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Existe confusión o poca claridad sobre el origen de esta fiesta. Posiblemente está
relacionado con la fiesta de alguna Iglesia y no necesariamente por ser la fecha del
aniversario de la muerte de María. De cualquier manera, la fiesta y la fecha se han
difundido en el mundo. En casi todos los países se la festeja y su advocación ha sido
apropiada por muchos de ellos. Algunos la declaran fiesta nacional y la virgen ha
sido nombrada patrona o protectora.
En Bolivia sucede lo propio. Muchas ciudades la han nombrado como Patrona, como
es el caso de Oruro, donde su misma catedral lleva su nombre. Llallagua tiene una
tradicional fiesta dedicada a ella. En los últimos años ha ido creciendo en importancia
su fiesta en Quillacollo, aunque en ese proceso ha ido conociéndose más como Virgen
de Urkupiña que como Virgen de la Asunción, esto por el lugar donde se la celebra.
Sin embargo, en los últimos años comienza a renacer, por influjo de los párrocos,
principalmente italianos que la organizaron y ordenaron. En primer lugar, la
adelantaron con relación a la de Urkupiña. Se concentró en la Devoción a la Virgen y
con la presencia ordenada de bailarines, representando a asociaciones o instituciones
diversas. Durante varios años hemos visto entradas bien ordenadas y sin consumo de
alcohol.
Se celebra en agosto, si bien se ve un mayor crecimiento de la fiesta y de los grupos
de danzantes, que se entrenan en sus variados ritmos desde varias semanas antes
de la entrada, su presentación es más caótica y desordenada. Diversos grupos de
bailarines entran danzando el día sábado 13 y el domingo 14.
“Ya no tenemos por qué ir a Quillacollo, aquí tenemos nuestra Virgen a quien lo
rendimos culto. Nuestra Patrona es milagrosa nos da todo lo que pedimos, por eso
este año hemos venido de España para acompañar a nuestra Virgen en sus
cumpleaños”, dijo un residente capinoteño que vive en España.
Los feligreses, especialmente del área rural, ingresan a la Iglesia de San Pablo de
Capinota con velas y flores maravillosas, con lágrimas en los ojos, pidiendo paz,
tranquilidad y trabajo. Aparte de los actos propios de la liturgia católica, se preparan
algunos números centrales, siguiendo la costumbre: la verbena, la entrada de las
fraternidades y el calvario.
Pasó el tan esperado carnaval capinoteño y dejó una gran resaca en cada una de sus
actividades. Es un carnaval con agenda propia, ya no es el carnaval de antaño con
aire campestre, cuando se bailaba y festejaba toda la semana y se pasaba de una
comunidad a otra para visitar a los parientes o amigos, para coplear, bailar con plantas
de maíz al hombro y presenciar el Tinku, que acontecía por lo menos en cuatro
lugares.
Sin embargo, como siempre, los grupos que predominan son los improvisados, que al
calor del baile y la farra utilizan cualquier indumentaria para disfrazarse y participar en
la “entrada”, que ahora se llama corso. Se pueden ver disfraces de mujeres, cholitas,
espantapájaros, vagos y hasta de espíritus de barro (mayu almas). Cualquier cosa es
conveniente para entrar bailando.
Un buen número de comparsas presenta una reina, que normalmente entra bien
protegida, en medio de una cubierta de malla de alambre, so pena de recibir una
andanada de globos, muchos de ellos dolorosos. De cualquier manera, no hay reina
que no salga mojada por completo, por lo que se le recomienda entrar en bikini
Los tradicionales “bailes del mercado” (eran siempre tres) han sido reemplazados por
bailes en locales privados, generalmente galpones grandes donde se reúnen los más
jóvenes para seguir bailando, pero que no tienen el alcance ni la pluralidad de los
famosos bailes del mercado. Sin embargo, así como se retomó la entrada desde la
zona del Molino, así también se intentó este año retomar la “fiesta del mercado”, pero
el intento fue impedido por las comerciantes que lo bloquearon desde temprano para
evitar lo que consideran un atropello a su higiene y sus intereses. La fiesta, entonces,
buscó otro refugio.
El lunes el pueblo se vació y casi no se vio actividad alguna, salvo algunos encuentros
de amigos en casas particulares. Por el contrario, al día siguiente, como en todo el
país, se celebró el martes de ch’alla, que es la fiesta de guardar más importante del
año. Todo el mundo hace su ch’alla, ofrenda sus bienes a la pachamama o a la virgen,
con cohetes, serpentinas, alcohol y comida. Cientos de transportistas se fueron
alrededor de Wasa Mayu a realizar su ch’alla en las cercanías de la capilla que le fue
construida a la virgen. Este día, que comienza calmo, suele terminar con grandes
libaciones.
Como todos los años el 15 de mayo es un día de veneración para los campesinos
capinoteños, que festejan a su Santo al tiempo que dan inicio a la época de las
siembras invernales. En ese día hubo festejo en Sarco Kucho y a la semana siguiente
en Capinota y en Buen Retiro, donde hubo mayor afluencia de campesinos con yuntas,
que es la manera de festejar en nuestro pueblo.
Los bueyes iban adornados con platería y colgantes, principalmente la yunta mayor,
que estaba especialmente decorada para la ocasión y tenía en las astas una bandera
de Capinota y otra de Bolivia. Por turno los agricultores junto a sus mujeres empujaban
los bueyes, el marido guiando diestramente la yunta y la mujer por detrás, echando la
semilla en señal de respeto a la fecundidad de la tierra. Es una hermosa alegoría a la
reproducción de la vida a través de la semilla y el trabajo del hombre ligado a sus
bestias. Es una fiesta dedicada a un Santo español pero que por sincretismo adquirió
su rito y su propio significado en tierras colonizadas.
Un pequeño altar estaba dedicado al Santo, quien tenía una efigie que lo representaba
dirigiendo su propia yunta. Para llegar a él se tenía que pasar por arcos forrados con
llicllas y adornados con platería. Al lado del santo los esposos pasantes recibían el
saludo de los presentes e invitaban con sendas tutumas de chicha fresca, elaborada
con el fruto de la última cosecha de maíz. Los invitados regaban el suelo con la bebida,
brindando a la Pachamama, antes de vaciar sus tutumas. Una banda de sicuris
acompañaba la fiesta con sus sones agudos y quejumbrosos, cuyo ritmo era
acompasado con el ruido de los bombos y tambores que parecen repetitivos, pero
tienen gran sentimiento.
Una bonita fiesta con mucho contenido costumbrista y telúrico, teniendo como fondo
los hermosos paisajes de nuestro fértil valle.