, hemos de reconocer que son
Kant llama razón práctica se descompone en tres categorías princi- fines en sí, que tienen dignidad. La razón práctica exige obrar «de
pales: la universalidad, la humanidad como fin en sí o dignidad, y tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la
la autonomía de la razón misma. Detengámonos un momento en persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo
ellas. Kant se representa, desde el punto de vista práctico, al indivi- y nunca solamente como un medio» (id., pág. 87). Según este análi-
duo como un sujeto capaz de desear y actuar, es decir, dotado de sis de Kant, por consiguiente, la exigencia del respeto a la integri-
voluntad. En ésta distingue la forma del contenido. La primera de- dad de las personas y el respeto a su libertad, que limita a su vez
termina al segundo y puede ser expresión de un querer particular la nuestra se halla ya inscrita en las estructuras de la razón práctica.
Por último, la tercera de las categorías fundamentales del análi-
4. Cito a Kánt por las siguientes traducciones: (CRP) Crítica de la razón práctica, sis kantiano es la de autonomía. La razón práctica tiene tal estruc-
Madrid, Espasa 1975; (FMC) Fundamentación de la metafísica de las costum- tura que el sujeto moral capaz de darse a sí mismo su p;opia
bres, Madrid, Espasa Calpe, 1972; (MC) Metafísica de las costumbres, Madrid, Tec- sin tomarla de motivos externos o espúreos que la tornanan empi-
nos, 1989.
ricamente motivada y, por tanto, perdería su carácter incondicional.
78 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA IDENTIDAD Y LA PRÁCTICA 79

El sujeto moral es autónomo porque responde sólo a la voz de su lismo posesivo y del individualismo ético nunca fue descrito con-
razón y no a cualesquiera otros motivos que condicionarían su li- ceptualmente de modo suficientemente coherente. Así, pues,
bertad racional. Desde el punto de vista, así pues, los seres huma- que sufrir, tras la Revolución Francesa y con el avance de las cien-
nos estamos sujetos solamente a nuestra propia legislación, la de cias sociales e históricas, notables reveses teóricos. Con Hegel se al-
cada una o uno, sólo que si es moral esa legislación es universal, canza el final de una época y el principio de otra, pues en el gran
vale para cualquiera que se encuentre en las mismas o parecidas pensador suabo encontramos la culminación de la filosofía del
circunstancias. «La autonomía de la voluntad», escribe Kant, «es la jeto que intenta autotrascenderse con el de su ur.n-
constitución de la voluntad, por la cual es ella para sí misma una versalidad en sentido fuerte como algo que trascienda al SUJeto mis-
ley -independientemente de como estén constituidos los objetos del mo, esto es, como Espíritu. Así, en la filosofía práctica hegeliana el
querer-. El principio de la autonomía es, pues, no elegir de otro sujeto moral en sentido kantiano aparece como una
modo sino de éste: que las máximas de la elección, en el querer mis- ta que sólo adquiere su sustancia en el seno de una comunidad
mo, sean al mismo tiempo incluidas como ley universal» (id., pág. tica de modo que la moralidad queda cancelada en algo supenor
101). La idea de autonomía en Kant es, así, «la idea de la voluntad que,es la fusión de la subjetividad y la objetividad comunitaria, esto
de todo ser racional como voluntad legisladora universal» (id., pág. es, lo que Hegel llama la eticidad. En este sentido re-
88). Esa voluntad universal es para Kant la libertad en sentido mo- fundir las nociones de Aristóteles y de Kant en una sintesis supe-
ral: autonomía como autovinculación al punto de vista moral. rior, pero el precio de ello fue el principio del de la
Kant pensó el mundo moral, al igual que el mundo de la natura- noción normativa de sujeto, puesto que el nuevo suJeto propiamen-
leza, como regido por leyes muy generales cuyo fundamento último te dicho ya no eran los individuos o lo general de los individuos, sino
se halla en las estructuras de nuestra conciencia. En ello consiste el espíritu del que éstos no eran más que el momento particular.
la famosa «revolución copernicana». Como es sabido, una consecuen- Frente a Hegel se alzaron notables voces clamando contra el Espíri-
cia fundamental de la filosofía crítica kantiana consiste en la esci- tu Universal en nombre del individuo singular (Kierkegaard), del úni-
sión del mundo en un mundo «para nosotros», sobre el que legisla- co (Stirner), o del hombre sensible pero. lo cierto _es
mos, el mundo fenoménico, y el mundo tal como es en sí mismo, el las reflexiones que apuntaban a que el SUJeto normativo era mas bwn
mundo nouménico o de las cosas en sí, sobre el que no legislamos una ficción y que los sujetos reales están condicionados por fuer-
y al que no tenemos acceso alguno en la intuición. Según Kant, sin zas o potencias de las que no son precisamente sujetos, son las re-
embargo, el análisis de las estructuras de la razón práctica arroja flexiones que más bien prosperaron. Las ciencias sociales y natura-
un resultado que no podemos en modo alguno comprobar empíri- les proporcionaron diversos puntos de partida para socavar la n?ción
camente: que somos moralmente libres. El punto de vista moral vale de sujeto que se había constituido a lo largo de más de dos siglos.
universalmente, pero no podremos conocer nunca a ciencia cierta Algunos de los ensayos en ese sentido tienen escaso interés .más allá
ningún caso de conducta auténticamente moral puesto que jamás de ser fenómenos ideológicos de época, como algunas versiones del
nos podemos percibir a nosotros mismos como cosas en sí mismas, naturalismo, del positivismo o el socialdarwinismo. Otras, en cam-
sino siempre únicamente como fenómenos, encadenados a la serie bio se demostraron de una enorme fecundidad. El giro lingüístico
de las causas naturales. Esta paradoja, y la irreconciliable escisión del, siglo XX, por ejemplo, al introducir la categoría de lenguaje al
entre la libertad y la naturaleza que es consecuencia de ella, fueron reconstruir las relaciones entre sujetos ha traído consigo un descen-
los puntos de partida de quienes tras Kant intentaron repensar y tramiento lingüístico de la subjetividad normativa muy productivo,
redescribir al sujeto en su dimensión normativa. pero al que no vamos a referirnos más aquí. Tampoco nos
mos al descentramiento psicológico realizado ante todo por el psi-
coanálisis al postular un Inconsciente que influye en la vida cons-
2. EL DESCENTRAMIENTO DEL SUJETO NORMATIVO ciente sin que nos apercibamos de ello, minando cuando menos
nuestras creencias en cuanto a que seamos señores de nuestra pro-
La figura de este sujeto normativo autotransparente y que se po- pia casa. En estos dos ejemplos, se ve también descentramiento
see a sí mismo que domina la mayoría de las formas del individua- no equivale automáticamente a liquidación del suJeto, pues se trata
80 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA IDENTIDAD Y LA PRÁCTICA 81

de reflexiones que pretenden desengañar al sujeto sobre sus preten- lógico tanto del enfoque del individualismo posesivo (págs. 386 y sigs.
didos poderes en nombre de la idea misma de autonomía. y 488 y sigs.), como del individualismo ético kantiano (págs. 223 y
En lo que sigue nos demoraremos brevemente en otros dos ejem- sigs.). Se trata, pues, de una crítica apenas esbozada pero cuyas líneas
plos contradictoriamene productivos. En primer lugar, a) en el des- básicas parecen no obstante claras. Para Marx el verdadero punto de
centramiento historicosocial llevado a cabo por Marx y el marxis- partida debe ser no las representaciones especulativas de los filó-
mo en la estela de Hegel y las ciencias sociales. En segundo lugar, sofos sobre «el hombre», sino la mirada científica sobre los hom-
b) el descentramiento estético-hermenéutico tentativamente inicia- bres reales y concretos. Esta mirada descubre, por de pronto, que
do por Nietzsche. En ambos casos nos hallamos frente a poderosos el ser de los individuos está socialmente determinado por el siste-
ensayos de liquidación crítica del sujeto autónomo, pero también ma de necesidades y el modo de satisfacerlas: «Tal y como los indi-
realizados, antinómicamente, en nombre del «individuo libre plena- viduos manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por consi-
mente desarrollado» (Marx) o del «espíritu libre» (Nietzsche). guiente con su producción, tanto con lo que producen como con el
modo como producen. Lo que los individuos son depende, por tan-
1) El descentramiento sociohistórico no se debe desde luego so- to, de las condiciones materiales de su producción» (id., págs. 19 y
lamente a Marx y al marxismo. En diversos sentidos es obra de las sig.). En segundo lugar, dicha mirada descubre que la conciencia está
ciencias sociales que pusieron de relieve el carácter social e históri- determinada por el ser social: «Las representaciones, los pensamien-
co de la existencia de todo ser humano, esto es, la naturaleza social tos, el comercio espiritual de los hombres se presentan ... como ema-
e histórica, y por tanto, contingente y temporal, de toda ontología nación directa de su comportamiento material. Y lo mismo ocurre
del sujeto normativo. Como hemos anticipado, tal itinerario intelec- con la producción espiritual, tal y como se manifiesta en el lengua-
tual fue iniciado ya por Hegel con su concepto de un Espíritu que je de la política, de las leyes, de la moral, de la religión, de la metafí-
se despliega en la Historia. En realidad sólo bastaba privar al Espí- sica, etc.», las cuales no son otra cosa que «sublimaciones necesa-
ritu de su lado místico y especulativo para que apareciese la socie- rias de su proceso material de vida» que, vista así, «pierden la
dad, o la cultura humana, y a la Historia de su H mayúscula, para apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia
que aparecieran las relaciones sociales de producción y las fuerzas ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su pro-
productivas sumando un determinado modo de producción. La ín- ducción material y su intercambio material cambian también, al
tuición básica de Marx para lo que a nosotros nos interesa es la si- cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensa-
guiente: todas las formas de individualismo, esto es, Kant, Hobbes miento. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida
o los utilitaristas, piensan erróneamente el sujeto normativo como la que determina la conciencia» (id., 25 y sig.). Marx se aplicaba, en
desprendido de la sociedad y la historia; pero en realidad la socie- tercer lugar, también a sí mismo sus afirmaciones acerca de la de-
dad es constitutiva para el sujeto, de modo que hay que remitir éste terminación histórica y social de toda forma de conciencia: también
a aquélla. su punto de vista era la expresión de un fenómeno histórico deter-
Para Marx la ética filosófica, como la moral, son fenómenos ideo- minado, a saber, las luchas del proletariado por su emancipación.
lógicos, productos reflejos de una determinada forma de sociedad. Poniéndose, pues, en el punto de vista del proletariado, Marx encon-
El individuo atómico del individualismo posesivo o las estructuras traba una garantía histórica para su discurso esencialmente relati-
universales de la conciencia del sujeto moral del individualismo ético vista y contextualista. Pero este punto de vista proletario ponía a
son reflejos invertidos en la cabeza de los filósofos de la realidad Marx en dificultades, pues, por un lado, en cuarto lugar, negando
social e histórica de los individuos de la época. En La ideología ale- la autonomía del sujeto político y moral, se veía abocado a un dis-
mana,5 una obra de 1845 escrita conjuntamente con Engels y que curso cientifista de tipo funcionalista, como lo encontramos clási-
permaneció inédita hasta 1932, Marx critica largamente a algunos camente formulado en el prólogo a la primera edición de El Capi-
pensadores posthegelianos como Feuerbach, Bauer, Stirner y Grün. tal, en el que lo que importan son las leyes naturales de la producción
En cambio dedica pocos esfuerzos a atacar el carácter ideo- que se imponen con necesidad de bronce. «Mi punto de vista», es-
cribe Marx, «concibe el desarrollo de la formación económica de
S. C. Marx/F. Engels, La ideología alemana, Barcelona, Grijalbo, 1972. la sociedad como un proceso histórico-natural» en el cual el sujeto
LA IDENTIDAD Y LA PRÁCTICA 83
82 GENEALOGÍAS DE LO MISMO

misma: «El yo se ha vuelto fábula, ficción, juego de palabras» (01,


autónomo simple y llanamente desaparece, de modo que los indivi-
pág. 49).
duos devienen sólo «personificaciones de categorías económicas,
portadores de determinadas relaciones e intereses de clase». Sin em- Como es sobradamente conocido, la crítica hermenéutica de
bargo, y en quinto lugar, con esta devaluación radical del sujeto autó- Nietzsche se dirije ante todo contra las doctrinas como la kantiana
nomo y, por ende de la política y la moral como esferas autónomas, para la cual hay algo así como una «razón práctica» y un «punto de
no alcanza Marx a dar cuenta coherente ni de las luchas de clases vista moral universal» un yo específicamente moral. Para el filóso-
como procesos de toma de conciencia, de ilustración y aprendizaje, fo que proclamó la muerte de Dios y con él el de todo fundamento
ni tampoco resulta muy plausible su concepción de la meta de la y toda razón que no sea autocreación, «los hechos morales no exis-
historia, del comunismo, como una sociedad de libres productores ten ... La moral es sólo una interpretación de ciertos fenómenos, más
asociados que habrán puesto bajo su control todo aquello que coar- estrictamente: una falsa interpretación ... La moral es simplemente
te las libertades y las capacidades para la autorrealización de indi- un lenguaje de signos, simple sintomatología: se debe saber de qué
viduos auténticamente libres, iguales y fraternos. Al fin y al cabo, se trata para sacar utilidad de él» (01, pág. 55). Pero, una vez des-
si se mira la crítica de la economía política realizada por Marx nos truida la categoría de subjetividad moral, Nietzsche no disuelve al
hallamos ante una pieza conceptualmente antinómica en la medida individuo en la trama del lenguaje o de procesos sociales anónimos,
que la crítica al capitalismo como aquella sociedad alienadora y ex- sino que radicaliza su concepción del individuo para proclamar una
plotadora está inspirada en una exigencia de autonomía que por otro forma de individualismo estético en el que la subjetividad auténtica
lado es radicalmente negada para el presente y afirmada como fi- es pensada como autocreatividad. El tipo de individuo propuesto por
nal mesiánico de la historia. Nietzsche frente al individuo-rebaño es el «espíritu libre» cuya iden-
2) El descentramiento estético-hermenéutico emprendido por tidad viene estéticamente autoconstituida, al margen de toda nor-
Nietzsche, y proseguido en el siglo XX por otros pensadores de ta- ma seguida por el individuo ético o todo cálculo racional meramen-
lla como por ejemplo Heidegger o Foucault, parte también de algo te egoísta del individuo posesivo. Éstos se hallan enfrentados al
análogo a una crítica de la ideología del sujeto como un centro uni- «individuo soberano, al individuo igual tan sólo a sí mismo, al indi-
tario y estable, entendido como sede de una voluntad o interés. Nietz- viduo que ha vuelto a liberarse de la eticidad, de la costumbre, al
sche niega la existencia de tal centro y remite la ilusión de su exis- individuo autónomo, situado por encima de la eticidad (pues "autó-
tencia al lenguaje, a la gramática con que la mayoría de las lenguas nomo" y "ético" se excluyen)» (GM, II, 2, pág. 67). El auténtico espí-
categorizan el mundo y lo interpretan. 6 Con ello Nietzsche retoma ritu libre es un producto soberano de sí mismo. Nietzsche recatego-
ciertas intuiciones de la hermenéutica romántica alemana, de Her- riza la noción de autonQmía bajo el concepto de soberanía creativa
der, Humboldt y Schleiermacher. Pero las convierte en afilada lan- del individuo más allá de las normas y los intereses. Sólo el indivi-
za contra el lenguaje de los filósofos. En El viajero y su sombra, en- duo soberano es una auténtica persona: «Hacer de uno mismo una
contramos una de las formulaciones más contundentes de esta tesis persona completa, y en todo lo que se hace proponerse uno mismo
crítica: «Hay oculta en el lenguaje una mitología filosófica que a cada su mayor bien, vale mucho más que esas miserables emociones y
instante reaparece por muchas precauciones que se tomen» (párr. acciones en provecho de otro» (Humano, demasiado humano, 1, párr.
11). Productos de esta mitología son tantos conceptos clave de la tra- 11). Y en otro lugar: «Debías convertirte en señor de ti mismo, señor
dición filosófica occidental. Por ejemplo, sostiene Nietzsche, «el len- también de tus virtudes. Antes eran ellas tus señoras; pero ya no pue-
guaje ve por todas partes actores y acción: así se origina la creencia den ser otra cosa que tus instrumentos entre otros instrumentos.
de que la voluntad es la causa por excelencia; de que el "yo" es ser Debías enseñorearte de tu pro y de tu contra, y aprender a tomarlos
y es sustancia... Hoy sabemos que es una palabra» (01, 35 s.). Esta
o dejarlos, a aprovecharlos o no, según tu más elevado fin» (id.,
afirmación crítica de una tesis central de la hermenéutica es radi-
pról. 6).
calizada por Nietzsche hasta la liquidación de la categoría filosófica
Concluiré ya esta sucinta exposición, que sólo tiene el valor de
6. Véase MBM, págs. 17 y 20. Cito a Nietzsche según las siguientes traducciones: un grosero mapa para orientarse en tan complejo y rico campo de
(MBM) Más allá del bien y del mal, Madrid, Alianza, 1972; (OI) El ocaso de los ídolos,
Barcelona, Tusquets, 1972; (GM) La genealogía de la moral, Madrid, Taurus, 1972. reflexión filosófica, apuntando que a lo largo del siglo XX ha prose-
84 GENEALOGÍAS DE LO MISMO

guido el proceso de descentrar el sujeto normativo del liberalismo


y el idealismo. El programa de mayor éxito en este proceso es hoy
el que en la estela de Wittgenstein ha asumido el giro lingüístico de
la filosofía y aborda el problema del sujeto normativo desde su cons- CAPÍTULO 4
titución social lingüísticamente mediada. Los enfoques pragmáticos
de Davidson, Rorty o Habermas son ejemplos notables de estos en- EL YO Y LO PSÍQUICO
foques productivos que, aún limitando las pretensiones de los pen-
sadores del pasado, no se libran, inconsistentemente, a la llana ne- . Antoni Vicens
gación del sujeto como hicieron en determinados momentos
Heidegger, Foucault o Derrida. Síntoma de la irrenunciabilidad de
alguna noción de subjetividad desde el punto de vista normativo, Nuestros tiempos son de un nuevo psicologismo. Nadie dice «YO»
es el hecho de que estos últimos hayan reivindicado alguna forma ni se sitúa en el orden de las cosas que son sin suponerse portador
de soberanía del individuo en una estética de la existencia, o frente de una instancia llamada psique -o mente-, en la cual se instruye
a la fuerza de la ley y en las declaraciones de independencia. todo lo que se sabe. El registro propiamente freudiano de la cues-
tión comienza cuando a esa psique no se la considera sin un víncu-
lo con lo que no se puede hacer consciente sin trabajo, es decir, sin
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS una razón inconsciente. A la luz de esto debemos examinar si el yo
puede responder por todo ese «psíquico» que le visita o del cual es
CAMPS, V. (comp.), Historia de la ética, Barcelona, Crítica, 1987. visita. En resumen, hemos de preguntarnos si la ley que hace sujeto
DoMENECH, A., De la ética a la política, Barcelona, Crítica, 1989. de un yo es idéntica a lo mental.
PIEPER, A. (comp.), Geschichte der neuren Ethik, Tubinga, Franke, Más allá de estas preguntas, nos encontramos con que, de entra-
1992. da, sin saber, a ese «yo» y a ese «psíquico» los tomamos en una si-
STINGER, P. (comp.), A Companion to Ethics, Oxford, Blackwell, 1993. tuación eterna. El caso es que su arqueología podría determinarlos
TAYLOR, C., Sources of Self, Cambridge, CUP, 1989 (trad. cast.: Fuen- como fruto de una contingencia histórica. El psicoanálisis ha con-
tes del yo, Barcelona, Paidós, 1996). tribuido de manera excepcional a la constitución presente de estas
1\JGENDHAT, E., Autoconciencia y autodeterminación, Madrid, FCE, entidades, bien sea por su infiltración en el orden del pensamiento
1993. reflexivo o introspectivo, bien sea por su verdadera aportación al
paso de revelación de la verdad que hace de la vida humana una rea-
lidad ligada al tiempo o los tiempos de la historia, bien sea por la
reacción contra lo que ordenaría restringir todo pensamiento a su
significación consciente.

EL AMOR

El amor podría no ir más allá de la frase: «yo, a ti, te quiero».


Podría no tener otro fundamento que ese enunciado particular, o
dual, situado en un «yo y tú» que no tendría otros agentes que los
míticos emisor y receptor de la teoría del mensaje. Si fuese así, el
amor no haría salir a nadie de la esfera de su intimidad. En efecto,
el otro de ese 1nensaje, el «tÚ», quedaría reducido a la representa-
ción interna de lo poco que llega del ser del otro.
86 GENEALOGÍAS DE LO MISMO
EL YO Y LO PSÍQUICO 87
Lo cierto es que el amor lleva a otro lugar; siempre coincide con
nuevos problemas de la vida y con expresiones de lo diferente que No viene el amor al tú y al yo; les hace perder en el combate;
se presenta. 1 por eso ganan y se ponen a trabajar en el nuevo surco que abren,
No se puede referir el amor a solo el intercambio de las presen- sujetos.
cias. Hay que añadir a esa comunicación, cuanto menos, la de las
ausencias prometidas por la mortalidad que un día será patente para
uno de los dos, no se sabe cuál. Aceptar el dominio del amor impli- LA CULPA
ca admitir en sí mismo el combate por el cargo que hay que hacerse
de las ausencias. Otra cuestión es si todo deber proviene de la culpa.
Nada del amor se sostiene por lo mental, tampoco en la dimen- Como bien enseñaba Nietzsche, 3 la culpa es una deuda cuyo
sión en que alguien puede decir «YO». Lo mental es demasiado corto pago no puede ser transferido; de ahí que se la pueda considerar
para comprender la verdadera ausencia, y el yo demasiado escaso la base de una subjetividad o, incluso, de la subjetividad como tal.
para crear una falta perenne. Lo que de verdad se sostiene es el ideal, El sentimiento de sí es en buena parte ese sentido de la fidelidad
la gran pantalla sobre la cual se proyecta todo lo que un hombre o de tJ:no mismo a algo que falta en lo que estructura el mundo, en
una mujer pueden llegar a convertir en esperanza terrenal y eterna. lo que organiza su lógica y hace que las conexiones causales apa-
Por el amor el otro es el cofre del tesoro, la guardia de la eternidad; rezcan a tiempo y en su lugar propio.
el otro adquiere en esa ocasión la indestructibilidad y el brillo que Los fenomenólogos estudiaron muy bien cómo ese mundo tiene
la humanidad ha encontrado siempre ilustrados, en su manera me- la consistencia de una intencionalidad de la conciencia, como fruto
jor, por el oro. Los tesoros se conservan más allá de los siglos, y son de un yo estructurador de la experiencia. Para ellos, el mundo se
tesoros de manera generalizada. El tesoro de los mayas es tesoro para ofrece como la vivencia que tenemos de él, siempre que dejemos de
ellos y para nosotros, y lo será, estamos seguros de ello, en el futuro. lado toda conciencia particular. Pues bien, antes de esa experiencia
Universal es el amor en esta proyección sin fin. Pero ese «sin fin» intencional del mundo hace falta considerar aquello que lo vacía,
no sólo apunta al futuro, sino que constituye o recrea el pasado como y crea así un orden en la posibilidad de pensar su causa. Nada po-
algo necesario. «Uno sabía, desde la eternidad, que un día hallaría drá ser dicho en razón sobre lo que existe sin haber podido pensar
a ese otro u otra que le haría ser. »2 Ese vector que une el pasado el abismo causal en el cual el ser humano se halla a través de la ló-
más remoto con el pretérito desconocido, que en la unión precisa- gica de la castración. 4 Y la castración sólo es una experiencia sub-
mente todo desconocimiento y hace necesario el tiempo, es el vec- jetiva cuando se ha podido levantar la hipoteca de la culpa sobre
tor de la ley. Amar no comprende al tú y al yo, sino que los presenta el yo.
ante la ley, los pone frente al juicio de la historia que ellos mismos ¿Cómo aligerar al yo de la culpa? Sólo una ley universal puede
van haciendo en ese serse. Son, y no cuenta tanto su presencia como hacerlo, una ley que implique un pago igual para todos, sea cual sea
la ley nueva que surge en ese ser inédito. Hacen un universo nuevo, su sexo o condición. Freud observó que para cada sujeto que le ve-
aunque sea siempre repetido; y aunque mantenga la precariedad de nía a hablar tomándolo como psicoanalista surgía una pena y un
sus orígenes humanos y la falta de pomposidad de un mundo sin horror idéntico: la castración sentida como posibilidad cierta en al-
fastos dirigidos a unos súbditos, ese universo está legislado, tanto gún momento de la existencia. Decidió considerarla la causa del su-
como las galaxias, los imperios o las ciudades. Todo es orden bajo jeto y su punto de anclaje con la ley de la vida; es la paga que cada
la potencia del nuevo ideal, del tesoro que espera y -en el primer cual satisface por su ser existente. Lo maravilloso fue que eso tenía
paso, el del enamoramiento- de los ojos que se interpenetran.
el mismo valor para las mujeres: también ellas podían hacer nece-
saria la posibilidad de la falta de algo que nunca tuvieron; también
l. Véase, de J. Lacan, Le Séminaire, XX: Encare, París, Éds. du Seuil, 1975, págs. ellas amarraban su ser a una falta que, a simple vista, pareciera no
19-27.
2. Es el tenor de la frase que dijo Freud al pequeño Hans. Véase, de S. Freud,
«Análisis de la fobia de un niño de cinco años» (1909), la única entrevista de Hans 3. La genealogía de la moral (1887), especialmente la segunda disertación.
con Freud, en presencia de su padre. 4. Véase, de S. Freud, «Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anató-
mica entre los sexos» (1925).
EL YO Y LO PSÍQUICO 89
88 GENEALOGÍAS DE LO MISMO

dones de su yo, su vida se equivocaba en los caminos que les traza-


hacérseles patente más que en una situación comparativa con los ba el yo.
hombres. 5 A pesar de la aceptación consciente de la vida, ésta puede mani-
Lacan dio a eso un vuelco lógico cuando consideró que, más allá festarse precaria en accidentes no queridos por el sujeto, de aparien-
de toda pérdida personal, se hacía inaugural una pérdida en el Otro: cia casual pero que, en un análisis fiel, revelarían ser respuesta a
era ese Otro (la mayúscula es para diferenciarlo del interlocutor, al un impulso de autodestrucción, a una pulsión de muerte apresura-
que podemos apelar con la segunda persona del verbo) en el dora del trayecto del viviente humano, a un fin del tiempo no histo-
uno viene a nacer. Es ahí donde el sujeto halla su causa reconocien- rizable en un registro sólo previsible en lo dicho en primera perso-
do en él la castración. De ahí se pueden deducir todas las formas na. En otros casos, la continuación de la vida se hace en una
de la culpa y todos los procedimientos de pago: pagos a plazo por
esfumación de deseo que colora con su tinte negro toda posible con-
una vida recibida como saldo de una deuda antigua no reconocida,
secución gozosa: manera de conjurar el destino mortal teniéndolo
aplazamientos interminables de una actitud única que no acaba nun-
siempre vivo, como una irónica asechanza prolongadora de la vida.
ca de encontrar el hombre que pondría el sello final de «pagado»,
Para otros la muerte se erigirá como un semejante, presencia acu-
acuciantes impulsos altruistas de pagar siempre otra deuda para
dejar la propia en aviso de ejecución. Todos los modos, incluido el ciante y exigencia de un desafío: el sujeto quiere ver a la muerte cara
de la devolución al Otro de su falta mediante la supresión de la pro- a cara, quiere tenerla frente a sí, hecha persona, quiere verle los ojos;
pia existencia: modo de crear el agujero que el Otro nunca aceptó pero no los verá jamás, pues la muerte no los tiene.
haber poseído, con lo cual dejaba al sujeto en la precariedad de su A los sexos en su diferencia no corresponde una deducción nece-
relación con la causa, precariedad que suprime con su propia desa- saria, sino tan sólo una descripción empírica.
parición; pero será ya demasiado tarde para que le pueda ser útil. La aceptación del sexo propio puede resultar evidente y estar mal
que bien integrada en el orden del autoconocimiento. Pero, así como
la muerte nos hace convivir con lo diferente en la existencia, el sexo,
EL SEXO Y LA MUERTE por más propio que nos sea, no tiene presencia ninguna sin una re-
lación con el Otro sexo.
No todo pasa por la muerte. Nuestra vida se transmite a otros . Aquí se produce una suerte de asimetría. En efecto, para el hom-
y nos ha sido transmitida por el sexo, y la vivimos con la condición bre, la mujer es el Otro sexo, la diferencia hecha presencia ante la
de sabernos mortales. cual debe situar su virilidad. El hombre debe emplazar su sexuali-
Pero, realmente, ¿sabemos algo de ello? ¿Sabemos algo de nues- dad entre lo que recibió como símbolo de un «ser hombre» y el he-
tro sexo y de nuestra muerte? cho de que eso mismo crea un ser de excepción: el que posee a la
No hay duda de que el yo es el depositario de una parte de ese mujer absolutamente interdicha para él. Hay una manera de ser hom-
saber: sabemos cuál es nuestro sexo y que nuestra vida es limitada bre en relación con esa excepción que constituye, en el orden de las
en el tiempo. También, si se quiere, sabemos hasta qué punto pode- generaciones, la posición simbólica del padre; en cambio, hay mil
mos decir: «soy hombre», «soy mujer» o si desearíamos rectificar maneras de ser mujer: la madre es recurso inagotable o demasiado
la obra de la naturaleza. De un modo semejante: «estoy vivo» o si pronto agotado para una mujer, pues no puede incluirla en el con- j

desearíamos poner fin a ese estado. De todo eso, el derecho civil quie- junto de las que serían como ella; falta el rasgo que las identifica-
re tener constancia en su codificación de los goces humanos. ría. A la mujer le es familiar la diferencia. La mujer es tan diferente
Freud recogió las quejas -y las puso al trabajo de una cura- para el hombre como lo es para consigo misma. 7
de quienes, a pesar de decir: «mi sexo es tal», o: «vivo», no podrían De esas realidades surge el eterno conflicto entre los sexos, con
organizarlos más allá. 6 Su goce sexual no respondía a las conmina- todas sus variaciones, que van de la aceptación a la sublevación, de
S. Véase por ejemplo el artículo de K. Abraham, del complejo
de castración en la mujer» (1920). 7. Véase, de J. Lacan, «Propos directifs pour un Congres sur la sexualité fémini-
6. Son elocuentes al respecto los dos casos clínicos de S. Freud, titulados « Frag- ne» (1958), en Écrits, París, Éds. du Seuil, 1966, págs. 725-736. Hay trad. cast.: Escri-
mento de análisis de un caso de histeria (caso Dora)» (1905) y «A propósito de un tos, México, Siglo XXI, págs. 704-715.
caso de neurosis obsesiva (caso del Hombre de las ratas)» (1909).
90 GENEALOGÍAS DE LO MISMO
EL YO Y LO PSÍQUICO 91
la sintomatización hasta la transformación quirúrgica, con siempre
un horizonte: la frontera marcada por la castración, simbolizada en al mismo tiempo la más extranjera. Es el inmigrante que no cesa
la diferencia entre el órgano presente o ausente, oposición sin reco- en su nostalgia de algo lejano; de algo que perdió pero que, si llega-
rrido mediador, sin trayecto de enlace. ra a alcanzarlo de_nuevo, se daría cuenta de que ya no es lo que fue.
Ése es el peaje que paga la especie a la evolución: el tenerse de- Los amigos desapárecieron, el idioma nativo ha cambiado, resuena
pendiente de una diferencia de la cual el yo conoce apenas un as- ahora en otros dialectos; y ahora vuelve a ser inmigrante, y nostál-
pecto, y aún el más superficial, pues todo el juego de la seducción gico del territorio que lo había acogido en su emigración anterior.s
de la Otra parte residirá en hacer valer la posibilidad de pensar que Desde siempre el emigrante, el expatriado, el meteco, han tenido
las cosas no son como aparentan. El yo se verá atrapado en una si- para la humanidad ese valor mítico: el de personificar lo que de ex-
tuación de la cual sólo conocerá los hilos y las superficies cuando trañado hay incesantemente en el lenguaje del deseo. Más allá del
descubra los cuerpos; y aún, pues renacerá de ahí nuevamente la ruido de la oficina humana resuena un lenguaje conocido y desco-
posibilidad del cubrir y descubrir. nocido, familiar pero con un acento diferente, con algunas palabras
El ser viviente, del cual el yo es una buena resonancia y un in- desconocidas del sujeto, pero que no cesa. 9
tento de perduración, un avatar que busca lo inmortal, depende de A veces, en la historia, las comunidades se unen para hacer de
esas relaciones con la Otra parte. Puede saber lo que vale la desapa- ese elemento extraño su enemigo, incluso para eliminarlo, cuando
rición del objeto (lo que dice «YO» o lo que dice «tengo») pero siem- hasta un momento antes había sido el amigo de elección. Es la vo-
pre es al precio de un símbolo nuevo, sin que llegue jamás el índice luntad de que todo se pueda decir en una lengua materna, sin acen-
que señalaría lo ausente del todo: lo que no se puede decir, lo que tos ni rasgos que desfiguren la prístina e inmaculada voz que acaso
comercia en la cópula sexual. Y aún la vida nueva que de él puede fue demasiado suya sin derecho. La nostalgia de la voz perdida del
surgir no es sino una buena paga parcial. deseo se transforma entonces en la exigencia de una armonía abso-
En el sexo, el sujeto siempre es parte; por eso no puede ser al luta, monocorde y plana, que no perturbe el ruido opaco de un mun-
mismo tiempo juez y decir: «yo soy esto en cuanto al sexo». Todo do sometido. La voz buscada es la que sería sin resonancias, sin me-
lo más puede decir: «yo perdí esto en ser sexuado: parte de lo que tal, sin más armónicos que los idénticos.
soy o parte de lo que tengo». Este programa de deseo puro se puede aplicar a los demás ava-
tares del deseo. Pero, tanto como en este caso, ese propósito implica
siempre un ideal de desaparición del deseo.
LA PALABRA EN EL RUIDO UNIVERSAL
Los ángeles son terribles. El deseo es extranjero: uno puede fa-
miliarizarse con él, sentir su voz, apreciar su atravesamiento de la
Para que el deseo tenga un curso en el mundo es preciso que re- belleza. Entonces se es un hombre cabal, una mujer, se anda con su
ciba la impronta de lo que verdaderamente interesa. No la curiosi- goce. Es algo que se puede dar, cuando alguien sabe recibir los acen-
dad del Otro, sino aquello que lo prende, que lo hace existir, que lo tos extranjeros y los rasgos distintos en los que se cura su ser.
demuestra de trato venturoso o aciago. El deseo sólo se halla ahí Vivir es aceptar el malentendido fundamental en el cual se dice
donde el yo no puede saber, de ninguna manera, lo que le espera. el deseo. Es que no hay lenguaje propio para él, equivoca siempre,
La palabra, para ser vehículo de verdad, debe arriesgarse, y debe se equivoca, yerra, pero dice; sólo hace falta que se lo sepa, o se lo
hacerlo más allá de la apocada certeza del «pienso». «Deseo» quie- pueda, escuchar. ·
re decir precisamente eso: una abertura al futuro sin saber, pero con Sólo hay que estar dispuesto a descifrar el mensaje allí donde
certeza. El yo, de lo que le viene por el deseo, no sabe casi nada. sólo parecen indicios, no aún signos.
La única palabra que se abre paso en el discurso universal es la Arqueólogos de nuestro propio ser, somos descifradores del len-
que se profiere con el impulso del deseo creador, la que hace reso-
nar las fuentes del lenguaje del deseo humano que, cuanto más pro- 8. «Habiendo partido así del nostos holderliniano, es a la repetición kierkegaar-
pio es, menos parece estar a disposición de quien es capaz de decir diana adonde Freud llegará menos de veinte a:ijos más tarde... ». J. Lacan, «l:instance
«YO». El deseo es la abertura causal del sujeto, la más hogareña pero de la lettre dans l'inconscient», en Écrits, op. cit., pág. 519.
9. Véase el último párrafo de La interpretación de los sueños de S. Freud (1900).
92 GENEALOGÍAS DE LO MISMO EL YO Y LO PSÍQUICO 93

guaje en el que somos hablados. No sabemos lo que nos espera, aun- LA LOCURA Y EL SÍNTOMA
que lo esperemos.
No podemos comunicarlo más que cuando se da el malentendi- El lugar que cada ser humano ocupa en la organización del mun-
do que inicia nuevos encuentros, que hace reciente lo que fue preté- do no viene determinado por lo que cada cual puede decidir sobre
rito y que adelanta el futuro hasta una categoría anterior a la exis- lo que sabe de su existencia. Ese lugar le viene como mensaje del
tencia fija de hoy. Otro, no siempre claro ni inequívoco; suelen hallarse interferencias
No hay que deducir de esto que el tiempo, en la historia, acabe y, a veces, lo que es peor, ausencias en esos mensajes.
dando razón al deseo; la historia no nos acostumbrará jamás a las No reduciremos los síntomas neuróticos a mensajes interferidos
formas posibles de destrucción del deseo. El deseo no es un dios, ni las psicosis a mensajes interrumpidos, pero cierto es que en am-
ni una lucha de dioses, aunque los griegos podían representar las bos casos el sujeto ha de hallar la manera de tratar con eso. Tanto
disputas olímpicas como la causa de sus avatares pulsionales. es así que cabe preguntarse si esa dependencia causal del sujeto res-
De lo que se trata es de la pequeña vacilación del malentendido pecto de los programas interferidos o de las emisiones nulas no vie-
compartido al más bajo nivel, en el contrato verbal, en el encuentro. ne a ser la condición humana misma, para cada cual.
No hace falta en verdad un lenguaje nuevo; es el mismo de siem- No todo es claro y patente en los deseos del Otro que nos causó
definido por los elementos diferenciados en una relación inter- y que nos sigue causando. Tampoco cabe exigirlo; sería una tenta-
na de representación. 1o ción totalitaria indefendible, y no sólo políticamente. Ahora bien, de
Entender y entenderse es un fin, deseable como tal; pero el de- las contradicciones en los discursos del Otro puede surgir, para el
seo tiene otras astucias de lenguaje: habla idiomas mal comprendi- sujeto, tanto una cuota de libertad como un encerramiento sin sali-
dos, inventa dialectos que nadie conoce. Pero siempre es inte:rpreta- da. Acaso fuera mejor decir que el sujeto se sitúa en el punto donde
ble. Basta entonces tomarlo como carta dirigida al nuevo sujeto que la contradicción del Otro le atañe bajo la forma concreta de una al-
surgirá 11 cuando, más allá del problema del ruido y del mensaje, se ternativa real entre la libertad o el aherrojamiento. No siempre puede
tome la resonancia más poética que todo lenguaje vehicula aún sin elegir la libertad; a veces la elige al precio de verse sometido a la
saber. ley de un nuevo mensaje del Otro, esta vez no reconocido como tal.
El lenguaje también permite solicitar lo que no se sujeta a la par- Puede sentirse ahogado en su palabra: es la voz que no viene a su
ticularidad de lo poco que significa decir yo. Llevar a ese yo a atra- cita; puede obligarse a una actividad litúrgica y ritual regida por
vesar el espejo de su contingencia y ponerlo en acción para un acto una religión cuyo dios le es tan desconocido como los términos de
. creador es posible. Se trata de inventar formas nuevas para hacer su acción; puede describirse el mundo como una cárcel sin barro-
de nuevo posible la imposible vida humana, amenazada de agota- tes pero con calles prohibidas por demasiado abiertas, puertas se-
miento como se halla por la precariedad de sus medios biológicos. lladas por su sola presencia de abertura, luces de ningún color pre-
En todo esto cuenta el trabajo; él puede, a través de su relación ciso que le imponen una detención desgraciada; puede verse
con la muerte, organizar las formas para la vida del sujeto. Es el ar- apresurado a taponar los agujeros que una cópula reconocida no col-
ticulador entre lo concreto de la existencia y lo abstracto de la ver- ma, actividad frenética que le impide cualquier otra circulación que
dad transmisible. la de las cosas de un amor que nunca es ciertamente el suyo.
Todo esto son desgracias cuya transformación es negociable en
los términos de un lenguaje del cual se puede esperar su plus de
inconsciencia calculable. La cura psicoanalítica nadó ahí, en ese es-
10. Es lo que recibe una formulación algorítmica en el Curso de lingüística ge-
neral de F. de Saussure, y en la lingüística estructural. pacio entre la libertad del sujeto y su sumisión a la ley o, si se quie-
11. Véase el artículo de S. Freud, «Pulsiones y destinos de pulsión» (1915), y los re, en la posibilidad de una sumisión del sujeto a la ley de la libertad.
comentarios de J. Lacan a este texto en Le Séminaire, XI: Les quatre concepts fon- Pero no siempre el sujeto está en esta disposición. En ocasiones
damentaux de la psychanalyse, París, Éds. du Seuil, 1973, capítulos 13 a 15. Hay el mensaje que habría de venir del Otro no llega a su término, la es-
trad. cast.: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Barcelona, Paidós,
1987. peranza de libertad se eclipsó, y la inconsciencia no viene a su opor-
EL YO Y LO PSÍQUICO 95
94 GENEALOGÍAS DE LO MISMO

derna, postholderliniana, es precisamente eso, sostener la verdad


tunidad. 12 El sujeto es fiel entonces a una legislación sin libertad
nueva no en el yo y en su lírica, sino en lo que la palabra presenta
e incompleta. A veces lo veremos entregado a la locura de comple-
como lenguaje más que establecido: dispuesta a ser amo nuevo de
tar su articulado; y el sujeto puede ser un buen legislador. A veces
la verdad y en ese ejercicio consumirse y hacerse vieja antes del nue-
el sujeto se entr:ega como objeto a esa página de un código deliran-
vo crepúsculo. Cuando sólo queda la palabra, surge el poeta como
te, que a fin de cuentas no le permite otra objetividad que la del des-
su segador, hace gavilla nueva de la cosecha que murió.
perdicio. A veces el sujeto soporta su desesperación en la esperanza
de una reforma general del entendimiento que permitirá la libertad «Dices que yo repito algo que yo dije antes. Voy a decirlo de nue-
dentro de un articulado nunca confuso, idéntico a un dios futuro vo.» Al Otro se dirige, al que ya sabe qué va a ser lo dicho; el decir
con mayor consistencia que la del presente, que no es escondido para avanza cauteloso, encarrilado en la repetición envejecida y reitera-
él, sino nunca llegado a su naturaleza. tiva. Ésta es la mejor manera de anunciar lo nuevo: es ya viejo y como
La objetividad de esta clase de relación de un sujeto con la ley anticuado se presenta; pero, atención, acaso lo que yo digo se repite
lo hace a veces muy elocuente para diagnosticar nuestra propia po- en el yo, solo. Queda el resto, donde el mensaje renueva su incandes-
sición. Otras veces le permite' trabajar como guardián, cultivador cencia. Por eso se renueva el anuncio del decir en una pregunta que
o inventor de los códigos que dan al mundo sus sentidos. 13 Pero deja al Otro en la abertura de la espera y de la insignificancia. Es
también lo puede llevar a una prisión incondicional del sentido. Aca- la oportunidad para que nos deslicemos en el discurso, nos haga-
so puede ser escuchado, si no curado, si alguien se decide a tratar mos interlocutores de ese yo que nos ha llamado diciéndonos: dices
ese imposible en los términos de su propia lógica, para la cual se que estoy repitiendo lo que dije. Pero esto lo dice cuando aún no ha
puede esperar una escritura, en una superficie. dicho nada más que el poema. Por eso anuncia: voy a decirlo de nue-
vo. Eso probará que ya lo dije innumerables veces. De nuevo el sen-
tido de la pregunta: ¿He de decirlo de nuevo? ¿Será una vez nueva,
LOS LÍMITES DEL CONOCIMIENTO una vez más, una vez que podamos considerar sumada a las ante-
riores? Sin duda, si previamente hemos aceptado que éramos noso-
Lo que el yo puede decir que sabe es completo y limitado; es una tros quienes habíamos dicho al yo: siempre repites lo mismo. Esta-
verdad capturada y obturada en unos límites estrechos que no anun- mos atenazados entre el yo que repite lo de siempre y la pregunta
cian nada más allá. que sólo indica abertura a la nueva significación.
Pero la verdad, dicha, capturada, se desvanece. Hay que renovar «A fin de llegar ahí, de llegar ahí donde estás ... » Es decir, no es-
su experiencia. ¿Cómo pensar esa recuperación, cuando todo se pre- tás, tú, ahí donde estás: es un lugar al cual has de llegar. Nunca es-
senta completo, idéntico e interior? Podría concebirse un más allá; tás donde crees estar: ve adónde estás, consigue lo que tienes, di lo
pero es difícil, porque implica irse más allá del yo. ¿Hay quien sos- que has dicho; repite, vuelve a emprender el camino que hiciste, des-
tenga esto? de siempre, peregrino hacia lo que eres. No estés, no seas.
Sí, el lenguaje. El lenguaje sostiene al sujeto cuando el yo desea A fin de llegar ahí, de llegar ahí donde estás, «de provenir de don-
titubear, cuando decide ahuecarse para dar cabida a lo nuevo y, acaso de no estás», es decir de ahuecar el lugar donde estás y de estar no
-en estas cosas no se sabe quién decide- dejar paso al Otro. en un destino sino en un origen; para «proceder de», es necesario
Lo expresó el poeta 14 de la manera mejor; porque la poesía mo- abolir el tiempo y hacerse pasado en el presente. Estar ahí, pero. a
la vez no estar, o hacer presente el lugar donde no estás y conside-
12. S. Freud dedicó un libro a la oportunidad de la inconsciencia: Psicopatolo- rarlo el lugar de procedencia; de esto se trata cuando de lo que se
gía de la vida cotidiana (1901).
13. Véase, de J. Lacan, «D'une question préliminaire a tout traitement possible
de la psychose», en Écrits, op. cit., págs. 531-583. Hay trad. cast. en Escritos, op. cit., by a way which is the way of ignorance. 1In arder to possess what you do not pos-
págs. 513-564. sess 1You must go by the way of dispossession. 1In arder to arrive at what you are
14. Lo que sigue es glosa de los versos: «You say 1 am repeating 1 Something 1 not 1You must go through the way in which you are not. 1And what you do not know
have said befare. 1 shall say it again. 1Shall 1 say it again? In arder to arrive there, is the only thing you lmow 1And what you own is what you do not own 1And where
1to arrive where you are, to get from where you are not, 1Yo u must go by a way whe- you are is where you are not.» T.S. Eliot, Four Quartets, «East Coker», versos 133 a 146.
rein there is no ecstasy. 1In arder to arrive at what you do not know 1 You must go
96 GENEALOGÍAS DE LO MISMO EL YO Y LO PSÍQUICO 97

trata es de juntar la verdad con la vida, cuando se trata de hacer yo puede conocer -y nunca llega a conocerlo del todo- es ese yo,
verdadera la existencia, cuando se trata de concebir la pulsión como la única posesión que le es dada es la posesión de ese mismo yo. Lo
pulsión de muerte, cuando el deseo define una demanda de llegar único que posee el yo es el yo; y aún poseer eso es equivalente a no
al fin. Estar y no estar, es convivir la vida y la muerte, y renovar poseer nada. El yo es pérdida de sí; y aún es importante para vivir
la experiencia de lo vivo. que esa pérdida sea lo más pura posible. El yo alcanza su definición
Pues bien, a fin de llegar ahí, de llegar al lugar donde estás -la mejor cuando posee lo mínimo. Lo saben los santos, que se buscan
verdad-, viniendo de donde no estás -el lenguaje-, «has de seguir en la desposesión de todo, para poseerse enteros y en lo más puro
por un camino en el cual no hay éxtasis». No es un arrebato, lo pro- de la realidad. 15 Los santos enseñan el camino de la desposesión; es
metido, sino un ejercicio; un trabajo paciente y ordenado. El cami- decir, cuando no tratan de pagar una culpa inconsciente, enseñan
no no es la revelación; es el trabajo de desciframiento de una escri- el camino de la posesión del yo vacío, separado de toda mundani-
tura que está ahí, como la del poeta, el que dice: yo digo lo mismo dad. El poeta no es un santo; lo que importa no es el final, el otro
que vengo diciendo siempre. Más allá de mí no hay nada, hay sólo mundo. Cuenta el camino de desposesión que lleva a la posesión de
una pequeña idea de que la antigua vibración del lenguaje sigue, no lo nunca poseído del todo: el yo. Siempre en otra parte.
cesa,. prosigue como sustituto de la vida que no nos es sólo natural. Conocer y tener han sido los dos actos modulados por el poeta
Éxtasis es estar fuera de sí. Esto es lo que está negado al camino y que han mostrado el camino negativo por el cual el yo alcanza su
del poeta entre el lenguaje y la verdad. La poesía no es mística; es- falta de conocer y su falta de tener. Conocer y tener son actos que
cucha los ruidos de la vida y los poetiza convirtiéndolos en una vida apuntan a un objeto; lo poseído y lo conocido pueden erigirse fren-
de los sonidos: con sus ritmos y repeticiones. te al yo como objetos del mundo. Cuando lo que ese yo posee o cono-
No hay estar fuera de sí en el camino que se emprende; porque ce es el mismo yo, lo único cierto es la ignorancia y la desposesión;
ese camino, el de la verdad no aún, no ya, un poco aliado, consegui- ambas marcan un camino, apuntan a otro lugar terrenal.
da, quiere hacerse equivalente al fundamento que puede tomar el Un camino no se despega del suelo. El camino lácteo de los cie-
yo como certeza. los no lo es sino en tanto señala un camino terrenal. Estamos, con
La verdad no se tiene y hay que ir a otra parte a por ella, a darle el poeta, en el ámbito de lo humano, y nada más. El yo, conociéndo-
rigor. No se conoce aún; el yo precisamente no tiene el conocimien- se o poseyéndose, únicamente se traza un camino; se traza como
to de lo que es en verdad. Hay que salir: el yo debe salir de sí para camino.
serse con conocimiento. En sí y para sí no se conoce. El yo es una Cuando el acto que cuenta no es el poseer o el conocer, sino el
falta de posibilidad de reconocer su yo: en esa reiteración se ve su ser, las cosas andan de una manera algo distinta: «A fin de llegar
ser imaginario. El yo ha de salir en busca de lo que no conoce: es a lo que no eres, debes emprender el camino en el cual no eres».
la vida. Aquí parecemos entrar en un paraíso, o bien en un desierto, tau-
«Con el fin de llegar a lo que no conoces debes emprender un tológico: para ser lo que no eres debes ser lo que no eres. Pero, para
camino que es el camino de la ignorancia.» Cuando el yo se sabe, empezar, debemos dar a los dos noes de la frase un sentido distinto.
no se tiene; para tenerse debe emprender el camino de lo que no sabe, «Para ser lo que no eres» quiere decir: lo que aún no eres; lo que
es decir, el de la ignorancia. Sólo así el yo podría llegar a conocer no eres a fuerza de ser o de querer ser. El yo es, y en ese ser eyecta
lo que no conoce. Y es el caso que el yo, como tal, no tiene ningún de sí un no ser. Es fácil, si no se tiene en cuenta que el yo quiere
otro objeto de conocimiento que el mismo yo. Nada que no sea ese serlo todo (tal como quiere poseerlo y conocerlo todo). Pero no lo
yo se le hace objetivo. Pero a la vez ese conocimiento puede ser reco- es, todo. Para ser todo debe abarcar también el no, el no ser. «Lo que
nocido, por alguien que desee, como insuficiente e insatisfactorio. no es» existe por la misma acción que lo que es es. Así, el segundo
Debe salir hacia donde sabrá lo que debe saber: qué es «YO». Así es no -debes ser lo que no eres-, significa la misma fuerza de ser del
cómo el yo debe emprender el camino de la ignorancia. yo. «Debes ser lo que no eres» es el yo, él mismo, en su constitución.
Algo parecido podemos decir de la posesión del yo por sí mis- Antonio Machado dejó unos versos que se repiten: «no hay cami-
mo: «Con el fin de poseer lo que no posees debes emprender el ca-
mino de la desposesión». Es que, en efecto, cuando lo único que el 15. Véase de J. Lacan, Télévision, París, Éds. du Seuil, 1974, pág. 28.
98 GENEALOGÍAS DE LO MISMO EL YO Y LO PSÍQUICO 99

no, se hace camino al andar». Cierto, pero lo es más, y más profun- nacer, del saber de sí mismo, si lo hay, se puede decir que allí donde
do, el dicho de José Bergamín: «El camino se hace huyendo del ca- está es precisamente allí donde no está.
mino». Es así. Si avanzamos y hacemos camino, no es por hacer ca- Por eso al poeta le es dicho que está repitiendo algo que había
mino sino, ciertamente, para deshacerlo. Avanzamos huyendo de lo dicho antes: en un futuro anterior. Y deberá seguir diciéndolo, a pe-
que hemos sido, queriendo rectificarlo; si damos un paso es para sar de la glosa, a pesar de la filosofía, contra el muro del lenguaje,
salir de lo que, mediante el tiempo, será un habremos sido. 16 llevando el peso de la palabra, presentando en su acto de escritura
El trazo que dejamos en el avanzar está hecho del saber propo- el aliento del trazo y la raíz de la letra.
ner a lo hecho un imprevisible «aún no ha sido». Llamemos a eso
huir, si se quiere; o llamémoslo hacer frente al acaso, a lo que no
está fundado, a lo que no tiene fundamento, a lo que no es. Como
se trata de lo que somos, el camino es aquel en el cual no somos.
Sigue el poeta: «Y lo que no conoces es lo único que conoces».
El saber del yo es desposesión de sí mismo, ocultamiento para con
uno mismo, ignorancia de sí. Lo que yo sé es pérdida de lo real. No
porque lo que yo sepa sea ficción, o porque sea parcial, sino porque
el saber es destrucción de lo real, apropiación de lo imposible para
el campo del saber. Y ese saber es preparación al conocer. El yo pue-
de hacerse sujeto restringido de lo que conoce en lo que sabe. Por
eso su ser está en lo que no sabe. Eso que conoce es obstáculo a lo
que no sabe. P,ero eso real de lo cual no posee saber le posee a él,
lo causa y lo determina. Es lo que no sabe. ·
La conclusión del poeta es que el yo se pierde en lo que halla y
se halla en lo que pierde. No es una entidad autónoma, capturadora
de sí mismo. Lo que el yo es en sí mismo no subsiste sin una oposi-
ción, sin la contraposición de dos términos contradictorios: lo que
sabe y lo que no sabe, lo que posee y lo que no posee. Ninguno de
esos dos términos subsiste sin el otro. Y su contraposición señala
una dirección, la de lo no sabido y lo no poseído.
Allí donde el yo cree estar, en realidad ha creado una morada pre-
caria, la más precaria de todas; sólo un repliegue que hace creer que
es un techo. El yo se siente en una cabaña de cañas y jirones, pero
de la cual, como los personajes de Strindberg, 17 no sabe nunca el
grueso que tienen los muros. Sólo conoce su superficie interior; con
ello cree estar en un interior, en el interior del mundo, en la caverna
del centro del universo; cuando está protegido tan sólo por una capa
fina y opaca de papel y espejos. Aparte, está lo demás, lo que sostie-
ne desde fuera la precariedad de su morada, lo que crea el lugar don-
de se halla y donde mora. Por eso, del yo, de la subjetividad del co-

