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(Perú) Luis Alberto Sánchez1.

LA UNIVERSIDAD Y EL MEDIO SOCIAL LATINOAMERICANO, LOS COLEGIOS


REGIONALES Y EL COMANDO INTERMEDIO
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LA UNIVERSIDAD Y EL SUBDESARROLLO
Sobre la posición de la Universidad dentro del medio social en que actúa, se ha
escrito mucho. Por lo general, se considera la cuestión desde un ángulo abstracto.
Tenemos que mirarla ahora con una perspectiva limitada, concreta, realista: la del
mundo americano, y, dentro de esto, la correspondiente a la América Latina, situados
en tal mirador, deberíamos abocarnos a la discusión del papel de la Universidad en
una parte del mundo subdesarrollado.
Cree el autor de esta ponencia que uno de los vacíos al examinar la misión de la
Universidad dentro del mundo actual, proviene de la generalización de que se la
hace objeto. Piensa que no son iguales, por ahora, la actividad y hasta los objetivos
inmediatos de las Universidades de los Estados Unidos que las de Francia, ni mucho
menos las de Francia que las de América Latina; y cree que hay más analogías (no
identidades) entre las Universidades africanas y las de Medio Oriente con las
latinoamericanas, que entre éstas y las europeas. Uno de los elementos que así lo
revelan es, entre otros, la reacción del estudiantado y de la docencia ante la
Universidad. No es por un azar por lo que los estudiantes egipcios y jordanos
muestran mayor sintonía con los argentinos y peruanos que con los norteamericanos
y británicos, a pesar de haber allí escuelas de estas naciones. Este solo hecho obliga
a revisar algunos conceptos.
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FINES DE LA UNIVERSIDAD EN LOS PAISES SUBDESARROLLADOS
La Universidad, concebida clásicamente, obedece al propósito de conservar y
acrecentar la cultura, mediante la enseñanza y la investigación. Se supone que el
individuo que llega a la Universidad viene ya formado por la Escuela Secundaria: La
Universidad pule, reorienta, conforma, define. Las Universidades sajonas, gracias a
la inserción del College, y algunas latinas por el Bachillerato, cumplen su propio rol

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Tomado de: Luís Alberto Sánchez. La universidad actual y la rebelión juvenil. Buenos Aires, Editorial
Lozada, 1969.

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de enseñanza e investigación. Las latinoamericanas, constituidas por elementos que
carecen en gran proporción (no siempre totalmente) de esta instancia media (college
o baccalauréat), tiene que formar y educar los caracteres antes o al mismo tiempo
que ordenar y expandir el conocimiento. En las sociedades industrializadas, o sea las
desarrolladas, o según la terminología en uso, hay muchas oportunidades para el
educando en relación con su preparación para la lucha por la vida. En las
subdesarrolladas, la Universidad no sólo da patente de saber, sino que otorga un
brevet para subsistir, para sobrevivir. La Universidad latinoamericana es lo que suele
llamarse un bottle neck social. La promoción de las clases sociales latinoamericanas
se opera en gran parte a través de la Universidad, lo que explica el hambre que de
ellas existe en estos países; a la vez, es la única fuente posible de liderato político y
social. De hecho, en virtud de estas circunstancias, la Universidad latinoamericana
es un factor fundamental del desarrollo, entendiendo éste no sólo como desarrollo
económico, sino también como desarrollo cultural y social.
Si se aceptan estas premisas, deberán aceptarse (al menos como base de
discusión), sus consecuencias. Trataremos de presentarlas muy someramente, a fin
de que este documento constituya de hecho una base de discusión, es decir, una
apertura de contactos, un cotejo de criterios a fin de correlacionar puntos de vista,
que sean iguales, discrepantes o complementarios.
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HETEROGENEIDAD DE CAUSA
La Universidad en .América Latina (entiéndase que cada vez que mencionemos en
adelante la palabra "Universidad", estaremos refiriéndonos a las de América Latina),
reúne un conjunto humano sumamente heterogéneo. Ello depende de varios hechos,
a saber:
a) de la desigualdad y brevedad de la etapa escolar;
b) de la diversificación ocupacional de los profesores;
c) de la vehemencia por terminar "su carrera", mal que aqueja a los estudiantes, que
no consideran la importancia de las formas de hacerlo;
c) de la presión demográfica;
e) de la política empírica de los Estados;
f) de la profunda diferencia entre el universitario y el ciudadano común;

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g) de que, a causa de esta diferencia, el universitario se convierte inexorablemente
en aprendiz de líder antes que en profesional eficiente o investigador capaz;
h) en suma, porque importa la existencia antes que el saber y que el ser.
Podría decirse, extremando los conceptos, que la Universidad Latinoamericana es un
ente existencialista. Vive de la circunstancia. Ha acabado por ser definitivamente
relativista, lo cual la aleja de ciertos principios absolutos que rigen a la ciencia, a las
humanidades y al saber en general. Por eso se la debe considerar también en el
campo de la aplicabilidad, de donde resulta un tanto pragmática, sin dejar de ser
doctrinaria.
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BREVEDAD DE LA ETAPA ESCOLAR
La secundaria (o High School) dura en los Estados Unidos cuatro años, después de
ocho de elemental (hay variantes ahora). En algunos países latinoamericanos el ciclo
es de 6 más 6; en otros, como en Perú, de 5 más 5. Pero, mientras en Estados
Unidos al ciclo de 8 más 4 se añaden 4 de College antes de la Universidad, tenemos
que, suponiendo que un alumno ingrese a la primaria o elemental a los 6 en Estados
Unidos llegará a la Universidad sólo a los 6 + 4 + 8 + 4, o sea a los 22 años, y si se
aplica el sistema de los Junior College de sólo 2 años, a los 20 años, mientras que
dentro de la generalidad del sistema latinoamericano se llega a la Universidad a los 6
+ 6 + 6, o sea a los 18 años, y en el Perú a los 6+ 5 + 5, o sea a los 16 años, que, en
realidad, si se consideran ciertas prácticas de escamoteo de edad para el ingreso
universitario, resultan algo distintos. Es evidente que a esa edad no existe la
madurez necesaria para emprender seriamente una carrera profesional de nivel
universitario. Ello se refleja en la actitud del estudiante frente a la Universidad y a la
vida. Por otra parte, tal deficiencia es causa de que, sin mencionar directa o
francamente el College, se haya introducido en algunos países latinoamericanos una
sección preliminar a la Universidad bajo el nombre de Colegio Universitario (Perú en
1931 y en 1946), sección prefacultativa, sección preparatoria (México) o Estudios
Generales (Costa Rica y parcialmente en Perú, 1962). De esta suerte se transfiere
plenamente a la Universidad la supervigilancia de la etapa intermedia en la que el
adolescente entra en la juventud y adquiere por tanto mayor conciencia de su rol
dentro de la sociedad, la Universidad contribuye así, según sus alcances, a la

