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El concepto de falso self - Importancia en la clínica psicoanalítica actual

Autora: Álvarez Martínez, Melba


En el presente trabajo se muestra una breve revisión bibliográfica sobre el concepto de falso self,
desarrollado por D. Winnicott en 1965. Se describe al Yo, instancia psíquica descrita por Freud en 1923
y se incluye la definición de self. Winnicott describe al falso self (medio de no ser uno mismo) como
una distorsión de la personalidad que consiste en desarrollar desde la infancia una existencia ilusoria
con el fin de proteger, por medio de una organización defensiva, al verdadero self; plantea cinco
niveles del falso self ubicando en uno de ellos a la patología esquizoide, en la que el falso self se
establece como única realidad. Explica el papel de la madre y su influencia en la formación de esta
organización defensiva e introduce términos como holding y madre suficientemente buena. Además,
señala las dificultades en la relación terapéutica con pacientes que poseen falso self y propone
alternativas para el tratamiento. Al final, se ejemplifica la instauración del falso self en un niño de 6
años de edad y se muestran algunas reflexiones e implicaciones en la clínica psicoanalítica actual.

Introducción

La clínica psicoanalítica actual impone nuevos retos a los psicoanalistas, tanto a los que se
dedican a la práctica privada como a los que colaboran en instituciones de salud pública. Es
por ello que, cada vez más, encontramos publicaciones de textos psicoanalíticos en los que
se reflexiona sobre este tema y en los cuales existen aportaciones teóricas y técnicas muy
valiosas.

Algunos autores como Salamonovitz (2007) refiere que


“la clínica psicoanalítica actual nos pone ante un enorme reto: transitar del silencio a la palabra. Frase
que insiste no solo a lo largo de nuestros consultorios sino como consigna que acompaña a los
alarmantes procesos sociales que estamos viviendo. Las adicciones, las violencias, las depresiones,
las enfermedades psicosomáticas y las narcisopatías, males a los que propongo agrupar bajo el
nombre de enfermedades del silencio constituyen un problema de dimensiones numéricas tan grande,
que no solo son el principal componente en nuestra clínica psicoanalítica, sino que conforman algunos
de los problemas más apremiantes en salud pública que enfrenta la humanidad” (p.1).

Otros autores como Recalcati (2008) afirman que las anorexias, las dependencias, las
psicosis, incluyendo la psicosomática, forman parte de la clínica del vacío; otros más, como
Chamizo (2009) mencionan que las adicciones, la psicosis, la psicosomática así como los
denominados “trastornos de la alimentación” (anorexia y bulimia) pertenecen a la clínica del
narcisismo.

Así, se ha optado por agrupar a los padecimientos actuales bajo diferentes nombres:
enfermedades del silencio, clínica del vacío y clínica del narcisismo. Sin embargo, pese a la
diferencia de nombres, se observa que los tres coinciden en señalar que dichos
padecimientos tienen que ver con vicisitudes del narcisismo.

Recalcati (2008) explica que


“con la tesis de la existencia de una clínica del vacío no se pretende definir una nueva estructura, sino
un aspecto crucial de la clínica psicoanalítica contemporánea. Los denominados “nuevos síntomas”
(anorexia y bulimia, toxicomanía, ataques de pánico, depresión, alcoholismo) aparecen como
efectivamente irreductibles ante la lógica que preside la constitución neurótica del síntoma. En este
sentido, aunque no se refiera a las personalidades borderline, es en sí misma una clínica borderline, en
la medida en que asume posiciones del sujeto que son difícilmente descifrables recurriendo al binomio
neurosis-psicosis y en la medida en que afronta una declinación del síntoma que no puede reducirse al
esquema clásico del retorno metafórico de lo reprimido. Los nuevos síntomas parecen definirse no
tanto a partir del carácter metafórico, enigmático y cifrado que adquiere el retorno de lo reprimido como
agente de la división del sujeto, cuanto más bien a partir de una problemática que afecta directamente
a la constitución narcisista del sujeto” (p. 11).

Agrega que la dimensión de las problemáticas narcisistas se sitúa en el centro de la clínica


del vacío y que éste es el punto teórico en el que se puede ubicar la teoría de Otto Kernberg
sobre las personalidades borderline como sujetos de síntoma débil, en los que el
sufrimiento, no ligado por la metáfora sintomática, se concretiza en la “dispersión de la
identidad” y en la experiencia de un “vacío crónico” que atenta contra la continuidad misma
del sentimiento de la propia existencia.

Explica que la sensación de irrealidad, de falta de afectividad, de inexistencia define también


las personalidades “como si” de Helene Deutsch y “falso self” de Donald Winnicott: la
adaptación social se configura como una interpretación desobjetivada de un papel que trata
de compensar o de enmascarar un vacío fundamental en la constitución narcisista del
sujeto.

Así, Recalcati (2008) sugiere que la clínica del vacío es también una clínica de las
máscaras, pero que la importancia de la máscara no está en relación con el juego histérico
de las identificaciones, más bien en esta clínica del vacío la máscara está encaminada a
hacer que el sujeto exista en su ser; la máscara no funciona como un recubrimiento fálico
del sujeto, sino como institución del sujeto que no existe, como cobertura de su vacío de ser
fundamental.

Por lo anterior, surge el interés por retornar a Donald W. Winnicott y revisar las hipótesis
teóricas que formuló gracias a su extensa labor clínica (tanto como pediatra y como
psicoanalista) ya que, como he podido corroborar últimamente en publicaciones y
conferencias recientes de algunos psicoanalistas, varios de sus conceptos están cobrando
actualidad y relevancia en la práctica clínica. Así, el objetivo de este trabajo es presentar una
breve revisión bibliográfica sobre el concepto de falso self, desarrollado por Winnicott en
1965 así como una síntesis de algunos otros términos. Además, se exponen las dificultades
en la relación terapéutica con pacientes que poseen falso self así como las alternativas de
tratamiento que propuso este autor y, por último, se ejemplifica, por medio de la descripción
de un caso clínico, la instauración del falso self en un niño de 6 años de edad.

El yo y el self

Para definir el Self, primero se tiene que revisar el concepto de Yo debido a que ambos se
relacionan, sin embargo, teóricamente hay que distinguirlos.

En la introducción del texto “El yo y el ello” Freud, S. (1923) menciona que en su primera
premisa estableció una diferencia entre lo consciente e inconsciente; lo consciente es un
término descriptivo que se basa en la percepción más inmediata, es decir, un elemento
psíquico (por ejemplo, una percepción) no es, duraderamente consciente. Al contrario, la
conciencia es un estado transitorio. Así, Freud aseguró que una representación consciente
en un momento dado no lo es ya en el inmediato siguiente, aunque pueda volver a serlo
bajo ciertas circunstancias.

Afirmó que el concepto de inconsciente partía de la teoría de la represión y que lo reprimido


es el prototipo de lo inconsciente. Definió dos tipos de inconsciente: lo inconsciente latente,
capaz de conciencia, y lo reprimido, incapaz de conciencia; a lo latente lo nombró
preconsciente y dio el nombre de inconsciente a lo reprimido. Todo lo reprimido tiene que
permanecer inconsciente, sin embargo no integra por sí solo todo el contenido de dicho
sistema; lo reprimido es entonces una parte del inconsciente, el inconsciente reprimido,
según Freud (Tallaferro, 2002).

Freud (1923) señaló que estas diferenciaciones (inconsciente, preconsciente y consciente)


eran insuficientes para la labor psicoanalítica debido a que existe en el individuo una
organización coherente de sus procesos psíquicos, la cual es considerada como su Yo; este
Yo integra la conciencia, la cual controla el acceso a la motilidad, es decir, la descarga de las
excitaciones en el mundo exterior. El Yo es la instancia psíquica que vigila sus propios
procesos, que ejerce la censura onírica y también del Yo parten las represiones. Además,
con base en las resistencias que opone el Yo a todo contacto con lo reprimido, comprobó
que en el Yo existe también algo inconsciente, es decir, una parte del Yo (cuya amplitud es
imposible fijar) es inconsciente.

Menciona que el Yo es una parte del Ello modificada por la influencia del mundo exterior,
transmitido por el P-Cc (sistema percepción consciente). El Yo se esfuerza en transmitir al
Ello dicha influencia del mundo exterior y aspira a sustituir el principio del placer, que reina
sin restricciones en el Ello, por el principio de la realidad. El Yo representa lo que la razón o
la reflexión, opuestamente al Ello, que contiene las pasiones. Así, la importancia funcional
del Yo está en el hecho de regir los accesos a la motilidad, sin embargo, a veces el Yo se ve
forzado a transformar en acción la voluntad del Ello.

Así, para Freud al nacer carecemos de un Yo, sin embargo, otros autores argumentan que
desde el nacimiento existe un Yo prematuro. Como es el caso de M. Klein citada en Michaca
(1987), quien señaló que al inicio de su desarrollo el Yo se encuentra sometido a la presión
de las situaciones tempranas de ansiedad y como aún es débil está expuesto, por un lado, a
las exigencias del Ello y, por otro lado, a las amenazas del Superyó y debe ejercer su poder
para satisfacer a ambos. La principal labor del débil e inmaduro Yo del niño pequeño es
dominar la presión de la ansiedad. Klein decía que en ciertos casos, dicha presión puede ser
tan fuerte como para detener por completo el desarrollo del Yo.

