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vos que me entrás más en tu amor /

¿qué me vas siendo? / ¿qué te sea


yo? / ¿como gota de rocío
resuelta en aire por tu fuego

Juan Gelman, Citas y comentarios


comentario XXXIII (san juan de la cruz)

en conclusión

Me contentaré, pues, con algunos comentarios destinados a preparar, situándola, una


lectura, más que a ayudarla.
Maurice Blanchot

Éstas palabras y aquellas de Calveyra, “no hay reglas para leer poesía”, me resuenan en
estas consideraciones finales.

Quiero decirlo con un verso del santo, esta canción final de amada y Amado, que sólo ellos
entienden y que es sólo de ellos y para ellos, significan para mí como versos, entrar más
adentro en la espesura, a una zona vedada,

entremos más adentro en la espesura

Quiero finalizar, como no puede ser de otra manera, con sus palabras. Comentando sus
versos:
Mi amado, las montañas
nos dice,
Las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, hermosas, graciosas, floridas y
olorosas. Estas montañas es mi Amado para mí.

yo digo para mí en voz baja y en susurro


Mi amado, las montañas

Marasso, Arturo: “El lirismo de San Juan de la Cruz”. En: Estudios de literatura castellana.
Buenos Aires, 1955.

Marasso, Arturo, «San Juan de la Cruz», en Humanidades, XXIX (1944), pp. 5-26.

–––––, «El lirismo de San Juan de la Cruz», en Boletín de la Academia Argentina de


Letras, XIV (1945), pp. 579-607. Incluido en Estudios de Literatura Castellana, Buenos
Aires, 1955, pp. 77-98.

Marasso, Arturo: “Aspectos del lirismo de San J. de la C.” (en Boletín de la Academia
Argentina de Letras, nº 53, oct.-dic. 1945, p. 579-607). “Paralelismo alquímici…” (en su
“Fervor, silencio, tiempo”, 1994, p. 111 y sig.). “Itinerario de la noche en San J. de la C.”
(en su “Estudios de Literatura Castellana”, Kapelusz, 1955, p. 99-108).

en su diario andrei T. dice q religión, filos y arte fueron creados por el hombre para
expresar la idea de infinito

pasar a los dos diarios palabra-a-palabra- de otto

Rudolf Otto
Lo sagrado es un poder que se sitúa más allá del ámbito de lo humano. Lo santo puede
caracterizarse como "numinoso". Otto, acuñó la palabra "numinoso", derivada de numen, lo
que es de los dioses, conservando su carácter original de demoníaco o fantasmal.

Lo numinoso tiene tres significados complementarios:

1.- el de sentimiento de dependencia y de creatura;


2.- el de ambivalencia de lo experimentado;
3.- percepción del mysterium tremendum et fascinans

Rudolf Otto, admite la existencia de lo ambivalente dentro de la experiencia sacra, esta


relación de atracción y repulsión, llamado y rechazo que caracteriza a la experiencia del
tremendo misterio. Otto describe La mística es una teología del mirum. El mirum como lo
sagrado del asombro, admiración, contemplación, que atrae y extraña. (thateron, alienum).

La vivencia de lo sagrado como "Misterium tremens et fascinans" aporta al hombre una


confianza en si mismo a la vez que descubre su inseguridad o limitación humana se protege
por el misterio. Algo misterioso, trasciende la experiencia de cualquier ser humano, es una
realidad trascendente. Lo tremendo no amenaza al hombre en lo que posee sino en su
propio ser. Es un sentimiento de temor a lo desconocido, a la divinidad. Lo numinoso es
fascinante y atrae, capta descubriendo un nuevo orden de valores. Se produce una ruptura
doble: hacia el interior (una disposición interior, psicológica o vivencial) y hacia el exterior
(una manifestación o rito de alcance social).

“En alguna parte, entre el azar y el misterio, se desliza la imaginación, libertad total del
hombre”, dice Buñuel en sus memorias.

BUÑUEL OBSERVABA LA RELIGIÓN CRISTIANA CON MIRADA DE


ENTOMÓLOGO.

LOS PLACERES DE AQUÍ ABAJO


Adoro los disfraces, y eso desde mi infancia. En Madrid, a veces, me disfrazaba de
sacerdote y me paseaba así por las calles, delito castigado con cinco años de cárcel.
Al igual que san Simeón el Estilita que, desde lo alto de su columna, hablaba con su Dios
invisible, yo, en los bares, he pasado largos ratos de ensueño, hablando rara vez con el
camarero y casi siempre conmigo mismo, invadido por cortejos de imágenes a cual más
sorprendente.
La religión era omnipresente, se manifestaba en todos los detalles de la vida. Por ejemplo,
yo jugaba a decir misa en el granero, con mis hermanas de feligresas.
Pese a nuestra fe sincera, nada podía calmar una curiosidad sexual impaciente y un deseo
permanente, obsesivo.
No me gustan los poseedores de la verdad, quienesquiera que sean. Me aburren y me dan
miedo. Yo soy antifanático (fanáticamente).
Ya que hablamos de Cristo, me parece que, en la evolución contemporánea de la religión,
Cristo se ha ido apoderando poco a poco de un lugar privilegiado con relación a las otras
dos personas de la Santísima Trinidad. No se habla más que de él. Dios Padre sigue
existiendo, pero muy vago, muy lejano. En cuanto al desventurado Espíritu Santo, nadie se
ocupa de él y mendiga por las plazas.
El azar no puede ser una creación de Dios, porque es la negación de Dios. Estos dos
términos son antinómicos. Se excluyen mutuamente.
Carente de fe (y persuadido de que, como todas las cosas, la fe nace a menudo del azar), no
veo cómo salir de este círculo. Por eso es por lo que no entro en él.
No hay gran cosa que decir de la muerte cuando se es ateo como yo. Habrá que morir con el
misterio.
He encontrado cosas muy divertidas en los Evangelios, verdaderamente para morir de risa.
Pero las guardaré para mí.
Junto al azar, su hermano el misterio. El ateísmo —por lo menos el mío— conduce
necesariamente a aceptar lo inexplicable. Todo nuestro Universo es misterio.
En alguna parte entre el azar y el misterio, se desliza la imaginación, libertad total del
hombre. Esta libertad, como las otras, se la ha intentado reducir, borrar. A tal efecto, el
cristianismo ha inventado el pecado de intención.
Sólo hacia los sesenta o sesenta y cinco años de edad comprendí y acepté plenamente la
inocencia de la imaginación. Necesité todo ese tiempo para admitir que lo que sucedía en
mi cabeza no concernía a nadie más que a mí.
La imaginación es nuestro primer privilegio. Inexplicable como el azar que la provoca.
Durante toda mi vida me he esforzado por aceptar, sin intentar comprenderlas, las imágenes
compulsivas que se me presentaban.

Luis Buñuel

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