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1.

Max Aub (1903 – 1972)

1.1 Max Aub: una biografía intelectual

En enero de 1939, después de tres años de lucha, la guerra civil española

ha llegado a su fin dejando los campos españoles vacíos y silenciosos. Por la

magnitud de la derrota, en la Historia de España no se había registrado semejante

desastre entre españoles; desastre humano porque la derrota republicana significa

la persecución, la represión y el subsecuente desplazamiento de más de medio

millón de personas por la frontera pirenaica en febrero de 1939 (Eugenia Meyer, t,

II, 1980:41-42). Franco derrota a un gobierno elegido legalmente a través del

plebiscito del 14 de abril de 1931. Para la España republicana esta traición arroja

al exilio a cientos de hombres y mujeres hacia la Unión soviética, Chile, Venezuela

y México.

La diáspora española emprende una dolorosa travesía trasatlántica con el

recuerdo de la patria perdida. Con el tiempo y la distancia, el espíritu encuentra

varias maneras de paliar el dolor, pero nunca olvidará el despojo de su identidad.

«El exilio es – en palabras de Sánchez Vásquez – de larga duración. Primero

física y, después y siempre espiritual» (1997:70). El exilio español, crisol de

profesiones y oficios, con hombres y mujeres que llegan a México en el Sinaia, el

Ipanema, el Winnipeg, el Serpa Pinto, saben que «Se es de donde se hace el

bachillerato» (Miguel A. González, 1998:233).

Esta certera y elocuente frase fue pronunciada por Max Aub en 1920;

significa que la vinculación con el ambiente de un lugar se adquiere y se afianza

1
durante la primera juventud. En este caso -como señala Pascual Mas (1998: 23)-,

la Valencia de Aub fue la de la familia Gaos, Juan Gil-Albert, Juan Chabás,

Leopoldo Querol, Genaro Lahuerta y Pedro de Valencia. Sin embargo, en el caso

de la historia personal de Aub, la frase es, en sí misma, una paradójica condición

de apátrida.

Max Aub Mohrenwitz nace en Paris en Junio de 1903 en el seno de una

familia burguesa. El padre, Federico Aub, era un próspero comerciante alemán

representante en Francia de varias prestigiosas firmas de su país. La madre,

Susana Mohrenwitz era francesa, descendiente de una familia culta y refinada.

Con tales antecedentes familiares el ambiente de los primeros años de Max Aub

fue exquisito y delicado.

Sin embargo, la vida cómoda y despreocupada de la infancia estaba apunto

de sufrir el primer revés existencial. De un día para otro, Alemania y Francia, las

naciones del padre y de la madre entran en el conflicto bélico de 1914, y en

consecuencia la familia debe buscar una tercera patria alternativa. España es ese

país neutral. De manera que, la familia emigra, primero a Barcelona y, después, en

1914, se asientan definitivamente en Valencia. Max Aub ha experimentado ya un

primer peregrinaje.

España, la nación elegida por azar, atrapa al joven Max Aub, que contaba

en aquel entonces con solamente once años. No se localiza dato alguno en ningún

lugar de sus estudios y biografías que haya padecido un prolongado trauma de


1

1 González Sanchis, Miguel A.,Epilogo biobibliográfico, en Max Aub, San Juan, Pre-textos, España, 1998, pp. 229-258.
Pérez Bowie, J. Antonio, Introducción a la Calle de Valverde, Max Aub, cátedra, Madrid, pp. 13-42, http:// www.maxaub.org,
Soldevila Ignacio, La obra narrativa de Max Aub (1929-1969), Gredos, Madrid, pp. 1-37

1
adaptación, por el choque cultural que supone cambiar de país, de idioma y de

cultura. Porque en este caso, Valencia lo absorbe y lo cubre:

...Valencia cubierta de olor de azahar, Valencia en la mano del


naranjo. Valencia blanca y blanda con peso de pecho limonar. La naranja
entre la mandarina y el limón. Valencia granada. Valencia honda, Valencia
borracha de olor de azahar (Aub, 1983:10).

La integración en el nuevo mundo es total puesto que a los doce años

compone versos en español gracias al rápido aprendizaje del nuevo idioma.

Paralelo al aprendizaje del castellano, la educación que recibe en la casa familiar

es totalmente agnóstica. Cursa sus estudios en la Escuela Moderna (Pérez Bowie,

1985: 14) - la única escuela laica de Valencia que fue fundada hacia 1904 por el

librepensador y educador Francisco Ferrer - y en el Instituto de Valencia. Del

ambiente liberal de la II república y de la Institución Libre de Enseñanza, Max Aub 2

recibe sus más importantes influencias.

Fundada por Francisco Giner de los Ríos en 1876, la Institución Libre de

Enseñanza, de ideología krausista y libre pensadora, presiona a los gobiernos

monárquicos para proveer abundantes becas para estudios de graduados en

Europa; la influencia de la Institución es preeminente en la formación de

científicos, filósofos, arqueólogos e historiadores de la España del siglo XX

(Gabriel Jackson, 1979: 33). Los cuales, con el tiempo, habrán de marchar al

2 Los preceptos de la Institución afirman que la escuela ideal debe animar la curiosidad intelectual a través del contacto
informal de estudiantes con las mentes más brillantes y creadoras. La educación debe formar al hombre; y así se otorga la
misma dignidad a las labores manuales y los oficios artísticos que a las realizaciones puramente intelectuales .

1
exilio. La creación en 1910 de la Residencia de Estudiantes de Madrid es una
3 4

extensión de la Institución. La Residencia es dirigida por Alberto Jiménez Fraud,

persona muy próxima a Giner de los Ríos (Manuel Cifo, 2002: 300):

...La influencia de la Institución Libre de Enseñanza y de su hija la


Residencia de estudiantes va a continuar siendo primordial. Allí viven
Moreno Villa y Federico, como luego Buñuel y Dalí. Casi lo único que
cuenta en España, desde hace ochenta años, es hijo de la Institución. El
que lo olvide no puede comprender la tragedia de España (Pascual Mas,
1998:28).

En 1917 Max Aub tiene ya veinte años, y al término del bachillerato, decide

seguir a su padre como comerciante por el país (Pérez, 1985:14). Sin duda, una

acertada decisión puesto que Aub, en esos viajes por el interior de España

descubre otras realidades, con otros hombres, con otro país. Pero el

descubrimiento de lo nuevo sólo es trascendental para quien es capaz de

entender los matices de la gente con quienes habla. En este sentido, Max Aub

tiene el sexto sentido para captar esos matices (González, 1998:233), y

comprender y analizar la diversidad de opiniones que pueblan a los hombres.

De 1920 a 1924 viaja por Levante, Cataluña y Aragón; de Figueres a

Almería va vendiendo toda clase de artículos (Pascual Mas, 1998:23), conjunta

viajes y vivencias que son la materia prima para su curiosidad intelectual. Tenía

don de palabra, trato delicado, habilidad para conversar y convencer. A partir de

este hecho, la independencia económica lo va a satisfacer en lo práctico y en lo

3 Junto con José Gaos y José Medina, figuran en la lista: Juan Chabás, Emilio Prados, Juan Comas y Mercedes Díaz
Roig, entre otros.
4 Fueron residentes: Federico García Lorca, Salvador Dalí, Luis Buñuel, Jorge Guillén, Rafael Alberti, por mencionar a
algunos huéspedes de la generación del 27.

1
inmediato: viaja, come, bebe, observa, disfruta de la adquisición de numerosos

libros y revistas, además de que se suscribe a la revista más famosa de la época:

la Nouvelle Revue Français . Max Aub nunca pierde un número de la revista


5

desde 1918, por lo que una genuina convicción literaria abarca toda su atención.

Durante la década de los veinte, Max Aub recorre un personal itinerario

espiritual: presencia montajes de teatro expresionista en Alemania, viaja por toda

Europa, principalmente por Francia, donde de la mano de Jules Romain, a quien 6

había conocido en 1921, entabla contacto con el medio intelectual que participa en

la Nouvelle Revue Français: André Breton, Louis Aragón, André Malraux y el

que se va a convertir en una influencia decisiva en el futuro: Jaques Copeau.

Copeau, crítico teatral y fundador de la compañía teatral de Vieux-Colombier, de

1913 a 1924, estrecha los lazos entre la N.R.F. y la Vieux – Colombier

asumiendo ambas direcciones. La experiencia se inscribe en el movimiento

europeo de renovación estética del arte teatral, emprendido por Stanislavski y

Jaques-Dalcroze (www.gallimard.fr).

Sobre el teatro de Copeau, Aub comentaba: «teatro ascético, teatro sin

decorados, teatro de caracteres.» Concepción que produce una considerable

fascinación en el ávido Max Aub:

5 Publicada por vez primera el 15 de noviembre de 1908 bajo la dirección de Eugène Montfort, es hasta el segundo
número, del 1º de febrero de 1909, que la N.R.F. lleva la iniciativa de André Gide, Henri Ghéon, Marcel Drouin, Jaques
Copeau, Jean Schlumberger y André Ruyters. Hacia 1920, la N.R.F. cuenta con 2,755 subscriptores, y en sus contenidos
se incluye a una nueva generación de autores, quienes bajo la égida de Dada y los surrealistas sacuden los valores de la
época anterior a la primera guerra mundial
6 Seudónimo del filósofo, Louis Farigoul, (1885-1972), escritor francés, su obra expresa su filosofía unanimista, según la
cual los seres humanos deben considerarse como criaturas sociales y fraternales, no como individuos aislados unos de
otros.

1
Mi interés por el teatro -ese sentir que lo que uno puede hacer es
precisamente eso y no otra cosa- nació con la primera obra que vi. Lo
primero que intenté fue un drama; debía tener doce o trece años.
Después, por influencias naturales, escribí comedias «de
vanguardia» impropias para los teatros españoles al uso benaventiano y
muñozsequistas, claro mi entusiasmo por Gordon Craig y sus cortinones
que, en el fondo, no se han desmentido. Añadíase mi preferencia por el
puritanismo de Copeau. La letra importa. Ese gusto, me costó por entonces
la vida escénica (Manuel Aznar, 2003:213).

De producción temprana destacan: Crimen (1923), ”melodrama”, un acto;

El Desconfiado Prodigioso (1924), un acto; Una Botella (1924),”paso”, un

acto; El Celoso y su Enamorada (1925), “farsa de adolescentes”, un acto;

Espejo de Avaricia (1925-1934) ”carácter en tres actos y siete cuadros” (Ana

Llorente, 1997:27) y, la primera edición de una obra dramática publicada en forma

de libro por Max Aub: Narciso (1927), tres actos, dedicada «A Jules Romain». En

la nota preliminar, Aub señala:

Ni pensada ni escrita esta obra para ser leída, hecha para la escena,
viene a ahogarse en el libro. Teatro incompleto se le podría llamar.
Las circunstancias del teatro en España, quiero suponer que sólo actuales,
no permiten lograr su representación.
Supla la visión del lector lo que actores y director debieran darle: acento y
vida (Aznar, 2003:211).

Paralelo a sus expectativas dramatúrgicas está siempre el artículo

periodístico: comienza a publicar en “Alfar” de La Coruña, donde aparece una

reseña de La Europa Galante de Paul Morand en 1925 y en 1926, publica la

pieza de teatro El Desconfiado Prodigioso. En la misma revista, publica su

primer relato: Caja. En este relato, los personajes parecen a la vez, extraídos de

la realidad, a partir de la experiencia del autor, pero también del corpus literario

1
precedente, de manera que ambas realidades – la de la experiencia personal y la

de la tradición literaria - se potencian mutuamente (Ignacio Soldevila, 1999:2).

Otras colaboraciones suyas de importancia aparecen en “Azor ”, “Isla ” y 7 8

“Elix ” y, desde luego, en las madrileñas “España, Semanario de la vida nacional”


9 10

y en la “Revista de Occidente." 11

En las últimas dos publicaciones que acabamos de citar, es donde la

presencia de la Generación del 27 difunde una buena parte de la poesía y de las

ideas artísticas de sus integrantes (Cifo, 2002:311).

En “España, semanario de la vida nacional”, se da a conocer - por medio

de Díez-Canedo, Adolfo Salazar y Juan de la Encina -, la literatura, la música y las

bellas artes, según las escuelas más recientes (Aub,1974:501). En el número 359
12

de “España” del 3 de marzo de 1923, Max Aub publica un poema por vez primera:

Momentos (Aznar, 2003:311).

En la “Revista de Occidente” se publican obras como la primera edición de

Cántico de Jorge Guillén, El Romancero Gitano de Federico García Lorca, Cal

y Canto de Rafael Alberti, Seguro Azar de Pedro Salinas y los extractos de la

primera obra narrativa de Aub: Geografía.

7 Homenaje a Matisse y Treinta años de José Medina (1934).


8 Falsa décima a su dama, Cádiz, 1934.
9 En el número 8 de Elix, fechado en enero de 1930, en Vilafranca del Penedès, se estrena El Malfiat extraordinari,
traducción a la lengua catalana de El desconfiado prodigioso.
10 Publicada de 1915 a 1924, fue fundada por Ortega y Gasset y dirigida por Manuel Azaña y Luis Araquistáin.
11 Fundada por Ortega y Gasset, la Revista de Occidente (de carácter mensual; su primer título apareció en julio de 1923 y
el último en junio de 1936), sirvió para difundir las tendencias filosóficas y culturales del primer cuarto del siglo XX,
principalmente las de procedencia alemana y las obras de españoles (como los hermanos Manuel y Antonio Machado, o
jóvenes poetas de la generación del 27).
12 Como el Movimiento Ultra, denominación que algunos críticos otorgan hacia las dos líneas de vanguardia que
convivieron en España a lo largo de algunos años: Ultraísmo y Creacionismo, cuyos principales teóricos son Guillermo de
Torre y el chileno, Vicente Huidobro.

1
Escribí Geografía en 1925. La “Revista de Occidente” dio unos
fragmentos en el número 52, de octubre de 1927. Se publicó en “Los
Cuadernos Literarios” dirigidos por Enrique Díez-Canedo, en 1929. Ausente
de España, no corregí las pruebas y así no me di cuenta de que en el
manuscrito entregado faltaba un capítulo, enviado a no recuerdo qué
revista. Estas páginas fueron publicadas, sin explicación, en “La Gaceta
Literaria” del 1 de octubre de 1929 (Soldevila, 1973:48).

Híbrido entre ensayo y cuento Geografía es, con sus sesenta y ocho

páginas, la contribución real de Aub a los “Cuadernos Literarios ” (Soldevila, 13

1973:46).

El director y fundador de la colección - Díez-Canedo - es una referencia

importante para el desarrollo intelectual de la España anterior a la guerra; ya que

fue el mejor crítico literario y teatral, además de periodista en igual medida.

Desarrolló su actividad en los periódicos “El Globo”, “Diario Universal”, “El Sol”, y

en las revistas “Índice” y “Tierra Firme” (Mantecón, 1983: 762). La admiración y

estima que le tuvo Max Aub fue abierta y sincera:

Los de mi generación, le debemos gran parte de lo que aprendimos


en nuestra juventud acerca del mundo...fue constante su lección: en “El
sol”, en “La Voz”, en “España”. Si he tenido confianza en lo que hice y Dios
sabe que nunca fui favorecido por el éxito... fue porque Canedo me dijo:
“Está bien”, “esto no está bien”... Canedo fue el crítico literario más sagaz
que ha tenido España este siglo, el que supo discernir con más claridad lo
que fue y queda (González, 1998:235).

Hacia 1925 Max Aub ya se ha nacionalizado español, y ese mismo año

publica Los Poemas cotidianos 14


en la colección de Díez-Canedo.

13 “Los Cuadernos Literarios,” colección dirigida por Enrique Díez-Canedo, para 1929 ya ha publicado un total de
veinticuatro volúmenes avalados por las más prestigiosas firmas del momento: Azorín, Pío Baroja, Manuel Azaña, Alfonso
Reyes y Eugenio d´Ors por mencionar algunos nombres.
14 Prologados por Díez-Canedo, la edición constaba de cincuenta ejemplares “compuestos únicamente para los amigos
del autor”.

1
Al estudio sistemático de las vanguardias culturales, se agrega un genuino

interés por las causas sociales después de que presencia el memorable

alzamiento de Antonio Primo de Rivera en la plaza del Coso en Zaragoza en 1923

(González, 1998: 234). Durante la dictadura de este personaje, se crea la Unión

Federal de Estudiantes y su filial universitaria Federación Universitaria

Escolar (FUE). Fundada en Valencia en 1930, la FUE juega un papel importante

en la participación política y cultural de los estudiantes y en la defensa de la

república. Se origina básicamente por una lucha de generaciones porque la

dictadura primista se caracteriza por ser marcadamente antijuvenil

(www.filosofía.org).

La reacción gubernamental se dirige, entonces, contra universidades,

prensa, colegios profesionales, partidos históricos y republicanos y organizaciones

obreras. Se producen crisis en todos los ordenes: sociales, económicos y políticos

que terminarán por llevar a la huelga y posterior cierre a la Universidad de Madrid

(Meyer, t.I, 1980:106).

En medio de este convulsionado clima social en España, Max Aub no duda

jamás en comprometerse de lado del ideal socialista:

Mi socialismo nació de un sentimiento de solidaridad, de un deseo de


que los que no tienen vivan mejor. No es esto una idea sino un anhelo
tan viejo como la sociedad (González, 1998:240).

A partir de 1927 se traslada a Madrid donde conoce a los políticos que

serán importantes protagonistas de la década siguiente: Manuel Azaña, Juan José

Domenchina, Luis Araquistáin, Juan Negrín, Luis Álvarez del Vayo y Gregorio

1
Marañón. El conocimiento y trato con estos personajes, junto con la problemática

social que comentábamos líneas arriba, influyen en el giro radical que le imprime a

la literatura, al ponerle final al intimismo narcisista (Pérez,1985:15) que caracteriza

a sus escritos anteriores a 1930, como Geografía, Caja y Fábula Verde . 15

Donde se refleja de modo más drástico el cambio de rumbo es en su

producción dramática: abandono del carácter ético intimista, por el ético de

circunstancias colectivas, a través de ocho piezas teatrales escritas en un acto 16


,

para expresar su compromiso antifascista en defensa de la II república española

como Jácara del Avaro (1935), pieza escrita en un acto incluida en el repertorio

de las Misiones Pedagógicas, que se representan en varios pueblos de España

(Pérez, 1985:15).

Importante es mencionar los artículos aparecidos en el periódico “Luz” de

Madrid en 1933: El teatro en Rusia; Nadie conoce el corazón de las mujeres

y Pinazo y Miró (www.maxaub.org). Al año siguiente, en 1934, dirige “El Búho ”, 17

compañía de teatro creada por los estudiantes de la Universidad de Valencia

afiliados a la FUE. En el mismo año colabora en la revista valenciana “Nueva

Cultura” con artículos sobre Piscator y una nueva valoración del Teatro o

15 Relato de corte simbólico de 1933, en el que la protagonista, Margarita Claudia, se entrega en apasionado amor a la
naturaleza.

16 El agua no es del Cielo (1936), “Improvisación electoral”, un acto; Pedro López García (1936), “auto”, un acto; Las
Dos hermanas (1936), un acto; Fábula del bosque (1937), un acto; Por Teruel (1937), un acto ¿Qué has hecho hoy
para ganar la guerra? (1937), un acto y Juan ríe, Juan llora (1937), un acto.

17 Creadas por decreto el 29 de mayo de 1931 , el objetivo de las Misiones Pedagógicas era: “Llevar a las gentes, con
preferencia a las que habitan localidades rurales, al aliento del progreso y los medios de participar en él, en sus estímulos
morales y en los ejemplos de avance universal, de modo que los pueblos todos de España, aun los apartados, participen en
las ventajas y gozos nobles reservados hoy a los centros urbanos”. (http://www.laic.org)

17 “El Búho”, bajo la dirección de Max Aub incorpora a Cervantes a su repertorio de teatro nacional-popular con la
representación de la Guarda Cuidadosa y Los Dos Habladores

1
Antecedentes del teatro ruso contemporáneo. Otras publicaciones en la

misma revista fueron los cuadros de una obra inconclusa titulada La guerra con el

título de Frescos sobre la guerra, ejemplos de un teatro antifascista y de

propaganda pacifista (Aznar, 2003:216).

Sobre su narrativa de mayor importancia anterior a 1936 podemos citar dos

importantes obras: Luis Álvarez Petreña y Yo vivo. Álvarez Petreña se publicó

por entregas en la revista “Azor” de octubre de 1932 a febrero de 1934.

Posteriormente es editado en forma de libro por Ediciones Miracle de Barcelona

en 1934 (www.maxaub.org). Es una obra muy significativa de su producción

temprana, ya que critica el vacío espiritual del intelectual vanguardista, sin

pasiones políticas y sin ningún ideal pero también incapaz de resignarse a la

bohemia intrascendente (Pérez, 1985:20).

Yo vivo, escrito entre 1933 y 1936 pero publicado hasta 1953, es un

ejercicio retórico en torno a una serie de descripciones sobre el placer de estar

vivo (Soldevila, 1973:59).

Durante un viaje a Madrid, le sorprende la insurrección franquista del 16 de

julio del 36; cuando puede, regresa a Valencia para echar a andar al periódico

socialista “Verdad” . A continuación, el editorial de Max Aub:


18

Defenderemos los intereses del proletariado, los intereses de


Valencia, porque no por ser defensores del obrero en sí olvidamos lo que le
circunda. El hombre es, además de su cuerpo, la ley, la ciudad, el campo
que le rodea, y nosotros queremos una Valencia hermosa y fuerte, dentro
de una España fuerte y hermosa, todo ello encuadrado en un mundo de paz
(González, 1999:230)

18 El primer número del viernes 31 de julio de 1936 es dirigido por Max Aub

1
El 26 de abril de 1937 ocurre el terrible acontecimiento que mereció de

inmediato una repulsa internacional y por la que Picasso realiza el significativo

Lienzo de Guernica: el bombardeo de Guernica en Vizcaya por la aviación

alemana al servicio de la España Fascista.

Max Aub, en calidad de Agregado Cultural de la Embajada de España en

Francia desde el 22 de noviembre de 1936, encarga a Picasso a principios de año

un mural para el pabellón español en la Feria universal del 37 en París. Tras los

trágicos sucesos ocurridos a la población civil de Guernica, Picasso concibe la

extraordinaria pintura que muestra la crueldad y la barbarie de la guerra, al mismo

tiempo que se convierte en el principal símbolo contra el fascismo (Gonzalo

Sobejano, 2002: 249).

La siguiente actividad se lleva a cabo allí mismo, en París. Se trata del

montaje que Jean Louis Barrault prepara de la Numancia de Cervantes en el

teatro Antoine de París y, a la vez, desempeña una activa labor en pro de los

intelectuales españoles refugiados en Francia.

La agudización de la conciencia antifascista determina a las principales

voces intelectuales a crear en 1935 el Comité Mundial De Escritores Para La

Defensa De La Cultura figurando Ramón Valle-Inclán como delegado español. Al

año siguiente, se crea en Madrid la Alianza de Escritores Antifascistas para la

Defensa de la Cultura dirigida por José Bergamín, Ricardo Baeza y Rafael Alberti

(Blanco Aguinaga, 1979:292). Max Aub, siendo el socio número 3 de la Alianza,

1
organiza con Louis Aragón y Koltzov el II Congreso de Intelectuales Antifascistas

en Madrid y Valencia. 19

En 1937 es nombrado secretario del Consejo Central de Teatro (CCT), 20

dependencia de la Dirección General de Bellas Artes y, a su vez, presidida por el

pintor Joseph Renau. Por esta razón, Aub traslada su residencia de Paris a

Barcelona. En el diario “La Vanguardia”, al iniciar sus funciones como secretario,

publica los artículos: Carta a una actor viejo (1937), El estreno de

Fuenteovejuna en París (1938) y Acerca del teatro. Un repertorio (1938)

(Aznar, 2003:29). Algunos pronunciamientos de Max Aub con tono político

aparecen también en el mismo diario barcelonés: Las Cosas como son:

escúchame Francia..., Las cosas como son. ¿Conoces tú el país vasco...?

y Las personas como son. Una muchacha española (Aznar, 2003:34). 21

Existen dos artículos publicados en “La Vanguardia” que tienen cierto grado

de importancia con la posterior actividad de Aub y que son inmediatamente

anteriores a su segundo peregrinaje: Héroes. De Byron a Malraux y Las Cosas

como son. Los escritores y la guerra: 22

Ni Byron ni D´ Annunzio vivieron su epopeya para cantarla, fueron a


las realización guerrera para apuntalar su personalidad, su obra. Quieren
ser los héroes en el sentido romántico que la palabra ha cobrado...El
escritor se enfrenta a la realidad...ya no puede acomodar o intentar servirse
de la historia...no se deja llevar por la inspiración: toma notas. El novelista
de hoy comenta, no inventa; ahí está la obra novelesca de Malraux...su

19 El II congreso fue acordado en Londres un año antes de la ofensiva franquista, por lo que las connotaciones que
adquirió la reunión de intelectuales fueron más allá de las literarias. EL II congreso se llevó a cabo en 1937 primero en
Madrid, pero al estar fuertemente asediada, se trasladan a Valencia.
20 Nombramiento según un decreto del Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad con fecha del 22 de agosto de 1937 y
avalado por el presidente Azaña y el ministro comunista Jesús Hernández.
21 La Vanguardia, Barcelona, 22 de abril; 30 de abril y 29 de mayo de 1938, respectivamente.
22 Aparecieron en La Vanguardia: el 19 de marzo y el 2 de abril de 1938, respectivamente.

