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FELIPE MA/LLO SALGADO Vocabulario de historia arabe e islamica Milley = Magueta: RAG Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en elart. 270 del Cédigo Penal, podrdn ser castigados con penas de multa y privacidn de libertad quienes reproduzcan o plagien, en todo o en parte, una obra literaria, artistica o cientffica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorizacién. 1 edicién: 1996 2.4 edicidn: 1999 © Felipe Maillo Salgado, 1996 © Ediciones Akal, S. A., 1996, 1999 Sector Foresta, | 28760 Tres Cantos Madrid - Espafia Tel.: 91 806 19 96 Fax: 91 804 40 28 ISBN: 84-460-0587-5 Depéstio legal: M, 20.559-1999 Impreso en MaterPrint, 8. L. Colmenar Viejo (Madrid) A Ricardo Badala y Scad Chedid, asf como a mi otro amigo el comandante Tadeo Pla y a su tripulacién argentina, en recuerdo de aquellas horas en las que pasamos por mares y continentes sin agotar los temas de conversacién. eld plot) oH pttay Gol Jad tdi tee celhg Load onda «Di a quien pretenda una ciencia enciclopédica: Sabes algo, pero [muchas] cosas se te escapan.» (Abii Nuwas, poeta del s. ix) NOTA LIMINAR Hace algunos afios elaboré de urgencia el Vocabulario Basico de Historia del Islam, que tuvo una buena acogida no s6lo por par- te de los universitarios, sino también por gentes alejadas de los es- tudios especializados. Considerando los cambios acaecidos en los Ultimos afios por doquier, y en especial en el mundo isldmico, de- cidi hacer una nueva versién, un nuevo libro, reescribiéndolo prac- ticamente en su totalidad. Revisado seriamente el material que ya tenia, me vi obligado a rehacer y aumentar el contenido de la mayoria de las entradas, a fin de dar a Ja nueva obra mayor entidad, y tuve que afiadir otras nue- vas que se echaban en falta, con objeto de incluir y tratar también asuntos de acuciante actualidad, tanto 4rabes como isldmicos. Preparé asimismo unos apéndices que completan la informacién procurada en ciertos articulos. Entre ellos destaca el consagrado a las diversas iglesias orientales, dado que los cristianos de Oriente han contribuido en diferentes momentos considerablemente a la formacién y al renuevo de la civilizaci6én drabo-islamica, a la vez que han sido elementos innovadores, desde antiguo hasta nuestro tiempo, para esa civilizacion. He tenido muy en cuenta las acertadas observaciones que alum- nos y colegas me han hecho, asi como la lectura de algunos traba- jos importantes que han aparecido durante estos afios. Todo ello y mis propias reflexiones acerca de estos temas han posibilitado este vocabulario, que espero tenga al menos el éxito del primero. Antes de terminar no esté de mas advertir a aquellos especialis- tas que tengan a bien consultar este repertorio, que habrén de per- donar ciertas insistencias, e incluso no pocas omisiones, en favor del lector no especializado. Buenos Aires, agosto de 1996 5 aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. han caracterizado nuestro pasado y han condicionado poderosa- mente nuestra personalidad colectiva y nuestra vision del mundo hasta el presente. El hombre de la calle, poco o nada informado sobre el pasado Arabo-islamico de su pafs, lo ignora todo o casi sobre el Islam, cuando en la actualidad la forma de sentir y de actuar de los mu- sulmanes tiene enormes repercusiones a nivel mundial, toda vez que sobrepasan los 1.000 millones de personas —drabes més de 200—, constituyendo aproximadamente la quinta parte de la hu- manidad. No suele ser mejor la situacién del estudiante de historia a este respecto, pues aunque conozca algunos hechos y le suenen ciertos nombres, tras esos datos dispares existen pocos conoci- mientos concretos acerca del tema. La ignorancia es atin mayor si se aborda la cuestién religiosa, entonces el desconocimiento es prdcticamente total; y no podia ser de otro modo, cuando por una u otra causa (visiOn y practica eurocentrista de la historia, atraso de la propia historiograffa islimica moderna, desconocimiento o indi- ferencia del docente acerca del asunto...) durante los cursos a lo largo de la carrera se soslaya el hecho islémico casi de forma siste- miatica. Es cierto que la lengua 4rabe es requisito bdsico y necesario para aquel que seriamente quiera dedicarse al estudio y a la inves- tigacién del mundo isldmico, pero no es menos cierto que resulta- ria por demés incoherente pedir al estudiante de historia o al lector comtin que aprendiesen el drabe antes de interesarse por el mundo musulmé4n. Ahora bien, abordar el Islam en cualquiera de sus face- tas exige al menos tener unos cuantos conceptos elementales media- namente claros, para no correr el riesgo de distorsionar o tergiver- sar lo que se lee 0 se escucha sobre el particular. El hecho islémico, no debe olvidarse, es el de una civilizacién que, siendo comple- mentaria de la nuestra, es muy distinta. Se expresa en una lengua diferente, que traduce sistemas conceptuales y nociones particula- res que no pueden recubrirse muchas veces total 0 exactamente con nuestros conceptos, basados en categorias de pensamiento y andlisis occidentales; ya que se correrfa el riesgo, al ser aplicados a una sociedad formada bajo otras influencias y llevando un género de vida diferente, de caer en analogfas engafiosas y acientificas. La lengua drabe ha sido fuertemente influenciada por conceptos ante- islamicos e islamicos, en tanto que las lenguas europeas estén pro- fundamente impregnadas de conceptos greco-latinos, sobre los que se injertaron conceptos judeo-cristianos: légicamente, sus referen- cias remiten a universos desemejantes. Por eso la historia del Islam, que exige un considerable esfuer- zo de captacién, debe ser aprehendida con conceptos que le son propios, con la ayuda de un vocabulario especffico; toda vez que las palabras, vehiculos necesarios de los conceptos, son los instru- mentos que permiten a los hombres tomar clara conciencia del uni- verso (este término designa todo lo que existe y puede volverse ob- jeto de conocimiento, comprendiendo