16. Véanse las consideraciones de J. Lacan sobre el «futuro anterior», por ejem-
plo en «Fonction et champ de la parole et du langage», en Écrits, op. cit., pág. 255.
17. En su obra La danza de muerte.
CAPÍTULO 5

LA CONCIENCIA Y EL PENSAMIENTO

Metafísica de la subjetividad y filosofía de la conciencia

Román G. Cuartango

Para la filosofía moderna la subjetividad no es un tema más, pue-


de decirse que es el tema, aquello que vincula toda su acción refle-
xiva. La pregunta filosófica por el ser -el «qué es ser» de los
griegos- sufre una transformación con el inicio de la modernidad,
al desplazarse el punto de apoyo de la pregunta desde un territorio
lejano, heterónomo, aquel que haría depender al pensamiento de la
divinidad y, con ello, a la filosofía toda de la doctrina de esa divini-
dad, de la teología, al territorio propio del pensamiento, al lugar que
se halla bajo el control de este último. Cabe decir a este respecto
que la modernidad consiste en esta transformación de la pregunta.
Pero la garantía última para todo orden de razones filosófico-
teológico, el principio de sentido, el lagos, son puestos en entredi-
cho con el abandono de la estructura ideativa medieval. El pensa-
miento humano se ve abandonado, a partir de este momento, a su
propia suerte, a las capacidades de su propia actividad reflexiva. De
acuerdo con ello, todo principio, todo sentido deben surgir de esa
misma reflexión, al ser probados por el pensamiento.
La modernidad comienza, pues, con el abandono de las seguri-
dades provenientes de instancias heterónomas a la razón. Pero ese
abandono de la tutela no significa entregarse sin más al vértigo del
aconteGer o del sin sentido, sino que coincide con la exigencia de
un fundamento incontestable de certeza o, lo que es lo mismo, con
la exigencia de un fundamento autónomo, puesto que incontestable
sólo podrá ser aquello que haya superado la prueba de la crítica ra-
cional, lo que implica que no pueda ser ajeno o independiente de
la razón, sino algo sometido a su soberanía. Con esto se está dicien-
do ya que la primacía residirá en la forma de la razón subjetiva que
habrá de convertirse en lo incondicionado en el orden de las condi-
ciones. El fundamento, que saldrá triunfante de la crítica radical (pa-
radójicamente un fundamento fundamentado) es el ego cogito resis-
IJNiVJeltSIDAD NACIONAl DI
102 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA CONCIENCIA Y EL PENSAMIENTO 103

tente a la duda cartesiana: principio íntimo de la razón y sentido otro elemento, llamado asimismo sujeto, para el cual ese algo es «en
. o ser, ya que es aquello siempre supuesto en todo pensar, lo que tanto que algo». Yo, al pensar, permito que algo se presente, se dis-
acompaña siempre a toda representación. Con el establecimiento de ponga, según una serie de condiciones determinadas, como algo de-
este principio -el yo, el yo pienso- entran con pleno derecho en lante de mí. Sirva lo anterior para apreciar que el pensamiento es
la reflexión filosófica los atributos de ese concebir: conciencia, auto- la tierra natal del sujeto, pero justamente en esa doble forma que
conciencia. Para Leibniz, por ejemplo, el principio de autoconcien- acaba de mencionarse. «Sujeto» se denomina, por un lado, a uno de
cia servirá de modelo a los principios metafísicos fundamentales los lugares de la proposición o del enunciado, y las proposiciones
de fuerza y de sustancia. constituyen el contenido del pensamiento. El «sujeto» es aquello de
Puesto que hija de la duda y de la exigencia de probar la certeza, lo que se trata, aquello de lo que se predica, aquello de lo que se
la modernidad es no sólo el tiempo de la razón triunfante, es tam- piensa algo. Ésta es una característica de la forma lógica, de la for-
bién necesaria e inevitablemente dominio de la reflexión sobre esa ma del pensamiento en tanto que tal. Pero ese «sujeto», que es el
certeza, de crítica de la razón. La era de la razón puede ser descrita asunto, que es la «cosa» del pensamiento, no es entendido de inme-
como movimiento mejor que como quietud, mar de dudas y de prue- diato como el sujeto en sentido depurado y primero. El sujeto, en
bas, de agudización y realización del escepticismo respecto de las este sentido primero, es el sujeto de la representación, el represen-
propias posibilidades. La fundación de la autonomía de la razón abre tante, mientras que sólo en sentido segundo puede ser llamado así
pues, el paso a la zozobra y la negatividad que se sigue de la ese otro sujeto, el «de qué» del que se predica, el sujeto de la enun-
ción de un principio polarizado: tiempo de cuestionamiento, de crí- ciación, el sujeto de la proposición. No obstante, también es el pen-
tica y determinación, tiempo de investigación sobre cuál es la esen-
samiento el lugar originario, y por ende propio, de ese «sujeto del
cia de ese ámbito autónomo cuyos rasgos han sido esbozados, pero
pensamiento». El sujeto de la subjetividad se encuentra además ín-
cuyo fundamento es una suerte de agujero negro -el vértice de la
'timamente entrelazado con el objeto de su representación -el suje-
racionalidad subjetiva o subjetivizada- en el que han venido a pre-
to asunto de la predicación. La representación misma es la razón
cipitarse los conceptos y principios tradicionales de la metafísica.
Los caracteres básicos de esa racionalidad subjetivizada se si- de ese entrelazamiento. El objeto lo es para un sujeto, es su repre-
guen del modo mismo de esa certeza autónoma. La instancia básica sentación, y por ello se convierte en asunto, en sujeto de la proposi-
-el cogitare, el representar o percibir (percipere, coagitare, cogita-. ción. Por otra parte, el fundamento del objeto, su razón, reside en
re, repraesentare in uno)- muestra los trazos de una estructura para el sujeto en tanto que la instancia fundamental de la representación.
la cual algo es representado en, y por medio de, un otro algo, algo Él es la condición de posibilidad del objeto, la razón de su objetivi-
es puesto ante, presentado, puesto a disposición de un algo, de un dad, de su ser. Pero esta condición de posibilidad implica una cier-
otro algo, que es el que representa y, además es la condición de la ta entrega de lo representado. La instancia que representa tiene que
manera en que se presenta lo que se presenta. Ésta es, si lo mira- asegurarse de la posesión de lo representado. Y esa seguridad es la
mos más detenidamente, la forma de esa verdad convertida en cer- certeza respecto de la aprehensión de la representación.
teza. Consecuencia inmediata de ese traer hacia el vértice de algo Las marcas topográficas de este territorio son otros tantos indi-
que representa todo lo representable de suyo es que el cogitare pue- cadores de la transformación habida en el modo fundamental de pen-
da ejercitarse como una suerte de cálculo, de estimación y, por lo sar lo referente a las cosas que son respecto de ese ser. Ese pensa-
mismo, de establecimiento de valores. miento referido al ser en tanto que tal se ha denominado desde
En el modelo representativo o de convergencia focal en la ins- antiguo metafísica; por tanto, el cambio que posibilita la aparición
tancia representante, esta última se encuentra investida del atribu- de este asunto de la subjetividad como tal asunto es la transforma-
to del fundamento. Y de ese fundamento se trata. ¿Qué significa en ción de la metafísica del ser en «metafísica de la subjetividad». El
el modo moderno «yo pienso», que es una de las formas del cogita- pensamiento se convierte entonces en el lugar del sujeto y de la sub-
re? Significa tanto como «yo represento algo en tanto que algo». Con jetividad a la par que ese asunto del ser toma la forma de condición
ello tenemos, al decirlo o expresarlo, un enunciado, una proposición. de posibilidad de la objetividad. Subjetividad casa entonces con mo-
La forma de la proposición, en la cual hay un sujeto y un predicado dernidad, siendo ésta en general la época de la representación (del
-«algo en tanto que algo»- es llevada, es reducida a la forma de asunto del ser como representación) que viene a ser inaugurada con
104 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA CONCIENCIA Y EL PENSAMIENTO 105

el principio cartesiano del cogito, de la perceptio. En la modernidad, de la filosofía: la skepsis, el paso atrás, el inquirir inoportuno e im-
el pensamiento metafísico u ontológico (y la filosofía en tanto que portunante, que insiste en remitir al sujeto mismo a su sentido. De
su modo de preguntar) descubre como tema principal a un hombre ahí que, junto al imperio vaya la crítica, la negación incluso, del su-
que concibe como escena de lo real y como tribunal ante el que ren- jeto en tanto que instancia garante de toda certeza racional. Desde
dir cuentas, es decir, como quien representa. De ese modo, el hom- el otro confín de la era moderna puede verse con bastante claridad
bre se descubre a sí mismo como la ratio que subyace al mundo, se y nitidez que esto es así.
descubre como siendo la razón. Y su decir, en el que acontece la re- El cogitare, la única certeza, necesita para establecerse como fun-
presentación de lo que es se convierte asimismo en el territorio, en damento continuo de todo lo que permanece constante, a saber, lo
la palestra en la que comparece eso que es para ser determinado que se presenta como obiectum respecto del cogitare mismo, doblarse
en su ser. La proposición es en la modernidad el lugar, y su logos, sobre sí mismo, representarse a sí mismo. De ahí que la re-flexión,
la lógica -la metafísica se transforma en lógica-, se convierte en esa vuelta sobre lo uno siempre supuesto, sea fundamental, es de-
la condición de posibilidad de ese ser. cir: fundante con respecto al asunto del ser de lo real. Podríamos
Ahora bien, si nuevo es el escenario, nuevas son también sus di- decir en este sentido que la reflexión, el objeto y la subjetividad se
mensiones. El lugar en donde se pregunta por el qué de lo ente, por compenetran como momentos de una única estructura. Es más: la
el sentido de lo que es el lugar del enunciado, de la proposición, el esencia de la representación se funda, en el sentido antes indicado,
lugar en el que, como se ha visto más arriba, algo se da como algo. en la reflexión misma, en esta posibilidad de vuelta continua sobre
Pues bien, al tener que preguntar entonces por lo siempre presupues- el elemento unificador de la certeza. Dicha unidad, que es por otra
to en el hecho de que algo se dé como algo, lo que en realidad debe parte el ser -en el sentido de la actividad representante y unifican-
preguntarse es por el subiectum en ese darse la representación, en te de todo lo que se presenta-, se convierte en una suerte de mundo
ese tener lugar un objectum. Eso (subiectum) que ya está supuesto concentrado, la Mónada leibniziana, por ejemplo, cuyo carácter fun-
para que la representación se dé como tal. Es decir, la pregunta on- damental consiste en ser speculum universi. De ese modo, el lagos
tológica se convierte en una pregunta por la subjetividad del sujeto de la antigüedad queda transformado, entra a formar parte del do-
que, necesariamente, se encuentra encadenada a la consiguiente pre- minio semántico de la ratio, del discurso, de la enunciación y la ra-
gunta por la objetividad del objeto. Subjetividad del sujeto, enton-
tio es asimismo otro de los nombres para, justamente, lo subiectum,
ces, y objetividad del objeto son dos cuestiones íntimamente entre-
aquello supuesto, lo ahí siempre presente en todo cogitare.
lazadas. Sin embargo, debe atenderse a que en el tiempo o dominio
El territorio ontológico del cogitare, la objetividad del objeto, el
de la subjetividad no sólo acontece la reducción del mundo de lo
ser de lo real, no es otra cosa que posición con respecto al sujeto,
real a las dimensiones del sujeto, sino que, ya que la pregunta onto-
al representante; es decir, objetividad del objeto con respecto a la
lógica debe orientarse en primer lugar hacia el sujeto de la repre-
subjetividad. Esta posición puede tener diversas modalidades, ex-
sentación, es precisamente éste el más preguntado, el más radical-
mente puesto en cuestión, ya que en él reside o radica el sentido de presadas -véase Kant, KrV- en la forma de categorías, pero todas
todo lo real. Por tanto, la racionalidad moderna se deriva y depende ellas -todas esas modalidades de la posición- se fundamentan en
de la estabilidad de ese sujeto siempre supuesto en la representa- un acto de posición primaria, fundamental, que es la síntesis de la
ción. Metafísica de la subjetividad es entonces imperio del sujeto, apercepción trascendental. Esta síntesis es el acto primigenio del
en primer lugar como exigencia de un ente verdadero que satisfaga pensamiento cognoscente. Por otra parte, el acceso a la subjetividad
las condiciones de una verdad que es ahora certitudo cognitionis: es la reflexión. Si el ser de los entes es considerado como posición,
el subiectum siempre ahí en todo re-presentar y para todo re- debe ser entonces explicado en su ser-puesto con respecto (o en rela-
presentar y que, en el ámbito del re-presentar es lo indudable, lo cons- ción) al pensar. Pero esa aclaración y esa localización no son más
tante y permanente. Ese carácter constante (mientras tiene lugar el que formas de la reflexión. De tal manera, en lugar de «ser» pode-
cogitare) constituye la sustancialidad de aquello en lo que no puede mos decir «posición» -y, lo que es lo mismo, «reflexión»-, en lu-
dudarse en ningún representar, aunque éste tenga la forma de una gar de pensar podemos decir «reflexión de la reflexión», pues con
duda. Pero al lado de la metafísica camina el preguntar desatado reflexión se menta el horizonte, mientras que el pensar, en tanto que
106 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA CONCIENCIA Y EL PENSAMIENTO 107

reflexión de la reflexión, menta el instrumento de la interpretación de la sensibilidad, pero al mismo tiempo representa la separación
(Auslegung, ex-posición) del ser del ente. de la atribución a un caso particular, universalizándolo en la forma
Hay que indagar ahora qué significa esta «posición-reflexión», concepto, es lo que llama Kant «reflexión». Reflexión es, pues, el pro-
núcleo fundamental de la estructura subjetiva. La necesidad de esta cedimiento que se encuentra en la base del juicio, y si juzgar o enun-
indagación, «reflexión de (sobre) la reflexión», viene de suyo para ciar es lo mismo que pensar, entonces reflexión es lo que se encuen-
la racionalidad moderna que aspira a certificar su propio estatuto: tra en la base del pensamiento.
la razón es asunto para sí misma en la «era de la razón». Kant, quien La pregunta inevitable entonces para la filosofía moderna en tan-
a este respecto representa el centro en torno al cual giran las preo- to que filosofía de la razón o de la conciencia es ésta: ¿es pensable
cupaciones filosóficas referidas a la racionalidad como suelo y sen- a su vez esa representación de unidad que acompaña a la plurali-
tido, puede servir en esto de guía. Él toma la síntesis cognoscitiva, dad intrínseca de la representación? o, en otras palabras, ¿puede la
cuya expresión es el juicio, la proposición, como punto de partida. reflexión encontrar predicados para la a percepción, una regla sepa-
El conocimiento constituye una unidad en la que pueden ser anali- rable del caso particular, un concepto y, de ese modo, conocerla como
zados dos términos: sensación y concepto. Pero la sensación es mera si de un objeto se tratara? El establecimiento de la autoconciencia
pluralidad que debe ser agrupada para que haya conocimiento no como principio postula la exigencia del asalto reflexivo a su lugar
meramente subjetivo, sino conocimiento del objeto, conocimiento ob- más propio, para exponerlo o exhibirlo en los términos, bajo las con-
jetivo. Hay conocimiento porque las impresiones no se enlazan unas diciones del pensamiento, en la forma de un saber cognoscitivo.
con otras de cualquier manera. El conocimiento no es una estructu- Pero todos los términos que integran el fenómeno del fundamento
ra de mera y simple subjetividad, es la estructura del objeto. 1 de la razón moderna están ya aquí presentes: conciencia-autocon-
En el juicio, pues, distintas representaciones son ordenadas, uni- ciencia, en un lado, reflexión en otro lado, y pensamiento como posi-
ficadas para establecer la objetividad del objeto. Esta unidad se ex- bilidad de reflexión sobre la primera reflexión en otro. Por una parte,
presa por medio de la cópula, el «es» de la proposición. La sensa- se trata de llegar cognoscitivamente al centro mismo de la activi-
ción es pluralidad -su forma es el tiempo: uno, otro, otro, etc.-, pero dad representante del yo, que puede ser considerado sustancia, de
no hay pluralidad si esa sucesión no es recogida y enlazada de algu- acuerdo con los términos de la tradición, lo que exigiría por su par-
na manera. Pero ello ocurre porque hay una representación, que te la transformación de la noción de sustancia, 2 para que sea posi-
acompaña al representar mismo, de una unidad a la que la plurali- ble establecer los rasgos de la cogitante en tanto que tal.
dad debe ser remitida. Esa representación es la de la unidad en ge- Por otro lado, se trata asimismo de poder delinear las conexiones
neral, que se corresponde con el hecho de que todas las representa- que permitan pasar desde el elemento de la conciencia, desde el fac-
ciones lo sean de un sujeto unitario de la representación -sujeto tum de esa representación unificante de la apercepción, a una teo-
transcendental o a percepción pura. La posición de unidad del obje- ría cierta que abra paso al conocimiento del mundo. Por una parte,
to o posición de objetividad -que a lo dado le hayan de correspon- esta tarea se encuentra puesta en peligro por la amenaza de subjeti-
der predicados- va a la par entonces de la posición de la subjetivi- vismo, amenaza enseguida denunciada, ya en el postkantismo, por
dad o apercepción pura: unidad del objeto y unidad del sujeto se múltiples críticas a la unilateralidad de una razón subjetiva que abs-
"imbrican. Esto, el establecimiento de la regla de posición de la obje- trae y se abstrae del mundo. Por otra parte, el intento se ve amena-
tividad, que posibilita la unidad de la pluralidad de representaciones zado por la dificultad teórica de concebir la instancia misma. 3 La
conciencia-autoconciencia es un punto de apoyo necesario pero que
l. Heidegger distingue así entre «subjetividad» y «subiectidad». La primera de- permanece más allá del control racional: cuando se intenta pensar-
nominación pretende hacer.referencia al desequilibrio subjetivista, la yoificación lo se producen contradicciones, se avanza en círculo, etc., lo que le-
del ser objetivo, la reducción radical que parece olvidar que la objetividad se en-
cuentra íntimamente compenetrada en sus trazos esenciales con la subjetividad -po-
sición de un objeto implica su (po)sición de un sujeto. «Subiectidad» por el contra- 2. Así la Mónada leibniziana y la sustancia-sujeto hegeliana.
rio se propone destacar que el ser se encuentra determinado a partir del subiectum 3. Véase la .crítica radical de Hume y asimismo las dificultades que habría de
(sustancia), pero no necesariamente de la polaridad escorada de un yo (o subiectum tener Fichte para establecer una teoría del yo como principio e incluso los
cogitante) (Nietzsche II, Pfullingen, 1961, pág. 451). que aparecen en la KrVkantiana sobre la vacuidad. de la noción de autoconciencia.
108 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA CONCIENCIA Y EL PENSAMIENTO 109

vanta un muro de escepticismo en el corazón mismo de la racionali- nifica «autorrelación», no relación con un tercero que posibilitara
dad triunfante. el conocimiento de que ha tenido lugar una aprehensión. ¿Cómo pue-
El pensamiento intentará acceder a esa instancia de la autocon- de saber entonces la autoconciencia si, al serle dada a través de la
ciencia yo sirviéndose de su modo de proceder más propio: autorreflexión un yo-objeto, se ha aprehendido en efecto a sí mis-
la reflexion; elaborando así una teoría (reflexiva) sobre la esencia ma? Sólo si ya sabe de antemano algo de sí misma, pues sólo a par-
del Y?· Su punto de partida será, pues, el sujeto del pensar, del que tir de ese saber es posible afirmar que lo concebido es ella misma.
se afirma que se encuentra en una continua relación consigo mis- Pero si ya sabe de sí misma es que se encuentra ya en estado de sa-
mo. Como esa relación es una suerte de conocimiento, habrá de te- ber que yo = yo, con lo que la teoría de la reflexión termina por se-
ner tal manera que el sujeto se convierta en su propio obje- gunda vez en una petitio principii. Se presupone la solución que ella
to. La actividad de la representación, que en principio estaba referida tenía que encontrar.
a objetos, se vuelve, regresa sobre sí misma y de ese modo se produ- El esfuerzo teórico de Fichte, formulando y reformulando una
ce un caso particular de la representación, a saber: la identidad en- vez tras otra su Wissenschaftslehre, que se asienta sobre ese princi-
tre esa actividad misma y lo que es el objeto de la actividad. Pero pio de la identidad del yo, es una muestra palmaria de las dificulta-
esta concepción tan clara y sencilla es un nido de confusiones, como des para sustraerse a la fuerza de la teoría del yo como autoconcien-
se puso ya de manifiesto en el momento mismo de su formulación. cia a partir de ese procedimiento reflexivo. No obstante, aunque aquí
La teoría reflexiva del yo se mueve en círculo, lo que se hace patente no pueda llevarse a cabo un estudio de los intentos fichteanos 4 sí
se le algunas preguntas. La primera, formulada por que puede quedar establecido este modelo fracasado, pero en cier-
Fichte, es la siguiente: la teoría reflexiva del yo habla de un yo-sujeto ta medida siempre recurrente, de la teoría reflexiva del yo como una
que se. conoce a sí mismo en tanto que entra en relación consigo, descripción de la dificultad fundamental que aqueja a este princi-
es decir, que se vuelve sobre sí mismo. ¿Pero cómo hay que pensar pio de la racionalidad moderna.
ese sujeto? Supongamos que se trata verdaderamente de un yo en El modelo reflexivo presenta, pues, muchas más dificultades de
la función de sujeto. Pero entonces es evidente que nos movemos en las que puede razonablemente controlar, pero eso no significa que
círculo, suponiendo lo que tenemos que explicar, pues del yo sólo no sea en algún sentido el modelo «natural» del pensamiento mis-
puede hablarse allí donde un sujeto se ha aprehendido a sí mismo, filO. Ya hemos visto hasta qué punto el cogitare, el representar unifi-
donde el yo se dice a sí mismo «YO». Esto es lo que diferencia a la cador en la síntesis cognoscitiva es un procedimiento regulado por
autoconciencia de cualquier otro saber en el que el mismo estado la reflexión. Reflexión y juicio coinciden en este sentido. En relación
de cosas se presente en dos lugares diferentes. Ya se produzca de con lo anterior, una objeción se levantaría justamente en el momen-
una u otra manera el acto de esa conciencia, «YO» puede sólo ser to en que este asunto de la identidad y el saber del yo era tomado
llamado el resultado en el que el yo se tiene a sí mismo en el modo en consideración y era llevada ante el tribunal de la crítica la segu-
de un saber. Por lo tanto, ese acto no puede ser descrito en absoluto ridad de esa razón omniabarcadora, omniconocedora, omnidomina-
como reflexión, pues «reflexión» sólo puede querer decir que es apre- dora. Esa objeción se encuentra en un reducidísimo ensayo de un
hendido y con ello expresado en un saber ya presente de sí mismo. personaje curioso en esta historia de la filosofía moderna. Nos es-
La otra cuestión es ésta: la teoría de la reflexión supone que el tamos refiriendo a Urtheil und Seyn del «poeta» Holderlin. En este
yo alcanza el conocimiento de sí a través de un volverse sobre s( Sólo ensayo Holderlin enfrenta el principio fichteano a la dificultad mis-
no para explicar la conciencia yo = yo que un sujeto cual- ma de la posición reflexiva. El juicio es para él la separación origi-
una conciencia expresa de un objeto cualquiera. Ese naria que se produce entre los miembros que la componen -sujeto
SUJeto tiene que saber también que su objeto es idéntico consigo mis- y objeto. Pero ello acontece en el juicio a la par que se exige en él,
mo. El de.esa identidad no le puede ser proporciona- por medio de la cópula («es»), la identidad entre ambos. Por otra par-
do por ninguna Instancia tercera, pues el fenómeno de la autocon- te, precisamente eso que el juicio pre(su)pone, el ser, la unidad, la
ciencia exige una relación inmediata consigo, y la teoría reflexiva
del yo en con ese fenómeno, que el yo se apre- 4. Sobre este particular, al igual que sobre lo inmediatamente anterior, véase D.
henda a SI mismo unicamente a través del regreso a sí. Reflexión sig- Henrich, Fichtes ursprüngliche Einsicht, Francfort del Meno, 1967.
110 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA CONCIENCIA Y EL PENSAMIENTO 111

más estrecha ligazon entre sujeto y objeto, es lo que no alcanza a tiempo la imposibilidad de que esa misma conciencia sea el princi-
poner, a expresar, puesto que su efecto es la separación (de una re- pio, el fundamento -ella es ya lo escindido. El principio,
gla universalizada en forma de concepto respecto del sujeto del enun- que rige, el Seyn al que se refiere Holderlin, es algo o
ciado y que es aplicable a otros muchos casos). ¿Qué ocurre enton- a-reflexivo, que de alguna manera se halla apu:1tado en la
ces? Que el ser, que de acuerdo con las condiciones de la racionalidad cia en la forma de la escisión, como la exigencia de superar la esci-
moderna, ha pasado a constituir ese subiectum siempre supuesto como la postulada unidad en la Hol-
en el representar, en el decir, garantía además de la unidad en la derlin y otros intentos de esa misma epoca se vias
síntesis cognoscitiva (como unidad de la apercepción pura), que se unificación a través de la autoeliminación de la conciencia con VIS-
ha convertido en principio absoluto, no puede comparecer como tal tas a una realización de ese principio que no sea una posición refle-
en la posición reflexiva; si lo hace debe pagar el precio de la esci- xiva del mismo. Uno de los ejemplos más característicos en este sen-
sión -entre sujeto y objeto, entre teorético y práctico, entre razón tido, y que mencionaremos de pasada,. es l.a hegeliana
y mundo: Y esa escisión resulta ser, por lo demás, uno de los carac- de la conciencia en el curso de su propia ehminacion, de su conver-
teres fundamentales del mundo y de la razón modernas. sión en saber no escindido (saber absoluto) y también la experien-
El ser que tiene que ser expresado en su más íntima identidad cia paralela de la· autoeliminación de la reflexión por del de-
originaria por medio de la reflexión en el juicio no puede serlo sin sarrollo de la negatividad que corresponde la .escision en
que esa su más íntima esencia sufra la herida de la separación. Así, términos de la separación en el juicio. La conciencia y la reflexion
la identidad autoconsciente puesta como principio no es la ligazón son limitadas y se encuentran condenadas a la escisión,. pero son
originaria que él denomina «Ser»; «por el contrario, el yo sólo es po- un dato del que hay que partir: la razón es Pero
sible mediante esta separación del yo frente al yo. ¿Cómo puedo de- en eÜas comparece en su hurtarse, por vía negativa, el pnncipio, eso
cir "¡yo!" sin conciencia de mí mismo? Pero, ¿cómo es posible la que Hegel llama, con la terminología del <:lo
conciencia de mí mismo? Es posible porque yo me pongo enfrente, lo suelto con respecto a la serie de las condiciones, lo
frente a mí mismo, me separo de mí mismo y, pese a esta separa- do. En la limitación reflexiva, en la separación de la res-
ción, en lo puesto enfrente me reconozco como lo mismo. Pero ¿en pecto de su objeto, late ya la ne.cesidad est.ado de necesidad) de
qué medida como lo mismo? Puedo, tengo que preguntar así; por- la unificación, necesidad que tiene que eJercitarse en la de
que, en otro respecto, se ha puesto enfrente de sí. Por lo tanto, la iden- filosofía, de un pensamiento que sea reflexión de reflexion, que
tidad no es una unión del objeto y el sujeto que tuviera lugar pura sea la conducción -podríamos decir- de la reflexion a la autocon-
y simplemente; por lo tanto, la identidad no es = el ser absoluto». 5 ciencia, al saber de su propia limitación, para que de esa mane:a
Esa ligazón originaria se encuentra más allá de la reflexión, fuera estalle desde dentro de sí misma -la célebre Aufhe.bung- Y se.
de ella. Pero, por otra parte, sólo por medio de la reflexión se pone ponga a convertirse en la exposición, en la presencia de ese.
como tal tanto la subjetividad como la objetividad (kantianamente, pio 0 de lo absoluto. Esa conversión es el paso de la reflexion a la
según hemos visto). ¿Qué ocurre entonces? Ésta es la maldición que especulación. . . ,
vale un destino para la razón, precisamente en su era imperial. Además, Hegel concibe la autoconciencia no como referen-
Puede decirse un tanto apresuradamente que con la crítica re- cia de yo a yo, sino como mediación del yo po.r medio del nosotros,
presentada en el Urtheil und Seyn de Holderlin se muestran los sín- aspecto éste que ha sido destacado en este siglo un. germen
tomas de un nuevo escepticismo respecto al poder de la razón. Y en para el establecimiento de vías intersubjetivas la .raCionalidad mo-
este caso no sólo en lo que afecta a las limitaciones de la reflexión, derna, superadoras el subjetivismo de la conciencia del _No obs-
sino también al principio de la conciencia y de la autoconciencia. tante, y como ha sido a menudo
Si bien Holderlin reconoce el factum de la conciencia como el lugar liana cae también bajo el empuJe de la cntica al procedimiento
del que hay que partir en la investigación racional, señala al mismo reflexivo. Aun así, al igual que ocurre con Fichte, algunas de las
páginas hegelianas, en las que se muestra cómo se la pro-
5. F. Holderlin, Urtheil und Seyn, Grosse Sttutgarter Ausgabe, Band 4,1, Stutt- posición lógica común cuando tiene que dar expresion a especu-
gart, 1961, págs. 261-217. lativo y en las que se da cuenta asimismo del licuarse Y desintegrar-
112 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA CONCIENCIA Y EL PENSAMIENTO 113

se eleusinos que sufre tanto la conciencia cuanto la reflexión, re- tum no representa sino un aumento de las instancias que deja la for-
presentan hitos relevantes dentro de la crítica de la racionalidad ma misma sin modificar. Cabe preguntar a este respecto: ¿Al mul-
moderna y del subjetivismo que acompaña, desde el comienzo, al es- tiplicar y concebir de un modo más complejo la estructura del
tablecimiento del subiectum como principio garante de toda racio- cogitare ha sido transformado éste, se lo concibe de un modo sus-
nalidad. tancialmente distinto?
La desconfianza ha marcado el destino del pensamiento sobre La aporía reflexiva es constitutiva de la subjetividad, una y otra
ese principio de la razón, pero no ha logrado eliminar el procedi- se interpenetran o se fundamentan mutuamente. Pero en el pensa-
miento reflexivo. El pensamiento ha intentado, por distintas vías, evi- miento reside de alguna manera también la posibilidad de una re-
tar una reducción que representara el salto al vacío metafísico, pre- flexión de la reflexión. Ejercitando ésta, el pensamiento debe ir más
tendiendo dejar atrás el abismo, la diferencia que subyace al hacer allá de la conciencia, haciéndose cargo de lo presupuesto en el ser
de la reflexión. El descrédito de la metafísica es una consecuencia posición de la conciencia. El pensamiento, así, no puede más que
de lo dicho: la respuesta a la cuestión del ser, al asunto de la ver- representar la agitación de la conciencia cuando intenta efectuar su
dad, en la forma de un ente verdadero es contradictoria para el en- posición. En él acontece, pues, tanto la vida de la conciencia como
tendimiento y produce un conflicto insalvable en él. Y ese descrédi- los términos que constituyen su fenómeno: el objeto, el mundo, la
to de la metafísica tenía que acarrear necesariamente el descrédito reflexión, lo presupuesto, etc. Todos los esfuerzos llevados a cabo
de su forma epocal: la «metafísica de la subjetividad». Por eso se en lo que podríamos denominar una historia de las teorías de la auto-
ha llegado incluso a construir un mito teórico en torno a este prin- conciencia han intentado distanciarse de este desdoblamiento sujeto-
cipio· del sujeto, haciendo hincapié únicamente en la posición privi- objeto en la reflexión esforzándose en concebir la identidad yo =
legiada de dicho principio y olvidando que durante los dos últimos yo de una manera que evitara la escisión de la conciencia. El repaso
siglos una filosofía tras otra han ido denunciando la debilidad de de todos ellos, aparte de ofrecer un conocimiento pormenorizado
la posición subjetiva, así como la evanescencia de la instancia con- de la cuestión, nos aportaría eventualmente pistas para esa refle-
ciencia. xión de la reflexión, para poder pensar esa necesaria implicación
Una cada vez más descarnada denuncia de la heteronomía de la a la que hemos hecho referencia. Desde los intentos del primer ro-
conciencia ha contribuido a poner por debajo de ella otras instan- manticismo alemán por concebir esa identidad como unión estéti-
cias de las que derivaría la conciencia misma, por lo que les habría ca, sentimiento, incluso como conexión temporal dentro de la pro-
de corresponder a aquéllas la posición sustancial: la voluntad, la es- pia autoconciencia (Novalis: el ser es lo ya siempre presupuesto, lo
tructura inconsciente de la psique, el entramado y orden lingüísti- pasado contenido en el hecho de la posición presente de una con-
co, el orden de posiciones sociales, la facticidad de la existencia, etc. ciencia), el Sich-zu-sich-verhalten de Kierkegaard, ese comportarse
Con ello lo que se intenta es encontrar apoyos «más profundos» y con respecto a sí mismo práctico que constituye de inmediato el
modo de ser del hombre, incluyendo ya un modo efectivo de Selbst,
menos subjetivos, un nuevo lagos que supere una noción escorada
que ha sido desarrollado recientemente por E. Tugendhat6 en la for-
de la razón. Lo que esto pone de manifiesto es lo aporético e irresis-
tible que resulta el establecimiento de la autonomía de la razón. Ésta
6. Tugendhat pretende evitar la reflexividad al modo de la filosofía de la con-
se ve enfrentada -como se ha visto- por mor de su principio al ciencia -la posición reflexiva según la estructura sujeto-objeto- poniendo en jue-
ser, siempre e inevitablemente heterónomo, con respecto al cual ace- go una suerte de relación flexiva transformada. Toma de H. Mead la idea de que el
cha siempre la tentación de reificarlo -metafísica o antimetafísi- Selbst se forma en la interacción con otros, al internalizar las estructuras de esa
camente (en forma de estructura social o lingüística, o de evento on- interacción (los distintos papeles o posiciones y la figura del otro) y hace derivar
esa instancia de una suerte de estructura de autorreferencia lingüística: el hablar
tológico sólo accesible por la vía del oráculo o de la divinidad)-, consigo -que, por otra parte, es una forma de reflexión. De ese modo el Selbst se
convirtiéndolo en un principio lejano e incontrolable para la razón constituye a la par que un ser reflexivo -ese ser al que «le va» su ser, al modo de
humana. Heidegger-, pero cuya reflexividad es ya un modo de ser (práctico) previo a cual-
De la mayoría de esas instancias, no obstante, podría demostrarse quier tematización cogitante sujeto objeto. Véase Selbstbewusstsein und Selbstbes-
que tienden casi enseguida a recaer en el modelo reflexivo, puesto timmung, Francfort del Meno, 1979. La teoría de la acción comunicativa haberma-
siana debe mucho a esta interpretación llevada a cabo por Tugendhat de la
que su retrotraerse a instancias aún más originarias que el subiec- intersubjetividad inscrita, como una exigencia de sentido, en la pragmática lingüística.
LA CONCIENCIA Y EL PENSAMIENTO 115
114 GENEALOGÍAS DE LO MISMO

ma de una teoría de la autodeterminación, previa a la posición de produce de inmediato la escisión sujeto-objeto a cuya maldición pre-
la estructura sujeto-objeto y que también se encuentra en el princi- tendían sustraerse. Igualmente, tienen graves dificultades para es-
pio del impulso existencial, en la teoría de la Ekstasis temporal y tablecer un lugar para la unidad de esa conciencia, inmediata y evi-
de la Erschlossenheit heideggerianas (nombres ambos para una es- dente, que tiene que ser a su vez concebida, para que sea consciente,
tructura de ser en la que se está de un modo autorreferido -con lo que supondría un regreso sin fin de actos autoconscientes, ade-
respecto al propio ser- previamente al estado de la conciencia o más de resultar inadecuada para dar cuenta de la configuración sin-
de la comprensión reflexiva). Para Heidegger la autoconciencia no tética de la persona.
es más que un modo derivado de una estructura aún más origina- La desestructuración de la instancia sujeto en un tejido de dife-
ria, la estructura de la existencia, cuyo despliegue pensante repre- rencias o de cruces entre relaciones presenta las mismas dificulta-
senta ya una manera de crítica inmanente de la metafísica de la sub- des más arriba aludidas. La unidad cognoscitiva y la identidad re-
jetividad. Pero curiosamente ha sido el propio Heidegger quien en quieren la suposición de esa instancia que tampoco puede ser
un momento determinado ha abandonado su propio intento denun- fundamentada -sin la suposición o representación de la identidad
ciando en él la recaída en las condiciones del modelo de la metafísi- del cognoscente se vuelve inanalizable la experiencia misma (Straw-
ca de la subjetividad. Asimismo hay que tener en cuenta los inten- son). Cualquier estructuralismo simple se ve forzado a remitirse a
tos realizados en el neokantismo por concebir la conciencia de una la diferencia entre «concebir» y «Concebido» para explicar el cono-
forma no-egológica (autoconciencia sería una suerte de estar fami- cimiento mismo y con ello al desdoblamiento proposicional, a la re-
liarizado consigo anónimo, sin yo). Franz Brentano concibe en este flexión, etc.
sentido no egológico la autoconciencia como algo que no se apoya No debería olvidarse nunca qué es lo que mueve la siempre re-
en la conciencia de yo, sino como una Vertrautheit (intimidad, fami- currente reflexión sobre la subjetividad. No solamente porque en
liaridad) con el acto psíquico en tanto que tal. Para el Husserl de ella se asienta -en los términos que se han expuesto en las páginas
.las Investigaciones Lógicas se trata asimismo del tejido de las expe- precedentes- la certeza y la seguridad de la razón moderna, sino
riencias psíquicas en la unid.ad de la corriente de la conciencia; así, también porque persiste la sospecha, una y otra vez corroborada,
la representación de un yo aparece como algo fundado en la conti- de que ese fundamento de la racionalidad no sólo es débil, sino que
nuidad entre la conciencia singular de los acontecimientos. Otra in- acarrea a su vez consecuencias nefastas por lo que toca a la esci-
teresante aportación a este respecto es la de Sartre. Para éste la con- sión de la razón humana con respecto al mundo y la consiguiente
ciencia inmediata («conscience») que tenemos de nuestra conciencia proyección de ese mismo mundo según los términos de la propia ra-
es distinta del conocimiento («conaissance») a través del cual nos cionalidad. Derivaciones de esto más de una vez desenmascaradas
representamos un objeto distinto de nosotros, o lo representamos son las de la técnica moderna, basada en un saber organizado con
en el sentido del juicio proposicional. Este objeto puede, como ocu- vistas al dominio de la naturaleza; así como la unilateral autocom-
rre en el caso de la reflexión, ser nuestra propia conciencia en tanto prensión de lo humano, que tiende a ser explicado igualmente en
no la tenemos de un modo inmediato o prerreflexivo sino que la ob- los términos de la objetividad reducible de suyo al principio de una
jetivamos de modo representativo. Así, de nosotros mismos podría- subjetividad fundante y con respecto a la cual puede desarrollarse
mos tener un conocimiento reflexivo y una conciencia no reflexiva. también una técnica dominadora. De ese modo, la posición trascen-
En la forma de una conciencia no tética, el ser (o existencia) de la dental del sujeto representante humano es ya de suyo una estrate-
conciencia podría caracterizarse por una evidencia y accesibilidad gia de dominación, que tiene que ser mostrada como tal.
no condicionada, no necesitada de la flexión cognoscitiva. Pero esta Pero no debe olvidarse asimismo que esa subjetividad, certeza
distinción, como en general la de los modelos no egológicos cae a y garantía última, se constituye a la par que la objetividad sobre la
su vez bajo el rodillo triturador de la crítica. Para tales modelos, la que parece extender sus tentáculos. Una y otra se encuentran impli-
conciencia es una suerte de relación entre contenidos o datos. Aho-
cadas, una y otra se encuentran sometidas a una lógica que las cons-
ra bien, en esta estructura sin yo se puede distinguir enseguida en-
tituye recíprocamente, pero las mantiene en mutua diferencia. ¿Es
tre dos instancias que entran en relación asimétrica: la conciencia
posible -podemos preguntarnos al final de estas páginas- supe-
en tanto que concibe y en tanto que es concebida, con lo que se re-
116 GENEALOGÍAS DE LO MISMO LA CONCIENCIA Y EL PENSAMIENTO 117

rar esa subjetividad? ¿Es que ya se ha acabado de hecho el tiempo tividad moderna (algo que repugna en cierto modo a una razón ilus-
de esa subjetividad triunfante? Dada la estructura de la razón no trada que confiaba en mantenerse bajo la luz del intelecto). De ahí
puede decirse que la instancia subjetiva pueda ser eliminada sin más. vienen las preguntas que aún se mantienen abiertas: ¿es autónoma
Eso no obsta para que la razón misma, sabedora de los peligros que la conciencia o depende de estructuras ajenas que son para ella nor-
la acucian, se esfuerce en desplegar estrategias para compensar la mativas?; es más: ¿debe concebirse a la conciencia como el único
tendencia reduccionista de la subjetividad y no sólo en el supuesto anclaje de la subjetividad?, ¿es posible una subjetividad construida
final de la modernidad. Esas estrategias buscan desde antiguo un sobre ligazones estructurales previos a la conciencia de yo?, ¿es po-
cierto descentramiento de la subjetividad; no su eliminación sin más, sible incluso una subjetividad sin sujeto? Por otra parte, pero en es-
sino una mayor definición de los demás términos componentes del trecha relación con lo anterior: ¿es necesaria la posición trascen-
fenómeno de la razón a menudo relegados y sometidos a la identi- dental para la concepción del pensamiento y de la acción? (pero al
dad de la razón para que, por medio de la reflexión sobre sus pro- decirlo estamos pensando y formulando, por tanto, proposiciones),
pios límites, el sujeto, entendido como sujeto unilateral, sufra una ¿el descentramiento de la instancia sujeto, por ejemplo en la expe-
cierta relativización. Así, son muchos e ilustres los intentos en fa- riencia estética (en el modo kantiano, pero también en el adornia-
vor del tránsito ·desde la subjetividad polar, unilateral a una inter- no), equivale al fin de la trascendentalidad?, ¿no se trata antes bien
subjetividad que al menos compense las reducciones «subjetivistas » de una trascendentalidad no fijada del todo, una suerte de «finali-
y egocéntricas, abandonando para ello lo que Habermas ha llama- dad sin fin»? Para el pensamiento y para el lenguaje, tomados como
do la maldición del paradigma de la conciencia. La racionalidad re- factum, ¿no es acaso necesaria e inevitable la posición de un yo y
sultará entonces el entramado de sentidos presupuestos en el len- de un sujeto, e incluso de una conciencia (como está poniendo de
guaje y cuyo vértice de convergencia no será ya la conciencia manifiesto el más reciente debate en el ámbito de la filosofía ana-
cogitante sino el postulado de comunicación y entendimiento como lítica)?
exigencia práctica -de eficiencia y realización social-, sobre la que Estas preguntas sirven de marcas del territorio en el que nos he-
más tarde podrá ser edificada la comprensión teórica, etc. No obs- mos estado moviendo, balizan el perímetro de una herida para la
tante esa estrategia no resuelve todos los problemas concernientes cual no hay una terapia sencilla. El problema es la tensión misma,
al predominio de una razón trascendental (de la trascendentalidad, la negatividad desatada por la autonomía de la razón y su principio
si se quiere) por mucho que sitúe en la posición trascendental un de certeza. En cualquier caso, al plantear el problema y no confor-
nosotros -social, comunidad ideal de. hablantes/ etc.- en lugar de marse ya con soluciones metafísicas o con principios heterónomos
un yo. la razón moderna ha desarrollado sin límite la reflexión, aunque no
En resumen: las dificultades para concebir la constitución de la ha logrado con ello superar la escisión respecto de lo real-los ilus-
conciencia y las consecuencias de la posición trascendental y de la trados aspiraban a proporcionar a la subjetividad triunfante un mun-
consiguiente y postulada forma representativa de todo lo real -in- do hecho a su imagen y semejanza, alcanzando así la Arcadia de la
cluido el vértice focal mismo de la representación- han forzado al reconciliación humana (la Sittlichkeit, la sustancia ética, de la Auf-
pensamiento filosófico a hacerse cargo del lado oscuro de la subje- kliirung alemana), pero la subjetividad misma es lo que se ha vuelto
incierto.
7. Al postulado de la comunicatividad siempre supuesta en los actos de habla,
puede añadírsele -no para refutarlo, pero sí para equilibrarlo- el postulado de
Pese a todo, si la razón sólo cuenta con su propia actividad, con
la negatividad, de la falta de sentido, de la opacidad en el lenguaje que reside tam- su cogitare, debe esforzarse en pensar su problema constitutivo me-
bién en la comunicación como su cara oculta. A este respecto podría oponerse sim- diante eso que hemos llamado «reflexión de la reflexión». A no ser
bólicamente Adorno a Habermas. que ella, la razón, ya no confíe en sí misma y pretenda paliar su in-
Se ha intentado de la misma manera, y en concordancia con las experiencias ha-
bidas en la teoría de la autoconciencia, relativizar las posiciones lógicas, atribucio-
quietud entregándose a supuestos principios que rigen más
nes e identificaciones de las instancias de la conciencia que se hacen por medio de allá indefinido. Esto está aún por resolver. Entre tanto, el un1co sa-
los pronombres personales, de tal manera que «yo» no sería más que la proferencia ber con el que cuenta es éste que versa sobre el principio de la auto-
de un X cuando se refiere a sí mismo, la cual sería lógicamente intercambiable con nomía de la razón y que, de resultas de las múltiples preguntas que
la proferencia «él» cuando es otro hablante el que se refiere al mencionado X.
le han sido dirigidas, tiene mucho que decir sobre el fenómeno mis-
118 GENEALOGÍAS DE LO MISMO

mo de la racionalidad. Es por tanto un saber rico, complejo que hace SEGUNDA PARTE
pie conscientemente en el tiempo de la subjetividad, pero que sabe
administrar también una buena dosis de escepticismo, de descon- DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD
fianza, dando ese paso atrás que ha caracterizado siempre al pensa-
miento que se interroga por el ser, por el sentido, al pensamiento,
en fin, filosófico.
CAPÍTULO 6