1
novela L´espoir es su actuación en defensa de nuestros derechos...está
escrita sobre datos menudos y exactos (Aznar, 2003:31).
23

La última actividad de Max Aub en España es la realización de una película

con André Malraux, financiada por el Ministerio de Estado:

De julio de 1938 a enero del 39, en España y cuando ya no se pudo


en París, André Malraux, con mi asistencia fraternal, realizó L´Espoir.
Poco se saben – y no creo que se sepan nunca – las vicisitudes de su
filmación. Nunca proyectada en México, fue presentada en el cine Las
Américas el 24 de abril de 1960 (Aub, 2002:143).

Hacia los últimos días de enero del 39, el ejército franquista entra en

Barcelona sin encontrar ya ninguna resistencia y el 27 de febrero, desde el exilio,

Manuel Azaña deposita su renuncia a la presidencia de la república. Un parte

oficial de guerra, firmado por Francisco Franco el 1º de abril de 1939, daba fin a la

contienda civil: «en el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han

alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. LA GUERRA HA

TERMINADO» (Víctor A. Maldonado, 1982:31).

España, para entonces, era un país cuya profunda fractura no daba lugar al

entendimiento o la reconciliación. Los vencedores, eufóricos, se ensañan con los

vencidos; y como en todos los casos, donde hay vencedores y vencidos, suceden

escenas no menos terribles que las ocurridas en los campos de batalla; las

vejaciones no se hacen esperar: Aflora la tortura, el asesinato, las limpias y los

secuestros sin retorno. En la tierra de nadie, el éxodo masivo republicano da

inicio... (Maldonado, 1982:31).

23 Max Aub, Héroes. De Byron a Malraux. Fragmento. La Vanguardia, Barcelona, 19 de marzo de 1938.

1
Mariano José de Larra decía que ser liberal en España era ser emigrado en

potencia (Sánchez Vázquez, 1997:68), por lo que el 1º de febrero de 1939, quien

fuera educado en un ambiente liberal y agnóstico, el escritor Max Aub, junto con

Malraux y el equipo de filmación de Sierra de Teruel, sale de España huyendo

del fascismo al igual que cientos de ciudadanos:

La gente se explicará difícilmente la pérdida tan rápida de Cataluña,


y más cuando se enteren de que se puede decir que desde la toma de
Tarragona Franco no ha disparado un tiro. Y, sin embargo, la razón es ésta
que te doy: la gente no ha huido por cobardía, sino por miedo, por miedo a
caer prisioneros...por miedo de ser fascistas... qué quieres, la resistencia
tiene límites (Aub, 1987:59).

Max Aub junto con miles de españoles republicanos estaban convencidos

de que se les había arrebatado, a salto de mata, la legalidad del gobierno

republicano. Desde fuera, la victoria de Franco no es aplaudida, sino más bien

solapada. ¿Quién se puede imaginar que Alemania tiene comprada a Francia? ¿Y

que Francia, le dará la espalda a la república española?

A la consternación de los refugiados por el silencio y la indiferencia del

gobierno francés hacia su causa, se suma el crítico momento político que se

respira en el ambiente mundial. Una guerra de proporciones mayores está por

involucrar a la humanidad entera, por lo que Max Aub se pronuncia a favor de la

razón ante la realidad circundante. La mayor injusticia llega cuando el fascismo en

España se declara vencedor y el mundo lo reconoce como tal.

El extrañamiento y la impotencia de Aub se muestran en sus escritos, en

sus actos y sus palabras. Han llegado los días de las acciones enérgicas, y muy a

1
su pesar, de las reacciones. Además de los españoles republicanos, nadie habla

de la guerra perdida. Nadie se pronuncia en contra de la dictadura (Aub, 1999:21).

En abril de 1940 Aub reside en París, en donde escribe Campo Cerrado,

primera de las seis novelas que conforman la serie sobre la guerra civil española

El Laberinto Mágico. Con la redacción de ésta y las otras cientos de historias


24

que conforman la serie, aunque Max Aub, toma distancia de lo que ve y juzga, el

tono, antes amable, es amargo: ¡Así reventarán tós, hijos de la gran madre que los

parió! (Aub, 1968:13).

Es así que la vida de Max Aub - vida acostumbrada desde su nacimiento a

una existencia afortunada y generosa - conoce las dificultades que ocasionan la

persecución y la pobreza. El trabajo cotidiano se ve alterado cuando por una

denuncia anónima que lo señala de comunista, el 5 de abril de 1940, es detenido

por la policía francesa. El ingreso y la monotonía del encierro en el Roland Garros,

el centro de detención adonde van a parar todos los sospechosos para

Francia 25
, está documentada con amplitud en la sexta novela del Laberinto

Mágico, Campo Francés. Sin embargo, algunos apuntes sobre aquellos

amargos momentos se pueden leer en su Diario:

A las doce, volviendo del hospital, me llevan a la Prefectura.


Regresamos para el registro. Los papeles: abren la cómoda, el cajón de
arriba, el cajón de abajo; no tocan el de en medio, que es el contenía mis
originales. Recogen una carta de Negrín referente a la publicación de “Los

24 Campo Cerrado, Universidad Veracruzana, México, 1968


Campo Abierto, alfaguara, España, 1983
Campo de Sangre, alfaguara, España, 1981
Campo del Moro, Joaquín Mortiz, México, 1963
Campo de los Almendros, Joaquín Mortiz, México, 1968
Campo Francés, alfaguara, España, 1998
25 Frase acuñada por Max Aub y que es dicha por uno de sus personajes (El largo) en Campo Francés, Alfaguara,
España, 1945, p.56

1
Clásicos Españoles” por Gallimard...Quedo a disposición del inspector. La
Sala con veinte detenidos, o mejor, retenidos... oigo: “- ¿Qué hacemos con
el español ése? - ¿Qué han encontrado? - Una carta de Negrín -.
Guárdenlo -” (Aub, 1999:25).

La carta de Juan Negrín, dirigida a Max Aub, es el motivo por el cual, el

escritor era sospechoso para Francia y por eso, la policía francesa decide su

internación administrativa (Aub, 2002:113). Del Roland Garros pasa al campo

de concentración de Le Vernet d´Ariège, el cual abandona el 21 de noviembre de

1940 gracias a las gestiones de Gilberto Bosques, cónsul de México en Francia.


26

A partir de entonces reside en Marsella, lugar donde comienza la redacción de

Campo de Sangre, tercer volumen del Laberinto.

En mayo de 1941, desde Marsella, colabora con Margaret Palmer en la

ayuda a los refugiados españoles, a través del Emergency Rescue Committee.

De esta manera tiene discretos contactos con la resistencia francesa. En el Diario

del día 3 de julio de 1941 se lee:

Por la mañana las golondrinas, los gorriones. Matisse, Aragón,


Malraux... después de haber estado con Malraux para ver cómo
luchábamos contra unos agentes de la policía de Vichy que se habían
infiltrado en las organizaciones de resistencia españolas y viendo cómo
podía esconder un tanque (no invento). Ese día fui a comer con Gide, en
Cabris, y a tomar el té con Matisse, en Cimiez, antes de que Aragón me
leyera sus versos patrióticos (Aub, 1999: 63).

El día justo del encuentro de Max Aub con Matisee, Aragón, Gide y

Malraux, el 2 de junio de 1941, la policía pasa por él a las cinco de la mañana para

encarcelarlo en Niza. Pero para un escritor como Max Aub, el encierro no es

impedimento para la libertad de ideas:

26 Funcionario acreditado por el gobierno de México para formar parte de la Comisión Bipartita encargada del diseño y
procedimiento de protección y evacuación de los refugiados españoles en Francia .

1
Desgraciadamente todo lo que escribí en la cárcel de Niza
desapareció con una maleta que contenía la copia de otros originales. Lo
siento porque tuve tiempo de escribir, primero totalmente a solas,
incomunicado, y luego durante quince días, doce horas diarias, ya en
libretas decorosas, la historia de los seis ladrones y asesinos con quienes
andaba encerrado en una horrenda celda personal (Aub, 1998: 66).

De nueva cuenta, gracias al cónsul mexicano, sale de la cárcel de Niza el

22 de junio de 1941. Pero el 3 de septiembre de ese mismo año, otra denuncia

anónima provoca su detención en Marsella y su traslado posterior - por segunda

vez – al campo de Le Vernet. El 27 de noviembre de 1941 es trasportado desde

Port Vendrès hacia Argel en las bodegas del Sidi Aicha, un buque de carga en

cuya travesía concibe su tragedia San Juan, «la expresión tristemente exacta de

nuestros días » (González, 1999:234).


27

De diciembre de 1941 hasta el 8 de julio de 1942 permanece internado en

el campo de concentración argelino de Djelfa donde escribe algunos de los

cuarenta y siete poemas del Diario de Djelfa. 28

Las circunstancias de la salida del campo de Djelfa, en la ciudad marroquí

de Casablanca, están llenas de avatares:

Me medio escapé... porque no se puede llamar escapar teniendo la


complicidad de uno de los guardianes principales... lo que me hizo perder el
barco que me tenía que llevar a Norteamérica fue una detención de unas
horas en Uxda, en la frontera entre Argelia y Marruecos, y no poder utilizar
el affidávit, de John dos Passos, y tener que vivir escondido en una
maternidad judía en Casablanca durante tres meses porque el cónsul de los
Estados Unidos no quiso revalidarme la fecha de salida... (Aub, 1998:12).

27 Tragedia pensada por Aub, a raíz del suceso escuetamente contado por el periódico: un barco lleno de mujeres y niños
judíos que, al no permitirles desembarcar en ningún país, es hundido por un torpedo durante la segunda guerra mundial.
28 Gracias al rigor de las fechas señaladas en cada poema, se deduce que la escritura de estos Diarios está repartida
entre Le Vernet, Marsella y Djelfa.

1
Después de esta sucesión de cárceles y presidios, Max Aub da cuenta de la

existencia de un humanismo capaz, no solamente, de actos bondadosos, sino de

la completa aniquilación del prójimo. En medio del caótico entorno internacional,

un escritor desilusionado se pregunta, si acaso, quienes gozan de una existencia

feliz y cómoda, perciben que la humanidad limitada por una serie de estados de

cosas donde la animadversión de unos contra otros es el común denominador, es

capaz de traicionar para salvarse. Aub está consciente de que por no callar, su

transición al destierro es más amargo que el de otros: «pero a los demás no les

fue mejor, aunque no pasaron por lo que pasé: que bien mirado, no es tanto... »

Y todavía con el mismo talante, afirma:

Ponerse en la piel de un chivato y escribir, escribir para saber lo que


no sé. Sería inútil, a menos que resultara bonito, que la gente le gustara el
cuento. Hacerlo en tercera persona, impersonalmente... o meterse dentro.
Denunciar para vivir, y que se mueran los demás. Sin remordimiento (Aub,
1999:188).

1
1.2 Max Aub en México. (1942-1972)

Con el espíritu totalmente desazonado, después de tres años de cárceles y

confinamientos, Max Aub logra embarcar el 10 de septiembre de 1942 a bordo del

Serpa Pinto rumbo al destierro definitivo: México.

Max Aub llega a México el 1º de octubre de 1942 (González, 1999:237).

Como es de suponer, sus primeros años en el exilio mexicano son los más difíciles

de sobrellevar. Los largos años transcurridos entre 1942 y 1955 es el tiempo que

le toma identificarse y afianzarse en México. Por lo tanto, en esta primera etapa, el

reconocimiento consiste en la asimilación en la nueva cultura. En sus escritos

demuestra hasta qué grado le cuesta identificarse con el nuevo mundo, según se

lee en su Diario, fechado el 2 de agosto de 1945:

¡Qué daño no me ha hecho, en nuestro mundo cerrado, el no ser de


ninguna parte! El llamarme como me llamo, con nombre y apellido que lo
mismo pueden ser de un país que de otro...El agnosticismo de mis padres
en un país católico como España, o su prosapia judía, en un país antisemita
como Francia, ¡qué humillaciones no me ha acarreado!...Quede constancia,
sin embargo, y para gloria de su grandeza, que en España es donde menos
florece ese menguado nacionalismo...allí jamás oí lo que he tenido que oír,
aquí y allá, en pago de ser hombre, un hombre como cualquiera (Aub,
1998:132).

En el nuevo continente descubre que el idioma es el mismo; pero ya no es

el niño de once años que observa con curiosidad de recién llegado a la nueva

cultura. Aunque agradecido hacia esta nueva oportunidad de vida, aquí sí

experimenta un choque cultural porque la circunstancia de un adulto no es jamás

la misma a la de un niño.

1
No obstante, las condiciones para continuar con su desarrollo profesional e

intelectual es factible: la actividad profesional inmediata está relacionada

directamente con el mundo del periodismo, la docencia y especialmente el cine : 29

Aquí en México empecé haciendo múltiples adaptaciones


cinematográficas y siendo profesor de la Academia de cinematografía, de
30

Historia del teatro en la Universidad, Asesor Técnico de la Comisión de


cinematografía... (González, 1998: 247).

En 1944, al mismo tiempo que es nombrado secretario de la Comisión

Nacional de Cinematografía, publica Campo Cerrado y Diario de Djelfa, libro

que redacta durante sus tres años de confinamiento en cárceles y campos de

concentración.

Toda esta febril actividad de los primeros años, sin embargo, está marcada

por la necesidad económica. Esta necesidad no es exclusiva en Max Aub. Si en

algo se caracterizó la diáspora española en México fue en el aprovechamiento de

las posibilidades vocacionales: periodistas que se hacen poetas; catedráticos de

letras dando clases a niños de secundaria, escritores convertidos en librerías

ambulantes, novelistas dedicados al cine (Arturo Souto, 1983: 367). De manera

que, Aub para poder escribir, siempre trabaja en otros asuntos:

...Y me cuentas lastimosamente que has tenido que hacer cine de


cualquier manera? ¡naturalmente! También Paulino. También yo. También
Alberti. También todos. Es nuestro rescate de cautivos...(González,
1999:236).

29 El 1º de octubre de 1943, se afilia al sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica, Similares y Conexos de


la República Mexicana
30 La contribución de Max Aub a la industria como adaptador o guionista es extensa: El globo de cantolla, La monja
alférez, Amok, Sinfonía de una vida (1945); La viuda celosa; Otoño en primavera, El charro y la dama (1949);
Pata de palo, La desconocida (1954) y, una película que fue bien recibida por la crítica, Distinto amanecer, dirigida por
Julio Bracho. Pieza basada en una adaptación hecha por él mismo de su drama teatral La vida conyugal

1
Al mismo tiempo que ocupa cargos en varias instancias culturales, poco a 31

poco los ensayos, crónicas y reseñas periodísticas aparecidas con su firma en

varias publicaciones culturales de México, se vuelven una necesidad de lectura

entre la población, tanto española como mexicana (Souto, 1983:371): es asiduo

colaborador en la revista “El Hijo Pródigo” y en “Letras de México.” Entre 1947 y


32 33

1949 ejerce la crítica teatral en el periódico “Excelsior”, no, sin cierta polémica:

Escena violenta con Xavier Villaurrutia a propósito del estreno de


Antígona. Su ideal: un teatro de maricas. Ya casi lo han logrado.
Empresario, director, escenógrafo, la mayor parte de los actores. Me
repugna ver cómo se mueven. Y todos aplaudiendo. Dejaré el periódico. La
única que tiene voz varonil –en su sitio- es la primera actriz (Aub, 1999:
147).

En la “Revista mexicana de cultura”, suplemento cultural de “El Nacional”

aparecen las reseñas teatrales: El pobre Barba Azul de Xavier Villaurrutia

(1947), La huella de Agustín Lazo (1947) y un artículo: Elogio de Tongolele

(1948).

En 1945 se publica Campo de Sangre tercera parte del Laberinto, escrita

en Paris de 1940 a 1942, entre cárceles y libertad.

Un hecho notable, sin menoscabo del tiempo, es la continuidad de la

empresa que en realidad constituye la pasión de su vida: su vocación dramática:

Mi teatro no ha tenido suerte. En España, al principio, era demasiado


de vanguardia. Luego, el de mayor envergadura, no interesó en México

31 El 29 de enero de 1947 es nombrado consejero de la Comisión de repertorio del departamento de teatro del INBA, pero
en abril de ese mismo año, es cesado de la función. Para enero de 1950 trabaja como asesor técnico de la Dirección
General de Cinematografía
32 Las canciones del suburbio de Pio Baroja; Epigramas Americanos de Enrique Díez-Canedo y Otra Primavera de
Rodolfo Usigli, reseñas aparecidas entre marzo y septiembre de 1945.
33 La Actualidad Literaria, teatro. Autos Profanos de Xavier Villaurrutia, febrero de 1943. Ave de sacrificio, de
Margarita Urueta y Un Clavo ardiendo. El yerro candente, de Xavier Villaurrutia, ambas fechadas con el 1º de junio del
45 y, La Gabardina, de marzo del 47

1
porque, en general, necesitaba muchos actores; sin contar que yo no era ni
nacional ni extranjero – lo que ¡ay!, cuenta – (Aznar, 2003:197).

El 6 de julio de 1943 se publica San Juan. El sábado 2 de septiembre, en


34

el teatro Virginia Fábregas, se estrena La Vida conyugal dirigida por Celestino 35

Gorostiza y única pieza que es escenificada en México. En 1944 publica la pieza

dramática Morir por Cerrar los ojos, concebida durante los veintitrés días de

travesía, de Casablanca a Veracruz en 1942, y referencia directa de Campo

Francés (Aub, 1998:13).

Las obras que conforman su “Teatro Mayor” son San Juan, Morir por 36

cerrar los ojos y No , piezas dramáticas producto de su experiencia entre 1939 y


37

1942: «Las cárceles y los campos, contra lo que se puede suponer, me dieron

espacio, si no para escribir, para pensar» (Aznar, 2003:261).

A su “Teatro Completo” pertenecen los monólogos: De algún tiempo a


38

esta parte (1939), un acto; Monólogos del papa (1948), un acto y, Discurso

de la plaza de la concordia (1950), un acto. En ésta, su etapa de identificación

con México, tiene la calma para escribir 22 obras en un acto, compiladas con el

título de Breve escala teatral para mejor comprender nuestro tiempo 39

(Llorente, 1997:30). A lo largo de la década de 1950 sigue ofreciendo novedades

teatrales, pero siempre en papel: Deseada, 1950; Tres monólogos y uno sólo
34 Tragedia dedicada a Celestino Gorostiza, Rodolfo Usigli y Xavier Villaurrutia y publicada por la Editorial Gráfica
Panamericana.
35 El 20 de septiembre se celebra este hecho con una cena en el Hotel Majestic Entre los presentes figuran: Alfonso
Reyes, León Felipe, José Gaos, Francisco Giner de los Ríos, Moreno Villa, José Mancisidor y Xavier Villaurrutia.
36 Nombrado así por el propio autor por estar escrito desde el realismo testimonial, un teatro histórico antifascista, que
quiere ser crónica y denuncia de la situación histórica y política.
37 Comienza la redacción de la obra en 1949, pero la primera edición de la obra data marzo-abril de 1951. Es un grito de
impotencia de su autor ante la máquina burocrática que se le ha venido encima al mundo, no solamente a Max Aub.
38 Obras definidas como testimoniales, escritas a la sombra de la actualidad histórica.
39 Algunas de estas obras son: A la deriva, 1943; Tránsito, El puerto, y El último piso (1944).

1
verdadero, 1956, por mencionar algunos títulos porque su producción teatral es

inmensa.

Volviendo a los ensayos y escritos de Aub durante su primera década en

México, un incidente que lo vuelve a señalar de comunista y por el que se desata

una polémica que dura varios años, inicia con la aparición de un ensayo en “El

Socialista”: El falso dilema . EUA representaba la libertad, pero también un


40

mundo donde las razones económicas primaban sobre las éticas; la URSS,

encarnaba la justicia y la igualdad social, pero también la supresión de la libertad

individual (Aznar, 2003:235). Para Aub, el asunto de la guerra fría era una ocasión

para replegarse y dejar pasar:

El solo hecho de tener que escoger entre dos soluciones extranjeras,


la rusa y la norteamericana...revela en sus enunciadores una posición
negativa, o por lo menos mediatizada, en cuanto a lo español. Decir
”Estamos con los EE.UU. o con la URSS” demuestra un sentimiento de
reverencia hacia cualquiera de esas potencias (Aub, 2002:94).

Esta postura neutral, ante las dos potencias mundiales y sus nomenclaturas

de fuerza - democracia e imperialismo -, lo sitúa en una incómoda situación frente

a sus compañeros de exilio, aunque las controversias y discusiones eran

consustanciales con la condición de exiliado (Aznar, 1998:159), la larga y dolorosa

polémica con compañeros exiliados que son comunistas se acentúa con el cuento

Librada, Discurso de la plaza de la concordia y en menor medida, Campo 41

abierto . 42

40 Publicado en tres entregas, diciembre de 1946, enero de 1949 y febrero de 1949, muestra la reacción aubiana ante la
discordia entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
41 Escrito en 1950 y publicado originalmente en Cuadernos americanos, x, enero-febrero.
42 Escrita entre 1948 y 1950 y publicada en 1951. Cronológicamente le sigue a Campo Cerrado, pues está ambientada
en 1936.

1
El llamado “incidente Librada” aparece por vez primera en la revista

personal de Max Aub Sala de Espera en el número 30 y último de la revista en


43

marzo de 1951. El relato muestra el diálogo entre camaradas que comentan la

muerte del comunista Ernesto Rodríguez Monleón, quien detenido por la policía,

escribe una carta a su compañera Librada donde se reafirma en su militancia

comunista y en los valores por los cuales va a morir. El diálogo se centra

progresivamente entre la ética y política que enfrenta a un republicano con un

comunista.

En lo que respecta al Discurso, situado geográficamente en la Plaza de la

Concordia de París, el personaje concebido por Aub - El Gran Mentecato o

Pequeño Idiota (E.G.M.)- monologa ante los generales de la guerra Stalin y

Truman. Es el monólogo de un moralista que, contra el maniqueísmo dominante

por esa estrategia que se llamó guerra fría, alza su grito de protesta contra la

guerra, pero también contra la paz maniquea del falso dilema: «Porque no solo

queremos paz y vacaciones pagadas, sino libertad» (Aznar, 2003:297).

Las reacciones de los camaradas son tan virulentas como Aub lo esperaba:

Me anuncia Mantecón que se va a meter en serio conmigo en


44

“Nuestro Tiempo ”, por mor del Discurso. Ya era hora, le dije. A lo que
45

parece me va a tachar de pequeño burgués. «Max Aub o el perfecto


pequeño burgués», dice que intitulará el artículo (Aub, 1998:187).

43 Editada de 1948 a 1951, Aub publicó textos en diferentes géneros literarios: ensayo poesía, prosa y teatro. Creada por
dos poderosas razones: ante la imposibilidad de publicar sus escritos en otro lado y para manifestarse pacíficamente en
torno a la guerra fría.
44 José Ignacio Mantecón Navasal fue secretario general del Servicio de Evacuación de los Refugiados Españoles en
París durante los años 1939 y 1940, año en que se exilió en México.
45 “Nuestro Tiempo, Revista Española de Cultura” era una publicación oficial del PCE que dirigió en México Juan Vicens.
En esta revista, además del artículo de Mantecón - que cita Max Aub -, apareció la dura crítica al cuento Librada: La sala
de espera de la Falange o los falsificadores de la historia, firmada por Jorge Cuenca. “Nuestro Tiempo”, 6 (julio de
1952).

1
Con el tiempo, las diferencias entre amigos van a dirimirse

satisfactoriamente gracias a la madurez y experiencia que otorgan los años, pero

el clima de la guerra fría que imperaba en la época hacía difícil sustraerse del

conflicto y permanecer indiferente.

