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La tauromaquia
La única edición publicada en vida del autor (1816) lleva el título de Treinta y tres
estampas que representan diferentes suertes y actitudes del arte de lidiar toros,
inventadas y grabadas al agua fuerte en Madrid por Don Francisco de Goya y
Lucientes. A partir de la tercera edición (París, 1876) se incorporan siete grabados
que Goya no había incluido en la primera. (Se conocen cuatro planchas más que
han quedado fuera de todas las ediciones.) La mayor parte de los dibujos
preparatorios se conservan en el museo del Prado y las planchas se encuentran en
la Calcografía nacional de Madrid.
Los disparates
Nombre con que se conoce la última gran serie de grabados al aguafuerte de Goya.
El título Los disparates fue acuñado por Aureliano de Beruete (1918); hasta
entonces, se la venía conociendo como Los Proverbios. Por razones de contenido,
de estilo e históricas, esta colección se sitúa entre 1816 y 1823. La serie proyectada
por Goya debió comprender no menos de 25 grabados; el Prado posee un
importante grupo de dibujos preparatorios, algunos de los cuales no se grabaron o
cuya plancha se ha perdido. En los disparates Goya describe escenas abstrusas, de
una imaginación sin ataduras; es otro «sueño de la razón» más acre y excéntrico
que el de «Los caprichos», testimonio del mismo atormentado estado de espíritu
que se manifiesta en las pinturas de la Quinta del Sordo.
Pinturas negras
Nombre con que se conoce el conjunto de catorce pinturas murales pintadas al óleo
por Goya para decorar la Quinta del Sordo, situada junto al Manzanares, a las
afueras de Madrid, y que había sido adquirida por el pintor en febrero de 1819.
Seis de las pinturas decoraban el comedor: Una manola, Doña Leocadia Zorrilla,
Dos frailes, Saturno devorando a su hijo, Judith y Holofernes, La romería de san
Isidro y Aquelarre (el título original era El gran Cabrón).
En el salón principal estaban las ocho restantes: Dos viejas comiendo, Dos mujeres
y un hombre, La lectura (Los políticos), Perro semihundido, El destino (Atropos),
Duelo a garrotazos, Peregrinación a la fuente de San Isidro (El Santo Oficio), Visión
fantástica (Asmodea).
Francisco Goya
Los inicios
Nacido en 1746 en Fuendetodos, un pueblo cerca de Zaragoza, Francisco de Goya fue hijo de
un artesano dorador y, desde la adolescencia, manifestó su vocación de artista.
A los dieciocho años, al ser rechazado en la Academia de san Fernando tras acceder a dos
concursos (1763 y 1766), entró a trabajar en el estudio de Francisco Bayeu, con cuya
hermana se casaría más tarde. En sus primeras obras, demostró tener un notable dominio de
la técnica, ligada todavía a la tradición académica.
Su boda con Josefa Bayeu el 25 de julio de 1773, hermana de dos pintores entonces de
renombre, Francisco y Ramón Bayeu (con el primero de los cuales ya había trabajado), y su
marcha a Madrid fueron acontecimientos decisivos para su carrera profesional.
Hasta 1790, Goya disfrutó del triunfo y el bienestar deseados. Orgullosamente, Goya escribe:
«de los reyes abajo todo el mundo me conoce». En este momento, pintó obras llenas de
optimismo (La pradera de san Isidro, 1788; La gallina ciega, 1789) y culminó sus grandes
retratos (La duquesa de Alba, 1794; Don Gaspar Melchor de Jovellanos, 1798, La familia de
Carlos IV, 1800, La condesa de Chinchón, 1800). En todas estas obras el estilo goyesco
se fue configurando en una pincelada más suelta y una preocupación creciente por
la luz, probablemente heredada de Velázquez, al que consideró su verdadero
maestro.
Goya sufrió una profunda transformación que sería el inicio de su madurez como artista. En
1793-1794, emprendió una original serie de pinturas de pequeño formato (Cómicos
ambulantes, Un corral de locos, Un incendio, Un ataque a la diligencia, Interior de una
cárcel). El propio autor señaló la presencia en los cuadros «de observaciones a que
regularmente no dan lugar las obras encargadas, en los que el capricho y la invención no
tienen ensanche», advirtiendo que los había pintado «para ocupar la imaginación mortificada
en la consideración de sus males». Con ellos, se evidenciaba su interés por la multitud como
protagonista.
La ambigüedad, introducida muchas veces por la censura en Los caprichos, estuvo también
presente en la serie de cuadros sobre temas de brujas (1797-1798) que le encargó el duque
de Osuna (El convidado de piedra, Visión fantástica, Aquelarre, etc.).
Fernando VII
Últimas obras
El trienio liberal se rompió en 1823 con la invasión de las tropas francesas, concluyéndose el
período constitucional abierto en 1820 e instaurándose la segunda monarquía absolutista de
Fernando VII y la consiguiente persecución implacable de los liberales. Goya se sintió
amenazado; ya en setiembre había tomado la precaución de donar la Quinta del sordo a su
nieto Mariano y, tras pedir el permiso real, en setiembre de 1824 se instaló definitivamente
en Burdeos, donde moriría el 16 de abril de 1828.
Moratín describió al pintor recién llegado a Burdeos como «sordo, viejo, torpe y débil, sin
saber una palabra de francés y tan deseoso de ver mundo». La producción de Goya de esta
etapa alcanzó una tranquilidad de la que hasta el momento había carecido, como se puede
apreciar en las diez litografías de Los toros de Burdeos (1825), los retratos de Leandro
Fernández de Moratín (1824) y José Pío de Molina (1828) y La lechera de Burdeos (1825),
obra que anuncia ya el impresionismo.