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«En mi tercera campaña marché contra Hatti.

Luli, rey de Sidón, a quien el


aterrador hechizo de mi señorío había dominado, huyó a lo lejos, allende los mares,
y pereció. El sobrecogedor esplendor del Arma de Ashur, mi señor, abrumó sus
fuertes ciudades (tales como) Sidón Grande, Sidón Pequeña, Bit-Zitt, Zaribtu,
Mahalliba, Usu, Akzib (y) Akko, (todas) sus ciudades fortificadas, amuralladas (y
bien) provistas de alimentos y agua para sus guarniciones, y se inclinaron en señal
de sumisión a mis pies. Puse a Etbáal en el trono para que fuese rey sobre ellos y le
impuse tributo (debido) a mí (como) superior suyo, (para que se pagase) anualmente
sin interrupción.
En cuanto a todos los reyes de Amurru- Menashem de Samsimuruna, Tubalu de
Sidón, Abdiliti de Arwad, Urumilki de Biblos, Mitinti de Asdod, Buduili de Bet-
Ammón, Kammusunadbi de Moab (y) Aiarammu de Edom, trajeron suntuosos
presentes (igisu) y, cuadruplicados, sus pesados presentes iamartu a mí y besaron
mis pies (...)
En cuanto a Ezequías el Judío, no se sometió a mi yugo. Puse sitio a 46 ciudades
fuertes, baluartes e innumerables aldehuelas de sus inmediaciones, y (las) conquisté
mediante terraplenes bien construidos y arietes acercados, el ataque de infantes, y
minas, brechas y trabajo de zapa. Saqué (de ellas) 200.150 personas, jóvenes y
ancianos, varones y hembras, caballos, mulas, asnos, camellos, ganado mayor y
menor sin cuento, y (los) consideré botín. A él mismo hice prisionero en Jerusalén,
su residencia real, como a un pájaro en una jaula. La cerqué con terraplenes a fin de
molestar a los que abandonaban la puerta de su ciudad. Las ciudades que había
pasado a saco desgajé de su país y las entregué a Mitinti, rey de Asdod, a Padi, rey
de Eqrón, y a Sillibel, rey de Gaza. Así reduje su país, pero aumenté aún el tributo y
los presentes katru (debidos) a mí (como su) superior, que le impuse (después)
además del tributo anterior para que se pagase anualmente. El propio Ezequías, al
que el temible esplendor de mi señorío había abrumado, y cuyas tropas irregulares y
escogidas, que entró en Jerusalén, su residencia real, para fortalecer(la), le habían
desertado, me envió más tarde a Nínive, mi ciudad señorial, además de 30 talentos
de oro, 800 talentos de plata, piedras preciosas, antimonio, grandes bloques de
piedra roja, lechos (taraceados) con marfil, sillas nimedu (taraceadas) con marfil,
cueros de elefante, madera de ébano, madera de boj (y) toda clase de valiosos
tesoros, sus hijas, concubinas, músicos y músicas. Para entregar el tributo y rendir
obediencia como un esclavo envió su mensajero (personal)».

(Traducción de F. Marco, Narciso Santos, Textos para la Historia del Próximo


Oriente Antiguo, Oviedo, 1980, vol. II, pp. 60-61, a partir de la versión inglesa
publicada por James B. Pritchard (ed.), Ancient Near East Text Relating to the Old
Testament, Princeton, 1955 (2.ª edición), pp. 287-288.)

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