Durante la década de 1950 es designado responsable de la organización de

Ferias del libro hasta 1959. En 1954 el gobierno español, a través del embajador

en México, le agradece y felicita por la organización de la VI Feria del Libro y el

Pabellón español, a lo que Aub responde de la siguiente manera:

El Pabellón se ha hecho gracias a la ayuda de algunos mexicanos


amigos míos y al desprendimiento de un contratista. Es decir, que mi vieja
intención de hallar dinero para realizar una colección de libros de autores
españoles contemporáneos está, más que nunca, abocada al fracaso. Me
46

duele, y no tanto por la cosa en sí como por esa absoluta apatía en la que
ha venido a naufragar la gran mayoría de estos ex españoles, muchos de
ellos ya muy ricos (como puedes comprender, los pobres son los únicos que
ven con simpatía el producto) (González, 1999:237).

A pesar de todo, es un activo participante de las actividades sociales y

políticas de los refugiados españoles, convirtiéndose en un miembro mas de la

Unión de Intelectuales Españoles de México 47


(Pérez, 1985:17), en cuyo

Boletín publica en 1960 una evocación al poeta del destierro, Juan José

Domenchina, con motivo de su fallecimiento (Abellán, 1976:69). Este activismo se

extiende a la comunicación que establece con los jóvenes poetas españoles de la

península: Gabriel Celaya, Angela Figuera, Blas de Otero, Carlos Bousoño, José

46 El proyecto editorial titulado, “Patria y Ausencia” tenía por editores a Joaquín Díez-Canedo, Joaquín Mortiz, Francisco
Giner de los Ríos y Morales y Julián Calvo. El proyecto naufraga por problemas económicos y por la negativa de Juan
Ramón Jiménez de ser incluido en la antología. El futuro premio nobel de 1956 era un declarado opositor al movimiento
republicano en México.
47 La UIEM, se funda en septiembre de 1947. Desde el bando comunista se alentó en las página de “Las Españas”, la
comunicación y la acción positiva entre intelectuales. Los comunistas que se unieron a la UIEM, deseaban tener contacto
con sus colegas. exiliados en España, más como intelectuales que como militantes partidarios, pero la intentona fracasa por
razones políticas.

1
Agustín y Juan Goytisolo. Les envía revistas y el Boletín. Así los mantiene

informados de toda actividad cultural, incluidos los concursos literarios: “Nueva

España,” premio convocado por la UIEM en 1958 en el que Max Aub y León Felipe

son jurado y que sirve de vehículo para dar a conocer a los jóvenes escritores

españoles que permanecen aislados del mundo (González, 2003:242).

Max Aub es uno se los escritores españoles exiliados en México que intentó

construir un puente de enlace entre España y México. Prueba de ello es la

publicación de ensayos sobre literatura española: Poesía desterrada y poesía

soterrada, publicado en el número 5 de “Sala de Espera” (Sanz, 1999:163). El

ensayo Poesía española contemporánea surge de un cursillo sobre la poesía

en la UNAM, a petición de Jaime García Terrés en 1954 y Una nueva poesía

española (1950-1955) pertenece a un ciclo de conferencias que dio Aub en el

Ateneo Español de México en 1956 (Sanz, 1999:168).


48

A mediados de los cincuenta comienzan a aparecer un número

considerable de cuentos y relatos cortos sobre el mundo de los españoles

exiliados en México y el descubrimiento de la realidad mexicana, historias que

atraen de manera primordial la atención de Max Aub: Algunos cuentos, Ciertos

cuentos y Crímenes ejemplares.


49
.
50

La riqueza de la obra novelesca de Aub no se reduce a las ficciones del

realismo testimonial que demuestra en algunos de los campos del Laberinto: la


48 El núcleo fundamental que organiza el Ateneo español era el grupo Los Amigos de “Las Españas”, publicación de
amplio criterio integrador al servicio de la cultura y de las letras españolas en el exilio.
49 Reúne esta colección catorce cuentos y dos novelas cortas, algunos de ellos: La lancha, Uba Opa, La gabardina, La
verdadera historia de los peces blancos de Pátzcuaro, La ley, Enero sin nombre, Una historia cualquiera.
50 En la edición de la imprenta Juan Pablos ser reproduce la mayor parte de los integrados en Zarzuela de Sala de
Espera, núms. 1 al 29, entre 1948 y 1950 (www.maxaub.org) Algunos de los títulos reunidos en esta edición: El
matrimonio, Amanecer en Cuernavaca, Muerte, Tibio, Crímenes, Trópico Noche, Turbión.

1
novela Las Buenas Intenciones escrita en 1953 - según los críticos Nora, Alborg

y Marra-López -, tiene un intencional tinte galdosiano porque el lenguaje es más

doméstico e impersonal (Soldevila, 1973: 136).

Un año después, en 1954, Max Aub decide nacionalizarse mexicano:

¿Qué soy? ¿Alemán, francés, español, mexicano? Nada. ¿De quién


es la culpa? ¿Cómo culparme? Quise ser escritor. ¿Qué soy? ¿Novelista,
dramaturgo, poeta crítico? No soy nada...si fueses poeta, novelista,
dramaturgo, crítico, lo que fuera, serías español, mexicano, francés o
alemán. Como no lo eres, no eres nada: ni judío siquiera...siempre se es a
medias...mexicano desde hoy...mangas verdes (Martínez, 2000:58).

Por lo pronto, el documento oficial le otorga una nacionalidad definida; por

lo que Aub, con esta nueva identidad, emprende los primeros viajes europeos

desde su llegada a México en 1942.

Hacia 1956, las esperanzas de retornar a España están completamente

perdidas, pero la oportunidad de volver a Europa e intentar la resistencia desde

Francia es una idea que reconforta el espíritu. Por desgracia, para la burocracia

francesa, Max Aub continúa siendo ciudadano non grato, pues sigue vigente la

acusación que se le hace en 1940 de comunista.

Ese mismo año se conmemora el centenario de la muerte de Heinrich

Heine, escritor alemán del cual Aub se ocupa con atención: conferencias,

artículos, traducciones y un estudio . Aub se sentía muy identificado con Heine por
51

ser un judío emigrado en Francia y porque ve en su obra un modelo de

pensamiento entusiasta, como un sentimiento repentino y de corta vida, lo cual

necesita constantemente motivos que lo susciten (Mas, 1998:57).


51 Los trabajos de Max Aub sobre el poeta alemán son: Notas acerca de Heine, México, Juan Pablos, 1957; El ejemplo
de Heine, “La Gaceta” FCE, 1956 y el resumen del artículo homónimo Notas acerca de Heine, “Novedades”, México,
1956.

1
Con el paso del tiempo y con la producción imparable de obra literaria, la

fortuna y la estabilidad económica vuelven para poner fin a los tiempos aciagos de

sus primeros años en México. Al mismo tiempo que prepara un segundo viaje a

Europa, aparece la biografía de un pintor desconocido: Jusep Torres

Campalans. Con Torres Campalans, relato biográfico de un pintor catalán

retirado en una finca cafetalera de Chiapas, que además expone sus pinturas en

la galería del periódico Excélsior (Martínez, 2000:90), Aub es conocido en los

amplios círculos literarios europeos, gracias a las traducciones francesa e inglesa

que se suceden en el espacio de tres años y provocan un marea de artículos

periodísticos (Soldevila, 1973:149). Fragmentos de esta singular novela aparecen

publicados en 1958 en Papeles de Son Armadans, la revista que edita Camilo

José Cela en Palma de Mallorca (www.maxaub.org). Por fin, en este mismo año
52

el gobierno francés le concede la visa para entrar al país; funge como

corresponsal del periódico “Excelsior”, para el “Festival de cine de Cannes” donde

también es jurado.

Al siguiente año, en 1959, recorre, en un tercer viaje, Roma, Grecia,

Londres y París para reencontrarse con Manuel Tuñón de Lara, Esteban Salazar,

Darío Puccini y Rafael Alberti. También comienza la publicación anual de “El

Correo de Euclides ”. La aparición de su colección de Cuentos mexicanos (con


53

pilón) 54
muestran un semblante más relajado en el escritor. Inspirados por la

52 Otras colaboraciones de Aub en la misma revista: Llegada de Victoriano Terraza a Madrid, 1958, Una petición de
mano, 1961.
53 Periódico conservador, se editada cada 31 de diciembre, de 1961 a 1968.
54 Se incluyen en la colección relatos aparecidos en Algunas Prosas (1954), No son cuentos (1948-50) y el pilón:
Salmo para la primavera del Anáhuac, además de otros ocho poemas.

1
nación mexicana, los cuentos están escritos con el español de México. Tal

relajación de actitud implica una relativa identificación con el país que habita; sin

embargo, Max Aub no permite que la tierra prometida, lejana e inalcanzable:

España, se le diluya de la memoria. (Souto, 1983: 385). De esta manera se lo

contará en el futuro a José Monleón, en la visita a España en 1969:

No fue el exilio el que ha influido en mi literatura, sino la guerra. Y la


guerra la cambió del todo en todo. Pero igual hubiese sucedido si la hubiera
realizado en España, de la que de hecho no he salido nunca (Sanz,
1999:161).

Actitud que no le impide seguir conociendo el país que lo acoge: De

algunos aspectos de la novela de la Revolución mexicana y Guía de

Narradores de la Revolución mexicana. Escribe sobre los poetas del

momento: Poesía mexicana (1950-1960). Los escritos que se inspiran en el

espíritu y el paisaje mexicanos son los Cuentos mexicanos (con pilón), El

zopilote y otros cuentos mexicanos, Notas mexicanas y los Crímenes

ejemplares. Se citan solamente algunos de estos títulos, amén de haberlo hecho

ya líneas arriba. Lo que no se debe perder de vista, es que el escritor es siempre

un observador, no un individuo que pertenece a esa realidad (Sanz, 1999:162). A

este conjunto pertenecen las historias que integran la colección: La verdadera

historia de la muerte de Francisco Franco, aparecida en 1960. Singular

muestra de humor aubiano, donde además del cuento titular contiene: La

merced, Homenaje a Lázaro Valdés, Las Sábanas, Leonor y Salva sea la

parte, entre otras historias (www.maxaub.org).

1
En 1959 se produce una rebelión de estudiantes en Madrid en contra de la

dictadura franquista. La rebelión culmina con la detención de más de cuatrocientas

personas, entre ellas Luis Goytisolo (Sanz, 1999:171). Como es de suponer, los

españoles exiliados reaccionan con enorme interés. Como consecuencia se crea

en México el “Movimiento 59”, y su primera actividad es la organización de un acto

de protesta por la detención de Luis Goytisolo. Para el acto, Max Aub envía un

mensaje donde reafirma que los desterrados no significan nada para España:

Pero si volvemos, si es que nos toca volver, en nada seremos ya los


de 1939. Y ¡no digamos estos jóvenes que nos han traído aquí, que no
tienen de España más recuerdo que lo que han oído en casa, estudiado o
visto en fotografías y películas! (Sanz, 1999:171).

Max Aub deposita en la segunda generación del exilio, el deseo de

reinventar a España. Contemporáneo del siglo XX, al cumplir sesenta años, Aub

es un escritor que le habla a la juventud con pesadumbre. A ellos les dirige sus

palabras de hombre mayor con la intención de que la memoria de la generación

del exilio jamás sea olvidada: «Lo poco que hacemos, para ellos. Aunque no

podamos nada, para ellos. Lo que hicimos, ¿si no es para ellos, para quién? »

(Sanz, 1999:172). De manera que, la producción aubiana en su última década

estará dirigida a mantener el vínculo con la España joven de México.

En 1960, el editor Carlos Barral invita a Max Aub a colaborar como jurado

en los premios de literatura “Formentor y Prix Internacional des Editeurs.” Estos

premios de literatura se originan a partir del premio Biblioteca Breve de 1958. 55

Consiste en que cada editor fundador presente su propio Comité Nacional;

55 Colección B.B. creada por Seix-Barral, que en la Feria del libro de 1964 en Madrid, conmemora sus 200 números.

1
participan: Alemania, Inglaterra, América, Francia, Italia y España. Max Aub, en

esta etapa internacional, es jurado en todas las ediciones pero sólo tiene

presencia directa en la tercera (Corfú, 1963) y quinta (Valescure, Costa Azul,

1965) (González, 1999:246). La VI edición, en 1966, proyectada por Max Aub

para llevarse a cabo en México, nunca pudo realizarse (www.maxaub.org).

En México, Jaime García Terrés, director de Difusión Cultural de la UNAM,

nombra a Max Aub director de “Radio Universidad” por espacio de seis años.

La radio es para Aub un instrumento para conocer lo que sucede en España. Tiene

como corresponsales a José Luis Cano, en España; Manuel Tuñón de Lara, en

París; Esteban Salazar, en Londres. Dos o tres cartas mensuales recibe de cada

uno, para ser leídas en la radio, sobre aspectos culturales, sociales, políticos y

económicos, colaboraciones que son editadas, posteriormente, en la “Revista de

la Universidad ”, y en los periódicos “El Nacional”, “El Excélsior”, y “Novedades”


56

(González, 1999:244).

En 1961, inicia la serie discográfica Voz viva de México , y 57

posteriormente Voz Viva de América Latina editada por la propia universidad.

Como parte de su trabajo en la estación universitaria viaja a Estados

Unidos, donde asiste a un congreso de Radio y televisión universitarias en Austin,

Texas en 1962. Asiste y da conferencias en Québec, Montreal, Harvard y Nueva

56 Artículos de Aub: La guerra de España (1960), Homenaje a Picasso (1961), Juan Soriano por Lupe Marín (1962)
y Homenaje a los que nos han seguido (1962).
57 El objetivo es recoger en grabaciones la obra y las voces de los autores, especialmente españoles: León Felipe, José
Bergamín, Juan Gil Albert, Concha Méndez, Pedro Garfias, Juan Rejano, Luis Cernuda... y el propio Aub.

1
York (www.maxaub.org). En México comienzan a aparecer colaboraciones suyas

en “La Cultura en México ”, suplemento de la revista “¡Siempre!”


58

En 1963 aparece el IV volumen de la saga sobre la guerra civil española,

Laberinto Mágico: Campo del Moro, así como Antología Traducida:

invención de poetas y poemas cuyos textos se presentan a modo de antología

trasladada de otro idioma (Mas, 1998:26).

Dado que Max Aub ya ha manifestado su deseo de dejar su impronta de

vida a la juventud, con la creación de la revista “Los Sesenta” logra una

comparecencia generacional. «Se publica durante la sexta década del siglo y sólo

colaboran quienes hayan cumplido sesenta años» (Abellán, 1976:74). Son

colaboradores: Rafael Alberti, Vicente Alexaindre, Dámaso Alonso, Jorge Guillén y

el propio Aub. Solamente aparecen cinco números (Martínez, 2000:91).

Los viajes a Europa continúan efectuándose, a la par que publica en México

más libros: Juego de Cartas, El zopilote y otros cuentos mexicanos (1964),

Campo Francés, continuación del Laberinto, escrito en 1942 cuando navegaba

en el Serpa Pinto rumbo a México; la colección Historias de mala muerte y la 59

obra de teatro Las vueltas. Todas, publicaciones aparecidas en 1965 (Martínez,

2000:91).

1966 es un año de cambios importantes para Aub: dimite como director de

Radio UNAM en solidaridad con el rector de la máxima casa de estudios por las

protestas estudiantiles. Tras la renuncia, recibe el nombramiento de miembro de la

58 Algunas de ellas son: Balance de un mundo perdido (1962), Lope y mi generación (1962), El correo de
Euclides (1962) y León Felipe, según Azorín (1963).
59 Incluye el cuento El remate, tragedia del destierro, México, Joaquín Mortíz, 1965.

1
Orden de las Artes con el grado de oficial (www.maxaub.org), a través de André

Malraux, Ministro de Estado de Asuntos Culturales en Francia. Tras este

importante nombramiento, en el transcurso de los próximos dos años, se llevan a

cabo dos viajes de gran importancia para el curso del pensamiento en el exilio de

Max Aub: el primero es el viaje a Jerusalén invitado por la UNESCO. Tiene como

objetivo difundir la cultura española y ayudar a que las relaciones

hispanoamericano – israelíes favorezcan la paz a través de cursos y conferencias.

La estancia ocurre del 1º de noviembre de 1966 hasta el 20 de febrero de 1967:

Ni la experiencia universitaria, ni la primera impresión que le produce el

barrio judío son del todo satisfactorias, ello no le impide redactar un proyecto para

la creación de un Instituto de Cultura Hispanoamericana:

...de lo que se trataba principalmente al llevarme a Jerusalén, era


confeccionar el proyecto de un nuevo departamento Iberoamericano,
independientemente del de Lenguas romances, del que, hasta ahora,
dependía la enseñanza del idioma español (González, 1999:252).

Como es de suponer, el proyecto se suma a la lista de proyectos frustrados

que a nadie interesa, sin embargo, a estas alturas poca mella hacen en el ánimo

de Aub. Ya que, mientras aún estaban vivas la impresiones de su viaje a Israel

comienza la redacción del poemario Imposible Sinaí. Una antología que

comprende 28 poetas, entre anónimos y apócrifos muy del estilo de Antología

Traducida (Londero, 2002:39).

Durante 1966 se publica la antología Mis páginas mejores, así como

algunos ensayos en la Revista de Bellas Artes. 60

60 En estos ensayos se ocupa de aquellos escritores a cuya experiencia histórica y literaria se sentía vinculado: Acerca y
cerca de Ilia Ehrenburg: Revista de Bellas Artes, México, 16 (julio-agosto de 1967).

1
Después de vivir la experiencia de la Universidad de Jerusalén, todavía con

la impresión de la “Guerra de los seis días” que tanta sangre joven derramó, Max

Aub sin descanso se encamina hacia un segundo viaje de descubrimiento: la

estancia en La Habana, del 22 de diciembre de 1967 al 16 de febrero de 1968.

Entre otras actividades, funge como jurado del premio de teatro que convoca la

“Casa de las Américas”. Participa en el frente intelectual en contra del bloqueo

cultural sobre Cuba vigente desde 1962; dicho frente consiste en la presentación

de 16 conferencias que más tarde se recogerán en el libro Panorama de la

actual literatura latinoamericana. La ponencia presentada por Aub lleva por

título Los orígenes de la novela de la revolución mexicana. Como en todos

los casos, de las impresiones de este viaje surge el diario Enero en Cuba . 61

Invitado por Nicolás Guillén da una conferencia en la “Unión Nacional de

Escritores y Artistas de Cuba” (UNEAC) titulada De mi generación, palabras que

recoge Manuel Aznar Soler en el ensayo Política y literatura durante los años

sesenta :
62

¿Cuál es mi generación?¿la de los nacidos el 2 de junio de 1903?


¿Los que vieron la luz ese año? No. ¿Los que influyeron en mí y en ella?
¿Qué es una generación?...vine a dar en que lo mejor, para no mentir ni
engañar a nadie, sería hablar de la guerra de España, que es la que, al fin y
al cabo, fue la que nos clavó en el lugar en que estamos. Ahora sí, hablo sin
dudas de mi generación, en todos los sentidos de la palabra (Aznar, 2003:
69).

61 Entre otras impresiones, relata las emociones suscitadas por la proyección de la película Granada, Granada mía, de
Roman Karmen, largo documento sobre la guerra de España. En ella se mencionan a Alberti, Maria Teresa León, Miguel
Hernández, Serrano Plaja; escenas del II Congreso: Ehrenbourg, Koltzov..
62 Aznar Soler, Manuel. “Política y Literatura durante los años sesenta”, en Max Aub: Los laberintos del exilio.
Diecisiete estudios sobre la obra literaria de Max Aub, Renacimiento, España, 2003, p. 67

1
Una generación marcada por la política, por la lucha contra el fascismo y

por la esperanza de una sociedad socialista que evitase el sectarismo, el

burocratismo y el dogmatismo de la revolución soviética. Muchas de estas ideas,

quedan recogidas en el libro Hablo Como Hombre, textos breves que versan

sobre materia política, evocativos de la entereza humana, la profundidad de

pensamiento y la irrenunciable defensa de la justicia y la libertad del escritor Max

Aub (Sobejano, 2002:13). Por la misma época aparece una segunda colección de

ensayos: Pruebas. 63

Al lado de estos títulos aparecen en 1968 la obra de teatro El cerco64,

Campo de los almendros, la última novela de El laberinto, y una edición de su

Teatro completo. Es en ese año que le otorgan, finalmente, la visa para regresar

a España.

El largo trayecto que marca el regreso de Aub a España desde 1939 está

profusamente documentado en el último diario con impresiones del viaje: La

gallina ciega. En este que es el último testimonio vital del escritor, se plantea la

realidad del cambio operado en la sociedad española de 1969. Se enfrenta al

olvido y la indiferencia provocadas por una larga ausencia de la historia. «No se

acuerdan de la guerra – ni de la nuestra ni de la mundial-, han olvidado la

represión o por lo menos la han aceptado» (Aznar, 2003: 361), De esta manera

anota en su diario:

63 lo integran ocho ensayos escritos con signo literario: Heine, Don Juan, el teatro español, Doña Perfecta de
Galdós, el Quijote, la Numancia son algunos de los ensayos seleccionados por Aub.
64 Penúltima obra teatral de Aub dedicada al Ché Guevara.

1
Ahora me doy cuenta de que ya tampoco para mí la guerra existe –
existió - .Nos vamos a marchar de Madrid y no se me ha ocurrido, ni
siquiera pasado por la mente...entrar en el teatro de la Zarzuela para
recordar la Numancia, de Rafael y de María Teresa; no me he detenido a
buscar los balcones para localizar el cuarto donde nos reunimos Regler,
Hemingway, Malraux, Koltzotv y el espantado Chamson...¿es que la vejez
lo que le resube a uno de los adentros es la vida, sus principios, y lo que se
disuelve es, en la madurez, lo más cercano? Me he dado cuenta de que he
olvidado a los muertos de la guerra. Algo menos a los del exilio. Quedo
sorprendido (Aznar, 2003: 363).

Sin embargo, se pueden localizar reseñas de su retorno en la prensa local

de la época: “El Noticiario Universal”; “La Vanguardia”; “Tele- Express”; “El Correo

Catalán”, en Barcelona. “Nuevo diario”, “Pueblo literario”, “Mundo”, “Triunfo” en

Madrid; y “Las Provincias” y “Levante”, de Valencia (www.maxaub.org).

De España se traslada a Inglaterra y Francia donde es nuevamente jurado

del Festival de Cannes. Regresa a México con las cuentas saldadas y a pesar del

cansancio anímico continúa publicando: Guía de narradores de la revolución

mexicana, Últimos cuentos de la guerra de España y la obra teatral Retrato

de una general, visto de medio cuerpo y vuelto hacia la izquierda.

Durante los últimos tres años de su vida, la salud de Max Aub se ve

afectada, pero ello no le impide continuar con el nuevo proyecto que venía

planeando desde 1968: Buñuel . Así como la reedición del libro de juventud: Yo
65

vivo. En 1971 asiste a una conferencia en Harvard y Cambridge.

Francia, a través de la Embajada en México, homenajea a Max Aub en

enero de 1972 con la Orden de Comendador, importante reconocimiento en el

ámbito literario internacional (González, 1999:259).

65 Libro confesional sobre le cineasta aragonés, que desgraciadamente deja sin terminar. Federico Álvarez publica el
material dejado por Max Aub en 1984 con el título: Conversaciones con Buñuel. (Madrid, Aguilar, 1984).

1
Como broma final, redacta y presenta su Discurso de ingreso a la Real

Academia de la Lengua Española. Discurso ficticio que fecha en 1956 con un

sentimiento más de reconciliación e integración de la vida cultural e intelectual

española, que de felicitación. El Discurso aparece publicado en El teatro

español sacado a luz de las tinieblas de nuestro tiempo.

Hacia mayo de 1972 viaja por segunda ocasión a España, en Madrid recibe

un afectuoso homenaje por parte de los herederos de la Imprenta Soler, lugar

donde Max Aub aprende el arte de la tipografía. Regresa a México el 19 de julio y

para el 22 del mismo mes, ocurre su deceso. La prensa mexicana cubre la noticia

de su fallecimiento profusamente: “El Sol de México”, “Excélsior”, “El Día”,

“Novedades”, “El Nacional”; así como la prensa española: “Hoja de Lunes” y

“Pueblo” (www.maxaub.org).

Max Aub escribió y vivió en un terreno delimitado durante toda su vida:

España; la idealizó en su memoria y en sus escritos. En sus últimos años reclamó

su derecho a vivir el exilio a manera de protesta por la permanencia del

franquismo en España; porque siempre estuvo convencido de que el franquismo

representaba una supresión absoluta de justicia y libertad. El dilema de este

exiliado, hombre de letras empeñado en erradicar la indiferencia y el olvido, fue el

de convencerse de que, exilios más, exilios menos, el suyo siempre fue

ontológico.

