2
Mona, Clau & Kath
Mona
Cecilia
De las autoras éxitos en ventas del New York Times de Stuck-Up Suit y
Cocky Bastard, viene una nueva novela independiente y sexy.
¿Dinero o amor? ¿Cuál elegirías?
Probablemente tú solo respondiste a la pregunta en tu cabeza pensando
que es una decisión fácil.
Para mí, no lo es. ¿Mencioné que es mucho dinero? Muchísimo.
Tuve que ir muy lejos para pensarlo.
Cuando me embarqué en un viaje impulsivo, tomé un desvío cuando
conocí al sexy Carter en el salón del aeropuerto. Entablamos una conversación
acalorada.
Luego se marchó.
4 Pensé que nunca volvería a verlo. Pero el destino tenía otros planes.
¡Sorpresa! Era el piloto de mi vuelo.
La sorpresa más grande fue la aventura que siguió después de que el
avión aterrizó.
Carter era peligroso y siempre está en constante movimiento.
A pesar de que nuestra conexión era magnética, yo sabía que solo era
temporal. Me daría boletos y lo seguiría por todo el mundo a lugares exóticos.
Un grupo de auxiliares de vuelo ex y los rumores sobre la reputación de
Carter nunca estuvieron muy lejos.
No sabía qué creer.
Pero yo era adicta. Nada más importaba. Iba a salir lastimada. Debido a
que una parte de mí quería ser la que finalmente castigara al piloto playboy.
Al menos, me estaba llevando en un paseo emocionante.
Todas las cosas buenas deben llegar a su fin, ¿verdad?
Excepto que nuestro final era uno que no vi llegar.
5
CHRIS HEMSWORTH
Giré la página del catálogo de Destinos Mundiales de American Airlines
hasta la sección dedicada a Australia. Las páginas estaban llenas de coloridas
fotografías: canguros, agua azul turquesa, ese gran edificio blanco que parece
un puñado de velas de barco ondeando al viento. Bonito. Pero no era en lo que
estaba realmente interesada.
Liam Hemsworth. Acento australiano. Oh Dios. Dos de ellos.
La siguiente página tenía un mapa del mundo. Seguí la ruta marcada
con la línea punteada, mi dedo trazando la ruta de Miami a Sidney. Mierda. Es
6 un viaje en avión realmente largo
Suspirando, seguí adelante. Siguiente página: Londres.
Robert Pattinson
Theo James.
Más acentos sexis., con menos de un tercio del tiempo de viaje. Doblé la
esquina de la página y seguí pasándolas.
Italia. George Clooney. ¿A quién le importa que tenga prácticamente la
misma edad de mi padre? El hombre es como una buena botella de Cabernet:
mejora con la edad y está hecha para ser saboreada en tu boca. Otra esquina
doblada.
El camarero interrumpió mi búsqueda de destinos y señaló mi copa de
Martini media vacía. —¿Puedo traerle otro Appletini?
—Todavía no, gracias.
Asintió y se dirigió hacia la otra esquina del atestado bar. Ya estaba lista
con mi segunda bebida y no tenía ni idea de cuántas horas estaría atrapada en
este bar de aeropuerto. Probablemente era una buena idea escoger dónde
pasaría los próximos diez días antes de que el alcohol hiciera demasiado
efecto.
Santorini. Hmmmm. Las imágenes se veían preciosas. Sencillas
construcciones blancas con puertas de color azul brillante y persianas. Si…
realmente no tenía idea de a dónde quería ir. Nada me gustaba. Ni siquiera
una isla tropical diciendo mi nombre.
Inhalando profundamente me di cuenta de que estaba a punto de
terminar el grueso catálogo de destinos vacacionales, por lo que llevé la bebida
hacia mi boca y murmuré:
—¿A dónde debo ir?
No esperaba una respuesta real.
—Mi casa no está lejos. —Una profunda voz de barítono sonó junto a
mí. No había notado que alguien había tomado la butaca a mi lado en la barra,
así que me sobresalté, derribando mi copa de Martini y derramando todo lo
que quedaba de mi trago sobre mi top nuevo.
—¡Mierda! —Me levanté rápidamente, para tomar una servilleta del bar
y comenzar a secar mi blusa nueva—. Es una Roland Mouret
7 —Lamento eso. No quería asustarte.
—Bueno, entonces no espíes a la gente
—Relájate. Te pagaré el lavado en seco. ¿Bien?
—Va a quedar manchada.
—Entonces te compraré una nueva, cariño. Es sólo una blusa.
Mi cabeza se levantó. —¿Me escuchaste decir que era una Roland
Mouret? Costó ochocientos dólares.
—¿Por eso? Es una blusa.
—Es de diseñador.
—Aun así es una maldita blusa. No me malinterpretes. La llenas
bastante bien. Pero te han robado. ¿Has oído hablar de Gap?
—¿Estás bromeando? —pregunté antes de renunciar finalmente a mi
mancha y mirar al hombre tan descarado.
Mierda.
Era muy descarado.
Un descarado alto, oscuro y guapo. Precioso, en realidad.
Me alejé por un momento para buscar más servilletas. No había ni una
sola a la vista. Cuando regresé a mi lugar, Sr. Hermoso llamó al barman:
—Oye, Louie. ¿Puedes conseguirme un vaso de club soda y unas toallas
de papel aquí?
—Seguro, Trip.
¿Trip1?
—¿Tu nombre es Trip?
—A veces.
—¿Estoy en un maldito bar del aeropuerto con un tipo llamado Trip? —
No pude evitar reírme.
—¿Y tú eres?
Qué diablos, nunca volvería a ver a este hombre. Eché un vistazo al
catálogo de viajes que había estado examinando cuando mis ojos aterrizaron
en la portada. —Soy… —vacilé, luego mentí—, Sydney.
—Sydney… —siseó, escéptico.
8
—Así es.
Tragando, tuve que apartar la vista por un momento. Incluso con la
mirada lejos de él, podía sentir el peso de sus grandes ojos color avellana sobre
mí. El intenso aroma de su colonia almizclada consumía todo. Su presencia
alta y abrumadora en mi periferia hacía difícil concentrar mi atención en otra
parte.
El camarero regresó y le entregó un vaso y un puñado de servilletas.
Trip levantó su ceño hacia mí. —¿Quieres quitarte la mancha?
Asentí erizada mientras se acercaba. En unos pocos segundos, todo pasó
de caliente a frío cuando un golpe de humedad me golpeó, filtrándose a través
del material de mi camisa mientras vertía el agua gaseosa lenta y directamente
sobre mi pecho.
—¡Ah! ¿Qué... qué diablos estás haciendo? —escupí, mirando el punto
húmedo en mi blusa de diseñador.
1 Trip: Viaje
—Quieres retirar la mancha, ¿no? El agua carbonatada lo hará. Sólo
tienes que remojarla por un rato.
—La mancha no es tan grande. ¡Simplemente echaste agua por toda la
parte delantera de mi blusa!
—No había manera fácil de evitar eso.
—¡Podrías no haberlo hecho!
—Eso no habría sido divertido.
Me miré. Mis pezones estaban asomándose a través de la tela húmeda.
—¡Puedes ver a través de mi blusa!
—Soy dolorosamente consciente de eso. —Tomó aliento, sus ojos
pegados a mi pecho—. Cristo, ¿no llevas sujetador?
—En realidad, no.
Finalmente levantó la vista. —¿Puedo preguntar, por qué estás en un
aeropuerto sin sujetador?
Me aclaré la garganta y le dije:
—Quería estar cómoda en el vuelo. Además... soy... descarada2.
9 Realmente no necesito usar uno en general. Bueno, al menos, ¡no hasta que
derramaste agua gaseosa sobre mí! No esperaba que un extraño me asaltara
con agua.
Sus ojos volvieron a mi pecho. —Descarada... ¿eh?
—¿Podrías dejar de mirarme así? —Crucé los brazos sobre mi pecho.
—Lo siento. No esperaba...
—¿Verme prácticamente desnuda? No me digas…
Soltó una risa culpable. —¿Qué se supone que deba decir? Mira, vine
aquí para comer algo y conseguí mucho más de lo que esperaba. Tienes unas
tetas fantásticas. Tienes razón. Son firmes... igual que su enérgica propietaria.
De repente se quitó la chaqueta de cuero y la envolvió alrededor de mí.
—Cúbrete con esto. —Era pesada y parecía un cálido abrazo cubierto con su
aroma a sándalo. Si esto se sentía bien, apenas podía imaginar cómo se sentiría
su cuerpo verdadero envuelto a mí alrededor. Sacudí la cabeza ante la idea.
3 Perky: Palabra que ella usó cuando dijo que no llevaba sujetador porque era ―descarada‖
—Entonces, ¿por qué crees que mentí respecto a mi nombre?
—Creo que te dio emoción fingir que eras otra persona. Pensaste que
nunca me volverías a ver, así que ¿por qué no? ¿Estoy bien?
—¿Crees que me has descifrado como una descuidada buscadora de
emociones? ¿Me conoces desde hace... diez minutos?
—Se necesita solo uno para reconocer a uno.
—¿Oh en serio?
—Sí. Es cómo vivo mi vida... siempre buscando la próxima emoción,
nunca en un solo lugar. —Después de un momento de silencio, entrecerró los
ojos con una mirada examinadora—. No sabes a dónde vas.
—¿Cómo sabes eso?
—Cuando entré caminando detrás de ti, estabas hablando contigo
misma, preguntándote a dónde debías ir. ¿Recuerdas?
—Oh. Está bien. Sí. Estoy tomando un viaje... Trip.
—¿Hacia dónde te inclinas?
—Todavía no tengo ni idea.
11
Me sobresaltó cuando puso su mano en mi hombro. —¿De qué huyes,
Kendall?
Mi corazón latió más rápido. Me moví hacia atrás, alejándome de él un
poco.
—¿Cómo sabes mi nombre?
Metió la mano en el bolsillo trasero y agitó un pasaporte. —Realmente
tienes que ser más cuidadosa cuando viajas sola. Te alejas por un segundo y
alguien podría meter algo en tu bebida o tomar tus pertenencias.
—¿Ese es el mío? ¿Cómo lo conseguiste?
—Cuando te fuiste a buscar una servilleta, se cayó de tu cartera. Lo
recogí, eché un vistazo a tu nombre. Kendall Sparks. Me gusta. Tienes suerte
de que puedas confiar en mí.
—No estoy tan segura de eso —bufé, arrebatándole el pasaporte.
Nos quedamos allí un momento mirándonos fijamente el uno al otro. Su
boca se convirtió en una sonrisa, y por primera vez noté el hoyuelo en su
barbilla.
—I Saw Her Standing There —dijo.
—¿Qué?
—La canción de los Beatles. I Saw Her Standing There4
—¿Qué hay de eso? —pregunté.
—Tengo esta teoría. Si piensas en casi cualquier momento de la vida,
hay una canción de los Beatles que puede describirlo.
—¿Entonces esa es la canción de la hora?
—Exactamente. Te vi allí de pie. Me acerqué y aparentemente
interrumpí tu toma de decisiones. Deja que te compre otra copa. Podemos
averiguar juntos a dónde vas a ir. Podemos resolverlo.
Cuando se rio, repetí sus últimas palabras en mi cabeza.
Podemos resolverlo.
Dios, está un poco loco.
Sacudí la cabeza con incredulidad. —We Can Work It Out. Otra canción
de los Beatles.
12 —Muy bien. Eres demasiado joven para conocer tan bien a los Beatles.
—Mi madre los escuchaba. ¿Cuál es tu excusa?
—Sólo aprecio la buena música, aunque fuera antes de mi tiempo. —
Miró su reloj—. Hablando de tiempo, no tengo mucho. ¿Qué tal esa bebida?
Cuando volvió a sonreír, no pude evitar sentir que mi resolución se
estaba derritiendo. No había ningún daño en una bebida más, especialmente
porque no había decidido a dónde iba todavía.
—Por supuesto. ¿Por qué no?
Carter me llevó a una de las mesas y luego fue a ordenar a la barra.
—Espero que no te moleste. Pedí algunos aperitivos para nosotros.
—Gracias. Está bien.
—Entonces, ¿Cuál es la naturaleza de este viaje, Kendall?
—Tengo algunas cosas importantes en qué pensar. Tengo que alejarme
de la vida real por un tiempo para hacer eso.
13 Se rascó la barbilla.
—¿Veintidós?
—Voy a cumplir veinticinco años.
Ese es el problema exacto. Malditos Veinticinco.
—Bueno. Bueno, te ves un poco más joven.
—¿Y cuántos años tienes? Dado tu gusto musical, supongo que
alrededor de cincuenta y tres... pero por cómo luces te pondría en los
veintiocho.
—Suficientemente cerca. Veintinueve.
Un camarero nos trajo nuestros aperitivos a la mesa. Carter había
pedido una mezcla de palitos fritos de mozzarella, alitas a la barbacoa y rollos
de huevo.
Mi estómago gruñó.
—Qué bueno que no estoy a dieta.
—Sí. En realidad no tienen mucho más que sea bueno aquí. Todo lo frito
tiene buen sabor.
Me di cuenta de que no había pedido una bebida.
—¿No estás bebiendo?
—No puedo.
—¿Por qué no?
—Si me dices cuál es tu dilema, te diré por qué no puedo beber.
Tomando un palito de queso frito, cambié de tema. —No hay tiempo
para hablar de eso. En este momento, solo necesito tomar una decisión sobre a
dónde voy. ¿Qué pasa contigo? ¿Adónde te diriges?
—Espera. —Haciendo caso omiso de mi pregunta, sacó su teléfono y
comenzó a desplazarse.
—¿Qué estás haciendo?
—Esta es una lista completa de vuelos internacionales que salen en las
próximas tres horas. —Señaló la pantalla en mi dirección.
Tomé el teléfono.
—De acuerdo... Madrid. Iberia Airlines, 8:55.
14 —No quieres ir a España.
—¿Por qué?
—Es julio. Está súper caliente allá. Vas a sudar tu trasero. Y no puedes
quitarte la blusa porque no llevas sujetador.
Sintiendo rubor, miré hacia la lista.
—Ok... um... ¿qué pasa con México? American Airlines, 10:20.
—No.
—¿No?
—El nuevo norovirus que está sucediendo.
—¿El qué?
—Jesús, mujer. ¿No ves las noticias?
—No. Es muy deprimente.
—Solo confía en mí. En este momento, quieres evitar la comida de allí.
—Bien. ¿Qué pasa con Amsterdam? KLM, 9:45.
—No creo que sea una buena opción para ti. La prostitución es legal allí.
Caminas por la ciudad sin sujetador y pueden confundirte con algo que no
eres.
Mis ojos se abrieron.
—¿Crees que podrían confundirme con una prostituta?
—En realidad, las prostitutas son muy elegantes.
—¿Y cómo lo sabrías?
—Whoa... Yo no pago por sexo, si eso es lo que estás imaginando. —
Soltó una risa gutural—. En realidad, tengo el problema opuesto.
—Espera. ¿Las mujeres te pagan por sexo? —Me tapé la boca—. Oh Dios
mío. ¡Eres un prostituto! ¿O un acompañante? ¿Es eso lo que haces paseándote
por los bares del aeropuerto?
Inclinó la cabeza hacia atrás carcajeándose.
—No.
—Entonces las mujeres solo se lanzan contra ti. Eso es lo que estás
diciendo.
15 —Estoy diciendo que... a veces es divertido ser el cazador. Y no he
tenido que hacer eso por mucho tiempo, ni he encontrado a nadie realmente
digno de perseguir. Así que básicamente, lo último que tendría que hacer es
pagar por sexo.
Eso no me sorprendió. Ni siquiera podía evocar una respuesta
ingeniosa. Este hombre era precioso y carismático. Arrogante como el infierno.
A las mujeres les encantaba eso.
Cuando tomó de vuelta su teléfono, el toque rápido de su mano se sintió
muy bien. Demasiado bien.
—¿Has estado alguna vez en Brasil, Kendall?
—No.
—Es muy agradable en esta época del año. Es invierno. Pero todavía
está lo suficientemente caliente como para disfrutar. —Cerró de golpe el
teléfono frente a mí—. Rio. Líneas aéreas internacionales. 10:05.
—¿Qué más hay que hacer allí?
—Las playas son hermosas. También hay un montón de clubes y bares
en Copacabana e Ipanema. Es divertido como el infierno.
—¿Es seguro para una mujer soltera que viaja sola?
—Tienes que usar el mismo sentido común que en cualquier otro lugar a
donde vayas. Tal vez comprar un sujetador.
Carter de repente volteó su teléfono para mirar la hora. —Mierda. Me
tengo que ir. Llego tarde al trabajo —dijo mientras se levantaba de su asiento,
lanzando un montón de dinero en efectivo sobre la mesa.
No me había dado la oportunidad de preguntarle qué hacía para
ganarse la vida, ni adónde se dirigía. Todavía no sabía nada de este hombre,
pero una sensación de decepción en mi interior demostró que realmente
quería saber más.
—Um está bien. Bueno, gracias por los aperitivos.
Después de una larga pausa, dijo:
—Que el destino decida. Pero para que conste, mi voto es para Río.
Cuídate, Kendall.
Cuando empezó a alejarse, me di cuenta de que todavía llevaba su
chaqueta de cuero. Lo llamé:
17
NO PUDE EVITAR SENTIR DECEPCIÓN cuando la azafata cerró la
puerta del avión, aunque sabía que era ridículo sentirme así. Sentada en
primera clase, en vez de tomar mi champaña pre-vuelo y disfrutar de cálidos
cacahuates tostados, me encontré mirando hacia arriba, sintiendo esperanza
con cada pasajero que abordaba.
Pensé que Carter estaría en este vuelo, aunque no había dicho
exactamente que se dirigía a Brasil. Una voz grabada sonó por el sistema de
parlantes de la cabina, y una azafata la siguió demostrando el uso correcto de
la máscara del oxígeno y el cinturón de seguridad. Después de que la demo
terminó en inglés, se realizó una repetición pero esta vez en... ¿Brasilero?
18 Espera. No. Eso no estaba bien. ¿Portugués? Creo. Mierda. Me dirigía a un
país del que no sabía nada y definitivamente no hablaba el idioma.
Cuando estuvimos en el aire, otra auxiliar de vuelo vino a tomar mi
orden de cena y bebida. Curiosamente, noté que se parecía al mimo del
cinturón de seguridad. Alta, delgada, con un rostro bonito muy
confeccionado, y sin embargo, podría haberlo logrado sin todo eso. Ambas
tenían su cabello oscuro tirado hacia atrás y sujeto en un nudo apretado en la
parte de atrás en la cabeza. Una tercera auxiliar de vuelo subió al frente del
avión y, por primera vez, me di cuenta de que todas se veían igual. Era como
si alguien hubiera construido a la auxiliar de vuelo ideal y luego la clonara.
Después de unos diez minutos, el avión pareció nivelarse. Dado que el
asiento a mi lado estaba vacío, me quité mis zapatos planos Tory Burch y
decidí cerrar los ojos. Por supuesto, ese fue casi exactamente el momento
exacto en el que el Capitán decidió hacer su anuncio de bienvenida.
—Buenas tardes, señoras y señores, este es su Comandante en Jefe,
también conocido como capitán Clynes. Me gustaría robarles un momento
para darles la bienvenida esta noche a mi hogar lejos de casa aquí en este
hermoso Boeing 757. Nuestro tiempo de vuelo de Miami a Río de Janeiro será
un poco más de ocho horas y media esta noche. Anticipamos un buen...
Mierda. Esta voz. ¿Es... podría ser?
Justo entonces, la azafata llegó con mi Appletini. —Disculpe. ¿Sabes el
nombre del capitán?
—Por supuesto. —Levantó su mano y movió sus dedos, mostrando una
enorme roca en su dedo anular, luego guiñó un ojo y se inclinó—. Solía
gritarlo de vez en cuando. Ahora estoy comprometida con otra persona, así
que ya no. Sin embargo, ese es el capitán Carter Clynes. Ese hombre le da un
nuevo significado a ―volar el amistoso cielo‖5.
Capitán Carter Clynes. Todo tenía sentido ahora. Las alas de su
chaqueta, contacto directo con el personal del bar del aeropuerto, incluso la
forma rápida en que consiguió el cronograma de vuelos en su iPhone. ¿Cómo
podría haber pasado por alto las pistas? Sabía cómo. Me distraje por su
aspecto y actitud arrogante.
Definitivamente no era fácil relajarse después de eso. Saber que Carter
estaba a bordo y que mi vida estaba en sus manos durante las próximas ocho
horas, me hizo sentir ansiosa, por decir lo menos. Aunque no era del tipo de
ansiedad que sientes antes de entrar a la oficina del dentista. Era más como esa
sensación de ansiedad que sientes cuando escuchas el clank de la cerradura de
19 seguridad cuando estás a bordo de una montaña rusa. Sería el viaje de mi
vida, o terminaría salpicada en el suelo.
Unas horas más tarde, se escuchó otro anuncio. La voz de Carter era baja
y ronca mientras hablaba. —Éste es el capitán Clynes. Estamos sobre el mar
Caribe ahora mismo. Voy a seguir adelante y atenuar las luces de la cabina y
espero que puedan descansar. —Un minuto después, las luces se apagaron y
la cabina se volvió oscura, a excepción de algunas luces de lectura iluminadas
por encima de algunos de los asientos. Decidiendo intentar dormir un poco,
recliné mi asiento todo lo que daba, tiré de la manta hasta mi barbilla, y cerré
los ojos. Música suave comenzó a sonar después de eso. Al principio, no
estaba segura de dónde venía. Hasta que reconocí la canción que estaba
sonando, ―Lucy in the Sky with Diamonds‖. Y el cantante, no era John Lennon
canturreando sobre Lucy, era Carter cantando en el sistema de parlantes de la
cabina.
Realmente estaba loco. Pero por alguna razón, no pude dejar de sonreír
durante toda la canción.
5 Fly the friendly Skies: En inglés es slogan de American Airline hasta septiembre de 2013.
ESTABA MOMENTÁNEAMENTE confundida cuando mis ojos se
abrieron a la mañana siguiente. Al menos pensaba que era de mañana. Me
tomó un minuto darme cuenta de que todavía estaba en el avión. ¿Realmente
estaba en camino a Brasil o toda la noche pasada había sido un sueño? El
asiento a mi lado ya no estaba vacío tampoco. Una azafata estaba tomando
café y leyendo el periódico. Presioné el botón encima de mi asiento y le sonreí
a la mujer a mi lado. No era la misma azafata que me había mostrado su anillo
centelleante y chismeado respecto a Carter.
—Buenos días. Espero que no le importe que me siente aquí. Tomamos
turnos en nuestras pausas y es mucho más cómodo sentarse en uno de estos
asientos grandes y cómodos que en ese asiento plegable.
—Me imagino. —Vacilé antes de hacer la pregunta en la que estaba
pensando, temiendo que ella creyera que estaba un poco loca—. ¿Puedo
preguntarte algo?
—Por supuesto.
20 —¿A dónde vamos?
Sus cejas bien depiladas se levantaron. —Rio de Janeiro. ¿No es allí
donde debe dirigirse?
—No. Lo es. Lo que pasa es que hice un cambio de último minuto en los
planes de anoche y por un segundo pensé que había soñado que iba a Brasil.
—No. Deberíamos llegar en una hora. Es bueno que haya dormido un
poco.
Asentí. Mientras ella siguiera pensando que estaba un poco mal, yo
podría saltar con los dos pies. —¿El piloto cantó Lucy en el Cielo con Diamantes
anoche a toda la cabina?
Ella rió burlonamente. —Claro que sí. Canta en cada vuelo nocturno. No
sé por qué.
—Eso es un poco extraño.
—Eso es el capitán Clynes para ti. Un poco loco, pero un montón de
belleza y diversión.
—La otra asistente de vuelo hizo entender que él era divertido.
—Estoy segura de que hay un montón de azafatas que le dirían lo
divertido que es.
—¿Pero no tú?
Sacudió la cabeza lentamente. —Los hombres así no suelen ser lo mío.
Sintiéndome desmoralizada, tuve que estar de acuerdo. —Tampoco lo
mío, supongo.
Algo en su rostro cambió, y se acercó más. —¿Sabe qué es lo mío?
—¿Qué?
—Pequeñas rubias con grandes ojos azules y labios prominentes.
Tenemos una escala completa de dos días en Río, si quieres alguna compañía.
¿Qué en el nombre de Dios? ¿Todo el mundo estaba loco en este avión? Tal
vez el oxígeno era demasiado diluido cuando pasabas todo tu tiempo volando
a treinta y cinco mil pies de altura. —Umm... gracias. Pero, no... ummm...
simplemente no gracias.
Ella sonrió cortésmente y dobló su papel. —Qué pena. Pero disfrute de
su viaje de todos modos. Tengo que servir el desayuno en la bodega antes de
21 aterrizar.
Cuando finalmente nuestro avión aterrizó en el asfalto, me detuve
mientras el resto de la primera clase desembarcaba, esperando a que se abriera
la puerta de la cabina. Ni siquiera estoy segura de por qué lo hice, o lo que
habría hecho si se hubiera abierto, sin embargo, me sentí obligada a ver Carter
al menos una última vez. ¿No estaba al menos curioso respecto a si yo estaba
en el avión?
Dicha respuesta se hizo muy clara diez minutos más tarde. Casi todo el
avión ya estaba apagado, y yo todavía estaba sentada en mi asiento como una
idiota robando miradas fugaces a una puerta de cabina que nunca se abrió.
¿Qué demonios me pasa?, me quejé. Había conocido a un hombre al azar en un
bar del aeropuerto, cuyas primeras palabras para mí fueron una invitación a ir
a casa con él, luego hizo que mi blusa se transparentara y habló de mis tetas.
Así que, por supuesto, hice la única cosa lógica que cualquier mujer en mi
lugar habría hecho: compré un billete de primera clase de tres mil dólares para
seguirlo a Brasil. Mis acciones prácticamente eran congruentes con el actual
estado jodido de mi vida. Se suponía que se trataba de un viaje para encontrar
mis propias respuestas (y tal vez encontrar algunos zapatos geniales a lo largo
del camino), no para ser una marca en la cabecera de la cama del capitán
Amorlibre, no importa cuán guapísimo y follable fuera.
Levantándome, tomé mi bolso Venus de Louis Vuitton, alisé mi blusa
arrugada y respiré hondo.
Hasta luego, Capitán Clynes
49
CARTER ESTABA LOCO. Había sospechado que tenía unos cuantos
tornillos flojos, pero pensar en volar desde un risco sobre unas cuantas tiras de
metal y una delgada pieza de poliéster confirmó que él estaba loco.
—Te veré hacerlo.