EL SUJETO ESCINDIDO

Un es cansado que fue y será

Antonio Aguilera

Desperabo? ... Orlando de Lassus en 1566, recogiendo una medi-


tación del salmo 51 escrita por el incendiario Savonarola la noche
antes de ser colgado en Florencia en 1498, apoyándose en las voces
que se ensartan entre sí en un tejido de palabras y gemidos, que len-
tamente se eleva hasta una meseta sostenida, no desespera: «Ab-
sit./Misericordis est Deus, pius est salvator meus». No desespera por-
que Dios es su salvador, su único refugio, porque Dios no podrá
renunciar a su obra, a su imagen, aunque ese yo infeliz ni siquiera
pueda elevar sus ojos, aunque sólo le queden palabras que implo-
ran. Las voces se van difuminando hasta pronunciar «misericordiam
tuam». Entre las olas de las voces ese yo infeliz puede conservar la
esperanza, pero al precio que Quevedo expresará con fuerza incom-
parable, mucho antes que Holderlin y Rimbaud y con mayor preci-
sión, al precio de su carne. El infelix ego ya no es hoy simplemente
una imagen de su Creador, pero tampoco los hombres caen y se bo-
rran ciegamente, cediendo a lo incierto como agua, ni yo es simple-
mente un otro: «soy un fue y un será y un es cansado». El verso de
Quevedo no lo enturbia siquiera un !eh o un je, el yo aparece elidi-
do, esfumándose en el juego del tiempo y del lenguaje, escindido y
cansado; lejos de los santos engaños que enturbiaban las aguas del
abismo donde se enamoraba de sí mismo, despeñándose hacia la
muerte, poco antes nada y poco después tierra, polvo.
Esa escisión en el sujeto de la filosofía, en el pensamiento, se les
abrió a los escritores barrocos -como explica Benjamin en su Ori-
gen del drama barroco alemán- en una comprensión de la natura-
leza como caducidad, concentrada en la imagen de la calavera, y en
una comprensión del lenguaje como desmembramiento, como abis-
mo entre imagen escrita y sonido articulado, al que se lanzaron como
en éxtasis. Elsujetd 1escindido no aparece para la filosofía como ob-
jeto fuera de para cuya comprensión la ayuda de diversas cien-
122 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ESCINDIDO 123

cias no le estorbaría más allá de exigirle poner un sinónimo de «hom- do y contenido, filósofos analíticos y clásicos, metodólogos, es nece-
bre» en lugar de «sujeto», sino primeramente como inscrito en el sario recordarles que ha surgido históricamente y que presupone
mismo proceso de pensamiento, como sujeto escindido en el pensa- una finalidad que está más allá del mero respeto a lo establecido
miento, como escisión del pensamiento. En el núcleo de esa escisión como método: hay que pensar metódicamente esa suposición.
se muestra la división que la filosofía proyecta a lo pensado y que El pensamiento no debería convertirse en un mero flujo que ca-
al mismo tiempo trata continuamente de coser. Mantener esa heri- rece de puntos de enganche con algo que no es él. Ha de tener en
da que constituye a la filosofía como libre sujeción a lo que la suje- cuenta la dura oposición, la objetividad de lo pensado, obedecerla.
ta, a un objeto que ya está en su constitución como tal y que la con- No sólo como lo que emerge sin remedio y rompe la máscara de la
vierte en sujeto al perseguirlo, no es sino responder a las cuestiones suficiencia, sino asignándole un lugar propio. Algo se impone en el
actuales sobre el sujeto en el dominio del pensamiento, en una esci- pensar y trata de dominar a través de él. Un pensar que niega las
sión en la que ese objeto del que aquí se trata («sujeto escindido») objetivaciones se convierte en mero meditar donde se confunde el
fuga en la dirección de lo que lo piensa. Al acoger los problemas sufrimiento con el placer, el duermevela con la vigilia. Pensar exige
en la dirección del propio proceso de pensamiento, que marcan las concentración en lo pensado, autodisciplina que se aviene mal con
huellas de lo no resuelto, se da respuesta a la cuestión sobre el suje- el mero dejarse llevar o con una actitud práctica que toma el pensa-
to subjetivamente, como debería esperarse. Lo contrario habría sido miento como instrumento para otra cosa. Tal concentración tiene
para ese «SÍ mismo», pese al esfuerzo por pensarlo, una eliminación algo de pasividad ante lo pensado, una entrega a lo que se impone,
del sujeto que resuelve la escisión por el camino de la destrucción, pasividad conseguida con el máximo esfuerzo. Sólo tal actividad pa-
que al fin y al cabo coincide con el destino de suponerlo entero y siva permite que lo no pensado todavía se convierta en pensado. El
redondo, es decir, sometido al viejo amo de las sociedades premo- individuo que piensa desde su propia especificidad debe entregar-
dernas. El sujeto cartesiano es el que, refinado y con oropeles ter- se a lo pensado en lugar de flotar en la corriente del meditar, en las
minológicos, se manifiesta en la teoría de sistemas autorreferencia- meras asociaciones que se entregan a su propio fluir, la metonimia
les y autopoiéticos que elude el sujeto, la vieja metafísica se convierte no puede ser padre del pensamiento filosófico. Si la organización
en metabiología. Lo que se oculta en ello se muestra plenamente en social del pensamiento, la llamada investigación, tiende a una espe-
una lógica de la descomposición que retoma también la descompo- cialización donde lo que se piensa es lo decisivo para delimitar lo
sición de la carne, que opone al vértigo de una profundidad sin fon- que es conveniente pensar, hasta la no especialización, propia de la
do, en la que cae la subjetividad convertida en absoluto, dando vol- filosofía, está ya tan especializada que el pensar filosófico sólo pue-
teretas incansables de símbolos o en el silencio más autista, una de entregarse a lo más trivial desde lo ya pensado en una compleja
imagen radical que la sujeta, que la retiene en su caída en el abis- tradición. Todas las formas de pensar se confrontan en el mercado,
" mo: el mundo convertido en un campo de escombros donde prospe- pero también se oponen en lo pensado, en cón1o pesa ese algo a la
ran líquenes y alacranes; el cadáver en el que siguen creciendo las hora de pensar.
uñas y el cabello. Lo pensado no vive en sí, encerrado en una selva oscura en la
Pensar el sujeto escindido en el pensamiento significa aquí sa- que el cazador astuto busca su presa. Lo pensado aparece como tal
car a la luz la escisión entre pensar y pensado como polo magnético sólo en el moverse del pensamiento que configura hasta lo pensado
que orienta diversas relaciones. Hay filósofos que ponen reparos a hace mucho tiempo, ya endurecido. Lo pensado vive sólo en el pro-
la distinción entre pensar y pensado, filósofos de corte hegeliano o ceso del pensar que reaviva lo aparentemente muerto, los textos fi-
nietzschiano, pretendidos pensadores con aspiraciones literarias, exi- losóficos, las obras de arte, las tradiciones conservadas, y que lo en-
gen que tal abstracción que separa método de contenido sea aboli- laza con lo actual, con lo nuevo, con lo aún no pensado y en lo cual
da. Haré caso de Hegel pero en contra de él, a favor de los aspectos sólo lo ya pensado permite dibujar trayectorias que separan lo muer-
del contenido que no atrapa la pretensión de que coincida con el mé- to, engalanado con nuevos vestidos, de lo nuevo y vivo, aún con po-
todo, y también recogeré la sugerencia de los filoliteratos pero sin ses y hábitos pasados de moda. Lo antes pensado con rigor revive
admitir que lo literario del pensamiento filosófico lo convierta en al entrar en contacto con lo que debe ser pensado, así se hace justi-
literatura. A los que reivindican una estricta separación entre méto- cia al pasado y al presente sin perderse en el futuro, en un progreso
124 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ESCINDIDO 125

mítico. Lo pensado aparece como algo meramente dado, como sig- en pizarras o papeles o pantallas de una manera semejante al filó-
nificado pétreo, sólo para un sujeto que ha renunciado al pensar, sofo que atiende a la objetividad extrasimbólica. Esa objetivación
para un pensar falso. Para ese sujeto la pasividad es constitutiva, de lo formal introduce cambios radicales en el pensar hacia media-
una pasividad fruto del sometimiento a lo dado, tan esclava como dos del XIX. Las tautologías aparecen como tales, como trivialida-
la pretensión de soberanía. Lo muerto de lo pensado es lo que pervi- des que no necesita pensar ningún sujeto, tonterías que las máqui-
ve en ese pensar falso, reproduciéndose a sí mismo a expensas de nas realizan con soberana exactitud. El matemático y el lógico son
lo vivo que lo habita. Esa muerte sólo la conjura el cadáver, lo más liberados de las funciones servile·s como contar, enumerar, calcu-
muerto del pensamiento le da vida. Si Husserl creía que sólo se po- lar, precisamente porql).e se hacen con eficacia sobrehumana. La
día pensar con la pluma, tal vez hoy, para estar a la altura del indus- autonomía de lo matemático, su institucionalización, potencia el pen-
trialismo avanzado, sea necesario pensar con un procesador de tex- sar formal en .sus aspectos más creativos y otorga espacios antes im-
tos. Lo pensado aparece hoy en el proceso de pensamiento que se pensables como los de las geometrías no euclidianas, las lógicas no
entrega a la materialidad de las letras, letras de cristal líquido, y clásicas, las lógicas clásicas potenciadas por encima de Kant o He-
las confronta con lo que deletrean, tratando de pensar con los senti- gel. La materialidad de los signos ejerce su efecto sobre un pensar
dos y de percibir con la mente. Hoy algo menos arriesgado no pue- formal que asume un objeto formal como su contenido. Un primer
de pensar mejor que cámaras y magnetofones, que programas de efecto ha sido arrinconar como insuficiente el pensamiento subjeti-
ordenador. vo ingenuo, dejándole el espacio de lo meramente metafórico, la mala
El sujeto que olvida el más allá al que tiende lo pensado, que el literatura o la charla de café, la tertulia. Tal pensamiento pretende
contenido lo es de algo, se convierte en pensar formalizado. El do- ser dominador desde la lógica de las intenciones, desde cierto hu-
minio del objeto sólo aparece para un pensar que no sea meramen- manismo clasicista o desde un inhumanismo ya envejecido; por ello
te formal. Adorno habla en «Observaciones sobre el pensamiento fi- es insuficiente para alcanzar lo inintencional, lo no imaginable sub-
losófico» (1965) de «inanidad del pensar formalizado, extrañado de jetivamente, eso que precisamente lo ha convertido en anacrónico.
su contenido objetivo» y lo compara con las máquinas cibernéticas. Si el objeto no aparece para un pensar formal meramente subjetivo,
Sin embargo el pensar formalizado no forma una sola pieza. Hay ni siquiera bajo la forma de la materialidad de los signos que nece-
que distinguir entre un pensar formal subjetivo, pensar vacío, pen- sita, lo extrasígnico aparece para un pensar que se aprovecha de lo
sar muerto, y un pensar formal objetivo, resultado de un largo pro- pensado por un pensar formal objetivo. A ello se deben importantes
ceso histórico donde han cristalizado importantes invenciones. El avances en el campo de las ciencias experimentales modernas y es-
orgullo de la razón subjetiva que opera según trucos aprendidos pacios de libertad para el pensamiento filosófico. Éste es el segun-
como esquemas de los que cuelga lo pensado, ha sido derribado por do efecto fundamental para el pensamiento filosófico: la filosofía
las máquinas pseudopensantes. Sin embargo el pensar formal es algo se hace consciente de lo lingüístico como algo esencial. Pensar apa-
más que tautología; no se reduce a un mero sacar o inferir lo que rece desde ese punto de vista como un operar con palabras y ora-
antes se introdujo como premisas o reglas de deducción. Tautológi- ciones, con organizaciones textuales. El pensar formal objetivo puede
co sólo es el pensar formal subjetivo, vestido de concreción, que tien- potenciar la dimensión autónoma del pensamiento. Sin embargo esa
de a no poder pensar sino lo que ya creía, sus propios prejuicios, autonomía depende de algo más que de estructuras lógicas o lingüís-
premisas, presuposiciones, aunque para ello utilice forzosamente ticas o estilísticas, tiene que ver con la objetivación del pensar como
ciertas reglas lógicas. Adorno, también Wittgenstein y Heidegger, pa- algo sensible, en el escribir, en el hablar, de manera que se ofrece
recen reducir el aparato formal a la mera estilización o sistematiza- pensar su mismo proceso de pensamiento como objeto, en su con-
ción de lo ya consolidado. Sin embargo hay un pensar formal que creción, no como mera estructura.
opera con objetos de una manera muy sutil y con efectos sociales Si el pensar formal no capta el objeto por su menosprecio del
que trascienden la mera caricatura de unas máquinas que piensan, contenido, tampoco lo propio del objeto puede aparecer para un su-
tal pensar formal no sería un pensar vacío. El matemático o el lógi- jeto que se apoya exclusivamente en un pensar formal. Cuando no
co, quienes operan con significantes objetivando todos los presupues- es consciente de las mediaciones lingüísticas que pone en juego, sólo
tos que pueden como reglas, se las ven con los objetos que dibujan retiene fantasmas, los que proyecta como objetos ilusorios su nar-
126 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ESCINDIDO 127

cisismo, su autoconservación, su rechazo de la escisión. Pero tam- vanguardia filosófica de los veinte. La autonomía de las artes, de las
poco siendo consciente de las mediaciones puede vérselas con otros ciencias, de la filosofía, del derecho, de la tecnología, han urbaniza-
objetos que con los que genera dificultosamente. Mediante las ma- do lo social con las ruinas de aquellas viviendas. El pensar concre-
temáticas no hay un acceso directo al mundo social o natural o psi- to se institucionalizó como filosofía y arte modernos, una vez perdi-
cológico, se necesitan mediaciones que interpreten los formalismos da la totalidad que alguna vez creyó acariciar la filosofía, lejos de
como contenido, reglas de correspondencia entre símbolos y refe- las pretensiones fundamentalistas de la filosofía y del clasicismo
rentes empíricos bien delimitados. Las ciencias matematizadas y al- artístico. Trata de atender a lo dejado al lado por el proceso social,
tamente disciplinadas hasta en el campo de la experiencia, también por la racionalización; busca las heridas de lo social y de lo natural,
esquematizada matemáticamente, no pueden alcanzar lo pensado se fija en lo que bajo lo estadístico aparece como sufrimiento, re-
en cuanto naturaleza, sociedad o individuo como tales, aunque lo mueve lo consolidado según la viejísima tradición de los socráticos,
pensado por las ciencias contribuya a configurarlos. La disciplina de los intempestivos, de los bufones que se atreven a decir la ver-
metódica, el formalismo del pensar científico, impidiéndole el obje- dad. El pensar concreto trata de que aparezca lo individuado, la ex-
to en su plenitud, reduciéndolo a esquemas formales, consigue otor- periencia individual, lo subjetivo que no cabe en la objetificación
gar aspectos antes no conscientes, pero sólo en la dirección que abre sin medida. No sólo el objeto no es sujeto, ni éste es totalmente ob-
el formalismo, una dirección que ha transformado la faz de la Tie- jeto, como algunos pretenden. Tampoco el objeto es totalmente
rra, pero que también la ha llenado de heridas. Las filosofías redu- objeto, algo suyo aparece en los sujetos que captan en él nuevas po-
cidas al análisis lingüístico o lógico, a mera síntesis de resultados sibilidades. Ni siquiera el sujeto es totalmente sujeto, antes fue ob-
científicos, la filosofía convertida en simple historia de la filosofía, jeto y luego se va constituyendo desde la objetividad, en especial
el pensamiento meramente apoyado en lo formal, no alcanza lo pro- como pensamiento. Sólo cuando el lenguaje habla con la voz propia
pio del objeto. Por mucho que ese pensamiento refine su potente ins- del sujeto emerge el objeto. Pensar es hacer morir lo intencional para
trumento, éste se le vuelve una muralla ante sí, especialmente en que aparezca la verdad como dominio frágil y efímero donde el ob-
su belleza analítica. Los zarzales lógicos necesitan de algo no lógico jeto se compenetra con el sujeto. Un pensar que niega que lo pensa-
para acceder a un objeto pleno. Ni siquiera la lúcida consideración do sea idéntico al objeto, apoyándose en las huellas sensibles, en la
del lenguaje permite que el pensamiento actúe, que pensar se con- concreción de sus significantes frente a lo significado, levanta la mi-
vierta en obrar, que el pensador cree mundos que no sean pensa- rada hacia el objeto, más allá de la muralla construida por la de-
dos. La suerte que la facundia atrae sobre los picos de oro goyescos construcción.
es semejante a la del loco: la razón encerrada en sí misma se vuelve El contenido de lo pensado no coincide con el objeto pensado.
tumor maligno, la crítica totalizante de la razón que no sale de sí La tensión a la que se enfrenta el pensador por medio de la comple-
acaba en cáncer. El objeto o lo que éste enmascara se capta en lo jidad moderna que ha alcanzado el pensar especializado puede pro-
pensado, pero sólo negativamente. ducir olvidos peligrosos para ese pensamiento. El pensar ingenuo
El pensar concreto niega el pensar formal y por medio de tal ne- se entregaba y se entrega a sus propios espejismos como si fueran
gación se constituye. Ha surgido de los espacios de libertad que ha inmediatos y así se vuelve incapaz de distinguir no entre objeto y
abierto el rendimiento de las ciencias, el aumento de la productivi- contenido, sino entre pensar y pensado. El viejo realismo encontra-
dad intelectual por obra de nuevas y más eficaces fuerzas de pro- ba el mundo que sus categorías dibujaban, el nominalismo se pier-
ducción intelectuales. Todavía en Hegel pudo mantenerse la tensión de en el bosque de objetos mudos que ha dejado crecer la carencia
sin ruptura de una lógica que se ve al mismo tiempo como formal de categorías. Un pensar consciente del lenguaje tiene otros peligros
Y material o de un pensamiento que quiso soldar modernidad y tra- que reproducen aquéllos. Si el espejismo del pensar formal es su
dición, sin admitir las lecciones de Kant y su sistema de semáforos propio formalismo, corregible sólo con la tensa confrontación en-
para permitir la circulación racional. Poco después el castillo del tre teorías y experiencias científicas, el peligro del pensar concreto
idealismo se hunde bajo los ataques de filósofos como Marx, Nietzs- está en la positividad, en convertir al deseo en padre del pensamiento.
che, Kierkegaard, de artes y ciencias, de Freud. Más tarde las vivien- El único antídoto está en la negación, motor del pensamiento, nega-
das construidas con las viejas ruinas son desconstruidas por la ción de que lo pensado sea convertido en objeto, negación de que
128 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ESCINDIDO 129

el pensar se convierta en una máquina reificadora, ascenso semán- En uno el estímulo de la amistad y la confianza consiguen estable-
tico que entrecomilla lo dicho y lo compara con lo que se dice, bus- cer espacios relativamente independientes de discusión y de crítica
cando las rupturas y las insuficiencias. Ni en el nivel social donde que favorecen la madurez de lo pensado antes de su confrontación
se institucionaliza el pensar, ni en el individuo aislado por creativo pública, el momento genético y el de justificación pueden combi-
o rebelde que sea aparece el objeto como contenido de lo pensado. narse antes de la justificación pública. En otro frente hay control,
Ante esas filosofías que se presentan como portadoras de la verdad amenaza, disciplina, surgen fábricas de pensamiento donde sus obre-
de la verdad, guardianes del Ser o nudos del deseo vale mil veces ros o investigadores tienen horarios y exigencias férreas que no res-
más el positivismo brutal que recuerda que el pensante tiene aquel petan los ritmos individuales. Las Universidades fueron la matriz
ojo cuyas ventajas e inconvenientes describe Quevedo. Lo que nos organizativa de tal pensar socializado, pero arrastran con demasia-
otorgan filosofías y artes son fragmentos de un todo ya no recompo- da los privilegios inmerecidos de lo ya pensado y muer-
nible más que como fuga hacia una asíntota. Lo que los individuos to, especialmente cuando las relaciones de dominación priman so-
son capaces de pensar son fragmentos de esos fragmentos sociales bre las de saber. El pensar formal objetivo encuentra las técnicas
también irrecomponibles. La secularización extrema hace justicia de control adecuadas para los sujetos pensantes traspasando sus téc-
a la trascendencia. Invocar el encantamiento mítico por el que lo nicas formales a éstos, a los sujetos que han debido aceptar la con-
creado e inventado se vuelve real, vocear en favor de lo perdido es tinua objetivación de todo lo pensado. Pasó el tiempo de los científi-
sólo confirmar la pérdida y el desencantamiento, aunque de tal va- cos aislados, el de los pioneros o maestros, pero todavía no se han
cío se pueda crear un ídolo, igual de vacuo. La negación ontológica sustituido los pensantes por robots de pensamiento. Sin embargo
en el pensar y en lo pensado es lo que libera lo ontológico, lo propio no siempre es lo mejor empujar lo que se tambalea, como asegura
del objeto; la negación del deseo en el pensamiento es lo que abre Nietzsche, ese filósofo tambaleante. El pensar socializado sólo pue-
los ojos a lo deseado. El contenido de lo pensado se enfrenta a lo de existir como forma de potenciar el pensar más individualizado,
pensado como objeto, dentro del texto; en el otro extremo se opone estimulándolo con los recursos más eficientes, que no siempre son
el objeto pensado a lo intuido, a lo que ofrece resistencia al pensa- los establecidos. Su fin no es la mera autoconservación de lo exis-
miento como sensación; finalmente ambos extremos se contraponen tente, el gremialismo del pensar que acaba por ser mero pensar va-
mutuamente. La filosofía del Ser o la del Poder, la metafísica del cío, apunta inconscientemente a un pensar pleno.
significante y las ontologías políticas son efectos de un pensar for- Sin individuos pensantes no hay organización social del pensa-
mal aislado, meros arcaísmos en medio de las nuevas tecnologías miento. Tanto el pensar socializado como el pensar en general re-
del conocimiento, encantadores museos del pensamiento. quieren necesariamente del pensar individual. Los pensantes son el
El pensar tiende a adoptar en el presente la forma de un pensar soporte de lo general, tanto en su aspecto institucional como en el
organizado socialmente. La sociedad moderna asume la autonomía de mero pensamiento, por puro que sea. El pensamiento no puede
del pensar sólo en los puntos en que no pone en cuestión sus reglas vivir sin subjetivación, la necesita aún más que la racionalización.
administrativas, la aceptación del sujeto escindido no quiere asu- No sólo las operaciones más simples o más complejas del pensamien-
mir la escisión social. Se tiende a organizar todos los espacios so- to tienen que operar en la conciencia de un individuo, también ne-
ciales que antes podían dejarse como rincones de espontaneidad, cesitan partir de sus impulsos, del deseo que aparta la distracción
en una socialización que amenaza con provocar la asfixia y la bar- o la mera asociación, del deseo que se entrega a lo por pensar. Una
barie. Frente al individuo aislado que se apoya en su imaginación socialización que no respeta sus condiciones acaba por destruirse
subjetiva y que trabaja con pasión,. en claro retroceso frente a ins- a sí misma. Cierto que muchas de las limitaciones biológicas de los
tancias objetivas que lo aprisionan, aparecen equipos de trabajo in- individuos han sido sobrepasadas por la tecnología, cierto que al-
telectual. El industrialismo avanzado confía en una organización Y gunas tareas del pensamiento las están asumiendo los ordenadores,
dirección de empresas que pondera las decisiones individuales den- pero todas ellas son tareas vacías, repetitivas, limitadas. Para cum-
tro de una compleja maquinaria; lo mismo ocurre en el deporte mo- plir las tareas no rutinarias se eleva el ritmo productivo de seres
derno, donde el deportista de elite es la punta de iceberg de una tra- humanos hasta límites inhumanos. Una organización del pensamien-
ma de especialistas. El pensar organizado opera en varios frentes. to que quiera sobrepasar los límites individuales forzando el tiem-
130 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ESCINDIDO 131

po o los resultados sólo consigue autodestruirse. Los límites ecoló- rece en un pensar que niega las intenciones, que niega la sombra
gicos de recursos y espacios naturales, tan asumidos ya publicita- que echan las mediaciones sociales sobre él mismo, que atiende a
riamente, deben complementarse con una consideración de los lí- las letras y a los surcos que dibujan, que percibe lo que deletrean.
mites intelectuales y subjetivos de los individuos. El peligro de una Esa negación del pensar como algo vacío es propia del pensar con-
socialización del pensar que no respete sus condiciones, su objeti- creto y salva lo pensado como algo separado de lo muerto, de lo ya
vidad amenaza con asfixiar no sólo a los individuos, sino el propio pensado por otros. Lo más individual en el pensamiento cobra exis-
social de organización del pensamiento. La autonomía del tencia sólo gracias a un procedimiento complejo del pensar que niega
pensamiento se justifica como hecho social, como algo que sostie- lo ya cristalizado. Ningún acceso directo al Ser está al alcance de
nen los sujetos y no como aquello que los devora. un simple ente, aunque fuera el ente que está ahí, pues necesita de
Lo pensado en la sociedad aparece en el pensar, es necesario que mediaciones que son sociales e históricas. La inmediatez del pen-
se renueve continuamente en los individuos que piensan. La expe- sar sólo se alcanza a través de lo que median las mediaciones, en
riencia a la que accede la sociedad como un todo es también aque- una doble mediación explícita donde se encuentran lo no concep-
llo a lo que da luz el pensar del individuo más aislado, cuando es tual y el concepto, lo individual y lo social, bien lejos de la referen-
un pensar que de veras atiende al objeto que es pensado. Los des- cia a la inmediatez de un lugar ontogenético o filogenético o de un
ajustes entre la dinámica social y el pensador individual pueden ser lenguaje que se transforman en míticos, en revelación, cuando de
muy importantes, pero si el devenir social no es regresivo y tampo- lo que se trata es del revelado fotográfico de una corriente colecti-
co lo es el pensador individual con respecto a los materiales con los va. Lo pensado como algo extremadamente individual, tesoro para
que opera se puede producir a la larga un reencuentro. En el pensar el pensar socializado, se constituye como negación de ese mismo pen-
organizado socialmente el desajuste es evitado a priori por la regu- sar social organizado. A lo más íntimo se llega por el camino de la
lación estricta de lo pensado, pero el precio que paga es muchas ve- negación de lo más social. Soy un fue, toclo lo que ocupó ese lugar,
ces la trivialidad, si no se atreve a ofrecer un lugar para las acome- todos los muertos que laten en él, los trozos muertos de mi carne
tidas de los individuos marginales. El pensamiento organizado como la humanidad entera; soy un será, lo que podrá estar ahí, todo
necesita de quien no lo obedece por razones subjetivas. En lo apa- lo no nacido deseado.
rentemente arbitrario vive como resistencia a lo establecido algo que Hay que pensar peligrosamente. Una exigencia ética aparece
enriquece lo pensado socialmente, que muestra lo que debería ser como moral del pensamiento, del sujeto escindido. Hay que entre-
acogido, el sufrimiento por eliminar. El pensar socialmente organi- garse a lo pensado más allá de las necesidades de la organización
zado, en sus puntos de ruptura, en las deficiencias y en lo eficiente, y más allá de las propias exigencias, de los propios temores subjeti-
con su tensa relación con el pensar individual, posee tendencialmen- vos, de las intenciones y protecciones personales. Negar lo ya estruc-
te sus resultados, lo posible. Es la garantía de que lo meramente pen- turado desde la misma estructuración y atendiendo a lo que se es-
sado pueda alguna vez ser real, que lo racional pueda alguna vez con- tructura. Cuando el «a 6.000 pies más allá del hombre y el tiempo»
vertirse en efectivo, porque atiende a lo que no es y le da consistencia nietzschiano lo puede contemplar desde muy arriba cualquier tu-
en la necesidad del pensamiento. rista en un avión comercial, cuando vivir peligrosamente se ha con-
Un mortal piensa mortales pensamientos (Epicarmo), pero lo hace vertido en lo normal en sociedades de capitalismo feroz, pensar pe-
socialmente. El aislamiento, la individuación, el mismo individuo ligrosamente se convierte en lo más difícil. Pensar asumiendo el
como tal sólo es posible gracias a la socialización. Lo pensado por peligro consiste en no temer sacar las conclusiones que el rigor de
un individuo es algo dado por un proceso de pensamiento donde se un pensamiento autónomo implica, significa no ceder ante otras ins-
utilizan mediaciones lógicas y lingüísticas que tienen origen social, tancias que no sean las del pensamiento, de un pensamiento que se
que han sido interiorizadas. Lo pensado individualmente, tomado abre a lo no pensado por medio de la negación de lo ya pensado. Pen-
como si fueran meros datos psicológicos, como intenciones, como sar peligrosamente consiste en entregarse sin miedo al vértigo del
meros significados, niega un pensar autónomo, meramente repro- objeto pensado, a la aparición en uno mismo que necesita de lo acu-
duce las mediaciones sociales, que suele considerar naturales. Lo mulado socialmente como fuerzas de producción intelectuales. Ese
más individual, lo único, el sufrimiento y el placer propios, sólo apa- pensar es peligroso porque pone continuamente en cuestión al indi-
132 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD

viduo, entregándolo a algo que lo excede, a algo que le hace recor-


dar sus sufrimientos, su ser dividido, su no ser individuo; porque
pone en cuestión sus relaciones con lo social y no siempre con el
final feliz de una aceptación; porque implica libertad y resistencia. CAPÍTULO 7
El sometimiento de la razón a ninguna otra ley sino a las que ella
se da a sí misma de Kant,' se convierte en entrega a lo que sostiene · EL SUJETO INEVITABLE
a la razón y a lo que ésta apunta, autoconservacjón de los humanos
que niega la soberanía del pensamiento. Pensar peligrosamente con- José Luis Pardo
siste en no tomar nada que uno no haya examinado, aún con el ries-
go del error y de la trivialidad, del castigo que imponen quienes lo
ven ya todo claro y exigen obediencia previa. Pensar peligrosamen- PREÁMBULO TUMULTUOSO
te es hoy negarse a cumplir los mecanismos de control con los que
se sustituye el pensar por el mero aplicar métodos a parcelas bien
«Üs conozco: sois los más feos de todos los filósofos, los asesi-
delimitadas, sean analíticos o trascendentales, hermenéuticos o dia-
nos del ho1nbre, los liquidadores del sujeto. Habéis empleado toda
lécticos. Pensar peligrosamente es cumplir a rajatabla la·s exigen-
vuestra industria en desacreditar a la conciencia y habéis hecho so-
cias que van apareciendo en el propio pensamiento, en especial la
nar vuestros cantos más hermosos para celebrar la muerte del hom-
que exige considerar su objeto, contra la defensa subjetivista de un
pensar irreflexivo, cada vez más alejado tanto de las ciencias que bre, no· en vano vuestros Jefes eran amigos del Führer, no en vano
odia como de las artes que dice imitar, y contra las normas del pen- aquel Caudillo escenificó la muerte del holl!bre en el teatro euro-
samiento ya establecido, contra la seguridad del tomar lo ya consa- peo con todo lujo de detalles. El paisaje desolador de después del
grado, las sendas seguras de las ciencias o de lo que tiene nimbo exterminio es uno de esos paisajes inhumanos que tanto os gustan:
académico. Ese pensar trata de ir más allá del pensamiento estable- allí ya no hay hombres, allí ya no sopla más que el viento helado
cido, de las máximas del pensar, para introducir la espontaneidad, del ser, sin verdad ni falsedad, sin bondad ni maldad, sin fealdad
lo nuevo, sin entregarse a la ligereza que lo lanza al caos. Pensar pe- ni belleza, ser, puró ser, mero ser... nada (humano), nihilismo, ése
ligrosamente significa también poner en cuestión lo individual, es vuestro elemento. Habéis convertido el mundo en una máquina
vario hasta donde se le muestra su ser dividido, la dura objetivtdad infernal que produce siervos que ya no son sujetos de su palabra
del pensar que lo escinde. ni de su pensamiento. La verdad fue vuestra primera víctima: hacía
Pensar el pensamiento, el sujeto, implica hoy pensar contra el pen- falta que nada fuera verdad para que todo estuviera permitido, para
samiento, contra el sujeto, contra su pretensión de soberanía, de im- que pudierais permitíroslo todo, y lo habéis conseguido. Como todo
perar sobre lo que lo sostiene, en favor de la carne, de lo más aleja- es cuestión de interpretaciones, como todo es cuestión de relacio-
do y lo más cercano al pensamiento. El sujeto es vn es cansado, algo nes de poder y correlaciones de fuerza, como sólo hay máquinas de-
frágil, carne que viste un esqueleto. El pensar sin miedo comienza seantes y yoluntad de poder, fuerzas productivas y relaciones de pro-
hoy por el miedo a un pensamiento que olvida lo que piensa, lo pen- · ducción, habéis intentado convencer a todos de que el conocimiento
sado y lo pensante; que olvida que la libertad del pensamiento es científico no es más digno ni más universal que un anuncio publici-
hija de la libertad social y no del imperio· del pensamiento. Hoy más tario o un ritual chamánico, de que la verdad de una palábra sólo
que nunca la divagación amateur esteriliza el pensamiento en la mis- reside en su eficacia práctica o en su rendimiento comercial y, en
ma medida que la esclavitud a reglas que son ajenas a lo que se im- suma, de que todo vale. Para poder practicar vuestra propia barba-
pone en el propio pensamiento. Pensar sin miedo, hoy tan cerca de rie, os habéis encargado de desarmar, mediante vuestro servomeca-
la temeridad como de la inanidad, apunta en la dirección de un vi- nismo, a todos aquellos que podían censurar la barbarie, os habéis
vir sin miedo alguno. En el menosprecio del pensamiento por su pro- encargado de disolver los valores morales y los derechos humanos
pia autoconservación vive el aprecio por la autoconservación de los en vuestros aparatos trituradores de basura haciéndolos aparecer
vivientes, afirmación de la solidaridad con los que sufren, salvación como máscaras del imperialismo y del etnocentrismo, habéis redu-
de lo que no es pensamiento. Polvo serán, mas polvo enamorado. cido el mundo a un gigantesco hipermercado y la política a una sór-
134 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD
EL SUJETO INEVITABLE 135

dida gestión administrativa de intereses electorales. Al presentar a CO» a un campo anónimo de estructuras de saber, después de haber
la razón como vínculo universal a modo de una estrategia del poder intentado disolver al sujeto «político» en una «Sopa pre-subjetiva»
e igualmente anónima de relaciones de poder, se dio cuenta de que
avasallador, habéis criado una generación de individuos indiferen-
no podía prescindir del sujeto moral si quería fundar una ética, de
tes a la verdad además de ética y políticamente irresponsables: vues-
que, incluso si el sujeto no era inevitable desde el punto de vista on-
tra de subjetividad justifica la creciente aculturación y la
estupidez dominante de las masas dóciles de las democracias libe- tológico, estético o epistemológico, sí lo era en cambio desde el pun-
to de vista ético. Y él abrió la veda: si incluso sus más feroces críti-
rales, ellas os han creído, han creído en la liquidación del sujeto y
cos se habían visto obligados a retornar al sujeto, 1 aquellos que
en la muerte del hombre, y por eso han tolerado la corrupción de
nunca habían querido desprenderse de él ya no tenían por qué re-
la política y la conversión de la cultura en reality-show generaliza-
primir sus inclinaciones naturales: hay que recuperar al sujeto, y
do; vuestra pertinaz inquina antihumanista legitima las injusticias
no precisamente a un sujeto cualquiera, debilitado o disminuido, sino
y el totalitarismo que sojuzgan a los pueblos del tercer mundo con-
, precisamente a lo que ellos llaman un «Sujeto fuerte», es decir (¿qué
a la y a la sangre a todos los desiguales, cuya diferen-
otra cosa cabría entender si no?), a un sujeto capaz de servir de fun-
cia Idolatrms tanto que impedís que a ellos les llegue la igualdad.
Pero vuestro fin está próximo. A pesar de la erosión de las concien- . damento (a la experiencia, al conocimiento, a la moral, etc.). Y todo
' esto ha dado alas al pensamiento conservador y reaccionario: se ha
el virus antisubjetivo ha producido, el humanismo, que
· generado la impresión de que, después de un siglo de autocompla-
creiais muerto, ha resucitado y os está ganando la partida. En lugar
cencia en el nihilismo, de nuevo vamos a tener bases sólidas en las
de ese sujeto debilitado y falsificado que sale de vuestras factorías
que apoyarnos, garantías a las que aferrarnos, yugos que nadie po-
resurge hoy un sujeto fuerte, libre, decidido, que se le-
drá levantar, frenos que nadie podrá saltarse, seguridades que na-
vanta frente a la estupidez y frente a la barbarie. Un suje-
die podrá poner en peligro, y de que todo ello pondrá fin a esta era
to que se niega a ser convertido en un epifenómeno de la infraes-
de ansiedad, desorientación e indigencia que hemos vivido durante
tructura económica, del inconsciente libidinal o de la microfísica
los últimos cien años, proporcionándonos soluciones para la estu-
panóptica, un sujeto que no se siente producto de estructuras asub-
pidez del primer mundo y para la miseria del tercero, criterios lógi-
jetivas .o inhumanas. sino capaz de modificar las estructuras para
cos, éticos y estéticos concluyentes y definitivos, universalidad ver-
humanizarlas, un SUJeto que abandona el sospechoso goce estético
dadera y auténtica individualidad. Y lo peor de esta «buena nueva»
en el que le habíais sumido y se siente capaz de distinguir el bien
es que ni es buena ni es nueva.
del mal, lo verdadero de lo falso y lo bello de lo feo. Un sujeto cuya
Nietzsche propuso considerar al hombre como una enfermedad
certeza es la única garantía absoluta de verdad, cuya conciencia es
superficial de la Tierra. En un terreno más pertinente para la histo-
la única garantía absoluta de la existencia y cuyo sentido moral es la
ria de la filosofía, Merleau-Ponty sostuvo que la subjetividad debe
única garantía absoluta de la eticidad. Un sujeto dueño de sí mismo
considerarse como una epidemia irreversible. Y el caso es que, des-
que, al afirmar estas garantías, afirma que no todo está permitido,
de que la cultura occidental se vio infectada por ese virus, desapa-
que no todo .es de interpretaciones ni de lucha por el po-
recieron de la tierra todas aquellas seguridades, garantías y frenos
der, _la .ciencia o el deber no son lo mismo que la publicidad o
que ahora los restauradores del sujeto quieren ofrecer como su me-
la fruicion Irresponsable, un sujeto armado de los valores universa-
jor fruto.
les Y de los derechos humanos. Y cuando la razón despierta, los
monstruos vuelven a la noche sinfín de los malos sueños.»
. Así reza el nuevo Evangelio filosófico que hoy hostiga al mundo
l. No es preciso advertir sobre la mala fe de esta interpretación que presenta
vuelve el sujeto (y el coro canturrea regocijado: ¡era ine- a Foucault restaurando en Le Souci de Soi al sujeto que había destronado en sus
vitable!). de esta necesidad inevitable se aduce una y textos anteriores: ni el Soi es el sujeto ni la Histoire de la Sexualité aparta un ápice
otra vez mismo eJemplo: Michel Foucault, que fue de entre todos a Foucault de lo que es, del al fin de su obra, un programa nietzscheano
los «críticos de la subjetividad» el que más explícitamente anunció (y por ello, justamente al contrario de lo que hoy es común leer, los textos finales
y póstumos de Foucault adquieren especial sentido cuando se descifran a la luz del
el carácter inminente e incluso saludable de la «muerte del hom-
último de los tratados de La genealogía de la moral).
bre», después de haber intentado reducir el «sujeto epistemológi-
136 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD
EL SUJETO INEVITABLE 137
l. ¿Es INEVITABLE EL SUJETO?
luego, suponiendo que se desee entenderla-, en primer lugar, como
una crítica de la identificación metafísica del «yo pienso» con el «yo
Aunque nadie puede pretender que la subjetividad comience con
soy»; es más: como una destrucción sistemática de la identidad me-
Descartes, resulta relativamente plausible -y extremadamente có-
Jafísica del sujeto. Enúnciese del modo que se prefiera: no soy lo que
modo a los fines de un análisis esquemático como éste- situar en
pienso, no pienso lo que soy, mi ser -la presencia 1nisteriosa que
el pensador francés un punto álgido del proceso de extensión de la
me precede y que despierta mi conciencia- no puede coincidir con
infección subjetiva, y en la fórmula Cogito, Sum un referente ideal
de la conciencia filosófica de ese padecimiento. La historia de las mi representación, el «Yo pienso» y el «Yo soy» no constituyen un
«filosofías de la subjetividad» poscartesianas nos permite hoy reci- círculo cerrado que daría como resultado la identidad de un sujeto
bir esta fórmula con una serie de precauciones críticas que iluminan sustancial: es imposible reducir a identidad la diferencia o la alteri-
su interpretación. La primera de estas precauciones es la que nos dad que se presenta en esa pre-cedencia sentida. Yo siempre soy otro
impide situar al mismo nivel el Cogito y el Sum, es decir, la que que el que pienso ser,· siempre marcho retrasado o adelantado con
nos impide deducir de la fórmula cartesiana el caracter metafísica- respecto a mí mismo. Y sería un grave error creer que ésta es una
mente sustantivo del sujeto. Del hecho de que yo piense no se sigue crítica exterior a la filosofía o, al menos, exterior a las grandes tra-
que yo exista como una sustancia, se sigue solamente que algo existe. diciones filosóficas, porque se trata de una crítica que se sustenta
Si yo digo que pienso -y lo estoy diciendo, y estoy pensando lo que sobre los tres principales pilares de la «filosofía de la subjetividad»:
digo-, eso implica, como alguien dijo, no que yo existo, sino que ten- Descartes, Kant y Husserl.
go «el sentimiento de una existencia completamente indeterminada», Si Merleau-Ponty propone definir la subjetividad como una in-
que siento una misteriosa presencia, que siento ser. Poca cosa, desde fección o una epidemia, es porque cuando intento «Ver» el mundo
luego, pero aun así algo, algo y no nada. Algo que me precede, algo y entrar en contacto con el ser, encuentro que inevitablemente lo que
que ya está ahí (no sé exactamente dónde, es algo loc·al y temporal- veo no es el mundo sino una visión del mundo, la mía; es decir, en-
mente indeterminado) cuando llego a mi conciencia para convertirme cuentro que esa imagen del mundo ya no puede ser una experiencia
en su dueño y afirmar que pienso. Y es claro que esa «existencia pura e inocente de lo que hay, que está contaminada y oscurecida
indeterminada» no es completamente idéntica a mi conciencia de ya que sobre ella se proyecta mi propia sombra, que no puedo pres-
ella porque, si lo fuera, no sería necesario añadir Sum, bastaría con cindir de mi propio ser para ver el mundo y que, por tanto, mi pri-
decir Cogito. «Pienso ser» significa, pues, en primer lugar, que en mer y más radical contacto con el ser no es un contacto con «lo otro»,
esa presencia de la que mi conciencia es la huella hay algo indetermi- el no-yo, lo que no soy yo sino, al contrario, un contacto conmigo mis-
nado, algo que contiene una cierta extrañeza, algo -el hecho de ser- mo; encuentro que lo primero que sé del ser es que yo soy, y sólo
que experimento como una suerte de perturbación de mi propia iden- con referencia a esta experiencia originaria del ser puedo definir
tidad (aunque, paradójicamente, no puedo experimentar mi identi- las demás cosas cuya existencia admito. Desde que Descartes pro-
dad sin experimentar tal perturbación). Porque eso que siento ser nunció la fórmula, el mundo quedó contaminado de una aparente-
está al otro lado del límite de mi conciencia, al otro lado de la línea. mente incurable epidemia de subjetividad. Pero tanto Merleau-Ponty
Está sin duda que Descartes fundó un programa cuando conec- como Descartes constataron, cada uno a su manera, la perplejidad
tó el« Yo pienso» con el« Yo soy»: esa presencia indeterminada que que de ello se deriva cuando cada cual descubre hasta qué punto
yo siento desde mi conciencia como algo extraño que está al otro su sombra le es ajena o, lo que es lo mismo, la absoluta imposibili-
lado de mí, esa presencia es justamente la mía, ese algo que siento dad para el sujeto de constituirse como una identidad metafísicél;,
ser es exactamente lo que yo soy. Soy yo eso que siento ser. la absoluta imposibilidad de co-incidencia. Ese «contacto conmigo
mismo» que precede a cualquier tematización objetivante o reflexi-
va es siempre el contacto con lo otro, la sensación de una diferencia.
2. ¿Es INEVITABLE EL SUJETO ONTOLÓGICO? Esta perplejidad es consecuencia directa de las condiciones de
aplicabilidad de esa fórmula kantiana según la cual el «Yo pienso»
La «crítica de la subjetividad» operada por una parte significa- (es decir, la conciencia reflexiva) ha de acompañar a todas mis re-
tiva de la filosofía contemporánea ha de ser entendida -eso, desde presentaciones. No hay que ir más allá de las Meditaciones Metafí-
138 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD
EL SUJETO INEVITABLE 139

sicas para escuchar a Descartes hablar de un retraso del sujeto con yectar el pasado hacia el porvenir), y todas estas afirmaciones tie-
respecto a sí mismo. La situación podría describirse diciendo una nen, además de sentido metafísico, también un sentido «biológico»
vez más que, cuando mi conciencia reflexiva llega a sí misma para o «psico-biológico». Éste es el ser que nos es «dado» (por la natura-
acompañar a las representaciones, se encuentra ya habitada por una leza), éste es nuestro modo de ser, de perseverar en la existencia, la
cierta presencia que, paradójicamente, le precede. Leibniz llamó a «sustancia» de la que estamos hechos y que nosotros no hemos he-
estas presencias precedentes «micropercepciones inconscientes», y cho, la diferencia que sentimos ser cuando nos sentimos a nosotros
reconoció su carácter irreductible a la conciencia clara y distinta. mismos.
El mismo Descartes hablaba de «ideas innatas», cuando no de pre- Al enfrentarse no ya al problema de las pasiones, sino meramen-
juicios, inclinaciones o instituciones naturales de las que el sujeto te al de las asociaciones, Husserl tuvo que recurrir a la noción de
humano no puede dar cuenta en ningún caso (y Kant mismo se las «síntesis pasiva» para aludir a todo aquello que pasa en nosotros
vio con un problema similar al admitir que el espacio y el tiempo sin nosotros, que pasa por nosotros y nos hace ser lo que somos sin
no se presentan del mismo modo en que se representan). Inclinacio- que nosotros lo sepamos ni demos para ello nuestro permiso. A todo
nes como éstas se invocan, por ejemplo, cada vez que alguien pre- aquello que impide al sujeto comenzar porque se encuentra con que
gunta por qué, al producirse ciertos movimientos en nuestro siste- el espectáculo ya ha comenzado cuando él llega a su palco privile-
ma nervioso o ciertas turbulencias en nuestra circulación sanguínea, giado o intenta ocupar el centro del escenario y tomar la palabra.
vemos la imagen de una vela o escuchamos el sonido de una campa- No hay que decir que, dado que todas estas perplejidades se produ-
na. Se podrían multiplicar las citas -no solamente extraídas de los cen en el seno de la filosofía de la conciencia, sus descubridores se
textos «oscuros» del Descartes científico, médico o moralista, sino esfuerzan tanto como pueden por dar a esa misteriosa presencia pre-
del Discurso del Método y de las Meditaciones Metafísicas- en las cedente (que no es otra cosa que la misma «existencia indetermina-
que su autor presenta la genealogía del sujeto como la génesis pasi- da» que Kant detectaba en el «sentimiento de sí mismo» de Descar-
va de un sujeto pasivo, un sujeto gestado por la Naturaleza y perfec- tes) la forma de una conciencia, ya sea, en el caso de Descartes, la
tamente arraigado en ella precisamente mediante las pasiones, que conciencia de Dios, autor de esas instituciones naturales, o bien, en
son ese «SÍ mismo» que, sin embargo, es lo otro de sí, lo otro de la el de Husserl o el propio Merleau-Ponty, una conciencia tácita, im-
razóri y de la conciencia. plícita o pre-reflexiva que prefiguraría de algún modo el orden de
¿Cómo podría el sujeto desprenderse de sus inclinaciones -há- la subjetividad activa y consciente (el «de algún modo» es meramente
bitos que siempre le vinculan a un cierto territorio local y parcial- retórico, ya que, planteado el problema en estos términos, es abso-
para aspirar a la validez universal de sus principios prácticos o a lutamente imposible explicar el paso de lo oscuro y confuso de las
la verdad absoluta de sus pensamientos más allá de toda opinión? síntesis pasivas a la subjetividad activa y consciente de la concien-
Cuando Descartes, Spinoza o Leibniz hablan de la imaginación, de cia clara y distinta de la reflexión). Pero el caso es que estos esfuer-
los hábitos o de la memoria, no están hablando exclusivamente de zos no consiguen borrar la impresión de que todo un mundo antece-
facultades intelectuales que seríamos dueños de ejercer a voluntad: dente se burla de ese «Yo pienso» que pretende constituirse en su
la imaginación, la memoria, los hábitos y las pasiones no tienen ex- forma canónica y trascendental y se presenta co1no algo capaz de
clusivamente un estatuto epistemológico, tienen al mismo tiempo ser sin estar acompañado por el« Yo pienso», como un conjunto de
un estatuto ontológico._No es que tengamos imaginación, memoria elementos ontológicos o gnoseológicos que aparecen en los márge-
y hábitos, es que somos imaginación, memoria y hábitos: ellos son
nes y al margen de las formas obligadas de la sensibilidad, del en-
nuestro «SÍ mismo», ese sí mismo que difiere del« Yo pienso» y que tendimiento, de la imaginación y de la razón. Como una forma de
le precede; nuestro ser llega literalmente hasta donde llega nuestra ser que no cabe en la representación y que desborda los moldes de
memoria (somos lo que hemos podido retener del pasado, el pasado
la conciencia. Y esto sería poco importante si se tratase de un mero
que tenemos presente), hasta donde llega nuestra imaginación (so-
borde oscuro que realzaría la claridad de la representación reflexi-
mos lo que de nosotros podemos proyectar hacia el futuro, lo que
va del sujeto pensante. Lo grave es que este ser que campea liberado
podemos imaginar desde el presente como futuro previsible), hasta
de la representación no es otro que el ser del sujeto mismo que aban-
donde llegan nuestros hábitos (ya que nuestro ser consiste en pro-
140 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO INEVITABLE 141

