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vi. LA CRISIS DEL ESTADO DE BIENEST "AR Y EN LA SEGURIDAD SOCIAL CONTEMPpOnAo Acro EMPORANEA La enorme influencia que nuestro pais ha resentido en su sistema juridico, en la relativamente breve historia independiente, mucho ha tenido que ver con naciones con las que nos encontramos ligados por lazos indisolubles 0 de vecindad, como es el caso de Espafia y los Estados Unidos de Norte- américa. Por ello, nuestros esquemas de seguridad social no podian ser ajenos a tal influencia, como no lo son tampoco del Estado de bienestar como politica gubernamental instrumentada para atender a la poblacién en general y a sus necesidades ingentes. Una verdad incontrovertible es que los sistemas de seguridad social dependen esencialmente de la situacién econémica y politica de una na- cién, pues en alguna medida el tipo de gobierno que ejerza el poder en un momento determinado influira decisivamente en los entes encargados de brindar este servicio publico de innegable raigambre social. Por ello, y porque pese a la politica neoliberal asumida por nuestro pais en los tiltimos afios seguimos creyendo que tenemos todavia en Mé- xico un Estado de bienestar —si bien dibujado pélidamente, o cuando me- nos somos un Estado social—, hemos considerado la conveniencia de ana- lizar ahora el contexto internacional de la crisis que afrontan hoy por hoy los organismos de seguridad social en Europa, sobre todo en aquellos Esta- dos que adoptaran el llamado Estado de bienestar, en reflejo de lo cual nues- tto pais se vio compelido a adoptar un nuevo modelo de seguro social Para afrontar los retos del siglo XxI. ; . A fin de estar en aptitud de explicarnos el fenomeno del cambio, Pro- cedamos a explorar dicho entorno y la virtual quiebra técnica que afrontan los Seguros sociales con modelo de reparto, cuya inviabilidad financiera es patente is A de- y al parecer irreversible, lo que ha movido a la busqueda de nueve® mt los y esquemas para entender y brindar este servicio piiblico, sobre tos €n lo que al rubro pensionario atafe. LA CRISIS EXISTENCIAL DEL ESTADO DE BIENESTAR i bit ierto que el ,, COmenzaremos nuestro andlisis afirmando que st pee ce “fo wee Siglo xx tuvo como fenémeno socio-politico distintivo @ MT tes on *l siglo xx, en cambio, fue marcado por una serie de revoluciones socia’ 165 Vy 166 ANGEL GUILLERMO RUIZ MORENO Ia siempre inconclusa lucha por garantizar Jos Ce el sufra. gio universal, la politica intervencionista le los Fi economia y Ia justicia social, siendo imposible olvidar ahora las dos costosisimas gue. rras mundiales que originaron necesariamente un mundo distinto al que se conocia hasta entonces. cas . is El mundo de la postguerra, con la problematica reinsercién de los ex- combatientes en el Ambito productivo, es necesaria y obligadamente en- marcado por situaciones de economias debilitadas, de recesién, de desem- pleo, de crisis laboral y econémica en toda la extension de la palabra. Porque frente a unas cuantas economias que resurgieron poderosas —a partir primordialmente de la primera conflagracién bélica—, paradgj- camente contrasta la miseria resultante de muchos otros paises que, medio siglo después, no tienen més remedio para sobrevivir que continuar en- deudéndose con organismos internacionales tales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo y otros andlogos, los que a su vez impondrén como acreedores —cuando menos digamos que sugeriran y supervisardn, en franco intervencionismo de la soberania nacional de tales paises—, las medidas politicas, econémi- cas y hasta sociales que adopte la nacién deudora, quien debera volverse por necesidad, mas que por voluntad propia, en un Estado sumiso y obe- diente con respecto de quien le tiende la mano, por més que se sospeche que esa actitud de ayuda no es del todo desinteresada. Por desgracia encontramos en el amplio elenco de estos paises —valga recordarlo ahora—, a México, con una impagable deuda externa cuyo costo por