Habíamos estado de pie junto al jeep por los últimos diez minutos,
discutiendo. —¿Eres una de esos, no?
—¿Qué se supone que tratas de decir?
50
—Eres de las que miran los toros desde la barrera.
—Explícate.
—Que te sientas al margen y ves tu vida pasar. Si no te metes en el
juego, no puedes resultar herida. Los espectadores siempre están a salvo.
—En este caso, prefiero la seguridad que resultar herida de muerte a los
veinticuatro.
Carter se masajeó la parte trasera de su cuello y se me quedó mirando
por un momento. —Cada espectador que observa el evento lo está mirando
porque les gustaría ser el jugador. Pero o no tienen el talento, o les faltan las
bolas.
—Bueno, ciertamente no sé cómo volar un planeador. Así que en este
caso, tienes razón. No tengo el talento.
—No necesitas ningún talento para esto. Vuelas en un planeador tándem,
con un guía entrenado y especializado. No se requiere talento. ¿Sabes lo que
significa?
—¿Qué?
—Qué eres espectadora porque no tienes las bolas.
—Tengo muchas bolas. —Me paré erguida.
—Si. ¿Cuándo fue la última vez que tomaste un riesgo?
—Diría que hace dos días cuando me subí en un avión hacia Brasil por
recomendación de un loco que conocí en un bar.
—Muy bien. Te daré eso. Eso requirió algo de bolas. Pero, ¿cuándo fue
la última vez que sentiste un disparo de adrenalina? ¿De esos que bombean
por tus venas con tanta fuerza que te hacen pensar que no habías estado vivo
antes de eso?
Conocía la respuesta a eso. Cuando te subiste en el taxi ayer. Solo que
tampoco tenía las bolas para decirlo. —No lo recuerdo.
—Es una experiencia que nunca olvidarás. Te lo prometo.
—¿Haces esto con frecuencia?
—¿Volar un planeador? Ya no tanto. Sin embargo solía hacerlo todo el
tiempo.
—No me refería a volar el planeador. Quería decir que si haces cosas
51 que te provocan ese disparo de adrenalina.
—Todavía tengo uno cada vez que despego. Cuando estoy llevando al
avión por la pista a ciento ochenta millas por hora y halo la palanca para
levantar la nariz y despegarnos del suelo… es como la primera vez, todo el
tiempo.
—Entonces eres un buscador de emociones.
Carter elevó los hombros. —A veces. La vida sin un poco de emoción es
aburrida, hermosa.
De verdad me gusta cuando me llama hermosa. No podía creer que incluso
estaba considerando esto. Pero tenía razón. Los últimos años de mi vida habían
sido bastante aburridos. Y este viaje se suponía que era con la intención de
encontrarme. Conseguir respuestas. Él podía notar que lo estaba
reconsiderando.
—Ven a volar conmigo. —Extendió la mano.
—Ese es Frank Sinatra, no los Beatles.
—Lo sé, pero me imaginé que sería más convincente en este momento
que ―In Spite of All The Danger‖7. —Sonrió, y sentí que se me ponía la carne de
gallina en los brazos cuando coloqué la mía sobre la suya.
66
CASI INMEDIATAMENTE DESPUÉS de que atravesé esas puertas
automáticas, solo se sintió incorrecto, anti natural, tener que despedirme de
ella.
Tú maldito idiota.
Vi a unos cuantos miembros de mi tripulación aproximarse; sus maletas
con ruedas sonando como uñas contra una pizarra. Dos de las asistentes de
vuelo estaban conversando en otra esquina. Una de ellas me hizo un guiño, y
67 le ofrecí un pequeño asentimiento.
Miré alrededor a las filas de personas. Un sentimiento de vacío me
consumió. Por primera vez en años, no quería estar aquí, no quería volar. No
quería escapar al próximo destino. Lo único que quería era volver al auto,
dirigirme de regreso a donde Maria Rosa y abrazar a Kendall de nuevo.
Incluso después de esa mierda de herencia que confesó, era lo único que
quería justo ahora.
Ya la extrañaba y ni siquiera habían pasado cinco minutos completos.
Había programado su número en mi teléfono más temprano, así que en un
impulso la llamé. No hubo respuesta.
Entonces, con mi corazón latiendo, le envié un texto.
Recuérdame por qué acabamos de despedirnos.
Envié otro
Porque, por mi vida, no puedo pensar en una sola maldita buena razón.
Otro,
Qué dirías si te digo que no estaba listo para dejarte ir todavía.
Después de unos cuantos minutos, todavía no había respuesta. Sudando
en mi uniforme de poliéster, decidí hacer algo radical.
Fui al mostrador de venta de boletos y compré su asiento en mi vuelo.
Ni siquiera tenía su correo, así que envié el boleto electrónico a la dirección de
correos de la página psíquica de Maria Rosa. Esta era una aventura. Casi no
tenía oportunidad de que llegara aquí de nuevo desde el hotel a tiempo para
abordar. Pero no me lo habría perdonado si al menos no lo intentaba.
No tengo ni idea si recibirás esto a tiempo, pero te acabo de mandar un
boleto para que abordes mi vuelo. Pídele a Maria que revise su correo. Allí
está. Partiremos en apenas una hora. Necesitas agarrar tus cosas y volver
aquí volando. Sin presiones, pero nada me encantaría más que continuar
nuestra pequeña aventura. Si la respuesta es no, lo entenderé.
Me reí ante mi casual ―sin presiones‖. Lo que de verdad quería decir era
―Kendall, trae tu trasero de vuelta aquí porque no puedo imaginarme cómo voy a
respirar durante este maldito vuelo sin ti‖.
De nuevo, no hubo respuesta cuando traté de discarle una última vez.
Me dirigí al salón de pilotos a registrarme, conseguir el pronóstico del
tiempo y repasar los detalles del vuelo. Aún no tenía ni una palabra de
68 Kendall. No había otra opción que atenerse al itinerario porque este avión no
iba a volar por sí mismo.
Revisando mi teléfono constantemente mientras me encontraba con la
tripulación, estaba empezando a sentir que lograr que Kendall abordara este
vuelo simplemente no iba a suceder. En un último esfuerzo por ganar tiempo,
hice algo que ni una vez en mi carrera había pensado hacer: causé
intencionalmente un retraso.
Como primer oficial, era mi responsabilidad inspeccionar el avión
cuando llegaba. Creé una falsa preocupación porque uno de los instrumentos
en la cabina no estaba calibrando adecuadamente y necesitaba que lo
revisaran. Eso hizo que un ingeniero tuviera que hacer algunas pruebas.
Aunque la inspección terminó retrasando el avión durante más de una hora,
todo fue en vano. Nada de Kendall.
Finalmente cerré las puertas de la cabina, y cuando terminé mi papeleo
del pre-vuelo, tuve que seguir adelante retrocediendo.
Diez minutos más tarde, levanté el avión en un despegue suave
mientras imágenes de un cabello rubio, ojos azules honestos y la sonrisa más
hermosa que había visto atravesaban mi cerebro. Me preguntaba si nos
cruzaríamos de nuevo.
Una vez que estuvimos a la altura de crucero, decidí utilizar mi último
rayo de esperanza. El billete que había comprado para Kendall era para el
asiento 12C. A veces algunos rezagados abordaban al último minuto. ¿Podría
no haberla visto?
Cuando un asistente de vuelo entró con agua, pregunté, —¿Por
casualidad hay alguien sentado en el 12C?
—Déjame revisar —dijo.
Las vidas de casi doscientas personas estaban en mis manos, y eso no
me ponía nervioso en lo más mínimo. ¿Esperar a que la asistente de vuelo
regresara con la respuesta? Fue una tortura.
La puerta se abrió.
—En realidad, capitán, no. Ese asiento está vacío.
—Gracias, Cammie.
Con la confirmación de que Kendall definitivamente no estaba en mi
69 avión, solté la respiración que había estado conteniendo y tomé al
intercomunicador para hacer lo que siempre hacía cuando me sentía mal.
Pero éste era por ella.
TRATÉ DE RELAJARME en mi asiento, a pesar de que era un manojo de
nervios.
La asistente de vuelo hizo el anuncio de apagar todos los dispositivos
electrónicos, pero no era necesario en mi caso, dado que mi celular había
muerto. En mi apuro por estar lista esta mañana había dejado el cargador
conectado a la pared de la habitación en la posada.
Poco después de dejar a Carter en el aeropuerto, tuve lo que se sintió
70 como un ataque de pánico en el auto de Maria Rosa. Solo pensar en continuar
este viaje sola parecía insoportable.
Casi habíamos llegado al hotel cuando de repente se me hizo claro.
Ni siquiera sabía hablar portugués, así que hice un intento salvaje para
transmitirle mis pensamientos a Maria.
Señalando la dirección detrás de nosotros, le dije:
—¡Aeropuerto!
Ella asintió y continuó conduciendo hacia el Westin.
—Maria, necesito regresar al aeropuerto.
Debe haberme entendido porque de pronto giró a la izquierda haciendo
una vuelta en U y por encima de la separación de la vía. Entonces, finalmente
nos dirigíamos al aeropuerto. Mi corazón estuvo corriendo un kilómetro por
minuto durante el camino de regreso.
Cuando llego al área de descenso de pasajeros, le di un pequeño abrazo.
—Muchas gracias. —De inmediato me di cuenta de que eso era español.
Simplemente no tenía tiempo suficiente para averiguar la manera adecuada de
agradecerle. Le enviaría una nota de agradecimiento traducida junto con algo
de efectivo para que eliminara la aparente maldición sobre mí.
Corriendo a través de la puerta al mostrador de boletos Internacionales,
casi tropiezo con mi propia maleta.
—¿Ya partió el vuelo a Dubai?
La empleada presionó algunos botones. —En realidad, ha estado
retrasado debido a asuntos técnicos.
Gracias Jesús.
—¿Aun tengo tiempo de abordar ese vuelo?
Realizó una llamada telefónica antes de contestar. —Debe apurarse,
pero ya les avisamos que la esperen en la puerta. Permítame su tarjeta de
crédito y la acomodaremos lo más rápido posible.
Imprimió mi pase de abordar y corrí tan rápido como pude hacia
seguridad. Gracias a Dios no hubo inconvenientes al pasarlo y fui capaz de
subir al avión.
Él no me había pedido que lo acompañara. Este era un gran riesgo.
71 Dejando de lado mi inseguridad en aumento, me aferré al recuerdo de la
mirada en sus ojos cuando se giró para despedirse de mí por última vez. Su
expresión parecía estar llena de duda y arrepentimiento. Él lucía como yo me
sentía.
Serían catorce horas antes de que averiguara si esto era un gran error. La
cabina ya había sido cerrada cuando me dirigí a la parte trasera del avión.
Ahora, trataría de relajarme. Bueno, tanto como podría al saber que la
mayoría, si no todas las morenas de piernas largas caminando por estos
pasillos probablemente habían dormido con Carter.
Mientras el avión bajaba por la pista, cerré los ojos y me dejé sentir su
presencia en cada movimiento del avión mientras ascendía hacia el cielo. Los
recuerdos de nuestro vuelo en planeador recorrían mi mente. El pensamiento
de que Carter era el que controlaba este avión era tan reconfortante como un
gran giro. No había nada más poderoso que mantener decenas de vidas en tus
manos. Era un héroe, si me lo preguntabas.
Una vez que el avión se hubo nivelado, mi corazón casi se saltó un
latido al escuchar el sonido de su profunda y calmante voz por el
intercomunicador.
—Buenas tardes, señoras y señores, este es su Comandante en Jefe
también conocido como capitán Clynes. Me gustaría robarles un momento
para darles la bienvenida esta tarde a mi hogar lejos de casa aquí en este
hermoso Boeing 757. Nuestro tiempo de vuelo de Río de Janeiro a Dubai será
de unas catorce horas. Anticipamos algunos espacios de turbulencia en los
primeros cuarenta minutos más o menos, pero después de eso, debería ser un
viaje suave. Una vez más, bienvenidos a bordo del vuelo 237 de las líneas
Aéreas internacionales a los Emiratos Árabes Unidos.
Luego, sin advertencia, Carter comenzó a cantar. Mientras todos los
pasajeros parecían divertirse, las asistentes de vuelo, que estaban claramente
acostumbradas a su canto, estaban completamente desfasadas.
La canción de los Beatles que había elegido esta vez era Ticket to Ride. No
se me escaparon dos cosas: el hecho de que la canción se trataba de una niña
descuidada que se iba y el hecho de que la había cantado en lugar de Lucy in
the Sky whit Diamonds. Había reemplazado su canción de firma con una que
estaba bastante segura era sobre mí.
Si querías que me quedara, ¿por qué no me lo pediste?
No podía ni empezar a imaginar cuál sería su reacción cuando me viera
72 en Dubai.
El día me había pasado factura. Por lo general no podía dormir bien
cuando estaba en un avión, pero Carter estando a cargo del timón me hizo
sentir segura. Acabé dormitando durante un par de horas.
Cuando me desperté, me recibió un desagradable despertar. Unas
cuantas de las asistentes de vuelo estaban chismorreando en la cocina. Mi
asiento en la última fila estaba situado justo en frente de la zona donde
preparaban la comida.
Traté de bloquear los sonidos circundantes para centrarme en lo que
estaban diciendo.
—¿Tú y Trip estuvieron en Río?
—No. Ya no nos vemos. Y no te atrevas a decirme "te lo dije".
—Honestamente... duraste más tiempo con él que cualquier otra persona
con la que alguna vez lo he visto jugar.
—Dos meses enteros. —Ella se rió. Me di la vuelta para poder echar un
vistazo a cuál estaba hablando. Era la llamada Jolene. Morena alta. Sorpresa
desagradable.
—Dos meses es toda una vida en tiempo de Trip. Esperaba que te
resultara. Pero lo sabía... por experiencia personal, desgraciadamente.
—Debería haberte escuchado.
—A veces necesitamos descubrir las cosas por nosotros mismos.
—Lamento que casi arriesgáramos nuestra amistad por estar con él.
—Cuando me dijiste que estabas durmiendo con él, yo estaba feliz con
Brian. Algún día tú también conocerás a un buen tipo. Que se Joda Carter.
—Ese es el problema. Ya lo hice. Ahora, sólo necesito superarlo.
No podía soportar escuchar más. Colocándome los auriculares, puse
música.
¿Estaba enferma de la cabeza?
Había tantas razones por las que podría delirar. Este tipo tenía un
historial comprobado de ser un idiota con las mujeres. Mujeres atractivas. ¿De
repente, iba a ser yo quien lo cambiara? ¿Una chica que estaba potencialmente
a punto de quedar embarazada por otro hombre?
Sin saber si reír o llorar, me sentí atrapada. Tanto literalmente, en este
73 vuelo de larga distancia, como figurativamente por mi propio corazón idiota.
Porque tanto como sabía que debía salir de esta situación, mi corazón no me
dejaba.
Y si...
Y s…
Y s…
¿Y si lo que tenemos es diferente?
Cuando Jolene vino a tomar mi pedido de cena, no pude evitarlo. —
¿Puedo preguntarte algo?
—Claro. —Sonrió, mostrando sus perfectos dientes blancos. Dios,
¿podría haber sido más opuesta a mí físicamente? Era como una amazona.
Todas lo eran. ¿Qué quería conmigo, si le gustaban ellas?
—Noté que al piloto le gusta cantar canciones de los Beatles. Estaba en
otro vuelo con él, y cantó Lucy in the Sky whit Diamonds.
—Ajá. Por lo general, sólo canta esa. Por alguna razón, escogió una
diferente hoy.
—Mi papá solía cantar la canción de Lucy para mí, —mentí—. ¿Hay
alguna historia detrás de por qué canta esa en particular?
Sin vacilar, sacudió la cabeza. —No lo creo. Me dijo una vez que le
gustaba la canción.
Examiné su rostro en busca de cualquier señal de deshonestidad. —
Bueno. Gracias.
Sabía que estaba diciendo la verdad porque no tenía ninguna razón para
protegerlo en este momento. En todo caso, probablemente le habría dado
placer de revelar su secreto. No le había dicho el significado detrás de la
canción.
Mientras Jolene tomaba mi orden, mi corazón estaba haciendo un
pequeño baile feliz. El hecho de que hubiera salido con ella dos meses y nunca
se hubiera abierto como lo hizo conmigo me daba un poco de esperanza. El
lado cínico en mí, sin embargo, rápidamente concluyó que tal vez se había
abierto conmigo porque pensaba que nunca volvería a verme.
El resto del vuelo me la pasé rumiando. Le pedí a Dios que me diera una
pista de que estar aquí no era un gran error. En determinado momento, pude
dormir otra vez.
74
Para cuando me desperté esta vez, el sol brillaba a través de las ventanas
del avión, y estábamos casi en Dubai. No tenía idea ni siquiera de qué hora era
allí.
Noté que el hombre sentado al otro lado del pasillo tenía un cargador
enchufado. Afortunadamente, me lo prestó para que lograra encender mi
teléfono muerto.
Cuando la voz de Carter se escuchó en el sistema de parlantes, sentí
escalofríos, no sólo porque no lo había escuchado en un tiempo, sino porque
sonaba cansado.
—Damas y caballeros, ahora estamos por aterrizar en el aeropuerto
internacional de Dubai. La hora aquí es poco después de la una y media de la
tarde. Esta es la época más caliente del año en los Emiratos Árabes Unidos. La
temperatura actual es de unos abrazadores treinta y tres grados. Manténgase
frescos y gracias de nuevo por volar en Líneas Aéreas Internacionales.
Esperamos volver a verlos pronto.
Cerrando los ojos, hice una pequeña oración para que el aterrizaje fuera
suave. Mis oídos explotaron mientras el avión perdía la altitud. Mi corazón
comenzó a golpear fuera de control anticipando el que me le revelara a Carter.
El aterrizaje fue tan suave como podría ser. Cuando los motores se
apagaron, encendí mi teléfono, sorprendiéndome al descubrir que tenía varios
mensajes perdidos, todos de Carter.
Oh Dios mío.
Me había comprado un boleto.
Me quería aquí.
Debe haber pensado que lo había ignorado.
El sudor empezó a inpregnarme. Mi corazón sentía que iba a estallar.
Incapaz de ver más allá de la línea de gente esperando para salir del
avión, estiré mi cuello buscándolo.
Allí estaba, de pie en la parte delantera del avión con una mano cruzada
sobre la otra mientras la gente le agradecía por aterrizar el avión con
seguridad.
75 No se parecía al Carter que conocía. Sus ojos estaban oscuros y vacíos
mientras asentía, cumpliendo con sus funciones.
Sentí tardar una eternidad en llegar al frente. Con cada paso adelante,
mi pulso se aceleró más. Sólo estaba a unos pasos de él.
Alguien le hizo una pregunta y en medio de la respuesta, se detuvo a
media frase cuando finalmente se volvió y me vio de pie allí. Durante unos
segundos, se quedó paralizado. Su pecho estaba subiendo y bajando mientras
su respiración se aceleraba. Entonces, la mirada antes hosca en su rostro
lentamente dio paso a una enorme sonrisa.
Este era uno de esos momentos en la vida en los que no son necesarias
las palabras. Carter sacudió la cabeza lentamente con incredulidad, parecía
delirantemente feliz. ¿Todavía tenía dudas sobre sus intenciones? Sí. Pero
estaba segura de que no podría haber fingido la mirada de felicidad genuina
en su rostro en ese momento.
Nos quedamos allí mirándonos unos segundos. Todos los pasajeros
habían salido del avión, pero la tripulación aún estaba dispersa.
Carter se inclinó y susurró:
—Veo que recibiste mis textos.
—No.
—¿No?
—No. Mi teléfono murió poco después de dejarte. Sólo vi esos textos en
este momento. Terminé corriendo y comprando mi propio boleto.
Sus ojos se movían hacia adelante y hacia atrás mientras procesaba eso.
—Perky... —Hizo una pausa.
—¿Qué? —Sonreí.
—No sé qué es esto.
—Yo tampoco...
—Déjeme terminar —me interrumpió—. No sé qué mierda está pasando
aquí, pero cuando pensé que te habías ido, me sentí mucho peor de lo que
debería después de haber conocido a alguien por apenas dos días. Así que, no
sé qué es esto. Sólo sé que quiero más.
Miró a su alrededor y luego colocó su mano alrededor de mi cintura,
guiándome hacia la cabina y cerrando la puerta detrás de nosotros.
76 —No puedo creer que realmente hayas venido. —En un instante, estaba
contra la pared mientras él presionaba sus labios contra los míos y gemía en
mi boca. La abrí de par en par para él y disfruté el sabor que sólo había
experimentado una vez antes, el que pensé que nunca volvería a probar.
Nuestras lenguas exploraban desesperadamente mientras pasaba mis dedos
por su cabello y tiraba de él.
Él se retiró primero. —Necesitaba tanto esto.
Jadeando, dije:
—Fueron unas largas catorce horas.
Metió algunos de mis cabellos detrás de mi oreja. —Escucha, parte de la
razón por la que te ataqué como si fueras mi última comida... es debido a
donde estamos, ¿de acuerdo?
—No entiendo.
—Una vez que salgamos de este avión y en público, no se nos permite
tocarnos.
—¿Qué quieres decir?
—Las cosas son muy diferentes en Dubai. No se nos permite mostrar
afecto en público. Podríamos literalmente ser arrestados. Incluso, las personas
casadas sólo pueden tomarse de las manos. Besar o incluso abrazarse es
considerado indecente.
—¿Estás jodiéndome?
—Tampoco puedes decir palabrotas en público. Es un delito.
—Jesús, necesito un trago.
—Eso es otra cosa. Sólo se nos permite beber en hoteles y clubes aquí.
—Me miró de arriba abajo—. También tenemos que cubrirte antes de que
salgamos. Espero que hayas traído ese sujetador que te compré.
—Está en mi maleta.
Se quitó la chaqueta. —Toma esto por ahora. Tenemos que salir de aquí.
Carter colocó su mano en la parte más baja de mi espalda y me condujo
fuera de la cabina.
—¿Adónde vamos?
Hizo un guiño y sonrió maliciosamente. —Es posible que conozca un
77 pequeño escondite.
MI ESCONDITE DE SIEMPRE estaba completamente lleno. Amari me
había ofrecido el sofá libre de cargos hasta que una de sus tres habitaciones se
desocupara a la mañana siguiente. Si estuviera solo, habría aceptado su oferta,
sabiendo que iba a caer y estar muerto para el mundo cuando llegara allá de
todos modos. Pero Kendall se merecía algo mejor que compartir un sofá
mientras extraños al azar iban y venían. Además, incluso la idea de alguien
mirándola mientras dormía en su pequeña camisa de dormir me encolerizaba.
78 En lugar de arriesgarme y probar un nuevo sitio en un lugar como Dubái,
tomé una habitación en el hotel en el que la aerolínea registró a la tripulación.
Seguro como la mierda que no era ideal, pero era seguro, y necesitaba dormir
un poco.
Afuera del aeropuerto, me llevé a Kendall lejos de la furgoneta de los
empleados que nos llevaría al Hilton Dubái Jumeirah Resort con el resto de la
tripulación. No la quería expuesta a más de mis indiscreciones del pasado de
lo que ya había estado. En la fila de taxis, logré encontrar una furgoneta
compartida sin esperar demasiado. Kendall y yo nos sentamos en el asiento
trasero, y las otras filas fueron llenadas con personas hablando algo que creí
podría ser farsi.
La parte de atrás del asiento frente a nosotros tenía una bolsa plástica
llena con panfletos laminados con Las Leyes Locales de Dubái en diferentes
idiomas. Las había visto antes y supuse que a Kendall le encantarían. Sacando
la versión en español de la parte de atrás del asiento, lo sostuve y apunté a la
primera regla: Prohibidas las muestras públicas de afecto. Esto incluye besar,
acurrucarse, y sostenerse de la mano. Su palma estaba plana sobre el asiento.
Revisé que nadie estuviera prestando atención y entonces deslicé mi mano
sobre la suya, enlazando nuestros dedos. Ella me miro de reojo con un brillo
en sus ojos.
Manteniendo su mano izquierda enlazada con la mía, estiró la derecha y
tomó la tarjeta de leyes de mi mano. La dejó en el asiento y en silencio apuntó
a la segunda norma: La ropa debe ser conservadora, las mujeres deben evitar usar
transparencias, escotes bajos, o ropa corta. Estómago, hombros y espalda deben estar
cubiertos. Los hombres deben cubrir su pecho y no deben mostrar su ropa interior.
Miró hacia el frente, asegurándose de que nadie en las filas frente a nosotros
estuviera mirando, y entonces lentamente comenzó a subir la falda del vestido
de verano que estaba usando. Sabiendo que era ilegal, y siguiendo el lento y
sensual movimiento de su mano mientras lo subía poco a poco, requirió todo
lo que tenía contener un gruñido. Para el momento en que llegó a la parte
superior de su muslo, tuve que removerme en mi asiento. La había visto en un
jodido bikini, pero esto… a escondidas mientras las personas estaban ahí, era
puramente erótico.
Con las manos enlazadas, su falda subida hasta apenas cubrir su ropa
interior, me pasó la tarjeta. Sin querer llamar la atención hacia nosotros al
actuar extraño, y necesitando un minuto para desacelerar la hinchazón en mi
polla, pasé un minuto mirando por la ventana, pretendiendo estar interesado
79 en algo más aparte de la visión de sus muslos y la sensación de nuestra piel
con piel. Entonces apunté a la norma seis en la tarjeta: Ningún tipo de lenguaje
vulgar o gestos indecentes serán tolerados en absoluto. Esperé hasta que el chofer
estuvo ocupado entrando en la autopista y la familia frente a nosotros estuvo
sumergida en una ruidosa conversación. Luego me incliné y susurré en su
oído.
—Mi polla está dura como una roca preguntándose si me detendrías si
subiera más esa falda.
Jadeó; por suerte nadie pareció notarlo. Unos minutos después, ya
estábamos saliendo de la autopista, y supe que no estábamos lejos del hotel.
Kendall giró la tarjeta en su dirección y me miré con una sonrisa malvada que
decía, ¿qué otras reglas podemos romper? Revisó la lista una vez más y luego me
miró a los ojos mientras succionaba su labio inferior entre sus dientes
apuntando a la regla número nueve: El sexo fuera del matrimonio no es permitido
en Dubái, y es un hecho que está regla aplica a los visitantes sin importar de dónde
sean.
No había ni una ley en este jodido país que no fuera esforzarme por
romper mientras estuviera aquí.