dona la compañía de la conciencia y que, al hacerlo, quiebra la iden- del acontecimiento que Nietzsche describió como «la muerte de
tificación clásica ser=representación=pensamiento. Dios». Si uno decide tomarse en serio a Nietzsche, y por tanto to-
La llamada «crítica de la subjetividad» no es más que el acta no- mar en serio la muerte de Dios, se sigue de ello inexorablemente la
tarial de esta quiebra, la constatación de que esa presencia prece- caída de ese «sujeto» o de ese «hombre» que sólo encontraba sus-
dente no puede nunca tener la forma de una conciencia límpida o tento ontológico, epistemológico y ético por referencia a Dios (o a
imperturbada y de que, por tanto, la identidad del sujeto (concebi- alguna de sus máscaras). Si Dios ha muerto, el hombre -ese
da en clave metafísica) nunca es capaz de reducir su diferencia cons- hombre- ha perecido definitivamente con él.
tituyente (la distancia entre el« Yo» y el «SÍ mismo», entre el« Yo pien- Y si esa «liquidación» se piensa, en la perspectiva nietzscheana,
so» y el« Yo soy»). Si el programa de la filosofía consiste en promover como un paso hacia el nacimiento de un tipo superior de hombre,
la «desalienación» del sujeto frente a lo otro, en ayudar al sujeto a ese «hombre superior» no es sino el hombre capaz de vivir sin Dios
superar la limitación que le impide pasar al otro lado -allí donde (es decir, sin consuelo, sin redención, sin escape posible del presen-
está esa existencia completamente indeterminada que, desde aquí, te). Esto es lo que estrictamente significaba la «muerte del hombre»
siento-, en ayudar al sujeto a ser final y definitivamente sustancia, o la «crítica del sujeto» en filosofía. Así pues, quienes ofertan ahora
entonces este programa es imposible de cumplir, como Descartes el retorno inevitable del sujeto, han de escoger entre estas dos op-
sabía perfectamente, a menos que se recurra a un Dios que, además ciones: o bien están hablando del sujeto-hombre cuyo concepto es
de existir, debe ser bueno y providente. sólo inteligible en el horizonte de la trascendencia, y en tal caso cier-
Recordemos que, si bien no se trata de un tema exclusivamente tamente pronosticarían un «retorno del sujeto» que tendría que ser
nietzscheano, la tesis de la muerte del hombre o de la crisis de la al mismo tiempo un «retorno de Dios», si no un «retorno a Dios»
subjetividad llegó a la filosofía contemporánea de la mano de Nietz- (de lo que hay evidentes signos en la filosofía contemporánea); o bien
sche, o más bien de la mano de la recuperación del pensamiento de están hablando de ese hombre «capaz de vivir sin Dios» al que Nietz-
Nietzsche que se produjo en Europa a partir de la década de los años sche aspiraba, y entonces no tienen el derecho de presentarse como
sesenta de este ya viejo siglo. Nietzsche había elaborado, en efecto, una reacción contra la «crítica de la subjetividad» puesto que esa
esta temática) en la línea del discurso acerca de la muerte de Dios es la única tradición en la que podrían inscribirse.
-y bajo los rótulos de «el último hombre» y «el hombre que Pero probablemente quienes defienden la tesis de un retorno del
perecer». Y, aunque es innegable el impacto que en estas relecturas sujeto rechazan esta alternativa: ellos querrían un sujeto que fuera
de Nietzsche tuvo la célebre posición anti-humanista de Heidegger, algo más que aquella cuasi-sustancia que recibía su carácter funda-
fue Foucault quien más explícitamente, en las últimas páginas de mental de la luz divina y que, por tanto, sólo podía vivir bajo la som-
Les mots et les choses, materializó los enunciados acerca de la muerte bra de Dios o de alguno de sus sucedáneos, y algo menos que un
del hombre que tanto han dado y siguen dando que hablar. Es im- hombre «superior» condenado a un eterno presente y cuya superio-
portante subrayar el origen nietzscheano de esta temática para no ridad -es decir, cuya «sobrehumanidad»- no es más que la sobre-
perder de vista que la «crítica de la subjetividad» que en ella se teje dosis de humanidad que le distingue del animal-máquina o de la bes-
va en la dirección de considerar al hombre -el hombre europeo mo- tia de labor. 3 No soportan que todo esté permitido (piensan que si
derno o el concepto de sujeto forjado por las «filosofías de la con- , se permite todo sucederán las peores atrocidades, como si las que
ciencia» de la modernidad y asociado a ese programa de resustan- ha habido durante la Prohibición no fueran suficientes). Reclaman
cialización del sujeto- como algo que ha de ser superado. En este yugos más fuertes, mano dura, autoridad, fundamento, liderazgo mo-
sentido -y las declaraciones del mismo Foucault dejan pocas du- ral, absolutismo. Buena voluntad y sentido común contra el nihilis-
das al respecto-,2 la «muerte del hombre» o la «crisis de la subje- mo. Garantías. Ellos querrían prescindir de Dios y conservar, sin em-
tividad» se presentan como consecuencias rigurosas e inevitables
3. Explicitaciones ambas del animal racional: «Lo que hoy ha llegado a
2. Así las últimas palabras de La arqueología del saber: «puede muy bien ocu- der del hombre llega exactamente hasta donde se lo ha entendido como una
rrir que hayáis matado a Dios bajo el peso de todo lo que habéis dicho; pero no pen- na» (Nietzsche, El Anticristo, parágr. 14); «La bestia de labor se abandona al vertlgo
séis que podréis hacer, de todo lo que decís, un hombre que le sobreviva». de sus fabricaciones» (Heidegger, Superación de la Metafísica, parágr. III).
142 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO INEVITABLE 143

bargo, al hombre, ellos querrían que el hombre pudiera ser eso, sim- cia, una nueva metafísica del conocimiento capaz de superar el re-
plemente -sustantivamente- hombre. Olvidan que en el fondo ese lativismo cultural o una nueva fundamentación de la moral capaz
era el mensaje de Nietzsche: que para ser simplemente hombres, para de terminar con el individualismo egoísta e irresponsable de las so-
afrontar el presente sin consuelo ni redención se necesita ser algo ciedades postavanzadas. Para eso haría falta un superhombre, y este
más que un hombre, se necesita superar al hombre para ser simple- sujeto inevitable del mundo civilizado contemporáneo es precisamen-
mente humano. te el que no quiere superar al hombre, aquel cuya debilidad consis-
Esta «superación del hombre» no era, pues, una acta de liquida- te justamente en su impotencia para constituirse como sujeto, el que
ción del sujeto sino una estrategia para la constitución de la subje- ha renunciado a sí mismo.
tividad, constitución que se divisaba como imposible de no mediar Lo que sí es cierto es que la «crítica del sujeto» (la tan manida
tal superación. Quienes ahora vaticinan el retorno del sujeto (pero «muerte del hombre») supone una línea de demarcación en las con-
consideran indeseable el de Dios) no pueden referirse a la reposi- cepciones programáticas de la filosofía moderna: hay quienes de-
ción del sujeto ontológico, gnoseológico o ético en términos -por sean seguir manteniendo la confianza en el sujeto ontológico como
así decirlo- «pre-nietzscheanos» (ya que ello implicaría el retorno fundamento de la identidad y, por tanto, se reafirman en el camino
de Dios como garante de la naturaleza humana). ¿Quién puede ser, de la «desalienación» y la «concienciación» mediante la cual el su-
entonces, ese «sujeto fuerte» cuya vuelta nos prometen? Es difícil jeto debe «superar» todo lo que le es otro, conquistar y aniquilar
creer que sus invocadores se refieran a un sujeto metafísicamente ese «SÍ mismo» que bordea su conciencia, franquear el límite de la
sustentado, pero entonces no puede tratarse sino de nuestro viejo diferencia y pasar al otro lado para identificarse plenamente consi-
conocido «el sujeto abstracto» que lleva ya algunos siglos con noso- go mismo y conseguir que el ser coincida finalmente con la repre-
tros y no tiene necesidad alguna de retornar. ¿Se trata acaso del re- sentación (porque cifran en tal coincidencia su ideal de verdad); y
torno de la verdad como adecuación entre las palabras y las cosas? los hay que -no por pensar que tal cosa sea imposible, sino por creer
Pero, en tal caso, ¿qué fórmula mágica podría permitir a este sujeto que, aun siendo posible o incluso real, es a todas luces indeseable-
retornante superar la inevitable relatividad de la verdad con respecto pretenden, más moderadamente, preservar esa diferencia constitu-
a un paradigma históricamente constituido, a una episteme, a una yente sobre la que se asienta la identidad «insustancial» del sujeto
estructura lingüístico-cultural o a una correlación de fuerzas? De- y que aspiran a mantener siempre abierta la disidencia el ser
masiado erosionado por las impurezas de linaje descubiertas en su y la representación, porque entienden, no que no se pueda, sino que
propio esfuerzo autobiográfico, el sujeto cuya vuelta nos prometen no se debe pasar al otro lado. Y no conviene apresurarse a otorgar
no puede ser un« Yo debo» puro y vacío que pudiera servir de fun- a estos segundos la patente del sujeto «débil» y a los primeros la
..damento a los derechos y los deberes universales; el sujeto cuya vuel- del sujeto fuerte, porque no es fácil decidir si hace falta más fuerza
ta nos prometen no puede ser sino el que ya tenemos y somos -y para dejar fluir la violencia y derribar los límites o para convertirla
que en ese sentido es verdaderamente inevitable-, el último hom- en violencia contenida, en autodisciplina y moderación capaz de re-
bre que apura el caliz del nihilismo, el hombre que, debido a su or- correrlos en equilibrio inestable.
fandad, no puede recurrir a las fuentes tradicionalmente suminis-
tradoras de consuelo y redención del presente -la religión, la
teología, la metafísica, la historia- pero que tampoco quiere cons- 3. ¿ES INEVITABLE EL SUJETO EPISTEMOLóGICO?
tituirse como sujeto «más allá de lo humano» (o sea: simplemente \ \ .
humano) y que ha encontrado nuevas formas debilitadas, pero no (Soy yo eso que siento ser: .esa fue, desde luego, una genial ocu-
1

por ello menos devastadoras de consuelo y redención, de rréncia. El problema es si pdédo saberlo -es decir, estar absoluta-
ción artificial de la vida o más bien de dilación artificial de la muerte. mente seguro de ello-. Hace falta probar aquella mera intuición del
Pero si algo no puede esperarse de este sujeto inevitable es precisa- ser como mi ser o como mío, para que el «yo soy» no permanezca
mente aquello cuya esperanza suscitan quienes anuncian su retor- como una pura presentación vaga y confusa. Y.«probar», en este con-
no: una nueva metafísica de la subjetividad capaz de poner freno texto, significa ser capaces de determinar lo La. ne-
a la «ontologización» generalizada de todas las formas de concien- cesidad de esta determinación urgió el nacimiento del su¡eto epzste-
144 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO INEVITABLE 145

mológico: aquel ente capaz de conocer las circunstancias de su de Descartes anteponemos aun sin quererlo o sin saberlo a todos
propia existencia. Pero basta llevar a cabo este intento para com- nuestros pensamientos me impide pensar esos pensamientos.
prender que el sujeto epistemológico se basa en una episteme, es de- Como metáfora -y sólo como metáfora- de esta imposibilidad
,cir, en la aplicación de una red de condiciones de determinabilidad de pensar o de decir, Foucault citaba al principio de Les mots et les
(entre ellas el espacio y el tiempo, es decir, la geografía y la historia) choses la célebre Enciclopedia china de Borges:4 «En el asombro de
que forzosamente se sitúan a este lado (del lado del« Yo Pienso» o esta taxonomía, lo que se ve de golpe, lo que, por medio del apólogo,
del «Yo digo», del entendimiento o del lenguaje, y no del lado del se nos aparece como el encanto exótico de otro pensamiento, es el
«Yo soy» o del« Yo existo», no del lado del ser, de las cosas o de lo límite del nuestro: la imposibilidad de pensar esto. Así pues, ¿qué
dicho): digamos que sólo puedo ver la cara iluminada de ese «ser es imposible pensar y de qué imposibilidad se trata?» Lo que esa,
completamente indeterminado» que siento que precede a mi concien- clasificación tiene de imposible no es que sea errónea: el error pre- '
cia, de esa presencia de la que mi conciencia debería ser re-presen- supone un campo en donde es posible distinguir lo verdadero de lo
tación, y que la luz que ilumina esa cara del ser es la que yo mismo falso. El horror Y' la risa que la clasificación de Borges despierta
proyecto sobre ella; pero al proyectar la luz de mi entendimiento tam- en nosotros es el horror y la risa ante una manera de clasificar, ante
bién proyecto la sombra de mi cuerpo (y de mi alma), y ella me os- una cartografía cuya inc.ompatilidad con la nuestra nos hace brus-
curece (definitivamente, pues para acercarme a las cosas tengo que camente conscientes de la contingencia de nuestros modos de valo- '¡
arrastrar mi cuerpo hasta ellas y, por tanto, proyectar mi sombra) rar, es decir, descubrimos de pronto que Dios también ha muerto :
la otra cara del ser, digamos la cosa-en-sí-misma, esa que permane- en el terreno del conocimiento y que, al asomarnos a esa clasifica- )
ce como una existencia completamente indeterminada que me si- ción, comprendemos su incomprensibilidad en un sentido extrema-
gue siendo ajena y extraña, ese ser del que no puedo apropiarme, damente importante: esa diferencia, esa alteridad o esa otredad que
que no puedo dejar de percibir como otro, que no puedo introducir oscurece nuestro conocimiento, esas aguas brumosas de densidad
eh mi re-presentación de las presencias. impenetrable que rodean nuestra Isla de la Verdad, ese límite no de-
hora bien, como acabamos de recordar, eso «otro» que brilla signa la exuberancia de otras culturas, otras lenguas u otras civili-
en el límite epistemológico del sujeto de conocimiento y que, como zaciones sino la extrañeza de las nuestras; ese límite nos descubre
que hay algo (ese pertinaz sentimiento de una existencia completa-
se dice, «relativiza» su saber porque lo torna relativo a una deter-
mente indeterminada) que impide a nuestra propia historia coinci-
minada estructura gnoseológica de inteligibilidad, no es simplemen-
dir consigo misma, que hay algo en nuestra historia que nunca po-
te «la naturaleza en bruto» o la «cosa en sí misma» sin ser al mismo
dremos saber, que hay algo en nuestra propia lengua y en nuestra
huella de la historicidad del saber y de la representaciÓn,
propia mirada que nunca podremos ver ni decir. Que esa diferencia
en fin, del propio lenguaje y de toda estructura
del Yo consigo mismo que impide el cierre ontológico y que quiebra
Hay cosas que se llaman indecibles o impensables la identidad metafísica del sujeto no sólo es eficaz en el registro de
porque, pudiendo ser dichas y pensadas, sin embargo pesa sobre la conciencia abstracta o solitaria del sujeto cartesiano, sino que im-
ellas una prohibición, impuesta por los otros o por uno mismo, una pide también el cierre epistemológico del sujeto de conocimiento so-
limitación que impide expresarlas. Pero no es de esta clase la limi- bre sí mismo. Somos nosotros -todo lo que sabemos, todo lo que
tación que impide la sutura del sujeto de conocimiento consigo mis- hemos aprendido y sobre lo que nos sostenemos y nos orientamos-
mo. Si hay cosas que yo no puedo decir, pensar o creer -y que, sin lo que nos impide aceptar o comprender esa clasificación. La clasi-
embargo, han sido dichas y a menudo escritas- es porque tales co- ficación de Borges me excluye como lector o como locutor compe-
sas me excluyen completamente como sujeto parlante, me descalifi-
can como sujeto de un saber o de un conocimiento. El modo mismo 4. El texto es muy célebre pero siempre merece ser citado para esclarecer la na-
en que yo me he constituido como sujeto parlante, ese« Yo digo» que turaleza de la perplejidad: «los animales se dividen en a) pertenecientes al Empera-
implícitamente antepongo a todos mis enunciados, es incompatible dor; b) embalsamados; e) amaestrados; d) lechones; e) sirenas; f) fabulosos; g) pe-
con esos «saberes» que me son extraños. La propia manera en la que rros sueltos; h) incluidos en esta clasificación; i) que se agitan como locos; j)
innumerables; k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello; 1) etcétera;
he llegado a ser un sujeto pensante, ese mismo «Yo pienso» que des- m) que acaban de romper el jarrón; n) que de lejos parecen moscas».
146 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO INEVITABLE 147

tente: si es así como hay que hablar o pensar, yo no puedo hacerlo. diante hábitos afectivos, es un Yo que rompe con la Naturaleza y ejer-
Me enfrento al leerla a algo completamente heterogéneo que cues- ce sobre sí mismo cierto artificio (industrie) que al mismo tiempo
tiona todo mi presente. posibilita y sostiene esa ruptura de la que nace el sujeto que ya no
«Siempre», «Todos», «Necesariamente»: he aquí las palabras in- está sujeto a sus condiciones naturales, que es titular de sus accio-
ventadas por el sujeto; quizás, incluso, he ahí las palabras que in- nes y dueño de sus pensamientos; pero, ¿en virtud de qué es posible
ventan la subjetividad del sujeto, las palabras que nos hacen suje- dar semejante paso? ¿Cómo sería factible para el ser humano «rom-
tos de nuestras palabras. ¿Qué pueden significar estas palabras? per» con una naturaleza cuya infinita potencia supera -en palabras
Puede que, como alguien dijo, estas palabras sean una suerte de in- de Spinoza- la de cualquiera de sus criaturas? ¿Por qué la Natura-
sulto, quizá una amenaza de barbarie o, en el mejor de los casos, leza habría de contenerse -ella, que es fuerza omnipotente y a cuya
una figura retórica. Insulto porque decir «siempre» o «todos» es una carrera es inútil oponer clase alguna de frenos-, dejar de circular
forma de manifestar desprecio por todos aquellos que vendrán des- libremente y constituir esa suerte de vacuolas o de estasis que son
pués de mí y que vinieron antes, una forma de injuriar a mis dife- los individuos humanos?
rentes y desiguales(Amenaza de barbarie porque podría tratarse de El proceso fue descrito por Descartes minuciosamente en sus tex- 1

un intento de justificar la extensión (violenta o al menos autorita- tos más conocidos y más trivializados acerca de la duda metódica.
ria) de mis creencias más allá de lo razonable, un intento de impo- El intelectualismo con el que hoy leemos estos escritos nos impide
nérselas a esos otros que no son mis iguales ni mis semejantes:yFi- a menudo reparar en que su duda no es una metodología sino un
gura retórica porque, ¿qué podría significar «siempre» si nd es método, y un método no es simplemente un protocolo o un procedi-
«mucho tiempo», donde el «mucho» manifiesta una medida siem- miento mecánico en el que uno no se vea «existencialmente compro-
pre subjetiva, una escala cuantitativa inexacta y parcial (¿cuánto es metido>>, un método es, en sentido estricto y como recuerda el pro-
mucho?)? Puede que las personas bien educadas debieran abstenerse pio Descartes en la célebre imagen del Discurso del Método en donde
por estas razones de pronunciar palabras como las mencionadas, se compara con alguien que reconstruye su casa en lugar de refor-
o al menos de hacerlo sin introducir el mismo caveat que Hume en mar la ciudad, una forma de destruirse a sí mismo para luego reem-
el Treatise. Pero también podría suceder -y hay asimismo quien lo prender la tarea de la autoedificación. Para constituirse como suje-
dijo- que estas palabras contuvieran una cierta dosis de arrojo o to activo es preciso primero derribarse, quedarse a la intemperie,
de coraje (el valor de ese cona tus cuyo esfuerzo es el máximo es fuer- «Vencerse a sí mismo», literalmente des-hacerse, prescindir de la co-
el de existir hasta sus últimos límites), que en ellas hubiera una raza protectora de la opinión, prescindir de todo presupuesto obje-
cierta potencia civilizatoria, un cierto poder constituyente. Porque tivo, desterritorializarse, des-socializarse, propiamente incluso des-
decir «Siempre», «Todos» o «Necesariamente» podría no ser, para humanizarse. (¿No es cierto que, si nos tomamos en serio ese proce-
el que lo dice, un simple intento de extender su jurisdicción mediante so por el cual Descartes se va desprendiendo de sus sentidos, de sus
una imposición autoritaria o una coacción amenazadora, sino un opiniones, de sus costumbres e incluso de sus razonamientos, vemos
modo de autotransformación por el que se arriesga a desprenderse al sujeto que él era al principio de la primera meditación convertir-
de sus hábitos y pasiones, de sus «raíces naturales» (lo que aquí sig- se en algo inhumano, algo aún más extraño que un animal, un vege-
nifica también culturales, étnicas, lingüísticas, sociales, familiares, tal o un mineral?)
religiosas, etc.) y a situarse en un plano -el de lo universal, el de .E.§_tél_cápsula memoria e iillaginación nos protege cier-
la totalidad- en donde se encuentra desnudo frente al caos, en donde tam§nte de la intemperie, constituye esa «·casa» cartesiana de lªque
ya no tiene ninguna bandera que enarbolar para conquistar el terri- , acabamos de hablar, pero ni es suficiente para situar nl.lestros pen-
torio de lo ajeno. samientos y acciones en un plano universal (justamente porque se
Es claro que el sujeto activo, el Yo que en las Reglas para la di- trata de inclinaciones particulares) ni para hacer de nosotros, en sen-
rección del espíritu se desentiende de la naturaleza «en sí» para ocu- tido propio, individuos humanos: por mucho que el paradigma «ra-
parse únicamente de lo que alcanza su pensamiento y que le permi- cionalista» sea epistemológican1ente insensible a la vida (es decir,
te dominarla, el Yo que en Las pasiones del alma actúa como médico que la épistéme del siglo XVII no albergue ningún lugar diferencia-
de sí mismo contraviniendo los «contratos naturales» contraídos me- do para las «ciencias de la vida»), por mucho que estemos acostum-
148 DETERMINA e ION E S DE LA DI F re U L T A D EL SUJETO INEVITABLE 149

brados a identificar «racionalismo» con «mecanicismo», no es me- «naturalista» (como realidad salvaje y bruta) ni mucho menos, como
nos cierto -y tanto más cuando se trata de Spinoza o de Leibniz- en Descartes, de un Dios que habría instituido tales pactos natura-
que el pensamiento que se halla en la órbita del «giro cartesiano» les con la finalidad de conservar el ser del hombre sino que se en-
no concibe la vida humana como algo que pueda reducirse a los «sig- \ ,_fuentra_ (ltrapada en una red de mediaciones institucionales y di s-
nos de vida» que hoy llamaríamos «animales» o «biológicos»; el in- i cursivas en donde se asientan esas- fuerzas pre-subjetivas que ·
1
dividuo humano sólo se constituye como tal individuo cuando constituyen el ser del sujeto en los márgenes de su conciencia y al
«aumenta su ser» más allá de los límites de esa cápsula protectora margen de su desde la nietzscheana «voluntad de
de los recuerdos, las imágenes y los hábitos (la opinión), 5 es decir, ':i>üder»·hasta el «ser» heideggeriano, pasando por la infraestructu-
únicamente quando se atreve a derribar su morada y a quedarse a ra económica marxista, las catexjs Jibidínales freudianas, y las es-
la intemperid,.Y si los límites de esa «morada del ser» son justamente ,Jruéturas lingüístico-culturales del estructuralismo. Dispositivos
el pasado re-tenido y el porvenir pre-visto (siendo el presente el jue- político-epistemológicos o agenciamientos colectivos de enunciación
go de proyecciones del uno al otro regulado por los hábitos), esto y maquinación aparecen entonces cmno aparatos de producción de
quiere decir que ese plano que es al mismo tiempo un plano de uni- subjetividad que intentan nombrar esa diferencia que quiebra la
versalización y de individuación está situado más allá de los límites identidad metafísica del sujeto.
del presente: es un futuro que no podemos prever y un pasado que Recordemos que Foucault no descubrió su propia extrañeza en
no podemos recordar, es, literalmente, lo inimaginable y lo inmemo- ninguna enciclopedia china, sino en la Sala de Archivos de la Biblio-
rial. Y una vez más hay que insistir en que estas consideraciones teca Nacional: no es otra historia, es la nuestra. Son los límites de
no se sitúan exclusivamente en una instancia epistemológica: es cier- nuestra historia, lo que de nuestra historia nunca podremos llegar
to que, mediante ellas, se alude a un modo de saber o de pensar que a comprender. La arqueología es fundamentalmente un saber de lo
no es una imagen, ni una opinión, ni una costumbre, ni un recuerdo, espacial-material: recoge objetos, desentierra enseres o esqueletos,
sino una «idea clara y distinta» o adecuada, un concepto; y también recopila utensilios, herramientas y construcciones que la Historia
lo es que al mismo tiempo se indica un modo de ser que rebasa los ha de interpretar. Foucault confesaba haber elegido el término «ar-
límites del presente y de la presencia (el ser «dado» por la naturale- queología» justamente para sugerir una inversión en las relaciones
za), que no se limita a la reproducción indefinida del presente (re- entre Arqueología e Historia, una cierta subordinación de la Histo-
presentación), que literalmente interrumpe el presente. Sólo en ese ria a la Arqueología. ¿Cómo pensar esta propuesta? Si allí donde
momento el sujeto se vuelve posible, sólo en ese momento adquiere la Historia aporta un sentido, un discurso que da vida a los monu-
al mismo tiempo fuerza individuante y capacidad universalizado- mentos oclusivos y hace hablar a las piedras, una palabra que hace
ra. Se comprenderá, por añadidura, que a esta· capacidad de ruptu- presentes a los hombres tras las cosas, la Arqueología, al contrario,
ra es a lo que únicamente cabe llamar «libertad». aporta un sinsentido, una construcción muerta y opaca, una piedra
Digamos que lo que añade nuestra actual conciencia del proble- muda, una cosa que no dejá ver tras de sí ningún rostro humano,
ma a la autorreflexión que sobre él ya iniciaron los forjadores de ¿qué puede significar la subordinación de la Historia a la Arqueolo-
la «filosofía de la subjetividad» es que sabemos que toda esa trama gía? Sin duda, la subordinación de la luz a las sombras. La Arqueo-
pre-subjetiva de los afectos y las pasiones, de los hábitos y los con- logía es lo que deshace la Historia, es capaz de proyectar ciertas som-
tratos naturales, no procede de una «naturaleza» concebida de modo bras, ciertas cesuras de sentido, ciertos huecos del espacio en los
que no transcurre el tiempo, ciertos acontecimientos de los que no
S. Por eso decía Spinoza que el supremo esfuerzo del hombre consiste en trans- se guarda memoria, ciertos paisajes que están excluidos de la histo-
formar la naturaleza «original» (natural) de nuestro cuerpo en otra. La diferencia ria, ciertos objetos no recubiertos por las palabras y, en suma, cier-
entre quienes lo consiguen y quienes fracasan no es extensional sino intensional: tas fracturas, ciertas discontinuidades, ciertas fallas -de tiempo,
los que llevan a cabo esa «reforma del entendimiento» aumentan la potencia de su de historia, de sentido, de discurso, todo es lo mismo- que impiden
ser hasta el umbral máximo de la individuación, están a la altura de su individuali-
dad diferencial; quienes no lo hacen «son» en la misma medida, pero su esencia per- la sutura de la historia consigo misma, que impiden la identidad y
manece implícita, inexpresada, envuelta en la totalidad infinita de la naturaleza (modo ,la continuidad de la tradición occidental, que introducen la extra-
infinito inmediato). ñeza, la diferencia, la alteridad, la banalidad y la atrocidad en la ca-
150 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD
EL SUJETO INEVITABLE 151
aparentemente inconmovible de lo mismo, en la superficie tri-
inevitable es, entonces, que el «sujeto de conocimiento» sea «pro-
vializada de la Europlanicie.
longado» (en su función universalizadora) por otras «estructuras»
Sería ilusorio creer que el reconocimiento de la historicidad del
complejas que adoptan la forma de multiplicidades colectivas de
saber, del lenguaje o de la ciencia -y, por tanto, también del «suje-
enunciación o de producción de verdad. Y cuesta trabajo hacerse
to de conocimiento» del pensamiento occidental- supone una ob-
idea de lo que podría significar una «restauración del sujeto de co-
jeción contra la universalidad de las ciencias: claro está que «dos
nocimiento» en este terreno: ¿se trataría de ignorar la historicidad
Y dos son cuatro, los graves caen de acuerdo con Newton la entro-
del saber o la complejidad del dispositivo teórico-experimental de
pía aumenta en los sistemas cerrados, y ello sucede en todas las la-
las ciencias? Pero, ¿cómo podría alguien, precisamente en nuestros
titudes Y sea cual sea la clase social dominante». 6 La efectividad
días, ignorar eso? (Al contrario, en la «universalidad» de la razón
efectiva coerción o delimitación de las condiciones del pensa-
siempre hubo una extraña potencia de desterritorialización, una po-
de estas limitaciones sólo se hace patente desde el punto
tencia que no escapó a los ojos de los fundadores de las «filosofías
de vista de las limitaciones internas, que dibujan el mapa de lo pen-
de la subjetividad».)
sable Y trazan las fronteras de lo impensable. Volviendo a Serres,
Pero se comprenderá igualmente que, del mismo modo que la ca-
se de condicion(es que « y con mucha lo que
pacidad universalizadora es ahora inseparable de dispositivos co-
podnamos llamar global de lo condicionado.1,;Su dis-
lectivos o transubjetivos, esa potencia de ruptura de la que nace la
P?sición, e.l respectivo de las partes, el centrado de fu_ espa-
subjetividad no puede ser ya puesta en exclusiva dependencia de un
CIO, la clasihcacion de sus componentes y el diseño de sus relacio-
«alma bella» concebida como persona que vive, siente, habla y es-
nes. En suma, la forma global y los relieves locales». 7 El sujeto, que
cucha en un diálogo permanente y pacífico de la humanidad consi-
como de universalización en un campo en el que
go misma. Del mismo modo que la «objetividad» precartesiana se
lo dejaba de estar reptesentado por esencias objetivas y
vio irreversiblemente contaminada por la epidemia de subjetividad,
remitla a actos noéticos o lingüísticos, es decir, que permitía hacer
es hoy la subjetividad quien se descubre infectada por formas no
o :<teoría de la ciencia» a la antigua usanza (conci-
personales de individuación. Y esa infección pre-subjetiva de la sub-
biendo esta disciplina como una suerte de metodología o incluso de
jetividad es tan inevitable como lo fue en su día la contaminación
historiografía del progreso científico), deja de ofrecer esa posibili-
«humana» de la objetividad divina o natural.
dad cuando ya no nos es dado observar la ciencia o el saber sin con-
templar al mismo tiempo todos los dispositivos (económicos, socia-
les, políticos, militares, ecológicos, etc.) a los que está unida: lo
4. ¿ES INEVITABLE EL SUJETO ÉTICO?
6. M. Serres, La Naissance de la Physique, París, 1977, págs. 143 y sigs. «Éste es
uno de los problemas más graves que arrastramos ... Dicho de otro modo: la ciencia ¿Soy yo eso que siento ser? El caso es que yo, que siento ser, es-
·.:está condicionada por postulados o por decisiones sociales, culturales, históricas toy a este lado de la línea que me separa de aquello que siento como
en general, que la forman y orientan; y, ello no obstante, es universal e independien- mi ser. Y entre ambos lados de la línea se abre «Un inmenso abis-
te de cualquier contrato previo. No hay montaña, frontera o fecha capaz de relativi- mo»8 o, mejor aún, la línea no es otra cosa que la manifestación su-
el acuerdo de los sabios y de todo el mundo respecto a ello. La ciencia está con-
dicionada, pero es incondicional... Podemos siempre retrotraernos de la cosa
perficial de ese abismo entre las dos caras del ser, el trazado del
producida hasta sus condiciones, pero nunca podemos avanzar desde estas últimas límite. Pero «en todos los límites hay también algo positivo( ... )». ¿Es
hasta la cosa. Este simple principio ha conducido a' toda la filosofía contemporánea esta positividad lo que se sitúa «al otro lado del límite», algo que
-:-o a parte de ella- a un proceso retroactivo. Su discurso, incluso siendo lú- el límite mismo vela y revela a un tiempo? Resulta que hay un pun-
cido, es cuando da marcha atrás y remite a lo anterior, a los condicio- to de contacto entre las dos caras del ser (a saber, la línea misma):
multlples, pero es impotente cuando se trata de ir hacia adelante, de la con-
diclOn a Ocupa, de este modo, un lugar improductivo, no por la miseria propia «Un límite es en cuanto tal algo positivo que pertenece igualmente
de la teona, smo por una teoría interminable e indeterminable.» a aquello que está dado dentro de él y al espacio vacío que existe
7. «Se trata sin la misma ciencia, pero su topografía difiere según cuá-
les sean llllCiales. Se trata de la misma cera, pero cambia el modela-
do». op. Cit., pag. 144. 8. «Eine unübersehbare Kluft», Kant, Crítica de la Facultad de Juzgar, «Intro-
ducción», II.
152 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD
EL SUJETO INEVITABLE 153

fuera de todo contenido dado, [así pues, el conocimiento del límite damos presupone la libertad, pero una libertad que no es «nuestra»,
es] un conocimiento verdaderamente positivo, del cual la razón par- de la que no somos dueños, una libertad que sólo se convierte en
ticipa únicamente en la medida en que llega hasta ese límite, sin in- nuestra libertad cuando efectivamente nos damos una ley, una liber-
tentar sobrepasarlo... De modo que la limitación del campo de la ex- tad de la que sólo nos adueñamos inventando una ley. El respeto a
periencia por algo que le es, por otra parte, desconocido, constituye la ley es el respeto por esa existencia completamente indetermina-
sin embargo un conocimiento que le está reservado a la razón desde da que siento ser cada vez que pienso y digo lo que pienso, la deci-
este punto de vista». 9 Este respeto del límite, este conocimiento de sión de conservar en secreto el misterio de esa presencia irrepre-
lo incognoscible en cuanto incognoscible es el fundamento del suje- sentable que me sigue siendo ajena incluso aunque la llame «mÍ
to ético, un sujeto que no consiste en otra cosa sino en la posibili- mismo», la decisión de guardar las distancias conmigo mismo y de
dad de mantener siempre abierta e incontestada la pregunta acerca sentirme a mí mismo como una diferencia, como un desequilibrio,
de si yo soy idéntico a mí mismo (nada que ver, pues, con la idea como una tensión o como una inquietud, como una asintonía o una
de un «sujeto fuerte» que permitiría establecer de una vez porto- · asimetría.
das una identidad cerrada de la que deducir normas que pudieran La subjetividad ética es ciertamente una actividad, pero una ac-
ser impuestas a otros). La ley moral es la única cosa en el mundo tividad experimental: el riesgo de inventar una ley consiste en pen-
·que se refiere a nuestra existencia como sujetos nouménicos (es de- sar en el límite, en el borde mismo del pensamiento sin rebasarlo.
cir, a esa «existencia completamente indeterminada», no sometida Puede «compararse con una conmoción [Erschüterung, sacudida]:
a la legislación natural). La liber(ad es el otro lado del límite, de la u,n movimiento alternativo, rápido, de atracción y repulsión hacia
línea, supera todas las condiciones de determinación impuestas por un mismo objeto... un placer que sólo es posible mediante un do-
la epis teme, escapa a todos los determinismos, y por eso debe per- lor».11 El respeto es, pues, dolor (no poder sobrepasar el límite, ex-
manecer como algo radical y absolutamente incognoscible, por eso perimentar el límite de la imaginación, lo inimaginable), pero tam-
hemos de respetar su incomprensibilidad: «Así pues, es cierto que bién placer, el placer «propiamente moral» que consiste en el respeto
no comprendamos la necesidad práctica incondicionada del impe- hacia la ley que impide subsumir a lo otro en el círculo de lo mis-
rativo moral, pero comprendemos al menos su incomprensibilidad, mo, en el círculo de la esencia, de la presencia: por una parte, la obli-
y esto es todo lo que razonablemente podemos exigir a una filosofía gación de la razón de «llegar hasta su límite» es la obligación de res-
que aspira a los límites de la razón humana en sus principios». 10 ponder ante «SÍ mismo» (ante ese «SÍ mismo» con el que no puedo
tanto, en el sentido en que el sujeto significa «sujeción», en el identificarme sin inquietud), el deber de encontrar una regla, de
sentido en que ser un sujeto implica estar sometido a esos «deter- arriesgarse o aventurarse a juzgar, un deber que no amplía el cono-
minismos», la libertad elimina la sujeción. cimiento (pues la imaginación experimenta ahí sus limitaciones, su
Pero este «juego de palabras» no nos puede ahorrar la pregunta impotencia especulativa) pero que «ensancha el alma» porque obli-
fundamental en este terreno: esta concepción de la libertad, ¿ deter- ga a experimentar, a hacer la ley en una aventura sin garantías ni
mina o presupone la existencia de un sujeto libre? No basta con de- seguridad alguna acerca de los resultados; por otra parte, la obliga-
cir de qué nos libera la libertad, hace falta además decir para qué ción de la razón de «respetar el límite» (de no sobrepasarlo, de «no
nos hace libres. Pues bien, nos hace libres para darnos una ley. Para hacerse imágenes de Dios») es la obligación de responder de «SÍ mis-
inventarla de forma totalmente incondicionada: eso -y no una invi- mo», de responder de lo absolutamente otro, es decir, de no subsu-
tación al libertinaje o a la barbarie, sino más bien a la moderación mirlo en un concepto, en un conocimiento, de no hacer de ello una
o a la modulación- es lo que significa que todo está permitido. La presencia, de no incluirlo en lo Mismo, en el presente, en la repre-
libertad, para ·decirlo en una clave sartreana, nos condena a darnos sentación. La ley moral, como cualquier otra ley, es la expresión de
una ley (pero no nos dice qué ley hemos de darnos). La ley que nos una correlación de fuerzas (en este caso, la que se da entre cada «yo»
y su «sí mismo») y, más particularmente, la huella de una resisten-
cia. La sacudida que produce la inquietud del sujeto por sí mismo,
9. Kant, Prolegómenos a toda metafísica futura, parágrs. 57 y 59, subrayados
nuestros.
10. Kant, Fundamentación metafísica de las costumbres, «Observación final». 1t. Crítica de la Facultad de Juzgar, parágrafo 27.
154 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD

que le hace sentirse al mismo tiempo atraído y repelido por ese sí


mismo que nunca puede ser del todo.
Respetar la diferencia no puede ya significar «dejar que el otro
sea como yo soy» o «dejar que el otro sea diferente de mí como yo CAPÍTULO 8
soy diferente (del otro)», sino dejar al otro que sea como yo no soy,
dejar ser a eso otro que no puede ser yo, que yo no puedo ser, que EL SUJETO ENUNCIADO
no puede ser un (otro) yo; dejar que el otro sea diferente, dejar ser
una diferencia que no es en absoluto diferencia entre dos identida- Carlos Moya*
des sino diferencia de la identidad, dejar ser una otredad que no es
otra «respecto de mí» o «respecto de lo mismo» sino que es absolu-
tamente diferente, sin relación alguna con la identidad o la mismi- Tras los términos «sujeto» y «subjetividad» se encierra un am-
dad. Esta «ausencia de relación» es lo que expresa Kant cuando exi- plio conjunto de cuestiones, de extrema dificultad, relacionadas en-
ge que, para que se dé el «respeto», no pueda haber culpa, vergüenza, tre sí de modo sumamente intrincado. En el presente trabajo comen-
temor o esperanza depositados en eso o dirigidos hacia eso que no zaré abordando la cuestión de la subjetividad del modo más directo
sé si soy yo: la subjetividad ética (la razón convertida en pasión) sos- posible, tratando de obtener una caracterización preliminar de esta
tiene sobre ese respeto su derecho a (o su poder de) escapar a todo noción que sea capaz de introducirnos de modo natural en algunos
intento de identificación, eso que llamamos libertad y que tanto es- de los vericuetos que parten de ella. El cuerpo central del trabajo
torba a los restauradores del «sujeto fuerte» que querrían sobrepa- consistirá en una exposición crítica del tratamiento de la subjetivi-
sar el límite y adueñarse de quien está al otro lado para ofrecerle dad en la filosofía analítica de la segunda mitad de nuestro siglo,
una piadosa solución final. en particular en el marco del conductismo lógico, la teoría de la iden-
Es cierto que este paisaje tiene algo de inhumano, y que sobre tidad y el funcionalismo. Este cuerpo central irá precedido de una
él han tenido lugar horribles masacres y atroces matanzas que nada breve presentación de la muy influyente concepción cartesiana y se-
podrá nunca justificar.. Pero estas manifestaciones de la barbarie o guido de una exposición de la reacción neocartesiana y de las res-
de la estupidez no son efecto de la muerte de Dios ni de la muerte puestas a la misma. Finalmente, ofreceremos, de modo tentativo, una
del hombre o de la huida del sujeto. No es cierto, nunca fue cierto hipótesis alternativa propia para el tratamiento de algunos de los
que sin Dios o sin el sujeto todo está permitido. Con Dios estuvo todo problemas vinculados a la subjetividad.
permitido, Dios y el Sujeto sirvieron para justificar todo eso para
lo cual hoy, afortunadamente, empezamos a carecer de justificacio-
nes. No se nos quiera ahora presentar el retorno de tales justifica- l. LA SUBJETIVIDAD
ciones como un retorno de la justicia, déjesenos vivir un poco más
en la indigencia. Se dice de este sujeto que inventa la ley a la que ¿Qué es la subjetividad? ¿Qué es ser un sujeto? En primer lugar,
se somete por respeto a sí mismo y que, al hacerlo, llega hasta sus no creemos que ser un sujeto sea una cuestión de todo o nada. Hay
límites, que es un sujeto «débil». Pero esta supuesta debilidad no grados de subjetividad, lo que no excluye la existencia de un límite
es más que la huella que en el hombre deja la muerte de Dios. El que separa a los seres humanos de otros seres. Ser un sujeto requie-
auténtico problema es interpretar la ausencia de Dios como debili- re, como mínimo, cierto grado de profundidad o complejidad psico-
dad (pues esta interpretación es inseparable de la nostalgia por aque- lógica. En primer lugar, un sujeto ha de poseer un punto de vista
lla fuerza que daba al sujeto su antigua alianza) y el «todo está per- sobre la realidad en términos del cual interactúa con ésta. Este punto
mitido» como amenaza de barbarie en lugar de hacerlo como fuerza
y como libertad, como ensanchamiento del alma. Porque, hoy como * La investigación conducente a este trabajo ha sido financiada por la DGICYT,
ayer, el helado viento que sobrecoge el rostro del Yo no procede de en el marco del proyecto PB93-1049-C03-03. Agradezco a esta institución su genero-
otro lugar que del fondo de sí mismo. sa ayuda y estímulo. Agradezco asimismo a] profesor Manuel Cruz su amable invi-
tación a colaborar en el presente volumen, y a mis compañeros T. Grimaltos, J. Ma-
rrades y V. Sanfélix sus valiosas observaciones y sugerencias.
156 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ENUNCIADO 157

de vista incluye, de modo especial, la posesión de creencias y de- y el autoconocimiento. 3 Un supuesto de la responsabilidad por las
seos, o de estados análogos a éstos, caracterizados por la tensión propias acciones es que sepamos lo que estamos haciendo intencio-
y discrepancia potencial entre ellos y la realidad de las cosas. Pode- nalmente y, con ello, que conozcamos nuestras propias creencias, de-
mos denominar este conjunto de estados el componente o aspecto seos e intenciones. Si esto es correcto, la subjetividad, en el grado
intencional de la subjetividad. En segundo lugar, un sujeto ha de en que la atribuimos a los seres humanos adultos, requiere, pues,
poseer cierto nivel de sensibilidad a los cambios en el entorno y en· no sólo la posesión de estados mentales, sino cierto conocimiento
,sí mismo. Sensaciones y sentimientos son las manifestaciones más de los mismos por parte del sujeto que los posee. Tal vez, pues, es
Claras de este segundo aspecto de la subjetividad, que podemos de- la carencia de esta capacidad reflexiva, de autoconocimiento o auto-
ftominar sensitivo. En tercer lugar, un sujeto ha de ser capaz de desa- conciencia, lo que nos impide atribuir responsabilidad a los anima-
rrollar una actividad autónoma, a partir de su propia elección y de- les, por más que les atribuyamos propiedades mentales.
cisión. Decisión y acción intencional integran en especial este tercer . Es notorio que el autoconocimiento ha generado una amplia dis-
aspecto de la subjetividad, que· podemos denominar práctico. cusión a lo largo de la historia ··de la filosofía, y no es extraño que
Sin embargo, la mera presencia de estos componentes en un de- haya sido así. El autoconocimiento, cuya manifestación más carac-
terminado ser no nos ofrece todavía la plenitud del concepto de su- terística es el uso competente de verbos y predicados psicológicos
jeto que aplicamos paradigmáticamente a los seres humanos y que en primera persona (un ejemplo emblemático es el cartesiano Cogi-
nos lleva a considerarlos responsables de sus acciones. La respon-
to ), constituye un enigma, de cuya correcta resolución depende en
gran medida la comprensión rigurosa de la naturaleza de la subjeti-
sabilidad por las propias acciones es el carácter que distingue a un
vidad. Descartes fue el primero en advertir la singularidad episte-
sujeto personal, a una persona. 1 La mera posesión de los aspectos
mológica de estos enunciados, 4 haciendo de ellos un bastión de re-
indicados no nos permite todavía la atribución de esta cualidad a
sistencia frente al escepticismo absoluto y el pilar central de toda
un determinado ser. Así, consideramos natural atribuir a determi-
su metafísica. Aunque sin duda Descartes sobrevaloró la inmunidad
nados animales, sobre la base de la complejidad de su comporta- de estos enunciados al error, es, no obstante, cierto que, en circuns-
miento y de sus reacciones, creencias, expectativas y deseos, sensa- tancias normales, exhiben una presunción de verdad que está ausente
ciones y sentimientos, así como decisiones y acciones intencionales, de los enunciados basados en observaciones o inferencias. Este ras-
o al nienos estados análogos a éstos, si decidimos reservar estos últi- go del autoconocimiento resulta enigmático: sin esfuerzo aparente,
mos a los seres humanos. Sin embargo, no atribuimos a los animales un sujeto es capaz de emitir enunciados sobre sus propias creen-
responsabilidad por sus acciones. En un importante artículo, 2 cias, deseos, sensaciones, sentimientos, intenciones y decisiones para
Harry Frankfurt sostuvo que, para ser un sujeto responsable de las los cuales el error resulta sólo excepcional.
propias acciones, una persona, es necesario adoptar actitudes voli- Esta presunción generalizada de verdad para la atribución de es-
tivas de segundo orden, actitudes estimativas hacia los propios de- tados mentales a uno mismo se pierde cuando se atribuyen a otros.
seos, intenciones y decisiones. Es claro que, para adoptar estas acti- Los enunciados psicológicos en tercera (o segunda) persona no go-
tudes de segundo orden, un sujeto ha de tener cierto grado zan de una especial autoridad o inmunidad al error. La atribución
de conocimiento de sus propias actitudes de primer orden, de sus de estados mentales a otras personas descansa normalmente en la
deseos, intenciones y decisiones. Las actitudes de segundo orden pre- observación de su comportamiento, lingüístico y no lingüístico, y en
suponen, pues, cierto grado de autoconocimiento en el plano mental. la inferencia a partir de él, y está sometido a las dificultades carac-
Akeel Bilgrami, por su parte, ha establecido también una relación terísticas de otros juicios empíricos y, tal vez, a otras adicionales.
de dependencia entre la responsabilidad por las propias acciones
3. A. Bilgra'mi, Belief and Meaning, Blackwell, Oxford/Cambridge Mass., 1992,
l. J. Marrarles me sugiere la conveniencia de introducir un aspecto social en la pág. 250.
caracterización de la subjetividad: ser sujeto es ser capaz de reconocimiento recí- 4. Al menos en la medida en que pone de manifiesto la importancia de su formu-
proco. Esta observación, de inspiración hegeliana, se halla no obstante recogida, en lación en primera persona. Estrictamente, la primacía histórica correspondería a
parte, en la última sección del presente trabajo. Agustín de Hipona, como me ha recordado V. Sanfélix. La profesora Anscombe su-
2. «Freedom of the Will and the Concept of a Person», en G. Watson (comp.), Free braya esta primacía agustiniana en su «The First Person», en S. Guttenplan (comp.),
Will, Oxford University Press, Oxford, 1982, págs. 81-95. Mind and Language, Oxford University Press, Oxford, 1975, págs. 45-65.
158 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ENUNCIADO 159

