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Leyenda de Guatavita

Todo comenzó en la aldea de Guatavita, poblado lacustre de la Laguna del mismo nombre, ubicado
más o menos a 50 kilómetros al norte de Bogotá.
El rey de Guatavita cayó profundamente enamorado de una bonita mujer joven de la tribu vecina.
La esposó y tuvieron una hija. Pero el rey se consagró mucho a su función, dejándose ir al libertinaje,
engañando y olvidando a su esposa. Ésta, sintiéndose abandonada se desesperaba.
Sin embargo, los dos esposos amaban profundamente a su hija.

Un día, en una gran fiesta, la reina se enamoró de un bello y joven guerrero. Enamorados uno del otro,
comenzaron a exhibirse mofándose de la vigilancia del rey.

Estos encuentros ilegítimos terminaron por ser conocidos por aquel que no tardó en sorprenderles.
El guerrero fue hecho prisionero y sometido a terribles torturas, hasta que se le quitó el corazón.
Esa misma noche se organizó una gran fiesta en honor de la soberana, en la que se le ofreció el
corazón de su amante.
De repente, el ambiente festivo dejó lugar a un gran silencio cuando resonó el grito de terror de la
reina. El tinte pálido como una muerta y con el corazón magullado fue a buscar a su hija antes de
hundirse precipitadamente en las tinieblas. Sin reflexionar un solo instante, se tiró en la laguna sagrada
de Guatavita.

Los sacerdotes se apresuraron a transmitir la noticia al monarca ebrio que, loco de dolor y lleno de
remordimientos quiso expiar la muerte de su esposa, pidiendo consejo a los sacerdotes de confianza
estos le dijeron que su mujer vivía todavía y que habitaba en un hermoso palacio situado en el fondo
de la laguna; que su alma estaría salvada si le ofrecía todo el oro del mundo.

Así lo hizo durante varias veces al año. Los indios portaban las ofrendas y las lanzaban al agua,
siempre de espaldas, mientras el cacique se desnudaba y cubría su cuerpo de un pegamento natural.
Se rociaba con oro en polvo, luego subía a una balsa y se internaba hasta el medio de la laguna donde
se entregaba a lamentos y oraciones. Después se bañaba para dejar el oro en polvo que cubría su
cuerpo. El ritual se repitió sucesivamente de manera infinita.

Y así fue como comenzó la leyenda del Dorado, La gran imaginación de los conquistadores, los llevó
a ver en sus delirios, un brillante pueblo con calles y casas de oro, los conquistadores más ambiciosos
perdieron su paciencia, y algunos la vida, por encontrar este legendario tesoro.
Bachué
La laguna de Iguaque, caracterizada por su paisaje frío, alguna vez se llenó de flores y plantas de
colores, el agua comenzó a burbujear como si hirviera y apareció una hermosa mujer delgada, de
cabello largo y esbelta. En su brazo derecho tenía un niño de cinco años. Caminaron sobre el agua
hasta la orilla. Eran Bachué y su hijo, venían a poblar la tierra.
Cuando el niño creció y fue un hombre contrajo matrimonio con Bachué, tuvieron muchos hijos, pues
en cada parto tenía cuatro, cinco, seis hijos y hasta más. Primero se instalaron en la sabana y
después recorrieron todo el imperio Chibcha. Poblaron cada rincón con sus hijos. Bachué enseño
preceptos como la paz y la convivencia a los primeros pobladores, les enseñó a cazar, cultivar,
respetar las leyes y adorar a los dioses. Su esposo entrenó guerreros y les enseñó los valores de la
vida.
Cuando Bachué consideró que la tierra estaba lo suficientemente poblada, dispuso todo para volver
a la laguna de Iguaque. Acompañada por una multitud, regresó al sitio del que salió y en compañía
de su esposo se lanzó al agua y desaparecieron.
Tiempo después Bachué y su esposo se convirtieron en una serpiente que salió a la superficie y la
recorrió en presencia de todos, dejando como mensaje que siempre los acompañarían.
La laguna de Iguaque se convirtió en un lugar sagrado y allí se celebraban ceremonias en honor a
Bachué
Según otras versiones, fue convertida en Chía (Luna) para acompañar a Sua (Sol) y como tal era
venerada.

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