a los hombres mismos y su propio pensamiento); pero si el verdadero sentido de las palabras se escapa, entonces surge una dificultad de captacién que supone la subsecuente incomprensi6n o indiferencia ante un tema dado. Para tratar de obviar este problema referido al Islam, y conside- rando que toda disciplina exige un vocabulario técnico, parecfa oportuno emprender la elaboracién de un repertorio que reuniese un material bdsico de términos —apuntando a unos centros de in- terés— relativos a nociones de variada indole, como son las cate- gorias sociales, la tierra, la politica, la religién, las costumbres, la técnica, la economia, el arte, etc. El trabajo se imponia ademds por una sugerencia. En efecto, desde hacfa cierto tiempo algunos alumnos y profeso- res de Historia Medieval de la Facultad de Geograffa e Historia de la Universidad de Salamanca me habfan sefialado la conveniencia de disponer de un repertorio de esas caracterfsticas, tanto mds cuanto que, en algunas ocasiones precedentes, ante sus preguntas relativas al mundo islémico yo habia terminado recomendandoles consultar la Enciclopedia del Islam, sin tener en cuenta una serie de inconve- nientes que ellos pronto me hicieron observar: 1) La no existencia de versi6n espafiola de dicha enciclopedia era una dificultad mayor para algunos alumnos que no conocfan los idiomas en los que aqué- lla se ha publicado y publica; 2) el sistema de transcripcién utiliza- do en Ja enciclopedia, asf como la ordenacién de sus articulos, re- sultaba sumamente enrevesado para no iniciados; a consecuencia de ello, frecuentemente se hacfa tarea ardua dar con un determinado articulo; 3) superados estos inconvenientes, los artfculos hechos por especialistas y para especialistas resultaban demasiado prolijos y, por lo general, eran mas de tipo analftico que sintético; 4) muchos de los términos buscados (referidos comtinmente a historia del Islam hispano) no figuraban en la enciclopedia o eran sumamente escue- tos, y 5) las consultas resultaban baldias en numerosas ocasiones por todas las dificultades y carencias expuestas. Comprendiendo que estas razones eran ciertas, emprendi la ela- boracién del Vocabulario Basico de Historia del Islam, que se dobla ahora con este Vocabulario de Historia Arabe e Isldmica, que trata de abarcar mas y mejor no sdlo lo islémico, sino también lo drabe, atendiendo sobre todo a la época medieval y poniendo especial én- 9 fasis en ciertas realidades historicas acaecidas en al-Andalus (asf como la extensi6n de sus efectos por los estados cristianos penin- sulares). Esto en aras de la coherencia, habida cuenta que el periodo més brillante y fecundo del Islam y el de su mayor tiempo histéri- co se desarrolla dentro de lo que la historiografia occidental llama medievo; mas no por ello han dejado de consignarse términos que remiten a época moderna 0 contemporénea. La confeccién del vocabulario, no obstante, ofrecfa dificulta- des. {Qué era mejor?, {seleccionar unas pocas palabras claves para explicar mds de mil cuatrocientos afios de historia, 0 convenfa elabo- rar un vocabulario nutrido que, resultando perfectamente inteligible para los no especialistas, facilitase la tarea del estudiante? Incli- néndonos por esta ultima opcién, y teniendo presente el desconoci- miento que reina sobre el tema, nos planteamos un amplio vocabu- lario ante todo de naturaleza pedagédgica. Otra dificultad que enseguida asom6 fue el criterio de seleccién de palabras. Intentando escapar de la arbitrariedad que supone toda eleccién, nos atuvimos a tres principios: 1) las transliteraciones de palabras o expresiones drabes que aparecen mds frecuentemente en los libros de historia (Sizya, jara$, dar al-Islam...) serian recogidas; 2) la experiencia docente de varios profesores y la mfa propia se- fialé otro grupo de palabras que, pese a formar parte de nuestro vo- cabulario actual, guardaban estrecha relacién con cosas, hechos y practicas que han tenido o tienen gran importancia en la vida de las sociedades islmicas (papel, esclavitud, fundamentalismo...), por ello también se resolvié consignarlas; y 3) ciertos nombres geograficos usuales (Al-Andalus, Ifriqiya, Tudmir...), y una serie de gentilicios 0 derivados de nombres comunes o propios esenciales (beréberes, al- mordvides, abastes, drabes...), cuya inclusion se hacfa indispensable Por su propia naturaleza, fueron asimismo registrados. De ese modo se ha intentado proporcionar un amplio repertorio de los grandes conceptos de Ja historia del Islam en todas sus dimensiones. Evidentemente siempre se echaré en falta alguna palabra «im- portante», por mds que algunos articulos proporcionen explicacién de términos que no se hallan en las diversas entradas que confor- man el vocabulario. También se impuso la necesidad de determinar la extensién de los articulos; mas siendo el objetivo ultimo del vocabulario definir, explicar y aclarar de forma compendiosa, sin pecar de inexactitud, las ideas 0 los conceptos que vehiculan los vocablos selecciona- dos, la amplitud variable de los articulos se hizo inexcusable. Hay palabras que requieren una explicacién sustancial por tener un significado cambiante segtin el espacio y el tiempo (adalid, al- 10 mocadén, almogavar...), otras veces ha convenido aclarar una ter- minologfa a menudo mal comprendida y tanto mds equfvoca cuanto que recubre los mismos referentes (mudéjar, moro, morisco), gene- ralmente se trata de palabras que hacen referencia a ciertas catego- rfas socio-profesionales 0 étnico-religiosas, las cuales, por su im- portancia en la sociedad guerrera del medievo peninsular o por sus especiales caracterfsticas, han sido tratadas de forma extensa. Otros términos, por el contrario, se dejan definir en unas pocas Ifneas. Conviene, no obstante, advertir a aquellos que se empefian en examinar la historia del Islam valiéndose de categorizaciones pro- pias de la historiograffa occidental, que deben tener en cuenta este dato de cardinal importancia: El mundo islamico, sobre todo el de los