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INDICE
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 2
CAPÍTULO I: MEDIDAS ECONÓMICAS PARA LA REESTRUCTURACIÓN DE LA ECONOMÍA EN EL
PERÚ COLONIAL ............................................................................................................................ 3
1.1. INTRODUCCION DE LA MONEDA................................................................................... 3
1.1.1. Peso de oro............................................................................................................ 4
1.1.2. El peso ensayado de plata de 450 maravedís ....................................................... 4
1.1.3. El maravedí ............................................................................................................ 5
1.1.4. El ducado ............................................................................................................... 5
1.1.5. Fundación de la Casa de la Moneda de Lima ........................................................ 5
1.2. EL NUEVO REGIMEN TRIBUTARIO ................................................................................. 6
1.3. LA ENCOMIENDA, LAS MERCEDES Y LOS CORREGIDORES ............................................ 8
1.4. LA AGRICULTURA......................................................................................................... 11
1.4.1. La privatización de la tierra ................................................................................. 13
1.4.2. Los mercaderes ................................................................................................... 15
CAPÍTULO II: LA MINERIA ............................................................................................................ 17
2.1. La minería .................................................................................................................... 17
2.1.1. Potosí: la ciudad de la plata ...................................................................................... 17
2.1.2. Huancavelica: la ciudad del mercurio ....................................................................... 19
CONCLUSIONES ........................................................................................................................... 22
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ................................................................................................... 24
ANEXOS ....................................................................................................................................... 25
INTRODUCCIÓN
Después de solo fundamentarse el tributo con especies, se llegó a regular una equivalencia
en moneda (pesos), luego sería el real. En 1949, Pedro de la Gasca presidente de la
Audiencia de Lima, quien puso en ejecución de esta nueva tasa tributaria, este también
incluyo las cantidades de bienes. Se tuvo que esperar hasta la llegada del Virrey Toledo,
para que se establezca una equivalencia monetaria para los tributos estables que la
población debía abonar a la administración colonial.
Las primeras fundiciones oficiales de metales preciosos se hicieron en Cajamarca,
midiéndose en pesos y marcos de oro y la plata distribuidos entre los españoles que allí
se hallaron en la captura del Inca, y que se beneficiaron con el reparto del botín reunido
bajo la modalidad del rescate pactado. Del monto total se separó el quinto real, impuesto
de la Corona así llamado porque equivalía a la quinta parte de los tesoros hallados o
metales preciosos fundidos; Hernando Pizarro fue, oportunamente, el encargado de llevar
a España este primer producto de los impuestos que la Corona castellana cobraba en los
Andes (Pease, 1992).
La moneda ingresó de esta manera en los Andes junto con los españoles. En su primera
época predominaron los pesos corrientes, no ensayados ni sellados, se ha calculado que
cada uno equivalía a 360 maravedíes, aunque no es una equivalencia constante; dicha
monedad circuló profusamente con varios valores hasta que se reglamentó el peso
ensayado con un valor de 450 maravedíes, en los tiempos del virrey Francisco de Toledo.
Posteriormente se llamó peso corriente a la moneda también llamada macuquina o
bárbara, no marcada ni sellada, que continuó circulando. El peso sellado tuvo también
valores diferentes, siendo el más generalizado el de ocho reales; los hubo también de 9,
11, 12, ½ reales. Estos últimos fueron denominados pesos fuertes o dobles. En casos
específicos se fijó el valor del peso para determinarlas operaciones, por ejemplo, el virrey
Toledo señaló que los reales quintos y los tributos indígenas debían pagarse en pesos de
12 reales y medio (425 maravedíes). El peso ensayado clásico o legal era de 450
maravedíes, equivalente a 13 ¼ reales. Era la moneda de referencia (Pease, 1992).
El peso de oro equivalía a la cincuentava parte del marco, fracción que en la metrología
española se denominaba “castellano”, siendo esta relación la causa de la sinonimia
impuesta a ambos términos.
