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El crimen del Aquidabaniguí

Por Luis Verón

Ocurrió el 1 de marzo de 1870, y con él llegó a su término la guerra que el Paraguay sostuvo con la
alianza del Brasil, la Argentina y el Uruguay, entre 1865 y 1870.

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El crimen del Aquidabaniguí _380338 / ABC Color

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La muerte del mariscal Francisco Solano López -acorralado y herido- constituyó un aleve y cobarde
crimen que manchó por siempre la supuesta justicia de una causa que no fue sino un genocidio
contra el pueblo paraguayo.

Un lustro duró la tragedia americana conocida como Guerra de la Triple Alianza o Guerra del
Paraguay y que recién culminó con la muerte del presidente paraguayo y generalísimo de su
ejército –o lo que quedaba de él–, cuando se llevó a cabo la postrera batalla de Cerro Corá.
¿Qué pasó a orillas del Aquidabaniguí?

El 8 de febrero de 1870, los restos del ejército nacional, comandados por el mariscal Francisco
Solano López, llegaron al lugar denominado Cerro Corá.

Semanas después, "el 1 de marzo de 1870, en las riberas del Aquidabán, el mariscal Francisco
Solano López fue muerto por un lanzazo de Chico Diabo (José Francisco Lacerda)". Esta es la
versión oficial, pero hay testimonios que la contradicen. Los testigos oculares de la muerte de
López niegan que este haya sido muerto por un lanzazo de José Francisco Lacerda.

La declaración del mayor José Portes de Lima Franco, secretario del general Cámara, hecha al
profesor Francisco Assis Cintra, el 20 de mayo de 1920 en São Paulo, refiere que "el 1 de marzo de
1870 yo formaba parte del Estado Mayor del general Cámara, como su amanuense, y con el mismo
general asistí a la muerte del dictador, que murió por heridas de bala y no por un lanzazo. Cayendo
junto a la zanja del Aquidabán, fue López alcanzado por el Estado Mayor de Cámara y nosotros, los
de ese Estado Mayor, verificamos que el dictador estaba herido de bala. Entonces,
aproximándose, dijo el general al mariscal paraguayo: – "Entregue su espada. Yo, general que
comando estas fuerzas, le garantizo su vida". A lo que respondió el mariscal: ‘ –¡Muero por mi
patria!’ y lanzando un golpe de espada, esta tocó la fusta del general Cámara, que se encontraba
cerca. Entonces, dijo el general: ‘ –Desarmen a ese hombre y tráiganlo a las tiendas’ . En ese
momento, un soldado se aproximó a López y lo hirió nuevamente, diciendo: ‘ –¡Incluso usted, mi
general, tiene contemplaciones para con este hombre!’ , y, de esta forma, López cayó al suelo
herido de muerte. Posteriormente, su cadáver fue saqueado y colocado boca arriba, siendo
cercado por media docena de oficiales. Un alférez del norte se aproximó rápidamente al cadáver y
con un facón cortó la oreja izquierda del mariscal paraguayo, diciendo: ‘ –¡Fue una promesa que
hice en mi tierra, llevar la oreja de López!’ El acto mereció la reprobación de todos los presentes.
Luego que López murió, llegó el coronel Jóca Tavares y señalando la herida que el mariscal tenía
en el vientre, dijo a unos médicos que hasta allí llegaron: ‘ –¿No es una herida de lanza?’
Respondiéndosele: ‘ –Parece’ . Los médicos apenas observaron el cadáver, sin examinarlo.
Verifiqué luego la herida. Era de bala. Llegando la madre y las hermanas de López, aquella se
mostró muy conmovida e inconsolable, al tiempo que una hermana suya decía, sin signo alguno de
piedad: ‘ –¡No llores, madre, que este hombre no supo ser ni hijo ni hermano!’ Madama Lynch,
obsequiándome un paquete de habanos que tenía en su carruaje, y sabiendo que el general
Cámara me había encargado la misión de enterrar el cadáver de López, me pidió encarecidamente
que enterrase juntos a padre e hijo (López y el coronel Panchito). Atendí a su pedido, ordenando
que la fosa fuera abierta por paraguayos y asistí al entierro de ambos. Al día siguiente, cuando nos
marchábamos a Concepción, el coronel Jóca Tavares dijo en el Estado Mayor: ‘ – Quien mató a
López fue mi trompetista mayor, Chico Diabo. Le había prometido un ciento de Reis en dinero,
pero le daré eso en ganado, para que no gaste muy de prisa’ . El general Cámara y el mayor José
Simeão se volvieron hacia Jóca Tavares, pero no dijeron nada, a pesar de saber que López no había
sido muerto por Chico Diabo, porque el coronel Jóca era violento, impulsivo y muy temido. Era un
valiente militar. Días después, José Simeão fue el encargado de redactar el relatorio o parte oficial
para que el general Cámara lo firme. Escrito en tiras de papel, lo copié y lo entregué, siendo
firmado por el general, con fecha de 13 de marzo de 1870. Así, como testigo ocular de la muerte
de López, afirmo bajo mi fe de veterano de la patria y de hombre de bien, que Chico Diabo (José
Francisco Lacerda) no fue el ultimador de López, que pereció victimado por un tiro y no por
lanzazo".
No fue Chico, fue João

Según el testimonio del ayudante Franklin Menna Machado, "atacando el paso del Aquidabán y
tomando a la fuerza, pudimos felizmente llegar al campamento de López. El dictador, en ese
instante, habiendo sido encontrado por el coronel João Silva y su Estado Mayor, trató entonces de
huir, escuchándose de todos los lados gritos de ‘ –¡Ahí va López!’ El general Cámara ordenó
perseguir implacablemente a López; entonces, yo y el teniente Alfredo Miranda Pinheiro da
Cunha, también ayudante del general, y dos plazas más, uno de ellos Francisco Lacerda, nos
adelantamos en la dirección que suponíamos conducía a López. Llegando a cierto lugar, vimos –a
una cierta distancia, cerca del bosque– a López caminando y sin sombrero, y acompañado de dos
ayudantes. Más tarde, él y sus ayudantes se dirigieron hacia la tienda del Aquidabán–mbiguí.
Bajando a dicho barranco, López se volvió con sus ayudantes y, con la espada en guardia, nos
enfrentó. En este instante dirigí al grupo, que estaba a diez pasos más o menos, un disparo de
revólver, que hirió a López gravemente en el vientre, zona que se tiñó inmediatamente de sangre;
volví a disparar, verificando que también había alcanzado a López en el vientre. En ese momento,
el tirano cayó de rodillas, pero empuñando todavía la espada. Uno de sus ayudantes huye y el otro
cae muerto por una bala disparada por el soldado João Soares. En ese ínterin, llega el general
Cámara e intima a López a rendirse, diciéndole que garantiza su vida y que él es el comandante de
aquellas fuerzas; López respondió que no se rendía y que iba a morir por su patria. Ordenó,
entonces, el general Cámara a un soldado del 9º Batallón de Infantería que lo desarmara. El
dictador hizo movimiento con intenciones de herir al general Cámara; acto seguido, dicho soldado
le sacó la espada y López cayó a tierra, agonizante. En ese momento, otra bala disparada por el
nombrado soldado (João Soares) llegó a herir a López en el hombro".

Han surgido otras versiones sobre los últimos minutos de la vida y las circunstancias de la muerte
del mariscal López, pero lo que sí es que fue un cobarde asesinato de un hombre acorralado,
malherido e indefenso. Un crimen de guerra.

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