Así, como condición de la subjetividad plena, el autoconocimiento siones en que los demás considerarían también correcto atribuir-
no es cualquier clase de conocimiento de uno mismo, sino que invo- me ese dolor o esa intención.
lucra una especial intimidad o inmediatez. No conocemos nuestras La hipótesis que pretendemos sugerir es que una comprensión
creencias, sensaciones e intenciones sobre la base de los criterios correcta de la subjetividad depende, al menos en gran medida, de
objetivos, especialmente conductuales, que otros usan para atribuir- una comprensión adecuada de la interacción y armonía entre las
nos tales estados. La perspectiva de uno mismo sobre su propia men- perspectivas de la primera y la tercera personas, así como entre las
te es, pues, distinta de la que tiene sobre la mente de los demás. Lla- atribuciones psicológicas correspondientes a ambas. Ninguna de las
memos a aquéllas la perspectiva de la primera persona y a ésta la dos perspectivas y formas de atribución ofrece, considerada aisla-
perspectiva de la tercera persona, por seguir una terminología usual. damente, una imagen correcta del significado de los términos men-
Así, pues, los enunciados psicológicos se distinguen de cuales- tales y de la naturaleza del sujeto al que son atribuidos.
quiera otros por la sistemática asimetría que presenta su atribución
en primera y en tercera persona. Como Davidson señala, esta asi-
metría no tiene parangón en otros tipos de conceptos: «Muchos con- 2. LA TRADICIÓN CARTESIANA
ceptos pueden ser aplicados sobre la base de criterios múltiples, pero
no hay conceptos en cuya adscripción los sujetos tengan que usar En la tradición inspirada en el cartesianismo, que incluye no sólo
criterios diferentes en ocasiones particulares». 5 Strawson, por su la ortodoxia cartesiana, sino también las tendencias fenomenistas
parte, considera que esta asimetría en la atribución resulta esencial del empirismo británico y del empirismo lógico, así como las corrien-
a los predicados mentales: «... Es esencial al carácter de estos predi- tes fenomenológicas, la subjetividad tiende a caracterizarse en tér-
cados el hecho de que tienen usos atributivos en primera y en terce- n:inos de la c?nciencia inmediata que un sujeto tiene, en la perspec-
ra persona, que pueden ser a la vez adscritos a uno mismo sobre tiva de la pnmera persona, de entidades y eventos no físicos que
una base distinta de la observación de la conducta propia y adscri- pueblan su mente: «COntenidos psíquicos», «datos de conciencia»,
tos a otros sobre la base de criterios de conducta». 6 Sin embargo, «datos sensoriales», «Vivencias», son algunas de las expresiones usa-
los predicados mentales no tienen un significado ambiguo, no son das para referirse a esas entidades y eventos, cuya presencia en la
equívocos, a pesar de este cambio sistemático de criterios para su mente de un sujeto sólo puede ser sospechada o conjeturada por
adscripción. Que yo diga «me duelen las muelas» es un criterio, en- otros a partir de signos externos. Esta orientación tiene, al menos
tre otros, que los demás usan para creer y decir de mí que me due- a primera vista, recursos para dar cuenta de la asimetría en la atri-
len las muelas, pero no es un criterio que yo mismo utilizo. Y, sin bución de predicados mentales y del privilegio epistemológico de
embargo, en los enunciados «me duelen las muelas» y «le duelen las autoatribuciones. La inmunidad, o la notable resistencia al error
las muelas», el verbo «doler» no se emplea con significados distin- l de las autoatribuciones se debería a que en ellas el sujeto está in-
tos. Strawson subraya correctamente esta unidad de significado de formado de su conciencia inmediata de un evento o estado mental
los predicados mentales: «No se trata de que estos predicados ten- cuyo ser consiste precisamente en ser objeto de conciencia: no ha;
gan dos tipos de significado. Se trata más bien de que es esencial aquí distinción entre apariencia y realidad y, por tanto, no hay res-
al tipo único de significado que poseen que ambas formas de atri- quicios por donde el error pudiera introducirse. Esta explicación tie-
buirlos estén perfectamente en orden». 7 A pesar de esta asimetría, ne cierto atractivo inicial, pero en cuanto reflexionamos más pro-
las atribuciones en primera y en tercera persona tienden a engra- fundamente sobre ella, tropezamos con un conjunto de dificultades
nar armónicamente: no puede ser accidental que yo diga «me due- clásicas que han jalonado la historia de esta concepción filocarte;.
len las muelas» o «voy a tomarme un café» precisamente en las oca- siana. En primer lugar, la explicación postula la existencia de una
forma de percepción distinta de la sensorial, 8 llamada a veces sen-

S. D. Davidson, «First Person Authority», Dialectica 38 (1984), págs. 101-111, esp.


pág.107. 8. O distinta de la percepción sensorial en sentido ordinario, realista, según el
6. P. F. Strawson, Individuals. An Essay in Descriptive Metaphysics, Londres/Nueva cual lo que percibimos son objetos públicos. Debo a T. Grimaltos esta observación:
York, Routledge, 1959 (reimpr. 1990), pág. 108. para el fenomenismo, el objeto inmediato de la percepción sensorial son ideas, da-
7. Ibíd., pág. 110. tos sensoriales, etc.
160 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ENUNCIADO 161

tido interno, conciencia o introspección, cuyo objeto no son entida- Resulta difícil exagerar la influencia que la concepción filocar-
des, eventos o hechos ordinarios y cuya naturaleza resulta, así, ex- tesiana de la mente ha tenido hasta tiempos relativamente recien-
traordinariamente elusiva o misteriosa. Los objetos de esta facul- tes no sólo en el ámbito filosófico, sino también en los supuestos
tad perceptiva no sensorial no existen sino mientras s.on percibidos, y implícitos en distintas escuelas psicológicas y en mu-
con lo que su naturaleza no resulta menos elusiva o misteriosa que chas ciencias humanas. Según esta concepción, hay hechos irreduc-
la de la propia facultad. En segundo lugar, esta concepción genera tiblemente subjetivos, que sólo se revelan a la conciencia individual.
todo un conjunto de dificultades relacionadas con el llamado pro- Estos hechos son inaccesibles, no sólo en la práctica, sino en princi-
blema de las otras mentes. ¿Cómo puedo saber que los demás po- pio, a los métodos objetivos de investigación, de modo que cualquier
seen también estados mentales, que son sujetos como yo y no me- conocimiento objetivo del mundo será necesariamente incomple- .
ros autómatas? Si, en un arranque de generosidad, concedo que to. 12 Veremos cómo esta conclusión será defendida de nuevo en
tienen estados mentales, ¿cómo puedo saber que cuando dicen, por tiempos muy recientes, lo que muestra la fuerza, persistencia y po-
ejemplo, «tengo dolor» tienen lo mismo que yo tengo cuando digo der de atracción de la concepción cartesiana de la subjetividad como
«tengo dolor»? ¿Cómo puedo saber que cuando digo «Juan tiene do-
un ámbito privado, accesible sólo a la perspectiva restringida de la
lor», pretendiendo atribuir a Juan lo que yo tengo cuando tengo do-
primera persona.
lor, estoy diciendo la verdad si sólo sé qué es el dolor en mi propio
caso? La respuesta a todas estas preguntas es: «De ningún modo». 9
El privilegio que esta orientación concede a la perspectiva de la pri-
3. EL CONDUCTISMO LóGICO
mera persona priva de toda justificación razonable nuestra convic-
ción de que los términos mentales tienen un significado común cuan-
do se aplican tanto en primera como en tercera persona. Por otra En conexión con el programa de la unidad de la ciencia en el po-
parte, el recurso a un modelo perceptivo para explicar el autocono- sitivismo lógico, y favorecidos por el auge del conductismo en psi-
cimiento conduce a esta concepción a asimilar indebidamente los cología, surgieron, hacia los años treinta, los primeros intentos filo-
estados intencionales, como la creencia, a las sensaciones. 10 La sóficos de oposición global al cartesianismo y de integración de la
plausibilidad inicial que esta explicación pueda tener para la auto- mente en el1nundo natural bajo la forma del conductismo lógico. 13
adscripción de sensaciones se pierde cuando se trata de la autoads- Con matices diferenciadores importantes, otras posiciones dominan-
cripción de creencias, pues éstas no son «sentidas» ni poseen cua- tes en nuestro siglo, como la teoría de la identidad y el funcionalis-
lidad fenomenológica, y, por otra parte, tienen una relación mo, han heredado del conductismo lógico la orientación reduccio-
constitutiva con enunciados condicionales sobre la conducta futu- nista y la oposición al cartesianismo. Por otra parte, el original
ra del sujeto, en circunstancias no necesariamente previstas por pensamiento de Wittgenstein contiene asimismo un formidable ata-
éste. 11 Ambos aspectos de las creencias (que pueden extenderse a que al cartesianismo fundado en un cuidado análisis del problema
otros estados intencionales) las distinguen de las sensaciones y ha- del significado y del uso de los términos mentales, en el que mu-
cen que el modelo de la «percepción mental» se muestre inadecua- chos han visto afinidades con el conductismo lógico, aunque no ha-
do para dar cuenta de la autoridad del sujeto sobre las mismas.

12. A pesar de los intentos paradójicos de convertir. estos hechos, la fori?a


9. O tal vez por analogía con mi propio caso. Ha sido una vez más V. Sanfélix de ideas, datos sensoriales, y otras, en el fundamento m1smo del conocimiento obje-
quien me ha recordado el venerable «argumento por analogía» como respuesta al tivo. El derrumbe del programa de reducción fenomenista testimonia la incoheren-
problema de otras mentes. No creo necesario insistir en las críticas a este argumento. cia básica involucrada en este tipo de proyecto.
10. Sobre esta observación, véase C. Wright, «Review of McGinn's Wittgenstein 13. Representan esta posición, entre otros autores, R. Carnap, «Psicología en len-
on Meaning», Mind 98 (1989), págs. 289-305. Véase también, del mismo autor, «Witt- guaje fisicalista», en A. J. Ayer, El positivismo lógico, tr. de L. Aldama y otros, F. C.
genstein's Later Philosophy of Mind: Sensation, Privacy, and Intention», Journal of E., México, 1965 (el artículo de Carnap fue publicado originalmente en 1932); C. G.
Philosophy 86 (1989), págs. 622-634. J. Marrades ha llamado mi atención sobre el Tee- Hempel, «The logical analysis of psychology», recogido en N. (comp.), Rea-
teto platónico como el primer ejemplo histórico de esta asimilación. dings in Philosophy of Psychology, Harvard University Press, Camb::1dge 1980;
11. Véase ibíd. G. Ryle, El concepto de lo mental, tr. de Eduardo Rabossi, Buenos A1res, Pmdos, 1967.
162 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ENUNCIADO 163

llamos en Wittgenstein simpatía alguna por el cientifismo y la uni- naturaleza puramente disposicional, para los que, como se recono-
dad de la ciencia. ce hoy en general, no rige la asimetría entre la primera y la tercera
El conductismo lógico se concibe a sí mismo como una hipóte- personas. Mis propios rasgos de carácter se me revelan, básicmnen-
sis semántica sobre el contenido de las proposiciones psicológi- te, a través de mi comportamiento y muchas veces otras personas
cas, 14 según la cual estas proposiciones son traducibles, sin pérdida son mejores jueces que yo mismo en esta cuestión. El error de Ryle
de significado, a proposiciones que contienen únicamente descrip- se pone de manifiesto si se pretende generalizar su posición a los
ciones de la conducta observable de los seres humanos y otros ani- estados intencionales y a las sensaciones. Parece bastante claro, en
males y/o de la conducta que éstos desarrollarían en circunstancias este caso, que un sujeto no sabe, por ejemplo, que cree algo o que
externas determinadas. Así, hallarse en un estado mental de un tipo siente dolor observando su propio comportamiento. El conductis-
determinado no es sino desarrollar cierta conducta o tener una dis- mo lógico no tiene recursos para explicar las peculiaridades del auto-
posición a desarrollarla. Idealmente, la conducta en cuestión debe- conocimiento en ninguno de los tres aspectos de la subjetividad, in-
ría ser especificada en un lenguaje puramente físico. 15 tencional, sensitivo y práctico, que indicamos en el primer apartado.
Una de'las dificultades centrales del conductismo es su incapa- El conductismo lógico se enfrenta con problemas importantes
cidad para dar cuenta de determinados aspectos de lo mental rela- para dar cuenta de las especiales características que presentan los
cionados con la subjetividad, en especial el autoconocimiento y la enunciados psicológicos en primera persona, por ejemplo su pecu-
autoridad de la primera persona. La razón es clara: si lo mental se liar resistencia al error. Los conductistas lógicos advierten que la
reduce a la conducta, que es un proceso públicamente observable, concepción cartesiana de estos enunciados tiene consecuencias di-
no hay motivos para suponer que un sujeto posea una autoridad so- fícilmente admisibles. Así, para Carnap, la tesis según la cual estos
bre sus propios estados mentales que no puedan tener otros obser- enunciados «Se refieren a algo no físico (a algo psíquico", un Con-
11 11

vadores; no hay motivos para pensar que un sujeto tenga un conoci- tenido de vivencia", un dato de conciencia", etc.), lleva directamen-
11

miento de su propia mente más íntimo e inmediato que el que pueda te a la consecuencia de que [todo enunciado de este tipo] ... es signi-
tener cualquier otra persona que conozca su conducta y las circuns- ficante sólo para su autor». 17 Wittgenstein, al que, en este aspecto,
tancias en que se desarrolla. Así, para Gilbert Ryle, tanto el conoci- podemo·s asimilar al conductismo lógico, fue más allá que Carnap
miento de la propia mente como el de la mente de otros descansan para señalar, con su argumento contra la posibilidad de un lengua-
en la conducta. La diferencia entre ambos es sólo de grado: conozco je privado, que ni siquiera su autor podría entender ese enuncia-
mejor mi propia conducta porque siempre estoy presente cuando do.18 Pero las alternativas que estos autores ofrecen no carecen de
tiene lugar. En palabras de Ryle: «... Me doy cuenta que un alumno problemas. Así, un modo de abordar esta espinosa cuestión, carac-
es haragán, ambicioso o ingenioso siguiéndolo en su tarea, prestan- terístico del conductismo lógico, consiste en negar que los enuncia-
do atención a sus excusas, escuchando su conversación y comparan- dos en cuestión sean enunciados cognitivos. «Tengo dolor» no es un
do su comportamiento con el de los demás. Que yo sea el propio informe o una descripción de un estado del sujeto, sino una expre-
alumno no establece ninguna diferencia importante. En este caso, sión de dolor. Es parte de la conducta de dolor. Decir «tengo dolor»
puedo escuchar un mayor número de "sus" conversaciones debido es como gritar« ¡ay!». Y, del mismo modo que «¡ay!» no puede ser
a que soy el sujeto a quien se dirigen sus soliloquios mudos. Ade- verdadero o falso, tampoco «tengo dolor» puede serlo. La emisión
más, presto atención a todas sus" excusas porque, cuando las for-
11
de «tengo dolor» reemplaza otras expresiones de dolor no lingüísti-
mula, estoy siempre presente». 16 La eventual plausibilidad del tex- cas por una expresión lingüística más refinada. Citemos un texto de
to de Ryle deriva de los ejemplos de predicados mentales que emplea: Wittgenstein (quien sin embargo presenta su tesis cautamente como
ser haragán, ambicioso o ingenioso son rasgos de carácter de «una posibilidad»): «¿Cómo aprende una persona el significado de
los nombres de sensaciones? Por ejemplo, de la palabra "dolor". Una
14. Véase p. ej., Carnap, op. cit.
15. Esta restricción no afecta a Ryle, pero sí a Carnap: véase Carnap, op. cit., pág. 17. Carnap, op. cit., págs. 199-200.
195, 203. 18. Cf. L. Wittgenstein, Investigaciones Filosóficas, tr. de A. García Suárez y C.
16. Ryle, op. cit., pág. 151. U. Moulines, Barcelona, U.N.A.M./Ed. Crítica, 1988, par. 258.
164 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ENUNCIADO 165

posibilidad es la siguiente: las palabras se conectan con la expre- 4. EL MATERIALISMO DE LA IDENTIDAD


sión primitiva, natural, de la sensación y se ponen en su lugar. Un
niño se ha lastimado y grita; luego los adultos le hablan y le ense- El conductismo lógico concibe la mente humana desde la pers-
ñan exclamaciones y más tarde oraciones. Ellos le enseñan al niño pectiva de la tercera persona. Su caracterización de la mente parte
una nueva conducta de dolor». 19 Este tipo de análisis es insatisfac- del análisis de las atribuciones de estados mentales a otras perso-
torio por varias razones. Ciertamente explica por qué una oración nas y del conocimiento de la mente ajena. Pero fracasa lamentable-
1 como «tengo dolor», emitida sinceramente por un sujeto con ade- mente al tratar de entender las autoatribuciones y el autoconoci-
cuada competencia lingüística, no puede ser falsa; pero no puede miento, es decir, los aspectos de lo mental directamente relacionados
explicar por qué se la supone verdadera. No puede ser falsa porque con la subjetividad. Por otra parte, su concepción de los estados men-
no es propiamente una oración descriptiva. Pero esto le priva tam- tales como disposiciones para la conducta resulta más plausible en
bién de cualquier posibilidad de verdad. En realidad, este tipo de relación con los estados intencionales que con los estados cualitati-
análisis niega la existencia misma del autoconocimiento. Pero esta vos o fenomenológicos (como el dolor o las imágenes mentales). Aun-
consecuencia es francamente implausible. Por otra parte, «tengo do- que no puede dar cuenta de las autoatribuciones de estados inten-
lor» parece ser genuinamente descriptivo. Pensemos en descripcio- cionales, en este aspecto no está peor situado que el cartesianismo,
nes mucho más complejas y detalladas que podemos ofrecer de mu- ya que el modelo cartesiano de la percepción mental no resulta plau-
chos de nuestros dolores. En estos casos, que no son esencialmente sible en relación con la autoadscripción de este tipo de estados, se-
distintos del primero, no tenemos ninguna tentación de considerar gún indicamos más arriba.
los enunciados en cuestión como meras sustituciones lingüísticas En realidad, los primeros representantes de la propuesta cono-
de conducta primitiva. 2° Finalmente, parece correcto decir que cada cida hace algún tiempo como «materialismo del estado central» y
uno de nosotros sabe si tiene dolor y que no infiere este hecho a par- más conocida hoy como «teoría de la identidad de tipos o propieda-
tir de su propio comportamiento. 21 Sin embargo, si el dolor es una des», U. T. Place y J. J. C. Smart, consideraron su tesis de la identi-
disposición a desarrollar cierta conducta, como sostiene el conduc- dad psicofísica como un complemento del conductismo lógico, y no
tismo lógico, aun suponiendo que proferir «tengo dolor» sea parte como una alternativa global al mismo. Según Place, 22 el análisis
de la conducta en cuestión, cada uno de nosotros sabría si tiene do- conductista de los conceptos de estados intencionales 23 era funda-
lor por inferencia: nos oiríamos proferir «tengo dolor» y conclui- mentalmente correcto. Sin embargo, había un residuo de estados
ríamos que tenemos dolor. Esto nos conduce de nuevo a la posición mentales de contenido fenomenológico que parecían resistirse a este
de Ryle. tipo de análisis, conceptos como el de sensación, experiencia, con-
ciencia e imagen mental. Place propone la hipótesis de la identidad
psicofísica sólo para este último grupo de conceptos: las sensacio-
nes, como el dolor, o las imágenes mentales, no eran disposiciones
para la conducta, sino estados del cerebro. Esta restricción de la hi-
19. Ibid., par. 244.
pótesis de la identidad a los estados fenomenológicos es también
20. Cf. P. Carruthers, Introducing Persons. Theories and Arguments in the Philo-
sophy of Mind, Londres/Nueva York, Routledge, 1986 (reimpr. 1992}, pág. 115.
aceptada por Smart. 24 En cualquier caso, este tipo de estados, las
21. Wittgenstein consideraba incorrecto decir «séque tengo dolor» (véase op. cit., experiencias de calor y frío, de dolor y placer, de las cualidades sen-
par. 246). Tal mis intuiciones lingüísticas estén irremediablemente viciadas, pero sibles de las cosas, plantean un reto a una concepción materialista
nada mcorrecto en ello. En determinadas circunstancias es plenamente ad-
..supongamos que un médico me administra un fuerte analgésico y yo me 22. U. T. Place, «<s Consciousness a Brain Process?», en W. G. Lycan (comp.), Mind
sigo queJando. Si el médico me dice: «No puedes tener dolor ahora», la réplica «sé and Cognition, Oxford, Blackwell, 1990, págs. 29-36. El artículo de Place fue publi-
que lo tengo» parece perfectamente adecuada. J. Marrades y V. Sanfélix coinciden cado por primera vez en 1956.
en señala.r que esta observación no es incompatible con la filosofía wittgensteinia- 23. Place se refiere a ellos como conceptos cognitivos y volitivos. Véase op. cit., pág. 29.
na, especialmente la certeza. Por mi parte, mantengo mis dudas al respec- 24. J. J. C. Smart, «Sensations and Brain Processes», en D. M. Rosenthal (comp.),
No creo que pueda admitir un uso cognoscitivo de «tengo dolor» The Nature of Mind, Oxford/Nueva York, Oxford University Press, 1991, págs. 169-180.
sm entrar en confhcto con aspectos esenciales de su filosofía de la psicología. El artículo de Smart fue publicado por primera vez en 1962.
DETERMINACIONES DE LA' DIFICULTAD. EL SUJETO ENUNCIADO ·167

del mundo, inspirada en la unidad de la ciencia, ya que, al hallarse piedades literales de objetos y eventos en un tipo
en tales estados, un sujeto parece relacionarse con objetos no físi- lla de cine o de televisión, conocida normalmente en la bibhograha
cos, las sensaciones de calor y frío, dolor, sabor, color, etc. Estos «ob- psicológica contemporanea ' como e1 " campo f enomenico
' . '' ». 27 Place
jetos» no son físicos en la medida en que no se hallan en el espacio sugiere que el modo en que sentimos las cosas no es una cosa adi-
intersubjetiva, en el mundo objetivo estudiado por las ciencias físico- cional a éstas. Para él, no podríamos tener la capacidad de emitir
naturales. Como señala Place: «Si suponemos, por ejemplo, que cuan- informes introspectivos acerca de cómo nos parecen las cosas, de
do un sujeto informa de una post-imagen verde está aseverando la cómo las experimentamos, si no tuviéramos la capacidad de descri-
presencia en su interior de un objeto que es literalmente verde, es bir las propiedades reales de las cosas de los o?jet.os físi-
claro que nos las habemos con una entidad para la que no hay lugar cos en el espacio público. La primera capacidad es parasitana y de-
en el mundo de la física». 25 ¿Cómo interpretar entonces enunciados rivada de la segunda. Así, describimos nuestra experiencia subjetiva
en primera persona como «tengo dolor» o «tengo una post-imagen de las cosas, no por referencia a propiedades fenoménicas de
verde» de un modo compatible con el fisicalismo? Smart se hace eco tos no físicos, sino por referencia a propiedades reales de obJetos
del análisis «expresivo» de tales enunciados en la versión de Witt- físicos que normalmente dan lugar al tipo de experiencia conscien-
genstein, pero, aunque reconoce sus ventajas para el fisicalismo, no te que tratamos de describir. Pensemos por ejemplo en algunos ad-
lo considera satisfactorio: «Aunque... soy muy receptivo a la expli- jetivos con los que podemos describir el dolor:
cación "expresiva" de los enunciados de sensación, no creo que esta punzante, profundo, localizado, difuso. Estos se aphcan
explicación resuelva el problema. Quizá se deba a que no he pensa- también, y de modo primario, a objetos y procesos físicos. Las ex-
do en ello lo suficiente, pero me parece que, cuando una persona dice periencias subjetivas no son relaciones con objetos interpuestos en-
"tengo una post-imagen", está haciendo un informe genuino, y que, tre el sujeto y los objetos públicos. La explicación de nuestra capa-
cuando dice "tengo dolor", está haciendo algo más que «reemplazar cidad de describir esas experiencias en primera persona no requiere
una conducta de dolor» por otra y que este "más" no es simplemen- postular la existencia de tales objetos no físicos. Así, señala
te decir que está en apuros». 26 La sugerencia de Smart, pues, es que «Cuando describimos la post-imagen como verde no estamos dicien-
esos enunciados en primera persona son informes o descripciones do que hay algo, la post-imagen, que es verde; estamos diciendo
de algo, frente a la concepción conductista. tenemos el tipo de experiencia que normalmente tenemos al mirar
Detengámonos brevemente en la explicación que Place y Smart una mancha de luz verde y que hemos aprendido a describir de ese
ofrecen de los enunciados sobre estados fenomenológicos en primera modo».2s Independientemente de su incompatibilidad con el mate-
persona, ya que, en nuestra opinión, esta explicación, un tanto olvi- rialismo concebir esa experiencia como una relación con un objeto
dada hoy, tiene un gran interés y aborda la cuestión de un modo más no físic; de color verde da lugar a una incongruencia, en la medida
cercano a determinadas intuiciones espontáneas que el conductis- en que, para tener color, un objeto ha de tener extensión y ésta es,
mo lógico o el funcionalismo. para el propio Descartes, el atributo de lo físico. Por P.arte,
Frente a las reticencias del conductismo lógico, Place y Smart podríamos añadir, parafraseando a Place, que cuando descnbimos
aceptan la existencia de estados fenomenológicos con contenido cua- un dolor como punzante no estamos diciendo que hay algo, el dolor,
litativo. Las personas tienen realmente experiencias conscientes. Su- que es punzante; estamos diciendo que tenemos el tipo de
poner, sin embargo, en el espíritu del cartesianismo, que estas expe- cia que normalmente tenemos cuando nos pinchamos con un obJe-
riencias involucran una relación inmediata con objetos y eventos no to punzante. . .
físicos significa incurrir en un error: «Este error lógico, al que me Hasta aquí la explicación de Place de los enunciados
referiré como la "falacia fenomenológica", consiste en suponer que, persona sobre la experiencia subjetiva tiene una plausibilidad In-
cuando el sujeto describe cómo le parece que son las cosas, cómo dependiente de la hipótesis de la identidad, y podría ser aceptada
le suenan, huelen o saben, cómo las siente, está describiendo las pro- por muchos para quienes el cartesianismo no resulta aceptable pero

25. Place, op. cit., pág. 35. 27. Place, op. cit., pág. 35.
26. Smart, op. cit., pág. 170. 28. Ibíd; véase también Smart, op. cit., págs. 172, 174.
EL SUJETO ENUNCIADO 169
168 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD

tampoco consideran correcta la hipótesis de la identidad. Esta últi- do el mismo proceso cerebral, pero no que dos o más personas es-
ma, sin embargo, da a la explicación anterior una forma más com- tán informando de la misma experiencia interna». 29 La respuesta de
prometida. Identificar la experiencia subjetiva de una post-imagen Smart es la siguiente: «Esto muestra que el lenguaje de los infor-
verde con un proceso cerebral lleva a suponer que tener dicha expe- mes introspectivos tiene una lógica diferente del lenguaje de los pro-
riencia sería hallarse en el estado cerebral que es causado normal- cesos materiales. Es obvio que, hasta que la teoría del proceso cere-
mente por una superficie verde. Esta explicación no se compromete bral haya mejorado mucho y sea ampliamente aceptada, no habrá
tampoco con la existencia de un objeto que sería la post-imagen. No criterios para decir «Smith tiene una experiencia de tal y tal clase»
es ésta la que se identifica con un proceso cerebral, lo que contra- excepto los informes introspectivos de Smith. Así, hemos aceptado
vendría la llamada «ley de Leibniz», ya que se supone que la post- una regla de lenguaje según la cual (normalmente) lo que dice Smith
imagen, a diferencia del proceso cerebral, no se halla en el espacio. vale».3o Smart admite, en su respuesta, que los términos mentales
Es más bien la experiencia de la post-imagen la que se identifica, no sólo tienen un significado diferente de los términos neurofisio-
tentativamente, con el proceso cerebral. Y no es absurdo decir que lógicos, sino también una lógica diferente. Sin embargo, tiende a ver
la experiencia en cuestión tiene lugar allí donde se encuentra el su- esta lógica como un rasgo provisional. La autoridad de la primera
jeto de la misma. persona sería un expediente al que hemos de recurrir a falta de algo
Frente a objeciones de carácter semántico o conceptual, Place mejor. Puesto que no tenemos, hoy por hoy, otros criterios, hemos
insiste en que la hipótesis de la identidad es una hipótesis empíri- establecido una convención que concede esa autoridad a los infor-
ca, no descartable por razones a priori. Place y Smart comparan su mes introspectivos. Sin embargo, cuando «la teoría del proceso ce-
hipótesis con enunciados como «el agua es H 20» o «la luz es radia- rebral haya mejorado mucho y sea ampliamente aceptada», dispon-
ción electromagnética». Podemos aceptar que nuestros conceptos de dremos ya, se supone, de otros criterios, de carácter objetivo, para
agua y de H 2 0 son distintos y que no entendemos lo mismo por determinar las experiencias de un sujeto, de modo que los informes
«agua» que por «H 20». Pero de ello no podemos concluir que el introspectivos serían sólo un críterio más y no. necesariamente el
agua no es H 20. De hecho lo es. más confiable. En caso de conflicto, podría suceder que atribuyéra-
Sin embargo, los conceptos de lo mental son realmente peculia- mos dolor -o ausencia del mismo- a una persona a pesar de que
res. No son simplemente distintos de los conceptos neurofisiológi- ésta asegurase lo contrario. Sin embargo, Smart minusvalora el ca-
cos, sino que su atribución en primera y en tercera personas se rige rácter constitutivo de la «lógica» de los términos mentales. Si yo afir-
por criterios distintos. Según Smart y Place, cuando informamos de mo sinceramente que no tengo dolor y otra persona se empeña en
nuestras experiencias, estamos en realidad informando de estados atribuírmelo observando mi cerebro, no estamos hablando de lo mis-
de nuestro cerebro. Pero, ¿cómo podría ser así si la atribución de mo. La palabra «dolor» habría cambiado de significado en boca de
estados neurofisiológicos a uno mismo y a los demás no presenta esta persona. Pero en este caso la teoría de la identidad perdería in-
la asimetría propia de la atribución de experiencias? Yo no poseo terés. Que una propiedad llamada «dolor», distinta de lo que ahora
especial autoridad con respecto a los estados de mi cerebro. De he- entendemos por «dolor», fuese un estado del cerebro sería tal vez
cho, un neurólogo es más competente que yo para determinarlos. un hecho interesante, pero no una respuesta al problema de la natu-
Pero este mismo neurólogo habrá de confiar en mis declaraciones raleza de la mente. Hay casos en que el descubrimiento de una iden- lll,.v
para saber si tengo dolor. cuando me implanta un electrodo en el tidad de propiedades genera criterios de identidad más fiables. Pen-
cráneo. Una teoría que sostiene que las experiencias son estados del semos, por ejemplo, en el descubrimiento de que el agua es H 20. El
cerebro nos debe una explicación de esta divergencia. Smart pone análisis químico resulta ahora decisivo ante un conflicto con crite-
una objeción semejante en boca de un posible adversario: «Si digo rios sensoriales, sabor, olor, color. Pero esto no supone que con la
sinceramente "veo una post-imagen amarillenta-naranja" y no es- expresión «H20» se esté hablando de otra cosa que con la expresión
toy cometiendo un error verbal, no puedo estar equivocado. Pero pue-
do estar equivocado acerca de un proceso cerebral. El científico que
mira el interior de mi cerebro podría estar sufriendo una ilusión. 29. Smart, op. cit., pág. 173.
30. Ibíd., págs. 173-174.
Además, tiene sentido decir que dos o más personas están observan-
DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ENUNCIADO

«agua». Sin embargo, el caso de los términos mentales es claramen- mas físicos tan diversos como los organismos humanos, posibles se-
te distinto. Antes del descubrimiento de la química moderna, el con- res extraterrestres carentes de sistema nervioso e incluso ordena-
cepto de agua no presentaba la asimetría característica de los pre- dores o robots pueden tener estados mentales con tal que posean
diCados mentales. la complejidad funcional adecuada. Aunque el funcionalismo rechaza
En nuestra opinión, cualquier teoría acerca de la identidad de la reducción de los conceptos mentales a conceptos conductuales
las propiedades mentales con propiedades aparentemente distintas y a conceptos neurofisiológicos, su inspiración es también reducti-
P, debe afrontar el problema de la asimetría. ¿Son las propiedades va y naturalista. En una definición funcionalista de una propiedad
P objeto de una atribución asimétrica? ¿He de atribuir una propie- mental no deben aparecer términos mentales. Se habla en ella úni-
dad P con criterios distintos en mi propio caso y en el de los demás? camente de «estados» caracterizados exclusivamente por sus rela-
Si la respuesta es negativa, es difícil ver cómo la identidad propues- ciones con causas y efectos descritos en términos no mentales y con
ta podría ser correcta. La teoría de la identidad psicofísica no supe- otros estados caracterizados también de este modo. 32 La psicología
ra esta prueba de modo satisfactorio. se reduce así a una teoría funcional. No hay nada especial en las
propiedades mentales que no pueda ser recogido en una caracteri-
zación funcional.
5. EL FUNCIONALISMO Notemos que la concepción funcionalista de la mente revela con
claridad su origen en una reflexión sobre la atribución de estados
En general, las teorías reductivas de la mente tienen problemas mentales en tercera persona. Para David Armstrong, uno de los pre-
para dar cuenta de la asimetría y de la autoridad de la primera per- cursores de esta doctrina, concebimos los estados mentales, en el
sona y, con ello, para dar cuenta de la subjetividad. De ahí que ha-
marco de la vida cotidiana, en términos causales. Según Armstrong,
llemos con frecuencia intentos de negar la realidad de tales rasgos
«el concepto de una estado mental incluye de modo esencial y ex-
o de rebajar su significación en el contexto de tales teorías. Pode-
haustivo [subr. mío] el concepto de un estado que es apto para ser
mos comprobar también esta tendencia en el funcionalismo. Esta
la causa de ciertos efectos o apto para ser el efecto de ciertas cau-
teoría, que ha reemplazado progresivamente a la teoría de la identi-
sas».33 Así, un estado mental es un estado interno que atribuimos
dad de propiedades, sostiene que las propiedades mentales son pro-
piedades funcionales. La identidad propuesta por esta teoría es más a un sujeto para entender y explicar su conducta, dadas las
abstracta, ya que la clasificación funcional puede agrupar bajo una cias causales del entorno en que se halla y dados otros estados In-
misma categoría estados u objetos muy diversos desde el punto de ternos. Éste es el concepto de estado mental que subyace al
vista de sus propiedades físicas. Así, por ejemplo, ser un reloj o ser nalismo, aun en sus versiones más refinadas, como la inspirada en
un carburador son propiedades funcionales. Clasificar objetos bajo la inteligencia artificial. De acuerdo con este concepto, las atribu-
las categorías «reloj» y «carburador» es llevar a cabo una clasifica- ciones de estados mentales descansan en inferencias basadas en la
ción funcional, no una clasificación física. Podemos fácilmente su- constatación de un contexto causal. Parece claro que esta concep-
poner que en el cajón con el rótulo «relojes» encontraremos objetos ción no se compadece con el carácter aparentemente no inferencia!
enormemente diversos en sus propiedades físicas. Igualmente, se- de las autoatribuciones. Pensemos por ejemplo en el dolor. Vemos
ñalar las siete en punto es un estado que pueden compartir muchos
de estos objetos. Se trata asimismo de un estado funcional, cuyos
casos particulares pueden no tener apenas características físicas re- Mental States», en D. M. Rosenthal (comp.), The Nature of Mind, cit., págs. 197-203.
levantes en común. Este artículo fue publicado por primera vez en 1967. Véase tambi,én Y
El funcionalismo permite la atribución de propiedades menta- máquinas», en A. M. Turing, H. Putnam, D. Davidson, Mentes y maqumas,
les a seres muy diversos desde el punto de vista físico. Éste es un Tecnos, 1985, págs. 63-101. Este artículo fue publicado originalmente en 1960 baJo
grado de libertad del que carecía la teoría de la identidad. 31 Siste- el título «Minds and Machines». ·
32. Véase N. Block, «An Excerpt from "Troubles with Functionalism", en W. G.
Lycan (comp.), Mind and Cognition, cit., págs. 444-468, esp. págs. 448-450.
31. Este aspecto es subrayado por Hilary Putman, el primer filósofo que formu- 33. D. M. Armstrong, «The Causal Theory of the Mind», en W. G. Lycan (comp.),
ló con claridad la hipótesis del funcionalismo. Véase H. Putnam, «The Nature of Mind and Cognition, cit., pág. 40.
172 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ENUNCIADO 173

que una persona tropieza y comienza a quejarse. Explicamos enton- den de nuestras reacciones a ciertas situaciones. Finalmente, el fun-
ces su conducta atribuyéndole dolor. Aquí puede parecer que infe- cionalismo ofrece una posibilidad que no tenía el conductismo lógi-
rimos un estado interno al que llamamos «dolor» para dar cuenta co para dar cuenta de la autoridad de la primera persona. Dicha auto-
de su en nuestra opinión, no es esto lo que hace- ridad resultaría del hecho de que los estados mentales tienden a
mos). SI yo soy esa persona y me atribuyo dolor, no causar creencias sobre ellos en los sujetos que los poseen. 36 En
lo In.finendo ese estado a partir de mis quejas. La concepción nuestra opinión, sin embargo, además de su carácter ad hoc, esta
funcionahsta no se adapta bien a esta asimetría. explicación -y en general toda explicación de la autoridad de la pri-
En realidad, en el tratamiento de las autoatribuciones el funcio- mera persona y de la conciencia de nuestros propios estados men-
nalismo ofrece soluciones paralelas a las que en el con- tales basada en la postulación de creencias de segundo orden- sólo
ductismo lógico. Por una parte, puede concebirlas como parte de los reproduce el problema en un nivel superior, ya que es legítimo pre-
efectos característicos de un estado mental. Así, el dolor es aquel guntar en qué descansa a su vez nuestra autoridad sobre esas nue-
estado que daría lugar, típicamente, entre otras cosas, a la emisión vas creencias. Un intento de responder a esta pregunta sin un regre-
de «tengo dolor». Las dificultades de esta concepción son similares so ad infinitum nos lleva a las dos alternativas anteriores, cuyas
a las que presenta la concepción expresiva de las autoatribuciones. dificultades ya señalamos al referirnos al conductismo lógico.
Por otra parte, puede optar por una solución semejante a la de Ryle:
no hay asimetría ni especial autoridad de la primera per-
sona; nos atnbuimos estados mentales sobre la misma base sobre 6. LA REACCIÓN NEOCARTESIANA
la cual los atribuimos a otros, a saber, la interpretación y explica-
la co?-ducta. Algo muy cercano a esto es lo que, en nuestra Hemos tratado de mostrar que el naturalismo reductivo en sus
opinion, sostiene David Dennett cuando escribe: «Postulamos todas distintas formas (conductismo lógico, teoría de la identidad de pro-
esas aparentes actividades y procesos mentales con vistas a enten- piedades, funcionalismo) tiene serias dificultades para tratar con
der la conducta que observamos- con vistas, de hecho, a entender los problemas directamente vinculados con la subjetividad, como
la conducta tanto como podamos, especialmente cuando la conduc- el autoconocimiento, la asimetría en la atribución de predicados
tq que observamos es la nuestra [subr. mío]. Los filósofos de lamen- mentales y la autoridad de la primera persona. El predominio de
te solían... insistir en que el acceso al propio caso en tales cuestio- estas concepciones ha ido, pues, acompañado de cierta insatisfac-
nes es bastante distinto del acceso al de los demás, pero a medida ción, de un vago sentimiento de que tales concepciones son, por su
que sabemos más sobre diversas formas de psicopatología e inclu- propia naturaleza objetivista, por su apuesta por una perspectiva
so sobre las flaquezas de las personas aparentemente normales se de tercera persona, estructuralmente incapaces de dar cuenta de as-
hace más suponer que, aunque todavía hay pequeños ;in- pectos subjetivos de la mente que sólo se revelan a la perspectiva
eones de n? cuestionado, algunos asuntos sobre los que de la primera persona. C01no en un movimiento pendular, esta insa-
nue,stra autondad es Invencible, cada uno de nosotros es, en la ma- tisfacción ha generado un retorno al punto de partida cartesiano con
yona aspectos, especie de autopsicólogo inveterado, que in- el que el conductismo lógico pretendió romper. Para el neocartesia-
Sin esfuerzo intencionales de sus propias ac- nismo, el naturalismo reductivo se mueve en círculos inesenciales
Ciones en Inseparable de confabulación, autojustificación sin poder acceder jamás al núcleo central de la mente: la concien-
Y (sin duda, en ocasiones) buena teorización».34 Den- cia subjetiva y sus objetos, inaccesibles a un punto de vista objeti-
nett se refiere aquí, predominantemente, a estados intencionales. Sin vo. La reacción neocartesiana ha insistido sobre tod<Jen lo que más
em?argo, en otro trabajo35 insiste, en una línea cercana a Wittgen- arriba denominamos el aspecto sensitivo de la subjetividad, consi-
stein, en que las autoatribuciones de estados fenomenológicos depen- derando este aspecto corno especialmente resistente a un tratamiento
objetivo. Hay varios argumentos destinados a mostrar que determi-
34: .D. C. «Making Sense of Ourselves», en W. G. Lycan (comp.), Mind and nadas propiedades de la experiencia subjetiva son un obstáculo in-
Cogmtwn, c1t., pag. 190.
35. «Quining Qualia», ibíd., págs. 519-546. 36. Sobre esta posibilidad, véase p. ej. P. Carruthers, op. cit., págs. 128-129.
EL SUJETO ENUNCIADO 175
174 DETERMiNACIONES DE LA DIFICULTAD

ta, conductista y, en general, cualquier teoría objetiva o de


franqueable para cualquier teoría objetiva de lo mental. Ofrecere-
persona acerca de la mente es necesariamente incapaz de
mos una caracterización relativamente sumaria de los mismos.
adecuadamente ciertos hechos esenciales acerca de la expenencia
Preguntémonos, en primer lugar, si no es posible que otra perso-
na y yo mismo, al mirar un determinado objeto, tengamos experien- subjetiva. Estos argumentos pueden ser generalizados con vistas a
39
cias subjetivas de su color completamente distintas, digamos, siste- mostrar que el materialismo es falso. En un artículo ya famoso,
máticamente invertidas en relación con el espectro cromático. Así, Thomas Nagel sostiene que no tenemos medios para saber qué es
aunque ambos decimos que la hierba es verde, él ve la hierba del ser un murciélago, en el sentido de qué es, para un murciélago, te-
color del que yo veo los coches de bomberos y, aunque ambos deci- ner las experiencias que tiene, experimentar el mundo como él lo
mos que los coches de bomberos son rojos, él los ve del color del hace. El carácter subjetivo de la experiencia sólo se revela plena-
que yo veo la hierba. 37 Nuestra conducta verbal no podría revelar mente a un punto de vista y el punto de vista de un murciélago es
la diferencia, ya que ambos hemos aprendido los nombres de los co- algo a lo que no tenemos acceso: «No será de ayuda tratar de imagi-
lores aplicándolos a objetos públicos y tenemos la misma capaci- nar que tenemos membranas en los brazos que nos permiten
dad de discriminar colores (no estamos hablando del daltonismo, en el crepúsculo cazando insectos con la boca; que una VI-
un defecto que es detectable porque un daltónico no tiene la misma sión muy deficiente y percibimos el entorno por un sistema de se-
capacidad de discriminar colores que un sujeto no daltónico). En ñales sonoras reflejadas de alta frecuencia; y que pasamos el día col-
realidad, ningún criterio intersubjetiva, ninguna información fisio- gados por los pies, cabeza abajo, en un ático. En la medida (que no
lógica, conductual o funcional podría ser 'plenamente concluyente es mucha) en que puedo imaginar esto, sólo lo que para
para decidir si estg diferencia se da. Sin embargo, la situación pare- mí comportarme como se comporta murcielago. Per?, esa no es
ce concebible, y ello se debe a que la proyectamos desde la perspec- la cuestión. Lo que quiero saber es que es ser un murcielago para
tiva de la primera persona: podemos concebir que, a partir de cier- un murciélago. Pero si trato de imaginar esto, estoy limitado a los
to momento, sufriéramos esa inversión y nos preguntamos entonces recursos de mi propia mente, y estos recursos son para
si la experiencia que entonces tendríamos no será la que siempre esta tarea».4o Sólo alguien capaz de tener las expenencias de los
ha tenido la otra persona. Intuiciones cartesianas se ocultan tras este murciélagos podría saber qué es ser un murciélago en el sentido in-
tipo de elucubraciones: sólo yo puedo saber, estamos tentados de dicado. Un conocimiento completo de la neurofisiología de los mur-
decir, a qué color me refiero cuando digo que la hierba es verde, sólo ciélagos nos deja muy lejos de poder a pregunta. En
yo'sé cómo percibo los colores; los demás sólo pueden hacer conje- realidad, «si el carácter subjetivo de la expenencia es plenamente
turas. Y esto puede decirlo cada uno de sí mismo. Así, además de aprehensible sólo desde un punto de mayor
los objetos públicos y los colores que públicamente les atribuimos, nuestro conocimiento objetivo, físico o neurohs1ologico, tanto mas
están los colores subjetivos. Este tipo de propiedades, que ahora sue- nos alejaremos de la naturaleza del fenómeno.'! es
len denominarse «qualia», son puramente subjetivas, privadas e ine- esencialmente subjetiva. Nagel se pregunta retoncamente SI tiene
fables, vedadas para siempre al conocimiento intersubjetiva. Es claro · sentido inquirir qué son realmente mis experienc.ias, por contrapo-
cómo esta reflexión podría ser aplicada a los sabores, los olores, pla- sición a cómo se me aparecen. No entendem(\S la 1dea de que las ex-
ceres, dolores o sonidos. 3B periencias tienen una naturaleza objetiva distinta cómo son
Otros argumentos, en un espíritu semejante, han sido desarro- un sujeto, de modo que no podemos que se-
llados para mostrar que cualquier teoría materialista, funcionalis- ría captar su naturaleza en una descnpcion obJetiva, com? preten-
den las teorías que hemos analizado en apartados antenores. En
37. Sobre este tipo de argumento, véase N. Block, op. cit., pág. 458. tam-
bién C. McGinn, The Problem of Consciousness, Oxford, Blackwell, 1991, págs. 196-197.
38. Para un tratamiento detallado de la objeción de los qualia al funcionalismo, 39. T. Nagel, «What is it like to be a bat?», en id., Mortal Questions, Cambridge
desde una perspectiva más favorable a dicha objeción que la que aquí adoptamos, University Press, Cambridge, 1979, págs. 165-180.
véase V. Sanfélix, «Panorama actual de la filosofía de la mente: funcionalismo y ex-
periencia», en M. Torrevejano (comp.), Filosofía analítica hoy, Universidade de San- 40. Ibíd., pág. 169.
tiago de Compostela, 1991, págs. 121-153. 41. Ibíd., pág. 174.
176 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ENUNCIADO 177