DESAFORTUNADAMENTE, LA EXCITACIÓN y tensión sexual del
viaje en la furgoneta no duró mucho. El vestíbulo del hotel Hilton estaba
bastante vacío cuando llegamos. Con excepción… de un par de azafatas con
las que prefería no encontrarme. Cuando dos se aproximaron, quise
demasiado acercar a Kendall hacia mí, envolver mi brazo alrededor de ella con
posesividad para ofrecer algún tipo de seguridad física, pero tampoco quería
meterla en problemas con la ley. Estas personas de los países árabes no se
andaban con tonterías. Hace unos meses, dos azafatas inglesas de una
aerolínea diferente fueron encarceladas por noventa días sólo porque fueron
atrapadas enviado mensajes sexuales la una a la otra. Tres jodidos meses.
—Trip —ronroneó Jolene—. No estaba segura de que vendrías aquí para
esta escala. —De pie al lado de Kendall, estar con Jolene se sentía como hace
una eternidad. Pero en realidad, no era así. Fue hace menos de un mes que
estábamos cogiendo en este mismo hotel.
80 Kendall se tensó cuando Jolene se acercó a mí. Habló en voz baja, pero lo
suficientemente fuerte para que Kendall y yo pudiéramos escuchar mientras
deslizaba una tarjeta llave en el bolsillo de mi solapa.
—Si quieres compañía después, estoy en el cuarto 4030. Lana está en el
cuarto de al lado, así que al menos esta vez no tendremos queja por los golpes
y el ruido fuerte de nuevo. —Di un paso alejándome de ella, y Jolene notó a
Kendall por primera vez—. ¿Quién eres? Oh… ¿del avión verdad?
Kendall miró a Jolene. Al principio, pensé que Kendall estaría molesta.
Pero luego noté la chispa en sus ojos. Estaba furiosa. Aunque pegó una sonrisa
falsa a su rostro y extendió su mano con un pesado acento texano que nunca
antes había escuchado.
—Kendall Sparks, un gusto.
Jolene a regañadientes le dio su mano. Una vez que Kendall tuvo la
mano de Jolene en la suya, la sostuvo y se inclinó.
—Soy la terapeuta personal de Carter. Me temo que está en un descanso
de tener sexo y ruidos fuertes por un tiempo. Disfunción eréctil debido al estrés.
—Kendall tomó la tarjeta de mi bolsillo y se la entregó a Jolene—. No visitará
la habitación 4030. —La boca de Jolene estaba colgando abierta mientras nos
alejábamos.
—Sabes que mi hombría necesita demostrar que todo lo que dijiste allá
eran mentiras.
—Tal vez si la guardas en tus pantalones de vez en cuando, tu hombría
conseguirá esa oportunidad algún día.
—Voy a hacerte cumplir eso, Perky. Voy a hacer que lo cumplas.
Mi escala era de tres noches en Dubái esta vez, pero le dije a Kendall que
sólo tomara una habitación para la noche cuando nos registramos. Odiaba que
no compartiéramos una habitación como en el Maria Rosa. Pero al menos esta
mierda era por una sola noche. Una vez estuviéramos en el Amari’s mañana,
no habrían ojos vigilando.
Nuestras habitaciones estaban en el piso ocho, divididos por tres
puertas. Llegando primero a la de Kendall, traté de usar mi encanto para
entrar.
—Gracias por seguir este viaje conmigo, Perky. De ninguna manera
estaba listo para dejarte ir. No sé qué sea esto, pero es la mejor cosa que tengo
81 en mi vida ahora mismo, no quiero perderlo.
—También me alegra haber venido.
Cuando abrió su puerta, intenté entrar a su habitación, pero me detuvo
con una palma sobre mi pecho.
—El pasillo tiene cámaras.
—Iría a prisión por un beso ahora mismo. Podría incluso soportar
momentos difíciles por tocar esas tetas tuyas.
Negó, pero sonrió.
—Tienes una lengua malvada.
Arqueé una ceja.
—Ve. Duerme un poco. Debes estar agotado. Esta noche quiero que me
saques a la ciudad. Que me lleves a bailar.
Tenía razón. Definitivamente necesitaba unas horas de sueño. Pero no
había forma en el infierno de que fuera a hacerlo sin otra pequeña probada. Lo
había tenido dos veces, y ahora era adicto. La empujé dentro del cuarto antes
de cerrar la puerta. Cuando vio la determinación en mi mirada, dejó la puerta
cerrarse detrás de mí.
—Carter… podemos meternos en problemas.
—Con mayor razón hay que hacer que valga la pena.
Diez minutos después, dejé su habitación con una furiosa erección. Ni
siquiera me había dado cuenta que estaba tarareando hasta que me bañé y me
subí a la cama. Los Beatles, I Want to Be Your Man8.
Estaba jodidamente acabado.
82
10 Kandura: Prenda que va hasta los tobillos, por lo general con mangas largas.
—¿Qué? ¿Cómo sabe que el oficial del arresto no vendrá y por qué
queremos molestar al juez?
Suspiró como si la estuviera molestando.
—Porque al oficial se le dijo que no viniera hoy. Y este juez es insistente
en escuchar los testimonios en la lectura de cargos. Hay un cincuenta por
ciento de posibilidades de que lo moleste tanto que te deje ir para demostrar
un punto.
—¿Qué pasa si las cosas van en la otra dirección? ¿Qué pasa si el otro
cincuenta por ciento gana?
—Entonces irás a la prisión por un máximo de treinta días hasta que el
oficial pueda ser ubicado y aparezca.
—Pero… —Antes de que pudiera objetar, un oficial me llamó por mi
nombre.
—Es nuestro turno. Vamos.
—Espera…
—No. Vamos ahora.
92 Todo lo que vino después se desarrolló frente a mí como si lo viera a la
distancia. Estaba físicamente presente en la corte, pero mi mente estaba
flotando en alguna parte viéndolo todo desarrollarse. Miré de nuevo a Carter
antes de pararme al lado de mi abogada al frente de la corte. Él estaba sentado
en el borde de su asiento y se veía tan nervioso como me sentía yo.
El juez dijo un par de cosas y no entendí, y luego mi abogada respondió
en árabe. Contuve el aire viendo al juez mientras se molestaba más y más con
cada corriente de palabras que decía. Después de un acalorado debate, el juez
tomó su mazo y lo bajó con fuerza. Salté ante el sonido.
—Ven conmigo. —Un oficial tomó mi codo y comenzó a llevarme fuera
de la corte.
—Espere. Espere… ¿qué pasó? —pregunté a mi abogada—. ¿Qué dijo el
juez?
Puso los ojos en blanco.
—Eres libre de irte. El oficial te llevará para recoger tus pertenencias
ahora.
CARTER ESTABA ESPERANDO en los escalones frontales de la corte
con mi abogada. Mi reacción inicial fue correr y poner mis brazos a su
alrededor. Pero entonces recordé que así fue como me metí en problemas en
primer lugar; por ser indecente en público.
—¿Estás bien? —Su rostro estaba tan lleno de preocupación.
—Eso creo.
Él volteó hacia mi abogada.
—No sé cómo agradecerte, Serine.
Una sonrisa pícara cruzó en su rostro, y asintió.
—Estoy segura de que pensarás en algo la próxima vez que nuestros
caminos se crucen en un vuelo a América, Capitán. —Ella se volteó hacia mí—.
Buena suerte con tu hermana. Trata de mantenerla decente de ahora en
adelante.
Me quedé de pie boquiabierta mientras ella se iba.
93
—¿Tu hermana?
Carter intentó explicar.
—Nos encontramos un par de veces en vuelos. Pensé que las
probabilidades de me ayudara serian mejor si…
Alcé mi mano y lo detuve.
—Ni siquiera quiero saber.
—Lo siento, Kendall. Nunca debí dejarte por tu cuenta. Debí haberte
hecho venir conmigo, y esto nunca habría sucedido.
—No es tu culpa.
Apuntó con su barbilla hacia el estacionamiento al otro lado de la calle.
—Alquilé un auto. ¿Podemos irnos de aquí por favor?
—Dios, sí. Necesito tomar una ducha y quitarme esta ropa.
—Bien. Ya tengo tus maletas. Conseguí un ama de llaves para entrar a tu
habitación. Pretendí haber perdido la llave.
—¿Mis maletas? ¿A dónde vamos?
—A donde debí haberte llevado la primera noche.
94
DE VERDAD HABÍA arruinado todo.
Bajo ninguna circunstancia debería haber dejado a Kendall sola. Incluso
aunque siguió intentando convencerme de que el arresto no fue mi culpa, no
podía dejar de sentirme responsable por toda la horrible experiencia.
Ella estuvo extrañamente callada todo el viaje hasta donde Amari. Mi
amigo nos aseguró una habitación en su casa de hospedaje por el próximo par
95 de días. El lugar de Amari estaba ubicado en el corazón del desierto, lejos del
bullicio de la ciudad. Afortunadamente, Amari no era conservador. Siempre y
cuando fuéramos discretos, pretendiendo estar casados para que los otros
huéspedes no avisaran a nadie, estaba completamente bien con Kendall y yo
compartiendo habitación. Se podía confiar en que no nos delataría.
Acabábamos de llegar a nuestra habitación cuando noté a Kendall
mirando pensativamente por la ventana al desierto.
—¿Estás bien?
—Sólo necesito una ducha —respondió sin voltearse.
Su tono me alarmó. Necesitaba arreglar esto. Lo único que quería era
deshacer el daño hecho por el arresto.
—Déjame prepararte un baño.
A pesar del hecho de que no me respondió, fui al baño para preparar la
bañera hasta que estuvo llena con agua y jabón. Todavía sintiéndome ansioso
por su actitud, regresé a la habitación y le ofrecí mi mano para levantarla de la
cama.
Llevándola dentro del baño, no quise nada más que sostenerla bajo el
agua caliente.
—Quítate la ropa —exigí—. Pero déjate el sujetador y la ropa interior
porque nos bañaremos juntos.
Aliviado de que no protestara, me quité el pantalón, dejándome a ropa
interior antes de meterme en el agua. Mientras ella se quitaba su vestido, mi
polla se hinchó ante la visión de su atlético cuerpo en nada más que bragas y
sujetador. Estiré mi mano hacia ella.
—Entra. Prometo que no morderé.
Vacilante hundió sus piernas una a una luego bajó su cuerpo frente al
mío, situándose entre mis rodillas. Con su espalda presionada contra mi pecho
y su culo cerca de mi entrepierna, mi erección no podía ser evitada.
Afortunadamente, ella entendió.
Kendall tenía su cabello recogido en una coleta. Jalando la banda,
observé mientras su hermosa melena rubia se soltaba. Tomando agua cálida
entre mis manos, mojé su cabello repetidamente y luego vertí un poco de
champú en mi palma.
96 Comencé a masajear lentamente su cráneo mientras inclinaba su cabeza.
—Relájate, bebé —susurré—. Sólo relájate. —No quería nada más que
cuidar de esta chica ahora mismo, hacerla sentirse a salvo de nuevo.
Todo estaba en silencio aparte del débil sonido de hombres hablando
árabe en la habitación de al lado. Después de varios minutos de casi silencio,
Kendall habló por primera vez.
—¿Soy una tonta, Carter?
Instintivamente dejé el movimiento de mis dedos a través de su cabello
para procesar su pregunta.
—¿Qué quieres decir?
—¿Qué estoy haciendo aquí?
Mi corazón se hundió. Escuchar esa pregunta fue como un golpe a las
entrañas.
—¿Te arrepientes de seguirme?
Se incorporó un poco y se detuvo antes de hablar.
—Eres un hombre hermoso… muy carismático… un espíritu libre, y me
haces sentir cosas que nunca he sentido antes. Pero creo que me dejé llevar.
Sólo no entiendo cómo saldré de lo que sea que esto sea sin daño.
—¿Por qué te preocupas de cosas que no han sucedido? ¿Por qué no
puede ser esto sobre el presente?
—Puedo pensar en muchas razones por las que no puede ser.
—Bien… ¿cuáles son? Háblame. Aparte del arresto, dime por qué todo
lo que sucedió antes de eso te llevó a creer repentinamente que todo esto es un
error colosal. —El tono molesto de mi voz me sorprendió. Mi cuerpo se puso
rígido mientras esperaba su respuesta.
—No es sólo por ti. He sido egoísta. ¿Quieres saber por qué todo esto es
tan jodido? Porque hay dos hombres, a los que engañé, esperando conocerme
en cinco días, dos hombres que me están dejando determinar si tendrán una
familia o no. porque se supone que debo estar tomando vitaminas prenatales,
y no beber. Porque no he decidido en absoluto si voy a seguir con eso. Porque
escuché a Jolene en el avión diciéndole a otra azafata; a quien también te
cogiste; lo idiota que eres. Porque mi abogada quien me salvó el pellejo es otra
de tus acostadas baratas. Porque siento que a lo mejor soy una tonta por creer
97 que soy diferente de todas ellas. Porque tal vez que fuera arrestada es una
señal de que acostarme contigo sería un error colosal. Porque todavía no sé si
puedo confiar en ti. En realidad puedo seguir y seguir.
Eso fue difícil de escuchar, y honestamente no sabía que decir. Podía
entender sus dudas con respecto a mí, y sin importar que tantas cosas sienta
por ella, no iba a haber una forma fácil de probárselo.
Después de un largo silencio, al fin dije:
—Entiendo la situación en la que estás, y tienes razón en tener esas
preocupaciones sobre mí.
—Hay mucho en juego, y podría estar sacrificando todo por un hombre
que me consumirá. ¿Qué tan diferente soy de ellas, Carter? Dímelo. Todas las
otras mujeres… ¿qué tan diferente soy?
Sabía que esto era todo. Esta era mi única oportunidad de responder esa
pregunta de la forma más posiblemente honesta, o iba a perderla.
Pasé mis manos húmedas por mi cabello y dejé salir un profundo
suspiro.
—No estoy orgulloso de mi mismo por la forma en que he vivido mi
vida hasta ahora. Todo lo que has escuchado… es verdad, Kendall, todo. No
estoy intentando ocultarte nada. Pero nada ha sido igual desde el día en que te
conocí. No sé cómo explicar exactamente por qué esto se siente diferente. Todo
es muy nuevo. La única cosa de la que sigo seguro es que quiero más tiempo
para descifrarlo, más que nada.
Su respiración se hizo más pesada, y supe que debía mirarla a los ojos.
—Necesito que te des vuelta me mires.
Cuando finalmente lo hizo, reposicioné mis piernas a su alrededor,
encerrándola.
—Este soy yo, el verdadero. No el piloto, no el mujeriego o ninguna de
las etiquetas que tengo por las decisiones estúpidas. Necesito que sepas que lo
último que quiero es lastimarte. Haré cualquier cosa en mi poder para evitarlo.
Pero debes entender que no puedo cambiar mi jodido pasado.
Sus ojos empezaron a inundarse.
—No eres solo tú. Estoy muy jodida también, Carter.
Limpié una lágrima que cayó en su mejilla con mi pulgar.
98
—Ambos lo estamos. Tal vez eso es lo que es. Tal vez vemos un poco de
nosotros mismo en el otro. Somos dos cosas erróneas que de alguna forma
hacen una correcta. Separados somos miserables, pero juntos… de alguna
forma funcionamos. Sé que esta no es una situación sencilla. Sé que tienes
decisiones que tomar.
—Tengo miedo.
—¿Quieres saber la verdad? También tengo miedo. Cuando me dijiste lo
que te sucedía en Río, en realidad no lo había dejado asentarse. De hecho,
pensé mucho en eso en el vuelo hasta aquí. Es una mierda aterradora. Pero
entiendo tu dilema. Es muchísimo jodido dinero; el legado de tu familia.
Sientes la responsabilidad de defenderlo, y estás intentando hacerlo de una
forma que en verdad ayude a las personas; estos tipos en Alemania. Pero no
estás lista para tomar una decisión, Kendall. No quiero que cometas un error
del que no puedas retractarte. Eso no cambiará en cinco días, tampoco.
Necesitas más tiempo. Necesitas postergar ese vieje a Alemania hasta que estés
segura al menos.
También necesito más tiempo.
Sólo dame más tiempo contigo.
—Si continuamos esta aventura, no puedo acostarme contigo, Carter.
Por mucho que quiera, decidí que no sería una buena idea después de todo.
—Lo entiendo. No voy a mentir y decir que eso me hace feliz o que será
fácil para mí. Pero lo entiendo y lo respeto. Y prometo tampoco presionarte.
Nos miramos a los ojos hasta que me incliné y besé su frente y mantuve
mis labios presionado contra esta. Momentáneamente perdí mis sentidos y mi
compostura cuando hablé contra su piel.
—Todavía no me dejes, Perky.
Retrocedió para mirarme, y cuando de repente sonrió, sentí como si
hubiera liberado mi corazón de un fuerte agarre.
—¿Qué hay para hoy? —preguntó.
Alivio.
—Bueno… —Sonreí—. Una siesta. Luego cuando despertemos,
tendremos una cena temprano con un poco del Shawarma11 de Amari, luego
un poco de hooka.
99 —¿Acabas de llamarme hooker12? —Se rió.
Mi risa retumbó en el baño. Se sentía tan jodidamente bien dejarla salir
después de la tensión de hace unos minutos.
—No. Hookah. También conocido como narguile. Es una pipa de agua
usada para fumar tabaco saborizado. Lo fuman después de la cena. Es una
tradición aquí. No tienes que hacerlo si no quieres. Pero te prometo, es la única
pipa en la que te pediré que pongas tu boca esta noche.
Kendall pellizcó juguetonamente mis mejillas.
—Ahí está. Estaba empezando a creer que ibas a hacer esta cosa de no
sexo fácil para mi cerrando tu sucia boca también.
—Oh, dije que respetaría tu decisión, pero de ninguna forma eso se
extiende a mi sucia boca.
—De hecho, me encanta tu sucia boca.
11 Shawarma: Plato árabe que consiste en láminas de carne consumido por lo general en un pan
pita.
Hooker: Zorra o prostituta en inglés. Es un juego de palabras entre este término y Hooka, ya
12
—SÍ, BUENO, HAY UNA PRIMERA vez para todo. —Carter estaba
hablando a teléfono cuando salí del baño envuelta en una toalla después de mi
ducha. Habíamos pasado todo el día alternando entre sentarnos afuera en el
desierto, comiendo platos árabes tradicionales, y escuchando al amigo de
Carter, Amari contar historias de los cambios de Dubái durante los últimos
veinte años. Entre medio, nos escapamos para acurrucarnos en nuestra
habitación. Ahora el sol se había puesto, y acababa de raspar un centímetro de
arena de mi cuero cabelludo—. Dame quince minutos, y déjame hablar con mi
107 mujer. —Carter colgó y arrojó el teléfono a la cama.
—¿Tu mujer? —Miré sobre mi hombro a la derecha y luego a la
izquierda y bromeé—. ¿Tienes una mujer de tu posesión por aquí?
Incluso aunque estaba de pie al otro lado de la habitación, la forma en
que Carter estaba mirándome hizo que mi cuerpo se calentara. Las toallas no
eran muy largas, y mis pequeños pechos se estaban levantado y asomándose
por encima.
—Me gustaría poseerte. Sigues ahí de pie mucho más tiempo en esa
toalla de mala muerte, y vas a sentir lo mucho que me posees en los próximos
dos segundos.
Escondí mi sonrojo enterrando mi cabeza en mi equipaje buscando por
ropa limpia para cambiarme.
—¿Con quién hablabas al teléfono?
Se acercó y besó mi hombro desnudo.
—Un amigo piloto. Me pidió cubrir un vuelo suyo mañana en la
mañana. Está aquí en Dubái y tiene un rápido cambio de vuelo.
—¿Está enfermo o algo?
Carter pasó su nariz por mi cuello, su cálido aliento produciéndome
escalofríos en la piel, la cual estaba en su mayoría expuesta.
—¿Frío? —La sonrisa en su voz era inconfundible. Él sabía el efecto que
tenía sobre mí.
Lo ignoré.
—¿Vas a tomar el vuelo?
—Eso depende.
—¿De qué?
—Si estás dispuesta para otra aventura.
Me di vuelta, y él no retrocedió.
—¿Quieres que vaya contigo?
—Sólo voy a tomarlo si vienes conmigo. Si quieres quedarte aquí por
otros dos días, también estoy bien con eso.
—¿A dónde vas en dos días?
Los ojos de Carter miraron entre los míos.
108 —A casa. Tengo cinco días de descanso después de esto. Volaré de aquí
de regreso a Estados Unidos y luego tomaré una conexión como pasajero para
llegar a casa en Florida.
Vaya. Nuestro pequeño viaje de verdad se acerca al final. La idea me da
nauseas. Carter debe haber sentido lo que estaba pensando. Alzó mi barbilla
para que nuestros ojos se encontraran.
—No lleguemos a eso todavía. Quédate conmigo. Ya sea aquí o en otra
aventura, todavía tenemos tiempo. No quiero que esto acabe tampoco.
Vivamos el momento, Kendall.
—¿A dónde iremos?
Sonrió, y fue lo único que pude hacer para no dejar caer la toalla en
respuesta.
—Es una sorpresa.
—Dame una pista.
Carter rasco su barbilla un minuto.
—Bien. Si quieres que sigamos con nuestra pequeña aventura, me darás
luz verde, pero puede que te molestes al ser detenida en la luz roja en el
camino.
—¿Qué demonios se supone que eso significa? Dije una pista, no un
acertijo.
Se rió.
—¿Qué dices, Perky? ¿Estás dispuesta a una aventura más conmigo?
—¿Puedo ser arrestada por bailar, maldecir, mostrar piel, o tocarte,
dónde sea que vayamos?
—Definitivamente no. —Besó la cima de mi nariz—. De hecho esas cosas
son fuertemente alentadas en la próxima parada de nuestra gira. —Carter
sonrió y ese maldito hoyuelo se unió. Dios, me encanta esa cosa. ¿Quién lo diría?
Puse los ojos en blanco.
—Bien. Cuenta conmigo. Pero si acabo de nuevo en prisión, voy a hacer
responsable a tu hoyuelo.
14 Peep Show: Espectáculo erótico que suele verse a través de una mirilla.
erección prácticamente punzando mis pantalones. Una cantidad
indeterminada de tiempo pasó mientras continuábamos besándonos en frente
de uno de los moteles.
Un golpe en el vidrio interrumpió el momento. La alta rubia,
escasamente vestida dentro de la ventana que estábamos bloqueando nos hizo
señas de que nos moviéramos del camino. Debimos de haber estado
obstruyendo su vista de la calle.
—Lo siento —dije, envolviendo todo mi cuerpo alrededor de Kendall
desde atrás mientras continuábamos la lenta caminata.
—¿Entonces, alguna de estas mujeres te llama la atención? —preguntó.
—No.
—Mentiroso.
—Hablo en serio. Son atractivas, pero no las quiero. Ahora si fueras tú
en esa de las ventanas de esos burdeles… sería una historia diferente.
Definitivamente entraría, y quedaría en bancarrota. Simplemente seguiría
dándote y dándote más dinero para que me dejaras intentar todo contigo. —
Dejé de caminar y la acerqué a mí, hablando sobre sus labios—. Sólo toma mi
116 jodido dinero.
Se rió en medio del beso y dijo:
—Te daría un muy buen descuento.
Aunque nuestras bromas eran divertidas, estar en este ambiente
sexualmente abierto con Kendall y todo el besuqueo estaba poniéndome
jodidamente cachondo. Ahora tenía una completa erección mientras
regresábamos al hotel. Sintiéndome débil con cada segundo, sabía que si ella
tan sólo me miraba en nuestra habitación, no sería capaz de luchar si algo
sucedía esta vez.
El hotel en que nos quedábamos era un pequeño lugar a la moda que
seguía el tema del Barrio Rojo. Los cuartos tenían incluso una luz roja
opcional, lo cual era genial.
—¿Sabes que me gustaría de verdad? —preguntó Kendall mientras
entrabamos a nuestra habitación.
—Sé mi respuesta a esa pregunta.
Juguetonamente me pegó en el pecho.
—Una copa de vino.
—Podría conseguirnos una o dos botellas si quieres.
—Me siento mal haciéndote volver, pero de verdad, seria genial.
—¿Por qué no te relajas y tomas una ducha mientras salgo?
—Suena bien.
Buscando la tienda de licores más cercana en mi teléfono, salí
rápidamente del hotel para evitar perder mucho tiempo lejos de ella. Después
de todo, esta podría ser técnicamente nuestra última noche juntos. Ya había
decidido pedirle que volviera a casa a Florida conmigo. Aunque si no
aceptaba, nuestra aventura terminaría pronto.
Mierda.
No dejaría al miedo entrar esta noche. Esta noche era para disfrutar cada
momento en Ámsterdam. Punto.
Tratando de bloquear todos los pensamientos depresivos de mi mente,
entré a la tienda y pedí al vendedor por las mejores botellas de vino tinto y
blanco que tuvieran.
De camino de regreso al hotel, mi teléfono sonó con un mensaje de
117 Kendall.
123
VOLAR CON CARTER a mi lado era mucho más divertido que tenerlo
en la cabina de mando donde no podía mirar su apuesto rostro. Los vuelos de
Dubái a Florida eran un código compartido, lo cual quiere decir eran de una
aerolínea hermana y no estábamos sometidos a al harem de azafatas de Carter
para los tortuosos y largos vuelos. Pasamos quince horas volando y
cambiando aviones, aun así dormir con mi cabeza sobre el pecho de Carter y
jugar a tocarnos bajo la delgada manta para el vuelo, de hecho disfrute cada
momento de los vuelo. De hecho, me sentí refrescada cuando salimos del
terminal en Miami.
Nos subimos al autobús del puente aéreo hasta el estacionamiento
130 prolongado, y cuando caminamos al auto de Carter, me di cuenta de lo mucho
que iba a aprender del hombre viéndolo en su ambiente familiar.
—Este es el mío —dijo Carter mientras nos acercábamos a una gran de
camioneta Suburban negra. Abrió el maletero y guardó nuestro equipaje
dentro, luego fue a la puerta del pasajero y abrió, y me ayudó a subir para
entrar.
Me volteé y revisé e interior mientras él iba hasta el asiento del
conductor.
—Esta cosa es enorme. Puedo meter dos de mis autos aquí. Creo que te
imaginé más en un pequeño deportivo de dos asientos que en este bus. Aun
así, te queda bien.
—Solía tener exactamente eso. Un pequeño 1972 Porsche Targa rojo. Me
encantaba esa cosa. Lo cambié con un amigo el año pasado por esta bestia.
Tuvo una cirugía de espalda y tenía problemas para subirse, y yo necesitaba
algo más grande para cargar mi mierda a todas partes.
—¿Cargar la mierda a todas partes?
Carter puso el auto en marcha y salió del estacionamiento.
—Sí. Siempre estoy cargando esta cosa para una temporada u otra.
—¿Qué tan lejos queda tu casa?