el “servicio” 0 intereses que se cubren a nuestros acreedores es altisimo, distrayéndose inevitablemente recursos para la inversién en gasto social en un pais en donde existen decenas de millones de personas en ex trema pobreza. sus Canepa interna crece dia con di y més cuando el Estado, para sac transito de la afieja seguridad af aT Seer verdocoato pensioners ha debice de eke ea ose de in de pace pati ha debido de echar mano de los ahorros obligados obligatorio del seguro social basen cae eames inmersos en el regi en abrumadora mayoria en He Pues tales recursos han sido invertidos ‘Afroamos pare planta: pecan bursatiles del Gobierno federal Hamad) Estaie| delete hens sp eee eee ee oe motivado como una necesidad imperiosa ante la disyuntiva irresoluble d q dounidense de 1929, hubo Ase la gran depresién” econdmica esta at favorecerse i litica definida de . en gran medida —como politic: Rath rier <1 compromiso ineludible de brindar atencidn prot siones contingentec 9 wie) mareinadas, buscéndose al través de deck “crack” bursatil: primeca. ligatorias desacelerar los efectos nocivos del * Primero, se intent6 combatir el desempleo originado POF NUEVO DERECHO DE LA SEGURIDAD sociaL la recesién sufrida, y luego, se busco atemperar la cri mi i vada por una inflacién galopante. ammo ty ; Esto es, de alguna manera se repite la formula ale veinte, que establecia: @ todo alemdn debe darse Ia oportunidad de mediante su trabajo lo necesario para su subsistencia, y faltand deberd proveerse para que pueda subs é ont ijo—, b equi- : el b ivo, directrices que culminaron por cierto con el reconocimiento universal de los derechos de la clase tra- bajadora al crearse la Organizacion Internacional del Trabajo (Orr) —la que tiene su sede permanente en Ginebra, Suiza—, vista y entendida como / una agencia especializada de la propia ONU tendiente a unificar criterios . en materia de relaciones laborales y en cierta medida en esquemas de pre- vision y seguridad sociales. Imposible ignorar que todos estos fenémenos politicos, econémicos y sociales, incidieron lenta pero perniciosamente en las instituciones del orbe — dedicadas a brindar servicios de seguridad social. Tan es asi que, a partir \ de la década de los aftos setenta, motivada sin duda por la llamada “crisis econémica petrolera”, disminuye sensiblemente la oferta mundial de em- pleo y de manera concomitante la afiliacién de asegurados en los organis- y mos de los seguros sociales; el impacto econémico internacional originado por el conflicto del petréleo fue sencillamente brutal, debido a la incontro- lable especulacién surgida, ya que sin energia toda la planta productiva corria el riesgo de paralizarse, de tal suerte que se puso al mundo al borde de otro conflicto bélico, lo que se resintié atin més en paises con economia “petrolizada” —como la nuestra—, pues a fuer de ser sinceros los recursos que genera el hidrocarburo més han servido al Gobierno para sus fines es- tratégicos que al pueblo en sf. oe ; La recesion y el desempleo trajeron consigo inflacién y, aparejada, la sensible pérdida del poder adquisitivo de los salarios, lo que afecto sin re —, medio a la postre a los organismos de seguridad social, quienes a partir de entonces se empezaron a mostrar impotentes para cumplir su labor basi de ser entidades redistribuidoras del ingreso nacional, e incapaces para frenar —o atemperar siquiera— el nivel de pobreza de los grupos mars nados, quedéndose éstos entonces sin esperanzas, sin salud y con estoma- g08 vacios; de hecho, los pobres se han transformado en “resentidos soci les’ y/o criminales, personas que visto objetivamente el py tienen que perder porque realmente nada HeNen iy se transforms por ‘Ast es de facil a conclusin en ese entorno: el muda Waal razones econdmicas, y la crisis de fin del Mee fo a occidental, en donde ‘Agreguemos a ello que muchos pafses de Europa ocsiieniay oA, se ha hecho toda una cultura del llamado Esta

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