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conciliación o entendimiento entre ambas esferas. Cuando no existe aquella etapa
intermedia, surgen dificultades de coordinación entre los títulos otorgados por los
diversos países. Los peruanos titulados en la Argentina, donde se pasa directamente
de la secundaria a la Facultad profesional, encuentran obstáculos a su retorno al
Perú para la revalidación o convalidación de aquéllos, en vista de que realizan una
carrera más abreviada y, según ciertos conceptos locales, menos completa.
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DIVERSIFICACION OCUPACIONAL DE LOS PROFESORES
Hasta los últimos años, el docente universitario en Latinoamérica ha sido, por lo
regular, profesor de asignatura, o sea de tiempo parcial. Ni las Universidades
contaban con el dinero suficiente para pagar el tiempo completo de un docente, ni
había disponibles un número de personas preparadas bastante como para que se
dedicasen sólo a la docencia, dejando de lado otras ocupaciones necesarias para
completar sus presupuestos individuales, y útiles para la colectividad, en vista de la
escasez de personas preparadas a tal nivel.
De ahí que la Universidad en los países menos desarrollados de América Latina, sea
por diversos conceptos "una isla". Los docentes no mantienen el contacto
conveniente con el alumno, lo que hace imposible el contacto de la institución con la
sociedad; además, siguen un tipo de enseñanza excesivamente teórica, y no
interesan su medio social en la Universidad. Por las razones apuntadas, no se puede
exigir de los docentes el rendimiento debido y, por tanto, tampoco se lo puede exigir
de los alumnos. La Universidad, si realmente se propone abastecer las necesidades
colectivas en la medida y nivel que la comunidad reclama, tiene que enmendar esta
falla de su sistema; tal enmienda se viene produciendo en forma quizá demasiado
acelerada; lo que no da tiempo para seleccionar cuidadosamente a los docentes por
sus verdaderos méritos y por su real vocación, sino que se tiende a convertir la plaza
de profesor a tiempo completo en un escalón más de la carrera magisterial,
suponiendo que todos los que participan en su "oficio" son de hecho y por derecho
docentes de vocación. El efecto de semejante distorsión es contraproducente en la
realidad pedagógica y en el ánimo del público; acaba por desacreditar a la
Universidad y propulsar movimientos en el sentido de desconocer su eficacia y hasta
negar toda posibilidad de rendimiento efectivo, como ocurrió en México, entre los

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años 1850 y 1910, y como lo revelan los impunes "recesos" de tantas Universidades
y la creación de las llamadas Universidades Técnicas; institutos que usan el título de
"Universidad", por el prestigio tradicional que, a pesar de todo, mantiene tal título, y
que hoy añaden el adjetivo de "técnicas" por el deslumbramiento que este nuevo
matiz o calificativo significa.
Dentro del cuadro anterior, en vista sólo de las dos primeras condiciones que limitan
la acción de la, Universidad dentro de la sociedad correspondiente, es natural que el
estudiante se sienta un transeúnte en su Alma Mater, convertida así en Estación de
tránsito, ya no en un hogar propiamente dicho. De ahí que la preocupación primordial
sea la de terminar la carrera y ganar el título, el cual otorga el derecho a ejercer
determinada actividad profesional rentada. El espíritu de investigación, el impulso de
saber por saber desaparece y, en consecuencia, la Universidad decae. Predomina,
entonces el equívoco concepto de la Universidad profesional, y peor aún el de las
Facultades Profesionales por encima de la Universidad en sí, error funesto que fue
en parte causa de la crisis universitaria del siglo XVIII, cuando la Universidad fue de
hecho sustituida en sus principales objetivos por los Colegios anexos, generalmente
regentados por las diversas órdenes religiosas.
El estudiante, bajo el impacto de tan recortadas aspiraciones y dentro de tan
estrechos horizontes utilitarios, pierde la noción de la comunidad, del deber cívico y
del estudio desinteresado, y sólo trata de acelerar el tránsito por la Universidad, con
menosprecio de sus verdaderos fines, a fin de obtener rápidamente el diploma que le
permita ganar más dinero a cambio de sus servicios. Es evidente que tal situación
contribuye a aislar más a la Universidad del medio en que se desenvuelve; y justifica
el alarmado título de un libro del autor de este trabajo: La Universidad no es una isla.
(1961).
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LA VEHEMENCIA POR EL TITULO
Los jóvenes ingresan a la Universidad ansiosos de coronar su carrera profesional lo
más pronto que sea posible. A ello los empujan diversas motivaciones: la natural
aspiración a concluir lo empezado, la necesidad material de disponer de un medio
que les permita ganarse mejor la vida, la necesidad de formar una familia, la ilusión
por disponer de un vehículo que les permita mejorar su posición social. Dicho en

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otras palabras: se entrecruzan en esa actitud razones de promoción social, de
ventaja económica, de satisfacción sicológica y de curiosidad profesional. Semejante
conducta, repito, común a todos los jóvenes, se acentúa dramáticamente en los
países subdesarrollados, sobre todo en aquellos en donde existe la contradicción
vitanda entre un status político teóricamente maduro y un status económico social
realmente inmaduro. En tal caso, la crisis se aguza hasta, convertirse en una
enfermedad; es lo que ocurre en América Latina.
Si examinamos los registros universitarios de los últimos cuarenta años y, sobre
todo, a partir de la Reforma Universitaria de 1918, encontraremos que el número de
alumnos proveniente de la clase media baja y aún de la proletaria y campesina
aumenta día a día. Las universidades que tenían como clientes a los hijos de "casas
grandes", o señoritos de la capital, se encuentran invadidas por hijos de obreros,
empleados de tercer o cuarto rango, pequeños rentistas, campesinos. A veces éstos
son, los más brillantes, casi siempre los más contraídos y agresivos. La dualidad
(“contracción al estudio y agresión e indisciplina") cooperan de una manera peculiar.
Una de sus manifestaciones consiste en el ansia de trasladarse a las universidades
de la capital. Los estudiantes reflejan la tendencia urbanizarte de la población en
general, e incluso, algunos provenientes de familias laicas o anticlericales, o ellos
mismos anticlericales y laicos, se matriculan en las universidades confesionales o
católicas, en busca de mejores relaciones sociales y de ampliar sus posibilidades de
hallar una clientela con mayor capacidad económica. En suma, todos coinciden en
quemar las etapas. No tratan de ahondar los estudios, sino de reducirlos. No les
importa no saber; lo que les importa es no tardar. Con frecuencia solicitan
exoneraciones de examen o mayores plazos para rendir las pruebas promocionales,
o abolición de los años de cultura general, o eliminación de las tesis de grado, o la
supresión de las listas de asistencia a clases (y hasta traducen la libre asistencia; por
libre inasistencia). De ellos infieren los enemigos de la Universidad, que los que así
proceden son alumnos hechizos, 'se les llama “universitarios putativos" y "agentes de
disociación y propaganda". Actúan como tales en cierto modo, pero no son
solamente eso. Ocurre que sus cuadros mentales se hallan decisivamente alterados
por acicates inapropiados que deslumbran tanto a la familia como a la propia
docencia. Han adquirido la falsa conciencia de que se ingresa a la Universidad para