realidad, el recurso a los murciélagos como especie es más bien di- luz reflejada por ciertos objetos. Lo que Mary no tenía, tal vez, era
dáctico y dramático, ya que una argumentación análoga podría lle- un conocimiento experiencial de los colores, no sabía qué es la ex-
varnos a la conclusión de que no podemos saber qué es ser otra per- periencia visual del color. Así, hay algo que Mary no sabe acerca de
sona, experimentar las cosas como ella: pensemos en el argumento los colores: cómo aparecen a nuestra experiencia. De nuevo, es la
sobre la inversión de los qualia. 42 La conclusión de Nagel es que experiencia subjetiva y su cualidad lo que se opone a las concepcio-
hay hechos acerca de la mente, acerca de la experiencia subjetiva nes objetivas de lo mental. Ningún grado de información conduc-
y de la conciencia, que ninguna teoría objetiva es capaz de apresar tual, física, neurofisiológica o funcional puede decirnos qué es la
y describir adecuadamente. experiencia del color, del dolor, del sabor, etc. A esto sólo podemos
Nos referiremos, finalmente, a un argumento desarrollado por acceder de modo subjetivo, teniendo esa experiencia.
Frank J ackson. 43 J ackson nos pide que imaginemos el siguiente Argumentos de este tenor jalonan en realidad la historia de la
caso. Mary es especialista -supongamos que es la mejor especia- filosofía, en particular la historia del empirismo. Su renacimiento
lista del mundo- en la neurofisiología de la visión y posee toda la en los tiempos actuales testimonia la enorme fuerza de atracción
información física que se puede lograr acerca de lo que sucede cuan- de las intuiciones cartesianas sobre la mente.
do vemos tomates maduros, o el cielo sin nubes, y usamos términos
de colpr. Sin embargo, vive y ha vivido siempre en un entorno de
grises y toda su investigación se desarrolla a través de un televisor
7. DISCUSIÓN DE LOS ARGUMENTOS NEOCARTESIANOS
en blanco y negro. (Supongamos que su propio cuerpo se halla pig-
mentado en gris.) La cuestión es ahora la siguiente, en palabras de
Jackson: «¿Qué sucederá cuando Mary sea liberada de su habita- En la base de los argumentos neocartesianos encontramos el su-
ción en blanco y negro o se le entregue un televisor en color? ¿Apren- puesto según el cual toda caracterización de una experiencia en tér-
derá algo o no? Parece sencillamente obvio que aprenderá algo so- minos objetivos, por sus relaciones con la conducta, con el sistema
bre el mundo y sobre nuestra experiencia visual del mismo. Pero nervioso o con sus causas y efectos es una caracterización acciden-
entonces no podemos evitar la conclusión de que su conocimiento tal: no podemos saber de ese modo qué es dicha experiencia, cuál
anterior era incompleto. Ahora bien, ella tenía toda la información es su naturaleza. Así, lo único realmente esencial para saber qué es
física. Ergo, hay que tener más información que ésa y el fisicalismo una experiencia es tenerla, sentirla; podríamos prescindir de toda
'es falso». 44 ¿Qué es exactamente lo que Mary aprende en ese mo- esa información objetiva con tal que mantuviéramos la información
mento? ¿Qué es lo que ahora sabe y antes no sabía? J ackson no da subjetiva. Ésta es la única realmente relevante para saber qué es di-
una respuesta precisa a esta pregunta y la confía a nuestra intui- cha experiencia. Dicho de otro modo: para el cartesianismo y el neo-
ción. No me parece correcto decir que Mary no sabía qué eran los cartesianismo, la identidad de una experiencia, de un quale -la ex-
colores. De hecho, podría ofrecer definiciones correctas de los mis- periencia visual del rojo o la experiencia gustativa del sabor de la
. mos. Podría decir, por ejemplo, que el azul es el color del cielo sin cerveza- es intrínseca, independiente de sus relaciones extrínsecas
nubes y sabría perfectamente qué efectos tiene ese color en nues- con otras cosas, y se revela directamente a la conciencia del sujeto.
tros ojos, sistema nervioso, etc., de modo que podría decir: el azul Por el contrario, para las posiciones materialistas que hemos anali-
es la propiedad que tiene tales y cuales efectos, ofreciendo así una zado, esas relaciones extrínsecas determinan exhaustivamente esa
cara.cterización funcional correcta de ese color. Podría ofrecer tam- identidad. Pensemos, sin embargo, en el argumento de la inversión
bién una definición física, en términos de la longitud de onda de la del espectro cromático. Ex hypothesi, las relaciones extrínsecas de
las experiencias visuales respectivas de los dos sujetos cuando mi-
ran la hierba son las mismas, y sin embargo, si la inversión es posi-
42. Véase J. I. Biro, «Consciousness and Subjectivity», en E. Villanueva (comp.), ble, las experiencias son distintas. ¿No da esto la razón al carte-
Consciousness, Ridgeview Publishing Company, California, Atascadero, 1991, págs.
113-133. sianismo?
43. F. Jackson, «Epiphenomenal Qualia», en W. G. Lycan (comp.), Mind and Cog- Diversos autores han elaborado réplicas a los argumentos neo-
nition, cit., págs. 469-477. cartesianos. Daniel Dennett ha puesto en cuestión la existencia mis-
44. Ibíd., pág. 471. ma de los qualia, entendidos a la manera cartesiana como estados
178 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD
EL SUJETO ENUNCIADO 179
inefables y privados, dotados de una identidad intrínseca y aprehen- sabe de este modo. Sin embargo, la pretensión de fijar la identidad
sibles directa e inmediatamente en la conciencia. 45 Dennett proce- de esa sensación a través de una definición ostensiva privada nos
de a través de ejemplos con los que trata de minar nuestra aparente observaciones en Wittgenstein: esa preten-
confianza en la existencia de tales estados. Tomemos, pongamos por Sion sena como tratar de determinar la hora en un reloj en el que
caso, un sorbo de cerveza fresca. Esa experiencia gustativa que te- la aguja estuviera conectada a la esfera, de modo que ambas se mo-
nemos al hacerlo es un quale, si algo lo es; es aquello que sólo cono- vieran juntas o como tratar de comprobar la verdad de una infor-
cemos al saborear la cerveza y que ninguna información objetiva mación aparecida en el periódico de hoy comprando varios ejem-
podría revelarnos; una persona que lo supiera todo acerca de los pro- plares.46
cesos materiales y funcionales que tienen lugar cuando una perso- No obstante, aun aceptando que la identidad de los qualia no es
na bebe cerveza aprendería aún algo, y algo esencial, al probarla: intrínseca, resulta difícil negar que, aun teniendo toda la informa-
cómo sabe la cerveza, cuál es su sabor. Así, si bebemos cerveza en ción sobre los procesos neurofisiológicos, físicos y funcionales in-
ocasiones, se supone que sabemos cuál es su sabor, y que lo sabe- volucrados en el proceso de la visión del color, Mary, la famosa neu-
mos íntima y directamente. Bien, ¿y cuál es su sabor? Supongamos rofisióloga, adquiere un nuevo conocimiento, aprende algo al salir
que nos gusta la cerveza. Recordemos ahora la primera vez que la de su entorno de grises, algo que no estaba contenido en esa infor-
probamos. Seguramente no nos gustó su sabor. Lo encontramos mación objetiva que suponemos completa. Distintos autores han tra-
amargo y desagradable. Pero ahora nos gusta y, al tomar un sorbo, tado de reconciliar esta intuición con el materialismo al proponer
estamos en contacto inmediato con eso que se supone conocemos: la hipótesis según la cual el conocimiento que Mary adquiere no es
esa cualidad inefable de su sabor. Ahora bien, ¿es esa cualidad, es e.l conocimiento de nuevos hechos, sino un conocimiento de tipo prác-
el sabor que ahora experimentamos el mismo que experimentamos tico: un saber cómo, no un saber qué, en términos de Ryle. Laurence
la primera vez? ¿Sabía entonces igual que ahora sólo que Nemirow sugiere que Mary adquiere una nueva habilidad, una ca-
actitudes hacia ese sabor han cambiado o sabe ahora de modo dis- pacidad para hacer ciertas cosas, en particular para «Visualizar» los
tinto y nuestras actitudes son las mismas, es decir, encontraríamos colores en su imaginación. Nemirow sostiene, pues, que «saber qué
desagradable el sabor que entonces encontramos desagradable? ¿O es ver los colores» debería analizarse como «saber cómo visualizar
tal vez hay una mezcla de ambas cosas? Seguramente no podemos 47
los colores». Este análisis tiene un considerable poder explicati-
ofrecer una respuesta categórica, pero, si hemos de dar una respues- vo, lo que habla en su favor. Da cuenta, por ejemplo, de nuestra ten-
ta, no podemos dejar de lado nuestras reacciones de entonces y dencia a hablar de un nuevo conocimiento adquirido por Mary, ya
ahora, lo que entonces dijimos e hicimos y lo que hacemos y deci- que la terminología del conocimiento se aplica también a las habili-
mos ahora. ¿Dónde está, pues, esa identidad intrínseca del quale gus- dades: una persona sabe que la Tierra es redonda, pero también sabe
tativo? En realidad, no necesitamos ir tan lejos: si bebemos un vaso nadar, montar en bicicleta o tocar el piano. Y también da cuenta de
de cerveza ahora, ¿sabe igual el primer sorbo que el último? La res- que el conocimiento que adquiere Mary lo es de algo inefable, pues
puesta a esta pregunta debería depender de una comparación de qua- no se puede aprender a a montar en bicicleta o a tocar el pia-
Ha. Sin embargo, parece que es más bien lo que decimos en respues- no mediante una explicación verbal, ni podemos explicar a otros
ta a esta pregunta lo que de algún modo fija los supuestos qualia. cómo lo hacemos 'de un modo que les ahorre la práctica y el ejerci-
Reflexiones de este tipo ponen en cuestión la existencia de esta- cio. Este tipo de análisis constituye una alternativa interesante a la
dos dotados de las propiedades de inefabilidad, privacidad, identi- explicación que sugieren los argumentos neocartesianos, a saber, que
dad intrínseca y aprehensibilidad inmediata en la conciencia, la exis- el conocimiento que Mary adquiere al salir de su entorno es el co-
tencia misma de los supuestos qualia. Un partidario de éstos, sin nocimiento de nuevos hechos o propiedades irreductiblemente sub-
embargo, podría objetar que es injusto que se nos exija efectuar com- jetivas, aquello que David Lewis denomina «información fenoméni-
paraciones: la identidad del quale está fijada ahora. Al tomar un sor-
bo de cerveza, establezco contacto directo con ese quale: la cerveza
46. L. Wittgenstein, op. cit., par. 265.
47. L. Nemirow, «Physicalism and the Cognitive Role of Acquaintance», en W. G.
45. D. Dennett, «Quining Qualia», cit. Lycan (comp.), Mínd and Cognition, cit., págs. 490-499.
180 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO ENUNCIADO 181

ca».48 Lewis acepta también, en términos generales, la hipótesis de Por nuestra parte, vemos con simpatía el análisis en términos de
Nemirow, ya que, en su opinión, la hipótesis la habilidades, pero si reflexionamos sobre el tipo de conceptos que
sis de la información fenoménica, es incompatible con el minimo están en juego, a saber, conceptos psicológicos, con su peculiar asi-
común a todo materialismo: la tesis de la superveniencia, según la metría de atribución, tal vez podamos ofrecer un análisis que nos
cual dos posibilidades físicamente iguales son iguales simpliciter. permita al cartesianismo.que Mary adquiere algo más que
Así, si Mary conoce todos los hechos físicos acerca de la del habilidades sin renunciar al materialismo. En el caso de los concep-
color y, al salir de su entorno, conoce nuevos hechos, adquiere nue- tos psicológicos, la habilidad para emplearlos en primera persona
va información, esto· supone que estos nuevos hechos no. es parte esencial del dominio de tales conceptos, es parte esencial
de los hechos físicos, de modo que hay hechos que permiten distin- del conocimiento de la naturaleza de las propiedades mentales. Re-
guir posibilidades físicamente indistinguibles y el materialismo es cordemos que aceptábamos, con Strawson, que la asimetría de atri-
falso. Cuando Mary sale de su entorno de grises, pasa a saber qué bución era parte del significado de los predicados psicológicos. Así,
es ver los colores. Pero si «Mary sabe qué es ver los colores» puede si un sujeto no puede autoatribuirse correctamente, digamos, dolor,
analizarse suponiendo que Mary adquiere nuevas habilidades, por no sabe en plenitud qué significa el término «dolor». Otra forma de
ejemplo, habilidades para recordar, imaginar y reconocer colores, decirlo es: no sabe en plenitud qué es el dolor. Pero si un sujeto no
que sabe hacer cosas que antes no sabía hacer, no estamos obliga- pudiera autoatribuirse dolor sin que éste le fuera atribuido por otros
dos a rechazar el materialismo. No hay nuevos hechos o nuevas pro- y sin atribuirlo a otro, no sería posible que supiera qué es el dolor
piedades que no dependan de los hechos y las propiedade.s como el neocartesianismo supone que lo sabe: a través, exclusiva-
La adquisición de estas nuevas habilidades puede ser explicada sin mente, de su conciencia inmediata de una cualidad fenoménica. Por
recurrir al contacto de Mary con hechos fenoménicos, apelando a el contrario, la identidad de esta cualidad dependería necesariamen-
la nueva situación física en la que Mary pasa a hallarse Y a las hue- te de sus relaciones con otras cosas, por ejemplo, con otros sujetos,
llas físicas que su contacto con los colores deja en ella y que le per- y no sería posible fijar esa identidad en un medio puramente sub-
miten ejercer esas capacidades. El tipo de hechos sobre la fisiolo- jetivo.
gía de la visión cromática que Mary conocía se dan ahora en ella Hay algo que Mary, la famosa neurofisióloga, no puede hacer en
y dan cuenta de sus nuevas habilidades. · su acromático encierro, a saber, decir con verdad: «Percibo algo
rojo». Y hay algo que una persona que nunca ha sentido dolor o mie-
do no puede hacer, a saber, decir con verdad: «Tengo dolor» o «ten-
8. LA SUBJETIVIDAD: PRIMERA Y TERCERA PERSONA go miedo». Así, hay un sentido importante en que esas personas no
saben bien qué es la visión cromática, el dolor o el miedo. Pero no
Permítasenos ofrecer, para terminar, un diagnóstico tentativo de tenemos por qué suponer que tales propiedades no dependen de pro-
la discusión que nos ocupa y una propuesta de solución. piedades físicas, aun cuando no sean ellas mismas propiedades fí-
Tanto los neocartesianos como sus oponentes aceptan que, cuan- sicas. No tenemos por qué negar lo que Lewis llama el mínimo co-
do Mary sale de su entorno en blanco y negro, sabe algo nuevo: qué mún a todo materialismo. Por otra parte, sería erróneo decir que
·es ver los colores. Unos y otros, sin embargo, discrepan en cómo ana- tales personas no saben nada de la visión cromática, el dolor o el
lizar este plus de conocimiento. Los neocartesianos sostienen que miedo. Pueden llegar a saber muchas cosas. Pero, como predicados
Mary tiene ahora acceso a hechos y propiedades reales que psicológicos, su significado incluye tanto la atribución en primera
le revelan en la perspectiva de la primera persona. Los matenahs- como en tercera persona, y alguien que no es capaz de llevar a cabo
tas defienden en cambio que Mary se ha limitado a adquirir nuevas ambas no conoce plenamente ese significado, y, así, no sabe plena-
habilidades o capacidades, y que en eso consiste saber qué es ver mente qué son las propiedades denotadas por esos predicados.
los colores. Quisiéramos sugerir ahora que ambos tipos de atribución se ha-
llan en una relación de dependencia recíproca: no son posibles la
48. D. Lewis, «What Experience Teaches», en W. G. Lycan (comp.), Mind and Cog- una sin la otra. Tal vez esto sea afirmar demasiado, ya que Mary,
nition, cit., págs. 499-519. o los sujetos que no sienten dolor o miedo pueden atribuir corree-
DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD E L S U J ET O E N U N C I A D O 183

tamente a otros visión cromática, dolor o miedo. Pero esta atribu- la que da lugar a la armonía general entre las atribuciones en pri-
ción se halla truncada: no saben del todo qué estan atribuyendo, pre- mera y en tercera personas y constituye así los conceptos de los di-
cisamente porque no pueden atribuirse esas propiedades a sí versos tipos de estado mental. La perspectiva subjetiva o de primera
mismos. Sin embargo, estos sujetos no podrían autoatribuirse visión persona es muy distinta, pues, de como la concibe el cartesianismo:
cromática, dolor o miedo a partir de su propio caso, si nuestra su- su campo de atención no abarca cualidades interpuestas entre el su-
gerencia es correcta. Tratemos ahora de ampliarla y justificarla. jeto y el mundo, sino cualidades del mundo mismo, incluido el pro-
El aprendizaje de los conceptos mentales se lleva a cabo en una pio cuerpo. Las propiedades mentales son relacionales, como pre-
compleja interacción de atribuciones y perspectivas. Los demás nos suponen las diversas formas del materialismo, pero estas relaciones
atribuyen estados mentales sobre la base de nuestra conducta y no- presuponen las que establece el sujeto desde su propio punto de vis-
sotros atribuimos estos estados a los demás sobre esta misma base. ta, al dirigir su atención a ciertos aspectos del mundo común a to-
Sin embargo, si pretendiéramos autoatribuirnos estados mentales dos. El sujeto preserva su autoridad sobre lo que percibe, siente o
sobre la base de nuestra propia conducta, esa autoatribución sería desea en virtud de los aspectos del mundo a los que se dirige su aten-
considerada, con razón, errónea. La hipótesis que quisiéramos pro- ción, pero no en virtud de su relación inmediata con objetos y pro-
poner es la siguiente: la autoatribución de un estado mental como piedades fenoménicas, interpuestas entre él y el mundo. Sin embar-
resultado de una inferencia destruye el estado mental autoatribui- go, el desarrollo de estas sugerencias nos llevaría más allá· de los
do y se convierte así en una empresa autodestructiva; y éste es el límites del presente trabajo. 50
caso tanto si la inferencia se lleva a cabo a partir de la propia con-·
ducta como si se produce a partir de la introspección. En ambos ca-
sos, la autoatribución queda privada del necesario carácter directo
e inmediato que le concede una especial autoridad frente a las atri-
buciones en tercera persona. La razón es que la posesión genuina
de un estado mental aparta la atención de la propia conducta e in-
cluso de las propias sensaciones y la dirige hacia otras cosas: a lo
que tememos en el caso del miedo, a lo que deseamos en el caso del
deseo, al objeto visto en el caso de la visión cromática, e incluso, en
el caso del dolor, a la parte dolorida de nuestro cuerpo. 49 En cada
uno de estos casos, si intentamos conscientemente dirigir nuestra
atención a nuestras sensaciones o a nuestra conducta para descu-
brir cuáles son nuestros estados n1entales, encontraremos que és-
tos se convierten en otra cosa. La dirección de la atención que con-
llevan determinados estados mentales tiene dos consecuencias
importantes: en primer lugar, nuestra conducta, a la que no atende-
mos, se convierte, por su espontaneidad, en una base confiable para
que los demás nos atribuyan el estado mental en cuestión y, en se-
gundo lugar, esa dirección de la atención hace que necesitemos de
los demás para llegar a identificar lo que tenemos como miedo, de-
seo, dolor o visión cromática. Es esta interacción de perspectivas

49. Tal vez, sin embargo, el caso del dolor presente peculiaridades que lo hacen 50. He ofrecido un análisis más detallado de esta en algunos traba-
de integrar en la perspectiva propuesta. Por otra parte, mi propuesta no re- jos, no publicados: «Mind and the first person», «lntentional attitudes: first and third
suelve con claridad la cuestión de la autoridad del sujeto sobre sus actitudes, en person» y «Externalismo, naturalismo y autoridad de la primera persona». Todos
cuanto que éstas se distinguen de sus objetos. ellos fueron presentados a distintas audiencias.
CAPÍTULO 9

EL SUJETO IMPOSIBLE

Santiago López Petit

LA MUERTE DEL HOMBRE

Todavía no se ha disipado el efecto provocador y de disgregación


de las últimas frases con las que M. Foucault terminaba Las pala-
bras y las cosas. «En todo caso una cosa es cierta: que el hombre
no es el problema más antiguo ni el más constante que se haya plan-
teado el saber humano. Al tomar una cronología relativamente bre-
ve y un corte geográfico restringido -la cultura europea a partir
del siglo XVI- se puede estar seguro de que el hombre es una in-
vención reciente.» 1 Invención reciente que, por otro lado, tenía tan.
corto futuro ante sí como un rostro de arena en los límites del mar.
No es necesario recordar las numerosas reacciones que contra esta
afirmación se produjeron. Las descalificaciones llovieron sobre M.
Foucault desde las posiciones más diversas (marxismo, existencia-
lismo, personalismo...). Sin embargo, el cúmulo de incomprensiones
que se produjeron chocaban simplemente contra una constatación
y una hipótesis. A principios del siglo XIX el hombre pasa a ocupa1;
el lugar de Dios, y en el mismo momento se convierte en fundamen-
to y medida de todas las cosas, en particular, del saber. O lo que es
igual: el sueño antropológico se reescribe ahora a partir de la figu-
ra del doble. El hombre se pensará en la episteme moderna como
estructura paradójica empírica y trascendental, como pensamiento
e impensado, como retroceso y retorno al origen. A la constatación
de que el hombre es sencillamente una forma histórica con su naci-
miento y su muerte, Foucault añade una hipótesis: ¿Qué pasaría y
qué tipo de efectos se desprenderían en el análisis de los discursos,
del poder, de la resistencia ... si efectivamente se tomase en serio el
carácter histórico del hombre, es decir, si se contemplasen los dis-
cursos, el poder... como prácticas descentradas? .
Sabemos que este enfoque puede utilizarse de modo provechoso

l. M. Foucault, Las palabras y las cosas, Barcelona, 1984, pág. 375.


DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD
EL SUJETO IMPOSIBLE 187

contra el humanismo en sus más diversas variantes. Que su ataque buscarse en el «mundo nuevo» de la cibernética que es parte de la
a lo que sería una concepción jurídica del poder desconstruye efi- teoría de sistemas». 3 Sin entrar a discutir esa extraña relación en-
cazmente nociones tan asentadas como la de soberanía, Ley, tre cibernética y teoría general de sistemas, está claro que continúa
cho... En este sentido, indudablemente constituye un planteamiento la insistencia en el fin del sujeto. Pero ahora esta afirmación prepa-
necesario. Pero lo que aquí deseamos estudiar es si esa «muerte del ra una época (la postmodernidad) y, a la vez, denuncia una extraña
hombre», con la crítica del sujeto que lleva consigo y que de algún amalgama entre postestructuralismo y teoría general de sistemas. 4
modo también hacen suya los demás autores postestructuralistas, En definitiva, la «muerte del hombre» que los Foucault, Deleuze...
permite avanzar en una mayor comprensión de «lo social» o si, por pregonaban hallaría su verdad en la sociedad sin hombres defendi-
el contrario, es todavía insuficiente y tienen que abrirse otras vías. da por Luhmann. La acusación hecha por Lefebvre, Sartre... al es-
tructuralismo de constituir un pensamiento tecnocrático sería re-
cogida y concretada. Pero esta interpretación yerra incluso en su
DEL FIN DEL SUJETO AL ESCENARIO CIBERNÉTICO posicionamiento frente a la teoría general de sistemas. Denunciar
que Luhmann acaba con la idea de sujeto al pensar la sociedad como
El grito foucaultiano de la «muerte del hombre» que como es sa- conjunto de sistemas, es totalmente insuficiente. Porque el proble-
bido tiene diversos antecedentes (Freud, Heidegger...) fue en segui- ma de Luhmann es justamente que deseando desembarazarse del
da atribuido a una corriente que vino en llamarse estructuralismo, sujeto, éste le persigue continuamente, y todavía más en su última
y el método arqueológico puesto en práctica asimilado a un proce- etapa cuando evoluciona hacia el paradigma de la diferencia/identi-
dimiento propio de dicha corriente. En vano se esforzó Deleuze para dad. El mismo (Selbst) de la autorreferencia (Selbstreferenz) debe per-
salvar las multiplicaciones frente al imperialismo del Orden. 2 De sistir sin alterarse por lo menos mientras dura el proceso. Por su-
esta manera fue fácil igualar «muerte del hombre» a «fin del suje- puesto que en este caso el retorno de la diferencia a la identidad no
to». ¿No hablaban continuamente de estructuras, de relaciones y de pasa por una negación de la negación sino que la reflexividad tiene
orden? Pues, por lo tanto, negaban la historia y podían ser acusa- la inestabilidad propia del círculo autorreferente de la comunica-
dos de nuevos eleatas. ¿No habían puesto fin a la idea de un sujeto ción: «Yo hago lo que quieres. si tú haces lo que yo quiero». Pero ¿es
autoconsciente, transparente a sí mismo, y absoluto en su poder? posible diferenciar la unidad autopoiética mínima así constituida
El.mismo Deleuze afirmaba que el sujeto al ser la instancia que si- del sujeto propio del idealismo metafísico?
gue al lugar vacío era un simple efecto de .sentido. Pues, por lo tan-
to, suprimían el sujeto. Con ello la «muerte del hombre» adquiría
unas resonancias terribles ya que se convertía inmediatamente en NI SUPRESIÓN NI RETORNO: CRÍTICA DEL SUJETO
la consigna central para un pensamiento que debía ser acusado de
tecnocrático y burgués. Indudablemente era el enemigo a combatir. Si la acusación podía quizás justificarse entonces y sólo en un
Hoy, a pesar de que el paso del tiempo ha traído la crisis del mar- primer momento, retomada ahora por humanistas y socialdemócra-
xismo y nuevas obras de los autores postestructuralistas, la polémi- tas alemanes es risible y de mala fe. Y es así, porque actualmente
ca parece reproducirse aunque, evidentemente, en el interior de un ya nadie puede sostener seriamente que el postestructuralismo no
debate distinto. Este texto escrito en 1985 puede ser representativo posee una teoría del sujeto, o más claro todavía, nadie puede soste-
de lo que decimos: «La imagen de un orden postmoderno que tanto ner que el postestructuralismo suprime el sujeto. De aquí la gran
el postestructuralismo como la teoría de sistemas anuncian, revela sorpresa ante los últimos escritos y afirmaciones de Foucault: «Fou-
numerosos parecidos. El primero de todos es la tesis del eclipse de cault se contradice», «Foucault retorna al sujeto». Rovatti intentó
la subjetividad... Todo esto nos lleva a concluir que la verdad escon-
dida tras la exaltación postmodernista del «fin del hombre» debe 3. R. Wolin, «Modernismo vs. Postmodernismo», en AAVV, Sulla Modernita, Mi-
lán, 1985, pág. 190.
2. Deleuze, G.: ¿En qué se reconoce el estructuralismo? en F. Chatelet: Historia 4. El acercamiento existente no pasa por la muerte del sujeto sino más bien por
de la Filosofía S. XX. Madrid, 1976, pág. 580. el uso de la dualidad dentro/afuera.
188 DETERMINACIONES DELA DIFICULTAD EL SUJETO IMPOSIBLE 189

formular una explicación «desde dentro» y, en este sentido, menos lingüístico cuyo único y máximo resultado es la descripción de un
engañosa de este cambio de postura ante el sujeto: «En el transcu- futuro apocalíptico. La situación del sujeto que esta teoría del suje-
rrir de su investigación, Foucault se fue convenciendo de que el su- to describe no es ciertamente un acontecimiento lingüístico intra-
jeto no era un fenómeno transitorio: tendencialmente, primero «efec- textual, pero tampoco un momento en la historia del ser. Es sabido
to» de disposiciones particulares de saber/poder... el sujeto llegó a que con Ser y Tiempo Heidegger persigue destruir el sujeto de la
constituirse en,un lugar de «inquietud» que era, al mismo tiempo, modernidad, este sujeto soberano centro del mundo, centro de un
dato de observación y experiencia activa; signo de la exigencia de universo de representaciones. Para ello intentará pensar el hombre
un cambio en la mirada o de la imposibilidad de la observación «ex- de modo no naturalista ni cosista, y la introducción del término Da-
terna» por parte de un intelectual que ha conseguido poner entre sein responde a esta voluntad de romper con dichos planteamien-
paréntesis los horizontes totalizantes del pensamiento, pero que, sin tos. Sin embargo, la desconstrucción del sujeto, a pesar de la ten-
embargo, sigue pensando manteniendo una distancia de seguridad sión existente entre una autorreferencialidad presente en numerosas
con sus objetos. El lugar del sujeto no aparece ya más cancelado, definiciones y la exigencia primordial de trascendencia, se resolve-
desplazado, neutralizado en una zona de silencio». 5 La réplica acla- rá -y la famosa «Kehre» no es más que una radicalización de ello-
ratoria de Rovatti, en realidad, se queda corta por ambigua. Deleuze en una desposesión creciente del Dasein en beneficio del ser. Al fi-
mucho más directo dirá simplemente que es estúpido -porque es nal, los posibles, la decisión ... todo será transpuesto al ser. Reduci-
muestra de una incomprensión total de su obra- afirmar que Fou- do a un puro formalismo vacío, una simple estructura de la espera,
cault reintroduce el sujeto. 6 Y la respuesta de Deleuze es necesaria- el Dasein deja el campo libre a las cosas mientras confía en que «El
mente apasionada porque la tesis de un «retorno al sujeto» le alcan- oscurecimiento del mundo no alcanza jamás la luz del ser». 7
za a él mismo, por cuanto detrás de ella se oculta, más en general, Desde nuestro punto de vista esta asimetrización de la relación
que el estructuralismo a causa de sus propias aporías debe evolu- entre el hombre y el ser significa una retirada hacia el código que
cionar desde la primacía del orden simbólico hacia la afirmación no deja residuo. Por esta razón, si bien la crítica del sujeto postes-
de algún tipo de fuerzas extralingüísticas. Afirmación de carácter tructuralista puede incluirse en la perspectiva antihumanista abierta
vitalista que, además, se mostraría inútil de cara a fundamentar nor- por Heidegger, en verdad no es así ya que el resultado final es muy
mativamente la crítica política. otro. Es precisamente esta diferencia lo que permite que la situa-
Ante esta lectura del postestructuralismo lo menos que puede de- ción del sujeto que alumbra la crítica postestructuralista pueda ser
cirse es que permanece prisionera de la dualidad supresión/retor- contextualizada dentro del paso de la sociedad-fábrica a la metró-
no, y que a causa de ello, se le escapa la aportación esencial de la poli, 8 o lo que es lo mismo: qu"e la situación del sujeto sea una for-
corriente francesa que no es otra, que la crítica del sujeto. En otras ma de expresión de la desarticulación del sujeto político (no del su-
palabras. Que la «muerte del hombre» abre las puertas a una teoría jeto histórico que jamás ha existido. Es innecesario recordar a
del sujeto porque deja siempre un residuo en tanto que efecto de un Althusser). Desde Badiou a Deleuze-Guattari y Foucault, desde el su-
proceso de subjetivación: el sí mismo, la singularidad ... jeto escindido hasta el deseo, la singularidad o el sí mismo, en to-
dos los casos estamos ante el intento de aprehender esa subjetivi-
dad que sobrevive en la metrópoli, esa subjetividad emergente que,
LA CRÍTICA POSTESTRUCTURALISTA DEL SUJETO sin embargo, no es más que el antiguo sujeto político de la sociedad-
fábrica desarticulado. La pregunta que debemos hacernos es si «lo
Por apuntar a una teoría del sujeto en la que éste es menos sujeto social» resultante de este proceso puede encerrarse en estos esque-
que sujetado y, al mismo tiempo, multiplicidad, es totalmente im- mas, si la situación del sujeto a la que el postestructuralismo llega,
procedente convertir la crítica postestructuralista en una mera mis- es verdaderamente su expresión. Indudablemente la crítica del su-
tificación ideológica consecuencia de un idealismo hermenéutico-
7. M. Heidegger, Aus der Erfahrung des Denkens, Pfullingen, 1965, pág. 7.
5. P. A. Rovatti, Transformazioni del soggetto, 1992, pág. 97. 8. S. López Petit, Entre el ser y el poder. Una apuesta por el querer vivir, Madrid,
6. G. Deleuze, Pourparlers, París, 1990, pág. 149. 1994, pág. 35.
190 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO IMPOSIBLE 191
jeto emprendida por estos autores responde a lo que acontece por fruto de alucinaciones». 10 Esta volatilización de la sociedad dejaría
cuanto empuja el sujeto hacia su imposibilidad. Esta imposibilidad al Estado frente a los individuos. La relación social se articularía en
es retrotraída, en última instancia, a la oscilación que existe entre interminable serie de procedimientos de negociación y procedi-
el sujeto («menos sujeto que sujetado») y el sujeto afirmado. De esta mientos de autoimplicación que posibilitarían tanto una cierta retira-
manera la oscilación funciona siempre dentro de una lógica da del Estado como una movilización permanente de los individuos.
binaria9 en la que el sujeto afirmado es sencillamente la inversión No es difícil constatar una cierta semejanza entre este plantea-
del sujeto atrapado en el código. No hace falta insistir mucho en este miento de Donzelot y el de Lipovetsky. 11 Aunque más diacrónico, el
hecho, tan sólo hay que atender a la misma terminología empleada: resultado coincide en destacar cómo una creciente frialdad recubre
des/centramiento, flujo ... Pero esa imposibilidad no puede dar cuen- las pasiones políticas: no luchamos ya más en nombre del Derecho
ta de la verdad del sujeto en la metrópoli, porque el sujeto es sujeto sino por nuestros derechos en tanto que establecen privilegios ... Los
imposible en el interior de una lógica digital y no binaria. ejemplos son numerosos y no hace falta insistir. La trampa de estos
análisis es siempre la misma. Jamás aparece que detrás de la desar-
ticulación del sujeto político existe también -y es algo esencial-
GENEALOGÍA DEL HOMBRE ANÓNIMO una derrpta política. Por eso, cuando estos autores postmodernos
hablan de la nada, del vacío, hay que sospechar de su nihilismo. Por-
Para poder probar lo anterior hay que analizar las característi- que un pensar que no ha puesto esta derrota histórica en su centro
no sabe qué es el nihilismo. A una genealogía de «lo social» que se
cas de «lo social» en la actualidad, si bien esta aproximación no pue-
formula desde una actualidad así definida, que comprende por tan-
de ser la mera descripción sociológica de «lo que hay», sino que debe
to que más allá de la sociedad-fábrica puede producirse el retorno
ser fundamentalmente una lectura interesada y desde hoy de nues- del capitalismo más salvaje, se le plantean tres preguntas. ¿Y si la
tra historia, una cierta genealogía. J. Donzelot ha sido uno de los ausencia de memoria es un olvido necesario para poder sobrevivir?
que ha ensayado una lectura parecida de «lo social» de mayor inte- ¿Y si la renuncia a la soberanía es la defensa de la autonomía para
rés. El autor francés se remonta al nacimiento de la llamada «Cues-. poder resistir? ¿Y si el uso combinado de silencio y de ruido es la
tión social», muestra los modelos de solución presentes y como la forma de transgresión cuando la unilateralidad frente al poder debe
noción de solidaridad que involucra el Derecho social y el Estado- ser continuamente re-construida? Estas determinaciones que expre-
providencia es la vía superadora y victoriosa frente al marxismo y san un déficit (ausencia, renuncia, y vacío) son las que Lipovetsky,
al liberalismo. El Estado-providencia entraría finalmente en crisis Donzelot, etc., no llegan a comprender. Son ellas las que deben aña-
coino consecuencia de sus propios éxitos y ante las denuncias con- dirse a las características «plenas» propias del hombre postmoder-
juntas de los reformistas conservadores y de los izquierdistas. «Lo no que estos autores describen. Entonces la genealogía de «lo so-
social» emergente sería, en definitiva, un invento para hacer gober- cial» habiendo roto con los estrechos e interesados límites en los
nable la sociedad, un híbrido construido en la intersección de lo ci- que se la encerraba, apunta hacia el hombre anónimo que somos
vil y de «lo político» que permitiría neutralizar la oposición exis- todos. Entonces el hombre anónimo dice la verdad de «lo social».
tente entre el imaginario político y las condiciones de la sociedad Y, en el mismo momento, la verdad que lo constituye aparece por
mercantil. Surgiría como moral del término medio, en el declinar fin en su totalidad: consumir y que le dejen tranquilo.
de las pasiones políticas. «La progresión de "lo social" anda pareja
con la lenta disolución de todas las instancias que en la sociedad
EL HOMBRE ANÓNIMO: ENTRE EL ÜTRO Y EL MISMO
-familia o movimiento obrero, por ejemplo- tendían a comportarse
como sujetos de la historia. Hasta tal punto que se ha hecho simple-
mente difícil hablar de la sociedad, si no es mediante un lenguaje El análisis de «lo social» en el que éste estallaba en cuatro figu-
ras distintas: el individualista, el marginado, el extranjero y el de-
de síntomas, residuos que se persiguen afanosamente o fantasmas
10. J. Donzelot, L'invention du social, París, 1994, pág. 12.
9. A. Wilden, Sistema y estructura, Madrid, 1979, pág. 64. 11. G. Lipovetsky, La era del vacío, Barcelona, 1986.
192 D E T E R M 1 N A e 1 O N E S D E LA D IF 1 e U L T A D
EL SUJETO IMPOSIBLE 193

lincuente -aunque todas ellas intercomunicadas por el querer los, cortándolos, fraccionándolos según lo que me es propio y extra-
vivir- 12 surgía de la aplicación de la dialéctica dentro/fuera. Esta ño. Así va originándose en mí la idea de que yo soy lo que soy por-
deducción de las figuras introducía ciertamente una ambivalencia que, en definitiva, me he escogido a mí mismo a través de estas con-
que acababa con un modelo dualista (clase contra clase, deseo/po- figuraciones espacio-tiempo. El resultado es la génesis de un centro
der...) pero dejaba necesariamente «lo social» -en tanto que otro- formal que evita el desmoronamiento de las identidades clásicas en
crisis (ciudadano, trabajador, y consumidor) y que también las man-
frente al Mismo. 13 Llegar a esta configuración sesgada de «lo so-
tiene reunidas. Pero el hombre anónimo, como hemos visto anterior-
cial» era inevitable, pues al privilegiar el funcionamiento del límite
mente, no es únicamente un individuo que habita dentro del Sistema.
del Sistema el análisis se veía abocado hacia el primado de los ile-
Consume, ciertamente, y se encuentra a gusto en el supermercado
galismos gestionados o no. Ocurre, sin embargo, que «lo social» ha-
en el que se ha convertido el espacio público, pero a la vez exige que
bita no sólo en el sentido que el funcionamiento del límite establece
le dejen en paz, que no cuenten con él. Con su proceder no consigue
sino dentro de los límites del propio sentido, es decir, «lo social» es desbordar la dualidad rito-rutina ya que no hay alternativa a ella,
el Otro frente al Mismo y también el Mismo frente al Otro. pues incluso la ausencia de sentido remite también a dicha dualidad.
Esta otra realidad de «lo social» no significa la mera identifica- Sin embargo, el hombre anónimo al afirmar su querer vivir se desen-
ción con el poder sino la puesta en marcha de procedimientos for- tiende de las identidades impuestas (ciudadano...) y ahonda su crisis.
males de reproducción del sentido del Sistema. 14 Es decir, la crisis Y mientras este retirarse tiene lugar, en el mismo instante puede con-
de las instituciones normativas deja paso a una autogestión -por figurarse a sí mismo como efecto de superficie de una dualidad rito-
parte de los individuos- del sentido organizado mediante la duali- rutina dislocada, como centro formalizado y vacío que encierra una
dad rito-rutina. El rito, que aparentemente se apropia de su propio multiplicidad de identidades contingentes que no se deja reducir a
sentido, individualiza por la producción de diferencias aunque sin las cuatro figuras de «lo social» anteriormente mencionadas.
excluir necesariamente. La rutina, por su parte, supuestamente ex-
propiada de su sentido, masifica y recompone en la homogeneidad
aunque sin incluir forzosamente. Frente a la Ley, frente a la norma, EL PENSAMIENTO CRÍTICO ANTE EL HOMBRE ANÓNIMO
el par rito-rutina funciona como una dualidad abierta, flexible y que,
además, parece no impuesta. Si la norma fabricaba el hombre nor- El pensamiento crítico tradicional se encuentra con grandes di-
malizado, es decir, una identidad a la que todos debían adaptarse ficultades para aprehender al hombre anónimo. Cuando proyecta so-
y lo hacían en la medida que los anormales eran excluidos, la duali- bre él la rejilla alienado/desalienado -que como es sabido remite
dad rito-rutina produce, por el contrario, un individuo que se cree al uso de la metáfora luz/oscuridad y, por tanto, a una concepción
autónomo por cuanto él mismo escoge sus ritos preferidos (el fút- - dualizada de la realidad- sucede que dicho hombre parece huir, ya
bol, el apoyo a la reivindicación del O, 7 ...) y vive lo mejor que puede que la reapropiación de su propia esencia no tiene jamás lugar. Ante
sus rutinas. la invalidación de la proyección de su rejilla, el pensamiento crítico
acude a La Boétie e insiste en la radical objetivación de «lo social»:
el esclavo ama sus cadenas, los que son Muchos obedecen siempre
EL ANONIMATO DEL HOMBRE ANÚNIMO al Uno... Pero esta explicación si no es llevada hasta el fondo acaba
siendo tranquilizadora y miope. ¿Cómo explicar desde esta aliena-
En tanto que individuo de este Sistema (de sentido) la dualidad ción absoluta el juego de identidades contingentes que el hombre
rito-rutina configura mi espacio y mi tiempo, deshomogeneizándo- anónimo adopta? Es decir, las explosiones sociales, el uso del Esta-
do, el silencio, etc.
Para el pensamiento crítico renovado qJ.le intenta partir de Marx
12. S. López Petit, Entre ... , pág. 65. para ir más allá de él 15 la reflexión sobre la nueva calidad del tra-
13. La discusión con Pere López Sánchez y con los compañeros y cómpañeras
de la revista A!Parte está detrás de esta constelación.
14. He introducido este análisis en el libro Horror Vacui. La travesía de la Noche 15. Como estas palabras recuerdan, me refiero especialmente a T. Negri pero,
del Siglo, que estoy terminando. más en general, a todos los autores que siguen esta misma vía.
194 DETERMINACIONES D.E LA DIFICULTAD EL SUJETO IMPOSIBLE 195

bajo postfordista es esencial ya que constituye su punto de arran- Es fácil de comprender porque la multitud así concebida no es
que. «Trabajo inmaterial», «actividad sin obra», sea cual sea la de- . adecuada para describir «lo social». Una referencia al escrito de P.
nominación, en todos los casos el nuevo tipo de trabajo desarrolla- Virno nos revela inmediatamente que para llegar a la multitud en
do remite al «general intellect» o «saber social general» que da forma tanto que «resultado histórico» 18 ha sido necesario un doble proce-
al proceso vital de la sociedad y del que habla Marx en los Grund- so de reducción por equivalencia. 1) «Lo social» ha sido reducido
risse. Con todo, el «general intellect» es menos capital fijo que atri- a «general intellect». 2) El «general intellect» ha sido reducido a mul-
buto del trabajo vivo, o sea, intelecto en el sentido pleno de la pala- titud. Por el camino «lo social» ha ido perdiendo todas aquellas de-
bra: lenguaje, autorreflexión, poder de abstracción y en general terminaciones que lo sumían en la ambigüedad. En el primer paso,
comunicación y cooperación social. El surgimiento de este poten- la pérdida tendría lugar al reunificar «lo social» gracias a la rela-
cial comunicativo colectivo resaltado por A. Negri como momento ción común con el trabajo. En el segundo paso, las diferencias in-
positivo de la postmodernidad 16 tiene, no obstante, una existencia ternas entre sectores, fracciones, etc., producidas por las contraten-
problemática. P. Virno lo resume muy bien: «El intelecto se vuelve ciencias a la unificación y que atraviesan el «general intellect», serían
público en la medida que se une al Trabajo; sin embargo, una vez transformadas en diferencias afirmativas en sí mismas, en singula-
unido al Trabajo, su carácter público típico es también inhibido Y ridades. No hay reducción de complejidad: «lo social» reunificado
abolido. Sin cesar evocado de nuevo como fuerza productiva, es sin como «general intellect» se ha hecho estallar en la multitud. De aquí
cesar abolido de nuevo como esfera pública propiamente dicha, raíz que, a pesar de todo, esta multitud pensada sólo positivamente re-
17
eventual de la Acción política, principio constitucional diferente». fleje algunos de los rasgos del hombre anónimo.
El «general intellect» debe ser estatalizado continuamente para evi- Podríamos terminar diciendo que al pensamiento crítico reno-
tar que se convierta en matriz de una República no estatal, de una vado se le escapa el hombre anónimo porque, en última instancia,
República de la Multitud. Pero este proceso -siempre según Virno- no quiere aceptar que la misma ambigüedad que permite a «lo so-
es imparable ya que la cooperación social postfordista habiendo ne- cial» la fuga, le imposibilita la nueva fundación. Evidentemente de-
gado su estatuto de productor y de ciudadano, habiendo abolido las trás de esta afirmación existe además una valoración de la derrota
dicotomías público/privado, colectivo/individual, se constituye en política delMovimiento Obrero en la que ésta no se contempla como
multitud capaz de iniciar una «sustracción emprendedora», una fuga salto hacia adelante.
fundadora en la que las consignas son: desobediencia radical, éxo-
do, defección, órganos de democracia no representativa ...
El hombre anónimo tampoco se confunde con esta multitud pen- EL PENSAMIENTO LIBERAL ANTE EL HOMBRE ANÓNIMO
sada ahora directamente como sujeto constituyente, si bien presen-
ta algunas características parecidas. Irrepresentabilidad política y El pensamiento liberal a diferencia del pensamiento crítico cuan-
consiguiente vaciamiento de las formas de representación política, do se refiere a un nuevo sujeto colectivo no es para convertirlo en
fuerza centrífuga contra la unificación política, violencia y fuga. Esta portador de un proyecto alternativo de sociedad, sino simplemente
aproximación no debe ocultar una diferencia esencial: la fuga que para identificarlo como el responsable de los peligros a los que está
emprende el hombre anónimo de la metrópoli no es fundadora. Su sometida la democracia. Los teóricos de la sociedad de masas, ya
querer vivir no se articula con una esfera pública no estatal, con un sea en su variante aristocrática o democrática, insisten siempre
proyecto alternativo de sociedad. Por eso su violencia es menos con- en que «el nihilismo de las masas tiende a constituir, para la demo-
servadora de sus formas de vida que destructora. Por eso tampoco cracia liberal, una amenaza mucho mayor que el antagonismo en-
puede definirse a sí mismo frente y contra el pueblo como hace la tre clases. La acción que se emprende en pro de intereses económi-
multitud, pues él pacta y acepta compromisos cuando le conviene. cos tiende a ser moderada, mientras la acción de masa tiende al
extremismo». 19
16. A. Negri, «Postrnodernidad», en R. Reyes (comp.), Terminología científico-social.
Barcelona, 1988. 18. P. Virno, Virtuosité ... , pág. 235.
17. P. Virno, «Virtuosité et révolution: notes sur le concept d'action politique», 19. W Kornhauser, Aspectos políticos de la sociedad de masas, Buenos Aires, 1969,
Futur Antérieur n. 0 19-20, 1993, pág. 229. pág. 228.
196 D E T E R M I N A CI O N E S D E LA D I F I C U L T A D EL SUJETO IMPOSIBLE 197

Como es sabido una de las mejores descripciones de este hom- EL HOMBRE ANÓNIMO COMO SUJETO IMPOSIBLE
bre masa es la que realizó Ortega y Gasset. 20 Este autor penetra con
habilidad en él y mostrando algunas de sus determinaciones pare- Después de la genealogía del hombre anónimo que la confronta-
ce estar retratando a nuestro hombre anónimo: «indócil», «no se deja ción con el «general intellect» y el hombre masa han precisado, apa-
dirigir», «no oye», «Se ha cerrado dentro de sí», «le preocupa sólo rece más claro por qué la imposibilidad del sujeto teorizada por el
su bienestar». Pero estas coincidencias no pueden hacernos olvidar postestructuralismo como oscilación es sumamente restrictiva y po-
una diferencia fundamental: el hombre masa es pensado en todo mo- bre. «Lo social» sólo puede recuperar su ambigüedad, la pluralidad
mento como un sujeto tri14nfante cuya rebelión está imponiendo una de comportamiento y, en definitiva, el juego de identidades contin-
hiperdemocracia de la que las minorías directoras han desertado. gentes que lo constituye, si es pensado dentro de una lógica digital
Coherente con esta primera intuición, Ortega y Gasset convierte al estallada en múltiples dimensiones. O lo que es igual, el querer vivir
hombre masa en el «niño mimado de la historia humana», en un «pri- -esta estructura común a la que remiten las diferentes configura-
mitivo», en un «señorito satisfecho» que ha resuelto gobernar el mun- ciones- tiene que ponerse en el centro formal que define al hom-
do mediante la acción directa. No hace falta decir que estos rasgos bre anónimo. Esta operación no es en absoluto teórica. El hombre
difícilmente aplicables al hombre anónimo derivan del punto de vista anónimo es precisamente el que ha puesto en el centro de su vida
aristocrático del autor. La definición de masa como «lo que no ac- el «yo vivo» con toda su brutal facticidad. En función de ese centro
túa por sí misma. Tal es su misión. Ha venido al mundo para ser aumentan o disminuyen sus creencias, se convierte en más o menos
dirigida, influida, representada, organizada... Necesita referir su vida nihilista. A partir de este resultado puede ahora redefinirse la im-
a la instancia superior, constituida por las minorías excelentes »21 posibilidad. El sujeto es imposible porque la ambivalencia del que-
es fundamental para entender el origen de las divergencias. Ortega rer vivir le lleva a exceder la forma sujeto. El sujeto es imposible
y Gasset describe el hombre masa como sujeto -sujeto triunfante porque es insoportable para el poder.
con «el sindicalismo y el bolchevismo»- cuando lo que debería ser Ciertamente este carácter insoportable de la ambivalencia pue-
es simplemente un objeto. Su rebelión es la no aceptación de su des- de ser redimensionado, convenientemente reducido, y finalmente di-
tino de objeto. El hombre anónimo, en cambio, está más allá de la rigido. En última instancia el objetivo de la llamada sociedad de con-
dicotomía sujeto/objeto, se rebela y se deja someter, actúa directa- sumo no es otro. Sin embargo, el modo de hacerlo se ha hecho más
mente y se sirve de mediaciones. Y, en todo caso, su rebelión no es sofisticado. La publicidad ha entendido perfectamente que la auto-
jamás contra un destino -pues no hay destino para él- sino para nomía del hombre anónimo gira exclusivamente alrededor de este
afirmar su querer vivir. El resentimiento de Ortega y Gasset ante centro formal ocupado por el «yo vivo», y lo ha utilizado para reno-
la pérdida de protagonismo de las minorías le incapacita para com- var la práctica consumista al conectarla, no tanto con el hecho de
prender cuál es la verdadera naturaleza de la indocilidad. Para él la posesión, como con el de la identidad. El «yo vivo» que ya es una
esta indocilidad proviene en último término de «Una degeneración objetivación del querer vivir se traduce entonces en el «Vive tu vida»
de la vida» y su expresión consecuentemente no puede ser más que como propuesta de intensificación de la vida misma gracias al con-
la ausencia de moral, la autosatisfacción en la mediocridad, la falta sumo. El querer vivir, perdido su ser paradójico, queda encerrado
de seriedad... Por el contrario, en el hombre anónimo la indocilidad en una afirmación tautológica de la vida. Y si bien esta afirmación
porque está vinculada al querer vivir se traduce en una expresión tautológica salta en ocasiones por los aires cuando las periferias de ·
plural en la que se conjugan las actitudes más diversas y contra- las grandes urbes revientan, el hombre anónimo por lo general se
puestas. conforma. Sabe que cuando todos los posibles se han agotado sólo
queda jugar al posibilismo o ir más allá del ¡No hay nada que ha-
cer! Pero esa segunda vía requiere que el querer vivir se vincule de
manera permanente con el nihilismo en su radicalización, y de esto
el hombre anónimo no es capaz.
20. J. Ortega y Gasset, La rebelión de las masas, Madrid, 1979. Ahora se evidencia que la definición de la imposibilidad del su-
21. J. Ortega y Gasset, La rebelión ... , pág. 144.
jeto imposible, si debe formularse en toda su radicalidad, únicamente
198 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD

puede tener la forma de desafío. De un desafío que consiste en cons-


tituirse como un sujeto insoportable, es decir, como un sujeto que
no se soporta a sí mismo. No se trata de una vía personal hacia la
desubjetivación. Al contrario, en la medida que el sujeto imposible CAPÍTULO 10
avanza: en la consumación de su propia imposibilidad, unilate-
rahza las situaciones, desocupa el orden ... y se adentra en una tra- EL SUJETO CONSTRUIDO
vesía del nihilismo que es politización necesariamente colectiva de
la existencia. Antonio Valdecantos

«Imagine sailors who, far out at sea, transform the shape of their
clumsy vessel from a more circular toa more fishlike one. They make
use of sorne drifting timber, besides the timber of the old structure,
to modify the skeleton and the hull of their vessel. But they cannot
put the ship in dock in arder to start from scratch.
During their work they stay on the old structure and deal with heavy
gales and thundering waves. In transforming their ship they take ca re
that dangerous leakages do not occur. A new ship grows out of the old
one, step by step -and while they are still building, the sailors may
already be thinking of a new structure, and they will not always agree
with one another. The whole business will go on in a way we cannot
anticípate today. That is our fa te.»
(ÜTTO NEURATH)*