—Como a media hora. Es rápido, más que nada por la autopista.
Durante el viaje, revisé mis correos. Había uno que había estado
evitando por unos días; responderle a mi madre. Sabía que estaba al menos
medio ebria cuando lo escribió, sólo por sus frases mal construidas. Mi bien
hablada madre tendía a perder su educación de escuela de internado después
de un trago de vodka. En lugar de explicarle en que estaba metida, tomé la
salida fácil y le respondí diciéndole que todavía estaba viajando con un amigo,
que estaría en contacto en unos días.
Poco después, salimos de la autopista, tomamos un par de giros rápidos,
y estuvimos bajando por un camino que llevaba a una comunidad residencial.
La entrada tenía una gran fuente en medio de una rotonda vehicular y una
bonita sede de un club. A la izquierda y la derecha, habían entradas de
portones que bloqueaban el paso a lo que parecían cientos de condominios de
una comunidad cuidadosamente planificada. Carter fue a la izquierda y se
detuvo para bajar su ventana e ingresar un código. El portón se abrió
lentamente, y entramos.
131
Un aviso decorativo nos dio la bienvenida al otro lado. Bienvenidos a
Silver Shores. Nos alegra de que hayas regresado a casa a salvo. Un anciano usando
un traje gris estaba conduciendo una vespa con una canasta al frente y saludó
y gritó mientras pasábamos.
—Hola, Capi. Bienvenido a casa.
Carter saludó y sonrió.
—Ese es Ben. Fue un recolector de basura en Nueva York durante
cuarenta años. Todavía usa el overol todos los días. Él sería lo más cercano al
portero uniformado que te imaginaste que tenía.
Mientras conducíamos más en la comunidad, miré alrededor. No era
para nada lo que esperaba. Aunque era limpio y bien cuidado, era todo lo
opuesto a un lujoso rascacielos. En cambio, las construcciones eran todas
simples y condominios de dos pisos, muy estándares y normales.
Después de unas cuadras, giramos a la izquierda y paramos en un lugar
de estacionamiento. Carter sonrió y apuntó a uno de los apartamentos en el
primer piso.
—Y ese de ahí, sería mi pent-house.
—BIENVENIDA A MI HUMILDE MORADA. —Carter extendió sus
brazos mientras entrabamos al condominio.
Era de buen tamaño, no muy pequeño, ni muy grande. Dos sofás
acolchados café claro estaban en medio de un espacio abierto. Palmeras se
movían afuera de la puerta de vidrio en la parte de atrás que llevaba a un
pequeño patio.
132 —Esto es como un pequeño paraíso escondido.
—¿No era exactamente lo que esperabas?
—¿Honestamente? No lo es. Estaba imaginándome algo como un
rascacielos en South Beach.
—Sé que mi vida es bastante loca, pero cuando estoy en casa, quiero
paz, básicamente lo opuesto al rápido ritmo de vida que llevo cuando estoy
piloteando.
Mi estómago gruñó.
—Santo Dios… lo siento.
—¿Tienes hambre? Te prepararé el desayuno.
—Tal vez un poco. Sí. Eso estaría genial.
Carter abrió su nevera de acero inoxidable.
—Veamos que tenemos. Parece que hay algunos contenedores de
comida.
—Eso no puede estar bien. Te has ido por mucho tiempo.
—No. esto fue hecho hoy. —Apuntó a una etiqueta—. ¿Ves la fecha?
Alguien había pegado una nota con la fecha de hoy encima del
contenedor. Decía. Cosas calientes para mi cosa caliente. —Muriel.
Sacó otro Pyrex16. Este tenía una etiqueta que decía, Prueba esto, es mejor
que el de Muriel.
Mi corazón se aceleró.
—¿Qué es esto? ¿Tienes mujeres cocinándote?
—Mis vecinas. Tienen mis fechas de regreso en sus calendarios y dejan
comida. Tienen llave para mi apartamento porque alimentan mi gato y
cambian su caja.
—¿Tienes una gato?
—Sí. Su nombre es Matilda. Se esconde cuando huele una persona
nueva. Es por eso que no la has visto.
—Por supuesto que tu gato es una hembra.
—Espero que mi gata esté de pie frente a mí, porque no hay otra gata
que quiera17. —La mirada en su rostro era totalmente seria cuando dijo—. No
133 puedo esperar a comerla, también.
Teniendo que apretar los músculos entre mis piernas, aclaré mi garganta
y cambié de tema.
—¿Quiénes son estás mujeres vecinas?
Sacudiendo su cabeza, dijo:
—No es lo que crees.
—¿Qué es, entonces?
—Son lo suficientemente mayor para ser tus bisabuelas, Kendall.
Aliviada, entrecerré los ojos.
—¿Tienes ancianas que te cocinan?
—Sí. Insisten en pagarme por ayudarlas de vez en cuando.
—De hecho eso es muy dulce.
17Gata: En el original se usa la palabra ―Pussy‖ que puede interpretarse como gata o coño. El
protagonista hace un juego de palabras cada vez que la usa en la frase.
—Gracias al diablo lo hacen, porque no puedo cocinar ni una mierda.
Después de un desayuno muestras de la cacerolas de Muriel e Irene, fui
al baño de Carter a tomar una ducha caliente.
En cuanto abrí la puerta, salté a un lado de Matilda la gata, siseándome.
Con las garras fuera, no me dejó ni atravesar la puerta.
Grité hacia el pasillo.
—¡Carter! Tu gatita parece poseída. ¡Ayuda! No me deja pasar.
—Mierda. ¡Ya voy!
Bajé la mirada a Matilda.
—Tranquila, gatita. No voy a lastimarte.
Carter apareció segundos después.
—No me di cuenta que estaba aquí. Por lo general se esconde debajo de
mi cama. Es muy posesiva. —Levantó a la peluda gata gris del suelo, y esta
maulló.
Matilda era tan sólo otras de las perras locas de Carter con las cuales
competir. Mi corazón pegó un brinco cuando él enterró su rostro en su piel,
134 bañándola de besos. Traté de olvidar la idea pasajera de que Carter podría ser
un buen padre algún día. Por alguna razón me dolió pensarlo. Tal vez era
porque mi instinto todavía me decía que nuestros futuros no iban a
entrelazarse.
—No te tardes mucho en la ducha. Quiero mostrarte los alrededores.
Tenemos un gran día. El primer día de regreso aquí es uno ocupado.
—¿Por qué ocupado?
Sonrió.
—Ya verás.
¿Qué significaba eso?
Después de que salí de la ducha, Carter abrió la puerta del baño, e
instintivamente agarré la toalla para cubrirme.
Él estiró sus manos.
—¿Puedo?
Sin siquiera entender qué estaba aceptando, simplemente asentí.
Carter tomó la toalla de mi agarré mientras sus ojos bajaban por la
longitud de mi mojado y desnudo cuerpo. Él empezó a limpiar suavemente
cada gota de agua en mi piel. Sus manos permanecieron entre mi entrepierna
mientras se tomaba su tiempo frotando la toalla entre mis piernas. Se suponía
que me estaban secando, pero estaba mojándome en cambio mientras mi
clítoris empezaba a palpitar.
La toalla cayó al suelo, pero la mano de Carter persistió, frotando de
atrás adelante hasta que me sentí empezar a llegar al orgasmo.
—Córrete. Está bien. Córrete —susurró—. Quiero ver tu cara.
Mis ojos se pusieron en blanco mientras permitía a mi orgasmo
recorrerme. Fue el más rápido que tuve alguna vez, pero fue seriamente
intenso.
Cuando mis ojos se abrieron finalmente, Carter estaba apuntando a su
entrepierna, llevando mi atención a su dureza.
—Mierda. Esto pudo haber sido un error —gruñó.
Su polla estaba estirándose a través de sus vaqueros. Miré su cabello, el
cual estaba despeinado por jugar con el gato. Se veía tan jodidamente sexy.
135 Tuve una intensa urgencia de simplemente arrodillarme y encargarme de él,
pero antes de que pudiera hacer un movimiento, retrocedió.
—Dios, es simplemente demasiado a veces —dijo, antes de salir
repentinamente del baño, dejándome completamente excitada incluso aunque
acababa de correrme.
Cuando salí completamente vestida, Carter ya no tenía una erección, lo
cual me hizo preguntarme si había ido a su habitación a masturbarse. Esa idea
me excitó aún más.
Después de que hubiera tomado su ducha, salió del baño, luciendo
delicioso con su cabello mojado peinado hacia atrás y vestido con pantalón
militar y una camiseta ajustada.
—¿Lista para el recorrido por el vecindario?
—Seguro. —Sonreí.
El sol de Florida estaba brillando mientras Carter y yo caminábamos
una cuadra hasta que llegamos a una fila de cerca de cincuenta vespas Segway
estacionadas en una cerca. Se inclinó y desencadenó dos.
—¿Qué sucede?
—Estas vespas pertenecen a todos los del vecindario. Nos dan una llave
que les quita el seguro. Es lo que la mayoría usa para moverse alrededor.
Que extraño.
Carter era tan grande que se veía casi ridículo mientras se subía en una y
comenzó a conducir para mostrar cómo funcionaba. Dio vuelta después de un
momento para ayudarme a subir a una hasta que estuve segura de cómo
manejarla.
Incapaz de contener la sonrisa mientras conducíamos, escuché mientras
Carter apuntaba cosas importantes del vecindario cerrado, tales como un lago
que pasaba por un lado, un pequeño centro comunitario y una piscina. El área
era gigante; estaba empezando a tener sentido porque la gente se movilizaba
en vespas.
Mientras continuábamos conduciendo, algo quedó bastante claro. No
habíamos pasado junto a nadie bajo la edad de setenta y cinco. También todos
los que pasaban junto a nosotros tenían cabello azul o nada de cabello.
—Hay bastantes ciudadanos mayores en tu vecindario.
Casi tan pronto como las palabras salieron de mi boca, Carter casi se
136 cayó de la Segway. Se detuvo y comenzó a reírse histéricamente. No era una
risa normal. Era un completo ataque de risa.
Sostuvo su estómago mientras decía.
—Estaba esperando que te dieras cuenta, Perky.
—¿Darme cuenta de qué?
—Eres tan linda. —Se bajó de la vespa y besó mi nariz.
—¿De qué estás hablando?
—No sólo hay muchos ciudadanos mayores aquí, Kendall. Básicamente
todos lo son. Esta es una comunidad para ancianos activos de más de sesenta y
cinco. La mayoría de los residentes están en sus setenta y ochenta.
Espera.
¿Qué?
—¿Qué demonios haces viviendo aquí?
—Esa es la pregunta del millón, ¿verdad? —Me dio una pequeña
palmada en el trasero—. Ven. Vuelve a subirte a la moto. Te contaré una
pequeña historia.
Mientras conducíamos rápidamente, Carter empezó a explicar.
—Muy bien, entonces hace un par de años, mi abuela murió.
—Lo siento.
—Gracias. De todos modos, mi condominio era de hecho suyo. Ella y su
gata Matilda vivieron aquí muchos años. Después de que murió, estuve
sorprendido de encontrar que me dejó el condominio en su testamento.
—¿Por qué a ti y no a tus hermanas?
—Creo que no quería elegir entre ellas. Son muy competitivas. Les dejó
un poco de dinero y me dejó el condominio a mí. Tenía toda la intención de
venderlo. Pero cuando vine para limpiarlo, me di cuenta con cada día que
pasaba aquí que nunca había sentido más paz en mi vida. No importaba como
me veía, qué hacía para vivir… ninguna mujer de mi edad para preocuparme
por habérmela cogido. Era como un escape y un escondite.
—Así que, te quedaste.
—Así es.
—¿Eres la única persona joven aquí?
137 —Hasta donde sé, lo soy. Pero la cosa es… incluso si quisiera irme
ahora, me sentiría un poco culpable.
—¿Por qué?
—Esto sonará extraño…
—¿Extraño? —bromeé con sarcasmo—. ¡No hay nada en esta situación
que sea extraño!
—Muchas de estas personas dependen de mí. En su mayoría, vivo una
vida muy egoísta cuando estoy volando. Pero cuando estoy aquí, dejo mi ego
en el suelo. ¿Ya sabes? ayudando a estas personas, ya sea llevándolos a hacer
diligencias o levantando algo… eso me hace sentir bien.
Entonces, caí en cuenta.
—Oh Dios mío. La Suburban. Es por eso que tienes un auto tan grande,
¿verdad?
—Sí. —Me reí.
—Eres como esa furgoneta que llega al supermercado transportando a
los ancianos alrededor.
—Básicamente, un par de veces al mes, así es.
—Vaya. Supongo que hay un montón de cosas que no me di cuenta
sobre ti, Carter.
—Hay mucho más que espero mostrarte hoy, cariño. Confía en mí.
—Ni siquiera intentes de actuar sexy por eso —dije mientras
continuábamos conduciendo.
—Esta seria definitivamente la primera vez que he intentado seducir a
alguien en una Segway.
—¿A dónde vamos de todos modos?
—Ya casi estamos ahí.
—¿Dónde?
—La casa de mi padre.
—¿Tu padre? ¿Pensé que tus padres estaban en Michigan?
—Lo están.
—Estoy confundida.
138 —Lo entenderás pronto. Recuerdas lo que me dijiste en Ámsterdam…
¿tan sólo seguir la corriente?
—Sí.
—Eso es lo que estoy por pedirte hacer.
146 —Estos son Seth, Rachel y Emma. Los hijos de mi hijo. Se casó con una
perra, pero me dio tres nietos, así que la tolero.
—Son hermosos.
—Gracias. ¿Carter y tú quieren tener hijos algún día?
Mi corazón se hundió ante la mención de un bebé y yo.
—No lo sé. No nos hemos conocido tanto tiempo.
Bertha se inclinó cerca e intervino.
—Tendría sus bebés si pudiera. Sacaría a todos esos mini pilotos con
barbillas con hoyuelos.
Muriel me susurró.
—Ignórala. Se toma unos tragos antes de venir al bingo. No nos
quejamos porque así no marca bien sus tarjetas, lo cual significa que tenemos
más oportunidades de ganar.
Bertha gritó.
—¡Puedo oírte, sabes?
Muriel se encogió de hombros y la ignoró. Bertha tenía una línea recta
de siete 7-Up en la parte superior de la mesa y me ofreció una.
—¿Quieres una 7 y 7, Barbie? Las botellas de agua traen Seagram 22 para
que las mezcles. Tengo que disfrazarlos porque algunos de los miembros
estirados de la junta decidieron que la noche de bingo debe ser libre de
alcohol.
Muriel se burló.
—Cuéntale por qué pusieron esa regla, Bertha.
Bertha bebió de su vaso rojo.
—Mis pantalones estaban muy apretados. Los abrí mientras estaba aquí
sentada y se me olvidó cerrarlos antes de levantarme. Estas personas actúan
como si nunca hubieran visto un pequeño trasero en su vida.
Muriel añadió.
—Primero, no ha sido un pequeño trasero desde 1953. Y segundo, está
olvidando la parte donde intentó caminar con los pantalones alrededor de sus
tobillos, se tropezó y cayó, y empujó al señor Barthman en su caída. Él se
rompió un diente al caer.
147
—Era una dentadura, no un diente de verdad.
Muriel y Bertha procedieron a discutir sobre mí, ambas inclinándose
para gritar en un oído diferente. Cuando alcé la mirada, Carter estaba
mirándome desde el frente del salón y carcajeándose. Levantó un dedo y luego
conectó su micrófono y lo golpeteó antes de hablar.
—¿Cómo están todas mis nenas del bingo está noche?
Las mujeres alrededor del salón gritaron y vitorearon.
—¿Todos listos? Vamos a arrancar la noche con un favorito que me
gustaría dedicar a la invitada que está conmigo esta noche. El primer juego
será la línea horizontal. Sólo marquen cinco espacios a lo largo de su tarjeta
para ganar. —Me miró directamente mientras continuaba y guiñó un ojo—.
Cualquier forma en que logren hacer una horizontal se ganaran un premio de
mi parte.
23 Grandma: Abuela.
—¿Alguna vez canta canciones de los Beatles cuando está ahí arriba?
—Solía hacerlo. Hasta que lo llevamos al concierto de Kenny Rogers por
su cumpleaños.
—¿Lo llevaron a ver a Kenny Rogers?
—Sí. La mayoría de nosotros no había celebrado nuestro cumpleaños
hasta que Carter se mudó. Pero ahora, los esperamos con ansias. En su
cumpleaños, hacemos un fondo y le presentamos a alguien de nuestra
generación. En nuestro cumpleaños, nos sorprende con algo de la suya.
Estaba atónita por lo conectado que Carter estaba con estas personas.
—¿Qué te dio por tu cumpleaños? —pregunté a Muriel.
Sus ojos brillaban, y se dio vuelta, levantando su pie para mostrarme sus
zapatos.
—Zapatillas Reebok, con cámara de aire. Mi espalda me estaba matando
cuando iba a mi caminata diaria. Te pones esas locas zapatillas que me trajo…
y no más dolor de espalda.
—Ni siquiera sabía que todavía las hacían.
149 Para el final de la noche, me di cuenta de que me había divertido. Muriel
me había dado la receta para la comida favorita de Carter, y Bertha, quien
estaba medio ebria, me contó docenas de chistes sucios centrados en pilotos.
Ahí estaba yo, sentada en un salón de bingo lleno de personas de la misma
edad de mis abuelos, y no había ningún otro lugar donde quisiera estar. Fue
en ese momento, mientras miraba a Carter limpiar y hablar con algunos de los
otros residentes, que me di cuenta que ya me había enamorado. Muriel me
notó en la profunda contemplación.
—¿Confundida por el hombre?
Suspiré.
—¿Cómo sabes?
—Conozco esa mirada. Estuve ahí con mi Connor. Lo conocí a los
dieciocho, y me dio un susto de muerte. El hombre literalmente podía quitarte
los pantalones hablando. Tenía ese algo en él, como Carter. Traté de
mantenerme lejos. No ayudó que fuera un precioso oficial de policía que era
un poco tosco tampoco.
Sonreí.
—Dijiste mi Connor. ¿Supongo que al final dejaste de huirle?
Su rostro cayó.
—Así fue. Pero, desafortunadamente para mí, no fue hasta que casi tuve
treinta y cinco.
—¿Qué pasó?
—Tenía dieciocho, y él veinticinco. Era una chica judía del este, y él era
un chico irlandés cuyos padres era inmigrantes. Mi corazón decía que sí, pero
mi cerebro decía que no. como mi padre. Cometí el error de escuchar a mi
cerebro sobre mi corazón. Al final, me fui en una dirección. Y él en otra. Perdí
casi veinte años con el amor de mi vida antes de volvernos a encontrar.
—Vaya. ¿Él es… él… vive aquí contigo?
—Murió en el ochenta y dos. En un retén al azar que salió mal cuando
hizo estacionar a un hombre que tenía el maletero lleno de armas. Le disparó a
quemarropa y me dejó viuda a los treinta y siete. Me di cuenta de que estaba
embarazada de mi hijo unos días después de su funeral.
Llevé una mano a mi pecho.
153
ERA UNA TÍPICA NOCHE EN FLORIDA, ventosa con un toque de
llovizna en el aire. Pero no había nada típico en la luna de esta noche; era
espectacular, mágica incluso. Tampoco había nada típico en la forma que me
estaba sintiendo, como si mi corazón estuviera a punto de salir de mi pecho;
como si estuviera entrando en un territorio que nunca había aventurado antes
con Kendall. Como si algo grande estuviera a punto de suceder.
154 La chica por la que estaba loco me había mirado con lágrimas en los ojos
y me dijo que también estaba loca por mí. No quería que este sentimiento
terminara jamás ni que esta noche terminara. Estaba en las estrellas. A la
mierda eso… estaba en el infinito y más allá.
Todo el tiempo en Bingo, no había sido capaz de apartar la mirada de mi
chica, no podía esperar encontrarme con ella a solas.
Mientras Kendall y yo continuábamos caminando de la mano hacia mi
apartamento, me fui intencionadamente detrás de ella, incapaz de resistirme a
mirar cómo el fino material de seda de su vestido se aferraba a su hermoso
culo. Me sentía el hombre más afortunado del mundo de llevarla a casa.
Ajustando mis pantalones para combatir mi dolorosa erección, eché un
vistazo al lago a lo lejos. Ya que era hora de dormir en este lugar, sabía que lo
tendríamos todo para nosotros. Mis vecinos apenas se aventuraban hacia el
lago incluso durante el día.
Necesitando prolongar esta noche, le pregunté:
—¿Quieres adentrarte al lago? ¿Ir a nadar?
Adentrar.
Ahí estaba mi mente sucia de nuevo. Simplemente no podía ignorarla
esta noche.
—No tengo traje de baño. Este vestido es sólo para lavar en seco. No
puedo mojarlo.
Mojado.
Mierda.
Levanté la ceja.
—En realidad, estaba pensando en nadar sin ropa.
—Oh… esa clase de chapuzón. —Se mordió el labio inferior y sonrió—.
Claro, capitán. Estoy preparada para cualquier cosa esta noche.
Cualquier cosa.
Kendall chilló cuando de repente la levanté y corrí hacia el lago mientras
envolvió sus manos alrededor de mi cuello. Incapaz de recordar la última vez
que había estado tan caliente, me sentía como un adolescente. Tampoco podía
recordar la última vez que me había sentido tan feliz. Tal vez, fue algún tiempo
antes de que Lucy muriera. Todo lo que sabía era que no había duda de lo feliz
155 que Kendall me estaba haciendo sentir esta noche.
Cuando la puse de nuevo sobre sus pies, me miró. Aún llevaba mi
uniforme de piloto mientras me acercaba a ella. Observó cada movimiento de
mis manos mientras lentamente desabroché mi camisa y arrojé al césped.
Estábamos lo suficientemente lejos de la casa más cercana, sabía que nadie nos
atraparía desnudos a esta hora. No me contendría.
Después de quitarme el cinturón de los pantalones, bajé la cremallera y
me los quité, luego puse mis manos en mis caderas mientras la observaba
comerme con los ojos.
Sus párpados estaban pesados, llenos de lujuria mientras miraba mi
pene hinchado, que estaba prácticamente estallando fuera de mis calzoncillos.
Me encantaba la jodida forma en que me miraba. Sólo hizo que me pusiera
más duro. Ni siquiera tratando de esconder mi excitación, quería que viera lo
que ella me estaba haciendo.
—¿Supongo que puedes nadar, Perky?
Finalmente levantó la vista y encontró mi mirada.
—Sí. Tengo estilo de espalda promedio.
Mierda.
Mi pene se estremeció.
Caminando lentamente hacia ella, le dije:
—Yo mismo puedo embestir24 bastante bien.
Se aclaró la garganta.
—¿O acariciarte a ti mismo bastante bien?
Envolví mis brazos alrededor de su cintura.
—Si… eso.
—Apuesto que puedes. ¿Qué hay de entre los pechos? —murmuró,
claramente afectada por mi tacto.
Besando su cuello y pechos, le dije:
—¿Qué tiene?
—¿Te gustaría acariciarte entre mis pechos, Carter?
Jodido infierno.
Mi polla estaba palpitante ahora.
156
—He estado soñando con correrme por todas esas tetas hermosas y
firmes desde el salón del aeropuerto. Me estás matando, chica traviesa. Me
estoy ahogando, y ni siquiera nos hemos acercado al agua.
—No te preocupes. Si te ahogas, sé dar respiración boca a boca. —Sonrió
contra mis labios.
Jalando el tirante de su vestido, le pregunté:
—¿Puedo quitarte esto?
Asintió en silencio. Levanté su vestido por encima de su cabeza y luego
desabroché su sujetador desde el frente, dejándolo caer. No pude resistirme a
tomar su pezón en mi boca y muy suavemente jalándolo con mis dientes. Dejé
escapar un gruñido involuntario, empezando a perder el control.
Cuando agarré su tanga y lentamente la deslicé por sus piernas, me di
cuenta de lo húmeda que estaba. Eso demostró que nuestra charla sucia le
había afectado tanto como a mí.
24Embestir: Juego de palabras; se refiere a ―stroke‖ que significa tanto brazada de espalda y
embestir o acariciar.
Había una ligera brisa fresca, y cuando ella tembló, una enorme
necesidad de calentarla me impulsó a acercar más su cuerpo desnudo hacia
mí. Las cosas se salieron de control rápidamente.
Cuando dos personas están conectadas de la manera en que Kendall y
yo, las palabras no siempre son necesarias. Tenía las uñas clavadas en mi
espalda. Su corazón palpitaba contra el mío. Con cada fibra de su ser, me
estaba diciendo que estaba lista para rendirse a la enorme necesidad que había
existido entre nosotros desde ese primer encuentro en el aeropuerto. No
quedaba ni una gota de resistencia entre nosotros.
Justo allí, bajo la luna magnífica, supe en mi instinto que ni siquiera
íbamos a llegar al agua. Iba a tomarla aquí mismo, en lo que técnicamente era
propiedad privada frente al lago.
Sosteniendo su rostro en mis manos, la besé con todo lo que tenía
mientras ella pasaba sus dedos por mi cabello. Caímos sobre el pasto cubierto
de rocío mientras me abalanzaba sobre ella con todo mi peso, cubriendo su
cuerpo con el mío.
A través de la tela de mis calzoncillos, desesperadamente froté mi pene
contra su clítoris, una y otra vez, mientras ella se retorcía debajo de mí. Estaba
157 humedeciendo mi ropa interior con su calor, y la necesidad de sentir ese coño
mojado alrededor de mi pene era insoportable. Estábamos frotándonos como
dos adolescentes locos por el sexo. Levantó sus caderas. Sin usar palabras, me
estaba pidiendo más.
Rompí nuestros besos el tiempo suficiente para decir:
—No puedo contenerme más, Kendall. Sigue así, voy a venirme encima
de ti cuando prefiero entrar dentro de ti.
—Entonces, córrete dentro de mí.
—En serio, dime que me detenga. De lo contrario, estoy a punto de
follarte en el jardín de algún anciano.
Respondió acercándome con más fuerza a ella y envolviendo sus
piernas alrededor de mi espalda mientras intentaba bajar mis calzoncillos.
Frenéticamente, busqué con mi mano mi pantalón. Había colocado un
condón en el bolsillo trasero, que había llevado durante algún tiempo. Nunca
sabía en qué momento perdería el control con ella; necesitaba estar preparado
y agradecí como el infierno haber recordado traerlo esta noche. Ese condón
nos había seguido desde Rio.
Torpemente rompiendo la envoltura, nunca había abierto uno tan
rápido en mi vida. Envolviéndolo sobre mi polla, sólo el pensamiento de lo
que estaba a punto de sentir por primera vez fue suficiente para hacerme
explotar antes de incluso haber comenzado.