Afirmó que la ansiedad estimula el desarrollo del Yo debido a que, en sus esfuerzos por
dominar la ansiedad, el Yo del niño se apoya en sus relaciones con los objetos y con la
realidad. Para Klein, el concepto de instinto es importante en la elaboración de sus teorías;
concibe las fantasías inconscientes como la expresión mental de los instintos y señala su
presencia desde el inicio de la vida. Para ella, la formación de las fantasías es una función
del Yo; es la expresión instintual a través del Yo, lo cual significa que éste puede
formar relaciones objetales primitivas impulsado por los instintos y por la ansiedad. Las
fantasías inconscientes determinan la interpretación de la realidad, sin embargo, ésta influye
de manera secundaria en ellas; la fantasía también tiene funciones defensivas, ya que la
gratificación derivada de ella contrarresta la frustración del mundo externo. Así, Klein hace
surgir al Yo como estructura desde el principio de la vida y señala la aparición del Superyó
entre los seis y nueve meses ubicando la existencia de la triangularidad edípica a partir de
dicha edad.

En Winnicott (1991) también se encuentra esta idea de un Yo prematuro ya que menciona


que sólo a partir de la no-existencia, la existencia puede comenzar; aun antes del
nacimiento y, en su transcurso, puede ser movilizado el apercibirse un Yo prematuro; pero el
individuo no puede desarrollarse a partir de una raíz yoica si ésta se encuentra separada de
la experiencia psicosomática y del narcisismo primario; en este punto se inicia la
intelectualización de las funciones yoicas. Además, todo esto es temporalmente anterior al
establecimiento del self.

Agrega que al comienzo el Yo del bebé es débil y será extremadamente débil si no hay un
ambiente facilitador. No obstante, en casi todos los casos la madre o figura materna brinda
el soporte del Yo, y si lo hace suficientemente bien el Yo del bebé será fuerte y tendrá su
propia organización. La madre está en condiciones de brindar este soporte al Yo del bebé
gracias a su capacidad y disposición para identificarse temporalmente con él. Se debe
distinguir la capacidad de la madre para identificarse con su bebé, conservando su
autonomía y el estado en que el bebé no ha emergido aún de la dependencia absoluta. Sólo
gradualmente el bebé separa lo que es “distinto de mí” de lo que es “parte de mí”.

En otro texto, Winnicott (1965) afirma que la capacidad para estar solo constituye un
síntoma de madurez; dicha capacidad tiene como base las experiencias infantiles de estar a
solas en presencia de alguien. Estas experiencias pueden tener lugar en una fase muy
temprana, cuando la inmadurez del Yo se ve compensada por el apoyo del Yo proporcionado
por la madre. Con el tiempo, el individuo introyecta a la madre sustentadora del Yo y de esa
manera se ve capacitado para estar solo sin necesidad de buscar con frecuencia el apoyo
de la madre.

Menciona que el Yo puede utilizarse para describir la parte de la personalidad que, dadas
ciertas condiciones, queda integrada en una unidad. Agrega que, en las primeras fases del
desarrollo de un niño, la funcionalidad del Yo debe tomarse como inseparable del de la
existencia de la criatura en tanto que persona. Afirma que no hay Ello alguno antes del Yo y
solamente partiendo de esta premisa es posible justificar el estudio del Yo. Para este autor,
el Yo se ofrece para ser estudiado mucho antes de que la palabra self resulte pertinente;
esta palabra aparece después de que el niño haya empezado a utilizar su intelecto para
mirar lo que los demás ven, sienten u oyen y lo que conciben cuando se encuentran con su
cuerpo infantil.

Menciona que el desarrollo del Yo se caracteriza por las siguientes tendencias:

1. La principal tendencia del proceso de maduración se concentra en los diversos


significados de la palabra integración. La integración en el tiempo se suma a lo que se
puede llamar “la integración en el espacio”.

2. El Yo se basa en un Yo corporal, pero es sólo cuando todo va bien que la persona del
bebé empieza a ir enlazada con el cuerpo y sus funciones, con la piel en su cometido de
membrana restrictiva. A este proceso lo describió como personalización, ya que el término
despersonalización indica la pérdida de una estrecha unión entre el Yo y el cuerpo,
incluyendo los impulsos y las satisfacciones del Ello.

3. El Yo inicia la relación objetal. Con un buen cuidado materno al principio, el bebé no


se halla sujeto a las satisfacciones instintivas salvo en la medida en que exista la
participación del Yo. En este sentido, se trata menos de una cuestión de dar satisfacción al
bebé que de permitirle encontrar y adaptarse por sí mismo al objeto (seno, biberón, leche,
etc.).

Por otro lado, en cuanto al término self, sus traducciones son diversas: yo, sí mismo, uno
mismo, ser, persona, personalidad, etc. Sin embargo, se ha preferido conservar el vocablo
inglés “self”. Los diccionarios lo definen como adjetivo y sustantivo que alude a esencia o
individualidad. Además es un prefijo traducible por “auto”, como en self-
esteem (autoestima), self-containment(auto-contención), etc. Este uso demuestra lo reflexivo
del término y, por lo tanto, alude a la posibilidad de acceder a la conciencia de sí.

Grinberg y Grinberg (2000) mencionan que la palabra “self” se utiliza como pronombre y
adjetivo pronominal, tiene el sentido del latín “ipse” (sí mismo) y en relación con un
sustantivo o pronombre, indica que la referencia se hace a la persona o cosa nombrada y no
a otra. Estos autores recomiendan utilizar la palabra Yo cuando se refiera a la estructura
psicoanalítica descrita por Freud; y self cuando se refiera a la persona total. En general los
autores que han explicado el término self lo traducen como “sí mismo”; a continuación se
revisan algunas de estas definiciones.

Para Sullivan (citado en Cueli, Reidl, Martí, Lartigue y Michaca, 1997), el sistema del
self surge como resultado de la ansiedad vivida por el niño; dicho sistema mantendrá seguro
al sujeto, alejado de la tensión. En el niño, conformarse a las reglas sociales de sus padres
le evita la ansiedad; no conformarse, la produce. La ansiedad da como resultado tensión y
ésta es dolorosa. Como solución, el niño creará una forma de hacer las cosas con base en
lo establecido socialmente, pues sucede que muchas veces este sistema del self, no
corresponde al self real. Cuando se percibe que el sistema del self creado evita la ansiedad,
se puede aislar del self real que, con frecuencia, puede estar en contra de lo que el sistema
del self hace para conformarse a la sociedad. Este sistema del self tiende a persistir y a ser
reforzado a medida que transcurre la vida debido a que disminuye las tensiones. En
ocasiones este self y sus demandas de conformidad no están de acuerdo con el self real. La
personalidad continúa usando el sistema del self, en especial para protegerse de la crítica
proveniente del self real. Cuanto mayor sea la distancia que separa a estos sistemas, el
real y el creado, éstos se vuelven más complejos e independientes como medios de defensa
contra la ansiedad, y si esta distancia se hace aún más grande, se puede desarrollar
un estado esquizoide.

Sullivan afirmó que algún tipo de sistema del self era esencial para evitar o, por lo menos,
para reducir la ansiedad del mundo en que vivimos. Postuló siete etapas del desarrollo
(infancia, niñez, etapa juvenil, preadolescencia, adolescencia temprana, adolescencia tardía
y adultez) durante las cuales el sistema del self se va estableciendo.

Por otra parte, Horney (1990) consideró que cada individuo, al partir de su self real o actual,
desea lograr una realización completa de todas sus necesidades para alcanzar el máximo
de su desarrollo, y que esto es un sentimiento universal. Para alcanzar esta autorrealización,
el hombre debe poseer un self idealizado al que pueda seguir como modelo; el problema es
que en muchas ocasiones dejará a un lado la meta de la autorrealización, para concentrarse
en actividades y conductas que correspondan más a su self ideal que al otro. Cuando esto
sucede, el individuo está luchando por alcanzar una meta inaccesible y, al ver frustrada esta
lucha por no lograr su objetivo, aparecerán las conductas neuróticas, perdiendo así la
posibilidad de regresar a la espontaneidad del self real, y alejándose cada vez más de éste
para dedicarse a seguir la imagen de lo que le gustaría ser. Cuanto más se aparte el hombre
del self real tratando de acercarse a metas ilusorias, más conflicto interno se producirá y, por
tanto, se manifestará la conducta neurótica, como último intento de resolución a los
conflictos creados. De esta forma, cuando el individuo pierde su espontaneidad, su self real
se enferma y se trastorna emocionalmente.

Kohut (citado en Michaca, 1987) elaboró un nuevo modelo teórico en el que enfatizaba el
self y el narcisismo, creando así una nueva clasificación de las perturbaciones mentales.
Kohut señala que la libido narcisista (aquella que carga al self) y la libido objetal (aquella que
carga a los objetos) poseen un desarrollo independiente; supuso que el narcisismo sufre una
evolución paralela e independiente de la libido objetal. El resultado del desarrollo pulsional
es la estructura de la mente en el Ello, Yo y Superyó, y el del desarrollo del narcisismo es el
self. También plantea que para la maduración el self utiliza ciertos objetos del medio
ambiente con los que establece relaciones que Kohut denominó objetos del self (selfobject).
El self del niño se establece como consecuencia de las respuestas empáticas de los padres.

Para, Kohut (1977) la empatía es la capacidad de penetrar con el pensamiento y el


sentimiento en la vida interior de otra persona, es nuestra capacidad de vivenciar, en todo
momento de la vida, lo que otra persona vivencia, aunque por lo común en un grado
atenuado. Agrega que la empatía se dirige hacia la experiencia subjetiva del paciente con lo
que los afectos del paciente adquieren automáticamente una especial relevancia, en
particular aquellos afectos que tienen que ver con la self-experiencia, es decir la experiencia
que el paciente tiene de sí mismo, su sentimiento de sí. Kohut prestó atención al grado de
cohesión que puede tener el self, es decir al amplio abanico de experiencias subjetivas que
podemos tener de nosotros mismos.