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"pasar de año" y aprobar exámenes. Un profesor que exija estudios especiales les
resulta odioso. Los demás profesores, lejos de apoyar la justa exigencia del docente
celoso, prefieren la línea de menor resistencia, o sea la de apoyar la marginación del
estudio y condenar la severidad para exigirlo.
Si uno compara la calidad de las tesis de grado en los últimos cuarenta años, así
como si se analiza la extensión del dominio de lenguas vivas en los estudiantes
.graduados, se dará con dolorosas sorpresas. Pero ello se debe a causas, si no
plausibles, ampliamente justificables. Como hay pocas oportunidades, como la
credencial del titulo universitario es la única prueba de idoneidad, como con ella se
puede asaltar los puestos y posiciones (dos cosas distintas), los jóvenes quieren de
una vez por todas disponer de esa arma cuya sola presencia, sin necesidad de
dispararla, convencerá o amedrentará a los futuros empleadores y clientes.
De ahí también que el trabajo científico sea cada vez menos intenso y frecuente. Y
de ahí, además, el desdén con que la Universidad de viejo cuño y alto rango, mira a
los egresados de las universidades menos egregias, de los países subdesarrollados,
en donde el joven tiene que hacer un doble aprendizaje: el de su disciplina y el de la
práctica de la profesión de ciudadano, a la que no le enseñan las instituciones del
Estado, ni la escuela, ni el hogar. A consecuencia de la falta de esta enseñanza, el
joven carece de los escrúpulos que una adecuada compenetración con dichos
principios (los cívicos y éticos) produce en los estudiantes de otros países. A cambio
de ello, la vehemencia por concluir pronto, se refuerza con la pasión política,
agresiva, cuya finalidad será destruir lo existente, sin juzgar su calidad, por el solo
prurito de fundar un orden nuevo en el que, de cualquier modo, habrá la posibilidad
de ocupar un puesto distinto al que se ocupaba u ocupa en la sociedad vigente.
El estudiante latinoamericano es, por eso, un insatisfecho, un rebelde, y luce los
caracteres de un transeúnte de su universidad. La idea y el sentimiento de Alma
Mater no son fáciles en una sociedad así constituida. Pretender que así sea, a
despecho de las circunstancias, lejos de solucionar o siquiera aliviar la situación, la
agrava.
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LA PRESION DEMOGRAFICA
Aunque es un problema común a todos los países, la presión demográfica es más

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evidente en aquellos que, por las razones arriba indicadas, consideran a la
Universidad como su única, o como la más efectiva salida para la promoción social.
Además, el aumento de presión ocurre en vista de que en los países
subdesarrollados la educación ha sido generalmente considerada un aditamento,
suplemento o lujo, y, la superior, como propia sólo de ciertas clases privilegiadas. La
apertura de posibilidades para todos mediante la gratuidad de la enseñanza total
(Argentina, Bolivia; Colombia; Perú, Venezuela, Costa Rica, etc.), y el hecho de la
disminución de la mortalidad en países donde llegaba a cifras aterradoras, converge
en el hecho tangible de una presión poblacional verdaderamente irresistible y al
parecer insoluble. Las cifras son impresionantes. La Universidad de Buenos Aires
pasa de los 80000 estudiantes. Las del Perú han llegado a 42000 y se cree que para
1970 deberán atender aproximadamente a 90.000.2
La presión demográfica conlleva otro problema: el de la educación del alumno
secundario y su tránsito a las universidades. Dicho en otros términos, plantea el
problema del ingreso o admisión a ésta. Como dato ilustrativo diremos que en 1963,
la proporción de postulantes a la Universidad de San Marcos que logró ingresar en
ella no pasó del 18 %.
Y en 1964 apenas alcanza al 11 %. Expresado en cifras: en 1963, se presentaron
6.300 postulantes e ingresaron 1300 postulantes; en 1964 se presentaron 7000 e
ingresaron 783, por lo cual se ha debido alterar las reglas a fin de dar cabida a 390
más que, aun cuando habían llegado cerca de la nota aprobatoria no la pasaron,
pero han asistido a clases revelando decisión y contracción al estudio lo que ha
hecho necesario llenar las vacantes de manera supletoria.
La presión demográfica reflejada en los hechos anteriores, representa para la
Universidad latinoamericana una vasta complejidad de dificultades, a saber: número
y calidad de docentes a quienes hay que preparar con la velocidad que la presión
exige; improvisación de instalaciones para recibir esa afluencia inesperada, todo lo
cual significa un aumento presupuestal que no todos los países ni las universidades
están en situación de absorber. Si se considera que un estudiante universitario no
puede costar per capita et per annum menos de 600 dólares (cifra moderadísima), el

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Estos cálculos son más graves en 1968: la población universitaria del Perú pasa de los 90.000 y se
estima en 120.000 para 1970,

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Perú, pongamos por caso, debería dedicar sólo para mantenimiento, no promoción,
de la enseñanza universitaria en 1964, 25 millones de dólares, aparte de la ingente
inversión que significa construir edificios para diez nuevas universidades y adquirir
laboratorios y bibliotecas, gastos de instalación, que representa una cifra de millones
de dólares adicionales, lo cual sobrepasa en varias veces lo que realmente se gasta
en ese aspecto.
Por estas razones, la Universidad latinoamericana tiene que fomentar asociaciones,
o federaciones de universidades afines o de la misma región y, al mismo tiempo,
someterse a una cierta manera de planificación general, única forma de que pueda
encarar este apremiante problema que le aflige, pero desde luego sin sacrificar la
autonomía de cada instituto.
Uno de los medios con que se pretende solucionar la presión demográfica es la
multiplicación de las universidades. La experiencia demuestra el fracaso de
semejante supuestas panaceas.
Tal fracaso se debe a hechos de una elocuencia indudable, como son los siguientes:
a) falta de docentes en el nivel adecuado;
b) falta de laboratorios, bibliotecas y. material;
c) presiones políticas y electorales al discernir la ubicación de las nuevas
universidades;
d) ausencia de sistemas apropiados para escoger o reclutar a los alumnos de las
Universidades;
e) incomunicación total entre las etapas secundaria y universitaria, de suerte que no
existe un régimen de transición plausible;
f) deserción universitaria durante el año, lo que impide tener una idea clara sobre las
exactas necesidades y posibilidades de las universidades;
g) falta de rentas suficientes;
h) competencia o rivalidades sobre bases diferentes a las de una producción de
egresados de mejor calidad;
i) atracción invencible de los centros urbanos más poblados, en detrimento de los
otros.
Sobre las tasas del crecimiento demográfico podríamos señalar provisionalmente las
siguientes circunstancias: el crecimiento vegetativo de la población de América