primeros siglos medievales, se ha definido, mas que por una comunidad de estructura econémica, social o técnica, por el predo- minio absoluto de un sistema de valores, de un modelo politico y cultural basado en la religién; de ahi que todos los actos realizados por el musulmén en su vida cotidiana, individual y social, tengan una significacién religiosa, incluso los més profanos; por cuanto todo acto efectuado por el hombre debe corresponder exactamente con el designio de Dios, explicita 0 implicitamente expresado en la ley. No habiendo, pues, en el islam acto humano que sea religiosa- mente indiferente (de hecho, no existe ningtin término en el drabe clasico —o en el persa medio— que sea exactamente sinonimo de palabras como «secularizar, secularizacién, secularizado...»), las dos claves m4s adecuadas a nivel de explicacién en ciertas entra- das se han de hallar forzosamente en la filologia y en la exégesis. En el vocabulario se incluyen buen ntimero de mis propias in- vestigaciones (por no dar mds que un ejemplo, sirvan las entradas de la letra E, de las que todas, excepto una, son restimenes de tra- bajos mfos anteriormente publicados); aun asi, mi deuda con mu- chos colegas arabistas (historiadores, islamdélogos, juristas...) es grande, y més de uno se reconoceré en algtin artfculo; no se podfa recargar, empero, con excesivos nombres y obras lo que no preten- de ser mds que un vocabulario aclaratorio y explicativo de un cierto numero de palabras y no una monograffa atiborrada de erudicién. Que todos encuentren aqui la expresién de mi reconocimiento. En cuanto a los que me sugirieron este trabajo, a los que encon- traron conveniente su elaboracién y me estimularon, mi mejor for- ma de darles las gracias es el haberles querido prestar este pequefio servicio; si les resulta util me consideraré de sobra retribuido, por- que, en definitiva, el uso y Ja consulta de este libro es la mejor re- compensa para quien dedica su vida a investigar, estudiar y propa- gar las esencias drabo-islimicas de nuestra cultura. 11 OBSERVACIONES GENERALES El sistema de transliteracién utilizado para las palabras drabes sigue las normas establecidas por la escuela de arabistas espajioles, segtin la cual el alifato ardbigo se transcribe: *bttyhjddrzsSsdtzi‘gfqkilmnhwy siendo las vocales breves a, i, uy Jas largas 4, 1, O. En cuanto a la pronunciacién de los nombres asi transcritos, debe tenerse en cuenta que la t equivale a nuestra z, la} a la j fran- cesa, la z a la z francesa, la § a la ch francesa y la h a lah inglesa aproximadamente, la ll se lee doble | y las letras que Nevan un punto debajo indican fonemas enfaticos. Respecto a las palabras turcas, los tinicos caracteres que difie- ren 0 tienen una equivalencia fonética desemejante con relacién a los espafioles son: c =j francesa, ¢ = ch espafiola, s = ch francesa, g = gutural muy suave, h = se aspira como una j suave. Las vocales son: a, e, i, 0, 6 (oe), u, ti (u francesa). En relaci6n con las fechas, casi de forma sistemdtica se da la co- rrespondiente a la era islamica seguida de la equivalente data cristiana. También escribimos, para establecer la diferencia, Islam con maytiscula cuando nos referimos a la entidad cultural y politica, e islam con mintiscula cuando se hace referencia a la religién. Por lo que se refiere a abreviaturas, solamente aparecen como tales: v. = véase, v. gr: = verbigracia, pl. = plural, c. = capital, m. = muerto. Empleamos, en fin, el sufijo castellano -f (que por ser arabismo morfoldégico resulta equivalente perfecto) en gentilicios y otros de- rivados de nombres 4rabes propios 0 comunes del tipo abast, sit, sunnt..., que, normalmente, por ignorancia o incuria, en nuestros dfas, aparecen escritos en libros y periddicos -o son pronunciados en los medios de comunicacién radio-televisivos calcados del fran- cés— como abasida, chiita, sunnita... VOCABULARIO A Abadies (v. ‘Abb@dies). ‘Abbadies (= Bani ‘Abbad), Abadfes. Dinastia de origen ye- menf que rein6 durante la mayor parte del siglo v/x1 (414/1023- 484/1091) sobre el sudoeste de al-Andalus, teniendo Sevilla por capital. Pese a los excesos y crueldades de sus principes, fue la di- nastia mds egregia del periodo de los reinos de taifas; las letras y las artes brillaron en su corte con més fuerza que en cualquier otro sitio de la Peninsula durante esa época, y, politicamente, fue cam- peona del partido drabo-andalus{ contra beréberes y esclavones (sa- qaliba). Los almoravides terminarfan finalmente con la dinastfa. La secuencia dindstica de sus soberanos seria: 1. Abi 1-Qasim Muhammad b. Isma‘il, b. ‘Abbad (413/1023-433/ 1042). 2. Abi “Amr ‘Abbad b. Muhammad b. ‘Abbad al-Mu‘tadid (433/ 1042-46 1/1068-69). 3. Abii 1-Qasim Muhammad b. ‘Abbad b. Mu‘tamid (461/1068- 69-484/1091). Abasies (v. ‘Abbasies). ‘Abbasies (= Bani I-‘Abbad), Abasfes. Dinastfa califal del Is- Jam que rein6é en Iraq desde 132/750 a 656/1258, aiio de la toma de Bagdad por los mongoles. El derrocamiento de los omeyas por los abasies dio lugar a algo mas que la simple sustitucién de una dinastfa arabe por otra también drabe, con la nueva dinastfa ascen- dieron a los 6rganos de poder elementos musulmanes no 4rabes; asf, frente al monopolio ardébigo de los omeyas, se inauguré la par- ticipaci6n universal de las poblaciones convertidas al islam. 