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Universidad de la Salle.

Facultad de filosofía y Humanidades.


Simone Weil: escritura, política y condición obrera.
Juan Sebastián Camargo
Violencias del significante: aproximaciones a la experiencia del ser-cristiano en Simone Weil.
“Es tal vez el predominio de la forma, del cómo sobre el qué, lo que asimila la gran obra filosófica a la
obra de arte”
Ramón Pérez Mantilla.
Es posible trazar una línea diferencial a lo largo de la historia de la filosofía, y notar, en virtud de
la forma de exposición de cada sistema de pensamiento, la tensión entre significado y significante.
Lo que hace especial a cada filosofía en particular es el dominio del significante sobre el significado.
Pues aquella supremacía del significante muestra el dominio de una realidad que se deja aprehender
a través de conceptos, ritmos, fragmentos o sentencias. De manera que, aquello que logra captar
nuestro atención y sentimiento por lo real, por el mundo y la sociedad, está supeditado por aquello
que logra transgredir, transfigurar, armonizar y desocultar parte de la compleja estructura humana.
No hay pensamiento que no ejerza resistencia ni exigencia a través de la forma. Solo a través de ella,
se devela un mundo, un sentimiento de simpatía y conexión con el otro.
¿Qué resistencia ejerce una filosofía que busca una experiencia radical con la pobreza, con el
sentimiento de desdicha y miseria, o en pocas palabra, con una nueva experiencia del ser-cristiano?
La búsqueda de la forma nos plantea a la vez la pregunta por lo que es digno de ser pensado, eso
que Weil llama lo real. Esa nueva experiencia del ser-cristiano tiene que ser mostrada de manera
radical, nueva e intempestiva. “[P]ero cómo va a cambiarse el pensamiento–nos dice Heidegger–, si
no es emprendiendo el camino de lo que es digno de pensarse” [la cursiva es mía] (Heidegger. 2011:
325). Ese camino es la forma a la que hay que vencer, o por lo menos identificar y sentir, para llegar
al pensamiento auténtico.
Una manera aproximarse a ella es la escritura. Ya un contemporáneo a Weil nos ha mostrado
esa forma en la que está inmersa y oculta la realidad, o si se prefiere, la verdad del mundo religioso
y espiritual judío. Kafka violenta la experiencia del ser-judío a través del significante. Para ello
utiliza el símbolo y la alegoría como una forma de expresión de la herencia judía. El símbolo y la
alegoría son así estructuras de pensamiento, cual si fueran monstruosas figuras que se repiten a lo
largo de la obra e infringen miedo, angustias, placer etc. Lo que Kafka hizo en el terreno del símbolo,
es decir del arte y la sensibilidad, es forzarnos a pensar una nueva experiencia del ser-judío.
De manera análoga podemos preguntar en qué terreno Simone Weil nos fuerza a pensar el ser-
cristiano. Gérard nos dice que “la primera exigencia es […] no ocultar lo real […] lo que da lugar a
una a una práctica moral de la escritura que consiste en dejar que la realidad sea en vez de fabricarla
en beneficio de un texto” (2012: 13). Se puede observar que esta primera aproximación al
significante esta mediada por el lenguaje. Un desocultar o revelarse de las palabras que no han tenido
gran influencia en el discurso político o moral. La escritura plantea retos y problemas, es nuestra
realidad inmediata, aquello que logra expresar lo que somos. Ya Nietzsche decía que
“el lenguaje está fundamentado en el más ingenuo de los prejuicios. Si nuestra lectura, al leer las
cosas, descubre problemas, inarmonías, es porque pensamos en la forma del lenguaje y desde ese
momento ponemos nuestra fe en «la verdad eterna» de la razón (por ejemplo: sujeto, predicado)”
(Blanchot. 1977: 289)
De manera que tratar de revisar nuestra realidad más inmediata, como lo es el lenguaje, y tratar
de repensarlo, nos sitúa ya por fuera de las formas tradicionales de pensar, que construyen prejuicios
y discursos que no se reformulan. Tal es el caso de ese discurso contra el que Weil no está de
acuerdo, escuchémoslo:
“la miseria religiosa es, por un lado, la expresión de la miseria real, y por otro, la protesta contra la
miseria real. La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado de ánimo de un mundo sin
corazón, porque es el espíritu de los estados de cosas carentes de espíritu. La religión es el opio del
pueblo.” (Marx & Ruge. 1970: 102)
Para cambiar ese discurso del opio hay que ponerse en otro lugar, en el lugar quizás de la
desdicha, de la miseria y construir una nueva forma de “descreación, una capacidad espiritual de ver
el mundo desde otro punto de vista […] de borrarse para pensar lo real” (Gérard. 2012: 14).
Dicho todo esto, sumergirse en una nueva experiencia del pensar, implica antes que nada
identificar los elementos del significante, de la forma que nos abren la posibilidad de caminar por
sendas prohibidas. No podemos tratar una nueva expresión de lo religioso-cristiano, como algo banal
y sin sentido, sin antes hacernos uno con la forma, con la nueva figura de pensamiento que se encarna
y que nos abre a otra experiencia cristiana. Así, la iniciativa es a reunir todos esos elementos de la
forma que se resisten a ser pensados.

Bibliografía:
Blanchot, M.(1977). Nietzsche y la escritura fragmentaria. Mantilla, R.(Ed.). Nietzsche 125 años.
Bogotá: Temis
Gérard, V.(2012). “la política como problema”. Gérard, V.(Ed.). Simone Weil, lecturas políticas.
Buenos aires: Nueva visión
Heidegger, M.(2011). La tesis de Kant sobre el ser. Parra, L y Hernando, L.(Ed.). Ramón Pérez
Mantilla. Textos reunidos. Bogotá: Universidad nacional
Mantilla, R.(2011). El Heidegger de Steiner. Parra, L y Hernando, L.(Ed.). Ramón Pérez Mantilla.
Textos reunidos. Bogotá: Universidad nacional
Marx, K.(1970). Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Marx & Ruge. Anales
franco-alemanes. Barcelona: Ediciones Martínez roca

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