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Conclusión

Se puede concluir que con Hegel se inaugura una nueva etapa de la


historia de la filosofía. Su crítica se dirige hacia aquella ciencia que
pretende aprehender como verdadero sólo lo absoluto, sin reflexionar
siquiera si esto es posible, o si realmente lo único posible es conocer
aproximaciones verdaderas hacia lo absoluto. Esta ciencia está
representada por la tradición metafísica, tal como la representaba la
escolástica medieval. Según Hegel, el Idealismo -principalmente el
kantiano- representa un avance respecto de la dogmática de los filósofos
escolásticos ya que no da por supuestos aquellos objetos no aprehensibles
por medio de la estética trascendental kantiana, pero al mismo tiempo
esto le impide conocer el desenvolvimiento dialéctico de la realidad
misma. Esto quiere decir, aquellos objetos que no se presentan a la
sensibilidad trascendental no pueden ser –según Kant- aprehensibles, ya
que la razón se perdería en antinomias, porque aquí el sujeto sólo es
capaz de adquirir conocimiento de los fenómenos, es decir, de lo que se
manifiesta para un sujeto. Pues bien, Hegel nos dirá, que esta misma
razón no se pierde en contradicciones ante aquello que no se presenta en
la experiencia (noúmenos), sino que aquí es cuando ante esas
contradicciones la razón se vuelve dialéctica. La Verdad en tanto Absoluto
no nos es alcanzable, pero dialécticamente podemos avanzar con
conocimientos verdaderos aun no conociendo de manera absoluta. Por
ello tenemos prescindir del conocimiento concebido como instrumento o
médium propio del “temor a la Verdad”, y pensar que tanto el
conocimiento como lo Absoluto son palabras a las que hay que empezar
por encontrarles significado.

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