2. Acerca del exilio, el destierro, el desarraigo

1
2.1 El exilio judeo-español

Con la expulsión de los judeoespañoles en 1492, se inaugura el ciclo de las

grandes diásporas en España. El exilio es primordial, ontológico, porque es algo

consustancial al ser, y la posibilidad de ser en el mundo solamente es posible a

través de la concepción simbólica del universo. La diáspora judeoespañola

concibe al judaísmo como un cuerpo simbólico en el que algo inefable se vuelve

visible: la totalidad de la revelación divina del mundo (Scholem, 2001: 17).

La península ibérica había sido hasta entonces tierra de mezcla y

diversidad. Durante la Edad Media no hubo una completa separación geográfica y

racial entre cristianos, musulmanes y judíos, por lo que la tolerancia religiosa es un

largo paréntesis extendido entre los siglos VIII y XV. Así lo demuestran los años de

convivencia pacífica donde la comunicación espiritual entre las tres creencias hizo

posible que Alfonso X fundara el “Alcorán” , su doctrina de la tolerancia “sin sentir


66

en ello ofensa para la iglesia de que era hijo fiel” (Castro, 1983: 205).

Los españoles cristianos vivían bajo un horizonte de tolerancia trazado por

el Islam, y una posible prosperidad se lograba sometiéndose a los beneficios de la

civilización dominante que le era superior política y culturalmente. Para el rey

sabio, el moro aparecía como un rival político que había que vencer y no como un

enemigo religioso que hubiese que exterminar. El moro o judío, al igual que el

cristiano poseía un libro sagrado, y era respetable por esa razón.

66 El Alcorán, fruto del sincretismo religioso, era un monumento a la tolerancia, puesto que fundía las creencias islámicas
con las del judaísmo y el cristianismo. La idea sufí de que todos los caminos llevan a Dios estaba ya sugerida en aquel libro,
fundado a su vez (según Américo Castro), en la creencia de que nada es sustancial ni seguro fuera de la esencia divina
(Castro, 1983: 205).

1
La historia del arribo a la península Ibérica de los judíos del sur de Europa,

los Sefarats, data de los últimos años del imperio romano, cuando siguieron la

estela del Islam, ya que las comunidades judías encontraron un terreno favorable

para su evolución, gracias a las relaciones fecundas y cordiales desde el punto de

vista intelectual entre el mundo musulmán y el mundo judío (Gugenheim, 2001:

80).

La historia del resto de Europa puede entenderse sin necesidad de situar a

los judíos en primer término; la de España, no. La función primordial y decisiva de

los hispano-hebreos es indisoluble de la circunstancia de haber vivido articulados

con la historia hispano-musulmana. Su evidente superioridad respecto a sus

correligionarios europeos es correlativa al nivel superior del Islam respecto de la

cristiandad entre los siglos X y XII (Castro, 1983: 447).

Judíos muy doctos figuraban en al corte de Alfonso X, y gracias a ellos, se

hizo el magnífico esfuerzo de castellanizar la cultura islámica; los tesoros ocultos

de la lengua del Islam eran comunicados por los sabios judíos, no por los

cristianos. Los judíos eran quienes acuciaban el deseo de leer en la única lengua

accesible para su magno rey, Alfonso X, la enciclopedia del saber cristiano-

islámico-hebraico; así, la historia, el derecho y la ciencia, formas de cultura sólo

expresables en latín en la cristiandad occidental, a mediados del siglo XIII son

aprendidas en traducciones latino-romanas, latino-europeas, árabes y hebreas.

La cultura viva de Castilla manifestada en lengua vulgar fomentaba una

especie de rito mozárabe , puesto que debía entenderse como una expresión de
67

67 Los mozárabes eran cristianos bilingües establecidos entre los musulmanes.

1
la contextura cristiano-islámico-judía, como un resultado de la importancia ganada

por los hispano-hebreos y de su interés por poner la sabiduría moral y científica al

alcance de la sociedad cortesana y señorial sobre la cual descansaba su poder y

prestigio. De esta manera, “la ciencia y la poesía tomaban posesión del aula regia.

La virtud inasible del lenguaje completa la acción unificadora de las armas”

(Castro, 1983: 456).

Ejemplo claro y simple es la aparición del género de canción lírica conocida

como Muwashaja , una cancioncilla callejera hecha con el lenguaje de la gente


68

común. El texto principal puede estar en árabe o en hebreo, pero al final de la

composición se inserta la Jarcha , palabras y versos enteros escritos en romance.


69

(Lapesa, 1981: 262).

Además de ser excelentes traductores, desde la Edad Media, los judíos

desempeñaban funciones importantes en las finanzas, la política y la universidad.

El renacimiento intelectual de los judíos de Córdoba y Toledo está representado

por el poeta y filólogo Avicebrón; por Judah Ben Samuel el Levita (Yehuda Halevi,

el castellano); y el guía intelectual de Santo Tomás de Aquino, Maimónides

(Estrugo, 2002:12). Por su parte, la comunidad judía de Gerona, situada bajo la

autoridad de Azriel y luego bajo la de su discípulo Moisés ben Nachman, era una

de las más importantes en la península (Gugenheim, 2001:89).

68 Artificio practicado por los poetas hispanoárabes de los siglos XI-XIII. Consistía en rematar sorpresivamente un poema
“clásico” por su léxico, su sintaxis y sus imágenes (Alatorre, 1998:89).
69 La invención del juego de las Jarchas se le atribuye a Mucádam de Cabra el Ciego, poeta del siglo IX/X. Luego el juego
poético fue imitado por poetas judíos tan famosos como Moshé ben Ezra, Yehudá Haleví y Abraham ben Ezra (Alatorre,
1998: 89).

1
Era una sociedad de diferentes grupos sociales urbanos que incluía

artesanos, profesionistas y negociantes representantes de la clase social que

tanto auge adquirió a partir del siglo XII, y que el en siglo XIX alcanzó gran

plenitud, la burguesía.

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, gracias al producto de su

trabajo y a su ingenio, la envidiable posición económica y social de los judíos

influyó para incrementar la aversión entre quienes creían que solamente se podía

tener estimación hacia los que conseguían bienes y riquezas por medio de la

espada. La concepción de la tolerancia se derrumbó cuando los musulmanes

dejaron de actuar como paradigma de la cultura, y cuando las masas comenzaron

a arrollar a los judíos a fines del siglo XIV (Castro, 1983: 203). Así, el

antisemitismo en la península Ibérica provoca terribles matanzas, como las

ocurridas en Sevilla, Barcelona, Valencia y Toledo en 1391, arrojando un saldo de

4,000 muertes (Lloréns, 1976:28).

Los que deciden su conversión religiosa por terror a morir eran igual de

perseguidos como los que no lo hacían. Sin embargo, las conversiones fueron mal

vistas desde el principio por los cristianos viejos y por los judíos (Llorèns,

1976:30), pues se consideraba que su conversión no era sincera. La sospecha,

confirmada en algunos de los casos, de un culto cripto judaico, y extendida a los

descendientes de los primeros conversos, dio origen al Tribunal de la Santa

Inquisición de España en 1478. Mediante procedimientos nada transparentes, el

Santo oficio castigaba con el máximo rigor a los falsos cristianos, ateniéndose a

1
las delaciones personales que cualquiera podía tener contra los conversos y,

sobre todo, contra los descendientes de ellos (Lloréns, 1976:31).

Las hostilidades contra las minorías religiosas se intensifican a partir del

reinado de los reyes católicos en 1469, hasta que, finalmente, el 31 de marzo de

1492, un edicto firmado por ellos ordena la expulsión o la conversión de todos los

judíos de España antes del 31 de julio de ese mismo año (Gugenheim, 2001:132).

Al momento de la expulsión de todos los judíos que se niegan convertir al

catolicismo , la estructura político-social de los reyes católicos se convierte en


70

exclusiva de una estirpe, de una ideología, de una nación; no habrá cabida para

judíos, moriscos, protestantes, erasmistas, o como más tarde se verá, para

afrancesados, liberales y republicanos (Valente, 1995:20).

La mayoría de los judíos se dispersaron alrededor de la cuenca del

mediterráneo y se unieron a las comunidades de África del norte, Grecia, Egipto y

Palestina . La expulsión de España significaba el principio del fin y frente a esta


71

cuestión albergaban una certidumbre: eran responsables del restablecimiento de

la unidad y del amor de Dios y del pueblo de Israel (Gugenheim, 2001: 133).

Asimismo, dejar España era una experiencia trágica, puesto que se

desarraiga una de las ramas principales del judaísmo portadora de valores

esenciales desde la Edad Media: la Cábala . Desarrollada inicialmente en 72

70 Uno de ellos, el arrendador de la Rentas Reales, Isaac Abrabanel, se niega convertir y sale rumbo al destierro. Le sigue
su primogénito Judá Abrabanel, llamado León el Hebreo. Estando en Florencia escribe los célebres Diálogos de Amor .
Figuran entre los expatriados industriales de Zaragoza, Lérida, Manresa, Barcelona, Valencia y otras ciudades; sale gran
número de mercaderes, médicos, plateros, sastres, zapateros, curtidores, etc.(Estrugo, 2002:14).
71 De igual manera se dispersaron por toda Europa a lo largo de las rutas comerciales y formaron nuevos barrios en los
grandes puertos del atlántico y del mar del norte, escalas del comercio internacional. Otros se instalaron en Italia
(Gugenheim, 2001: 132).
72 La cultura y la religión islámicas en medio de que vivían los sefarats tuvieron un papel muy importante en la elaboración
de la Cábala y evidentemente en el mundo judío. De ese forma, en el siglo XI, Baba ibn Paquda escribió en árabe La
introducción a los deberes de los corazones donde se hacen consideraciones sobre la existencia, la unidad y la

1
Provenza y Languedoc, luego en Cataluña y Castilla, la doctrina de amor divino, la

Cábala, que en hebreo significa la Recepción de la tradición, se refiere a la

relación del hombre con dios, a la experiencia mística del hombre o a la

concepción mística del universo. El saber místico de la Cábala no se puede

comunicar, pero este saber representa un conocimiento que sí es comunicable

(Scholem, 2001: 14). No es un sistema intelectual, un sistema portador de

determinadas ideas, sino un concepto global, que abarca procesos muy distintos

y muy diferentes formas de pensar, en los que algunos judíos intentaron formular

en símbolos cómo se entendían a sí mismos (Scholem, 2001:15).

Gracias a su sabiduría y misticismo, los cabalistas se convierten en los

miembros de la comunidad que estaban mejor preparados para guiar a su pueblo

en su éxodo y, así, el estudio de la Cábala en el exilio pasa a ser una forma

progresiva de práctica (Gugenheim, 2001:136).

La comunidad judeoespañola del siglo XVI que se estableció en Safed, una

pequeña ciudad de Galilea que años antes había atraído a numerosos místicos, se

convirtió en el centro de una gran actividad intelectual y espiritual porque contaba

con un importante número de sinagogas. Es aquí, en Safed, donde los cabalistas

emprendieron la ardua tarea de diseminar sus conocimientos para que su pueblo,

sumido en la agonía del destierro, pudiera encontrar una nueva oportunidad para

la reunificación. Para la mística judía, esta diáspora representó un exilio del mundo

entero y la redención del pueblo judío debía considerarse como una redención

universal.

eternidad de dios (Gugenheim, 2001:83).

1
Es decir, de la nostalgia personal a la visión colectiva de la historia humana

brota la idea de redención cósmica, y tras ella aparece la esperanza de volver a

encontrar el centro de todas las cosas, abatir el desequilibrio que supone el

cambio de cultura, de ambiente, de idioma.

Las enseñanzas de grandes cabalistas, como Isaac de Luria , describen el 73

exilio del mundo como un reflejo del proceso vital de Dios, un proceso en el que

Dios se comunica con el mundo y su manifestación es reflejada a través de la

creación. Y en un principio, la creación de la nada.

Uno de los símbolos fundamentales para los cabalistas posteriores, que

está en relación con las fórmulas simbólicas que usan para comprender la

crueldad del exilio, es el primigenio acto creativo de Dios: la ocultación. Dios no se

revela, se retrae: tsimtsum -en hebreo-. Es la generación de un espacio vacío

para que algo distinto de él, el mundo, pueda ser creado. Es la creación de la nada

la que ocupa ese espacio (Scholem, 2001: 16).

En concordancia con lo expresado por Gershom Scholem, “la creación de la

nada es el principio absoluto de toda creación” (Valente, 1995:21). Para que esto

ocurra, el ser debe hacer un movimiento: retraerse hasta lograr el vacío del que

habrá de manar lo creado. Este movimiento del ser está en correlación con la

nostalgia que aspira a la restauración de la unidad, puesto que el mundo secreto

de Dios es un mundo del lenguaje en el que las letras y el pensamiento son algo

más que medios convencionales de comunicación. Cada uno de ellos representa

73 Isaac Luria (Ari, el León) (1534-1572) natural de Jerusalén era un personaje dotado con un gran carisma, excelente
talmudista, cabalista brillante, fue considerado un santo para su pueblo. Se convierte en el guía de los místicos de Safed
después de la muerte de Moisés Cordovero, judeoespañol que difunde la Cábala en el exilio (Gugenheim, 2001:139).

1
una concentración de energía y expresa una plenitud de sentido que es

absolutamente imposible traducir en la lengua humana (Gugenheim, 2001: 111).

De esta manera, la mística judía encuentra en la cábala la recreación

poética del exilio como forma de redención obligada para cumplir con un deber

divino.

Algunos siglos después, el pensamiento en el exilio de Max Aub se vincula

estrechamente con la mística cabalística, puesto que, al concebir la mayor parte

de su producción literaria con el impulso del intelectual responsable, como quien

asume una responsabilidad histórica, se estaba asumiendo como un importante

guía espiritual de su pueblo en el exilio.

2.2 La emigración de los liberales y románticos.

En el contexto de la Historia y los exilios en la península Ibérica, José Ángel

Valente hace una interesante pregunta: “¿la materia de la historia es la eterna

1
imagen del espíritu víctima de la hoguera o los exilios?”. Y otra fundamental

pregunta: “¿Son los exilios una forma constante o necesaria de la historia misma,

por la que el espíritu se niega ante cualquier imposición o poder?” (Valente,

1995:22).

Lo que el autor plantea con tales cuestionamientos es la posibilidad de que

el pulso vital de la historia obedezca a una natural vocación por señalar el

potencial emigrado o desterrado. Es ella misma, la Historia, la que demuestra

ejemplarmente que es así y no de otra manera como se agrupan y organizan las

sociedades europeas durante el cambiante siglo XIX.

El siglo XIX es el escenario donde se inaugura una tendencia a implementar

regímenes autoritarios entre naciones que los harán deshacerse de sus

adversarios como una demostración de fuerza y poder. Por lo tanto, a partir de la

Revolución Francesa, los emigrados se convierten en un fenómeno social y

político. Las rupturas originadas durante largos años de contragolpes políticos y

personales provocan enemistades y desarraigos que se suceden uno tras otro con

igual rapidez. A la emigración aristocrática sucede pronto el exilio de los

adversarios de Napoleón (Guillén, 1995:70) e inclusive, de sus seguidores.

En el caso del pulso vital español –que es el que nos ocupa-, la

contradanza nada armoniosa, efectuada entre los liberales españoles y el

absolutismo napoleónico de Europa en el siglo XIX, provoca otra gran expulsión

de una parte de su sociedad. De ahí el acierto de Valente al plantear semejantes

preguntas en torno a la Historia y el exilio; así como también adquiere dimensión

1
la frase que pronuncia Mariano José de Larra durante estos años conflictivos: “Ser

liberal en España es ser emigrado en potencia” (Sánchez, 1997: 71)

El clima político que el absolutismo napoleónico impone en el continente

exige sofocar el menor brote revolucionario. España llevaba viviendo múltiples

fracturas en su composición política desde 1813 cuando la mayoría de los

españoles se rebela en contra del gobierno de José Bonaparte impuesto por

Napoleón, aunque hubo otros que lo acataron. Los funcionarios del antiguo

régimen y los aristócratas aceptan por prudencia el nuevo modelo, ya que, de esta

manera, evitaban una ruinosa guerra para el país; por lo que durante cinco años la

dominación francesa en España se establece con todo un aparato estatal servido

por españoles, a quienes se les nombra afrancesados . Los afrancesados son 74

declarados traidores por los patriotas de Cádiz y se refugian en Francia: alrededor

de diez mil familias, la mayoría de militares que lucharon a favor del rey, más una

elevada proporción de la inteligencia española (Lloréns, 1976:48).

A un año de estos acontecimientos, con la restauración absolutista de 1814,

los patriotas liberales, aquellos que luchan a favor de Fernando VII, son

perseguidos y reprimidos por éste cuando a su regreso de Francia, declara la

Constitución de 1812 y los decretos de las cortes, nulos y de ningún valor, ni

efecto. En consecuencia, escasos fueron los que, sorprendidos por tan inesperada

74 Los afrancesados estaban conformados tanto por políticos que apoyaron en su día las ideas napoleónicas, como por
sacerdotes del alto clero. Entre los literatos afrancesados se cuentan Juan Meléndez Valdés, poeta y magistrado y Leandro
Fernández de Moratín, autor de la novela incluida en la lista de obras prohibidas de el Santo Oficio, El sí de las niñas.
(Lloréns, 1976:48).

1
persecución, pudieron salir de España . La emigración duró casi seis años hasta
75

la restauración del régimen constitucional a principios de 1820.

En esta etapa liberal se registraron repercusiones en varios países:

Nápoles, Portugal, Piamonte; ésta acaba con la alarma de los gobiernos de la

Santa Alianza. Los cuales, después de reprimir militarmente los intentos

revolucionarios de los estados italianos, decidieron en el Congreso de Verona la

intervención en España. El ejército francés enviado por la Santa Alianza en 1823

invade la península y restablece la monarquía absoluta (Lloréns 1976:63).

Dicha invasión trajo consigo una política absolutista y reaccionaria, por lo

que, en la llamada “década ominosa”, España pierde a su clase dirigente y la vida

intelectual prácticamente queda en suspenso, ya que hacia 1824 salen para el

exilio varios miles de españoles (Del Río, 1990:151).

La gran mayoría se traslada a Inglaterra porque era el centro político e

intelectual de la emigración liberal de toda Europa, donde azotaba el absolutismo

napoleónico desde 1814.

Hacia 1824 fijan su residencia en Londres gente de todas las clases

sociales, militares, jefes y oficiales; no faltaban los comerciantes y hombres de

negocios, además de representantes de la burguesía liberal de las ciudades.

Pocos contaban con fondos en Inglaterra, la gran mayoría vivía gracias al

modesto subsidio que les concedía el gobierno inglés, no en su calidad de

refugiados, sino en agradecimiento por su lucha aliada contra Napoleón. El

75 La primera emigración de éste periodo ocurre dejando a la literatura española sin expositores. Desde ese año hasta
1824 los escritores españoles vivieron en la cárcel o en el destierro. De ésta primera emigración destaca la figura de José
María Blanco White, ex sacerdote sevillano que tiene que salir de España para “no permanecer condenado a vivir en
contradicción con mis propias ideas hasta el día de mi muerte” (Guillén, 1995:72).

1
socorro fue permanente; lo recibieron hasta el final de sus vidas cuantos

permanecieron en territorio inglés.

Las ocupaciones más corrientes entre los emigrados se desarrollan en el

campo de la lengua y la literatura; José Joaquín de Mora, José Borrás y José

Urcullu escriben gramáticas y crestomatías en su lengua nativa. También fueron

emigrados liberales españoles los primeros profesores de Lengua y Literatura

española en Centros universitarios ingleses: Antonio Alcalá Galiano, en la

University of London; y Pablo Mendíbil, en King´s College (Lloréns, 1976:76).

José de Espronceda pasó una época breve en Londres (1827-1829, y

1832), se sabe que escribió allí algunas de sus poesías, pero sólo será hasta

después de su retorno a España que se le conozca como escritor. Ángel de

Saavedra, futuro duque de Rivas (1824-1825) publicó un par de poesías de

destierro en periódicos de los emigrados. Es importante mencionar que los

emigrados en Londres llegaron a publicar siete periódicos entre 1824 y 1829 , en 76

contraste con la única revista creada en Madrid durante todos estos años, El

correo literario (Lloréns, 1976:76).

El descubrimiento de nuevos ideales, de gran trascendencia para el futuro

de la letras españolas, suscita un descubrimiento mutuo de interés internacional

promovido por el trato con otros escritores. Liberales españoles desplazados como

Juan Álvarez Mendizábal, Pablo Montesino, Antonio Alcalá Galiano 77


y José

76 El español constitucional, Ocios de españoles emigrados; los dos dirigidos por José Joaquín de Mora, el Museo
universal de ciencias y artes y el Correo político y literario de Londres. También, en ésta época, figura la existencia
de un plan ideado por Vicente Salvá, cuyo plan de publicaciones para Hispanoamérica cobra inusitado desarrollo con la
llegada a Londres de la emigración liberal. A él, se le debe la primera librería española establecida en Londres. ( Del Río,
1990: 153).
77 La composición del prólogo que acompaña a su largo poema El moro expósito, constituye la primera manifestación de
la poesía romántica en la literatura española

1
Joaquín de Mora se ponen en contacto con el movimiento literario romántico
78

-representado por Coleridge, Friederich Schlegel, Lord Byron y Walter Scott- .

Gracias a este intercambio, en la literatura de los emigrados se destacan

peculiaridades individuales con una lucidez de conciencia por conceptos como

nacionalismo y sociedad . Pero las naciones ya no son las mismas; las culturas y
79

las lenguas se han mezclado con rapidez . Para los emigrados, el destierro
80

produce uno de los rasgos más interesantes de este periodo, la adquisición de un

rasgo moderno en el cual ser cosmopolita era una cualidad del alma romántica.

El cosmopolita aporta una actitud de discontinuidad frente a las tradiciones

de la literatura europea y frente al concepto de cultura como conservación

(Guillén, 1995: 80). Se rompe con esa dominación al ligar la literatura con lo

político; el destierro, en este particular caso, le permite romper con añejas

ataduras y promueve un cambio positivo, puesto que busca vencer a la adversidad

por todos los medios. Surge, entonces, un modelo de sociedad culta e innovadora

en el exilio.

Para esta sociedad en el destierro, ya no sólo está en juego la existencia

individual, puesto que adquiere una conciencia de nación y experimenta una,

hasta entonces, desconocida identificación cultural porque concibe el destierro

como la pérdida de la patria, es decir, percibe que en la pérdida, ha encontrado

78 A De mora se le debe la primera traducción directa al español de dos novelas de Walter Scott en 1825.
79 Valentín Llanes, publicó en 1825 y 1826, Don Esteban y Sandoval, episodios nacionales de la vida española en los
años de ocupación napoleónica y siguientes; Telésforo Trueba y Cosío publicó dos novelas históricas: Gómez Arias y The
castilian, para proseguir con una novela de costumbres, The incógnito y terminar con otra sobre la guerra de
independencia (Lloréns, 1976: 77).
80 A pesar de que los emigrados concentrados en Sumers town, un barrio de Londres, no aprende nunca el idioma del
lugar y forman una abreviada España constitucional, los intelectuales, en cambio, no cultivaron en su propia lengua el
género novelesco. Lo hicieron en inglés (Lloréns, 1976: 77).

1
una patria; el único entorno válido y necesario que le otorga identidad y

pertenencia: la nacionalidad. Este tipo de personaje es el promotor de la naciente

literatura del exilio.

El exilio se vuelve tema entre los autores modernos porque la literatura

surgida como consecuencia de esta convulsionada época viene de los liberales en

el exilio y, de ser una auténtica adversidad, con el tiempo, llega a considerarse una

forma de ver el mundo; con el surgimiento de la idea de carácter nacional, el

personaje en el exilio se convierte en el héroe desterrado en la búsqueda de lo

esencial, lo auténtico: la verdad personal (Guillén, 1995:80).

El prototipo de héroe literario acorde con estos valores, es el héroe imbuido

con un alma romántica: desterrado, sombrío y disfuncional pero libre. Como ha

adquirido una conciencia de nación, la incomprensión viene a su vez, porque es

tomado como un peligroso adversario político –aunque no esgrima para combatir

mayores armas que las palabras -; la literatura adquiere gran trascendencia ya

que está dirigida a la emancipación de conciencias. El intelectual decimonónico es

peligroso.

Con las nuevas actitudes adquiridas sobre el entorno y, finalmente, ”por la

experiencia humana que se incorpora al devenir de la literatura” (Guillén, 1995: 59)

vemos cómo el exilio entre los emigrados liberales adquiere una significación que

termina siendo válida y hasta necesaria. Semejante afirmación sólo puede tener

lugar en el contexto al que hemos estado aludiendo.