En un extremo de este abanico estarían los sentimientos de cohesión y fortaleza para


enfrentar dificultades, las vivencias de seguridad y consistencia, la autoestima, la confianza
en las propias capacidades, etc. En el extremo opuesto estarían las vivencias de
fragmentación del self o de depleción y vacío: vivencias subjetivas de rotura o
desmoronamiento, de pérdida de la vivencia de cohesión y consistencia, sentimiento de
muerte emocional y desvitalización, etc. (estos sentimientos serían equivalentes a los que
experimenta una persona que posee un falso self).

De acuerdo con este autor, las teorías pulsionales suelen estimular en el terapeuta un
esfuerzo para desenmascarar lo que está escondido, para resolver jeroglíficos en los que los
derivados pulsionales se hallan disfrazados, de manera que las defensas y resistencias se
conviertan en enemigos a derribar. Por el contrario, el énfasis en la comprensión empática,
incita a que el terapeuta logre crear un marco relacional óptimo con su paciente para que
éste despliegue sus afectos (es decir, su “self nuclear”) durante el proceso analítico.

Esta idea kohutiana del self nuclear, que necesita de un entorno empático adecuado para
desarrollar sus potencialidades, es muy parecida a la conceptualización de Winnicott acerca
del “verdadero self”.

Además, Kohut (1977) descubrió que los pacientes recurrían a tratamiento psicoanalítico
con el objetivo de mejorar su sentimiento de sí; la necesidad de los pacientes de encontrar
en el analista un objeto relacional que mejore su sentimiento de sí, que cohesione su self,
desembocó en su conceptualización del selfobject. El selfobject es todo aquel objeto que al
ser vivido intrapsíquicamente suministra la experiencia de cohesión del self (o del
sentimiento de sí) y de continuidad en el tiempo. El selfobject fortalece al self aportando
aquellas funciones de las que éste no dispone.

Finalmente, para este autor la inmersión empática en el sentimiento que el paciente tiene de
sí mismo hace que el afecto de la vergüenza adquiera gran protagonismo. La vivencia de
pérdida de cohesión del self se acompaña de un sentimiento de vergüenza; decía que
la Psicología del self se ocupa del hombre trágico (cuyo principal afecto es la vergüenza),
mientras que el psicoanálisis clásico se ocupa del hombre culpable (énfasis en el
sentimiento de culpa). Así, la vergüenza es uno de los principales afectos del self (al
avergonzarse de sí mismo uno se avergüenza de lo que siente que es), y la culpa es uno de
los principales afectos del conflicto pulsional clásico (culpa por los deseos sexuales
infantiles).

Por su parte, Winnicott (1991) menciona que el self no es el Yo, es la persona “que soy yo y
solamente yo”, que tiene una totalidad basada en el funcionamiento del proceso madurativo.
A su vez, el self se divide en partes y está formado por ellas; estas partes se unen en una
dirección interior-exterior en el curso del funcionamiento del proceso madurativo, auxiliadas
según el caso (en un grado máximo al inicio) por el ambiente humano, que sostiene,
manipula y facilita. El self se encuentra ubicado en el cuerpo, pero en ciertas situaciones
puede disociarse del cuerpo, o el cuerpo de él; el self se reconoce a sí mismo en los ojos y
la expresión facial de la madre y en el espejo que puede llegar a representar su rostro. A la
larga, el self llega a establecer una relación significativa entre el niño y la suma de
identificaciones que (luego de una suficiente incorporación e introyección de
representaciones mentales) se organiza en la forma de una realidad psíquica interna. La
relación entre el niño o niña y su organización psíquica se modifica de acuerdo a las
expectativas desplegadas por el padre, la madre y por aquellos que se han vuelto
significativos. Para este autor el self es la única base para el autodescubrimiento y para el
sentimiento de existir.

El falso self

La expresión falso self fue introducida por Winnicott (1965) para designar una distorsión de
la personalidad que consiste en emprender desde la infancia una existencia ilusoria a fin de
proteger mediante una organización defensiva un verdadero self. El falso self posee una
naturaleza defensiva; su función consiste en ocultar y proteger al verdadero self, cualquiera
que sea éste. Postula la siguiente clasificación de las organizaciones del falso self:

1) En un extremo: el falso self se establece como real, siendo esto lo que los
observadores tienden a tomar por la persona real; sin embargo, en las relaciones de
la vida, del trabajo y en la amistad, el falso self comienza a fallar. En algunas
circunstancias donde hace falta una persona completa, el falso self se encuentra con
que le falta algún elemento primordial. En este extremo, el verdadero self se
encuentra oculto.

2) En un extremo inferior: el falso self defiende al verdadero self, al cual se le


reconoce un potencial y se le permite una vida secreta; aquí se encuentra el ejemplo
más claro de enfermedad clínica en calidad de organización con una finalidad
positiva: la preservación del individuo a pesar de las condiciones ambientales
normales. Se trata de una extensión del concepto psicoanalítico del valor de los
síntomas para la persona.

3) Más cerca de la salud: el falso self se ocupa de buscar las condiciones que
permitan al verdadero self entrar en posesión de lo suyo. En caso de no encontrarlas,
es necesario reorganizar una nueva defensa contra la explotación del verdadero self;
en caso de duda, el resultado clínico es el suicidio. Aquí, el suicidio consiste en la
destrucción del self total a fin de evitar el aniquilamiento del verdadero self. Cuando el
suicidio constituye la única defensa que queda contra la traición al verdadero self,
entonces le toca al falso self organizar el suicidio. Esto, obviamente, entraña su
propia destrucción pero, al mismo tiempo, elimina la necesidad de su existencia
continuada, ya que su función radica en proteger al verdadero self.

4) Aún más cerca de la salud: el falso self se edifica sobre identificaciones.

5) En la salud: el falso self se encuentra representado por toda la organización de la


actitud social, cortés y bien educada. Se ha provocado un aumento de la capacidad
del individuo para renunciar a la omnipotencia y al proceso primario en general,
ganando así un lugar en la sociedad que no puede conseguirse ni mantenerse solo
mediante el verdadero self.

Como se puede observar, esta clasificación es amplia, por lo que permite aplicarla en varios
casos clínicos, es decir no solo se puede utilizar para entender la patología esquizoide, sino
también para otro tipo de patologías o padecimientos.

Algunos autores, entre ellos, Painceira (1988), realizó algunas hipótesis teóricas sobre la
génesis de la caracteropatía esquizoide, basándose en su práctica clínica. Retoma lo
postulado por Winnicott y explica que los cinco niveles en la organización del falso self se
vinculan con un área específica de patología: en el nivel 1, estarían los pacientes que tarde
o temprano tienen rupturas psicóticas; en el 2, se ubican los pacientes esquizoides; en el
nivel 3, un fracaso obligará a una reestructuración de las defensas o al suicidio; en el 4
estaría el neurótico, postdepresivo; y en el nivel 5, el falso self está representado por la
actitud social y cortés.

Con base en esto y retomando lo mencionado en la introducción de este trabajo, considero


que los primeros tres niveles de la organización del falso self, sirven para ubicar a los
pacientes que presentan los síntomas o padecimientos actuales: las psicosis, las adicciones,
la psicosomática así como la anorexia y la bulimia.
El papel de la madre en el desarrollo del falso self

Para Winnicott (citado en Michaca, 1987), la mitad de la teoría de la relación padres-hijos se


refiere al cuidado materno, es decir, al estudio de las cualidades y cambios en la madre que
se reúnen con las necesidades específicas de desarrollo del infante; así, debe existir una
preocupación materna primaria, que es una condición psicológica presente semanas antes y
después del nacimiento, y que da a la madre su especial habilidad para hacer lo correcto;
ella sabe lo que el bebé está sintiendo, nadie más lo sabe porque sólo la madre intuye cómo
se siente su bebé, porque ella está dentro de su área de experiencia. Sin embargo, pueden
existir alteraciones en esta área: en un extremo, estaría la madre que no puede acercarse y
sentir a su bebé; en el otro, aquella que hace del bebé su preocupación patológica durante
largo tiempo para luego, regresar inmediatamente a sus preocupaciones previas.

De esta manera, la capacidad de la madre de identificarse con su bebé le permite cumplir la


función de holding (sostenimiento, abrazo, contención), que constituye la base de lo que
gradualmente se convertirá en una experiencia del self. La función del holding es proveer
apoyo al Yo, en particular en el estadio de dependencia absoluta antes del logro de la
integración yoica. Así, el establecimiento del desarrollo e integración de una relación
adecuada del Yo con los objetos descansa en un buen holding.

Aunque esta fase de holding es equivalente al estadio de fusión o dependencia absoluta, la


necesidad de apoyo al Yo permanece en el niño en desarrollo, en el adolescente y, en
ocasiones, en el adulto cada vez que se presente una tensión que amenace confusión o
desintegración. Un holding adecuado, permite que el bebé tenga sus primeras experiencias
objetales de tipo omnipotente. Cuando las necesidades encuentran eco en una buena
madre, la experiencia repetida de satisfacción de la necesidad da lugar a la experiencia de
“yo he creado esto”. En este periodo, la fantasía y la realidad son una y el infante se vuelve
creador del mundo; este mundo creado, que consiste de objetos subjetivos, es sentido por el
niño como bajo su control. Así, la madre le permite un corto periodo durante el cual
la omnipotencia es un proceso de experiencia.