Entrar en ella fue euforia. Su apretado coño se extendía para mí con
cada centímetro más profundo que me movía dentro de ella. Incapaz de
resistir, la follé con fuerza a un ritmo desesperado. Fue el sexo más espontáneo
y duro que jamás había experimentado. Estaba desesperado, en parte porque,
incluso mientras yacía desnudo sobre la hierba, las bolas profundamente
dentro de ella, todavía no tenía idea si iba a perderla en cuestión de días.
Eso me aterrorizó.
El pensamiento me hizo follarla más furo y posesivamente.
—Abre las piernas más.
Voluntariamente lo hizo mientras agarró mi culo para ayudar a
controlar mis movimientos. Éramos como dos animales en celo, apareándose
en el silencio de la noche. Pensé en todos los pequeños aviones que volaban
por aquí. Si estuviéramos bajo la luz del día, qué vista habrían tenido desde
arriba: mi culo desnudo embistiendo a Kendall en medio de lo que era
158
básicamente el jardín trasero de alguien.
Necesitaba tanto correrme, pero sólo tenía un condón y necesitaba hacer
que esto durara, porque el camino a casa era malditamente demasiado largo.
Estaba tranquilo excepto por los sonidos de nuestra respiración, nuestros
cuerpos uniéndose, mis bolas golpeando contra su trasero y la humedad
mientras me movía dentro y fuera de ella. Era una sobrecarga sensorial sexual,
y me estaba ahogando; ahogándome en ella.
Kendall era más pequeña de lo que estaba acostumbrado en una mujer,
tanto así que me preocupaba que podría haber estado lastimándola. Era un
desafío follarla de la forma que quería con todo mi peso encima de ella. Me
sorprendió cuando de repente se apartó y se volteó, dejando su jodido
hermoso culo en el aire. Quería que la tomara por detrás. Era como si hubiera
leído mi mente.
Jalando su cabello rubio, sentí la sensación de volver a entrar en ella. La
vista de su culo apretado mientras golpeaba en ella era demasiado para
resistir. En cuestión de segundos, inesperadamente empecé a disparar a mi
enorme carga.
—Mierda, Kendall. Voy a correrme. Dios… esto es tan… —Mis palabras
se desvanecieron cuando perdí la habilidad de hablar.
—Yo también —dijo mientras movía su culo hacia mí una y otra vez,
apretando mi pene con todo lo que tenía.
Se sintió como un orgasmo interminable, un final apropiado para los
días y días de juego previo eternos físicos y mentales. Mi cuerpo tembló hasta
que toda gota se vació en el condón.
Inmediatamente quise más.
Después de retirarme con cuidado, la volteé para que me mirara. Nos
quedamos besándonos en la hierba mientras frotaba su coño mojado contra
mis abdominales. Me estaba volviendo loco.
—Estoy duro como una roca de nuevo, nena. Tengo que apartarme de ti,
de lo contrario terminaré dentro de ti otra vez, y no tengo nada más en mis
bolsillo. Tenemos que volver a mi casa, ahora.
—Está bien. —Me besó más fuerte, causando que me derrumbara de
nuevo sobre ella.
—¿Recuerdas esa fantástica cena a la que deberíamos ir mañana por la
159 noche?
—Sí. —Ella sonrió.
—Creo que tenemos que pedirla para llevar, porque no creo que pueda
mantener mis manos lejos de ti el tiempo suficiente en público. ¿Está bien?
—Suena como un plan.
Forzándome a salir de ella, le dije:
—Vámonos de aquí.
—Sólo necesito lavarme muy rápido en el lago.
Ella se adelantó, y corrí para alcanzarla. Terminamos tocándonos en el
agua durante varios minutos. La levanté, bajamos en el agua, la hice girar y
nos besamos una y otra vez. Había estado en muchos lugares como piloto,
viajaba por todo el mundo, pero nada había sido más espectacular que esta
noche con Kendall junto al lago.
Algunas luces intermitentes en la distancia nos delataban. Nos
agachamos en el agua y nos abrazamos mientras nos besábamos
tranquilamente hasta que pasó. No podía decir si había sido un auto o alguien
caminando con una linterna. Tan afortunado sería si nos metiéramos en algún
tipo de problema que estropearía lo que fue, literalmente, la mejor noche de mi
vida. No podía dejar que eso sucediera.
—¿Estás lista, hermosa?
—Sí. Llévame a casa, capitán.
Cuando regresamos a nuestro lugar, Kendall se puso el vestido,
mientras buscaba alrededor mi pantalón.
—¿Dónde diablos está mi pantalón?
Exprimió el agua de su cabello.
—¿No puedes encontrarlos?
—No. No están. Mi ropa interior tampoco.
—¿Es broma? ¿Tiene algo que ver con esas luces que vimos?
—Alguien aparentemente decidió que sería irritable tomar sólo mi ropa.
Kendall se cubrió la boca.
—Oh Dios mío. No quiero reír, pero esto es una locura. ¿Quieres que
160 regrese a tu casa y te traiga unos pantalones?
—Eso sería genial, ¡excepto por el hecho de que la llave de mi casa
estaba en mis pantalones!
—Mierda. —Ella me arrojó sus bragas—. Aquí.
—¿Qué estás haciendo?
—Póntelas.
—Esa pequeña cosa no va a cubrir la mitad de mi paquete.
—Es mejor que nada.
Me froté las sienes, traté de pensar. Mi casa estaba a casi un kilómetro de
aquí.
—Vamos a la casa de Gordon. Comparado con mi casa, está muy cerca
de aquí, a la vuelta de la esquina. Probablemente está durmiendo, pero guarda
una llave en la maceta de la planta que está fuera de su puerta. Voy a ir allí y
conseguir unos pantalones.
Kendall y yo no podíamos evitar reír mientras corríamos. Con una de
mis manos tomando la suya y la otra cubriendo mi culo; finalmente llegamos a
la puerta de Gordon. Ella me esperó fuera.
Gordon estaba roncando mientras entraba en su dormitorio. Su puerta
del armario crujió cuando la abrí, haciéndole sobresaltar.
—Papá —susurré—. Soy yo. Está bien.
—¿Brucey?
—Sí.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Necesito unos pantalones.
—¿En qué problemas te metiste?
—Estaba nadando con una chica, y alguien los robó.
—¿Michelle Pfeiffer?
—Sí. —Sonreí en la oscuridad.
—Bien, chico. —Luego simplemente se dio la vuelta y empezó a roncar
161 de nuevo.
Asegurando el pantalón suelto de Gordon con un cinturón, volví al
exterior para reunirme con Kendall. No podíamos dejar de reír mientras
regresábamos a mi casa. El pantalón me quedaba suelto pero ridículamente
cortos.
Después de romper una ventana, llevé a Kendall a mi habitación y sin
siquiera bajarla, busqué en el cajón un condón.
—Por favor, dime que te vas a quitar esos pantalones.
Me reí contra su boca y asentí mientras lo desabrochaba, dejando caer el
pantalón gigante de Gordon al suelo. Abrí el paquete del condón con los
dientes y, de alguna manera, logré ponérmelo sin soltar a Kendall. Jadeé al
hundirme en ella. Ya estaba completamente mojada.
—Mierda. No puedo dejarte ir ahora, Perky. Lo sabes, ¿no? Esto se
siente demasiado bien. Demasiado jodidamente bien, —Ya era adicto, y no
había manera de que pudiera tolerar no tener esto en mi vida nunca más, no
tenerla en mi vida.
—Carter… —gimió.
Embestí en ella.
—Kendall.
De nuevo.
—Kendall.
De nuevo.
—Mierda, Kendall. ¿Cómo voy a volar aviones ahora, cuando todo lo
que quiero hacer es esto por el resto de mi vida?
De repente comenzó a estremecerse alrededor de mi polla, y de
inmediato respondí. Su espalda se estrelló contra la puerta mientras bombeaba
dentro y fuera de ella, todavía necesitaba más cuando no había nada más que
dar.
Gotas de sudor caían sobre nosotros. Hablando contra su cuerpo flojo, le
dije:
—Siento que he perdido mi maldita cabeza por ti. Nunca he sentido esto
por nadie. No sé lo que traerá el mañana. ¡Ni siquiera sé dónde está mi
maldito pantalón! Lo único que sé es que no puedo dejarte ir, nena. —La
162 abracé—. No puedo dejarte ir.
Mi corazón latía más rápido que nunca después de tener sexo. Sabía que
era porque por primera vez en mi vida, no fue sólo sexo; era mucho más.
EL OLOR DEL TOCINO flotó en el aire. Envolviendo la sábana
alrededor de mi cuerpo desnudo, seguí mi nariz hacia la cocina. Me detuve en
la puerta para tomar la escena ante mí. Carter estaba completamente desnudo,
su culo tenso balanceándose de un lado a otro mientras se paraba frente a la
estufa friendo tocino mientras cantaba a todo pulmón los Beatles I Got a
Woman junto con la radio. En serio, era una vista asombrosa. El epitome del
magnetismo de Carter Clynes estaba en plena exhibición — magnífico,
163 confiado, juguetón, cariñoso, un poco loco, y por completo mágico.
Cuando me atrapó apoyada contra la puerta, sentí su sonrisa dentro de
mi pecho. Mi corazón se hinchó viéndolo caminar hacia mí, tomar una mano
en la suya, y envolver la otra alrededor de mi espalda. Carter me acercó y
condujo con una mano fuerte mientras lento bailábamos juntos.
Cantó las palabras de la canción con su boca en mi oído.
I got a woman.
I got a woman.
Fue uno de esos hermosos momentos en la vida que se sintió como un
sueño. Quería que durara para siempre. Quería que nosotros duráramos para
siempre.
La canción terminó, y Carter presionó sus labios en mi frente. —Buenos
días, hermosa.
Dios, no podría haber una mejor manera de empezar un día, ¿no? —
¿Cuánto tiempo llevas levantado? —pregunté.
—No mucho. Quizá media hora.
El humo salía de la sartén a su espalda. —Umm... creo que estás
quemando el tocino.
—Mierda. —Se apresuró a la estufa y giró el dial para bajar la llama. El
tocino chisporroteando hizo un fuerte crujido, seguido por un chasquido, justo
antes de una explosión de aceite caliente salpicara golpeando a Carter en los
abdominales—. Ouch. ¡Mierda! Maldición.
Sonreí. —Es posible que desees pensar en ponerte unos pantalones antes
de quemar las partes buenas.
Agitando la espátula hacia mí, dijo: —Las partes buenas, ¿eh? ¿Quieres
decir mis manos?
—Bueno... esas son bastante buenas. Pero no era lo que me preocupaba
que te hirieras.
Señaló sus labios y sonrió. —¿Mi boca? Eso debe ser lo que te preocupa.
—Eso definitivamente es bueno, también. Especialmente esa pequeña
cosa que haces con tu lengua donde la agitas y luego revolotea.
Sus pupilas se dilataron y su voz era baja y grave. —Te gusta eso, ¿eh?
25 Baile de cuadrilla individual: Cuadrilla es un tipo de danza de salón con cuatro parejas (ocho
bailarines) dispuestos en un cuadrado.
Los dos miramos, completamente boquiabiertos, cuando George salió
del auto de Carter y llevó a su cita al baile de cuadrilla... vestido con un
uniforme de piloto completo. El uniforme de piloto de Carter.
171
DESEABA UNA TORMENTA mientras veía las noticias en la pequeña
televisión de la cocina. Un huracán, una tormenta tropical, un tornado, un
ciclón, lo que sea que cancelara mi vuelo esta noche. Desde el día en que me
pusieron mis alas, nunca quise estar conectado a tierra. Ni una sola vez. Sin
embargo, esta mañana, odié ser un maldito piloto. La idea de dejarla para el
comienzo de un viaje de siete días me hacía sentir físicamente enfermo.
Sabiendo lo que se avecinaba, un dolor en mi pecho había estado
construyéndose desde ayer.
172 Estaba bastante seguro de que Kendall se sentía de la misma manera.
Habíamos decidido quedarnos hoy, en lugar de salir de nuevo. Durante cinco
días, habíamos obviado el problema sin ninguna conversación directa sobre lo
que iba a hacer. Necesitábamos tener la charla. Sin embargo, estaba asustado de
lo que el juego final podría ser.
Dentro de mi corazón, sabía que estaba enamorado de ella. Creo que mi
mente incluso había comenzado a aceptarlo. Lo que temía no tenía nada que
ver con lo que me pasaría a mí si lo admitiera. Mi miedo era lo que mi amor
podía hacerle a ella. ¿Y si le dijera que la amaba, pero entonces me daba cuenta
de que era algo aparte de amor con el tiempo? ¿O me desenamoraba?
Lucy.
No podía joder la vida de Kendall a menos que estuviera seguro. Más
que seguro. Había hecho suficiente daño lanzando falsas promesas alrededor.
¿Y si le dijera, e influyera en su decisión?
¿Dinero o amor? Suena fácil, ¿no?
No lo es.
Aunque la solución que había estado en mi mente las últimas
veinticuatro horas me pareció tan simple. ¿Por qué no podía tener ambas
cosas? Podría darle todo, ¿no? Mi amor. Un hijo. Su legítima herencia.
Un hijo.
Nuestro hijo.
Kendall estaba en la ducha. Escuché que el agua se cerraba y miré el
reloj. Doce horas. Necesitaba decidirme. Necesitábamos hablar.
Tic-tac.
Tic-tac.
Tic-tac.
Doce horas era básicamente todo el día antes de que tuviera que estar en
el aeropuerto esta noche para mi vuelo a Venezuela. No me importaba lo que
hiciéramos hoy, siempre y cuando estuviéramos juntos por cada segundo de
ello.
Cuando Kendall salió del baño, no pude evitar mirarla con una sonrisa
en mi rostro.
173 Entrecerró los ojos: —¿Qué?
—¿No puedo simplemente mirarte?
Se acercó y me sentó a horcajadas sobre mí. —No puedo creer que
tengas que irte esta noche.
De repente, se sentía como que la carga de preguntas sin respuesta que
había estado albergando comenzaba a ahogarme.
Mi tono fue brusco. —¿Cuáles son tus planes, Kendall? Necesito saber.
Ella apoyó su cabeza en mi hombro y dijo:
—Voy a casa a Texas. Necesito un tiempo para realmente pensar. Le
debo a Hans y a Stephen una respuesta definitiva.
Me aparté para mirarla a los ojos. —¿Esos son sus nombres? ¿Los tipos
en Alemania?
—Sí. No puedo dejarlos esperando mucho más tiempo.
Asintiendo para mí mismo un poco, le dije:
—Creo que es una buena idea entonces. Tómate tu tiempo para meditar
las cosas. Por mucho que me encante estar cerca de ti, ninguno de nosotros
puede pensar con claridad cerca del otro.
—Necesito entrar en línea y conseguir un boleto. Voy a intentar
conseguir algo que sale de Miami para que podamos partir del mismo
aeropuerto al mismo tiempo.
Golpeando su culo juguetonamente, dije:
—Por qué no lo haces, acabar de una vez. Pensaba que nos quedaríamos
en casa, pero después de que hayas terminado, tal vez deberíamos ir a la
playa, tomar sol y aire fresco, relajarnos allí por el resto del día hasta que
tengamos que prepararnos.
Media hora después, Kendall y yo nos dirigimos a Deerfield Beach.
Aunque el agua estaba tranquila y perfecta, ambos optamos por simplemente
acostarnos en la arena, tomando el sonido del océano y el cristalino cielo azul.
Tan relajante como la playa debería haber sido, ambos todavía
estábamos tensos. En un momento, estábamos tumbados sobre nuestros
estómagos, y ella no soltaba mi mano. Nuestros rostros se volvieron el uno
hacia el otro. Cuando finalmente se volvió, seguí su ejemplo y solté su mano
174
para colocar la mía en su estómago tenso. Froté mi pulgar a lo largo de su
ombligo perfecto, y una oleada de celos y posesividad me alcanzó. La
respuesta se hacía cada vez más clara para mí.
Quería que ella me perteneciera a mí y sólo a mí.
No quería que ella llevara al bebé de otro hombre. De ninguna jodida
manera.
Quería que llevara a mi bebé.
No sólo por alguna mierda loca de herencia, sino porque quería un bebé
con ella—un futuro con ella.
Aunque tener un bebé en este momento no era lo ideal, no había duda de
que lo quería. Por lo tanto, dada la situación de urgencia, ¿por qué esperar?
Lucy.
Eso era todo en lo que podía pensar. Era el miedo de lastimar a Kendall,
como había lastimado a Lucy. Persistía como una nube negra sobre mí —ese
miedo de decepcionar a Kendall. Siempre estaba presente, pero maldita sea,
no era lo suficientemente fuerte para eclipsar mi necesidad por ella— mi amor
por ella.
Esta situación era todo o nada.
Ahora o nunca.
Quería tiempo con ella para mí, pero también tenía que respetar su fecha
límite. Perdería todo si no actuábamos rápido. No importa lo que pasara, era
ganar-ganar en lo que a mí respecta. Haría lo suficiente para sostenernos a los
dos, incluso si el dinero llegase a caer en caso de que tuviéramos una niña. El
pensamiento de una pequeña versión rubia de Kendall que me llamaba papi
me hizo sonreír. Quería hacer esto. Quería ser el padre de su bebé.
Nuestro bebé.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza. —Te amo, Kendall. —Las
palabras salieron con facilidad. Era la primera vez que los decía a alguien más
que a Lucy y a mi familia inmediata.
Se volvió hacia mí, mirándome sorprendida mientras levantaba su mano
hacia su frente para proteger sus ojos de la brillante luz del sol.
Continué:
175
—Antes de que digas algo, tengo mucho más que decir.
—De acuerdo —susurró.
—Esto es una locura, ¿verdad? ¿Enamorarse tan rápido? Pero estoy
convencido de que es así como sucede cuando es la cosa real. Sólo sabes
cuando se siente correcto. Kendall, me haces tan increíblemente feliz. Y
aunque idealmente, te quisiera toda para mí por un rato, entiendo que amar a
alguien también significa tomar en cuenta sus necesidades.
—¿Qué estás diciendo?
—Estoy diciendo que no quiero compartirte con nadie. Eso también vale
para tu cuerpo. No quiero que lleves el hijo de otro hombre. Quiero ser el
único. Quiero embarazarte. Pero más que eso, quiero ser un padre para ese
bebé, amarlo, porque sería una parte de ti y de mí. Lo quiero todo contigo. No
me importa si nos hemos conocido diez minutos o diez años. Cuando sabes,
sabes. —Ahuecando su rostro en mi mano, dije—: Yo sé dónde están mi
cabeza y mi corazón. Están en la misma página, pero supongo que tienes que
averiguar si quieres las mismas cosas que yo.
Se inclinó y plantó un suave beso en mis labios. —Yo también te amo,
Carter. Realmente lo hago. No tengo dudas al respecto, pero realmente no
esperaba que me ofrecieras lo que acabas de hacer. Tener un bebé es una cosa,
pero criarlo es otra. Supongo que me has dado otra cosa por la que pensar
largo y tendido.
Un gran alivio recorrió mis venas, alivio de que no me dijera que estaba
loco, alivio de que ella parecía estar considerando mi oferta.
—¿No crees que estoy loco por querer preñarte?
—¿No es toda esta situación loca para empezar... en un buen sentido?
De todos modos, si no te conociera tan bien, tal vez parecería un poco loco.
Pero eres mi adorable y loco capitán, y nada sobre toda nuestra experiencia
juntos ha sido convencional. Ni una sola cosa.
—Créeme, tengo miedo. Nunca quiero decepcionarte como decepcioné a
Lucy. Pero creo que por primera vez en mi vida, algo me ha importado lo
suficiente como para arriesgarme. Estoy más aterrorizado de perderte de lo
que podría estar de intentar y fallar. Y puedo asegurarte que si tuviéramos un
hijo juntos y de alguna manera terminásemos separados, nunca le daría la
espalda a mi hijo. No hay nada más importante que un niño o sus mejores
176 intereses. Ese bebé—nuestro bebé—será mi prioridad. Si eso significa
encontrar otra carrera porque no puedes manejarme estando lejos, entonces
que así sea.
—No te pediría que hicieras eso, Carter.
—Bueno, supongo que sólo quiero dejar las cosas en claro, que lo tomo
muy en serio.
—Entendido. —Levantó la vista hacia el cielo—. ¿Te importaría si
salimos de la playa? Realmente me gustaría pasar el último par de horas en tu
casa.
Me levanté de nuestra manta y le ofrecí mi mano para ayudarla a
levantarse. —Vamos a salir de aquí.
Pasamos el resto de la tarde haciendo el amor en mi cama con una
intensidad lenta que no había existido antes de nuestra charla. Con mi oferta y
admisión de amor, nuestra relación acababa de moverse a otro nivel, y tenía
que confiar en que estar lejos de mí no cambiaría nada entre nosotros.
Por mucho que estuviera listo para zambullirme de cabeza en todo con
ella, todavía había una pequeña parte de mí que temía que hoy pudiera ser la
última vez que la viera. Loco, ¿verdad? Después de todo lo que habíamos
pasado. Tal vez esa era la parte de mí que todavía sentía que no merecía amar
esto intensamente cuando Lucy no podía.
El sol casi se había puesto en su totalidad cuando nos dirigimos al
aeropuerto. Kendall no dejó ir mi mano. Se sentía tan extraño no llevarla
conmigo a Venezuela. Era como si no pudiera recordar lo que era volar sin
ella.
Cuando llegamos a Miami International, estacioné en el lugar que la
aerolínea reservaba para mí. Ninguno de los dos se movió para salir del SUV
mientras nos miramos fijamente el uno al otro hasta que finalmente ahuequé
su mejilla y tiré de ella en un beso apasionado.
—Perky, por favor no te olvides de esto, lo correcto que esto se siente.
—No lo haré. No podría olvidarlo, Carter.
Su vuelo era dos horas después del mío, por lo que tendría que dejarme
en la puerta de mi aerolínea y permanecer en el aeropuerto hasta que llegara el
momento de dirigirse a su vuelo en una aerolínea diferente.
Una de las azafatas, Renee, pasó por nosotros. —Es bueno ver que estás
177 de vuelta, Trip. —Luego me guiñó.
Sabía exactamente lo que Kendall estaba pensando, y tenía razón. Esa
azafata había sido otra muesca en mi cinturón hace algún tiempo. Me enfermó,
especialmente ahora que sabía lo que se sentía tener sexo significativo con
alguien. Miré a Kendall y quise gritar, ―Deja de mirarla. ¡Ella no importa!‖
Simplemente no necesitamos esto ahora mismo. Sólo agregó al estrés de
nuestra separación.
Después de unos tranquilos minutos de silencio, la tiré en un abrazo y le
susurré al oído: —Tengo que irme.
Sus lágrimas humedecieron mi camisa de piloto mientras decía:
—Esto se siente surrealista.
—Lo sé, pero es sólo temporal. Volveremos a estar juntos de nuevo
pronto.
Sorbió por la nariz. —De acuerdo.
Levantando su barbilla para que se encuentre con mis ojos, le dije:
—P.S. te amo.
Ella podía decir por mi expresión que había algo más en ese sentimiento
que solo yo diciendo lo obvio.
—¿Una canción de los Beatles?
—Sí. Pero esa realmente coincide con este momento de la vida,
probablemente más que cualquiera de ellos.
—Te amo, Carter.
—Te amo, Perky. Prométeme que hablaremos por teléfono y
averiguaremos cuándo volveremos a estar juntos.
—Lo prometo.
—Voy a estar pensando en ti todo el vuelo. Lo sabes, ¿verdad?
Juguetonamente agarró mi cuello. —Será mejor que lo estés.
—Te extrañaré.
—Cante una canción para mí, Capitán.
—Puedes garantizar eso. —La abracé una última vez, apretándola
fuertemente—. Mierda. No puedo dejarte ir.
178 Ella se apartó y se secó los ojos antes de despedirme. —Ve. Llegaras
tarde.
Comencé mi camino por la seguridad. Cuando me di la vuelta, ella
estaba todavía de pie en el mismo lugar observándome. Le soplé un beso antes
de continuar por el pasillo. Justo antes de que estuviera a punto de doblar la
esquina, me volví una última vez, pero ella se había ido.
Cuando el jet alcanzó la altitud de crucero esa noche, vi algo que nunca
había visto mientras volaba antes: una estrella fugaz. Lo tomé como una señal
de que las cosas iban a funcionar.
No me decepciones, Perky.
Tomé el intercomunicador.
—Buenas noches, Damas y Caballeros. Este es su Comandante en Jefe,
también conocido como Capitán Clynes. Me gustaría tomar un momento para
darles la bienvenida a este hermoso Boeing 757. Nuestro tiempo de vuelo de
Miami a Caracas es de aproximadamente tres horas y treinta minutos.
Anticipamos un viaje suave con poca o ninguna turbulencia. Por lo tanto,
siéntense y relájense. Una vez más, bienvenidos a bordo del Vuelo 553 de
International Airlines a Caracas, Venezuela. Como a menudo me gusta hacer
para darle la bienvenida a mis pasajeros a bordo, he aquí una pequeña
interpretación de una canción de los Beatles que es apropiada para esta
noche—apropiada porque he confiado mi corazón a alguien que dejé atrás en
el aeropuerto. Lo llevará con ella a Texas. Estoy seguro de que algunos de
ustedes pueden relacionarse con este sentimiento. Así que, la canción de esta
noche se llama, Don’t Let Me Down.
179
Mi madre apestaba a alcohol mientras hablaba en mi cara. —¡No puedes
estar hablando en serio!
Había cometido el error de ponerla al corriente sobre mi viaje para
prepararla para la posibilidad de que nada seguiría de acuerdo con el plan. Mi
madre siempre me había animado a seguir adelante con la inseminación en
Alemania, principalmente por sus propias razones egoístas.
—Normalmente no te diría nada de esto, especialmente cuando estás
180 medio borracha, pero dadas las circunstancias, necesitas saber dónde está mi
cabeza y que los planes de Alemania pueden no suceder.
—¿Y qué se supone que esos pobres chicos deben hacer ahora que has
cambiado de opinión?
—No he cerrado la puerta al cien por ciento, pero nunca les prometí
nada. Ni siquiera los conozco en persona, y no soy la última mujer en la Tierra
con un útero. Encontrarán otra forma.
—Sí, bueno, los vas a perder como una opción si los sigues haciendo
esperar.
—¿Crees que no lo sé? Hablé con ellos esta mañana y les dije que les
haría saber mi decisión a más tardar la próxima semana.
—¡Vas a terminar sin nadie, y vamos a acabar desamparadas!
