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Al fin.
Ha llegado el vetusto momento
de saberse pronto, diáfano,
superfluo y nada.
Esos ojos embusteros que resguardas con recelo, me han atacado violentamente, me han
sometido a una persecución infinita, ua no mi alma da tregua, ni tu mirada (voraz) da
clemencia.
Mi paso circunda los aires detrás de tuyo forman corrientes, vorágines viles, me alejan, me
poseen, mi detestan.
Tus agrvios no cesan.
Se concatenan las galerías de tus vistas en mis vistas y en mis ojos se replican, y sin alto
acaecen tus figuras.
Torrente benigno.
Me embisten marismas infinitas en socavones perpetuos, maldito cuerpo, maldito espíritu,
maldito horizonte (indeterminado).
Eres pues, la reina del Nilo, la Venus de mi cielo, la pandora…
Y así te impones siempre donde veo, secuestras mis momentos con tus momentos, en mi
memoria, embeleses el dulce néctar.
Oprobiosa tregua para el que ama.
Se encontró.
Ojalá disimulara mejor mis anhelos o hiciera nulas mis pasiones, quedaría claro entonces lo
que mi boca besa, lo que mi pecho grita.
Las incoherencias que el cuerpo oye el alma muy bien comprende, exhalo tus nostalgias e
inhalo tus memorias, no es un secreto que te extraño, pero sólo tú verás lo mucho que te
amo.