15 Ello trajo unos cambios emparejados que originarfan una acele- rada evoluci6n social, transformdndose la administracién y la vida urbana, lo cual se convirtié en la caracteristica esencial del perio- do, teniendo como corolario un inusitado desarrollo del comercio y un espectacular auge intelectual verdaderamente original. Se logré entonces la asimilacién de todos los miembros de la comunidad musulmana, credndose asf una sociedad isl4mica; pero no se consiguié establecer una institucién politica apropiada para gobernar la nueva sociedad, siendo ello un fracaso que obstaculiz6 su estabilidad. La carencia de instituciones politicas adecuadas para el gobier- no del imperio; la mds inadecuada organizacién de las fuerzas ar- madas para su defensa; los problemas econdémicos de un bloque de piezas mal trabadas entre sf -cuya zona central disfrutaba de todas las ventajas, mientras las periféricas hacian todos los sacrificios— generarfan graves trastornos. El gobierno central abasi en realidad se comportaba como una potencia colonial, cuyo tinico objetivo era la explotacién del imperio, sin parar mientes a los intereses de los sujetos. Su injusto sistema tributario, en el que pagaban mis las co- munidades rurales que las ciudades, y la desmedida centralizacién en detrimento de los intereses regionales, entre otras cosas, daria lugar a rebeliones sucesivas y a la fragmentacién del imperio. Durante el lapso temporal que abarca la dinastia, el poder de sus diversos representantes fue variable. Residentes siempre en Iraq, del que habfan hecho la provincia central de su imperio, los califas abasfes vieron su autoridad real reducirse poco a poco: por un lado, fueron concediendo (0 reconociendo) relativa independencia a ciertos gobernadores de provincia (Aglabfes, Tahirfes, Saffaries, Samanies, Talinfes, IjSidfes); por otro, asistfan impotentes a la se- cesién de otras provincias 0 regiones (al-Andalus, Magreb, Iran gaznawi, Egipto fatimi...) Finalmente, a partir del siglo 1Vv/x, aban- donaron sus mas esenciales prerrogativas a los emires biyfes y, posteriormente, a los sultanes silfuqies; no obstante, cuando éstos se debilitaron en el siglo xu, diése un renuevo abasf (sobre todo con el califa an-Nasir, 575/1180-622/1225) que se verfa truncado por el cataclismo mongol, exterminador de la dinastia iraqui. Aun asi, los califas abasfes —una rama colateral de aquéllos de Bagdad— se perpetuarian en Egipto hasta el siglo xvi como meras figuras decorativas del régimen de los mamelucos (v. Apéndice V). “Abd. Esclavo. En la historiograffa 4rabe se emplean diferentes palabras para referirse al esclavo, las que aparecen con mayor fre- cuencia en los textos son, ademas de ragig -esclavo propiamente 16 dicho-, ciertos vocablos que hacen referencia a algo mds que a «esclavo». Asf, ‘abd, ser humano, siervo; fata, joven, paje, valiente, eunuco; guldm, sirviente personal, aprendiz, joven; j@dim, sirvien- te, eunuco; mamlitk, posefdo; wasif, sirviente (e incluso mawla, cliente). Se puede decir que estos términos en las cuatro primeras centurias fueron intercambiables; poco a poco, empero, fueron ad- quiriendo un sentido especializado. El ejemplo mejor conocido y el més importante fue la distincién que se establecié, durante las eda- des medias hasta época contempordnea, entre dos de estos térmi- nos: ‘abd y mamlitk. Efectivamente, ‘abd se especializarfa para denominar al esclavo negro (plural: ‘abid), a fin de diferenciarlo del esclavo blanco, sig- nificacién ésta recubierta por el término (mamlik). La palabra ‘abd significaba también «siervo», y de ahi siervo 0 servidor de Dios (en esta acepcién el plural usual es ‘ibdd). (v. Es- clavo, Fata y Mameluco). “Abd al-wadies (= Bani ‘Abd al-Wad. 0 Zayyanies = Bani Zayyan). Dinastia beréber de tronco zandta o ceneta que desde la primera mitad del siglo vi/xi a mediados del x/xvi tuvo por capi- tal la ciudad de Tremecén (en la actual Argelia occidental) y exten- dié su poder por el Magreb central. Bas4ndose en una polftica tradicional de alianzas con el emir de Granada y el rey de Castilla, los miembros de la dinastfa pudieron con diversa fortuna contrarrestar la accién de los marinfes o beni- merines de Marruecos, enemigo comin de los tres aliados, segtin los tiempos. El dominio de los ‘abd al-wadfes, codiciado por vecinos mas poderosos, seria finalmente sometido, en el siglo xVI, por los espa- fioles de Oran y por los sa‘dies de Marraku8, hasta que los turcos acabaran con el reino hacia el 957/1550. Ablucién (v. Gust y Wudiv’). Aceifa (< as-sa’ifa). Desde la alta Edad Media, expedicién mi- litar, generalmente anual, que los musulmanes de al-Andalus reali- zaban por lo regular en el perfodo estival contra tierras cristianas. Con esto lo que se perseguia esencialmente era neutralizar focos de presién sobre las fronteras musulmanas, eliminando niicleos de actividad militar y repoblacién —potenciales puntos de partida para organizar acciones posteriores contra el territorio islamico-, aven- tando a sus habitantes, aniquiléndolos o cautivandolos; para lo cual se imponfa el desmantelamiento de fortalezas, la destruccién de al- deas y la tala de campos. Tacticamente la destruccién de cosechas 7 impedia a los cristianos preparar ataques al afio siguiente, y al arrasar fortalezas se dejaba inerme a toda la zona a merced de ulte- riores cabalgadas de castigo. Con ello se conseguia ademas que la supremacia musulmana fuese universalmente admitida durante el resto del aio en una zona dada. El botin solfa ser por lo general motivo secundario. Adab. El valor semdntico de esta palabra ha fluctuado en el transcurso de los siglos, en su dimension ético-social en la Edad Media equivaldria a la urbanitas latina, esto es, «cortesia», «urba- nidad», «buenos modales»; posteriormente se le agreg6 un compo- nente intelectual que se define con la voz latina humanitas, 0 sea, el término remitiria al conjunto de conocimientos que se incluyen bajo la denominacién de humanidades. En época abasi restringié su 4rea seméntica, tomando el sentido especifico de «cultura gene- ral necesaria» para desempeiiar ciertos oficios o ciertas funciones superiores (propias de los secretarios, visires, etc.). La palabra, en suma, tendria un significado cambiante o dife- rente segtin las épocas. Las principales acepciones serfan: «reglas de los buenos usos sociales», «cultura general» y, modernamente, «literatura» propiamente dicha. (Esta ultima acepcién se acuerda con la etimologia en la medida en que toda creacién literariamente valida es cultura auténtica, portadora de humanismo.) Como género literario, el adab domina de forma aplastante la prosa arabe cldsica, su propuesta es instruir divirtiendo, tocando todos los temas, hablando de todo sin