1.1.2. El peso ensayado de plata de 450 maravedís
La aparición del peso ensayado de plata, llamado también peso ensayado menor, se debió,
desde el punto de vista del sector minero, al mayor crecimiento de la minería argentífera
por sobre la aurífera, debido sobre todo a la producción de la plata potosina (1548-1553)
y, luego, a la declinación coyuntural de este centro minero, al contraerse su producción y
perder fineza sus metales (1554-1565). Desde el punto de vista de la economía colonial,
el origen de este peso estuvo estrechamente relacionado con el crecimiento empresarial
productor-mercantil y con la extensión del consumo señorial desencadenado por este.
Según Lazo,167 la situación exigía el reordenamiento de la circulación interna de la
moneda-pasta, con el fin de dar la fluidez requerida al intercambio bimetálico de oro y
plata, por las circunstancias económicas del momento. El comercio fue el gran
beneficiado con el peso ensayado de plata, pues, por un lado, el mercado interno recibió
un instrumento contable que permitía tratar el valor de la plata pasta reducida a
magnitudes de pequeña y mediana denominación (marco y peso ensayados); y, del otro,
tanto las transacciones efectuadas al interior del Virreinato como las internacionales,
recibieron una moneda de cuenta que les facilitó el empleo dinerario de las barras de plata,
a las que por su alto valor (50 marcos) se les dio el calificativo de “monedas mayores”.
1.1.3. El maravedí
El maravedí fue una unidad monetaria de cuenta, una expresión mínima de valor de la
moneda colonial. Aunque en la práctica, por cuestiones de exactitud, en el sector fiscal se
usaron fracciones o centavos de maravedís. Su papel es capital para entender el sistema
monetario colonial, pues las diversas monedas coloniales se expresaron de alguna manera
en maravedís, facilitándose de esa manera las reducciones. Conservó su calidad de
moneda imaginaria fundamental hasta fines de la época colonial e incluso durante buena
parte de los inicios de la República.
1.1.4. El ducado
De curso efectivo en España hasta 1542, el ducado, moneda de oro acuñada en la ley de
23 ¾ quilates y con un valor de 375 maravedís, pasó a ser en el Perú una moneda de
cuenta. Su existencia en el Perú se encuentra atestada en los Libros del Cabildo de Lima
desde 1535.
Todo esto debía llevar a un aumento de las exportaciones y a una reducción de las
importaciones, lo que hoy conocemos por la economía como comercio estable. Pero para
ello se debía realizar muchas reformas. Como reordenar la distribución del espacio
territorial, es decir una reingeniería poblacional, aplicar una política salarial con jornales
mínimos-topes, poner en práctica un programa laboral con sistemas de trabajos forzados,
y tener un manejo de la renta fiscal en beneficio del empresario mediante el otorgamiento
de premios y honores rentables, subvenciones directas, contratos y exoneraciones
tributarias.
Para Carlo Lazo se aplicó un paquete de medidas para mejorar la producción, el cual
abordó los siguientes puntos:
Primero. << Entrega de tierra de granjería>>. Suelos ofrecidos para constituir en ellos
una empresa o negocio productivo orientado al mercado, y lo suficiente para asegurar a
sus titulares una renta que los convirtiera en agentes activos del consumo de los artículos
del tráfico comercial controlado por España.
Tercero. La creación de espacios libres aptos para la agricultura empresarial en los suelos
comunales dejados por los naturales que fueron desplazados y concentrados en las
reducciones.
Cuarto. Fijación de este jornal fijado por el Estado (en 1552) para pagar el trabajo del
indio de alquiler (voluntarios y forzados), aligeraba enormemente el costo laboral de los
empresarios, quienes no obstante lo observaron y solicitaron a la real audiencia su
reducción a sólo dos granos de plata. Los empresarios sustentaron su pedido
argumentando que pagando un tomín de jornal les era imposible labrar las cementeras
(Libros de cabildos de lima)
Al ser los indios vasallos de los españoles, estaban obligados a tributar; de esto se
encargaron inicialmente los encomenderos para financiar la conquista. El encomendero
solo tenía derecho a percibir los tributos, más no al acceso de tierras por esta vía. Lograba
obtener tierras a través de las mercedes de tierras, pero para ello era necesario determinar
la “propiedad conocida de los indios”.