Los liberales ven el destierro como un mal necesario pues su exilio, de

signo político, permite el contacto con gente más abierta hacia las novedades del

1
mundo europeo. Además, genera el terreno favorable para la modificación de las

tendencias románticas, que alcanzaron difusión general durante la década que los

emigrados pasaron fuera de España (Lloréns, 1976:80).

Así, la conciencia adquirida por el exiliado estando afuera, pretende ser

compartida al volver a la patria; pues esa necesidad de influir entre sus

compatriotas es, quizá, un recurso del recién retornado para dispersar la neblina

que cubre su nombre e interrumpir el olvido en el que ha caído provocado por la

ausencia.

Tal es la tragedia de Max Aub, que a pesar de haber sido un puente de

enlace –mas no de influencia- entre España y el exilio español en México, su

ausencia histórica produjo que su presencia se fuera desdibujando de la memoria

colectiva española. No así, de la sociedad del exilio. En ella, su presencia fue

siempre constante.

2.3 El exilio de 1939.

El exilio español de 1939 es la última gran escisión de carácter político y

cultural que se registra en la historia de España. A diferencia de las anteriores

emigraciones, ésta es masiva, sin distinción de clases y mucho más larga. Es la

1
consecuencia directa del golpe de estado perpetrado en contra de la Segunda

República. Proclamada legalmente tras las elecciones municipales de abril de

1931, la segunda república significa una breve pero intensa etapa en la mejora del

nivel de educación y de acceso a la cultura de la población española 81


.

Durante este periodo la cultura era entendida como un bien común y no

como una exclusividad para las clases privilegiadas, por lo que se puso especial

atención en la reforma de la educación y la cultura para poner fin al abandono de

las grandes masas rurales. Entonces se crea el Patronato de “Misiones

Pedagógicas” que tenía entre sus objetivos la extensión de la instrucción y la


82

lectura públicas, por medio de una política bibliotecaria con un programa de

lectura centrado en los adultos83. El servicio de bibliotecas era coordinado por el

poeta Luis Cernuda y los bibliotecarios, María Moliner 84 y Juan Vicens (Boza, 2004:

48).

Además de libros, en las 5,522 bibliotecas distribuidas por toda España,

había representaciones teatrales, musicales o corales; proyecciones de cine y

gramófonos para el servicio de música . El arduo trabajo desempeñado por los


85

misioneros contaba con estudiantes universitarios, maestros, profesores de

81 En 1931, según las encuestas, la tasa de analfabetismo en España se situaba en el 44,3% y la mayoría de la población
alfabetizada era ajena al libro y a la cultura (Boza, 2004: 41).
82 Luis Álvarez Santullano, profesor auxiliar de pedagogía en la Universidad de Madrid, es además de escritor y
organizador -bajo la dirección de Manuel Bartolomé Cossío-, de las Misiones; en la emigración, secretario de El Colegio de
México.
83 Con este programa se les suministraba los medios necesarios para su instrucción educativa. De manera que el fomento
a la lectura a través de las bibliotecas en el medio rural era la manera idónea de dar un poco de aliento espiritual a unas
vidas llenas de incertidumbre y abandono.
84 La mejor lexicógrafa española que se haya tenido noticia, era Delegada de las Misiones Pedagógicas en Valencia y
autora del mejor plan de organización de bibliotecas de España.
85 Durante las actividades se tocaban temas instructivos, sanitarios y de educación cívica; además de organizar cursos de
orientación pedagógica para los maestros (Boza, 2004:44).

1
instituto, inspectores de Primera Enseñanza, intelectuales de primer orden 86
y

jóvenes escritores, a los que a veces, se unen profesionales de la medicina, la

agronomía o el periodismo.

El ambicioso proyecto educativo del gobierno republicano recibió todo el

apoyo económico e impulso humano que en otras áreas, con igualdad de

circunstancias, solicitaban celeridad a sus problemas . Esta brillante etapa 87

educativa llega a su fin con el estallido de la guerra civil el 18 de julio de 1936.

Después de tres años de lucha, el fascismo en España se declara vencedor

con la poderosa ayuda de Alemania e Italia, por lo que la diáspora del 39,

conformada por un considerable número de la inteligencia del país, marca el final

del brillante lustro en las ideas y el pensamiento desde las elecciones municipales

de abril de 1931. La depuración que produce el exilio del 39 en la Universidad

española, provoca que los profesores que no fueron asesinados por sus ideas

liberales, fueran perseguidos hasta alejarlos definitivamente de la enseñanza;

otros, no menos de siete mil maestros y profesores, deciden marchar al destierro

(Sartorius, 1999:291).

Al iniciarse la década de 1940, los 441,000 refugiados españoles que

atraviesan la frontera pirenaica 88


(Meyer, 1980, t.II: 31), lo hacen con la

incertidumbre de lo que les espera en Francia. La realidad de la situación se

impone en seguida. A aquella masa humana agrupada en ambos lados de la


86 “La Barraca”, compañía itinerante de teatro de Federico García Lorca recorre pueblos y villas llevando no pocas veces,
aliento cultural y artístico; de igual manera se puede mencionar la presencia en las Misiones de Alejandro Casona, José de
Val de Omar, María Zambrano, Ramón Gaya, Carmen Conde y Max Aub con la pieza Jácara del Avaro.
87 Para Tuñón de Lara, las actividades de las Misiones respondieron “al utopismo educacional tan arraigado en nuestras
tradiciones culturales”, en su opinión había necesidades mucho más urgentes, como la nunca resuelta reforma agraria, “era
como plantar árboles por la copa” (Boza, 2004: 50).
88 Cifra estimada para el 1º de abril de 1939; en los siguientes meses asciende un total de 527,483 personas

1
frontera, una vez pasadas las formalidades aduanales se las alínea en columnas

para dirigirlas a ocho campos de control donde lo único que encuentran es la playa

desnuda; ni una tienda, ni una letrina, ni agua potable, ni un puesto médico de

primeros auxilios. Solo las alambradas que evitan su dispersión.

El primer campo de concentración habilitado fue Saint-Cyprien, pero a

medida que aumentaba la cifra de refugiados comenzaron a funcionar: Argèles-

sur-Mer, Barcarés, Gurs, Le Vernet, Mazères, Agde, Septfonds, Rivesaltes y

Villiers les Pots (Maldonado, 1983:34).


89

La coyuntura política hacía imposible el buen trato a los refugiados; sin

embargo, la crueldad innecesaria del gobierno francés hacia los refugiados, no

era, de ninguna manera, compartida ni practicada por la población francesa. La

actitud de los franceses hacia los recién llegados fue siempre cálida y generosa

(José A. Matesanz,1983:168). Tras éste penoso capítulo en la vida de los

refugiados españoles en Francia, le sigue el exilio definitivo para muchos de ellos.

Ampliamente documentada es la llegada de los refugiados políticos

españoles a México. Pero esto último no obsta para la gran cantidad de

especulaciones que se han hecho entorno a las circunstancias del hospitalario

gesto cardenista 90
. La actitud generosa del gobierno de México hacia los

republicanos españoles es anterior a la llegada del éxodo del 39. En junio de 1937

acoge a un importante contingente de niños evacuados de la zona republicana, y

89 La población de los campos de concentración al aire libre alcanzó la suma de doscientas treinta y seis mil personas.
90 La emigración republicana en México destaca por su alta densidad cultural. No se debe esto tan solo a la elevada
proporción de intelectuales que vinieron, sino al gran contingente de obreros calificados, técnicos, maestros y profesionistas
que la integraron. Debe recordarse que la segunda república fue un gobierno que puso énfasis en todas las ramas de la
educación. Por lo que la ofensiva franquista estuvo siempre dirigida a la inteligencia.

1
en el 38, ante la difícil situación que se vivía en España, por la promulgación del

Comité de No Intervención y posterior violación de sus principios por Inglaterra y


91

Francia (Meyer, 1983, t, 2:32), Daniel Cossío Villegas 92


sugiere al presidente

Lázaro Cárdenas, que el gobierno abra las puertas a un grupo de intelectuales

para continuar su desarrollo en México. Estos intelectuales, simpatizantes de la

república pero distanciados de la política de tiempo de guerra, aceptan venir a 93

México y, una vez aquí, de inmediato fundan la Casa de España, nombre que en

un principio recibió El Colegio de México (Maldonado, 1983:28), el cual, funcionó

como un importante punto de encuentro entre los pensadores españoles y

mexicanos.

El último capítulo del rescate de refugiados se desarrolla desde Portugal.

Cuando la segunda guerra mundial obliga a México a cerrar su legación de

Francia, siendo Manuel Ávila Camacho el presidente de México, instruye al

diplomático Gilberto Bosques para que se haga cargo de la legación desde

Portugal y así, continuar con la labor de ayuda como se venía realizando desde

marzo de 1939. Gracias a sus esfuerzos, en 1941 llegan más refugiados en tres
94

barcos portugueses: Quanza, Serpa Pinto y San Thomé (Hernández, 2003: 75).
95

91 La Sociedad de Naciones, a partir de 1936, los tratados de amistad, de no agresión, de convivencia pacífica y de
principios humanos, jurídicos y morales, habían desaparecido en la práctica y, en cambio, empezaban a servir a los
intereses de Alemania e Italia, por lo que la actitud de México hacia España fue siempre de total solidaridad , al negar
suscribirse al Comité de No Intervención.
92 Embajador de México en Portugal durante el gobierno cardenista.
93 Los primeros invitados fueron recibidos por Daniel Cossío Villegas y por Alfonso Reyes: María Zambrano, Juan de la
Encina, Enrique Díez – Canedo, José Gaos, José Moreno Villa, Adolfo Salazar y Jesús Bal y Gay.
94 El Servicio de Emigración de los Republicanos Españoles (SERE) organismo creado por Juan Negrín y su filial
mexicana: el Comité Técnico de Ayuda a los Españoles, en colaboración con la representación de México en Francia,
financiaron los tres primeros buques que llegaron en el 39: el Sinaia, el Ipanema y el Mexique.
95 Ascensión Hernández de León-Portilla dice que el Serpa Pinto, uno de los últimos tres barcos organizados por la
diplomacia mexicana, llega en 1941, pero ese buque trajo a Max Aub en octubre de 1942. La autora tampoco precisa si
dicha embarcación vino en una segunda vuelta en 1942. Hernández de León Portilla, Ascensión. España desde México,
Vida y testimonio de los transterrados, Algaba, España, 2003, p.75 [N. de la A.]

1
Después de esta fecha y a lo largo de esa década siguieron llegando exiliados de

Estados Unidos, Santo Domingo, Colombia y otros países americanos y europeos.

Sobre el número de refugiados que, en su totalidad, llegaron a México durante la

década de 1940, Asunción Hernández de León-Portilla señala la cantidad de

25,000. Pero otros historiadores, como Vicente Lloréns afirma, a falta de datos

precisos, que el número total de refugiados españoles en México sobrepasó los

quince mil y quizá no anduvo muy lejos de los veinte mil.

Todos estos emigrados llegaron al país, ya sea para retomar sus

actividades o para iniciarse en otros oficios. Intelectualmente la emigración

republicana fue tanto un éxodo de hombres de ciencia como de letras; pero

también de hombres y mujeres con los más diversos oficios . 96

Únicamente destacaremos que la nómina de los universitarios, de los

docentes en el área de humanidades, medicina, derecho, así como en el campo

editorial fue de gran trascendencia por la valiosa colaboración que supone la

creación o pertenencia a importantes centros de investigación, instituciones

educativas y de creación intelectual. La impronta española, en éste último exilio de

su historia, es perdurable y significativa, precisamente, por el número de exiliados

que llegaron, la diversidad de sus ocupaciones y el largo tiempo que

permanecieron entre nosotros.

Penosas para la historia contemporánea son las circunstancias que los

arrojaron lejos de su patria; muchos de ellos, sin embargo, a pesar de que en

96 Durante las expediciones organizadas por el SERE se consignan a los pasajeros con las más variadas ocupaciones:
abogados, actores, agricultores, albañiles, panaderos, bibliotecarios, ceramistas, carniceros, carpinteros, fotógrafos,
hoteleros, molineros, sastres, soldadores, linotipistas, ferrocarrileros, comerciantes, aviadores, editores, electricistas, etc
(Lloréns, 1976:127).

1
México realizaron carreras importantes y el reconocimiento a su vida y obra es

para siempre, los exiliados del 39 vivirán existencias marcadas por el destierro, y

será justamente eso y no otra cosa, la sociedad del exilio. La pertenencia a esta

experiencia dolorosa es el estigma con el que siempre serán identificados: como

los expulsados de la historia. Justamente, porque están fuera de la historia es que

forman una sociedad que los distingue y los separa. Esa es la tragedia del exiliado

Max Aub.

En la España que se queda, el exterminio virulento del pensamiento laico y

progresista produce una profunda sangría y, solamente con el lento transcurso del

tiempo y una vez que la vejez del franquismo lo permita, los nietos de la posguerra

se encargarán de llenar ese vacío que provoca el silencio de los que ya no están.

2.4 En torno al concepto de exilio: deslindes conceptuales.

En este apartado es preciso hacer algunas delimitaciones en torno a los

conceptos de desterrado, refugiado y exiliado, a la luz del entendimiento de María

Zambrano y de quien fuera su maestro, José Ortega y Gasset. En torno a éstos


97

conceptos pondremos en perspectiva la experiencia vital y posterior exilio de Max

Aub. Porque considero que su ser histórico con su ser original están

indisolublemente ligados como pocas veces se ha visto en la historia de los

exiliados españoles republicanos.

En una primera instancia, se cree que el adulto con una vida orientada y

con convicciones formadas y arraigadas en un lugar, la incorporación repentina a


97 Zambrano, María. Los Bienaventurados. Siruela, España. 2003,pp.29-42.

1
otro mundo –espacio geográfico, tiempo, personas- puede ser muy lenta y difícil;

creencia que es totalmente cierta, pues la incorporación es, sobre todo, lenta mas

no imposible porque en la medida que el tiempo y la naturaleza del individuo lo

permita, podrá compartir sentimientos y esperanzas con los naturales del lugar, así

como también aparecerán afinidades que antes era incapaz de percibir. En esa

medida de apertura será entonces que el desterrado podrá sentirse en su nueva

tierra acogido, resguardado y el nuevo ambiente será aceptado.

Pero se debe tener en cuenta una circunstancia: ¿Qué ocurre cuándo,

además de estar lejos del lugar de origen, es imposible volver porque en ese lugar

nuestra vida corre peligro? ¿Cómo es posible que el mundo, las cosas que nos

hacen ser, lo que nos da identidad, de repente, nos resultan completamente

hostiles e imposibles de vivir?

Tal es la adversidad a la que se enfrenta el desterrado. El desterrado, es

decir, el que ha tenido que partir, experimenta un desgarrón existencial porque la

tierra suya, la que le pertenece, es arrancada de tajo. Y en la tierra ajena, la otra

tierra que le ha brindado refugio en momentos de necesidad, no obstante la

generosidad, no será nunca la propia, no lo será porque el desterrado vive entre la

contradicción de quedarse y el permanente anhelo de volver.

Se ha mencionado que al individuo en el destierro se le brinda un refugio

para seguir viviendo porque tiene necesidad de ello, y que vive entre sentimientos

contradictorios; vive entre asumir el hecho de que ha perdido algo único para

siempre o darle el tiempo justo a las cosas para poder volver a ser en función de lo

que antes había y formaba parte de su realidad, de su circunstancia.

1
En este punto es necesario explicar la diferencia entre ser desterrado y ser

refugiado. El desterrado no siente la tierra ajena como propia porque le es

imposible, por lo que está tan despierto como puede estar, mirando y soñando con

los ojos abiertos, se mantiene atento a lo que ocurre pero sin los apasionamientos

ni el sentimentalismo del refugiado. En el diario acontecer - para el que se siente

sin tierra - la conformidad le llega antes que a ninguno. Conformidad que se

traduce en un apaciguamiento existencial. Se desenvuelve con fluidez ya sea en el

mismo oficio o en el nuevo que le corresponde en la otra tierra. En la superficie,

nada le duele porque no tiene llanto. Su problema es el estupor en el que vive, ya

que ningún quehacer le hace salir de la catalepsia que asume voluntariamente

para sobrellevar la pena. Al no salir de su estupor, todo se ve fijo, presente más

sin emoción. La vida se ve con distancia (Zambrano, 2003:30).

Por eso, estar en el destierro significa, antes que otra cosa, que es un

expulsado. Porque se encuentra fuera de casa, sin tierra, la suya y sin otra ajena

que pueda sustituirla. Patria, casa, morada... modos y maneras de enunciar la

pertenencia a un hábitat.

En cambio, el refugiado proyecta ideas mecánicas para su presente y

futuro, como si fuera un robot en operación. Todas sus ideas están encaminadas a

rehacer la vida e inventarse una posibilidad de volver a la patria suya. Para el

refugiado, entonces, la ausencia de la tierra, no lo consume. Aguarda y espera

pacientemente. Pero esa invasión de sentimientos, al mismo tiempo que lo

consuelan, lo debilitan, pues una ráfaga de esperanza junto con el llanto que lo

acompaña en la espera, lo desespera; sus lágrimas las ha ofrecido al dios del

1
tiempo para que sean consideradas un fiel tributo para un pronto retorno a la

patria. De esta manera se siente más fiel a su tierra y deja que se apodere de su

mente la comparación entre una tierra y la otra. Es “el inagotable cálculo

existencial”, el engañoso recurso que se impone el yo ante lo inesperado. ¿Cuánto

tiempo les duró este paliativo existencial a algunos de los exiliados republicanos

que vivieron en nuestro país por espacio de treinta años? Entre otros, Max Aub.

Significó vivir con esa compensación existencial el resto de su vida.

Tras el suceso que significa para el individuo expulsado saber que no es

solamente ya un refugiado, después de mucho tiempo, para el que está en el

destierro llega el exilio, la más contundente de las categorías a las que se refiere

María Zambrano (2003: 30).

En el exilio se percibe con más claridad el sentimiento de abandono y con el

abandono llega la pérdida de identidad. Conforme el desterrado va

desenraizándose va perdiendo identidad.

Ya no tiene el refugio que lo resguarde, tampoco tiene casa ni patria; ha

perdido identidad, por eso, el exiliado se vuelve cauteloso puesto que “no quiere

ser devorado por la tierra donde nadie lo pide ni le llama” (Zambrano, 2003:33). Es

decir, no obstante la nueva tierra que lo acoge, para sus habitantes que son ahora

sus semejantes, les resulta indiferente su existencia.

Cuando el exiliado incorpora a su vocabulario personal, la orfandad, percibe

al desconocido que todo hombre guarda en su interior. El desconocido no conoce

la pasión. Todo es percibido lejano y difuso; “se pierde lugar en el mundo, ni

geográfico, ni social, ni político, ni – lo que decide en extremo para que salga de él

1
ese desconocido – ontológico. No ser nadie; no ser nada” (Zambrano, 2003:36).

Deja de ser todo para mantenerse sin apoyo alguno, para perderse en el fondo de

la historia, la historia que se le ha vuelto como agua: cambiante, movediza,

insostenible. Por eso se impone el silencio.

El individuo en medio de su abandono queda librado a la visión; porque la

vida es revelada a través del ser, hay un discernimiento del ser en la vida humana

revelado en la amargura del destierro. “La experiencia de la vida es desde un ser,

este que soy yo, que voy siendo en virtud de lo que veo y padezco y no de lo que

razono y pienso” (Zambrano, 2003: 31).

El hombre en el exilio acaba viéndose, lo que resulta imposible de lograr

para el que permanece en su casa, su tierra, guarecido en su propia geografía:

verse en sus raíces sin desprenderse de ellas, sin haber sido arrancado de su

propia historia. Por eso la visión del exiliado revela cosas secretas e íntimas.

De esta manera es como se halla el ser en razón de su circunstancia, caído

en un mundo que no pide vivir se padece a sí mismo puesto que la visión, es decir,

la percepción en que se tiene, se le ofrece ante sí. La congénita oscuridad

(Zambrano, 2003: 34) está referida a la facultad que tiene el individuo desde su

nacimiento de percibir el desconocimiento que se tiene de sí mismo. El

desconocimiento es revelado a su visión a través de la experiencia; experiencia

traducida a vivencias, recuerdos, la memoria que acompañará al desterrado

viviendo en el exilio. Es la visión del ser, aquélla que se revela ante situaciones

límites donde el ser no tiene experiencia pues no se ha visto aún.

1
Por su parte, dice Ortega y Gasset: “el problema es que vivir no es entrar

por gusto en un sitio previamente elegido a sabor, sino que es encontrarse de

pronto y sin saber cómo, caído, sumergido, proyectado en un mundo incanjeable.

De tal forma, el que vive en el exilio, verse a través del mundo de los otros, es una

sensación que cuando aparece lo hiere, porque lo que ve resulta inesperado. Su

vida empieza a ser la perpetua sorpresa de existir sin ninguna anuencia previa”

(Ortega, 2004: 195).

Es a través de sus acciones que el exiliado da a conocer algo muy íntimo

de su ser; “algo tan de dentro que el no exiliado, el que está en su casa, sentía

pero que no expone porque no tiene necesidad de ver” (Zambrano, 2003:30).

Las acciones del exiliado, se condicionan por la búsqueda de una

mediación entre lo inexistente, aquello que lo vuelve vulnerable, y la existencia

misma; porque cuando se es exiliado toda mediación entre su yo y lo que lo

mantiene en contacto con su pasado, con sus recuerdos, desaparece.

Tiene que emprender una nueva búsqueda de experiencia vital en razón de

su circunstancia, el exiliado tiene tal mundo dispuesto para vivir en él. Al respecto

dice José Ortega y Gasset, maestro de Maria Zambrano:

“Yo no soy más que un ingrediente de mi vida: el otro es la circunstancia o

mundo. Mi vida, pues, contiene ambas dentro de sí, pero ella es una realidad

distinta de ambas. Yo vivo, y al vivir estoy en la circunstancia” (Ortega, 2004:207).

Por lo tanto, el hombre al encontrarse no se encuentra a sí, aparte, sino al

revés, se encuentra siempre en función de otra cosa, dentro de otra cosa se

encuentra rodeado de un contorno, una circunstancia. Circunstancia que solemos

1
llamar mundo o realidad, es decir, todo lo que nos envuelve. Lo simple y lo

inmediato. En la medida en que se adquiere conciencia de sí mismo, se va

reparando en la conciencia del mundo. Por tanto, dentro de la enorme

circunstancia que es el mundo, el individuo, aún en el destierro, puede moverse

con ciertas restricciones, pues va y viene dentro del mundo que la historia le ha

confeccionado ex profeso, y por eso, no tiene experiencia; tiene que cifrarse una

nueva y no puede escapar a su circulo inexorable.

El mundo de nuestra vida no es sólo circunstancia en sentido espacial y la

circunstancia espacial está condicionada por la temporal. Se vive en función de la

época en que vivimos. A este respecto, María Zambrano ubica la visión del ser en

su origen, cuando la visión primigenia muestra la manera como “el ser humano se

encuentra dividido entre su simple vivir terrestre y su origen” (Zambrano, 2003:30).

Si solamente nos conformamos a través del mundo, éste, el mundo, las

cosas, la realidad, se condicionan por el tiempo, nuestro tiempo; la época histórica

que nos toca vivir. Lo que Segovia llama el pasmo de la primera visión del mundo,

cuando las cosas, la realidad de ese mundo choca con nuestra visión, con toda su

carga simbólica; con toda su significación primaria hasta que esa primera visión

queda agotada, pero nunca clausurada (Pascual, 2003: 32).

El yo del exiliado se confronta con el ambiente, espacio y tiempo totalmente

fuera de él; lo que permanece ajeno a su experiencia, y entonces recurre a la

imaginación para que ésta le restituya lo perdido: los recuerdos. Los vacíos que

ilusoriamente su yo va llenando para compensar el olvido. Entonces, si la

imaginación completa la imperfección de la memoria que ha debido acudir en pos

1
del origen, el origen en principio no ubica las márgenes en que el desarraigado

históricamente ese encuentra; sino en lo propiamente histórico. Esto es, lo que se

trasmuta, lo que se mueve, “su participación encarnada en símbolos, arquetipos”

(Pascual, 2003. 34). El origen se le aparece al exiliado solamente cuando la

palabra poética lo reivindica frente a la historia. Así que la palabra es la mediación

entre su yo y los otros.

También las circunstancias son personas, son sociedad humana. Es así que

las experiencias vitales hacen al individuo, y por ende, somos en función de lo que

nos rodea.

En el firmamento, todo lo familiar que forma su circunstancia, el exiliado

cree que se preservará infinitamente en la memoria. Que ese mundo que lo llevó

hasta donde está lo va a seguir por donde pise. Se vale de este espacio mental

como mediación entre su yo y los otros.