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Latina es de 3 %, aunque en algunas regiones, como el Departamento de Loreto,
Perú, llega a 3,35, y Puerto Rico y El Salvador no le van en zaga. La tasa de
crecimiento de la población universitaria, debido a la expansión de la secundaria, la
gratuidad de toda la enseñanza, etc., es mucho mayor que la población, al punto de
que no sería descabellado estimarla en un 12 %. El crecimiento demográfico
universitario de Argentina, Perú, Venezuela, Puerto Rico, México, es portentoso. En
Perú, repito, de 24.000 estudiantes universitarios que había en 1960, se ha llegado a
42.000 estudiantes universitarios en 1964 (y a 90.000 en 1967), es decir, un
crecimiento de un 90 % en cuatro años. La Universidad de Puerto Rico (sin contar las
nuevas de San Germán, Ponce, etc.), tenía en 1955, 13.000; en 1964 pasa de
22.000. Sólo la Universidad de Buenos Aires ha dado un salto increíble, aparte de la
creación de otras universidades, entre ellas, las de Cuyo (1938), Bahía Blanca,
Católica de Buenos Aires, Católica de Córdoba, etc., y pese al clima desfavorable al
crecimiento universitario que reinó en dicho país entre 1946 y 1955, a causa de la
dictadura de Perón, como todas las dictaduras, adversa al desarrollo de .la edu-
cación superior.
Las consecuencias de este crecimiento súbito, desequilibrado, sin medios
suficientes, se reflejan en cierta inestabilidad de las instituciones y en la inferior
calidad de los estudios pertinentes.
No se trata de que tengamos una Universidad inferior a la antigua sino de una
Universidad sofocada por presiones deformantes y en condiciones de inferioridad
momentánea, en una crisis temporal, para cuya superación urge ante todo mi
diagnóstico exacto de la situación actual.
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LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
La actitud del Estado frente a las universidades latinoamericanas, es de notoria
indiferencia. Influye en ello la calidad de autónoma que caracteriza a la institución.
De ahí que la última ley argentina, de 1955, establezca la autarquía en lugar de la
clásica autonomía, cuyo origen se remonta a la Universidad de Salamanca, madre de
las latinoamericanas, la cual a su turno recibió ese toque esencial de las
universidades de Bolonia y Padua, clásicas entre todas las del mundo occidental.
La autonomía se ha conservado para evitar la intromisión de la política estatal en la

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universidad, para liberarla de una presión más. En realidad, la política se ha
deslizado por la puerta opuesta, por la del antioficialismo, lo que, lejos de robustecer
y justificar la autonomía, contribuye a ponerla en serio peligro. El politicismo de las
universidades latinoamericanas es casi siempre sinónimo de "oposición" al gobierno
imperante y, desde luego, al régimen social vigente, lo cual se explica por la
característica insatisfacción juvenil, elemento con el que debemos contar como uno
de los ingredientes ineludibles de la educación superior.
La respuesta del Estado a la autonomía no ha sido tanto disminuirla ni prohibirla, sino
algo más simple: ignorar a la Universidad. Eso se manifiesta no sólo en la falta de
provisión de fondos adecuados, sino en la distribución caprichosa de ellos según el
tono personal de las universidades, y, lo que es peor, con la creación o reforzamiento
de numerosos institutos de entrenamiento o enseñanza especializada a cargo del
Estado, que los cercena de las universidades. Por ejemplo: paralelamente a las
Facultades de Educación que deberían ser las únicas en tener la responsabilidad de
la formación de los maestros, se multiplican las escuelas normales del más diverso
nivel y carácter, laicas y religiosas, para hombres y mujeres, regionales o nacionales,
agropecuarias o industriales. Paralelamente a las Facultades o Escuelas de
Economía, el Estado crea sus Escuelas de Administración, o de inspectores de
impuestos; sus escuelas diplomáticas, a despecho de las escuelas de Derecho Inter-
nacional de las universidades; sus guías de turismo, aunque haya escuelas o
facultades de historia y de idiomas; en suma, el Estado contribuye como autodefensa
—autodefensa equivocada— a debilitar a la Universidad, a desacreditar sus
posibilidades concretas, a restarles importancia. A menudo, dedica mayor atención a
las universidades privadas que a las oficiales, como ha ocurrido en el Perú
recientemente, no obstante de que la ley denomina a las segundas "Universidades
del Estado" (Ley 13.417).
Por otro lado, no se celebran pactos adecuados sobre intercambio de títulos, grados
y estudios; lo que contribuye a dar carácter de anarquía continental a las anarquías
universitarias nacionales. El receptor de este cúmulo de deficiencias y
contradicciones, es el estudiante, mejor dicho, la institución universitaria.

