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«Y la Gracia Divina se hizo carne, pero los hombres la degradaron».

Una mujer bella, notablemente adinerada, frágil y extranjera, emerge de las montañas hacia
un olvidado y minúsculo pueblo, tras unos disparos que se escuchan en la lejanía. A su
encuentro llega Tom, un aspirante a escritor, que desde el primer instante en que la
encuentra buscando un refugio, queda impactado con su belleza. La bella y delicada mujer,
que se presenta como Grace, le cuenta a Tom que la persiguen unos gánsteres, necesita su
ayuda, y Dogville con su Elm Street que no lleva a ningún Olmo, podría ser un buen lugar
para ocultarse.

Tom le dice que se esconda en la vieja mina y reúne a todos en el pueblo para plantearles la
situación y convencerlos de ayudar a Grace. Ante la belleza cándida de la mujer, pocos
pueden negarse, aunque comience en ellos la desconfianza por los motivos, que puedan
tener los hombres que la persiguen. Grace inicialmente se protege en la casa de Tom, que
vive con un padre bastante enfermo, pero quien otrora fue médico. Pero la aceptación en la
comunidad de Dogville, no será tan sencilla para la recién llegada. Muy pronto, su cabeza
tendrá un precio y una remuneración clara, cuando es sometida a convertirse en quien cuida
a los niños de una familia, acompaña al médico enfermo, conversa con el ciego y sabio del
pueblo, ayuda en las ventas, es sirvienta, de la sirvienta, y consejera de las almas
confundidas.

Dogville y su diseño en tiza sobre los pisos de un estudio, abiertamente es escenificado con
sus representantes arquetípicos, de caracteres fuertes que encarnan pecados capitales como
la lujuria, la ira, la envidia, la gula o la soberbia, y que en repetidas ocasiones, han sido
analizados por los críticos de la película de Lars Von Trier, el director danés fundador de
Dogma 95, quien en innumerables ocasiones ha protagonizado escándalos por sus puestas
en escena tanto en la pantalla como fuera de ella, y que enmarcan este film en su trilogía
filmada en Estados Unidos a partir de 2003, con las películas: Dogville, Manderlay, de
2005, y la aún no realizada, Washington.

Bajo la estructura clásica de planteamiento, nudo y desenlace, la historia nos recuerda


inmediatamente al relato mesiánico, que “se origina en la necesidad de un líder por parte de
una comunidad en crisis… La función redentora del Mesías pasa finalmente por una muerte
trascendente, entendida como sacrificio de alcance universal, y acompañada de un descenso
al infierno. Una muerte que no es sino el prólogo de una apoteósica resurrección, que
afirma definitivamente la fe en el héroe. Su partida, una vez cerrado el cielo, está muy lejos
de ser definitiva: el Mesías tiene el máximo cuidado de emplazar a sus fieles para un
reencuentro futuro, con la promesa de un nuevo retorno…”. (Balló y Pérez, 1995, p. 57)

Pero la estructura clásica se rompe cuando la mujer que encarna la “Gracia” y la soberbia,
sólo develada hasta los últimos minutos de la historia, y a punto de ser crucificada, como su
“semilla inmortal” lo requiere, en los términos de Jordi Balló y Xavier Pérez, se rebela
contra cada miembro de la localidad que la ha usado, violentado, acusado de ladrona y ha
llegado al máximo punto de los vejámenes, amarrándola a un dispositivo en hierro que la
hace arrastrarse por las calles, como muestra de un pecado que no conoceremos hasta el
desenlace y gran punto de giro de la historia que es la final revelación: Grace es hija del
poder redentor que la persigue, y aunque quiere huir de ese poder que le pertenece y por
derecho, debe ejercer para que su gracia divina se convierta en carne y demuestre que los
hombres fueron los culpables de su degradación, y claramente, caerá sobre ellos la justicia
divina y humana, y la redención, tras las llamas que la propia Grace se encarga de expandir,
para lograr una magna purificación.

Esa purificación y redención, en este caso de la heroína mesiánica, quien inicialmente


aparece para transformar a cada uno de los seres que habitan Dogville, no está a cargo de
los que según el relato mesiánico la sacrificarían para entender su mensaje en la tierra, todo
lo contrario, es ella la que al no soportar una tortura más de las que toleró abnegada y
pacientemente, con su poder delegado por el gánster mayor y los hombres que están a su
cargo, toma la ley en sus manos, enciende el fuego, manda a matar uno a uno a quienes la
violaron, le mintieron, y abusaron hasta donde sus capacidades del mal dieron abasto. Y a
Tom, quien nunca se atrevió a tocarla, pero su ser pusilánime lo convierte tal vez en el
mayor agresor de todos, y le empuña sin más un arma para finiquitarlo y desaparecer
cualquier rastro de un pueblo donde todo parecía armonía, pureza y rectitud.

Claramente Dogville es un contrapunto constante entre el bien y el mal, otra de las


irreverentes propuestas de Lars Von Trier, que sin pedir permisos de ningún tipo en sus
juzgamientos éticos y morales, a través de la ficción, nos hace un recordatorio con
tenacidad de la sentencia varias veces explotada en los argumentos de la dramaturgia
universales, donde en pueblos pequeños se cuecen infiernos grandes y devastadores, que se
convierten en una clara muestra de las pasiones humanas llevadas a los extremos, y se
transfiguran en una radiografía de los universos que querámoslo o no, habitamos.

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