Por desgracia, los recuerdos a través del tiempo se tornan difusos, tal es la

naturaleza de su condición. No hay mediación y sin ella, la esperanza desaparece;

como tampoco hay exasperación. Ante la inexistencia de horizonte, el que ha

entrado ya al exilio, ante la inexistencia de la palabra o el recuerdo mediador,

solamente así puede percibir la inmensidad de la vida. En total libertad anda el

abandonado sintiendo la vida discurrir en él.

En cuanto al lugar que ocupa el individuo en el exilio, el exiliado

experimenta una marginación universal, vive en el confinamiento de la historia

universal porque es señalado como un escindido; como si los exiliados fueran

culpables de disentir, de resistirse a lo que se ha señalado como un imperativo

1
seguir. Es entonces que el exiliado revela cosas íntimas y secretas. Aunque se

empeñe en el silencio, todo su ser, la vida que se la ha aparecido a la visión habla

por él.

En este momento debemos plantear una pregunta fundamental: El tiempo

para los exiliados, ¿cómo opera, cómo transcurre y qué significa para ellos el

tiempo? La nostalgia, ese remedo de recuerdos armados caprichosamente en la

memoria del escindido es razón y fundamento para comprender que el tiempo –

como afirma Zambrano – es un dios sin máscara (Zambrano, 2003: 34).

El que vive el tiempo, el que percibe el destierro en función del tiempo,

tarde o temprano va desenraizándose. El transcurso del tiempo favorece la salida

del lugar inicial, de su patria y de todas las patrias posibles. En cada lugar escapa

a la seducción que le tiende el otro lugar que no es suyo, entonces se le acusa de

irse sin tener siquiera adonde llegar.

El tiempo, imprevisible como es, no tiene una sola manera de manifestarse;

no se tiene manera de saber que siempre está enfrente del individuo. Es invisible.

Pero en el presente de los exiliados, el tiempo es venerado como un dios al que se

encomiendan fervorosamente. No hay certidumbre de que el tiempo los guarde y

los preserve en el futuro porque su presente se niega a recibirlos como los

ciudadanos que eran antes de partir. Aún así, esperan que el tiempo, a la luz de

los acontecimientos, les conceda la razón y les traiga la paz que tanto anhelan sus

existencias.

En la espera, el tiempo los habrá devorado con la aparente calma de su

paso. Los exiliados esperan ser rescatados del abandono; en ello, llega un

1
“aparente estar”, es decir, perciben que su presencia no le hace falta a nadie. Y es

que han estado tan ocupados en cifrar su suerte en el futuro con base en

deliberaciones con el tiempo – que les traerá la razón y los situará en la historia de

nuevo – que han olvidado al presente. Maria Zambrano afirma, que es la suerte

del exiliado a la que casi nadie renuncia a vivir (Zambrano, 2003:35).

El exiliado – a fuerza de la costumbre, que invariablemente llega -, va

vislumbrando el lugar que habita y esa visión le impide volver a la suya. Entonces,

se da cuenta de que habita un espacio, y éste espacio lo va jalando poco a poco

hacia otro sentimiento desconocido: la imposibilidad.

Éste es el exiliado que ha elegido irse siempre; si ya es imposible el retorno

porque las esperanzas se pierden, decide vivir la permanente agonía de la

imposibilidad en total libertad. Sin embargo, que no se conciba a la libertad como

con un significado de felicidad. Nada más erróneo que eso. Elegir la libertad

entraña una difícil decisión que nada tiene que ver con la felicidad, por el contrario,

para el exiliado escoger por la libertad provoca que se le abra la inmensidad;

inmensidad referida al desamparo, pues “sin desamparo la inmensidad no

aparece” (Zambrano, 2003: 38).

En el desamparo aparece el vacío. Ese vacío que a lo largo de la vida de un

hombre aparece y desaparece. Pues de igual manera que siente el desamparo, se

siente desnudo a la intemperie y a la vista de todos; como en esos sueños donde

corremos desvestidos llenos de vergüenza y sin un refugio que nos resguarde de

las miradas de estupor ante lo que mostramos. De ese tamaño es la inmensidad

del que se siente exiliado.

1
Si el exiliado siente la inmensidad de la vida al quedar en el desamparo,

desprendido de toda pretensión de existencia percibe una desconocida confianza

que la soledad le brinda como una libertad ganada, que lo deja en un estado

original, como un recién nacido. Es vivir plenamente el exilio y por tanto, es un

impulso para ser de nuevo, sobre todo si está totalmente desposeído de sí mismo.

¿Cómo, el exiliado, no podría intuir que tiene un vacío que debe llenar con la vida?

Ciertamente, no es la vida que sentía cuando tuvo que abandonar la casa, el

horizonte familiar, eso que se señala como la patria y que es una categoría

histórica.

Si la patria es el lugar donde la historia acontece; “cuyo crecimiento y

desenvolvimiento es alterado” (Zambrano, 2003:42), entonces, la historia es el

lugar donde los exiliados deben aprender a vivir su exilio a plenitud: entre los

escombros de la historia de la cual han sido expulsados. Convertirán su vida en

otra, porque habitan en otra patria que no es la suya.

La tentación de existir es la patria que los impulsa a habitar en la nostalgia

de los recuerdos. El exiliado debe aprender a habitar en ese lugar de la historia

que es el espacio mental, pero no debe dejarse llevar por la convención de las

imágenes. Porque puede encontrarse con fragmentos de la patria perdida e írsele

la vida en comparaciones.

En este momento aparece el aliento de la creación, que ha llamado al

exiliado después de que ha recreado fragmentos de la patria perdida en el recién

descubierto espacio mental habilitado para encontrar el camino hacia una vida

nueva.

1
Esto es así, porque el exilio es el lugar idóneo para que la patria se

descubra (Zambrano, 2003: 43). La patria en tanto que son las costumbres, el

idioma, los recuerdos, la experiencia colectiva de una sociedad que pertenece a

un lugar porque participa de ella; por lo tanto tiene derecho a modificarla; la

pertenencia es la garantía de legitimidad. Entonces, en el destierro, el exiliado

sabe que hay una patria cuando ha dejado de buscarla. Se le aparece cuando

siquiera la reconoce en algo. Es el lenguaje, el pensamiento que le trae retazos de

esa experiencia colectiva que había permanecido oculta hasta el momento de su

aparecer inequívoco.

“Es verdad que la patria verdadera por virtud crea el exilio” (Zambrano,

200·:43). Apenas se ha visto y manifestado en ésta nueva etapa, el exiliado sabe

que ya no podrá escapar de ella jamás porque quizá nunca antes la vio y ha

quedado herido en su visión. Pero como ahora es un creyente porque sabe y

acepta su condición de exiliado, la verdad no le hiere tanto como ese instante de

lucidez que impasible y absoluto le ha modificado el ser para siempre y por ello, la

pérdida de lo que sabe ahora que es una patria, obtenida en aceptación de su

importancia.

2.5 El exilio según Max Aub

Uno de los exiliados más ilustres que la historia contemporánea ha volcado

hacia nosotros es Max Aub. Su llegada a México, el 1º de octubre de 1942

constituye uno de los eventos más importantes en su vida, ya que, recién salido

1
del mundo obsesionante de la guerra y de los campos de concentración se

enfrenta, de repente, con la realidad de un país americano que había estado al

margen de esas desventuras históricas pero, también, gracias a esa distancia le

brinda la posibilidad de retomar su vida:

Veracruz. El Orizaba, la bruma, el mar verde, el puerto surgiendo de


la bruma. Rancaño. Carlos Gaos, México, sucio y bien educado; bárbaro y
pulido. Veracruz: Castellón y Murcia. Sus calles, levantadas e iluminadas.
Comida áspera, fuerte y suculenta. Los coches magníficos, la calzada
deshecha (Aub, 1999: 86).

De Max Aub no se puede decir que vivió aislado en México; vive en calidad

de refugiado durante quince años, y en todo ese tiempo, no obstante los

desencuentros culturales con el nuevo mundo, aprovecha la oportunidad de estar

siempre presente en el ambiente cultural mexicano. Nunca dejará de escribir: un

centenar de piezas teatrales, artículos periodísticos, la ingente y variada obra

narrativa a través de cuentos, relatos, novelas; y por si fuera poco, una revista

editada por él mismo, Sala de Espera, donde aparecieron varios de los ensayos

donde plasmó su sentir en torno a la tremenda injusticia histórica que fue la guerra

fría para los exiliados republicanos en México.

Precisamente porque realizó la mayor parte de su producción literaria en el

exilio, y además, por haberse convertido en una figura importante en el mundo

intelectual mexicano de su tiempo, Max Aub era sobre todo, y principalmente, un

símbolo importante del exilio español. Porque para Aub: “El ser no es en sí, sino

en sus obras... Creo que no tengo derecho a callar lo que vi para escribir lo que

imagino” (Aub, 1999: 119).

1
Teniendo como referencia la opinión de Tomás Segovia en su ensayo

inédito Sentidos Recobrados , Max Aub era un icono del exilio en México
98

porque era un personaje altamente relacionado; cosmopolita, políglota, “estaba

relacionado con todo mundo y servía de enlace, de introductor y de presentador

entre unos y otros” (Segovia, 2005: 10).

Quienes asistían a sus tertulias sabían que Max Aub había leído todo, lo

tenía todo, estaba al tanto del mundo de las artes, de las letras y de la política, y

ciertamente, estar enterado fue siempre una necesidad. Recordemos sus días

juveniles en la Valencia de 1920 cuando se suscribe a la Novelle Revue

Français y a muchas otras revistas europeas de vanguardia. Cuando viaja y

asiste a montajes teatrales expresionistas en Alemania.

Lejos de las vanguardias europeas que lo formaron en su años juveniles, el

perfil intelectual de Max Aub en el exilio está perfectamente delimitado entre las

formas del ideal romántico de concebir a la literatura del emigrado acorde a los

hechos políticos que le dan sustento y razón. Un apunte del diario de Max Aub,

correspondiente al 15 de junio de 1952:

¿Qué unidad andáis pregonando cuando Rejano – es decir, uno de


los vuestros más humano – se niega a publicar una nota de Santullano a
Campo Abierto? Si puedes librarte un momento de tu sectarismo, ¿te das
cuenta de la enormidad de esa cosa nimia? Porque, dejándome aparte, mi
novela, ¿es o no un aportación a la lucha contra Franco? Si tenéis la
avilantez de decir que no, es que estáis ciegos (Aub, 1998:225).

Sin embargo, la realidad del héroe romántico en el exilio, el adversario

político, el que no elige irse, lo persiguen, le quitan la legitimidad de intervenir

98 Tomás Segovia, “Sentidos recobrados”, en Recobrar el sentido, México, 2005.

1
dueño de su suerte y de su destino en constante búsqueda de la identidad

perdida, no puede ser la misma realidad para el héroe maxaubiano; aunque

también romántico, Max Aub, el personaje que aparece retratado una y otra vez en

sus ficciones, es el hombre pleno y cabal que en el destierro proclama su derecho

a ser un exiliado. Esto es, que su exilio es una abierta y decidida protesta por

haber sido expulsado de la historia. Y mientras el fascismo en España continuara

gobernando, jamás volvería a pisarla a pesar de su constante nostalgia por el

sueño español perdido.

El exilio representó para Max Aub la pérdida de la guerra civil antes que una

pérdida de identidad. Para los hombres de su generación – los del exilio del 39-, la

guerra implicó que la historia los traicionara porque allá, “cuando era primavera en

España” según unos versos de Emilio Prados (Blanco, 1995: 20), estaban

inmersos en el cauce de la historia. Porque en España se desarrollaba la historia;

ahí les ocurrió teniéndolos como testigos: la lucha contra el fascismo. No fue el

exilio el que los marginó de la luz incandescente que da el protagonismo de la

historia, sino el triunfo del fascismo que se caracteriza por detener todo lo que se

gana con legitimidad; por lo que el exilio es, ante todo, una consecuencia de esa

pérdida.

Así es que, para Max Aub la guerra civil fue la culpable de que él junto a

esa generación escindida viviera marcada por la política, el fascismo y que todas

estas experiencias vitales fueran a dar a un arsenal literario teniendo a la guerra

como epicentro. Ya en el destierro, la nostalgia, “el más noble de los dolores”,

1
según dice Emilio Prados (Blanco, 1995: 21), es ese clima por el que atraviesan

los hombres rumbo al exilio.

En ese inmenso océano -la nostalgia- es donde Max Aub va a estatificarse

durante buena parte de su vida. Será desde ella donde ubique el norte perenne de

su creación literaria. El constante recordar y jamás olvidar es, para Max Aub, el

único sentido que se traduce en una sola necesidad: el combativo ejercicio del

oficio de las letras y la constante referencia a “lo español” a través de sus

narraciones y relatos; y es que pocas vidas han estado tan íntimamente ligadas a

los hechos históricos de su tiempo como la suya.

Es por esto que afirma con gran convicción que la esencia del intelectual de

su época era la responsabilidad histórica de dar cuenta y razón de lo que acontece

en el presente. Poseer la voluntad de testimonio persiguiendo siempre la libertad

de opinión e ideas.

Ese ejercicio de libertad de expresión fue lo que lo condena a vivir tres años
en campos de concentración. A la nostalgia, se suma la traición, pesadumbre que
no abandonará a Max Aub por mucho tiempo.

¿Soy el que soy o el que fui?¿no era más completo ayer, anteayer,
hace diez años? ¿no vivo más preciso en el recuerdo de los demás? ¿En
quien lee lo que escribo? {sic} La absurda guerra. ¿Quién me denunciaría?
Tengo que librarme, de una vez, de ese peso. Escribiendo, escribiendo.
¿Quién sería el hijo de puta? ¿O la hija de la misma? (Aub, 1999: 188).

A diferencia de la mística judía en el exilio, el sufrimiento de Max Aub no se

cifraba en una redención universal; es decir, no creía en la fatalidad de su raza.

Para Aub, la única manera de asimilar el destierro era dando batallas desde su

postura de intelectual responsable. Escribir era una cuestión moral, de principios

éticos impostergables. El escritor contemporáneo debía comentar, no inventar: “mi

1
modestísima condición de cronista no me permite mentir ni callar” (Aub, 1999:

212).

En este sentido, Max Aub es congruente consigo mismo y sus vivencias

como testigo directo de la historia europea en la primera mitad del siglo XX –la

guerra civil, la ascensión del nazismo y del fascismo, la guerra fría- se traducen en

un rico acervo literario: los seis campos que conforman las novelas sobre la

guerra civil: El laberinto mágico, el poemario Diario de Djelfa, escrita durante

su encierro en el campo de Djelfa. La imaginación, compañera cierta del acto

creativo plasmada en piezas dramáticas que nadie monta, y que mucho menos lee

– El rapto de Europa, San Juan, No, etc- ; la articulación de ideas en artículos,

críticas y ensayos donde el común denominador es la palabra enaltecida de

justicia y dirigida hacia la conciencia histórica. Hacia la memoria colectiva.

Una de las novelas aubianas de éste periodo que mejor ejemplifica su

postura intelectual es Campo Francés, novela escrita a la manera de guión

cinematográfico, que fue concebida durante la travesía entre Casablanca y

Veracruz en aquél año de 1942 pero se publica en 1964. Son los eventos

ocurridos al interior de un campo de concentración en París, cuando es un

refugiado más en el mundo. Max Aub escribe esta novela con la completa

convicción de que la fuerza de las palabras es lo único que lo mantendrá en la

memoria de la posteridad; ya que en su presente, el espacio interior se ha vaciado

por la crueldad del encierro, y el consiguiente estupor que produce el maltrato

encuentra un paliativo a través de la escritura; ese inagotable y ávido deseo de

1
vivir en sus propias obras literarias será lo que le permitirá sobrevivir al circo

absurdo en que se ha convertido el mundo.

La palabra es mediadora entre su yo y los otros. De esta manera, Aub se

impone la obligación moral de ser uno de los elegidos para guiar a su pueblo en el

exilio hacia la permanencia histórica. Max Aub emprende la firme labor de ser una

de las voces más fuertes y sólidas del exilio español en México y redacta en,

aproximadamente, 29 años las seis novelas del ciclo El laberinto mágico. Con el

ciclo de novelas sobre la guerra civil confronta a la historia a pesar de que ella, lo

ha hecho a un lado; en ese caso, su confrontación es periférica, marginal, propia

de la sociedad formada en el exilio, alzando la voz siempre con nostalgia por “la

derrota que significa la muerte de una visión del mundo en la que habían llegado a

encontrarse a sí mismos” (Blanco, 1995: 23):

La indiferencia general. Me subleva. ¿Es que mi pasión por las letras


es cosa fuera de lo corriente? Claro que lo es: basta ver lo se venden –
cómo no se venden-los libros. Me roe como nunca la falta de público: al fin
y al cabo mi fracaso. Preveo la indiferencia general que acogerá Campo
abierto (Aub, 1999: 196).
99

Tal vez sea ésta una de las paradojas más notables en la vida de Max Aub:

erigirse un portavoz del exilio no significó que tuviera éxito como escritor. Tal y

como afirma Segovia, Aub participó de la construcción de una realidad histórica

muy concreta pero no precisamente desde el centro, es decir, Aub siempre tuvo la

honesta certeza de ser un escritor menor, sin éxito; por lo tanto fue un portavoz

desde los márgenes. “Si no como escritor, contribuyó como enlace, comunicador y

puente; en algo contribuyó a esa construcción” (Segovia, 2005: 10) Con gran
99 Segundo volumen de El laberinto mágico que escribe en México entre 1948 y 1950, y ve la luz el 10 de diciembre de
1951.

1
valentía asumió de esta manera, la mayor de todas sus guerras personales para

no caer en el olvido.

A esta cuestión – el acto creativo a partir de la nostalgia-, se suma la patria.

Patria que son las letras, la literatura, la palabra poética, su imagen de una

España libre y dueña de su destino. El ideal romántico de Max Aub es la

pertenencia a una nación, España, y a una sociedad que no tuvo final feliz. El

exilio de Max Aub en México estará marcado por pertenecer a la sociedad culta

del exilio.

Ese mundo que está integrado por el círculo republicano español, por el

activismo incansable en pro de los refugiados españoles y sobre todo por la

comunicación que establece entre la generación joven del exilio y la “nueva

España”, los jóvenes poetas españoles a quienes les enviaba cada vez que podía

revistas del nuevo mundo español y el Boletín de Unión de Intelectuales

Españoles en México.

Si el exilio es el lugar idóneo para que la patria se descubra cabe, entonces,

hacerse una pregunta ¿Cuál sería la patria que se le reveló a Max Aub en México?

¿Francia, España, Alemania, México o inclusive, Israel? La patria –sin esa

connotación de nacionalismo chauvinista- es lo que nos da lugar en el mundo,

pertenencia e identidad; Max Aub tenía orígenes diversos: el padre, alemán; la

madre, francesa; judíos ambos aunque nunca profesaron religión alguna. Cuando

Aub llega a España, en casa hablaban francés. Pero aprende el español fácil y

pronto y en esa lengua será con la que siempre escribe.

1
Así que, en México y en el mundo, al momento de su deceso en 1972 se le

menciona como “el escritor español Max Aub” por más paradójico que resulte en

su caso, ya que en ese momento tenía la nacionalidad mexicana.

La respuesta, inequívoca, es que su patria comenzó siendo España. En

tanto que patria, decíamos, son las costumbres, el idioma, los recuerdos de ese

lugar porque participó colectivamente en su construcción. Esto quiere decir que

debido a una circunstancia particular decidió ser y sentirse español cuando bien

pudo ser francés o alemán, en primera instancia, pues tenía donde escoger; pero

nunca mexicano aunque haya muerto con nacionalidad mexicana. Dice Ortega y

Gasset, en otro lugar de este capítulo, que “somos nuestra circunstancia”. Puesto

que es el mundo y las cosas que hacen al mundo ser ingredientes de nuestro yo

que se moldea a cada instante.

Nadie mejor que Aub para servir como ejemplo a esta máxima. La

circunstancia de Max Aub fue haber llegado a Valencia con sólo once años y haber

hecho el bachillerato allí. Es decir, no fue un acto de voluntad – como bien afirma

Tomás Segovia-, sino que fue más bien una simple circunstancia tan inevitable

para él, como para un nativo de cualquier nación, haber nacido en España o

Francia o México.

Es mas, se diría que toda la vida que le tocó vivir a Max Aub estuvo llena de

circunstancias. Junto con la que acabamos de describir, está la que experimentó

dentro de un campo de concentración –de donde habrá de surgir Campo

Francés-, después la circunstancia de su exilio, que en un principio no

1
vislumbraba en México por no figurar en su horizonte: “¿Irse a América? ¿Para

qué? Uno es de Europa. ¿Qué se nos ha perdido allí?” (Capella, 1999:49).

En conclusión, en México, Max Aub se erigió como un símbolo importante e

incuestionable dentro del exilio español. Esta suerte de remedo histórico que

constituyó para él ser una figura importante en el exilio, no le evitó en absoluto

sufrir lo que mas temía que le sucediera, cuando viejo y cansado, por fin, regresa

a España en 1969 y, se topa de frente con la enfermedad que provoca el exilio: la

desmemoria, el olvido, la indiferencia.

Aeropuerto de Barcelona. Desierto. ¿Por ser sábado? Nadie. Hemos


entrado como en nuestra casa. Nadie nos ha preguntado nada. (...) Salgo.
Ninguna emoción. Soy un turista al revés que viene a ver lo que ya no
existe (Aznar, 2003: 359).

Aquella sociedad española no se acordaba de la guerra y mucho menos, de

los que se habían ido como consecuencia de ella. Es así como experimenta el

desarraigo con toda intensidad; el desamparo, la inmensidad de la vida se le

aparece.

Volver a México para morir fue la última y más terrible de sus

circunstancias. En conclusión, a pesar de que esta América -para estos europeos-

estuvo al margen de los acontecimientos donde se hace la Historia, puesto que allí

solamente fueron espectadores, Max Aub, intelectual español en México,

contribuyó como enlace y punto de encuentro a la construcción de la realidad

histórica, no desde el centro sino desde la periferia. En México y en esa

marginalidad propia del exiliado terminó por encontrar su patria, el único sitio

1
donde pudo ser él, Max Aub, en el museo completo que la Historia le mereció

erigir: el de la sociedad del exilio. Max Aub muere por un problema del corazón en

la Ciudad de México, el 22 de julio de 1972.

3. Laberinto Mágico

3.1 Caracterización del ciclo de Laberinto mágico

Max Aub fue más un novelista que un historiador o filósofo propiamente

dicho, pero su inextinguible interés por el ser humano adquirido cuando era agente

comercial y recorría España, a lo largo y a lo ancho, vendiendo toda clase de

artículos le despertó el deseo por comprender la conducta humana con más

profundidad; muy pronto, su escritura estuvo involucrada con las causas sociales,

y durante los convulsionados años de la segunda república y la guerra civil, el

socialismo de Aub “nacido de un sentimiento de solidaridad” (González, 1998:

240), se intensificó por obvias razones.

El recorrido por la vasta geografía rural de España le muestra el verdadero

rostro de sus habitantes; la cultura ibérica lo fascina desde el mismo instante que

la conoce. ¿Cuál era la España de Max Aub? Era una nación con una monarquía

en decadencia y militarmente disminuida. Era la España de las indefiniciones:

1
entre seguir siendo monárquica o tornarse moderna; de viejas añoranzas

seculares, católica y conservadora; de la dictadura de Primo de Rivera; de las

huelgas universitarias con profundos rencores sociales; la de las elecciones

populares de 1931: era la España de la segunda república, de la “Institución Libre

de Enseñanza”, de las “Misiones Pedagógicas”, de la generación del 27; de

Ortega y Gasset, de Unamuno, de Pío Baroja y, por supuesto, era la España de la

guerra civil y del exilio del 39.

A sesenta y seis años de distancia del final de la guerra civil e inicio del

exilio republicano en México, la atención que despierta el perfil literario y humano

de Max Aub pareciera que está más próxima al ámbito histórico que al literario

porque Aub, debido a ese permanente afán por hacer colectivo un acontecimiento

histórico como la guerra civil, trasciende el género aumentando o exagerando los

diálogos de los personajes siempre en función del tema histórico; es decir, nada

queda fuera del marco asfixiante de la guerra. Más adelante volveremos sobre

este asunto.

Su fecha de ingreso a la historia está señalado en abril de 1940, cuando

siendo un refugiado más en Paris comienza la redacción de la primera novela

sobre la guerra civil española: Campo Cerrado. Después de ésta, le seguirán

cinco más redactadas y publicadas a lo largo del largo exilio de Max Aub en

México; el ciclo literario completo describe innumerables sucesos de la contienda

civil y en conjunto se conoce como el Laberinto mágico.