insistir 0 profundizar en nada, huyendo de la especializacién, es la especulacién pura. Su objetivo es dar amplios conocimientos mas que ciencia. En defini tiva, toda obra de adab, en mayor o menor medida, es una obra cultural general de naturaleza enciclopédica. ‘Yaqit, en el siglo vil/xiu, dice: «La diferencia del adib (escritor de adab) con respecto al ‘dlim (sabio) es que, mientras el primero toma la mejor parte de cada cosa y hace un conjunto, el segundo se propone conocer tan s6lo una parte de la ciencia.» O sea, el adib serfa el hombre cultivado y el ‘dlim, el sabio especializado. Durante siglos la inexistencia de una ensefianza oficial organi- zada dejaba a cada uno formarse a su manera 0 a su antojo, hasta la fundaci6n de la madrasa, normalizadora de «cultura». A partir de ese momento el desarrollo consagrado al adab del hombre culti- vado es perfectamente artificial y destinado a justificar la empresa del escritor que se permite abordar temas fuera de la religion. Adalid (< ad-dalil, guia, conductor). Entre los musulmanes, personaje que tenia la funcién de guia de ejércitos; sirviendo de 18 explorador, batidor y rastreador, se ocupaba de obtener noticias se- guras acerca de las caracteristicas del territorio, de las defensas de las ciudades y de los movimientos de las tropas enemigas, general- mente mediante la captura de naturales del pais. Seguin el granadi- no Ibn Hudayl (s. vii/xiv), los adalides debfan ser necesariamente musulmanes, recibfan un trato distinguido y estaban muy bien pa- gados. Entre los cristianos (que prestaron la palabra del arabe y la fun- ci6n socio-profesional a que remitia) era un personaje que en plena Edad Media desempefiaba los siguientes cometidos: 1) guiaba la hueste o cabalgada real; 2) mandaba almogavares y peones; 3) cui- daba de la vigilancia de la cabalgada, para no ser sorprendido por el enemigo, nombrando para ello atalayas y escuchas, y 4) podia hacer almocadén (jefe de tropa de a pie) a un simple pe6n. Las competencias del adalid eran mucho mayores si éste, en vez de servir en el ejército real, era solicitado para conducir las ca- balgadas que, en provecho propio, realizaban los particulares. Sus atribuciones entonces eran: 1) la direccién técnico-militar de la ca- balgada; 2) servir de juez o de drbitro en las discordias que pudie- sen suscitarse; 3) cuidar de la vigilancia de la cabalgada, nombran- do atalayas y escuchas; 4) enviar algaras a correr el pafs enemigo y tender celadas, y 5) hacer el reparto del botin obtenido una vez fi- nalizada la cabalgada. Los concejos de frontera solian tener entre sus portiellos 0 car- gos el de adalid, a fin de tener guia para la hueste concejil; pero las prerrogativas y funciones de dicho aportellado se vefan muy redu- cidas, ya que el mando supremo le correspondfa al representante real o al juez del concejo. El adalid de cualquier manera estaba muy bien retribuido, dado que percibia derechos y participaciones de caracter extraordinario en los botines. Si, por ejemplo, consegufa tomar con una partida de hombres una fortaleza o villa murada, recibfa en recompensa la casa que él eligiese con todo lo que se hallase dentro de ella, si el adalid era cristiano; puesto que si era moro, éste obtenia, ademas de eso, la libertad de todos sus familiares avecindados o residentes en el lugar. El adalid, por razones obvias, durante la cabalgada era de he- cho inviolable, y si alguien se atrevia a venir en armas contra su parecer, opinion o veredicto con objeto de herirle o matarle, el cul- pable estaba sujeto a la pena capital si llevaba a cabo su designio; toda vez que su muerte podfa significar la derrota, el cautiverio o exterminio de los miembros de la cabalgada, abandonada a ella misma sin guia en territorio enemigo. 19 En la baja Edad Media los adalides ya no tienen tantas prerro- gativas, sus competencias oscilan entre su primitiva funcién de gufas y rastreadores y la de asesorar al rey 0 sefor a quien sirven, formando un consejo de adalides que, a modo de estado mayor, se ocupa de cuestiones de estrategia y logistica. Hay, por otra parte, distintos tipos de adalides: los comarcales fronterizos, y en cierto modo independientes, que perpetuaban el adalid antiguo; y los que, encuadrados en el ejército real, desempe- fiaban ese cargo militar cada vez més relevante. Dicho cargo, ade- més, iba siendo acaparado por cristianos viejos. Esta dualidad se mantuvo hasta la conquista del reino de Granada, a partir de enton- ces sélo persistiran los adalides en los presidios del norte de Africa (y también en América) hasta los albores del siglo xvi. Adan. Llamada a oracién (que el almuédano o muecin realiza desde lo alto del alminar). Esta Hamada entre los musulmanes or- todoxos 0 sunnies consta de siete formulas: 1) Alldhu akbar: «Allah es més grande»; 2) ashadu an Id ildha illd llah: «testifico que no hay dios sino Allah»; 3) axhadu anna Muhammadan rasil Alldh: «testifico que Muhammad es el enviado de Allah»; 4) hayya ‘ala s-salat: «venid al azalé»; 5) hayya ‘ala I-falah: «Venid a la felicidad» (0 «salvacién»); 6) ld ildha illd lldh: «no hay dios sino Allah». En la llamada a oracién del amanecer difiere la f6r- mula quinta, que es como sigue: as-saldtu jayrun min an-nawm: «la oracién es mejor que el suefio». Todas estas formulas entre los malikies se repiten dos veces se- guidas, excepto la ultima, que se pronuncia solamente una. Los Si‘fes afiaden, por su parte, una férmula més entre la quinta y la sexta: «hayya ‘ala jayr al-‘amal»: «Venid a la mejor de las obras», que se repite dos veces; al igual que la férmula axhadu anna ‘Aliyan wali Allah: «testifico que ‘Ali es el amigo de Allah», repetida dos veces tras la profesién de fe (v. Muecin, Oracién Ri- tual, Saha@da). Adulterio (v. Zina’). Aftasies (= Banii 1-Aftas). Dinastia hispano-musulmana del si- glo v/xi que, en la época de los reinos de taifas, dominé un amplio territorio situado en la parte occidental de al-Andalus; tenfa por ca- pital Badajoz, que lo habfa sido ya de la Marca Inferior (at-tagr al-adnd). El reino asi configurado, sometido a las asechanzas y presiones de castellanos por el Norte y de los almordvides por el Sur, dejaria de existir, y con él su dinastia, en el afio 478/1095, cuando los almordvides se hicieron con el poder en al-Andalus. 