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Escuela Politécnica Nacional

Historia del siglo XX


CAPITULO V: CONTRA EL ENEMIGO
COMÚN
Bryan Tipán 13/07/2018

Secciónes I y II
EE.UU. y la URSS hicieron causa común porque consideraban a Alemania un peligro más grave
del que cada uno veı́a en el otro paı́s, esta unión estuvo condicionada por el ascenso y la caı́a
de Hitler (1933-1945). El factor que impulsó la unión es que Alemania era una potencia fascista.

La polı́tica de Occidente habı́a de interpretarse como una guerra civil ideológica internacio-
nal. Una guerra internacional póquer suscitó las mismas respuestas en la mayor parte de los
paı́ses occidentales y una guerra civil porque en las sociedades se registró un enfrentamiento
entre las fuerzas pro y antifascistas. Fue el ascenso de Hitler el factor que convirtió esas divi-
siones civiles en una única guerra mundial, civil e internacional al mismo tiempo.

Desde 1931 la guerra se consideraba inevitable, pues las potencias del Eje progresaban en
sus conquistas. Como se decı́a: el fascismo significa la guerra. La debilidad de las democracias
liberales (triunfantes en la primera guerra) y su incapacidad para actuar para resistir el avance
de los enemigos, convirtió las polı́ticas nacionales en un conflicto internacional.

El apoyo contra el fascismo tuvo un triple llamamiento: a la unión de todas las fuerzas
polı́ticas con un interés común en oponerse al avance del Eje, a una polı́tica real de asistencia
y a unos gobiernos dispuestos a practicar esa polı́tica. Las fuerzas unidas de los trabajadores
(Frente Unido) y los demócratas liberales (El Frente popular) hicieron una alianza polı́tica y
electoral. Ante el peligro alemán, los comunistas consideraron ampliar la alianza en un Frente
Nacional de todos lo que pensaban que el fascismo era el peligro principal, más allá de sus ideo-
logı́as o creencias. La unión del centro y la izquierda estableció Frentes Populares en Francia y
España, que consiguieron rechazar la ofensiva de la derecha.

Estas victorias no entrañaron un aumento importante del apoyo polı́tico de las fuerzas
antifascistas. De hecho, en la década de 1930 no habı́a signos de un giro electoral hacia la
izquierda, en los paı́ses de la Europa oriental y suroriental donde se celebraban elecciones, se
registraron avances de la derecha. El antifascismo organizó a los enemigos tradicionales de la
derecha pero no aumentó su número, movilizó a las minorı́as más fácilmente que a las mayorı́as.

Los intelectuales y los artistas fueron los que se adhirieron más fácilmente al antifascismo.
El racismo nazi se tradujo en el éxodo en masa de intelectuales judı́os e izquierdistas, que se
dispersaron por las zonas del mundo donde habı́a tolerancia, aunque al principio la estrategia
alemana no era el exterminio, sino la expulsión sistemática. No obstante, Alemania era un paı́s
estable y económicamente floreciente, dotado de un gobierno popular, aunque con algunas ca-

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racterı́sticas desagradables.

La polı́tica contra el fascismo consistı́a en unir a todos los paı́ses contra los agresores, en no
hacerles concesiones y en disuadirles o derrotarles mediante la amenaza, o, en su caso, la acción
concertada.

El principal obstáculo era la división de intereses entre los paı́ses que compartı́an el temor al
fascismo. Muchos conservadores consideraban que la mejor solución serı́a una guerra germano-
soviética, que servirı́a para debilitar, y tal vez destruir, a los dos enemigos. Fue el temor a
enfrentar a Hitler en solitario lo que indujo finalmente a Stalin a firmar en Ribbentrop el pacto
de agosto de 1939, para concluir una alianza con Occidente contra Alemania.

La segunda guerra mundial puso en evidencia que cualquier alianza antifascistas debı́a in-
cluir a la URSS. Pero una cosa era reconocer el peligro del Eje y otra hacer algo para conjurarlo.
La democracia liberal retrasó o impidió las decisiones polı́ticas e hizo difı́cil o imposible adoptar
medidas impopulares. Esto sirvió de pretexto para justificar la apatı́a de algunos gobiernos. En
EE.UU. un presidente popular como Roosevelt no pudo realizar su polı́tica antifascista contra
la opinión contraria del electorado. Fue el episodio de Pearl Harbour y la declaración de guerra
de Hitler lo que permitió a EE.UU. entrar a la segunda guerra mundial. En Francia y Gran
Bretaña el recuerdo de la primera guerra debilitó la determinación.

La izquierda estaba en un dilema. El hecho de que el fascismo significara la guerra era una
buena razón para oponérsele, pero la resistencia al fascismo no podı́a ser eficaz sin las armas.
Los antifascistas no albergaban ninguna duda de que cuado llegara el momento no podrı́an
hacer otra cosa que luchar. Para Francia y Gran Bretaña, demasiado débiles para defender el
orden establecido en 1919, la polı́tica más lógica era negociar con Alemania para alcanzar una
situación más estable en Europa y para ello era necesario hacer concesiones al creciente poderı́o
alemán. Lamentablemente, esa Alemania renacida era la de Adolf Hitler.
No era difı́cil prever que una segunda guerra arruinarı́a la economı́a de Inglaterra, aunque es-
te era un precio que los socialistas, los comunistas, los movimientos de liberación colonial y
Rooselvetl estaban dispuestos a pagar para derrotar al fascismo. El compromiso y la negocia-
ciones eran imposibles con Alemania porque los objetivos polı́ticos del nacionalsocialismo eran
irracionales e ilimitados.

Bibliografı́a
1. Eric Hobsbawm , Historia del siglo XX,Penguin Group, Vintage Books.

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