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Este elemento es compartido con otros detectives clásicos de la literatura como Auguste
Dupin o Sherlock Holmes. Como éstos, Lönnrot tiene un conocimiento cultural amplio,
sólo que en este caso su erudición es acerca de temas teológicos, elemento típico de la
estética borgeana. También comparte con los detectives mencionados el hecho de tener
un ayudante, el cual halla sus paralelos en el narrador de los casos de Dupin o el
personaje de Watson. En este caso, Trevinarus es el interlocutor de Lönnrot,
generándose así el diálogo por el cual los lectores conocemos el pensamiento del
protagonista. La relación entre estos dos es además bastante didáctica, en consonancia
con otros textos del género. Trevinarus parece ser un aprendiz de Lönnrot.
Borges retoma además el modo original en que investiga el detective
protagonista. Tanto en Poe como en La muerte y la brújula, la policía investiga de un
modo convencional prestando atención a elementos obvios de la escena del crimen,
como ser el arma utilizada y el móvil del crimen. Lönnrot, por el contrario, tiene una
visión holística de la situación y atiende a elementos que sus colaboradores desechan
por irrelevantes. De este modo se dedica a la lectura de los volúmenes que guardaba
Yarmolinsky. Aquí reside la ironía del cuento: en gran medida la perspicacia de Lönnrot
y su modo inusual de resolver crímenes -atendiendo a elementos tales como la
numerología, la teología judía- le sirve al asesino para llevar al detective a su muerte.
Borges renueva en este sentido el género policial. Mientras la perspicacia de Holmes y
Dupin les otorgan la gloria, a Lönnrot su perspicacia lo condena a muerte. Al final del
cuento el mismo Scharlach explica que había leído en el diario sobre la lectura de
Lönnrot y comprendió el itinerario inusual de hipótesis que elaboraría, cuya estructura
él simplemente continuó. Esta estructura, a su vez, es un triángulo que debe ser visto en
un espejo –otro elemento típico de la producción de Borges- y así Lönnrot advierte que
todavía falta un cuarto crimen.
Podemos afirmar que Borges con este cuento revitaliza el género policial
formulándolo con elementos y técnicas novedosas propias de su estética personal. En
este sentido no podemos dejar de nombrar el extenso despliegue de citas realizadas en el
texto, algunas verdaderas y otras, típicamente borgeanas, apócrifas.