1
Cada una de las novelas lleva como señal inequívoca la evocación de un

campo, es decir, ya desde el título nos está sugiriendo una delimitación de

fronteras, el límite psicológico de los personajes viviendo al interior de un mundo

que es complejo porque es cerrado, pero también estrecho y claustrofóbico. El

ciclo completo está conformado por: Campo cerrado, Campo abierto, Campo

de sangre, Campo del Moro, Campo de los almendros y Campo francés.

El Laberinto mágico es una monumental saga extraída de la realidad de

la que se sirve Max Aub para relatar, comentar, analizar y comprender este

periodo histórico de la España contemporánea. Las circunstancias que rodean a

esas narraciones son muy precisas: describen a una sociedad escindida y

profundamente enemistada con rencores seculares; es un pueblo que prefiere

aniquilar a dialogar; que prefiere traicionar a negociar... tras este punto, se puede

afirmar que en cada uno de estos campos se muestran las batallas humanas

sostenidas no solamente en los frentes, sino también en la retaguardia.

La monotonía de la cotidianidad –si es que se puede hablar de vida

monótona en tiempos de guerra- está dispensada por el agudo sonido de las

sirenas dando la alarma en pleno amanecer, en la noche o en el día; el

desplazamiento sin dilaciones hacia el refugio, los incesantes bombardeos, el olor

a sangre, la desesperación, el inconfundible tufo a muerte. Después, la

interminable fila para los garbanzos y el pan duro.

Los seis campos que comprenden ésta serie literaria permiten al lector

vislumbrar la pesada carga ideológica que lanzó a hombres y mujeres a tiros por

1
toda España de 1936 a 1939; involucrados en una guerra que finalmente

perdieron, son las circunstancias de la sublevación franquista, de la pérdida de la

inocencia y la posterior derrota.

De esta manera, Max Aub con el gran fresco de la guerra civil que es el

Laberinto mágico, nos señala el surgimiento de una sociedad del tiempo de la

guerra, insegura, desconfiada, desprotegida y reaccionaria.

Max Aub nunca olvida mencionar las circunstancias que rodean a la

condición humana, con la actitud de escritor responsable, según se le impone la

moral de la época, se enfrenta al discurso narrativo partiendo de la historia.

Comentábamos en este capítulo que la literatura se vuelve un instrumento

de denuncia, de registro histórico, porque Max Aub como el gran observador que

es se convierte en testigo de la historia, y para llevar a cabo semejante labor,

técnicamente, utiliza el relato de encadenamiento, inspirado, a su vez, en una idea

unanimista , a propósito de la serie interminable de consecuencias que acarrea el


100

menor incidente cotidiano o la conversación más intrascendente hasta su máxima

intensidad (Soldevila, 1973:303).

Las consecuencias pueden ocurrir al interior del individuo, desencadenando

todo un conjunto de ensoñaciones y meditaciones; por medio del monólogo

interior, a la manera de Joyce, se reflejan las situaciones en la conciencia del

personaje . 101

100 La escuela unanimista se basa en la tesis de que cada hombre debe ser interpretado no en su mera individualidad
sino en función de su grupo social. Ideas expuestas por Jules Romain en La vida unánime (1908). Aub recibe, frente a las
corrientes individualistas dominadoras del siglo, la revelación de la colectividad, de la dependencia entre los hombres. Al
unanimismo le debe Aub la siguiente frase: “La gente existe mientras vive. Luego empieza a morir lentamente en los demás”
(Aub, 1981: 331).
101 El más notable modelo de este tipo de elaboración corresponden al capítulo “Nacimiento de una comedia” de la novela
Campo de sangre.

1
Otro aspecto fundamental para la interpretación de la novela testimonial de

Aub es la evidente composición fragmentaria de casi todos los campos. La mayor

parte de las novelas de Aub está esencialmente escrita en forma de episodios o

fragmentos sueltos, que luego el autor ensambla según un esquema estructural

preconcebido de manera que tenga en cuenta el total de las piezas de que

dispone para la construcción del mosaico . 102

Max Aub se entronca con la épica prenovelesca , cuya característica es, 103

precisamente, la mayor autonomía de elementos y resulta antitradicional al

emplear una estructura fragmentaria en algunas de sus narraciones sobre la

guerra civil respecto a las formas típicas de la novela realista y naturalista. La

epopeya parece imposible en el mundo realista que prescinde de mitos y milagros.

Pero cuando el pueblo se erige de nuevo en protagonista de la historia, a la

manera heroica, la epopeya vuelve a ser posible.

Sin embargo, las novelas aubianas sobre la guerra conservan el tono

privado que debe tener toda novela: la multiplicación de los personajes, la

supresión del protagonista individual que reemplaza por el colectivo.

También –recurre a la supresión de descripciones morosas, estáticas, y en

el lenguaje, la supresión de nexos y verbos de estado. La combinación de tipos

102 Nuevamente, Campo de sangre es el mejor ejemplo de este tipo de composición. Algunos fragmentos narrativos, no
integrados en la novela, aparecieron posteriormente, como cuentos en No son cuentos y en Ciertos Cuentos.
Colecciones éstas donde quedaron reunidos los fragmentos de dos novelas nunca fraguadas, a las que Aub ya había dado
título en 1943: Tierra de campos y Campo francés (versión novelesca de lo que fue luego compuesto en forma de guión
cinematográfico y que se publicó en 1965) (Soldevila, 1973: 309).
103 Es decir, la poesía anterior a la novela. Lo que ahora conocemos como género literario, la épica, es el producto de la
voluntad del autor que escoge el tema y utiliza conscientemente los recursos estilísticos a su alcance. Como manifestación
literaria, su carácter es narrativo y con un lenguaje solemne cuenta las hazañas legendarias de héroes o los orígenes
míticos de un pueblo. La épica surge de las culturas primitivas vinculadas con la tradición oral (www.culturaclásica.com)

1
recurrentes y de personajes que aparecen y desaparecen a lo largo del Laberinto

(Soldevila, 1973: 310).

La novela que abre el ciclo es Campo Cerrado. Escrita en Paris entre los

meses de mayo y agosto de 1939, narra el pórtico de la guerra; los pormenores

del conflicto vistos desde la experiencia vital del personaje principal, Rafael López

Serrador.

El ritmo, el tono de la narración conforme avanzan los dramáticos

acontecimientos suben de intensidad hasta llegar al terrible 18 de julio de 1936.

López Serrador observa cómo su existencia se entrama estrechamente en el

desarrollo histórico, ya que a lo largo del relato su armazón ideológica corre a la

par:

Por vez primera Rafael López Serrador se ve desde fuera. Y se


siente hombre. “Hasta ahora he sido la embocadura de un teatro. La
grandeza del toro le viene de su incomunicación, de su animalidad. ¡Qué
animal, qué tonto animal he sido! ¡Y cómo luce el mundo! Penar con la
razón y no con el sentimiento. [...] He vivido con mis adentros [...] Y estos
hombres están ahí, juntos, movidos por un mismo sentimiento, sintiéndose
hombres. Luego la realidad existe; la puedo tocar: la toco” (Aub, 1968: 178).

Si en ésta primera novela del ciclo sobre la guerra civil es “la expresión

tristemente exacta de aquellos días” (Aub, 1998: 244), el desarrollo del personaje

principal va cobrando importancia conforme se acerca el día decisivo para todos

los españoles. López Serrador es, finalmente, la voz de la colectividad con toda

aquella trágica descomposición social de las dos Españas; reflejo del pueblo que

al tomar las armas se presta a partir en dos mitades las entrañas de una nación.

1
Campo abierto, la segunda novela del ciclo fue concebida cuando Max

Aub vivía en calidad de refugiado en México entre 1948 y 1950. Se sobreentiende,

pues, que había experimentado una perspectiva más distante de los sucesos

ocurridos en Valencia y Madrid durante los primeros meses de la guerra. Campo

abierto es, simplemente, la historia de la guerra. En esta historia la visión de los

acontecimientos se vuelve más nítida pero también dolorida. La guerra ha

empezado a cobrar forma como el suceso trágico que fue; porque separa la

convivencia entre vecinos; entre padres e hijos y hermanos; va llenando pueblos,

campos y caminos de luto y dolor.

Aub sensibiliza al lector haciéndolo comprender que cada hombre y mujer

se ve enfrentado a sus propios miedos cada vez que dispara un arma; se vuelve

irracional cuando la crudeza del entorno le indica que la guerra está abierta y

desbocada:

Bueno, es un hecho. Nos van a cazar. Caeremos prisioneros. Nos


fusilarán. La cosa no admite duda. Vamos a morir. Voy a morir. Vas a morir.
A dejar de ser. A una hora fijada por éste o aquél. Desaparecer sin más. [...]
No hay de qué preocuparse, no estaré solo (Aub, 1983: 302).

Campo abierto señala, asimismo, la aparición de los tipos y caracteres

que participan en ambos bandos. Los personajes irán delimitando y explicando

con sus acciones cómo se van enfrentando a las vicisitudes cotidianas del tiempo

de guerra. Es decir, al mismo tiempo que la guerra abre las entrañas de los

campos y ciudades españolas, los personajes se irán mostrando con toda la

complejidad de la condición humana, con sus aciertos y sus miserias.

1
En tercer término, cronológicamente, aparece Campo de Sangre. Aunque

fue escrita durante la estancia de Aub en Paris y Marsella en el lapso que va de

1940 a 1942, ésta se sitúa en 1938. Aquí se narra la aparente calma que se vivía

en Barcelona en plena guerra, mientras que las noticias llegadas del frente de

Teruel son sumamente adversas y deciden, en gran medida, la contienda a favor

de los insurgentes.

Con esta novela, Max Aub nos informa que la vida de la retaguardia es igual

o más turbulenta que la del frente. Porque el desasosiego se va apoderando

lentamente del ánimo de los habitantes de la ciudad. Poco a poco, la sangre de los

campos llega e invade las calles de Barcelona. La guerra civil está entrando a su

segundo año, 1938, y a pesar de que cada vez más españoles están dispuestos a

dispararles a otros españoles, la guerra no es del todo comprendida.

Como un claro anhelo de algunos de los personajes de volver a la vida

cotidiana anterior a la guerra, Campo de Sangre se convierte en una agria

disertación de Max Aub en torno al gran teatro del mundo y de los hombres que lo

representan. Aquí se argumenta sobre el drama de la existencia montado en un

escenario, con el fondo violento de esos paisajes rotos entre la pólvora y la

metralla. “Cuando todo el público es actor se acaba el teatro. El mayor teatro: la

guerra. El teatro de la guerra. Olfato de la iglesia. Puritanismo de la reforma” (Aub,

1981: 177).

La sensibilidad aubiana en torno a estos hechos que tanta atención le

ocuparon a lo largo de su vida está reflejada en este relato, puesto que sus

opiniones son las opiniones de sus personajes: “El teatro y la novela nacen poco

1
más o menos juntos de las cenizas de lo épico y de las canciones cuando los

pueblos les ponen casa” (Aub, 1981:174).

Y mientras los personajes descubren y se descubren por lo que sostienen,

otros, en medio de un ambiente aletargado por su neutralidad o indiferencia hacia

el conflicto, ven cómo la guerra se les va acercando, cómo de estar lejos de ellos

pasa a un primer plano. La cercanía del conflicto, por fin, alcanza a los escépticos

y a los indiferentes. La guerra es palpable porque a batallas ganadas o perdidas,

el entusiasmo crece o decrece.

Uno de los rasgos más interesantes de toda la composición de este

laberíntico ciclo se da en Campo de Sangre. Conforme el narrador va

acercando, aumentando el tamaño del objetivo (la guerra, los personajes, el

conflicto en sí), los ojos del narrador –que son los del lector-, teniendo el objetivo

totalmente enfocado, asiste a escenas llenas de desgracia que reflejan el espíritu

baldío de la guerra a punto de perderse:

Teruel allá arriba, todavía ardiendo por un costado. Un caballo


muerto a medio apartar. La teoría de los socorridos por los guardias y la
infantería. A la izquierda, a lo lejos, la hilera de las camionetas descubiertas
de los de Asalto [...] Los soldados ayudan a los civiles a encaramarse. Los
viejos con boinas, las mujeres a pelo desgreñado o con pañuelos negros. El
silencio del mundo, callada la guerra. Cruza la carretera una compañía de
camilleros, perchas al hombro. Un viejo con una manta de damero, el brazo
en cabestrillo. La carretera es buena, pero enfangada de nieve
zarrapastrosa, repisada y rodada de tanto coche, de tanto camión, de tanto
pie (Aub, 1981: 266).

Finalmente, la guerra llega a Barcelona el 19 de marzo de 1938: “Barcelona

bombardeada. La ciudad abierta por los cuatro costados, al azar trágico de los

aviones italianos, esparrancada en las laderas del Tibidabo y Montjuich, llana

1
hacia San Andrés” (Aub, 1981: 479). El día de San José, la ciudad queda

calcinada cobrándose más vidas humanas y llenando de amargura y desolación

cada rincón de la vibrante ciudad mediterránea.

Escrita en 1966, Campo del moro es el fondo histórico de toda la

contienda porque relata los episodios del fin de Madrid que tuvieron lugar entre el

5 y el 13 de marzo de 1939, cuando ya toda España estaba en manos de los

franquistas y el gobierno republicano, en medio de mutuas acusaciones, huía por

los riscos del sureste (Quiroga, 1993:458).

El relato está dividido en los siete días finales de marzo; los personajes

están al borde del aniquilamiento, al igual que Madrid y que la guerra misma. La

legendaria defensa de Madrid con el emblemático “No pasarán” que consigue

mantener a los rebeldes a las puertas de la capital de Estado, cuya toma

posibilitaría en el plano de la estrategia política un verdadero asalto a las

instituciones y la victoria absoluta llegaría a su fin. Las conversaciones entre los

grupos militares y los anarquistas convencidos por el coronel Casado, de que la

única solución al conflicto es la conclusión de una honorable y condicionada

rendición al enemigo, de una parte, y de otra, por los que en posición de fidelidad

al gabinete Negrín, están dispuestos a continuar la guerra a ultranza, creyendo

que los nacionales victoriosos no acordarán condiciones y con la secreta

esperanza de que la guerra europea, que amenaza con estallar, internacionalice

definitivamente la contienda en España (Soldevila, 1973: 94).

Una primera diferencia entre éste y los tres campos anteriores es la

concentración del fondo histórico en un solo episodio de la guerra. Y la segunda

1
consiste en que la intervención de los políticos y los militares con sus propios

nombres, ocupan una parte mayor y más importante que el pueblo, aunque

también está presente.

Campo de los almendros es el relato de los últimos días de la guerra.

También es el último tomo de la serie novelística escrita por Max Aub en torno de

la guerra civil. Su redacción data de 1963, pero la historia se sitúa frente al mar

alicantino, el 30 de marzo de 1939. Son las jornadas vividas en el puerto de

Alicante por los miles de republicanos que aguardaban la llegada de los barcos

que los sacarían de ahí. Son los últimos días de la contienda bélica con la agonía

de un pueblo perseguido hasta su último reducto.

En este campo, el sentido trágico de Aub aflora con toda su magnitud.

Después de todo, hacia 1966 ya se habían perdido todas las esperanzas de

reintegración a la historia; nunca iban a poder volver porque Franco se había

afianzado y apoyado por las naciones occidentales.

Así que, Campo de los almendros es una triste capitulación de la guerra,

pero también es el último empeño del autor en narrar la historia de la guerra civil

española. La novela termina simbólicamente en el mismo lugar donde se inició el

ciclo, en el pueblo castellonense de Viver de las aguas.

Campo Francés, escrita en veintitrés días de travesía entre Casablanca y

Veracruz en 1942, es publicada hasta 1965. Aunque queda fuera de la cerrada

unidad de las cinco novelas anteriores, está incluida dentro del Laberinto porque

1
es la consecuencia del final de la guerra, del recuento de todas las guerras. El

exilio.

3.2 Significación de Campo francés dentro del

Laberinto mágico

La guerra se ensancha y extiende sus brazos a los muertos. Francia cobra

una factura insospechada al dejar pasar por sus fronteras a los perdedores de la

guerra. Los españoles, dispersos, se juntan en este cuello de botella a ambos

lados de la frontera francesa y de inmediato son introducidos en un espacio

delimitado por las alambradas, el mar y la arena; espacio reducido en un tiempo

adverso para la razón.

Con el penoso éxodo que siguió el final de la guerra civil comienza Campo

francés, relato centrado en el fin de la guerra y en los trágicos días en que Max

Aub es detenido y encarcelado junto con cientos de extranjeros y marginados de

las calles de París, cuando el mundo se preparaba para la cruzada nazi en 1940.

1
Con Campo Francés, Aub ha dejado constancia de la pérdida de libertad

física, pero también nos demuestra la paradoja de vivir con limitaciones espaciales

que sirven, no obstante, para salirse de sí mismo. Más adelante veremos

porqué.

Los campos de concentración franceses significan el principio y fin de los

españoles republicanos que son encarcelados; como si el haber perdido la guerra

no hubiera sido cuota suficiente.

La novela que escribió Aub durante los veintitrés días de travesía que duró

su trayecto hacia el exilio mexicano en 1942, recoge sus propias vivencias y

experiencias, pero no por ello es un relato autobiográfico.

Dice Max Aub que todos los personajes, menos los tres protagonistas –

Juan, Julio y María-, son reales. Lo que no se le puede creer es cuando dice “no

hay en lo que sigue nada personal; curiosa afirmación para lo que aseguro

memorias. Fui ojo, vi lo que doy, pero no me represento; sencillamente: una vez

más cronista” (Aub, 1998: 13).

Ignacio Soldevila Durante, uno de los principales críticos de su obra, opina

que tal afirmación de Aub, “es una modesta pretensión” y por ello, “es poco

aceptable”. Según Soldevila, “no se trata de considerar la inventiva del autor en

cuanto a la materia de su crónica, sino a la organización de la misma, y a la

autenticidad de la relación entre el autor y su materia” (Soldevila, 1973: 114).

De sobra es conocido que lo que el creador busca en su criatura es siempre

su imagen y semejanza. La cuestión política e histórica y la experiencia del

encierro las traduce en materia literaria. Es decir, siempre se mueve en terrenos

1
propios y exclusivos de la literatura , y nunca pretende asumir la función del
104

historiador redactando un informe pormenorizado con cifras y datos en torno a la

guerra. Simplemente siente que su deber como novelista es hablar sobre lo que ve

y oye y, de tal manera, establece una relación de complicidad autor-lector, a partir

de una simpatía o antipatía sentida hacia su tema referido.

De esta forma vemos que la obra literaria establece una realidad autónoma,

distinta de la realidad objetiva. Pero aunque se baste a sí misma, mantiene, en

diversos grados, una relación con el mundo, porque consigna datos provenientes

de una cultura dada y de unas circunstancias empíricas, aunque las reorganiza

atendiendo a sus propias convenciones. En este particular caso, Campo Francés

es un texto ficcional en el cual, la verosimilitud resulta de la relación de la obra y lo

que el lector cree o acepta creer que es verdadero (Beristáin, 1985: 492).

Es decir, el autor narra lo que sus criaturas vivieron en el encierro. De tal

forma, los mundos ficcionales que recrea aluden a la experiencia y contexto

cultural del lector porque solamente pueden ser “accesibles desde el mundo real”

(Pascual, 2003: 9). Aún en estas circunstancias, Max Aub sigue siendo fiel a su

genuino interés por las causas sociales y los individuos que de ellas derivan.

Es por ello que Aub adopta la actitud del objeto y deja de serlo para ser

sujeto; la naturaleza del sujeto siempre es subjetiva y como conocer es subjetivar,

comunicar ese conocimiento, trascenderlo por medio de un acto creador, es un

104 Y lo que ello significa: un texto verbal que dentro de los límites de una cultura dada sea capaz de cumplir con una
función estética. La literatura es una invención verbal; creación hecha en palabras, es invención que se señala a sí misma.
Invención que se puede hacer de manera original, a través de una traducción, o una adaptación. Pero la literatura siempre
servirá para la creación de otros mundos (Nava, 2003: 31).

1
acto subjetivo en su génesis, y solamente objetivo en su resultado (Soldevila,

1973: 293).

Si no todos, muchos acontecimientos históricos mencionados en Campo

Francés están en función de los intereses, las pasiones y los humores de sus

personajes, que son suyos.

Por ejemplo, Julio y María, personajes centrales de Campo Francés,

dialogan dentro de un cine que proyecta “Las Actualidades Pathé”:

Berlín. Hitler hablando ante una gran concentración de camisas


pardas: “Franco, al empezar la lucha por la salvación de España, tropezó
con una conspiración urdida en el mundo entero. En julio de 1936 me decidí
a responder a la solicitud de ayuda que me pedía”.

Acto seguido, vemos cómo Julio –con el estómago revuelto- le pide a


María salir del cine, alegando que ya lo había visto todo (Aub, 1998: 44).

Es decir, el autor mira los acontecimientos y ve a sus personajes, los oye,

reconociéndolos siempre en el espejo de su memoria imaginaria. Así, lo que le

interesa es siempre la naturaleza humana, de la que da su imagen, o bien,

preocupaciones existencialistas muy evidentes, como la expresada por Julio

Hoffman (judío, húngaro, emigrado), cuando dice que siente vergüenza de hablar

con acento extranjero (Aub, 1998:46).

En cuanto a la escena de la detención del mismo Julio Hoffman 105


, se puede

comparar con la experiencia registrada el día 5 de abril de 1940 en el diario de

Max Aub:

105 Durante la escena de la detención y posterior fichaje de Hoffman en la prefectura, se enlista una cantidad de
personajes y situaciones que encuadran perfectamente con la experiencia real de Max Aub, y que así lo consigna en su
diario. Cf. Campo Francés (España, Alfaguara, 1998, p. 62 y ss).

1
A las doce, volviendo del hospital, me llevan a prefectura [...] Quedo
a disposición del inspector. La sala con veinte detenidos, o retenidos [...] El
pordiosero. El egipcio. El metalúrgico de las gafas y los dientes caballunos.
El yugoslavo tratante de caballos. El de la legión. El zapatero armenio [...] El
rufián inglés. El polaco ingenuo. El bookmaker. El austriaco (Aub, 1999: 106

25).

Más adelante, en otra escena registrada en Campo Francés, se aborda el

inquietante tema de las denuncias anónimas, de las traiciones . Max Aub fue 107

detenido, precisamente, por una denuncia anónima, y así lo plantea cuando crea a

un personaje que es mecánico:

La cosa es muy sencilla: cogen la lista, ¡y a trincarlos! ¿Quiénes


hemos estado aquí? Extranjeros que han sufrido alguna condena, sea la
que fuere [...] Y luego, los que se llaman políticos, peligrosos para Francia...
Basta que le denuncie el casero, la portera, el vecino... y ni eso siquiera:
sobra un anónimo (Aub, 1998: 70).

Lo que se ha querido demostrar con estos dos ejemplos salidos de la

misma pluma es evidenciar la delgada línea que separa la realidad de la ficción.

En el primer ejemplo, es el propio Max Aub relatando el momento preciso

en que es detenido, y que ha dejado consignado en su diario cuando estaba ya

viviendo en el exilio mexicano; mientras que, en el segundo, el que habla es un

personaje dando su versión de los hechos. Ambos ejemplos se pueden encontrar

en Campo Francés. Aub es un autor que somete su visión del mundo a la ficción

antes que a la literatura.

Así que, lo que debe quedarnos bien claro es que recrear no es transcribir,

quizá filtrar. Mientras que en la ficción se evoca un universo de experiencia

106 La mayoría de ellos son personajes aparecidos en Campo Francés.


107 Nuevamente en su diario refiere: “José María Rancaño me confirma que N., tal y como supuse en 1940 en Marsella,
era un traidor”. José Luis Morro identifica a este N. como el Félix Nogués de Campo de sangre (Madrid, Alfaguara, 1978,
pp.437-440). (Aub, 1999: 25).

1
mediante el lenguaje, donde hay un doble discurso simultáneo debido a que hay

un acto de enunciación verdadero (el autor), y el discurso que siempre aparece

como verdadero aunque proviene de la fuente ficticia (el narrador), en la literatura,

la creación de mundos “aparentemente reales” proviene de la “literariedad” del

discurso; es decir, el texto responde a ciertas normas y convenciones de la

institución literaria dentro de una cultura dada, y se organiza sobre un contexto

situacional a partir de tiempos verbales, de la caracterización de una persona o

una voz autentificadora (Beristáin, 1985: 209).

Quinientos detenidos “administrativos” toman el sol. En una esquina


hay revuelo y muestras de regocijo. Julio va hacia ese grupo.

Casteras. (Enseñando una contraseña). De paso para México.


Villanueva. ¿Cómo te las has arreglado?
Casteras. (Llevándole aparte). Como eres de los buenos, te lo voy
a enseñar.