Quizá no convenga exagerar más de la cuenta, pero la verdad es


que la afirmación de que el sujeto o el yo 1 son algo «Construido» re-
sulta no poco sospechosa. La fórmula que da título a este trabajo

* Foundations of the Social Sciences. Vol. II, n. 1 de Foundations of the Unity


of Science. Toward an International Encyclopaedia of Unified Science, Chicago, The
University of Chicago Press, 1944, pág. 47.
l. No es fácil explicar con precisión lo que distingue al término «sujeto» del tér-
mino «yo». El primero de ellos suele abundar en discursos filosóficos del tipo que
los anglosajones llaman «continental», mientras que el segundo -una traducción
no muy perfecta del inglés self- es más usual entre quienes los continentales lla-
mamos analíticos, postanalíticos o más denotativamente anglosajones. Podría de-
cirse simplificadamente que prefieren hablar de sujeto quienes gustan de tomar como
texto fundacional de sus discusiones la «Deducción de los conceptos puros del en-
tendimiento» de la primera Crítica kantiana, mientras que el yo es asunto de los afi-
cionados a comentar el capítulo XXVII del libro 2.0 del Ensayo de Locke. (Los se-
gundos tendrán, por tanto, mayor propensión que los primeros a emplear el término
«persona», que en el castellano filosófico posee enojosas resonancias de catecismo
para seglares: más que a Parfit, a Wiggins o a Frankfurt, .«persona» suena en espa-
ñol -en el mejor de los casos- a Maritain y a Mounier.) El hecho de que ni Locke
ni Kant pueden ser excluidos de una discusión inteligente sobre el sujeto o el yo
parece buen argumento en pro de considerar ambos términos como sinónimos, con-
vención a la que me atendré aquí.
. .
200 DETERMINACIONES DE L-A. DIFICULTAD ELSUJETO CONSTRUIDO 201

está emparentadg con una influyente familia de lugares comunes hay algo que no casa del todo cuando se les da forma de oración
filosóficos que debería suscitar más de un recelo: cuando alguien principal.
habla del sujeto construido o de la construcción del yo, suele estar Si lo anterior es así, la prudencia invita a no violentar la lógica
seguro de que encontrará entre sus oyentes o lectores una curiosa de los conceptos y a cumplir -siquiera sea por una vez- con el man-
c?mplicidad verbal semejante a la que supone quien enuncia, por dato wittgensteiniano de dejar las cosas como estaban. Pero en filo-
eJemplo, que el poder es, naturalmente, algo pluriforme o que el sig- sofía no siempre resulta prudente regirse por la virtud dianoética
nificado es, sin lugar a dudas, social (o que la ciencia es, como se de la prudencia. Podría pensarse, en lo que aquí nos interesa, que
sabe, un producto cultural o que la ética es, por supuesto, narrati- sólo podemos juzgar con certeza sobre la pertenencia de algo al tras-
va). Cabe imaginar que los historiadores de las ideas completen al- fondo cuando han fracasado irremisiblemente todos nuestros inten-
gún día la lista de sentencias plausibles de este raro fin de siglo fi- tos de considerarlo ajeno al trasfondo. Una buena regla sería la de
losófico, pero es probable que les cueste harto trabajo parafra-sear
perder al trasfondo todo miedo reverencial y mirar cómo funcionan
con cierta concisión cada uno de dichos tópicos. En particular, es
nuestras aparentes creencias cuando las consideramos como creen-
verosímil que crezcan sus dificultades en el momento de explicar
cias aunque sospechemos que no son del todo tales. Puede que quien
cómo llegaron a afianzarse y, sobre todo, cuando traten de enunciar
más sepa de prudencia es el audaz que no ha tenido éxito. Aquí va-
cuáles eran las tesis alternativas a las que pretendían oponerse. Esta
mos a tratar de ser audaces -aunque quizá sólo muy maderamen-
última circunstancia debería causar cierta inquietud. Cuando da-
mos por sentado que el sujeto o el yo son algo construido, ¿qué otra te audaces- con el supuesto de un sujeto construido.
concepción del sujeto o del yo es la que tratamos de desacreditar Que el yo esté «construido» sugiere que lo esencial del mismo
o de combatir? Si la afirmación de que el sujeto está construido es se capta cuando se comprende al sujeto como una suerte de artifi-
verdadera, ¿hay entonces algo que sea falso? ¿Es fácil dar un ejem- cio -algo que invita a situarlo fuera de las fronteras de lo natural-
plo de proposiciones acerca del sujeto o del yo que sean incompati- y cuando se formula la pregunta por el artífice del yo. que en
bles con la aseveración de que el sujeto o el yo son algo construido? el tópico del sujeto construido está tácitamente presente, además,
No, no es nada fácil, y esta dificultad debería llevar a incrementar la intuición de que la construcción del yo es (al menos en parte) una
nuestras sospechas. He hablado de tesis, de sentencias, de enuncia- autoconstrucción o de que cierto tipo de operaciones que el mismo
dos y de afirmaciones, pero acaso no sea ninguna de ellas la expre- yo -¿el mismo yo?- lleva a cabo son esenciales para que el sujeto
sión más idónea para describir el modo como se emplean de hecho sea el resultado de una genuina construcción. La fuerza de las me-
los tópicos mencionados; lo habitual no es oír que el sujeto está cons- táforas nos arrastra, entonces, por un lado a ver en el yo construido
truido o que el significado es social -y todo lo demás-, sino en- una especie de yo sin naturaleza y por otro a imaginar un sujeto que
contrar estos términos en cláusulas subordinadas cuyo valor de se divide o escinde en artífice y en artefacto. Pero la intuición de
verdad es inoportuno someter a indagación: «dado el carácter ine- un yo sin naturaleza hace pensar casi automáticamente en la vene-
vitablemente narrativo de la ética ... », «puesto que la ciencia no es rable noción filosófica de una «segunda naturaleza» del sujeto, de
en definitiva, otra cosa que un producto cultural...», y así
mente. Conviene prestar cierta atención a este carácter subordina-
do u oblicuo de los presentes ídolos del foro filosófico: más que ex- sar algo de naturaleza «preintencional» que no puede constituir en realidad una creen-
presar juicios sometidos a los patrones usuales de discusión, tratan cia. Creemos que está lloviendo porque vemos la calle mojada desde casa, pero que
nuestra calle sigue donde estaba anoche o que no hay elefantes en las aceras no es
de apuntar a sendas regiones del trasfondo preintencional que .se
algo que «creamos», sino que hemos de presuponer antes de formar creencias so-
supone comparten los participantes en la discusión2 y, por ello, bre calles, y algo parecido les ocurriría a tesis filosóficas como el realismo: según
Searle «[m]i compromiso con la existencia del mundo real se manifiesta cuando quiera
2. Empleo «trasfondo preintencional» en el sentido en que Searle ha hablado de que hago cualquier cosa [y] es un error tratar ese compromiso como si fuese una
«the Background». Véase J. R. Searle, Intencionalidad, trad. E. Ujaldón y L. M. Val- hipótesis, como si, además de esquiar, beber, comer, etc., sostuviese una creencia
dés Villanueva, Madrid, Tecnos, 1992, págs. 150-167. Searle argumenta que, si alguien -hay un mundo real independiente de mis representaciones de él» (op. cit., pág. 167).
afirma mientras abre la puerta de su despacho «creo que no hay un enorme boquete Una demoledora crítica del argumento deSearle se encontrará en el artículo de B.
en el suelo al otro lado de la puerta», lo que hace en realidad es servirse de la acti- Stroud, «The Background of Thought», en E. Lepore, R: Van Gulick (comp.), John
tud proposicional de creencia -«intencional» en el sentido de Searle- para expre- Searle and his Critics, Oxford, Blackwell, 1991, págs. 245-258.
NACIONAL DI COI.OMIR.
EL SUJETO'CONSTRUIDO 203
202 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD

recortable de la Torre Eiffel que tengo delante una construcción en


algo que, no siendo propiamente naturaleza, opera en cierto sentido un sentido mucho menos problemático que aquel en que lo es la com-
si lo fuese. Si en ese artefacto que es el sujeto puede descu- posición del ramo de flores que veo en el vestíbulo a lo lejos? Y, si
bnrse una segunda naturaleza y si esa «naturaleza» ha surgido (al digo que el ramo está «construido» (o «confeccionado»), ¿quiero de-
n:enos en de las operaciones de un yo artífice, entonces el tó- cir algo semejante a lo que pienso cuando admiro la «construcción»
del SUJet? construido nos lleva a imaginar una suerte de «yo (o la «estructura») del poema de Gil de Biedma «Pandémica y Celes-
final» y inicial» del que lo único que impor- te» que veo en la página por la que está abierto al libro que tengo
es su de artlflce Uustamente al contrario de lo que su- al lado del recortable? No voy a seguir aburriendo al lector con más
giere la Intuicion Ingenua de un yo inicial perteneciente a la natura- ejemplos de cosas construidas que hay en mi casa, porque parece
leza y de un yo final instalado en lo artificial). claro que «construir» -y sus derivados y sinónimos- se usa en una
compleja gama de casos. En los puntos extremos de esa gama po-
dríamos colocar quizá la construcción de un castillo de naipes de
l. LA METÁFORA DEL ARTEFACTO póker y la construcción de una teoría sobre las laringales indoeuro-
peas; ni el más contumaz defensor de la teoría davidsoniana de la
. Los seres humanos construimos casas, embarcaciones, armarios metáfora negará que el primer caso es candorosamente literal y el
y, en un sentido algo más figurado, teorías científicas, segundo perversamente metafórico. Pero lo que importa de lo ante-
VISiones del mundo, doctrinas políticas y argumentos forenses. Para rior es que un mismo término puede tener grados de literalidad (o
llevar a cabo la construcción del primer tipo de artefactos ha habi- de metaforicidad) que no es fácil ordenar en una escala coherente. 3
d? que previamente otros, tales como grúas, A veces nos encontramos con construcciones tan puras como un cas-
sierras Y tiJeras, y algo parecido ocurre con las construcciones del tillo de naipes o tan impuras como una hipótesis cosmológica -o
segundo género: antes de ponerse a elaborarlas hay que tener a mano con artefactos tan obvios como una guillotina o tan poco obvios como
un de conceptos, axiomas, experimentos, . un dogma teológico-, pero la mayor parte de las construcciones y
de JUstlficacion, Intenciones, fines e incluso prejuicios -cosas to- artefactos que conocemos están en puntos intermedios de la escala.
das ellas que en cierto sentido también se construyen- y desde lue- Sentado todo lo anterior, parece oportuno preguntarse qué es lo
go no pueden faltar objetos artificiales como túneles de aceleración que tienen en común todos los artefactos y construcciones para ser
de partículas, bolígrafos, computadores o ejemplares encua- así designadas. Una respuesta plausible es que (A) todo artefacto fue
dernados del codigo penal que fueron construidos alguna vez y so- elaborado por uno o varios artífices (no llamamos artefacto a algo
bre cuyo modo de construcción solemos tener alguna idea más o me- que parece hacerse a sí mismo como las mariposas), (B) tuvo que
nos vaga: Los modos de construcción de los artefactos que se acaban da rsc un proceso de construcción para que llegara a existir (de modo
mencionar no ;er no sólo hay gentes muy que es fácil imaginar un estado en que el artefacto no existía, con
diestras en construir teonas pohtlcas que ignoran por completo qué la interesante conclusión de que es perfectamente imaginable un
hay que hacer para construir un buen aparador, sino que el poseer mundo sin ese artefacto: el artefacto no pertenece a la lista de los
una Y otra técnica a un tiempo es algo casual que no afecta en nada
al de cada una de ellas en particular. Pero el que no haya 3. Que el carácter metafórico de una expresión sea, como he sugerido, de natu-
un unico arte de construir sino -como bien sabía Aristóteles- tan- raleza «gradual» proporciona, creo, un buen argumento en pro de la provocativa con-
tas ar.tes como fines no es lo que hace más difícil hablar de las cons- cepción de la metáfora de Donald Davidson («What Metaphors Mean», en Inquiries
o artificios como de un género único. El libro 1 de la Éti- into Truth and Interpretation, Oxford, Clarendon Press, 1984, págs. 245-264, y «A Nice
Derangement of Epitaphs», en E. Lepare [comp.], Truth and lnterpretation: Perspec-
ca Ntcomaquea en que Aristóteles habla de la tékhne y el télos y el tives on the Philosophy of Donald Davison, Oxford, Blackwell, 1986, págs. 433-446).
com:J?utador con el que de escribir lo referente a las artes y El lector de Davidson puede disfrutar ahora con sus incursiones en la teoría literaria.
sus son art:efactos muy diferentes y sus procedimientos de cons- Véase «Locating Literary Language», en R. W. Dasenbrook (comp.), Literary Theory Af-
truccion nada tienen que ver entre sí, pero, cuando decimos de uno ter Davidson, University Park, Pennsylvania: The Pennsylvania State University Press,
1993, págs. 294-308, y «El tercer hombre», La balsa de la Medusa, 32 (1994), págs.
que una construcción, ¿hablamos de construcción en el mismo 3-10, donde se encontrará, por cierto, con agudas observaciones sobre los artefactos.
senttdo en que lo hacemos cuando hablamos del otro? ¿No es este
DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD
EL SUJETO CONSTRUIDO 205

constituyentes esenciales del mundo) y (C) una vez construido, el ar- gundo tiene con respecto al primero el mismo carácter externo que
se desprende de su construcción y de su artífice y queda «ter- tienen los objetos construidos respecto de sus constructore·s, enton-
minado» y completo en sí mismo. ces mi noción de mí mismo se convertirá en una idea un poco más
Es hora de preguntarse por la idoneidad de las metáforas del ar- alambicada y tortuosa de la que suelo presuponer en mi habla ordi-
tefacto y de la construcción aplicadas al sujeto humano. (Natural- naria y en mi stream of consciousness, aunque, desde luego, lograré
mente, decir que el yo es un artefacto o que ha sido construido es ser coherente con la metáfora del yo como artefacto. La metáfora
un caso que cae del lado de mayor metaforicidad o menor literali- del artefacto lleva, pues, a tener que considerar el sujeto como una
dad de la escala antes aludida, aunque esto no debe preocuparnos entidad dividida, como una entidad múltiple (dúplice por el momen-
ya demasiado.) O, por mejor decir, es hora de complicar algo nues- to)4 que se desdobla en yoes netamente distinguibles. El sujeto
tro esquema para hacer sitio a la idea de «autoconstrucción» que, construido mira al sujeto constructor sin poder reconocerse del todo
según se estableció antes, andaba muy ligada al tópico de la «cons- en él; hubo un momento en que el segundo aún tenía capacidad de
trucción» del yo o sujeto. Si hay que tomar en serio la metáfora de intervenir en la definición de la identidad del primero, pero -si la
la (auto)construcción del sujeto, el primero de los rasgos arriba apun- metáfora ha de tomarse en toda su fuerza expresiva- esa identidad
tados nos coloca en mitad de un engorroso rompecabezas. A dife- se halla ya completamente definida y clausurada. Podría decirse que
rencia de los gusanos de seda que criábamos en la infancia de los soy como soy porque mi identidad tiene rasgos -ineliminables de
geranios de la abuela y de los objetos ready-made de los la misma- que yo no puedo variar sin renunciar a ser «YO», aunque
artefactos nunca están autoconstruidos (la idea misma de un arte- quizá esto no sea sino una forma confusa de proclamar que el yo
facto que se construye a sí mismo es bizarra e inconsistente) y exi- construido no se considera a sí mismo el mismo que lo construyó.
gen un artífice exterior que los conciba y elabore. Pero si el sujeto Cuando me comprendo como un sujeto construido, he de entender-
es un artefacto y una parte significativa de su construcción la ha me en rigurosa analogía con los artefactos cuyo modo de elabora-
llevado a cabo -en cierta manera aún no precisada- él mismo, en- ción conozco: el artefacto no puede modificarse o reconstruirse a
tonces no parece que la metáfora del artefacto ayude a aclarar mu- sí mismo, tan sólo permite descubrir la huella de las operaciones
cho las cosas. Cuando yo construyo artefactos -aunque lo sean en que ejecutó un artífice del cual está ahora plenamente emancipado.
sentido tan poco literal como lo es, por ejemplo, esta disquisi-
cion sobre los artefactos-, ellos son exteriores a mí: los concibo, 4. El asunto de un yo múltiple o dividido y de sus consecuencias para la noción
los elaboro, les doy fin y se quedan ahí fuera sin otra relación con- de la racionalidad lleva camino de convertirse, no en vano, en uno de los temas capi-
migo la muy problemática de la autoría. Pero el artefacto en que tales de la filosofía contemporánea (no sé si también en un interesante indicio de
preocupaciones fin de siecle) y la bibliografía relevante crece sin cesar. Tres artícu-
yo con.sisto según la jerga metafórica en que andamos atrapados lo
los de Davidson de distinta época son bien representativos de esta problemática:
ha tenido que construir otro distinto de mí, alguien que terminó un «How is Weakness of the Will Possible?», en Essays on Actions and Events, Oxford:
buen día su trabajo y me dejó en medio de un mundo que hasta en- Clarendon Press, 1980, págs. 21-42; «Paradoxes of Irrationality», en P. K. Moser (comp.),
tonces se las había arreglado perfectamente sin mí. Quizá esta ma- Rationality in Action. Contemporary Approaches, Cambridge, Cambridge University
de es ella misma artificiosa y no muy favorable para Press, 1990, págs. 449-464, y «Engaño y división», en Mente, mundo y acción, intr.
y trad. C. Moya, Barcelona, Paidós, 1992, págs. 99-117. J on Elster popularizó el tema
mi autoestima, aunque desde luego es consistente, y sólo deja de ser- de Ulysses and the Sirens («La irracionalidad: las contradicciones de la mente», en
lo además, exijo mi parte de autoría en el proceso que ha Ulises y las sirenas. Estudios sobre racionalidad e irracionalidad, trad. J. J. Utrilla,
conducido a mi construcción. ¿Debo renunciar entonces a la metá- México, Fondo de Cultura Económica, 1989, págs. 260-297) y compiló el imprescin-
fora del o debo revisar la idea que tengo de mí mismo para dible volumen colectivo The Multiple Self (Cambridge: Cambridge University Press,
1986). Las teorías sobre la división o multiplicidad del yo cuentan con un sólido abo-
hacer que encaJe en el proceloso panorama que se me está pintan-
gado en la concepción de la identidad personal de Derek Parfit («Personal Identity»,
do? Pero quizá en realidad el panorama no sea tan proceloso: una Philosophical Review, LXXX, 1 [1971], págs. 3-27, y Reasons and Persons [Oxford: Ox-
manera el rompecabezas es admitir que soy ca- ford University Press, 1985], págs. 199-347), de la que el lector encontrará una inteli-
paz d.e una division Intenor y que puedo, sin violencia, llamar «yo» gente exposición y aplicación en el artículo de Toni Domenech «Individualismo éti-
a. entidades en distintas e independientes. Si afirmo, por co e identidad personal», recogido en R. R. Aramayo, J. Muguerza, A. Valdecantos
(comp.), El individuo y la historia. Antinomias de la herencia moderna, Barcelona,
eJemplo, que mi yo artífice elaboró a mi yo construido y que el se- Paidós, 1995, págs. 29-42.
206 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO CONSTRUIDO 207

Podría suceder, desde luego, que alguien -el antiguo artífice u otro tampoco las experiencias eróticas de Jaime Gil ?e Biedma
posterior- decidiese reparar, desmontar, perfeccionar o desbara- a su destreza lingüística y a ciertos ecos de Platon y Baudelmre eran
tar el artefacto, y acaso puede forzarse la metáfora de la construc- el poema «Pandémica y Celeste» de Moralidades.) Mi identidad de
ción para hacer sitio a un «yo» que reconstruye al sujeto ya cons- sujeto construido es entonces una identidad que llegó a
.truido. Pero entonces, no hay ninguna duda de que este último yo se en un momento particular a partir de elementos preexistentes
no es ni puede ser el yo artefacto: si me imagino como construido cuya identidad era netamente distinta de la mía: no puedo en ab-
y, por tanto, admito la identidad resultante de mi construcción como soluto, a menos que violente inadmisiblemente mi concep-
mi verdadera identidad, entonces tengo que admitir que todo cam- tual reconocerme en ellos ni llegar a hacerme una Idea coherente
bio significativo de la misma tiene que estar causado por una fuen- de cÓmo aquello que yo no era se convirtió en lo que soy.. Me es difí-
te exterior a ese yo construido que soy, y si me empeño en llamar cil pensar en un mundo en el que mi identidad no en el
también «YO» a quien es capaz de intervenir en la modificación de que lo más probable era que mi identidad no llegase a nun-
mi identidad construida, entonces estoy obligado a usar la palabra ca, y quizá la única visión que puedo tener de un mundo asi es me-
«YO» en un tercer sentido distinto de los correspondientes al yo ar- ramente negativa o sustractiva: ese mundo era lo que el mundo es
tefacto y al yo artífice de mi primitiva construcción. Nótese cómo menos lo que yo soy. Y a ese mundo sin mí no ningun_a vía
señalar que el artífice de la construcción y el de la reconstrucción expedita de acceso porque cualquier que de el me
son el mismo es el resultado de una decisión bien problemática: en haga tiene que incluirme en ella, aunque solo sea en el papel de es-
los artefactos usuales, el artífice no tiene por qué coincidir con el pectador fugaz que tiene que huir de inmediato como un voyeur sor-
reparador o reconstructor, y, si coinciden en la reconstrucción de prendido en su impudor. Pero si efectivamente soy un artefacto cons-
mi yo, ello tendrá que deberse a que he estipulado -mi yo construi- truido, entonces es ese mundo sin mí lo que me ha causado Y
do ha estipulado- que la entidad externa que me elaboró tiene por fundado; para que yo exista ha tenido que de cosas
fuerza que ser la misma que la entidad externa capaz de reconstruir- anterior en el que yo, radicalmente, no podia existir. .
me: decido que mis tres yoes son el mismo como resultado de una Un rasgo inquietante de ese extraño mundo es que -si no
apuesta normativa que muy bien podría no acometer sin pérdida ciamos a seguir tirando del hilo, algo embrollado ya, de la metafora
de coherencia. del artefacto- nuestro yo artífice pertenecía a él de pleno derecho,
Quien no haya desesperado de seguir los pasos a que parece for- de suerte que su identidad parece estar enmarcada por un contexto
zarnos la metáfora del artefacto, tendrá ya buenas razones para du- irrepresentable para nosotros. Nuestro yo artífice lleva trazas de con-
dar de que el tópico del sujeto construido sea tan natural y obvio vertirse entonces en una inasible cosa en sí que no podemos en modo
como al principio se mostraba. Pero el segundo de los rasgos que alguno esquematizar, algo que nos colocaría en la más desairada de
antes apunté creo que afianzará seriamente esas dudas. Para que las tesituras metafísicas: habríamos decidido -desde el punto de
algo sea un artefacto, no basta -según veíamos- con uno o varios vista de un yo construido- identificarnos con nuestro Y?
artífices que se ponen manos a la obra; es preciso además entender y ahora resultaría que a las hacer Identlcas
ese objeto como término de un proceso temporalmente situado y co- dos entidades tan diversas se une la Imposibilidad de conocer ade-
nocer qué materiales empleó el artífice para su obra antes de que cuadamente la identidad misma de ese yo que nos ha
el artefacto existiese como tal. A los artefactos les pertenece consti- Que el anterior estrago es algo más que la secuela de haberse deJa-
tutivamente el que haya habido un tiempo en que no existían en ab- do caer sin paracaídas por los abismos de la metáfora o de meta-
soluto como tales: en ese tiempo lo único que realmente existía eran física puede quedar aclarado con un ejemplo que creo
piezas separadas que alguien pudo combinar (con la ayuda, quizá, Imaginemos que alguien se de cier-
de otros artefactos) y nuestra comprensión intuitiva del mundo nos tos rasgos consolidados de carácter («soy Irascible: _Y pe-
lleva con naturalidad a declarar que la identidad de esas piezas cons- simista de tal y cual manera particular que me pertinen-
tituyentes no es en absoluto la misma que la identidad que final- temente de todos los otros pesimistas irascibles apasionados y, a
mente tuvo el artefacto. (Ni los trozos de papel pintado que compré fortiori, de quienes no lo son») y que nuest.ro personaje de in-
en la papelería eran desde luego la Torre Eiffel de mi recortable ni dagar sobre el modo como llegó a adquinr esa personalidad, hoy
208 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO CONSTRUIDO 209

endurecida y casi inconmovible. No es difícil que nuestro héroe eche que comprenda con empatía identificadora a un optimista flemáti-
mano de la metáfora del artefacto y se vea a sí mismo como resulta- co. Si, a pesar de todo, logro hacerlo tras muchos intentos, entonces
do de un proceso de construcción en el que han intervenido a título podrá decirse que lo que he hecho ha sido lograr transformar mi
de artífices otros individuos -responsables en mayor o menor me- carácter, 5 pero esto no tiene nada que ver con recuperación retros-
dida de que él haya llegado a ser como es-, determinada estructu- pectiva alguna,<de mi personalidad pasada: el irascible que se refre-
ra social, ciertos condicionamientos biológicos, una circunstancia na es siempre distinto de aquel que se desconoce la ira.
cultural particular y, junto a todo ello, ciertas acciones de su yo ar-
tífice que condujeron a su actual personalidad. Nuestro personaje
se identifica como el pesimista irascible apasionado que es porque 2. LA PRIMERA PERSONA Y SU SEGUNDA NATURALEZA
sabe que hubo un momento en que no lo era como ahora y tiene co-
nocimiento de que ciertas acciones suyas -unidas, desde luego, a Queda por ver una última implicación, ya apuntada, de la metá-
otras circunstancias- causaron el carácter que ahora tiene. Pero fora del artefacto. Como señalé, uno de los rasgos de los artefactos
¿con qué recursos cuenta nuestro héroe para reconstruir la perso- es su condición de entidades sujetas a un plan de construcción y
nalidad de su yo artífice y para comprender cómo cristalizó su ac- coherentes con ese plan: un artefacto está incompleto mientras no
tual personalidad «Construida»? Podría pensarse que, con su des- se ha dado término a su proceso de elaboración y se dice que está
doblamiento de identidad y todo, está en condiciones de ponerse en «acabado» cuando su aspecto concuerda con la idea previa que su
el lugar de su yo anterior de manera parecida a como comprende artífice tenía. Un artefacto acabado se usa o se contempla, pero no
empáticamente el carácter y las acciones de otros (al fin y al cabo, se lo sigue elaborando, a menos que se quiera reparar o transfor-
quizá nuestros yoes pasados nos son más cercanos que la mayor par- mar. Reparar o transformar es, sin embargo, algo claramente dis-
te de las otras personas) y, así, le es dado conocer cómo otro yo opti- tinto de elaborar; en el primer caso se cuenta con un objeto dado
mista, apacible y desapasionado se transformó en quien ahora es. cuya identidad se quiere alterar, mientras que en el segundo se po-
Pero ¿puede realmente ponerse en el lugar de ese otro yo? Si por seen fragmentos o partes de cuya composición resulta la identidad
«comprensión empática» hay que entender un proceso que conduce del objeto. Pero si un artefacto ha de ser usado, parece difícil que
a obtener una réplica aproximada de los contenidos mentales de otra al mismo tiempo pueda repararse o modificarse. Cuando nos servi-
persona -lo que la tradición historicista llamaría sus «vivencias»- mos de un artefacto cualquiera, suponemos que su funcionamiento
por medio de la captación directa del contexto de creencias, deseos va a ser el idóneo y nos fiamos de que está bien hecho -bien acaba-
y sentimientos de esa persona, entonces habrá que atribuir a nues- do- y de que no nos jugará desagradables pasadas ni traicionará
tro héroe la capacidad de alterar su propio contexto de creencias, nuestra confianza. Quizá mi reloj ha sufrido un desperfecto grave
deseos y sentimientos de modo tal que pueda superponerse con el hace un par de horas y marca -sin que mi mala cabeza haya logra-
de su yo pasado y apropiarse significativamente de él. Pero esto es do darse cuenta- noventa minutos menos de la hora que realmente
ctanto como decir que nuestro héroe es capaz de cambiar retrospec- es, pero yo, que estoy esperando con impaciencia a la mujer a quien
tivamente de carácter -algo que no se compadece muy bien con la pienso declarar apasionadamente mis sentimientos, supongo con
idea misma de rasgos firmes y consolidados de la personalidad, que buenas razones que el reloj no irá a fallarme de manera tan trucu-
en todo caso podrían cambiarse hacia adelante, pero nunca hacia lenta precisamente en este momento (la pila se la cambié hace ape-
atrás- y, lo que es más difícil de admitir, que tiene un acceso direc-
to a su carácter pasado aun antes de emprender procesos de com- S. A menos que -en la vieja tradición de que el ethos es daímon o «destino» -se
prensión empática de su carácter pasado. Creo, en suma, que el to- considere que el carácter es una estructura inmodificable (y entonces tampoco será
mar en serio la naturaleza «construida» del carácter bloquea toda capaz de «construcción»), habrá de admitirse que uno puede llevar a cabo operacio-
comprensión directa de yoes pasados a los que se atribuya un ca- nes conscientes de planificación de su propio carácter y una de esas operaciones
puede ser, desde luego, el intentar comprender lo más empáticamente posible el ca-
rácter distinto del presente. Si efectivamente soy pesimista, irasci- rácter de otros. M. Moody-Adams, «On the Old Saw that Character is Destiny», en
ble y apasionado, quizá tenga cierta facilidad para comprender em- O. Flanagan, A. O. Rorty (comps.), Identity, Character, and Morality. Essays in Moral
páticamente a otros de parecido carácter, pero nadie me podrá pedir Psychology, Cambridge, Massachusetts, The MIT Press, 1990, págs. 111-132.
210 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO CONSTRUIDO 211

nas quince días y el artefacto es de buena calidad y precio razona- el yo una «segunda naturaleza» construida»? En el libro
ble), de modo que resulta prudente atribuir los diez minutos de in- VII de la Etica Nicomáquea, Aristóteles citó un par de versos de E ve-
soportable espera que he aguardado en el café mientras fumaba once no de Paros que constituyen el primer testimonio de la idea de una
cigarrillos y absorbía cuatro tilas a un retraso perdonable -¿per- segunda naturaleza:
donable?- de la mujer de mis sueños, ocupada· quizá en atender una
llamada telefónica inoportuna o en morderse las gráciles uñas mien- «Te digo que el hábito es cosa de mucho tiempo, amigo, y
tras su vagón de metro está inicuamente parado entre Embajadores que para los hombres termina por ser naturaleza misma. »s
y Palos de Moguer. Mi reloj es un buen reloj -de ello estoy seguro-
y tan necio sería creer que se ha estropeado precisamente ahora Que el hábito sea una segunda naturaleza quiere decir en el con-
como imaginar que un desastre ecológico ha alterado de repente el texto de la filosofía práctica aristotélica (a) que la formación del ca-
curso de los días y de las noches haciendo que la apariencia de luz es un proceso dilatado (1ro'Avxeóvwv) en el que interviene mul-
vespertina que veo por el cristal me engañe creyendo que son las titud de circunstancias contingentes; (b) que en la formación del
seis de la tarde cuando en realidad son las once de la noche (o como carácter desempeñan un papel primordial ciertas acciones -em-
desempolvar venerables monstruos de la historia de las ideas e ima- prendidas reflexiva y deliberativamente- cuya ejecución puede lle-
ginar que un deus inceptor cartesiano está alterando fementidamente gar a parte de un «hábito» (¡.u:'AÉrr¡) del agente; (e) que, una
mis percepciones para conducirme sin piedad a la desdicha). Lo es- vez adquindo el correspondiente hábito, el agente ya no necesita em-
perable de un buen artefacto es, sin más, que funcione conforme al pr?cesos reflexivos ni deliberativos para la ejecución de ese
plan de su artífice, aunque este vocabulario vagamente teleológico tipo acciones, puesto que la competencia para acometerlas ha que-
puede eliminarse con ventaja diciendo sin más que lo que un usua- dad? a disposiciones profundas suyas; (d) que estas dis-
rio normal espera de un artefacto normal es que éste se ajuste a unas profundas adquiridas mediante el hábito, pasan en algún
ciertas leyes que lo convierten en un análogo de los seres naturales. sentido a formar de la «naturaleza» (cpúms) del agente, y (e) que
Como se sabe, Kant llamó en la Fundamentación «naturaleza en su poder descnbir adecuadamente la acción de alguien cuyo ca-
acepción más general (según una forma)» a la simple sujeción a le- se ha de la manera dicha y que posee, por tanto, dis-
yes de cualesquiera objetos, 6 y en la «Típica de la facultad de juz- · posiciones VIrtuosas profundas como las señaladas se hace necesa-
gar pura práctica» de la segunda Crítica proclamó que «la naturale- rio la génesis sus acciones de la de rasgos
za del mundo sensible» puede usarse «como tipo de una naturaleza cuasinaturales que configuran rígidamente su identidad.
inteligible» siempre que me limite a hacerle corresponder a ésta me- Ninguna de estas cinco características encaja bien con la metá-
ramente «la forma de la conformidad a una ley general». 7 Con los yo -al contrario, Aristóteles no creía que
artefactos que usamos cotidianamente, somos, sin saberlo, malos lec- la potests fuera una accion relevante para la formación del carácter
tores de Kant que confunden el mundo moral con el mundo artifi- Y de privilegio para la praxis o acción que
cial: la legalidad bien fundada de la naturaleza resulta de pronto su termino en SI misma- pero sí que ilustran, me parece, el esque-
transferida a los objetos construidos por manos humanas y las le- ma general de lo que le ha tenido que ocurrir a un yo para acabar
yes de mi reloj pasan a ser un análogo de las leyes que rigen la rota- en una entidad cuasinatural. Gracias a la ejecución
ción de la Tierra. Acerca de estas últimas tengo el mismo tipo de Sistematica de determinadas acciones (y contando siempre con la
certidumbre que sobre el funcionamiento habitual de mi reloj, algo contingencia del azar), el individuo ha acabado poseyendo una iden-
que me echa en brazos de una nueva metáfora: la de los artefactos tidad rígida distinta de la que poseía cuando llevaba a cabo dichas
como constituyentes de una segunda naturaleza. ¿En qué sentido es acciones: antes era alguien que podía obrar de una manera o de otra
-según sus propios designios o los de la fortuna- y ahora es al-
6. l. Kant, Grundlegung zur Metaphysik der Sitten, Francfort, Suhrkamp, ed. W.
Weischedel, 1968, pág. 51. 8. ¡pr¡¡Ú, 1rOAVXQÓVLOV ¡u;AÉTr¡v E¡UVO'.L, ¡pÍA€, xcú 1 rcxúrr¡v &vfJQW'lrOWL TEAEVTWO'CXV ÚO'LV
7. l. Kant, Kritik der praktischen Vernunft, Francfort, Suhrkamp, ed. W. Weis- Aristóteles, Ethica Nicomachea, 1152 a 30, ed. L. Bywater, Oxford, Clarendon
E{vcxt.
chedel, 1968, pág. 189. Press, 1904.
'212 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO CONSTRUIDO 213

guien encadenado a cursos de acción esperables o previsibles que sayo de Ferlosio es un caso elocuente de síntesis de la fatalidad,
parecen atenerse a una suerte de legalidad natural. Si esta segunda que debe ser examinado por medio de las tres dimensiones o sen-
naturaleza del yo se imagina como un artefacto construido en parte tidos -«descriptivo», «admonitorio» y «normativo»- presentes en
por un yo anterior que ha disuelto su identidad hasta hacerla irre- el refrán.
conocible, salta a la vista lo paradójico del resultado: la primera y Según el primero de dichos sentidos, el proverbio se limita a re-
genuina naturaleza del yo ha quedado desvanecida y su «naturale- ferir lo que ocurre cuando un arquero ha tensado su arco y coloca-
za» definitiva y verdadera es un producto artificial, lo opuesto en do en él la flecha: la flecha tiene que partir porque el arquero le ha
suma a lo que habitualmente se entiende por un ser natural. impreso ya la fuerza correspondiente, «ha renunciado a su subjeti-
La mejor exposición que conozco de la paradoja de un yo artifi- vidad y la ha empeñado en la consecución de la victoria». 13 La ten-
cial perversamente «naturalizado» se encontrará en el ensayo de Ra- sión del arco posee un «punto de no retorno» 14 más allá del cual
fael Sánchez Ferlosio «Cuando la flecha· está en el arco, tiene que «[la] libertad de acción [cede] irreversiblemente el puesto a los de-
partir» 9 (a mi entender un texto capital de la literatura y el pensa- signios de la fatalidad». 15 El sujeto ha construido una fatalidad sin-
miento español contemporáneos, que la comunidad filosófica debe- tética de la que él mismo forma parte: un yo de apariencia libre ha
ría leer despacio y bien). Aunque mis referencias a este breve ensa- llegado
yo serán desde luego menos expresivas y precisas que el texto mismo,
me parece del mayor interés detenernos un momento en la presen- «a objetivarse de modo tan imponentemente constrictivo como para
tación que Ferlosio lleva a cabo del fenómeno de una «fatalidad sin- esconderse a la conciencia -o, a la postre, al sujeto en cuanto liber-
tética». La noción habitual de «fatalidad» se refiere, sin duda, a algo tad- hasta el extremo de no ser reconocido como tal componente sub-
independiente de la intervención humana y aun producido a despe- jetiva de la fatalidad, quedando equiparado y confundido con cual-.
cho de ella: 10 una situación o constelación fatal pueden ser «anali- quier fuerza de la naturaleza». 16
zadas» o descompuestas en sus partes componentes, pero más rara-
mente «sintetizadas» por la acción humana. Ferlosio se refiere a la Es cierto que el arquero puede aflojar la tensión del arco y no
«síntesis de la fatalidad» en un sentido semejante al que tenía la sín- llegar a disparar finalmente la flecha, pero entonces su acción será
tesis de la urea antes de que dicha operación se llevara efectivamen- internamente inconsistente -habrá acometido en realidad dos ac-
te a cabo: «el sumo privilegio de construir las sustancias de la vi- ciones «de intención inversa»- 17 y, sobre todo, implicará la nega-
da»11 parecía a Dios o a la naturaleza. Pero, al igual que ción de la regla de oro de la identidad del yo: «[a] la acción de tensar
el albedrío humano pudo sintetizar la urea a partir de sus partes el arco tiene que seguir la decisión de dispararlo, porque ésta es la
componentes, también podrá usurpar el lugar de la naturaleza crean- secuencia en que el Yo cumple su ley de mantenerse idéntico a sí
do fatalidades sintéticas, «esa clase de en las que, por · mismo». 18 Lo que le ha ocurrido al guerrero con su arco y su fle-
haber intervenido de uno u otro modo la subjetividad humana, el cha puede ilustrarse con lo que sucede en las situaciones de amena-
carácter fatal aparece a posteriori como producido de artificio». 12 za aplazada; 19 la «ley» que se supone rige en el «pragma» de la ame-
La situación a la que apunta el proverbio chino que da título al en- naza es un análogo de las leyes de la naturaleza porque, no en vano,
el supuesto de que una amenaza va a cumplirse suele ser tan fuerte
9. En J. M. González, C. Thiebaut (comps.), Convicciones políticas, responsabili- como el de que una piedra va a caer. 20 De este modo, quien «libre-
dades éticas, Barcelona, Anthropos, 1990, págs. 245-513. Citaré «Cuando la flecha»
dando el número del parágrafo y la página de la recopilación de J. M. González y
Thiebaut. Aunque sea, según creo, innecesaria de acuerdo con la norma usual. 13. «Cuando la flecha», § XIII, pág. 257.
Ferlosio ha insistido en que se respete la coma que figura en la enunciación del re- 14. «Cuando la flecha», ·§ XXII, pág. 270.
frán (ya insistió en ello, de hecho, si la memoria no me falla, cuando pronunció en 15. «Cuando la flecha», § XIV, pág. 258.
la Residencia de Estudiantes de Madrid la conferencia que dio lugar a este texto, 16. «Cuando la flecha», §XIV, pág. 259. Cursiva mía, A.V.
en la primavera de 1988). 17. «Cuando la flecha», §XIII, pág. 257.
10. «Cuando la flecha», § II, pág. 246. 18. Ibíd.
11. «Cuando la flecha», § I, pág. 245. Cursiva mía, A.V. 19. «Cuando la flecha», § XV, págs. 259-261.
12. «Cuando la flecha», §VI, pág. 249. 20. «Cuando la flecha», § XVI, pág. 261.
214 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD
EL SUJETO CONSTRUIDO 215

mente» amenaza a otro con infligirle un daño si no cumple ciertas la fecha del arco tenga que partir significa ahora que el arquero está
condiciones, se supone que actúa con un régimen de necesidad aná- ?bligado a no volverse atrás por la fuerza misma del principio de
logo al de las leyes físicas, y esa necesidad se deriva de la acepta- ¡dentidad consigo inismo. Cuando el sujeto ha hecho caso omiso del
ción del yo de identidad. 21 sentido admonitorio del refrán y «ha depuesto toda pretensión de
De esta manera, el refrán revela también un sentido «admonito- seguir siendo árbitro de cada una de sus acciones»,2 5 cuando ha en-
rio», de aviso o advertencia, como si quisiera decirle el arquero: tregado «SU voluntad al destino y se ha resuelto a ser cómplice de
la fatalidad», 26 entonces el refrán es para él un mandato incondicio-
Mira que si la flecha que está en el arco tenso tiene en sí misma nado y «sobrehumano» 27 de ineludible cumplimiento. La dirección
fuerza y voluntad moral, ello no es sin detrimento de tu propio albe-
normativa o imperativa del refrán de Ferlosio da por supuesto que
drío; ya no serás enteramente tú el que la dispare, sino que ella pon-
drá en la decisión la parte de voluntad que tú le has cedido. 22 el yo de identidad está tan encadenado a la obediencia como atado
a aquellos instrumentos que lo han convertido en apéndice. El yo
Que lo fatalmente sintetizado o construido pende del manteni- sintetizado o construido obedecerá a la orden de que la
miento de la identidad del yo es tan cierto como que la identidad flecha twne que partir en forma tan automática como se supone que
del yo queda asegurada y, en sí misma, también sintetizada o cons- la piedra que cae obedece a la ley de la gravedad. Y resulta fácil ima-
truida por medio de ciertas acciones como la amenaza. 23 Y el sen- ginar qué tendría que ocurrir para que la dirección normativa del
tido admonitorio del refrán se dirige precisamente al arquero que refrán no se cumpliera. La pregunta wittgensteiniana «¿Qué pasa
aún cree actuar por albedrío: si finalmente disparas la flecha, eje- si no lo hago?» tiene para el yo de identidad una respuesta cierta-
cutarás una acción coherente y mantendrás tu identidad contigo mis- mente del etérea: si no obedeces a la orden de que la flecha tiene que
mo, pero habrás de advertir que la libertad con la que crees obrar partir, entonces rompes las cadenas que te atan al arco y a la flecha,
se ha desvanecido por completo y que, allí donde piensas que la fle- pero también romperás el vínculo que te une a ti mismo y gracias
cha y el arco son instrumentos manejados por ti -una especie de al cual posees la única identidad que tienes: la de sujeto construido
«prótesis» de tu cuerpo que podrías ponerte y quitarte a tu antojo-, en una síntesis de la fatalidad. Querer sustraerse a las leyes de una
lo que ocurre en realidad es que has pasado a ser una mera prolon- fatalidad sintética implica, entonces, querer disolver la identidad
gación de tu arco y tu flecha, que te has «remodelado [...] y converti- propia, según se expresa en la célebre frase evangélica aducida por
do en órgano» suyo. 24 Ferlosio a propósito del «pragma» de la venganza, tan semejante al
Pero el refrán posee un tercer sentido, de índole «normativa». Que antes mencionado de la amenaza:

«[Q]uien osase proponer la renuncia a la venganza tenía que sa-


21. «Sólo el conocimiento del sobrehumano e irrenunciable compromiso de la ber que proponía a los hombres nada menos que la autonegación del
identidad del Yo consigo mismo constituye la presunción que hace posible el prag-
ma de la amenaza» («Cuando la flecha», §XV, pág. 260).
Yo, y quien de hecho se atrevió a predicar esa renuncia, o sea, el per-
22. «Cuando la flecha», §XII, pág. 257. Cursiva mía, A.V. dón, no usó, en efecto, otra fórmula menos categórica que "Niégate
23. El Yo de identidad, en cuanto órgano anímico del antagonismo, sale por ga- a ti mismo'' ». 28
rante de la indefectibilidad del nexo de amenaza; pero, a la vez, la indefectibilidad
del nexo de amenaza se constituye en credencial del Yo de identidad y en instru- La única puerta abierta que tiene el albedrío cuando la fatali-
mento de su autoafirmación» («Cuando la flecha», §XV, pág. 261). La afirmación
dad ha sido sintetizada o construida es, pues, la incoherencia consi-
de Ferlosio recuerda sin duda la célebre proclamación de Kant en el «Prólogo» de
la Crítica de la razón práctica (ed. W. Weischedel, cit., pág. 108, nota) de la libertad go mismo, la autocontradicción y la inmolación de toda identidad.
como ratio essendi de la ley moral y la ley moral como ratio cognoscendi de la liber- No fui yo quien tensó la cuerda del arco y colocó la flecha, sino otro
tad: paralelamente a lo que ocurre en la filosofía moral de Kant (aunque la forma que empeñaba con ello su libertad; pero si esta libertad ha de reco-
perversamente paralela), aquí es el principio de la indestructibilidad de la identi-
dad del yo -opuesto al libre albedrío- lo que funda la férrea legalidad a que se
25. «Cuando la flecha», §XII, pág. 257.
atiene la amenaza, mientras que la situación o «pragma» de amenaza cumple el pa-
26. Ibíd.
pel de hacer patente y reconocible el principio de identidad.
27. «Cuando la flecha», §XV, pág. 260.
24. «Cuando la flecha», §X, pág. 254.
28. «Cuando la flecha», § XVII, pág. 263.
. 216 D E T E R M IN A C I O N E S D E L A D I F I C U L T A D EL SUJETO CONSTRUIDO 217•

brarse, no es en rigor aquél quien la desempeña -pignorada 3. AUTODIVISIÚN Y RECONSTRUCCIÓN


está indefectiblemente su voluntad- sino un «YO» que renuncia a
identificarse con su predecesor y, por ello, carece de toda otra enti- No sé que pensará el lector, pero a mí me parece que -si las in-
dad con la que ser idéntico. El único atributo del yo que se niega dagaciones que hemos venido llevando a cabo sobre la metáfora del
a sí mismo es el propio negarse a sí mismo sin restricciones en un artefacto y del sujeto artificial naturalizado no son un formidable
acto de suprema y paradójica libertad. Estaba escrito que yo iba a cúmulo de despropósitos- el tópico de que el sujeto es, por supues-
disparar la flecha y sin duda estaba bien escrito; ese relato de to y desde luego, algo «construido» se halla muy lejos de poder cons-
destinación hablaba de mí -de te fabula narratur- y yo soy efecti- tituir un lugar común de aceptación intuitivamente obvia. Sea o no
vamente lo que la fábula dice que soy y seré. Si dejo, entonces, de feliz la metáfora del artefacto, lo cierto es que de ella parece
disparar la flecha y distiendo el arco, no soy en realidad yo quien se una idea del yo o sujeto bien extraña y paradójica, como si nos
lo hace sino alguien que resulta de la negación de mí mismo Y para hubiéramos empeñado en dar la razón a Isaiah Berlin cuando elo-
quien ;a no cuenta nada la fatalidad construida en que consistía mi giaba la conveniencia filosófica de convertir en paradojas los luga-
res comunes. El consejo de Berlin, sabiamente dosificado en su uso,
yo de identidad. 29 Hacer caso de la dirección admonitoria del refrán
es, creo, de una rentabilidad inestimable, y el caso que nos hemos
implica tener que desobedecer su dirección normativa y
venido trayendo entre manos avala, si no estoy confundido, su bon-
con ello que, aunque la descripción contenida en el proverbio era
dad. En lo que resta de este trabajo voy a tratar de enunciar -aunque
verdadera de mi yo de identidad, pasa ahora a ser falsa de quien en
• • • lo haré muy sumaria y dogmáticamente-lo que me parece son cin-
este preciso Instante se nrega a SI' mismo.
• 30
co buenas razones para felicitarse de los efectos paradójicos de la
metáfora del sujeto construido (cinco ideas tentativas que, de no
enunciarse en un perplejo fin de siglo sino -pongamos por caso-
en una combativa mitad de centuria, podrían haberse titulado «cin-
29. La «identidad del Yo» tal como Ferlosio la entiende es «Una institución co- co tesis sobre la construcción del yo» o acaso «cinco corolarios de
lectiva antes que individual» («Cuando la flecha»,§ XVII, pág. 263). Algo que recuerda la tesis del sujeto construido»). Paso a exponerlas, y que juzgue el
la feliz enunciación de un conocido filósofo contemporáneo del «solipsismo con un lector sobre si son más o menos audaces o acomodaticias:
"nosotros" en un lugar de un "yo"» (H. Putnam, Realism with a Human Face, ed.
J. Conant, Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 1990, pág. ix).
30. En el «caso Manrique» que figura como apéndice a la segunda parte de Las 1.a El cuadro pintado por la metáfora del artefacto es un esque-
semanas del jardín (Semana segunda, Apéndice II: «El caso Manrique», Madrid, Alian- ma idóneo para comprender la subjetividad humana y sus acciones.
za, 1981, págs. 327-377; recogido ahora en R. Sánchez Ferlosio, Ensayos y Que estemos construidos (entre otras causas) por la acción de yoes
vol. II, cit., págs. 186-241 [citaré las páginas de la edición de Alianza]), Ferlos10 ofre- anteriores opacos a nosotros y que esa construcción se deje enten-
ce la descripción de otro fenómeno llamativamente próximo al del arquero, el del
poeta lírico -Jorge Manrique tratando de hacer el de los valores perdurables
der como una «segunda naturaleza» endurecida no es una patolo-
y el denuesto de los bienes perecederos- que se convierte cont.ra su en gía de ciertas subjetividades anómalas ni un accidente pasajero de
instrumento de la lira misma y acaba produciendo versos emancipados de la mten- la constitución del yo. El sujeto humano no existiría como lo cono-
ción correspondiente a su yo de identidad y contrarios a ella, con «la singularísima cemos si no se caracterizase por llevar a cabo acciones dotadas de
circunstancia de que el poeta canta malgré lui, de que se trata de coplas desmanda- sentido que conducen a contextos de acción en los que aquel senti-
das, escapadas de los dedos del poeta o, más aún, arrancadas a sus dedos por las
do ya no es inmediatamente captable. El yo no es ni puede ser el
propias cuerdas de la lira, insobornablemente fiel a lo perecedero» Y ello
«no a pesar de» que trataba de hacer un elogio de lo perdurable, «smo preCisamen- narrador omnisciente de su propia biografía: el punto de vista con
te gracias a ello» (págs. 364-365). Es aquí «la lira» quien se ha de la ac- el que el sujeto construido mira a su construcción se parece más
ción de Jorge Manrique y ha quebrado la identidad de su yo, contranamente a lo al punto de vista con el que tratamos de comprender las acciones
que le acontece al arquero del refrán chino: «[p]orque no son ya los dedos del poeta ajenas que a un ojo interior capaz de visión retrospectiva. (Alguien
los que hacen vibrar las cuerdas de la lira, sino éstas las que dedos que escribe su autobiografía no está en un lugar privilegiado res-
poeta contra su voluntad; ya no es él quien ac.tua, la propta
condición natural del instrumento [cursiva mm, A.V.], la virtualidad mtrmseca del pecto de quien cuenta la vida de otro; la memoria propia se inventó
género» (pág. 365). después que el relato de los hechos exteriores.) La metáfora del ar-
218 DETERMINACIONES DE LA DIFICULTAD EL SUJETO CONSTRUIDO 219

tefacto es, pues, descriptivamente veraz y pasarla por alto es un sig- extranjería. Nada tiene de malo que la palabra «YO» sea el nomina-
no de autoengaño. tivo del pronombre de primera persona; lo que resulta un accidente
2.a. La metáfora de un yo construido proporciona un buen ins- lingüístico curioso es que lo sea del singular. A fe que resultaría ab-
trumento cognitivo, pero es insostenible como guía para la acción. surda una jerga epistemically correct con la que se tratara de paliar
La fórmula «estoy construido de tal y cual manera» pertenece a un esta circunstancia, inventando por ejemplo un neologismo para el
uso del lenguaje en el que el hablante no adopta la posición de agente, viejo «YO» u obligando a largos circunloquios o cursis eufemismos
sino la de contemplador pasivo de sí mismo. Si alguien delibera so- cada vez que hubiera que emplear el antiguo pronombre. Basta qui-
bre sus acciones futuras o justifica sus acciones pasadas con arre- zá con tener presente que el singular «YO» se usa por convención
glo a expresiones del tipo «como estoy construido de tal y cual ma-
de manera parecida a como «día» quiere decir «día y noche».
nera, entonces X» -siendo X la descripción de una acción propia
4.a Si lo anterior es plausible, parece haber una pespectiva en
pasada o futura- no sólo incurre en un caso de mauvaise foi, sino
filosofía moral -o más bien un conjunto variopinto de perspecti-
que le será imposible seguir manteniendo con coherencia esa ma-
vas- a la que convendría poner en un incómodo entredicho: el pun-
nera de hablar. El tipo de autoconocimiento que proporciona la idea
del yo artefacto se aloja en una apartada región de la mente a la que to de vista de la identidad sobrevenida (PVIS). Si la clave de la mora-
no cabe visitar con asiduidad. El autoengaño teórico en que consis- lidad radica en que los individuos han llegado a ser de cierta manera
te el pasar por alto el carácter construido de la propia subjetividad (por adquisición de la virtud o por participación en prácticas comu-
es, desde el punto de vista práctico, inevitable. Quien no ha visitado nitarias, pero también porque hayan alcanzado una identidad post-
nunca la comarca del sujeto construido lo ignora todo sobre sí mis- convencional o porque sean herederos de las promesas incumplidas
mo; quien pretende vivir en ella está condenado a tener que aban- de la modernidad), entonces ha de tenerse muy presente que quizá
donarla precipitadamente; sólo quien ha aprendido a combinar la se trate de una clave envenenada. Si sólo es posible validar conteni-
perspectiva comarcal con el punto de vista del agente puede aspirar dos normativos en el marco de un modelo de subjetividad ya cons-
a una cierta lucidez sobre el significado de sus acciones, aunque so- truida -y cualquiera de las cuatro referencias anteriores lo son-,
bre el modo como quepa adquirir esa lucidez no pueda afirmarse entonces no se ve muy claramente la manera de evitar la inconsis-
nada demasiado claro (acaso la lucidez no se dice, sino que se mues- tencia apuntada en la tesis 2.a. Si digo que esto es bueno o que esto
tra). La metáfora del artefacto es, pues, normativamente inconsis- debe hacerse y lo justifico apelando al modo como se ha constitui-
tente, y emplearla para formar razones para la acción se sale fuera do mi yo moral para que yo tenga que decir precisamente lo que digo
del juego de las razones. 31 y no otra cosa (si explicito, pues, todo lo que sé sobre la constitución
3.a De la verdad descriptiva y la falsedad normativa de la intui- moral de mi yo que ha culminado en determinado juicio normativo
ción de un sujeto construido se sigue la inconveniencia metafórica o valorativo), entonces proporcionaré una excelente justificación con
de toda conciliación, armonía o unidad de los yoes propios. Si es arreglo al PVIS, pero incurriré en un uso conceptual seguramente
cierto que somos opacos a nosotros mismos y si tiene que ser cierto insostenible: esto es bueno o debido porque quien dice que lo es no
que sólo podemos mirar de soslayo a esa opacidad, resulta más útil puede -rebus sic stantibus- decir propiamente otra cosa. Si se quie-
la metáfora de un sujeto dividido que la ilusión -igualmente meta- re ser consistente con el PVIS no me parece que haya forma de salir
fórica- de un yo integral, armónico o unitario. Llevaba razón Hume de este atolladero, y ello da una buena razón de por qué aun las filo-
en que la identidad de las personas es como la de las naciones: por sofías morales más amigas del PVIS están condenadas a ponerlo tar-
eso es bueno evitar pensarnos como imperios o como estados jaco- de o temprano entre paréntesis.
binos y optar por un saludable república federal tolerante, plurilin- s.a Si es razonable desconfiar normativamente del punto de vis-
güe, multirracial, con listas abiertas, no proteccionista y sin ley de ta de la identidad sobrevenida (aunque ello no implique, de manera
análoga a lo que ocurría antes, que nuestro conocimiento de que so-
31. La tesitura en que nos encontraríamos sería semejante a la «paradoja de Tow- mos identidades sobrevenidas sea un conocimiento mal fundado ni
nes» descrita por Toulmin. Véase M. Cruz, «Reconsideración a la baja del sujeto», prescindible), ¿qué enfoque de la subjetividad moral puede ofrecer-
epílogo a su Filosofía de la historia. El debate sobre el historicismo y otros proble- se como alternativo de acuerdo con las lecciones que deberíamos
mas mayores, Barcelona, Paidós, 1991, pág. 176. haber sacado de las aventuras del sujeto construido? Se ha hecho
,220 DE T E R MI N AeI O N E S D E LA DI F I e U LT AD

mención de que la idea de un yo plural convida a ser ilustrada con TERCERA PARTE
metáforas políticas, pero ellas no son las únicas. El mismo Hume
que habló del self como una república propuso considerar la identi-
dad de un yo de manera parecida a la de un barco que va sufriendo UNA DIFICULTAD NECESARIA
distintas reparaciones y cambios de estructura32 (y seguramente el
parentesco entre las metáforas políticas y las náuticas no era nuevo
para Hume). Me parece que el problema de la construcción moral
de la identidad saldría ganando si se evitase caer en la creencia usual
de que la manera como se defina el tipo de sujetos -reales o
deseados- que habitan la esfera pública determina los patrones de
validez normativa de dicha esfera (una idea que puede expresarse
ciertamente de múltiples maneras: bien proclamando que el bien de
la comunidad política es inducir la excelencia individual, bien de-
clarando que la cosa pública ha de cortarse sobre el patrón de los
bellacos egoístas que necesitan de ella). Quizá sea útil probar la di-
rección contraria y examinar qué pasa cuando se proyectan sobre
el sujeto individual múltiple o dividido los esquemas normativos de
una sociedad democrática parecidamente múltiple y dividida, toman-
do a éstos como algo no necesitado de fundamentación. Si fuese cier-
to que una sociedad bien ordenada puede fundarse en el overlap-
ping consensus entre concepciones normativas dispares, ¿por qué
no esperar del yo algo semejante? ¿Por qué exigirnos a nosotros mis-
mos más que al mundo en que estamos metidos y por qué no con-
formarnos con que nuestros múltiples yoes encuentren espacios pro-
visionales de coincidencia o solapamiento? He dicho «provisionales»
y no sé si la teoría política de J ohn Rawls sería del todo favorable
a ello; en cualquier caso, sí que lo sería la visión' de Neurath de los
marineros que transforman su embarcación sin poder regresar a
puerto. Los artefactos en que consistimos son como el barco de Neu-
rath: están acabados, pero necesitan arreglos frecuentes -a menu-
do drásticos- para los que no serviría de nada acudir al artífice
que los construyó. 33

32. D. Hume, A Treatise on Human Nature, edición a cargo de L. A. Selby-Bigge,


Oxford, Clarendon Press, 1988, pág. 257. Probablement, Hume tenía en mente el ejem-
plo aducido por Leibniz en los Nouveaux Essais sobre la «nave de Teseo», embarca-
ción que los atenienses enviaban anualmente a Delos y que reparaban y transfor-
maban en cada periplo bajo el supuesto de que era la¡nisma nave que había conducido
a Teseo a Creta. Véase G. W. Leibniz, Nuevos ensayos sobre el entendimiento huma-
no, trad. J. Echeverría, Madrid, Editora Nacional, 1977.
33. Algunas de las ideas de este escrito se me ocurrieron en la discusión de lapo-
nencia de José M. González titulada «Metáforas: entre la identidad y la diferencia»,
en el seno de un seminario del Centro de Teoría Política de la Universidad Autónoma
de Madrid en febrero de 1995. El texto de dicha ponencia ha aparecido después en La
balsa de la Medusa, 34 (1995), págs. 27-49, con el título «Los riesgos de la autenticidad».
CAPÍTULO 11

DEL SUJETO A LA SUBJETIVIDAD

Duro deseo de durar

Fina Birulés

Decae la subjetividad, se ha afirmado, pero, en tanto esté en en-


tredicho, es también tiempo de ésta. Hablar de tiempo de subjetivi-
dad es situarse en un campo entrecruzado por muchos senderos si
con esta expresión queremos aludir a una categoría de análisis o
a un intento de diagnóstico de nuestra contemporaneidad. Pero ¿de
quién somos contemporáneo/as?, 1 cuando tenemos conciencia de
que el proceso de globalización -resultado de los cambios tecnoló-
gicos y mediáticos- que ha sufrido el mundo no ha significado una
ampliación del mundo, sino su reducción: las distancias han sido
abolidas; donde antes imperaba la lejanía, hay ahora contigüidad
y la proximidad acentúa las diferencias. Kundera, al referirse a lo
que denominó paradojas terminales, afirma que «la unidad de la hu-
manidad significa: nadie puede escapar a ninguna parte».. 2 De
modo que la.aventura, el viaje, como posibilidad de salir de sí hacia
lo otro parece haber devenido imposible y en su lugar sólo halla-
mos una extraña y peligrosa mezcla de seguridades y riesgos. 3 Asi-
mismo, la característica velocidad de los cambios en el mundo mo-
derno, la supresión de las barreras de comunicación, tampoco parece
habernos convertido en ciudadanos y ciudadanas del mundo, sino
en seres desarraigados; ya no hay territorios de familiaridad, sino
atomización, multitud de fragmentos dispersos que combinan fami-
liaridad y extrañeza. Se diría que estamos muy cerca de la perfecta
autoconciencia de toda la humanidad por simultaneidad de lo que
acontece y, de hecho, como señala Vattimo, 4 la intensificación de 'las

l. Pregunta que se formulaba Francisco Fernández Buey en el transcurso de una


conferencia, dictada en Valencia en julio de 1994, con el título de «El día que Marx
leyó a Holderlin y a Leopardi».
2. Milan Kundera, El arte de la novela, Barcelona, Tusquets, 1987, pág. 21.
3. Anthony Giddens, op. cit. en la nota 4 de la Introducción. Véase también Re-
vista de Occidente, n.0 150, «¿Hacia una sociedad del riesgo?», noviembre 1993.
4. G. Vattimo, La sociedad transparente, Barcelona, Paidós, 1990.
224 UNA DIFICULTAD NECESARIA DEL SUJETO A LA SUBJETIVIDAD 225
posibilidades de información sobre la realidad en sus más diversos dida que va adelgazándose el terreno de la experiencia compartible
.aspectos vuelve cada vez menos concebible la idea misma de una y que va creciendo el sentido de desbordamiento con el que vivimos·
realidad. el presente.
En nuestros días sospechamos que la realidad es seguramente Se ha afirmado con frecuencia que el sujeto moderno se mide
mucho menos consoladora e inequívoca de lo que en algúrí momen- por el apetito de lo nuevo, por la apuesta de entender el propio pre-
to el propio pensar moderno había soñado; la ecuación conocimiento- sente como inicio de un irresistible futuro cargado de promesas de
certeza se ha manifestado como un concepto erróneo: nos hemos he- plenitud, no sólo nuevas, sino mejores desde el punto de vista mo-
cho conscientes de que todo pretendido conocimiento es revisable, ral o político. Pero, cuando la producción de novedades se ha con-
de que, como ya sugiriera Popper, la atrevida estructura de las teo- vertido en condición para la pervivencia de lo dado en nuestras so-
rías científicas se eleva sobre un terreno pantanoso; hemos abando-
ciedades, cuando el futuro es el presente, todos los valores apuntan
nado la búsqueda de los fundamentos epistemológicos y los gran-
hacia lo que hay y, entonces, todos valen lo mismo. Pero no es me.-
des metarrelatos de legitimación han mostrado su aspecto falaz. De
nos cierto que la modernidad se ha caracterizado también por la
modo que ninguna versión de la categoría de progreso parece recu-
voluntad de reflexión generalizada, en la que por supuesto, se inclu-
perable como fuente de inteligibilidad. .
ye la reflexión sobre la naturaleza de la propia reflexión. De modo
El desarrollo social moderno se ha caractenzado por la explo-
que el sujeto moderno aunaba en su imagen de sí mismo la capaci-
sión y descomposición de las viejas formas de y de las
dad de acción y de juicio reflexivo en y sobre el mundo.
categorías, por una pérdida irreversible del en la t!adtcton.
La modernidad, y especialmente nuestra modernida.d tardia, apare- Probablemente lo característico de nuestra modernidad tardía
ce al mismo tiempo caracterizada por el adelgazamiento del « es la imposibilidad de esta imagen; el decaimiento de la subjetivi-
cio de la experiencia» y por el progresivo desvanecerse del dad no sólo indica la crisis de este sujeto moderno, sino también
zonte de expectativas». 5 De modo que el pasado ya no arroJ.a la pérdida del mundo -entendida como la separación entre la ri-
sobre el presente, y el futuro, carente de modelos en los que queza de los acontecimientos y la angustia y la miseria de nuestra
rarse, parece haber dejado de ser una promesa cargada de conteni- experiencia. 7 Se diría que, gracias a las nuevas tecnologías de la in-
dos para devenir simplemente amenaza, entre otras cosas, porque formación, la comunicación y la automática, los marcos de nuestra
crece la sensación como afirmaba R. Bodei, 6 de no estar a la altu- vida ordinaria se transforman, nuestra experiencia cotidiana pue-
ra de las tareas de 'previsión y de control que su progresiva de aumentar en intensidad y en contactos no directos con otra gen-
jidad parece exigir. Perdidos, pues, los que. nos. servian te, pero la importancia o sentido últimos de esta experiencia se ma-
para determinar nuestro lugar, ¿cómo conciencia de es- nifiesta irrelevante. Sin embargo, conjuntamente a esta pérdida de
tas pérdidas y la necesidad de reapropiacion? ¿como con cate- experiencia se da una creciente deshomogeneización y una comple-
gorías de comprensión que permitan atravesar la opactdad, carac- jización cultural y social (nuevos estilos de vida, nuevo carácter del
terística de las sociedades postindustriales conformadas Y trabajo, movimientos migratorios ...). 8 La pregunta formulada al
atravesadas precisamente por una dinámica de continuo a;rance principio de estas páginas -¿de quién somos contemporáneos?-
el conocimiento técnico y por un predominio de la presencia de indica una ansia de hacerse con una trama nueva de experiencias
temas abstractos, de mecanismos impersonales? ¿Anhelo de que nos ofrezca la posibilidad de conservar y de innovar. Pero, ¿po-
tividad, cuando, acaso, hemos perdido también el contacto con demos ordenar la experiencia sin volver al pasado? Todo ello se tra-
raíces de la propia modernidad y sólo nos queda el yo plano deltn- duce, si la apuesta no es la de un compromiso vacío con lo efímero
dividualismo narcisista? Un individualismo que aumenta en la me- que parece darse como un continuo en el tiempo «devorador», en
una reconsideración del papel que la mirada hacia el pasado juega
S. Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos histó-
ricos, Barcelona, Paidós, 1993. . 7. Véase G. Marramao, «Política y secularización», en F. Jarauta (comp.), op. cit.,
6. Remo Bodei, «Pensar el futuro: individualismo y valores morales de la en la nota 6 de la Introducción. ·
dad contemporánea», en Cuadernos del Círculo, n.0 1 «Pensar el presente», Madnd, 8. Carlos Thiebaut, «Cosmopolitismo y tolerancia», en Philosophia Malacitana,
1992. Supl. 1, «El giro posmoderno», 1993.
226 UNA DIFICULTAD NECESARIA. DEL SÜJETO A LA SUBJETIVIDAD 227

en la posibilidad de reflexión sobre nosotros mismos. No hay que conceptuales para decir lo nuevo de este nuevo final de siglo. Pero,
olvidar que no es la pérdida de memoria, sino la aparente imposibi- al mismo tiempo y en sus trazos más generales, el propio pensamien-
lidad de adquirirla, lo que parece extenderse como auténtica ame- to postmoderno parece ser un síntoma, un indicio, de la inseguri-
naza para una subjetividad que ha perdido su dimensión de profun- dad ontológica, a la que se refiere Giddens como característica del
didad y que, desde tiempo ha, sabemos frágil, excedida por lo que individuo de la Modernidad radical, individuo del que podría decir-
no puede controlar. se que oscila entre el temor ante riesgos que escapan a su control
y los intentos de reafirmación de su identidad. El pensamiento post-
... no hay que exagerar acerca del moderno parece moverse entre un fuerte pesimismo acerca de la po-
presente, que si nos resulta tan sibilidad de un discurso reflexivo y crítico sobre el presente y una
difícil es porque, entre otras suerte de euforia derivada de su fácil eliminación del sujeto y de
cosas, nos toca vivirlo. . la perspectiva cartesiana. Pero para conseguir un nuevo pensar no
1
MARÍA ZAMBRANO basta con sustituir la perspectiva del Espectador externo, desde la
que miraba el filosófo moderno, por la que se obtiene como resulta-
Quizá sea tiempo de subjetividad, momento de no dejarse llevar do de una especie de danza incontinente, que salta de una a otra de
por «la desesperación cultural monolítica», a la que ya en 1971 alu- las múltiples perspectivas, o como resultado de la invención de in-
día G. Steiner9 y tratar de habérselas con la tarea de mostrar la es- calculables coreografías con el fin de estar en todas partes y no ex-
pecificidad, los intersticios de nuestra Modernidad radical, como cluir ninguna diferencia. 11 Perspectiva de la que cabe sospechar que
también la ha denominado Giddens. Esto es, empezar a tratar de dar aspira a ver «desde todas partes», ¡lo cual no es poco, para una acti-
respuestas a preguntas como: ¿Qué hay de nuevo en este final de si- tud, como la postmoderna, que no sólo se opone al dominio de la
glo en relación con el anterior, que ya comprendió las formas en que racionalidad instrumental, sino que se pretende un ataque radical
la tecnología y la organización social modernas determinaban el des- a las aspiraciones omniabarcadoras de la razón moderna! ¿Un indi-
tino de los individuos y que, en algunos casos, dirigió también la cio de la rebeldía del modelo arrinconado?
sospecha hacia los ideales ilustrados, al poner de manifiesto, por Pero lo cierto es que hemos perdido las respuestas en las que ge-
decirlo brevemente, que la racionalización conlleva tanto emanci- neralmente nos habíamos apoyado y posiblemente las hayamos per-
dido al tiempo que parecemos haber olvidado que originariamente
pación como reificación? 10
Desde un intento semejante, quizás se podría decir que buena se tr.ataba de respuestas a preguntas. Lo cual nos permite señalar
parte de lo que se ha dado en llamar «pensamiento postmoderno» - la tarea que ha de ocupar a un pensamiento que asuma que es tiem-
y que no ha cesado de recordarnos las insuficiencias del moderno po de subjetividad y que no se limite, con el fin de perpetuarse a
concepto de razón, de los grandes metarrelatos de legitimación, de sí mismo, a una mera restauración del viejo concepto de sujeto mo-
derno: retornar a las preguntas, retornar a la interrogación. Como
los ideales emancipatorios por haberse constituido al precio de la
sugería Hannah Arendt, basta con mirar a nuestro alrededor para
supresión de la diferencia, de la exclusión de la alteridad y del des-
ver que estamos de pie en medio de una montaña de escombros de
precio de la heterogeneidad, no haya consistido más que en un re-
los pilares de las verdades más conocidas. El derribo de estos pila-
cordatorio de lo envejecido de ciertas categorías a las que apelába-
res ha corrido principalmente a cargo del propio curso del acaecer
mos para pensarnos y de las dificultades de dar con herramientas
histórico y no sólo de la mera dinámica interna a la historia de las
ideas, con lo que se puede decir que «ya no necesitamos a la crítica
9. George Steiner, En el castillo de Barba Azul, Barcelona, Gedisa, 1991. ni a los hombres sabios para que los sigan sacudiendo». 12 Reflexio-
10. Un interesante intento de señalar las diferencias entre el pesimista diagnós-
tico de Adorno y Horkheimer en la Dialéctica de la Ilustración y el de las teorías
sociales postmodernas se puede leer en Axel Honneth, «Pluralisierung und Aner- 11. Para una crítica de esta actitud, véase Susan Bordo, «Feminism, Postmoder-
kennung. Zum SelbstmissversHindnis postmoderner Sozialtheorien», Merkur, 508, nism and Gender Skepticism», en Linda Nicholson, J., Feminism/Postmodernism, Nue-
Enero 1991 (A. Honneth, The Fragmented World of the Social. Essays in Social and va York, Routledge, 1990.
Political Philosophy, dir. por Ch. W. Wright, Nueva York, State University of New 12. Hannah Arendt, «Sobre la humanidad en tiempos de oscuridad. Reflexiones
York Press, 1995). sobre Lessing», en Hombres en tiempos de oscuridad, Barcelona, Gedisa, 1990, pág. 20.
DEL SUJETO A LA SUBJETIVIDAD 229
228 UNA DIFICULTAD NECESARIA

no cabe una crítica radical que no esté motivada, en última instan-


nar sobre los nuevos interrogantes no tiene por qué conducirnos ne-
cia, por alguna clase de afirmación conocida o desconocida. 17 Y
cesariamente hacia una nueva fundamentación última de lo que so-
está relacionado también con la tarea que aflora, una vez hemos
mos, puesto que sabemos que sólo se puede reconstruir nuestra nave
abandonado la vieja noción de sujeto cartesiano en favor de un su-
en alta mar13 y que nunca es posible mantenerla en tierra firme
jeto encarnado, de un sujeto situado: repensar la antigua distinción
para rehacerla utilizando los mejores materiales. La tarea creativa
entre verdad -ligada al conocimiento y a la ciencia- y opinión -co-
consiste, pues, en aprender a convivir con una contingencia y ambi-
güedad irreductibles, 14 no en ignorarlas o sumirse mansamente a nectada al juicio- y las. relaciones entre ambas. Esto es, la tarea
de afrontar interrogantes como: ¿qué ocurre cuando la verdad (filo-
ellas.
El no ignorarlas quiere decir, entre otras cosas, recoger algunos sófica) aparece en el ágora? 18 o ¿cómo ir más allá de las versiones
hilos con los que empezar a tejer un pensamiento que sepa de su simplistas del contextualismo? Lo cual quizá nos conduzca más allá
precariedad, pero que no renuncie a sí mismo por este motivo. Un de las excesivamente esquemáticas, cuando no simples, afirmacio-
primer hilo tiene que ver con el intento de dar contenido a lo que nes realizadas desde el neopragmatismo a lo Rorty. Rorty sería un
he denominado «pensar sin barandilla». 15 Una tentativa semejante ejemplo de cómo, en los últimos años, la crítica a la epistemología
puede dar sus primeros pasos con la relectura de aquellos textos 16 -a la analítica de la verdad- ha partido de la suposición de que
en los que Foucault se refería a las dos grandes tradiciones de filo- caben sólo dos perspectivas: la de un espectador absolutamente ale-
sofía crítica moderna, cuyo origen situaba en Kant: la analítica de jado y distante del mundo, que mira desde fa perspectiva correcta,
la verdad y la ontología de la actualidad o del presente. Las reflexio- y la de una participante ingenuo y prácticamente incapaz de juicio.
nes más características de la primera tradición han girado en torno Quizá, si lo que constituye el reto es tomar en serio el hecho de que
al problema de las condiciones de posibilidad de todo conocimien- sólo podemos «pensar sin barandilla», habría que cuestionar la idea
to verdadero; la ontología de la actualidad, en cambio, se ha ido ar- según la cual estas dos perspectivas agotan todo el espectro. Con ello
ticulando alrededor de un ethos filosófico que se traduce en crítica quiero decir que la actual necesidad de profundidad; nuestra ansia
permanente de nuestra época histórica o en los intentos de dar res- de inteligibilidad, parece indicar también las insuficiencias de un
puesta a la pregunta: ¿Qué acontecimiento del presente tiene actual- discurso como el postmoderno, más interesado en hacer divulgación
mente sentido para la reflexión filosófica? de la crítica radical que en el trabajq de conceptualización.
La propuesta de retomar esta distinción no significa volver a po- Cierto es que la lechuza de Minerva levanta el vuelo al atarde-
ner el énfasis en lo divergente del curso recorrido por ambas tradi- cer, pero acaso comienza a resultar urgentemente necesario el batir
ciones ni tampoco aceptar sin más que nuestra ansia de inteligibili- de sus alas. ¿Qué significa pensar en una época, como la denominó
dad y de discurso crítico tenga sólo que ver con la ontología de la Rorty, «postfilosófica»? Posiblemente apostar, como ya se ha hecho,
actualidad. En todo caso está relacionada con el hecho de que, ante por una suerte de «impresionismo sociológico», 19 pero también de-
preguntas como ¿desde dónde se realiza la crítica?, nos vemos en morarnos allí donde tendríamos la tentación de precipitarnos. Si,
la necesidad de invitar a la analítica de la verdad a desempeñar al- como hemos visto, el pensamiento postmoderno ha invertido casi
gún papel. Y el llamarla a escena tampoco proviene de un intento todos sus esfuerzos en mostrar la ruptura entre la razón moderna
por restaurar alguna suerte de criterio universal histórico y perma-
nente, sino que, por de pronto, obedece a nuestra conciencia de que 17. Como señalaba Derrida en «Dialogue with Derrida» en Kearnev (comp.), Dia-
logues with Contemporary Continental Thinkers, Manchester, Manchester Univer-
sity Press, 1984, pág. 118 (citado por R. Bernstein en su «El resurgir del pragmatis-
13. Otto Neurath, «Protokollsatze», en Erkenntnis, III, 1932/3, págs. 204-214. mo», en Philosophica Malacitana, suplemento n.0 1).
14. Richard Bernstein, «El resurgir del pragmatismo», en Philosophica Malaci- 18. Hannah Arendt, «Truth and Politics», en Between Past and Future, Nueva York,
tana, supl. 1, 1993, «El giro posmoderno», 1993, pág. 29. The Viking Press, 1968.
15. Thinking without a bannister o Denken ohne Geliinder, tal es la expresión 19. Para usar una expresión que Lukács aplica a Simmel y que Vattimo utiliza
utilizada por Hannah Arendt en un congreso en 1972; véase «Arendt sobre Arendt», para designar buena parte de la filosofía de nuestro presente: Benjamín, Bloch, e
en Hannah Arendt, De la historia a la acción, Barcelona, Paidós, 1995. incluso Habermas («Post-modernidad, tecnología, Ontología», en F. Jarauta, (comp.),
16. M. Foucault, «Qu'est-ce les Lumieres?» Magazine littéraire, n. 0 207, 1984 (trad. Otra mirada sobre la época, citado en la nota 6 de la Introducción, pág. 68).
cast. en Saber y verdad, Madrid, La Piqueta, 1991).
230 UNA DIFICULTAD NECESARIA DEL SUJETO A LA SUBJETIVIDAD 231

y la experiencia contemporánea, también es verdad que, en el mis- ha realizado tanto al pensamiento habermasiano como a las concep-
mo gesto, ha señalado una cara positiva de esta ruptura: el desplie- ciones rawlsianas, apuntan también a la posibilidad de entender la
gue de las particularidades. 20 Y esta cara positiva resta todavía por relación entre universalidad y particularidad como un continuo. 25
pensar. Con ello quiero decir que no basta con enunciarla o con ape- Así, por ejemplo, el hecho de introducir la noción del «otro concre-
lar a las insuficiencias de, por decirlo con Adorno, la lógica de la to» como complemento crítico a la del «otro generalizado», le per-
identidad, sino que una de las tareas que el pensamiento actual ha mite mostrar a los individuos no sólo como sujetos de derecho y,
de asumir es la de temporalizar, de contextualizar las idealizacio- por tanto, iguales, sino también como diferentes en función de su
nes que nos resultan imprescindibles para un discurso acerca de lo singularidad o de su condición de miembros de una cultura o for-
humano atento a las diferencias. Por supuesto que se trata de una ma de vida. Con la idea del «Otro concreto» consigue, por una parte,
empresa que sólo se puede llevar a cabo partiendo de la conciencia evidenciar los límites ideológicos del discurso universalista y abrir
de que es imposible un punto de vista imparcial y de que cualquier una vía para repensar la concepción de la subjetividad moral, y, por
conceptualización lleva las impresiones y el flujo de la experiencia otra, frente a las continuas apelaciones a la pluralidad y la recipro-
a un orden que unifica y compara, y de que, por tanto, todo intento cidad moral, mostrar cómo en la rawlsiana «situación original» y
de aprehensión de lo real deja siempre un remanente que le bajo las condiciones del «velo de la ignorancia», el otro como dife-
excede. 21 rente del yo desaparece. La apuesta que hallamos detrás del pensa-
En este sentido, es tiempo de atender a las diferencias. Efectiva- miento crítico de Benhabid es la de una ampliación de las cuestio-
mente esto implica reconocer la fragmentación, lo inaprehensible, nes éticas relevantes y la de una reconsideración del concepto de
la contingencia de la subjetividad contemporánea, pero ello no es ciudadanía en el marco de un espacio público heterogéneo. 27Se su-
idéntico a apostar por la permanente ambigüedad o por un discur- giere, pues, una concepción de lo público que toma en considera-
so «blando»,l 2 en el que se pretenda hospedar a la alteridad a tra- ción tanto la transformación de la vida pública en las sociedades
vés de construir un museo imaginario de diferencias, donde todos
postindustriales cuanto la crítica al moderno concepto de sujeto y
los objetos serían indiferentemente diferentes, 23 donde todas las
que apunta hacia nuevas formas de pensar nociones como la de iden-
diferencias serían igualmente importantes y por ello mismo su-
tidad o responsabilidad. De modo que se impide que crucemos pre-
perfluas.
cipitadamente la línea entre individualismo y solipsismo o que abo-
Desde este punto de vista se diría que un segundo hilo puede ar-
guemos por algo así como una suerte de «responsabilidad sin
ticularse en torno a las aportaciones que en los últimos años han
hecho algunas filósofas feministas al poner el énfasis en la centrali- fronteras». 27 Esta última expresión acaso dice algo de nuestra ne-
dad de la diferencia de los sexos y al tomar en consideración las con- cesidad de dar algún contenido a términos tales como solidaridad
secuencias }>ráctico-políticas de las críticas al moderno concepto de o responsabilidad, que ligados a la moderna categoría de sujeto y
sujeto y a la política de la emancipación. Desde un enfoque feminis- habiendo quedado afectados por la crisis de ésta, son ahora como
ta de este tipo y siempre atento a las sombras proyectadas por la conchas vacías diseminadas acá y allá en la playa, pero nada dice
vieja política de la emancipación, las críticas que Seyla Benhabid24 acerca de qué nos hacemos responsables -de qué nos hacemos res-

20. A. Honneth, op. cit. en la nota 10.


21. Iris Young, «Imparcialidad y lo cívico público», en S. Benhabib & D. Cornell 25. Carlos Thiebaut, «Cosmopolitismo y tolerancia», en Philosophica Malacita-
(comps.), Teoría feminista y teoría crítica, Valencia, Eds. Alfons El Magm1nim, 1990, na, Suplemento n.0 1, 1993, «El giro posmoderno».
pág. 95. 26. El concepto de lo público heterogéneo lo ha desarrollado otra teórica femi-
22. «No poder escribir ya más allá que en relación con lo fragmentario no es nista que no entiende la fragmentación cultural como un peligro, .sino como una ven-
escribir con fragmentos ... », decía Maurice Blanchot en El paso (no) más allá, Barce- taja positiva. Véase Iris Marion Young, «Polity and Group Difference: A Critique of
lona, Paidós, 1994. the Ideal of Universal Citizenship», en R. Beiner (comp.), Theorizing Citizenship, Nueva
23. Lorenzo C. Simpson, Technology, time, and the conversations of modernity, York, State University of New York Press, 1995 (publicado originalmente en Ethics,
Nueva York, Routledge, 1995, pág. 155. vol. 99, n.0 2, Enero 1989).
24. Seyla Benhabib, Situating the Self. Gender, Community and Postmodernism 27. He tomado esta expresión de El crepúsculo del deber de Gilles Lipovetsky,
in Contemporary Ethics, Cambridge, Polity Press, 1992. Barcelona, Anagrama, 1994.
232 UNA DIFICULTAD NECESARIA DEL SUJETO A LA SUBJETIVIDAD 2.33

ponsables, tanto en el sentido de cuáles son las acciones que reco- pues, en un supuesto conocimiento inmediato de sí. Lejos de la in-
nocemos como propias como en el de qué es lo que deseamos que mediatez del «yo soy» del sujeto moderno, la identidad nunca ha de
perdure y por qué. concebirse como punto de partida, sino como la siempre renovada
capacidad de referirse a sí mismo o a sí misma y al propio actuar
Le dur désir de durer en un mundo.
PAUL ÉLUARD Hay, pues, que tomar en serio los rasgos característicos de la ac-
ción humana, su extraordinaria fragilidad y su falta de fiabilidad, 30
Así, pues, buena parte de los interrogantes que nos deja por pen- lo incierto de su curso. En la medida en que toda acción cae en una
sar el proceso de crítica radical de la razón y a los que parece urgir- trama ya existente de relaciones humanas casi nunca logra su pro-
nos nuestra modernidad tardía son los que se articulan alrededor pósito. Puede afirmarse que el acto más pequeño, en las circunstan-
del complejo contenido de nociones que nos permiten decirnos, re- cias más limitadas, lleva la semilla de la ilimitación e imprevisibili-
ferirnos reflexivamente a nosotros mismos y a nuestro actuar. Dicho dad. 31 Si las cosas son así, cabría preguntarse si tiene algún sentido
contenido se presenta problemático dado que partimos de la banca- seguir hablando de identidad o ¿acaso lo que importa no es la iden-
rrota de las modernas formas que hacían posible tanto la distinción tidad?32 o dicho en otros términos ¿no tendría algo de paradójico
entre lo que hacemos y lo que nos ocurre, como las claves para su sostener que es tiempo de atender a las diferencias y conjuntamen-
inteligibilidad. Dicho con brevedad, si bien hemos asumido el <<fi- te proponer corno uno de los hilos vertebradores de esta atención
nal de la filosofía de la historia» -a través de las críticas postes- el no abandonar precipitadamente la identidad? Pero la misma tra-
tructuralistas al tiempo único y a sus continuidades (el tiempo úni- dición filosófica que señalaría lo paradojico de la propuesta, nos ha
co estalla en una miríada de temporalidades hterogéneas)2 8 y por mostrado que, a menudo, las paradojas resultan productivas.
medio de la más reciente tesis de «el fin de la historia-», todavía La propuesta de articular el tercer hilo en torno a la identidad,
aceptamos que los seres humanos no sólo existen, en el sentido fác- una vez desaparecida la ilusión de una cierta experiencia de mirar
tico, sino que existen de tal manera que tienden a asumir una rela- hacia nuestro interior, donde descubriríamos la identidad de nues-
ción (explícita o implícita) con sus acciones y con su entorno. Esto tro yo, 33 tiene que ver con el hecho de que los interrogantes que ge-
es, perviven una serie de temas ligados a la subjetividad, a la acción nera la pregunta por la identidad permiten vertebrar la reflexión no
y a la comprensión del sentido que merece la pena de plantear. Con sólo acerca de la acción y de su fragilidad, sino también sobre su
lo que el tercer hilo debería tejerse alrededor de una noción como sentido, sobre las palabras con las que acompañarnos nuestro ac-
la de identidad. tuar o con las que, con posterioridad, nos referimos a él; y, por con-
La pertinencia del hilo no disminuye por el hecho de que, desde siguiente, acerca de nuestra relación con el tiempo, con el «duro de-
hace tiempo, sepamos que ya no es posible pensar la identidad del seo de durar».
yo como algo meramente dado o constituido como resultado de las La identidad puede pensarse derivada de los sucesivos intentos
supuestas «continuidades» del sistema de acción individual. 29 Par- de ordenar la experiencia corno propia, de decir el tiempo. Lo cual
timos de un individuo traspasado y excedido por lo que es otro, por permite introducir la idea de que acaso el sentido de una acción esté
fuerzas que no controla, de modo que no puede considerarse como relacionado hasta cierto punto con el carácter que ésta otorga al tiem-
el autor del sentido de sus acciones, sino, en todo caso, meramente po, con el modo corno experimentamos el tiempo en el transcurso
como actor, como agente, la identidad del cual no puede basarse, de la acción y de su relato. En el relato puntuamos el tiempo, por

28. Asistimos a una fragmentación de los tiempos de la memoria. Decía P. Nora: 30. Véase Hannah Arendt, La condición humana, V, Barcelona, Paidós, 1994.
«La memoria es un problema histórico reciente, nuestro problema» (Pierre, Nora, · 31. Hannah Arendt, «Labor, trabajo, acción», en De la historia a la acción, Barce-
Les lieux de mémoire, en La Republique I, Gallimard, 1984). lona, Paidós, 1995.
29. Alessandro Sarte, un personaje de una obra de teatro de Marguerite Yource- 32. «ldentity does not matter» afirma Derek Parfit, en Reasons and Persons, Ox-
nar, comenta: «¡Extraño mecanismo! Todo sucede como si en nosotros hubiera dis- ford University Press, 1984.
tintos órdenes de voluntades» («Dar al César», en M. Yourcenar, Teatro I, Barcelona, 33. Peter F. Strawson, «Yo, mente y cuerpo», en Libertad y resentimiento, Barce-
Lumen, 1984, pág. 46). · lona, Paidós, 1995.
234 UNA DIFICULTAD NECESARIA

ejemplo, a través de marcar momentos de condensación; por medio


del relato decimos los tiempos gramaticales y con ello pavimenta-
mos un presente. 34 Con lo que cabe pensar que la identidad tiene ·
fundamentalmente que ver con la posibilidad de ordenar la expe- NOTAS BIOGRÁFICAS
riencia de nuestro hacer y padecer.
La memoria es una de las formas de generar sentido, de anclar
nuestra vida, protegiéndola del «latigazo casual y sin propósito». 35 ANTONIO AGUILERA. Profesor de filosofía en la Universidad de Bar-
Sin embargo, estamos hablando de un individuo que vive en un mun- celona. Entre sus publicaciones destacan: Hombre y cultura (Trot-
do donde nada acontece más aprisa y más rápidamente que el olvi- ta), «Salvación de la apariencia» (Tecnos), «Lógica de la descompo-
do y donde -como señalaba más arriba- lo que da la impresión sición» (Paidós), «Implicaciones filósoficas de los comienzos de la
de extenderse como una auténtica amenaza para la subjetividad es fotografía (Revista técnica), «El matrimonio entre naturaleza y espí-
la aparente imposibilidad de adquirir memoria. Se ha afirmado que, ritu» (Paidós), «Caracterización de Th. Adorno» (Grijalbo), «Mesia-
en nuestros días, asistimos a una inversión, bajo la presión de la his- nismo utópico y antiutopía en W. Benjamín» (Integral). Ha sido in-
toria inmediata de los media, que hace pasar a gran velocidad de vestigador en las Universidades de Barcelona y Francfort.
la memoria a la historia, de modo que el recuerdo se presenta desli-
gado de su soporte, y con ello es seriamente FINA BIRULÉS. Profesora de filosofía de la Universidad de Barcelo-
Esto indica que nuestra mirada al pasado no se debe sólo a algo na. Ha publicado entre otros artículos: «Micrologías: ¿auge del in-
semejante a un gesto de responsabilidad por legarlo a futuras gene- dividuo o muerte del sujeto?», «Ahitare il presente. Poetica e politi-
raciones, sino que la memoria nos es necesaria para decir nuestro ca, Hannah Arendt», «La especificidad de lo político: Hannah
presente, para decir quiénes somos; un tiempo sin pasado ni futuro Arendt». Editora de Filosofía y género. Identidades femeninas y de
es un tiempo opaco, donde no podemos innovar ni conservar. El tiem- El género de la memoria. Coeditora de En torno a Hannah Arendt.
po de esta subjetividad se dice precisamente en las interrupciones, Ha traducido a Wittgenstein y Hannah Arendt.
en lo imprevisto, en las fracturas, en las fisuras de aquella rutiniza-
ción de lo nuevo que caracteriza nuestra modernidad tardía. Por su- MANUEL CRUZ (Barcelona, 1951) es catedrático de filosofía en la Uni-
puesto la identidad lograda por medio de la narración es frágil y versidad de Barcelona. Autor, entre otros libros, de Narratividad: la
\de una estabilidad inestable, pero, como decía Hans J onas, lo frágil nueva síntesis (Barcelona, 1986), Del pensar y sus objetos (Madrid,
<es, precisamente, aquello de lo que, sobre todo, somos responsables. 1988), Por un naturalismo dialéctico (Barcelona, 1989), Filosofía de
la historia (Barcelona, 1991), ¿A quién pertenece lo ocurrido? (Ma-
drid, 1995) y compilador de los volúmenes Individuo, modernidad,
historia (Madrid, 1992), En torno a Hannah Arendt (Madrid, 1994)
y Acción humana: los debates abiertos (Barcelona, en prensa), ha pu-
blicado asimismo introducciones a Wittgenstein (Conferencia sobre
ética) y Hannah Arendt (La condición humana y De la historia a la
acción). Dirige las colecciones de filosofía Pensamiento Contempo-
ráneo y Biblioteca del Presente (ambas en Paidós).

ROMÁN G. CUARTANGO (Santander, 1958) es profesor ayudante en el


departamento de Historia de la Filosofía, Estética y Filosofía de la
Cultura de la Universidad de Barcelona. Doctor por esta misma Uni-
versidad con una tesis titulada «Reflexión y método. Estudio de las
34. Paul Ricoeur se refería al relato como guardián del tiempo. determinaciones reflexivas en la ''Ciencia de la Lógica" de Hegel»,
35. Virginia Woolf, Momentos de vida, Barcelona, Lumen, 1982. es autor, entre otros, de los siguientes trabajos: «La tarea de la "in-
TIEMPO DE SUBJETIVIDAD
NOTAS BIOGRÁFICAS 237
ter,r,retación" como actividad reflexiva del pensar» (1993),
«Dialogo con la tradiciÓn. El análisis filosófico-lingüístico de E: Tu- tense de Madrid. Traductor al castellano de autores de filosofía con-
genha:». (19?3), «La.narración que enseña a decir "sí"» (1994), «La' temporánea como F. J ameson, M. S erres, E. Levinas o G. Deleuze,
metahsica y la ciencia como actividad pura» (1994) es autor de los libros Transversales. Texto sobre los textos (Anagra-
Y «La capacidad de JUICIO y la apariencia estética» (1995). ma, Barcelona, 1977), La Metafísica. Preguntas sin respuesta y pro-
blemas sin solución (Montesinos, Barcelona, 1989), La Banalidad
J?SÉ M?íA GONZÁLEZ (1950) ha sido profesor en la Facultad de Cien- (Anagrama, Barcelona, 1989), Deleuze. Violentar el pensamiento (Cin-
Cias Pohticas y Sociología y en la de Filosofía de la Universidad Com- cel, Madrid, 1990), Sobre los Espacios. Pintar, escribir, pensar (Ed.
e investigador invitado en las Universidades de Heidelberg, del Serbal, Barcelona, 1991) y Las formas de la Exterioridad (Pretex-
Berl.In Y Cons:anza. En la actualidad es Investigador Científico del tos, Valencia, 1992, finalista del Premio Nacional de Ensayo). Prepa-
de ,F.Ilosofía del _CSIC. Ha trabajado en los campos de la ra actualmente el ensayo La Intimidad, que publicará Paidós en su
f:losoha pohtica y la teona sociológica, centrando su interés en la colección «Biblioteca del Presente».
hgu.ra ?e Max Weber. Entre sus libros destacan La sociología delco-
nocu:uento, hoy (Espejo, 1979), La máquina burocrática. Afinidades NICOLÁS SÁNCHEZ DURÁ. Profesor titular de Filosofía del Departa-
electtvas entre Max Weber y Kafka (Visor, 1989) y Las huellas de Faus- mento de Metafísica y Teoría del Conocimiento de la Universitat de
to. La herencia de G_o.ethe en la Sociología de Max Weber (Tecnos, Valencia. Obtiene la beca Fleing del Brisith Council y es Recognised
19.92). Junto .con Espinosa y Cristóbal Torres ha pu- Student en la Universidad de Oxford (UK) en los años 1983 y 1984.
blicado Soctologta del conoctmtento y de la ciencia (Alianza, 1994). Ha publicado diversos artículos sobre filosofía moderna; entre otros,
«Locke y Descartes: dos posiciones respecto al problema del escep-
LóPEZ PETIT (Barcelona 1950) es profesor titular de Bis- ticismo», en Cuadernos de Filosofía y Ciencia, n.0 9/10, 1986, o «Esen-
tona de la Filosofía en la Universidad de Barcelona. Ha publicado cia y experiencia en la Filosofía Naturallockeana», en Acerca de Witt-
el libro Entre el Ser y el Poder (Madrid 1994), y otros genstein, V. Sanfélix (comp.), Pretextos, Valencia, 1993, y «Miradas
escntos, en Archipiélago, etc. Su reflexión, que aúna fulgurantes y traductores caritativos», en Mirar con Cuidado. Filo-
ontologia Y pohtica, Intenta contribuir a la construcción de un pen- sofía y Escepticismo, Pretextos, Valencia, 1994, volumen del que es
samiento crítico radical. co-editor junto a Julián Marrarles, son algunas de sus publicacio-
nes recientes.
c.ARWS MOYA es Doctor en Filosofía por la Universidad de Valen-
Cia. En la es profesor titular de Filosofía en el Departa- ANTONIO VALDECANTOS (Madrid, 1964) es doctor en Filosofía por la
mento de ·Metafisica y Teoría del Conocimiento de dicha Universi- Universidad Autónoma de Madrid, donde enseña filosofía moral y
dad. , sido becario de la Fundación Juan March, del Plan de política. Autor de varios ensayos y artículos sobre cuestiones de éti-
Formacion de Personal Investigador y de la Conselleria de Cultura ca, historia de las ideas, teoría política y filosofía de la historia y
de la Ge.r:eralitat Valenciana, así como «Honorary Research Fellow» de la acción. Ha coordinado recientemente, junto con Roberto R. Ara-
en la Universidad de Birmingham. Es miembro de la Junta Directi- mayo y Javier Muguerza, el volumen colectivo El individuo y la his-
va de la Society for Analytic Philosophy» y presidente toria. Antinomias de la herencia moderna (Barcelona, Paidós, 1995)
.de la Sociedad Española de Filosofía Analítica. Entre sus pu- y tiene en preparación un libro sobre el ideal contextualista en la
se cuentan The Philosophy of Action: An Introduction filosofía moral contemporánea.
Press, Cambridge, 1990) e «Introducción a la filosofía de Da-
mundo y acción», en D. Davidson, Mente, ntundo y ANTONI VICENS es psicoanalista miembro de la Escuela Europea de
acezan (Paidos, Barcelona, 1992). · Psicoanálisis, doctor en Filosofía y profesor en el Departamento de
Filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es autor de La-
JOSÉ PARDO es catedrático de bachillerato y profesor asociado can en el psicoanálisis y actualmente prepara un libro sobre la obra
de Estetlca en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complu- de J acques Lacan.
238 TIEMPO DE SUBJETIVIDAD

GERARD VILAR (Barcelona, 1954) estudió filosofía en Barcelona y en


Francfort. Actualmente es profesor del Departamento de Filosofía ·
de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es autor de los libros Rao
i marxisme (1979), Discurs sobre el senderi (1986), Les cuites de l'home
actiu (1990) e Individualisme, etica i política (1992). Ha colaborado
en diversas obras colectivas como La herencia ética de la Ilustración
(1991), la Historia de la ética (1992), Figuras dellogos (1994), o la His-
toria de la estética contemporánea (1996). Es también autor de edi-
ciones y traducciones en lengua catalana de obras de Kant, Marx
y Habermas.

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