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Universidad Alberto Hurtado

Pedagogía en Lengua Castellana y Comunicación


Literatura Latinoamericana IV
Profesora Macarena Paz Silva

Alumno Rodrigo Muñoz Cazaux

La Digna Miseria
Del coronel que no tiene quien le escriba.

Si hay algo que se puede percibir en las amarillentas hojas de la novela breve de
García Márquez de 1961 es la incesante condición de miseria de los personajes. El
coronel que vive esperando una pensión que nunca llegará, tal como nos lo vaticina
el mismo título de la obra y por otro lado aferrado a la esperanza de que lo único
que le queda de su hijo muerto, su gallo de pelea, sea lo que los saque de la miseria
a él y a su mujer.

Parece pertinente revisitar la historia de este coronel revolucionario derrotado


precisamente cuando en Colombia se está llevando a cabo un largo proceso de
desarme de las FARC, quizás en algunos años más sea posible comparar a los ex
combatientes revolucionarios que en este año entregan las armas con el coronel de
García Márquez y ver qué tan cíclica es la historia.

La novela comienza con el funeral de otro hijo de otro vecino, en el contexto creado
por Gabo los hijos están muertos, no hay futuro posible, es una tierra de hombres
viejos y moribundos, llenos de achaques. Los pocos jóvenes que aparecen solo
están interesados en las peleas de gallos. Nadie recuerda mucho la causa de la
guerra peleada por el coronel junto a Aureliano Buendía, cuya mención es lo único
de Macondo y la magia barroca de Cien años de Soledad que se puede apreciar en
el relato. Ya no hay prodigios, no hay alquimia, no hay asombro por lo nuevo ni por

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lo viejo, hay solo un presente agobiante y reiterado que lentamente avanza hacia
un destino sombrío que aprieta las tripas. “Es octubre” dice el coronel, como
tratando de buscar una explicación climatológica o acaso en los astros, a su mal
estado, pero lo que sucede es lo que se puede leer entre líneas entre este tour de
force desde octubre a febrero en que comienza la temporada de peleas de gallos.
No hay futuro, no hay proyección, solo sobrevivencia instantánea, el presente es lo
único que importa y el recuerdo de un pasado no glorioso sino derrotado pero con
honor y promesas de incierto cumplimiento es lo único que sostiene alguna idea de
futuro

Los niños también son una imagen perturbadora en la construcción de esta novela.
Parecieran ser una conciencia colectiva que no tiene reparos en invadir la casa del
coronel, más que niños parecen una banda de primates o una plaga sin memoria
que avanza inexorable por sobre la casa, la familia…el gallo. Lo único que sostiene
la existencia del coronel y su mujer es el gallo de pelea que le queda de su hijo
difunto, como un recuerdo del destino trágico de su hijo y como una advertencia
moral para el lector que nada bueno sale de las peleas de gallos (Ya en Cien años..
los Buendía inician su peregrinaje que los llevaría a Macondo debido a que Arcadio
da muerte a un hombre en una riña durante una pelea de gallos y por la misma
razón estos están proscritos en Macondo), Es casi irónica la presencia del gallo, el
coronel y su mujer prácticamente se quitan la comida de la boca para mantenerlo y
además ha matado a su hijo, se asemeja a un castigo poético brutal, alimentar a
quien ha dado muerte a su hijo, al ente que ha sido su ruina, porque parece ser
además, la única opción de salvación.

Hay muchas ideas contradictorias durante el relato, pobreza, riqueza. Vida, muerte,
etc. Esta dualidad también existe en toda la obra acerca de la miseria que se nso
presenta con dos caras. Por un lado se muestra al coronel digno y orgulloso,
siempre de pie y nunca arrodillado o con la espalda torva, pero a su vez contumaz
en su decisión de no solicitar ayuda, al nivel que van vendiendo sus posesiones
hasta quedar sin nada. El juicio de la dignidad de la miseria queda al lector, porque
tanto el autor como los personajes de la historia no dicen nada acerca de aquello.

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El silencio de los personajes es parte integral de la narración, es un relato que
funciona en silencios, es notoria la vocación cinematográfica de García Márquez en
este trabajo, porque deja el ritmo vertiginoso de otras novelas para tomarse el
tiempo y los renglones necesarios de texto para describir la atmósfera, los colores.
¡La humedad casi se siente en la piel al leer la novela! El espacio es un personaje
más dentro del relato, no solo por definir el estado de ánimo del coronel (recuerden,
es octubre) sino porque la lluvia que entra, la bruma que se despeja y el calor que
se palpa en cada página, está ahí con una función dramática concreta.

Hay dignidad en el coronel, si, cuando tiene que enfrentar al asesino de su hijo y se
encuentra cara a cara con él. No hay gritos, no hay recriminación, no hay nada. ¿Es
dignidad o sumisión? La duda es patente ¿Acaso el coronel lo perdona o
simplemente no tiene el coraje necesario para enfrentar al hombre que le arruinó la
vida? La inacción por parte del coronel durante todo el relato, y se puede adivinar
que durante toda su vida, aterra más que el futuro miserable que se cierne sobre él
y su mujer enferma. Es por eso que el final golpea como una bofetada, porque se
adivina desde las primeras páginas, porque es la respuesta más adecuada y sin
embargo aún sorprende porque no estamos acostumbrados a ver a alguien
sucumbir ante la adversidad al nivel de perder toda la dignidad posible, para
mantener una imagen y una posibilidad de éxito. Nos estremece porque es posible
que caigamos en lo mismo, porque muchas veces hemos hecho algo similar.

La novela está construida delicada pero a la vez de forma muy sólida para sostener
el último párrafo del relato con la fuerza que se merece dejando una sola gran
lección; no hay dignidad alguna en ser miserable. Los personajes completan su viaje
de degradación humana cuando asumen que su subsistencia depende
exclusivamente del gallo de pelea que también causó la muerte de su hijo.

Entonces, en la última frase, toda la idea de dignidad que se pudo haber construido
en la idea del viejo coronel derrotado, se cae porque nos damos cuenta que solo es
un viejo orgulloso que no es capaz de asumir que todo lo que había sostenido su
existencia simplemente no existe o quizás nunca existió. No llegará la pensión y con
certeza podemos vaticinar que tampoco podrá sacarle dinero al gallo.

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Es desolador y el final abrupto lo hace aún peor, dejando al lector con la certeza del
final aciago pero sin posibilidad alguna de redención. Sin duda una novela acerca
de la carencia muy dura y pesimista, digna de analizar.

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Bibliografía

García Márquez, G. "El coronel no tiene quien le escriba (1958)." Sudamericana),


Buenos Aires (1972).

Márquez, Gabriel García. Cien años de soledad. Ed. Sudamericana, 1971.

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