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Deberes de Estado
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tidad y contribuir desde dentro a la santifi- los estados, todas las profesiones, todas
cación del mundo. las tareas honestas” (CONV, 26). A quien le
Cuando san Josemaría comenzó, a acusaba de querer fundar un nuevo “esta-
partir del 2 de octubre de 1928, a vivir y a do” en la Iglesia, le respondía: “quería que
difundir esta doctrina, lo hacía a contraco- las gentes se santificaran como fieles cris-
rriente: “choca nuestro modo de proceder: tianos, cada uno en su estado, cumpliendo
yo lo veo. No lo entienden. Preguntan que los deberes propios del que tenían, en el
cómo, en medio del mundo, en todas las ejercicio de su trabajo profesional y en el
encrucijadas de la vida, vais a buscar la lugar que ocupasen en el mundo” (Carta
santidad. Piensan que la santidad se bus- 29-XII-1947/14-II-1966, n. 7: IJC, p. 64).
ca sólo en la quietud del monasterio, en el Todo bautizado está llamado a la ple-
silencio del rincón de una iglesia, en el re- nitud de vida cristiana, a la perfección, a
cogimiento del convento, en la soledad del la santidad –son términos equivalentes–
claustro” (Carta 29-XII-1947/14-II-1966, n. y cada uno según la vocación que haya
106: IJC, p. 256, nt. 68). Por eso, “algunos recibido y la misión que de esa vocación
decían que yo estaba loco y que era un he- deriva. Por eso, cualquier bautizado tien-
reje, y tantas cosas más” (IJC, p. 66). de a la misma perfección santificando los
La realidad es que a partir del siglo IV deberes específicos de su estado y de sus
–y ya desde antes– estaba muy difundida circunstancias: célibe, casado, padre, hijo,
la mentalidad que vinculaba la posibilidad viudo, trabajador, presbítero, religioso, ciu-
de alcanzar la perfección cristiana a la vida dadano, enfermo. A modo de corolario de
en un determinado estado, la condición lo anterior, san Josemaría escribía: “Por
monástica o religiosa, denominada por exigencia de su común vocación cristiana,
eso “estado de perfección”. No faltaron como algo que exige el único bautismo
excepciones, algunas muy netas como san que han recibido, el sacerdote y el seglar
Juan Crisóstomo cuando escribe: “sería un deben aspirar, por igual, a la santidad, que
error monstruoso creer que el monje debe es una participación en la vida divina (cfr.
tener una vida más perfecta mientras que San Cirilo de Jerusalén, Catecheses, 21,
los demás deben desinteresarse de esta 2). Esa santidad, a la que son llamados,
preocupación (…). Laicos y monjes deben no es mayor en el sacerdote que en el se-
alcanzar una perfección idéntica” (Contra glar: porque el laico no es un cristiano de
los perseguidores de los que inducen a segunda categoría” (Carta 2-II-1945, n. 8:
otros a abrazar la vida monástica, III, 14,
AGP, serie A.3, 92-3-2).
PG 47, 372 C). Pero no pasaba de ser una
excepción. Santo Tomás de Aquino, que Laico, clérigo o religioso, cada uno
no dudaba en reconocer que “no hay in- deberá asumir los deberes de su propio
conveniente en que algunos sean perfec- estado para hacerse santo. De hecho, “la
tos sin estar en estado de perfección y en mejor manera de participar en la vida de
que otros que están en estado de perfec- la Iglesia, la más importante y la que, en
ción no sean perfectos” (S.Th., II-II, q. 184, todo caso, ha de estar presupuesta en to-
a. 4, r.), seguía anclado –como esa misma das las demás, es la de ser íntegramente
frase manifiesta– en el concepto de estado cristianos en el lugar donde están en la
de perfección. Y así continuó sucediendo vida, donde les ha llevado su vocación hu-
en la literatura teológico-canónica poste- mana” (CONV, 112). No se trata, pues, de
rior. San Josemaría, sin embargo, procla- buscar un “estado de perfección”, sino la
ma con fuerza “que la santidad no es cosa perfección en el propio estado, que incluye
para privilegiados, sino que pueden ser di- el cumplimiento de los deberes correspon-
vinos todos los caminos de la tierra, todos dientes: por amor a Dios y al prójimo.
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