Mi sangre estaba hirviendo. —¿Eso es todo lo que te importa?
Mi madre me señaló con el dedo. —No tendría que preocuparme por lo
que tengo derecho. Tu loco abuelo nos puso en esta posición—no yo.
—Deja de ser tan egoísta. Estamos hablando de vida humana aquí.
—No, estábamos hablando de vida humana—tu dándole el don de la
vida humana a una pareja agradable necesitada y asegurándonos por el resto de
nuestras vidas. Ahora, estamos hablando de un ridículo escenario de amor que
está destinado a terminar mal.
—¿Y exactamente cómo sabes eso?
—Kendall, ¿te mirarás por un momento? Piensa en lo loco que esto
suena desde afuera mirando hacia adentro. Te vas de viaje, te enamoras del
piloto de tu maldito avión... ¿quién ahora quiere ser el padre de tu hijo? ¡Oh, y
estoy segura de que no tiene nada que ver con el hecho de que acabas de
decirle que estás a punto de heredar millones de dólares! ¡Cariño, despierta!
—¡Carter no está detrás del dinero! —grité, asustando a los caballos
fuera.
—Bueno, eso es lo que quieres creer, y francamente, habría pensado que
eras más lista que eso. —Ella tropezó de nuevo en su asiento y luego dijo:
—Has estado planeando una estrategia meticulosa durante meses con
estos hombres agradables en el extranjero. Si siguieras con el plan original, no
tendrías que preocuparte por criar a un bebé que no deseas. Estaría en un buen
hogar. Tendríamos suficiente dinero para toda la vida. Todo el mundo
181
ganaría. Y sin embargo... estás considerando hacer todo lo contrario de todo lo
que hemos hablado sólo porque algún piloto metió su cara entre tus piernas.
—Eres tan vil.
—Vil, tal vez, pero digo la verdad.
—Bueno, ya no estoy tan segura de querer nada de esto. Es posible que
solo me aleje del rancho y del dinero para siempre. Tal vez nunca me verás de
nuevo.
—No hables así, Kendall. No te harías eso a ti misma.
—Lo digo en serio. Esta mierda de herencia me ha causado nada más
que estrés desde el momento en que me enteré de ello. No actúes como si
realmente te importara una mierda, mamá. No ves nada más que signos de
dólar cuando me miras ahora. Es patético. Soy tu hija, no tu fuente de ingresos.
—Sólo estoy tratando de ayudarte a conseguir lo que te pertenece por
derecho.
—Entonces, ¿supongo que no te importaría si tuviera un documento
legal escrito diciendo que no tienes derecho a nada de ello?
Silencio absoluto.
Asentí lentamente. —Eso es lo que pensé.
Incapaz de manejar más de esta conversación, salí furiosa de la casa y
conduje hacia la ciudad. Limpiando las lágrimas de mis ojos, puse la música a
todo volumen para ahogar los pensamientos en mi cabeza.
Cuando finalmente detuve el auto, me di cuenta de que realmente
necesitaba a Carter. Inmediatamente lo llamé. Gracias a Dios respondió.
Su voz era baja y sexy. —¿Cómo sabías que estaba pensando en ti?
—Carter…
Él podía darse cuenta que yo había estado llorando. —¿Que ocurre
bebé?
—Nunca debería haber vuelto a casa.
—¿Por qué estás molesta?
—Mi madre. Está diciendo cosas para tratar de lavarme el cerebro.
—¿Cosas como qué?
182 —Ella piensa que estoy loca por considerar tu oferta. Piensa que sólo
estás tras el dinero.
Hubo un largo momento de silencio antes de que él hablara. La ira en su
voz era penetrante. —Ni siquiera puedo comenzar a decirte lo furioso que me
pone. En primer lugar, deseo que esta situación monetaria nunca hubiera
existido. En segundo lugar, firmaré lo que sea necesario para demostrar que
no tengo ningún interés en ese dinero. Para ser honesto, la parte del dinero me
enferma un poco. Sólo quiero una vida contigo, Kendall. Voy a firmar
cualquier línea punteada para conseguir eso. —Su voz se quebró—. Sólo dime
dónde firmar, Perky.
Dejé escapar un largo suspiro en el teléfono. —Sólo hablar contigo me
hace sentir mejor. Te extraño tanto.
—¿Quieres que vaya allí? Le diré a la aerolínea que es una emergencia
familiar.
—No quiero que mientas para salir del trabajo.
—No estaría mintiendo. Tú ahora eres mi familia, lo más importante de
mi vida.
Eso hizo que mi corazón se derritiera.
—Gracias por la oferta, pero creo que todavía necesito un poco más de
tiempo a solas.
—De acuerdo, pero si empiezas a sentir que me necesitas, solo dímelo.
Estaré allí en cuestión de horas.
—Gracias. Eso me hace sentir mejor saber qué harías eso por mí.
—Haría cualquier cosa por ti, Perky. Cualquier cosa.
—Oh, lo sé. Incluso preñarme.
—No, eso sería para nosotros. Cuanto más tiempo pasa, más lo quiero. Y
estoy seguro como el infierno de que estoy deseando trabajar en ello. Dios, eso
va a ser muy divertido.
Cuando me reí, dijo:
—¿Es una sonrisa lo que escucho?
—¿Puedes incluso escuchar una sonrisa? —Me reí.
—Vamos a pasar por esto juntos. Lo prometo. Y por si no me escuchaste
en Florida, lo diré de nuevo. Te amo. Y si tenemos a este bebé juntos, nada me
importará más. Nunca le daría la espalda a mi hijo.
183 —De acuerdo... te escucho.
—Tal vez tómate un descanso de pensar en ello durante un par de días.
A veces, cuando estás tratando de resolver las cosas, pensar demasiado lo hace
más confuso. Tienes que estar lejos de tu madre, ir a algún lugar tranquilo y
relajarte. La respuesta vendrá.
Carter tenía razón. Necesitaba salir del rancho.
—Creo que es una buena sugerencia.
—¿Adivina dónde estoy? —preguntó.
—¿Dónde?
—En la playa en Caracas. Echándote jodidamente mucho de menos y
bebiendo nuestra bebida.
—¿Cuál es nuestra bebida?
—¿No te acuerdas?
—¿No?
—Caipirinha. Puede que no sea Brasil, pero también es una bebida
popular aquí.
—¡Oh sí! Nuestra bebida de Río. Repítalo con su acento portugués,
Capitán.
—Caipirinha.
—Mmm.
—Extraño ese pequeño gemido. Me estás poniendo duro.
—Con suerte, pronto volverás a escucharlo en persona.
—Estoy viviendo por la promesa de eso, bebé.
188 —Creo que es una muy buena idea. Por qué no recoges algo en la tienda
del aeropuerto por la mañana, y como voy a volver a casa mañana, podré
tener a Jack para nuestra llamada mañana por la noche.
—¿Jack?
—Es mi nombre para mi pequeño vibrador de conejo.
—¿Acabamos de hacer una cita para masturbarnos juntos mañana por la
noche?
Me reí suavemente. —Creo que sí.
—Te llamaré tan pronto como me registré en mi hotel.
—Bien. Eso suena bien.
La voz de Carter se hizo seria. —Te amo, Kendall.
—Yo también te amo, Capitán. Cuatro días más, y estaremos juntos otra
vez.
Cuatro días más.
NUNCA ESTUVE TAN excitada en mi vida.
Había llegado tres horas antes al aeropuerto incluso aunque estaba
tomando un vuelo regular y Carter me había reservado un billete de primera
clase que tenía su propia fila que siempre pasaba fácilmente por seguridad. No
podía dejar de sonreír. La niña pequeña frente a mí tenía una de esas gorras
negras con orejas de Mickey Mouse y difícilmente podía quedarse quieta
189 mientras su madre las registraba para su viaje a Orlando. Su anticipación
perdía brillo en comparación con cómo me sentía.
Si todo iba según el horario, estaría de vuelta a los brazos de Carter en
menos de seis horas. Su vuelo estaba programado para llegar una hora antes
que el mío y me había asegurado que el entusiasmado Capitán estaría
aterrizando su dulce viaje a tiempo.
Solo estando en el aeropuerto, viendo todos los uniformes de Aerolíneas
Internacionales que eran similares a los de Carter, me hacía sentir mejor de lo
que había estado en días. Era bastante jodido que el Aeropuerto de Dallas me
diese más consuelo y me sintiese más como en casa que yendo a mi verdadera
casa como hice esta semana.
Después de que había tomado mi decisión sobre lo que iba a hacer,
decidí no compartirlo con mi madre. No había nada absolutamente bueno que
pudiese salir de eso. Solo pondría una nota de tristeza en mi entusiasmo.
Siempre había sabido que mi madre ponía las finanzas en la cima de su lista de
prioridades. Solo que no quería creer que mi felicidad no estaba encima de su
deseo de mantener un cierto estilo de vida. La semana pasada me había
forzado a ver las cosas con claridad por primera vez. O tal vez, siempre la
había visto como era, solo que había elegido hacerme la ciega ante ello.
Aunque no quería admitir ante mi madre que había tomado mi decisión,
creo que ella lo sabía. Cuando me levanté esta mañana, había encontrado un
sobre manila sobre la mesa del comedor con mi nombre escrito en él. Dentro
había un extenso acuerdo de co-paternidad, uno que explicaba al detalle que
Carter no tenía reclamo legal financiero sobre mi herencia o ninguna herencia
de futuros hijos. Todo lo que necesitaba hacer era escribir el nombre de Carter
y hacer que él lo firmase. Cuando mamá se despertó alrededor del mediodía
con su resaca diaria, encontraría el sobre exactamente donde lo dejó
amablemente para mí. Excepto que el acuerdo estaba colocado encima del
sobre y también estaba roto a la mitad. Imaginaba que había marcado mi
punto con un poco menos de delicadeza de lo que había hecho ella.
Me detuve junto al quiosco, tomé algunas revistas y tentempiés, y me
encaminé a mi puerta. Había un montón de asistentes de vuelo sentados frente
a mí. Odié que me pregunté inmediatamente si Carter se había acostado con
alguna de ellas. No era que no confiase en él, porque extrañamente, lo hacía.
Pero me encontré extremadamente territorial en lo que se refería a Carter. El
pensamiento de él estando con alguien más me causaba un dolor en el pecho.
190 Aunque sabía que era ridículo —ambos habíamos estado con otra gente—, no
podía evitar sentirme de ese modo.
El avión abordó casi una hora antes de despegar, lo que siempre era una
buena señal. Tenía prioridad en abordar ya que estaba en primera clase, aun
así esperé hasta que la puerta casi se había medio vaciado antes de dirigirme a
la pasarela para abordar.
Estaba sentada en la fila 2ª, un asiento de pasillo. Guardando mi mochila
encima, rápidamente me organicé y tomé asiento. Sonreí a la mujer junto a mí
mientras me ponía el cinturón. La azafata se acercó rápidamente para
ofrecernos una bebida antes del despegue. Bajó la mirada a su lista de cabina.
—¿Puedo ofrecerle algo, señorita Sparks?
—Eso sería genial. Tomaré un vaso de Merlot.
Luego habló con la pasajera a mi lado.
—¿Qué hay de ti, Cass? ¿Leche, agua, zumo de naranja?
—Tomaré agua. Gracias, Lana.
Cuando volví a mirar hacia mi compañera de asiento, me ofreció una
explicación:
—Soy azafata de esta aerolínea. Volando de reserva y fui lo
suficientemente afortunada para conseguir los asientos grandes. —Sonrió.
Solo había tomado mi vino hacía menos de cinco minutos cuando el
capitán invadió los altavoces y dijo que íbamos a apartarnos de la puerta.
Necesitando algo para calmar mis nervios por muchas razones, me bebí todo
el vaso sabiendo que la azafata aparecería para recogerlo en cualquier
momento.
La mujer junto a mí suspiró audiblemente.
—Lo que daría por hacer lo que acabas de hacer.
—¿Beber todo un vaso de vino como un marinero y esperar que nadie lo
notase?
Le dio una palmadita a su barriga y sonrió.
—Exactamente. Llevo cuatro meses de embarazo.
—Vaya. —Bajé la mirada a su barriga prácticamente inexistente. Apenas
191 se le notaba—. Nunca lo habría adivinado. Eres tan pequeña.
—La mayor parte de peso parece haberse confundido y llegó a mi
trasero. Mi trasero ya es tremendo.
—Dudo que sea cierto. Te ves delgada por todas partes. Pero incluso si
es así, los traseros grandes son lo que se lleva ahora, así que estarás a la moda.
—Estoy esperando ganar algo en el escote con el tiempo. Mis pechos son
muy pequeños y el papi de este pequeñín es un hombre de tetas. —Mi mente
se preguntó por mi propio cuerpo. ¿Mi pecho crecería cuando me quedase
embarazada? Carter siempre había dicho que le gustaba mi alegre copa B, pero
algo me decía que no le molestaría si ganaba un poco de pecho.
Después de que el avión despegó y se elevó, Cass, que averigüé que era
el diminutivo de Cassandra, sacó unos auriculares Beats y en lugar de
ponérselos en los oídos, los puso en la barriga. Le estaba poniendo música a su
estómago. Cuando me atrapó mirando, explicó:
—Leí en algún lado que los bebés son capaces de escuchar en el útero,
así que comencé a ponerle música clásica.
—¿Él? ¿Es un chico?
—Aún no estoy segura. —Se frotó la barriga—. Pero realmente pienso
que lo es.
Había mucho que iba a tener que aprender. Ya que no conocía a esta
mujer, decidí dejarla entrar en mi pequeño secreto.
—¿Puedo hacerte una pregunta personal?
—Claro. Adelante.
—¿Te llevó mucho tiempo concebir? ¿Quiero decir lo estuvieron
intentando por mucho tiempo? Estoy preguntando porque mi novio y yo… —
Dudé antes de admitirlo en voz alta por primera vez—. Decidimos que íbamos
a intentar quedarme embarazada.
La mujer me dio una sonrisa genuina.
—Eso es genial. Felicidades. —Fue la primera vez alguien vio algo
positivo en mi plan de tener un bebé. Y se sentía bien. Todo estaba
comenzando a encajar.
—Gracias.
—En realidad… No nos llevó mucho tiempo. Me quedé embarazada la
192 segunda vez que intimamos.
—Vaya. Eso es increíble.
—Lo es, ¿cierto? Definitivamente este pequeñín no fue planeado. Pero
creo que estaba destinado a ser. Es el pegamento que va a sujetarnos a los tres
para siempre.
—¿Serás capaz de trabajar mucho más? Las aerolíneas tienen reglas
contra volar con un embarazo muy avanzado, ¿no es así?
—Sí. Otras doce semanas o así y luego voy a ser destinada en tierra. La
mayoría de aerolíneas no permitirán que los pasajeros vuelen pasadas las
veintiocho semanas, mucho menos sus azafatas. Demasiado riesgo para un
parto prematuro. Me darán un trabajo de oficina. Probablemente los registros
o los chequeos, o un trabajo en la entrada. De todos modos, estoy esperando
que pueda transferirme a Florida, así el cambio será en el momento oportuno.
—¿Ahora vives en Texas?
Asintió.
—Vivo en Allen. Pero soy originariamente de Florida y la mayoría de mi
familia todavía está allí. Además el padre del bebé vive en Florida, así que
probablemente voy a ser recolocada.
—¿Piensas que volverás a trabajar después del nacimiento del bebé?
—Espero que no. Todo lo que he querido hacer siempre era casarme,
tener un montón de hijos y quedarme en casa. Estos días no es fácil lograrlo
con un salario. Asegúrate de atrapar a uno bueno como hice yo.
Su entonación me amargó un poco. Atrapar a un buen ejemplar.
Probablemente era porque era algo que diría mi madre.
Después de mi segundo vaso de vino, comencé a bajar de mi subidón de
adrenalina y el agotamiento estaba comenzando a hacer mella. Sabiendo que
Carter iba a estar insaciable cuando nos reuniésemos, me imaginé que podría
conseguir algo de sueño mientras pudiese. No me desperté de nuevo hasta
que el capitán estaba hablando, diciéndonos que íbamos a aterrizar en unos
minutos.
Me estiré en mi asiento.
—Vaya. Realmente me desconecté.
193 —Lo hiciste. Tuve que tomar los auriculares del bebé para ahogar los
pequeños ronquidos que estabas haciendo.
Me cubrí la boca.
—Oh, Dios mío. Lo siento mucho.
Abrió su botella de agua y terminó lo poco que quedaba.
—Solo estaba bromeando. Estuviste roncando, pero no me molestó.
Creo que estoy demasiado nerviosa para dormir o estaríamos haciendo un
dueto.
—¿Nerviosa sobre el bebé?
—No. Voy a ver al padre del bebé mañana. No nos hemos visto en un
tiempo.
—Sé cómo te sientes. No he visto a mi novio en una semana y estoy
completamente nerviosa. Si no hubiese tomado esos vasos de vino, nunca me
habría dormido. Estoy tan entusiasmada.
—Ha sido más de una semana para nosotros.
—¿Oh? ¿Cuánto tiempo?
—Tres meses.
—Vaya. Ese es un largo tiempo. Ni siquiera ha visto tu nuevo cuerpo de
embarazada aún.
—Sí, eso es cierto. Aunque esa es la menor de mis preocupaciones.
Fruncí el ceño, así que se explicó:
—Ni siquiera sabe que estoy embarazada.
—Oh. Vaya. Madre mía.
—Sí. Ahora puedes entender por qué quería tragar ese vino.
—Ciertamente puedo.
»¿Crees… crees que no va a estar feliz sobre lo de convertirse en padre?
—No tengo ni idea de cómo va a reaccionar. Es un poco salvaje. No
estoy segura de si alguna vez planeó ser atrapado. Pero en el fondo, creo que
es un verdadero hombre y hará lo correcto.
No estaba segura de siquiera saber qué era lo correcto. Toda la
conversación estaba comenzando a revolverme el estómago. ¿Qué tipo de
mujer no le decía a un hombre que estaba embarazada en meses? Aunque
194 supuse que podía haber un montón de razones para ello. Quizás él no es un
gran tipo y ella incluso consideró no tener al bebé o algo por el estilo.
Realmente no era mi lugar para juzgar. Especialmente con toda la locura que
había estado planeando hacer. Realmente nunca sabes la verdadera historia de
alguien a menos que estés en sus zapatos.
Aterrizar fue agitado, pero estaba contentísima por haber llegado unos
minutos antes. Quería usar el baño del aeropuerto para refrescarme antes de
encontrarme con Carter en el bar donde íbamos a encontrarnos.
Mientras rodábamos por la pista hasta la puerta, comencé a recoger mis
revistas y metí la basura en la bolsa. Sonriendo, me giré hacia Cass.
—Buena suerte. ¿Vas a ver a tu novio pronto?
—Mañana —respondió—. Tiene un vuelo por la mañana al que me voy
a unir. Aunque él todavía no sabe eso tampoco.
El avión se detuvo y sonó un timbré en los altavoces indicando que era
seguro levantarse de los asientos. Comencé a desbloquearlo.
—¿Viaja mucho por trabajo o algo así?
―Lo hace. Todo el tiempo, en realidad. Es piloto.
Me levanté y abrí el compartimento de arriba, tomando mi bolso.
—Oh, eso es divertido. También lo es mi novio.
La puerta de la cabina se abrió más rápido que en cualquier vuelo en el
que estuviese antes. Los dioses parecían estar sonriéndome hoy; un vuelo
suave, una embarazada como compañera de viaje, llegada a tiempo. Saliendo
al pasillo, comenté:
—Fue agradable conocerte. Mucha suerte con tu embarazo y con todo.
—Gracias. A ti también. Espero que te quedes embarazada con tanta
facilidad como yo.
Estaba a punto de salir del avión cuando escuché a la azafata despedirse
de Cass, que estaba justo detrás de mí.
—Buena suerte, dulzura. Llámame más tarde y hazme saber cómo se
toma Trip las noticias.
Me congelé a medio paso. Mi mente tenía que estar jugándome una
mala pasada. Girándome, pregunté:
—¿Acaba de decir Trip… cómo se toma Trip las noticias?
195 Cass sonrió, sin pensar en ello.
—Sí. Es el apodo del papá de mi bebé. Su nombre tiene repetidas tres
veces la misma letra, así que le llaman Trip de triple.
Sentí que la sangre dejaba mi rostro.
—¿Qué tres letras?
—C. Su nombre es Capitán Carter Clynes.
MI EQUIPAJE FUE EL ÚLTIMO en la cinta transportadora. ¿Cuánto
tiempo había estado dando vueltas hasta que lo noté? ¿Incluso cuánto llevaba
allí de pie?
La alegría que había sentido durante las pasadas veinticuatro horas se
había transformado completamente en una mezcla de sorpresa, pánico y
tristeza. No podía recordar la última vez que una tristeza tan profunda me
había consumido de este modo. Mis emociones habían dejado una cáscara
vacía de mí misma mientras esperaba en la zona de recoger el equipaje.
196
Le había perdido la pista a Cass poco después de que revelase el nombre
del padre de su bebé. Para ser honesta, apenas recordaba salir del avión y
llegar a este punto.
Finalmente tomando mi maleta del asa, miré entre la multitud de gente
abriéndose paso en el aeropuerto. Una parte de mí quería simplemente correr,
pero una parte más grande sabía que tenía que escucharlo de él —que la
conocía, que era el padre de su bebé.
¿Había una oportunidad de que ella lo estuviese fingiendo?
Rápidamente rechacé el pensamiento de mi cabeza, negándome a darme falsas
esperanzas.
Sentía como si la cabeza fuese a explotarme entre los intermitentes
anuncios de los intercomunicadores, el sonido de la gente corriendo de un
lado a otro a mí alrededor y los temerosos pensamientos en mi cabeza. Todo
parecía ruidoso. Bajando la mirada a mi teléfono, me di cuenta de que llegaba
tarde para encontrarme con Carter en la sala del aeropuerto.
Un pie detrás de otro.
Ve.
Tienes que enfrentarlo.
Las escaleras descendieron lentamente en lo que estaba segura de que
iba a ser mi infierno personal.
Cuando llegué a la sala, cerré los ojos para recomponerme antes de
entrar. Cuando los abrí, lo vi en la esquina. Estaba todo engalanado en su traje
de piloto y mirando al canal de deportes que estaban poniendo en la
televisión. Justo dentro de la entrada, permanecí allí con el corazón acelerado
y admirando su gran estatura sin que me notase, por la pura razón de que
podía ser la última vez que podía hacerlo.
De repente se giró. Se me cayó el alma a los pies cuando noté que estaba
sosteniendo un gran ramo de flores. Cuando nuestras miradas se encontraron,
Carter curvó la boca en una gran sonrisa. Se me estaba partiendo el corazón
con cada paso que él se acercaba. Y con cada paso, su sonrisa se desvanecía
lentamente una vez que se dio cuenta de que estaba llorando y no eran
lágrimas de felicidad.
Automáticamente lanzó las flores a una mesa cercana.
—¿Perky? ¿Qué está mal? ¿Qué sucedió?
197 Incapaz de hablar, sujeté su camisa por equilibrio.
—¿Pasó algo en el vuelo?
Todavía incapaz de formar palabras, asentí.
Me tomó en un abrazo y fui demasiado débil para resistirme. Llorando
en el hueco de su brazo, pude sentir su corazón latir a mil por hora contra mi
mejilla.
Cuando se apartó y volvió a examinar mis ojos, dijo:
—Dime qué está sucediendo. —Cuando continué permaneciendo en
silencio, suplicó—: Por favor.
Cerrando los ojos, recé por la fuerza para atravesar esto, luego,
finalmente hablé.
Mi voz era temblorosa.
—Me senté junto a una mujer en el vuelo. Estaba embarazada de cuatro
meses.
—Está bien. ¿Te asustó?
—No.
—¿Le pasó algo a ella?
Sujetando una silla para equilibrarme, me senté y levanté la mirada
hacia él.
No se movió.
—Dime qué sucedió, Kendall.
—Era una azafata fuera de turno.
—Está bien. No lo estoy entendiendo.
—Su nombre es Cass. ¿La conoces?
Comenzó a abrir la boca para decir algo, luego se congeló cuando se dio
cuenta de golpe.
—La conozco, sí.
—Saliste con ella.
—Sí. ¿Cuántas veces tenemos que pasar por esto? No significó nada. Fue
antes de que nos conociésemos y… —Abrió los ojos como platos y el pánico se
mostró en su rostro cuando sumó dos más dos—. Espera. ¿No pensarás que yo
la dejé embarazada?
198
—No es que lo piense. Es que ella me lo contó con sus propias palabras.
Dice que eres el padre de su bebé, Carter. Estaba volando hasta Florida para
venir a decírtelo en persona. Se supone que esté en tu vuelo mañana.
Negó con incredulidad, luego gritó:
—¿Qué? ¡No! —Se arrodilló donde estaba sentada para mirarme a los
ojos—. No, Kendall. No.
—¿Puedes mirarme a los ojos y asegurarme con absoluta certeza de que
no es posible de que tú seas el padre de su bebé?
Movió los ojos de lado a lado mientras luchaba por entender esto. Se
pasó una mano por el cabello. Está noticia también lo había descolocado y no
tenía ninguna duda de que estaba completamente conmocionado.
Repetí:
—¿Es una posibilidad?
Finalmente se levantó y tomó asiento frente a mí en la mesa,
aparentemente todavía demasiado sorprendido para hablar.
Parafraseé mi pregunta:
—¿Te acostaste o no con ella, hace cuatro meses?
—Sí —susurró—. Lo hice.
—Así que, es técnicamente posible.
La luz se apagó de sus ojos como si realmente le golpease. Era posible.
No podía negarlo.
Apoyando la cabeza entre las manos, preguntó:
—No sabemos nada. ¿Y si está mintiendo sobre el embarazo?
—Ella no sabía quién era, Carter. No tenía razones para mentirme.
Todavía sosteniéndose la cabeza con ambas manos, solo continuó
mirándome. El miedo en mi interior se estaba extendiendo con cada segundo
que observaba el miedo creciente en sus ojos. Había querido que me dijese que
Cass estaba delirando. Había querido que me dijese que todo era una mentira.
Había querido que me hiciese sentir segura y no podía. Simplemente no podía
probar nada, de un modo u otro.
La voz de mi madre sonó en mi cabeza. ¡No vas a acabar con nadie y
nosotras vamos a terminar como indigentes!
199 Las propias palabras de Carter del pasado también volvieron a
perseguirme. Nunca le daría la espalda a mi hijo. No hay nada más importante que
un hijo o sus mejores intereses.
La cabeza me daba vueltas.
—Lo siento, Carter.
—¿Lo siento? ¿Qué estás diciendo?
—Tengo que irme.
Me sujetó las manos.