En esta fase puede ocurrir que una madre no buena, que no sea capaz de proporcionar el
holding, lleve a su hijo al trauma. El trauma en este contexto es una violación del ambiente,
y las reacciones individuales ocurren antes de que el individuo desarrolle el mecanismo que
hace a lo impredecible, predecible. En el principio de la vida el trauma se relaciona con
la amenaza de aniquilación, lo cual se extiende hacia las ansiedades primitivas tales como:

a) Desintegrarse

b) Caer para siempre

c) No tener relación con el cuerpo

d) Estar desorientado

e) Aislamiento completo por no haber forma de comunicación

La violación y el trauma ocurren cuando en este periodo de omnipotencia la madre, en vez


de ofrecer el apoyo necesario al Yo, debido a sus propias ansiedades, no logra
sensibilizarse frente a los requerimientos de omnipotencia de su bebé y, por el contrario,
trata de que el bebé se someta a las necesidades de ella, convirtiéndolo así, en su objeto de
deseo.

Para Winnicott, como para otros autores, todo lo que sucede al principio de la vida (en la
relación madre-hijo) influye en el establecimiento ya sea de la salud, o bien de la
enfermedad; es evidente que son las relaciones de objeto, sobre todo al inicio de la vida, las
que condicionan, en gran parte, la formación y el desarrollo de la estructura psíquica.

De esta manera, Winnicott (1965) afirma que el falso self se desarrolla al inicio de la relación
madre-hijo. Explica que la teoría relacionada con esta fase del desarrollo ontogenético
pertenece a la observación de la relación madre-hijo (paciente-analista en la regresión) y no
corresponde a la teoría de los mecanismos precoces de defensa del Yo organizados en
contra de los impulsos del Ello, sin embargo, ambos temas coinciden en parte. Afirma que
para explicar el proceso de desarrollo es necesario revisar el comportamiento y la actitud de
la madre debido a que, en esa etapa, la dependencia es real y casi absoluta, es decir no es
posible formular lo que sucede haciendo únicamente referencia al niño.

Así, afirma que al buscar la etiología del falso self, se debe examinar la fase de las primeras
relaciones objetales ya que durante esta fase el Yo del niño se va integrando
paulatinamente; la cohesión de los diferentes elementos sensorio-motores dependerá de
que la madre o el cuidador contenga a la criatura, a veces literalmente, y en todo momento
figurativamente. Menciona que con frecuencia, el gesto del niño da expresión a un impulso
espontáneo; la fuente del gesto es el verdadero self, por lo que el gesto indica la existencia
de un self verdadero el cual es capaz de crear y de ser sentido como real; en cambio, la
existencia de un falso self provoca una sensación de irrealidad o un sentimiento de futilidad.
Se debe observar de qué manera responde la madre a esta omnipotencia infantil revelada
por el gesto (o por un agrupamiento sensorio-motor).

Gradualmente, el niño alcanza un nivel de desarrollo tan avanzado que en lugar de decir
que el falso self oculta al verdadero resulta más adecuado decir que oculta la realidad
interna del niño; al llegar a este nivel de desarrollo, el niño ha establecido una membrana
restrictiva, cuenta con un interior y un exterior y se ha liberado, en gran medida, del cuidado
materno. El concepto de una realidad interna de los objetos corresponde a una fase
posterior a la del verdadero self, es decir, el self verdadero aparece tan pronto como exista
alguna organización psíquica del individuo y no va más allá de constituir la suma de la vida
sensorio-motora.

Para analizar el papel que desempeña la madre en el desarrollo del verdadero y falso self,
Winnicott (1965) hace la comparación de dos extremos; en un extremo la madre es una
“madre buena” y en el otro “no es una madre buena”. La madre buena es la que responde a
la omnipotencia del niño y en cierta forma le da sentido; esto lo hace repetidamente. El
verdadero self empieza a cobrar vida a través de la fuerza que la madre, al cumplir las
expresiones de omnipotencia infantil, da al débil Yo del niño.

El término madre suficientemente buena (Winnicott, 1991) se utiliza para describir la


dependencia de la primera infancia. Implica que en todos los casos los cimientos de la salud
mental debe ponerlos la madre quien, en caso de ser sana, podrá atender las necesidades
de su bebé. Lo que el bebé necesita no es ninguna clase de perfección en el quehacer
materno, sino una adaptación suficientemente buena, que es parte integral de una relación
en la que la madre se identifica temporalmente con el bebé. Para poder hacerlo, en el grado
necesario, la madre necesita estar protegida de la realidad externa, para gozar de un
periodo de preocupación materna primaria, siendo el bebé objeto de su preocupación. Para
ser capaz de perder este alto grado de identificación al mismo ritmo en que el bebé transita
de la dependencia a la independencia, la madre tiene que ser sana, en el sentido de no ser
proclive a una preocupación mórbida.

Por otra parte, la madre que no es buena (Winnicott, 1965) es incapaz de cumplir la
omnipotencia del niño, por lo que con frecuencia deja de responder al gesto del mismo y en
su lugar coloca su propio gesto, cuyo sentido depende de la sumisión del mismo por parte
del niño; esta sumisión constituye la primera fase del falso self y corresponde a la
incapacidad materna para interpretar las necesidades del pequeño.

Así sucede cuando un bebé no recibe un cuidado satisfactorio durante la primera fase, antes
de que haya establecido una diferencia entre la percepción objetiva y la subjetiva. El tema
es complejo debido a los numerosos grados y variantes que puede presentar la insuficiencia
materna. Por ejemplo:

1) Las deformaciones de la organización del Yo que constituyen la base de las


características esquizoides.

2) La defensa específica del autosostenimiento, o el desarrollo de una personalidad


vigilante y la organización de un aspecto falso de la personalidad (falso por cuanto lo
que demuestra no es un derivado del individuo sino del aspecto materno de
acoplamiento bebé-madre). Es una defensa cuyo éxito puede acarrear una nueva
amenaza al núcleo de la personalidad, pese a estar destinada a ocultar y proteger
dicho núcleo.

Entonces, algunas de las consecuencias de un deficiente apoyo del Yo por parte de la


madre son a veces devastadoras, por ejemplo, la falsa autodefensa en donde el uso de
defensas, en especial la consistente en una falsa personalidad (falso self), hace posible que
gran número de niños parezcan prometedores, pero a la larga algún trastorno revelará la
ausencia en ellos de una verdadera personalidad (verdadero self).

De esta manera, en el primer caso la adaptación de la madre es buena y, por lo tanto, el


niño empieza a creer en la realidad externa que se manifiesta y comporta como por arte de
magia (debido al éxito relativo de la adaptación materna a los gestos y necesidades
infantiles) y que actúa de una manera que no choca con la omnipotencia del pequeño. Así,
el niño anula gradualmente la omnipotencia. El verdadero self está dotado de
espontaneidad, a la que se unen los acontecimientos del mundo. De esta forma, el pequeño
puede empezar a gozar de la ilusión de creación y control omnipotentes, para reconocer
después y de manera gradual el elemento ilusorio, el hecho de jugar e imaginar. Aquí se
encuentra la base del símbolo que al inicio consistirá tanto en la espontaneidad o
alucinación del niño como en el objeto externo creado y finalmente catectizado.

Entre el niño y el objeto hay algo, probablemente alguna actividad o sensación; en la medida
en que ese algo una al niño con el objeto (con el objeto parcial materno), será ésta la base
de la formación del símbolo. Por el contrario, en la medida en que ese algo entre el niño y el
objeto separe en vez de unir, se bloqueará la función de la formación de símbolos.

En el segundo caso, la adaptación materna a las alucinaciones e impulsos espontáneos del


niño es deficiente, es decir, no es buena. El proceso que termina en la capacidad para el
empleo de símbolos no inicia, o bien, si lo hace puede detenerse y producir el replegamiento
del niño en relación con las ventajas obtenidas. De esta forma, cuando la adaptación de la
madre no es buena al principio, cabría esperar la muerte física del pequeño, ya que no se
habrá iniciado la catexis de los objetos externos. El pequeño permanece aislado, sin
embargo en la práctica el niño vive, aunque lo hace falsamente. La protesta que origina el
hecho de ser forzado a una falsa existencia es detectable desde las primeras fases. El
cuadro clínico muestra una irritabilidad general, así como trastornos de la nutrición y otras
funciones que, de todas maneras, pueden desaparecer clínicamente, aunque sólo sea para
volver a aparecer en forma más grave posteriormente.

En este segundo caso, cuando la madre no es capaz de adaptarse bien, el niño se ve


seducido a la sumisión y es un falso self sumiso quien reacciona ante las exigencias del
medio ambiente. Por medio de este falso self el pequeño se construye un juego de
relaciones falsas, y por medio de introyecciones llega inclusive a adquirir una ficción de
realidad, de tal forma que el pequeño, al crecer, no sea más que una copia de la madre,
niñera, tía, hermano o quien sea que domine la situación. El falso self tiene una función
positiva y muy importante: ocultar al verdadero self, lo que logra sometiéndose a las
exigencias ambientales.

En los ejemplos extremos de desarrollo de un falso self, el verdadero permanece tan


perfectamente escondido que la espontaneidad no constituye uno de los rasgos de las
experiencias vitales del niño; el rasgo principal es la sumisión, mientras que la imitación se
convierte en una especialización. Cuando el nivel de escisión en la personalidad infantil no
es muy grande, puede ser que la imitación permita una manera de vivir casi personal e
incluso es probable que el niño realice un papel especial: el del verdadero self tal y como
sería de haber existido.

Así, Winnicott explica que es posible localizar el origen del falso self el cual constituye una
defensa contra lo inconcebible: la explotación del verdadero self y su consiguiente
aniquilamiento. Menciona que si se produce la explotación y el aniquilamiento, será en la
vida del niño cuya madre no sólo no es buena, sino que es buena y mala de forma
exasperantemente irregular; en este caso, parte de la enfermedad de la madre consiste en
su necesidad de provocar y mantener la confusión en quienes la rodean.