Durante mucho tiempo los encomenderos tuvieron derechos sobre las poblaciones
dispersas, pero lo que más les interesaba era la mano de obra y el tributo que podían
obtener de estos. Trabajaban de la mano con los curacas o como ellos, movilizaban a las
poblaciones y ejecutaron una forma más ajustada de la mita. Luego existieron diferentes
dificultades, ya que la Corona limitó las permutas de pobladores asignados a las
encomiendas, cuando estos intentaban reunificarlos intercambiándolos. La Corona no
aceptó, ya que esto significaba darles mayor consolidación agraria a los encomenderos.
La colonia española en Perú, es marcada por violencia y no respeto a los indígenas,
expropiación desmedida de los recursos que estos poseían, del cambio de posesión,
explotación d la tierra, propiedad en manos de los colonizadores. Como ya se ha
mencionado, la encomienda fue el primer reparto de los recursos en la colonia, sin
embargo, este sistema siempre estuvo envuelto de contradicciones. La ambición por
obtener tierras por parte del encomendero y de la sociedad conquistada en su conjunto
desesperó apetencias inmoradas. Se intentó detener esto implantando una medida o cuota
para la extracción de excedentes, es decir una tasa de tributo. La misión de esta medida
era aparte del poder al encomendero, y que este recayera en el Estado para que el fuera el
encargado de la explotación y de la distribución de la riqueza; pero no funciono.
Obligar a los indios a trabajar, para que subsidiaran era el único objetivo, se intentaba
solo como pantalla querer reconocerle sus derechos, pero solo era puro palabreo. Para
esto se pasó a la privatización de la tierra, se quería dar una imagen de mercado a la tierra,
que estos den bienes agropecuarios para que luego se conviertan en mercancía.
Los indios habían tenido una larga experiencia de intercambios de especies por dinero en
sus tratos con el encomendero, los oficiales reales, los curas y el corregidor. Con más
habilidad de la reconocida por los propios españoles, hacían que sus ganados jugaran el
papel de moneda de cambio, de acumulación y de negocio puro y duro; sin embargo, la
avidez del mercado naciente de las ciudades y sobre todo de los asientos minerales, que
los había variados en el ámbito de la sierra sur central del Perú, fue mermando los recursos
que eran perecibles y las técnicas de reproducción que no estaban pensadas para el nuevo
tipo de consumo. A pesar de ello, distaban mucho de ser pobres. Toledo pretendió
racionalizar la imposición tributaria hacia la moneda, la mercantilización de la mano de
obra, la disminución del manejo poderoso de los caciques y la ampliación de la tierra en
manos de la república de españoles; pero el tránsito no podía ser violento (Glave, 2009).
Con el tiempo los corregimientos fueron puestos en venta por el estado español ante las
penurias constantes del erario público; ello incremento, casi al mismo tiempo los
corregidores recibieron la facultad de introducir en sus jurisdicciones un conjunto de
variable de mercaderías que estaban autorizados a vender entre la población; estos fueron
los conocidos “repartos” compulsivos que, junto con la venta de los cargos públicos,
fueron características fundamentales de la vida económica fiscal desde el siglo XVII, y
especialmente en el siglo XVIII. Debe mencionarse, sin embargo, que los repartos estaban
garantizados en la legislación, y que debían basarse en precios justos, pero una cosa fue
la intención del legislador y otra la que ocurría en la práctica. Se ha señalado que este
proceso fue paralelo al crecimiento de una burguesía comercial urbana, como también
que los repartos mercantiles buscaron ampliar el mercado interno que se consideraba
restringido, pues al repartirse forzosamente mercaderías diversas entre la gente andina,
ésta debía salir de su régimen tradicional de autosuficiencia e ingresar en el mercado
colonial en formación para poder obtener la moneda necesaria para el pago de las ventas
oficialmente impuestas (Pease, 1992).
La población ingreso al mercado, de manera marginal y con propias pautas, sin perder su
autosuficiencia. Para lograr una mayor integración de la población se implanto el régimen
de repartos, pero para ello era necesario la imposición de una autoridad. Los corregidores
fueron por mucho tiempo los más importantes funcionarios del virreinato, pero como todo
no dura para siempre, se tuvo que cambiar.