20 La secuencia dindstica de los Bani Aftas es como sigue: 1. Abd Allah b. Muhammad b. al-Aftas al-Mansir (413/1022- 437/1045). 2. Muhammad b. ‘Abd Allah al-Muzaffar (437/1045-460/1068). 3. Yahya b. Muhammad (460/1068). 4. ‘Umar b. Muhammad al-Mutawwakil (460/1068-487/1094- 95). Aglablies (= Bani I- Aglab). Dinastia de gobernadores auténo- mos que rein6 en Ifrigiya, bajo la autoridad nominal de los califas abasies. a los que enviaban un tributo anual, desde 184/800 hasta 296/909, y cuya capital fue al-Qayraw4n. Sus dinastas conquistarfan la totalidad de Sicilia en 264/878, arrebatdndosela a los bizantinos, asf como la isla de Malta, tomada en época anterior; cosa que les asegurarfa la supremacfa maritima del Mediterraneo central. El ul- timo soberano aglabi fue desposefdo de sus dominios por los fati- mies. Ahl al-Bayt (v. Sarif). Ahl ad-dimma (= dimmies). Gente protegida (protegidos). Aquellos que, sin ser musulmanes, vivian sometidos a éstos en pai- ses del Islam pagdndoles tributo, y quedando sus tierras sujetas a impuesto; a cambio de ello no podfan ser esclavizados 0, en teoria, maltratados y podfan conservar su religién y sus costumbres (v. Ahl al-kitab, Dimma, Suth), Ahl al-kitab. Gentes del libro, judfos, sabeos y cristianos, cre- yentes en un solo Dios y poseedores de libros revelados (la Torah, el Salterio, el Evangelio); después, a medida que las conquistas fueron extendiéndose, se agrupé bajo esta denominacién también a los sabeos de Harran (y no tinicamente a los mandeos), a los maz- defstas y, a veces, a los hinduistas e incluso a los budistas. Los musulmanes contemplan a los no musulmanes de dos ma- neras: desde el punto de vista teolégico, los ve como monoteistas 0 Ppolitefstas; desde la perspectiva politica, diferencia los que viven dentro del territorio islamico (dimmies) de los que viven fuera de él (harbies). El islam no otorga la igualdad a los monotefstas no musulmanes (a los dimmiées) que viven en el territorio islimico, 0 sea, a «las gentes del libro», ni lo pretende, ya que ser4 una incon- gruencia no diferenciar fieles de infieles, de ahf que la tolerancia musulmana sea una tolerancia entendida como ausencia de perse- cucién que mantiene Ja discriminacién de cristianos y judfos, etc., en situaci6n de inferioridad dentro de la sociedad islamica. 21 Las Gentes del libro, en tanto que comunidad constituida (mi- lla), tenfan derecho a practicar su religi6n, a administrarse segtin su propia legislacién y a ser juzgados por sus propios tribunales. Protegidos ellos como sus bienes por el estado isl4mico, pertene- cian a un orden social inferior, aunque fuesen de la misma raza y de la misma lengua que los muslimes, gozando de un «estatuto de proteccién» o dimma (v. Sabeos, Dimma). Al. Clan, grupo genealégico entre la familia (alil, ‘a’ ila) y la tri- bu (hayy, gabila). En el siglo n/vinl, cuando Abi Muslim, instaura- dor del régimen abasf, toma el titulo de Amir Al Muhammad, o sea, Principe de la Familia de Muhammad, el término tiene dicho senti- do. Posteriormente la palabra ampliarfa su drea semAntica y desig- narfa la dinastia de un soberano. Asi, por ejemplo, a/ ‘Utman viene a ser la dinastfa otomana. Alaba wa-l-Qila’. Alava y los Castillos. Expresién geogrifica que designaba, en los siglos 1/vil y m/Ix, en las crénicas arabes, dos regiones especfficas: Alaba, situada al otro lado de la orilla iz- quierda del alto valle del Ebro y separada del mar por las regiones navarras de Guiptizcoa y Vizcaya, confinaba al oeste con los terri- torios de al-Qila‘, los Castillos, esto es, la primigenia Castilla la Vieja, que se extendfa, a su vez, desde la orilla izquierda del Ebro a la altura del desfiladero de Pancorbo, hasta muy cerca, por el sur, de Santander. Estas dos regiones eran las mds expuestas de todo el territorio cristiano hispano a las aceifas que los emires y califas cordobeses enviaban con regularidad (v. Aceifa). “Alawis (‘Alawies o Filalies). Dinastia de jerifes de rama hasa- ni (de Hasan, hijo de “Ali y nieto del Profeta) establecidos desde antiguo en la regi6n de Tafililt, donde, aprovechandose de la de- cadencia de los jerifes sa‘dfes, se fueron fortaleciendo hasta alzarse con el poder sobre el territorio marroqui hacia 1075/1664, una vez que Muley ar-RaSid se hubo apoderado de Fez. Sucedido por su hermano Isma‘il en 1083/1672, éste lograrfa vencer a sus competidores merced a las milicias de esclavos ne- gros (‘Abid al-Bawdjir) por é| creadas; reprimirfa a las tribus beré- beres erigiendo alcazabas en puntos estratégicos y dotdndolas de guarniciones bien pertrechadas, a la vez que hacia de Miknas (Me- quinez) su capital y la de sus pretorianos. Seguidamente, asegurando su poder, se volverfa contra los portugueses y espajioles, logrando expulsar a los primeros del territorio marroquf y desalojando a los 22 segundos de sus posesiones costeras, excepto de Ceuta y Melilla. A su muerte, en 1140/1727, sobrevendrfa un perfodo de anarquia que durarfa hasta la segunda mitad del siglo xv, anarqufa que los ‘Abtd al-Bawajir fomentarfan prestando su ayuda a diferentes pre- tendientes al trono. Con los sultanes posteriores la administracién y el gobierno se redujo a utilizar los servicios de las tribus amigas, establecidas en el territorio llamado bildd al-majzan, a fin de obtener de las tribus insumisas, que habitaban en territorios no controlados por el go- bierno, bildd as-sayba, los tributos debidos. Durante todo el siglo xix Marruecos, que fue una tierra cerrada para los extranjeros en ese perfodo (existiendo la prohibicién para los marroqufes de salir del pafs), redujo al mfnimo las relaciones con los pafses europeos. Mas el desorden interno y las dos desastrosas guerras contra los franceses en 1260/1844 —ya establecidos en Argelia— y