—Perky, no. No hagas esto. Lo que sea que suceda, podemos pasar por
esto. Te prom…
—No puedo. —Negando con las lágrimas deslizándose por mis mejillas,
repetí—: No puedo. Lo siento mucho.
—¿Qué no puedes?
—No puedo estar contigo.
Algo que nunca había esperado que le sucediese mientras me miraba.
Sus ojos comenzaron a brillar. Siendo el hombre que era, luchó contra las
lágrimas mientras me miraba con incredulidad.
Incapaz de permanecer viéndolo tan herido, forjé una mentira:
—De todos modos, iba a decirte que había decidido seguir adelante con
la inseminación. Así que supongo que es un buen momento.
Sus ojos estaban rojos.
—Eso es una estupidez.
—No.
—No me mientas —espetó.
Necesitaba cortar de raíz. Todavía tenía los ojos llenos de lágrimas
cuando me levanté repentinamente y fui a por mi maleta.
—Tengo que irme.
Me siguió de cerca.
—Kendall, no hagas esto.
200 —No tengo elección.
—¿Y si es una mentira o si… y si el bebé no es mío? No sabemos nada
aún —suplicó.
—¿Y si lo es? —grité.
—Entonces, no importará. Te pertenezco a ti. Esto no cambia nada.
—¡Lo cambia todo, Carter! ¡Todo! Nunca he sentido tanto dolor en mi
vida como el que siento ahora mismo. No puedo manejarlo. Si en algún
momento me amaste de verdad, por favor, simplemente déjame ir. —Ahora
las lágrimas me estaban cegando cuando susurré una última vez—: Déjame ir.
Mis palabras parecieron atravesarlo. Permaneció ahí congelado mientras
me observaba alejarme. Me centré en el sonido de mi maleta rodando,
luchando contra la urgencia de darme la vuelta y mirarlo una última vez.
No lo hice.
Necesitaba salir de la puerta de International Airlines lo antes posible.
Quince minutos después, me encontré en el mostrador de boletos de
Lufthansa Airlines.
—¿Cuándo es su próximo vuelo a Munich?
Después de mirar en el ordenador, la asistente dijo:
—Tenemos uno que despega en una hora con parada en Nueva York.
Cerré los ojos para detener la inmensa tristeza se extendía mientras me
daba cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Todo estaba destellando ante
mis ojos: Rio, Dubai, Amsterdam, Boca. El amor que crecía más y más con
cada paso de nuestro viaje. Todavía le amaba, y sabía que siempre lo haría;
pero no podía arriesgarme a perderlo todo. Además, no podía soportar el
dolor. Carter siendo padre del bebé de otra mujer era demasiado duro de
aceptar. Lo amaba demasiado y no podía verlo viviendo una parte de nuestro
sueño con alguien más. Había estado buscando señales que me ayudasen a
tomar una decisión. Diría que acabar en ese asiento junto a Cass era justo la
señal más grande que podía haber conseguido.
Antes de que tuviese la oportunidad de cambiar de idea, dejé salir un
largo suspiro y finalmente respondí a la asistente:
—Lo tomaré.
201
—LA SEMANA PASADA, EXPLORAMOS tu pasado, lo que ocurrió con
Lucy. No tuvimos tiempo suficiente para revisar la situación a la que te
referiste, que te trajo aquí para buscar ayuda. Por lo tanto, creo que
deberíamos ahondar en eso hoy, si estás de acuerdo. Me gustaría que me
hablaras de ella —dijo la doctora Lemmon.
—Bien.
—Tómate tu tiempo.
202
De repente, sentí que no podía respirar. Las palabras no saldrían.
—Lo siento. Esto no es fácil para mí. No he hablado de ella con nadie. He
pasado los últimos meses prácticamente huyendo, pasando menos tiempo en
casa que antes porque, aunque sólo estuviera allí conmigo poco tiempo, es el
lugar que ahora me recuerda más a ella porque es donde… —dudé—, se
desarrolló nuestra relación.
—Háblame de ella —repitió.
—Su nombre era Kendall. Uh, es Kendall. Quiero decir, no está muerta.
Aún está por ahí en alguna parte.
—¿Cómo la conociste?
—En el aeropuerto.
—No es demasiado inusual para un piloto, supongo.
—Sí, pero nuestra historia no era nada habitual.
Los próximos veinte minutos pasaron describiendo las semanas en que
Kendall y yo nos enamoramos. Las palabras fluyeron libremente hasta llegar a
la parte difícil.
—Entonces, ella te llamó y dijo que iba a encontrarse contigo en el
aeropuerto. Sonaba bien. Supusiste que iba a aceptar tu oferta de ser el padre
de su bebé. Te sentías listo para ser padre…
Cerré los ojos.
—Sí. Sí, lo estaba. Con ella… lo estaba.
—¿Qué pasó ese día?
Continué mi historia, recordando dolorosamente los últimos momentos
con Kendall dentro del salón del aeropuerto antes de que ella revelara su
encontronazo con Cass y saliera de mi vida para siempre.
La doctora Lemmon se quitó las gafas, parecía afectada por mi historia.
—Debe haber sido un momento muy difícil.
—Todavía no puedo procesar todo, cómo todo se desmoronó tan rápido.
—¿La culpas por irse tan abruptamente?
—No. No, no lo hago. Podría haber hecho lo mismo en sus zapatos.
—¿Qué hiciste después que ella se fuera?
203 —Me quedé en el salón con incredulidad. Me tomó un par de horas
reunir energía para regresar a casa. Un amigo pasó a recogerme, porque había
bebido mucho, así que me desmayé en mi cama y dormí toda la noche hasta
que llegó el momento de despertar para mi vuelo al día siguiente.
—¿Cómo fue eso?
—Como Kendall me había advertido, Cass apareció. Ella trabajó en el
vuelo y me dijo que necesitaba hablar conmigo acerca de algo importante una
vez que aterrizamos. Después que llegamos a Brasil, ella me dijo todo… que
estaba embarazada y llevando a mi bebé.
—¿Cuál fue tu reacción?
—Estaba desanimado, demasiado desconsolado para pensar en el
panorama general. En ese momento, todo lo que podía pensar era en perder a
Kendall. Nada más importaba. Le dije a Cass que ayudaría a mantener al bebé
si resultara ser mío, pero que no podría darle nada más. Dejé claro que
insistiría en un análisis de sangre una vez que el bebé naciera.
—¿Estaba bien con eso?
—No estaba feliz con mi falta de interés o emoción, pero no había nada
que yo pudiera hacer para cambiar eso. No quería esa vida con ella. Todo lo
que me importaba era Kendall y no tenía energía para lidiar con cualquier otra
cosa.
—¿Qué fue de Kendall?
—Ojalá supiera.
Ella parecía sorprendida.
—¿No lo sabes?
—Hasta hoy en día, no lo sé. Dijo que planeaba seguir con la
inseminación, pero si realmente continuó es un misterio.
—¿Has intentado llamarla?
—Sí. Varias veces. Desconectó su teléfono o cambió su número, pero no
logré contactarme. Recuerdo que dijo el nombre de su madre una vez. Envié
una carta a una Annabelle Sparks en Dallas, pero aún no sé si alguna vez llegó
a Kendall. No puedo encontrarla en las redes sociales. No sé qué más hacer, o
si siquiera quiere verme si la localizo.
La doctora Lemmon anotó algunas notas antes de mirarme de nuevo.
—Dime qué pasó… con el bebé.
204 —Estaba en el hospital cuando él nació. Lo llamó Aidan. No sabía cómo
sentirme, porque una parte de mí aún no creía que fuera mío. Al mismo
tiempo, me sentía culpable por no sentir más.
—¿Es tuyo?
—Dos semanas después que nació, ella finalmente hizo la prueba de
sangre. Los días de espera por los resultados fueron una tortura.
—¿Y?
—Él no es mi hijo. —Dejé escapar un largo suspiro. Cada vez que revivía
ese momento de verdad, no podía dejar de sentir el mismo alivio que la
primera vez de nuevo.
La doctora Lemmon volvió a echarse hacia atrás en su asiento.
—Vaya.
—Sí.
—¿Cómo te sentiste?
—Fue una mezcla extraña de ira y alivio; alivio porque me absolvió de
cualquier responsabilidad en una situación que nunca elegí, pero ira por todo
lo que había perdido como resultado. Cosas que nunca podré recuperar.
La mujer a la que nunca recuperaría.
La familia que nunca recuperaría.
La vida que nunca recuperaría.
—¿Cómo ha sido tu vida desde que averiguaste la verdad?
—No ha cambiado mucho, para ser honesto. Trabajando tantas horas
como pueda. Pasando las horas. Lo que siempre he hecho.
—Usas tu trabajo como un medio para esconderte de tus demonios.
Primero fue Lucy. Ahora es Kendall.
Levanté mi voz en defensa.
—¿Qué sugieres que haga?
¿No te estoy pagando para que me digas qué diablos hay que hacer?
—Hasta que no sepas qué sucedió con Kendall, no encontrarás esa paz
interior. Venir aquí fue un buen primer paso, pero no hay nada que pueda
205 hacer para evitar que eso te persiga.
—Te lo dije. Intenté contactarla. No sé dónde está.
—Dijiste que tienes una dirección potencial en Texas. ¿Por qué no vas allí,
ves si puedes averiguar qué está pasando en su vida?
No pude responder, aunque sabía la verdad; estaba asustado como la
mierda. Asustado de lo que ella había pasado, asustado de molestarla,
asustado de lo desconocido. Una cosa era segura; si supiera que ella quería
verme, estaría allí en un instante.
210
ERA CASI MEDIANOCHE cuando el taxi me dejó. Un huésped abrió la
puerta y regresó a su habitación. Seguí mi nariz, la cual me llevó directo a la
cocina. Maria estaba moviendo algo en una larga olla en la estufa con una
mano, mientras alimentaba a Pedro una rebanada de mango con la otra. Ella
no giró, y no había dicho nada para hacerle saber que llegaría, así que asumí
que ella pensó que era alguien más.
—Venha comer. Conversaremos, en tão —Ven a comer. Hablaremos.
211 —É Carter, Maria —Es Carter, Maria.
Aun así, ella no se dio la vuelta. En su lugar, tomó un plato del gabinete
junto a ella y colocó un poco de feijoada. Cuando giró y colocó el plato en la
mesa, no estaba ni un poco sorprendida de verme. Ella sabía que vendría.
—¡Comer! ¡Comer! —Come. Come.
Ella era lo suficientemente psíquica para saber que iría, aun así la tomé
con la guardia baja cuando tiré las maletas y la abracé. Por alguna razón, el
estar aquí me hacía sentir algo que no había sentido en casi un año, esperanza.
No la dejé ir por un largo tiempo, pero cuando lo hice, ella me apretó los
cachetes y besó mis mejillas. Después, nos sentamos y comimos en un cómodo
silencio. Cuando terminamos, comenzaba a ponerme nervioso sobre lo que
quería hablar con ella. Nunca le había preguntado nada sobre mi futuro. Ella
simplemente diría cosas, cuando me miraba. Ni siquiera estaba seguro de si
podría responder mi pregunta. ¿La clarividencia era una habilidad a pedido?
Después de que limpiamos la mesa, estaba tratando de vencer mis
miedos y preguntar, cuando ella de pronto tomó mis manos entre las suyas.
No tuve que hacer ni una pregunta. No fue necesario, puesto que me pidió que
me sentara y comenzó a hablarme sobre mi futuro.
Tres horas más tarde, estaba en mi habitación, y mi cabeza giraba. Traté
de dormir, pero era casi imposible, porque la única habitación disponible era
la que Kendall y yo habíamos compartido. Todavía podía sentir su espíritu,
incluso once meses después.
Once meses.
¿Cómo se vería embarazada? Sus tetas llenas de leche, y su trasero un
poco más lleno. ¿Me había comenzado a poner duro con la idea de una muy
embarazada Kendall? Joder. Ella era la única que podía ponerme duro. Once
meses de castidad. Era la racha más larga de mi vida desde que tenía dieciséis.
Había decidido, en el largo vuelo, que realmente no me importaba si
llevaba al hijo de otro hombre. De una forma retorcida, casi deseaba que lo
hiciera. Que tuviera todo lo que deseaba, haría que el tiempo que pasamos
separados valiera algo. Porque la idea de perder once meses de nuestra vida
por nada, era suficiente para que mi pecho se apretara.
Pensé en todo lo que me dijo Maria, repitiendo en mi cabeza. Como era
normal, sus mensajes eran crípticos, y era difícil el descifrar qué intentaba
decirme. Pero estaba determinado en escuchar su consejo, sin importar nada.
El problema era que no estaba seguro de que quería que hiciera.
212 A resposta está no ceú. A resposta está no ceú.
Ella repitió la frase una y otra vez.
La respuesta está en el cielo. La respuesta está en el cielo. }
214
26 Lucy in the Sky with Diamonds: Lucy en el Cielo con Diamantes, canción de los Beatles.
Dolor cruzó por mi pecho. Me lo tragué en una pesada respiración antes
de leer el epitafio gravado en cursiva bajo su nombre.
Algunas veces el amor es por un momento.
Algunas veces el amor es para toda la vida.
Algunas veces un momento es toda una vida.
Nuestros por un pequeño momento.
Alas para la eternidad.
Habían pasado doce años, aun así, el tiempo no había cerrado la herida
que seguía abierta por la muerte de Lucy. Todavía dolía como el infierno.
Dolor fresco. Solo que hoy, en lugar de alejarlo, le di la bienvenida.
Leí una vez más el inicio de las palabras escritas.
Algunas veces el amor es por un momento.
Algunas veces el amor es para toda la vida.
¿Esto era lo que Maria quería que viera? Intenté darle sentido. ¿Lucy era
mi momento y Kendall toda mi vida?
Alas para la eternidad.
215
¿Intentaba decirme que no merecía ninguna? ¿Qué estaba destinado a
volar alrededor del mundo por toda la eternidad y nunca sentar cabeza?
El dolor se intensificó. Cerré los ojos al sabor de las lágrimas saladas en
mi nariz. ¿Este era mi castigo? Lucy había amado y perdido. Yo le hice eso a
ella. Me hizo dar cuenta que mi vida había sido más fácil de vivir antes de que
Kendall caminara a ese Bar del aeropuerto. Dicen que es mejor haber amado y
perdido, que nunca haber amado, pero en este momento, creía que era un
montón de mierda. ¿Acaso Lucy y yo no hubiéramos estado mejor si nunca
hubiéramos amado? No me había dado cuenta que mi vida apestaba antes de
que Kendall y Lucy estuviera… todavía aquí.
Mis hombros comenzaron a temblar antes de que el sonido llegara.
Cuando todo me golpeo, tuve que sentarme en la nieve, o hubiera caído. Por
mucho que intenté luchar, no podía más. Los sollozos venían de adentro de
mí, y lloré por todas mis perdidas. Por los padres de Lucy que nunca
experimentaron todas las alegrías que mis padres tuvieron. Por Lucy y
Kendall, por defraudarlas, por no poder mantener mi polla en mis pantalones.
Y por darme cuenta de que…
Algunas veces un momento es toda una vida.
… y es todo lo que obtienes.
216
CINCO DÍAS DE R&R no ayudaron. Decidí no visitar a mis padres, a
pesar de que estaba a una corta distancia de ellos. Estaba hecho un desastre, y
si ellos me veían así, solo les haría preocuparse.
Tristemente, no podía esperar el regresar a trabajar. Estar en el aire se
había vuelto mi hogar, y me estaba volviendo loco el estar en otra parte.
Llegué al aeropuerto de Detroit tres horas y media antes del vuelo. El punto de
217 chequeo para la tripulación todavía no habría, así que me fui al Sky Lounge
para tomar mi desayuno mientras esperaba. Ordené un omelette de pavo y
queso suizo y me senté a leer el periódico, cuando una voz familiar me habló.
—Hola Trip.
Alexa Purdy, definitivamente no llevaba el uniforme de capitán. Parecía
más que estaba a punto de ir a la playa, que a pilotear un vuelo comercial. Sus
piernas torneadas ya eran largas, pero los shorts cortos que llevaba, junto con
sus sandalias de tacón, la hacían ver como si pudiera ser una Rockette de la
ciudad de Nueva York.
—Alexa —la saludé.
—¿A dónde te diriges hoy?
—Nueva York, ¿tú?
Me dio una: voy-a-comerte-para-la-cena- sonrisa y ronroneó.
—Nueva York.
—Plan de vuelo me puso a Ken Nyers como mi segundo.
—¡Oh! Soy solo un pasajero. Supuestamente me encontraría con una
amiga en la ciudad por unos días. Pero me canceló de último minuto. —Hizo
un puchero y coquetamente se movió—. Ahora estoy sola.
Me aclaré la garganta.
—Es una ciudad ocupada. Seguro encontrarás mucho que hacer.
Sin que la invitara, se sentó frente a mí e inclinó la cabeza.
—¿Todavía tienes a esa pequeña novia rubia? ¿Cuál era su nombre?
¿Kylie?
No me molesté en corregirla, porque decir su nombre dolía.
—Terminamos.
Alexa ni siquiera pretendió ocultar que mi respuesta la hacía feliz.
—¿Y cuánto tiempo tú vas a estar en la ciudad Trip?
—Solo por una noche. Tengo un vuelo a Copenhague mañana en la tarde.
—Una noche, ¿eh?
Estaba agradecido cuando el mesero llegó con mi Omelette. Aunque no
218 estaba exactamente hambriento, ocupé mi boca para no tener que seguir
hablando.
Alexa se decidió por un yogurt parfait27 y café negro. Con su alta y
delgada figura, largo cabello oscuro y grandes ojos café, ella era una mujer
realmente hermosa. Aunque todo en ella era exactamente lo opuesto a como
Kendall se veía. Si recordaba bien, ella también era el polo opuesto a Kendall
en la cama. Mientras Kendall tenía un saludable apetito sexual, a ella le
gustaba que yo tomará la parte dominante en la cama. Alexa, por el otro lado,
era agresiva, y le gustaba eliminar la parte de misterio al decirte exactamente
lo que quería. En ese entonces, eso había funcionado muy bien para mí. Nos
aseguraba un rápido y fácil final feliz para los dos. Dado que mi tiempo con
ella había sido limitado a unos cuantos acostones, solo estaba ansioso por
liberar un poco, y después seguía una buena siesta.
Pensar en Alexa de esa manera me hacía sentir enojado conmigo mismo.
Pero también me hacía enojar con Kendall. En los últimos cinco días me había
dado cuenta que el que estuviera embarazada, sería complicado, pero en mi
mente, ella lo valía, sin importar que pasara. Sin embargo, ella me había
27 Yogurt Parfait: Una combinación fresca de frutas de temporada con yogurt y granola. Esta
receta lleva queso cottage para adicionar más proteína.
dejado antes de siquiera estar segura de que yo tuviera un hijo. Había pasado
de triste a enojado y de regreso, en los últimos días. Y mi humor en estos
momentos estaba en la zona de enojo.
La siguiente hora, Alexa y yo nos pusimos al corriente sobre los lugares
donde habíamos pasado el tiempo, y hablamos de quien se retiraría. Todo lo
relacionado con el trabajo me daba tranquilidad. Porque era todo lo que me
quedaba.
—¿Ya tienes un lugar reservado para tu noche? —preguntó.
En realidad, no tenía nada porque no había aceptado el vuelo hasta que
desperté esta mañana.
—Probablemente me quedaré en el Radisson del JFK. Creo que todavía
nos alojan ahí.
—Tengo una habitación en el Plaza, que dices, ¿te vienes a la ciudad
conmigo y pasamos la noche? Podemos ir a bailar. O si no tienes ganas,
podemos saltarnos el baile e ir directamente a la cama. —Levantó una ceja.
Alexa siempre iba al punto.
A pesar de no tener realmente deseados de hacerlo, me di cuenta que era
219 mejor regresar a mi vida. Esto sería para mí. No había estado con otra mujer en
once meses. Si iba a regresar a la acción, era mejor que fuera con una mujer
con la que era compatible y que tampoco existieran expectativas de algo que
no fuera sexo. ¡¿Qué demonios?! Era mejor que volver a estar solo.
—Seguro, porque no.
28 Gauges: Uno de los medidores en el avión, puede ser de combustible, altitud, dirección, etc.
llamadas de servicio y esperaría hasta una hora. Alexa me acompaño en la
cabina a esperar.
—¿Recuerdas esa vez en Berlín donde casi nos atrapan mientras
estábamos en retraso por mal clima? Estaba sentada en tu regazo, montándote
y la puerta de la cabina abierta, no escuchamos el aviso de que finalmente
abordarían. —Ella estaba sentada en la silla junto a mí y acariciaba mi brazo de
arriba abajo mientras hablaba.
Yo asentí, incapaz de responder con mi voz, porque sabía que mi voz
saldría llena de asco. Recordaba el día del que hablaba, aunque pensar en eso
me hacía sentir enfermo. Sexo sin amor ¿Qué había pasado que ya no estaba
interesado? Estaba completamente seguro, que si le decía que se pusiera de
rodillas en este momento mientras esperábamos al mecánico, lo hubiera hecho
tan feliz. Había existido una época en la que recibir una mamada en la cabina
había sido lo mejor. ¿Regresaría alguna vez a esos días? Estaba jodidamente
seguro que en este momento no lo disfrutaría.
—Tenemos una hora libre ¿Podríamos poner la cubierta para el sol e ir
calentando?
—Preferiría que eso se arreglara en el hotel.
220
Permaneció en silencio por un momento.
—¿Qué te sucede Trip? No pareces tú.
—Nada. Solo cansado por el vuelo. —No iba a insultarla y decirle la
verdad, que me sentía como si estuviera esperando el pasar por un firing
squad29 en lugar de estar esperando el estar dentro de ella. No había razón
para herir sus sentimientos. La mierda por la que estaba pasando era mi
problema.
Debió de haber sentido que mi cabeza se encontraba en otro lado.
—¿Qué pasó contigo y la pequeña rubia? Los rumores entre el staff es que
alguien finalmente había atrapado al Capitan Granpolla.
Levanté las cejas.
—¿Capitan Granpolla?
—No pretendas que no sabes cómo te llaman las azafatas. No es secreto
que te gusta follar y que estas bien equipado.
29 Firing squad: Grupo de soldados que son comandados para dispararle a una persona.
Negué, asqueado de mí. Dios, realmente había sido un idiota antes de conocer
a Kendall.
Cuando no respondí, presionó de nuevo.
—¿Qué? ¿Te enamoraste de ella o algo así?
De los pies a la cabeza.
—No quiero hablar de eso contigo Alexa.
—¿Por qué? Yo estuve casada una vez. Podría ser tu amiga también,
sabes. Soy algo más que un lugar donde puedas meter tu polla de vez en
cuando. Solo que nunca tuviste ningún interés en llegar a conocerme antes.
Me le quedé viendo. Tenía toda la razón. Antes de Kendall, no hubiera
estado de acuerdo con ella, pero ahora sabía lo que era dejar entrar a alguien,
abrirme para algo más que solo sexo, por lo que podía ver las cosas con
claridad. Nunca le había dado la más mínima oportunidad.
—Lo lamento Alexa.
Dejó caer su guardia, y por un segundo vi una parte vulnerable de ella
que nunca había visto antes.
221 —Está bien. Tomo lo que puedo obtener de ti.
Afortunadamente el mecánico llegó antes de lo esperado y terminó
nuestra pequeña charla. Después de mostrarle el gauge roto y responderle
otras preguntas de rutina, había terminado y estaba libre de mi deber. Alexa y
yo desembarcamos, y nos dirigimos a la terminal, después a la salida.
Mientras nos dirigíamos a la salida, mi mente corría. ¿Esta era la manera
correcta de hacerme sentir como mi viejo yo? ¿Follar con una compañera de
trabajo? ¿Por qué se sentía mal ahora? Kendall se había ido, once meses habían
pasado, y no tenía razón de serle fiel a un fantasma.
Mientras pasábamos un stand de Hudson News, pensé que de verdad vi
a un fantasma. Una mujer revisaba las revistas, dándome la espalda, pero
desde atrás se veía exactamente como Kendall. Mis latidos comenzaron a
acelerarse más rápido de lo que habían hecho en un largo tiempo. Ver el
fantasma de Kendall me había calentado más que la idea de tener relaciones
con Alexa. Observe a la mujer mientras caminamos. Usaba el uniforme de una
aerolínea hermana, National Elite, me sentí decaído y me obligué a mirar a
otro lado. De verdad comenzaba a perder la cabeza.
Una consciencia que no me di cuenta que tenía empezó a activarse, en el
momento que llegamos a la salida. No existía modo de que pudiera hacer esto
con Alexa. Por mucho que odiara el no poder seguir con mi vida, no estaba
listo. La fila del taxi solo tenía una persona esperando. Nos metimos, y un taxi
rápidamente llegó. Cuando el conductor abrió la cajuela, esperé hasta que
tomara el equipaje de Alexa.
—Alexa lo siento. Aprecio la invitación, pero no puedo hacerlo.
—¿Hacer qué? —Parecía sinceramente sorprendida.
—Ir contigo. A tu hotel. No estoy listo.
—¿No estás listo? Quieres decir…
—No, no es así. No es un problema físico. Es solo que... mi mente está en
otro lugar, y no es justo para ti.
Ella dio un paso y me tomó del uniforme.
—No me importa.
Forcé una sonrisa triste.
—Lo siento. Pero a mí sí.
222 Suspiro fuertemente.
—¿Existe algo que pueda ofrecer para convencerte?
¿Podías volver un fantasma en realidad?
—No. Lo siento. —Abrí la puerta de atrás del carro y esperé a que
entrara. Se metió y se veía realmente triste, no parecía molesta.
—Si cambias de idea, tú sabes dónde encontrarme.
—Gracias. Cuídate Alexa.
Cerré la puerta y toque con mis nudillos para hacerle saber al conductor
que podía irse. Luego me quedé de pie por diez minutos mirando a la nada.
No sabía qué hacer. Podía ir al hotel, pero eso me deprimía más que el
incidente con Alexa. Así que hice lo único que me hacía sentir mejor
últimamente, y regresé al aeropuerto.
La comida del Sky Lounge no era tan mala, y mataría algo de tiempo
antes de ir a mi deprimente hotel por mi cuenta. Pasé por seguridad y de
regreso al área abierta del National Elite. Mientras pasaba por la puerta 32,
volví a ver a quien pensaba era el fantasma rubio de Kendall, caminando hacia
el hangar para abordar su vuelo. Realmente se parecía a ella de espalda. El
contonear de sus caderas era incluso similar. Me detuve para mirarla caminar,
sin moverme, hasta que desapareció de mi vista. Una vez más mi corazón latía
aceleradamente, con solo ver a alguien que era similar a Kendall.