1.4. LA AGRICULTURA
La llegada de los españoles al Perú hizo que la agricultura andina sufriera grandes
transformaciones. ¿a qué se debió este cambio? Este fenómeno económico estuvo
marcado por la introducción de nuevos consumos, no solo por el lado español, sino
también en la sociedad india que tuvo que comenzar desde muy temprano a producir trigo
y criar aves de corral para darlos como tributo. Junto con estos nuevos consumos, los
productos nativos—coca, hierba mate, cacao— se produjeron en nuevas condiciones en
la medida en que fueron insertados en el mercado. Bajo esos influjos, se produjo una
definición de los espacios de circulación. Minas y agricultura fueron inseparables. Las
ciudades desarrollaron un hinterland. El nacimiento del mercado colonial fue una
instancia dominada e impuesta por los conquistadores, pero incorporó los bienes y
técnicas nativas. El aporte de bienes, tales como las llamas o “carneros de la tierra”, las
sogas o las botijas, fue un factor fundamental en la creación de nuevas relaciones sociales.
La nueva idea mercantilista que trajeron los españoles hizo que se introdujeran criterios
diferentes a los que tenía la población nativa (reciprocidad y redistribución). También se
debió a los nuevos cultivos importados. No obstante, el intento español de imponer este
nuevo criterio mercantil a la agricultura, de trabajar y cultivar para la empresa fue
infructuoso. Por ejemplo, hoy seguimos viendo en distintos lugares del Perú que se cultiva
no solo para la empresa si no para uno mismo (autosubsistencia). Pero en algunos aspectos
si funciono este sistema; en el caso de las viñas (aristocracias indígenas).
Luis Miguel Glave nos muestra las siguientes pruebas:
El caso de las viñas es un ejemplo de la forma como las aristocracias indígenas de la costa
se adaptaron rápidamente al nuevo mercado, por medio de la reorientación del uso de los
recursos de sus pueblos. Hubo viñas comunales, pero pareciera que las más de ellas
formaron parte de los negocios privados de las familias encumbradas de los pueblos
indios. Así, por ejemplo, son proverbiales las que tenía el curaca iqueño Anicama. Al
morir en 1571, se comportó como los encomenderos arrepentidos que hicieron grandes
“restituciones” a sus indios, al dejar sus viñas para el beneficio del común de indios.
Cuando se hicieron las composiciones de tierras en 1594, el visitador Maldonado de
Torres encontró que las tierras en forma de minifundio eran de poca entidad, entre las
cuales estaban las de la comunidad que habían sido vendidas por el sucesor de Anicama.
Cabe señalar que quienes habían encaminado su práctica económica más claramente
hacia la explotación agraria —los jesuitas—, no habrían pensado lo mismo que el
visitador Maldonado. Por entonces, fomentaban alguna de sus grandes propiedades de
viñas y recibieron la donación de un extenso viñedo, valorado en 24,750 pesos, que les
legó Anicama. Desde ese casco central de hacienda, como llamamos a las partes centrales
de los dominios señoriales, los jesuitas se encargaron de hacerla crecer a través de la
compra o el acoso a los vecinos para que les vendieran más tierras. Como resultado de tal
estrategia, se harían con su gran hacienda-viñedo de San Jerónimo, ubicada en Lurín.
Otros curacas tenían viñas en los valles productores; por ejemplo, Diego Sullca Changalla
tenía en compañía sus tierras de Ica. También en Ica, el cacique de Lurín Ica, don Andrés
Muçayguate, de la encomienda de Juan Dávalos, tenía fundada una capellanía de tres
misas cada semana sobre un majuelo de cinco mil cepas y sus casas anexas en el sitio que
llaman Tallamana. La capellanía fue concedida a un individuo que se comprometió a
aumentar las viñas y disfrutar de la renta, pero resultó no ser clérigo; gracias al pleito que
se le entabló, sabemos del desarrollo de otro extenso viñedo por parte de otro indio noble.
Lo mismo sucedía en Tacna con los curacas del lugar.
Las mercedes jugaron un rol importante ya que se otorgaban debido a la decadencia
demográfica, pero después serían objetadas. Aquí podemos señalar lo que Carlos Lazo
García nos muestra en el quinto punto de las medidas que se dieron para poder mejorar la
producción.