contra los espafioles en 1277/1859-60, y las indemnizaciones que hubo de pagar tras su derrota, llevaron a recurrir a préstamos a Europa, abriendo asf la puerta a la injerencia extranjera. En 1912 Francia proclamé el protectorado, dejando como zona de influencia espafiola el norte del pafs. Las dos potencias colonia- listas deberfan mantener veinte afios de luchas para ocupar y admi- nistrar efectivamente el pais. Finalmente, en 1375/1956, Marrue- cos volvié a ser naci6n independiente regida por monarcas alawies (v. Majzan). “Alawies (v. Nusayries). Alcaicerfa (< al-qaysariyya), del griego kaisdreia, «imperial», abreviatura de «mercado imperial». Tipo de mercado inicialmente cubierto y cerrado, con sélidas puertas y un patio central, alrede- dor del cual se abrfan tiendas, talleres y depdésitos de mercancias y. a menudo, habitaciones para los mercaderes, destinado a la venta de pafios u otros productos de lujo: telas de toda especie, pieles, al- fombras, tapices y orfebreria. La alcaicerfa se distingufa generalmente del siiq (zoco, merca- do) por su mayor amplitud, podfa tener varias galerfas, mientras que el séq comportaba tan sdélo una. Alcazaba (< al-qasaba). Fortaleza, ciudadela. Una alcazaba es, en suma, una ciudadela que, unida o no a los muros de una ciudad, queda suficientemente independiente como para constituir un re- ducto capaz de continuar la resistencia, incluso después de la cafda de la ciudad en manos del enemigo. Podia igualmente servir de re- 23 fugio al gobernador de la ciudad si la poblacién se rebelaba contra su autoridad 0 contra la del soberano a quien servia. Por motivos estratégicos obvios, las alcazabas dominan desde una colina o montajfia la ciudad adyacente (tal es el caso de las al- cazabas de Almeria, Mélaga, Granada, etc.); a veces, en la lanura, defienden una encrucijada de caminos 0 el paso vadeable de un rio (ejemplo de ello la alcazaba de Mérida) Alcazar (v. Qasr). Aleyas (< al-aya, la sefial, el signo, el milagro). Parrafos 0 ver- siculos de desigual longitud que conforman las suras o los capitu- los del Corén, su ntimero sobrepasa las 6.230, tanto si se acepta la lectura de los basries (ed. Fliigel) como la de los kiffes (ed. Fu’ad), y son por sf mismos «signos de Dios» (@yat Allah) para los musulmanes (v. Qur'an, Siira). Alfaqueque (< al-fakkak, el redentor de cautivos). En las Siete Partidas (II, 30.1-3) los alhaqueques 0 alfaqueques eran hombres de honestidad probada que, conociendo la lengua drabe, negocia- ban los rescates de los cautivos. Desde al menos el siglo xi existié en Castilla la institucién de la alfaquequeria que se inspiraba en la institucién hispano-arabiga, existente desde época califal. Consecuentemente, en la Edad Media hubo en la Peninsula alfaqueques en los dos dominios, en el cristia- no y en el islamico, ya que las condiciones de relacién entre el Is- lam y la Cristiandad daban lugar a la aparicién de esta institucién. El alfaqueque tenia como misién el trato y contrato que permi- tfa el rescate 0 canje de cautivos y su conduccion a lugar seguro, aparte de ocuparse de la recuperacién de los bienes robados. En virtud de esto percibia indemnizaciones variables que, por lo regu- lar, estaban en relacién con el precio del rescate. Los alfaqueques, para llevar a cabo su cometido, debfan poseer, ademds de honorabilidad, una situacién econémica desahogada que les salvaguardase de cualquier posible corrupci6n. Estos mediado- res legales, reconocidos a ambos lados de la frontera hispano-mu- sulmana, efectuaban entrevistas con sus homélogos musulmanes o cristianos, a fin de fijar el rescate y la liberacién de cautivos en uno y en otro lado de la frontera. Del lado cristiano, los alfa- queques en los siglos xIv y xv eran generalmente moros tornadi- zos, mudéjares, elches, cristianos algarabiados e incluso judfos, su- jetos todos bilingiies. Ello nos prueba que las disposiciones tedri- cas de las Partidas, vedando este oficio a dichos sujetos, no se seguian o se habian flexibilizado. 24 El oficio de alfaqueque, sin duda tan antiguo como la frontera con el Islam, fue objeto de mediatizacién por parte de la monar- quia castellana, que crearfa en la segunda mitad del siglo xiv el cargo de alfaqueque mayor, una vez que la frontera se hubo estabi- lizado con el reino de Granada y los soberanos se esforzaban por acabar con los privilegios y particularidades locales. En efecto, la institucidn de la alfaquequeria mayor de Castilla estaba dirigida contra los alfaqueques concejiles y contra los parti- culares que desempefiaban esas funciones por su cuenta y riesgo. En Castilla, pues, en la baja Edad Media existian cuatro clases de alfaqueques. El alfaqueque mayor, un noble que, nombrado por el rey, estaba a cargo de la frontera «desde Lorca a Tarifa». Este de- signaba a otros alfaqueques subordinados llamados alfaqueques menores, que se ocupaban de todos los litigios relativos a los res- cates de cautivos, en tierras musulmanas peninsulares o africanas; tales rescates se pagaban muchas veces con la ayuda financiera de las ciudades de Castilla. Otros alfaqueques eran los concejiles, que, como funcionarios del concejo, se preocupaban de liberar mediante canje o rescate a los habitantes del municipio cautivos en tierras musulmanas 0 a re- cuperar los bienes robados (los alfaqueques mayores y la Corona prohibirian sus actividades, de tal manera que terminaron por desa- parecer a fines del siglo xv con la caida del reino de Granada), y, en fin, los alfaqueques particulares, que se mantendrian hasta des- pués de la conquista del reino de Granada, desempefiando su oficio en tierras africanas desde M4laga, Marbella, Gibraltar, Ronda y otros puntos. Estos alfaqueques particulares profesionales, carentes hasta finales del siglo xv y principios del xvi de casi todo control y que a veces cometian fraudes, solfan ejercer el espionaje y otras activida- des. Aun asi, no pueden ser asimilados a los exeas aragoneses 0 cas- tellanos, que combinaban su actividad de negociantes 0 mercaderes con la