Otro aspecto que agrega en cuanto al papel de la madre, es el hecho de que una mujer
normal, al saber que está embarazada adquiere gradualmente un elevado grado
de identificación con su hijo; la identificación se va desarrollando durante el embarazo,
alcanza su punto culminante cuando la mujer está de parto y luego desaparece
paulatinamente durante las semanas y meses siguientes.

La función de la mirada

Otro planteamiento importante respecto del papel de la madre en el desarrollo del bebé es la
cuestión de la mirada, lo cual ha sido retomado actualmente por varios psicoanalistas
dedicados al estudio de la psicosomática, en específico, los que trabajan con pacientes que
presentan enfermedades en la piel. De hecho, en esos trabajos se han retomado algunas de
las ideas de Winnicott.

Así, Winnicott, (1991) plantea que el self verdadero se va complejizando a medida que
el bebé se vincula con la realidad externa ya que esto influye en el desarrollo de sus
procesos psíquicos, los cuales le permitirán reaccionar a un estímulo sin sufrir un trauma
debido a que el estímulo tiene su complemento en su realidad psíquica. Explica que las
expectativas de los padres depositadas en el bebé influirán en la manera en que éste se
introduzca en el mundo. En el desarrollo del verdadero self, el bebé requiere de espejos
humanos que, desde su propio self verdadero, lo vean y lo comprendan, le devuelvan la
imagen que se hacen de él y le reconozcan el derecho a ser. Señala que la presencia del
prójimo es sustancial e ineludible para que la experiencia de vivir cobre un sentido ya que
puede ser terrible la experiencia de ver sin ver, ver sin verse y que no lo vean a uno.

De esta manera, Winnicott (1979) refiere que en el desarrollo emocional el precursor del
espejo es el rostro de la madre y, en ese sentido, el ambiente desempeña un papel vital;
paulatinamente, se produce la separación Yo del no-Yo y el ritmo varía según el niño y el
ambiente. Los principales cambios se producen en la separación de la madre como rasgo
ambiental percibido de manera objetiva. Si no hay una persona que sea la madre, la tarea
de desarrollo del niño resulta complicada.

Afirma que el bebé, al mirar el rostro de la madre, por lo general se ve a sí mismo; es decir,
la madre lo mira y lo que ella parece se relaciona con lo que ve en él. Sin embargo, no todas
las madres realizan esto con naturalidad, por ejemplo, el caso del bebé cuya madre refleja
su propio estado de ánimo o, más grave todavía, la rigidez de sus propias defensas. No se
puede decir nada acerca de las ocasiones aisladas en que la madre no puede responder,
pero muchos bebés tienen la experiencia de no recibir de vuelta lo que dan. Miran y no se
ven a sí mismos y surgen consecuencias: primero empieza a atrofiarse su capacidad
creadora y, de una u otra forma, buscan a su alrededor otras formas de conseguir que el
ambiente les devuelva algo de sí. Es probable que lo logren con otros métodos, por ejemplo,
los niños ciegos necesitan reflejarse a sí mismos por medio de otros sentidos. Además, una
madre cuyo rostro se encuentra inmóvil puede responder de alguna otra forma; la mayoría
de ellas saben responder cuando el bebé está molesto o agresivo, y en especial cuando
está enfermo. Así, éste se acomoda a la idea de que cuando mira ve el rostro de la madre;
éste entonces, no es un espejo. Es entonces cuando la percepción ocupa el lugar de la
apercepción, el lugar de lo que habría podido ser el inicio de un intercambio significativo con
el mundo, un proceso bilateral en el cual el autoenriquecimiento alterna con el
descubrimiento del significado en el mundo de las cosas vistas.

Explica que algunos bebés no abandonan del todo las esperanzas y estudian el objeto y
hacen todo lo posible para ver en él algún significado; otros, atormentados por este fracaso
materno relativo, estudian el variable rostro de la madre en un intento de predecir su estado
de ánimo. Así, en dirección de la patología, se encuentra la predictibilidad, la cual obliga al
bebé a esforzarse hasta el límite de su capacidad de previsión de acontecimientos lo que
provoca una amenaza de caos y el bebé organiza su retirada, o no mira, excepto para
percibir, a manera de defensa. El bebé que es tratado de esta forma, crecerá con
desconcierto en lo que se refiere a los espejos y a los que éstos pueden ofrecer. Si el rostro
de la madre no responde, un espejo será entonces algo que se mira, no algo dentro de lo
cual se mira. Winnicott afirma que la apercepción se vincula con la percepción al postular un
proceso histórico (en el individuo) que depende del ser visto:

Cuando miro se me ve, y por lo tanto existo

Ahora puedo permitirme mirar y ver.

Ahora miro en forma creadora, y lo que apercibo también lo percibo.

Finalmente, afirma que no sólo el papel de la mirada de la madre es importante, sino que
también lo es la mirada de los otros miembros de la familia (padre, hermanos, etc.) ya que, a
medida que el bebé se desarrolla, los procesos de maduración se vuelven más complicados
y las identificaciones se multiplican, entonces aquél dependerá cada vez menos de la
devolución de la persona por el rostro de la madre y el padre, y por los rostros de otros. Así,
todos los niños se benefician gracias a que pueden verse en la actitud de los miembros de la
familia. Agrega que se pueden incluir los espejos reales que existen en la casa y las
oportunidades que tiene el niño de ver a los padres y a otros mirarse al espejo; sin embargo,
enfatiza que el espejo real tiene importancia en su sentido figurativo. De esta forma, la
familia contribuye en el crecimiento y enriquecimiento de la personalidad de cada uno de sus
integrantes.

Este aspecto de la mirada me parece muy relevante ya que lo he podido corroborar en


muchas de las historias de vida de los pacientes que asisten a consulta psicoterapéutica en
el Instituto de Psiquiatría. Por ejemplo, L. de 22 años de edad fue referida a psicoterapia
diagnosticada con trastorno depresivo mayor y trastorno de ansiedad; en la primera sesión
mencionó que acababa de nacer su hija pero que, debido a las condiciones del nacimiento y
a su situación emocional con el padre de la niña, L. sentía un fuerte rechazo hacia su bebé.
Mencionó que durante todo el embarazo no se cuidó y nunca fue a sus citas médicas, de
hecho tomaba alcohol de vez en cuando e incluso llegó a ingerir algunos medicamentos.
Al indagar sobre la forma de amamantar a su bebé, mencionó que lo hacía sin mirarla a los
ojos ya que le era difícil incluso cargarla y sostenerla; buscaba la manera de evitar esto y
prefería solicitar el apoyo de su madre.

Por esto, empezamos por enfocar el tratamiento en su relación con su bebé y a los tres
meses tuve oportunidad, en una de las sesiones, de observar por unos minutos cómo
sostenía L. a su hija y fue llamativo que la bebé no logró enfocar su mirada en el rostro de L.
(a pesar de que la paciente le hablaba por su nombre y la miraba). Al comparar esta
observación con algunas otras observaciones de bebés que tienen la misma edad que la
hija de L. (6 meses), pude corroborar la importancia de la función de la mirada desde el
inicio del nacimiento ya que, cuando las madres logran dirigir su mirada y ver el rostro de
sus hijos desde el nacimiento, el bebé va logrando enfocar también su mirada: primero en el
rostro de la madre y, posteriormente, con la maduración y desarrollo de la percepción, logran
enfocarse en los ojos de su madre y/o cuidador primario. De tal forma en esta comparación
de observaciones, los otros bebés que pude observar sí lograban enfocar su mirada en el
rostro de la madre.

Así, todo lo ocurrido alrededor del embarazo y la concepción influyó para que L. tuviera
dificultades en mirar a su bebé y proporcionarle un holding adecuado desde el nacimiento,
sin embargo, gracias a que su médico psiquiatra la canalizó rápidamente al departamento
de psicoterapia, se está trabajando para que L. logre proporcionar ese holding y dirija su
mirada a su hija, la cual le permitirá ser y existir pese a las adversidades experimentadas.
De igual forma, este caso ejemplifica también las vicisitudes que pueden influir en la
constitución narcisista del aparato psíquico.

Otro ejemplo en cuanto a este aspecto de la mirada lo constituye el caso de G., mujer de 34
años de edad que fue canalizada a psicoterapia por su médico psiquiatra en la misma
Institución, debido a que presenta los diagnósticos siguientes: trastorno de ansiedad
generalizada y trastorno depresivo mayor. En la primera sesión refirió que siente “no querer
a su hijo” el cual tiene 12 años de edad y vive con su padre debido a que G. se separó de él
y decidieron que su hijo se quedara con el padre a causa del padecimiento de G. En las
sesiones siguientes, mencionó que nunca se sintió querida por su madre, que ni siquiera la
miraba: “nunca me miraba a la cara al hablarme, su mirada se dirigía a otro lado”. Así, G.
menciona que tal vez debido a que ella nunca se sintió querida ni vista por su madre,
actualmente a ella le es difícil sentir afecto por su hijo y además, ella no se ve a sí misma:
“no me gusta verme en el espejo… creo que no me quiero, por eso me descuido, no me
importa bañarme ni arreglarme”.