Las compañías existieron desde muy temprano. Algunas compañías pueden ser
denominadas “reducciones”, como las que improvisaron desde muy temprano, en algunos
valles de la costa, los clérigos doctrineros —dominicos o franciscanos— que vivían con
los indios. En estas reducciones, los religiosos ponían la industria y los indios, las tierras
y el trabajo. De esta manera, pretendían ayudarlos a obtener beneficios, a la vez que
financiaban sus obras. Los curacas se comprometían a “liberar” espacios adecuados para
el cultivo continuo, con el traslado de aldeas y familias indias dispersas a unos
emplazamientos cercanos a la parroquia reducción. El modelo será luego implementado
por la gran Visita toledana y, en cualquier caso, abrió las puertas a la formación de las
haciendas (Glave, 2009).
Al no tener los indios un conocimiento de los cultivos importados por los españoles, estos
hacían huso de la mañosería que los caracterizaba, solo proveían de técnica y
conocimiento a los indígenas y además le dejaban lo más fundamental; el trabajo y la
tierra.
Bajo esos influjos, se produjo una definición de los espacios de circulación. Minas y
agricultura fueron inseparables. Las ciudades desarrollaron un hinterland. El nacimiento
del mercado colonial fue una instancia dominada e impuesta por los conquistadores, pero
incorporó los bienes y técnicas nativas. El aporte de bienes, tales como las llamas o
“carneros de la tierra”, las sogas o las botijas, fue un factor fundamental en la creación de
nuevas relaciones sociales. La coca fue la mercancía más importante desde los inicios de
la Colonia hasta el siglo XVII, cuando comenzó a declinar su importancia en términos de
ganan cias de los mercaderes españoles, pero no en el caso de los indios. Para que la hoja
de coca fuera una mercancía, era indispensable la sociedad india, pues controlaba el
proceso técnico de su producción y conducción, mientras los españoles hacían ganancias
inmensas gracias a esto. La coca es una planta probablemente originaria de la cuenca
amazónica. Su uso fue extendido a los Andes centrales incluso antes del dominio incaico.
Según los cronistas más importantes, la coca habría estado monopolizada por el Estado
inca, que constriñó su consumo a determinados grupos sociales y momentos rituales
importantes; sin embargo, las evidencias arqueológicas y etnohistóricas demuestran que
la hipótesis del monopolio no se puede sostener. El uso de la coca fue extendido y su
cultivo y consumo era común en las más variadas regiones del dilatado territorio Inca,
salvo en las yungas (valles bajos) del Cuzco donde los cocales estaban bajo el control
imperial. Incluso así, desde la misma llegada de los españoles al Perú, su cultivo y
consumo se extendió exponencialmente. Las fortunas más grandes de la región del Cuzco,
la principal productora de la hoja de coca, se apoyaban en la coca. Los intereses eran,
pues, muy grandes. Los indios la pagaban con el mineral que sacaban de las minas; luego,
era una mercancía que obtenía directamente plata. Además, en el camino a su conversión
en mercancía, la coca pasaba por los pueblos y se trocaba con otros productos indios que
eran necesarios para la circulación mercantil, por eso se decía que la coca era la “piedra-
imán con que se les sacaba a los indios el dinero y el ganado”. Junto con la coca, el vino
dominó el mercado de largas distancias que se desarrolló al influjo de la producción de
plata en la zona de la actual república de Bolivia. De la misma manera que con la coca,
los naturales aportaron su cultura material, además de su indispensable trabajo para la
constitución del sistema de circulación. Este elemento resulta importante para valorar la
fuerza de la sociedad india de los Andes, pues no se trataba de un producto autóctono que
se introdujo en el intercambio mercantil, sino más bien de un nuevo producto traído por
los conquistadores (Glave, 2009).
Los mercados agrícolas marcharon de la mano con la expansión del capital minero y de
la decadencia de la producción de la economía agrícola (por parte de los indios),
producida por la pérdida de gente y de recursos. La tierra comenzó a adquirir un carácter
de mercancía, aunque limitadamente, por la relativa facilidad de adquirirla entonces sin
pasar por el mercado.