de redentores de cautivos por cuenta propia o de la Corona. La institucion de la alfaquequeria y los alfaqueques desaparece- rfan de la Peninsula durante el siglo xvi, cuando poco a poco los miembros de las érdenes religiosas, santiaguistas, mercedarios y trinitarios, fueron haciendo del rescate de cautivos su principal ac- tividad. No asf en los presidios espafioles del Africa del Norte, donde se perpetuarfan hasta el siglo xvi. Alfaqui (< al-faqih, plural: fuqaha‘). Especialista de la ley re- ligiosa y sefialadamente de su sentido; jurista (v. Ulemas). Algara (< al-gara, la incursién, el ataque). Incursién 0 ataque r4pido de saqueo 0 estrago por territorio enemigo. La algara se prac- 25 ticaba en la Peninsula, durante las edades medias, tanto por los musulmanes como por los cristianos —que copiaron de los primeros esa especial téctica guerrera~. En castellano este arabismo remite tanto al grupo de vanguardia como a su correrfa en accién de sa- queo por un territorio. Segtin el derecho de Cuenca-Teruel, el mds extendido en los municipios de frontera, la algara o vanguardia se debfa componer de la mitad de los combatientes y la otra mitad de- bia permanecer en la zaga 0 en retaguardia, como refuerzo 0 soco- rro. Se indica asimismo que los componentes de la algara habfan de recibir la quinta parte de todas las cosas que obtuviesen como botin, parte con la cual se indemnizaba a los propietarios por la pérdida (0 las heridas) de sus monturas. La algara resultaba eficaz por el factor sorpresa. Internandose los algareros o almogdvares en el pafs enemigo, su cometido era procurarse el mayor botin posible en ganados, cautivos o bienes muebles; otras veces, sin embargo, su funci6n era, sobre todo, cau- sar los mayores destrozos posibles al adversario con objeto de des- gastarlo. De estas dos funciones, una era principal y la otra com- plementaria, dependiendo de ello si los componentes de la algara estaban 0 no encuadrados en un ejército; si no era asi, la primera funcién citada era la principal, pero si, por el contrario, estaban a Ordenes del rey o de algtin sefior, su funcién principal podfa con- sistir en la de causar los mayores estragos al enemigo. Alh6ndiga (al-fundug, el albergue, la posada). Lugar adonde las gentes forasteras trafan sus productos a la ciudad para la venta, o desde donde se distribufan para su despacho al menudeo en los zocos. Las alhéndigas servian a la vez de almacén de mercancias y para hospedaje de sus propietarios. En tomo a un patio cuadrangular disponfanse galerfas sobre pi- lares en los que descansaban arcos o dinteles. A ellas se abrfan las puertas de las habitaciones en las que quedaban divididas las cua- tro naves que cerraban el patio. Estos edificios, concebidos en el Oriente, se fueron extendiendo por todo el dominio del Islam. “Alies. Descendientes de ‘Ali b. Abi Talib, quien de diversas mu- jeres tuvo al menos 17 hijas y 14 hijos, entre ellos los descendientes por su esposa Fatima, hija del Profeta, que son los més egregios e importantes. Comprenden dos ramas: los hasanies, descendientes de al- Hasan, y los husaynies, descendientes de al- Husayn. Unos y otros, como herederos legitimos del Profeta, no cesaron de reivin- dicar, con mds o menos énfasis, el poder y la direccién de la umma o comunidad musulmana, apoydndose en grupos Sffes. Los alies 26 fundarén linajes jerifes y se convirtieron, por asf decirlo, en la aris- tocracia del Islam. Numerosas dinastfas han reivindicado su ascendencia ‘alt duran- te todas las épocas en diversas regiones del territorio islamico, an- tafio, por ejemplo, las dinastfas }Ties de los idrisies y fatimies; hoy las dinastias sunnies de los haSimies de Jordania y de los ‘alawfes de Marruecos (v. Apéndice I). Aljama (< al-fama‘a). «Comunidad de moros 0 de judfos». El término se aplica tanto al conjunto organizado de moros o judios de un lugar como a la institucién que los gobierna y representa. En la Edad Media los musulmanes que habitaban en territorio cristia- no, sometidos a la autoridad real o sefiorial, se agrupaban, por lo general, en pueblos o ciudades, en barrios especiales o morerias —dentro o extramuros de la ciudad, cercados 0 no-; estos mudéja- res integraban en algunas ciudades comunidades organizadas desde el punto de vista juridico, regidas por sus jefes, que entendfan en los litigios particulares y las representaban ante las autoridades cristianas para resolver asuntos concretos (pleitos, pagos de servi- cios, reparto de impuestos extraordinarios, etc.). Cada comunidad o aljama de este tipo tenia todos los elementos de una corporacién municipal, por mas que estuviese supeditada al concejo cristiano; su representatividad y operatividad era cierta, habida cuenta que se apoyaba en tratados o capitulaciones, conse- cuentemente su participacién en la resolucién de problemas locales era real. Al frente de la aljama estaban los jeques 0 Suyitj (los «vie- jos» de la documentacién cristiana). En efecto, como el concejo cristiano, la aljama tenfa sus pro- pios dirigentes u oficiales: el cadi, principal representante de 1a co- munidad, defensor de sus intereses y portavoz de los problemas de la aljama ante las autoridades cristianas, era la mdxima autoridad; administraba justicia y dirimfa los conflictos que pudieran suscitar- se entre los moros, también se pronunciaba en cuestiones de todo tipo: teoldgicas, éticas, econémicas... Subordinado al cadf estaba el zalmedina (en aljamas aragonesas hasta el siglo xm Ileg6 a ser un funcionario superior al propio cadf), su cometido era la vigilancia de los mercados, ademas de te- ner jurisdiccién sobre los asuntos criminales y de seguridad de la aljama. El alfaqui, hombre de religién y experto en leyes, regular- mente ejercia de maestro de escuela y de gufa espiritual de la co- munidad (a veces este oficio era desempefiado por el cadf); existia también la figura del escribano y la de tres funcionarios menores (alam{n, tesorero o clavero, pregonero, etc.). 27

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