La psicoterapia y el falso self

Winnicott (1965) menciona que al tratar en psicoterapia a un paciente con falso self, podrá
suceder lo siguiente:

a) Al analizar una personalidad falsa, el terapeuta se ve limitado a hablar del verdadero


self del paciente con el falso self del mismo. Es como si una niñera llevara a su pupilo
a la consulta y el analista empezase por hablar con ella acerca del problema del niño,
sin establecer contacto directo con éste. El análisis no comienza en tanto la niñera no
deje al niño a solas con el terapeuta, se vea que es capaz de permanecer a solas con
él y empiece a jugar.

b) En el punto de transición, cuando el terapeuta empieza a establecer contacto con el


verdadero self del paciente, tiene que haber un periodo de extrema dependencia. A
menudo esta condición se pasa por alto en la labor analítica. El paciente padece una
enfermedad o de alguna forma da al terapeuta la oportunidad de hacerse cargo de la
función del falso self (niñera); pero en este punto el terapeuta no se da cuenta de lo
que está ocurriendo y, por lo tanto, son otras personas las que cuidan al paciente y de
quienes éste depende durante un periodo de regresión. Así, se desperdicia la
oportunidad.

c) Los terapeutas que no estén dispuestos a satisfacer las agudas necesidades de los
pacientes que hayan llegado así a la dependencia deben, al escoger a sus pacientes,
cuidar de que entre ellos no haya algún caso de falso self.

Agrega que en ocasiones el análisis parece no terminar nunca debido a que se está
llevando a cabo con base en el falso self.

Para ejemplificar la técnica en el trabajo con estos pacientes, Winnicott muestra diferentes
viñetas clínicas de sujetos que presentaban un falso self y describe las técnicas que
utilizaba para hacer surgir el verdadero self; explica que promovía un ambiente de sostén y
contención (función materna que debe realizar el analista) para estar en posibilidades de
realizar interpretaciones.

Winnicott (1990) afirmó que en los niños psicóticos hay mayores posibilidades de que el
psicoterapeuta pueda crear las condiciones que permitan al verdadero self salir de la celda
acolchada por un tiempo. A continuación, se presenta una síntesis de algunos de los casos
tratados por el autor en diferentes momentos de su labor analítica así como las técnicas que
utilizó:

a) Un paciente que llevaba ya un buen tiempo sometido a análisis, su trabajo analítico


empezó realmente cuando logró hacerse consciente de su inexistencia. El paciente
comentó que a lo largo de los años todo cuanto se había hecho por él resultaba inútil,
ya que se partía de la base de que existía, mientras que lo cierto era que existía
falsamente. Al decirle que el terapeuta reconocía su existencia, sintió que por primera
vez alguien se comunicaba con él. Lo que quería decir era que su verdadero self, que
desde la infancia permanecía oculto, acababa de entrar en comunicación con el
analista del único modo que no resultaba peligroso. Winnicott (1965), menciona que
este ejemplo es típico de la forma en que este concepto afecta a la labor analítica.
Agrega que es importante tomar en cuenta lo siguiente: en la zona correspondiente al
falso self dentro del ejercicio psicoterapéutico se adelanta más reconociendo la
inexistencia del paciente que empeñándose en realizar el tratamiento atendiendo a
sus mecanismos de defensa. El falso self del paciente es capaz de colaborar
indefinidamente con el terapeuta en el análisis de las defensas; se puede decir que
se pone de parte del terapeuta. La única forma de atajar ventajosamente esta
infructuosa tarea consiste en que el analista logre señalar la ausencia de algún rasgo
esencial, diciendo al paciente, por ejemplo, que “no tiene boca”, que “todavía no ha
empezado a existir”, que “físicamente es hombre, pero que no sabe por experiencia
nada sobre la masculinidad”, etc. Así, el reconocimiento de factores tan importantes,
realizado de manera clara y en el momento indicado, prepara el camino para la
comunicación con el verdadero self.

b) Un paciente que había sido objeto de gran número de análisis basados en su falso
self y que había cooperado vigorosamente con su analista, comentó en una sesión
que la única vez que había sentido esperanza fue cuando Winnicott le dijo que no
veía ninguna esperanza; luego de esto el paciente prosiguió en su análisis.

De esta forma, Winnicott explica que el falso self logra engañar al terapeuta si éste no
se da cuenta de que el falso self, confundido con una persona en plenitud de
funciones y por muy bien establecido que esté, carece de algo: el elemento primordial
constituido por la originalidad creadora.
Viñeta clínica

A continuación se describe el caso clínico de un paciente, Mario de 6 años de edad, que


llegó a psicoterapia en el año 2003; se expone el motivo de consulta referido por los padres
y por Mario; de igual forma, se muestran datos de la historia del desarrollo relatada en las
entrevistas llevadas a cabo con ambos padres. Finalmente, las viñetas de algunas sesiones
servirán para exponer las hipótesis clínicas que sirven para ejemplificar la instauración del
falso self en este paciente.

Mario llega a consulta en el 2003 referido por el colegio al que asistía (cursaba el tercer año
de preescolar); tenía 6 años y 1 mes, nació en febrero de 1997 en la ciudad de México, D. F.
Su madre L., de 42 años, es arquitecta y trabaja por proyectos; su padre F., de 42 años, es
ingeniero y trabaja en una consultoría. Su hermana S. cursaba la primaria y tenía 11 años de
edad.

Motivo de consulta: La madre menciona que a Mario le gusta que le lean cuentos antes de
dormir pero ellos no le hacen caso ya que no tienen tiempo para leerle; “le encanta la
nintendo y los juegos educativos del PC”, pasa mucho tiempo jugando a la nintendo al grado
de no comer; ve programas que hablan sobre animales. A los dos niños les gustan mucho
los animales por eso tienen muchas mascotas.

Presenta constantes berrinches y le tiene miedo a la oscuridad porque dice que hay
monstruos (esto se relaciona con la ansiedad de separación y de castración).

“Siempre ha sido un niño inquieto y antes era muy sociable pero ahora regala sus cosas
para que los niños jueguen con él”; regala su merienda y sus juguetes a sus compañeros; no
le gusta estar solo, empieza a llorar si siente que lo van a dejar solo. Mario hace muchos
berrinches, pide algo y si no se le da hace el berrinche, llora, pega a la pared con la cabeza
y se pega a sí mismo con ambas manos. Así, desde pequeño “ha sido agresivo, no quiere
comer, hace berrinche por cualquier cosa, inventa muchas historias (fantasea), regala sus
cosas para que la gente esté con él, se cambia constantemente el nombre”; de hecho los
padres reportan que desde pequeño decía que se llamaba de diferente manera, es decir,
utilizó varios nombres; principalmente los de personajes que estaban de moda, por ejemplo,
Mario Bros , Luigi, etc. Se pega en la cara, en la cabeza y “golpea a su papá”.

En la casa de los abuelos maternos (quienes cuidaban a Mario) viven, además de los
abuelos, su tía (hermana de la mamá) y su esposo con su hijo de 9 años, primo de Mario
quien presenta conductas agresivas las cuales Mario tiende a imitar. Fantasea
constantemente y los padres dicen llamarle la atención pero en general, lo ven como algo
normal y propio del desarrollo.

Historia del desarrollo

Mario fue producto de la tercera gestación ya que, antes de que naciera su hermana, la
madre tuvo un aborto a los 3 ó 4 meses. Mario no fue deseado ni planeado por sus padres
debido a que existían conflictos entre ellos. La madre tenía 36 años cuando se embarazó de
Mario por lo que los últimos tres meses de embarazo estuvo en cama debido a que fue
un embarazo de alto riesgo.

Fue amamantado con leche materna hasta los 8 meses y le empezaron a dar biberón (la
madre no sabe cómo recibió el biberón porque no estuvo con él) y lo dejó hasta los 2 o 3
años. Después del destete, se empezó a “chupar su ropa”. Cuando Mario tenía 8 meses de
edad su mamá se enfermó y la tuvieron que internar de emergencia por lo que estuvo una
semana en el hospital, al niño lo llevaron con sus abuelitos maternos y se dormía con
ellos; estuvo con sus abuelos un mes y medio en lo que se recuperaba por completo su
mamá. Cuando su madre fue por él, Mario la recibió con mucho llanto.
En cuanto al desarrollo motor, se sentó a los 4 meses, casi no gateó. Caminó al año y tres
meses. No le gustan las actividades manuales y es un poco “torpe” en sus movimientos
motores gruesos y finos.

Controló esfínteres a los 3 años y, cuando lo llevaron a psicoterapia, presentaba enuresis


nocturna. En cuanto al desarrollo sexual, los padres no le explicaron nada acerca de la
diferencia entre niños y niñas así como tampoco mostró curiosidad por saber cómo nacen
los niños.

Los padres mencionan que no lo castigan, lo consienten mucho por lo que es “caprichoso” y
“manipulador”. “Es tímido, enojón e impulsivo”. Si su mamá está “nerviosa”, él se esconde en
algún lugar de la casa, por ejemplo, debajo de una mesa.

En la escuela que cursaba en ese momento, se aburría, le pegaba a sus compañeros “es
agresivo”. Dos o tres semanas antes de llevarlo a consulta psicoterapéutica, Mario estaba en
la escuela y se golpeó en la cara y no quería trabajar decía: “soy un tonto”; cuando llegó su
mamá por él, estaba debajo del escritorio, tirado en el suelo en posición fetal y al ver a su
mamá se acercó y se escondió detrás de ella. Presentaba dificultades en el aprendizaje ya
que confundía las letras y le cuesta leer. Su maestra hablaba con él y le tenía mucha
paciencia; le gustaba utilizar la computadora por los juegos.

Los padres mencionaron que Mario no presentó ninguna enfermedad y que no lo habían
intervenido quirúrgicamente. Durmió en su cuna desde bebé hasta el año de edad y
posteriormente, a los 2 ó 3 años durmió en su propia cama. Desde los 3 años le tiene miedo
a la oscuridad por lo que frecuentemente se va a dormir con sus papás.