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DIFERENCIA ENTRE EL ESTUDIANTE Y EL CIUDADANO: EL LIDERAZGO
En países donde el analfabetismo ha sido y sigue siendo tan numeroso y denso, la
calidad de universitario significa una distancia mucho mayor con el ciudadano
común, que en los países desarrollados. Puede argüirse que algunos países como
Costa Rica, Argentina, Chile, Uruguay tienen una alta tasa de alfabetismo y hasta
existen ciudades o regiones en donde el analfabetismo es prácticamente equivalente
a cero. La realidad promedio es que, si bien el analfabetismo literal ha menguado en
los últimos cincuenta años, subsiste aún en forma de analfabetismo funcional, y que
la calificación del analfabetismo es, entre nosotros, demasiado benigna, pues se
limita a exigir que un individuo sepa firmar y leer su nombre o algo más, para
extraerlo del limbo del analfabetismo absoluto. No hemos establecido la regla a un
número de años de primaria como indispensable para marcar la diferencia entre el
alfabeto y el analfabeto. Por tanto, nuestra concepción de este último es demasiado
optimista: los hechos son peores de lo que nos imaginamos. De hecho, se ha omitido
la "educación del adulto", base insustituible de una auténtica cultura.
La manera de combatir el analfabetismo se ha limitado a eso: tratar de erradicarlo,
pero sin cuidar de mantener el alfabetismo y estimularlo permanentemente a fin de
que no recaiga en el analfabetismo por falta de uso de la capacidad de leer, a causa
de no tener dónde, qué ni para qué. El tiraje limitado en los diarios en ciertos países
muestra elocuentemente la vigencia de este hecho. Apenas es concebible que en un
país de 11 millones de habitantes, el diario de mayor circulación en el ámbito
nacional pase apenas de 100.000 ejemplares, y que los más importantes se
acerquen apenas a esa cifra.
Lo dicho explica por qué, frente a la modesta exigencia de "haber aprobado
instrucción primaria", que exigía para muchos oficios y empleos hace cuarenta años,
al hacerse gratuita o de más fácil acceso la secundaria, se haya hecho costumbre ya
exigir este grado de instrucción para casi todos, los empleos que antes sólo
requerían primaria completa o parte de la secundaria. Mas, el perfeccionamiento de
la maquinaria del desarrollo ha contribuido a que ese grado secundario sea ya
insuficiente; se exige algo más; ahí donde no existen carreras intermedias, ese algo
más sólo puede proporcionarlo la Universidad. Y como la Universidad tiene tan

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severas limitaciones, de ello resulta que la distancia entre el ciudadano común con
secundaria completa o incompleta, o con sólo primaria completa, o analfabeta, o sólo
alfabeto y el universitario, sea enorme. De ahí que los estudiantes aparezcan como
líderes, lo que dada su juventud halaga su pasión de mando, su vanidad, y les
convierte en aprendices de dictadores y en suma en politiqueros vocacionales.
Cuando el profesor norteamericano Stephen Duggan, creador del Institute of
International Education (Instituto Internacional de Educación), visitó Sudamérica en
1931, se sorprendió de que, en aquellos años de ruda depresión mundial, nuestros
estudiantes fuese tan eficaces al enfrentar los hechos sociales y políticos, y no
engrosasen las ya numerosas filas de los "parados". En un libro, The two Americas,
hay referencias al respecto. Es verdad; de lo que se trata es de que, estudiantes
latinoamericanos, quizá por su menor especialización, se hallan más dispuestos a.
sustituir su propio oficio o profesión por otros, cuando las posibilidades escasean; y
por su enorme diferencia cultural con el hombre común, se sienten y están por
encima de él. Dentro de ese cuadro nadie podría impedir que desarrolle un creciente
.apetito de liderazgo. Podría hasta decirse que mientras la sociedad en que actúa y
el Estado que lo dirige sean como son, queriendo o no, la realidad condena al
estudiante latinoamericano a ser un líder de la comunidad.
El liderazgo atrae. Entre ser un profesional competente, o un científico capaz y un
líder poderoso, pocos son los que titubean. No se trata de calificar las ocupaciones,
sino de comprobar el efecto que ellas producen en el ánimo de los jóvenes, y, por
tanto, su rebote en la institución que los forma e instruye, la Universidad. Se
convierte así ésta en un vivero involuntario de líderes. Si esto es exacto la
Universidad no podrá, en tanto que no se ensanchen las posibilidades de hallar
trabajo y se multipliquen las carreras, distinguir la labor científica de la técnica, y ésta
de las simplemente ocupacionales, librarse de la política; y lo que es peor, del
politicismo, a causa de las implicancias entre la posible condición de líder, la
necesidad de ser más capaz que los otros y la inferioridad de los otros con respecto
a los frutos humanos de la Universidad.
A pesar de que por todo lo reseñado, la Universidad latinoamericana deja mucho que
desear, ella provee a los países de sus líderes, es su única fuente (salvo los
cuarteles), de suerte que, juzgar a las universidades significa juzgar al liderato de los

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países respectivos, y, por tanto, podría ser una forma de medición de las
posibilidades futuras de la nación.
No es igual el caso en aquellos Estados donde existe ya una severa distribución del
trabajo y en donde la tradición educacional se refleja, no sólo en el grado de dominio
de las letras, sino sobre todo en cierto grado de manejo de las ideas generales, de
los hechos científicos y técnicos, de las posibilidades personales y de ambiente, a
despecho de que la persona de quien se trate sea alfabeta o no, haya cursado
secundaria o no, logre ganar un grado universitario o no.
Siempre recuerdo una anécdota que oí de labios de Luís Jiménez de Asúa respecto
de un campesino castellano a quien encontró en el camino y con quien se puso a
discutir de temas de política actual. Halló Jiménez tanta sagacidad en su ocasional
interlocutor que le preguntó mi poco a locas y tontas, qué libros había leído; el
hombre le contestó: “Ninguno, señor, porque no se leer".
Entre nosotros, los casos de tales coloquios son menos frecuentes. Existe una
especie de incomunicación entre las clases sociales, sobre todo, de tipo cultural,
aunque, y es triste repetirlo, no es raro que, en el terreno de la cultura que podríamos
Ilamar endógena o adquirida por osmosis, sea mucho más común encontrar gentes
de conocimientos espontáneos en las clases menos favorecidas que en las altas, y
es posible que el proletario y el empleado bajo de las ciudades latinoamericanas sea
el más grande consumidor de diarios y revistas, no así quienes disponen de mayores
medios para adquirirlos. Lo cual, lejos de aliviar el problema de que tratamos, sirve
para agravarlo.
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EXISTIR ANTES DE SER
Podríamos ensayar una fórmula provisional que condensare el estado imperante en
la educación superior latinoamericana su relación con 'la vida cívica: primum essere
deinde existere. Fórmula incompleta, peligrosa. Si toda la educación ha de tender
como se pretende, a solo suministrar al hombre elementos de defensa para su vida
material, si de lo que se trata es de convertirlo en instrumento del desarrollo
económico, tendríamos irremediablemente que supeditarlo a las contingencias de la
existencia, dejando de lado las de la vida.
La educación en cualquiera de sus grados persigue la formación del hombre. Una