Casteras se aleja hacia un lado de la cancha, en el que se ha establecido


un cuchitril para palas, rastrillos y otros útiles. Dentro está Pifarré atado,
amordazado (Aub, 1998: 148).

Por ello, el papel que desempeña la Historia dentro de este relato, lo vemos

como el autor lo concibió; es una impresión personal, un resultado subjetivo que

parte de una postura objetiva, y tales acontecimientos históricos mencionados en

el discurso literario ficticio que es Campo francés, decíamos anteriormente,

están en función de los intereses, pasiones y humores de sus personajes,

creaciones únicas del autor.

La manera como se vale nuestro autor para sus fines, en este caso, es por

medio de la estrategia del diálogo; en este Campo se narran acciones que

1
pueden aportar informaciones (como confidencias de los personajes), y servir para

que los personajes manifiesten sus puntos de vista, para que hablen, para que se

dejen escuchar con todo lo que tienen que decirnos, y para que les creamos, es

decir, para ser verosímiles, deben concordar con su propio carácter:

Karpaty. (Dormido) No dejes rastro. Quítalo todo.


Leslau. ¿A qué se referirá?
Julio. ¿Porqué está aquí?
Leslau. Política. Pero no habla con nadie de eso.
Julio. ¿Y a usted, por qué le detuvieron?
Leslau .(sonriendo) Política. Por hablar con todo el mundo
Julio. Pero siendo profesor...
Leslau. No impide tener ciertas ideas.
Julio. ¿Comunista?
Leslau. No. Socialista.
Julio. No lo entiendo.
Leslau. Es que, además, soy austriaco. Era (Aub, 1998: 200).

Estas expresiones son emitidas, siempre, confiriéndole un valor a las

palabras de manera única e irrepetible. Simplemente porque sólo es posible

relacionarse con “el otro” gracias a la existencia de la lengua y viceversa. Según la

idea de Benveniste: “el lenguaje supone al otro”. La lengua como realización del

lenguaje que consiste en la facultad de simbolizar, de representar lo real por un

signo y de comprender ese signo como representante de lo real. Nos

relacionamos con el mundo a través del lenguaje (Beristáin, 1985: 130).

A través del lenguaje es como Campo Francés cuenta “las primeras

memorias escritas con técnica de cine” (Aub, 1998:13). La intención obedece a

que había estado pensando en función del cine en los dos años previos a su

detención. L´espoir, la película rodada en los campos españoles junto a André

1
Malraux durante 1938-1939, influye en la construcción de Campo Francés, pues

pasó del set de filmación a los campos de concentración casi inmediatamente.

Los apuntes y recuerdos enmarcados por un principio de verosimilitud se

encadenan en una pantalla construida a propósito en su imaginación. Redactar la

novela como si fuera un guión cinematográfico es un recurso para suavizar la

realidad colocándola en el terreno de lo ficticio, para fortalecer la condición de

sobreviviente, para lograr lo que entonces le parecía imposible: reconstruir y

ordenar el mundo.

Presumiblemente Aub decidió que el cine era la única manera posible de

narrar una experiencia terrible y colectiva. De ahí que niegue toda participación

individual en el asunto. Recurre a una estrategia discursiva literaria dialogada que

fuera susceptible de volver masivo (y visible) un hecho concreto, cerrado, medio

oculto por la distancia y el tiempo. Las formas literarias apenas podían servirle.

Por ello inventa algo que no es novela ni teatro, que se parece más a un guión de

cine porque solamente una idea vanguardista de la novela y del cine “podía

permitirle el grado necesario de veracidad de los personajes, de fraccionamiento

del relato en las posibilidades prácticamente infinitas del infortunio y del azar”

(Muñoz, 1999: 84)

3.3 Lo que revelan los espacios en Campo francés.

Ya habíamos comentado anteriormente que Aub pasó del campo español

filmando al lado de Malraux, al campo de concentración en Francia; por lo que hay

1
una fuerte suposición de que teniendo tan frescas ambas experiencias –es decir,

la de filmar y la del encierro-, una vez embarcado concibe ese nexo entre un estilo

épico y el cinematográfico. Todavía con la pesada carga de su existencia de los

últimos tres años, las imágenes se extreman y su impulso literario se deja llevar

hasta la exageración de esas imágenes y así evitar su reducción (Bachelard,

1983: 259). Es la sublimación pura. Porque de hecho, una imagen no se recibe de

igual modo todos los días. No es nunca objetiva; otros comentarios podrían

renovarla, pero para acogerla bien hace falta estar en lo que Gastón Bachelard

nombra “las horas felices de la superimaginación”.

Sin lugar a dudas, Max Aub durante la travesía por las aguas del Atlántico

tuvo bastantes de estas horas. Campo francés es un guión cinematográfico en

estado puro, escrito por alguien que quiere que veamos y sintamos lo que él

siente. Estilo que busca nuestra participación activa, pues situamos la mirada ahí

donde el autor quiere que veamos. A fuerza de ser eco de sus dramas íntimos, su

escritura ha recibido la pura tonalidad de lo dramático.

No hay que olvidar que Aub tenía experiencia de autor teatral y práctica

cinematográfica. Como autor había vivido una disposición esencialmente

dramática, que se manifiesta por su extensa producción teatral, y que lo orienta

aun sin querer, en una actitud de enfrentamiento con un auditorio . 108

Así, la estructura formal de la novela delimita aún más claramente la noción

de espacio cerrado, limitado, que exige de la vista del lector lo que nos permiten

108 Rara vez sus obras se representaron y el auditorio al que estaban dirigidas jamás se materializó, por lo que esa
puede ser la explicación de que no exista una esencial diversidad de actitud entre el novelista y el dramaturgo (Soldevila,
1973: 312).

1
las acotaciones y diálogos. Los rasgos épicos de la narración aubiana y su larga

experiencia cinematográfica se establecen en la cosmovisión del Laberinto por la

manera visual de captar la realidad; en Campo Francés, la presencia del cine se

halla en la estructura visual de sus descripciones fácilmente transcriptibles a

lenguaje de imágenes, y que utilizan procedimientos propios de la cámara

cinematográfica . 109

Abundan los procedimientos visuales en su narración: como durante la

escena en que describe el éxodo republicano en medio de sus desesperada huída

rumbo a los Pirineos, con todo y acotaciones de desplazamientos visuales:

Un golpe. La lámpara cae al suelo. Se apaga. Empieza a amanecer


en el horizonte. La carretera y sus alrededores. La gente como un río [...]
soldados, niños, mujeres, viejos, carros, heridos. Sigue lloviendo...

Un guardia de asalto. ¿Dónde vais?


Chofer. A Gerona.
Guardia. Ya están allí...
Chofer. ¡Cuentos! ¿Dónde vas?
Guardia. A Francia. Ya no hay nada que hacer... (Aub,
1998: 18)

Había que salir rápidamente, totalmente abiertos, expuestos ante la

posibilidad de morir, intentan huir de la cárcel que es ese exterior desmedido,

adverso. Ahí mismo entreabren el origen mismo de un ensueño donde se

acumulan deseos y tentaciones, la tentación de abrir la esperanza de atravesar

para el otro lado, y salvar la vida.

109 Desde muchos puntos de vista, la cámara cinematográfica es una superación del ojo humano, pero lo es también la
visión del novelista, cuyo instrumento –la imaginación- es de una perfección superior a la cámara, no siendo esta misma
sino un producto de esa misma imaginación creadora (Soldevila, 1973: 317).

1
Junto al personaje colectivo, se localiza la pareja protagónica que, dentro del

modesto departamento en el que habita, lo simple y lo sencillo va a ser abatido por

lo exterior, es decir, por la inmensidad y la injusticia. Julio y María representan el

lado sensible y confiado de la humanidad. Su espacio vital es exiguo, pero lleno de

sosiego y, hasta podríamos decir que de indolencia:

Julio. ¿Carta?
María. Si, de tu hermano...
Julio. ¿Qué dice?
María. Lee.
Julio. Otra vez al frente... No sé qué demonio le empuja. ¿ No
estaba bien aquí? ¿Hay algo mejor que París? ...(Aub, 1998:
26)

Lo mismo ocurrirá cuando se describen a los cautivos dentro del “Roland

Garros”, el estadio deportivo acondicionado para convertirse en un centro de

deportación. A manera de gran sinfonía, el desarrollo del relato va de menos a

más, del infaltable sentido del humor aubiano a la desesperanza que poco a poco

se va apoderando de todos.

Dentro de ese microcosmos que significa la reclusión, habitan en “Roland

Garros” y más tarde, Vernet, además de españoles: húngaros, rusos, polacos,

franceses, austriacos, armenios, ingleses, griegos, etc. Razas, etnias y religiones

diversas: gitanos, judíos, mahometanos, protestantes, etc.

Aquella sociedad multicultural se encuentra retenida dentro de un espacio

geográfico de grandes dimensiones; un estadio deportivo donde las canchas,

jardines, árboles, letrinas, las gradas vistas desde fuera nos dan una idea de cierta

amplitud donde hay cabida para un momento de sosiego, porque hay lugar para el

1
ensimismamiento. Pero el exceso de espacio puede asfixiar mucho más que la

escasez (Bachelard, 1983: 258). La cárcel está en el exterior. Los espacios de

dentro y de fuera constantemente truecan su vértigo, al interior de las gradas,

dentro de esa inmensa caverna, oscura y fuertemente resguardada permanecen

los cautivos hacinados todo el tiempo.

Varios detenidos agolpados en la puerta. El vagabundo trata de


ponerse al sol; el centinela le echa hacia atrás sin miramientos [...] el
banquero tras el vagabundo, lanza un paquete de tabaco al centinela, que
lo recoge. El vagabundo sale. Va por agua. Mientras, un gendarme que
pasa dice, en chunga, a los detenidos agolpados en la puerta: ¿Qué, no
salen hoy a acostarse en la hierba? (Aub, 1998: 136).

En la playa de Vernet, a pesar de los kilómetros de extensión de arena y

mar, la marginación contrasta con lo vasto del espacio; porque están cercados por

el frío del cielo y por el mar indiferente, los límites naturales provocan mayor

vértigo puesto que se oponen a la inmensidad interior. Son marginados

intencionales (Mayer, 1999: 17) porque, al igual que sus correligionarios siglos

atrás, una vez más cumplen con un destino trágico, su suerte se reduce a un estar

dentro o fuera en relación al mundo que los circunda. Dentro del campo de

concentración viven expulsados del mundo, es entonces que el exilio comenzará a

abarcarles todo su ser.

Están despojados de todo, no hay refugio que los resguarde. Son un

universo de abandonados que han quedado librados a la visión (Zambrano, 2003:

34); su vida les es revelada a través del ser. Lo que ven y padecen es la

experiencia de la vida.

1
Vida que se les revela en semejante amargura: en el destierro. Todos estos

expulsados nos constituyen ningún centro de nada, están en los completos

márgenes; aquí, no se vislumbra ninguna intención de asumirse como guías en el

exilio: únicamente sienten el abandono:

Morrison. Los que estamos encerrados aquí –el motivo es lo de menos-


nos damos cuenta de que el mundo sigue girando, que
estamos aparte. Entonces tiene uno ganas de morirse.
Vagabundo. Nos han olvidado
Morrison. Exactamente. ...(Aub, 1998: 207).

La muerte llega a ser la única liberadora. En semejantes circunstancias en

que el ser es en función de lo que le rodea, la muerte representa la inmensidad

que los acecha y amenaza con tragárselos. Tener vida significaría que se tiene

espacio para seguir siendo; ahora, encontrarse de frente con la muerte es el único

impulso que les da vida.

Así, los individuos llevan el campo de concentración a cuestas; se

confrontan con el espacio, con el ambiente fuera de ellos. Sin embargo, en estos

momentos, ante la adversidad de las cosas, el imperativo es replegarse hacía

adentro, es decir, cerrar lo de dentro, ponerle límites a lo de fuera. En el exilio

comienzan a sentirse cuando saben que son nadie.

Como afuera todo es desmedido, desde ahí, desde su ser, el último recurso

que les queda para sobrevivir es cerrar toda posibilidad a que se les escapen lo

recuerdos. La memoria colma estas imágenes del campo y en los vacíos que

amenazan con borrarles toda mediación con la vida, aquella que se vieron

1
obligados a abandonar y que pertenece a otro lado, la imaginación llena esos

huecos

Me esperaba recostada en al pared, casi en la esquina. Una pared


baja, de unos sesenta centímetros, de la que se eleva una reja; con una
puerta en el ángulo, y un techito de juguete, de dos vertientes, con tejas
rojizas [...] allí me esperaba, el bolso en la repisa, el pelo según el día,
enmoñado o suelto, mirando a la izquierda que es por donde yo había de
llegar [...] cuando se recuerda a una persona que se ha conocido vestida de
maneras diferentes, acaba por imponerse una ropa determinada, como si
siempre anduviera así vestida –o desnuda- imagen misma del amor (Aub,
1998: 120).

Como decíamos anteriormente, el ser original se encuentra en el ser

histórico. En ese entreabrir de puertas se ven enfrentados el hombre del mundo

con el hombre en la soledad. Julio Hoffman, el representante del lado confiado de

la humanidad siente el enfrentamiento de su ser con lo que le rodea, ve una puerta

nunca sospechada y se decide a abrirla; por vez primera expresa un

enfrentamiento vital:

He vivido ciego. Con una gran pared enfrente. Quizá porque siempre
he vivido en la ciudad y uno está acostumbrado a ver pisos y pisos: piedras
ahumadas y sucias. A lo primero, aquí, os tenía poco más o menos que
bandidos. Todo lo que no era mi vida era falso [...] He visto que los que me
defendían no era la policía sino otros hombres perseguidos. Antes, la
libertad me parecía una palabra más. Y ahora resulta que sé lo que es la
libertad y que lo he aprendido donde no la hay... (Aub, 1998: 216).

Por último, la exageración de las imágenes son tan naturales que pese a

toda la originalidad de este autor, recreando el espacio interior del campo de

1
concentración, no es raro encontrar otro narrador con el mismo impulso que haya 110

sobrevivido al encierro.

Así, este autor al que nos hemos remitido, lleva en su espacio íntimo las

imágenes del campo Roland Garros y Vernet. Por la amplitud del espacio –que se

trueca constantemente, va de adentro hacia fuera y de menos a más, es que

decide salirse de una vez y mostrarnos su intimidad en medio de la febril

actividad de las palabras. Participamos de sus imágenes gracias a la mediación de

la palabra.

Con Campo Francés y su derivado teatral Morir por cerrar los ojos,

relatos contados por Aub sobre el exilio y la expulsión, y con las obras escritas en

el exilio mexicano, y que versan sobre el mismo asunto: San Juan, No, El rapto

de Europa, Las buenas conciencias en 1942, en el 43, en el 44, nos muestran

el exterior que lo ha llamado y lo ha convertido en autor. Como nos comenta

Bachelard, el exterior es una intimidad antigua perdida en al sombra de la

memoria (Bacherlad, 1983: 264).

Quizá es por ello el deseo permanente de Max Aub de escribir sin

descanso, por la urgencia de contar ya que su intimidad quedó expuesta, abierta

después de haber estado encarcelado tres años.

Mayor frustración no pudo encontrar quien sabía que su testimonio era

pertinente cuando la guerra estaba muy lejos aún de solucionarse, cuando hay

lucidez en los comentarios de un republicano español y judío que nadie lee y

110 En Los rojos de ultramar de Jordi Soler se narra la terrible experiencia de Arcadi, sobreviviente de Argéles-sur-mer;
abundan imágenes extremas como esta: “La población de la playa era un muestrario de las fuerzas de la República, había
soldados, carabineros, guardias de asalto, artilleros, mossos d´Esquadra, escoltas presidenciales, marinos, aviadores,
cerca de cien mil personas que nos habíamos quedado, de un día para otro, sin país” (Soler, 2005: 70).

1
mucho menos escucha. Pero como bien afirma Antonio Muñoz Molina, “al volver

presentes y nuestras las vidas pasadas de otros, las novelas y obras teatrales de

Max Aub nos hacen sentir con la inmediatez de una revelación que nuestro destino

personal no es tan ajeno al de esa gente como imaginábamos” (Muñoz, 1999: 88).

Es de esta manera, como hoy nos damos una idea de la suerte que tuvieron

todas esas personas que fueron marginadas durante aquellos años oscuros en

Europa. Para el que se interese por comenzar a averiguar sobre el destino de

todos esos desventurados que vivieron expuestos largos años dentro de los

campos de concentración en Francia, entre el fin de la guerra civil española y el

inicio de la segunda guerra mundial, ahí está Campo Francés, novela que forma

parte del Laberinto mágico, ciclo literario escrito por Max Aub, uno de los

exiliados españoles republicanos que llegaron a México al iniciarse la década de

1940.

1
CONCLUSIONES

¿Cuál era la patria de Max Aub? ¿Francia?, ¿Alemania?, ¿España?,

¿México? La lección, la experiencia vital de Max Aub es que acaba siendo de

donde se puede ser. Así lo demuestra la amarga experiencia de vivir treinta años

en el exilio.

1
En el destierro conoce la cultura de México pero nunca se vuelve mexicano,

porque su anhelo imperecedero de regresar a España no se lo permite. Pero

además, ¿dónde está escrito que tenía que volverse mexicano? Para efectos

prácticos adquirió en 1954 la nacionalidad mexicana, pero siempre se le distinguió

como un escritor español hasta su muerte en 1972.

Max Aub nunca vivió aislado en México. El anhelo por volver y continuar

con la vida que dejó truncada en España no fue impedimento para enfocarse en la

nueva tierra que le dio refugio. Sin embargo, la comprensión e interés por México

no llegó inmediatamente. Solamente con tiempo y paciencia logró integrarse a ese

contexto ajeno pero generoso. Su participación en el ambiente cultural mexicano

fue constante aunque poco exitoso en el ámbito literario. Eso sí, -como afirma

José Emilio Pacheco- siempre dentro de un territorio preciso, la España de 1914-

1939 (Capella, 1999: 49).

La patria inicial de Aub era España sin lugar a dudas, pero esa patria fue

aquélla que por haber sido tan anhelada e inacabada, se estatificó en su memoria

con una nostálgica presencia.

Era la España en la que arraiga desde su juventud cuando las

circunstancias le obligan conocer de raíz, con profundidad, a los hombres y

mujeres de cada pueblo y villa que recorre como agente viajero; después, ya

siendo dueño de su voluntad, comparte con los hombres de su generación, la

España de las vanguardias literarias, de las ideas progresistas provenientes de la

segunda república. Max Aub siempre estuvo convencido de la validez de la

empresa renovadora en España, por lo que siempre escribió en torno a España.

1
Cuando la guerra civil termina y comienza la segunda guerra mundial, la

obsesión por el caso español determina en buena medida el norte que regirá por

el resto de su vida su quehacer literario. En ese largo exilio que le tocó vivir, los

huecos que naturalmente se van formando en la memoria los fue llenando con la

nostalgia de quien ha tenido la vida ante sí; la juventud que ya había terminado, y

en los años de la madurez evoca aquella “primavera en España” según los versos

de Emilio Prados.

La patria en construcción que la Historia les había reservado a él y a

muchos otros se vio interrumpida abruptamente por la guerra civil; la derrota y

salida de la Historia vino a estatificársele en ese mar de nostalgia, inmenso y sin

final pero también sublimado en un gran número de páginas escritas en torno al

caso español.

De igual forma que en el siglo XVI, los judeoespañoles expulsados de

Sefarad llevaron a la nación perdida con ellos, Max Aub, en el exilio, lleva a su

patria con él y en medio del destierro emprende la estatificación de esa nación

ideal en su visión y en su memoria.

En México dedicó la mayor parte de su vida a la causa republicana en la

búsqueda de un público español y, en su afán de transformar la historia española

con abundante literatura sobre el asunto, obedeció a la urgente necesidad de

preservar en la memoria las causas que habían arrojado al exilio a la España

republicana. De ahí la insistencia por reunificarse en torno a las instituciones

españolas creadas en el exilio.

1
No obstante, que el destierro no fue percibido en un principio con toda esa

carga emotiva que llegaría después, vivir el exilio, como una circunstancia más en

su vida, fue un medio y una posibilidad para protestar y seguir siendo por medio

de las ideas, la reflexión y el pensamiento traducido en escritura.

En el exilio en México, Aub descubrió una nueva patria a la que le fue

igualmente fiel: la literatura. En efecto, con el exilio perdió y se descubrió

desterrado pero ganó esta otra patria sin límites geográficos, ni espaciales, ni

temporales; el lenguaje literario fue el vehículo con el que pudo establecer una

relación con los otros. Aquí encontró libertad para expresarse, para escribir, para

pensar. En México, Max Aub produjo lo más importante de su ingente y variada

obra.

Cierto es, además, que el destierro significó para Max Aub el lugar donde se

libraron la más terribles batallas de su vida: descubrir el exilio, la categoría donde

el refugiado puede sublimar el dolor por el abandono, y desde donde permanece

atento para que no se lo trague la tierra nueva, fue una batalla parcialmente

ganada porque nunca se deja llevar por esa conformidad expresa que observa en

otros españoles que corrieron con la misma suerte.

Su encomienda fue registrar, narrar, relatar, comentar sobre la guerra, el

exilio, “lo español” y después, “lo mexicano”; de esta manera lucha y vence a la

tristeza que provoca el olvido y la indiferencia. En treinta años de ejercicio literario,

la única consigna siempre presente en su espíritu es la de no pasar desapercibido,

para que su causa y su vida no fueran olvidadas en aras del tiempo transcurrido.

1
Pero hubo otra batalla que no pudo vencer y que viene a ser consecuencia

de la anterior: la desilusión que le provoca confrontarse con su pasado. Cuando

logra, por fin, volver a pisar suelo español en 1969, la desilusión es lo único que

logra percibir. Fue más contundente y amarga que sus experiencias pasadas. La

guerra hacía mucho tiempo que había sido borrada de la mente de los españoles.

España había pasado por una larga y penosa posguerra; la sociedad lentamente

iba restañando las heridas, despertando del letargo; el franquismo estaba en

decadencia; pero los problemas urgentes de la nación española no contemplaba

compensarlos con homenajes por el daño moral sufrido tras largos años de exilio,

simplemente, porque para ellos, los exiliados no existían.

En medio de ese sentimiento de desamparo no experimentado hasta

entonces, es que quizá Max Aub debió preguntarse: ¿Para qué volver a este país,

si es que he de volver a ser un extraño, un exiliado?

La sociedad española que lo recibe le es completamente ajena. No le

queda, entonces, más remedio que volver a México y sentir el destierro con toda

su magnitud. No eligió morir en España porque seguiría habitando en la patria de

sus añoranzas, de su juventud. Esa patria que concibe en el exilio en México.

Es entonces que el desamparo y la inmensidad de la vida se le muestra. A

falta del ideal, centro y fuerza de su acción, escribe una cruel explicación a lo que

él llama la claudicación de la sociedad española: La gallina ciega.

Con esta obra, última reflexión en torno al tema español, existe una

profunda amargura y descontento, en comparación con la producción de los treinta

años que dura su exilio.

1
¿Qué le haría suponer a Max Aub que los ideales se mantenían con igual

intensidad a ambos lados del océano? ¿Qué más podía esperar de España si su

nombre como el de tantos otros había estado ausente durante todos esos años?

A ningún exiliado se le puede compensar lo que ha perdido al abandonar la

patria, dice Adolfo Sánchez Vázquez (1989: 35), entonces, ¿qué encuentra Max

Aub al volver a México tras esta amarga experiencia?.

Primero que nada, el exilio. Ese sentimiento de abandono, de pérdida, de

no pertenencia a ningún lugar. Es muy posible que con esta nueva desilusión

llegada en la vida adulta, sin el sentimiento de esperaza que acompaña al que es

joven con un futuro por delante, se le apareciera el destierro con toda la carga

emotiva del término. Un destierro sin futuro, sin otro más que dejar que la vida

pase de frente o continuar con la mirada puesta en el pasado y dejar que la

tristeza lo devore.

Segundo, que ya no era de ningún lado. No se sentía ni español, ni

mexicano. Aunque la España de Aub había dejado de existir en los hechos reales,

permanecía en su memoria, en la literatura. Finalmente, su patria termina siendo

la del exilio. Al volver a México, comprende que siempre vivirá escindido: de su

pasado, de los suyos, de su tierra. Ya sin contradicciones, sin esa incertidumbre

que lo mantuvo con vida, se convence que debía volver a México a morir. No

obstante que Max Aub ya no se sentía de ningún lado, en todas las esquelas que

aparecieron en los diarios de mayor circulación de la época, se mencionó el gran

pesar que provocó en el medio cultural mexicano, el fallecimiento del escritor

español Max Aub.

1
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