Desde antes del nacimiento de Mario, sus padres tenían conflictos fuertes e incluso
pensaban separarse. De hecho, cuando Mario tenía 2 años y hasta los 4 años sus padres
siguieron con muchos problemas y nuevamente estuvieron a punto de separarse. En ese
momento de la entrevista reportaron que su situación de pareja era más estable. Los padres
comentaron que su relación con Mario era distante debido a que ambos trabajaban todo el
día y dejaban a Mario y a su hermana al cuidado de su abuela materna.

Sesiones

Primera sesión: Llevó 4 animales prehistóricos (aves) y decía que uno de ellos era el más
peligroso, que vive en la selva y “puede atravesarte el cuello”.

Al preguntarle cómo se llamaba me dijo primero que Mario pero que mejor se lo había
cambiado por Roy, “soy Roy… así ya no me pegan ni me molestan mis compañeros de la
escuela. Antes me pegaban en la cabeza y me decían pelonchas pero desde que me llamo
Roy ya no me dicen nada”.

Al preguntarle cómo quería que yo lo llamara me dijo: “Mario porque aquí no me van a hacer
nada o Angelito como los ángeles” (hizo un ademán como un ángel que va a volar).

Habló mucho acerca de los animales e insistió en mencionar en que uno de ellos atraviesa
el cuello pero que si se mete al mar un tiburón se lo comerá porque está muy grande “como
mi casa o como todo esto” (señaló el consultorio). Habló de dos de sus compañeros de la
escuela que lo molestan mucho, pero ya no desde que se cambió el nombre.

Empezó a jugar con las aves y dijo: “las aves se unen, se juntan todas y son más veloces
(juntó a todas) y tienen que ser 5, pero no traje la otra, se me olvidó”.

Al preguntarle si sabía por qué lo habían traído a psicoterapia dijo: “estoy enfermo, tengo
fiebre pero sólo en la frente y me pongo así en las noches, en el día estoy frío; también
tengo hormigas en el estómago y creo que son rojas porque me pican y me duele el
estómago, también tengo un poco de tos”. Debido a que el estómago tiene que ver con la
relación con la madre, este síntoma indica cómo la relación con la madre es complicada
debido a la forma en que la ha internalizado.

Segunda sesión: cuando lo recibí a la entrada del consultorio empezó a decirme que una
niña en la calle le había pegado y molestado. Después dijo que había sido un niño el que le
había pegado y que ese niño se llamaba Enrique y era un compañero de la escuela, luego
dijo que era su primo y que ya no quería que existiera ese niño porque le pegaba “le pedí a
una estrella fugaz un deseo: que desapareciera Enrique y así fue ya desapareció”. Se
observa su omnipotencia al pedir ese deseo y decir que sí desapareció.

Le pregunté: “qué quieres hacer hoy” y le mostré el juguetero. Tomó las canicas (las dos
bolsas que hay) y también tomó las que estaban fuera de las bolsas. Sacó todas las canicas
y las puso en el sillón todas juntas; me enseñó un juego: las puso todas en el centro, tomó
una y la empujó para pegarle a las que estaban en el centro y a las que les pegó las tomó y
las puso cerca de él. Ganaba el que sacara el mayor número de canicas.

En el primer juego él ganó y en los otros dos gané yo (supuestamente) ya que en todos los
juegos me decía: “yo te ayudo” y le pegaba a las canicas pero si le pegaba a unas cuantas
sacaba muchas más (se observa su voracidad), y me las daba. Decía que las canicas de
color transparente que tienen una línea en medio se romperían en dos. Insistió mucho
tiempo en esto.

“Hay algunas canicas de color verde con azul que son muy fuertes y pueden hacer un tiro
fuerte y dividir todo el montón de canicas” (tomó una canica y la pasó por en medio de las
canicas del centro para dividirlas en dos). En esto también insistió un poco pero luego dijo
que se volverían a unir porque tienen un imán. Aquí, muestra su miedo a la separación pero
también su deseo de ser ayudado para lograr la separación-individuación sin sentir que
puede “morir”.

En esta ocasión su aspecto fue descuidado: traía la boca manchada (obscura) le pregunté
por qué y me dijo que se había comido un ICE en un centro comercial. También tenía las
manos sucias y me dijo que era porque había estado esperando en la otra casa a su mamá
y que las manos se le habían ido al piso (puso las manos en el piso para enseñarme). Se
observa que, al no haber internalizado un cuidado materno adecuado, Mario no ha
desarrollado el autocuidado.

Tercera sesión: entró al consultorio diciendo que con un aparato él se puede convertir en
digimon y en lo que quiera, dice que en la escuela se convirtió en alguien más y sacó fuego
de su mano y atacó al niño que lo molestaba. Se observa su omnipotencia al decir que se
convierte en lo que él desea (falso self que no ha renunciado a la omnipotencia).

En esta sesión, hizo unos muñecos con plastilina, dijo “estos animales viven en el mar”;
luego, hizo una anguila y otros muñecos a los cuales les asignó nombres extraños. Toma
uno y dice: “mira éste es un monstruo y él es el ancestro de la imaginación de los niños”

T.: Es por eso que en lo que tú te conviertes es parte de tu imaginación

P.: No, eso sí es verdad lo que pasa es que no traje mi aparato pero lo que te digo es
verdad, yo sí me puedo convertir en lo que quiera con ese aparato.

Aquí confirma su omnipotencia debido a que todavía no se siente contenido por la terapeuta.
Hipótesis clínicas

Se observa que este paciente utiliza otro nombre o nombres (falso self) porque no puede ser
él mismo, es decir, su verdadero self se halla oculto. Se observa además, su omnipotencia,
(las personas con falso self no han renunciado a su omnipotencia), así como su falla en el
sentido de realidad. Esta omnipotencia se observa en sus historias ya que cuenta hazañas
muy complicadas (por ejemplo, que lavó todos los departamentos de todo su edificio, que es
capaz de hacerle daño a un niño “lanzando” un poder que surge de sus manos, etc.).

Es reactivo (las personas con falso self son reactivas y buscan ser provocados para
reaccionar al ambiente) ya que al pensar que todos a su alrededor le quieren hacer daño,
reacciona ante ello con agresión.

Por otra parte, el uso de los mecanismos de escisión e identificación proyectiva no le


permiten la integración adecuada de su Yo; además, se observa que esto no le ha permitido
establecer relaciones objetales adecuadas. Esta escisión es la que menciona Melanie Klein
(1952) en la posición esquizoparanoide, así se observa que Mario utiliza los mecanismos
propios de esta posición debido, por un lado, a las vicisitudes que rodearon su nacimiento y,
por el otro, a la experiencia traumática de separación que vivió a los 8 meses, cuando su
madre fue hospitalizada. Se puede suponer que a esa edad ya se encontraba en la posición
depresiva en la cual se va logrando internalizar al objeto como total, sin embargo, ante la
repentina separación de su madre, Mario empezó a utilizar nuevamente los mecanismos
defensivos propios de la posición esquizoparanoide para así lograr “sobrevivir” y existir
aunque sea de manera falsa. Como refiere Joyce McDougall (1998), los síntomas que
presenta el paciente sirven muchas veces para sobrevivir psíquicamente e incluso, en
muchas ocasiones, físicamente.

Así, Mario utiliza la escisión debido a que ha internalizado al objeto de manera parcial y lo
percibe predominantemente malo; es por ello que él se ve a sí mismo como malo. Tal como
se refiere en la literatura, cuando el niño percibe un abandono (real o fantaseado) por parte
de sus padres y/o cuidadores primarios (figuras de apego), siente que es un “niño malo” y
que seguramente por ello sus padres lo han abandonado. Mario menciona constantemente
que los otros son malos y quieren hacerle daño.

Además, al utilizar la identificación proyectiva se identifica con ese objeto malo, es decir se
identifica con la agresión de este objeto para luego proyectarla en los otros. Así, surgen
también sus persecutores ya que escinde al objeto malo y los divide en “varios objetos
malos” los cuales proyecta en la realidad externa y los coloca como objetos persecutores.
Todo lo anterior influye para que Mario perciba varios persecutores en la escuela y en su
familia, los cuales menciona que lo quieren lastimar y sus juegos se relacionan con peleas,
guerras y destrucción (muerte). Así, también presenta angustia de aniquilamiento, miedo a
morir; esta angustia es la más primitiva y se relaciona con la simbiosis que se establece
entre madre-hijo cuando éste se siente fusionado con ella y cuando aún no la reconoce
como una persona (objeto) separada y diferente de él.

Al utilizar estos mecanismos defensivos, se confirma que aún se siente indiferenciado de


mamá y no ha logrado una adecuada separación-individuación. Además, no ha logrado
establecer una clara separación entre el adentro y el afuera lo que señala también
dificultades en el establecimiento de la represión propiamente dicha. Es por ello también que
no logra diferenciar correctamente si la agresión viene de afuera (del otro), o bien, de sí
mismo.

La madre no se identificó con su hijo ya que estuvo angustiada por la situación emocional
con su esposo (antes de nacer Mario). Además, no fue constante en sus cuidados hacia
Mario debido a los conflictos con su esposo y por el hecho de no haber deseado ni planeado
tener un hijo. Así, la madre no pudo brindar un adecuado holding lo que provocó que Mario
tuviera dificultades en la anulación de su omnipotencia.

Finalmente, otro aspecto que llama la atención es que los padres refirieron en la historia del
desarrollo que Mario evita a toda costa verse en los espejos que hay en su casa. Esto se
pudo corroborar durante el tratamiento ya que en la sala de espera del consultorio había un
espejo y Mario evitaba verse en él. Así, se puede corroborar que Mario no se sintió mirado
por su madre. De hecho, algunas psicoanalistas que trabajan con niños, refieren que los
pacientes (niños) que presentan síntomas psicóticos, evitan mirarse en los espejos.