Esta clasificación evidenciaba que había mercaderes que cumplían diferentes funciones,
pero no significaba necesariamente que fueran circuitos mercantiles distintos. Los
mercaderes “indianos” eran agentes de las compañías sevillanas —por lo general, unidos
por lazos familiares— que, una vez hecha fortuna, regresaban al terruño.31 Por lo tanto,
que se formara un grupo mercantil en Lima significó no solo que aparecieran
comerciantes especializados en comprar productos en Portobelo, transportarlos y
venderlos en Lima, sino, sobre todo, que apareciera un grupo local que comenzara a
controlar la producción, distribución y exportación de plata en su propio beneficio y que,
por este motivo, edificara una serie de intereses distintos y muchas veces contrapuestos a
los de las compañías metropolitanas.
Controlar el mercado interno fue una necesidad impuesta por la peculiar coyuntura
comercial de las primeras décadas del siglo XVII. A lo largo del siglo XVI, el valor de la
plata en Sevilla disminuyó cerca de 75%. El aumento constante de los precios hizo que
los comerciantes necesitaran cada vez una mayor cantidad de plata para comprar lo
mismo, lo cual fue compensado por la creciente producción minera en el siglo XVI. Pero,
en el siglo XVII, y como resultado del aumento de los costos mineros, las ganancias reales
bajaron y los comerciantes comenzaron a sufrir problemas de financiación (34. Chaunu
1955-1959, VIII: 197)
CAPÍTULO II: LA MINERIA
2.1. La minería
Y Entre todas las partes de Indias los reinos del Pirú son los que más abundan de metales,
especialmente de plata, oro y azogue; y es en tanta manera que cada día se descubren
nuevas minas; según es la cualidad de la tierra, es cosa sin duda que son sin comparación
mucho más las que están por descubrir que las descubiertas, y aun parece que toda la
tierra está como sembrada de estos metales, más que ninguna otra que se sepa al presente
en el mundo, ni que en lo pasado se haya (Assadourian, 1980).
En este mismo decenio ve la entrada en escena del otro metal precioso de vital
importancia para el virreinato peruano y que marcará para siempre el destino de
la economía y de la sociedad colonial del continente. La documentación colonial
da cuenta de los trabajos que Gonzalo Pizarro llevaba a cabo hacia 1538 en los
yacimientos argentíferos incas de Porco. Siete años más tarde y a tan solo 30 kilómetros
de ahí, los españoles descubrieron lo que se convertiría en los yacimientos de plata más
importantes de América: las minas de Potosí.
Según los investigadores señalan que estos yacimientos no fueron explotados por los
incas, pero a su parecer no fueron desconocidos, ya que el CERRO RICO DE POTOSÍ
era considerado una huaca que según la época prehispánica estos la dividían en dos tipos
de minas y explotación minera: las minas del Inca y las minas de las comunidades o
ayllus. Estas minas- montañas del Inca eran consideradas huacas en las cuales adoraban
y veneraban como tales; esto posibilita deducir que los españoles se dieron cuenta muy
rápidamente de la coincidencia entre huaca y mina para así utilizarlas con una forma de
cateo para descubrir los grandes yacimientos mineros prehispánicos.
Esto demuestra que desde el inicio de la empresa colonial, los españoles utilizaron
conceptos, conocimientos o creencias prehispánicas con fines no solo religiosos sino
también económicos y científicos; Los yacimientos de mercurio de Santa Bárbara fueron
descubiertos en 1563 y proporcionaron prácticamente todo el mercurio requerido por
Potosí durante sus años de explotación. Potosí y Huancavelica constituyeron los pilares
sobre los cuales reposó la economía colonial .
La Minería Constituyó el “motor” de la colonización y el eje de la economía peruana. La
prioridad, estuvo en Potosí y Huancavelica. La pequeña minería fracasó debido
principalmente a la escasa inversión, la explotación irracional, la baja ley del mineral, la
falta de mano de obra, la ausencia de créditos y las inundaciones. Los centros pequeños
tuvieron una existencia efímera y no llegaron a generar los circuitos comerciales que sí
surgieron en Potosí y Huancavelica (Quiroz, 1956, págs. 4-5).