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INTRODUCCIOÓ N
En febrero de 1996, durante la reunioí n del Foí rum indíígena, fueron enunciadas una
serie de reglas del buen gobierno: “servir y no servirse”, “representar (p. 25) y no
suplantar”, “construir y no destruir”, “obedecer y no mandar [mandar obedeciendo]”,
“proponer y no imponer”, “convencer y no vencer”. El lema mandar obedeciendo, que
no deja de recordar la concepcioí n aristoteí lica de la democracia, articula en su mismo
seno, seguí n la formulacioí n de Jeroí nimo Baschet, “la verticalidad del mando y la
horizontalidad del consenso”1 (p. 26).
PRIMERA PARTE
SALIR DEL ATOYADERO
Cuando analizamos a la mayoríía de los accidentes importantes, desde Chernoò bil, hasta
las vacas locas o el caso de la sangre contaminada, negligencias, incumplimientos de
los reglamentos en vigor, complicidad de las autoridades, infracciones de las
legislaciones nacionales e internacionales. Fraudes, abusos y trampas se deben
baí sicamente a tres factores: la vanidad, la codicia y la voluntad de poder (p. 35-36).
Sir Martin Rees, autor de Nuestra hora final (Our final Century), otorga a la humanidad
una posibilidad entre dos de sobrevivir al siglo XXI. Nuestra civilizacioí n no tiene
praí cticamente ninguna posibilidad de sobrevivir, soí lo para un maí ximo de quinientos
millones de individuos alrededor de las zonas polares queda una pequenñ a esperanza
miserable.
Totalitarismo productivista
Richard Heinberg: “Hemos llegado a depender de un sistema econoí mico que se basa
en la creencia en que el crecimiento es normal, necesario y que puede durar
indefinidamente”2 (p. 51).
2
Richard Heinberg, Pétrole, la fete est finie!., op cit., p. 20
3
Jean Bauillard, op cit. pp. 83-87.
- Restringir fuertemente el espacio publicitario.
- Reorientar la investigacioí n tecnicocientíífica.
- Reapropiarse del dinero.
Puede pensarse, como sugiere Freí deí ric Lordon, en el cierre de las bolsas 4.
Reapropiarse de la moneda consiste quizaí en recuperar conscientemente algo del
significado del dinero.
La moneda primitiva simbolizaba la reciprocidad entre la gente, lo que las conectaba
emocionalmente con su comunidad. La moneda era originalmente síímbolo de su alma
(p. 57).
SEGUNDA PARTE
LA VIÓA DE LA FELICIDAD: SALIR DE LA ECONOMIÓA
La críítica de la evaluacioí n estadíística del bienestar a traveí s del producto interno bruto
(PIB) y la de la antropologíía del Homo economicus han dado origen a una “escuela”,
que ha escogido Italia como su tierra, con el nombre de “economíía de la felicidad”,
vinculaí ndose a una antigua tradicioí n de economíía civil de la felicidad puí blica.
La relacioí n del decrecimiento con la economíía de la felicidad es paradoí jica (p. 70).
Richard Easterlin: “es una ley del universo que no podemos realizar nuestra felicidad
sin realizar la de los demaí s” (p. 81).
4
Freí deí ric Lordon, “L´urgence du contre-choc”, Le Monde diplomatique, marzo de 2010.
FranÇois Flahault, el pensamiento moderno ha sido conducido a focalizarse “en la
circulacioí n de los bienes mercantiles (los bienes que uno tiene o no tiene) u a
subestimar la importancia de los bienes que hacen que uno sea” 5.
Las feministas se enganñ aríían al revindicar salarios para el “trabajo” de la casa: “lo
mejor que pueden esperar no es un precio representativo (shadow price) para las
tareas domeí sticas sino un precio de consolacioí n”6 (p. 92-93).
Uno de los efectos colaterales de la afirmacioí n del derecho a la educacioí n para todos a
traveí s de una institucioí n, la escuela, fue ocultar y finalmente destruir todas las otras
formas de construccioí n de los sujetos sociales. La escuela monopolizoí , de hecho y de
derecho, la divulgacioí n del saber, haciendo invisible y eliminando cualquier
alternativa. A la vez, abríía el camino a la instruccioí n de una forma perversa de
manipulacioí n de los ninñ os y de los joí venes en el aí mbito extraescolar (p. 112-113).
5
FranÇois Flahault. Pourquoi limiter l´éxpansion de capitalisme?, Descartes et Cie, Paris,
2003, p. 151.
6
Ivan Illich, Le Genre vernaculaire, Seuil, Paríís, 1982, p. 57. [Trad. cast.: El geí nero
vernaí culo, Joaquíín Mortiz-Planeta, Meí xico, 1990].
Una de las primeras cosas que hacíían los colonizadores era crear escuelas para
colonizar el imaginario de las eí lites; la famosa “escuela de los rehenes” de Saint Louis
en Senegal es el ejemplo maí s ceí lebre de ello por la parte francoí fona (hay equivalentes
ingleses y alemanes). La mayoríía de los intelectuales africanos lo reconocen: las raííces
se pierden en el camino de la escuela (p. 114).
¿En queí pueden educar los muros de nuestras ciudades y de nuestras periferias?
¿Puede acaso formar otra cosa que, en el mejor de los casos, consumidores y usuarios
frustrados y, en el peor, pequenñ os salvajes rebeldes? (p. 115).
Dilema: ¿debe preparar al joven para la sociedad tal como es, esta sociedad de
crecimiento y de competencia descarnada, o debe prepararlo para la sociedad que
deberíía de ser, la sociedad del decrecimiento, es decir, intentar formar ciudadanos
capaces de resistir a la subversioí n consumista? ¿Hay que convertir al alumno en un
futuro productor-consumidor alienado, un “esclavo civilizado”, como decíía Max
Stirner?
“Lo que vendemos a Coca Cola es tiempo de cerebro humano disponible” Patrick Le
Lay, Les Dirigeants face au changement. (p. 116)
TERCERA PARTE
OTRAS VOCES Y OTRAS VIÓAS
Hemos de partir delaí mbito local para cambiar la sociedad. La toma de conciencia de
las contradicciones globales sucitan asíí un actuar local que introduce el proceso de
cambio, contando con las expectativas y las posibilidades de los ciudadanos se
manifiestan con la experiencia vivida in situ (p. 136).
Cuando se tiene un martillo por cabeza todos los problemas se ven en forma de clavos,
decíía con humor Mark Twain (p. 137).
Una alimentacioí n sana y sabrosa es un medio agradable de caminar hacia la víía del
crecimiento, y tambieí n la mejor manera de curar la obesidad (p. 158).
CUARTA PARTE
UNA SALIDA
La crisis nos ofrece la oportunidad de construir una sociedad ecosocialista maí s justa y
maí s democraí tica, una sociedad de abundancia frugal basada en la autolimitacioí n de
las necesidades (p. 174).
CONCLUSIOÓ N
EL TAO DEL DECRECIMIENTO
Hans Jonas: “Obra de tal modo que los efectos de tu accioí n sean compatibles con la
permanencia de una vida humana auteí ntica en la Tierra”7.
9.
7
El principio de responsabiliodad de Hans Jonas participa de la eí tica del
decrecimiento. Hans Jonas, Le principe responsabilicé, op. cit.