¿Qué demonios estaba mal conmigo?
Negué con la cabeza, parpadeé un par de veces, y me obligué a seguir
caminando. Había pasado dos o tres puertas más cuando me di la
vuelta. ―Estoy perdiendo la maldita cabeza‖, me dije. Era ridículo, lo sabía. Pero
mi corazón seguía acelerado, y nunca sería capaz de volver a dormir, si al
menos no preguntaba.
Esperé en fila, detrás de una mujer que quería cambiar su asiento.
Cuando fue mi turno, me aseguré que el sombrero de Capitán estuviera en mi
cabeza.
—Hola, soy Carter Clynes con International. Juraría que acabo de ver a
un viejo amigo con el que solía trabajar entrando por la puerta.
—¿Te refieres al Capitán Reisher?
—No, una azafata. Solíamos trabajar juntos.
—Déjame ver. Tenemos a Melissa Hansen, Nat Ditman y… —la mujer
223 volteó hacia su compañera—. ¿Cuál es el nombre de la nueva azafata? ¿La
rubia?
Mi corazón se aceleró con anticipación.
—¿La que acaba de terminar su entrenamiento la semana pasada?
—Si esa. Ella acaba de abordar su vuelo.
—¡Oh! Su nombre… es Kendall.
Me congelé. No podía ser.
—¿Dijiste Kendall?
—Si. ¿Es quien pensabas que era?
Tenía que ser una jodida coincidencia.
—Kendall… ¿su apellido es Sparks?
—Sí, ese es. Ella está tomando la ruta Nueva York – Boston, en este
momento.
¿Estoy imaginando lo que escuché? ¿Me habré vuelto loco? ¿O puede ser
realmente posible que Kendall se haya convertido en azafata y estuviera justo cruzando
el pasillo?
La idea parecía loca.
Miré hacía la pantalla de vuelos. Mostraba Boston, pero parpadeaba como
retrasado.
—¿A qué hora supuestamente tiene que salir?
—En quince minutos, pero nos están diciendo que se espera un retraso
del al menos una hora por los vientos fuertes.
—¿El vuelo está lleno?
Tecleo algunas cosas.
—Hay algunos lugares disponibles ahora.
—Estaré de regreso. —Salí corriendo lo más rápido que pude, corriendo a
donde vendían los boletos, podría comprar un lugar.
224
30 Volar standby: Es comprar boletos baratos en vuelos que tengan asientos disponibles.
La idea de ella con alguien más me daba pensamientos asesinos. Algo en
el aire cambió cuando nos miramos, y en ese momento, simplemente
necesitaba tocarla, sentir sus labios contra los míos antes de que más palabras
se intercambiaran. Sin pensarlo demasiado, coloqué mi mano sobre su rodilla
y la apreté. Cerró los ojos, y apoyó su cabeza contra el asiento al simple toque.
Su respiración se aceleró, moví mi mano, y la coloqué en la parte de atrás de
su cabeza, acercándola a mí y devorando su boca.
El beso fue ardiente y desesperado, diferente de todos los que nos
habíamos dado antes. Este, estaba liberando casi un año de emociones
embotelladas y privación sexual, por lo menos para mí. Oré para que fuera lo
mismo para ella, que no hubiera estado con alguien más.
A pesar de que seguía enojado, necesitaba tenerla, era como si mi vida
dependiera de ello. Empujé mi asiento lo más que pude y la coloqué arriba de
mí. Demasiado caliente para siquiera hablar, me dije que dejaría que su
respiración y su cuerpo me guiaran, que me hicieran saber si eso estaba bien.
Cuando Kendall comenzó a moverse desesperadamente sobre mi
dolorosa erección, sabía que no había vuelta atrás. Cuando ella de repente
levantó su falda para que se quedará en su cintura, yo desabroché mi pantalón
233 y segundos después estaba bajando hacia mí. El sentimiento de estar entrando
en su caliente, y húmedo coño después de todo este tiempo, no se comparaba
con nada. Ni siquiera había durado tanto tiempo sin sexo, y nunca había sido
separado de alguien a quien verdaderamente amaba. Esas dos cosas
combinadas, estaban haciendo esa aventura totalmente diferente a lo que antes
había experimentado.
Fue desenfrenado.
Fue imparable.
Fue totalmente inapropiado en el estacionamiento del aeropuerto.
Fue jodidamente caliente.
Duró menos de un minuto.
Cuando sentí sus espasmos alrededor de mí, terminando dentro de ella,
esperando que estuviera tomando la píldora, pero sin importarme realmente
los riesgos para hacerme parar. Se sentía tan bien. Permaneció arriba de mí por
un rato, antes de regresar al asiento del conductor. Todavía jadeando y
cansados, ambos nos recargamos en los asientos, diciéndonos a gritos con la
mirada, ―¿Qué demonios acaba de suceder?‖
Ella fue la primera en hablar mientras se acomodaba la ropa.
—Necesitaba descubrir quién era Carter, además de la rica y perra de
Kendall Sparks de Dallas, Texas. No estaba lista para tener un bebé. No estaba
preparada para nada. Necesitaba madurar. Cuando me conociste, todavía era
una persona confundida. El tiempo a solas me ayudo a crecer. He sido
miserable. Y me ha enseñado que esta no es la clase de vida que quiero a tener
a largo plazo. Pero por ahora, ha tenido su propósito. También lo que aprendí
es que no ha existido ni un momento en el que me arrepienta de no tener
dinero. Esa herencia fue toda a la caridad como mi abuelo prometió ¿Y sabes
qué? No podría estar más feliz con eso. El dinero no me había hecho feliz. Eso
no habría cambiado nada. Lo único que hubiera hecho, hubiera sido mantener
el trasero de mi madre en casa, cuando debió de estar trabajando como los
demás.
Necesitaba saber
—¿Has estado con alguien más en este tiempo?
—No. No, he estado —tragó— ¿Y tú?
—No. No podía. Incluso cuando llegué a creer que te habías ido para
siempre, aun así, no pude. Pero estoy tan jodidamente enojado Kendall. Estoy
234
enojado porque me dejaste, que no me creíste lo suficiente para quedarte
conmigo. Estoy enojado porque los pasados once meses, fueron un infierno, y
por nada. Pero lo que me enoja más, es que a pesar de todo… lo entiendo. Y te
amo jodidamente demasiado. —Tomando su mejilla, finalmente lo admití—
También fui con Maria Rosa. Y justo como tú, estaba desesperado. El mensaje
que me dio fue: ―A resposta está no céu‖ ¿Sabes lo que significa?
—No.
—La respuesta está en el cielo.
Los ojos de Kendall se abrieron.
—¿Estás bromeando?
—No. Pensé que tenía algo que ver con Lucy in the sky with
Diamonds. Gracias a ese mensaje fui a la tumba de Lucy, y lloré hasta no poder
más. Nunca la había visitado. Y aunque fue extremadamente doloroso, me dio
un porqué del cierre que desesperadamente necesitaba. El cambio de planes
por ese vuelo, rompió mi rutina, y me puso en Nueva York exactamente al
mismo tiempo que te vi en el aeropuerto. Nunca te hubiera visto si no hubiera
sido por eso.
—Ambos tuvimos el mismo mensaje.
—Ninguno de los dos estaría aquí si no hubiera sido por esas palabras.
Maria nos dio un mapa para encontrarnos. Lo interpretamos a nuestra manera,
tomamos rutas diferentes, pero terminamos aquí. Ahora depende de nosotros
el siguiente paso que vamos a dar en este viaje, ya sea juntos o separados.
235
AMBOS HABÍAMOS ESTADO callados todo el viaje a mi apartamento.
Solo eran diez millas, pero el tráfico me dio más de media hora para pensar.
Carter estaba mirando por la ventana aparentemente perdido en sus
pensamientos. Después de nuestra locura en el estacionamiento, le había
preguntado si quería venir a casa conmigo. Me sorprendió que su respuesta
inmediata fuese sí. En realidad, él había sugerido que quizás fuese mejor para
él quedarse en un hotel para darnos algo de tiempo. Pero le había dicho de
pasar la noche conmigo en mi casa. Y ahora… estaba comenzando a darme
236 cuenta de que no era lo más inteligente. Me estaba dando vueltas la cabeza
pensando sobre todo lo que había sabido durante las dos últimas horas.
Especialmente lo que significaba para nosotros desde aquí.
Estacioné mi SUV en mi lugar de estacionamiento designado y rompí
nuestro silencio.
—No es tan hogareño como Silver Shores, pero aquí es donde vivo.
Carter miró el letrero sobre el césped.
—¿The Charleston Chew Lofts, eh? Estoy bastante seguro de que nadie
en Silver Shores puede comer Charleston Chew. Esas cosas siempre eran
matadoras para los dientes. Me rompí un diente de leche comiendo uno de los
congelados. Probablemente el más duro para las dentaduras.
—En realidad el edificio es la vieja fábrica de caramelos Charleston Chew.
Fue convertida en condominio pero todavía tiene un montón de detalles de la
fábrica original, como ladrillos expuestos y vigas de madera. Mi casa es
pequeña, solo un estudio que apenas puedo pagar ahora que soy una chica
trabajadora, pero el edificio tiene un balcón en la azotea en el que pasé mucho
tiempo. —Señalé la cima del edificio—. He pasado horas mirando el cielo y
pensando sobre los últimos meses.
Había estado mirando a mi edificio de apartamentos y cuando me giré
hacia Carter me di cuenta de que había estado mirándome.
—¿Qué? —pregunté.
Negó.
—Nada.
Carter tomó nuestras bolsas y yo lideré el camino hacia mi casa. En el
ascensor, se sentía casi surreal estar de pie junto a él de nuevo. Durante el
pasado año, a menudo había soñado con él estando aquí conmigo. Así que no
era sorprendente que en este momento sintiera como si estuviese en medio de
una confusa fantasía en lugar de la realidad. Que probablemente es la razón de
que cuando las puertas del ascensor se abrieron en la tercera planta, no me
moví.
—¿Este es tu piso? Pulsaste el tres cuando entramos.
—Oh. Sí. Lo siento.
Jugueteé con mis llaves cuando desbloqueé la puerta a mi apartamento.
Una vez dentro, giré con los brazos extendidos.
237 —Este es tu tour. Puedes ver casi todo el lugar desde aquí.
Carter dejó nuestras bolsas y miró alrededor.
—Muy agradable. Es moderno pero cálido. Encaja contigo.
—Gracias. Mis vecinos a ambos lados también trabajan en aerolíneas.
Gabby en el 310 es una azafata de Delta. Max en el 314 es piloto de American.
Hacemos barbacoas juntos en las raras ocasiones en que nuestros horarios
concuerdan.
Vi la mandíbula tensa de Carter.
—¿Un piloto vive en la puerta de al lado?
—Sí.
Asintió.
El hecho de que estuviese restringiendo su comentario me hizo ofrecer
más:
—Acaba de cumplir cincuenta y tres y está pensando en retirarse a
Florida. Quizás cuando sea un poco más mayor, puede ser tú vecino.
—Listilla.
Me quité los zapatos y caminé hacia el refrigerador, consiguiéndonos
unas bebidas.
—Hablando de Florida. ¿Cómo está tu grupo? ¿Muriel, Bertha y Gordon?
La expresión de Carter cayó.
—En realidad Gordon no está bien. Tuvo un derrame hace unos cuatro
meses y la terapia física no está yendo tan bien como pensaban. Perdió el uso
completo de un brazo y su habla todavía sigue bastante mal pronunciado.
—Eso es terrible. Lo siento mucho. ¿Tiene familia cerca de ti?
—Nadie. Tomé unas semanas de vacaciones después de que ocurriese
para ayudarle. Pero cuando me voy por cuatro o cinco días, no sale mucho.
Muriel y Bertha toman turnos para vigilarlo, pero no pueden levantarlo. El
terapeuta físico viene a casa para hacer sus ejercicios, pero aparte de eso, ha
sido duro para él.
—Tiene suerte de tenerte.
—Quieres decir, Brucey. —Carter sonrió.
—Sí, su maravilloso hijo, Brucey. —Dudé antes de continuar, insegura de
238 si debería ir tan lejos. Al final, decidí que lo que quería decir era sobre Carter y
no sobre nosotros, así que lo dije—. Sabes… la primera vez que fuimos a
visitar a Gordon y me di cuenta de que no solo estabas cuidando a un hombre
que era un extraño para ti, sino que le estabas permitiendo llamarte Brucey y
llenar el vacío de su hijo desaparecido, fue el momento que me admití a mí
misma que estaba enamorada de ti. Porque no solo eras este hermoso hombre
por fuera con el que era divertido pasar el tiempo, eras igual de hermoso en el
interior.
Carter me miró. Cuando habló, su voz estaba ronca.
—Si realmente me amabas, ¿cómo pudiste dejarme, Kendall?
Avergonzada aparté la mirada.
—No lo sé.
—¿Te arrepientes ahora?
—Me he arrepentido cada día desde que te deje en el bar del aeropuerto.
—¿Entonces por qué no hiciste algo sobre ello? Sabías dónde
encontrarme. Sabías dónde trabajaba, dónde vivía… sabías todo lo que había
que saber de mí, por el amor de Dios. —Se pasó los dedos por el cabello.
Aunque me había hecho la misma pregunta una y otra vez el año pasado,
todavía no tenía respuesta.
—No lo sé. Lo siento, Carter.
Después de unos tensos minutos, Carter habló:
—¿Tienes hambre? ¿Quieres comer algo? ¿O quieres ir a dormir? Debes
levantarte temprano para trabajar en el puente aéreo.
—En realidad estoy muy cansada.
—Está bien. Vayamos a dormir.
Miré alrededor del apartamento, extrañamente insegura de cuáles
deberían ser nuestros arreglos para dormir, aunque habíamos intimado en el
auto.
—Puedo dormir en el sofá si quieres. Puede tener la cama.
Carter caminó hacia mí, me levantó la barbilla para que nuestras miradas
se encontrasen.
—Estoy confuso sobre un montón de cosas que tienen que ver con
nosotros. Pero querer compartir una cama contigo, definitivamente no es una
239 de ellas. Si estás bien con ello, nada me gustaría más que volver a dormir junto
a ti.
—Me encantaría eso.
Movió la mano en mi barbilla para tomar mi rostro, y se agachó, así
nuestras narices casi se estaban tocando.
—Y otra cosa. Cuando nos despertemos, planeo follarte en esa cama que
estaremos compartiendo. Solo que esta vez, no tardaré dos minutos como hice
en el estacionamiento.
Tragué.
—También me encantaría eso.
—Bien. Ahora consigamos algo de descanso. Porque vas a necesitarlo.
CARTER Y YO ESTÁBAMOS sentados en el balcón del tejado junto a una
estufa eléctrica que también servía como un poste de luz. Era un poco después
de media noche y estaba acurrucada contra él en el delgado colchón con una
manta sobre nosotros. No había estado bromeando cuando dijo que la
segunda vez que estuviésemos intimando, iba a durar más de dos minutos.
Después de una siesta de hora y media, pasamos tres horas haciéndolo en mi
cama. Estaba saciada y contenta mientras él me acariciaba el cabello y ambos
mirábamos las estrellas.
—Conocí a tu madre.
Bueno, eso obtuvo mi atención. Sin duda, nunca esperé que esas palabras
saliesen de la boca de Carter. Eché la cabeza atrás para mirarlo.
—¿Acabas de decir…
—Conocí a Annabelle.
—¿Dónde? ¿Cómo?
—Fui a Dallas después de averiguar que el bebé no era mío. Necesitaba
verte.
—¿Cómo conseguiste la dirección?
240
—No es difícil encontrar a la gente en internet, Kendall. Le envié una
carta y nunca me respondió. Mi terapeuta dijo que necesitaba un cierre, así que
decidí tomar una oportunidad y fui a la dirección donde había enviado la
carta.
Había tanto en esa respuesta que tenía más preguntas. ¿Terapeuta?
¿Cierre? Pero mi curiosidad sobre mi querida madre ganó.
—¿Qué te dijo ella?
Se encogió de hombros.
—No mucho. Básicamente dijo que no sabía dónde estabas e insinuó que
la dejaste desamparada.
—En cierto modo lo hice. Mi estilo de vida no fue el único que cambió
drásticamente por las decisiones que he tomado. Fui egoísta tomando
decisiones.
Carter se enfadó.
—Joder. Tú no fuiste la egoísta. Ella no tenía derecho a esperar que
siguieses con esa loca cláusula que tu abuelo puso en su testamento. Cuando
pensé que había una posibilidad de que fuese padre, al principio pensé mucho
sobre lo que significaría para mí. Luego, un día estaba de pie frente al avión
saludando a los pasajeros y una pareja abordó con un bebé. No los conocía,
pero miré al pequeño monstruo chillón de ojos azules y me di cuenta de que
cómo me afectase ya no era importante. No tendría mucho que darle a mi hijo,
pero le daría lo mejor de mí sin importar el qué. Cualquiera puede ser padre,
pero los buenos padres ponen las necesidades de su hijo antes que las suyas.
Un padre debería ser desinteresado, no egoísta. Lo que tu madre esperaba que
hicieses era egoísta. Nunca debería haberte presionado.
—Vaya. Suena como si realmente estuvieses preparado para que el bebé
fuese tuyo.
—No sé sobre eso. Pero decidí que si era la forma en que resultaba, iba a
darle a él lo mejor de mí.
—Él. ¿Ella tuvo un niño?
—Sí.
Estaba oscuro, pero vi el dolor en los ojos de Carter.
—Dolió cuando averiguaste que no era tuyo, ¿no es así?
241 Asintió.
—No esperaba eso. Pero sí, lo hizo. Por mucho que no quería tener un
bebé con ella, de algún modo comencé a preocuparme por el bebé no nacido.
Me puse de rodillas para mirarlo directamente a los ojos.
—Eres un hombre increíble, Carter Clynes. Algún día vas a ser un padre
increíble.
244
—ESTA ES TU SEGUNDA VISITA en una semana. ¿Paso algo que te trae
de vuelta aquí hoy? —preguntó la doctora Lemmon.
—No puedo dormir.
—¿El problema es conciliar el sueño o permanecer dormido?
—Ambos. Tengo esta increíble energía dentro de mí y simplemente
parece que no puedo deshacerme de ella.
252
MARIA ROSA ME DEJÓ ENTRAR con pocas preguntas. No es que
hubiera entendido sus preguntas de todos modos. Creo que ella sabía muy
bien por qué estaba allí.
Asentí.
—Obrigada. —Por fin aprendí a decir "gracias" apropiadamente en
portugués.
Pedro saltó sobre mi hombro, y para mi sorpresa, no me orinó antes de
huir otra vez. Quizás, después de tres visitas, finalmente estaba en paz con la
multitud de monos.
Maria me señaló la habitación correcta, indicando con su dedo índice
mantener silencio ya que Carter estaba durmiendo. Abriendo lentamente la
puerta, me encontré con un regalo para la vista.
No sabía lo que Carter había estado soñando, pero claramente estaba…
mojado. Su polla dura y goteando, erecta en el aire. Estaba completa y
gloriosamente desnudo. Estaba tan cansada de mi viaje, que no quería nada
más que arrastrarme a la cama con él. Quitándome cada último hilo de ropa,
me puse de manos y rodillas sobre el colchón.
Carter parpadeó y se estremeció antes de darse cuenta que era yo.
—¿Perky?
—Sí.
—Oh Dios mío. Pensé que estaba soñando.
—No lo estás.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Shh —dije mientras bajaba mi boca sobre su pene. Sus palabras se
desvanecieron cuando perdió la habilidad de hablar. Echando su cabeza hacia
atrás, cedió todo el control mientras me cernía sobre él. Agarrando la parte de
posterior de mi cabello, guio el movimiento de mi boca.
Me encantaba escuchar los bajos gemidos de éxtasis que se le escapaban.
En un momento, se alejó y levantó mi cuerpo sobre el suyo.
La cama tembló cuando lo hicimos. Era bastante temprano por la
253 mañana, y estaba seguro de que estábamos interrumpiendo a los otros
huéspedes, que estaban durmiendo o desayunando, pero no me importaba.
Necesitábamos esto. Ambos llegamos en menos de unos minutos. Había
pasado demasiado tiempo.
Llena de felicidad post-coital, respondí a su pregunta anterior.
—Recibí tu mensaje. Les dije que era una emergencia familiar. Tan
pronto como aterricé en Nueva York, reservé un boleto para el próximo vuelo
a Rio.
—¿Mentiste por mí?
—No. No fue una mentira. Eres la única familia real que tengo ahora. Y
realmente necesitaba verte, como si mi vida dependiera de ello. Así que es una
emergencia a mi modo de ver.
Todavía estábamos tumbados desnudos uno encima del otro cuando
preguntó:
—¿Cuánto tiempo puedes quedarte?
—Todo el tiempo que me necesites.
—¿Entonces jodidamente para siempre?
—De acuerdo.
Se apartó para examinar mi rostro.
—¿De acuerdo?
—Sí.
—¿No volverás a trabajar?
—Volar nunca fue para mí, Carter. Era sólo un medio para huir
mientras, al mismo tiempo, de alguna manera una inútil conexión contigo. Fue
una buena experiencia, cumplió su propósito, pero necesito poder verte
cuando estés en casa.
—¿Qué harás?
—A ti. —Me reí—. Voy a dedicarme a ti… hasta que me digas que haga
otra cosa.
Pasando sus dedos por mi cabello, sonrió.
—Justo parece que tengo una posición a tiempo completo libre para eso.
254
—Honestamente, encontraré algo, algo que ame. Por ahora, sólo te amo
a ti. Te debo tanto, por venir a buscarme y por rendirte conmigo, aunque te
había abandonado. Ya no huiré. Y no hay mejor lugar para quedarme que
donde empezó todo.
—Tenemos dos días aquí. Luego, voy a regresar a Florida para el funeral
de Gordon.
—Vamos a regresar a Florida.
—¿Vienes conmigo?
—¿Si a Silver Shores no le importa un residente menor de edad?
—¿Esto realmente está sucediendo?
—Sí. Si me quieres, soy tuya. Quiero cantarte en persona para que
duermas cuando estés en casa.
—Este es realmente el día más feliz de mi vida, Perky. Quiero que sepas
eso.
Más tarde ese día, Carter y yo estábamos en la playa bebiendo
Caipirinhas como lo habíamos hecho durante el comienzo de nuestro viaje.
Pensé en lo aterrorizada que estaba en esos tiempos en comparación con la paz
que estaba experimentando ahora.
—La última vez que estuvimos aquí haciendo esto, no sabía quién era
yo. Era sólo una chica acompañando a un piloto caliente, bebiendo tragos en la
playa de Rio. Era una persona confundida, lista para vender su alma y la de su
hijo por nacer.
—¿Y ahora?
—Ahora, sólo soy… amada. No quiero otra cosa que ser la chica en la
playa acompañando al piloto que me ama. Todo lo que alguna vez necesité, en
realidad lo tenía ese día. No lo sabía todavía. Y mis futuros hijos no solo me
tendrán, sino que tendrán tanta suerte de tenerte como padre.
—¿Quieres tener un bebé conmigo, Perky?
—Algún día, sí. Pero antes quiero disfrutar de estar contigo un rato.
Me miró durante un buen rato antes de decir:
255 —Lo guardé.
Incliné la cabeza.
—¿Guardar qué?
—El pequeño traje que compraste en Carter’s que parecía un uniforme
de piloto.
—¿Cómo supiste eso?
—Estaba colgado en tu armario en Texas. Cuando lo vi, así fue cómo lo
supe.
—Entonces, sabías que iba a decirte que quería tener a tu bebé, que
mentí en el salón del aeropuerto cuando te dije que había tomado mi decisión
de seguir con la inseminación.
—Ese pequeño traje fue a lo que me aferre con esperanzas todo este
tiempo.
—Estaba segura que cuando lo vi en la tienda con tu nombre fue una
señal.
—Lo fue. Hemos tenido algunos desvíos mientras tanto.
—Hay señales por todas partes, ¿no?
El sonido de un pequeño avión podía ser escuchado en lo alto.
Carter señaló hacia arriba.
—Hay una ahora mismo.
Ambos miramos al cielo al mismo tiempo. Una pancarta con un mensaje
era arrastrado por la pequeña avioneta.
Carter resopló.
—¡Mierda! Los idiotas lo arruinaron. La pancarta debía decir: La
respuesta está en el Cielo: Kendall ama a Carter. ¡Sabía que ese tipo no me
entendía!
En su lugar decía: La respuesta está en el disfraz: El muñeco Ken ama tirarse
gases.
262 DEBERÍA SABER que nada con el capitán Carter Clynes era predecible.
Nos habíamos acomodado en nuestros asientos de primera clase
mientras el avión navegaba. Era de noche, y el avión estaba oscuro. Me había
dormido y desperté con la vista de Carter observándome.
—¿Estabas observándome dormir?
—Sí.
—¿Y en qué estabas pensando?
—Estaba pensando en lo fácil que sería deslizar este anillo en tu dedo
mientras estabas durmiendo.
Mi corazón pareció saltar. Me enderecé en mi asiento y cuando bajé la
mirada, una enorme roca de corte radiante envuelta alrededor de mi dedo
anular.
Cubriendo mi boca con mi otra mano, dije:
—Oh Dios mío.
—Kendall Sparks, ¿me harás el honor de convertirte en mi esposa
durante nuestro viaje a Australia? —susurró, queriendo mantener este
momento privado entre los dos.
—Sí. ¡Sí! —Asentí una y otra vez—. Esto no era lo que esperaba.
—Lo sé. —Llevó mi mano a su boca y la besó—. ¿Te gusta el anillo?
—Es fenomenal.
—Es Carter con una "I" en el medio. —Me guiñó.
Me tomó un tiempo.
¡Oh!
Cartier.
Nos abrazamos durante varios minutos.
—Te amo tanto, Carter.
—También te amo, señora Clynes. —Sonrió—. Oye, ¿puedo preguntarte
algo?
—Sí. Cualquier cosa.
263
264
FIN
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Autora súper ventas del New York Times. Con más de un
millón de libros vendidos, sus títulos han aparecido en más de cincuenta listas
de Bestseller y actualmente están traducidos en doce idiomas. Vive en Nueva
York con su esposo y sus tres hijos, donde disfruta de su propio felices para
siempre con el niño que conoció a los seis años.
Es un ratón de biblioteca y se la puede ver leyendo su Kindle en los
semáforos, mientras le cortan el cabello, pasando la aspiradora, caminando,
durante los eventos deportivos, y con frecuencia mientras pretende trabajar.
Es una aburrida abogada de día, y una emocionante autora de
bestsellers, por la noche.
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