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vez formado, se puede pensar en su utilidad. Darle utilidad sin haberle formado es
destituirle de su condición de hombre. Esta situación ha sido ya comprendida hasta
por los más recalcitrantes partidarios de la tecnocracia. No en vano, inclusive en
organismos tan fundamentalmente tecnocráticos como el MIT (Massachussets
Institute of Technology) se ha abierto una ventana a las humanidades y a las ciencias
puras. La revisión de Conant sobre la .educación en los Estados Unidos (1959)
insiste en la urgencia de equilibrar el humanismo con la técnica. Los países
desarrollados lo entienden bien. La educación superior británica descansa en la
formación del carácter y de la mente, para que el receptáculo se halle en disposición
de recibir, contener, conservar, usar y proyectar no sólo los conocimientos que le
proporciona la Universidad, sino los que le proporcionará la vida. La educación
superior francesa consiste en una armoniosa combinación de impulsos creadores y
régimen utilitarios, órbita que abarca hasta la educación militar. No en vano Foch y
de Gaulle han sido o son grandes escritores. Se sabe ya lo qué la educación superior
alemana debe al Gimnasium y la manera como combina los elementos formativos
con los informatiyos.
Pero, en los países subdesarrollados, se libra una lucha abierta entre tendencias
que, lejos de ser inconciliables, se complementan la una con la _otra.
La proliferación de las llamadas Universidades Técnicas, que no son otra cosa que
Escuelas Politécnicas, indica una riesgosa confusión entre Campos si no opuestos,
bastante diversificados. Surge además él prurito de dar a la educación superior un
neto y casi unilateral rumbo de "aplicación" práctica; lo que elimina toda posibilidad
de obtener ciudadanos conscientes, y hace peligrar la de tener hombres o nacionales
de sólida moral.
Frente a esta actitud incompleta, parcelatoria, surge la reiteración de la tradicional
educación clásica, en esencia humanista, con notoria prescindencia de la
experimentación y la práctica, lo cual constituye otro error, propio de ciertas
universidades a las que no han llegado aun las inquietudes creadoras de nuestro
tiempo.
Hay, en tercer lugar, quienes pretenden corregir esos defectos amalgamando, sin
combinar, lo técnico con lo humanista, pero olvidando lo científico, y en suma,
tratando de añadir unas gotas de humanismo y un poco de ciencia a la jactanciosa

15
tecnología. Universidades que agregan, como jubón o veste, unos cursos y hasta
departamentos humanísticos a fin de "equilibrar" su sobrecarga tecnocrática. N o se
consigue con ello nada conveniente. La educación no se "produce" sumando, sino
multiplicando; no es asunto de agregar, sino de combinar y fundir. Está lejos de ser
un proceso físico, lo es químico y biológico. De ahí que presenciamos una
lamentable desorientación pedagógica y aun de filosofía pedagógica, a la que no son
ajenas ciertas influencias extranjeras como el BID, el Fondo Especial de las
Naciones Unidas, algunas Fundaciones norteamericanas y aún el Departamento de
Estado a través de las "ayudas" de ciertas universidades que representan, en
realidad, al gobierno norteamericano en la tarea de cooperar al desarrollo de la
educación superior latinoamericana, pero bajo condiciones a menudo
inconvenientes. La inconveniencia depende de un hecho insoslayable: cada país,
tiene su propia fisonomía a la que no puede renunciar sin desnaturalizarse y
desaparecer. Cada país, además, pertenece a una órbita regional, cuyos problemas
coinciden en cierta medida. Uno de los grandes errores en la educación superior
latinoamericana ha sido y es variar de norte según la influencia de moda. Hemos
tenido programas a la alemana, a la francesa, a la suiza, ahora a la norteamericana,
dentro del rumbo general del progreso universal. Y ese programa requiere que tenga-
mos en primer lugar la preocupación de la formación del individuo, aún sobre la de su
información. Comporta elementos éticos y sicológicos al propio tiempo que los
científicos y técnicos. La ausencia de un criterio definitivo al respecto y la acción a
menudo desquiciadora de agencias extranjeras, cuya inspiración no es la nuestra,
contribuye a acentuar este desequilibrio y sus consiguientes efectos de esterilidad.
Cuando uno viaja por Israel, Estado nuevo de viejísima alcurnia, se da cuenta de
que nadie en ese país olvida factores propios e intransferibles: su riqueza
arqueológica, la fuente de creación que hay en su antropología y sus tradiciones, la
historia bíblica, de lo cual emana la importancia de problemas como el del desierto
del Neguev, la inmigración, la agricultura, los sistemas de regadío, la paz-armada
característica de los Kibuses, etc. La Universidad de Jerusalén se ha constituido
sobre el patrón formal británico, pero con su inspiración israelí; tiene su estudiantado
información europea, pero formación nacional.
Podría aplicarse este ejemplo a un país subdesarrollado también, como es el Egipto,

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perteneciente a órbita distinta. En ese sentido, el acento puesto por la China
comunista es la técnica, tiene contrapeso y explicación lo siguiente: la vieja tradición
letrada de la cultura superior en el país, y el abandono en que se ha visto a causa no
sólo de la presión demográfica, sino de la situación colonial y de ocupación
extranjera que se ha vivido ahí por décadas.
La situación de la Unjyersidad de América latina no es la de Israel, ni la de Egipto, ni
la de China (Comunista o no), pero se parece mucho más a todas ellas o cualquiera
de ellas, que a la de Estados Unidos, Francia, Inglaterra o Alemania. Cuando en un
esfuerzo conmovedor de comprendernos, algunas Fundaciones Norteamericanas y
el propio gobierno, pretenden establecer mejores contactos en ese nivel, empleando
a Universidades de menor desenvolvimiento científico y técnico, más ligadas a los
problemas de la población de color, como las de Indiana, Missouri, Minnessota,
Nuevo México, cometen un error porque, el problema no es de analogías aparentes,
sino de diferencias reales. La historia, la de pauperación física, la anarquía legal, las
posibilidades inmediatas, las diferencias sociales, no se salvan con buscar el modelo
más parecido, sino penetrando a fondo en la realidad que se pretende estimular para
el progreso.
Nuestro problema universitario no se resuelve con métodos extranjeros aplicados a
nuestras cosas; sino con métodos propios aplicados a la inserción de nuestra
realidad en la del mundo.
11
ALGUNAS IDEAS COMPLEMENTARIAS
Resultaría útil este trabajo, por sumario que sea (y lo es), si describiera
verdaderamente los caracteres distintivos de la Universidad Latinoamericana, dentro
de sus peculiaridades de universidad en un mundo subdesarrollado. El tema exige
mucho más que una ponencia, y es propósito del autor convertirlo en un estudio más
amplio. De ahí que parezca inevitable agregar algunas ideas acerca de la
conformación de la Universidad Latinoamericana, suponiendo que existan, como
existen; problemas, tendencias, y esfuerzos comunes con los cuales no riñen las
modalidades nacionales a las que no se debe ni puede abolir.
Pero, antes de siquiera enunciar algunas de esas ideas o semillas, sería preciso
establecer algo más general y urgente. Parece un hecho que cada año quedan fuera