Manejo de pacientes (niños) que presentan un falso self

Por último, debido a que en la revisión de la literatura se encontraron las propuestas hechas
por Winnicott para tratar principalmente con pacientes adultos que tenían un falso self, el
análisis de este caso, aunado a lo revisado y expuesto a lo largo de este trabajo, permite
sintetizar y agregar las siguientes aportaciones para el manejo de pacientes (niños) con
falso self:

 Ayudar al niño en la internalización de objetos totales, lo que influirá en la integración


adecuada y cohesionada de su Yo. Integrar las identificaciones de papá y mamá en el
niño.

 Unificar el self del paciente, integrarlo para que se sienta como persona, es decir, al
integrar el self del paciente con sus diferentes aspectos se habrá integrado la
identidad del paciente, por lo tanto, se sentirá persona con el sentimiento de ser y
existir.

 Fortalecer el Yo del paciente para que, de esta forma, pueda ir conociendo mejor su
self. Es decir, fortalecer la función yoica sintética-integrativa.

 En el adulto se utiliza la regresión para hacer emerger el verdadero self, pero en el


niño se debe trabajar en el aquí y ahora para que se vaya identificando de manera
adecuada con sus objetos (papá y mamá).

 Al niño se le debe ayudar a diferenciarse del objeto para que logre una adecuada
separación-individuación

 La psicoterapia no consiste en hacer interpretaciones inteligentes y adecuadas; en


general, es devolver al paciente, a largo plazo, lo que éste trae. Es un derivado
complejo del rostro que refleja lo que se puede ver en él. Si el psicoterapeuta lo hace
bastante bien, el paciente encontrará su persona y podrá existir y sentirse real.
Sentirse real es más que existir; es encontrar una forma de existir como uno mismo, y
de relacionarse con los objetos como uno mismo, es decir, de tener una
persona dentro de la cual poder retirarse para el relajamiento. Esta tarea de reflejar
lo que trae el paciente no es fácil e incluso es emocionalmente agotadora.

En el caso de los niños, las señalizaciones, aclaraciones e interpretaciones deben


permitir que el niño logre poner en palabras las experiencias traumáticas tempranas.

 El terapeuta debe ver al paciente tal como es él y no verlo en función de los padres (e
incluso en función del mismo terapeuta, lo que él quisiera que ese niño sea). Así, el
terapeuta debe servir como espejo al niño. Al hacer las señalizaciones durante el
juego del niño y en general, en su interacción con el niño, el terapeuta deberá
llamarlo por su nombre para que logre reconocerse como persona, diferenciado y
separado de sus padres (objetos). Además, el terapeuta deberá promover, por medio
del holding, la identificación y expresión de toda la gama de afectos que presente el
niño. En este punto, es importante que el terapeuta pueda recibir y contener la
agresión del niño para que el paciente logre hacer un buen uso de los objetos y
pueda, además, diferenciar y reconocer su propia agresión de la de los demás. Es
decir, cuando el niño puede expresar su agresión en este ambiente analítico y se da
cuenta que no destruirá con ella al terapeuta (que el terapeuta sobrevive a su
agresión), esto permitirá al niño aceptar su agresión y no tendrá que proyectarla en
los otros. Además, cuando el niño llega a la siguiente sesión (después de que en la
anterior hubo un episodio de agresión) y encuentra al terapeuta, esto disminuirá su
omnipotencia así como su percepción de verse como “malo” ya que confirmará que
“no mató al terapeuta” con su agresión y además, confirmará que el terapeuta no
lo abandonó.

 Utilizar la psicoterapia de juego, haciendo intervenciones (señalizaciones, aclaraciones


e interpretaciones) para que el niño logre integrar al objeto. Con ello, se espera,
además, que el paciente empiece a utilizar mecanismos de defensa diferentes, es
decir, gradualmente irá desapareciendo la escisión y la identificación proyectiva.

 Lograr que establezca una simbiosis con el terapeuta para después ayudarlo en la
separación-individuación. Aquí, como en los adultos, el terapeuta debe cumplir con la
función de contención ya que el niño llega a psicoterapia regresionado (no como en el
adulto en el cual se debe, en la mayoría de los casos, promover la regresión).

 Durante el tratamiento, el terapeuta debe promover en todo momento respetar el


encuadre psicoanalítico, es decir, evitar las cancelaciones, respetar los horarios de la
sesión, etc.; con ello, vigilar en todo momento la regla de abstención. Todo esto
fortalecerá la constancia objetal y brindará una adecuada contención (sostén), para
que pueda depender del terapeuta y después logre separarse (sin angustia). Esta
constancia objetal le ayudará en la integración de su self. Además, esta constancia
producirá en el paciente un aumento de la confianza básica, la cual le ayudará
también a confiar más en sí mismo y en los demás.

 Así, por medio de la terapia de juego se ayudará a lograr todo lo anterior y disminuirá
la omnipotencia del niño, podrá empezar a utilizar su capacidad para crear símbolos y
con ello fortalecer su creatividad e imaginación, es decir, empezará a desplegar sus
potencialidades.

 Finalmente, para que logre una identidad auténtica, se ayudará a cohesionar su self,
es decir, lograr que el verdadero y falso self estén presentes en él pero de manera
saludable (es decir, en los niveles 4 y 5 de la clasificación de la organización del falso
self).

Falso self: reflexiones e implicaciones en la clínica psicoanalítica actual

Con base en lo expuesto anteriormente, se observa que el retornar a D. Winnicott ayuda a


entender aún más lo que está sucediendo con los padecimientos actuales, los cuales se han
nombrado como enfermedades del silencio o como pertenecientes a las llamadas clínica del
vacío y clínica del narcisismo. Considero que además de relacionarse con vicisitudes del
narcisismo, también se relacionan con el dolor psíquico; esto es así debido a que
actualmente nos enfrentamos con sujetos en los que pervive un dolor psíquico el cual, al no
poder ser vehiculizado por medio de las palabras, o bien por otros
medios creativos o sublimatorios, se muestra bajo diferentes síntomas, muchos de los
cuales toman al cuerpo como rehén.
Considero que esto es así debido a que en los síntomas actuales citados arriba -las
adicciones, las violencias, las depresiones, las psicosis y la psicosomática, así como en la
anorexia y bulimia- se encuentra comprometido el cuerpo.

Por ejemplo, en las adicciones encontramos no sólo la ingesta o consumo de sustancias que
llevan a la llamada drogadicción, sino que también encontramos la adicción a otras
sustancias como el alcohol, tabaco, café e incluso a internet o tecnologías como internet,
teléfono celular; incluso a medicamentos psiquiátricos (muchos pacientes refieren en la
consulta “no poder vivir y/o dormir” sin determinado medicamento prescrito por su médico
psiquiatra).

En cuanto a las violencias, se observa que puede ir dirigida hacia otros en donde pareciera
que este contacto físico con el otro cobra mucha importancia, tal como se demuestra en la
historia de varios adultos agresores (principalmente hombres) los cuales desde la infancia y
adolescencia buscaban estas peleas y, a la par, existía la ausencia del contacto físico con
sus padres o cuidadores. Por otro lado, esa violencia puede ir dirigida hacia sí mismo, tal
como lo muestran las lesiones autoprovocadas en el cuerpo y que encontramos en las
cortaduras que se realizan niños, adolescentes e incluso adultos. En estas autolesiones
podemos ubicar también quemaduras realizadas con monedas o con otros objetos o bien,
los tatuajes, piercing y otros adornos que traspasan el cuerpo. Recientemente, una paciente
diagnosticada por su médico psiquiatra con “trastorno borderline de la personalidad” refirió
en una de sus primeras consultas: “cuando me sentía desesperada tomaba un cortaúñas y
me arrancaba las uñas de los pies hasta sangrarme”. Al señalarle que tal vez era una forma
de expresar su dolor emocional, respondió: “sí, es que ya no sé… creo que me duele el
alma, me duele la vida”.

En cuanto a los sujetos que presentan síntomas psicóticos, encontramos también que llegan
a agredir a otros (verbal y/o físicamente) o bien a hacerse mutilaciones y otro tipo de
autolesiones, o incurren en prácticas sexuales perversas en las que también ponen en
“riesgo” su cuerpo. Otros llegan a cubrir excesivamente su cuerpo (utilizando sombreros,
guantes y lo necesario para no ser vistos) y otros más optan por la exhibición.

En cuanto a la anorexia, la bulimia y la psicosomática es evidente el uso del cuerpo; incluso,


en ésta última, muchos autores coinciden en afirmar que debajo de ésta se encuentra una
depresión importante. Una paciente diagnosticada por su médico psiquiatra con “trastorno
afectivo bipolar”, refirió en una de las sesiones: “este dolor que siento es como un cáncer
emocional”

Por último, considero que el interés por revisitar el falso self sirvió para entender y
reflexionar más sobre esta idea de Recalcati, M. (2008) acerca de la clínica del vacío,
cuando señala que ésta es también una clínica de las máscaras en donde la máscara está
dirigida a hacer que el sujeto exista en su ser; la máscara funciona como institución del
sujeto que no existe, como cobertura de su vacío de ser fundamental. Creo que esta
máscara sirve para cubrir ese sentimiento de vacío y de no existencia que escuchamos
constantemente en la práctica clínica, sin embargo pienso que los síntomas actuales
parecieran ser también máscaras para tratar de encubrir el dolor psíquico el cual se originó,
entre muchas otras situaciones, en experiencias traumáticas (muchas de ellas vividas a muy
temprana edad) las cuales han dejado una marca imborrable en el aparato psíquico.

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