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de la órbita de las Universidades, en las que tiene cifradas todas sus expectativas,
decenas de miles de jóvenes a quienes ese fracaso les representa a menudo una
frustración de incalculables consecuencias síquicas y sociales. Parece, también, un
hecho que la delincuencia juvenil aumenta día a día, y que sus elementos surgen no
de las capas favorecidas económicamente, sino de una capa intermedia, de clase
media y baja clase alta. Es otro hecho que los países subdesarrollados adolecen de
un notorio desequilibrio entre sus profesionales liberales y sus obreros; es decir, que
se carece de una capa de dirigentes de comando intermedio en los que habría que
apoyar el aparato de nuestro desarrollo, tanto como en los científicos y elementos de
comando superior.
Estamos, por eso, en la obligación de organizar bajo dirección universitaria, que se
libra a menudo de las contingencias políticas, algo semejante a los Junior Colleges o
City Colleges de los Estados Unidos, a los Colegios Regionales de Chile, Puerto
Rico, es decir, un tipo de escuelas formativas, pero que pongan su mayor énfasis en
la expertitud o pericia, en la técnica, en carreras de no más de dos años. De esta
suerte habrá siempre campo para la Universidad propiamente dicha sin perjuicio para
la técnica de comando intermedio, de la cual necesitamos en una proporción
agobiadora.
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INVESTIGACION TIPICA
Cada país y cada región geográfica poseen su propio campo de aplicación del
conocimiento y de la investigación. Conviene, al respecto, deslindar tajantemente las
exigencias de Francia e Inglaterra, de los Estados Unidos y la Unión Soviética, frente
a las de la RAU o el Líbano, Nigeria, o Israel, América latina o la India.
Si tomamos, por ejemplo, el caso de Israel, nación vieja, pero Estado novísimo,
encontramos que, aparte del adelanto científico característico de sus célebres
Institutos en biología y ciencias físicas, tiene organismos dedicados a ciertas
actividades intransferibles, tales como la Arqueología, la Religión, la Hidráulica, los
Idiomas. Ello se explica por las condiciones históricas y técnicas del país.

En cada provincia se encuentra siempre la posibilidad de un tesoro histórico,


cubierto por la caja de los años; la urgencia de irrigar el Neguev, el viejo desierto

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bíblico y de usar las aguas del Mar Muerto con fines agrícolas: la vigencia
permanente de un sentimiento místico, personificado en el Talmud; la coexistencia
de israelíes de las más diversas naciones, que conservan sus idiomas nacionales,
junto con el empleo común del Idish y ahora el hebraico, o lengua patria tradicional,
implica una atención especial a las cuestiones lingüísticas. De hecho Israel, y su
Universidad, por tanto, deben encarar problemas viejos y nuevos, dicho de otro
modo, muy viejos y muy nuevos. De ahí el tono tan inconfundible de su cultura.

La Universidad Latinoamericana debe afrontar problemas semejantes, que, si


olvida, deja incumplida la parte principal de su misión. Para nuestros institutos de
investigación deberán tener importancia muy peculiar investigaciones como la
Arqueología, que constituye una de las claves de nuestra propia definición racial y
social, la Lingüística, ya que no podemos prescindir de las lenguas aborígenes
principales (quechua, guaraní, chibcha, aimara, etc.) habladas por millones de
hombres en nuestros días, e indispensables para enseñar. Debemos ampliar los
estudios sobre el hombre y el animal de altura, tal como ya se hace en laboratorios
del Perú y, sobre todo, el del trópico, ya que poseemos características mesológicas
y, por tanto, antropológicas muy singulares dé las que depende nuestra vida
comunitaria.
La biología marina, en estos países de inmensa riqueza ictiológica posee rasgos
propios y requiere un esfuerzo conjunto. Tenemos por desarrollar una complicada
ciencia antropológica, en íntimo contacto con la sociología y la sicología, a fin de dar
forma a nuestras relaciones sociales, entre ellos y de modo nada despreciable, a las
laborales.
Nuestra Botánica, nuestra Geología, nuestra Veterinaria no se parecen, sino en
cuanto a los rubros generales a las de otros lugares del mundo, y su importancia es
mucho mayor, por cuanto aún no nos hemos librado de las peculiaridades de los
países-campo.
El solo enunciado de esta característica: pone en evidencia, que nuestra Universidad
debe realizar esfuerzos muy especiales para ponerse en consonancia con las
inaplazables exigencias del medio en que actúan.
La elaboración de planes nacionales latinoamericanos acerca del curriculum de

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estudios de nuestras universidades en sus tres niveles: parauniversitario o de
comando inter.medio; docente o propiamente universitario y de postgraduados o
investigación ultra universitario, reviste una urgencia tal que se justificará cualquier
desembolso inmediato, para llegar a soluciones o entendimientos previos que
conduzcan a tales soluciones.
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COLEGIOS REGIONALES
La Universidad Latinoamericana fue siempre proveedora de profesionales liberales.
Después trató de proporcionar investigadores de cierto alto nivel. En realidad, se
preocupó de alimentar la línea de la actividad nacional, es decir, las profesiones
intermedias.
Eso depende de diversas causas, entre ellas, probablemente son las principales la
extracción social tradicional de los estudiantes y el tipo de explotación laboral
consecuente. Hasta 1920, es decir, hasta la llamada Reforma Universitaria, los
alumnos pertenecen en su inmensa mayoría a las clases altas o a la media-alta. No
se daba buen trato a los miembros de la clase media-mediana o media-baja, ni
admitían a los de la clase obrera. La Reforma Universitaria tiene, por eso, como una
primera connotación la de haber democratizado la Universidad.
Por otra parte, como países proveedores de materias primas, sin industrialización la
única preocupación de los capitalistas y dirigentes políticos consistía en extraer al
más bajo costo posible las materias primas (cobre, petróleo, plata, hierro, caucho,
algodón, arroz, azúcar, café, etc.), para venderlas al más alto precio al exterior. La
norma era pagar en la más baja moneda posible y vender en la más alta moneda
posible. El residuo quedaba íntegramente en manos del capitalista o patrón.
El cambio social y económico producido a raíz de la primera guerra mundial se reflejó
en la Reforma Universitaria, mediante la cual ingresaron a la Universidad alumnos
perteneciente a estratos sociales más bajos.
Además, la industrialización creciente ha exigido la presencia de comandos
intermedios. La solución que se ha pretendido dar a esta urgencia ha sido la de crear
las llamadas Universidades Técnicas, que no son universidades, ni son politécnicos,
pero que, en cambio, pretenden competir con las Universidades propiamente dichas
en la validez o evaluación de sus títulos, a pesar de que a menudo carecen de

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fundamento humanístico indispensable para toda actividad ciudadana.
Para remediar esta deficiencia, se ha iniciado un movimiento hacia la creación de los
Colegios Regionales, llamados así por la nominación que se les dio en Puerto Rico a
los de Humacao y San Juan, y. que corresponden en mucho a los Junior CoIleges
que, a partir de 1905, se han empezado a extender por los .Estados Unidos.
La rapidez, con que se ha propagado este tipo de enseñanza intermedia, tanto en los
Estados Unidos, donde en junio de 1964, tenían ya 306.000 alumnos, y en Chile,
donde por la misma fecha, pasaban de 4.500, así como la ley que se ha dictado en el
Perú, pone en evidencia la absoluta necesidad de dar juego a una institución que,
dependiendo de la Universidad, posee características propias que la distingue de
ésta.
La creación y difusión de los Colegios Regionales otorga a las Universidades una
nueva responsabilidad, y le permite absorber una proporción creciente de jóvenes a
quienes convertirá en elementos útiles para el desarrollo del país, dentro de un nivel
universitario, a costo mucho menor que las profesiones liberales y con una
ampliación inmediata.
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UNA REALIDAD COMUN EN AMBAS AMERICAS
Los hechos arriba descritos no constituyen ninguna sorpresa o novedad para el que
se haya preocupado, en las últimas décadas, del problema educacional
latinoamericano. Una respuesta a la incuria, negligencia o anemia estatal al respecto
se expresa claramente en el aumento del número de delincuentes juveniles, en la
exasperación de los adolescentes que se convierten en fácil presa del comunismo, la
frecuencia de los que se llaman "rebeldes sin causa" (con causa en realidad), en
suma: factores de disociación social. Por otro lado, la falta de potencial humano apto
hace naufragar las mejores iniciativas pedagógicas.
Las cifras que alcanza el primer sector son alarmantes. Si en los Estados Unidos ha
sido preciso echar mano a la creación o revitalización de los Junior Colleges, que hoy
reúnen cerca de un millón de jóvenes, en América Latina la situación es mucho peor.
Puede afirmarse en lo tocante al Perú; que de los 60.000 egresados anualmente de
la escuela secundaria, sólo el 25 por ciento logra ingresar a las Universidades y
Escuelas Superiores, de suerte que el 75 por ciento queda sin esa posibilidad, y a

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menudo con la frustración que significa no poder abrazar una carrera en la que
fincaba sus expectativas o verse obligado a esperar un año para presentarse como
postulante nuevamente a una Universidad o Centro de educación superior, corriendo
los mismos riesgos que el año anterior.
La información reunida, a título preliminar, lo dice todo y de ello tratamos enseguida.
En lo que toca a los Estados Unidos, los Profesores Mac Connell y Madzker son
sumamente explícitos.
El primero, en su libro A general pattern for American Public Higher Education
(NewYork. Mac Graw, 1962), se refiere a que las Universidades están siendo
"inundadas" por nuevos y más numerosos solicitantes, y que en la década de 1960,
de lo que van corridos cuatro años, sólo un 44 por ciento de los jóvenes entre los 18
y los 24 años, recibe atención en dichas instituciones. Aunque esta proporción (que
incluye los Colleges), es casi el doble de la que igualmente queda al margen en el
Perú, resulta demasiado recargada, y requiere un re-examen de la Educación
Superior en aquel país. De todos modos cabe pensar que es mucho mayor esa
urgencia entre nosotros, en donde no hay tanta posibilidad como en Estados Unidos,
ni el país ha desarrollado como para contar con un número de personas eficientes en
el servicio público y privado. Agrega Mc Connell que para 1970 habrá alrededor de
11 millones de alumnos en los ColIeges, siquiera aproximado a sus necesidades;
aparte los universitarios, lo que representará el triple de la actual población de
Colleges.
Este solo aspecto de la cuestión acerca de las necesidades de las dos Américas,
pone en evidencia que, si en países desarrollados y ricos como Estados Unidos, la
urgencia de gente calificada y el poco número de ellas son problemas conexos, la
cuestión adquiere caracteres tremendos en países subdesarrollados, en donde las
necesidades san más amplias y premiosas, yen donde los medios para llenar tal
vacío son más escasos y, al par, la Distancia entre lo disponible y lo requerido es
mucho mayor.
Es exacto, también, que en ambas partes, Estados Unidos y Perú (podríamos
extender el caso a toda la América Latina), los dos tercios o tres cuartos de los
jóvenes que egresan de Secundaria tienden a ingresar a las instituciones de
Educación Superior; que, cada día es más numeroso este grupo; y que eso obedece

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a que las oportunidades de tener y obtener mejores beneficios son cada día más
favorables para aquellos que tengan mejor nivel de educación.
Es también, muy similar por eso, la imprescindible necesidad de crear más carreras
cortas que largas y diferenciar con profundidad entre los requisitos de la selección
para la Universidad y los requisitos para los institutos del nivel intermedio, o sea más
alto que la Secundaria y. más bajo que la Universidad. Así como durante los años de
la guerra, la carestía de ciertos profesionales (médicos, ingenieros, físicos, etc.)
obligó a acudir al expediente del año de cuatro "semestres", a fin de reducir a la
mitad el tiempo que tales profesionales exigen para graduar a sus alumnos, ahora,
con mucha urgencia, pero sin ese apremio mortal, es indispensable restablecer la
armonía social y llenar las necesidades económicas usando el instrumento de las
carreras cortas sin perjuicio de las largas y, más bien, como complemento de éstas.
Por tal razón y empujados por una realidad indetenible, los educadores de América
latina se afanan por hallar una solución que sea más congruente que la de los
disímiles Junior Colleges de Estados Unidos, y llene las dos funciones de más
inaplazable reclamo: dar un nivel de cultura superior al secundario y conducirlo a una
profesión utilitaria y rápida, mediante estudios más concentrados y especializados.
La diferente estructura de los Colegios Regionales de Humacao y Río Piedras, de
Antofagasta y La Serena, de la Ciudad de San Francisco y De San Mateo, de
California y de Pennsylvania, indica que se trata de un sistema general, pero no aún
definido, o que, quizá, no pueda ser definido como uno sólo, sino que deberá
conservar su variedad, a causa de la variedad de las realidades que confronta.
De todos modos, aún dentro de esa variedad conviene, imprescindiblemente, unificar
ciertos conceptos y llegar a lo que Mc Connell llama "un plan maestro o común" para
este nuevo tipo de Educación Superior, aunque no típicamente universitaria (en
América Latina) ni típicamente colegial (en Estados Unidos).

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